Skip to main content

Full text of "Compendio de la historia de México desde sus primeros tiempos hasta el fin del siglo XIX. Escrito para uso de los colegios de instrucción superior de la república"

See other formats


This  is  a  digital  copy  of  a  book  that  was  preserved  for  generations  on  library  shelves  before  it  was  carefully  scanned  by  Google  as  part  of  a  project 
to  make  the  world's  books  discoverable  online. 

It  has  survived  long  enough  for  the  copyright  to  expire  and  the  book  to  enter  the  public  domain.  A  public  domain  book  is  one  that  was  never  subject 
to  copyright  or  whose  legal  copyright  term  has  expired.  Whether  a  book  is  in  the  public  domain  may  vary  country  to  country.  Public  domain  books 
are  our  gateways  to  the  past,  representing  a  wealth  of  history,  culture  and  knowledge  that's  often  difficult  to  discover. 

Marks,  notations  and  other  marginalia  present  in  the  original  volume  will  appear  in  this  file  -  a  reminder  of  this  book's  long  journey  from  the 
publisher  to  a  library  and  finally  to  you. 

Usage  guidelines 

Google  is  proud  to  partner  with  librarles  to  digitize  public  domain  materials  and  make  them  widely  accessible.  Public  domain  books  belong  to  the 
public  and  we  are  merely  their  custodians.  Nevertheless,  this  work  is  expensive,  so  in  order  to  keep  providing  this  resource,  we  have  taken  steps  to 
prevent  abuse  by  commercial  parties,  including  placing  technical  restrictions  on  automated  querying. 

We  also  ask  that  you: 

+  Make  non-commercial  use  of  the  files  We  designed  Google  Book  Search  for  use  by  individuáis,  and  we  request  that  you  use  these  files  for 
personal,  non-commercial  purposes. 

+  Refrainfrom  automated  querying  Do  not  send  automated  queries  of  any  sort  to  Google's  system:  If  you  are  conducting  research  on  machine 
translation,  optical  character  recognition  or  other  áreas  where  access  to  a  large  amount  of  text  is  helpful,  please  contact  us.  We  encourage  the 
use  of  public  domain  materials  for  these  purposes  and  may  be  able  to  help. 

+  Maintain  attribution  The  Google  "watermark"  you  see  on  each  file  is  essential  for  informing  people  about  this  project  and  helping  them  find 
additional  materials  through  Google  Book  Search.  Please  do  not  remo  ve  it. 

+  Keep  it  legal  Whatever  your  use,  remember  that  you  are  responsible  for  ensuring  that  what  you  are  doing  is  legal.  Do  not  assume  that  just 
because  we  believe  a  book  is  in  the  public  domain  for  users  in  the  United  States,  that  the  work  is  also  in  the  public  domain  for  users  in  other 
countries.  Whether  a  book  is  still  in  copyright  varies  from  country  to  country,  and  we  can't  offer  guidance  on  whether  any  specific  use  of 
any  specific  book  is  allowed.  Please  do  not  assume  that  a  book's  appearance  in  Google  Book  Search  means  it  can  be  used  in  any  manner 
any  where  in  the  world.  Copyright  infringement  liability  can  be  quite  severe. 

About  Google  Book  Search 

Google's  mission  is  to  organize  the  world's  Information  and  to  make  it  universally  accessible  and  useful.  Google  Book  Search  helps  readers 
discover  the  world's  books  while  helping  authors  and  publishers  reach  new  audiences.  You  can  search  through  the  full  text  of  this  book  on  the  web 


at|http  :  //books  .  google  .  com/ 


Acerca  de  este  libro 

Esta  es  una  copia  digital  de  un  libro  que,  durante  generaciones,  se  ha  conservado  en  las  estanterías  de  una  biblioteca,  hasta  que  Google  ha  decidido 
escanearlo  como  parte  de  un  proyecto  que  pretende  que  sea  posible  descubrir  en  línea  libros  de  todo  el  mundo. 

Ha  sobrevivido  tantos  años  como  para  que  los  derechos  de  autor  hayan  expirado  y  el  libro  pase  a  ser  de  dominio  público.  El  que  un  libro  sea  de 
dominio  público  significa  que  nunca  ha  estado  protegido  por  derechos  de  autor,  o  bien  que  el  período  legal  de  estos  derechos  ya  ha  expirado.  Es 
posible  que  una  misma  obra  sea  de  dominio  público  en  unos  países  y,  sin  embargo,  no  lo  sea  en  otros.  Los  libros  de  dominio  público  son  nuestras 
puertas  hacia  el  pasado,  suponen  un  patrimonio  histórico,  cultural  y  de  conocimientos  que,  a  menudo,  resulta  difícil  de  descubrir. 

Todas  las  anotaciones,  marcas  y  otras  señales  en  los  márgenes  que  estén  presentes  en  el  volumen  original  aparecerán  también  en  este  archivo  como 
testimonio  del  largo  viaje  que  el  libro  ha  recorrido  desde  el  editor  hasta  la  biblioteca  y,  finalmente,  hasta  usted. 

Normas  de  uso 

Google  se  enorgullece  de  poder  colaborar  con  distintas  bibliotecas  para  digitalizar  los  materiales  de  dominio  público  a  fin  de  hacerlos  accesibles 
a  todo  el  mundo.  Los  libros  de  dominio  público  son  patrimonio  de  todos,  nosotros  somos  sus  humildes  guardianes.  No  obstante,  se  trata  de  un 
trabajo  caro.  Por  este  motivo,  y  para  poder  ofrecer  este  recurso,  hemos  tomado  medidas  para  evitar  que  se  produzca  un  abuso  por  parte  de  terceros 
con  fines  comerciales,  y  hemos  incluido  restricciones  técnicas  sobre  las  solicitudes  automatizadas. 

Asimismo,  le  pedimos  que: 

+  Haga  un  uso  exclusivamente  no  comercial  de  estos  archivos  Hemos  diseñado  la  Búsqueda  de  libros  de  Google  para  el  uso  de  particulares; 
como  tal,  le  pedimos  que  utilice  estos  archivos  con  fines  personales,  y  no  comerciales. 

+  No  envíe  solicitudes  automatizadas  Por  favor,  no  envíe  solicitudes  automatizadas  de  ningún  tipo  al  sistema  de  Google.  Si  está  llevando  a 
cabo  una  investigación  sobre  traducción  automática,  reconocimiento  óptico  de  caracteres  u  otros  campos  para  los  que  resulte  útil  disfrutar 
de  acceso  a  una  gran  cantidad  de  texto,  por  favor,  envíenos  un  mensaje.  Fomentamos  el  uso  de  materiales  de  dominio  público  con  estos 
propósitos  y  seguro  que  podremos  ayudarle. 

+  Conserve  la  atribución  La  filigrana  de  Google  que  verá  en  todos  los  archivos  es  fundamental  para  informar  a  los  usuarios  sobre  este  proyecto 
y  ayudarles  a  encontrar  materiales  adicionales  en  la  Búsqueda  de  libros  de  Google.  Por  favor,  no  la  elimine. 

+  Manténgase  siempre  dentro  de  la  legalidad  Sea  cual  sea  el  uso  que  haga  de  estos  materiales,  recuerde  que  es  responsable  de  asegurarse  de 
que  todo  lo  que  hace  es  legal.  No  dé  por  sentado  que,  por  el  hecho  de  que  una  obra  se  considere  de  dominio  público  para  los  usuarios  de 
los  Estados  Unidos,  lo  será  también  para  los  usuarios  de  otros  países.  La  legislación  sobre  derechos  de  autor  varía  de  un  país  a  otro,  y  no 
podemos  facilitar  información  sobre  si  está  permitido  un  uso  específico  de  algún  libro.  Por  favor,  no  suponga  que  la  aparición  de  un  libro  en 
nuestro  programa  significa  que  se  puede  utilizar  de  igual  manera  en  todo  el  mundo.  La  responsabilidad  ante  la  infracción  de  los  derechos  de 
autor  puede  ser  muy  grave. 

Acerca  de  la  Búsqueda  de  libros  de  Google 

El  objetivo  de  Google  consiste  en  organizar  información  procedente  de  todo  el  mundo  y  hacerla  accesible  y  útil  de  forma  universal.  El  programa  de 
Búsqueda  de  libros  de  Google  ayuda  a  los  lectores  a  descubrir  los  libros  de  todo  el  mundo  a  la  vez  que  ayuda  a  autores  y  editores  a  llegar  a  nuevas 


audiencias.  Podrá  realizar  búsquedas  en  el  texto  completo  de  este  libro  en  la  web,  en  la  páginalhttp  :  /  /books  .  google  .  com 


Il'l" 


Iflif    I  lili  II II  li  1 1  !l  I 


3  3433  08169970  8 


r^ 


/" 


\ 


COMPENDIO 


DE   LA 


HISTORIA  DE  MÉXICO 


i    4¿ 


TAhls.  ^  LlttHEHÍ\   E   IMPUE.NTA   DE  LA    \o^    DE   CH.    BOÜRBT. 


COMPENDIO 


DE    LA 


HISTORIA  DE  MÉXICO 


DESDE  SUS  PRIMEROS  TIEMPOS  HASTA  EL  FIN  DEL  SIGLO  XIX, 

B8CRIT0   PARA  USO 

DE  LOS   COLEGIOS  DB   INSTRUCCIÓN  SUPERIOR   DE  LA   REPÚBLICA 

\ 

POR    BL    LI€BNOIADO 

LUIS   PÉREZ  VERDÍA, 

Antiguo  Profesor  de  HistoriJ  y  Cronologia  eo  el  Liceo  de  Var«  nes  de  Jalisco, 

Catedrático  de  Derecho  Intemarional  en  la  Bscaela  de  Joriitprudcncia, 

é  individnode  número  de  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Hstadfstica. 


V' 


CUARTA  EDICIÓN 

CORREGIDA    T    Al'MRKTADA 


í:        LIBRERÍA  DE   LA  V»*  DE  CH.   BOURET 
PARÍS  I  MÉXICO 

23,  Rué  Vísconti,  23  I  1*,  Cinco  de  Mayo,  1* 

1906 


TKE  NEW  YORK 
PUBLIC  UBRARY 

fíl33S6A 

ifiTOR»LENOX  ANO 

TÍU3E14  rOÜNDATIONS 

R  i932  L 


U 


Esta  obra  es  propiedad  del  autor^  quien  habiendo  hecho  el  depósito 
que  marca  la  /ey,  se  reserva  expresamente  todos  los  derechos  que 
reconoce  el  titulo  VIII,  libro  II  del  Código  civil. 


Ib 


íiiií . 


^      • 


A  LA  MEMORIA 

DE     MI     AMADO     PADRE,    EL     SBS'OR    MAGISTRADO 

DON  ANTONIO  PÉREZ  VERDÍA 


'Míji 


■PVBffnRR 


ADVERTENCIA 


II  681  hootoux  á  tout  honnéte 
homme  d'ignorer  le  genre  humain 
et  les  changements  memorables  que 
la  suite  des  tomps  a  faits  dans  le 
monde. 

Bossvrr. 


Guando  publiqué  por  vez  primera  en  1883  esta  obrita  hice 
presente  al  público  que  al  darla  á  luz  sólo  me  proponía  formar 
un  libro  de  texto  que  pudiera  servir  para  enseñar  la  historia 
patria  y  facilitar  con  ella  el  estudio  de  ramo  tan  interesante, 
convencido  de  que  los  estudios  se  generalizan  en  proporción 
de  los  medios  de  que  se  puede  disponer  y  de  que  el  conoci- 
miento de  nuestra  propia  historia  es  de  la  más  trascendental 
importancia,  porque,  como  há  dicho  el  Sr.  Dr.  Rivera,  «  el  que 
no  sabe  la  historia  de  su  patria,  es  extranjero  en  su  patria  ». 

Aunque  sin  pretensiones  de  que  mi  humilde  trabajo  pudiese 
arrojar  alguna  luz  acerca  de  los  grandes  problemas  históricos  y 
escudado  con  el  juicio  del  egregio  académico  Menéndez  Pelayo, 
de  que  en  las  obras  científicas  caben  los  esfuerzos  de  todo 
hombre  investigador  y  laborioso,  á  diferencia  de  las  de  índole 
estética  en  que  no  se  toleran  medianías,  mi  Compendio  es  el 
resultado  del  estudio  que  he  podido  hacer  de  cuanto  de  notable 
y  digno  de  atención  se  ha  escrito  sobre  la  materia  desde  las 
primeras  crónicas  hasta  las  últimas  obras,  tomando  de  todas 


'^-^rf 


X  ADVERTENCIA 

ellas  cuanto  me  ha  parecido  conforme  con  una  sana  crítica. 
Sirva  esta  manifestación  franca  para  que  no  se  me  atribuya  la 
intención  de  ostentar  como  propios  conceptos  de  otros  escri- 
tores, pues  "á  más  de  mi  escasa  competencia  hay  que  tener  en 
cuenta  que  en  asuntos  históricos  es  preciso  valerse  de  los  estu- 
dios de  quienes  nos  han  precedido. 

Séame  lícito  manifestar  tan  sólo,  que  en  este  trabajo  he 
puesto  mi  entera  voluntad  por  buscar  siempre  la  verdad  hisló- 
rica^  apartándome  de  toda  pasión.  Por  eso  mi  criterio  ha  sido 
juzgado  de  muy  diferente  modo  por  los  extremistas  que,  á 
pesar  de  todo,  han  hecho  justicia  á  mi  intención.  Mientras  el 
Sr.  Conde  de  Charencey  y  algunos  escritores  me  han  tachado 
de  parcialidad  liberal,  en  «  La  América  »,  de  Madrid  el 
Sr.  D.  Gustavo  Baz  se  expresaba  en  estos  términos  :  «  Como 
narración,  como  método,  como  estilo,  es  una  obra  que  llena  las 
exigencias  de  la  instrucción  secundaria ;  hay  más,  su  conoci- 
miento en  Europa  daría  á  conocer  en  atrevida  forma  las  cosas 
y  los  hombres  de  México  y  destruiría  muchos  errores.  Paso  por 
alto  el  criterio  moderado  del  Sr.  Verdía  al  juzgar  algunas  épo- 
cas ;  el  mío  es  diferente  y  creo  que  los  hechos  me  dan  la  razón  ; 
pero  de  todas  maneras  para  mí  su  Compendio  tiene  una  tras- 
cendencia que  él  mismo  no  sospechó  y  es  de  una  utilidad  que 
debe  haber  colmado  sus  deseos.  »  Por  su  parte  el  Sr.  Bulnes  en 
«  Las  Grandes  Mentiras  »,  si  bien  declara  bondadosamente  que 
mi  libro  es  «  el  mejor  aceptado  y  el  que  contiene  menos  errores 
y  manifestaciones  de  un  espíritu  perturbado  por  el  patriotismo 
vulgar,  »  sin  embargo  me  acusa  de  pervertir  las  conciencias 
infantiles,  porque  «  á  los  niños  como  á  todos  los  mexicanos,  no 
se  les  debe  enseñar  á  tener  patriotismo  con  la  historia,  sino  lo 
que  es  más  noble,  moral  y  conveniente  á  hacer  la  historia  con 
el  patriotismo  » ;  en  tanto  que  el  Sr.  D.  Nicanor  Bolet  Peraza 
en  «  Las  Tres  Américas  »  de  N.  York  se  dignó  decir  :  «  Una 
cosa  se  encuentra  además  en  el  Compendio  del  Sr.  Verdía,  y 
es  el  patriota  mexicaao  orgulloso  de  sus  tradiciones,  noble- 
mente indignado  ante  las  tiranías  domésticas  que  afligieron  la 


ADVERTRNGIA  U 

patria  y  contra  las  usurpaciones  extranjeras  que  atentaron 
contra  su  integridad.  »  «  Esa  obra  no  es  un  mero  resumen  de 
las  cosas  que  pasaron,  en  orden  cronológico  puesto  para  faci- 
litar la  erudición  de  los  citadores;  sino  que  es  un  libro  de 
dogma  para  las  generaciones  americanas.  Leyéndolo  se  ama  el 
terruño  de  la  patria,  se  miran  con  horror  la  usurpación  y  la 
conquista  que  lo  merman  ó  arruinan,  cualquiera  que  sea  el 
siglo  ó  la  raza  que  los  presidan  y  cualquiera  que  sea  el  pre- 
texto que  los  encubra.  » 

k  la  vez  que  el  docto  americanista  Sr.  F.  Duro  se  queja  de 
que  haga  yo  de  Hernán  Cortés  una  excepción  de  la  tolerancia 
que  preside  al  libro,  anotando  con  harta  severidad  sus 
defectos,  el  insigne  maestro  D.  Ignacio  M.  Altamirano  escribía 
que  «  el  Sr.  Fernández  Duro  no  tiene  razón  :  el  Compendio  ha 
sido  justo  y  aun  benigno  al  hablar  de  ese  gran  forajido  á  quien 
sólo  su  fortuna  y  el  interés  de  España  han  podido  colocar  en  el 
rango  de  los  héroes,  no  habiendo  sido  su  vida  más  que  un 
tejido  de  bajezas  y  traiciones  en  Cuba,  de  perfidias,  asesinatos 
y  crueldades  en  México,  en  dónde  cometió  todos  los  crímenes 
posibles...  Los  españoles  responden  á  todo  eso  con  la  grotesca 
excusa  que  no  por  haber  salido  de  los  Jabios  de  Quintana  deja 
de  ser  una  solemne  paradoja  :  ¡  Crimen  fué  de  su  tiempo  y  no 
de  España  !  Con  esa  razón  no  hay  crímenes  ni  criminales  en  la 
Historia  y  desaparece  del  criterio  toda  ley  moral.  Cortés,  para 
mí  como  para  todo  hombre  sereno,  no  es  un  hombre  grande  y 
digno  de  alabanza.  Enrique  Heine,  extraño  á  los  libros  de  los 
frailes  y  de  los  españoles,  lo  había  ya  juzgado  bien,  y  el  Com- 
pendio no  peca  de  severo.  » 

Ante  tan  grande  y  natural  diversidad  de  pareceres  he  tratado 
de  seguir  únicamente  las  inspiraciones  de  mi  conciencia  sin 
temer  á  ese  respecto  las  censuras  de  los  unos  ni  procurar  los 
aplausos  de  los  otros,  aunque  claro  está  que  no  es  á  mí  d  quien 
toca  decir  la  última  palabra. 

La  bondadosa  acogida  que  el  público  dispensó  á  mi  humilde 
libro  y  los  favorables  aunque  inmerecidos  juicios  emitidos 


XII  ADVERTENCIA 

acerca  de  él  por  historiadores  nacionales  y  extranjeros,  fueron 
poderoso  estímulo  para  publicar  la  2*  edición  en  1892,  en  la 
cual  rectifiqué  diversos  hechos,  según  el  juicio  que  de  ellos  me 
había  formado  por  un  estudio  más  prolongado  y  concienzudo. 
k  pesar  de  la  pequenez  del  libro  y  de  mi  dedicación  para  for- 
marlo,  no  sólo  tuve  entonces  que  variar  algunas  apreciaciones, 
sino  que  aun  respecto  á  la  3*  edición  (1900),  hoy  me  he  visto 
obligado  á  introducir  algunas  variantes  de  importancia,  pues 
en  esta  labor  cabe  siempre  el  perfeccionamiento  y  jamás  puede 
decir  la  última  palabra  quien  sigue  escudriñando  guiado 
siempre  por  el  deseo  de  acierto. 

Por  esto  se  concibe  sin  dificultad  que  en  la  tercera  edición 
se  hicieran  más  de  cien  adiciones  con  respecto  á  la  segunda, 
aumentándose  con  más  de  cincuenta  la  presente,  sin  variar  el 
plan  y  sin  que  sea  necesario  dar  razón  de  ellas,  puesto  que  en 
una  obra  elemental,  la  principal  labor  consiste  en  la  selección 
de  los  hechos  para  no  aglomerar  los  insignificantes  con  perjui- 
cio de  la  sencillez  y  facilidad  para  el  aprendizaje,  ni  mutilar  el 
conocimiento  preciso  de  la  evolución  histórica  por  medio  de 
inconsideradas  omisiones.  En  semejante  tarea  claro  es  que 
siempre  queda  el  campo  abierto  para  adicionar  y  reducir 
mediante  la  aplicación  continuada  de  un  sano  criterio. 

Pero  no  sucede  lo  mismo  cuando  se  rectifican  los  hechos ; 
pues  entonces  se  hace  necesario  expresar  los  motivos  que  el 
autor  ha  tenido  para  cambiar  de  juicio,  áfin  de  que  no  parezca 
que  con  ligereza  extremada  se  formó  la  primitiva  opinión  ó 
que  se  cambió  de  ella  sin  grave  fundamento  y  por  espíritu  de 
innovación.  Fácil  tarea  es  la  de  justificar  estos  cambios, 
siquiera  sean  fundamentales,  una  vez  que  cada  día  se  siente 
más  la  necesidad  de  reconstituir  nuestra  historia  acudiendo  á 
las  fuentes  primitivas,  desgraciadamente  ya  escasas,  y  apli- 
cando una  crítica  severa  que  naturalmente  va  haciendo  diaria- 
mente cambiar  algunos  conceptos  interesantísimos.  Para  esto 
es  preciso  á  la  vez  que  examinarlo  todo,  sin  aceptar  mi^s  que 
lo  científicamente  comprobado,  apartarse  también  de  esa  des- 


ADVEHTENCU  XIU 

confiada  imparcialidad  que  tiende  al  más  desconsolador  escep* 
ticismo  y  que  conduce  á  dudar  aun  de  lo  que  está  justificado. 
Se  impone  por  tanto  la  necesidad  de  fundar  tales  variantes  y 
como  más  de  diez  hechos  substanciales  aparecen  en  esta  edi- 
ción referidos  de  muy  diversa  manera  de  como  lo  fueron  en  la 
primera,  y  algunos  de  ellos  aun  en  la  segunda  y  tercera,  pasoá 
justificar  su  variación. 

En  la  cronología  mexicana  he  adoptado  un  sistema  entera- 
mente diverso.  Guiado  por  la  grande  autoridad  del  Sr.  Orozco 
y  Berra,  acepté  entonces  que  el  año  empezara  en  16  de  enero 
con  el  mes  ítzealíi  para  acabar  en  10  de  enero  siguiente  con 
Titülf  18.*  mes  ;  pero,  confrontando  fechas  notoriamente  cono- 
cidaSf  resulta  que  no  siempre  concuerdan  con  esa  distribución 
de  los  meses,  por  lo  que  he  adoptado  el  sistema  de  ios  que 
empiezan  el  año  el  1.**  de  marzo  con  el  mes  Atlacahualco^  que 
de  esa  suerte  es  el  primero  en  vez  de  ser  el  segundo,  y  lo  ter- 
minan <^on  Itzcalli  que  es  el  último  en  lugar  de  ser  el  primero, 
el  ^  de  febrero,  para  contar  á  continuación  los  cinco  días  in- 
útiles, dando  así  fin  el  año  el  18  para  empezar  el  nuevo  año  olra 
vez  el  1.*"  de  marzo.  Este  orden  es  por  otra  parte  el  descrito 
por  el  Códice  Ramírez,  según  lo  afirma  D.  Fernando  Ramírez  ; 
por  Fr.  Bernardino  Sahagún  y  Fr.  Diego  Duran,  los  más  auto- 
rizados escritores  de  la  historia  antigua,  y  por  Torquemada, 
Martin  de  León,  Boturini*  Clavigero,  Ramírez  y  Chavero. 
«  En  cuanto  á  los  días  que  formaban  el  año  mexicano  y  la 
manera  de  evitar  el  año  vago,  haciendo  que  coincidiera  el  año 
civil  con  el  astronómico,  he  admitido  la  muy  erudita  é  inge- 
niosa forana  de  corrección  dada  por  el  Sr.  Chavero  después  de 
confrontarla  con  el  Códice  Borgiano,  por  haberla  hallado  ente- 
ramente conforme,  lo  mismo  que  con  las  indicaciones  del 
Barón  de  Humboldt. 

No  es  extraño  encontrar  gran  discrepancia  en  los  autores 
acerca  de  la  formación  del  año,  porque  á  más  de  que  los  mexi- 
canos hicieron  algunas  correcciones  cronológicas,  como  no 
hacían  la  intercalación  cada  cuatro  años  como  nosotros,  sino 


1^1      «IB  "  iimmf^mmfií0mm 


XIV  ADVERTENCIA 

ea  largos  períodos,  y  la  conquista  acaeció  precisamente  al  fio 
de  uno  de  éstos,  no  pudieron  ya  hacer  la  corrección,  agregán- 
dose todavía  para  mayor  confusión,  la  reforma  gregoriana, 
que  en  la  misma  época  se  llevó  á  cabo,  de  suerte  que  al  atraso 
de  cerca  de  trece  días  que  por  el  siglo  azteca  que  terminaba  á 
la  sazón  tenía,  hubo  que  añadir  los  diez  suprimidos  al  cómputo 
juliano. 

En  esta  diversidad  de  sistemas  y  de  aserciones,  el  Códice 
Borgiano  puede  considerarse  como  el  mejor  guía. 

No  siempre  las  pinturas  deben  seguirse  en  todas  sus  indica- 
ciones, pues  para  examinarlas,  deben  ante  todo  tenerse  en 
cuenta  los  principios  científicos.  Por  haber  seguido  instintiva- 
mente tales  datos  erraron  con  seguridad  los  más  notables  histo- 
riadores antiguos  y  modernos  al  afirmar  que  el  número  de  víc- 
timas sacrificadas  por  Ahuizotl  en  la  dedicación  del  templo, 
fué  cuando  menos  de  20.000.  Habiendo  habido  sólo  cuatro 
sacrifícadores  y  durando  lo  que  el  día  natural  los  sacrificios, 
esto  es  12  horas  aproximadamente,  no  pudieron  sacrificarse 
más  de  4  hombres  simultáneamente  en  cada  4  minutos  que 
sería  el  menor  tiempo  empleado  en  la  ceremonia,  es  decir, 
uno  por  cada  minuto  ó  720  en  el  día,  lo  que  reduce  de  un  modo 
muy  aproximado  aquella  fabulosa  cifra  á  2.880  como  total. 
Ante  esa  demostración  he  rectificado  ese  punto  y  como  conse- 
cuencia el  de  los  sacrificios  hechos  en  la  coronación  de  Mote- 
cuhzoma  11,  que  estaban  fijados  en  5.000  ;  pues  si  á  ese  número 
no  llega  siquiera  el  de  las  víctimas  del  suceso  más  memorable 
y  sangriento  de  toda  la  historia  antigua,  mucho  menos  pudo 
ser  el  de  una  coronación,  que  por  más  solemne  que  se  la 
suponga,  la  pintan  como  pálida  en  relación  con  la  hecatombe 
del  Rey  Ahuizotl. 

He  suprimido  en  esla  edición  la  relación  de  los  trabajos  de 
Colón  conforme  con  las  antiguas  tradiciones  y  que  tanto  popu- 
larizó Washington  Irving ;  pues  sobrepuesto  el  espíritu  crítico 
y  filosófico  y  de  acuerdo  con  los  documentos  publicados  por 
F.  de  Navarrele  y  las  obras  de  Rodríguez  Pinilla,  no  es  dudosa 


ADVERTENCIA  XV 

ya  la  relación  que  he  dado  y  por  tanto  es  ya  inútil  la  que  antes 
había  publicado  conjuntamente  y  que  sólo  tiene  valor  compa- 
rativo, impropio  de  un  compendio. 

La  usurpación  del  nombre  dado  al  Nuevo  Continente  por 
Américo  Vespucio  es  uno  de  los  puntos  que  han  tomado  carta 
de  naturaleza  en  la  historia  y  que  en  general  ha  llegado  á  ser 
indiscutible.  Satisfactorio  en  gran  manera  es  para  mí  hacer 
constar  que,  aunque  guiado  por  verdaderos  maestros,  participé 
del  error  universal  al  asentar  que  Vespucio  había  llamado 
América  al  Mundo  de  Colón  usurpándole  á  su  verdadero  des- 
cubridor la  gloria  de  legarle  su  nombre.  Después  de  los  erudi- 
tos estudios  de  Wiesener,  he  comprendido  que  Vespucio  cargó 
con  el  peso  de  un  error  que  él  no  había  cometido  ni  provocado 
y  que  condenado  sin  juicio,  sufrió  la  triste  celebridad  de  la 
impostura  desenmascarada. 

No  sólo  se  mostró  siempre  buen  amigo  del  ilustre  genovés  y 
mereció  que  éste  dijese  de  él  que  era  un  «  completo  hombre  de 
bien  »  (carta  fechada  en  Sevilla  á  o  de  febrero  de  1503),  sino 
que  lo  mismo  que  aquél,  murió  sin  saber  que  había  descubierto 
tierras  desconocidas  de  un  nuevo  Continente.  Colón  escribía  al 
Papa  Alejandro  VI  en  1502  :  «  He  descubierto  trescientas 
treinta  y  tres  leguas  de  la  tierra  firme  de  Asia  »  ;  y  Vespucio 
por  su  parte  afirma  que  hizo  un  largo  viaje  de  trece  meses 
«  discoprendo  infinitissima  térra  de  VAsia  e  gran  copia  d'isole  ». 
Fueron  necesarios  el  descubrimiento  de  Balboa  en  1513  y  el 
viaje  de  Magallanes  (1519-21)  para  disipar  aquella  creencia 
y  por  tanto  es  imposible  suponer  en  Vespucio  muerto  en  1512, 
el  deseo  de  deslizarse  subrepticiamente  en  la  historia  é  im- 
poner de  contrabando  un  nombre  á  un  Continente  que  no  era 
susceptible  de  otro  que  del  de  Asia. 

Rectificar  hechos  y  reparar  injusticias  es  una  de  las  más 
nobles  manifestaciones  de  la  Historia ! 

Sobre  la  entrega  de  Querélaro  en  1867  he  cambiado  también 
de  parecer  en  vista  de  estudios  críticos  del  más  alto  valor  y  de 
nuevos  é  irrecusables  testimonios,  apoyado  además  en  autori- 

b 


XVI  ADVERTENCIA 

dades  tan  competentes  como  las  de  los  Sres.  Vigil,  Rivera, 
Torres,  Bulnes,  etc.  En  este  asunto  se  ha  operado  cambio  tan 
radical  en  la  opinión  de  los  hombres  pensadores,  que  ha  lle- 
gado hasta  hacer  decir  á  Mr.  Emile  Olivier,  el  ilustre  orador  y 
Ministro  de  Napoleón  III,  que  reúne  á  su  talento  y  larga  expe- 
riencia en  los  negocios  públicos  un  criterio  sereno  y  juiciosí- 
simo :  «  La  disertación  del  Sr.  Iglesias  tan  notable  por  la  saga- 
cidad de  sus  percepciones  como  por  la  fuerza  y  claridad  de  sus 
argumentos,  ha  destruido  definitivamente  la  leyenda  de  la  trai- 
ción de  López.  » 

Finalmente,  he  agregado  varios  capítulos  extendiendo  mi 
narración  hasta  el  año  que  pone  fín  al  siglo  xix. 

Ojalá  que  la  juventud  mexicana,  para  quien  he  escrito  este 
pequeño  libiio,  pueda  encontrar  en  él  algo  que  acreciente  su 
amor  á  la  patria  y  su  fe  en  el  porvenir  I 

Guadalajara,  1905. 


REAL  ACADEMIA   DE  LA  HISTORIA 


Con  muy  atenta  dedicatoria  é  esta  Academia,  ha  traído  el 
correo  marítimo  un  libro  nuevo  en  buena  impresión  de  346  pá- 
ginas en  4.0  (1),  obra  del  licenciado  don  í-.uis  Pérez  Verdía, 
profesor  de  historia  y  cronología  en  el  Liceo  de  Varones  del 
Estado  de  Jalisco,  escrita  para  uso  de  los  colegios  de  instruc- 
ción superior  de  la  República,  con  título  de  Compendio  de  la 
Historia  de  México  desde  sus  primeros  tiempos  hasta  la  caída  del 
segundo  imperio , 

No  desconoce  el  autor  las  difícultades  que  ofrece  un  resumen 
bien  entendido  de  los  sucesos  qua otros  han  narrado  antes  con 
extensión  y  con  criterio  más  ó  menos  apasionado,  ni  pretende 
vencerlas  en  absoluto,  aspirando  tan  sólo  á  la  iniciación  de  la 
juventud  en  tan  importante  estudio,  escudado  con  ia  sentencia 
de  nuestro  colega  Menéndez  y  Pelayo,  «  que  si  en  las  obras  de 
índole  estética  no  se  toleran  medianías,  en  las  destinadas  á  un 
fin  útil  caben  los  esfuerzos  de  lodo  hombre  investigador  y 
laborioso  ». 

Dividiendo  la  obra  en  cuatro  partes,  traza  en  la  primera  el 
cuadro  de  la  civilización  de  Anáhuac,  discutiendo  brevemente 
las  opiniones  emitidas  respecto  al  origen  de  los  indios  ameri- 
canos, con  bosquejo  de  la  emigración  de  los  pueblos  que,  uno 

(1)  Guadolajara  ^México),  1883. 


XVIII  REAL   ACADEMIA   DE    LA   HISTORIA 

tras  otro,  empujándose,  descendían  de  Norte  á  Sur  dejando  en 
^edificaciones  colosales  huellas  de  su  paso  oscurecido,  hasta  que 
sobreponiéndose  los  aztecas  dieron  al  imperio  mexicano  gran- 
deza, esplendor  y  poderío  superiores  á  todas  las  naciones  del 
nuevo  continente.  Reduce  á  nuestra  era  las  épocas  controver- 
tidas de  los  acontecimientos  principales;  desenreda  las  dinas- 
tías y  los  mitos  del  laberinto  de  los  códices  pintados,  cuya 
interpretación  resiste  así  al  persistente  trabajo  de  los  misione- 
ros que  como  el  padre  Sahagún  lo  acometieron,  como  á  la  tra- 
dición dificultosamente  transcrita  por  indígenas,  cual  don 
Hernando  Alvarado  Tezozomoc,  y  restaura  los  nombres  de  per- 
sonas y  lugares  maltratados  en  las  crónicas  españolas  por  el 
embarazo  que  á  nuestra  lengua  presentan  las  palabras  ChaU 
chiuhllanelziii,  Y'atlicuechachuac^  Tellahuehuezpuilitzin^  Cue^ 
tlaxochitl,  con  tantas  otras  semejantes  que,  sin  conato  de 
estornudo,  apenas  puede  pronunciar. 

En  la  segunda  parte,  que  abraza  el  período  de  la  conquista, 
esboza  las  figuras  de  Colón,  Velázquez,  Hernán  Cortés,  al 
frente  délas  de  Motecuhzoma  (nuestro  Motezuma),  GuauhlemoCy 
Xicotcncalt,  admirando  la  valentía  de  los  mexicanos  heroica- 
mente representada  en  el  último  emperador,  en  contraste  de 
la  pusilanimidad  del  que  hallaron  los  descubridores  en  el 
trono.  Reconociendo  las  grandes  condiciones  del  caudillo 
extremeño,  lo  hace  excepción  el  señor  Pérez  Verdía  en  la  tole- 
rancia que  preside  por  lo  general  al  criterio  de  su  libro,  ano- 
tando con  harta  severidad  los  defectos  que  descubre  en  el 
Capitán,  y  haciéndole  inculpaciones  rechazadas  de  antes  por 
los  que  han  profundizado  la  investigación  de  su  vida  y  hechos; 
tales  son  el  asesinato  de  Motezuma,  no  habiendo  muerto  en  su 
opinión,  como  se  dice,  de  la  pedrada  que  recibió  en  la  cabeza, 
y  el  parricidio  cometido  en  doña  Catalina  Xuárez  Marcayda. 

¿  No  entrará  por  algo  en  el  juicio  la  idea  preconcebida  de 
haber  sido  una  grande  iniquidad,  conforme  á  los  principios 
absolutos,  la  conquista  de  México?  ¿  No  lo  informarán  en  parte 
las  prevenciones  aprendidas  de  Ramírez,  Bustamante,  Rivera 


REAL   ACADEMIA   DE   LA    UISTORU  XIX 

y  aun  de  Prescott?  Parece  que  sí ;  en  el  momento  de  conside- 
rar la  ruina  de  un  pueblo  valeroso  y  amante  de  la  independen- 
cía»  olvidando  la  falta  de  respeto  que  por  la  de  los  vecinos  tuvo 
y  el  objeto  de  su  ocupación  normalizada  en  la  guerra  por  el 
único  fin  de  conseguir  prisioneros,  que  con  el  corazón  palpi- 
tante renovaran  la  costra  sangrienta  del  horrible  ídolo  Huit" 
zilopochtli,  y  con  los  miembros  proporcionaran  el  manjar  ape- 
tecido de  los  nobles  guerreros,  la  simpatía  natural,  el 
sentimiento  generoso  del  autor,  ofuscan  momentáneamente  su 
clara  razón.  Repuesta  en  breve  le  dicta  : 

«  La  humanidad,  destinada  á  marchar  progresivamente  á  su 
destino,  no  ha  alcanzado  de  un  golpe  todas  las  verdades  que 
deben  dirigirla,  sino  que  extraviada  frecuentemente  por  diver- 
sas causas,  ha  caminado  poco  á  poco,  abandonando  diaria- 
mente lo  que  hasta  allí  había  tenido  por  bueno. 

a  De  aquí  resulta  que  los  hechos  históricos  se  juzguen,  no 
sólo  con  arreglo  alas  verdades  eternas,  sino  también  conforme 
á  las  circunstancias  y  al  espíritu  de  su  época  ;  de  manera  que 
no  podemos  excusarnos  de  tomar  en  cuenta  las  ideas  domi- 
nantes en  el  siglo  xvi  para  formarnos  un  juicio  exacto  de  la 
conquista  de  nuestra  patria. 

«  Así  como  en  la  antigua  Grecia  eran  tenidos  por  bárbaros 
todos  los  pueblos  que  no  pertenecían  á  ella  ni  estaban,  por  lo 
mismo,  representados  en  el  Congreso  de  los  anfictiones,  de 
igual  modo  en  la  edad  media  eran  considerados  todos  aquellos 
que  no  profesaban  la  religión  católica. 

«  De  este  error  provino  la  creencia  de  los  monarcas  católicos 
de  qUe  estaban  autorizados  para  despojar  á  las  naciones  ame- 
ricanas^ y  de  este  error  nació  el  duro  tratamiento  que  los  con- 
quistadores dieron  á  los  naturales,  pues  suponían  que  todo  les 
era  lícito  tratándose  de  infieles ;  y  por  eso  se  ve  con  cuánta 
frecuencia  los  engañaban,  los  robaban  y  les  hacían  todo  género 
de  iniquidades  (1)... 


(1)  Segimda  parte,  cap.  IX. 


XX  REAL   ACADEMIA    DE    LA    HISTORIA 

«  La  civilización  aztecatl  estaba  destinada  á  perecer  para  ser 
sustituida  por  otra  superior,  y  la  Providencia  preparaba  el  ca- 
mino de  su  ruina  (1).  » 

Tal  es  realmente  la  opinión  de  la  edad  presente  :  los  con- 
gresos de  americanistas  van  descubriendo  con  asombro  que 
aquellos  españoles  subditos  del  Emperador  ó  de  su  hijo  Felipe» 
que  en  relaciones  amañadas  aparecen  sedientos  de  sangre  y 
oro,  sin  buscar  otra  cosa  por  el  Nuevo  Mundo*,  ya  por  entonces 
plantearon  y  aun  resolvieron  problemas  que  el  avance  de  los 
conocimientos  humanos  propone  ahora  por  novedad.  Si  algún 
escritor  apegado  á  la  rutina  se  desentiende  de  las  condiciones 
de  la  época  en  que,  curando  la  medicina  las  dolencias  del 
cuerpo  con  los  tormentos  del  hierro  y  del  fuego,  no  era  feno- 
menal que  el  fuego  y  el  hierro  se  aplicasen  también  al  remedio 
de  los  males  sociales,  ni  que  se  admitiera  como  recurso  de 
probanza  judicial  el  tormento,  así  en  España  como  en  la  Europa 
toda,  que  detrás  de  ella  caminaba  por  entonces,  la  repetición 
de  declamaciones  huecas,  pasadas  de  moda,  servirán  tan  sólo 
para  descubrir  su  ignorancia  en  la  historia  general  y  en  la  es- 
pecial americana. 

El  señor  Pérez  Verdía  emplea  la  tercera  parte  del  Compendio 
en  reseñar  los  sucesos  del  gobierno  de  los  tenientes  de  Cortés, 
de  las  dos  audiencias  primeras  y  de  los  virreyes  en  serie  com- 
pleta de  los  sesenta  y  cuatro  que  abarca  el  período  de  1524  á 
1821.  Condensando  las  ocurrencias  sin  omitir  ninguna  de  las 
principales ;  apreciando  con  justicia  lo  mismo  el  odioso  proce- 
der de  Ñuño  de  Guzmán  y  sus  ad-lateres,  que  la  integérrima 
conducta  de  Lemos  ;  la  avaricia  de  algunos  altos  funcionarios, 
que  el  desprendimiento  de  otros ;  el  admirable  ejemplo  de  los 
primeros  apóstoles  de  la  fe,  la  síntesis  de  este  trabajo  intere- 
sante se  encierra  en  las  frases  que  copio  : 

«  En  la  serie  de  los  virreyes  que  gobernaron  en  México  se 
descubre  el  deseo  de  los  reyes  de  España  de  que  fueran  perso- 

(1)  Segunda  parte,  cap.  VIII. 


^-■^  -"^ 


REAL  ACADEMIA   DE   LA    HISTORIA  XXI 

ñas  de  importancia  que  atendieran  al  bien  del  país,  y  si  hubo 
muchos  que  faltaron  á  esa  confianza  y  extorsionaron  al  pueblo 
procurando  su  propio  interés,  esto  era  indispensable,  atendida 
la  condición  humana ;  pero  otros,  en  cambio,  se  manifestaron 
probos  y  entendidos  gobernantes;  así  es  que,  gobierno  que 
contó  entre  sus  agentes  á  los  Mendoza,  Yelasco,  Rivera,  Acuña, 
Bucarel  y  Güemez  Pacheco  es  acreedor  á  la  gratitud. 

«  No  significa  esto  que  no  tuviera  el  país  mucho  por  que  que- 
jarse ;  la  avidez  de  los  españoles,  la  crueldad  y  dureza  con  que 
trataban  á  los  naturales  esclavizándolos  é  imponiéndoles  durí- 
simos trabajos,  fueron  males  gravísimos  que  aun  acarrearon 
la  destrucción  de  la  población  indígena ;  y  aunque  los  reyes  de 
España  constantemente  dictaron  justas  disposiciones  en  su 
favor,  por  no  haber  tenido  energía  para  hacerlas  cumplir  se 
hicieron  responsables ;  pero  hay  que  tener  en  cuenta  que  el 
despotismo  y  las  más  absurdas  ideas  acerca  de  la  majestad 
real  eran  entonces  las  dominantes  en  España,  como  efectos 
de  la  época.  Por  otra  parle,  atendida  la  deplorable  situación 
que  cupo  en  suerte  á  México  de  ser  colonia  de  un  país  extran- 
jero, no  tuvo  que  sufrir  lo  que  otras  colonias  en  las  que  sus 
metrópolis  sólo  han  procurado  explotarlas  en  cuanto  fuere 
posible. 

«  Algunas  veces,  en  medio  de  la  exaltación  de  los  partidos, 
ha  llegado  á  suponerse  nocivo  para  la  nación  mexicana  el 
haber  sido  descubierta  y  conquistada  por  España;  prescin- 
diendo de  lo  inútil  de  tal  cuestión,  España  dio  á  México  lo 
que  ella  tenía,  aun  bajo  el  aspecto  de  la  vanidad ;  pues  aque- 
lla nación  era  la  más  poderosa  del  siglo  xvi.  Las  afinidades 
y  simpatía  de  raza  hicieron  que  se  verificara  en  parte  entre  la 
española  y  la  mexicana  una  verdadera  fusión,  de  lo  que  re- 
sultó que  no  se  destruyera  la  última,  como  ha  sucedido  en 
otras  colonias  (i).  » 

Por  fin  acomete  el  autor  en  la  cuarta  y  última  parte  la  narra- 


(1)  Tercera  parte,  cap.  XI H. 


'.JáStí¿ts*¿^^ 


XX tt  HEAL    Atl^UKMlA    DE    Ik   HISTORIA 

cíóü  del  movimieoLo  revolucioDarío  de  emancipación,  y  conse- 
guida ésta,  el  relato  de  Laníos  esfuerzos  hechos  desde  1821  á 
ltíC7,  con  el  fin  de  consolidar  la  existencia  independiente  de  la 
República  en  el  concierto  de  las  naciones ;  pasando  ligera  y 
penosamente  por  las  escenas  de  sangre  fratricidamente  derra- 
mada, eácollo  peligroso  que  salva  sin  dar  satisfacción  á  las  pa- 
siones j  ni  incienso,  ni  baldón  á  las  personas,  guiado  por  el 
juicio  recto  t  el  ánimo  sereno,  la  intención  sana  y  el  deseo  déla 
paz  y  la  \entura  que  Dios  conceda  a  su  país. 

En  cuestiones  de  apreciación  no  son  lasque  antes  he  citado, 
únicas  en  que  mi  criterio  difiere  del  de  el  autor ;  pero  en  con- 
junto pienso  que  llena  cumplidamente  las  condiciones  del 
objeto  que  se  propuso,  y  que  el  libro,  como  obra  manual,  ha 
de  ser  de  utilidad  en  círculo  más  ancho  que  el  de  los  colegiales, 
complaciéndome  manifestarlo  á  la  Academia. 

Cesáreo  Fernández  Duro. 
Madrid,  ti  de  marzo  de  !8S4* 


COMPENDIO 

DE   LA 

HISTORIA    DE   MÉXICO 


PRIMERA    PARTE 
HISTORIA  ANTIGUA 


CAPÍTULO  PRIMERO 


Primeros  pobladores  de  América.  —  Su  origen.  —  Cómo  vinieron  del  an- 
tiguo continente.  «^  Primeros  habitantes  de  México.  —  Yucatán;  escri- 
tura y  civilización  de  los  maya;  guerras  y  tradiciones.  —  Los  tolteca 
—  Su  monarquía. 


Obscuro  é  incierto  es  el  origen  de  todos  los  pueblos, 
pero  particularmente  el  de  la  nación  mexicana  está  ro- 
deado de  las  más  densas  sombras  ;  porque  á  la  propia  y 
general  dificultad,  hay  que  añadir  circunstancias  entera- 
mente particulares.  Los  muchos  siglos  que  transcurrieron 
entre  la  aparición  de  los  aborígenes  y  su  contacto  con  los 
europeos  ;  el  poco  cuidado  con  que  vieron  los  conquista- 
dores todo  lo  que  se  relacionaba  con  tal  asunto,  habiendo 
destruido  por  ignorancia  ó  fanatismo  multitud  do  pinturas 
ú  objetos  cuya  pérdida  no  ha   sido  posible  reparar ;  y  por 

1 


.2  PÉR£Z   V£RDÍA 

último,  la  falta  de  conocimientos  en  la  escritura  jeroglí- 
Xica  y  en  sus  usos  y  costumbres,  han  sido  otras  tantas  cir- 
cunstancias que  han  mantenido  esas  sombras,  produ- 
ciendo mil  conjeturas  y  errores. 

Los  pobladores  de  México  necesariamente  forman  una 
Tama  de  la  gran  familia  americana,  así  es  que  la  primera 
<íuestión  que  debe  examinarse  es  la  relativa  al  origen  del 
hombre  en  el  Nuevo  Continente. 

Debe  partirse  del  principio  de  una  sola  creación,  tanto 
porque  así  está  escrito  en  los  Sagrados  Libros,  comopor- 
<]ue  así  lo  enseña  la  común  tradición  que  no  ha  sido  des- 
mentida por  ningún  hecho  comprobado,  y  en  tal  virtud  no 
se  puede  dudar  que  la  población  de  América  procede  de 
la  conservada  en  Asia  después  del  diluvio;  pues  con  res- 
pecto á  los  tiempos  antediluvianos  cualquiera  opinión 
tendría  que  ser  aventurada.  Por  otra  parte,  se  conservó 
siempre  una  tradición  de  Noó  á  quien  llamaban  los  mexi- 
canos Coxcox  ó  Texipactli,  así  como  de  que  los  primeros 
habitadores  se  hallaron  en  la  dispersión  de  los  hombres 
después  de  la  fábrica  de  la  gran  pared,  como  llamaban 
á  la  torre  de  Babel,  y  que  de  allí  siete  familias  que  ha- 
blaron el  idioma  náhuatl,  se  dirigieron  al  Norte,  guiadas 
por  sus  respectivos  caudillos,  entre  los  que  se  contó  Votan 
ó  Teponahüaste,  hasta  llegar  al  país  de  ToUan  y  de  Aztlán, 
ó  tierra  de  las  garzas,  de  donde  más  tarde  y  en  diferentes 
tiempos  salieron  las  principales  tribus  que  poblaron  á 
JVIéxico. 

Por  lo  que  hace  al  origen  de  esas  tribus,  que  desde  la 
Uamira  de  Senaar  vinieron  á  establecerse  en  Anáhuac,  la 
opinión  más  general  les  señala  como  tronco  á  Nephtüim, 
hijo  de  Mesraín  y  nieto  de  Cham.  Sin  embargo  se  han  in- 
ventado mil  teorías,  pues  mientras  el  ilustrado  Lord 
Kingsborough  se  empeña  en  sostener  que  esos  primeros 
liabitantes  descendían  de  los  judíos,  Vanegas  cree  que  la 
población  primitiva  de  América  era  procedente  de  los  car- 


ÉL. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  3 

tagineses;  historiadores  hay  que  enseñan  al  Egipto  como 
cuna  de  aquellas  tribus,  en  tanto  que  otros  las  suponen 
descendientes  de  los  fenicios  ó  de  los  chinos.  Cada  uno 
aduce  á  favor  de  su  doctrina,  raciocinios  más  ó  menos 
fundados  ;  pero  hay  que  convenir  en  que  es  inútil  toda 
discusión  sobre  tal  punto,  porque  no  hay  datos  Bdedignos 
sobre  que  apoyarla,  pues  las  razones  de  identidad  de  idio- 
mas, de  usos  y  de  costumbres  entre  aquellos  pueblos  y  los 
del  antiguo  continente,  carecen  de  todo  valor,  si  se  advierte 
que  no  conociendo  el  idioma  y  costumbres  primitivos,  en 
la  serie  de  los  siglos  pueden  haberse  operado  mil  cambios 
que  hayan  desfigurado  su  fisonomía  y  estructura  original; 
no  puede  compararse  lo  que  nos  es  conocido  con  lo  que 
absolutamente  ignoramos. 

También  hay  muchas  hipótesis  con  respecto  al  camino 
seguido  por  aquellos  pobladores  para  llegar  al  lugar  donde 
fueron  descubiertos  :  por  mucho  tiempo  se  creyó  que 
habían  pasado  á  América  por  un  solo  punto,  pero  hoy 
se  ha  modificado  tal  opinión  en  vista  de  los  invencibles 
obstáculos  que  hay  para  admitirla. 

Parece  fuera  de  duda  que  el  estrecho  de  Behring  fué  el 
punto  del  globo  por  donde  pasaron  aquellas  tribus  de  la 
Asia  á  la  América,  siendo  lo  más  probable  que  el  actual 
estrecho,  descubierto  y  pasado  por  vez  primera  en  1728 
por  Behring  y  Tchirokov,  formara  en  aquellos  remotos  si- 
glos inmediatos  al  diluvio,  un  istmo,  el  que  más  tarde, 
después  que  se  hubo  verificado  el  tránsito,  á  consecuencia 
de  algún  cataclismo  haya  quedado  como  hoy  se  le  co- 
noce. Unidas  de  tal  suerte  la  Asia  y  la  América,  ese  trán- 
sito no  presenta  dificultad  alguna ;  pero  suponen  otros 
escritores,  tomándolas  cosas  tales  como  hoy  existen,  que 
-como  ese  estrecho  sólo  mide  catorce  leguas,  y  la  mayor 
parte  del  año  están  congeladas  las  aguas  del  Océano,  fué 
muy  posible  y  fácil,  que  el  paso  se  hubiera  verificado  por 
los  hielos,  ni  más  ni  menos  que  como  frecuentemente  lo 


^  PÉREZ   YERDÍA 

atraviesan  las  tribus  hiperbóreas  en  la  actualidad.  Otros 
creen  que  los  primeros  pobladores  han  atravesado  en  ca- 
noas aquel  estrecliOj  aprovechándose  de  las  diferentes  islas 
en  él  diseminadas. 

Aunque  muy  aceptada  la  hipótesis  segunda,  parece  sin 
embargo  la  más  improbable ;  porque  no  es  racional  ni 
verosímil  que  aquellos  hombres  se  lanzaran  entre  los 
hielos,  sin  saber  ai  mas  allá  encontrarían  tierra;  pues  hay 
que  tener  preseule  que  si  hoy  parece  sencilla  esa  expedi- 
ción y  la  hacen  constan  Lómente  los  hiperbóreos,  es  porque 
todos  sabemos  que  sólo  tiene  catorce  leguas  de  ancho ; 
pero  esa  noticia  no  la  pudieron  tener  aquellas  tribus,  y  el 
hombre  por  naturaleza  no  se  aventura  en  lo  desconocido. 
Oíros  autores  suponen  con  muchas  probabilidades  que  la 
población  de  América  procede  de  la  China,  de  donde  sídie- 
ron  por  el  siglo  vii  cerca  de  900  naves  con  100.000  hom- 
bres con  objeto  de  apoderarse  delJapón,  siendo  dispersa- 
das algunas  de  ellas  por  las  tempestades  sin  que  se  volviera 
á  tener  noticia  alguna,  pudiendo  fácilmente  haber  sido 
arrojaílas  por  la  corrientt^  marina  delJapón  hasta  las  costas 
de  Cafiíornía^  donde  se  fija  la  antigua  Huehuetlapallan  ; 
posibilidad  que  conlirma  cierta  semejanza  de  raza,  de  cos- 
tumbres y  aun  de  lenguas  entre  algunos  pobladores  de 
América  y  del  Celeste  Imperio  y  Sol  Naciente. 

Sea  loque  fuere, está  explicado  el  tránsito  del  hombre 
del  antiguo  al  nuevo  mundo,  porque  escosmopolita  y  puede 
en  consecuencia  soportar  todos  los  climas  del  globo;  pero 
la  presencia  en  América  de  animales  de  la  zona  tórrida, 
como  el  caimán  y  otros  muchos,  exige  un  nuevo  punto  de 
pasaje,  pues  éstos  no  pudieron  haber  venido  por  los  gla- 
ciales climas  de  Behring,  Además,  es  un  hecho  reconocido 
que  las  ruinas  del  Palenque  pertenecen  á  otras  tribus  muy 
diferentes  délas  que,  venidas  del  Norte,  edificaron  Casas 
Grandes  y  Chicomostoc;  de  suerte  que  es  preciso  admitir 
que  la  América  estuvo  unida  con  la  África  perlas  Antillas 


HISTORIA   DE   MÉXICO  5 

<5  por  el  Brasil,  como  parecen  indicarlo  los  numerosos  ar- 
chipiélagos y  la  sonda  que,  revelando  poca  profundidad 
del  mar,  puede  signiñcarquehuboun  hundimiento  debido 
á  un  cataclismo.  ¡  Tal  vez  la  Atlántida  de  Platón  ! 

Sólo  con  tales  comunicaciones  terrestres  se  explica  tam- 
bién la  presencia  de  los  innumerables  reptiles,  que  ni  pu- 
dieron venir  á  nado,  ni  es  de  suponerse  que  hayan  sido 
traídos  por  el  hombre;  que  por  lo  que  respecta  á  la  exis- 
tencia de  animales  feroces  y  dañinos,  así  como  á  la  falta 
de  los  más  üliles  y  domésticos,  hay  una  explicación 
satisfactoria.  Es  probable  que  todos  ellos  existieron  en 
aquellos  remotos  tiempos ;  pero  poco  cultos  sus  habi- 
tantes, no  supieron  estimarla  importancia  de  los  animales 
útiles,  por  lo  que  no  les  concedieron  la  protección  y  cui- 
dado que  para  propagarse  y  conservarse  necesitaban,  en 
cuya  virtud  se  perdieron  tales  razas,  tanto  por  los  ataques 
de  animales  carniceros,  como  por  la  acción  del  tiempo. 

Establecidos  ya  los  primeros  pobladores  en  América,  bien 
sea  poco  después  del  diluvio  como  opina  Sigüenza,  ó  en 
tiempos  remotísimos  y  desconocidos  como  quiere  Clavi- 
gero,  se  dividieron  en  familias  que,  extendiéndose  hacia  ' 
el  Sur  excitadas  por  la  suavidad  del  clima  y  la  fertilidad 
del  suelo,  llegaron  por  fin  á  establecerse  en  diferentes  re- 
giones de  la  que  hoy  es  República  Mexicana. 

El  hombre  existió  en  México  en  las  más  remotas  edades, 
pues  en  4  de  febrero  de  1870  se  encontró  al  hacerse  el 
tajo  de  Tequixquiac  un  cráneo  fósil  de  cerdo,  labrado,  en 
un  yacimiento  geológico  de  terreno  nezoico  ó  posterciario, 
el  cual  corresponde  á  la  fauna  gigantesca  antediluviana. 
También  se  encontró  en  1885  un  esqueleto  humano  fósil 
en  el  Peñón  á  4  kilómetros  de  la  capital,  que  revela  ser 
prehistórico  y,  como  pertenece  á  la  raza  indígena,  es  evi- 
dente que  ésta  existió  en  época  remotísima  muy  anterior 
al  tiempo  de  la  tradición  y  de  la  historia.  Sólo  la  raza 
nahoa  contaba  una  grande  antigüedad  según  la  tradición 


6  PÉREZ   VERDÍA 

de  SUS  cuatro  soles  cosmogónicos.  Según  sus  pinturas,  el 
primer  sol  que  les  alumbró  fué  destruido  por  un  cata- 
clismo causado  por  una  terrible  inundación  :  se  le  llamó 
Atonatiuh  ó  sol  de  agua  y  duró  4,008  años.  El  segundo, 
denominado  Ehecatonatiuh  ó  sol  de  aire,  fué  destruido  por 
deshechos  huracanes  y  nevadas  y  alumbró  4,010  años.  El 
tercero,  Tletonatiuh,  sol  de  fuego,  duró  4,404  y  se  des- 
truyó por  erupciones  volcánicas  y  terremotos,  habiéndo- 
se conservado  el  cuarto  sol,  al  que  llamaron  Tlaltonatiuh 
5,206  años.  De  esta  suerte,  aquella  raza  contaba  hasta  el 
cuarto  sol  cosmogónico,  que  no  fué  .otra  cosa  que  uno  de 
los  cataclismos  que  sufrió  en  su  existencia,  17,623  años, 
conforme  á  lainterpretación  dadaá  las  pinturas.  Sin  embargo 
parece  que  los  intérpretes  han  sufrido  un  error  anacrónico 
al  contar  por  400  los  signos  de  las  pinturas,  ni  más  ni 
menos  que  como  en  los  tiempos  posteriores,  siendo  así 
que  en  los  tiempos  primitivos  los  nahoa  representaban  con 
tales  signos  su  siglo  de  80  años,  y  en  este  caso  el  primer 
sol  tínicamente  tuvo  de  duración  808  años,  el  segundo810, 
el  tercero  884  y  el  último  1,046,  sumando  todos  ellos 
3,548  años,  y  como  el  último  de  esos  soles  corres- 
ponde al  año  249  antes  de  nuestra  era  (Chavero,  México 
d  través  de  los  siglos,  tomo  I,  pág.  87),  resulta  en- 
tonces que  Ja  raza  nahoa  cuenta  en  el  país  3,797  años 
antes  de  Jesucristo,  ó  sean  5,702  hasta  el  corriente  de 
1905. 

Fundados  en  el  descubrimiento  que  se  ha  hecho  en 
Tlaxcala,  Toluca,  Texcoco  y  California,  de  varios  huesos 
de  gran  tamaño,  creen  algunos  que  los  primeros  pobla- 
dores de  Anáhuac  fueron  gigantes ;  pero  á  más  de  que  en 
todas  partes  del  mundo  se  han  hallado  huesos  semejantes, 
bien  pueden  confundirse  con  los  de  seres  fósiles. 

La  civilización  maya  es  reconocida  por  la  más  antigua 
del  país,  y  de  las  tribus  que  poblaron  á  Yucatán  se  admi- 
ten dos  inmigraciones,  una  venida  de  Occidente,    que  fué 


HISTORIA   DE   MÉXICO  7 

la  más  numerosa,  y  la  otra  de  la  isla  de  Cuba  perteneciente: 
á  la  familia  maya  que  fué  la  primitiva. 

La  península  yucateca  se  llamaba  en  lengua  maya 
VuTkiiL  Cuz  y  Etel  Ceh,  esto  es,  tienda  de  pavos  y  venados  y 
y  también  se  decía  Peten,  que  quiere  decir  isla,  y  Yuca- 
tán, palabra  que  signiQca  Nuestra  perla  oriental,  ó  bien 
sea  porque  tal  palabra  signifique,  como  quiere  BernalDíaz, 
TIERRA  DE  LA.  YUCA  Ó  pan  de  cazabe,  ó  porque  se  derive  de 
las  palabras  üy  u  tan,  oye  como  hablan,  que  pronunciaban 
los  naturales  cuando  los  conquistadores  les  preguntaban 
en  castellano  cuál  era  el  nombre  de  su  país. 

Cerca  de  la  península  existió  el  Imperio  de  xibalba,  que 
tuvo  por  capital  ala  ciudad  de  Palenque  ó  deNachan,  fun- 
dada probablemente  mil  años  antes  de  la  era  vulgar, 
teniéndose  noticia  que  de  las  razas  que  invadieron  á 
Yucatán,  la  primera  fué  la  de  los  itsaes  que  edifica- 
ron á  Itzmal,  la  ciudad  más  antigua  hace  mil  ó  dos  mil 
años,  á  T-Ho  y  á  Chichen  Itza  ó  pozo  de  los  Itzaes.  Vi- 
nieron por  el  Oriente,  tuvieron  por  legislador  á  Zamna, 
que  estableció  la  adoración  de  los  astros  y  del  símbolo  de 
la  generación  universal ;  su  gobierno  fué  teocrático  y  ellos 
fueron  los  que  edificaron  los  monumentos^  cuyas  ruinas 
se  admiran  hoy  aún. 

Después  de  mucho  llegaron  los  maya  de  origen  nahoa 
y  lograron  sobreponerse  á  los  itzaes ;  Kukulcan  fué  el  le- 
gislador de  esta  raza;  su  religión  prescribía  los  sacrificios 
arrojando  las  víctimas  á  los  cenotes  ó  estanques  subte- 
rráneos; reedificaron  muchas  construcciones  antiguas  y 
fundaron  las  ciudades  de  Mayapany  de  Uxmal  en  los  pri- 
meros siglos  de  nuestra  era. 

La  tercera  raza  que  invadió  la  península,  fué  la  de  los 
caribes;  pero  ésta  no  se  extendió  más  allá  de  algunas 
partes  del  litoral,  y  siendo  pirata  é  inculta  ni  llevó  ele- 
mento alguno  á  la  civilización  de  aquella  provincia,  ni  ha 
dejado  huella  de  su  existencia. 


B^Vrt¿  ^ 


S  péUfiZ   VEHDÍA 

E!  nombre  de  maya  con  el  cual  son  oonocidas  aquellas 
primitivas  tribus^  y  en  particulür  el  idioma  que  nos  han 
dejado,  era  en  un  principio  el  de  una  de  sus  divinidades, 
ó  bien  según  otros,  se  deriva  de  ma-ay-ba,  que  sig'nirica 
en  opinión  de  Ordúñez  fierra  sin  aguüy  nombre  que  se 
aplicó  A  la  provincia. 

Sin  embargo  de  lo  poco  que  sabemos  de  su  historiadlas 
tribus  mayas  nos  lian  dejado  los  monumentos  mrís  famosos 
do  lodo  el  continenLe^  los  cuales  demuestran  que  fueron 
las  más  adelantadas  y  cultas  de  la  antigüedad.  Kxísten 
cuarenta  y  cuatro  ruinas  de  edificios  de  cantería  primoro- 
samanle  labrada,  entre  las  que  descuellan  las  de  IJxmal  y 
Tchichen-Itza,  que  acreditan  su  ¿grandeza  y  magn  i  licencia; 
pero  son  todavía  niiLS  notables  las  pinturas  que  han  llegado 
basta  nosotros. 

Era  opinión  general  hasta  hace  cuarenta  años  que  no  se 
había  conocido  en  America  la  escritura  fonfítica  antes  del 
descubrimiento;  pues  que  aun  las  pinturas  mexicanas  ó 
azteca,  incomparablemente  mtls  adelantadas  que  los  quipos 
del  Perú,  no  contenían  caracteres  alfabííticos,  sino  síUo 
TL*presentac¡ones  íií^urativas,  en  las  cuales  la  diferencia  de 
colores  cambiaba  liasfa  la  significación  de  la  imagen,  de 
suerte  que  estaban  destinadas  mas  bien  á  iiablaríí  los  ojos 
que  á  designar  el  espíritu,  las  palabras  de  la  lengua*  Mas 
habiéndose  encontrado  en  1863  la  Relamún  de  las  cosas 
de  YiwaUln,  escrita  en  el  siglo  xvi  por  fray  Diego  de 
Landu,  se  tuvo  entonces  noticia  de  un  alfabeto  maya, 
descubriéndose  con  tal  clave  cuatro  preciosos  códices 
yucatecos  pertenecientes  á  la  escritura  sagrada  ó  küfoU' 
nica;  eí  de  Duesde,  que  equivocadamente  se  había  tenido 
antes  por  pintura  azteca  ti  y  publicado  por  Lord  Kiugsbo- 
Tougb;  el  PerbsianOj  fotografiado  en  1864  por  orden  del 
ministro  Duruy  y  reproducido  después  por  Rosny;  el 
ThoapíOj  dado  d  luz  por  Braííseur,  y  ol  CoRTESIA^o,  editado 
también  por  Rosny,  aunque  se  cree  que  estos  dos  últimos 


mSTORU   DE  MÉXICO  9 

son  fragmentos  de  una  sola  obra.  De  esta  suerte  no  puede 
ya  dudarse  hoy  de  que  los  antiguos  habitantes  de  Yucatán 
supieron  leer,  escribir  y  formar  verdaderos  libros,  exis- 
tiendo así  una  literatura  original  precolombina,  por 
más  que  todavía  no  poda  mos  penetrar  su  secreto,  porque 
aun  se  discute  si  tales  códices  están  escritos  con  el  al- 
fabeto puro  ó  si  éste  se  halla  mezclado  con  signos 
figurativos  abreviados  ó  ideográQcosildbicos  convencio- 
nales. 

Consta  por  los  expresados  documentos,  todos  ellos 
rituales,  que  existían  dos  religiones,  pues  mientras  la 
parte  figurativa,  única  que  entendía  el  pueblo,  estando 
reservada  la  alfabética  á  la  casta  sacerdotal,  se  refiere  al 
más  grosero  politeísmo,  divinizando  hasta  los  objetos  de 
la  industria;  la  otra  parte  fonográfica,  hace  constar  una 
rehgión  monoteísta. 

Siglos  después  hubo  en  la  península  una  irrupción  por 
Occidente,  probablemente  tolteca,  apareciendo  Huculcan 
como  legislador  y  sacerdote  y  fundándose  la  ciudad  de 
Mayapán,  que  fué  la  capital  y  que  duró  muchos  años, 
hasta  que  por  los  excesos  de  sus  malos  gobernantes  de  la 
familia  de  Cocom,  quien  introdujo  la  esclavitud  y  celebró 
una  liga  con  los  de  Tabasco,  lastimando  con  eso  el  senti- 
miento nacional,  sobrevino  en  principios  del  siglo  xv  una 
revolución  acaudillada  por  Tutuxiu,  gran  republicano, 
que  dio  muerte  á  aquel  señor  y  á  todos  sus  hijos,  con 
excepción  de  uno  que  se  hallaba  ausente,  ocasionando  el 
abandono  y  ruina  de  Mayapán  y  de  Zilán.  Vuelto  el  hijo 
de  Cocom  que  estaba  en  Culhda,  fundó  con  el  resto  dis- 
perso de  los  subditos  de  su  padre  un  nuevo  señorío 
llamado  Zututa,  estableciendo  su  capital  en  Tibulón,  que 
significa  burlados  fuimos. 

Á  la  vez  los  mexicanos  de  Tabasco  se  establecieron  en 
la  provincia  de  Canul,  y  la  casta  sacerdotal  dirigida  por 
Achechel,   noble    y   versadísimo  en  las   ciencias,    tomó 


10  PÉREZ    VERDÍA 

asiento  en  Tikoch,  dando  origen  al  cacicazgo  de  Akinchel 
ó  de  Izamal,  que  fué  más  tarde  el  más  notable  de  los  que 
existía»  al  efectuarse  la  conquista. 

Entre  esos  tres  pueblos  existió  siempre  constante  riva- 
lidad, que  mucho  facilitó  la  dominación  europea,  pues  los 
cocomes  tachaban  á  los  de  Canul  que  eran  extranjeros  y 
traidores  por  haber  matado  á  su  señor  y  robádole  su 
hacienda;  éstos  replicaban  que  eran  tan  antiguos  en  la 
tierra  como  aquéllos  y  que  lejos  de  ser  traidores  eran 
libertadores,  pues  habían  matado  al  tirano;  mientras  los 
cheles  se  jactaban  de  descender  de  un  gran  sacerdote,  é 
impedían  á  los  demás  tomar  pescado  y  sal  de  las  costas, 
en  represaha  de  que  los  del  interior  no  les  dejaban  á  su 
vez  cazar  ni  tomar  frutos  en  sus  dominios. 

Por  último,  en  la  provincia  de  Tutuxiu  el  sacerdote  ó 
childn  Ahcambal  anunció,  según  las  tradiciones,  que 
pronto  serían  dominados  por  gente  extranjera  y  les  pre- 
dicarían la  virtud  de  un  palo  llamado  en  su  lengua  va* 
homche,  que  quiere  decir  palo  insigne  de  gran  virtud  con- 
tra el  demonio. 

También  don  Juan  Cocom,  después  de  ser  bautizado, 
refirió  que  su  abuelo  el  señor  asesinado  en  Mayapán,  tenía 
un  libro  en  el  cual  estaba  pintado  un  venado  con  otros 
signos,  que  él  interpretaba  como  indicio  de  que  cuando 
entrasen  á  la  tierra  venados  grandes,  como  después 
llamaban  á  las  vacas,  cambiarían  de  religión. 

Muchas  otras  famihas  poblaron  el  país  en  su  grande  ex- 
tensión, primero  que  las  nahuatlacas  de  que  preferente- 
mente se  ocupa  la  historia,  y  de  esas  razas  primitivas 
apenas  se  conoce  su  existencia;  así  es  que  aun  antes  que 
apareciesen  los  tolteca,  los  más  antiguos  de  quienes  hay 
noticia  cierta,  ya  había  sido  poblada  la  mayor  parte  del  país 
por  los  OTOMÍEs,  bárbaros  que  ocupaban  los  Estados  de  San 
Luis  Potosí,  Querétaro,  Guanajuato,  Michoacán,  exten- 
diéndose hasta  México,  Puebla,  Tlaxcala  y  Veracruz ;  por 


HISTORIA   DE   MÉXICO  i  i 

los  PAME  que  habitaban  al  Norte,  los  lxmeca,  xicalanca  y  la 
gran  familia  mixtecozapotega. 

Eran  los  tolteca  de  raza  nahoa  y  se  hallaban  establecidos 
en  California  al  Norte  del  río  Gila.  Conservaban  la  tradi- 
ción de  su  procedencia  asiática  y  tenían  por  capital  á 
Huehuellapallán,  ciudad  que  fundaron  tan  luego  como  se 
fijaron  en  aquella  región.  Después  de  muchos  años  de 
prosperidad,  dos  señores  de  la  real  estirpe,  llamados  Clal- 
catzín  y  Tlacamichtzín  que  acababan  de  fundar  la  ciudad 
de  Chalchicatzincán,  se  rebelaron,  y  después  de  ser  ven- 
cidos en  guerra  civil,  emprendieron  su  peregrinación  con 
un  gran  número  de  sus  adeptos,  habiéndoseles  reunido 
otros  cinco  señores,  Ehecatl,  Cohuatzón,  Mazacohuatl, 
Tlapalhuitz  y  Huitz;  cuyos  siete  jefes  les  sirvieron  de  cau-  ' 
dillos  en  el  primer  período  de  su  emigración.  La  salida 
tuvo  lugar  aproximadamente  en  el  año  ce  tecpatl  de  su 
cómputo,  correspondiente  al  344  de  la  era  cristiana.  Por 
elañode5o2  fundaron  la  nueva  capital  llamada  Tlalpa- 
llancoco  ó  sea  Tlálpallan  la  chica;  pero  tres  años  después, 
por  consejo  del  sabio  sacerdote  Hueman  ó  Huematzín 
(el  de  las  manos  grandes  ó  sea  el  poderoso),  siguieron  su 
peregrinación  hacia  el  Sur,  llegando  después  de  algunas 
jornadas  á  Hueixallan  (junto  al  gran  arenal)  en  donde 
sólo  permanecieron  cuatro  años,  al  cabo  de  los  cuales  si- 
guieron su  marcha  hasta  llegar  al  punto  donde  cdilicaron 
á  Xalisco  (sobre  el  arenal)  en  III  acatl  ó  sea  en  539.  Allí 
vivieron  ocho  años  y  luego  pasaron  á  establecerse  á  Chi- 
malhuacán  (lugar  de  los  que  usan  rodelas  ó  escudos)  en  367, 
de  donde  partieron  cinco  años  más  tarde  para  Quiahuiztlán 
Anáhuac  (lugar  donde  llueve  mucho  junto  al  agua) ;  se 
detuvieron  seis  años  y  en  seguida  se  trasladaron  á  Za- 
catlán  (tierra  de  zacate);  después  fueron  á  Totzapán 
(sobre  el  tul),  á  Tepetla  (lugar  montañoso),  á  Mazatepec 
(cerro  del  venado),  á  Xihuecoe  (culebra  azul),  á  Izta- 
chuexolla  (lugar  de  sauces  blancos)  de  donde  por  fin  pasa- 


12  PRREZ    VERDÍA 

ron  á  Tollanzinco  (delnís  de  Tollan)  en  645.  Por  nuevo 
consejo  de  Hucman  .al  cabo  de  diez  y  seis  años  empren- 
dieron otra  vez  su  marcha,  hasta  que  en  661  llegaron  á 
Tollan  í junto  á  los  tules),  distante  doce  leguas  de  México, 
cuya  ciudad  escogieron  definitivamente  para  capital  de 
su  pueblo. 

Como  los  tolteca  no  fueron  los  primeros  pobladores,  en 
su  larga  peregrinación,  tropezaron  con  otras  tribus  menos 
fuertes  y  civiHscadas,  á  las  cuales  vencieron  y  arrojaron 
al  Sur,  produciendo  así  ese  oleaje  ó  irrupción  de  diferentes 
pueblos,  que  en  América,  lo  mismo  que  en  Europa  y  pri- 
mitivamente en  Asia,  ha  dado  ori^^en  á  la  población  uni- 
versal y  al  perfeccionamiento  de  la  civilización. 

Tollan  era  una  población  habitada  desde  hacía  muchos 
años  por  los  otomies,  que  la  llarjiaban  Mamenhi,  y  de  cuyo 
nombre  tomaron  el  suyo  aquellas  tribus :  tolteCa,  habita- 
dores de  Tollan,  nombre  moderno  que  sustituyó  al  primi- 
tivo de  hueitlapaneca  con  que  antes  eran  conocidas. 

Los  tolteca  eran  altos  y  robustos,  sumamente  ágiles, 
mejor  parecidos  que  los  otros  aborígenes  y  mucho  más 
cultos;  usaban  unas  tilnioas  largas  de  algodón,  sandalias 
y  gorros  ó  sombreros  de  palma  ú  paja. 

Creían  que  el  Tloque  Nahuaque  fué  el  criador  de  todas 
las  cosas  y  primitivamente  adoraban  al  sol  y  demás  astros, 
deificando  más  tarde  los  diferentes  atributos  del  Ser  Su- 
premo, d*^  donde  provino  luego  el  politeísmo.  Daban  culto 
á  sus  dioses  con  gran  reverencia  y  les  ofrecían"^  flores  y 
materias  resinosas,  pero  después  sacrificaban  cada  año  á 
TlaloCí  su  deidad  mas  antigua,  cinco  jóvenes  doncellas  á 
quienes  sacaban  el  corazón. 

Yivian  en  casas  de  terrado  y  se  dedicaban  principal- 
mente á  la  agricultura  y  á  las  artes:  cultivaban  el  algodón, 
el  maíz,  el  frijol,  el  chile  y  diferentes  legumbres;  tejían 
el  algodón  y  otros  textiles;  hacían  trastos  de  barro,  mo- 
saicos do  plumas  primorosamente   trabajados;  labraban 


HISTORIA   DE   MÉXICO  13 

aunque  toscamente  el  oro,  la  plata  y  usaban  de  las  perlas, 
las  turquesas  (xihuitl)  y  otras  piedras  preciosas.  Tenían 
algunos  conocimientos  en  astronomía,  contaban  el  tiempo 
con  mucha  exactitud  y  se  valían  de  pinturas  jeroglíficas 
para  suplir  la  escritura  fonética  que  desconocían. 

Según  sus  crónicas,  la  forma  de  gobierno  que  tenían 
adoptada  en  Huehuetlapallan  era  la  monárquica ;  pero  los 
que  emigraron,  se  gobernaron  todo  el  tiempo  de  su  pere- 
grinación por  dos  jefes  principales  y  cinco  menores,  que 
eran  dirigidos  en  todo  por  Hueman,  quien  como  sacerdote 
interpretaba  la  voluntad  divina ;  pero  luego  que  se  esta- 
blecieron en  ToUan,  adoptaron  la  monarquía  absoluta. 

Recientemente  establecidos  tuvieron  guerras  con  los 
nocoalcas  que  los  obligaron  á  celebrar  una  paz  desventa- 
josa, después  de  la  cual  mejoraron  mucho  la  ciudad  de 
Tollan.  Quisieron  darse  un  rey  y  eUgieron  á  Chalchiüh- 
Flanetzín,  hijo  del  rey  de  los  chichimeca,  quien  tomó  pose- 
sión en  tí67.  Mejoró  la  población,  favoreció  la  agricultura 
y  fué  un  rey  pacífico;  gobernó  52  años  y  murió.  Desde 
entonces  quedó  establecido  que  los  reyes  de  Tollan  du- 
raran en  el  trono  52  años,  que  era  un  siglo ;  y  en  efeclo, 
si  su  vida  se  prolongaba  por  más  tiempo,  abdicaban,  y  si 
morían  antes  de  ese  término  no  se  les  nombraba  sucesor 
inmediatamente,  sino  que  los  nobles  empuñaban  las  rien- 
das del  gobierno  en  nombre  del  rey  muerto,  hasta  que 
concluido  el  período,  se  nombraba  nueva  príncipe. 

Fué  electo  segundo  rey  en  719,  Ixtlicuechahuac,  en  cuyo 
período  se  formó  por  Hueman  {nombre  fjue  por  respeto 
al  caudillo  conductor  durante  la  peregrinación,  significa 
como  observa  el  señor  Orozco  y  Berra,  la  casta  sacer- 
dotal) el  famoso  Teoamoxtli  ó  libro  divino,  que  era  una 
curiosísima  colección  de  todas  las  pinturas  conmemora- 
tivas de  los  grandes '  acontecimientos  históricos,  tales 
como  el  diluvio,  la  confusión  de  las  lenguas,  la  peregri- 
nación de  aquellas  tribus,  sus  sentencias,  ceremonias  y 


14  VÉREJL   VERDÍA 

otras  cosas  interesantes.  Se  estableció  la  monarquía  here- 
ditaria, así  es  que  habiendo  muerto  Ixtlicuechahuac  le  su- 
cedió en  771  Huetzin,  que  tuvo  por  sucesor  en  823  á  To- 
TEPEüH,  quien  fué  muy  religioso  y  mandó  construir  en 
Teotihuacán  (habitación  de  los  dioses)  dos  templos,  uno 
llamado  Tonatiuh  Izahual,  que  medía  en  su  base  280  varas 
de  largo  por  203  de  ancho,  y  el  otro,  MeztJi  Izahual  de 
200  varas  de  longitud  por  170  de  anchura  ;  de  cuyos  tem- 
plos aun  se  conservan  algunas  ruinas. 

El  quinto  rey  fué  Nacaxoc,  que  gobernó  desde  875  hasta 
927  en  que  subió  al  trono  Mitl,  que  construyó  muchos 
templos  entre  los  cuales  descollaba  el  de  la  diosa  del  agua 
reprensentada  por  una  rana  de  esmeralda.  Fué  un  rey  tan 
celoso  por  el  bien  publico  y  tan  popular,  que  habiendo 
cumplido  sus  52  años  de  gobierno,  acordaron  todos  los 
tolteca  que  continuara  en  él,  por  cuyo  motivo  gobernó 
cincuenta  y  nueve  años,  hasta  que  murió  en  986,  siendo 
tan  grato  al  pueblo  que  todavía  para  honrarlo,  colocaron 
en  el  trono  á  su  viuda  la  discreta  Xiühtlalzin,  que  lo 
ocupó  cuatro  años  que  fué  el  tiempo  que  sobrevivió  á  su 
esposo. 

En  990  fué  electo  su  hijo  Tecpancaltzin,  en  cuyo  tiempo 
llegó  la  monarquía  á  su  mayor  desarrollo  :  vasta  exten- 
sión territorial  que  abrazaba  todo  el  actual  valle  de  México 
y  sus  alrededores;  abundante  población  de  dos  ó  cuatro 
millones  de  habitantes  y  grandes  ciudades  como  ToUan, 
Tolocan,  CholoUan,  Cuauhnahuac  y  Teotihuacán. 

Con  la  civilización,  sin  embargo,  se  desmoralizaron  las 
costumbres,  se  introdujeron  en  el  culto  prácticas  san- 
grientas, y  por  tales  causas  decayó  rápidamente. 

En  ese  tiempo  Papantzin  descubrió  el  pulque  ó  jugo  del 
maguey,  y  lo  ofreció  al  monarca  por  medio  de  su  hija 
Xóchitl  (flor),  de  quien  con  tal  motivo  se  enamoró.  Me- 
conelzin  (hijo  del  maguey),  hijo  bastardo  de  Tecpancaltzin 
y  de  Xóchitl,  subió  al  trono  en  1042  con  el  nombre  de 


HISTORIA   DB   MÉXICO  15 

TopiLTzíN  y  fué  el  noveno  y  último  rey.  Desde  un  principio 
se  manifestó  el  disgusto  general :  la  nobleza  no  asistió  á  la^ 
coronación  del  príncipe  á  quien  despreciaba  por  su  ilegí- 
timo nacimiento,  y  como  por  sus  vicios  y  mala  adminis- 
tración dio  pábulo  al  general  descontento,  bien  pronto  se 
encendió  la  guerra  civil.  Algunas  tribus  nahoas  que  habían 
quedado  en  Xalisco  y  las  primeras  de  los  chichimeca  que 
invadieron  el  país  hicieron  la  guerra  á  los  tolteca  en  tan 
críticas  circunstancias,  y  después  de  largos  años  de  por- 
fiada lucha,  en  una  batalla  dada  en  Tultecaxochitlalpán  fué 
derrotado  Topiltzín  y  muerto  el  anciano  Tecpancaltzin.  Á 
consecuencia  de  la  guerra  y  de  los  malos  temporales  so- 
brevino la  peste  y  la  escasez,  á  cuyos  elementos  unidos 
no  pudo  ya  resistir  el  pueblo,  que  abandonó  sus  pobla- 
ciones y  sus  tierras  dirigiéndose  hacia  el  Sur,  unos  para 
Onohuaíco  ó  Yucatán  y  otros  para  Quauhtemallan,  de- 
jando por  el  territorio  que  atravesaban  numerosas  fami- 
lias. 

Pochotl,  hijo  de  Topiltzín,  le  sobrevivió,  y  su  descen- 
dencia se  enlazó  más  tarde  con  la  nobleza  de  México  y  de 
Texcoco. 

Así  concluyó  la  monarquía  en  1116  después  de  449  años 
de  duración. 


CAPÍTULO  II 


Los  chichimeca.  —  Su  origen  y  civilización.  —  Se  establecen  en  Tenayu- 
cán.  —  Llegada  de  tribus  más  adelantadas.  —  Monarquía  de  Acolhua- 
cán.  —  Usurpación  de  los  tecpaneca. 


Los  chichimeca  fueron  los  que  inmediatamente  que  des- 
truyeron á  los  tolteca  se  establecieron  en  el  país.  Eran  de 
diferente  raza,  hablaban  distinto  idioma,  que  hoy  está  en- 


.íAAVS^ 


16  PÉREZ   VERDÍA 

teramenle  perdido  y  tenían  una  civilización  muy  inferior. 
Parece  que  el  nombre  chichimeca  significa  águilas,  aun- 
que otros  suponen  que  quiere  decir  chupador  de  sangre; 
pero  en  lo  que  no  cabe  duda  es  en  que  tal  nombre  lo  repu- 
taban glorioso  todos  los  que  lo  llevaban. 

Eran  naturales  del  Norte,  en  donde  tuvieron  una  mo- 
narquía que  contó  trece  reyes  anteriores  á  su  peregri- 
nación y  que  duró,  según  sus  crónicas,  251S  años ;  sü 
capital  Amaquemecan,  aunque  no  se  sabe  dónde  estaba 
situada,  se  la  supone  próxima  á  Huehuetlapallan  y  así  se 
explica  que  los  tolteca  hubiesen  nombrado  por  su  primer 
rey  al  hijo  de  Icoatzín,  monarca  chichimecatl.  Se  refiere 
que  en  tal  año  de  1115  subió  al  trono  de  Amaquemecan, 
Achcauhtzín  que  tuvo  que  dividir  el  mando  con  su  her- 
mano Xolotl;  pero  éste,  impulsado  por  la  necesidad  de  un 
territorio  más  extenso  y  más  fértil,  así  como  por  verosí- 
miles disensiones,  se  separó  de  Achcauhtzín  y  emprendió 
su  camino  hasta  llegar  á  ToUan  á  los  diez  y  ocho  meses. 
Abandonó  esa  ciudad  que  se  encontraba  deshabitada,  y 
después  de  algunas  exploraciones  practicadas  por  Cem- 
poallan,  Oztoc  y  Teotihuacán  se  estableció  definitiva- 
mente en  Tenayucan  á  tres  leguas  al  Norte  de  México, 
lugar  abundante  en  cuevas  y  por  lo  cual  fué  del  agrado  de 
aquel  pueblo  cazador,  que  vivía  en  grutas  y  cuevas  de 
paja. 

Inmediatamente  se  extendieron  los  chichimeca  por  un 
espacioso  territorio  al  cual  llamaron  Chichi macatlalH  ó 
pertenencia  de  los  chichimeca,  y  poniéndose  con  tal  motivo 
en  contacto  con  las  familias  tolteca  que  habían  quedado, 
recibieron  su  cultura  y  conocimientos,  conservándose 
desde  ese  tiempo  el  señorío  ó  reino  de  los  culhúas  perte- 
necientes á  la  raza  toltecalt  y  que  hasta  el  tiempo  del  rey 
mexfcano  Huitziliuhitl  contó  los  siguientes  reyes  :  Xiuh- 
temoc,  Nauhyotl,  Cuauhtexpetlatzín,  Iluelzín,  Nonohual- 
catl,  Achitometl  I,  Cuauhtonal,  Mazatzín,  Quetzalzín,Chal- 


h.. 


J*!iJii    I        ■  * 


HISTORIA    DE   MÉXICO  17 

chiutlatonac,    loiiualatonac ,    Tziutecatzín,    Xihuitlemoc, 
Coxcox,  Acamapictli,  Achí  tome  ti  II  y  Nauhyotl  II. 

Desde  H29  empezaron  á  llegar  nuevas  tribus  y  razas, 
de  las  cuales  unas  eran  salvajes  y  otras  cuitas  ;  pero  todas 
viniendo  del  Noroeste  impulsadas  quizá  por  los  mismos 
resortes  que  los  toltecay  chichimeca. 

Sucesivamente  y  por  su  orden  se  presentaron  pidiendo 
tierras  los  xochimilca,  tecpaneca,  acolhua,  chalca,  tla- 
huica  y  tlaxcalteca. 

El  rey  de  los  chichimeca  los  estableció  bajo  ciertas  con- 
diciones, fundando  una  especie  de  organización  feudal, 
pues  los  recién  llegados  reconocieron  á  Xolotl  como  señor, 
y  se  obligaron  á  ciertas  prestaciones.  En  tal  virtud  se  crea- 
ron varios  señoríos  que  más  tarde  llegaron  á  ser  otras 
tantas  nacionalidades,  fundando  los  xochimilca  la  ciudad 
de  Xochimilco  al  sur  del  lago  de  Chalco;  los  chalca,  la 
ciudad  de  Chalco  (campo  de  las  flores)  al  oriente  del  mismo 
lago;  los  tecpaneca  la  de  Tecpan  (lugar  pedregoso); 
los  colhua  la  de  Colhuacán  (monte  corcovado) ;  los  tlahuica 
la  de  Tlahuicán,  y  los  tlaxcalteca  la  de  Poxhautlán  en  la 
orilla  oriental  del  lago  de  Texcoco. 

Como  todas  esas  poblaciones  quedaron  muy  cercanas, 
poreslo  y  por  haberse  formado  encontrados  intereses,  es- 
talló pronto  la  guerra,  de  donde  resultó  que  los  tlaxcal- 
teca se  retiraran  al  territorio  de  Tlaxcallan  (tierra  de  maíz) 
y  se  acrecentaran  las  monarquías  colhua  y  tecpaneca. 

En  1168  llegaron  nuevas  tribus  colhua  originarias  de 
Teoculuhuacán^  cerca  de  Amaquemecan,  conducidas  por 
tres  caudillos  llamados  Acolhuatzín,  Chiconcuauhtliy  Tzon- 
tecomatl. 

La  llegada  de  estos  desconocidos,  más  civilizados  ([ue 
los  que  les  habían  precedido,  alarm<)  por  de  pronto  á  los 
chichimeca;  pero  inmediatamente  se  presentaron  al  rey, 
quien  dándoles  buena  acogida,  casó  á  su  hija  mayor  Cuet- 
laxochitl  con  Acolhuatzín,  y  á  la  menor  Cihuaxochitl  con 

2 


18  ^ÉHGZ  VERDÍA 

ChiconcuautiÜi.  De  estas  alianzas  resultó  que  preponde- 
rando contíi  tiempo  la  nobleza  délos  recién  llegados  sobre 
la  rasLicj'dad  de  los  chícEiimeca,  fundidas  ambas  razas^ 
lomaran  el  nombre  de  Acolhua. 

El  anciano  monarca  repartió  entre  sus  principales  se- 
ñores parte  de  sus  dominios,  confiriéndole  Azcapozalco  al 
príncipes  Acolhualzin;  Xaltocín  á  Chiconcuahtli,  y  Coatli- 
chán  cí  Tzontecomalt,  y  se  dedicó  á  procurar  la  civilización 
de  y  su  pueblo.  Sus  últimos  años  fueron  turbados  por  rebe- 
liones que  logró  sofocar,  pero  se  enajenó  con  tal  motivo 
las  voluntades  de  sus  subditos  que  aun  llegaron  á  conspi- 
rar contra  su  vida^  inundando  unos  jardines  mientras  él 
dormía  al  pie  de  corpulentos  árboles.  Por  fin,  en  el  año  de 
!232  murió  Xolotl  después  de  haber  gobernado  d  12  años, 
á  los  i8ü  6  2O0  años  de  edad,  ^ 

Fue  segundo  rey  su  hijo  Nopaltzín,  de  cuyo  reinado 
pueden  resumirse  los  acontecimientos  en  tres  grupos :  la 
llegada  á  Chapoltepec  de  los  azteca  ó  mexicanos,  que  for- 
maban la  séptima  de  las  frunilias  nahuatlacas  y  la  que  más 
tarde  dominó  en  el  país ;  la  guerra  civil  que  sostuvo  con- 
tra el  señor  de  Tolanzinco  que  se  había  rebelado  y  á  quien 
venció,  y  el  engrandecimiento  de  Azcapozalco. 

Nüpaltzín  reintí  32  anos  y  murió  en  Tenayucan  en  1263, 
siendo  sepultado  en  la  misma  gruta  en  que  lo  fué  su  padre. 

Li.»  sucedió  su  hijo  Tlützln  Pochotl  que  fué  un  monarca 
pacílico  y  religioso  que,  prosiguiendo  ja  idea  de  sus  ante- 
cesoresj  cambió  la  índole  iie  su  pueblo  de  cazadora  que 
era,  en  agricultora.  Mandó  que  todos  sus  subditos  se  dedi- 
caran al  cultivo  de  los  campos,  disposición  que  fué  bien 
acügiila  y  que  sólo  encontró  resistencia  en  las  tribus  más 
salvajes^  las  cuales  prefirieron  remontarse  á  las  montaño- 
sas provincias  de  Meztitlán  y  Tutepec  á  fin  de  Uevar  su 
vííla  errante. 

Tlotzín  murió  en  1298,  dejando  en  el  trono  á  su  hijo 
QüLNATzÍN,  quien  fué  coronado  con  más  pompa  que  susan- 


HISTORIA   DE   MÉXICO  '  19 

tecesores  y  se  hizo  llevar  á  Texcoco  en  unas  lujosas  an- 
das ;  pero  poco  después,  disgustados  los  guerreros  por  la 
protección  que  el  monarca  dispensaba  al  elemento  nahoa^ 
se  declararon  en  abierta  hostilidad,  proclamando  por  rey 
á  Tenancacaltzín,  quien  vencido  huyó  al  Norte,  quedando 
entonces  Acolhua  sosteniendo  sus  mismos  principios  y 
acabando  por  acrecentar  sus  dominios  de  Azcapozalco  con 
parte  de  los  que  eran  chichimeca.  Más  tarde,  sin  embargo, 
fué  vencido  por  Quinatzín  que  llegó,  no  sólo  *á  recuperar 
sus  dominios,  sino  aun  á  ocupar  la  ciudad  de  Azcapozalco. 

Después  de  esto  trasladó  definitivamente  la  capital  del 
reino  en  i  324  á  Texcoco  y  siguió  ocupado  en  las  guerras 
civiles  que  con  motivo  de  su  política  se  Suscitaron ;  pues 
Quinatzín  representa  la  transición  del  estado  bárbaro  de 
los  chichimeca,  ^1  culto  de  los  nahoa,  de  suerte  que  sus 
guerras  deben  verse  como  civilizadoras  y  provocadas  por 
la  resistencia  de  los  que  siendo  bárbaros,  no  quisieron 
civilizarse.  Murió  en  el  bosque  de  Tetzotzinco  en  1357. 

Siguió  en  el  trono  de  Texcoco  su  hijo  Techotlalatzin, 
que  llevó  la  nave  del  Estado  por  el  mismo  sendero  que 
había  trazado  su  padre,  así  es  que  ordenó  que  el  idioma 
chichimeca  fuera  suprimido  en  los  negocios  de  Estado  y 
sustituido  por  el  nahoa  que  era  más  culto  y  que  él  poseía 
con  propiedad.  De  esta  suerte  la  civilización  iba  borrando 
hasta  lasr  huellas  de  la  primitiva  barbarie  :  ;  se  había  cam- 
biado el  nombre,  la  índole,  la  capital  y  hasta  el  idioma  de 
aquel  pueblo ! 

Llegó  á  su  más  amplio  desarrollo  la  monarquía,  habién- 
dose dividido  en  47  señoríos. 

Formó  tres  consejos  :  uno  compuesto  de  los  más  nobles 
señores  para  tratar  los  más  graves  negocios  del  Estado  ; 
otro  de  jefes  militares  para  los  asuntos  de  la  guerra  y  or- 
ganización del  ejército,  y  el  tercero  para  los  negocios  de 
hacienda ;  pero  entre  tanto  que  se  ocupaba  de  todos  esos 
importantes  ramos,  dando  con  eso  nueva  organización  al 


20  t  PÉREZ   VERDÍA 

gobierno,  varios  Estados  vecinos  se  engrandecían  :  los 
azteca  ó  mexicanos  por  una  p^irte,  y  por  otra,  los  tecpa- 
neca  principalmente  bajo  el  reinado  de  Tezozomoc,  que 
llegaron  á  inspirar  serios  temores  al  rey  texcocano. 

Por  último,  Techotlalatzin  dio  prudentes  consejos  á  su 
hijo  y  heredero  Ixtlixochitl,  joven  de  19  años,  y  después 
de  haber  reinado  52  años,  expiró  en  1409. 

El  error  de  Techotlalatzin  al  fraccionar  demasiado  la 
monarquía,  quitándole  fuerza  y  unidad,  produjo  inmedia- 
tamente sus  funestas  consecuencias,  porque  divididos  los 
señores  feudales  y  excitados  por  Tezozomoc,  rey  de  Azca- 
pozalco,  se  hicieron  inobedientes,  y  movidos  por  propias 
ambiciones  se  negaron  á  asistir  ala  coronación  de  Ixtlixo- 
chitl. 

El  rey  de  Azcapozalco  se  puso  al  frente  de  los  rebeldes 
y  por  tres  años  combatió  á  los  acolhuas;  pero  la  disciplina 
de  éstos  equilibraba  el  número  superior  le  los  tecpanecas, 
por  lo  cual  se  vieron  obligados  á  ajustar  una  paz,  que  sólo 
debía  servir  para  que  Tezozomoc  realizara  por  traición  sus 
pérfidas  miras. 

Ixtlixochitl  trató  con  indulgencia  á  sus  enemigos  conce- 
diéndoles un  general  perdón,  del  cual  se  aprovecharon 
para  declararle  nueva  guerra,  y  así  fué  que  habiendo  en- 
viado el  rey  acolriua  á  Acatlotli  para  que  recibiera  á  su 
nombre  el  homenaje  ofrecido  por  varios  señores  feudata- 
rios, éstos,  faltando  á  la  lealtad  y  al  deber,  llevaron  ante 
Tezozomoc  al  valiente  emisario  que  fué  inhumanamente 
asesinado. 

Partieron  en  seguida  los  rebeldes  sobre Texcoco,  dcuya 
ciudad  pusieron  sitio  por  cincuenta  días  que  resistió:  pero 
al  fin  de  este  término  Toxpilli,  general  y  privado  del  rey, 
entregó  traidoramente  á  los  sitiadores  un  barrio  impor- 
tante de  la  ciudad,  con  lo  cual  fué  ya  imposible  la  de- 
fensa. 

Ixtlixochitl  envió  entonces  al  célebre  Coacuecuenotzin 


HISTORIA   DE  MÉXICO  2  i 

á  exhortar  á  la  ciudad  de  Otompan  para  que  volviese  á  su 
obediencia  recordando  ios  grandes  beneCcios  que  le  había 
prodigado  ;  este/hombre  verdaderamente  esforzado,  aun- 
que previo  su  segura  muerte,  en  tal  inteligencia  aceptó  la 
comisión  y  se  presentó  en  la  ciudad  rebelde  el  día  del 
tianguis  ó  mercado;  pero  aquellos  traidores  instigados 
por  los  tecpanecas,  despreciaron  los  discursos  de  Coacue- 
cuenotzín  y  se  arrojaron  sobre  él,  haciéndolo  pedazos  des- 
pués de  una  heroica  resistencia. 

Después  de  tan  infortunados  sucesos,  el  rey  deTexcoco 
con  su  hijo  Nezahualcoyotl  y  algunos  de  sus  fieles  capi- 
tanes, tuvo  que  ocultarse  en  la  barranca  de  Queztlachac; 
pero  como  recibiera  noticia  de  que  por  tres  diferentes 
partes  iban  en  su  busca  soldados  tecpanecas,  se  resolvió 
á  salirles  al  encuentro,  y  después  de  ocultar  entre  las  ra- 
mas de  un  capulín  á  su  hijo  (1),  temerariamente  se  lanzó 
sobre  sus  enemigos,  peleando  hasta  caer  acribillado  de 
heridas.  Así  murió  Ixtlixochitl  el  24  de  septiembre  de  1418, 
habiendo  usurpado  con  este  motivo  la  corona  de  Texcoco 
el  rey  de  Azcapozalco. 

Tezozomoc  era  hijo  de  Acolhua  II,  hijo  a  su  vez  de  Acó- 
Ihua  I,  fundador  del  señorío  de  Azcapozalco ;  hombre 
astuto  y  ambicioso,  empleó  cuantos  medios  estuvieron  á 
su  alcance  para  acrecentar  su  poder.  Empezó  por  coro- 
narse rey  de  los  acolhua  con  gran  solemnidad  y  por  poner 
á  precio  la  cabeza  del  príncipe  legítimo  Nezahualcoyotl, 
desplegando  bien  pronto  una  tiranía  sin  límites ;  por  todas 


(1)  Luis  VII,  re 3'  de  Francia,  logró  salvarse  en  la  segunda  Cruzada, 
después  de  la  derrota  que  sufrió  en  los  desiertos  de  Frigia,  ocultándose 
por  una  noche  entre  las  ramas  de  un  árbol;  y  cuando  durante  el  Pro- 
tectorado de  Cromwell,  invadió  Carlos  II  la  Inglaterra,  después  que 
sufrió  la  derrota  de  Wórcester,  tuvo  también  necesidad  de  permanecer, 
oculto  de  sus  perseguidores  por  24  horus  en  una  corpulenta  encina  en  e 
caserío  de  Boscobel,  por  lo  que  después  de  la  Restauración  se  la  llamó 
€  la  Encina  real  >  y  fué  vista  con  veneración. 


22  PÉREZ   VERDÍA 

partes  mandó  tropas  con  el  encargo  de  interrogar  á  los 
niños  hasta  de  siete  años  por  el  nombre  del  rey  legítimo, 
para  que  si  aquellos  inocentes  respondían  que  Ixtlixochitl 
ó  Nezahualcoyotl,  fueran  degollados  al  punto.  Fraccionó 
en  señoríos  el  territorio  chichimecall  ó  acolhua,  dejando 
á  Azcapozalco  por  capital  y  dando  á  Texcoco  á  los  mexi- 
canos, que  empezaban  ya  á  engrandecerse:  y  por  último 
impuso  onerosos  tributos  á  los  pueblos  que  acababa  de 
dominar.  Entre  tanto  Nezahualcoyotl,  perseguido  y  aban- 
donado, estuvo  por  varios  años  entre  los  bosques  y  lugares 
desconocidos,  escapando  de  mil  peligros  :  fué  descubierto 
en  una  vez  por  una  mujer  á  quien  pidió  agua  para  satis- 
facer su  sed,  y  delatado  por  ella  á  grandes  voces  tuvo  que 
darle  muerte  para  escapar,  mas  perseguido  fué  hecho  pri- 
sionero, y  llevado  á  presencia  de  Toteotzintecutli,  señor  de 
'Chalco,  quien  lo  condenóá  ser  descuartizado  en  el  próximo 
mercado;  sin  embargo  el  generoso  Quetzalmaca  se  intro- 
dujo á  la  prisión,  y  cambiando  vestiduras,  se  quedó  en 
lugar  del  príncipe,  sufriendo  la  suerte  que  á  aquél  estaba 
designada. 

Á  los  cuatro  años  de  incesantes  persecuciones  las  seño- 
ras de  la  nobleza  mexicana  le  hicieron  un  magnífico  pre- 
sente al  tirano,  y  le  rogaron  '^perdonara  á  Nezahualcoyotl, 
pues  era  débil  y  no  debía  inspirar  temores,  á  cuya  súplica 
accedió  por  fin,  confinándolo  bajo  pena  de  la  vida  á  Teño- 
chtitlán  y  Tlaltelolco  (1).  Dos  años  más  tarde,  volvieron 
las  señoras  á  pedir  al  rey  tecpanecatl  asignara  uno  do 
tantos  palacios  como  había  en  Texcoco/ para  habitación 
del  príncipe,  á  lo  que  igualmente  accedió;  desde  entonces 
Nezahualcoyotl  vivió  en  el  de  Cilán  en  Texcoco,  desde 
donde  en  una  aparente  quietud,  promovía  una  liga  contra 
el  tirano. 


(I)  También  las  vestales  pidieron  á  Sila  perdonase   á  César,  á   lo  quo 
accedió  el  dictador  pronosticando  que  en  aquel  joven  veía  muchos  Marios. 


HISTORIA   DE  MÉXICO  ¿3 

Tezozomoc,  que  era  ya  muy  anciano,  sufrió  en  sus  últi- 
mos (lías  atroces  remordimientos  con  diferentes  y  crueles 
visiones,  hasta  que  murió  en  24  de  marzo  de  1427  después 
de  haber  gobernado  en  Azcapozalco,  en  opinión  de  algunos, 
ciento  ochenta  años  y  nueve  en  Acolhuacán  :  estaba  tan 
decrépito  que  sus  últimos  años  los  pasó  en  un  cesto  de 
algodón  á  fin  de  poder  calentarse,  desde  donde  sin  em- 
bargo, ordenaba  crueles  é  injustos  suphcios. 

Aunque  dejó  de  heredero  á  Tayauhtzin,  su  hijo,  prefi- 
riéndolo al  primogénito  Maxtla,  éste,  que  era  de  un  carác- 
ter duro  y  sanguinario,  se  sobrepuso  á  aquel  precepto  y  se 
hizo  dueño  del  gobierno  sin  encontrar  dificultad. 

Poco  más  tarde  Tayauhtzin  de  acuerdo  con  Chimalpo- 
poca,  rey  de  los  mexicanos,  resolvió  matar  á  Maxtla,  para 
cuyo  fin  hi'zo  construir  un  palacio  en  cuyo  estreno  debía 
cometerse  el  crimen  :  súpolo  el  monarca  por  un  enano 
llamado  Tetontli,  y  aparentando  una  completa  ignorancia 
del  complot,  el  día  de  la  fiesta  asistió,  y  antes  de  que 
Tayauhtzin  pensara  ejecutar  su  plan,  entraron  varios  se- 
ñores tecpanecas  y  por  orden  de  Maxtla  lo  asesinaron, 
cambiándose  de  esa  suerte  los  papeles. 

Inmediatamente  envió  tropas  á  Tenochtitlán  para  que 
aprehendiesen  al  rey  Chimalpopoca,  quien  sin  elementos 
para  resistir  fué  hecho  prisionero  y  puesto  en  una  jaulade 
madera  en  Azcapozalco,  donde  se  suicidó  ahorcándose. 
Volvió  á  perseguir  á  Nezahualcoyotl  que  sólo  por  el  gran 
amor  que  todos  los  acolhuas  le  profesaban  pudo  escapar 
del  furor  de  su  enemigo,  y  por  fin  entró  en  guerra  con  los 
mexicanos,  porque  no  quiso  reconocer  á  Itzcoatl  á  quien 
aquéllos  habían  nombrado  por   sucesor  de  Chimalpopoca. 

A  un  tiempo  tuvo  que  atender  el  usurpador  á  dos  dife- 
rentes enemigos,  y  aunque  Nezaliualcoyotl  é  Itzcoatl  estaban 
separados,  porque  los  acolhua  y  los  azteca  se  veían  con 
cierla  rivalidad,  y  porque  éstos  habían  ayudado  á  combatir 
á  Ixtlixochitl,  por  lo  cual  habían  recibido  en  recompensa 


24  PÉREZ   VERDÍA 

el  señorío  de  Texcoco,  la  necesidad  obligó  al  rey  mexicano 
é  celebrar  por  la  intercesión  del  guerrero  Motecuhzoma 
Ilhuicamina,  un  tratado  de  alianza,  que  puso  fin  á  aquellas 
diferencias  y  fué  el  principio  del  poderío  de  acolhuas  y 
6iztecas. 

Empezaron  los  aliados  por  apoderarse  de  Guauhtitlán ; 
en  seguida  abandonaron  la  ciudad  todos  los  acolhua  pacíficos 
que  se  hallaban  en  Azcapozalco,  por  lo  que  mandó  el  rey 
unos  guerreros  en  su  persecución,  quienes  fueron  sor- 
prendidos en  Huexocalco  y  matados  á  palos,  levantándose 
con  eso  por  todas  partes  el  estandarte  de  la  rebelión,  y 
preparándose  ambos  ejércitos  á  un  combate  decisivo. 

En  las  orillas  de  Tenochtitlán  se  avistaron  los  comba- 
tientes ;  mandaba  las  tropas  tecpaneca  el  valeroso  Mazatl, 
mientras  que  las  aliadas  estaban  dirigidas  por  Nezahual- 
coyotl,  Itzcoalt  y  Motecuhzoma  Ilhuicamina ;  los  tecpaneca 
llegaron  á  creerse  vencedores,  pues  ya  los  desalentados 
mexicanos  imploraban  vergonzosamente  su  perdón,  cuando 
altamente  irritado  el  denodado  Motecuhzoma  por  seme- 
jante cobardía,  se  arrojó  con  desesperación  entre  los  ene- 
migos, y  ante  tan  heroico  ejemplo  restablecióse  la  discipHna 
en  las  acobardadas  huestes,  que  volviendo  sobre  sus  pasos 
pusieron  en  fuga  á  aquellos  mismos  tecpaneca  á  quienes 
pedían  perdón  hacía  pocos  instantes.  Mazatl  imita  el  pro- 
ceder de  sus  contrarios  y  se  pone  en  primera  fila;  pero 
visto  por  Motecuhzoma,  le  arremete,  y  vence  después  de 
porfiada  resistencia,  y  las  tropas  de  Maxtla  que  tal  vieron 
se  declararon  en  completa  derrota  (1). 

Á  los  pocos  días  marcharon  sobre  la  misma  capital  Azca- 
pozalco, y  aunque  presentaron  las  tropas  del  tirano  nuevo 
combate,  quedaron  también  vencidas  y  Maxtla  tuvo  que 

(1)  SUa  en  la  batalla  de  Orcomeno ;  Julio  César  en  la  de  Munda ;  el 
duque  de  W^arwik  en  la  de  Towton ;  Hernán  Cortés  en  la  de  Otompan,  y 
el  general  Prim  en  la  de  los  Castillejos,  han  cambiado  la  suerte  de  la 
batalla  por  medio  de  un  rasgo  heroico  de  valor  personal. 


ÍL..L 


HISTORIA   DE   HéXICO  25 

huir  escondiéndose  en  uno  de  los  baños  de  su  palacio,  lla- 
mado temazcalliy  en  donde  fué  descubierto  y  matado  allí 
mismo  por  Nezahualcoyotl,  que  arrancándole  el  corazón 
lo  ofreció  á  la  venganza  de  Ixtlixochill. 

Así  murió  el  hijo  de  Tezozomoc,  en  el  año  de  1428,  de- 
jando una  memoria  aborrecida. 

En  el  momento  del  triunfo  estalló  una  nueva  división  ; 
pues  muchos  tecpaneca  y  acolhua,  de  los  que  habitaban 
entre  Chalco  y  el  Ajoches,  disgustados  de  la  alianza  con  el 
rey  de  los  azteca,  se  rebelaron  contra  Nezahualcoyotl, 
acaudillados  por  Cuecuex,  señor  de  Coyohuacán ;  pero  ven- 
cidos después  de  dos  años  de  lucha  por  el  ejército  aliado, 
quedó  consumada  la  ruina  del  reino  de  Azcapozalco  y  la 
restauración  del  de  los  acolhua  ó  antiguos  chichimeca. 


CAPÍTULO  III 


Restauración  de  la  monarquía  de  Acolhuacán.  —  Nezahualcoyotl. 
Nezahualpiili.  —  Últimos  reyes. 


Á  íines  de  1431  tuvo  lugar  en  México  la  coronación  del 
rey  jNezahtalcoyotl  {coyote  hambriento),  hijo  del  infortu- 
nado Ixtlixochitl  y  de  su  esposa  Matlacihuatzín,  hermana 
del  rey  de  los  azteca  Huitzilihuitl,  y  que  había  nacido  en 
Texcoco  á  4  de  Febrero  del  aña  de  1402 ;  príncipe  que  por 
su  gran  talento,  valor  y  aventuras  romancescas,  es  el 
personaje  más  notable  de  la  historia  antigua  de  México. 

Del  antiguo  territorio  de  los  chichimeca  y  tecpaneca,  se 
formaron  tres  porciones  :  una  pequeña  parte  se  erigió  en 
reino  de  Tlacopan  coronándose  á  Totoquihuatzin,  nieto 
de  Tezozomoc  y  enemigo  de  Maxtla;  otra  se  agregó  al 
territorio  de  los  mexicanos  bajo  la  dominación  de  Itzcoatl, 
y  la  mayor  parte  continuó  siendo  la  monarquía  de  Acol- 


26  PÉRBZ   VERDÍA 

huacán  ó  deTexcoco,  habiéndose  entablado  éntrelos  mo- 
narcas una  liga  que  nunca  llegó  á  romperse  y  á  la  cual 
aquellos  pueblos  debieron  en  gran  parte  su  prosperidad. 
Pactóse  una  alianza  ofensiva  y  defensiva  entre  las  tres 
monarquías,  señalándose  á  Tlacopan  la  quinta  parte  del 
botín  de  guerra  y  de  las  cuatro  quintas  la  mitad  á  Tezcoco 
y  la  otra  mitad  restante  á  Tenochtitlán  ;  los  reyes  de  Tez- 
coco  y  Tlacopan  eran  además  electores  del  reino  de  México. 

La  administración  de  Nezahualcoyotl  fué  verdadera- 
mente grandiosa  :  recibió  sus  Estados  en  un  completo  des- 
orden y  abandono  á  consecuencia  de  la  tiranía  de  los  usur- 
padores, y  los  legó  á  su  sucesor  en  tal  estado  de  adelanto 
que  se  le  ha  llamado  á  Texcoco  la  Atenas  de  Anáhuac. 

Mejoró  los  célebres  consejos  que  había  establecido  Te- 
chotlaiatzín,  formando  uno  para  los  negocios  civiles  al  cual 
asistían,  á  más  de  los  antiguos  consejeros,  cinco  señores 
de  su  corte  ;  otro  para  las  causas  criminales,  presidido  por 
dos  príncipes  hermanos  suyos  ;  otro  para  los  negocios  re- 
lativos á  la  guerra  y  al  ejército,  y  el  último  para  los  asun- 
tos de  hacienda  compuesto  de  los  mayordomos  de  palacio 
y  de  los  principales  comerciantes. 

Creó  varios  colegios  para  la  educación  de  la  juventud, 
en  los  cuales  se  enseñaba  el  arte  divinatoria,  astronomía, 
idioma  acolhua,  que  por  tal  medio  llegó  á  ser  más  culto 
que  el  náhuatl,  medicina,  pintura  é  historia^  estableciendo 
en  ellos  academias  y  certámenes. 

Fomentó  como  nadie  las  mejoras  materiales,  cons- 
truyendo grandes  diques  en  el  lago,  suntuosos  templos 
entre  los  que  descollaba  el  dedicado  al  Dios  desconocido, 
y  numerosos  palacios  para  alojamiento  del  rey  de  México, 
del  de  Tlacopan  y  de  varios  nobles ;  el  que  dedicó  á  su 
habitación  tenía  1.234  varas  de  Oriente  á  Poniente  y  978 
de  Sur  á  Norte;  se  componía  de  dos  enormes  patios  que 
servían  de  plazas,  trescientas  habitaciones,  algunas  de 
ellas  de  50  varas  en  cuadro,  jardines  y  estanques.  En  la 


HISTORIA    DE   MÉXICO  27 

construcción  de  este  suntuoso  edificio,  cuyas  paredes  es- 
taban cubiertas  de  jaspes  ó  de  hermosa  tapicería  de  pluma, 
se  ocuparon  200.000  operarios. 

La  ciudad  de  Texcoco  que  contenía  probal)lemente 
200.000  habitantes  con  30.000  casas,  quedó  dividida  en 
30  cuarteles,  ó  barrios,  habiendo  el  rey  sabio  establecido 
una  industria  ó  arte  exclusivamente  en  cada  barrio,  y  así 
en  uno  se  hallaban  todos  los  tejedores,  en  otro  los  alfare- 
ros, en  otro  los  plateros,  etc.  (1). 

Promulgó  un  código  de  ochenta  leyes  civiles  y  penales 
y  se  mostró  siempre  justiciero. 

Nezahualcoyotl  llegó  á  prohibir  los  sacrificios  humanos, 
y  no  creyendo  en  los  falsos  dioses  que  su  nación  adoraba, 
se  formó  idea  de  un  Dios  único,   desconocido  y  poderoso. 

Fué  un  gran  poeta  que  escribió  diversas  odas  y  cantares : 
sólo  dos  han  llegado  hasta  nosotros,  una  sobre  la  vanidad 
de  las  cosas  humanas,  y  otra  elegiaca  de  Tezozomoc ;  las 
cuales,  aunque  estropeadas  y  sin  duda  alguna  alteradas  en 
parte  por  los  traductores,  conservan,  sin  embargo,  su  fiso- 
nomía primitiva. 

Su  corte  era  muy  lujosa  :  el  rey  se  sentaba  en  el  tzin- 
palpan  que  era  una  silla  con  el  respaldo  de  oro  macizo  in- 
crustado de  turquesas  y  otras  piedras  preciosas,  junto  á 
una  mesa  sobre  la  que  había  un  broquel,  un  carcax  y  un 
cráneo  humano  con  una  esmeralda  encima  y  un  penacho 
de  vistosas  plumas,  que  era  la  insignia  de  la  majestad  real ; 
todo  esto  se  iiallaba  debajo  de  un  dosel  de  ricas  plumas  y 
servían  de  tapiz  diferentes  pieles. 

El  gasto  anual  de  sus  palacios  era  enorme  :  se  consu- 
mían 4.900.300  fanegas  de  maíz ;  2.744.000  de  cacao ; 
3.200  de  chile  y  jitomate ;  1.300  panes  de  sal ;  8.000  pavos 


(1)  El  señor  don  Vasco  de  Quiroga,  primor  obispo  dignísimo  de  Mi- 
choacán,  hizo  la  misma  separación,  dando  á  cada  pueblo  de  su  diócesis 
una  industria. 


28  PÉREZ   VERDÍA 

Ó  guajolotes  y  gran  cantidad  de  frijol,  legumbres,  chía, 
huevos,  pescados,  venados,  liebres,  codornices,  miel,  etc. 

Tratando  de  formar  un  juicio  de  tan  excelso  príncipe, 
puede  decirse,  que  habiendo  sido  valiente,  generoso,  libe- 
ral, despreciador  de  las  preocupaciones  religiosas,  legisla- 
dor, poeta  y  protector  de  las  letras  y  de  las  artes,  tuvo 
dos  defectos  principales :  su  incontinencia  y  su  lujo;  sobre- 
cargó de  impuestos  á  su  pueblo  y  dejó  sesenta  hijos  varo- 
nes y  cincuenta  y  siete  mujeres  (1). 

Dividió  en  feudos  ó  señoríos  su  territorio,  y  después  de 
41  años  de  reinado  á  contar  desde  su  coronación  murió,  de 
70  años  de  edad,  en  1472. 

Le  sucedió  en  el  trono  su  hijo  NezahualpilH,  de  edad  de 
8  años,  pero  el  único  ilegítimo,  a  quien  dejó  bajo  la  protección 
de  su  aliado  el  rey  de  Tenochtitlán,  Axayacatl ;  y  aunque 
sus  numerosos  hermanos  se  conformaron  con  su  elección, 
poco  más  tarde  se  rebelaron  tres  de  ellos,  Ycliantlatoatzin, 
Xochiquetzaltzin  y  Tlecahuehuetzin,  quienes  inmediata- 
mente se  aliaron  con  los  huexotzinca  y  los  chalca ;  pero 
prontamente  el  rey  mexicano  sofocó  la  rebelión  y  aun  se 
llevó  al  rey  niño  á  su  capital  para  protegerlo  mejor ;  mas 
como  murió  al  poco  tiempo,  volvió  á  estallar  la  guerra  sa- 
liendo el  monarca  victorioso. 

Heredó  el  talento  de  su  padre  y  puede  decirse  que  tuvo 
las  mismas  virtudes  y  los  mismos  defectos. 

Fiel  aliado  de  los  mexicanos  les  ayudó  en  sus  guerras, 
asistió  ala  sangrienta  dedicación  del  templo  mayor  en  1487 
y  casó  con  dos  princesas  mexicanas  que  eran  hermanas  ; 
de  la  mayor  tuvo  á  su  hijo  Cacamatzín  y  de  la  menor  lla- 
mada Xocotzincatzin,  á  Huexotzincatzin,  que  era  el  pri- 
mogénito, á  Cohuanacotzin  é  Ixtlixochitl. 

Fué  un  monarca  muy  dado  ala  observación  de  los  astros. 


(1 ,  Se<<ún  una  aceptada  tradición,  Adán  tuvo  treinta  y  tres  hijos  varo- 
nes y  veintitrés  hijas  mujeres. 


HISTORIA   DE   MBXICO  29 

así  como  á  las  meditaciones  fílosóÜcas,  por  lo  cual  alcanzó 
un  alto  prestigio  de  sabiduría  y  llegó  á  predominar  en  los 
consejos  de  las  naciones  aliadas ;  pero  á  la  vez  distraído 
con  tales  estudios,  en  los  últimos  años  dejó  enervar  las 
fuerzas  de  su  ejército,  hasta  que  alarmado  por  este  resul- 
tado hizo  la  guerra  á  los  pueblos  de  Yapitzinco,  Quimichte- 
pec  y  Nopalla. 

En  todo  su  reinado  se  distinguió  por  su  inflexible  seve- 
ridad en  el  cumplimiento  de  las  leyes,  castigando  d  los 
jueces  prevaricadores  y  á  todos  los  que  faltaban  á  sus  de- 
beres, aun  siendo  de  real  estirpe. 

Así  hizo  dar  muerte  á  la  célebre  Chalchiuliuenetzin 
(reina  semejante  á  Margarita  de  Borgoña)  y  á  su  propio 
hijo  y  heredero  en  el  trono,  Huexotzincatzín,  acusado  de 
haber  proferido  palabras  indecentes  en  el  real  palacio  vio- 
lando una  ley  que  tal  prohibía,  sin  que  le  hicieran  revocar 
tan  dura  pena,  el  amor  paternal,  ni  el  ruego  de  toda  su 
familia,  ni  la  intervención  de  Motecuhzoma. 

Engañado  por  el  rey  de  México,  hizo  una  guerra  á  Tlax- 
cala,  que  le  fué  funesta  y  originó  su  justo  resentimiento 
con  Motecuhzoma. 

Cansado  por  44  años  del  gobierno  y  profundamente  afec- 
tado por  los  pronósticos  de  la  ruina  de  Anáhuac,  princi- 
palmente por  un  cometa  (1)  que  entonces  apareció,  se  re- 
tiró del  poder  encomendándolo  á  dos  de  sus  consejeros 
y  estuvo  algunos  meses  en  un  palacio  entregado  á  las  re- 
creaciones de  la  caza  y  de  la  astronomía,  y  muri()  en  el 
año  de  131G. 

Á  su  muerte  dejó  ciento  cuarenta  y  cuatro  hijos  bas- 
tardos y  cuatro  legítimos  :  Cacamatzin  de  22  años  era  el 
primogénito ;  Tetlahuehuetzquelitzin,  llamado  por  otros 
Cuicuicatzin,  de  espíritu  apocado,  Cohuanacotzin,  de  poca 


il)  El  mismo  (fUC  en  Europa  se  tuvo    por  anunciador  de  la  muerte  de| 
rey  don  Fernaudo  el  Católico. 


30  PÉREZ    VERDÍA 

resolución,  é  Ixtlixochitl  de  diez  y  seis  años,  fuerte  y  am- 
bicioso. Los  bastardos  no  podían  según  las  leyes  subir  al 
trono,  y  como  Nezahualpilli  no  nombró  sucesor,  estalló  la 
rivalidad  entre  los  cuatro  príncipes. 

El  consejo  de  los  electores,  dominado  por  Motecuhzoma, 
nombró  por  rey  de  Acolhuacán  á  Cacamatzín ;  pero  aun- 
que tal  elección  fué  aprobada  por  Cohuanaco tzín,  Ixtlixo- 
chitl se  opuso  por  considerar  que  su  hermano  estaba  domi- 
nado por  el  rey  de  México  á  quien  odiaba  por  lo  desleal 
que  fué  con  su  padre,  y  se  retiró  á  Meztitlán.     . 

Cacamatzín  ocurrió  á  México,  dejando  en  Texcoco  en 
su  lugar  á  Cohuanacotzín,  y  á  Ixtlixochitl  en  las  montañas 
adonde  se  había  retirado. 

En  lS17al  efectuarse  la  coronación  del  príncipe  electo, 
Ixtlixochitl  derrotó  á  las  tropas  azteca  y  tomó  á  Otompán, 
con  cuya  actitud  intimidado  el  nuevo  rey,  entró  en  arre- 
glos y  quedó  fraccionada  la  monarquía,  tocándole  á  Ixtlixo- 
chitl la  parte  montañosa,  á  Cacamatzin  las  llanuras  y  á 
Coahuanocotzin  los  tributos  de  treinta  y  tres  poblaciones. 

En  ese  estado  encontró  el  conquistador  don  Hernán 
Cortés  el  antiguo  y  poderoso  reino  de  los  Acolhua.  De  los 
hijos  de  Nezahualpilli,  Cacamatzin  fué  entregado  á  Cortés 
por  Motecuhzoma  que  temió  lo  comprometiese,  y  cargado 
de  cadenas  fué  puesto  en  prisión ;  Cuicuicatzín  fué  consi- 
derado como  espía  de  los  españoles  y  mandado  matar  por 
Cuauhtemoc  en  1520  ;  Cohuanacotzin,  digno  nieto  de  Neza- 
hualcoyotl,  peleó  por  la  independencia  de  su  nación,  y  fiel 
aliado  de  Cuauhtemoc,  cayó  con  él  prisionero  en  1521,  y 
fué  como  él  ahorcado  infamemente  por  Cortés  el  26  de 
febrero  de  1523.  Solo  Ixtlitxochitl,  enemigo  de  su  raza, 
fué  leal  partidario  del  conquistador,  que  lo  puso  en  el 
trono  que  ocupaba  su  hermano,  para  luego  arrebatarle 
para  siempre  su8  derechos. 

La  civilizaeiun  aooUiuatl,  muy  superior  ala  primitiva, 
doiiiinu  ala  nación  chichimecatl  sólo  para  dejar  supuesto 


HISTORIA   DE  MÉXICO  3  i 

á  la   castellana ;  porque  siempre  los  pueblos  más  culto» 
han  subyugado  álos  demás. 


CAPÍTULO  IV 

Las  familias  nahuatlacas.  —  Su  peregrinación.  —  Fundación  de  Tenoch- 
titlán.  ^  Monarquía  mexicana.  —  Sus  primeros  reyes.  —  'Creación 
del  reino  de  Tlacopán.  —  Célebre  alianza. 

Mientras  que  los  chichimeca  consolidaban  su  monar- 
quía, se  verificó  la  llegada  de  las  siete  familias  nahuatla- 
cas^ palabra  que  significa  gente  que  se  explica  y  habla 
clarOy  y  las  cuales  formaron-  las  más  importantes  y  civili- 
zadas naciones  que  á  su  llegada  á  México  encontraron  los 
conquistadores. 

Eran  éstas,  la  de  los  xochimilca  (poseedores  de  las  se- 
menteras de  flores),  los  chalca  (poseedores  de  las  bocas), 
tecpaneca  (gentes  del  puente  de  piedra),  acolhua  (posee- 
dores del  cerro  encorvado),  tlahuica  (gente  de  hacia  la 
tierra),  tlascalteca  (de  la  tierra  del  pan)  y  azteca  (pobla- 
dores de  Aztlán),  y  todas  ellas  de  un  mismo  origen  y  de 
la  misma  rama  etnográfica,  provenían  de  Aztlán  (tierra  de 
las  garzas)  y  de  Teoculhuacán  (tierra  de  los  que  tienen 
abuelos  divinos),  lugares  próximos,  en  regiones  remotas. 

Mucho  se  ha  disculido  sobre  el  lugar  donde  debió  ha- 
llarse Aztlán,  y  parece  fuera  de  duda  que  estaba  en  la  Alta 
CaUfornia,  tanto  porque  esa  situación  coincide  con  las  pin- 
turas mexicanas,  como  por  la  serie  ó  cadena  de  ruinas 
desde  allá  encontradas  y  por  la  huella  que  el  idioma  ha 
dejado  en  los  lugares  intermedios,  así  como  por  ser  la 
opinión  de  Betancourt,  Boturini,  Veitia,  Clavigero,  Huin- 
boldt,  Brasseur  y  Ramírez  (1). 

(1;  El  sabio  mexicano  Sr.  Don  Manuel  Orozco  y  Berra  ha   emitido  en 
su  erudita  Historia  antigua  de  Méjcico,   una  nueva  doctrina  acerca  del 


32  PÉREZ   VERDÍA 

El  señor  Chavero  cree  que  Aztláñ  estuvo  en  la  isla  de 
Mexticacári  en  la  laguna  de  San  Pedro  ó  de  Mexticacán, 
situada  en  el  Estado  de  Xalisco  á  los  22®  latitud  Norte, 
fundándose  en  que  representándose  tallugar  en  la  pintura 
Aubin  como  una  isla  con  un  cerro  en  el  centro  y  repre- 
sentándose en  el  Lienzo  de  Tlaxcsila  la  marcha  de  Ñuño  de 
Guzmán,  se  fijan  los  siguientes  lugares  por  donde  fué 
pasando :  Piaztlán,  Xayacaltán,  Tonatiuhyhuetziyán^  Tlaxi- 
chco,  Colhuacán,  Colotlán,  Coliphán,  Quetzallán,  Chiamet- 
lán  y  Aztlán,  de  donde  se  deduce  que  este  último  sitio 
estaba  en  una  laguna  al  sur  de  Chiametlan,  sin  que  se  en- 
cuentre otra  por  tal  rumbo  que  la  de  San  Pedro,  Además 
ese  itinerario  señalado  en  los  códices  y  pinturas,  está  con- 
Armado  por  la  Relación  de  la  entrada  de  don  Ñuño  de 
Guzmdn  por  García  del  Pilar,  su  sirviente^  en  donde  se 
refiere  que  habiendo  llegado  la  expedición  á  Xahsco,  des- 


lugar de  Aztlán  y  peregrioación  de  los  azteca,  sosteniendo  que  tal  paraje 
fué  la  isla  de  Mexcala  en  la  laguna  de  Chápala,  y  que  en  vez  de  haber 
emprendido  aquellas  tribus  una  peregrinación,  hicieron  dos. 

Prescindiendo  de  lo  singular  de  tal  teoría,  (|ue  deja  sin  explicación  los 
monumentos  de  Casas  Grandes,  Ghicomoztoc,  etc.,  me  parece  entera- 
mente falsa  por  la  esencia  misma  de  las  cosas,  pues  creo  que  el  señor 
Orozco  y  Berra  no  conoció  la  isla  de  Mexcala.  Es  ésta  im  promontorio 
de  2.000  metros  de  largo  por  900  de  anchura  y  50  do  elevación  subre  el 
nivel  de  las  aguas ;  de  manera  que  su  raquítica  extensión  repugna  haber 
sido  la  cuna  de  numerosos  pueblos  y  el  asiento  de  populosas  ciudades. 
Además,  como  está  formada  de  terreno  volcánico,  es  completamente 
árida,  de  suerte  (lue  cuando  se  (juiere  plantar  un  árbol  se  necesita  llevar 
de  las  riberas  del  lago  tierra  vegetal,  por  lo  ({ue  no  pudo  tener  atractivo 
para  servir  de  asiento  á  un  pueblo,  ni  por  su  extensión,  ni  por  su  fertili- 
dad, ni  por  su  fauna,  por<iue  no  se  encuentran  sino  reptiles.  En  contra- 
posición á  tan  mala  sit\iac¡ón,  niuclias  df  las  orillas  del  lago  son  extre- 
madamente fértiles,  formando  dilatados  valles  bajo  un  snludable  clima  y 
con  abundancia  de  aguas,  pastos  y  caza.  En  tal  virtud  en  esas  orillas  se 
habrían  establecido  mejor  aquellas  razas  sin  ser  verosímil  sifjuicra  que 
despreciando  esos  elementos,  se  hul)ieran  ido  á  establecer  al  islote,  sin 
sacar  de  tal  elección  ventaja  alguna. 

éiendo  pues  esta  doctrina  enteramente  inaceptable  en  este  punto,  apa- 
rece ya  desautorizada  en  el  de  las  dos  peregrinaciones. 


uisTüiiu  UE  9ij:\it:o 


m 


puós  faí  al  Rio  (Iraiidií,  fie  allí  á  Umíitán  y  lue^^ü  **  íícai>o 
de  ii^in  <iías  poeo  n\ú.%  i>  menoa  ú  Iju  proviiioa  du  Asila tl^n 
qué  C5S  cerca  de  la  maf  ilel  Sur  n  {Mé^cffV  d  f taces  dé  lús 


1    f»u<«hlo  de  T^apfil/Jó^a 
,   «eñor  rtn  liiriío  [lui^bJrt. 

ti  áv   iVlflilÍB,    '•If'TIflii    n\\ 

'm  Xnii/iruUii.viM'Lt«  Tmlin 
nJbin'líiji  y  untíjpfi«nflo!í 

entretron  [H>r  rl  Nm-víi 

itÍJEpav,    \fiÍHfo,  Ag^Uíi» 

lia.  y  pUA^nthi    [urr    Ih 

;        Texcoco  :  la  secunda 

»       im  jiür  ThOfíiJi.  Gua- 

a^  »S    1  ',  I       (inuUífO,  ThtHUJáltinui 

afi    p    \  \  \      ta  dn  Mívifu;  y  que 

iiiiir^Uii  üouii»  quiere 
Crovincm  di>  \OQpo- 

hilUud  Nortíí  w,  y 

til,  !ofii.  ü%    ÍK1«. 

íiií^k'irit'u  lugar  <b 

:  C(ín:M.  di'  ítIIin  y 

urtr^  es  dfjiíir  en 

ítüiViii  iímn  aíi- 

iQjo  lo  eomiJi  ue- 

^    n  (iNu^nr  indi- 

"    fmí  el  (íunln  dt* 

I    ignai'Mín  k'rní!- 

..^  urtje?  did  V,  l*Hfdn'  Ki«t* 
r  ^  .**«íí-us  dtd  lííiF  (Hlíi  le  ii^t'ííuríiriiri   If**-  |Hibln* 

4  .t-^  lít-'i  Ldro  indo  exUtfin  tilí*ufiíi,s  cdilUíu-^  nnliquisiiun!*  'i  iTutí  l*>s^ 
fíj^bTifaron  urmí  í^'íidcs  ijue  viniíspan  de  In  rRüimí  dtd  Nurt**.  «  i¡Jt>i%  jmi'íi 
líl  llist,  dtí  Miíxict*.  i<  ?erie,  IS.'iG.^  Ks  muy  dijtíiiíi  dtr  lo^twr^Lí  h\  conlirtuíi- 
ch'm  be*híi  iuir  la  Iradicltin  de  A  cap  une  tu,  4o  Ja  Iradiciuii  üj^julcaua  y  des 


34  PÉREZ   VERDÍA 

Salieron  las  siete  familias  con  corta  interrupción  en  el 
mismo  tiempo  dirigiéndose  hacia  el  Sur  :  los  azteca  aban- 
donaron Aztlán  en  el  año  de  1160,  y  pasando  el  río  Colo- 
rado, atravesaron  después  el  Gila,  cerca  del  cual  se  detu- 
vieron según  lo  demuestran  las  ruinas  monumentales  que 
aun  existen.  Partiendo  de  allí  llegaron  á  un  lugar  cercano 
adonde  hoy  está  Chihuahua  (29**  lat.  N.)  en  donde  permane- 
cieron varios  años,  recogiendo  frutos  y  provisiones  abun- 
dantes para  poder  continuar  su  marcha,  y  construyendo 
unos  grandes  edificios  cuyas  ruinas  se  denominan  actual- 
mente Casas  Grandes. 

Siguieron  su  peregrinación,  atravesaron  las  montañas 
tarahumares  y  llegaron  á  Hueyculhuacrín ^  permaneciendo 
allí  tres  años,  al  cabo  de  los  cuales  se  trashidaron  á  Chi- 
comoxtoc  (siete  cuevas)  al  Norte  de  la  ciudad  de  Zacatecas , 
donde  volvieron  á  detenerse. 

En  tal  paraje  se  dividieron,  y  saliendo  primero  unas 
tribus  que  otras,  emprendió  al  último  su  marcha  la  de  los 
azteca.  Por  eso  cuando  éstos  llegaron  al  valle  de  México, 
encontraron  ya  establecidos  á  los  demás :  los  xochimilca 
en  Xochimilco,  los  chalca  en  Chalco,  los  tecpaneca  en 
Azcapozalco  (lugar  del  hormiguero),  los  acolhua  en  Tex- 
coco  (lugar  de  la  hierba  texcutli),  los  tlahuica  en  Quauh- 
nahuac  (lugar  donde  resuena  la  voz  del  águila)  y  los 
tlaxcalteca  en  Tlaxcala  (1). 

Después  de  la  detención  en  Chicomoztoc,  los  azteca  si- 
guieron su  camino  atravesando  por  Ameca,  Cocula, 
Sayula,  Colima,  y  Zacatula  hasta  llegar  á  MaUnalco  (en 
las  montañas  vecinas  de  Toluca)  de  donde  siguieron  al 
Norte  hasta  que  llegaron  á  ToUan  en  el  año  de  dl96.  En 


la  Pintura  Aubin,   siendo  que  no  había  entre  aquellos  pueblos  ninguna 
relación  política  ni  mercantil. 

(1)  Estos  nombres  hacen  el  singular  en  atl  y  el  plural  en  a  y  por  eso 
se  dice  chichimecaÜ,  chichimeca,  etc. 


«r^.: 


HISTORIA   DE   BIÉXICO  35 

este  viaje  se  habían  dividido  en  dos  facciones  que  después 
se  hostilizaron,  y  estuvieron  dirigidos  por  veinte  señores 
nobles  que  formaban  un  consejo  aristocrático  que  á  su 
vez  estaba  dominado  por  los  sacerdotes. 

Duraron  nueve  años  en  ToUan  y  siguieron  peregrinando 
hasta  llegar  en  I2i6  á  Tzompango,  donde  fueron  bien 
recibidos  por  su  señor  Tochpanecatl  que  cas<)  á  su  hijo 
Ilhuicatl  con  la  joven  Tlapacatzín;  permanecieron  siete 
años  y  partieron  para  Tizayocán  donde  Tlapacatzín  dio  á 
luz  á  Huitzilihuitl ;  de  aquí  fueron  á  Tolpetlac  y  Tepeyacac 
y  vivieron  veintidós  años ;  pero  combatidos  por  los  chi- 
chimeca  pasaron  á  Chapoltepec  {ce?'7^o  del  chapulín)  en 
1245.  Nuevas  persecuciones  los  obhgaron  á  abandonar 
aquel  sitio  á  los  diez  y  siete  años  y  fijaron  su  residencia 
en  Acolco,  donde  por  cincuenta  y  dos  años  vivieron  mi- 
serablemente en  chozas  de  zacate,  aUmentándose  de  pes- 
cados é  insectos  y  cubriéndose  con  hojas  de  plantas  acuá- 
ticas, y  para  colmo  de  infortunios  los  culhuas  les  hicieron 
la  guerra,  los  redujeron  á  la  esclavitud  y  los  llevaron  á 
Tizápán.  Á  los  varios  años  de  sufrir  ese  yugo,  tuvieron 
los  culhuas  guerra  en  tiempo  de  su  rey  ó  señor  Cocoxcon 
los  xochimilca,  y  habiendo  sido  derrotados  echaron  mano 
en  su  áltima  defensa  de  sus  siervos  los  azteca,  quienes 
pelearon  con  tal  valor  y  astucia  que  vencieron  á  los 
xochimilca ;  sólo  hicieron  cuatro  prisioneros  que  cuidado- 
samente ocultaron  hasta  el  cuarto  día  en  que,  en  presencia 
de  los  culhuas,  los  sacrificaron  á  su  dios  Huitzilopochtli, 
produciendo  tan  sangriento  espectáculo,  tal  impresión  en 
los  culhuas,  que  les  dieron  libertad.  Pasaron  entonces  á 
Acatzitzinllán,  donde  se  verificó  la  sangrienta  tragedia  de 
la  mujer  de  la  discordia,  hija  del  señor  Achitometl,  pa- 
sando después  á  Ixtacalco  de  donde  partieron  á  un  lugar 
cercano  (hoy  ermita  de  San  Antonio),  y  de  allí  á  Mixiuh- 
tlán. 

El   dios  Huitzilopochtli    por   medio   de  los  sacerdotes 


36  PÉREZ    VERDÍA 

había  prevenido  á  aquel  pueblo  que  no  debía  lijar  su  resi- 
dencia definitiva  sino  en  el  lugar  en  que  encontraran  una 
águila  sobre  un  nopal  devorando  una  serpiente,  y  después 
de  165  años  de  fatigas  y  marchas,  vieron  por  fin  en  unos 
islotes  del  lago  de  Texcoco  el  ave  anunciada.  Ese  día  fué 
en  opinión  del  señor  Sigüenza  el  18  de  julio,  correspon- 
diendo al  año  de  132S  según  el  Códice  Mendocino ;  y  edifi- 
caron una  capilla  al  dios,  estableciéndose  en  sus  contornos, 
dándole  á  la  nueva  población  el  nombre  de  Tenochlitlán, 
que  significa /wyarí/e/  tunal  sobre  piedra  ó  México,  lugar 
de  Mexitli  que  era  el  nombre  que  daban  también  á  su 
dios  Huitzilopochtli ;  cuya  nueva  población  formada  de 
chozas  de  carrizo  con  los  techos  de  tule,  dividieron  en 
cuatro  barrios  llamados  calpulli:  Moyotla  al  S.  O.  (hoy  de 
San  Juan);  Teopán  Zoquipán  al  S.  E.  (hoy  de  San  Pablo); 
Cuepopa  al  N.  O.  (hoy  de  Santa  María)  y  Atzacualco  al 
N.  E.  (hoy  de  San  Sebastián)  (1).  En  1334  tuvo  lugar  la 
primera  erupción  que  hay  noticia  haya  hecho  el  Popocate- 
petl. 

Se  declararon  tributarios  del  rey  de  Azcapozalco^  á  quien 
pertenecían  aquellos  lugares  y  como  eran  fangosos  y  sin 
extensión,  tuvieron  que  formar  estacadas  entre  los  islotes, 
y  para  poder  sembrar  los  granos  más  necesarios,  les  fué 
preciso  hacer  sus  chinampas  ó  huertos  flotantes.  En  1337 
se  separaron  unas  tribus  y  fundaron  en  Xaltelolco  {monte 
de  arena)  una  nueva  nacionalidad  que  luego  tomó  el 
nombre  de  Tlatelolco,  terraplén  de  arena  hecho  d  mano 
y  que  contó  cuatro  reyes,  Cuacuauhpitzahuac,  Tlacateolt, 
Cuauhtlatoa  y  Moquihuix. 

Llevando  una  vida  miserable  y  gobernados  por  su  an- 


(1)  Roma,  fundada  en  21  de  abril  de  753  antes  de  Jesucristo,  fué  dividida 
según  los  elementos  de  su  población  en  tres  tribus,  la  de  los  Ramnenses 
ó  soldados  de  Rúmulo,  Tacienses  6  Sabinos  de  Tacio,  y  Luceres  ó  Etrus- 
cos. 


iiá...^^      ..-.,...  .^K.. 


HISTORIA    DE    MÉXICO  37 

tiguo  consejo,  dirifritjo  por  Tenorli,  que  murió  en  13(53 
después  de  haber  sido  jefe  militar  39  anos,  y  después  por 
Mexilzín,  permanecieron  los  mexicanos  hasta  el  año 
de  1376  (1)  en  que  á  ejemplo  de  las  naciones  vecinas  cam- 
biaron la  forma  de  su  {gobierno  (2)  proclamando  rey  á  Aca- 
MAPiCTLi  (el  que  empuña  el  cetro).  Por  su  padre  OpochÜi, 
hijo  de  Huitzilihuitl  el  viejo,  descendía  de  los  azteca  y  por 
su  madre  Atozoztli  <le  los  príncipes  de  (iulbuacán,  y  era  un 
homjire  prudente  y  laborioso;  cas('»  con  Ilancueitl,  y  no 
teniendo  hijos,  sin  repudiarla  tomó  por  esposa  á  Tezca- 
tlamiahuatl,  de  quien  tuvo  ;í  Huitzilihuitl  y  Chimalpopoca. 
Siendo  los  mexicanos,  como  queda  dicho,  tributarios 
del  rey  de  Azcapozalco,  le  pag^aban  anualmente  con  cierta 
cantidad  de  peces ;  pero  celoso  del  enj^randecimiento  de 
este  pueblo,  á  más  de  duplicarles  tal  tributo,  exigi(>les  una 
chÍ7iampa  con  todas  las  plantas  usuales  bien  cultivadas,  y 
así  cumplieron  los  tributarios.  Aument<'>  la  exigencia  del 
tecpanecatl  y  exigió  para  el  siguiente  año  un  nuevo  huerto 
dotante  que  llevase  además  una  garza  y  una  ánade  empo- 
llando sus  huevos  de  tal  suerte,  que  al  presentárselos  <le- 
herían  salir  los  polluelos,  lo  que  hicieron  perfectamente 
los  azteca,  que  con  prudencia  sobrellevaron  estas  cargas 
mientras  fueron  débiles  preparándose  para  libertarse  de 
ellas. 


Tj  He  adoptado  la  fecha  de  1370  para  el  principio  de  la  monarquía, 
después  de  haberla  confrontado  detenidamente  con  la  de  diferentes  au- 
tores, separándome  de  la  de  Soliagún,  Sigúenza,  Clavigero  y  otros, 
apoyado  en  las  pinturas  del  G(')ni(:E  Mkndoclno,  did  Mappe  i>e  Tkpkchi'án  y 
la  de  Acbin;  las  cuales  son  tenidas  por  las  principales  y  auténtica'i 
fuentes  de  la  historia  antiffua:  así  como  en  la  Criíxica  de  Chimnlpain 
escrita  hacia  1621,  en  los  Anales  de  Cuauhtitlán  y  en  la  autoridad  del 
erudito  señor  Orozco  y  Berra,  que  cuidadosa  y  discretamente  examina 
este  punto.  [Historia  antigua  de  México^  tomo  III,  Ojeada  sobre  Cronolo- 
gía Mexicana.) 

(2)  También  los  hebreos  habiendo  visto  A  los  pucbb)s  limítrofes  «gober- 
nados por  reyes,  no  quisieron  ya  tener  jueces  no  obstante  la  bondad  de 
Samuel,  y  eligieron  por  rey  á  Saúl. 


3fí  PÉREZ    VERDÍA 

Á  ejemplo  de  los  mexicanos,  los  tlatelolca  cambiaron 
también  su  régimen  gubernamental  y  en  1377  eligieron 
por  rey  a  Cuacuanlipizahuac,  hijo  del  de  iVzcapozalco. 

tíe  atrilíuye  á  Acamapictli  la  conquista  de  los  pueblos  de 
,  MÍKquic,  Guitlahuac,'  Cuauhuahuacy  Xochimilco  :  lo  cierto 
es  que  fuv  un  monsirca  de  muy  escaso  poderío  y  que  ha- 
biendo gobernado  veinte  años,  murió  en  1396. 

Le  sucedjíj,  por  elección  de  los  nobles  de  los  cuatro 
bairios,  su  hijo  lluiTziLiHurrL  (colibrí  celestial)  que  fué 
nng-ido  con  esent-ia  de  trementina,  a  la  que  llamaban  un- 
ía un  divina  por  untar  con  ella  á  I^uitzilopoclitli. 

A  iin  de  estiecliar  los  vínculos  de  unión  con  los  tecpa- 
neca,  se  casó  con  Ayauhcihuatl  que  era  bija  de  Tezozomoc, 
y  en  efecto,  por  la  mediación  de  esta  princesa  se  fueron 
reduciendo  los  Iriliutos  hasta  consistir  únicamente  en  dos 
añades  cada  año ;  pero  en  cambio  Maxtla,  su  cuñado,  le 
cobró  grande  aborrecimiento  é  hizo  asesinar  al  niño  Acol- 
naljuarall  que  había  nacido  de  tal  matrimonio,  por  temores 
ijue  aljrif;al)a  de  que  con  el  tiempo  fuese  su  competidor  al 
trono  de  Azcapozabo. 

Habiéndose  casadlo  también  con  Miauhxochitl,  hija  del 
señor  de  Cuauhnaluiac,  tuvo  en  1398  un  hijo  que  se  llamó 
Motecuhzoma  Ilbuicamina,  y  como  con  motivo  de  tal  en- 
lace, estrecharon  sus  relaciones  con  los  habitantes  de  las 
comarL'as  de  ('uaubnahuac,  en  las  que  abundaba  el  algo- 
dón, empezaron  á  vestirse  con  tejidos  de  este  género,  sus- 
tituyendo así  las  telas  de  pita  ó  ixlli  que  antes  usaban. 

'rambiéij  empezaron  á  edificar  casas  de  piedra,  de  suerte 
que  ea  este  reinado  comenzó  el  engrandecimiento  de  la 
naríÓJi- 

AHados  con  los  tecpaneca  conquistaron  para  Tezozomoc 
íí  Cuauhtitbin»  Clialco,  Tolanzinco,  Xaltocan,  Otompan, 
Acobiian  y  Texcoco;  pues  en  la  inicua  guerra  que  el  rey 
tecpaneca  liizo  á  Ixtlixochitl,  Iluitzilihuitl  á  pesar  de  ser  su 
cuñado,  se  declaró  aliado  de  su  seugro  Tezozomoc. 


HISTORI.V   DE   MÉXICO  39 

Murió  Huitzilihuitl  á  los  21  años  de  reinado  en  1417,  y 
de  común  acuerdo  eligieron  los  ancianos  á  su  hermano 
CuiMALPOPOCA  [escudo  humeante) ;  quedando  desde  entonces 
establecida  la  práctica  de  elegir  por  sucesor  del  rey  al  her- 
mano, y  á  falta  de  éste,  á  uno  de  los  sobrinos.  De  esta 
suerte  se  distinguía  el  orden  de  sucesión  en  México  del  de 
Texcoco  y  de  Tiacopan,  donde  los  hijos  heredaban  el 
reino  de  sus  padres.  En  México,  á  pesar  de  estar  marcado 
el  orden  de  sucesión  en  los  términos  indicados,  había 
elección  entre  los  príncipes  que  llenaban  los  requisitos, 
siendo  por  tanto  aquella  monarquía  electiva  hereditaria; 
pues  á  la  muerte  del  rey  se  reunían  los  cuatro  electores 
llamados  tecutlatoque ;  los  ancianos,  achcacauhtli ;  los 
jefes  veteranos,  yaliuiquihuaque,  y  los  señores  prin- 
cipales de  la  nobleza,  tlamacazque,  y  elegían  al  nuevo 
monarca  que  debía  ser  valiente,  educado  en  el  Calme- 
cac,  sabio,  piadoso  y  que  no  bebiese  octli  ó  pulque ;  á 
la  vez  nombraban  en  la  misma  junta  cuatro  consejeros 
para  que  le  ayudasen  en  el  despacho  de  los  negocios  pú- 
blicos. 

Apenas  había  subido  al  trono  cuando  estalló  por  segunda 
vez  la  guerra  entre  Tezozomoc  é  Ixtlixochitl,  en  la  cual 
como  Iluitzihhuitl  lo  había  ya  hecho,  se  declaró  aliado 
del  rey  de  Azcapozalco,  por  cuyo  motivo  al  fin  de  la  <*am- 
paua  tocóle  á  Texcoco  y  otras  ciudatles  acolhuas  por  botín 
y  le  fueron  tributarias. 

Poco  duró  sin  embargo  la  alianza  del  rey  de  México  con 
el  de  Azcapozalco,  porque  habiendo  muerto  Tezozomoc, 
Chimalpopoca  favoreció  á  Tayatzin  contra  las  pretensiones 
de  su  hermano  Maxtla  y  aun  á  él  se  le  atribuye  el  funesto 
consejo  de  la  construcción  del  palacio  que  debía  dar  pre- 
texto para  que  Tayatzin  asesinara  á  su  hermano  el  rey 
usurpador. 

Súpolo  todo  Maxtla  por  la  declaración  del  enano  que 
había  escuchado  aquella  conversación,  según  se  dijo  ya  al 


40  PKREZ  VERDÍA 

hablar  de  la  monarquía  de  Acolhuacdn,  y  con  tal  motivo 
cobnjle  gran  aborrecimiento  á  Chimalpopoca. 

De  mil  maneras  manifestó  Maxtla  al  rey  mexicano  tal 
aborrecimiento;  ora  envnándolc  en  cambio  del  presente 
tributario,  un  traje  de  mujer  con  lo  que  le  significaba  que 
le  tenía  por  afeminado  y  cobarde ;  ora  diciendo  de  él  mil 
injurias;  ora  por  fin  arrebatándole  á  una  desús  esposas; 
pero  Chimalpopoca  sin  elementos  ni  valor  para  vengar 
tamaña  afrenta,  y  con  miedo  de  caer  en  poder  de  tan  cruel 
tirano,  se  dispuso  á  sacrilicaráe  voluntariamente  para  no 
sobrevivir  á  su  ignominia.  Al  efecto  dispuso  unos  sacri- 
licios  en  honor  de  Iluitzilopochtli  en  cuyas  aras  iba  él 
mismo  á  ser  inmolado  ;  la  nobleza  acogió  la  idea  con  en- 
tusiasmo, y  muchos  de  sus  principales  miembros  se  dis- 
pusieron ú  morir  en  unión  del  príncipe  :  asistieron  á  la 
sangrienta  ceremonia  y  entre  místicas  danzas  fueron  sacri- 
ficándose uno  por  uno  y  por  grados  de  nobleza,  mas 
como  con  anterioridad  llegó  el  proyecto  á  conocimiento 
de  Maxtla,  á  quien  le  pareci<)  mal,  porque  no  quería  que 
Chimalpopoca  se  sustrajese  íL  su  venganza,  mandó  á 
México  numerosas  tropas,  que  llegaron  inopinadamente  y 
en  los  instantes  en  que  estaba  á  punto  de  sacrificarse  el 
rey,  pues  sólo  faltaba  Tecuhtlahuacatzin,  y  iiechos  ambos 
prisioneros  los  llevaron  á  su  capital. 

Llegados  á  Azcapozalco,  se  mandó  matar  á  Tecuhtla- 
huacatzin y  poner  á  Chimalpopoca  en  el  cauhcalli 
público,  que  era  una  cárcel  de  madera  á  modo  de 
jaula,  donde  por  orden  del  tirano  se  le  tuvo  hambriento, 
dándosele  muy  escaso  alimento,  de  donde  provino  la 
creencia  de  algunos  historiadores  de  que  se  le  dejó  morir 
de  hambre. 

Allí  recibió  la  visita  que  le  hizo  Xezahualcoyotl,  y  des- 
pués de  haberle  regalado  algunos  objetos  de  carino  que 
llevaba  consigo,  se  despidió  anunciándole  su  próxima 
muerte :  en  efecto,  cansado  de  tantos  ultrajes  se  ahorcó 


HISTORIA    DE    MÉXICO  Ü 

colgándose  de  las  vigas  de  su  jaula  con  su  maxtlatl  ó  ce- 
ñidor, á  ün  del  año  de  li27. 

Tan  luego  como  este  suceso  fué  sabido  en  México,  se 
reunieron  los  ancianos  y  eligieron  por  rey  á  Itzcoatl  {ví- 
bora armada  con  pedernal) ,  cuya  elecci(5n  fué  al  punto 
aprobada  por  el  pueblo.  Era  hijo  bastardo  de  Acamapictli 
y  de  una  esclava,  y  había  desempeñado  por  más  de  veinte 
años  el  cargo  de  tlacatecatl  ó  capitán  general  del  ejército. 

Una  vez  ungido,  dio  parle  de  su  elección  á  Maxlla  y 
demás  reyes  y  señores  vecinos,  y  no  habiéndolo  querido 
reconocer  el  tirano  tecpanecatl,  se  dispuso  para  la  guerra. 

No  teniendo  los  propios  y  necesarios  elementos,  se 
propuso  hacer  una  ahanza  con  Nezahualcoyotl,  que  pre- 
parado de  antemano,  empezaba  <í  levantar  la  bandera  de 
la  rebelión  contra  los  usurpadores  de  Texcoco  y  asesinos 
de  su  padre,  pero  para  conseguir  alianza  tan  necesaria,  se 
presentaban  algunas  dificultades :  los  tenochca  y  acolhua 
se  querían  mal  y  se  veían  con  espíritu  de  rivalidad,  y  el 
mismo  Nezahualcoyotl  estaba  resentido  con  los  reyes  de 
México,  porque  auncjue  eran  sus  cercanos  parientes,  se 
habían  declarado  por  parte  de  Tezozomor  en  la  inicua 
guerra  que  hizo  ií  su  desgraciado  padre.  Necesite)  pues  el 
aztecatl  emplear  políticas  negociaciones  con  el  príncipe 
texcocano,  y  al  efecto  mand('>  con  la  embajada;!  su  sobrino 
Motecuhzoma,  que  era  hijo  de  Huitzilihuitl  su  hermano 
y  de  la  princesa  Miauhxochitl,  guerrero  joven  que  por  sus 
proezas  era  llamado  Tlaecale,  ó  sea  hombre  de  gran  co- 
ras:ón,  y  más  comunmente  Ilhuicamina,  flechador  del 
cielo. 

Partió  Motecuhzoma  acompañado  de  dos  capitanes,  Te- 
polomichín  y  Telpochtli ;  mas  teniendo  que  recorrer  co- 
marcas llenas  de  enemigos,  cayeron  en  poder  de  ellos  cerca 
de  las  fronteras  de  Acolhuacán  y  sólo  debido  á  su  sagrado 
carácter  de  embajadores  obtuvieron  su  libertad.  Por  fin 
se  presentaron  á  Nezahualcoyotl,  y  después  de  algunas 


42  rOEZ    VERDIA 

explicaciones,  se  convino  por  ambas  partes  en  la  proyec- 
tada alianza. 

AI  volver  á  México  satisfechos  Moteculizoma  y  sus  com- 
pañeros, no  puJieron  escapar  de  una  emboscada  que  les 
tendiera  Teteolzin  señor  de  Ctjalco,  quien  tos  puso  presos 
y  mandó  darles  muerte  á  fin  de  atraerse  la  volunlad  de 
Maxlla  al  que  quiso  contentar  por  haber  abrazado  en 
aquellos  días  la  causa  del  rey  legítimo;  pero  Cuateotzfn, 
que  era  el  carcelero,,  compadecido  y  generoso,  los  puso 
en  libertad  ocultamente,  por  lo  cual  sufrió  el  suplicio  des- 
tinado á  los  azteca* 

MciíaJiualroyotl  partió  inmodiatamenle  á  México,  donde 
la  noticia  de  la  íruerra  había  promovido  una  opoaici<>n 
enérgica  por  parte  de  los  pusilánimes  y  (¡ue  se  Tenci(j  por 
Motrt  nliííoma,  ofreciéndose  d  presen íarse  d  Muxtla  á  pe- 
dirle una  paz  decorosa.  Sin  éxito  evacuó  esta  secunda  y 
pelit^rosa  uomisfón,  así  es  que  él  mismo  declaró  la  guerra 
al  tirano  con  los  ritos  acostumbrados. 

Después  de  algunas  escaraniuzus  atacaron  por  ün  los 
lecpane<'a  á  los  aliados  en  las  calzadas  cerca  de  Teno- 
cbtitlán;  el  ejercito  mauflado  por  Ilzcoatl,  Nezatmalcoyotl 
y  Motecubzoma,  derrotó  al  valen>so  Mazutl,  jel'e  de  Azca- 
pozalco^  debido  al  arrojo  de  Ilhuiramina,  y  después  de 
tan  completo  triunfo  prosiguieron  la  campaña  hasta  lomar 
á  Azcapozalrn  y  dar  muerte  a  Maxtla  el  año  ce  tecpatl,  que 
corresponde  al  de  ii¿H. 

Con  estos  triunfos  ílió  principio  la  grandeza  mexicana, 
porque  aumentó  esta  nación  su  territorio  con  parte  de  los 
despojos  tcM'panecH  y  se  celtdiró  la  famosa  liga  entre  los 
reyes  de  México,  Texcoco  y  Tlacopún,  segiín  se  dijo  ya. 

Concluida  la  guerra  y  sacudido  el  yugo  por  los  mexica- 
nos, los  Xoclñmilca,  lemei^osos  de  su  engrandecimiento, 
les  manifestaron  de  mil  modos  su  enemistad,  ya  negán- 
doles el  permiso  de  sacar  piedra  para  la  construcción  de  un 
templo,  ya  atacando  y  robando  d  algunos  comerciantes, 


HISTORIA    DK    MÉXICO  43 

por  lo  cual  Itzcoatl  les  declaró  la  guerra,  y  el  valiente 
Ilhuicamina  los  venció  tomando  su  ciudad  de  Xochimilco, 
que  quedó  agregada  al  dominio  aztecatL  Todavía  se  hizo 
otra  guerra  contra  los  habitantes  de  Cuitlahuac,  cuyo  te- 
rritorio se  conquistó,  lo  mismo  que  el  de  Mizquic. 

También  atendió  el  rey  aztecatl  al  embellecimiento  de 
su  capital,  y  así  se  edificaron  los  templos  de  Huitzilopo- 
chtli  y  Cihuacoatl.  Después  de  haber  puesto  los  cimientos 
del  inmenso  poder  aztecatl  y  de  haber  sacado  á  su  pueblo 
de  la  triste  condición  en  que  se  hallaba,  murió  Itzcoatl 
en  el  año  de  1440,  habiendo  reinado  por  espacio  de  trece 
años. 


CAPÍTULO  V 


Elección  de  Motecuhzoma  Ilhuicamina.  — -  Sus  campanas.  —  Inundación 
de  Tenochtitlán.  —  Célebre  carestía  de  víveres.  —  Introdúcese  el  agua 
de  Chapoltepec.  —  Axayacatl.  —  Conquista  deTlatelolco.  —  Tízoc.  ~ 
Ahuizotl.  —  Dedicación  del  templo  mayor.  —  Conquista  de  Quauhte- 
maiian. 


Reunidos  los  electores  para  nombrar  un  nuevo  rey,  fué 
electo  Motecuhzoma  Ilhuicamina^  que  además  de  pertenecer 
á  la  real  estirpe,  se  había  distinguido  extraordinariamente 
en  las  pasadas  guerras  y  que  tenía  a  la  sazón  cuarenta  y 
dos  años  de  edad. 

Popular  por  su  valor  y  sus  virtudes,  fué  reconocido  al 
punto  con  las  mayores  muestras  de  regocijo. 

Aplazó  el  nuevo  monarca  su  coronación  hasta  hacer  una 
campaña  y  tomar  prisioneros  que  fueran  sacrificados  en 
aquella  solemnidad,  y  para  lograr  su  intento  marchó  in- 
mediatamente con  un  regular  ejército  contra  los  chalca,  con 
quenes  todavía  se  hallaba   irritado   por  el  atentado  que 


44  PÉREZ   VEBDÍA 

contra  él  cometieran  cuando  volvía  de  tratar  con  Nezahual- 
coyotl.  Conseguido  su  objeto,  después  de  haberlos  derro- 
tado, volvió  a  su  capital,  donde  se  coronó  entre  crueles 
sacrificios  y  alegres  fiestas. 

Comenzó  Motecuhzoma  su  gobierno  edificando  un  tem- 
plo al  dios  de  la  guerra  en  el  barrio  de  Huitenahuac  ;  pero 
sus  pacíficas  tareas  fueron  turbadas  por  una  nueva  con- 
tienda con  los  belicosos  chalca,  que  por  sus  depredaciones 
obligaron  á  los  mexicanos  á  hacerles  nueva  guerra.  Entre 
los  cerros  de  Cuitlahuacy  Culhuacán  se  dio  la  batalla,  que 
habiendo  durado  hasta  la  noche  quedó  no  obstante  inde- 
cisa y  aplazado  un  nuevo  combate  para  el  quinto  día  si- 
guiente, en  el  cual  los  mexicanos  batieron  de  nuevo  á  los 
chalca  en  Tlapilzahuayán,  derrotándolos  completamente  y 
haciéndoles  quinientos  prisioneros,  que  fueron  inhumana- 
mente sacrificados  de  una  manera  espantosa,  pues  á  fin  de 
hacer  mas  propiciatorio  el  sacrificio,  en  una  hoguera  que 
llamaban  fogón  divino,  los  arrojaban,  y  cuando  estaban 
expirando  les  sacaban  los  corazones  que  ofrecían  palpi- 
tando á  su  ídolo  sangriento. 

Después  fueron  derrotados  los  mexicanos  en  Tlacuilo- 
cán,  donde  cayó  prisionero  Ezuauacatl,  primo  de  Mote- 
cuhzoma^  quien  por  una  de  esas  inexplicables  veleidades, 
fué  proclamado  rey  de  los  chalca,  pero  no  queriendo  per- 
tenecer cí  los  enemigos  de  su  patria,  prefirió  la  muerte  y  se 
suicidó.  Siguió  la  guerra  con  más  ardor,  y  desmoralizados 
los  chalca  por  el  canto  de  unos  buhos  [tecolotl)  que  oye- 
ron en  la  noche,  fueron  al  siguiente  día  completamente  ven- 
cidos en  las  cercanías  de  labarranca  de Cuauhtcxcac,  siendo 
luego  incendiada  su  ciudad  de  Amecamecán,  sobre  cuyas 
ruinas  se  declararon  tributarios  délos  mexicanos. 

Apenas  habían  pasado  las  fiestas  del  triunfo  y  la  con- 
memoración de  los  vahentes  guerreros  muertos  en  aquella 
campaña;  cuando  de  nuevo  se  tomaron  las  armas  para  ir 
á  la  conquista  de  Tepeyacac,   que  fácilmente  se  verificó 


wuflV" 


^«a 


HISTORIA    DE   MÉXICO  45 

tomando  d  un  tiempo  por  asalto  las  ciudades  de  Tepeyac, 
Tecalco,  Caauhtinchán  y  Acatzinco  y  declarándose  tribu- 
tario su  señor  Coyolruec. 

En  1441)  (IX  callj)  á  consecuencia  de  copiosas  lluvias 
subió  tanto  el  nivel  de  las  aguas  del  lago,  que  inundó 
completamente  la  ciudad  de  Tenochtitlán,  de  tal  suerte 
que  sólo  en  canoas  se  podía  transitar  por  las  calles  ;  con 
tal  motivo  Motecuhzoma  ocurrió  al  perito  Nezahualcoyotl, 
que  aconsejó  la  construcción  de  un  gran  dique  que  él 
mismo  trazó  (que  todavía  hoy  se  llama  albarrada  vieja  <\ 
délos  indios)  y  cuya  obrase  empezó  con  tanta  actividad 
que  bien  pronto  llegó  á  tener  tres  leguas  de  larj^o  por 
quince  metros  de  ancho. 

Se  aprovecharon  los  clialca  de  la  consternación  de  los 
Azteca  y  se  insurreccionaron  (l),pero  fueron  de  nuevo  so- 
metidos por  el  valeroso  monarca  que  en  persona  mandó 
el  ejército,  si  bien  tuvo  que  lamentarla  muerte  de  Tla- 
cahuepantzín  y  Tzontemoctzín. 

El  año  siguiente  de  í4ü0  hubo  tan  abundantes  nevadas, 
que  no  sólo  se  perdieron  las  cosechas,  sino  que  cayendo 
constantemente  la  nieve  por  seis  días,  daba  á  los  naturales 
en  las  calles  hasta  las  rodillas,  destruyendo  las  casas  y 
ocasionando  muchas  muertes  y  la  interrupción  <lel  tráfico  y 
comunicaciones. 

Se  repitieron  las  nevadas,  aunque  no  tan  intensas,  en 
los  años  de  1451  y  52  destruyendo  de  nuevo  las  mieses,  y 
al  otro  año  hizo  tan  gran  calor  y  escasearon  de  tal  suerte 
las  lluvias,  que  se  secaron  los  manantiales  y  volvieron  á 
perderse  las  cosechas;  así  es  que  en  1454  tuvo  lugar  una 
escasez  de  víveres  tan  completa,  que  ocasionó  un  hambre 
espantosa,  sin  que  pudiera  evitarla  la  liberalidad  de  Mote- 


(l)  También  á  consecuencia  de  un  terrible  terremoto  que  llenó  de 
consternación  á  Esparta  se  rebeló  Mésenla  por  tercera  vez,  y  levantó  á 
Ytome. 


46  PÉREZ  VERDÍA 

cuhzoma,  de  Nezahualcoyotl  y  de  Totoquihuatzín  que 
abrieron  sus  trojes  y  usaron  dignamente  de  sus  riquezas 
para  aliviar  á  sus  menesterosos  subditos.  Se  Uefj^aron  á 
vender  los  mexicanos  unos  á  otros  por  unos  cualitos  gra- 
nos de  maíz,  por  lo  que  el  rey  mandó  que  esas  ventas  sólo 
fueran  válidas  cuando  se  hicieran  por  quinientas  mazor- 
cas, siendo  hombre,  ó  por  cuatrocientas  si  era  mujer  (1). 

Con  motivo  de  tantas  calamidades,  apelaron  ala  cle- 
mencia délos  dioses,  habiendo  acordado  los  reyes  aliados, 
juntamente  con  los  reyes  de  Tlaxcallan  á  pesar  de  la  opo- 
sición del  sabio  Nezahualcoyotl,  emprender  nuevas  gue- 
rras para  ofrecer  muchos  sacrificios  de  los  prisioneros, 
como  en  efecto  lo  hicieron  ;  y  habiendo  sucedido  año  abun- 
dantísimo, aquellos  supersticiosos  pueblos  lo  atribuyeron 
á  su  sanguinaria  resolución,  por  lo  que  se  hizo  cada  día 
más  sangriento  el  culto  de  su  religión. 

Abundante  en  fenómenos  meteorológicos  y  astronómi- 
cos fué  el  reinado  de  Motecuhzoma,  pues  hubo  además 
un  eclipse  de  sol  y  grandes  huracanes  en  el  mismo  año 
del  hambre,  un  terremoto  en  1460  y  otro  en  1468. 

Se  había  arraigado  tanto  la  ambición  de  poder  y  el 
de  botín  que  á  pesar  de  tantas  calamidades  prosiguieron  sus 
campañas,  conquistando  á  Atotonilco,  señorío  de  Colhua- 
cán,  á  Huaxtecapán  (sobre  las  costas  del  golfo),  Quiahuiz- 
tía,  Cempoalla,  Cuetlaxtla  y  Amilapán  en  las  costas  del 
Golfo,  á  Coixtlahuacan,  Huaxyacac  (Oaxaca)  y  otras  me- 
nos notables. 

Entro  tanto  los  cbalca  que  eran  excesivamente  valerosos 
é  inquietos,  aprehendieron  un  día  á  Moxiuhtlacuiltzín,  hijo 
de  Nezahualcoyotl,  y  algunos  nobles  texcocanos  que  an- 
daban cazando,  é  infamemente  los  asesinaron,  llevando  su 


1'  En  el  sitio  de  Jerusalén  sostenido  por  Tito,  llegaron  á  alimentarse 
con  carne  humana,  y  un  día  que  Simón  de  Giora  visitp  á  una  María,  lo 
recibió  diciéndole  t  comed  »  y  mostrándole  un  pedazo  de  su  propio  hijo. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  4  i 

cnieldail  hasta  salar  el  cuerpo  del  príncipe  y  colg'arlo  en 
una  de  sus  salas  para  detener  en  sus  manos  el  ocote  que 
les  daba  luz  por  las  noches  (1). 

Tan  injusto  proceder  provocó  la  ira  del  ofendido  padre 
y  del  monarca  aztecatl  que  vengo  la  afrenta  venciendo 
completa  y  definitivamente  á  aquellos  turbulentos  y  an- 
tiguos enemigos,  gracias  al  denuedo  del  joven  Axoquetzín 
que  hizo  personalmente  prisionero  al  general  de  los  chalca 
llamado  Contecatl. 

A  principios  dé  14()5  y  por  consejo  de  Nezahualcoyotl, 
el  infatigable  Motecuhzoma  hizo  construir  el  6oa/eyw¿7  ó 
acueducto  que  se  destinaba  para  llevar  á  AK^xico  el  agua 
de  Chapoltepec,  y  al  siguiente  quedó  concluido,  introdu- 
ciéndose el  agua  en  presencia  de  los  reyes  aliados  y  en 
medio  de  grandes  fiestas. 

Instituyó  tribunales  para  la  administración  de  justicia, 
creó  escuelas  en  los  barrios  de  Tenochtitlán,  embellecióla 
ciudad,  edificó  un  nuevo  templo  y  promulgó  leyes  muy  se- 
veras contra  ebrios,  ladrones  y  adúlteros. 

En  1469  murió  Motecuhzoma  Ilhuicamina,  el  más  grande 
de  los  reyes  mexicanos,  y  aunque  fu6  nombrado  en  su  lugar 
su  valeroso  hermano  Tlacaelel^  que  desempeñaba  las  altas 
funciones  de  Cihuacoatl,  rehusó  obstinadamente;  por  lo 
que  eligieron  á  Xx^y^catl  (cara  de  affua)  hijo  de  Atotoztli, 
hija  de  Motecuhzoma  y  de  Tezozomocquelo  era  de  Izcoatl. 

Siguiendo  el  ejemplo  de  su  abuelo,  antes  de  coronarse 
partió  á  la  guerra  de  Tecuantepec  con  el  fin  de  conseguir 
prisioneros  que  sirvieran  de  víctimas  en  la  coronación, 
quedando  desde  esta  vez  con  fuerza  de  ley  esta  bárbara 
costumbre.  Tomó  la  ciudad  de  Tecuantepec,  derrotó  á  sus 


(1)  Valeriano,  emperador  romano,  cuando  murió  en  la  cruel  servidumbre 
de  los  persas,  fué  también  disecado,  y  su  cuerpo  relleno  de  paja  y  teñido 
de  encarnado,  adornó  por  muchos  años,  por  orden  de  Sapor,  el  principal 
de  sus  templos. 


48  PKKEZ    VERDÍA 

defensores,  extendió  su  conquista  hasta  Coalolco  y  volvió 
á  su  capital  á  ceñirse  ól  laurel  de  la  victoria,  á  la  vez  que  la 
corona  real. 

Sujetó  en  seguida  á  los  habitantes  de  CuetlaxtlavToch- 
tepec,  quese  habían  rebelado  y  sometió  á  su  yugo  á  los  de 
Allixco  y  Huetzonzinco ;  pero  la  más  célebre  campaña  que 
tuvo  fué  la  de  Tlatelolco.  Los  habitantes  de  esta  ciudad 
eran,  como  se  ha  dicho,  azteca,  que  disgustados  con  sus 
hermanos  los  fundadores  de  Tenochtitlán  se  separaron  de 
ellos  en  1337  y  fundaron  una  distinta  y  pequeña  monar- 
quía. Gobernando  Moquihuix  que  era  cuñado  de  Axayacatl, 
y  hombre  de  malas  costumbres  y  pérfidas  intenciones, 
pensó  en  hacer  la  guerra  á  México  y  apoderarse  de  la  ciu- 
dad por  sorpresa,  de  suerte  que  confió  el  buen  éxito  al 
secreto,  por  lo  que  con  el  mayor  sigilo  levantó  tropas  y  se 
preparó  para  la  lucha.  El  monarca  aztecatl  fué  perfecta- 
mente informado  de  aquellos  aprestos,  de  modo  que  cuando 
el  tlatelolca  invadió  su  capital  en  una  noche,  al  punto  mi- 
llares de  guerreros  acudieron  al  combate  y  pusieron  en 
fuga  á  los  asaltantes  á  quienes  persiguieron  hasta  su  cercana 
ciudad. 

Exigió  Axayacatl  alsiguiente  día  una  satisfacción,  y  como 
en  vez  de  ella,  recibieron  nuevos  ultrajes  y  aun  fué  asesi- 
nado el  embajador  Cueyatzin,  marchó  con  su  ejército  á 
obtener  la  reparación  apetecida ;  y  después  de  derrotadas 
las  tropas  tlatelolca,  se  refugieron  en  la  plaza  ó  tianquis- 
tli;  pero  como  eran  muy  numerosas,  se  llenó  de  tal  ma- 
nera que  no  se  podían  mover  ni  hacer  maniobra  alguna, 
presentando  un  excelente  blanco  á  sus  contrarios. 

Moquihuix  alentaba  con  fuertes  voces  al  ardor  de  sus 
tropas  desde  la  azotea  del  templo  ó  teocalli,  mas  habiendo 
subido  el  rey  de  los  mexica,  lo  arrojó  desde  aquella  altura, 
muriendo  desquebrajado  entre  los  suyos,  que  desalentados 
con  tal  suceso,  se  rindieron  al  momento.  En  consecuencia 
desapareció  la  monarquía,  quedando  en  lo  sucesivo  Tía- 


'^mmmmij^mmij   ,  u.,!. 


HlSTOnfA  UE   UÉXICiJ  49' 

telolco  como  un  barrio  de  Tenochtilliin,  v  sus  habitantes 
obligados  íí  pajíiir  un  tributo  cada  8(í  díus, 

Tumbíín  construyi'^i  un  nuevo  teocallí,  y  para  adfjuirir 
víclimas  hizo  la  guerra  ;l  Eos  mathi2Írica  prosiguiendo  sus 
conquistas  contra  los  halulantes  de  Malinalco^  de  Malaea- 
pec  y  Coateper. 

En  1478  marrhó  en  unión  de  los  reyes  aliados  Xíqiii- 
pilro  perteneciente  á  los  inatlazinca,  á  quienes  vencieron 
allí :  pero  tuvieron  que  habérselas  con  un  nuevo  ejército 
en  Tlaííotepec.  donde  aunque  también  quedaron  virto- 
riosoa,  estuvo  á  punto  de  perecer  Axayacatl,  pues  ya  estaba 
en  poder  del  guerrero  Tlilcuetzpalin,  cuando  fué  lil>er- 
tado  por  su  escolla,  no  sin  liaber  recibido  una  herida  que 
lo  dej<>  cojo  para  BÍemj*re< 

Aplazó  el  victorioso  monarca  la  celebración  de  su  triunfo 
para  cuando  se  restableciera  de  su  herida,  y  en  efecto  dio 
un  gran  festín  cuando  bubo  sanado,  durante  el  cual 
mandó  malar,  en  presencia  de  los  invitados,  al  valiente 
Tlilcuetzpaliü  y  á  otros  prisioneros.  ¡Tan  avezados  así 
estaban  ¿í  los  espectáculos  de  sangre  {í)l 

Kri  este  tiempo  se  construyeron  la  famosa  piedra  del 
Sol  y  el  ¿onalamaíi,  y  para  solemnizar  su  inauj^u ración, 
se  rompieron  las  bostilidades  con  el  reino  de  Michihuacán 
yendo  :i  invadirlo  con  un  ejército  de  Í2L00O  soldados. 

Cerca  de  Ebcatepec  ios  esperaban  los  micliibuaeanos  en 
nüujero  de  40.000,  así  es  que  se  dio  aUí  un  sangriento 
combate,  en  el  cual,  á  pesar  de  su  valor,  fueron  ente- 
ramente derrolaílos  los  mexica,  que  perdieron  20.000 
hombres.  Después  de  semejante  desastre  y  no  considerán- 
dose fuertes  para  ninguna  otra  expediciónj  pero  siempre 


MJ  En  IM  Xhul-XhhíiA  cuantío  usurpó  el  calKíito  ée  Damasco  hizo  pri- 
sioneros a  cercft  úe  noventa  pnncifm^  de  la  faniiÜJi  de  los  Ojnmiíidas,  y 
haíiiendolos  invltudo  á  comer,  ya  seotado  ík  la  mesa  hhtí  entrar  sifariüs 
quí*  los  asesinaron;  en  se^ida  cubrió  loa  cadiveres  con  una  aifotubrn  y 
se  pnao  á  comer  sobre  ellos. 

4 


50  PÉREZ    VERDÍA 

ansioso  de  vi c Limas  para  inmolarlas  en  la  proyectada  cere- 
monia, se  hizo  la  guerra  dv  casa,  peleando  contra  sus 
propios  stíbditos.  Así  se  logró  aquel  intento  y  se  verificó 
la  dedicación  de  la  gran  piedra  en  1^80. 

Durante  el  reinado  de  Axayacatl,  murieron  el  gran  Ne* 
xaijuaicoyoll  y  ToLoi|UÍhuatzfnj  primer  rey  df3  Tlacopan, 
que  fué  sustituido  por  Cliimaipopoca,  habiendo  habido  dos 
terremotos  y  un  eclipse  loLal  de  sol. 

Dtíspués  de  un  reinado  de  poco  más  de  doce  años  murió 
en  1181  en  las  cercatiías  de  Tenochtitlán,  siendo  inmedia- 
laniente  electo  su  hermano  mayor  Tízoc  Ghalchiuhtlatonac 
{agujerada  con  esmfrraldcu). 

Inmediatamente  anunció  la  guerra  contra  la  provincia 
de  Melztitldn,  destinada  á  tomar  prisioneros:  marchó  con 
su  ejército»  pero  los  de  Melztitlán,  unidos  á  los  huaxtecas, 
dieron  la  batalla  cerc¿i  tle  AtoLonilco,  y  aunque  el  campo 
quedií  por  los  mexica,  en  realidad  fueron  los  que  llevaron 
la  peor  parle,  pues  perdieron  IlíiO  soldados  y  sólo  hicieron 
cuarenta  prisioneros  ;  sin  cniharp^o,  se  declaró  el  triunfo  y 
ae  verílicü  la  coronación  en  medio  de  suntuosas  fiestas. 

En  su  reinado  liizo  la  guerra  á  Cuetlaxtla,  Ahuilizapan 
y  oirás  provincias  de  la  costa  del  Golfo  que  se  habían  re- 
belado, ii  los  matlazinea  y  conquistó  á  Nauthlán  cerca  de 
Panuco,  llevó  sus  armas  contra  los  mixteca,  tzapoteca  y 
otras  poblaciones. 

Kn  1488  derribó  el  templo  deHuitzilopochtli,  para  cons- 
truirlo más  grande  y  suntuoso,  á  cuyo  efecto  dedicó  innu- 
merables operarios,  trabajando  hasta  los  niños. 

En  148G  murió  Tizoc,  envenenado  por  unas  mujeres 
hechiceras j  que  obedecieron  la  orden  que  para  cometer 
tid  crimen  les  diera  Techollala,  señor  de  Ixtapalapán. 

Cuatro  días,  después  de  las  acostumbradas  exequias  se 
procedió  ¿nombrar  nuevo  rey^  recayendo  la  elección  en 
AiiuizoTL  {perro  de  agua  ó  nutria)  hermano  menor  de  los 
dos  ültimos  monarcas. 


HISTORIA   DE  MÉXICQ  51 

Antes  de  coronarse  hizo  la  guerra  á  los  mazahua  y 
los  otonca,  que  no  se  hallaban  bien  con  el  yugo  mexicano, 
derrotándolos,  y  quitándoles  sus  ciudades  de  Xiquipilco, 
Xocotitlán,  Cuacuahcán  y  Cillán  y  penetrando  hasta 
Chiapa,  volvió  á  Tenochtitlán  donde  se  coronó,  sacrificando 
mil  prisioneros. 

Inmediatamente  prosiguió  este  monarca  la  política  con- 
quistadora de  sus  antecesores,  llevando  sus  armas  contra 
Huastecapán,  Xiuhcoatl  y  Tamapochco,  tornando  siempre 
victorioso. 

El  antiguo  templo  mayor  ó  de  Iluitzilopochtli  había  su- 
frido transformaciones  ampüas  en  cada  reinado  :  Mote- 
cuhzoma  lo  reformó,  Axayacatl  aumentó  sus  dimensiones 
y  Tízoc  lo  levantó  desde  sus  cimientos,  sin  que  le  alcanzara 
la  vida  para  verlo  concluido ;  "Ahuizotl  prosiguió  empeño- 
samente Ja  obra  y  en  el  año  segundo  de  su  reinado  (VIII 
acatl)  tuvo  lugar  la  dedicación. 

Para  que  esta  solemnidad  fuera  suntuosa,  se  preparó  de 
antemano,  guardando  los  prisioneros  de  las  ultimas  cam- 
pañas y  los  tributos  de  dos  años ;  se  repusieron  y  adorna- 
ron todos  los  edificios  púbHcos  y  se  invitó  á  todos  los  alia- 
dos y  tributarios  que  tenían  obligación  de  presentarse 
cada  uno  con  cierto  número  de  víctimas  destinadas  al  sa- 
crificio. Asistieron  Nezahualpilli,  rey  de  Texcoco,  Chimal- 
popoca,  rey  de  Tlacopán,  representantes  de  Coanacayahua, 
monarca  de  Michihuacán  y  los  señores  de  Tlaxcalla^ 
Huexotzinco,  CholoUán,  Tecoac,  TfiHhuiquitepec,  Zaca- 
tlán,  Metztitláti  y  otros  muchos. 

Todos  fueron  bien  hospedados  y  atendidos  mientras 
llegó  el  día  de  la  fiesta,  llegado  el  cual  se  prepararon  desde 
que  salió  la  luna;  antes  de  amanecer  se  colocó  la  con- 
currencia compuesta  de  cerca  de  seis  millones  de  personas 
venidas  aun  de  las  más  remotas  tierras,  y  dividida  la 
corte  en  cuatro  grupos,  estando  en  el  primero  y  sobre  el 
teocalli  Ahuizotl,  empezaron  á  sacrificar  en  medio  de  los 


52  P¿UEZ    VERDÍA 

poco  armoniosos  sonidos  de  su  música,  compuesta  del 
teczitli,  que  era  una  especie  de  bocina  ó  corneta  de  hueso, 
el  teponazth  y  tlapanhuehuetl ,  alambores  de  diferentes 
tamaños,  la  ayacachtlió  sonajas,  el  ayotl  ó  hueso  de  tor- 
tuga y  los  cuernos  de  venado  aserrados,  vhlacahuazili . 

Al  salir  el  sol,  Ahuizotl  en  persona  dio  la  señal  del  sacri- 
ficio sacándole  el  corazón  aun  desgraciado,  ofreciéndolo  al 
astro  con  distintas  ceremonias  y  entregándolo  en  seguida  al 
gran  sacerdote  que,  sacudiendo  sangre  por  los  puntos  cardi- 
nales, lo  puso  en  el  centro  de  la  piedra  de  los  sacrificios.  Al 
punto  muchos  sacerdotes,  puestos  en  diferentes  leocallis, 
empezaron  su  tarea  :  los  prisioneros,  formando  una  no  in- 
terrumpida columna  de  cuatro  hombres  de  frente,  se  iban 
acercando  á  los  diversos  mataderos,  siendo  sacrificados  al 
instante  varios  ala  vez;  todo  el  día  duró  tan  espantosa 
carnicería,  y  cuando  por  llegada  la  noche  se  suspendió  la 
ceremonia,  dicen  las  crónicas  que  reyes  y  sacerdotes  esta- 
ban teñidos  en  sangre  con  sus  ropas  como  si  las  hubieran 
lavado  en  escarlata,  siendo  tanta  la  sangre  que  rebosaba 
de  la  plataforma  del  templo,  que  caía 'al  suelo  y  formaba 
mil  arroyos.  Por  cuatro  días  consecutivos  duró  aquel  es- 
pectáculo horrendo,  cuyo  recuerdo  y  simple consideraci^m 
hacen  estremecer  de  espanto. 

El  número  de  víctimas  varía  en  opinión  de  autores  y  aun- 
que Chimalpain  con  otros  autores  lo  suponen  de  SO.fiOÜ, 
las  pinturas  autenticas  (Códices  Telleriano  y  Vaticano)  lo 
fijan  en  20.000,  número  crecidísimo  y  que  revela  todo  el 
fanatismo  de  aquel  pueblo  y  la  barbarie  de  aquella  reh- 
gión  (i). 

A  pesar  de  la  autoridad  que  tienen  las  citadas  pinturas, 
no  es  posible  admitir  el  número  que  señalan,  porque  cons- 


(P  David  quiso  edificar  un  gran  templo  al  Señor  j'  le  fué  prohibido, 
porque  aunque  en  leales  y  justas  guerras,  había  derramado  mucha  sangre; 
y  por  tal  motivo  fué  reservada  esa  satisfacción  al  pacífico  Salomón. 


«I    .1-  fl   ^)í!^^^— — ..         I    .L.      J^i 


lüSTOHiA  DE  u  e:\ico  53 

lando  que  los  sacriHrios  duraron  ruatro  días,  que  durante 
ese  tiempo  se  sacrífk'aba  desalo  la  salida  liasta  la  puc^sta 
del  sol,  13  íiorasj  y  que  sólo  había  cuatro  sacn  filiad  o  res, 
suponiendo  que  únicamente  durara  cinco  minutos  cada 
sacriíido,  no  habría  habido  tiempo  para  aacrííiear  mas  de 
2.4%  liombres.  Aun  en  el  caso  de  íjue  durase  cada  ScHtí- 
licio  menos  de  cinco  minutos,  noes  posible  que  el  niniiero 
de  las  víctimas  liaya  excedido  de  tres  á  cuatro  mih  Tal 
vez  i  as  dos  1  i  guras  xiquipillí  que  equivalen  íí  16,000  re- 
presentadas en  la  pintura,  fueron  puestas  equivocada- 
menle  por  los  copiantes  del  Códice  Vaücann  y  del  lYtlle- 
riano  y  aun  así  lo  hace  suponer  la  circunstancia  de  que  él 
¡nttírpete  del  segundo,  sólo  cuéntalas  cifras  represenladas 
por  las  10  figuran  del  t^ontli,  pues  al  explit-ar  tu[  pintura 
dice  textualmente  :  «  Auo  de  8  cuñas  y  de  1487  de  nuestra 
cuenta,  seacavü  de  perfeccionar  el  Cii  granule  de  Mtíxii'O.  j* 

«  Dizen  los  viejos  que  se  sacrííicaron  en  este  año 
»  4.000  hombres  traydos  de  las  provincias  que  bavían  suje- 
tado por  guerra,  por  cada  ramilo  do  estos  negrillos  que 
están  encima  dan  á  entender  e!  mí  mero  de  iíHí.  a  íLord 
Kingsborougli,  Aítfif/utlics.) 

Con  el  inmenso  número  do  cadítveres,  la  abundancia  de 
sangre^  t|üe  untaron  en  la  mayor  parte  de  los  ediíicif»Sj  y 
la  aglomeración  de  tanla  gente,  laciudail  tom^>  un  as¡>ecto 
horrible  y  se  vif'^  envuelta  en  una  atmósfera  hedionda  y 
mortífera. 

Suceso  (an  extraordinario  se  veriíicó»  el  día  IDde  febrero 
de  \ÍH1, 

Y  como  si  tamañiis  pérdidas  no  satisficieran,  a[ienas 
concluídíL  la  funesta  hecatomhej  se  prosiguieron  las 
guerras  contra  Tehí]oap;ín,  Oztomán,  Chiap;Ln,  Cuauhtla, 
Tecuantepec  y  QuaubtemaHün,  provincias  todsisqui* sujetó 
ií  su  reino^  ayudado  por  los  reyes  aliados  y  por  el  valor  do 
alf,^unos  genenileSj  entre  quienrs  se  dislinguieron  Tiltilt  y 
Moiecuhzoma  Xocoyotzín. 


54  PÉREZ    VERDÍA 

En  tiempo  de  este  monarca  se  descubrieron  algunos 
criaderos  de  cantera,  que  contribuyeron  mucho  al  embe- 
llecimiento de  la  capital;  murió  el  segundo  rey  de  Tlaco- 
pán,  Chimalpopoca,  siendo  nombrado  para  sucederle  Toto  - 
quihuatzín  II;  se  descubrió  la  América  por  Colón^  y  en 
1499  se  verificó  la  segunda  inundación,  á  consecuencia  de 
la  cual  estando  el  monarca  én  un  cuarto  bajo,  en  el  que 
entró  el  torrente  inundádor,  por  salir  violentamente  se 
dio  en  la  frente  un  gran  golpe  en  la  pequeña  puerta,  del 
que  no  llegó  á  sanar  y  le  ocasionó  la  muerte  en  el  año  de 
1502. 


CAPITULO  VI 


Motaciifizama  IL  —  Sus  campañas  y  conquistas.  ^  Su  corU%  —  Siipera- 
üciones  y  presagios.  —  Estado  fn  que  encontrarün  los  espaiiUfics  Jas 
naoiones  <le  Anáhuac.  —  División  terriíorjal,  población  y  cosluiíJires. 


En  SU  lugar  futí  nombradlo  11üteclhzoh\  {señor  sañudo  ?/ 

reapeiabltf)  Xocoyot^jn  [eí  Joven)  que  contaba  entoní-cs 
treinta  y  cuatro  anos  de  edad  v  era  hijo  de  AxayacaLl  que 
le  puso  ese  nombre  en  nicnioria  de  su  ct'debre  abuelo. 

Había  sido  soldado,  y  por  sus  proezas  había  alranzado 
elsupremo  grado  de  tlacoulicalcatl,  y  después  se  había 
entregado  al  sacerdocio^  siendo  a  la  sazón  sumo  ¡íontítice, 
y  como  vivipra  en  una  casa  contigua  al  templo,  el  pueblo 
creía  que  se  comunicaba  con  HuitzilopocliLli,  de  donde  en 
gran  parte  provenía  el  respíUo  con  que  se  le  miraba  (1), 


'  L)  Grande  inñuencía  ha  ejcrchlo  siempre  el  e^ípírítu  religioso,  y  por 
eso  Nuiiía  Püinpilio  hacía  cfenr  á  los  Hoinanos  que  sus  Icycis  se  las  inHju- 
fl.bíi  Im.  niuri  E^crbij  y  SerLono  Io^tli  persuadir  á  ioíj  ospauoles  íjue  su 
car V aulla  blancFi  era  lu encajera  (hi  Díiinti. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  55 

Un  completo  cambio  se  operó  en  Motecuhzoma  con  su 
exaltación  al  trono,  pues  de  humilde  que  era  se  convirtió 
en  soberbio  y  destituyó  de  todos  los  empleos  á  los  que  los 
habían  servido  en  el  reinado  de  su  tíoAhuizoll,  sustituyén- 
dolos con  jóvenes  de  la  nobleza ;  pues  declaró  inhábiles  á  los 
plebeyos,  estableciendo  con  eso  una  verdadera  aristocracia. 

Para  adquirir  prisioneros  á  fin  de  sacrificarlos  en  su 
coronación,  llevó  sus  armas  contra  las  provincias  de  No- 
palla  é  Icpatepec,  á  las  que  venció,  trayendo  multitud  de 
víctimas  destinadas  al  sacrificio. 

Cuatro  días  duraron  las  fiestas  de  la  coronación,  des- 
pués de  los  cuales  se  hizo  una  excursión  á  Atlixco,  que 
como  de  costumbre,  fué  favorable  á  los  mexicanos,  que 
cada  día  más  engreídos  con  sus  triunfos  declararon  en- 
tonces la  guerra  á  Malinal,  señor  de  Tlachquiauhco  en  la 
Mixteca,  sólo  porque  no  quiso  regalar  á  Motecuhzoma  un 
árbol  de  hermosas  llores  que  sólo  él  tenía  y  que  se  llamaba 
tlapalizquixochitl;  habiendo  expiado  con  la  vida  su  im- 
política repulsa. 

En  1504  se  verificó  la  célebre  campaña  de  Tlaxcallán-: 
tiempo  hacía  que  por  motivos  de  rivalidad  se  aborrecían 
ambas  naciones,  y  México,  acostumbrado  á  no  encontrar 
resistencia  en  sus  más  caprichosas  pretensiones,  declaró 
por  fin  la  guerra. 

Un  numeroso  ejército  mandado  por  Tlacahuepán,  her- 
mano del  emperador,  invadió  á  la  república;  pero  los  tlax- 
calteca,  que  estaban  preparados  para  la  lid  con  anticipa- 
ción, opusieron  una  vigorosa  resistencia  cerca  de  Tetella, 
donde  sorprendieron  al  ejército  invasor,  logrando  derro- 
tarlo y  dar  muerte  á  su  valiente  general. 

Profunda  indignación  causó  tan  semejante  fracaso,  así 
es  que  trató  de  repararse  enviando  á  Tlaxcala  nuevas  y 
más  aguerridas  tropas ;  pero  el  valor  de  los  tlaxcalteca  y 
el  sentimiento  de  independencia  que  los  animábales  dieron 
nuevo  triunfo.  ■ 


56  PÉREZ    VERDÍA 

Después  de  estos  desastres  tuvieron  los  mexicanos  que 
sufrir  al  siguiente  año  una  grande  escasez  de  semillas; 
pero  á  pesar  de  eso  emprendieron  guerreras  expediciones 
contra  algunas  provincias  de  Cuauhnelhuatlán,  de  Coaix- 
lahuacán,  de  Zozolla,  de  Huexotzinco,  de  Ixtlán  y  otras, 
que  tuvieron  un  feliz  resultado. 

Reedificó  Motecuhzoma  el  acueducto  de  Chapoltepec,  y 
construyó  un  nuevo  templo  destinado  á  todos  los  dioses  de 
la  tierra,  por  lo  que  le  llamó  Coateocalli,  casa  de  diversos 
dioses. 

,Hizo  todavía  una  tercera  campaña  contra  Tlaxcala  arro- 
jando de  la  provincia  de  Huexotzinco  á  los  guerreros  de 
aquella  república  y  tomando  prisionero  al  famoso  Tlalhui- 
cole,  guerrero  de  hercúlea  fuerza  y  de  prodigioso  valor ; 
fué  llevado  á  México,  donde  se  le  llenó  de  consideraciones 
y  aun  se  le  dio  á  los  pocos  años  el  mando  del  ejército  que 
fué  á  hacer  la  guerra  al  rey  de  Michihuacán,  en  cuya 
campaña  quedó  indeciso  el  triunfo,  y  por  último  pidiendo 
empeñosamente  el  sacrificio  gladiatorio,  único  medio  hon- 
roso que  existía  para  que  un  cautivo  pudiese  volver  á  su 
patria,  se  le  concedió,  y  aunque  mató  á  seis  competidores 
é  hirió  á  veinte,  no  pudo  librarse  de  morir  en  las  san- 
grientas aras  de  Huitzilopochtli. 

Motecuhzoma  cada  día  robustecía  su  tiranía,  ya  man- 
dando que  tollos  los  señores  feudatarios  del  imperio,  por 
lejanos  que  estuviesen,  tuvieran  establecida  casa  en  la  ca- 
pital para  que  allí  quedaran  sus  hijos  en  rehenes  de  su  fide- 
lidad; ya  imponiendo  onerosísimos  tributos  á  sus  subditos; 
ya  haciendo  las  más  injustas  guerras  y  derramando  in- 
útilmente la  sangre  mexicana,  ya  en  fin,  dilapidando  las 
rentas  del  imperio  y  adoptando  un  ceremonial  ominoso  ; 
pues  nadie  podía  entrar  al  palacio  sin  descalzarse,  ni  tam- 
poco permitía  que  nadie  se  le  presentara  con  trajes  lujosos, 
así  es  que  los  nobles  y  señores  tenían  que  cubrir  sus  vis- 
tosas adornos  con  toscas  telas  para  manifestar  su  humilidad 


tú^. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  S7 

y  respeto;  los  que  se  le  presentaban  para  tratar  algún  ne- 
g^ocio,  antes  de  dirigirle  la  palabra,  le  hacían  tres  profundas 
caravanas  ditiendole  con  reverencia  TVa/oawz  (señor),  AV 
tlatoani  (señor  mío)  y  Ilueitlatoani  (gran  señor).  Le 
hablaban  sin  levantar  los  ojos  á  verlo,  y  al  retirarse  les  era 
prohibido  darle  hrespalda  ni  por  un  iqstante,  porque  cual- 
quiera desacato  lo  castigaba  con  pena  de  muerte  (1). 

Sus  palacios  eran  suntuosos  ;  el  en  que  habitaba  era  una 
reunión  vasta  de  edificios  de  piedra  y  tetzontli  adornados 
con  mármol  y  tecalli,  en  cuya  fachada  se  halhiban  esculpi- 
das sus  armas  reales,  que  consistían  en  una  águila  con  un 
tigre  entre  las  garras.  En  el  interior  había  tres  grandísimos 
patios,  más  ile  cien  salones,  otros  tantos  baños  con  jardines 
y  todo  género  de  adornos  de  oro,  plata,  tapicería  de  algodón 
y  de  mosaico  de  plumas,  pieles,  llores  y  perfumes.  En  su 
servicio  tenía  destinadas  á  tres  mil  personas  y  su  trato 
correspondía  á  tal  magnificencia ;  se  bañaba  diariamente 
y  se  cambiaba  ropa  cuatro  veces,  sin  volverse  á  poner  la 
que  una  vez  había  usado,  que  se  distribuía  entre  sus  ser- 
vidores ;  comía  al  medio  día  y  cenaba  al  anochecer  :  en 
una  gran  mesa  cubierta  con  manteles  muy  finos  de  blan- 
quísimo algodón,  se  le  ponían  hastíi  cien  viandas,  cada 
una  en  un  braserito  para  que  no  se  enfriase.  El  rey,  sen- 
tado en  un  muUido  almohadón,  señalaba  con  una  varita 
lie  oro  los  manjares  que  deseaba,  permaneciendo  en  pie 
entre  tanto,  el  mayordomo,  las  esposas,  los  bufones  y  los 
músicos ;  la  loza  era  de  barro  de  Cholula,  con  excepción 
de  las  copas  y  vasijaá  que  eran  de  oro  y  plata,  sirviéndole 
la  mesa  trescientos  jóvenes. 


(1;  Deyoces  6  Deyoceto,  legislador  do  los  laedus  y  fmid.ulor  t\v  la  mo- 
narquía medo-bactriaria  eii  el  siglo  viii  a.  J.,  ediíicó  la  ciudad  de  Kcbataua, 
ciñéndola  de  siete  murallas,  y  posesionado  del  mando  absoluto  pslableeió 
mi  gobierno  tan  despt'dico  (|ue  encerrado  en  su  serrallo  Jio  se  dejal)a  ver 
siao  de  los  oficialc-s  del  palacio,  á  quienes  debía  dirigirse  el  que  tuviese 
negocio,  y  castigaba  con  la  muerte  al  que  reía,  óescupía  en  su  presencia. 


58  n\nt¿  verdía 

Toriíu  ademiís  pal  arios  para  recreo  en  Chapo!  te  per,  para 
bíiljítar  en  sus  ilueloE»,  para  cada  uno  do  los  reyes  aliados  y 
para  sus  liuóspedes  noliles ;  pero  entre  todos  ellos  se  dis- 
tinguía su  maE;:ní(iua  casa  de  fieras.  Era  ésta  un  grande  edi- 
lirio  €on  un  hermí>so  patio  y  <*uatro  íiepartamentos;  en  el 
[írinie/'o  tenía  todos  los  cuadrúpedos  fero<;es  i:onocidos  en 
Anáhuac,  como  tigres,  leones,  lobos,  etc.,  que  estaban  en 
jaulíis  de  madera,  y  d  los  cuales  liaban  de  comer  liebres, 
venados,  techíchis,  y  los  intestinos  de  las  victimas;  en  el 
seg^undo  se  encontraban  todas  las  aves  de  rapiña,  á  las  que 
se  liaban  de  comer  oOü  guajolotes  diarios  ]  en  el  terrero 
estaban  las  serpientes  y  ríe  más  re  p  til  es ,  y  en  el  cuarto  los 
aníibios  de  iodos  géneros,  que  al  efecto  se  {guardaban  en 
adecuados  estanques, 

A  más  lie  esto,  tenfii  otra  casa  Av  aves  de  todas  especies, 
á  las  que  se  alimentaban  con  granos^  moscas,  insectos  y 
peces,  siendo  tantas,  que  para  dar  de  comer  sólo  á  lasque 
por  su  naturaleza  se  alimentaban  de  peces,  se  empleaban 
diez  g'randes  canastos  «üarifjs. 

Tenía  también  un  verdadero  jardín  de  aclimatación,  en 
el  que  conservaba  las  plantas  más  raras  y  diversas^  y  una 
casa  de  bombres  deformes,  dedicando  á  más  de  quinientos 
sirvientes»  pai'a  el  cuidado  de  estos  museos» 

Mc^tocuhJíoma,  que  era  profundamente  supersticioso, 
pasó  sus  ültimus  años  af^obiado  por  los  más  desconsrda- 
dores  presentimientos  ;  pues  recordando  las  profecías  de 
QuetzHÍcoatl,  de  que  babrian  de  llegar  del  Oriente  bomhres 
blancos  á  enseñorearse  de  la  tierra,  creyó  que  era  llegado 
el  üeujpo  de  su  cumplimiento  por  los  inu<djos  agiierosque 
entonces  se  lucieron.  Hubo  en  esle  reinado  dos  eclipses  de 
sol  y  aparecieron  dos  cometa^  en  liU6  et  1318  ;  se  sintió 
un  fuerte  terremoto  y  se  vio  en  el  ano  de  13i0  por  mu- 
chas noclies  consecutivas  una  gran  luz  por  el  Oriente  en 
forma  ile  nubeluminosap 

Atemorizado  con  este  fenómeno   llamó  Motecuhzoma  al 


HISTORIA   DE   MÉXICO  59 

sabio  Nezahualpilli  para  que  le  diera  la  explicación  del  su- 
ceso, que  fué  interpretado  por  el  rey  de  Texcoco  como  la 
señal  de  que  poco  tiempo  debían  durar  con  el  mando  sobe- 
rano, pues  habrían  de  ser  despojados  por  hombres  extra- 
ños. Fué  tanto  el  asombro  que  causó  esta  explicación  al 
rey  mexicano,  que  Nezahualpilli  le  ofre<!Íó  demostrarle  su 
exactitud,  apelando  al  éxito  en  una  partida  de  juego  de  pe- 
lota, pues  convendría  en  que  era  falsa  su  profecía  siempre 
que  en  ella  fuera  vencido  por  el  aztecatl;  pero  tan  seguro 
estaba  de  que  era  verdad  cuanto  había  pronosticado,  que  en 
caso  de  perder  la  partida  se  obligaba á  ceder  su  propia  co- 
rona de  Acolhuacán  en  favor  de  Motecuhzoma.  Aceptada 
la  idea,  el  éxito  del  juego  fué  favorable  á  la  funesta  inter- 
pretación, con  lo  que  quedó  profundamente  abatido  el 
supersticioso  rey. 

Plenamente  comprobado  este  hecho  por  las  pinturas  y 
las  más  respetables  tradiciones  y  autoridades,  aunque  á 
primera  vista  parece  increíble,  no  hay  razón  alguna  para 
tenerlo  portal,  pues  como  ya  en  1509  había  desembarcado 
en  Darién  Alonso  de  Ojeda,  y  se  habían  ya  tenido  algunos 
combates  en  el  continente  entre  europeos  y  americanos,  lo 
más  natural  era  que  por  medio  de  los  mercaderes  de  las 
provincias  de  Quauhtemallan,  Xoconochco  y  Yucatán,  hu- 
biesen llegado  ciertos  rumores  á  los  oídos  del  rey  de 
Texcoco,  y  aun  á  los  de  muchos  indígenas  que,  debido  á 
esto,  extendieron  en  forma  de  pron<>sticos  aquellas  vagas 
noticias. 

Desde  entonces  fueron  tomados  todos  los  fenómenos  que 
no  podían  explicar,  como  anuncios  de  la  ruina  de  aquellas 
naciones,  y  así  se  consideró  la  caída  de  una  gran  piedni, 
que  no  debe  haber  sido  otra  cosa  que  un  aerolito  ;  el  in- 
cendio de  las  torres  del  templo  y  otros  sucesos  que  indu- 
dablemente deben  colocarse  entro  las  posteriores  inven- 
ciones de  la  gente  crédula. 

Otro  de  los  sucesos  notables  que  en   aquella  época    se 


60  PiiUKZ    VERDÍA 

verificó,  fué  el  de  la  resurrección  de  la  princesa  Papanlzín, 
hermana  de  Motecuhzoma  y  viuda  del  gobernador  deTla- 
telolco.  Habiendo  muerto  a  fines  de  1509,  fué  sepultada 
con  la  mayor  pompa  en  una.  cueva  ó  gruta. que  estaba  en 
el  jardín  de  su  palacio  ;  pero  al  siguiente  día  una  niña  pe- 
queña d  quien  la  princesa  le  habló  cuando  pasaba  por  el 
jardín,  fué  por  encargo  suyo  á  hablarle  á  su  madre  dicién- 
dole  que  le  hablaba  Papantzín ;  ella  no  creía  lo  que  su 
hija  le  contaba,  pues  le  decía  que  la  víspera  la  habían  en- 
terrado ;  pero  por  complacerla  fué  al  lugar  de  su  sepulcro 
y  cayó  desmayada  de  sorpresa  al  verla  sentada  sobre  uno 
de  los  escalones  del  estanque.  Ocurrió  gente,  y  después 
que  llamaron  á  Nezahualpilli  y  á  Motecuhzoma,  les  refirió' 
que  tan  luego  como  perdió  elsentido  se  encontró  en  una  gran 
llanura,  en  medio  de  la  cual  estaba  un  camino  con  divei^sos 
senderos,  un  uno  de  cuyos  lados  corría  un  gran  río.  Que 
al  quererse  arrojar  á  sus  aguas  se  le  presentó  un  joven 
vestido  con  un  ropaje  largo,  blanco  como  la  nieve  y  bri- 
llante como  el  sol,  con  dos  alas  de  hermosas  plumas  y  con 
tina  señal  (la  de  la  cruz)  en  la  frente,  quien  tomándola  de 
la  mano  le  dijo  .  «Detente,  aun  no  es  tiempo  de  pasar 
este  río  »,  y  llevándola  por  las  orillas  vio  en  ellas  muchos 
cráneos  y  oyó  muchos  quejidos  ;que  entonces  volvió  los 
ojos  ;í  un  lado  y  vio  varios  barcos  con  hombres  blancos, 
barbudos  y  que  tenían  estandartes  en  las  manos.  Que  en 
ese  instante  le  dijo  el  joven  :  «  Dios  que  te  ama  aunque  no 
le  conoces,  quiere  que  vivas  para  que  veas  lo  que  va  á 
suceder;  los  clamores  que  has  escuchado  son  de  tus  ante- 
pasados que  se  hallan  atormentados  por  sus  culpas,  y  los 
hombres  que  ves,  son  los  que  llegarán  á  estos  países  y  se 
harán  dueños  de  ellos,  trayendo  la  noticia  del  verdadero 
Dios.  x\sí  que  concluya  la  guerra,  tú  serás  la  primera  que 
recibas  elbaño  quelava  los  pecados.  »  Desapareció  el  joven 
y  que  se  encontró  ella  vuelta  á  la  vida. 

Crece  lo  maravilloso  de  este  suceso,  al  saberse  que  posi- 


kr 


■^wff^^^^^^^p»=ii^  mi  mm\  mtfmí  ^t» 


HISTORIA    DK    MÉXICO  61 

livamente  la  princesa  fué  la  primera  que  se  bautizó  en 
Tlatelolco  recibiendo  el  nombre  de  doña  María  Papanfzín; 
pero  es  probable  que  á  un  caso  de  catalepsia,  interpretado 
antes  déla  conquista,  se  le  hayan  añadido  detalles  ron  pos- 
terioridad. Religiosos  é  indígenas  en  pleno  siglo  XVI ! ! ! 

Semejantes  interpretaciones  que  corroboraban  las  pro- 
fecías antiguas  de  Quetzalcoal,  ejercieron  en  el  ánimo  su- 
persticioso del  monarca  la  imis  funesta  influencia,  por  lo 
que  no  se  consideró  capaz  de  contrariar  la  voluntad  de  los 
dioses,  y  de  esta  suerte  no  opuso  á  los  conquistadores  la 
resistencia  que  debía  y  que  por  entonces  habría  hecho 
fracasar  el  intento  de  Hernán  Cortés. 

Los  últimos  sucesos  de  la  historia  antigua  están  tan  li- 
gados con  los  de  la  conquista,  que  los  reservo  para  cuando 
de  ella  trate  y  antes  voy  á  dar  una  idea  de  los  otros  pue- 
blos que  habitaban  en  la  república,  así  como  de  sus  usos, 
costumbres,  división  geográfica  y  poblaci(»n. 

A  la  llegada  de  los  conquistadores  en  el  territorio  <le  la 
República  Mexicana  enccmtraron  el  floreciente  imperio 
íiztecatl;  que  con  los  reinos  de  Acolhuacán  y  Tlacopán,  las 
repúblicas  de  Tlaxcala,  Cholola  y  Huexotzinco  y  el  señorío 
de  Metztitlán,  formaba  el  país  de  Anáhuac  que  lindaba  por 
el  Norte  con  las  tribus  bárbaras  de  los  otomíes  lí  otonca  y 
de  los  chichimeca;  al  Sur  c(m  las  aguas  riel  Océano  Pací- 
fico ;  al  Sur  Este  con  las  provincias  de  Xoconochco  y 
Quauhtemallán;  al  Oriente  con  el  Golfo  y  provincias  de 
Coatzacoalco,  y  al  Occidente  con  el  reino  de  Michihuacán. 

Al  occidente  del  ZacatoUánse  hallaba  el  reino  de  los  ta- 
rascos llamado  Michihuacán,  y  más  al  Occidente  aún,  lin- 
dando con  los  mares  en  que  se  oculta  el  sol,  estaba  el  reino 
de  Xalisco  ó  monarquía  chimalhuácana  con  sus  diferentes 
tactoanazgos  independientes. 

Esta  vasta  extensión  territorial,  en  la  que  se  hacen  sen- 
tir las  variaciones  del  clima,  desde  el  de  tierra  caliente  en 
las  costas,  hasta  el  de  la  tierra  fría,  en    la  mesa  central. 


62  PÉREZ    VKRDÍA 

está  recorrida  por  la  sierra  madre  que  prolongándose  hacía 
la  América  meridional,  va  á  formar  la  cordillera  de  los 
Andes, 

En  esa  sierra  descuellan  por  su  altura  el  Popocatepetl 
{cerro  humeante)  que  mide  sobre  el  nivel  del  mar  5.420  me- 
tros ;  el  Citlatepetl  {montaña  reluciente),  4.910 ;  el  Ixtazi- 
huatl  {mujer  blanca)  5.295  ;  el  Poyauhtecatl  ó  Pico  de 
Orizaba;  el  Nappateuctli  (montaña  cuadrada) ;  el  MaildL' 
cueye  (en  aguas  verdes) ;  el  Xinantecatl  (Tolocan) ;  el  Teut- 
zón  ;  el  Tochtian  y  el  Coliman. 

Riegan  sus  vegas  los  ríos  de  Papaloapan  (de  las  mari- 
posas), CfKiLzíicoalco  {donde  se  oculta  la  serpiente)  y 
Cliiapan  (Grijalva),  que  desembocan  en  el  Golfo,  y  los  de 
TeeuanLepef,  Xopes,  Zacatolan,  de  Tololotlán  que  llevan 
sus  aguas  al  Pacífico  :  contándose  entre  los  principales 
lagos  loa  de  Texrnco,  Tenochtitlán,  Chalco,  Xaltocán  y 
Tzompango  en  el  valle  de  México;  el  de  Tochtlán  en  las 
re^íiones  fiel  r.nal^acoalco,  el  de  Tamiagua  en  Veracruz,  el 
de  Pátzruaro  en  Michihuacán  y  el  deChapallan  en  sus  lin- 
deros con  Xa  I  i  SCO, 

La  población  í[utí  se  coataba  entonces  no  b^'aba  de  diez 
y  seis  millones,  que  fueron  reduciéndose  hasta  la  tercera 
parte  en  tiempos  poco  posteriores,  á  consecuencia  de  las 
guerras  de  la  conquista,  délos  muchos  que  murieron  por 
el  trabajo  excesivo  que  en  las  minas  les  imponían  los  con- 
quisraí lores  ;  de  los  muchos  que  se  remontaron  á  las  sierras 
portal  (le  conservar  sulibertad,yfinalmentepor  los  grandes 
desastres  que  causaron  en  la  raza  indígena  las  terribles 
epidemias  del  matlazahuatl  (1). 


{i)  E^^J  ores  rmiy  autorizados  aseguran  que  la  población  no  podía  pasar 
de  dos  milloneíí,  íundándose  en  el  atraso  en  que  se  encontraba  la  agricul- 
nra  que  no  permitía  pur  eso  sustentar  á  mayor  número ;  pero  no  sólo 
daa  leslimonro  de  mí  aserción  los  conquistadores  y  los  misioneros,  de 
uíitre  (imcnes  úmcíimeiitó  el  P.  Motolinía  bautizó  á  400.000  indios  sino 
también  las  pintura,  aileca,  pues  la  matrícula  de  los  tributos  revel'a  una 


j^"..  .-E¿; 


HISTORIA   DE  MÉXICO  63 

La  Providencia  prodigó  sus  dones  al  continente  ameri- 
cano de  tal  suerte,  que  no  sólo  dióle  un  clima  benigno  y 
variado,  propio  para  todo  género  de  seres,  un  cielo  azul  y 
transparente,  cristalinos  lagos,  ríos  caudalosos  adecuables 
a  la  navegación  y  fértilísimas  tierras,  sino  que  encubrió  en 
su  seno  los  más  ricos  tesoros  y  en  su  superficie  colocó  una 
abundante  fauna  y  hermosos  y  variados  bosques,  cual  en 
ninguna  otra  parte  del  mundo  se  conocen. 

Es  indudable  que  en  un  principio  existieron  en  México 
los  animales  domésticos  que  tanto  sirven  á  la  humanidad, 
y  que  por  falta  de  cuidado  y  ^e  aprecio  se  destruyera  su 
especie  por  los  animales  carniceros,  pues  existen  en  el  museo 
maxilares  y  otros  huesos  de  caballos,  toros  y  llamas  fósiles, 
pero  en  los  tiempos  de  que  se  trata  sólo  se  conocían  el 
perro  (techichi),  el  mono  {osojñatli),  el  tigre  {ocelotl),  el 
león  {miztli),  el  venado  (y/mra//),  el  zorrillo  [epatt),  el  co- 
nejo (tochtU)^  la  liebre  [citli)^  el  armadillo  {asotochtli)^ 
el  gato  monUís  (pachulí),  el  camaleón  (tapayaxin)^  el 
tlacuatsin,  el  jabalí  [coyamett],  el  tcaleoyotl,  la  marta 
{ocotochtlt),  el  coyotly  el  lobo  (cuetlachtl)^  el  tapir,  la  ar- 
dilla (calfechalote),  la  totzan,  el  cacomixtle  y  otros.  Entre 
las  aves  las  principales  eran  el  águila,  el  cuervo,  el  gavilán, 
el  halcón,  el  perico,  la  garza,  la  codorniz,  la  perdiz,  el 
avión,  la  urraca,  el  faisán,  el  colibrí,  el  pavo,  el  carpin- 
tero, la  chachalaca,  el  tordo,  el  cisne,  el  pelícano,  el  buho, 
la  grulla,  la  golondrina,  el  ánsar,  la  lechuza,  el  pato,  el 
avestruz,  el  saltapared,  el  aura  y  otras  muchas,  distinguién- 
dose por  su  canto  notable,  el  incomparable  cenzontle  {cen- 
zontlatolli^  cuatrocientas  voces),  el  jilguero,  el  clarín  de 
las  selvas,  lajcalandria,  el  gorrión,  el  cuitlacochi,  el  mirlo 


crecidísima  poWación.  Además  los  mexicanos  cranexcesivamonte  frugales 
y  todavía  hoyen  las  campanas  de  1861  y  1813  pudo  notarse  que  mientras 
los  soldados  del  Gobierno  no  podían  vivir  ni  una  semana  en  número  de 
mil,  los  indios  seis  veces  más  numerosos  vivían  por  meses  enteros  sin 
más  alimento  que  algunos  puñados  de  maíz  asado. 


Ü4  VÉWEZ    VERÜÍA 

[el  chif¡uínwlli)  y  la  paltinia  en  sus  jiiuclms  varietKailos.  A 
los  peoes  Je  mar  llamahaR  tlaratnaehí  ó  peces  ^^TanJes  y 
para  alimento  usaban  las  anguiJas  (coamic/it),  la  Loriuga 
(chimalmiclii),  el  toclttmirkt  ú  ave  pez;  ^\  papaitmiichi  ó 
pex  mariposa ;  el  í7/////o//  y\  pcsraílí»  lilani."o;  el  topoUi,  el 
vajjre  ;  el  michcacuan  Ó  tobara!,  etc- 

Abundaban  las  maderas  preciosas  siemlo  las  más  usuales 
la  de  bíS  (irbules  de  pino,  sauce,  encina,  fresno,  niígal, 
r(d)lej  ebanoj  abeto,  ciprés,  ccdm,  mezquite,  caolia,  lina- 
toéj  palo  dulce,  grariadillo,  ceiba,  tepehuaje,  anacahuite, 
c  i  rimo  y  ahuohuete  y  por  sus  flores  apreciaban  los  indí- 
genas el  yubíXücbiLl,  /7or  dei  coracon  ó  magnolia ^  el 
lloripondio,  el  Labacliín,  el  ^^oalxonlecoxocbtl  ó  cabesa  de 
víbora,  eí  oreloxocliitl  u  flor  def  tigre^  el  rcmpaxocliill  ó 
fíor  del  cetiienterio^  el  cacaloxucbitl  *'t  ffor  del  enervo,  el 
izquixoc'luU,  el  xiloxnrbfl,  e!  macpaxocliill  y  otras. 

Ltis  mexti'anns  eultivaban  el  maíz  (cenili),  el  frijol  (//^/), 
el  cacao  {carahuail),  el  tdiile,  el  tomate,  el  t^itomate»  la 
chía,  la  vainilla,  el  algodón,  c!  chayóle  y  su  raíz,  la  calabaza, 
la  (^eboUaj  el  ajo  y  otros  menos  importantes,  y  entre  las 
frutas  indígenas  se  cuentan  el  coco,  el  ddlil,  el  piñ()n,  el 
plílíaníij  la  nuez,  la  ciruela,  el  arrayán,  la  guaya¡Ki.  el 
aliuaraie,  el  niamey^  el  Izapote  bbmco,  negro,  cbico¿!:a¡jole 
y  mebm  zapote,  la  pina,  la  chirimoya,  la  anona,  el  capulín, 
el  ahuilole,  el  juaijuiniquil,  el  liuamúchil,  el  mezquite,  el 
cacaliuate,  el  nancbe,  e!  tej ocote,  el  jocuixtlej  el  cauíote, 
la  xicama,  la  pitajaya,  la  pitaluiya  y  las  muchas  variedades 
de  luna. 

Para  sus  comidas  usaban  además  Ja  sal  [istafi),  el  fe- 
fjuixquül^  la  miel  de  abejas,  x icoles  y  avispas,  v  del  ma- 
guey {metí),  así  como  el  aziícar  que  extraían  de  las  cañas 
de  maíz  y  de  alguna  otra  especial. 

Se  componían  las  comidas  de  los  nobles  de  diversas 
chifles  de  tortillas  de  masa  de  maíz  sola  ó  amasada  con 
huevos  ó  con  miel;  de  unos  bollos  u  panes  abojaldrados ; 


.^H 


JT^;  " 


HISTORIA    DE   MÉXICO  65 

(le  tamales  de  muy  variados  modos ;  de  asados  de  pavo,  co- 
dorniz, venado,  liebre,  etc.;  de  empanadas    de  diversas 
aves ;  de  gui'sos  de  pepian,  de  ihimoUi  y  de  ohilli ;  de  pes- 
cados con  chile  amarillo  ó  colorado  y  tómales  ;  de  ranas 
con  chile  verde  ;  ajolotes  con  chile  amarillo  ;  de  Iiormigas 
con  chiltepictl ;  de  langostas  y  gusanos  de  maguey  con 
chilltecpimolli ;  de  camarones  con  tomates;  de  pescados 
grandes  en  salsa;  de  frijoles,  xilotes,   camotes  cocidos, 
atole,  necuatole  ó  sea  atole  con  miel,  cuauhuexatolh  ó 
atole  con  harina  y  tequesquite;  cacao  hecho  con  miel  de 
abejas,  con  veinacasíli  ó  con  llilxochitl  ó  vainilla,  etc. 
Se  alumbraban  con  rajas  de  ocote  y  con  teas  ó  velas 
de  la  cera  ó  goma  llamada  copalli  en  las  casas  de  los  ricos. 
En  las  habitaciones  de  la  clase  acomodada,  que  estaban 
todas  alfombradas  con  esteras,  y   tápeles  de  pieles  y  de 
plumas,  había  cómodos  icpalli  forrados  de  mantas  de  (do- 
lores, doseles  de  pluma,  cíjimas  formadas  por  esteras  enci- 
madas,  mosquiteros  ó   sopladores    de   plumas  vistosas, 
tinajas  de  piedra  ó  barro  para  guardar  el  agua,  vasijas  y 
loza,  metates,  jicaras,  tecomates  y  otros  varios  utensilios. 
Se  servían  del  tabaco  {ijetl) ;  del  papel  {amatl),  que  fa- 
bricaban de  las  fibras  del  maguey  para  pintar  sus  jeroglí- 
fleos  y  para  diversos  adornos;  del  ulli  ó  goma  elástica  y 
del  ámbar. 

A  fin  de  producir  las  tinturas  con  que  pintaban  sus 
trajes,  casas  y  adornos,  se  valían  para  dar  el  color  rojo  de 
la  cochinilla,  de  la  grana  silvestre  y  del  palo  Brasil;  para 
dar  el  amarillo  claro  de  unas  hierbas  y  de  una  piedra  molida 
llamada  tecocauitl:  para  el  azul  oscuro  del  xiuhqui- 
hxiitl,  y  para  el  claro  de  unas  flores  de  ese  color;  para 
el  blanco  del  tizate:  para  el  morado  de  la  grana  mez- 
clada con  alumbre,  etc. 

Usaban  del  oro  que  sacaban  de  las  provincias  de  la 
Mixleca,  de  los  cohuixcos  y  de  los  zapoteca,  así  tarabicn 
como  lo  recogían  en  grano  de  las  arenas  de  algunos  ríos; 

5 


66  fBiiEz  smúÍÁ. 

iiíi  la  plalii^  del  tuLre,  ili-l  esUiño,  ilel  plomo,  del  azogue 
y  de  alj;uni>s  otros  metales;  sirviéiiílosc  para  sus  adornos 
de  píetlnis  preitiosas  que  había  en  alíuijdancia,  como  la 
amatista,  la  esmera Kla  (queísalítlll],  el  rubí  {tlapalteoxi- 
huitl),  e\  u\ni\i\  {{¿uettalilsepíollüíli),  las  turquesas  [teoxi- 
huill)t  el  zaliro  {xiuhmal¿alixt/¿\  el  cristal  de  roca 
{íühuilotl),  las  sanguinarias  {e.sie(i)  y  piedras  verdes 
(cha/chihu/i/);  así  como  de  Uermosas  perlas  á  que  llama- 
ban epiolotti  V  %UA  t^íiniK 

En  general  los  mexicanos  eran  ile  buena  índole  y  buenas 
costumbres  5  enemigos  del  embuste  y  de  la  embriaguez, 
les  destruían  sus  rasas  a  lus  que  se  excedían  en  la  beliida 
de  licores,  manifestando  con  eso  í|ue  los  creían  indignos 
de  vivir  en  sociedad.  Kran  humanos,  laboriosos,  inteli- 
gentes y  aptos  para  todas  las  artes ;  tenían  en  grande  es- 
tima el  matrinionio  y  les  era  prohibida  la  poligamia, 
aunque  los  reyes  y  grandes  señores  tenían  muchas  espo- 
sas (1) ;  educaban  A  sus  lujos  con  esmero  inculcándoles 
buenas  ¡deas  y  acostumbrándolus  al  trabajo.  Todavía  hoy 
sus  descendientes  tienen  una  constíincia  y  resignación  he- 
roicas :  son  fieles  en  sus  afectos,  aunque  muy  suspicaces 
y  deseen  fiados,  muy  apegados  a  sus  custumbres  y  á  sus 
usos,  bj  que  les  impide  el  progreso ;  no  se  distinguen  por 
su  inventiva,  pero  son  habilísimos  para  imitar;  discurren 
con  solidez  sí  bien  con  tardanza  y  de  imaginación. 

Los  hombres  usaban  un  traje  formado  de  tres  piezas:  la 
manta  ó  tilmaUique  era  una  tela  cuadrangular  que  por 
uno  de  sus  extremos  se  ataban  al  pecho  ó  al  cuello,  cayen- 
do en  derredor  del  cuerpo  hasta  las  pantorrillas ;  el 
niaxtlatl  ó  faja,  con  la  cual  se  liaban  las  caderas  cayendo 


(li  En  E^íiplu  in  poligamia  perra itiilji  por  la  Ify  no  existía  sino  en  la 
CürlCj  pues  toílos  los  püpir^■^^  demoticos  contemporáneos  muestran  ;\  los 
egíi>cioa  del  pueblo  como  luuuogamoa*    ñevue  éf/t/plologique^   !'•  année,. 


HISTORIA    DB   MÉXICO  67 

SUS  puntas  anudadas  por  detrás  y  por  delante,  y  los  caclli 
ó  zapatos,  que  consistían  en  suelas  de  cuero  aladas  á  los 
pies  por  correas.  Las  mujeres  se  vestían  con  un  liuipilli  6 
camisas  sin  mangas  que  les  bajaban  hasta  las  piernas, 
poniéndose  unos  encima  de  otros,  lodos  distintos  y  unos 
más  largos  que  los  demás  para  dejar  ver  las  labores  de  di- 
versos colores  que  cada  uno  tenía ;  con  unas  enaguas  ó 
cueitl  que  les  llegaban  á  los  tobillos,  y  los  cactli.  Sus 
leyes  suntuarias  prohibían  á  los  plebeyos  usar  otras  telas 
que  las  hechas  con  pita  ó  algodón  basto,  y  determinaban 
los  colores,  finura  de  los  tejidos  y  adornos  que  debían 
emplearse  por  cada  una  de  las  clases  de  la  nobleza.  Los 
señores  se  ataviaban  con  unas  dos  borlas  de  plumas  guar- 
necidas con  oro  que  traían  atadas  á  los  cabellos  y  con  un 
gran  plumaje  en  la  espalda ;  en  los  brazos  se  ponían  ajor- 
cas de  oro,  en  el  cuello  sartales  de  piedras  preciosas  y 
perlas;  en  la  nariz  y  las  orejas  turquesas  y  argollas  de  oro, 
bandas  de  plumas  en  el  pecho,  y  en  las  piernas  grebas  ó 
armaduras  delgadas  de  oro  que  les  cubrían  de  la  rodilla 
hasta  el  pie.  Las  señoras  peinaban  sus  cabellos  con  piedras 
preciosas,  usaban  ricos  brazaletes  y  collares,  y  solían  pin- 
tarse la  cara  con  rojo  ó  amarillo,  los  dientes  con  grana, 
lo  mismo  que  el  pecho  y  las  manos,  y  con  negro  los  pies, 
y  usaban  muchos  perfumes. 

Eran  muy  diestros  en  diversas  artes  y  así  tejían  mai^ní- 
íicas  telas  de  algodón  de  distintos  gruesos  y  colbres  ;  ha- 
cían otras  telas  de  pelo  de  conejo  y  primorosos  mosaicos 
de  plumas  de  diferentes  colores  ;  esculpían  admirablemente 
la  piedra  y  la  cantera  á  pesar  de  que  no  conocían  el  uso 
del  fierro,  el  cual  suplían  con  instrumentos  de  piedra  y  de 
cobre,  y  con  el  uso  del  esmeril  trabajaban  las  maderas; 
hacían  empleando  el  torno  muy  buenos  y  bonitos  trastos  de 
distintos  barros,  aunque  sin  usar  del  vidriado  que  descono- 
cían, curtían  perfectamente  las  pieles  y  trabajaban  con  esme- 
ro el  oro  y  la  plata  puliendo  además  las  piedras  preciosas. 


68  PÉREZ   VERDÍA 

En  arquitectura,  aunque  no  conocían  las  puertas  de 
madera,  que  suplían  con  esteras,  ni  el  uso  de  los  arcos, 
estaban  sin  embargo  muy  adelantados,  y  de  ello  dan 
prueba  los  magníficos  edificios  que  encontraron  los  con- 
quistadores y  que  tanto  asombro  les  causaron,  pues  refie- 
ren que  muchos  había  tan  grandes,  y  con  tantas  estancias, 
aposentos  y  jardines,  que  se  cansaban  de  recorrerlos 
antes  que  los  hubieran  acaljadu  de  ver,  teniendo  salas  tan 
espaciosas  que  en  alguna  de  ellas  cabían  tros  mil  personas, 
y  sus  azoteas  eran  lan  grandes,  que  bien  pudieran  correr 
treinta  hombres  á  caliallo. 

Todos  sus  edificios  eran  de  terrado  y  los  templos  y  pa- 
lacios do  cantería  y  tctzontle,  las  paredes  bien  encala díis 
las  adui'naban  con  mfínnol,  Lecalli,  piedras  pret'iusas, 
jaspes,  lelas  de  algodón,  esteras  y  pieles,  cubriendo  el  pa- 
vimento con  vistosas  esteras  de  pítima  dé  colores  y  con 
iinospefafL 

En  lo  que  parece  fuera  de  duda  que  se  fiallaban  bien 
atrasados,  era  en  las  bellas  artes;  pues  su  miísiia  era  mo- 
nótona y  poco  armoniosa,  su  pintura  muy  imperfecta  y  la 
encantadora  poesía  contaba  con  pocos  adeptos,  al  grado 
que  apenas  lian  llegado  á  nosotros  dos  ú  tres  odas  que 
revelan  una  literatura  incipiente. 

En  cuanto  áciencias,  cultivábanla  astronomía,  que  como 
todos  los  pueblos  antiguos,  confundían  con  la  astrologfa 
judiciaria,  y  se  liallaban  tan  adelantados  que  gracias  á 
ella  medían  el  tiempo  con  mas  perfección  f¡ue  los  europeos 
sus  contemporáneos,  siendo  digno  de  notarse  que  cuando 
los  conquistadores  llegaron  al  país,  en  su  cómputo  iban 
atrasadlos  cerca  de  diez  días  respecto  deí  verdadero  tiempo, 
mi  en  tras  que  I  os  azteca  sólo  lo  estaban  en  unas  cuan  tas  horas* 

Aplicaban  también  la  medicina,  valiéndose  para  su 
ejercicio  del  conocimiento  que  tenían  de  las  virtudes  de  las 
plantas,  d  diferencia  de  los  primitivos  chichimeca,  que 
cuando  el  enfermo  no  sanaba  en  tres  ó  cuatro  días,  sus 


HISTORIA   DE   MÉXICO  69 

parientes  mismos  lo  traspasaban  la  garganta  con  una 
flecha  para  que  ya  no  sufriera  la  enfermedad,  y  los  mexi- 
canos ejercían  además  la  cirugía  produciendo  al  paciente 
la  anestesia  durante  varias  horas  con  el  zumo  de  la  man- 
dragora y  otras  plantas. 

Ejercían  el  comercio,  que  tenían  por  una  honrosa  profe- 
sión, y  al  efecto  celebraban  cada  cinco  días  ó  fin  de  semana 
el  tiarif/uixtli  ó  mercado,  en  donde  so  reunían  de  dife- 
rentes partes  en  una  inmensa  plaza  rodeada  de  portales, 
50  ó  60.000  personas  y  en  el  resto  de  la  semana  20  ó  2o. 000. 
En  un  lado  de  la  plaza  se  colocaban  los  que  vendían  oro, 
plata,  cobre,  plomo,  junto  á  éstos  los  que  vendían  piedras 
preciosas,  después  seguían  los  expendedores  de  cuentas  y 
espejos,  de  obsidiana,  luego  los  que  tenían  plumas  y  pena- 
chos^ seguíanles  los  que  tenían  espadas  y  navajas  de  pe- 
dernal, luego  los  que  proveían  de  mantas  y  tejidos  de  algo- 
dón, de  pita  ó  de  pelo  de  conejo  con  trajes  diversos,  ade- 
lante los  que  fabricaban  calzado  ó  cactli^  que  eran  unas 
sandalias  de  cuero  estando  las  muy  finas  forradas  de  algo- 
dón de  colores  adornadas  de  oro  ;  en  una  parte  estaba  el 
algodón,  en  otra  el  maí?  y  demás  granos  que  servían  para 
la  alimentación,  en  distinto  lugar  los  conejos,  los  ciervos, 
codornices,  liebres,  patos  y  gansos,  en  seguida  huevos, 
miel,  etc.,  más  adelante  vino,  en  otra  parte  verduras,  cerca 
de  allí  las  flores,  en  seguida  las  hierbas  medicinales,  des- 
pués las  maderas,  cal  y  materias  de  construcción  y  así  todas 
las  cosas  en  el  mayor  orden. 

Presidía  el  mercado  un  funcionario  público  que  velaba 
por  la  exactitud  de  las  pesas  y  medidas,  el  cumplimiento 
de  las  transacciones  y  el  buen  orden  de  los  concurrentes  ; 
y  para  sus  ventas,  fuera  del  uso  de  las  permutas,  que  era 
el  mils  general,  se  valían  de  los  grandes  granos  de  cacao  (1) 

(1)  Parece  que  el  valor  de  12)  granos  grandes  equivalían  á  un  real  an- 
tiguo ó  sea  10  á  un  centavo,  segíin  observaron  algunos  viajeros  contem- 
poráneos de  la  conquista 


-J^.: 


70  PÉREZ    VÉRDÍA 

y  Je  la  alít tendrá  llamada  patlaclitü,  reservando  para  la 
compra  de  objetos  de  miís  subido  precio  las  mantas  de  algo- 
dón denominadas  cuaclitH  ó  patolcuachlli  y  los  cañones 
IrasparenLes  de  plumas  de  ave  llenos  de  polvo  de  oro  que 
de  esa  suerte  hacían  las  veces  de  la  moneda ,  llegando  algu- 
nos iiistoriadores  a  afirmar,  í^ue  también  empleaban,  si 
bien  en  reducida  cantidad,  unas  piececillas  de  bronce  que 
designaban  con  el  nombre  de  thachco,  de  donde  se  derivó 
nuestra  palabra  tlaco. 

Los  comerciantes  en  grupos  numerosos,  se  trasladaban 
con  sus  efectos  llevados  en  hnacallís  por  los  cargadores  6 
t amanes j  de  un  lugar  á  otro,  pues  en  cada  ciudad  eltian^ 
ffuis  ó  tianr/uixtlí  era  en  diverso  día,  y  eran  notables  los 
de  Tenoclititlán,  Texcoco,  Tlaxcala,  Choluca  y  Huexot- 
2Íneo. 

Sus  ciudades  eran  hermosas^  con  las  calles  amplias  y 
bien  orientadas,  llamando  la  atención  las  de  México,  que 
por  estar  edilicado  sóbrelas  aguas  del  lago,  las  más  eranla 
mitad  de  terrado  y  la  otra  mitad  de  agua,  por  cuyo  motivo 
a  la  vez  que  se  transitaba  en  ellas,  mucbísímas  canoas  na- 
vegaban, por  lo  que  se  llamó  por  algunos  europeos  la  Ve- 
necia  americana,  que  contaba  una  población  de  más  de 
3Ü0.OO0  habitantes. 


CAPITULO  Vil 


Oonlrilmcioneh,  líUomü  y  Fldigión.  —  Organización  soíiiil  y  política. 
El  TlacntecucÜí.  —  El  Cihuacoatl  y  el  Tlfitocíln,  —  El  ejército. 


Para  los  gastos  de  la  adminiBtracidn  piibliea  se  destina- 
ban 1  os  tributos  f|ue  consistían,  ora  en  servicios  perso- 
nales, ora  en  cierta  cantidail  de  producios,  adornos,  ú  ob- 
jetos de  valor  que  pagaba  cada  pueblo  en  armonía  con  sus 


HISTORIA    DE   MÉXICO  71 

riquezas  y  producciones,  y  así  unos  pueblos  suministraban 
algodón,  otros  maíz,  estos  madera,  aquéllos  mantas,  etc. ; 
pero  con  tal  abundancia,  que  según  la  matrícula  de  los  tri- 
butos se  percibían  1.328  000  mantas  de  todas  clases; 
72.000  maxtlall ;  96.000  huipilli,  4.000  cargas  de  algodón  ; 
108.000  fanegas  de  maíz;  90.000  de  frijol;  90.000  de  chía; 
683  armaduras  de  diversas  clases;  más  de  3.000  manojos 
de  plumas  de  quetzalli,  verdes,  coloradas  y  azules,  y  más  de 
24.000  manojos  de  plumas  chicas  de  colores;  1.600  cargas 
de  chilli ;  2.000  panes  de  sal  blanca  ;  1.200  vigas  grandes; 
1.200  tablas,  i. 200  morillos,  1.200  cargas  de  leña  ; 
80.000  otates  para  lanzas  y  80.000  más  pequeños  para 
flechas;  800  pieles  de  venado  y  40  de  tigre;  8.000  cargas 
de  tabaco;  320.000  pliegos  de  papel  de  colores;  6.400  ji- 
caras de  diversos  colores^  800  tecomates  y  800  vasijas  ó 
jarros  de  piedra  y  de  barro  ;  4.000  equipales  y  petates; 
200  cacaxtles;  y  además  grana,  ámbar,  copal,  hule  y  otras 
resinas  y  frutos,  en  grandes  cantidades.  Generalmente  el 
tributo  so  pagaba  cada  ochenta  días,  poro  muchos  pueblos 
lo  hacían  una  ó  dos  veces  al  año  según  lo  habían  pactado 
al  tiempo  de  someterse. 

Ante  tales  impuestos  que  eran  recogidos  por  los  cal- 
pixque y  distribuidos  por  el  cihuacoatl,  no  se  sabe  qué 
admirar  más,  si  la  riqueza  y  variedad  de  los  productos,  que 
revela  ya  un  grado  superior  de  cultura  en  aquel  pueblo,  ó 
el  espantoso  despotismo  que  significa  tan  onerosa  contribu- 
ción, que  mientras  se  consumía  en  el  lujo  refinado  de  la 
corte,  se  producía  trabajosamente  por  un  pueblo  agobiado 
y  condenado  á  sufrir  y  trabajar  incesantemente  para  sus 
gobernantes! 

El  idioma  que  se  hablaba  en  la  mesa  central  de  Anáhuac 
que  se  extiende  hasta  las  riberas  del  río  Tololotlán  y  la 
monarquía  chimalhuacana,  y  por  el  Golfo  hasta  las  costas, 
era  el  náhuatl,  aunque  en  diferentes  dialectos  y  de  dife- 
rentes modos,  pues  ciertos  pueblos  lo  hablaban  como  can- 


■  --.^     m-. 


72  PÉREZ    VERDÍA 

tando,  algunos  como  gimiendo  y  otros  como  llorando ; 
pero  había  otras  lenguas  abundantes.  Los  habitantes  de 
Míchihuacán  hablaban  el  tarasco ;  los  de  Yucatán  el  mai/a ; 
el  otomi,  los  de  Tolocan ;  los  de  Oaxaca  el  sapoteco-inix- 
teco  y  chotal ;  los  de  Chiapas  y  Tabasco  eltzendal,  el  cha- 
paneco  y  el  zoque,  los  de  Sinaloa  el  cahitas,  el  mago  y  el 
yaquiy  y  en  otras  partes  el  pirirido,  el  cora,,  el  mixteco^ 
el  totonaco,  el  hia^uty  el  perictí,  el  guaycura  y  el  co- 
cAzmi' pudiendo  clasificarse  en  11  familias  las  lenguas  del 
país,  35  idiomas  y  85  dialectos. 

La  religión  de  aquellos  pueblos  era  la  idolatría  ;  creían 
en  la  existencia  de  un  Ser  supremo  llamado  Teotl  y  á 
quien  por  juzgarlo  incomprehensible,  no  lo  representaban 
de  ningún  modo ;  pero  deificando  sus  distintos  atributos, 
adoraban  á  trece  dioses  principales. 

La  teogonia  nahoa  fué  sufriendo  algunos  cambios  según 
las  diferentes  épocas  y  los  diversos  pueblos.  En  un  prin- 
cipio, reconociendo  la  existencia  de  un  ser  creador,  ante- 
rior á  todas  las  cosas,  como  causa  primera,  adoraron  al  sol 
suponiéndole  tal  carácter  y  llamándole  Ometecuhtli,  que 
quiere  decir  señor  dos,  porque  comprendiendo  la  idea  de 
la  unidad  del  dios  creador,  supusieron  que  en  sí  mismo 
tenía  el  germen  de  la  reproducción,  representada  en  la  na- 
turaleza por  la  dualidad  de  los  sexos.  El  mismo  sol  ome- 
tecuhtli, considerado  como  la  primera  creación  de  sí 
mismo,  era  llamado  Tonacatecuhtli,  señor  de  nuestracarne 
ó  señor  que  nos  alimenta,  porque  el  astro  del  día  vivífica 
con  sus  rayos,  atribuyéndole  en  ese  concepto  por  esposa  á 
Tonacacihuatl,  la  tierra,  de  cuya  unión  nacieron  Quetzal- 
coatl,  la  estrella  vespertina  y  Tezcatlipocíí,  la  luna.  Seis- 
cientos años  después,  por  acuerdo  de  los  dioses  fué  creado 
el  fuego  y  más  tarde  un  hombre  y  una  mujer  denominados 
Cipactli  y  Oxomoco  que  formaron  los  días  del  tonalamatl 
y  fueron  el  tronco  de  la  hi^manidad.  Además  llamaban  al 
sol  Tonaliuh  cuando  lo  consideraban  simplemente  como 


HISTORIA    DE   MÉXICO  73 

astro;  Tzontemoc,  el  que  cayó  de  cabeza,  cuando  va  á 
ocullarse^en  el  horizonte  ;  y  MietlantecuhlU  ó  señor  de  los 
muertos,  cuando  había  ya  desaparecido  después  del  ocaso, 
por  suponer  que  al  ponerse  por  las  tardes,  iba  á  alumbrar 
á  los  muertos. 

HuiTZiLOPOCHTLi  {izquierda  de  pluma  de  colibrí)  era  su 
dios  principal  y  la  deidad  más  sanguinaria  del  nuevo 
mundo.  Se  llamaba  también  Mexitu  ó  dios  de  la  guerra  y  lo 
suponían  nacido  de  Coatlicue,  joven  doncella  que  al  estar 
barriendo  el  templo  de  Coatepec  en  la  antigua  Tolhin,  vio 
caer  del  techo  una  bola  de  plumas  de  colibrí,  la  cual 
guardó  en  su  seno,  en  cuya  virtud  dio  á  luz  al  dios,  que 
tenía  la  pierna  izquierda  muy  delgada  y  cubierta  de  plumas 
de  colibrí. 

El  ídolo  que  lo  representaba,  era  de  madera,  de  gran 
tamaño;  tenía  la  forma  de  un  hombre  sentado  sobre  un 
escaño  de  color  azul,  para  denotar  que  el  cielo  le  servía  de 
asiento. 

Las  otras  divinidades  eran  (Ahuacoatl  <>  Coatlicué, 
madre  y  señora  de  los  dioses  :  Tezcatupoca  {espejo  relu- 
ciente), dios  creador;  Tlaloc,  dios  del  agua ;  Tonatiüh,  el 
sol  ;  Metztli,  la  luna  ;  Qcetzalcoatl,  dios  del  aire  ; 
XiüUTEL'CTLi,  divinidad  de  la  hierba ;  Ce.nteotl,  diosa  del  maíz ; 
MixcoATL,  de  lacaza;XrPE,  dTosdelas  minas;  Xicateuhctli, 
del  comercio;  Mictlatelctli  y  Mitlanciulatl  su  esposa, 
dioses  del  infierno. 

Á  más  de  éstos  había  otros  muchos  de  menor  impor- 
tancia y  aun  cada  familia  tenía  sus  idolillos  ó  lares  y  pe- 
nates, que  llamaban  Tepitoton  ó  dioses  chicos. 

Siendo  aquellas  naciones  profundamente  religiosas,  para 
darles  culto  tenían  edificados  innumerables  templos,  pues 
sólo  en  Tenochtitlíín  hábia  300  teocaíU  (casa  de  dios)  y 
140  santuarios  ó  capillas. 

El  principal  era  el  de  Huitzilopochtli  que  consistía  en 
una  gran  cerca  ó  muro  cuadrado  [coatepantlí),  hecho  de 


74  PÉREZ   VERDÍA 

piedras  con  figuras  labradas  de  serpiente,  y  cuya  cerca 
tenía  cuatro  grandes  puertas  en  dirección  de  los  puntos 
cardinales,  de  cuyas  puertas  salían  unas  calzadas  de  una  y 
dos  leguas,  en  dirección  de  Tlacopan,  de  Tepeyacac,  de 
Coyohuacán  y  de  la  costa  de  la  isla  donde  terminaba  la 
ciudad. 

En  el  centro  estaba  una  gran  plataforma  ó  meseta  cua- 
drangular  de  cuatro  metros  de  altura,  á  la  que  se  subía 
por  una  sola  escalera  ancha  y  encima  de  tal  plataforma  se 
hallaba  otra  menos  extensa,  pues  dejaba  al  rededor  una 
faja  ó  grada  algo  ancha,  y  así  sucesivamente  hasta  el 
último  piso  que  era  el  cuarto  en  el  que  estaban  dos  capillas 
de  dos  cuerpos  de  altura,  hallándose  en  una  Huitzilo- 
pochtli  y  en  la  otra  Tezcatlipoca ;  entre  las  dos,  y  muy 
cerca  de  la  orilla  de  la  grada  se  veía  la  piedra  de  los  sacriii- 
cios  itechcatl).  A  la  parte  superior  se  subía  por  dos  esca- 
leras que  comunicaban  los  diferentes  cuerpos  ó  pisos  y  que 
tenían  cada  una  la  mitad  de  la  anchura  de  la  anterior,  á 
cuyo  pie  estaban  los  dos  grandes  braseros  en  que  sin  cesar 
ardía  el  fuego  sagrado  que  se  renovaba  al  principio  de  cada 
siglo.  El  patio  enlosado  con  bruñidas  piedras  servía  para 
las  ceremonias  y  fiestas  y  había  en  él  otros  muchos  teocalli 
menores,  fuentes  para  los  lavatorios,  salas  para  los  sacer- 
dotes y  almacenes  de  guerreras  armas  y  vestiduras. 

Frente  á  la  torre  del  teocalli  se  hallaba  el  famoso  Tzom- 
pantli,  que  era  una  barda  de  70  vigas  clavadas  en  el  suelo 
á  distancia  como  de  un  metro  unas  do  otras  ;  en  los  extre- 
mos había  dos  torrecillas  cubiertas  de  calaveras  humanas 
y  atravesadas  de  las  vigas  de  arriba  á  abajo,  una  porción 
de  varas  en  las  que  estaban  ensartadas  muchísimas  calave- 
ras, que  se  reponían  según  se  iban  descomponiendo,  y  en 
tan  gran  número,  que  testigo  presencial  hay  (Andrés  de 
Tapia)  ¡  que  afirma  haber  contado  ciento  treinta  y  seis  mil 
cabezas ! 

Honraban  á  sus  ídolos  con  sangrientos  sacrificios,  pues 


T7*^ 


HISTORIA    DE   MÉXICO  75 

aunque  el  culto  do  los  lolteca  consistía  en  ofrendas  de 
flores  y  resinas  aromáticas,  al  que  los  chichimeca  añadieron 
el  sacrificio  do  codornices  y  otras  aves,  los  azteca  fueron 
los  primeros  que  derramaron  la  sangre  humana  en  aras  de 
sus  dioses,  y  tal  costumbre  probablemente  la  tomaron  de 
los  asiáticos  en  los  más  remotos  tiempos  (1). 

A)  Por  más  repugnantes  que  parezcan  los  sacriücios  humanos  de  los 
azt<*ca,  hay  necesidad  de  considerarlos  en  sus  justos  límites.  Fenelón 
decía  que  mejor  quisiera  vivir  en  donde  se  blasfemara  de  Dios,  que  en 
donde  para  nada  se  hablara  de  Él,  pensamiento  que  el  señor  Orozco  y 
Berra  manifíesta  al  decir  que  prefiere  la  víctima  humana,  á  la  ausencia 
de  Dios  y  de  su  altar,  en  el  sistema  del  ateo. 

Los  sacrificios  azteca  no  eran  el  resultado  del  salvajismo,  del  instinto 
sanguinario  ó  de  la  falta  de  ideas,  sino  por  el  contrario,  emanaban  de 
una  exaltación  de  los  principios  religiosos,  del  fanatismo,  y  por  eso  Mo- 
lecühzoma  11  le  explicó  á  Cortés  la  razón  del  sacrificio  diciéndole :  «Nos- 
otros tenemos  derecho  de  quitar  la  vida  á  nuestros  enemigos ;  podemos 
matarlos  en  el  calor  de  la  accií'm,  como  vosotn)S  hacéis  con  los  nuestros. 
¿  Y  por  qué  no  podremos  reservarlos  para  honrar  con  su  muerte  á  nues- 
tros ílioses?  »  De  suerte  que  de  la  falsa  idea  que  tenían  de  la  guerra  y 
de  la  religión,  provino  tan  detestable  prúotira.  ni  mas  ni  menos  que  eomo 
resi»t*oto  A  la  libertad  sucedió  éntrelos  romanos,  que  sosteniendo  el  prin- 
cipio de  que  si  podían  matar  en  la  gqerra  ií  sus  enemigos,  con  mucha 
niíU  razón  podían  hacerlos  esclavos,  fomentaron  y  legalizaron  la  escla- 
vitud, que  si  bien  no  ataca  el  derecho  de  vida,  destruye  el  de  libertad, 
que  por  ser  resultado  de  la  naturaleza  es  tan  sagrado  como  aquel. 

Por  otra  parte,  los  sacrificios  humanos  han  sido  practicados  por  casi 
todas  las  naciones  de  la  tierra  y  a<í  dice  César  Canta  :  <t  La  mayor  part<* 
de  los  pueblos  han  inmolado  víctimas  humanas.  Fenicios,  o^npcios,  árabes, 
cananeos,  habitantes  de  Tiro  y  de  Cartago,  persas,  atenienses,  lacedemo- 
nios,  jónicos,  todos  los  griegos  del  continente  y  de  las  islas,  romanos, 
antiguos  bretones,  hispanos,  galos ;  todos  han  estado  igualmente  sumer- 
gidos en  esta  horrible  preocupación.  » 

Los  mismos  israelitas  llegaron  á  inmolar  víctimas  humanas  y  aun  Jepté 
sacrificó  á  su  propia  hija ;  los  druidas  sacrificaban  hombres  en  las  Gallas 
y  la  Bretaña  y  en  fin,  escribe  Scherr  en  su  obra  Gemíanla  ó  dos  mil  años 
de  Historia  alemana  :  «  Pero  es  indubitable  también  que  los  altares  de  los 
dioses  germanos  se  humedecían  con  sangre  humana ;  Tácito  confirma 
terminantemente  los  sacrificios  entre  los  semmones,  queruscos  y  her- 
munduros  y  la  misma  veracidad  tienen  otros  testimonios  antiguos,  que 
prueban  tan  terrible  fanatismo  entre  los  godos,  sajones,  francos,  turingios 
y  frisones.  Sin  embargo,  la  costumbre  del  sacrificio  humano  se  ha  con- 
servado más  tiempo  entre  los  germanos  escandinavos  que  entre  los  ale- 


%/ 


76  PÉREZ    VERDÍA 

Tenían  cinco  especies  de  sacrificios,  el  ordinario  de  ex- 
tracción, en  el  cual  cinco  sacerdotes  llamados  chachal* 
meca,  colocaban  á  la  víctima  sobre  la  piedra  de  los  sacri- 
ficios, techcatly  y  el  sexto  .ó  sumo  pontífice  á  quien 
Ua^naban  fo/?e7/5t7i,  le  arrancaba  el  corazón  con  una  filosa 
navaja  de  pedernal  y  levantándole  en  alto  lo  ofrecía  al  sol 
y  lo  llevaba  á  los  pies  del  ídolo,  entre  tanto  los  chachal- 
meca  recogían  la  sangre  en  grandes  vasos,  con  la  cual  el 
topiltsín  untaba  la  boca  del  dios  y  hacía  los  usuales 
asperges,  arrojando  de  un  puntapié  el  cadáver  de  la  víc- 
tima por  las  gradas  del  templo,  el  cual  era  recogido  por  el 
dueño  si  era  esclavo,  ó  por  el  que  lo  hubiese  aprehendido 
si  era  prisionero,  quien  comía  parte  de  él  en  señal  mís- 
tica, pues  la  víctima  se  santificaba. 

El  gladiatorio,  que  sólo  tenía  lugar  con  los  prisioneros 
de  guerra,  y  que  consistía  en  una  lucha  entre  la  víctima 
que  estaba  atada  de  un  pie  en  el  centro  de  una  gran  piedra 
redonda  llamaba  /ewa/aca^/,  y  el  que  la  había  aprisionado 
y  que  paleaba  libremente ;  si  la  víctima  era  vencida  se 
daban  distintivos  honoríficos  al  vencedor ;  y  si  éste  era  el 
que  sucumbía,  se  emprendía  nueva  lucha  con  otro  guerrero, 
necesitándose  que  el  prisionero  venciera  á  otros  seis  para 
que  pudiera  conquistar  su  libertad,  entendiéndose  vencido 


manes.  La  fiesta  anual  de  la  gran  diosa  de  la  tierra  Nerthus,  descrita  por 
Tácito,  terminaba  con  el  sacrificio  de  todos  los  esclavos  que  desempeña- 
ban el  servicio  santo,  considerado  como  culto  secreto.  La  saxork  corría 
EN  abundancia  CU  cl  sucrificio  de  las  grandes  fiestas  de  nuestros  antepa- 
sados, sobre  todo  en  la  época  de  los  solsticios  de  invierno  y  de  verano.  » 
(Barcelona,  1882,  pág.  39. . 

Por  tanto  el  principio  bárbaro  del  sacrificio  humano,  ha  sido  comiin  á 
todas  las  naciones,  por  lo  que  el  hecho  de  ser  niíis  frecuente  entre  los 
azteca  no  es  sino  una  circunstancia  agravante.  Hay  además  que  consi- 
derar que  no  conocían  la  religión  revelada  ni  menos  la  filosofía  cris- 
tiana ;  pero  que  en  sus  costumbres  jamás  usaban  ni  aun  por  vía  de  pena 
los  suplicios  y  tormentos.  Estas  mismas  ideas  han  emitido  eruditamente 
los  señores  licenciados  don  J.  Fernando  Ramírez,  don  Manuel  Orozco  y 
Berra  y  el  doctor  don  Agustín  Rivera. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  77 

el  primero  que  fuera  herido^  el  cual  inmediatamente  era 
llevado  al  techcatl  donde  se  le  sacaba  el  corazón. 

El  de  degollación  consistía  en  cortarle  la  cabeza  a  la  víc- 
tima sobre  el  cuauhxicalli  (vaso  de  las  águilas),  que  era 
una  pileta  de  piedra  labrada,  y  una  vez  hecho  esto,  le  ex- 
traían el  corazón  y  lo  ofrecían  del  modo  ordinario. 

£1  de  saetas,  usado  sólo  en  Cuauhtitlán,  consistía  en  ex- 
poner d  las  víctimas  atadas  ante  una  muchedumbre  que 
disparaba  sobre  ellas  sus  flechas,  después  de  lo  cual  los  sa- 
cerdotes les  sacaban  el  corazón  como  siempre  ;  y  el  del 
fuego,  que  consistía  en  arrojar  á  los  desgraciados  en  un 
gran  fogón  y  sacarles  después  el  corazón. 

Estos  corazones  unas  veces  los  quemaban,  otras  los  en- 
terraban, algunas  se  los  comían  y  otras  por  íin  los  conser- 
vaban. No  sabiéndose  cual  era  el  número  de  las  víctimas 
que  anualmente  se  sacrificaban,  se  han  emitido  diversos 
pareceres,  pues  mientras  fray  Bartolomé  de  Las  Casas  lo 
fija  en  un  centenar,  el  señor  Zumárraga  cree  que  era  de 
20.000.  Las  bases  que  pueden  servir  para  apreciar  ese  nú- 
mero son  las  siguientes  :  se  sacrificaban  todos  los  prisio- 
neros de  guerra  y  en  las  campañas  se  prefería  tomar  cau- 
tivos, que  herir  ó  matar;  los  mexicanos  casi  siempre 
estaban  en  guerras  por  sus  conquistas,  y  cuando  estaban 
en  paz,  hacían  lo  que  llamaban  guerra  florida,  que  era 
una  campaña  pactada  con  el  único  fin  de  tener  prisioneros, 
entre  México,  Tlaxcala,  Cholula  y  Iluexotzinco ;  hay  que 
añadir  los  que  se  inmolaban  en  la  coronación  de  los  reyes 
y  los  esclavos  que  se  sacrificaban. 

Los  sacerdotes  se  pintaban  el  rostro  y  cuerpo  de  negro, 
asaban  la  cabellera  larga  y  enmarañada  recogida  por  una 
correa  con  adornos  de  papel  de  colores  y  vestían  según  las 
ceremonias,  mantos  blancos  con  figuras  negras  ;  eran  muy 
observantes  de  sus  ritos,  grandes  penitentes  que  se  impo- 
níanlos más  dolorosos  suplicios,  y  eran  muy  respetados  é 
influentes  en  la  sociedad. 


78  PÉRKZ    VERDIA 

Dábanles  á  sus  dioses  culto  también  con  danzas  y  fiestas, 
procesiones  y  cantos  sagrados.  Oraban  en  los  templos  con 
gran  reverencia  sentados  en  cuclillas,  que  era  la  mejor  y 
más  humilde  posición;  ayunaban  en  algunos  meses  del  año, 
y  hacían  atroces  penitencias,  que  consistían  en  horadarse 
con  una  espina  de  maguey  la  lengua,  las  narices,  laspan- 
torrillas  ú  otras  partes  sensibles  del  cuerpo  y  pasarse  por 
tal  agujero  cordeles  de  veinte,  cincuenta  ó  más  metros, 
según  la  gravedad  y  devoción. 

Finalmente  acostumbraban  algunos  ritos  y  ceremonias 
que,  siendo  enteramente  gentiles,  tenían  mucha  semejanza 
con  los  sacramentos  del  bautismo,  de  la  penitencia  y  de  la 
comunión,  en  la  Iglesia  calóhca :  pero  entre  sus  leyendas 
fabulosas  y  tradiciones,  merece  especial  mención  la  del  fa- 
moso QUETZALCOATL. 

Por  los  siglos  X  ü  XI  aparecieron  por  las  costas  de  Panuco 
unos  hombres  blancos,  barbudos  y  con  trajes  talares,  ma- 
nifestando intenciones  pacíficas,  de  suerte  que  fueron  bien 
recibidos.  Se  internaron  en  el  país  y  llegaron  al  reino  de 
ToUan,  en  cuya  ciudad  se  establecieron,  siendo  el  jefe  y 
señor  de  ellos  Quetzacoatl,  hombre  blanco,  alto  de  cuerpo, 
de  ancha  frente,  grandes  ojos,  barba  cerrada  y  larga  ca- 
bellera negra.  Casto,  amantísimo  de  la  paz,  justiciero, 
sabio  y  prudente,  les  enseñó  á  labrar  los  metales,  á  culti- 
var mejor  la  tierra  y  á  usar  de  otras  industrias  descono- 
cidas, predicándoles  una  nueva  religión,  inspirándoles 
amor  á  sus  semejantes,  penitencia  y  la  práctica  de  las  vir- 
tudes. 

Por  sus  doctrinas,  por  su  conducta  y  por  su  saber  alcanza 
una  gran  popularidad  entre  una  considerable  parte  de  la 
población,  y  así  fué  que  vivió  algunos  años  estimado  y  en 
la  opulencia;  pero  después  por  una  reacción  del  culto- 
antiguo,  fué  perseguido  y  salió  de  Tollan  quemando  su 
casa  y  ocultando  sus  riquezas,  se  dirigió  á  CholoUan  donde 
estuvo  algún  tiempo,  partiendo  después  de  una  manera 


HISTORIA  DK   MÉXICO  79 

misteriosa  para  Yucatán  donde  fué  conocido  con  el  nombre 
de  Kukulcán  (1). 

Entonces  fué  deificado  por  aquellos  pueblos  á  quienes 
se  había  mostrado  como  civilizador  enseñándoles  artes 
vUiles,  como  pontífice  de  una  nueva  religión,  y  principal- 
mente como  profeta,  pues  anunció  que  con  el  tiempo  ven- 
drfan  del  Oriente  hombres  blancos  y  barbudos  que  des- 
truirían la  independencia  de  las  naciones  existentes  y  las 
conquistarían  irremisiblemente,  acabando  con  sus  reinos, 
su  religión  y  su  raza. 

Aquella  profecía  emanada  de  un  hombre  superior  por  bu 
ciencia,  su  virtud  y  aun  su  color  y  traje,  se  grabó  profun- 
damente en  el  espíritu  de  los  naturales,  que  la  transmi- 
tieron por  una  no  interrumpida  tradición,  y  por  eso  se  ha 
visto  que  en  los  tiempos  en  que  los  europeos  aparecieron 
en  América,  se  recordó  al  punto  esa  antigua  profecía,  que 
allanó  el  camino  de  los  conquistadores  más  eficazmente 
que  sus  espadas  y  valerosos  brazos ;  pues  Motecuhzoma, 
pontífice  supersticioso,  creyó  que  oponerse  á  los  conquista- 
dores, éralo  mismo  que  oponerse  á  los  dioses;  procurar 
evitar  su  caída,  equivalía  á  luchar  contra  el  destino,  pues 
estaba  escrito. 

No  puede  creerse  en  que  Quetzalcoatl  fuese  un  mito, 
porque  la  tradición  de  diferentes  pueblos,  así  como  pin- 
turas y  templos  testificaron  la  realidad  de  su  existencia,  y 
por  esto  los  autores  antiguos  no  podían  encontrar  quién 
fuese,  llegando  algunos  á  suponerlo  santo  Tomás  apóstol 
y  otros  santo  Tomás  de  Meliapor,  sin  considerar  que  para 


J)  No  sólo  están  conformes  las  tradiciones  de  estos  dos  diversos  pue- 
blos en  cuanto  á  un  mismo  personaje,  sino  que  aun  la  etimología  en  len- 
guas tan  diferentes  es  una  misma,  pues  en  náhuatl  el  nombre  se  deriva 
de  Quetzal  y  Cohuatly  serpiente  de  plumas  verdes  ó  de  quetzal  ^ave  de  la 
cual  las  tomaban  ,  y  en  maya  Kukul  significa  pájaro  de  plumas  de  color, 
y  Carif  serpiente. 


80  PÉREZ    VERDÍA 

que  fuese  cierta  tal  hipótesis  sería  necesario  dar  á  aquellos 
una  vida  más  larga  que  la  de  Matusalén. 

Hoy,  gracias  á  las  nuevas  investigaciones  históricas,  es 
más  fácil  la  explicación  de  Quetzalcoatl,  pues  estando  de- 
mostrado que  la  América  fué  descubierta  desde  el  siglo  x, 
es  muy  racional  y  probable  que  algún  náufrago,  ya  sea 
misionero  islanrl/^s  ú  otro,  llegara  á  las  costas  mexicanas, 
y  debido  á  la  superioridad  de  su  civilización,  alcanzara  el 
alto  renombre  que  después  de  su  desaparición  lo  deificó. 
Tal  personaje  con  iimrha  facilidad  pudo  prever  la  futura 
venida  por  el  Oriente  de  los  fonquistadores  sin  necesitar 
para  eso  del  don  de  profecía. 

Se  supone  que  í^uelzakoall  introdujo  la  cruz  éntrelas 
gentiles  Qiirioneá  de  i\nííliuac,  v  que  á  él  son  debidas  las 
que  se  han  linllado  en  íliferentes  partes,  con  excepción 
de  la  del  Pclenquc  que  indudablemente  es  de  fecha  anterior 
ul  criíílíunisrno. 

El  prinripio  dominador  ile  la  sociedad  de  los  mexica 
era  el  <le  la  contuniílad  y  do  la  conquista :  la  libertad  indi- 
víilual  y  la  propiedad  privada,  apenas  esbozaban  y  el  res- 
peto a  Ii*  independencia  de  1üí>  pueblos  era  desconocido. 

Los  reinos  de  México,  Texcoco  y  Tlacopan  con  su 
alianza  llegaron  á  formar  el  núcleo  más  fuerte  de  gobierno 
y  de  poder,  en  im  terri  torio  vaslíüimo,  cual  era  el  mexicano, 
que  se  encontraba  fraccionado  en  multitud  de  pueblos 
aislados  y  débiles.  En  ese  estado  la  guerra  era  incesante  y 
por  tollas  parles  se  hacían  conquistas  sangrientas  que  alte- 
raban consLanlemente  los  hmites  de  las  entidades  políticas 
y  aniquilaban  por  completo  el  sentimiento  de  la  naciona- 
lidad, á  la  vez  que  sembraban  el  germen  de  un  odio  pro- 
fundo i'ontra  los  señores. 

Las  conquistas  no  llevaban  por  consecuencia  la  perma- 
nente ocupación  niilitar,  sino  tan  sólo  la  imposición  del 
tríbulo  :  vencido  un  pueblo,  se  le  obhgaba  á  efectuar  tales 
y  cuales  pagos  y  hecho  el  ofrecimiento  solemne  de  veriíi- 


i. 


HISTORIA   Í)E  MÉXICO  81 

cario,  se  retiraban  las  tropas  victoriosas  dejándolo  aban- 
donado á  su  miseria  y  á  sus  propósitos  de  revancha,  bajo 
el  mando  de  sus  señores  y  conservando  svk  propias  cos- 
tumbres. 

La  división  del  pueblo  en  nobles  ó  patricios,  tecutli,  y 
plebeyos  ó  macehualli  estaba  profundamente  arraigada 
en  sus  costumbres,  en  sus  leyes  y  en  su  organización. 
Llegaron  á  contarse  treinta  señores  de  á  cien  mil  vasallos 
y  tres  mil  de  pequeños  pueblos. 

En  la  multitud  de  funcionarios  civiles,  religiosos  y  mili- 
tares descollaban  el  Tlacatecuctli  ó  señor  suzerano,  jefe 
del  ejército  ;  el  Cihuacoatl  ó  supremo  sacerdote,  jefe 
además  del  tribunal  superior  y  que  sólo  cedía  en  dignidad 
al  rey ;  el  Tlacochcalcatl  ó  segundo  en  jefe  del  ejército, 
príncipe  de  los  que  arrojan  dardos. 

La  más  importante  de  las  instituciones  políticas  era  la 
del  Tlatocan  ó  Consejo  de  Estado  presidido  por  el  rey  y 
formado  de  doce  grandes  señores  llamados  tlatoani, 
quienes  divididos  en  cuatro  cámaras,  conocían  de  todos  los 
negocios  públicos. 

El  ejército  se  formaba  en  tiempo  de  paz  en  Tenochtitlán 
de  seis  mil  hombres  distribuidos  en  escuadrones  de 
200  unos  y  de  400  otros  con  un  jefe  cada  uno,  llamado 
Telpuchtlato,  Cada  escuadrón  se  dividía  en  compañías  de 
20  hombres  cada  una,  mandadas  por  el  capitán  ó  yaoquis- 
catcpocho. 

En  Texcoco  había  igual  numero  de  tropas  y  en  Tlacopan 
cerca  de  2.000  ;  pero  la  supremacía  militar  la  ejercía 
siempre  el  reino  Aztecatl  y  por  eso  el  mando  de  todos  los 
ejércitos  cuando  llegaban  á  reunirse,  correspondía  al  rey 
de  México. 


82       '  PKRSZ   VEHDÍA 


CAPÍTULO  VIH 

MonRriiüír*  de  Midíihuíicíin.  —  l*rinveros  pobladores.  —  Diferentes  reyes, 
ClvííÍ3ííu;i6n*  —  O  rige  a  del  nombre  tarasco. 


El  reino  de  Michihurtcan  era  con  excepción  del  de 
México,  el  más  vasto  y  poderoso  que  existía  en  el  territorio 
que  más  tarde  se  llamo  Nueva  España,  y  su  nombre  signi- 
ñrn  país  dff  pescadores,  quizá  por  haber  tenido  esa  indus- 
tria los  primeros  liahitanLes,  en  virtud  de  abundar  la 
pesca  en  los  diversos  lagos  de  su  territorio. 

Aseguran  sus  crónicas  que  cuando  tuvo  lugar  la  emigra- 
rión  de  la  raza  nahuallaca,  al  pasar  por  el  lago  de  Pátz- 
cuaro*  muchos  de  ellos  quisieron  bañarse,  y  mientras 
estaban  en  sus  crislalinus  aguas,  el  resto  de  la  tribu  por 
ronsejo  de  sus  dioses,  les  lomaron  ocultamente  sus  vesti- 
duras y  emprendieron  su  marcha  precipitadamente,  de 
suerte  que  cuando  los  bañadores  salieron  del  lago,  se 
encontraron  sin  ropa  y  abandonados.  Ofendidos  por 
aquella  burla  no  siguieron  su  camino,  sino  que  se  estable- 
cieron en  aquel  suelo,  cambiando  hasta  de  idioma,  pues 
abandonaron  por  odio  la  lengua  náhuatl  y  adoptaron  la 
tarabea;  \  como  si  fuera  tan  fácil  el  cambiar  un  idioma  por 
otro  que  de  nadie  habían  aprendido ! 

Lo  que  parece  más  probable  es  que  existían  algunos 
antiguos  señoríos  entre  los  que  se  distinguían  el  de  Pátz- 
cuaro,  situado  en  las  islas  y  orillas  del  lago  que  lleva  tal 
nombre,  y  el  de  Naranján,  cuando  llegaron  del  Norte 
algunas  tribus,  siendo  Ja  principal  la  de  los  chichimeca 
üanacaze  ó  vanaceosj  que  dirigida  por  su  señor  Iri-Tica- 
TAME,  se  apoderó  del  monte  de  Virucuarapexo  en  donde 
hizo  un  altar  á  su  dios  Curicaveri  y  pidió  al  rey  de  Naran- 


HISTOnU   DE   Mi^.XICO  83 

Jan,  ZiRGiNziRACAMAXo,  que  se  declarara  su  tributario.  Éste, 
sin  los  elementos  necesarios  para  resistir  la  guerra  que  le 
amenazaba,  le  envió  emisarios  presentándole  como  don  á 
la  princesa  su  hermana,  con  quien  casó  Iri-Ticatame  y  de 
quienes  nació  SicuniANCHA  por  el  año  de  1202. 

Las  buenas  relaciones  que  se  conservaron  en  un  prin- 
cipio entre  los  vanaceos  y  los  de  Naranján,  se  rompieron 
al  fin,  porque  habiendo  herido  Iri-Ticatame  un  venado, 
^ste  fué  á  caer  en  dominios  de  Naranján,  donde  aquellos 
habitantes  se  lo  apropiaron,  faltando  á  lo  que  respecto  á 
la  caza  tenían  pactado. 

Pidieron  los  de  Naranján  socorro  á  Oresta,  señor  de 
Cumachén,  y  ambos  aliados  pusieron  una  celada  á  los  chi- 
chimeca,  que  descubierta  por  la  esposa  de  Iri-Ticatame, 
no  les  (lió  el  resultado  apetecido ;  pero  asaltado  por  ellos 
en  su  casa  ó  fortaleza,  sucurpbió  al  fin  después  de  una 
heroica  resistencia. 

Sicuirancha  que  se  encontraba  ausente,  tuvo  el  dolor  de 
ver  á  su  vuelta  el  cadáver  de  su  padre,  é  informado  de  lo 
acaecido,  juró  vengaza  y  odio  eterno  contra  la  raza  de 
los  zizanbanecha. 

Ilízoles  la  guerra  y  habiéndolos  vencido  se  estableció  en 
la  ciudad  de  Vayameo,  donde  edificó  un  templo  ó  Cú  á  su 
dios  Curicaveri,  y  gobernó  con  acierto  por  muchos  años, 
habiendo  muerto  por  el  año  de  1290. 

Fué  su  sucesor  en  el  gobierno  su  hijo  Pauacume,  gober- 
nando después  Vapeani  y  Curatahe,  quienes  sucesivamente 
fueron  ensanchando  los  límites  de  su  monarquía. 

Á  la  muerte  de  Curatame,  reinaron  juntos  sus  dos  hijos 
Vrevapeam  y  Paüanume,  quienes  recibieron  noticias  del 
señorío  de  Xarácuaro  por  un  pescador  llamado  Curipaxa- 
ván,  con  cuya  hija  casó  Pauanume,  celebrando  alianza  con 
su  señor  Curicatén  y  estableciéndose  en  Tarimichundiro, 
<jue  era  un  barrio  de  Pátzcuaro. 

Más  tarde  el  señor  de  Curíncuaro,  llamado  Tarapecha- 


84  PÉREZ    VERDÍA 

chanshori,  excitó  a  Caricalén  para  que  arrojara  de  la  isla  á 
los  chichimeca  y  debido  á  sus  instigaciones  lo  hizo  así, 
pasando  entonces  Vrevapeani  y  Pauanume  á  Pátzcuaro, 
donde  fijaron  definitivamente  su  residencia. 

El  odio  que  el  señor  de  Curíncuaro  les  profesaba  hizo 
que  se  declarase  entre  ambos  pueblos  sangrienta  guerra, 
que  quedó  indecisa,  por  lo  cual  Tarepechachanshori  les 
puso  una  emboscada  en  la  cual  sucumbieron  los  dos  prín- 
cipes en  el  año  de  1360. 

Vrevapeani  dejó  dos  hijos  llamados  Cetaco  y  Aramén  y 
del  matrimonio  de  Pauanume  con  la  'hija  del  pescador 
Curipaxaván,  nació  Tariaguri,  que  siendo  muy  niño 
cuando  acaeció  la  muerte  de  su  padre,  fué  cuidado  por  los 
sacerdotes  que  lo  educaron  bien  y  lo  hacieron  después 
rey. 

Tuvo  grandes  guerras  y  trastornos,  pues  necesitó  crear 
su  gobierno  en  medio  de  encarnizados  enemigos ;  pero  des- 
pués de  haber  vencido  á  la  tribu  enemiga  de  Curíncuaro 
en  el  cerro  de  Arizirinda,  recuperó  á  Pátzcuaro,  antigua 
capital  de  los  chichimeca.  Después  de  esto  se  operó  la 
reunión  de  los  isleños  de  Cayameo  y  poco  a  poco  fué 
extendiendo  su  dominación  hasta  someter  á  casi  todos  los 
pueblos  de  Michihuacán.  Al  morir  Tariacuri  en  el  año 
de  1400,  dejó  dividido  su  reino  entre  su  hijo  Higüangaje  y 
sus  sobrinos  Tangaxoán  é  Hiripán,  dándole  al  primero  Pátz- 
cuaro, al  segundo  Tzintzuntzán  y  el  tercero  Cuyucán; 
pero  poco  tiempo  duró  esta  división,  pues  Hinguangaje  al 
morir  no  dejó  hijos,  porque  á  uno  que  llevaba  su  propio 
nombre  lo  mató  un  rayo  y  á  los  otros  él  mismo  mandó 
darles  muerte  por  sus  crímenes ;  y  como  los  descendientes 
de  Hiripán  renunciaran  sus  derechos,  quedó  después  de 
único  soberano  Zizizpanducare  que  era  hijo  de  Tangaxoán. 

Este  monarca  defendió  la  independencia  de  su  imperio, 
cuando  fué  atacada  por  los  mexicanos,  emprendió  las  con- 
quistas de  algunas  tribus  de  Colima  y  Zacatolán  y  empezó 


HISTORIA    DE   MÉXICO  85 

á  construir  una  muralla  en  Tzintzuntzán  {lugar  de  coli- 
bríes), en  cuya  ciudad  murió  por  el  año  de  1460,  sucedién- 
dole  en  el  trono  su  hijo  Züanüua  ó  Sihüanga  ;  que  siguió  los 
pasos  de  su  padre  y  fué  un  gran  rey,  que  murió  de  la 
epidemia  de  las  viruelas. 

Fué  último  rey  de  Michihuacán  su  hijo  Tangaxoán  II  ó 
ZiNCicHA,  en  cuyo  tiempo  se  verificó  la  conquista. 

Este  monarca  mandó  matar  á  sus  hermanos  por  temor 
de  que  le  arrebataran  el  poder,  pretextando  una  conjura- 
ción, y  cuando  el  intrépido  Cuauhtemoc  subió  al  trono  de 
México,  le  envió  una  embajada  proponiéndole  una  alianza 
contra  los  conquistadores ;  pero  siendo  michihuacanos  y 
azteca  antiguos  enemigos,  Tangaxoán  no  admitió  la  sal- 
vadora proposición,  porque  creyó  que  aquellos  extranjeros 
quedarían  satisfechos  con  derrocar  el  imperio  mexicano 
sin  pensar  jamás  en  atacarlo  á  él,  y  aun  refieren  las  cróni- 
cas que  mandó  matar  á  los  embajadores  azteca,  á  fin, 
decía,  de  que  fuesen  á  consultar  su  opinión  a  su  padre 
Sihuangua  que  estaba  muerto  (1). 

Una  vez  que  Cortés  tomó  á  Tenochtitlán,  envió  unas 
tropas  á  las  órdenes  del  capitán  Montano,  para  que  fuesen 
á  Michihuacán,  en  donde  fueron  recibidas  de  paz  por  el 
pusilánime  monarca,  que  no  contento  con  eso,  partió  á 
México  á  presentírsele  al  conquistador,  por  cuyo  motivo 
los  mexicanos  altamente  resentidos  pusiéronle  por  apodo 


(1)  Como  el  emperador  Tiberio  no  hubiere  cumplido  con  el  encau*go  de 
Augusto,  de  repartir  un  legado  al  pueblo  romano,  un  día  que  iban  á 
matar  á  un  criminal,  cierto  zumbón  se  le  acerc<)  con  misterio  y  le  habló 
al  oído,  diciendo  después  á  quienes  habían  presenciado  aquello,  que  lo 
había  mandado  decir  á  Augusto,  por  conducto  del  que  iba  al  suplicio,  que 
no  habían  cumplido  con  su  testamento.  La  ocurrencia  causó  la  risa  de 
quienes  la  conocieron,  y  habiendo  llegado  á  noticia  de  Tiberio,  mandó 
que  inmediatamente  le  pagaran  al  quejoso  la  pequeñísima  parte  del  legado 
que  le  correspondía,  pero  luego  mandó  matarlo,  porque  dijo  que  era  ne- 
cesario que  fuera  él  mismo,  que  había  mandado  el  recado,  á  avisarle  á 
Augusto  que  ya  había  recibido  su  parte. 


el  Caltzontzi  (zapato  tnejó),  y  aunque  nominalmenle 
siguió  gobernando,  en  1329  cayó  en  manos  del  cruel 
Ñuño  BeUriín  de  Guzmiin,  que  después  de  haberle  arran- 
*cado  cuanto  oro  y  plata  tenía  (80(1  tejos  de  oro  de  á  media 
marco  y  1.000  de  plata  de  ú  marco),  lo  mandó  quemar 
yivo- 

Los  mjclHliuacanos  creían  en  la  inmortalidad  del  alma  y 
en  la  existencia  de  Dios  ;  pero  idólatras  politeístas,  daban 
culto  iiCuriraiwri^  Vudeherttahecara,  Tirepemexugapetiy 
á  la  diosa  Xaratonga  y  ¿t  oíros  ídolos,  teniéndoles  templos 
y  honrándolos  con  sacriíicios  humanos. 

Conocían  las  mismas  artes  que  los  mexicanos,  superán- 
doles en  la  manera  do  hacer  sus  I  ejidos  de  pluma  ó  mosai- 
cos, así  como  en  la  pintura  y  faltricación  de  bateas  y  otros 
ulensilios  de  madera. 

El  nombre  de  míc/iihuaranos  fui  dado  á  aquellos  pue- 
blos por  los  aztccaj  pues  en  su  lenfifua  se  llamaban  ellos 
mismos  eneami  y  caeapuireíi;  pero  cuando  los  españoles 
conquistaron  aquel  territorio,  como  los  indios  nobles  les 
daban  sus  lujas  llamííbaoles  iara,wue,  que  signiíica  yernos, 
y  como  ellos  oyeran  repetir  tal  palabra,  la  corrompieron 
en  f  a  rascón  y  con  tal  nombre  desimanaron  á  esa  raza,  la 
mismo  que  á  su  lengua- 


CAPÍTULO  IX 

El  tíeiuiío  enlrelos  habUantea  de  Anáhuftc,  —  El  día  y  sus  horas.  —  Los 
días  del  me:?,  ~—  Notable  cú  ni  puto  del  año.  —  Meses  de  que  se  formaba. 
^  Calendario,  —  El  sigío»  —  Fiestas  CícJicnís,  —  Numeración  hablada. 
—  Numeración  escrita. 


El  conocimiento  que  los  antiguos  habitantes  de  Anáhuac 
tenían  del  tiempo,  y  la  manera  de  dividirlo,  han  llamado- 
justamente  ta  atención. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  87 

La  idea  de  tiempo  así  como  la  de  espacio^  es  de  las  más 
abstractas  é  indefinibles,  pero  común  á  todos  los  pueblos. 
Los  azteca  le  llamaban  Cahuitl^  derivado  de  quiahuitly 
cuahuitl,  la  lluvia  y  el  árbol ;  esto  es,  la  lluvia  que  por  su 
periodicidad  marca  la  sucesión  del  tiempo,  lo  mismo  que 
el  árbol  que  reverdece,  y  todas  las  tribus,  aun  las  de  ori- 
gen más  diverso,  contaban  el  tiempo  de  una  manera  se- 
mejante, por  lo  que  es  de  inferirse  que  los  tolteca  fueron 
quienes  introdujeron  en  el  país  ese  método  comdn  para 
dividirlo. 

Los  azteca  dividían  el  tiempo  en  horas,  días,  meses, 
años  y  siglos. 

Para  computar  el  día  empleaban  el  método  babilónico  (1), 
esto  es,  de  la  salida  del  sol  de  un  día  determinado  á  la  salida 
del  siguiente,  y  ese  espacio  {Tonalli)  lo  dividían  en  dos 
partes,  llamando  Tonatiuh  al  tiempo»  que  el  sol  estaba 
sobre  el  horizonte  y  Yohuali  al  en  que  se  ocultaba,  divi- 
diendo en  cuatro  partes  el  tonalli,  designando  con  el 
nombre  de /yM¿Va  Tonatiuh,  e\  espacio  comprendido  entre 
la  salida  del  sol  y  su  paso  por  el  meridiano  :  con  el  de 
Nepantla  Tonatiuh  al  espacio  que  hay  entre  el  medio  día 
y  la  ocultación  del  sol ;  al  que  existe  entre  ésta  y  la  media 
noche,  llamábanle  Onaqui  Tonatiuh  y  Yohualnepantla 
al  intermedio  entre  la  media  noche  y  el  orto  del  sol.  Cada 
una  de  estas  partes  la  dividían  en  dos,  que  correspondían 
aproximadamente  (pues  el  sol  sale  á  diversas  horas  y  dura 
sobre  el  horizonte  tiempos  desiguales  según  las  estaciones) 


(1)  Cuatro  métodos  se  han  empleado  por  los  diversos  pueblos  de  la  tierra 
para  contar  el  día  :  el  babilónico  que  io  cuenla  de  un  orto  del  sol  al 
siguiente,  seguido  por  los  sirios,  persas,  griegos  y  habitantes  de  las  islas 
Baleares  ;  el  judaico  de  un  ocaso  al  siguiente,  usado  por  los  israelitas  y 
judíos,  atenienses,  galos,  germanos,  chinos  y  algunos  italianos,  así  como 
por  la  Iglesia  católica ;  el  koipcio  que  cuenta  el  día  de  una  media  noche  a 
la  siguiente,  usado  por  los  egipcios,  los  romanos  y  los  pueblos  civilizados 
de  Europa  y  América,  y  el  arábico  ó  astronómico,  de  un  medio  día  al 
siguiente,  empleado  por  los  árabes. 


88 


PÉREZ   VERDIA 


á  las  nueve  de  la  mañana,  tres  de  la  tarde,  nueve  de  la 
noche  y  tres  de  la  madrugada,  designando  la  hora  del  día 
con  el  nombre  de  iz  teotl,  aquí  el  dios.  Valíanse  para  cono- 
cer las  horas  antedichas  de  meridianos  solares  y  de  las 
observaciones  de  los  astros. 

Fuera  de  la  absoluta  división  del  día,  las  restantes  divi- 
siones del  tiempo  variaban  según  se  referían  á  sus  fiestas 
religiosas  ó  á  su  orden  civil,  y  por  eso  el  mes  que  se  com- 
ponía de  veinte  días,  lo  fraccionaban  en  cuatro  quintiduos 
ó  semanas  para  el  arreglo  civil,  determinando  cada  quinti- 
duo  el  mercado  ó  tianquiztli,  ó  en  períodos  de  trece  días 
en  su  sistema  religioso. 

Los  nombres  de  los  días  eran  los  siguientes  : 


1  Cipacili, 

Un  pescado. 

2  Fhecatly 

Viento. 

3  Calli, 

Casa. 

4  Cuetzpallin, 

Lagartija. 

o  Cohuatl, 

Culebra. 

6  Miguiztliy 

Muerte. 

7  Mazatl, 

Venado. 

8  Tochtli, 

Conejo. 

9  Atl, 

Agua. 

10  Izcuintli, 

Perro. 

11  Ozomatli, 

Mono. 

12  Malinalli, 

Tercedura. 

13  Acatl, 

Caña. 

14  Ocelotl, 

Tigre. 

15  Cuauhtli, 

Águila. 

J6  Gozracuauhíli, 

Águila  de  collar  ó  aura 

17  Ollin  Tonaliuh, 

Movimiento  del  sol. 

18  Tecpatly 

Pedernal. 

19  Quiahuitl, 

Lluvia. 

20  Xochilt, 

Flor. 

Además,  los  días  no  sólo  los  designaban  con  el  nombre 
que  les  correspondía,  sino  que,  como  suponían  que  á  más 


jnf»ffp>  '"^'"  ""  ^1  rr"'"w  ■/■ 


HISTORIA   DE   MÉXICO  89 

de  los  símbolos  característicos,  ejercían  por  las  noches 
particular  influencia  otros  distintos  que  llamaban  Yohua- 
¿euctli  ó  señores  de  la  noche,  que  eran  nueve,  añadían  sus 
nombres  á  los  del  día,  y  por  tanto  cada  uno  llevaba  dos,  el 
inicial  del  mes  y  el  del  acompañado  con  el  número  de  la 
trecena.  Los  acompañados  eran  :  Tetl^  el  fuego ;  Tecpatl, 
pedernal;  Xóchitl,  flor;  Centeotl,  diosa  del  maíz;  Atl^ 
agua;  Tlasolíeotl,  diosa  del  amor;  Tepeloyotli,  corazón 
de  las  montañas,  Quiahuitly  lluvia. 

Como  para  sus  usos  religiosos  contaban  los  meses  por 
trecenas,  no  seguían  la  numeración  hasta  el  veinte,  sino 
que  al  llegar  á  13  Acatl,  seguían  contando  1  Ücelotl, 
2  Cuauhtliy  etc.,  continuando  las  demás  trecenas  hasta 
completar  los  veinte,  sin  que  en  ninguna  de  ellas  se  en- 
cuentre repetido  un  mismo  símbolo  con  igual  número,  y 
para  los  105  días  restantes  para  completar  el  año  civil 
agregaban  al  símbolo  del  día  el  del  acompañado. 

Pero  en  donde  resalta  el  ingenio  de  aquellos  pueblos,  es 
en  la  distribución  del  año ;  porque  los  meses,  las  horas  y 
los  siglos,  bien  pueden  formarse  caprichosamente,  sin 
necesidad  de  estudios  ni  observaciones,  por  lo  que  cada 
nación  puede  contarlos  de  diferente  manera ;  pero  el  año 
caracterizado  por  la  sucesión  periódica  de  las  cuatro  esta- 
ciones, tiene  que  corresponder  exactamente  con  los  movi- 
mientos aparentes  del  sol. 

También  tenían  los  mexicanos  dos  especies  de  año,  el 
religioso  compuesto  de  veinte  trecenas  ó  sean  260  días, 
sin  más  objeto  que  el  de  servir  para  las  fiestas  rehgiosas,  y 
el  civil  que  era  el  exacto  y  el  usado  generalmente. 

Se  formaba  de  18  meses  ó  sean  360  días,  á  los  cuales 
añadían  cinco  llamados  nemontemí  (inútiles)  para  comple- 
tar 365 ;  pero  como  la  tierra  en  su  revolución  no  emplea 
exactamente  ese  tiempo  en  recorrer  su  órbita,  sino  365  días, 
5  horas,  48  minutos,  45  segundos,  30  terceros,  para  con- 
tar esa  fracción,  retrogradaban  el  principio  del  año  cada 


90  PÉREZ    VERDÍA 

cuatro  años,  sustituyendo  de  tal  suerte  el  día  bisiesto 
adoptado  en  el  calendario  juliano,  de  manera  que  en  el 
siglo  nlenor  de  52  años  intercalaban  trece  días,  con  lo  que 
su  calendario  en  ese  siglo  quedaba  equiparado  al  juliano, 
Pero  como  el  año  trópico  no  se  compone  exactamente  de 
365  días  y  seis  horas,  sino  de  365  días  5  horas,  48'  45"  30'"^ 
resulta  que  intercalando  trece  días  en  52  años  ó  uno  cada 
cuatro,  se  da  al  año  una  duración  de  11  minutos  14  segun- 
dos 30  terceros,  de  más;  y  para  evitar  este  exceso,  los 
mexicanos  no  intercalaban  trece  días  en  todos  los  siglos, 
sino  que  en  el  período  astronómico  de  1.040  años  en  vez  de 
agregar  260  días,  intercalaban  solamente  252  distribuyendo 
los  ocho  suprimidos  en  cada  octava  parte  de  ese  período,  ó 
sea  en  cada  130  años.  De  esta  suerte  en  vez  de  intercalar 
32  días  y  medio  en  130  años,  sólo  añadían  31  y  medio, 
suprimiendo  la  intercalación  en  el  último  cuatrienio,  con- 
.  siguiendo  así  formar  el  período  de  este  modo  : 

1.040  X  365  +  252  ó  130  X  365  +  31  1/2  X  8  =  379852 

días,  y  como  el  tiempo  verdadero  cuenta  379851,955,  re- 
sulta que  en  el  largo  espacio  de  1.040  revoluciones  solares, 
sólo  tendrían  una  diferencia  de  1  hora  5'  2",  por  lo  que 
sería  preciso  el  transcurso  de  más  de  23.000  años  para 
formar  un  solo  día.  El  calendario  juliano,  usado  en  Europa 
cuando  se  hizo  la  conquista  de  México,  agregaba  inva- 
riablemente un  día  cada  4  años  y  en  ese  caso  en  el  período 
aztecatl,  tendría  1.040  X  363  +  260  =  379860  días,  ó  sea 
una  diferencia  de  8  días  1  h.  3'  2"  con  el  tiempo  ver- 
dadero. 

El  calendario  gregoriano,  adoptado  por  Gregorio  XIII 
en  1382  á  propuesta  de  Luis  y  Antonio  Luilio,  suprime 
tres  años  bisiestos  en  400  años  : 

400  X  365  -f  97. 

Se  necesitarán  pasar  4238  años  para  que  se  complete  un 


É^. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  91 

día  con  la  diferencia  que  tiene  respecto  ííI  tiempo  ver- 
dadero. 

Era  pues  más  exacto  el  computo  mexicano. 

El  año  se  componía  de  diez  y  ocho  meses  que  llevaban 
los  siguientes  nombres  : 

I  Atlacahualco,         Terminacióndelas  lluvias,  i.** de  Marzo. 

II  7'/í/caxi;?g/íua/í2//í,Desollamiento  de  hombres,  21  de  Marzo. 

III  Tozoztontli,  Pequeña  velada,  10  de  Abril. 

IV  fíuey  Tozoztli,       Gran  velada,  30  de  Abril. 
V  Toxcatl,  Soga,  iO  de  Mayo. 

VI  Etzacualixtliy  Comida  de  buñuelos,  9  de  Junio. 

\ll  Tecuilhuitzintli,  Fiesta menordecabalIeros,á9 de  Junio. 

\l\l  fíuey tecuiíhuit I,  Gran  fiesta  de  caballeros,  19  de  Julio. 

IX  Tlaxochimaeo,  La  florescencia,  8  de  Agosto. 

X  Xocohueízi,  Caída  de  la  fruta,  28  de  Agosto. 

WOchpanixtlij  Aseado,  barrido,  17  de  Septiembre. 

XII  Teotleco,  Llegada  de  los  dioses,  7  de  Octubre. 

XIII  Tepeílhuiil,  Fiesta  de  los  montes,  27  de  Octubre. 

XIV  Quechol li,  Ave  preciosa,  16  de  Noviembre. 
X\  Panquelzaliztliy  Izar  las  banderas,  (5  de  Diciembre. 

WlAlemoztli,  Fin  de  las  aguas,  21}  de  Diciembre. 

XVII  Tiiitl,  Recoger  el  grano,  lo  de  E«ero. 

XVIII //2ca//i,  Casa  de  obsidiana,  4  de  Febrero. 

Empezando  el  año  el  1.**  de  marzo,  con  el  mes  Atla- 
cahualco  acababa  en  23  de  febrero  siguiente,  con  Itzcalli, 
se  contaban  á  continuación  los  cinco  días  nemonfemi  y  con 
ellos  daba  íin  el  año  el  28  de  febrero,  para  empezar  de 
nuevo  el  siguiente  otra  vez  en  1.**  de  marzo. 

Para  el  uso  de  sus  fiestas  y  conocimiento  de  las  horas, 
de  los  días  en  que  el  sol  llegaba  á  los  equinoccios,  etc.,  se 
valían  del  Tonalamatl  ó  calendario ;  del  cual  es  una  re- 
presentación magnífica  la  piedra  que  habiéndose  encon- 
trado en  el  año  de  1790,  fué  descrita  por  el  sabio  mexicano 
don  Antonio  de  León  y  Gama.  Es  un  monumento  verda- 
deramente admirable  de  la  civilización  antigua,  pues  llama 


92  PÉREZ    VERDÍA 

la  atención  no  sólo  por  los  múltiples  usos  astronómicos 
en  que  lo  empleaban,  sino  también  porque  siendo  una 
enorme  piedra  de  cuatro  varas  y  media  de  longitud  y  lati- 
tud, y  habiendo  pesado  965  quintales,  2  arrobas^,  9  libras, 
aquellos  pobladores  pudieron  labrarla  perfectamente  sin 
emplear  el  hierro  hasta  reducir  su  peso  á  la  mitad,  y  la 
transportaron  desde  Coayacán  no  obstante  su  extraordina- 
rio peso  y  la  falta  de  animales  de  carga  y  de  medios  á  pro- 
pósito (1).  En  1885  fué  trasladada  de  uno  de  los  cubos  de 
las  torres  de  la  Catedral  al  Museo  Nacional  en  donde  se 
conserva  en  el  Salón  de  Arqueología. 

Cincuenta  y  dos  años  formaban  el  siglo  menor  que  deno- 
minaban Xiuhmolpilli  (atadura  ó  manojo  de  hierba  ó  de 
años)  y  se  componía  de  cuatro  trecenas  [tlalpilli)^  de 
suerte  que  no  contaban  por  los  años  ó  números  del  sigla, 
sino  por  los  de  la  trecena.  Á  cada  uno  de  estos  cuatro 
períodos  correspondía  una  Ggura  de  que  se  valían  para  su 
cómputo.  Eran  éstas,  Tochtli,  Acatl,  Tecpatl  y  Calli;  la 
primera  trecena  empezaba  entre  los  azteca  por  Tochtli  (a 
diferencia  de  los  tolteca  que  empezaban  por  Tecpatl,  los  de 
Teotihuacáqi  por  Calli  y  los  acolhua  por  Acatl),  cuyo  sím- 
bolo lo  precedían  del  numeral  ce,  uno ;  seguía,  dos,  orne 
Acatl,  tres,  j/ey  Tecpatl,  y  cuatro,  nahui  Calli,  conti- 
nuando con  Tochtli  de  nuevo  pero  con  diverso  número, 
pues  le  correspondía  el  cinco,  macuilli,  seguía  el  seis, 
chicuace  Acatl ^  el  siete,  chicóme  Tecpatl,  el  ocho,  chicuey 


A)  La  concienzuda  descripción  del  señor  León  y  Gama  [Descripción 
histórica  y  cronológica  de  las  dos  piedras  fué  aceptada  por  todos  ios 
sabios  arqueólogos  é  liisloriadores,  como  Humboldt,  Dupaix,  Prescolt, 
Bamírez,  Gondra,  etc.,  teniéndose  sin  dispula  la  tal  piedra  por  el  calen- 
dario aztecali;  pero  en  1873  el  Sr.  Lie.  D.  Alfredo  Chavero  emitió  una  opi- 
nión muy  erudita  y  original,  sosteniendo  (lue  no  es  el  calendario,  sino 
la  piedra  del  sol,  mandada  hacer  por  Axayacutl  para  los  sacrificios ;  y 
aunque  el  señor  Orozco  y  Berra  acepta  la  hipótesis,  opinó  con  el  señor 
Larrainzar,  que  los  nuevos  argumentos  no  son  bastante  sólidos  para  des- 
truir la  teoría  del  señor  León  y  Gama. 


^. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  93 

CcUli^  el  nueve,  chiconahui  Tochtli,  el  diez,  matlactli 
Acatlj  el  once,  matlacti  on  ce  Tecpatl,  el  doce,  matlactli 
ornóme  Calli  y  el  trece,  matlacti  omey  Tochtli,  prosi- 
guiendo con  las  demás  trecenas  del  mismo  modo. 

De  esta  suerte,  aunque  los  signos  se  repetían  trece  veces 
en  cada  siglo,  no  se  confundía  un  año  con  otro,  porque 
iba  variando  el  número  que  jamds  se  repetía  en  un  mismo 
siglo;  pues  para  distinguir  los  de  uno  de  los  otros,  sólo  les 
bastaba  el  enumerar  el  numero  del  siglo  y  así  no  podían 
equivocar  el  año  ce  Tochtli  del  primer  siglo,  con  el  ce 
Tochtli  del  segundo  ó  tercero. 

Al  terminarse  un  siglo,  se  verificaba  la  gran  fiesta  secu- 
lar: porque  creyendo  los  mexicanos  que  el  sol  que  les 
alumbraba  era  el  quinto,  habiéndose  destruido  los  cuatro 
anteriores  en  diversos  cataclismos,  suponían  que  la  des- 
trucción del  que  les  daba  vida,  y  con  ella  la  destrucción 
do  la  humanidad  entera,  habría  de  verificarse  precisamente 
al  terminar  el  siglo  (1). 

Por  esto  cada  cincuenta  y  dos  años  esperaban  la  muerte 
entre  el  temor  y  la  esperanza,  y  solemnizaban  con  mil 
ceremonias  el  principio  del  nuevo  siglo  (2). 

Esta  fiesta  denominada  Toxiuhmolpilia,  liga  ó  encade- 


(1)  Lo8  mahometano^  en  la  fiesta  del  Mahorum,  que  se  celebra  al  prin- 
cipio del  aílo  musulmán,  arrojan  al  mar  centenares  de  tabouts  y  los 
indios  orientales  ortodoxos  para  festejar  el  principio  del  ano  nuevo  ofre- 
cían á  la  tierra  el  diezmo  d**  sus  bienes. 

(2} En  la  edad  media  se  creyó  que  el  mundo  perecería  en  el  año  de  mil 
de  la  era  cristiana,  y  tal  creencia  sostenida  en  el  público  por  los  más 
extraños  fenómenos»  tales  como  haber  visto  el  ejército  de  Otón  al  sol 
amarillo  y  como  desfallecido  ;  el  haber  dado  A  luz  la  reina  de  Francia  un 
monstruo ;  el  tener  ella  misma  un  pie  de  gamo,  y  otros  no  menos  absur- 
dos, produjo  sus  graves  consecuencias.  Al  acercarse  aquella  fecha,  el 
emperador  de  Alemania  Enricpie  II  j)retend¡ó  hacerse  monje,  lo  mismo 
que  el  duque  de  Borgofia  Hugo  I,  el  ducjue  de  Xormandía  Guillermo  I  y 
otros  grandes  personajes. 

El  terror  más  grande  reinaba  en  la  sociedad,  por  lo  que  muchísimos  se 
acogieron  á  los  clautros  é  hicieron  donación  de  sus  bienes  á  las  iglesias. 


94  PÉREZ    VERDÍA 

namiento  de  los  años,  era  la  más  notable  y  solemne  de 
las  muchísimas  que  acostumbraban. 

En  el  último  día  del  siglo,  todos  los  habitantes  rom- 
pían sus  trastos,  ropas  y  muebles,  arrojaban  sus  pequeños 
dioses  al  agua  y  apagaban  en  todas  partes  el  fuego,  pues 
de  nada  de  eso  necesitaban,  si  como  temían  y  esperaban 
que  sucediese,  ya  no  habría  de  volver  á  alumbrar  el  sol. 
Preparados  desde  temprano,  á  la  puesta  del  sol  todos  los 
sacerdotes  revestidos  con  las  insignias  de  los  dioses  se 
ponían  en  marcha  procesionalmente  para  el  cerro 
Huixachtecatl  ó  de  la  Estrella  junto  á  Ixtapalapan,  poco 
más  de  dos  leguas  al  sur  de  México,  llegando  á  la  cumbre 
donde  estaba  un  teocalli,  á  la  media  noche,  la  que  cono- 
cían en  ese  día  por  estar  en  el  meridiano  las  Pléyades. 
Esperaban  este  solemne  momento  en  el  mayor  silencio  y 
obscuridad,  rodeados  todos  los  habitantes  de  la  cumbre 
del  cerro,  y  si  al  llegar  la  media  noche  no  se  destruía  el 
mundo,  era  ya  señal  segura  de  que  duraría  otros  cincuenta 
y  dos  años  por  lo  menos.  Al  instante  los  sacerdotes  pro- 
ducían nuevo  fuego  frotando  fuertemente  dos  maderos  á 
propósito  y  encendían  una  gran  hoguera,  sacrificaban  una 
víctima  que  tenían  preparada  y  bajaban  á  gran  prisa  con  el 
nuevo  fuego  en  las  manos  :  la  muchedumbre  prorrumpía 
en  un  grito  unánime  de  alegría,  luego  que  veían  en  lo 
alto  la  luz  de  la  hoguera  y  se  entregaban  á  fiestas  y  danzas 
místicas,  practicando  algunas  nuevas  ceremonias.  Cuatro 
veces  celebraron  esta  fiesta  los  mexicanos  :  en  1351  cuando 
aun  no  fundaban  su  monarquía;  en  1403  bajo  el  reinado 
de  Huitzilihuitl ;  en  1455  siendo  el  rey  Motecuhzoma 
Ilhuicamina,  y  en  1507  bajo  Motecuhzoma  Xocoyotzin. 

El  siglo  lo  representaban  por  un  círculo  en  el  que  se 
encontraban  las  expresadas  figuras,  y  en  su  rededor  una 
serpiente  mordiéndose  la  cola,  emblema  de  la  eternidad, 
y  con  cuatro  torceduras  correspondientes  al  principio  de 
las  cuatro  trecenas.  El  año,  por  otro  círculo  con  las  figu- 


miíÁ^u^ 


HISTORIA  DE   MÉXICO  95 

ras  representativas  de  los  diez  y  ocho  meses,  y  en  el  centro 
una  figura  de  la  luna  y  de  la  hierba,  emblema  del  año  ;  y 
por  fin,  el  mes  lo  pintaban  con  otro  círculo  que  llevaba 
las  figuras  de  los  veinte  días,  con  el  carácter  numérico 
correspondiente  y  en  el  centro  la  representación  del  mes 
respectivo. 

Para  todos  estos  cálculos  se  empleaban  los  caracteres 
numéricos,  según  se  ha  visto  y  por  tanto  es  preciso  tener 
presente  la  manera  que  tenían  los  azteca  para  contar. 

Empleaban  en  su  numeración  las  cinco  primeras  uni- 
dades que  llevaban  nombre  propio  :  Ce,  Ome^  »y,  Nahui, 
Macuilli, 

Después  los  nombres  de  los  números  siguientes  se  com- 
ponían de  los  expresados  sumándolos  respectivamente  y 
usando  del  adverbio  chico,  á  un  lado,  con  la  preposición 
ihuan  junto  á  otro,  decían  :  seis,  Chicohuace ;  siete.  Chi- 
cóme; ocho,  Chicuey;  nueve,  dhiconahui. 

El  número  diez  lo  expresaban  con  la  palabra  Matlactli, 
que  significaba  la  mitad  de  una  cuenta  ó  la  de  ambas  ma- 
nos, y  seguían  sumando  once,  diez  más  uno  MatlactU 
Occe;  doce  MatlactU,  Ornóme;  trece,  MatlactU  Omey  y 
catorce,  MatlactU  Onahui, 

Volvía  á  ser  simple  el  número  quince,  Caxtolli,  al  cual 
le  iban  agregando  las  respectivas  unidades  y  así  decían, 
16,  Caxtolli  Occe:  47,  Caxtolli  Ornóme \  18,  Caxtolli 
Omey  y  19,  Caxtolli  Onahui,  ó  lo  que  es  igual,  quince 
más  uno,  quince  más  dos,  etc. 

Para  designar  el  número  20  volvían  á  emplear  una  cifra 
nueva  diciendo  Cempohualli,  una  cuenta  de  los  dedos,  y 
valiéndose  Aq pohualli^  si  empleaban  los  números  del  1  al 
19  antepuestos  significaban  multiplicación,  y  si  estaban 
pospuestos,  suma,  al  contrario  de  lo  que  en  las  canti- 
dades algebraicas  sucede  con  los  coeficientes  y  expo- 
nentes. 

De  este  modo  decían  :  cuarenta,  Ompohualli,  veinte 


96  PÉREZ    VERDIA 

multiplicado  por  dos;  sesenta  leipohualliy  veinte  multi- 
plicado por  tres ;  ochenta,  Nauhpohualli,  veinte  multi- 
plicado por  cuatro ;  doscientos,  Matlacpohualli,  veinte  por 
diez ;  trescientos,  Gaxtolpohualli,  veinte  por  quince;  tres- 
cientos ochenta,  Gaxtollinahupohualli,  veinte  por  diez 
y  nueve. 

Para  contar  cuatrocientos  no  decían  veinte  por  veinte, 
sino  que  usaban  de  otro  nombre  simple,  Tzontli  prece- 
dido del  número  uno,  y  decían,  Centsontli^  y  prosiguiendo 
su  numeración  por  multiplicaciones  decían  :  ochocientos, 
Ometzontli,  dos  por  cuatrocientos  ;  mil  doscientos, 
leytzontli,  tres  por  cuatrocientos ;  cuatro  mil,  Matlac- 
titsontliy  diez  por  cuatrocientos ;  seis  mil,  Caxtolltzontli, 
quince  por  cuatrocientos ;  siete  mil  seiscientos,  Caxtolli 
onnauhtzontli,  diez  y  nueve  por  cuatrocientos,  etc. 

Al  llegar  al  número  ocho  mil  volvían  á  usar  de  otra  cifra 
simple  llamada  xiquipilli,  bolsa,  costal  ó  talega,  con  la 
cual  hacían  lo  mismo  que  con  la  cifra  tzontli,  y  con  la 
pohualli,  y  por  eso  decían  Cexiquipilli ;  diez  y  seis  mil 
Omexiquipilli,  dos  multiplicado  por  ocho  mil ;  veinticua- 
tro mil  Yeixiquipilli,  tres  por  ocho  mil ;  cuarenta  y  ocho 
mil  Chiconcexipilli,  seis  por  ocho  mil ;  ochenta  mil 
Matlactlixiquipilli^  diez  por  ocho  mil ;  ciento  sesenta  mil 
Cempohualxiquipilli,  veinte  por  ocho  mil ;  tres  millones 
doscientos  mil  Centzonxiquipilli,  cuatrocientos  por  ocho 
mil;  sesenta  y  cuatro  millones  Cexiquipillicexiquipillij 
ocho  mil  por  ocho  mil.  Solían  también  usar  otra  cifra  lla- 
mada molot  para  expresar  el  número  40.000  con  simplifi- 
cación, y  así  decían  :  omolot,  ochenta  mil,  matlactlimolotj 
cuatrocientos  mil,  etc. 

Hasta  aquí  se  han  considerado  las  cifras  antepuestas 
unas  á  las  otras  ó  sea  como  multiplicadores  ;  pues  según 
se  dijo,  cuando  se  posponían  se  consideraban  como  su- 
mandos, por  cuyo  motivo  para  expresar  el  número  veinti- 
uno  decían   :  Cempohualli  ihuan  ce,  veinte  más  uno  ; 


■Íl&¿*a*íií*^Uíií*;l^lw-'-/WX4¿ÍA^.*ti¿lr-i^^  j>*iÉi.  .  íl^  ...  ^^'^ÜÉiSki^-.*  ,  _...  .J_ 


HISTORIA    DE   MÉXICO  97 

veinlidós  Cempohualliihuan  orne,  veinte  más  dos;  veinti- 
cinco Cempohualli  ihuan  macuilli;  treinta  Cempohualli 
ihuan  matlactli ;  treinta  y  untí  Cempohualli  ihuan 
matlactli  once;  cuarenta  y  uno  Ompohualli  ihuan  ce; 
cuarenta  y  dos,  Ompohualli  ihuan  ome ;  cincuenta,  0/w- 
pohualli  ihuan  matlactli;  sesenta  y  cinco,  Yeipohualli 
ihuan  caxtolli;  noventa  y  nueve,  Nahuipohualli  ihuan 
caxtollionahui ;  ciento  cincuenta,  Chicompohualli  ihuan 
matlactli;  trescientos  noventa  y  nueve,  Caxtolli  nauhpo- 
hualli  ihuan  caxtolli  onnahui^  etc. 

Resulta  pues  que  con  las  cifras  simples  ce,  ome,  yey, 
nahuiy  macuilli,  matlactli,  caxtolli,  pohualli,  tzontli  y 
xiquipilli,  esto  es  con  solos  diez  niimeros,  expresaban  las 
mayores  cantidades  imaginables  por  un  sistema  vige- 
simal. 

Con  los  expresados  guarisitios  hacían  las  cuatro  opera- 
ciones fundamentales  de  la  aritmética  y  otras  muchas  más 
complicadas,  como  las  proporciones,  regla  de  tres  y  otras, 
valiéndose  de  cifras  escritas.  Éstas  correspondían  perfec- 
tamente á  su  numeración  hablada,  y  así  como  en  ésta 
sólo  usaban  de  números  dígitos,  del  pohualli,  del  tsontli 
y  del  xiquipilli^  del  mismo  modo  en  la  numeración  escrita 
sólo  empleaban  cuatro  especies  de  caracteres. 

Para  expresar  los  números  del  uno  al  diez  y  nueve,  usa- 
ban de  puntos  ó  circulitos  llenos  de  negro  ó  de  color, 
aunque  en  un  principio  parece  que  empleaban  pequeñas 
rayas,  significando  cada  punto  una  unidad.  Para  significar 
el  número  veinte,  pintaban  una  pequeña  banderita,  y  se 
valían  de  tantas  banderitas  como  veces  entraba  el  número 
veinte  de  factor,  de  modo  que  para  representar  el  número 
cien,  usaban  de  cinco  banderitas,  etc. 

El  número  cuatrocientos  ó  cetsontli  lo  representaban 
por  la  punta  de  una  pluma  de  ave  cortada  perpendicular- 
mente  al  cañón ;  y  pintaban  tantas  plumas  ó  cetsontli^ 
cuantas  eran  las  veces  que  entraba  como  factor  el  número 

7 


08  PIÍHEZ    VERDÍA 

cuatrocientos,  Y  por  TiUimo  el  número  ocho  mil  ó  cexi- 
guipillt  lo  repres(.MiLabiin  por  una  bolsa  de  pieles,  haciendo 
con  esEíi  fig^ura  para  expresar  las  diversas  cantidades  lo 
mismo  que  con  la  handerita  y  la  pluma  (1). 


\{)  Tratando  fie  Ja  historia  üiiíij^a  fie  México,  Mr.  Raynal  dijo  que 
■  nada  es  lícito  afirmar  sino  que  el  imperio  mexicano  estaba  regido  por 
Motf^cutiiorna  cüandu  llepnron  allí  los  españoles  »,  engrosando  con  eso 
(as  filíis  de  los  o&í^éplicos  qoe  dudan  de  todo  aquello  que  no  han  visto. 
Nrtda  hay  sin  embarf^o  más  inexacto  que  tales  aseveraciones,  j' si  porque 
hay  parles  obscuras  6  desconocidas  en  la  historia  antigua  de  nuestra 
palria,  se  duda  de  toda  ella,  serííi  necesario  no  creer  tampoco  en  la  his- 
toria de  ningún  pueblo.  La  de  Grecia  no  se  remonta  más  allá  del  año 
ns  a.  J,  ;  másüortii  es  aún  h\  \W  Koma  ;  se  ignora  el  origen  de  los  galos, 
y  í  ni  el  jirenio  déla  invcntivfi,  ni  tampoco  la  ciencia,  podrían  atreverse 
áconteíitnr  ^i  les  prt^gunl;\í?emíkíi  cuándo  i)isó  el  hombre  por  primera  vez 
la  tierra  germíinica  »* 

Los  azteca,  aunque  no  conocían  la  escritura  fonética,  empleaban  la  jero- 
íílítlcaj  rüasí*rvrmdo  por  este  medio  el  recuerdo  de  los  hechos  pasados. 
EsiHíi  nurraciones  jcro^'iíficas  ít  pinturas  se  amplificaban  aún  por  tradi- 
ciones i|Ué  ííe  con^ervííban  ciiidr+dosamente.  En  este  estado  se  encontraba 
la  hisloriiij  cuando  íc  veriíicú  la  conquista,  y  aumpie  por  ignorancia  se 
destruyeron  muchas  de  esas  pinlums,  se  conservaron  otras,  que  fueron 
*ie3bcifrjíidaa  por  Vv%  m ¡si uñeros,  bien  instiniídos  enlalengua  y  costumbres 
de  los  naturalc!^.  Entre  ulrns  vArints  se  conservan  todavía  el  Códice  Mendo- 
ciño  maridado  copiar  por  el  primer  virrey  de  quien  tomó  su  nombre;  los 
Anahs  de  laXación  MesUaFia,  pintura  figurativa  escrita  en  1528;  el  Códice 
y'aíicano  y  el  TeUeriano  Hemense^  <[ue  son  copias  sacadas  en  el  siglo  xvi 
dfl  un  mismo  original  ■  la  Peregrinación  Azteca  ó  Pintura  S¡güe7iza^  ori- 
giwú  Eintiquífíimo  fpie  pínla  Ui  í^alida  de  los  mexicanos  de  Aztlán  y  su 
vifije  bftsUi  Culhun-ícán;  el  Miípa  Quinatzin,  que  pinta  la  civilización  texco- 
cana  y  la  ndminislraciún  acolhuíí  ;  el  Mapa  Tepechpán  y  México,  que  eg 
una  bJstoria  sincn>nica  y  stfioriai  de  esas  dos  naciones  ;  el  Códice  en  Cruz 
tí  Anriíes  de  Cunuhtitlán,  de  Tcxcoco  y  de  México,  que  comienza  en  1402 
y  termina  en  1557;  la  Pintura  /twAin,  c^jdice  de  1576  que  pinta  los  acon- 
ttcimitntüs  desde  la  salida  de  Aullan  hasta  la  conquista;  el  Codex  Bor- 
bonícuij ;  los  Anales  Totteco-vhchimeca;  los  Códices  Coscalzin,  Vergara 
BodUiano^  Laude n&e^  Fejervfn'tj^  etc. 

So  puede  dudarse  de  su  autenticidad,  tanto  por  su  peculiar  carácter  y 
[jnpei  de  maguey  ú  píeles  en  que  tintan  escritos,  como  porque  escritores 
antiguos  han  venido  marcand*>  Ja  sucesión  de  sus  propietarios  :  muchos 
lie  elios  pasaron  de  los  nobíes  indios  á  D.  Fernando  Ixtlixochitl,  nacido 
í*n  IfífiS  y  muerto  trn  I6iíí ;  deí^pués  los  vio  Torquemada ;  en  seguida  nos 
hnbJa  de  ellos  Sigúcnza  y  Góngora  (1645-1700),  de  quien  pasaron  muchos 


'wr^ 


HISTORIA    DE   MÉXICO  99 

á  los  jesuítas  ;  después  Boturini  reunió  la  más  rica  colección  (1146}  y  en 
seguida  se  dispersó  pasando  á  los  archivos  del  Virreinato,  y  á  Veitia, 
para  ir  años  más  tarde  á  poder  de  León  y  Gama,  Pichardo,  Aubín, 
llamírez  y  Goupil,  y  cederse  por  fin  á  la  Biblioteca  Nacional  de  París. 
Otros  se  conservan  desde  el  siglo  xvi  en  las  Bibliotecas  del  VíUicíimí,  de 
Viena,  de  Oxford,  de  Berlín  y  han  sido  publicados  algtrno-  de  ellüs  en 
primorosas  y  fidelísimas  ediciones  por  el  Duque  de  Louvat. 

Confirman  las  relaciones  jeroglificas  muchos  monumentos,  lalo:?  como 
el  ToNALAMATL,  minas  y  objetos  diversos  y  por  fin  no  se  putítle  dmlur 
racionalmente  de  las  crónicas  de  los  misioneros  (La^  Casas.  SjihktgtiD, 
Motolinia,  Olmos,  Dávila  Padilla;,  tomadas  de  lo  (fue  elloíi  uúsmos  víehün 
ú  OYERON.  Á  la  vez  que  esos  misioneros  dignos  de  crédito  por  su  carílct©!" 
imparcial  y  por  su  sabiduría,  hubo  otros  escritores  de  1^  luidmi*  mw 
indígena  conocedores  de  las  costumbres,  tradiciones  y  aconltcimíentos  de 
sus  mayores  (Ixtlixochitl,  Chimalpaín,  Muñoz  Camargo,  í*omnr,  Anónimo 
del  Códice  Ramírez,  y  Tezozomoc). 

Por  último  las  relaciones  de  varios  conquistado reí!>  uconJca  ton  íhü 
otras  historias,  vienen  á  aumentar  su  prestigio  y  riuloridud  í Hernán 
Cortés,  Bernal  Díaz,  Conquistador  Anónimo,  Tapia,  Ojeda,  Mala,  Du- 
rantes). 

Si  con  buena  crítica  se  estudian  tan  preciosos  elementos,  que  son  ver- 
daderas fuentes  históricas,  se  encuentra  qne  los  unos  se  apoyan  en  loa 
otros,  y  completándose  recíprocamente  están  todos  de  acuerdo  en  el 
fondo  principal,  discrepando  teua  sólo  en  algunas  fechas  y  aconlecimien- 
tos  secundarios;  cuyas  diferencias  provenidas  de  alguna  mala  interpre- 
tación ó  de  alguna  confusión,  no  autorizan  en  buena  lógica  píjra  sentar 
consecuencias  como  la  de  Raynal. 


6133S6A 


T-Tyrv^^^FJft^^ 


SEGUNDA  PARTE 

EDAD   MEDIA 

DESCUBRIRURNTf»    Y    CONQUISTA 


CAPÍTULO  PRIMERO 


Los  hitriríiri>3  M  XoiHe,  —  Stia  ili-írnlirimientos.  —  Viajes  en  el  siglo  xi. 
^^  Cristjbal  Colón.  —  Su  <'iiuturifin  y  primeros  años.  —   Sus  trabajos. 


Con  el  nombre  fie  hombres  dfd  Norte  son  conocidos  los 
daneses,  escandinavos  y  noniKinJos,  que  formaban  distintas 
tribus  y  liabítaban  e»  las  orilJas  del  Báltico. 

Desde  tiempos  muy  remotos,  el  Norte  fué  siempre  el 
lugar  de  donde  st^  desbordaron  las  innumerables  familias 
de  líárharos  que  fueron  el  azote  del  Imperio  Romano;  y 
todavía  en  el  siglo  x  servia  de  [latria  á  hombres  que  parti- 
cipaban de  las  costumbres  de  aquellos  mismos  bárbaros, 
teniendo  las  mismas  inslitucionesque  trajeron  ala  sociedad 
romíma  y  con  las  que,  según  Guizot,  cooperaron  á  lafor- 
macií.Wi  ile  la  civiüíacii.m  europea  :  la  independencia  indi- 
vidual y  la  fuerza. 


HISTORrA    DE   MÉXICO  101 

Guiados  por  ese  mismo  espíritu  Ae  independencia,  di- 
versos caudillos  intentaron  establecerse  en  países  que, 
aunque  despoblados,  les  ofrecieran  la  ventaja  de  servirles 
de  asilo  sin  que  nadie  allí  imperara  sobre  ellos.  Éste  es  el 
móvil  principal  de  sus  viajes  y  exploraciones,  robustecido 
frecuentemente  por  el  deseo  de  librarse  del  castigo  condigno 
ií  sus  delitos,  ó  de  alcanzar  venganza  de  sus  agravios. 

Así  es  que  esos  pueblos  exploraron  primero  las  costas 
del  Báltico,  ensanchando  sus  posesiones,  lanzándose  más 
tarde  en  nuevos  descubrimientos  impulsados  además  por 
su  infatigable  actividad  y  por  su  espíritu  belicoso  y 
aventurero. 

El  pirata  Xaddod  yendo  para  las  islas  Feroe,  descubrió 
inesperadamente  en  el  ano  de  861  una  isla  á  la  que  llamó 
Islandia  (tierra  de  nieve) ;  en  877  Gunnbjorn  descubrió  las 
blancas  cimas  de  la  costa  oriental  de  Groenlandia,  la  cual 
exploró  en  855  Erik  Baudi  ó  el  rojo,  quien  la  dio  ese 
nombre  para  que  por  ser  agradable  '(tierra  verde)  fuesen 
sus  compatriotas  á  poblarla  y  se  estableció  definitivamente 
en  ella  en  985  con  una  colonia  que  llevó  de  Islandia  en  35 
bajeles,  de  los  cuales  sólo  llegaron  14.  El  año  de  1000  se 
introdujo  en  aquel  país  el  cristianismo;  en  1121  Cardar, 
su  capital,  fué  ya  silio  de  un  obispado,  que  sobrevivió  al 
descubrimiento  de  América  por  Colón,  y  en  1261  la  Groen- 
landia se  reconoció  tributaria  de  la  corona  de  Noruega. 
Bjorn  y  Leif  el  venturoso  descubrieron  en  1001  y  1002  á 
Hellu-land  (tierra  pedregosa,  hoy  Terranova),  Mark-land 
(tierra  boscosa)  y  Vin-land  (tierra  délas  viñas),  colonizán- 
dose bien  pronto  tales  comarcas ;  y  aunque  siglos  después 
se  destruyeron  aquellos  establecimientos  coloniales,  no 
cabe  duda  de  que  existieron.  Así  lo  demuestran  los  Sagas 
confirmados  por  el  descubrimiento  hecho  poco  tiempo  hace, 
de  ruinas  americanas  de  construcciones  escandinavas,  de 
caracteres  é  inscripciones  rúnicas,  tales  como  la  de  la  roca 
Dighton  en  el  Estado  de  Massachusets  y  otros  vestigios. 


102  PÉREZ    VKRDÍA 

Do  esto  resulta  que  en  el  siglo  xiv  ya  se  había  descu- 
líierlo  la  Groenlandia,  la  isla  de  Cumlierhind,  la  península 
del  Labrad nr,  la  isla  de  Terranova(HelIu-Iand),  el  Canadá 
(Mark-land)  y  las  riberas  del  río  San  Lorenzo  (Vinlandia)  * 
habiendo  aukíres  que  avancen  hasta  decir  que  en  el  siglo 
II V  ya  se  había  hecbo  algiin  viaje  íí  México. 

Pero  ¿1  pesar  de  tales  descubrimientos  la  Europa  no  se 
conm^nió,  ni  siquiera  tuvo  de  ellos  conocimiento  sino 
cuando  ya  el  ilustre  Colón  había  heeho  su  primar  viaje; 
quedando  sin  duda  sepultados  en  el  seno  de  las  tribus  des- 
cubridoras que  noleníun  grandes  comunicaciones  con  las 
naciones  civilizadas. 

Mas  cuando  el  triunfo  de  Mahomet  11  obligó  á  muchos 
saliios  a  abandonara  Constantinopla ;  cuando  el  trato  íntimo 
de  ellní;  con  lo^  demás  saliios,  y  por  rjUimo,  cuando  la  mag- 
nificencia de  los  Mediéis  opcj'alm  en  Italia  la  época  del 
Renacimiento,  abriendo  á  la  inlehgencia  campos  ile  inves- 
tigaci<5n  más  vastos  que  las  ultras  íle  Arisl óteles  y  san 
AgustjUj  y  restaurando  los  estudios  de  los  clásicos,  entonces 
fué  cuando  el  espíritu -ile  viajes  lleg/»  á  predominar- 

V  no  podía  ser  de  otra  manera  :  ;  ya  que  los  Bacon  y 
Descartes  ensanchaban  la  órbita  de  la  inteli^^encia,  era 
preciso  que  los  navegantes  hicieran  retroceder  también  los 
límites  del  mundo  conocido! 

Tocfíleá  Portugal  la  misión  de  favorecer  esas  empresas  : 
tanto  por  su  situación  geográfica  y  lopográlica  como  por 
las  guerras  que  con  la  Berlierfa  tenía,  las  naves  afluían  á 
sus  puertos  numerosos^  y  como  si  la  Providencia  se  em- 
peñara en  darle  medias  para  que  favoreciera  las  expedi- 
ciones maritimas,  suministróle  al  infante  don  Enrique, 
apasionadísimo  marino* 

En  tiempo  de  don  Enrique  desculírieron  Juan  González 
Zarca  y  Tristán  Vázquez  la  isla  de  Porto  Santo,  en  1418; 
la  de  Madeira  en  lí20;  Güianez  doldó  el  cabo  Bojador  en 
1433  y  con  esto  exploraron  las  riberas  del  Senegal  y  toda 


HISTORIA   DE   MÉXICO  103 

la  costa  de  África  que   se   extiende  hasta  el  cabo  Verde. 

Antes  ya  se  habían  descubierto  las  islas  Canarias  por 
Bethancourt  y  otras  posesiones,  así  es  que  tanto  descubri- 
miento hizo  que  la  misma  nación  de  Portugal,  á  fin  de 
evitar  conflictos  con  otras  potencias,  acudiera  al  Papa 
Martino  V  pidiéndole  que  le  concediera  el  dominio  sobre  los 
países  que  descubriera,  y  el  Pontífice  así  lo  resolvió 
en  1438. 

Más  tarde  descubrieron  los  portugueses  las  islas  de  cabo 
Verde  y  las  Azores  un  1449,  y  aunque  tales  expediciones 
sufrieron  algo  con  la  muerte  del  infante  don  Enrique  acae- 
cida en  1463,  el  impulso  estaba  ya  dado  y  los  descubri- 
mientos continuaron,  hasta  el  grado  de  que  en  1486  Barto- 
lomé Díaz  dobló  por  vez  primera  el  Cabo  Tormentoso  al  que 
el  rey  don  Juan  II  de  Portugal  puso  por  nombre  «  Cabo  de 
Buena  Esperanza  ». 

Además  el  espíritu  de  la  época  era  tan  decidido  por  los 
viajes  y  descubrimientos,  que  no  sólo  se  revela  por  tantas 
y  tan  notables  expediciones,  sino  que  también  se  deja  co- 
.  nocer  por  las  fábulas  y  consejas  que  circulaban  entonces 
como  reales  y  positivas  verdades,  tales  como  el  hallazgo 
de  las  islas  de  San  Brandan,  de  Antilla  y  de  las  Siete 
Ciudades. 

Pero  ni  hubo  ningiin  navegante  del  genio  de  Colón,  n¡ 
tampoco  ningún  proyecto  tan  notable  como  el  suyo. 

Cristóbal  Colón  nació  en  Genova  por  los  años  de  1435 
á  1436,  siendo  sus  padres  Domingo  Colombo  y  Susana 
Fontana  Rosa.  Como  se  ve  su  apellido  era  Colombo,  pero 
él  lo  castellanizó  cambiándolo  en  Colón. 

Su  padre  ejercía  el  oficio  de  cardador  de  lana,  con  lo  cual 
queda  dicho  que  tenía  escasos  bienes  de  fortuna ;  pero  la 
honradez  y  la  virtud  son  los  más  preciosos  dones  que  los 
padres  pueden  dejar  á  sus  hijos. 

Con  los  muy  escasos  elementos  que  Domingo  Colombo 
poseía,  costeóle  á  su  hijo  Cristóbal  su  aprendizaje  en  la 


^áJk^ 


104  PÉREZ    VERDÍA 

Universidad  de  Pavía,  donde  estudió  latín,  cosmografía, 
matemáticas  y  dibujo,  pero  poco  tiempo  estuvo  dedicado  a 
las  letras,  porque  él  mismo  dice  que  empezó  su  carrera  de 
marino  á  los  14  años. 

Hizo  diversos  viajes  en  el  mar  Mediterráneo,  hallándose 
en  la  expedición  del  duque  de  Anjou  contra  Ñapóles,  y  fué 
hasta  la  isla  de  Islandia,  ensanchando  así  la  esfera  de  sus 
conocimicnlos  y  acostumbrándose á  vencerlas  dificultades. 

Después  píiso  a  Lisboa  por  el  año  de  1470  atraído  por  el 
estado  íloreciente  de  la  marina  portuguesa  y  quizá  con  la 
esperanza  de  mejorar  de  posición. 

Allí  casó  con  doña  Felipa  Monis  de  Palestrello,  hija  de 
un  navegante  pinlugués,  cuyos  papeles  recibió  con  gran 
placer,  pur  con  tenor  descripciones  de  viajes  y  proyectos 
avanzados, 

Tíimlíiunfué  allí  dnnde  concibió  su  proyecto  asombroso 
dedestulírir  un  nuevo  derrotero  para  las  Indias  Orientales. 

¿  Pero  acaso  Luvo  conocimiento  de  los  descubrimientos 
de  lus  homlires  del  Norte? 

Ni  ct  lo  dice  en  ninguna  parte,  ni  ninguno  de  los  histo- 
rimiores,  ni  liuy  consiancia  alguna  de  que  así  hubiese  acae- 
cido. Todo  lo  tnntr;irio  :  habría  sido  imposible  tal  cosa 
tanto  por  las  4"ostumljres  dé  aquellos  descubridores,  como 
porque  arui  en  Dinamarca  misma  se  supieron  los  sucesos 
referidos  ;il  print^ipio,  después  del  éxito  brillante  de  Colón. 

El  espíritu  de  la  época  habíase  infiltrado  en  el  ¡lustre 
genovés  :  las  lectunis  de  los  viajes  de  Marco  Polo  y  de 
Maiideville  ¿L  ia  India,  y  las  vivas  descripciones  de  Cipango 
y  (le  Culhay  (costas  de  China  y  Japón)  habían  impresionado 
BU  i'OTíizou^  por  In  í¡üe  el  deseo  de  hallar  una  vía  más  corta 
pura  las  Inilias,  tjue  preocupaba  al  comercio,  le  hizo  estu- 
%iÜar  detenidanicnle  tal  asunto. 

Empezando  por  allí,  el  cosmógrafo  de  genio  se  había 
extendido  en  sus  meflitaciones  hasta  formaí*  su  prodigiosa 
teoría. 


HISTORIA    DE   Hfr^XICO  105 

Estudiando  á  Plinio,  Eslrabon,  Ptolomeo,  y  Toricelli, 
se  había  convencido  de  que  la  Tierra  era  esférica,  pero  vi- 
viendo en  una  época  de  atraso  y  de  ij^norancia,  no  pudo 
eximirse  de  caer  en  el  error  craso  de  creer  que  la  Asia  se 
extendía  muchísimo  más  hacia  el  Oeste. 

Así  es  que  él  calculaba  que  suponiendo  que  la  Tierra 
tuviera  10.000  leguas  de  circunferencia^  que  era  lo  que  le 
daban  los  cosmógrafos,  y  habiendo  de  Venecia  á  Cathay  (el 
punto  más  oriental  que  se  conocía)  8.000  leguas  según 
Marco  Polo,  y  de  Venecia  á  las  Azores  (el  punto  más  occi- 
dental) 1.000  leguas,  quedaban  lan  sólo  de  Cathay  á  las 
Azores  1.000  á  lo  sumo. 

Esta  teoría  la  fundaba  :  1.*^  en  la  naturaleza  de  las  cosas, 
pues  siendo  la  Tierra  esférica,  necesariamente  se  habría  de 
llegar  al  Oriente  caminando  hacia  el  Occidente  ;  2.^  en  las 
doctrinas  de  los  sabios,  y  entre  ellas  las  de  Aristóteles, 
Séneca  y  Plinio  que  aseguraban  que  era  posible  ir  en  pocos 
días  de  Cádiz  á  las  Indias,  y  3.°  en  las  narraciones  de  los 
navegantes,  en  cuyo  concepto  las  Indias  se  extendían  tanto 
al  Oriente  que  ocupaban  la  mayor  parte  del  espacio  desco- 
nocido ;  y  aun  habían  visto  venir  del  Occidente  por  el  mar, 
canas  inmensas,  trozos  de  madera  labrados  y  el  cadáver  de 
un  hombre  de  distinta  raza. 

Compárese  el  descubrimiento  deCohm,  resultado  de  tan 
ingenioso  cuanto  razonado  proyecto,  con  los  de  los  hombres 
del  Norte,  fruto  de  la  mera  casualidad,  y  se  verá  que  aun 
suponiendo  que  Colón  los  hubiera  conocido,  de  nada  le 
habrían  servido  para  fundar  su  teoría. 

Tampoco  es  cierto  que  se  aprovechase  de  las  noticias 
que  se  dice  le  dio  el  piloto  de  Iluel  va  Alonso  Sánchez,  quien 
so  supone  que  arrojado  por  una  tempestad,  descubrió  las 
Indias  y  habiendo  regresado  á  Europa  con  mil  diíicullades, 
murió  en  la  casa  de  Colón,  legándole  tan  interesante  noti- 
cia; pues  lejos  de  estar  justificada  aserción  tan  inverosímil, 
se  encuentra  desmentida  por  el  hecho  de  haberse  seguido 


106  PÉHEZ    VEVíhih 

ilivcrso  derrotero  por  el  genovés  del  que  se  supone  le  fué 
revelado  por  el  piloto. 

En  cuanto  al  globo  de  AnJri^s  Behain  que  afirman  los 
enemigos  de  Colón  te  sirvió  de  guía  por  estar  ullí  marcadíis 
ya  las  costas  det  Brasil  v  del  estrecho  de  Miígalíanes,  basta 
reflexionar  que  el  verdadero  globo  de  Bebain  se  hizo  en 
1+92  Y  en  Alemania,  f!uando  va  el  desculíridor  de  la  Amé- 
rica  surcaba  las  aguas  del  Océano,  y  que  no  es  cierto  que 
contenga  las  ¡slas  ó  costas  del  Nuevo  Mundo,  siendo  de 
advertir  que  la  primera  esfera  en  que  tales  dalos  se  encuen* 
Irán  es  la  de  Juan  Sdioener,  descubierta  por  M-  Otte  y 
construida  en  el  afio  de  loáO. 

Hasta  aquí  estaba  concluida  la  primera  parte;  la  teoría 
estaba  desarrollada  y  concebida  por  la  inteligencia  esclare- 
cida de  Colón :  fnlíabíi  todavía  mostrar  que  para  ejecutar  tan 
colosal  empresa  era  necesíina  una  voluntad  tan  enérgica  que 
estuviera  en  armonía  con  aquel  talento  privilegiado. 

Porque  pas<í  Gob5n  ú  Genova  opinan  mucbos  que  fue  a 
ofrecer  á  su  nación  la  realización  de  su  empresa,  pero  do 
esto  no  hay  ningún  dalo  fehaciente  y  por  oso  creen  otros 
que  li  su  ciuilad  natal  sólo  le  llevó  el  deseo  de  verá  su  an- 
ciano ¡Kidre. 

Al  rey  D,  Alfonso  de  Portugal  te  ofreció  la  empresa^  mas 
no  habiendo  podido  ocuparse  ese  monarca  del  negocio 
por  sus  guerras  y  disputas  con  España,  dejó  pasar  el 
tiempo  proponiéndosela  después  al  rey  D,  Juan  IL 

Este  monarca  liizo  que  examinara  el  negocio  una  junta 
compuesta  de  Diego  Orliz  de  Casadilla,  obispo  de  Ceuta,  y 
de  los  médicos  judíos  Rodrigo  y  José,  todos  de  gran  rcpu- 
taciíWi  literaria,  aunque  relativa,  porque  hay  que  tener 
presente  la  época  de  oscurantismo  en  que  vivieron. 

El  Obispo  se  esforzó  en  demostrar  que  á  lo  que  tendía  la 
empresa  de  Colón  era  a  impeilir  al  Portufral  sus  descubri- 
mientos eo  África^  pretendiendo  llevar  sus  naves  d  mares 
desconocidos  de  donde  no  traería  utilidad  ninguna,  ponién- 


V  \  ■  ■         ■  •  •  ■  •     ,•  \ 


HISTORIA    DE   MÉXICO  i  07 

dose  la  Corona  en  ridículo  si  salían  fallidas  jas  esperanzas 
del  genovés;  por  lo  que  la  junta  desechó  la  idea. 

El  Rey  sin  embargo  no  quedó  satisfecho,  y  para  cercio- 
rarse de  la  verosimilitud  del  proyecto  y  aprovecharse  de 
todas  las  ventajas  en  caso  de  tener  buen  éxito  sin  hacer 
partícipe  de  ellas  a  su  autor,  y  sin  exponerse  al  pretendido 
ridículo  de  haber  sido  engañado  por  un  aventurero,  trató 
de  burlar  al  ilustre  genovés. 

Pidióle  al  efecto  todos  sus  mapas  y  derroteros  so  pretexto 
de  examinarlos,  y  aparentando  mandar  una  exjpedición  con 
víveres  para  la  África,  hizo  que  saliera  do  Lisboa  con  en- 
cargo de  hacer  el  descubrimiento  de  las  Indias,  aprove- 
chándose de  las  flamantes  revelaciones. 

Aconteció  sin  embargo  que  los  navegantes  portugueses 
sin  fe  en  la  expedición,  sin  los  conocimientos  necesarios 
y  sin  el  valor  suficiente  para  llevar  á  cabo  tan  ardua  em- 
presa, pronto  se  desanimaron  aterrorizados  por  la  inmen- 
sidad del  Océano  y  por  una  fuerte  tempestad,  y  resolvieron 
volverse,  aunque  diciendo  para  disculpar  su  cobardía  que 
eran  falsas  las  teorías  propuestas. 

Repugnante  es  este  suceso,  porque  si  el  engaño  es 
aborrecible  en  todos,  no  tiene  nombre  el  hecho  de  que  las 
personas  revestidas  de  autoridad  falten  á  la  buena  fe  que 
es  la  base  de  toda  sociedad;  mas  él  vino  á  demostrar  que 
aun  para  la  realización  del  proyecto  se  necesitaba  genio. 

Indignado  el  genovés  con  tan  vil  proceder  de  don 
Juan  II  de  Portugal,  dejó  este  país  y  partió  para  España 
en  busca  de  mejor  suerte. 

Entre  las  variadas  y  contradictorias  descripciones  de 
los  trabajos  de  Colón  en  España,  el  espíritu  crítico  ha 
llegado  á  abrirse  paso  entre  las  autoridades  y  los  errores 
y  gracias  á  él  que  se  apoya  en  documentos  fehacientes 
encontrados  en  los  archivos,  podemos  hoy  afirmar  sin 
vacilación  que  los  hechos  pasaron  del  siguiente  modo. 

Llegó  el  desconocido  marino  á  fines  de  1484,  dcsembar- 


ÍÜé^  FEHEZ  VERDÍN 

eamlo  en  el  pucrlo  tic  Santa  María  ó  en  Sevilla  doade  se 
liallaba  estabíecido  ai  frente  de  una  gran  casa  Je  comercio 
Juan  líerardi,  florentinü  y  amigo  suvo^  que  io  puso  ea 
contacto  por  medio  de  su  valimiento  con  los  personajes 
niits  inJluentes  de  la  Corle. 

En  Sevilla  ofreció  laempresa  al  l)u([ue  tieMedinasidonia, 
D.  Enr¡í|ue  de  Guímán,  quien  aunque  por  de  prontí>  se 
entusiasmó  con  la  idea,  la  deseciii)  luego  y  pnr  eso  imploró 
en  sieguida  la  protección  del  Duque  de  Medinaceli,  D,  Luis 
de  Guzmaii,  por  quien  fut^  tjien  recibido.  Dos  años  lo 
detuvo  en  su  casa  aquel  ilustre  potentado,  y  juzgando  que 
tan  grande  enipresa  más  con  venia  ú  la  reina  que  tí  v\,  así 
se  lo  manifesh»  y  lo  despidió  ílándole  una  recomendaci^m 
para  Alonso  do  Qainlímilla,  Contador  Mayor  de  Castilla. 
Éste  aproljú  sus  atrevidoíi  proyectos  y  se  declaró  su  favo- 
recedor, recomendándulo  á  su  vez  al  señor  don  Pedro 
González  de  Mendoza,  Cardenal,  Aníobis¡}o  de  ToUnJo^  que 
io  recibió  nmy  bien*  liste  prelado  puso  en  relación  directa 
á  Colón  con  los  Reyes,  consiguiéndole  una  audiencia  en 
20  de  enero  de  liSii,  en  la  cual  expuso  el  genoves  sus  ideas 
y  sus  fundadas  esperanzas.  El  Hey  D,  Femanrlo  acogir» 
con  Irialdad  aquellas  proposiciones  que  juzgV»  aventuradas, 
y  por  eso  para  desechar  el  provéelo  sin  contrariar  abier- 
tamente ias  elevadas  miras  de  la  reina  Isabel,  lo  pasó  d 
examen  de  fray  Fernando  de  Tal  ave  ra,  su  confesor,  prior 
de  Prado  y  poco  después  obispo  de  Avila  y  más  tarde  pri- 
mer arzobispo  de  Granada^  que  se  liabía  declarado  enemigo 
acérrimo  de  tal  provL^cto. 

El  mismo  prior  formó  un  Consejo,  que  tuvo  un  canícter 
oliciai,  el  cual  se  reunió  en  Córdoba,  en  principios  de 
I  48l¡,  y  manifestó  á  sus  Altezas  «  que  en  opinión  de  la 
Junta  el  propuesto  proyecto  era  vanoé  imposible  y  que  no 
convenía  atan  grandes  príncipes  tomar  parte  en  semejanle 
empresa  y  de  tan  poco  fundamento  n.  Ya  entonces  sin 
embargo,   favorecían  á   Colón,   a  mds  del  Cardenal,  del 


HISTORIA    DE   MÉXICO  i  09 

Duque  y  del  Contador  ya  citados,  el  dominico  fray  Diego 
de  Dezaque  después  fué  Arzobispo  de  Sevilla;  Juan  Ca- 
brero, camarero  del  rey;  doña  Beatriz  Fernández  de  Bo- 
badilla^  marquesa  de  Moya,  y  su  esposo  Andrés  Cabrera ; 
doña  Juana  de  la  Torre,  ama  del  príncipe  don  Juan; 
Gricio,  secretario  de  la  reina;  el  Tesorero  Rafael  Sánchez  ; 
el  padre  Fr.  Gaspar  Gorricio;  el  doctor  Chanca  y  particu- 
larmente fray  Antonio  de  Marchena. 

La  influencia  de  éstos  hizo  que  á  pesar  del  dictamen 
terminante  de  la  Junta  de  Córdoba,  no  se  desechara  deci- 
didamente la  idea  sino  sólo  se  aplazara  su  examen  ha- 
ciéndole concebir  á  su  autor  esperanzas  para  más  tarde. 

También  hicieron  sus  amigos  que  se  abrieran  en  Sala- 
manca unas  conferencias  sobre  el  proyecto,  las  que  tu- 
vieron lugar  en  el  convento  de  San  Esteban  durante  el  ve- 
rano de  1486,  bajo  la  presidencia  de  fray  Diego  de  Deza. 
Concurrieron  muchos  religiosos  y  cosmógrafos  instruidos, 
así  es  que  la  opinión  emitida  por  ese  oficioso  consejo  fué 
favorable  al  genovés,  en  contraposición  con  el  de  la  junta 
del  Prior  de  Prado;  así  como  fueron  también  contrarias  las 
argumentaciones  en  uno  y  otro;  pues  mientras  en  la  Junta 
oficial  de  Córdoba  que  presidió  Talavera,  se  emitieron 
las  opiniones  más  disparatadas  acerca  de  la  redondez  del 
globo,  y  se  hicieron  las  más  torpes  objeciones  al  proyecto, 
en  la  oficiosa  de  Salamanca,  por  el  contrario,  se  aprecióla 
cuestión  en  su  positivo  valor. 

Así  se  explica  que  habiendo  salido  los  Reyes  de  Sala- 
manca en  lunes  29  de  enero  de  1487  para  ir  á  sitiar  á  Vélez 
Málaga,  muy  poco  después  tomaran  al  futuro  almirante  á 
su  servicio  pensionándolo,  porque  existen  en  Simancas 
cuentas  en  que  consta  que  en  S  de  mayo  de  ese  año  ya  se 
le  ministraron  tres  mil  maravedís  por  orden  real,  habién- 
dosele ministrado  después  siete  mil  maravedís  en  27  de 
agosto,  cuatro  mil  en  15  de  octubre  y  tres  mil  en  16  de 
junio  de  1488. 


lio  PÉREZ   VERDÍA 

Siguió  á  la  Corte  en  sus  campañas  contra  los  moros  por 
espacio  de  tres  años,  en  cuyo  tiempo  presentó  sus  proposi- 
ciones que  fueron  calificadas  de  exageradas,  por  lo  que  algo 
desesperanzado  hizo  algunas  gestiones  epistolares  ante 
otro  soberano,  que  dieron  por  resultado,  según  él  mismo 
refiere,  que  recibiera  «  cartas  de  ruego  de  tres  prín- 
cipes »  que  fueron  los  de  Portugal,  Francia  é  Ingla- 
terra. 

Cansado  al  fin,  abandonó  aquel  Reino,  dirigiéndose  á 
Portugal;  pero  al  llegar  á  Palos  de  Moguer,  fué  recibido 
con  entusiasmo  por  el  Guardián  del  Convento  de  Santa 
María  de  la  Rábida,  fray  Juan  Pérez  á  quien  vio  hasta  en- 
tonces por  primera  ves.  Este  ilustrado  religioso  después 
de  oír  á  Colón,  llamó  al  físico  García  Hernández  para  con- 
ferenciar con  él,  y  encontrando  tan  sólidos  los  razona- 
mientos del  genovés,  temeroso  de  que  para  siempre  se 
perdiera  para  España  la  gloria  del  descubrimiento  de  aquella 
nueva  vía,  le  escribió  ala  Reina  Isabel,  de  quien  era  con- 
fesor, interponiendo  su  influencia,  no  para  que  se  admi- 
tiese el  proyecto^  porque  ya  había  sido  aceptado,  sino  para 
que  se  admitiesen  las  proposiciones  que  hacia^^xdi  llevarlo 
á  cabo. 

A  los  catorce  días  contestólaReina  al  Guardián  mandán- 
dole se  le  presentase  y  dejase  á  Colón  en  seguridad  de 
esperanza,  hasta  que  ella  le  escribiese,  y  habiendo  partido 
al  punto,  influyó  de  tal  suerte  en  el  ánimo  de  la  ilustre 
soberana,  que  logró  que  le  escribiese  desde  Santa  Fe  á 
Colón,  llamándolo  y  enviándole  por  conducto  de  Diego 
Rodríguez  Prieto,  alcalde  de  Palos,  «  20.000  maravedís  á 
fin  de  que  se  vistiera  honestamente  e  comprase  una  beste- 
zuela  e  compareciese  ante  S.  A.  » 

Una  vez  de  nuevo  en  la  Corte,  se  trató  desde  luego  de 
allanar  todas  las  dificultades,  no  habiendo  sido  necesario  que 
la  Reina  empeñara  sus  alhajas,  porque  Luis  de  San  Ángel 
y  Alonso  de  Quintanilla,  tesoreros,  facilitaron  la  suma  de 


f^^^r^'y^-^'^^  "• 


HISTORIA    DE   MÉXICO  111 

veinte  mil  pesos  (1) ;  y  en  17  de  abril  de  1492  se  firmó  en 
Santa  Fe  (frente  á  Granada),  el  tratado  celebrado  entre  los 
Reyes  Católicos  y  Colón,  y  que  comprendía  las  cláusulas 
que  ya  se  han  mencionado. 


CAPÍTULO  II 


Viajes  de  Colón.  —  Sus  infortunios  y  su  muerte.  —  Isabel  la  Católica. 
—  Línea  Alejandrina.  —  Diversos  viajes  y  exploraciones.  —  Espíritu  de 
conquista. 


Diez  y  ocho  años  de  constancia,  de  afanes  y  trabajos 
produjeron  el  tratado  de  Santa  Fe. 

Contento  y  satisfecho  Colón  partió  en  1 2  de  mayo  á  la  costa 
á  preparar  las  naves,  pero  se  encontró  entonces  con  otra 
dificultad  imprevista:  nadie  quería  tomar  parte  en  un 
viaje  tan  temerario  y  por  tanto  no  tenía  bajeles.  Esto  oca- 
sionó la  resolución  de  los  Reyes  de  ordenar  á  los  marinos 
y  dueños  de  naves,  que  sin  demora  pusieran  sus  personas 
y  propiedades  á  disposición  del  Almirante;  ejemplo  claro 
del  poder  omnímodo  de  aquel  tiempo,  si  bien  se  dice  que 
tal  orden  era  resultado  de  una  sentencia  del  Consejo  por  la 
que  se  condenaba  á  los  vecinos  de  «  Palos  á  servir  un  año 
á  su  costa  por  algunas  cosas  fechas  en  deservicio  de  los 
Keyes.  » 

En   cumplimiento  de  esa  real  orden  y  de  acuerdo  con 

(1)  c  Pero  si  todavía  os  parece,  Santangel,  que  ese  hombre,  dijo  la 
Reyna,  no  podrá  sufrir  tanta  tardanza,  yo  tendré  por  bien  que  sobre  joyas 
de  mi  recámara  se  busquen  prestados  los  dineros  que  para  hacer  la 
armada  pide  y  vayase  luego  á  entender  en  ello.  »—  «  Sonora  serenísima, 
contestó  el  Tesorero,  no  hay  necesidad  de  que  para  esto  se  empeñen  las 
joyas  de  Vuestra  Alteza :  muy  pequeño  será  el  servicio  que  yo  haré  á 
V.  A.  y  al  Rey  mi  señor,  prestando  el  cuento  de  mi  casa;  sino  que  V.  A. 
mande  enviar  por  Colón,  el  cual  creo  es  ya  partido.  » 


1Í2  VfMZZ   VEBDÍA 

Colon,  Martín  Alonso  Pin/j'm  se  preparó  con  dos  naves  y 
le  ayudiMnucho  íí  vencer  este  último  obstáculo.  Se  tomó 
por  la  fuerza  otra  nave  Ae  Quintero  y  una  vez  alistados  tres 
bajeles,  estaban  coml* luidos  los  preparativos. 

La  Sanfa  María,  la  Pinta  y  la  Nina  con  ciento  veinte 
tripulantes,  con  víverca  para  un  año  y  maufladas  la  pri- 
mera por  el  mismo  almirante,  la  segunda  por  Martín  Alonso 
Pinzón  y  la  tercera  por  Vicente  Ydñez  Pintón,  formaban 
toda  la  Ilota. 

Se  dieron  á  la  vela  en  la  Barra  de  Saltes  junto  á  Palos, 
el  viernes  3  de  agosLo  de  1492;  pero  habif'ndosü  roto  el 
timíSn  de  la  Pinta,  tuvieron  que  detenerse  en  las  ¡alas  Ca- 
narias^ de  donde  salieron  en  dirección  del  Oeste,  el  (i  de 
septiembre. 

Sin  apunarse  de  esa  ruta,  el  l/l  de  septiembre,  distando 
200  leguas  de  la  isla  de  Hierro,  ol>servú  Coliki  que  la 
brújula  variaba  de  punto  ile  indicaciún;  el  14  vieron  una 
garza  y  un  pajaro  que  revoloteaban  cerca  de  los  luiíjues; 
el  21  se  encontraban  en  una  parte  del  Océano  cubierta  en- 
teramente de  plantas  marinas,  á  la  que  pusieron  por 
nombre  ff  mar  de  liierbas  ».  y  ya  se  maniíestabanen  la  tri- 
ptilftciun  sin  ti»  mas  de  disgusto*  El  I**  de  octubre  habían 
caminado  desde  las  Canarias  setecientas  siete  lí^guas, 
aunque  solo  suponíainiabei" andado ;>80,  pues  Cnlr»n  llevaba 
dos  diarios  de  bitácora^  uno  piiblico,  en  el  que  <vcu liaba 
cada  día  varias  leguas,  y  el  otro  para  su  uso  personal,  y 
en  el  que  constaba  la  ventasiera  distancia  recorrida  (1), 


^1  La  lirujuia.  que  us  un.T  a^uj;i  íiiiíuiíjiíIíi  pucshi  aühreun  <?jc  (tercero 
punliíJ^'tulii,  fué  liemniiinfulíi  nsí  y  (icrfeeiMonntlít  por  i-l  mnriiio  n.ipoiilano 
Ftnvio  GJiMíi. 

Eq  ía  ítntijk'ücíLiiS  se  lonoriij  Irt  pn ►piedad  riel  iiuiln,  jíubre  la  eiírtl  se 
fimilíi  la  tro  ría  de  la  brújulí*^  pt^m  ]nmús  se  pt*nsi>  i^nloncTs^  en  su  pro- 
pk'iíad  de  apuntar  iíieniprp  ni  Norlc. 

E«  Eurupa  fué  í'onouída  por  primera  vez  y  van  ^rnntlt^  iinperfí^critjn  en 
el  ¡«i^'lu  iJi  en  <[Uí?  los  erujttifln^  se  piiííierou  pji  eomunjoaeiñn  con  los 
íiralíeíí,    que   fuenm  f|UÍt*Tieí!  IchS  i>n>iH>ríioufini»    lau   íilll    iuveulu.    hu 


II^IH  IAIiP.1     IJ     l^-LIM^J,^.,         .     .l^^^injp 


HISTORIA   DE   MÉXICO  i  13 

El  disgusto  había  estallado  ya  entre  los  tripulantes,  por- 
que temían  que  el  Almirante  los  perdiera  en  aquellos  des- 
conocidos piélagos,  y  como  vieran  que  por  nada  quería 
retroceder,  pensaron  en  matarlo  para  poderse  volver,  pero 
el  temor  de  no  acertar  con  el  camino,  los  libró  de  tan 
horrible  crimen,  habiendo  tenido  que  conformarse  y  seguir 
su  camino,  sin  que  sea  cierto  que  les  prometió  Colón 
volverse  si  dentro  de  tres  días  no  descubría  tierra;  pues 
lal  dicho  fué  inventado  por  Oviedo  á  fin  de  rebajar  el 
mérito  de  energía  tan  grante,  pero  sin  que  sea  cierto, 
pues  aquél  jamás  pensó  en  entrar  en  transacciones  con 
los  marinos  resolviéndose  á  abandonar  su  empresa  más 
querida  cuando  ya  tocaba  á  su  fin  :  era  un  carácter. 

Muchas  señales  de  tierra  se  presentaban  cada  día,  y 
como  se  había  ofrecido  una  pensión  de  20  escudos  al  que 
primero  la  descubriera,  á  diario  la  estaban  anunciando, 
ocasionando  con  esto  alarma  y  pérdida  de  tiempo :  así  es 
que  fué  preciso  mandar  por  bando  que  el  que  gritara  tierra, 
sin  que  se  encontrara  dentro  de  los  tres  días  siguientes, 
perdería  el  derecho  á  la  pensión,  aun  cuando  después 
llegase  á  descubrirla  en  efecto. 

Por  fin  el  11  de  octubre  á  cosa  de  las  diez  de  la  noche, 
el  mismo  Almirante  vio  relumbrar  una  luz  lejana  y  mo- 
vediza. Llamó  luego  á  Pedro  Gutiérrez  y  á  Rodrigo  San- 


adquirieron  también  los  árabes  de  los  indios,  quienes  lo  tomaron  de  los 
chinos,  que  fueron  los  primeros  navegantes  que  emplearon  la  bn^ula 
desde  el  siglo  ii  según  algunos  y  desde  el  xi  según  los  documentos  más 
antiguos. 

Colón  fué  el  primero  que  descubrió  que  la  aguja  se  desvía  sensible 
mente  del  vei'dadero  Norte,  lo  cual  se  debe  á  que  el  polo  magnético  es 
distinto  del  polo  terrestre,  y  en  consecuencia  el  meridiano  magnético  en 
vez  de  confundirse  con  el  meridiano  astronómico,  forma  con  él  un  ángulo 
de  grados  que  es  lo  que  se  llama,  declinación. 

Tampoco  se  confunde  el  plano  de  la  aguja  con  el  plano  horizontal, 
variando  notablemente  esa  diferencia  mientras  más  se  separa  del  ecuador, 
pues  cerca  del  polo  llega  á  estar  enteramente  vertical,  designándose  con 
el  nombre  de  inclinación  semejante  fenómeno. 

8 


^é^  4*í  í^^j^fTÍa,  *iúi^n^^  se  cercioraron  Jel  he«:h'>:  así  faí 
*j:**t  íífr  t*?  *  -CííefO*!  Ias  Telas  de  los  boques  y  se  mandó  estar 

A  la»4^>^  da  la  rfufiana  del  viernes  12  an  cañonazo  de 
th  Pinta  nunwú6  <j«e  se  h^íiíaeni*onlrado  tierra,  la  que 
fij^  flü-íKOfíi^rta  jfíir  B^ídri'pro  de  Triana,  segTÍn  relaci«jn  del 
geri^ivéi  ^>  {»^f r  Jfi%fi  RfidnVuez  Bermejo  según  autorizados 

ÍM  penii'in  »in  embargo  se  adjudicó  áCoI«>n,  por  baber 
ifikr  el  primero  que  vtó  la  luz  indicadora  de  tierra  tírrae  i ), 
mi  efl  que  tuvo  la  gloría  no  sólo  de  idear  el  sublime 
firoyfFClo  y  [ponerlo  en  prá<!lica,  sino  aun  la  de  ver  el  pri- 
mero la»  nuevas  tierras  del  Nuevo  Mundo. 

Mfiü  tarde,  y  cuando  el  sol  había  iluminado  ya  aquellas 
eoín'ircuH,  desembarcaron  tomando  posesión  de  ellas  en 
nombre  de  Kemando  /•  T^ribeL  Estaban  en  la  isla  de  Gua- 
nalianí,  íí  la  que  pusieron  por  nombre  San  Salvador  en  el 
urcbípí'Urigo  de  hiñ  Lu  cavas  (2). 


'f|  i^t\n%;t'<  i|iMt  l/i  \iít  íjur  ohi*f*rvt*i  f^ifon  estaba  en  la  isla  de  Watling, 
puf*\\irí  í!i*  {\M\n  ¡%  In  liy  Ji»  ^jiilvurlor  híi_v  (irrfj sámenle  las  mismas  horas  de 
HÍ«tfifiiM  i\M%  Ihh  quiT  míídirtfím  i^ntr*^  Ja  fierre]>ción  de  la  luz  y  el  descu- 
hflíMlfUilii  <ti?  iJíTiTíi,  y  pi^^quo  fiíí  híibrÍQ  s^idu  posible  distinguir  desde  tan 
h.\iin  %\\v\  Ui^y^nt^m  n\  Mix  m  tinbtera  Imllado  en  la  isla  descubierta. 
Ui/f  \**n  Htuírits  líu^í  nbnn  ÍJt»rrn  í  on  «Ijincd,  jfasando  casi  por  las  orillas 
ib  idtal 

'  jj  Al  tvihnmr  i|Uí.'  Ui  [wnm'Yiv  itila  dt*MMjbü*rta  por  Colón,  fué  la  de  San 
^ii{\uu{Hf^  \\\i\  f)í'  íi|ítí)'iiflu  i*ij  ta  <ípínj(Vii  del  mismo  descubridor  y  de  Las 
<^i^ii'4,  iNinlirriifidrt  por  brn  itiiN^nirio^  y  earl'is  de  Juan  de  la  (^osa,  Diego 
MiVí'Cíi  y  Á\%n\%  |^ífi(■í^  di*  Ler'iii  y  [mv  nnn  (feneral  tradición  corroborada  en 
nut'wiríjf.  íliJM  |Hir  WíinIuíiííIoíi  h'win^  <(ih'  kizo  un  viaje  al  efecto,  por  el 
ÍIrírón  dh  Itiiinboldt,  niili*iu)nd  taa  Cínnjiclente  en  materias  científicas  y 
(jrir  id  nllii'o  riiiiui-iil*'  don  T<imiU  Hodríguez  Pinilla. 

Iion  Xnm\  ÍÍ*  Miiíjip/.  vv\>y\\  \\\\v.  la  ver^laditm  Guanahani  era  la  islaWal- 
tJtití*^  A  l'i  ir'iíiiHi  dti  b>  dfd  ^  (iato  »,  qtni  ns  la  (jue  hoy  se  llama  San 
Kalvíidor,  íiniTí  ióu  admitjdrí  (tor  el  cojiilAti  llecher. 

Iliiri  Mni'tíii  K,  dii  Savaretln  fii^  dü  itjñnión  (¡ue  era  la  del  «  Gran 
Turro  »,  A  J*iw  'ii*  firt'ilc  latitud  N\  ;  Vítrnlvfi^en  sostiene  que  la  verdadera 
riiiHiiídinrü  i'«  bi  j^la  a  Marígufum  »  y  Fox  que  es  la  designada  hoy  con  el 
ih'iulH*'  dt*  it  Hnmrtüü  I»  íil  S.  {}.  de  aí.[UÉlbi* 


HISTORIA    DE  MÉXICO  113 

«  Grande  fué  su  alegría  cuan4o  vieron  las  extensas 
florestas  que  embellecían  sus  playas,  vista  que  les  hizo  re- 
doblar sus  esfuerzos  para  llegar  á  aquella  orilla  de  la  cual 
tan  corto  espacio  los  separaba  ya.  Estaban  los  árboles  de 
la  costa  cargados  de  frutos  de  tentador  matiz  pero  desco- 
nocida especie.  La  pureza  y  suavidad  de  la  atmósfera,  la 
diafanidad  de  las  aguas  que  bañan  aquellas  islas,  les  daban 
extraordinaria  belleza  y  produjeron  mucho  efecto  en  el 
ánimo  de  Colón,  tan  susceptible  de  este  género  de  impre- 
siones. 

«  No  bien  hubo  desembarcado  cuando  se  arrodilló  reve- 
rentemente, besó  la  tierra  y  dio  gracias  al  Todopoderoso 
con  lágrimas  de  alegría.  Imitaron  los  de  la  comitiva  su 
ejemplo  con  el  corazón  rebosando  de  gratitud  y  alegría. 
Colón  se  levantó  después,  desnudó  la  espada  y  tremolando 
el  estandarte  real,  llamó  al  rededor  suyo  á  los  dos  capi- 
tones, á  Rodrigo  de  Escovedo,  escribano  de  la  escuadra,  á 
Rodrigo  Sánchez  y  los  demás  que  habían  desembarcado  y 
tomó  posesión  de  la  isla  en  nombre  de  los  monarcas  de 
Castilla,  dándole  el  nombre  de  San  Salvador.  Cumplidas 
las  ceremonias  y  formas  necesarias,  exigió  délos  presentes 
le  prestasen  el  juramento  de  obediencia  como  Almirante  y 
Virrey,  representante  de  las  personas  de  los  soberanos.  » 

Los  naturales  andaban  desnudos  y  con  el  cuerpo  pintado 
de  colores,  por  lo  que  revelaban  desde  luego  muy  poca 
cultura,  pero  eran  hospitalarios  y  recibieron  muy  bien  á 
los  descubridores,  que  permanecieron  allí  dos  días. 

El  15  descubrieron  otra  pequeña  isla  á  que  llamaron 
Santa  María  y  al  día  siguiente  desembarcaron  en  otra 
mucho  más  grande  y  rica,  á  la  que  pusieron  por  nombre 
Fernandina  y  que  hoy  se  llama  de  Santo  Domingo. 

Prosiguiendo  el  Almirante  sus  exploraciones  con  el 
mayor  entusiasmo,  encontró  el  19  una  nueva  isla  á  la  que 
dio  el  nombre  de  Isabela,  en  la  que  por  los  vientos  con- 
trarios tuvo  que  esperar  hasta  el  24,  llegando  el  día  28  á 


116  PEBÉZ    VBRDÍA 

la  mayor  de  las  AaUUas.  Maravillado  quedó  con  la  vista 
de  Cuba,  cuya  costa  exploró  por  varios  días  descubriendo 
siempre  nuevos  y  hermosísimos  cuadros  de  una  natura- 
leza tropical,  y  bailándola  tan  grande  pensó  que  sería  la 
tierra  lirme  de  la  costa  Oriental  de  Asia.  Mientras  se 
ocupaba  en  tales  exploraciones,  Pinzón  guiado  por  la 
codicia  y  la  envidia  quiso  partir  á  hacer  nuevos  descubri- 
mientos por  su  propia  cuenta  y  volverse  después  á  España 
para  atribuirse  la  gloria,  suponiendo  que  había  muerto 
Colón,  Je  suerte  que  desertó  el  21  de  noviembre  con  su 
nave  que  era  la  mas  velera,  sin  que  sus  compañeros  vol- 
viesen á  tener  nolicia  suya. 

El  3  de  diciembre  encontró  el  ilustre  genovés  otra  nueva 
isla  á  la  que  arribó  el  6  en  un  buen  puerto  bautizado  con 
el  nombre  de  San  Nicolás  y  después  de  una  ligera  explo- 
ración fué  llamada  «  La  Española  »  porque  encontró  alguna 
semejanza  con  las  mas  bellas  provincias  de  Andalucía.  El 
22  recibió  una  embajada  del  cacique  Guanacari  con  algu- 
nos presen  les  j  por  lo  que  partió  á  verlo  encontrándolo  en 
una  población,  la  mejor  que  liasta  allí  habían  visto  y  que 
revelaba  en  sus  habitantes  mayor  cultura  que  en  los  de 
las  otras  partes  del  archipiélago.  Guanacari  se  mostró 
adicto  á  sus  huéspedes,  manifestando  sentimientos  delica- 
dos y  generosos  y  los  invitó  á  que  se  estableciesen  en  sus 
tierras,  por  lo  que  se  aceptó  la  idea  y  se  fundó  allí  una 
colonia.  El  24  de  diciembre  por  la  noche  y  mientras  nave- 
gaba Colón  para  el  puerto  de  la  Concepción,  por  un  des- 
cuido del  piloto,  naufragó  la  carabela  Santa  Marta ,  de 
suerte  que  no  quedándole  meís  que  La  Niña,  construyó 
en  la  itueva  colonia  un  fuerte  que  llamó  de  Navidad. 
Una  vez  concluídoj  resolvió  dejar  en  él  una  parte  de  la  tri- 
pulación y  volverse  U  España  con  el  resto,  pues  corría  el 
riesgo  de  que  por  cualquier  evento  se  perdiera  la  única 
nave  de  que  disponía,  quedándose  entonces  aislado  y  sin 
esperanza  de  socorro  ;  designó  á  Diego  de  Arana  por  jefe. 


""^rr 


HISTORIA    DE  MÉXICO  1Í7 

y  dejando  á  sus  órdenes  á  treinta  hombres  de  los  más 
idóneos,  recomendóselos  á  Guanacari  y  despidiéndose 
cariñosamente,  se  hizo  á  la  vela  para  España  el  día  4  de 
enero  de  1493. 

Apenas  empezado  el  viaje  se  encontró  á  los  dos  días  con 
Martín  Alonso  Pinzón  que  le  dio  una  satisfacción  por  su 
conducta  y  se  incorporó  de  nuevo,  y  aunque  ya  con  sus 
dos  naves  y  tripulantes,  deseaba  seguir  sus  exploraciones 
por  aquellos  mares  tan  sembrados  de  desconocidas  y  ricas 
tierras,  no  tuvo  la  suficiente  confianza  en  que  siguiera 
siendo  fiel  Pinzón  y  siguió  por  eso  su  comenzado  viaje. 

No  tuvo  la  misma  suerte  en  esta  travesía  que  en  la  pri- 
mera, porque  recias  tormentas  y  contrarios  vientos  pusie- 
ron en  gran  peligro  las  dos  frágiles  naves  :  dos  veces 
estuvieron  á  punto  de  zozobrar  y  creyendo  seguro  su 
naufragio,  el  Almirante  hizo  poner  la  narración  de  sus 
descubrimientos  dentro  de  un  pan  de  cera  que  en  un  tonel 
arrojó  aí  mar  con  la  esperanza  de  que  algún  día  llegara  á 
encontrarse  y  no  fuera  estéril  su  sacrificio ;  vana  precau- 
ción que  no  hubiera  salvado  del  olvido  aquella  empresa, 
pues  hasta  hoy  jamás  ha  llegado  á  saberse  el  paradero  de 
tan  curiosa  reliquia  histórica.  Pinzón  volvió  á  desertar  y 
por  fin  el  15  de  febrero  llegaron  á  la  isla  de  Santa  María  en 
el  grupo*  de  las  Azores. 

Fué  bien  recibido  de  parte  del  Gobernador  Juan  de  Cas- 
tanheda,  por  lo  que  al  siguiente  día  acordaron  cumplir  un 
voto  que  de  visitar  procesionalmente  y  descalzos  la  pri- 
mera iglesia  de  la  Virgen  que  encontrasen,,  habían  hecho 
cuando  corrían  el  peligro  de  ser  sepultados  por  las  enfure- 
cidas olas.  Desembarcó  pues,  la  mitad  de  la  tripulación 
con  el  expresado  objeto,  quedándose  el  resto  en  la  nave  á 
fin  de  no  dejarla  abandonada ;  pero  apenas  habían  empezado 
sus  rezos  en  la  iglesia,  cuando  el  desleal  Gobernador  la 
rodeó  con  gente  armada  y  los  hizo  á  todos  prisioneros; 
mas  la  actitud  que  con  su  nave  tomó  Colón  y  el  haber  mos- 


118  PÉREZ   VERDÍA 

trado  sus  títulos  y  reales  provisiones,  hicieron  que  al  día 
siguiente  los  diera  libres  el  portugués. 

El  24  se  dio  á  la  vela  y  el  4  de  marzo  arribó  al  Tajo,  des- 
pués de  sufrir  nueva  y  espantosa  tormenta,  desembarcando 
en  el  puerto  de  Lisboa  á  los  tres  días.  Pasó  de  allí  á  Val- 
paraiso  donde  estaba  la  Corte  y  fué  recibido  amablemente 
por  el  rey  D.  Juan  II,  emprendiendo  pocos  días  después 
por  el  puerto  de  Palos  al  cual  llegó  el  viernes  14  de  mayo, 
su  camino  para  Barcelona  donde  se  encontraban  los  Reyes 
Católicos. 

«  Á  mediados  de  abril  llegó  Colón  á  Barcelona  donde 
se  habían  hecho  todos  los  preparativos  oportunos  para  re- 
cibirle con  solemne  pompa  y  magnificencia.  La  hermosura 
y  serenidad  del  tiempo  en  aquella  apacible  estación  y  favo- 
recido clima,  contribuyeron  á  dar  esplendor  á  esta  memo- 
rable ceremonia.  Al  aproximarse  á  la  muralla,  salieron  á 
recibirle  y  felicitarle  muchos  jóvenes  nobles  de  la  corte  y 
caballeros  de  alta  alcurnia,  seguidos  de  un  vasto  concurso 
de  gentes  del  pueblo.  Su  entrada  en  aquella  ilustre  ciudad 
se  ha  comparado  á  los  triunfos  de  los  conquistadores  ro- 
manos. Primero  veníanlos  indios  pintados  según  la  usanza 
selvática  y  ataviados  con  sus  adornos  de  oro.  Después  se- 
guían varias  especies  de  loros  vivos  y  otras  aves  y  ani- 
males desconocidos  y  plantas  raras  que  se  suponían  de 
preciosas  cualidades  :  habiéndose  cuidado  de  hacer  tam- 
bién ostentoso  alarde  de  diademas  indias,  brazaletes  y 
otros  adornos  de  oro,  que  diesen  idea  de  la  opulencia  de 
las  recién  descubiertas  regiones.  El  último  seguía  Colón  á 
caballo,  rodeado  de  una  brillante  comitiva  de  nobleza  espa- 
ñola. Las  calles  estaban  casi  intransitables  de  gente  ;  las 
ventanas  y  balcones  coronados  de  damas  y  hasta  los  teja- 
dos llenos  de  espectadc*res.  Parecía  que  no  se  saciaba  la 
vista  pública  de  contemplar  aquellos  trofeos  de  un  mundo 
desconocido^  ni  al  hombre  extraordinario  que  lo  había  des- 
cubierto* RevSplandecía  cierta  sublimidad  en  aquel  suceso 


•laS;.^ 


HISTORIA   i)E   MÉXICO  119 

<jue  prestaba  senlimiento^  solemnes  al  gozo  público.  Mirá- 
base como  una  vasta  y  señalada  merced  de  la  Providencia, 
para  premio  de  la  piedad  de  los  monarcas;  y  el  aspecto 
majestuoso  y  venerable  del  descubridor,  tan  diferente  de 
aquella  juvenil  bizarría  que  se  espera  en  los  que  acaban 
audaces  empresas,  armonizaba  con  la  dignidad  y  alteza  de 
tan  grande  hazaña.  » 

Tan  luego  como  se  aproximó  se  levantaron  de  sus  asien- 
tos los  Reyes  Católicos  y  no  permitiéndole  que  les  besara 
la  mano,  lo  sentaron  á  su  lado  y  escucharon  conmovidos 
la  narración  que  les  hiciera  de  las  nuevas  tierras,  con- 
cluyendo por  caer  de  rodillas  enternecidos  y  dar  gracias  á 
Dios  con  lágrimas  en  los  ojos,  entre  las  entonaciones  del 
Te  Deum  laudamus. 

El  brillante  éxito  del  primer  viaje  del  descubridor,  las 
esperanzas  que  manifestaba  de  encontrar  aún  tierras  más 
ricas,  la  soberbia  acogida  que  acababa  de  dársele  y  el  de- 
seo de  lucro  tan  comün  en  todos  los  hombres,  hicieron 
que  se  extendiera  el  mayor  entusiasmo  y  gusto  por  los 
viajes  al  Nuevo  Mundo,  rivalizando  en  tal  empeño  distintas 
<le  las  naciones  europeas. 

Por  tal  motivo,  á  la  vez  que  se  preparaba  una  nueva  y 
mejor  expedición,  se  pedía  al  Sumo  Pontífice  el  dominio 
de  las  naciones  infieles  que  descubriesen,  como  en  efecto 
lo  concedió  Alejandro  VI  por  bula  de  2  de  mayo  de  1493, 
y  como  ya  antes  se  habían  concedido  idénticos  derechos  al 
Portugal,  á  fin  de  evitar  conflictos  se  fijó  un  límite  á  los 
descubrimientos  de  ambas  naciones.  Se  supuso  una  línea 
ó  meridiano  distante  hacia  el  Occidente  cien  leguas  de  las 
Azores,  que  debiera  separar  las  dos  naciones,  de  suerte 
■que  todas  las  tierras  que  se  descubriesen  al  Occidente, 
pertenecerían  á  los  reyes  de  España  y  todas  las  que  se  en- 
contrasen al  Oriente  serían  de  los  de  Portugal ;  pero  des- 
pués de  graves  cuestiones  vino  á  convenirse  por  los  dos 
gobiernos  en  cambiar  la  línea  Alejandrina,  fijando  el  límite 


120  PÉREZ   VERDÍA 

en  el  meridiano  4ue  se  trazara  á  trescientas  sesenta  leguas 
al  Occidente  de  las  islas  del  Cabo  Verde. 

El  25  de  septiembre  salió  de  Cádiz  el  inmortal  marino 
para  volver  al  Nuevo  Mundo  con  tres  buques  de  á  cien  tone- 
ladas y  catorce  carabelas,  con  mil  quinientas  personas. 

En  esta  vez  descubrió  las  islas  de  la  Dominica,  Mariga- 
lante,  Guadalupe,  Monserrate,  Santa  María  de  la  Redonda, 
Santa  María  de  la  Antigua,  San  Martín,  Santa  Cruz,  Santa 
Úrsula  con  las  once  mil  vírgenes,  San  Juan  Bautista  llamada 
después  Puerto-Rico,  y  la  de  Santiago  que  más  tarde  se 
llamó  Jamaica. 

Cuando  llegó  á  la  colonia  de  Navidad  la  encontró  entera- 
mente destruida  y  despoblada,  pues  á  consecuencia  de  los 
excesos  cometidos  por  los  españoles,  los  naturales  se  habían 
rebelado  y  los  hicieron  perecer.  El  bondadoso  Guanacari, 
que  siempre  les  fué  liel,  recibió  más  tarde  un  indigno  pago, 
•pues  lo  obligaron  á  entregar  fuertes  tributos  y  tanto  por 
esto,  como  por  estar  mal  querido  de  los  isleños  por  su 
amistad  con  los  conquistadores,  se  remontó  á  desiertas 
montañas  donde  murió  en  la  obscuridad. 

Hizo  en  seguida  un  viaje  de  exploración  por  las  costas  de 
Cuba,  y  como  creyera  encontrarse  en  tierra  firme  pertene- 
ciente á  las  Indias  Orientales  dio  el  nombre  de  indios  á 
aquellos  pobladores, 

Después  de  haber  sometido  por  las  armas  á  algunos 
isleños  que  se  habían  rebelado,  constituyéndose  conquista- 
dor, y  deseoso  de  mostrar  ú  España  toda  la  riqueza  de 
aquellas  romLircas,  les  ¡m|mso  un  pesado  tributo  á  todos 
lüs  ]iíibiLanLcs  que  .íparenteinente  representaran  más  de 
catorre  años  de  edad.  El  tributo  consistía  en  cierta  canti- 
dad de  polvo  de  m*ú  que  tenían  que  entregarle  todos,  y  en 
cambio  del  cual  les  díilni  por  recibo  una  ligera  medalla  de 
cobre  que  tenían  obligación  de  colgarse  del  cuello,  de 
suerte  que  el  que  no  traía  aquella  constancia  de  pago,  era 
castigado  severamente* 


HISTORIA   DE   MÉXIC  )  121 

Ocupado  estaba  en  tales  tareas,  y  en  buscar  algunas 
minas  de  que  se  le  dio  noticia,  cuando  llegó  á  la  Isabela 
en  octubre  de  1493  Juan  Aguado  con  comisión  de  los 
Reyes  de  examinar  su  conducta  así  como  las  riquezas  de 
las  Indias,  pues  ya  se  habían  levantado  mil  quejas  en  su 
contra. 

Dejando  en  la  colonia  á  su  hermano  D.  Bartolomé,  con 
el  título  de  Adelantado,  el  genovés  se  embarcó  en  com- 
pañía de  Aguado  en  marzo  de  1496,  llegando  al  puerto 
gaditano  en  11  de  junio. 

Se  presentó  á  los  Reyes  en  la  riudad  de  Burgos,  siendo 
recibido  con  la  misma  benevolencia  que  la  vez  primera, 
aunque  ya  en  el  publico  había  disminuido  mucho  su  popu- 
laridad, y  les  propuso  se  enviara  una  nueva  expedición. 

Aprobado  tal  pensamiento,  no  se  le  pudieron  minis- 
trar los  fondos  necesarios  por  la  absoluta  penuria  del 
erario,  por  lo  que  no  pudo  emprender  su  tercer  viaje  sino 
hasta  el  30  de  mayo  de  1498  en  que  salió  con  seis  buques 
del  puerto  de  San  Lúcar  de  Barrameda  y  dirigiéndose  un 
poco  al  Sur  de  sus  anteriores  derroteros,  descubrió  la  isla 
de  Trinidad  el  3i  de  julio.  Kxploró  en  seguida  el  golfo  de 
Paria  descubriendo  la  tierra  firme  el  miércoles  1  .^  de  agosto, 
aunque  por  haber  creído  que  era  isla,  püsole  por  nombre 
«  isla  Santa  »  y  juzgando  que  la  punta  de  Paria  también  lo 
era,  llamóle  «  isla  de  Gracia  »  después  de  lo  cual  volvió  á 
la  Española  llegando  el  día  30  de  agosto. 

Supo  entonces  todas  las  penalidades  y  fatigas  sufridas 
durante  su  ausencia  por  D.  Bartolomé,  pues  habiendo  cas- 
tigado con  la  hoguera  á  unos  indios  que  habían  hecho  peda- 
zos las  imágenes  de  una  capilla  de  la  Vega,  se  indignaron 
todos  los  naturales  que  á  las  órdenes  del  belicoso  cacique 
Guarionex  se  rebelaron,  y  aunque  muy  á  tiempo  sofocó 
el  Adelantado  aquella  rebelión,  sin  embargo  el  espíritu  de 
insubordinación  entre  los  aventureros  y  el  amor  á  la  inde- 
pendencia en  los  naturales  empezaban  á  hacerse  sentir. 


122  PÉREZ   VERDÍA 

El  Alcalde  mayor  Francisco  Roldan  se  aprovechó  de 
aquellas  circunstancias  y  seguido  de  varios  españoles  am- 
biciosos y  de  los  indios  engañados,  se  levantó  en  armas 
desconociendo  k  autoridad  del  Adelantado  ;  mas  aunque 
Ja  llegada  de  España  de  Pedro  Hernández  Coronel  en  3  de 
febrero  de  i  498  salvó  de  la  ruina  la  colonia,  todavía  du- 
raba la  sedícíun  y  el  trastorno  consiguiente  cuando  arribó 
el  Almiranle.  8o  ocupó  en  consecuencia  en  someterlos,  á 
cuyo  efecto  entró  en  capitulaciones  con  Roldan  y  demás 
conjurados,  acubanflo  por  remitirlos  á  España  con  buenas 
ganancias. 

En  la  Corte  se  había  formado  un  poderoso  partido  contra 
Colón,  lanLo  por  la  envidia  que  su  genio  y  fortuna  desper- 
taba en  los  corazones  depravados,  como  por  los  sucesos 
ocurridos,  do  suerte  que  se  le  acusaba  de  defraudar  las 
renltifei  piiblicas  í-u puesto  que  hasta  allí  no  correspondían 
los  productos  de  las  nuevas  colonias  á  los  gastos  en  ellas 
erogados,  así  como  también  de  poco  experto  en  el  go- 
bierno, de  tirano  é  inicuo. 

Alguna  parte  tuvo  en  sus  desgracias  el  ilustre  marino, 
pues  cuando  sometía  á  la  esclavitud  á  aquellos  isleños 
Hcnfitumhrados  á  la  libertad  y  con  el  santo  derecho  que  á 
ella  íia  conceilido  la  naturaleza  valiéndose  para  conse- 
guirlo aun  de  bravísimos  perros  de  presa;  cuando  los  re- 
partía en  encomiondas,  expropiándolos  de  sus  tierras  para 
darlas  ú  sus  soldados,  á  la  vez  que  faltaba  al  sentimiento 
del  ilerecho,  fomenUd)a  el  disgusto  entre  los  españoles. 
Fuente  inagotable  de  odio  y  de  resentimientos  es  la  codicia 
y  la  enviília,  y  con  aquellos  inicuos  repartimientos  se 
disgustaban  los  nn^smos  favorecidos  siempre  que  no  les 
tocaba  la  mejor  parte,  como  era  imposible  que  sucediese. 

Eí  espíritu  frío  ¿  ingrato  del  rey  Fernando  estaba  siempre 
mejor  dispuesto  á  acoger  las  quejas  contra  Colón,  pero  el 
generoso  de  la  noble  Isabel  necesitó  rendirse  á  la  eviden- 
cia. Protectora  decidida  de  los  desgraciados  indios,  había 


HISTORU   DE   México  123 

(lado  repetidas  órdenes  para  que  se  les  convirtiese  á  la  fe 
cristiana  sin  maltratarlos  ni  esclavizarlos,  así  es  que  cuando 
ella  misma  vio  los  esclavos  que  traían  con  consentimiento 
del  Virrey,  Roldan  y  los  que  venían  de  Indias,  no  pudo 
contener  su  disgusto.  «  ¿Quién  dio  liceacia  á  Colón  y  qué 
derecho  tiene  para  repartir  y  regalar  mis  vasallos?  »  dijo, 
y  dudando  de  si  en  lo  demás  obraría  tan  mal  é  inobedien- 
temente como  en  esto,  dispuso  se  nombrara  un  juez  de 
residencia. 

Recayó  la  elección  en  Francisco  de  Bobadilla,  Comen- 
dador de  la  Orden  de  Calatrava  á  quien  se  facultó  para  que 
averiguase  las  causas  de  la  pasada  rebelión,  el  estado  de 
las  colonias  y  todo  lo  que  pudiera  saberse,  pudiendo  re- 
mitir á  España  á  toda  clase  de  personas  que  juzgase  con- 
veniente. No  se  limitó  á  esto  sólo  el  celo  de  la  reina,  sino  que, 
impresionada  por  las  desgracias  de  cosa  de  trescientos 
indios  de  distintos  sexos  y  edades  que  habían  llevado  á  la 
metrópoli,  mandó  que  so  pena  de  muerte  les  volviesen  á 
todos  su  libertad  inmediatamente.  ¡  Como  si  no  bastara  á 
aquella  noble  mujer  la  gloria  del  descubrimiento,  se  hacía 
acreedora  á  las  bendiciones  de  los  habitantes  del  Nuevo 
Mundo  por  la  filantrópica  y  ardiente  protección  que  les 
concediera ! 

Bobadilla  llegó  al  puerto  de  Santo  Domingo  el  día  23  de 
agosto  de  1500,  pero  si  el  hecho  de  enviarlo  constituía  una 
desconfianza  hacia  Colón  por  parte  de  los  Reyes,  la  manera 
con  que  ejecutó  su  mandato  importó  una  verdadera  ofensa, 
pues  invirtiendo  las  reales  instrucciones,  antes  de  investi- 
gar cuál  había  sido  la  conducta  del  Almirante,  se  apoderó 
del  gobierno.  Y  como  si  esto  no  fuera  bastante,  llegó  á 
aprehenderlo  y  ponerle  grillos  y  cadenas,  remitiéndolo  á 
España  en  principios  de  octubre  (1). 


(1)  Refiere  el  ilustre  Obispo  de  Cliiapas  (¡ue  al  llegar  A.  Villejo  con  su 
escolta  para  conducir  preso  al  buque  al  inmortal  Colón,  lo  bailó  abatido 


124  PÉREZ    VERDÍA 

En  la  travesía,  Alonso  Villejo  encargado  de  su  custodia 
y  Andrés  Martín,  dueño  de  la  carabela,  quisieron  quitarle 
las  ominosas  cadenas,  pero  él  se  opuso  diciéndoles  : 
«  ¡  No !  sus  Majestades  me  mandaron  por  escrito  que  me 
sometiese  á  lo  que  Bobadilla  ordenase  en  su  nombre ;  por 
su  autoridad  me  ha  puesto  estas  cadenas,  yo  las  llevaré 
hasta  que  ellos  me  las  manden  quitar  y  las  conservaré 
después  como  reliquias  y  memoria  del  premio  de  mis  ser- 
vicios. )) 

Por  fortuna  tan  luego  como  llegó  á  Cádiz  y  supo  la 
reina  la  conducta  de  Bobadilla,  escribió  á  su  protegido 
una  carta  afectuosa,  ordenó  se  le  pusiese  al  punto  en  com- 
pleta libertad  y  se  le  diesen  adelantados  para  sus  gastos 
ocho  mil  quinientos  pesos. 

Una  vez  vindicado  de  las  injustas  acusaciones  de  enemi- 
gos desleales,  y  reunidos  los  fondos  necesarios,  volvió 
Colón  á  Indias,  emprendiendo  su  cuarto  y  último  viaje  el 
día  9  de  mayo  de  1502,  con  cuatro  carabelas  tripuladas 
por  ciento  cincuenta  hombres. 

En  esta  vez  descubrió  algunas  de  las  islas  Caribes, 
exploró  las  costas  de  Honduras  y  Mosquitos  y  descubrió 
también  á  Puerto  Bello ;  pero  después  de  luchar  con  todo 
género  de  elementos  adversos  :  con  las  rebeliones  de  es- 
pañoles é  indígenas,  con  la  falta  absoluta  de  provisiones, 
con  furiosas  tormentas  y  negras  ingratitudes,  muy  enfermo 
de  gota,  volvió  á  su  adoptiva  patria  llegando  en  7  de  no- 
viembre de  1504. 

Detúvose  en  Sevilla  por  sus  enfermedades  y  cuando  se 
preparaba  á  presentar  á  los  monarcas  sus  memoriales  para 


y  con  el  temor  de  que  lo  sacrificasen  sin  oírlo;  así  es  que  al  verlo 
creyendo  que  lo  iba  á  conducir  al  patíbulo:  —  «  j  Villejo!...  le  dijo  tris- 
temente :  ¿adonde  me  lleváis?  —  Al  buque,  señor  excelentísimo,  á  em- 
barcarse. —  ;Á  embarcarse!...  repitió  con  vehemencia  Colón.  Villejo, 
¿me  decís  la  verdad?  —  Por  la  vida  de  V.  E.,  replicó  el  oficial,  que  es 
cierto.  »  Palabras  que  reanimaron  su  espíritu. 


"W-'IJ 


HISTORIA    DE   MÉXICO  125 

que  le  volviesen  8U8  honores  estipulados  por  el  tratado  de 
Santa  Fe,  recibió  la  infausta  nueva  de  la  muerte  de  su 
protectora  la  magnánima  Reina  Isabel,  acaecida  en  Medina 
del  Campo  el  día  26  de  noviembre  de  1S04. 

Esta  princesa,  hija  del  Rey  D.  Juan  II  de  Gastilla  y  de 
doña  Isabel  de  Portugal,  había  nacido  en  Madrigal  á  22  de 
abril  de  1451,  y  cuando  murió  su  padre,  tres  años  des- 
pués, dejóle  señalada  por  patrimonio  la  villa  de  Cuellar 
con  su  territorio  y  una  gran  suma  de  dinero. 

La  corona  de  Castilla  pasó  entonces  á  don  Enrique  íV, 
medio  hermano  de  la  infanta  doña  Isabel,  pues  era  hijo  del 
primer  matrimonio  de  D.  Juan  con  doña  María  de  Aragón. 

La  mala  conducta  de  este  monarca,  su  incapacidad  para 
gobernar  y  la  privanza  que  había  concedido  en  los  nego- 
cios públicos  á  D.  Beltrán  de  la  Cueva,  fueron  otras 
tantas  causas  del  descrédito  en  que  cayó  á  los  ojos  del 
pueblo  castellano,  constrastando  con  tan  graves  defectos 
el  carácter  virtuoso  y  distinguido  de  la  infanta,  por  lo  que 
mientras  el  rey  era  aborrecido,  á  ella  más  se  le  amaba. 

Sin  embargo  nada  era  más  difícil  que  prever  su  exalta- 
ción al  trono,  pues  don  Enrique  lY  había  tenido  de  su 
matrimonio  con  doña  Juana  de  Portugal,  una  hija,  doña 
Juana,  llamada  por  las  leyes  de  sucesión  como  princesa 
de  Asturias  á  ocupar  el  trono  de  Castilla,  pero  el  pueblo 
irritado  por  el  mal  gobierno  del  monarca  ó  indiscreto  á  la 
vez,  nególe  á  aquella  joven  la  legitimidad  de  nacimiento 
que  su  padre  le  reconocía  y  llamándola  la  Beltraneja  por 
suponerla  hija  del  favorito  don  Beltrán,  le  negó  el  derecho 
que  la  constitución  le  reconocía. 

Aun  aaí,  debería  recaer  la  corona  en  el  príncipe  D.  Al- 
fonso que  sirvió  de  centro  á  la  bandera  de  los  descon- 
tentos; pero  habiendo  muerto  en  1468,  envenenado  se 
dice,  con  una  trucha  que  le  prepararon  los  de  la  facción 
de  D.  Enrique  IV,  todos  sus  partidarios  se  íijaron  en  la 
princesa  Isabel. 


126  PÉREZ    VERDÍA 

En  los  Toros  de  Guisando  reconoció  el  abyecto  En- 
rique IV  los  derechos  hereditarios  de  su  hermana  doíía 
Isabel  con  mengua  de  los  de  su  propia  hija  y  de  su  misma 
honra,  y  aunque  al  morir  pretendió  cambiar  aquel  acuerdo^ 
el  pueblo  no  consinlió  en  ello  jurando  á  la  ilustre  reina 
en  el  año  de  1474, 

Cinco  años  antes  había  casado  con  el  príncipe  D.  Fer- 
nando de  Aragim  á  quien  prefirió  á  sus  numerosos  preten- 
dienLesj  pues  el  Uey  D.  Alfonso  de  Portugal,  el  príncipe 
B.  Carlos  de  Viana,  D.  Pedro  Girón,  gran  maestre  de 
Calatrava  y  los  hermanos  de-  los  reyes  de  Francia  y  de 
Inglaterra  le  habían  disputado  su  corazón. 

Don  Fernando  por  una  serie  semejante  de  inopinados 
sucesos  vino  más  tarde  á  ceñirse  la  corona  de  Aragón^ 
reuniendo  así  esle  real  matrimonio  los  más  poderosos- 
cetros  de  España  y  como  aumentaran  su  poder  con  lo» 
reinos  de  Granada  y  de  Navarra,  lo  mismo  que  con  la  con- 
centración de  las  Ordenes  militares,  formaron  la  verdadera 
unidad  española  (1), 

La  Reina  Isabi'h  piadosa,  activa,  hábil  y  previsora  en 
las  cuestiones  de  gobierno,  generosa  en  sus  resoluciones 
y  clementísima  con  sus  nuevos  vasallos  los  indígenas,  tuvo. 
mil  sufrimientos  con  la  muerte  de  sus  hijos  y  la  desven- 
tura de  doña  Juana,  la  loca,  por  lo  que  agobiada,  pero 
siempre  sufrida,  murió  como  se  ha  dicho,  no  sin  encargar 
en  su  testamento  que  se  cuidase  de  que  los  habitantes  de 
las  islas  y  tierra  firme  descubiertas  y  por  descubrir,  no 
sufrieran  ningún  agravio  en  sus  personas  y  sus  bienes. 

Si  algún  yerro  cometió,  fué  el  de  establecer  en  España 
la  Inquisición ;  pero  aun  esta  falta  la  atenuó  con  haber 

(1)  La  reina  íie  CfisHlla  doña  Urraca  casó  en  el  año  de  1109  con  el  rey 
de  Ara^ínn  doa  AlTonso  I.  jiudiendo  haberse  unido  desde  entonces  las  dos 
10 onarq lijas  y  apresurar  la  unificación  del  gobierno  español;  pero  las 
d  tí  sa  ven  encía!*  cúnyugaie;?  impidieron  tan  benéfico  resultado.  La  Provi- 
dencia declinaba  esla  gloria  á  los  Reyes  Católicos. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  127 

exceptuado  del  odioso  tribunal  á  los  naturales  de  Indias. 

«  ¡  Admirable  mujer,  exclama  con  razón  un  ilustre  es- 
critor, que  al  tiempo  de  rendir  su  espíritu  se  acuerda  de 
las  habitantes  de  otro  hemisferio  y  no  se  despide  de  la 
tierra  sin  dejar  consignado  que  es  una  obligación  de  huma- 
nidad y  de  justicia,  tratar  benignamente  á  los  infelices 
indios !  ¡  Cuan  mal  se  habían  de  cumplir  con  aquellas  razas 
desventuradas  las  benéficas  intenciones  y  mandatos  de  la 
piadosa  Isabel  (1) !  » 

Con  la  muerte  de  la  magnánima  Reina  Católica  perdió 
Colón  las  esperanzas  de  obtener  la  reparación  que  por 
justicia  le  era  debida,  pues  la  llegada  de  D.  Carlos  y  su 
madre  la  Reina  Doña  Juana,  sus  viajes,  la  frialdad  del  Rey 
D.  Femando,  así  como  sus  guerras  y  proyectos  ambicio- 
sos, impidieron  que  se  le  hiciera  justicia,  no  obstante  las 
promesas  que  se  le  habían  hecho. 

Así  es  que  trabajado  su  organismo  por  tantas  fatigas, 
viajes  y  vigilias  y  abatido  su  espíritu  por  los  desdenes  é 
ingratitudes  cortesanos,  entregó  su  alma  á  Dios  en  Valla- 


(1^.  «  Cuando  nos  fueron  concedidas  por  la  Santa  Sede  apostólica  las 
islas  y  tierra  firme  del  mar  Océano  descubiertas  y  por  descubrir,  dice 
una  cláusula  de  su  testamento,  nuestra  principal  intención  fué,  al  tiempo 
que  lo  suplicamos  al  Papa  Alejandro  VI,  de  buena  memoria,  íjue  nos 
hizo  la  dicha  concesión,  de  procurar  inducir  y  traer  los  pueblos  de  ellas 
y  los  convertir  á  nuestra  santa  fe  católica,  y  enviar  á  las  dichas  islas  y 
tierra  firme  prelados  y  religiosos  clérigos  y  otras  personas  doctas  y  te- 
merosas de  Dios,  para  instruir  los  vecinos  y  moradores  de  ellas  en  la  fe 
católica,  y  los  doctrinar  y  enseilar  buenas  costumbres,  y  poner  en  ellos 
la  diligencia  debida,  según  más  largamente  en  las  letras  de  la  dicha  con- 
cesión se  contiene.  Suplico  al  Rey  mi  señor  muy  afectuosamente,  y  en- 
cargo y  mando  á  la  Princesa  mi  hija,  y  al  Príncipe  su  marido,  que  así 
lo  hagan  y  cumplan,  y  que  éste  sea  su  principal  fin,  y  en  ello  pongan 
mucha  diligencia,  y  no  consientan  ni  den  lugar  á  (¡ue  los  indios  vecinos 
y  moradores  de  las  dichas  islas  y  tierra  firme,  ganadas  y  por  ganar,  re- 
ciban agravio  alguno  en  sus  personas  y  bienes  ;  más  :  manden  que  sean 
bien  justamente  tratados,  y  si  algún  agravio  han  recibido,  lo  remedien 
y  provean  de  manera  que  no  se  exceda  cosa  alguna  lo  que  por  las  letras 
apostólicas  de  la  dicha  concesión  no  es  inyungido  y  mandado.  » 


128  PÉRKZ    VERDEA. 

Jolid  el  nnércüles,  víspera  de  la  Ascensión,  20  de  mayo 
de  iñ06. 

V  Cristóbal  Colón,  dice  su  hijo  don  Fernando,  era  alto  y 
bien  formado,  frente  ancha  y  nariz  agu¡leil:i,  ojos  pequeños 
y  garzos,  tez  blanrja,  cabello  rubio,  aunque  la  vida  de  mo- 
Timiento  y  de  exposteíón  continua  a  la  intemperie  habían 
atezado  su  rostro  y  encanecido  sus  cabellos  antes  de  los 
treinta  años  ;  dígnitlad  y  majestad  en  su  presencia,  alluen- 
cia  en  decir^  afabilidad  y  mesura  en  sus  modales,  aunque 
á  veces  solía  excitarle  la  vívela  de  su  imagina^ ¡fin,  y  la  fe 
en  sus  altos  designios  y  proyectos  ;  nada  alicionado  á 
diversiones  y  pasaticfnpos,  porque  tenían  siempre  embar- 
gado su  espíritu  los  graves  negocios  á  que  consagró  lo  Ja 
su  vida.  i> 

El  descubrimiento  de  Ami'rica  es  uno  de  los  aconteci- 
mientos más  notables  y  fecundos  de  la  historia  toda  del 
mundo,  y  así  como  las  Cruzadas  al  poner  en  contacto  á  la 
Europa  con  el  Oriente,  fueron  fuente  do  progreso  y  mejo- 
ramiento, la  grande  obra  de  Colón  ha  sido  de  resultados 
prodigiosos.  Para  el  Antiguo  Continente  sirvió  de  cauce 
al  espíritu  romancesco  y  aventurero  de  la  ópoea,  separán- 
dolo de  las  guerras  y  revoluciones  y  abrit'mlole  nuevo 
campo  donde  pudiese  ser  lUil;  mostró  amplísimos  hori- 
zontes para  el  comercio,  proporcionó  elementos  riquísi- 
mos á  industrias  desconocidas  ;  ensanchó  el  dominio  de  las 
ciencias  y  de  las  artes,  dio  vuelo  ú  las  bellas  artes,  ora 
mostrando  una  naturaleza  prodigiosa,  ora  haciendo  cono- 
cer nuevas  costumbres,  hazañas  portentosas,  hechos 
heroicos. 

Para  el  Nuevo  Mundo  vino  á  traerle  una  civilización  mu- 
cho más  adelantada,  una  moral  más  pura^  una  religiiín 
incomparablemente  más  espiritualista  y  más  digna  ;  la 
obra  de  Colón  fué  eminentemente  civilizadora. 

Cruel  se  le  mostró  i  Colón  la  fortuna  aun  después  de 
muertOj  pues  al  Continente  descubierto  por  él  se  le  dio  el 


SfPP 


HISTORIA    DE    MÉXICO  129 

nombre  de  otro  navegante,  llamíindole  América  en  honor 
de  Américo  Vespucio,  nacido  en  Florencia  en  1451  de  una 
distinguida  y  antigua  familia,  y  que  radicado  en  España, 
aunque  dedicado  al  comercio,  estimulado  por  el  éxito  de 
los  viajes  del  ilustre  genovés,  hizo  cinco  al  Nuevo  Conti- 
nente, tres  bajo  los  auspicios  del  Gobierno  de  España  y 
dos  bajo  los  del  rey  de  Portugal. 

Se  supone  que  Vespucio  habiendo  hecho  un  viaje  en  1499 
con  dirección  á  las  Indias,  exploró  las  costas  de  Paria  y 
Tierra  Firme,  por  lo  cual  así  como  por  haber  hecho  las  pri- 
meras cartas  geográficas  del  Nuevo  Mundo  en  las  que  le 
dio  su  propio  nombre,  la  generalidad  de  las  personas  lo 
adoptaron  y  llamaron  América  á  la  región  del  globo  que 
tantos  afanes  y  desvelos  costó  á  su  preterido  y  verdadero 
descubridor. 

Sin  embargo  es  grato  tener  que  inscribir  una  injusticia 
menos  en  el  martirologio  de  los  grandes  iniciadores,  ha- 
ciendo constar  que  el  navegante  florentino  no  tuvo  la  más 
leve  intervención  en  el  despojo  hecho  á  Colón  y  que  no  fué 
por  tanto  un  usurpador  como  vulgarmente  se  cree. 

Circunstancias  de  aislamiento  entre  las  naciones  cultas 
y  de  reserva  con  que  el  mismo  Colón  rodeó  sus  viajes  hi- 
cieron que  se  ignorasen  sus  hazañas  fuera  de  España. 

En  1505  en  la  villa  de  Saint-Dié  en  la  Lorena,  Marti- 
ñus  Ilylacomylus  publicó  su  Cosmographi^e  introductio 
en  cuya  obra  enumerando  los  países  que  encierran  Europa, 
Asia  y  África,  recuerda  que  Europa  y  Asia  son  dos  nom- 
bres de  reinas  y  añade  :  «  Ahora  bien,  estas  tres  partes 
han  sido  exploradas  á  lo  lejos,  y  otra,  la  cuarta  porción, 
ha  sido  descubierta  por  Américo  Vespucio.  No  veo  con  qué 
derecho  podría  alguien  oponerse  á  que  de  Américo,  el 
autor  del  descubrimiento,  hombre  de  un  genio  sagaz,  se 
le  llamase  América,  supuesto  que  del  mismo  modo  Europa 
y  Asia  han  sido  deudoras  de  sus  nombres  á  mujeres.  » 

Ese  nombre  hizo  fortuna  y  se  generalizó,  si  bien  hasta  1 520 

9 


130  PÉREZ   VEBüÍA 

un  el  Mapamundi  de  Apier  se  registró  por  vez  primera  el 
nombre  florentino,  en  lo  que  no  pudo  haber  influido  Ves- 
pucio,  porque  babía  ya  muerlo  en  Sevilla  desde  febrero 
de  15i2. 

Por  otra  parle,  lo  mismo  que  este  navegante,  Olón 
ignoní  siempre  que  había  viBÍlado  un  continente  descono- 
cidíi,  creyendo  hdíer  hecho  sus  viíijes  á  Asia,  y  por  tanto 
no  podía  ambicionar  legar  su  noml^re  á  una  tierra  que  en 
su  concepto  ya  lo  lenía  perfectamente  conocido. 

Después  do  Bolmdilla  fué  Nicolás  de  Ovando  de  Gober- 
nador á  Santo  Domingo,  quien  tratando  con  mucha  habi- 
lidad y  política  á  los  españoles  y  cnlonos,  ala  vez  que  con 
sumo  rifíor  y  tiranía  alus  naturales,  hizo  prosperar  mucho 
la  colonia  y  producir  grandes  rendimientos,  si  bien  es 
cierto  que  en  cambio  se  destruyó  rápidamente  la  población 
indígena. 

De  aquí  provino  el  deseo  de  colonizar,  y  al  efecto  Alonso 
de  Ojeda  y  Diego  de  Nicuesa  pretendieron  fundar  estable- 
cimientos en  el  Continente,  cnnio  en  efecto  lo  hicieron 
con  la  real  autorizacifiUj  funda ndu  dos  gobiernos,  uno  que 
so  extendía  desdo  el  cabo  de  la  Vola  hasta  el  golfo  de  Da- 
riénj  y  el  olro  desde  este  golfo  hasta  el  cabo  de  Gracias  á 
Dios. 

El  espíritu  de  viajes  iba  modiíicándose  con  las  circuns- 
tancias :  ya  no  se  trataba  solamente  de  hacer  descubri- 
mientoSf  sino  que  se  quería  apodei'arse  por  conquista  de  las 
tierras  descubiertas  y  fundar  estal decimientos  coloniales., 
que  a  la  vez  que  produjeran  buenas  rentas  al  soberano, 
dejaran  en  las  manos  de  los  subditos  pingües  riquezas.  Re- 
sulto pues  que  no  solólos  monarcas  de  las  naciones  euro- 
peas emprendieran  grandes  expciliciones  por  su  cuenta, 
sino  también  muchos  ricos  y  aventureros  á  quienes  el  oro, 
las  perlas  y  los  esclavos  de  la  América  presentaban  un 
halagíieño  porvenir. 

Por  todas  partes  del  antes  desierto  Océano  se  vieron 


HISTORIA   DE   MÉXICO  131 

surcar  diferentes  naves  de  distintas  naciones,  saliendo  sólo 
de  Portugal  en  los  18  años  que  siguieron  al  descubri- 
miento de  Vasco  de  Gama  290  naves,  y  de  España,  14  ex- 
pediciones de  1496  á  1509  y  se  cometieron  las  más  escan- 
dalosas expoliaciones  y  los  más  crueles  engaños. 

El  rey  de  Inglaterra  Enrique  VII  celebró  un  tratado  con 
Juan  Cabot  mercader  veneciano  y  sus  tres  hijos  Luis,  Se- 
bastián y  Sancius  para  hacer  descubrimientos  y  en  tal 
virtud  se  descubrió  el  24  de  junio  de  1497  la  península 
del  Labrador  y  la  isla  de  San  Juan  ;  el  monarca  francés  se 
valía  de  Juan  Verrazani  ciudadano  florentino  para  descu- 
brir la  costa  de  Carolina  del  Norte ;  Gaspar  Cortereal  en- 
viado  por  el  gobierno  portugués  pirateaba  que  no  descu- 
bría, en  las  costas  norle  americanas  y  Pedro  ÁlvarezCabral 
casualmente  impelido  por  los  vientos  pisaba  las  tierras  del 
Brasil;  Juan  Ponce  de  León  buscando  la  fuente  maravi- 
llosa, cuyas  aguas  rejuvenecían,  descubrió  la  península 
que  separa  el  Océano  Atlántico  del  Golfo  Mexicano,  en  27 
de  marzo  de  1312,  domingo  áepuasca  florida  y  le  dio  este 
último  nombre  tanto  por  esta  circunstancia,  como  por  la 
hermosa  primavera  que  allí  reinaba;  Vasco.  Núñez  de 
Balboa  descubrió  en  fin,  el  2ti  de  septiembre  de  1513,  el 
Océano  Pacífico,  abriendo  nuevo  campo  á  los  viajes  y  ex- 
ploraciones. 


CAPÍTULO  III 

Diego  Velázquez  Gobernador  de  Cuba.  —  Primeros  años  de  Hernán  Cor- 
les. —  DescubrimientDS  de  las  costas  mexicanas  por  Hernández  de 
C('>rdoba  y  Juan  de  Grijalva.  —  Preparativos  para  la  conquista.  —  Dis- 
gusto de  Veláz((uez  y  l'ortés.  —  Gozumel,  Yucatán  y  Tabanco.  —  Jení- 
nimo  de  Aguilar  y  doña  Marina.  —  Fundación  de  Verarruz. 


Entre  las  muchas  personas  que  vinieron  á  América  con 
el  descubridor,  se  distinguió  más  tarde  D.  Diego  Veláz- 


IIS^  PÉVíEZ    VEBUÍA 

que»,  antigua  criado  de  D.  Dieg^u  Colón,  quien  se  esta- 
bleiíiij  eii  la  isla  Kspafn>lii  donde  fue  elevado,  lanto  por  el 
referido  D,  Die-íu^  como  por  et  Comendador  D.  Nicolás 
de  Ovandií,  así  es  que  cuando  se  hizo  la  conquista  de  Cuba 
en  íüM,  ya  fui  nnmhrado  su  rapitán. 

Entre  lúa  que  fueron  *^on  el  se  contaba  D.  Hernando 
Cortés,  que  en  calidad  de  secretario  le  acompañaba.  Nació 
en  la  ciudad  de  Medcllín  de  Li  provincia  de  Extremadura 
(fundada  por  Cecilu)  McLeltj  durante  la  presuntuosa  guerra 
que  hizo  á  Serlorio)  en  el  año  de  1485,  siendo  sus  padres 
D,  Martín  Cortés  y  Monroy  y  dona  Catalina  Pizarro  Alta- 
rnirano,  quienes  lo  dedicaron  a  la  carrera  de  las  letras  po- 
niéndolo en  la  Universidad  de  Salamanca.  Dos  .años  per- 
maneció en  el  estudio,  pues  en  ITiÜl  al>andonó  la  carrera, 
porque  por  su  ^enio  inquieto  |>refería  ia  vida  deaventuras 
y  lehalagalia  entonces  la  idea  de  pasar  á  Italia  con  el  ejér- 
cito del  Gran  Capitán^  ó  de  ir  ¿i  America  con  su  amigo  D. 
Nicolás  de  Ovando,  nombrado  a  la  sazón  Gobernador;  pero 
fracasó  por  entonces  su  propói5Íto  porque  por  escalar  una 
pared  en  su  vida  aventurera,  se  cayó  y  lo  tomó  entre  los 
escombros  dejándole  golpeado  y  maltrecho,  y  corriendo 
el  [leligro  de  morir,  pues  wi  vecino  que  tal  vio,  se  arrojó 
sotare  él  espada  en  mano,  y  habi'iaíf)  matado  á  no  ser  por 
una  mujer  que  tiportunamente  lo  detuvo. 

Restablecido  de  los  golpes  y  resuelto  ya  á  partir  á  las 
Indias,  se  embarcó  en  San  Lúcar  de  Barrameda  en  la  nave 
de  Alonso  Quintero  en  el  año  de  15Ü4,  con  dirección  á  la 
isla  Española  ó  de  Sanio  üoiningy,  donde  se  asentó  como 
vecino  y  vivió  basta  el  ano  de  loH  dedicado  ala  ganadería 
y  cultivo  de  las  tierras  que  le  fueron  dadas  en  encomienda, 
por  los  servicios  que  prestó  en  la  guerra  que  se  hizo  con 
motivo  del  alzamiento  de  las  provincias  de  Baoruco,  Hi- 
guey  y  Ami^uayagua. 

Pretendí  i'»  Cortés  ir  á  Veragua  á  colonizar  con  Ojeda  y 
Nicuesa ;  perú  no  logró  su  intento  por  haberse  enfermado 


HISTORIA   De    MKXICO  133 

de  un  tumor,  así  es  cjue  después  se  alistó  en  la  expedición 
de  Diego  Velázquez,  destinada  á  la  conquista  de  Cuba. 
Distinguióse  en  esta  campaña,  por  lo  cual  una  vez  termi- 
nada, íij('>  su  residencia  en  Santiago  de  Baracoa,  donde  con 
las  tierras  que  se  le  repartieron,  los  indios  que  se  le  enco- 
mendaron, los  ganados  que  tenía  y  su  buena  administra- 
ción, vio  pronto  aumentar  considerablemente  su  ha- 
cienda. 

Tuvo  allí  ocasión  de  disgustos  con  su  amigo  el  Gober- 
nador, porquecortejando  auna  joven  doña  Catalina  Xuárez 
Marcaida,  á  quien  había  dado  palabra  de  casamiento,  y  elu- 
diendo el  cumplírsela,  Velázquez  que  tenía  amores  con  la 
hermana  de  ella,  le  exigía  el  cumplimiento  y  porque  ya 
rotas  sus  buenas  relaciones.  Cortés,  cuando  vinieron  á  la 
Española  los  jueces  de  apelación,  se  prestó  á  patrocinará 
los  descontentos  estando  dispuesto  aún  á  partir  personal- 
mente á  presentar  las  quejas. 

Por  tal  razón  fué  puesto  preso  bajo  la  guardia  del  alcaide 
Cristóbal  de  Lagos;  pero  logró  fugarse  quebrantando  la 
cerradura,  y  pasando  á  su  pueblo  casó  con  doña  Catalina, 
reconciliándose  poco  más  tarde  con  el  Gobernadora  quien 
convidó  por  padrino  de  su  primer  hijo. 

Velázquez,  que  era  hombre  ambicioso,  preparó  en  1517 
una  expedición  para  que  hiciera  algunos  reconocimientos 
marítimf)S  y  la  puso  á  las  órdenes  de  Francisco  Hernández 
de  Córdoba.  Compúsose  de  tres  naves  dirigidas  por  Antón 
de  Alaminos,  Juan  Alvarez  y  Camacho  de  Triana,  con  ciento 
diez  hombres,  entre  los  que  se  hallaba  el  valiente  soldado 
y  verídico  historiador  Bernal  Díaz  del  Castillo,  la  cual  salió 
del  pueblo  de  Ajaruco,  el  día  8  de  febrero. 

Después  de  una  navegación  de  veintiún  días,  encontra- 
ron una  isla  á  la  que  llamaron  de  Mujeres^  por  varios 
ídolos  de  diosas  que  allí  vieron,  y  el  4  de  marzo  desembar- 
caron en  el  Cabo  Catoche,  movidos  á  ello  por  las  instan- 
cias de  los  naturales  ;  pero  pronto  se  reembarcaron  porque 


13$  PÉREZ   VERDÍA 

fueron  asaltados  y  batidos  en  una  emboscada  que  les  tenían 
preparada.  Recorrieron  parte  de  la  costa  de  Yucatán  arri- 
bando li  Ciimpeche  y  siguiendo  por  la  costa  desembar- 
caron íi  proveerse  de  agua  cerca  del  pueblo  de  Potón 
Chan ;  pero  allí  fueron  atacados  con  singular  bizarría  por 
un  cacií|ue  llamado  Mochcovoh,  y  tuvieron  que  retirarse 
mal  parados»  llamándole  Bahía  de  la  mala  pelea  á  aqu  el 
inhospitalario  punto»  en  el  cual  recibió  el  capitán  33  heri- 
das» dirigiéndose  á  Cuba  adonde  llegaron  después  de  sufrir 
considerables  pt^rdidas  y  graves  padecimientos. 

Sirvió  este  primer  viaje  hecho  á  las  riberas  mexicanas 
para  avivar  vi  deseo  de  Velázquez,  por  lo  que  pronto  orga- 
nizo una  segunda  y  mejor  provista  flota  compuesta  de 
cuatro  naves  i'on  doscientos  tripulantes,  á  las  órdenes  d  el 
capitán  Juan  de  Grijalva.  con  instrucciones  de  rescatar  el 
oro  y  plata  que  encontrasen  y  de  explorar  el  territorio  des- 
cubierto por  Hernández  de  Córdoba. 

El  sábado  I.**  de  mayo  de  1518  se  dio  á  la  vela  en  di- 
rección al  Oeste,  encontrando  á  los  tres  días  la  isla  de 
Cozumel  [de  la¡i  golondrinas) y  en  la  cual  desembarcó  el 
día  tj  tomando  posesión  en  nombre  de  doña  Juana  y  de  don 
Carlos,  reyes  de  España  en  aquel  tiempo. 

A  los  pocos  días  partió  en  busca  de  Potón  Chan,  He  - 
gando  el  día  'li\  á  Campeche,  donde  mientras  se  ocupaban 
en  proveerse  íle  agua,  fueron  acometidos  por  los  natu- 
rales. Signieron  su  exploración,  pasando  por  Boca  de  Tér- 
minos hastíi  desculirir  el  río  de  Tabasco,  llamado  desde 
entonces  de  fir ¡Jaira  y  el  Papaloapan  ó  de  Alvarado, 
basta  llegar  á  la  isla  de  San  Juan  de  Uhía  (Uamada  así  por 
haber  llegado  á  elk  el  día  de  San  Juan  y  por  haber  oído 
que  era  délos  culhüajj  de  donde  por  diversas  circunstan- 
cias se  volvió  á  Cuba. 

Alentado  Velázquez  con  las  noticias  de  Hernández  de 
CórdolKi^  con  la  vista  del  oro  que  había  en  su  viaje  resca- 
tadOí  con  la  que  sobre  la  riqueza  de  aquellas  tierras  le  di- 


HISTORIA    DE   MÉXICO  133 

jeron  algunos  indios  que  llevaron,  y  ansioso  por  saber  el 
paradero  do  Grijalva  de  quien  ninguna  noticia  había  reci- 
bido, ya  no  pensó  sino  en  conquistar  tales  países,  y  como 
por  su  empleo  no  quisiese  ó  no  pudiese  hacer  él  personal- 
mente la  campaña,  trató  de  encomendar  la  empresa  á 
alguno  de  los  capitanes  sus  amigos. 

Difícil  era  la  elección,  porque  el  Gobernador  buscaba 
para  poner  al  frente  de  su  empresa,  un  hombre  tan  intré- 
pido que  no  le  arredrara  el  gran  peligro  que  le  amenazaba ; 
tan  activo  que  pudiese  él  solo  dirigir  tan  gran  campaña  y 
tan  previsor  que  nada  pudiese  sorprenderlo ;  pero  sobre 
todas  estas  prendas  exigía  la  sumisión  y  el  desinterés  sufi- 
cientes para  que,  reportando  todas  las  fatigas,  peligros  y 
privaciones,  prescindiera  de  la  gloria  y  la  hiciere  recaer 
en  él. 

Imposible  era  encontrar  semejante  hombre  por  más  que 
se  le  buscase  con  la  linterna  de  Diógenes,  así  es  que 
aunque  en  su  imaginación  creía  Velázquez  muy  sencillo 
hallar  reunidas  tan  contradictorias  prendas,  estuvo  sin 
embargo  vacilante  respecto  á  la  persona  en  quien  debía 
fijar  su  atención. 

Quiso  nombrar  por  jefe  á  Vasco  Porcallo,  mas  su  ca- 
rácter altivo  y  atrevido  le  infundió  temores  de  que  se  le 
rebelara  :  las  excesivas  condiciones  que  ponía  Baltasar 
Bermúdez,  lo  alejaron  de  la  elección  y  aunque  también 
pensó  en  un  pariente  suyo  llamado  Bernardino  Velázquez, 
se  decidió  en  fin,  por  Hernán  Cortés,  gracias  ala  influencia 
de  Amador  de  Lares  y  de  Andrés  del  Duero,  su  secretario, 
que  llevaban  estrecha  amistad  con  él. 

En  23  de  octubre  de  1518  se  le  dieron  á  Cortesías  ins- 
trucciones correspondientes,  reducidas  á  explorar  las  cos- 
tas y  países  descubiertos  por  Hernández  de  Córdoba,  á  res- 
catar los  españoles  que  hubiesen  caído  en  poder  de  los  in- 
dios, lo  mismo  que  el  oro  y  plata  que  se  pudiese,  á  inquirir 
por  el  paradero  de  Grijalva  y  sus  compañeros  (pues 'aunque 


i  36  PÉREZ    VERDÍA 

cuando  salió  Cortés  de  Cuba  ya  había  vuelto  Grijalva,  esto 
fué  después  de  las  instrucciones)  así  como  sobre  la  reli- 
gión, ritos  y  costumbres  de  aquéllos,  y  en  fin,  para  colo- 
nizar si  así  le  pareciese  conveniente. 

Una  vez  nombrado  empezó  á  hacer  los  necesarios  pre- 
parativos gastando  todos  sus  bienes  y  aun  comprometiendo 
su  crédito  con  sus  amigos ;  levantó  sus  banderas  para  que 
se  alistasen  los  más  que  quisiesen  :  llevaban  las  reales 
armas  y  una  gran  cruz  con  este  lema  :  Amigos^  sigamos 
la  cruz  con  verdadera  fe,  que  con  ella  venceremos;  lle- 
gando pronto  á  reunirse  en  Santiago  hasta  trescientos  sol- 
dados alistados  para  la  empresa. 

Velázquez  que  primeramente  había  visto  con  satisfacción 
aquellos  aprestos,  empezó  después  á  recelar  de  la  fidelidad 
de  Cortés,  así  es  que  con  nimias  desconfianzas  é  impru- 
dentes reservas,  le  hizo  comprender  sus  vacilaciones  y 
como  éste  llegó  á  saber  por  Andrés  Duero,  secretario  del 
Gobernador,  que  aún  pensaba  quitarle  el  mando>  la  misma 
noche  que  esto  supo  y  cuando  la  ciudad  había  entrado  en 
reposo,  hizo  embarcar  silenciosamente  d  sus  soldados, 
tomó  toda  la  carne  que  estaba  destinada  al  al)astecimiento 
de  la  población  pagándola  con  una  cadena  de  oro  que  lle- 
vaba al  cuello,  y  se  dispuso  á  levar  anclas. 

Informado  el  Gobernador  de  lo  que  pasaba,  se  levanta  y 
ocurre  presuroso  á  la  playa,  pero  aunque  reconvino  á  su 
compadre  porque  se  iba  sin  despedirse,  éste  se  excusó 
con  la  necesidad  de  la  violencia  en  semejantes  empresas 
y  en  su  presencia  se  dio  á  la  vela,  sin  que  lo  pudiera  im- 
pedir por  falta  de  buques.  Esto  pasaba  el  18  de  noviembre 
tie  i:HH. 

Probablemente  en  Lodo  caso  se  habría  levantado  Cortés 
ílesconocieado  la  auLoridad  del  Gobernador  de  Cuba;  pero 
en  aquella  vez  sus  infundadas  sospechas  é  impolítica  con- 
ducta, disculparon  el  proceder  del  nuevo  conquistador,  que 
con  justicia  so  oponía  á  dejar  sin  motivo  el  mando  que  se 


HISTORIA   DE   MÉXICO  137 

le  había  conferido,  de  una  expedición  en  que  indepen- 
dientemente de  Velázquez,  había  metido  su  caudal  y  el  de 
algunos  amigos. 

De  Santiago  de  Cuba  partió  para  Macaca,  donde  estuvo 
ocho  días  haciendo  provisiones,  yendo  de  allí  para  la  villa 
de  la  Trinidad  en  la  que  procuró  con  la  mayor  actividad 
reunir  tropas,  aumentar  sus  buques,  proporcionarse  ví- 
veres y  todo  género  de  municiones ;  pero  mientras  en 
estas  faenas  se  ocupaba,  el  Alcalde  mayor  Francisco  Ver- 
dugo recibió  cartas  de  su  cuñado  Velázquez,  ordenándole 
que  aprehendiera  á  Cortés  y  detuviera  la  partida  de  las 
naves,  porque  había  sido  nombrado  en  su  lugar  Vasco 
Porcallo.  Mas  el  recelo  que  debía  inspirar  al  Alcalde  el 
pequeño  ejército  de  don  Hernando,  su  política  y  habili- 
dad, así  como  las  súplicas  de  los  principales  vecinos,  deja- 
ron sin  efecto  aquel  mandato,  de  suerte  que  poco  después  y 
cuando  corrían  ya  los  primeros  días  de  enero  de  1519, 
enviando  el  Capitán  una  carta  al  Gobernador  en  que  dis- 
culpaba su  conducta  y  le  hacía  protestas  de  su  fidelidad, 
abandonó  la  flotilla  aquel  puerto  en  dirección  de  la  Ha- 
bana.. 

La  ciudad  había  recibido  órdenes  para  no  vender  nin- 
gunas provisiones  al  capitán  rebelde,  pero  sin  elementos 
para  cumphrlas  por  no  poder  resistir  á  la  fuerza  de  que 
disponía  el  inculpado,  tal  orden  cómo  la  de  prisión  que 
mandó  al  Alcalde  Pedro  Barba,  fué  ilusoria.  Cortés  desem- 
barcó, compuso  su  artillería,  hizo  diferentes  correrías  por 
los  pueblos  cercanos,  apoderándose  por  fuerza  de  lo  que 
degrado  se  le  negaba,  y  una  vez  concluidos  los  preparati- 
vos, se  dio  á  la  vela  con  rumbo  á  Yucatán  el  día  10  de 
febrero  de  1519. 

Se  componía  esta  armada  de  once  buques,  quinientos 
ocho  soldados,  trece  escopeteros,  treinta  y  dos  ballesteros, 
con  diez  y  seis  caballos,  diez  piezas  de  artillería  de  bronce 
y  cuatro  falconetes. 


138  PÉREZ   VERDÍA 

Servía  de  principal  piloto  el  famoso  Antón  de  Alaminos 
y  de  capitanes  de  las  once  naves  respectivamente,  ei  Capi- 
tán general,  Pedro  de  Alvarado,  Alonso  Herüández  Puer- 
locarrero,  Diego  deOrdaz,  Juan  Velázquez  de  León,  Alonso 
de  Avila,  Francisco  de  Moría,  Juan  de  Escalante,  Francisco 
de  Monlejo,  Cristóbal  de  Olid  y  Francisco  de  Saucedo ; 
llevando  el  mando  de  la  artillería  Francisco  de  Orozco. 

Píirtiñ  ]>ara  San  Antón  y  de  allí  á  la  isla  de  Cozumel 
ilonde  había  llegado  tres  días  antes  Pedro  de  Alvarado, 
porque  el  piloto  Camacho  se  había  adelantado  contravi- 
niendo a  las  órdenes  recibidas.  Alvarado  mostró  pronto 
su  carácter,  apoderándose  de  un  templo  y  cometiendo 
robos  y  desmanes,  por  lo  que  se  ahuyentó  la  gente,  de 
suerte  que  cuando  llegó  Cortés  el  día  18,  arrestó  á  Camacho 
y  re[jre!i<Uó  á  Alvarado. 

Supo  allí  por  unos  caciques,  que  en  Catoche  había  unos 
españoles  cautivos  y  con  tal  noticia  les  rogó  que  pasasen 
en  sus  canoas  y  les  llevaran  con  el  debido  rescate,  un 
¡lapel  escrito  en  que  les  decía  que  vinieran. 

Jerónimo  de  Aguilar,  diácono,  natural  de  Écija,  que 
yendo  de  Darién  á  Santo  Domingo  ocho  años  hacía,  había 
sido  arrastrado  por  las  corrientes  hasta  Yucatán  donde  fué 
herho  prisionero  con  sus  compañeros,  que  eran  quince 
hombres  y  dos  mujeres,  recibió  el  aviso  que  de  Cozumel 
le  enviaban.  Al  punto  se  dispuso  á  partir,  invitando  áotro 
español  compañero  suyo  llamado  Gonzalo  Guerrero,  que 
eran  b>s  únicos  que  se  habían  salvado  de  ser  sacrificados; 
pero  Guerrero  no  quiso  ser  rescatado,  porque  dijo  que  ya 
Lcnía  esposa  é  hijos,  gozando  de  grandes  consideraciones 
cnlre  los  indígenas  y  teniendo  además  las  orejas  orada- 
das  y  rayada  la  cara,  por  lo  que  se  avergonzaba  de  ser 
visto  por  los  españoles  ;  y  aun  ocultó  otra  razón  quizá  más 
poderosa;  él  fué  quien  dirigió  á  los  indígenas  en  la  batalla 
que  le  dieron  á  Hernández  de  Córdoba  y  temía  ser  casti- 
gado. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  139 

Fué  recibido  Aguilar  con  muestras  de  alegría,  tanto 
mayores  cuanto  que  iba  á  servirles  de  magnífico  intér- 
prete, pues  hablaba  bien  la  lengua  maya. 

El  4  de  marzo,  dejando  una  imagen  de  la  virgen  en  el 
adoratorio  de  Cozumel,  partieron  para  Tabasco,  pero  á 
consecuencia  de  los  vientos  pronto  tuvieron  que  volver, 
hasta  el  día  13  en  que  definitivamente  la  abandonaron  par- 
tiendo para  la  isla  de  Mujeres,  de  donde  siguieron  su 
marcha  por  Boca  de  Términos  hasta  el  río  de  Grijalva,  al 
cual  llegaron  desembarcando  el  (ha  22  en  la  Punta  de  los 
Palmares,  muy  cercana  del  pueblo  de  Tabasco.  Fué  asal- 
tado Cortés  al  siguiente  día  por  los  tabasqueños  á  quienes 
obligó  áhuir,  y  con  tal  motivo,  á  fin  de  procurar  la  paz^ 
el  24  mandó  á  Lugo  y  Alvarado  con  doscientos  hombres  y 
el  intérprete  Melchor,  pero  éste  se  fugó  y  excitó  á  los  indí- 
genas á  la  guerra  refiriéndoles  el  corto  número  de  aquellos 
extranjeros,  así  es  que  á  poco  se  trabó  un  sangriento  com- 
bate en  el  que  se  necesitó  del  oportuno  auxilio  del  capi- 
tíin  para  obtener  el  triunfo,  quedando  los  naturales  no  obs- 
tante, en  son  de  guerra. 

El  25  tuvo  lugar  la  encarnizada  batalla  en  las  orillas  de 
un  pueblo  llamado  Ceutla,  en  la  que  gracias  á  la  caballería 
salieron  victoriosos  los  castellanos,  no  sin  haber  tenido  tres 
soldados  muertos,  sesenta  v  cinco  heridos  y  ocho  caba- 
llos. 

La  política  conducta  que  observó  Cortés,  dando  libertad 
á  los  caciques  prisioneros,  sirvió  para  que  luego  se  pre- 
sentaran embajadores  de  los  naturales  con  diversos  obse- 
quios en  solicitud  de  paz,  y  una  vez  aceptada  ésta,  aumen- 
taron los  presentes.  Permaneció  la  flota  en  Tabasco  hasta 
el  día  18  de  abril  que  partió  para  San  Juan  de  Uhla  reci- 
biendo entre  tanto  del  principal  cacique  un  regalo  de 
veinte  esclavas  entre  las  cuales  se  contaba  la  famosa  doña 
Marina. 

Era  ésta  una  doncella  nacida  probablemente  en  la  pro- 


140  PÉREZ   VERDÍA 

vincia  de  Goalzacoalco  (aunque  ella  reflrió  que  en  la  de 
Xalisco,  según  las  crónicas)  de  ilustre  familia ;  pero  ha- 
biendo muerto  su  padre  y  casado  de  nuevo  su  madre, 
para  que  ella  no  presentara  algún  estorbo  en  la  sucesión, 
á  un  hijo  que  había  tenido  la  madre  en  su  segundo  matri- 
monio, la  dieron  á  unos  mercaderes  de  Xicalanco,  cerca 
de  Tabasco,  esparciendo  en  su  pueblo  la  voz  de  que  había 
muerto. 

Los  españoles  la  llamaron  Marina  ó  Malinche,  bien  sea 
como  quiere  el  señor  Orozco  y  Berra  porque  se  llamaba 
Malinalli,  y  oyendo  que  le  decían  Malinal,  le  pusieron 
en  el  bautismo  Marina^  por  semejanza,  á  cuyos  nombres 
agregaran  la  partícula  reverencial  ^r/n,  diciendo  los  natu- 
rales Marinalzin  ó  Malinatzin  de  donde  se  corrompió  la 
palabra  en  Malinche  :  ó  como  pretende  á  la  inversa  el 
señor  Alamán,  porque  bautizada  con  el  nombre  de  Marina 
y  agregándole  la  párticula  (sin,  diminutiva^  dijeran  los 
mexicanos  Malintsin^  Marinita,  en  virtud  de  cambiar  lar, 
letra  que  no  tenían  en  su  idioma,  en  /  y  los  españoles 
corrompieran  la  vozMalintzin  en  Malinche. 

Lo  cierto  es  que  fué  una  mujer  muy  inteligente  y  astuta 
que  sirvió  extraordinariamente  al  conquistador,  porque 
por  su  medio  se  comunicaba ;  pues  el  padre  Aguilar  sólo 
le  sirvió  de  intérprete  en  Tabasco  i)orque  se  l^ablaba  allí  el 
mayüy  pero  ya  en  Uliía  no  pudo  entender  el  náhuatl. 
Doña  Marina  que  no  hablaba  la  lengua  castellana,  pero  sí 
la  maya  y  la  náhuatl,  les  sirvió  de  intérprete  en  seme- 
janlo  apuro  ;  de  manera  que  una  vez  llegados  los  conquis- 
tadores íí  la  costa  de  Veracruz,  Cortés  y  los  suyos  habla- 
ban en  castellana  al  padre  Aguilar  lo  que  querían  decir  á 
los  naturales,  Aguílar  lo  trasmitía  en  lengua  maya  á  doña 
Marina,  que  a  su  vez  lo  traducía  dXnahuatl ;  obrándose  de 
una  manera  inversa  cuando  se  trasmitía  algo  de  los  azteca 
á  los  españoles. 

Aquelltts  veinte  esclavas  las  repartió  el  jefe  entre  sus 


HISTORIA    DE   MÉXICO  141 

capitanes,  tocándole  doña  Marina  á  Hernández  Puertoca- 
rrero  ;  pero  por  la  utilidad  que  prestaba,  la  tuvo  don  Her- 
nando primero  como  prestada  y  después  quePuertocarrero 
pasó  á  España,  como  esclava  propia. 

El  Jueves  Santo  21  de  abril,  poco  después  del  medio 
día,  llejíó  la  armada  á  San  Juan  de  Uhía,  donde  se  presen- 
taron algunos  naturales  á  quienes  obsequiaron  los  extran- 
jeros con  cuentas  de  vidrio  y  baratijas;  desembarcando  al 
día  siguiente  en  la  cosía  llamada  Chalchiuhcuecán.  Encon- 
tró allí  gran  abundancia  de  adornos  de  oro  que  usaban  los 
mexicanos,  del  que  rescató  gran  cantidad  por  espejuelos, 
alfileres,  cuentas  y  cintas,  mandando  por  pregón  que  nin- 
guno tomase  el  oro  y  que  aparentasen  no  darle  valor  nin- 
guno. 

Pasados  algunos  días  determinó  establecer  una  colonia 
en  aquel  lugar,  y  fundó  la  Villa  Rica  de  la  Vera  Crux. 


CAPÍTULO  IV 


Establecimiento  del  Ayuntamiento  de  Veraoruz.  —  Los  parciales  de 
Velázíiuez.  —  Cortés  los  castiga  y  destruye  sus  naves.  —  Emisarios  de 
Motecuhzoma.  Los  totonaca  —  Campaña  contra  los  tlaxcalteca.  Sumi- 
sión de  esta  República.  —  Viaje  A  Tenochtitlan.  —  Hecatombe  en  (ího- 
lollan.  —  Entrada  á  México. 


Tan  luego  como  llegó  Cortés  á  Veracruz,  dos  pensa- 
mientos absorbieron  toda  su  atención  :  para  no  aparecer 
como  rebelde,  quiso  legalizar  su  autoridad  desprendién- 
dola de  la  de  Velázquez,  y  para  poder  llevar  á  cabo  la  con- 
quista, trató  de  asegurarse  de  la  fidelidad  y  resolución  de 
sus  soldados. 

Para  conseguir  el  primer  objeto,  y  aparentando  ceder  á 
las  instancias  de  sus  adictos,  acordó  establecer  una  colo- 
nia con  el  nombre  de  Villa  Rica  de  la  Veracruz  que  había 


142  PÉREZ    VERDÍA 

ya  dado  á  la  tierra,  y  en  la  que  al  punto  se  instaló  un 
Ayuntamiento  clavando  la  picota  y  la  horca,  emblema  de 
su  jurisdicción.  Inmediatamente  el  Ayuntamiento  declaró 
caducos  los  poderes  é  instrucciones  de  Velázquez,  supues- 
tas sus  facultades,  y  atendiendo  al  buen  servicio  del  Rey 
y  á  los  méritos  de  Cortés,  lo  nombró  Capitán  de  la  armada 
y  Justicia  mayor,  con  lo  que  quedó  satisfecho  y  en  apti- 
tud para  llevar  la  empresa  por  su  propia  cuenta. 

Mas  como  aquel  acto,  así  como  algunas  disposiciones 
del  nuevo  Capitán,  disgustaron  á  los  soldados  parciales  del 
Gobernador  de  Cuba,  al  grado  de  pensar  en  rebelarse; 
tan  luego  como  Cortés  lo  supo  aprehendió  á  varios  de  los 
descontentos,  y  como  esto  no  fué  bastante,  pues  álos  pocos 
días  se  formó  un  nuevo  y  más  serio  complot,  á  íin  de  apo- 
derarse de  una  nave  y  volverse  á  Cuba,  entonces  usó  enér- 
gicamente de  su  autoridad.  Hizo  ahorcar  á  Pedro  Escudero 
y  Diego  Cermeño,  cortarle  un  pie  al  piloto  Gonzalo  de 
Umbría  y  dar  docientos  azotes  á  cada  uno  de  los  demás 
complicados. 

Desconíiando  de  que  tal  castigo  fuera  capaz  de  impedir 
en  lo  sucesivo  la  repetición  de  tales  actos,  resolvió  enviar 
en  una  nave  dirigida  por  Antón  de  Alaminos  á  Alonso 
Puertocarrero  y  Francisco  de  Montejo,  para  que  fuesen  á 
España  en  caHdad  de  procuradores  á  presentarse  al  Rey 
Carlos  V,  y  dispuso  luego  de  acuerdo  y  aun  por  insinua- 
ciones de  sus  soldados  adictos,  echar  las  naves  á  pique. 

En  el  mes  de  julio  hizo  recoger  el  velamen,  clavazón  y 
cordelaje  de  los  buques  y  echarlos  á  pique,  reservándose 
apenas  los  botes  para  pescar.  ¡  Memorable  acción  que  re- 
vela toda  la  grandeza  de  alma  de  aquel  puñado  de  valientes, 
que  por  su  propia  voluntad  y  en  los  momentos  en  que 
conocían  todo  el  gran  poder  del  imperio  que  pisaban,  se 
resolvían  á  vencer  ó  morir!  Acto  glorioso  que  nada 
pierde  de  su  mérito  porque  Agatocles  en  Sicilia  en  la 
guerra  contra  los  cartagineses  ;  Juhano  en  el  Tigris  y  otros 


HISTORIA   DE    MÉXICO  143 

grandes  capitanes  hayan  hecho  otro  tanto ;  ni  porque  se 
diga  que  Cortés  al  hacerlo,  estaha  impulsado  por  el  deseo 
de  salvarse  de  la  ignominiosa  muerte  que  en  Cuba  le  espe- 
raba ;  pues  los  rasgos  de  genio  no  se  imitan,  niel  honibre 
obra  jamás  movido  por  el  peligro  más  lejano. 

Mientras  tanto   que  se  verificaban  entre  los  europeos 
los  acontecimientas  hasta  aquí  narrados,  en  México  pasa- 
ban otros  de  importancia,  aunque  de  índole  diversa. 
.    Gran  sensación   y  profunda  melancolía  produjeron  en 
Motecuhzoma  los  diferentes  fenómenos  acaecidos  en  prin- 
cipios de  su  reinado,  las    funestas  interpretaciones    de 
Nezahualpilli  y  demás  astrólogos;  pero  al  ver  que  se  dila- 
taba su  cumpHmiento,  y  que  los  años  pasaban  tranquila- 
mente, recobró  su  alegría  y  entereza.  Mas  cuando  en  1517, 
llegaron  á  las  costas  de  Yucatán  los  españoles  que  guiaba 
Hernández  de  Córdoba,  y  se  supo  este  suceso  en  Tenoch- 
titlán,  adonde  llegaron  las  maravillosas  descripcioneá  do 
aquellos  hombres  blancos  tan  singulares,  abultadas  por  la 
fantasía  exaltada  que  los  suponía  verdaderas  deidades,  el 
temor,  el  sobresalto  y  la  indecisión  del  pusilánime  mo- 
narca, no  reconocieron  límites.  Quiso  huir  á  la  encantada 
gruta  de  Gicalco,  en  donde  se  decía,   vivían   Hueman  y 
Topiltzín ;   pero  detenido  por  las   consideraciones  de  su 
rango,  abandonó  la  idea  de  fuga. 

La  llegada  de  Grijalva  al  siguiente  año  vino  á  aumentar 
los  apuros ;  hizo  entonces  Motecuhzoma  construir  secreta- 
mente diversas  joyas  de  oro  y  plata,  las  que  envió  á  los 
extranjeros  con  Cuitlalpitoc,  á  quien  dio  órdenes  de  aten- 
derlos muy  bien  y  decirles  que  lo  dejasen  morir  en  su 
trono  pudiendo  venir  en  hora  buena  después  de  su 
muerte  (1).  Regresó  el  embajador  llevando  la  satisfacto- 


(l)  El  egoísmo  ha  sido  general  en  los  príncipes  que  desatendiendo  los 
¿agrados  intereses  de  sus  pueblos,  han  puesto  sus  ojos  sólo  en  su  propio 
))ienestar;  asi  también  decía  Luis  XV,  rey  de  Francia,  cuando  se  le  anun- 


1?^ 


14i  PKRO    VERDÍA 

riíi  nueva  de  Ja  partida  dü  las  naves  y  presentííndole  los 
presentes  que  en  cambio  del  oro  se  le  enviaban,  que  con- 
sistían en  cu  catas  de  vidrio,  pan,  tocino  y  otras  viandas, 
de  las  que  no  quiso  probar  el  emperador  por  suponerlas 
manjai'es  de  los  dioses. 

Aunque  algo  se  tranquilizó  con  aquellas  noticias,  dispuso 
hubiera  de  continuo  centinelas  en  tas  costas,  en  atenta 
observacinn,  así  es  que  apenas  arriba  Cortés  meses  después, 
por  violentísimos  correos  llególe  á  Motecuhzoma  la  noticia, 
por  lo  que  al  punto  reunióá  cinco  embajadores,  \'allizchan, 
Tepüzteeatlj  Tizaoa,  Huehuetecait  y  Hueicaznecatecatl, 
para  quo  llevasen  piezas  de  oro,  mantas  íinas^  piedras  pre- 
ciosas y  lucidos  plumajes  á  Quetzalcoatl  que  volvía  ;  dióles 
también  órdenes  precisas  para  que  lü  obsequiaran  lo  mismo 
que  á  sus  compañeros. 

Fueron  bien  recibiílos  por  lus  conquistadores  que  les 
fueron  distintas  bujerías  y  les  hicieron  oír  el  estampido  de 
sus  cañones  que  los  aterrorizó  extraordinariamente,  lle- 
vando íi  su  soberano  no  lio  i  as  y  [dnturas  de  cuanto  habían 
visto,  E^íe,  que  no  procuraba  sino  alejarlos  de  sus  domi- 
nios, envióles  segunda  embajada  con  más  oro  á  fin  de 
supHcarles  partiesen  luego,  sin  considerar  en  su  igno- 
rancia que  esos  presentes  del  rico  metal,  lejos  de  alejar 
aquellos  liombres,  los  atraía  cual  imán,  inflamando  en  sus 
pccfios  la  codicia^  ¡  ilnico  móvil  de  su  empresa  ! 

Para  que  coadyuvasen  á  su  intención,  manilo  varios 
becliieeros  para  que  por  sus  sortilegios  consiguiesen  el 
apetecido  fin  y  cuando  por  la  absoluta  insistencia  de  los 
extranjeros  de  ir  á  verlo,  liizo  retirar  los  presentes  y  obse- 
quios, envió  á  que  les  impidieran  el  paso  atando  en  los 
arboles  del  camino  abumiantes  hilos  encantados. 

Mas  apenas  había  desaparecido  TeuhÜilli  y  los  naturales. 


cíabdn  ío*  peligroí»  de  su  tmnu  que  wu  contentaba  con  que  le  durara  lo 
que  la  Vida* 


HISTORIA   DE   MÉXICO  145 

cuando  se  presentaron  otros  indios,  emisarios  del  cacique 
de  Cempoallan,  dándoles  la  bienvenida  y  ofreciéndoles  su 
amistad,  haciéndoles  saber  además,  que  eran  tributarios  de 
Motecuhzoma  quien  los  había  subyugado  y  era*\in  déspola 
aborrecido.  Desde  este  momento  Cortés  contó  por  aliados 
á  los  cempoalteca,  que  agobiados  por  la  tiranía  sólo  pensa- 
ban en  sacudirla,  implorando  para  ello  el  favor  de  los 
advenedizos,  sin  considerar  que  con  eso  remachaban  las 
cadenas  que  habrían  de  destruir  su  independencia  (1) ! 

Los  cempoalteca,  así  que  se  consideraron  fuertes  con  la 
ayuda  de  los  extranjeros,  sacudieron  la  dominación  aztecatl, 
y  negándose  á  pagar  el  tributo,  aprehendieron  á  cinco  ofi- 
ciales mexicanos  encargados  de  recogerlo,  á  quienes  habrían 
sacrificado  si  no  lo  hubiera  impedido  astutamente  Cortés, 
que  hizo  ponerlos  en  prisión.  Ya,  entrada  la  noche  ordenó 
que  los  guardias  españoles  sin  ser  sentidos  por  los  totonaca, 
le  llevaran  á  dos  de  los  prisioneros,  á  quienes  después  de 
obsequiar  los  dio  libres  para  que  dijeran  á  Motecuhzoma 
queélysus  tropas  eran  sus.amigosque  iban  en  nombre  de 
un  poderoso  rey  á  tratar  de  paz  :  de  esta  suerte  á  la  vez 
que  dejaba  satisfechos  á  los  de  Cempoallan  al  librarlos  del 
duro  tributo,  admiraba  á  los  azteca  por  su  benignidad  y 
buenos  sentimientos. 

Después  de  recibir  las  gracias  del  Emperador  por  la  li- 
bertad que  había  dado  á  sus  oficiales,  juntamente  con 
nuevos  presentes  y  ruegos  de  que  no  pasase  á  su  capital, 
y  después  de  haber  permanecido  varios  días  en  Cempoallan, 
á  cuyos  naturales  auxilió  en  una  contienda  que  tuvieron 


ll)  Todos  los  pueblos  que  en  su  ayuda  han  llamado  en  sus  guerras  intes- 
tinas á  naciones  extranjeras,  han  pagado  con  la  libertad,  su  imprudente 
falta,  convirtiéndose  después  en  vasallos  de  los  que  primero  fueron  sus 
aliados :  los  romanos  sólo  ayudaron  á  los  españolea  á  sacudir  el  yugo  de 
Cartago  para  imponerles  después  el  suyo  propio ;  los  bretones  en  su 
guerra  contra  los  pictos  y  escoceses,  llamaron  en  su  socorro  A  los  sajones 
que  á  continuación  se  enseñorearon  del  país  y  así  ha  sucedido  siempre. 

10 


iíG  PáBEZ    VEHDÍA 

contra  los  de  Tizapaízinro^  y  después  en  fin  de  haber  qui- 
tado casi  por  la  fuerza  los  ídolos  del  teocali ¡,  dejando  en 
Yeracruz  una*  guarnición  de  cien  españoles  al  mando  de 
Juan  de  Escalante  y  muclias  tropas  totonaca  en  Cenipoallan, 
salló  de  esta  ciudad  ;i  la  que  habían  puesto  por  nombre 
Nueva  Sevi/la,  el  dfa  iíi  de  agosto.  El  ejírcilo  iba  formado 
de  cuatrocientos  infantes,  quince  soldados  de  caballería, 
seis  cañones,  mil  trescientos  totunaca  y  doscientos  tamene 
ó  indios  de  carga,  que  arrastraban  la  artillería  y  llevaban 
en  hombros  el  equipaje. 

Pasando  por  Xalapan,  Xicochimilco,  Texutla  y  gran 
parte  del  territorio  despoblado  que  se  ha!Iul)a  entre  el 
Nauhcampatepec  (Cofre  tlePerote)  y  el  Citlaltepec  (Pico  de 
Orizaba),  llegaron  á  Xocotla  donde  permancciei-on  cinco 
días^  siendo  bien  recibidos  por  el  caciijue  OlinteLl,  el  íem~ 
6íÓ7ij  que  lea  dio  noticias  pormenorizadas  del  [loder  y  ri- 
quezas de  Motecuhzomap  De  aquel  lugar  mandó  Cortés 
una  embajada  de  cuatro  cenipoaltecn  para  que  pasase  á 
Tlaxcallan  á  procurar  su  alianza  y  el  jiormiso  de  pasar  por 
su  suelo  para  Tenocblitlan;  cuya  embajada  fue  recibida 
por  los  cuatro  señores  de  aíjuella  repilblica,  Maxixcatzin, 
Xicolencatl  (el  anciano),  Tlehuexolotzín  y  Citlalpopocatzin. 
Dividióse  el  parecer  de  aquel  cousi^jo,  pues  mientras 
Maxixcatzin  estaba  dispuesto  á  aceptar  las  proposiciones 
que  los  embajadores  acababan  de  hacerles,  Xícotencatl 
proponía  que  se  les  hiciera  la  guerra  y  no  se  les  recibiese; 
por  lo  que  Tlehuexolotzin  conciliando  ambos  diclíímenes, 
propuso  que  se  les  eoateslase  aceptando  la  paz;  pero  que 
silenciosamcnlc  y  aliados  con  los  otomías  lí  otonca  les  sa- 
liesen al  encueíitro  para  iiacerles  la  guerra,  de  suerte  que 
m  salían  vencedores  pudieran  apropiarle  aquella  gloria, 
laientras  que  si  eran  vencidos^  podrían  descargar  la  res- 
ponsabilidad en  los  otonca  que  por  ser  tribus  bárbaras,  no 
habían  reconocido  ni  cumplido  con  los  pactos  estipulados. 

Impaciente  el  conquistador^  ilespuéa  de  haber  esperado 


HISTORIA    DE    MÉXICO  147 

iniUilnienle  tres  días  en  Ixtacamaxlitlán  la  respuesta  de 
aquella  república,  invadió  su  territorio  aun  antes  de  reci- 
birla, el  día  31  de  agosto;  de  manera  que  si  los  naturales 
obraban  pérOdamente,  al  dar  una  engañosa  respuesta,  los 
españoles  no  lo  hacían  meiios  mal,  cubriendo  tan  sólo  las 
apariencias. 

Ese  mismo  día  se  trabó  la  primera  campaña  entre  tlaxcal- 
teca  y  conquistadores,  cerca  de  Tecoac,  en  la  que  los  pri- 
meros tuvieron  que  retirarse;  y  al  siguiente,  1*  de  sep- 
tiembre, se  trabó  la  más  reñida  batalla  que  hasta  allí  habían 
dado,  repitiéndose  con  más  vigor  el  5;  pues  aquellos 
pobladores  mandados  por  Xicotencatl  (el  joven)  mostraban 
indomable  valor;  pero  la  disciplina  y  táctica  militar  de  los 
españoles,  la  superioridad  inmensa  de  sus  armas,  el  espanto 
que  producía  el  estruendo  de  las  armas  de  fuego  (1)  y  la 


(i;  En  la  época  del  Bajo  Imperio,  se  generalizó  el  uso  del  fuego  griego 
que  era  una  mezcla  de  diferentes  substancias  inflamables,  tales  como  la 
nafta,  el  asfalto  ó  el  petróleo  ron  brea  y  aceites  grasos.  Los  árabes  tomaron 
de  los  cbinos  la  idea  de  añadir  al  fuego  griego  el  nitro  natural  ó  nitrato 
de  potasa,  (jue  tiene  la  propiedad  de  activar  la  combustión,  y  con  eso 
compusieron  una  mezcla  idéntica  á  la  jMMvora,  pero  que  no  tenía  la  fuerza 
necesaria  para  impulsar  los  proyectiles  con  la  velocidad  suficiente  para 
taladrar  las  armaduras,  porque  ol  nitro  que  preparaban  era  bastante  im- 
puro. Perfeccionada  poco  á  poro,  parece  que  en  Florencia  fué  donde  por 
primera  vez  en  Europa,  en  1325,  se  hizo  uso  del  canon.  La  pólvora  de 
artillería  se  empleó  en  Francia  en  el  sitio  de  Cambray  en  1339,  y  los 
ingleses  en  la  batalla  de  Crecy  2G  de  agosto  de  1346)  hicieron  fuego  contra 
los  franceses  con  tres  cañones  que  arrojaban  balas  de  fierro  de  pequeño  ca- 
libre. Bertoldo  Schwartz,  fraile  franciscano  de  F>iburgo,  inventó  una 
aleación  de  plomo  y  estaño,  muy  resistente  para  hacer  cañones,  con  lo 
cual  las  armas  de  fuego  se  mejoraron  mucho. 

En  el  siglo  xv  se  empezó  á  usar  la  culebrina  ó  fusil  formado  de  un 
largo  cañón  delgado  de  fierro  (jue  un  hombre  apoyaba  sobre  un  brazo, 
mientras  otro  ponía  fuego  al  cebo;  después  fué  provista  de  un  mango  de 
madera  y  de  un  substentáculo,  que  permitía  al  mismo  que  la  tenía,  prenderle 
fuego.  En  el  siglo  xvi  se  empe/.ó  á  usarol  mosquete  de  mecha^  el  cual  tenia 
una  culata  para  apoyarlo  en  el  liombro  y  una  honiuilla  que  se  clavaba  en  el 
suelo  para  descansarlo  en  ella  y  hacer  más  certera  la  puntería,  y  encima 
de  la  cazoleta  se  encendía  una  mecha  que  tardaba  siempre  en  comunicar 


1  ^H  PÉBKZ   VCBDÍA 

presencia  de  los  caballos,  vencieron  siempre  á  aquellas 
hoestes  que,  annqae  indómitas^  se  presentaban  casi  desnu- 
das V  i'X^n  armas  muy  inferiores;  así  fué  que  en  todas  esas 
rece»  quedaron  derrotadas. 

Mientras  Cortés  recorría  aqi/el  belicoso  territorio,  ta- 
lando los  campos  y  quemando  más  de  diez  pueblos  de  con- 
sideración, los  tlaxcalteca  apelaban  á  los  adivinos  y  hechi- 
ceros para  saber  si  aquellos  recién  llegados  eran  realmente 
dioses  ó  por  qué  cansa  no  habían  podido  vencerlos,  y 
como  supieron  por  este  medio,  que  los  hombres  blancos 
eran  hijos  del  sol,  por  lo  que  el  luminar  del  día  los  hacía 
invencibles,  se  preparon  á  combatir  por  la  noche. 

El  Capitán  general  manchó  sus  triunfos  con  una  cruel- 
dad reílnada  é  inútil,  pues  como  diariamente  iban  á  su 
campamento  muchos  tlaxcalteca  movidos  por  la  curiosidad 
ó  á  llevarle  maíz  ü  otrjos  objetos,  con  el  fin  de  atemorizarlos 
en  víspera  de  la  batalla  nocturna,  hizo  aprehender  á  unos 
cincuenta,  y  aparentado  creer  que  eran  espías  les  cortó 
las  manos,  mandándolos  mutilados  á  su  capital. 

El  día  7  á  la  luz  de  la  luna  dio  un  nuevo  y  valeroso 
asalto  el  joven  Xicotencatl,  en  el  que  adquirió  por  cuarta 


el  fuego  á  la  carga.  Para  evitar  ese  inconveniente  se  hizo  en  Alemania  el 
arcabuz  de  rueda,  on  el  cual  la  mecha  se  substituyó  por  un  pedernal  que 
encendía  la  pólvora  por  medio  de  las  chispas  que  desprendía  al  chocar 
con  una  rod/ija  do  acero,  mediante  la  acción  de  un  resorte,  y  como  se 
hizo  el  c/iMón  m.''is  corto  y  se  suprimió  la  horquilla,  se  convirtió  entonces 
en  arma  verdaderamente  portátil.  Después  se  suprimió  la  rodaja,  simplifi- 
rjindo  el  mecanismo  en  ei  fusil  de  chispa,  que  se  usó  por  dos  siglos,  y  en 
el  último  se  substituyó  primero  por  el  fusil  de  pistón  ó  de  cápsula  y  re- 
cientemente por  el  fusil  de  arjuja,  que  ha  permitido  la  repetición  instan- 
tánea en  los  magníficos  fusiles  prusianos  de  aguja,  franceses  de  Chassepot, 
americano»  de  Winchester  y  de  Uemington  y  los  alemanes  de  Maüsser. 

La  causa  que  produce  la  acción  mecánica,  velocidad  y  fuerza  del  tiro,  es 
la  fuerza  expansiva  de  los  gases;  pues  transformándose  instantáneamente 
en  ^as  la  materia  sólida  de  la  pólvora,  tiende  á  ocupar  un  volumen  mucho 
mayor  y  coi^  la  bala  le  sirve  de  obstáculo,  la  lanza  con  violencia,  pues 
un  litro  de  pólvora  produce  al  (¡uemarse  8.000  litros  de  gas. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  149 

vez  la  convicción  de  bu  infortunio,  mas  no  de  su  impo- 
tencia. 

Después  de  esto  se  ajustó  definitivamente  la  paz,  obli- 
gándose aquella  república  á  someterse  á  la  Corona  de  Cas- 
tilla y  á  auxiliar  al  ejército,  en  sus  empresas  contra  los 
mexicanos;  entrando  éste  en  la  ciudad  de  Tlaxcallan  el 
día  22  de  septiembre  entre  las  ovaciones  de  una  mul- 
titud admirada. 

Varios  días  permaneció  en  aquella  populosa  capital,  re- 
cibiendo mil  obsequios,  y  como  después  de  varias  pláticas 
inútiles,  los  naturales  se  rehusaron  abiertamente  á  aban- 
donar su  religión  abrazando  la  cristiana,  quiso  don  Her- 
nando repetir  lo  que  había  hecho  en  Cempoallan  y  derro- 
car por  fuerza,  los  ídolos  de  los  altares,  sin  considerar 
que  nada  habría  tenido  de  meritorio  el  que  se  hubiera 
aceptado  la  religión  que  con  las  espadas  se  imponía;  mas 
encontró  tal  resistencia  que  el  padre  Olmedo  con  más  pru- 
dencia, lo  disuadió  de  tan  desatinado  propósito,  que  habría 
comprometido  el  éxito  de  la  expedición. 

Diego  de  Ordaz  se  ocupó  en  hacer  una  excursión  al  Po- 
pocatepetl,  que  estaba  á  la  sazón  en  actividad  y  con  un  valor 
temerario  que  llenó  de  asombro  álos  indios,  llegó  acom- 
pañado sólo  de  dos  españoles,  hasta  el  ancho  cráter  del 
volcán,  con  lo  que  prestó  á  su  causa  un  brillante  servicio, 
porque  cuando  llegó  á  faltar  la  pólvora  á  Cortés,  recor- 
dando éste  los  informes  de  Ordaz,  envió  á  Montano  á  sacar 
azufre  del  volcán  y  con  eso  pudo  fabricarla  en  abundancia. 

Pensó  entonces  partir  resueltamente  para  la  capital  de 
Anáhuac  á  pesar  de  la  opinión  do  Teuch,  jefe  cempoalte- 
catl,  quien  le  anunció  su  ruina,  pues  eran  tantos  los  mexi- 
canos que  de  cien  mil  en  cien  mil  se  le  presentaran  y  á 
pesar  de  que  con  constante  fortuna  los  venciera  á  todos, 
acabarían  por  destruirlo ;  y  á  pesar  del  disgusto  de  algu- 
nos de  sus  soldados,  el  conquistador  dando  muestras  de 
su  esforzada  bizarría  se  decidió  á  partir,  contando  ya  con 


ISO  PÉREZ   VERDÍA 

Otro  pueblo  indígena,  enemigo  acérrimo  de  los  mexicanos 
que  le  habría  de  servir  con  decisión  :  el  tlaxcaltecatl. 

Todavía  como  si  no  fuera  bastante  el  concurso  de  toto- 
naca  y  tlaxcalteca,  recibió  una  embajada  del  príncipe 
Ixtlixochitl,  en  que  le  proponía  su  alianza  como  rey  de  una 
parte  de  Texcoco ;  ¡de  esta  suerte  ayudaban  los  mismos 
naturales  á  la  pérdida  de  su  nacionalidad  y  á  la  ruina  de  su 
raza! 

Con  seis  mil  auxiliares  salió  con  dirección  á  CholoUan 
(Cholula)  el  día  13  de  octubre ;  pero  como  á  la  vez  que  los 
.  emisarios  mexicanos  habían  hecho  que  desconGase  de  los 
tlaxcalteca,  éstos,  enemigos  de  los  cholulteca,  le  anuncia- 
ron de  antemano  un  complot  en  esa  ciudad,  entró  á  ella 
Cortés  con  su  ejército  con  la  mas  grande  desconfianza.  Fué 
recibido  con  aparatosa  solemnidad  saliendo  á  encontrarlo 
más  de  veinte  mil  personas,  suplicándole  sólo  que  no  permi- 
tiese la  entrada  á  sus  aliados  por  la  enemistad  que  se  tenían 
y  los  daños  que  les  podrían  hacer.  Pronto  observaron  los  es- 
pañoles algún  cambio,  pues  los  víveres  empezaban  á  esca- 
sear, de  cuya  circunstancia  se  aprovecharon  los  tlaxcal- 
teca paradenunciar  una  horrible  conspiración :  doña  Marina 
declaro  también  que  una  anciana  mujer,  esposa  de  un 
cacique,  movida  por  el  cariño  que  le  había  inspirado,  le 
había  aconsejado  abandonase  al  punto  á  aquellos  blancos, 
pues  todos  ellos  iban  á  perecer,  porque  al  tiempo  que  salie- 
ran de  la  ciudad  habrían  de  ser  acometidos  por  todas  las 
calles  y  azoteas,  teniendo  muchas  de  ellas  preparadas  con 
trampas,  á  cuyo  tiempo  llegaría  un  ejército  de  veinte  mil 
mexicanos  que  estaba  oculto  en  las  barrancas  de  las  cer- 
canías. 

Con  tales  noticias,  confirmadas  por  dos  délos  sacerdotes 
principales,  reunió  el  caudillo  un  consejo  do  capitanes,  en 
el  que  se  acordó  tomar  la  iniciativa  y  castigar  á  los  re- 
beldes antes  de  que  les  hiciesen  mal.  Al  efecto,  anunciaron 
su  partida  para  la  mañana  siguiente  pidiéndoles  muchos 


!f»>'  "I     "        !'    '    :l' 


HISTORIA   DE   MÉXICO  151 

tamene^  los  que  le  fueron  presentados  sin  la  menor  dila- 
ción en  mayor  número  del  requerido. 

Congregados  se  hallaban  multitud  de  moradores,  los 
más  nobles  y  muchos  caciques  de  la  población  en  el 
atrio  de  un  teocalii,  que  enteramente  llenaban,  cuando,  á 
la  señal  de  un  tiro  de  arcabuz,  se  precipitaron  sobre  ellos 
todos  los  conquistadores,  haciendo  uso  de  su  artille- 
ría, de  suerte  que  aquella  inerme  muchedumbre  recibía  la 
muerte  por  todas  partes  sin  poder  oponer  la  más  ligera 
resistencia.  Muchos  en  su  ansiedad  escalaban  las  paredes, 
pero  con  más  facilidad  servían  de  blanco  á  los  arcabuceros; 
otros  se  precipitaban  sobre  las  puertas  tan  sólo  para  reci- 
bir la  muerte  á  los  redoblados  tajos  de  las  espadas  que  en 
aquella  multitud  casi  desnuda  hacían  espantosa  carnicería. 

Entre  tanto  los  tlaxcalteca,  con  coronas  de  esparto  ó 
mastuerzo  para  ser  distinguidos  de  los  cholulteca,  saquea- 
ban la  ciudad  y  asesinaban  á  los  que  no  se  hallaban  en  el 
atrio,  robando  el  oro  y  la  plata  para  sus  aliados,  las  mantas 
y  demás  objetos  para  ellos.  Esta  escena  de  sangre  y  exter- 
minio duró  dos  días,  hasta  que  se  movió  á  piedad  el 
corazón  del  Capitán,  cuando  yacían  en  el  suelo  ensangren- 
tado más  de  seis  mil  cadáveres,  y  cuando  la  ciudad  antes 
floreciente,  populosa  y  bella,  presentaba  un  triste  aspecto 
por  las  huellas  que  habían  dejado  la  artillería,  el  incendio 
y  el  pillaje. 

Borrón  es  éste  del  que  no  pueden  lavarse  los  conquista- 
dores :  la  conjuración  no  está  probado  que  haya  existido; 
pues  aun  no  salían  de  Tlaxcala  y  ya  se  la  anunciaban  los 
que  aunque  de  la  misma  raza,  eran  enemigos  mortales  de 
CholoUan.  El  ejército  mexicano,  que  se  suponía  estaba 
oculto  en  las  hondonadas  inmediatas,  no  llegó  á  presen- 
tarse, ni  siquiera  se  tuvo  de  él  noticia  alguna ;  y  aunque 
refieren  los  mis?noH  culpables,  que  confesaron  su  falta 
varios  cholulteca,  ni  es  verosímil  tan  franca  é  ingenua  con- 
fesión por  parte  de  indios  reservados,  valientes  y  en  sumo 


1S2  PÉREZ   VERDÍA 

grado  sumisos  al  Emperador,  ni  tampoco  hay  certidumbre 
de  que  los  diálogos  pasados  por  la  interpretación  de  doña 
Marina,  adicta  en  extremo  á  los  tlaxcalteca,  no  sufrieran 
de  tan  parcial  intérprete,  substanciales  modificaciones.  Pero 
aun  suponiendo  la  existencia  incontrovertible  del  referido 
complot,  jarnos  debió  extenderse  el  castigo  á  otros  que  á 
los  comprometidos  en  él ;  pues  matar  á  más  de  seis  mil 
hombres  á  quienes  se  reúne  con  engaño,  sin  saber  quiénes 
de  ellos  eran  delincuentes,  sin  distinguir  el  grado  de  cul- 
pabilidad y  sin  oír  sus  excusas,  y  esto  por  quienes  predi- 
caban la  sublime  religión  de  Cristo  y  se  horrorizaban  de 
los  sacrificios  azteca,  es  un  hecho  criminal  que  la  Moral 
censura  y  el  Derecho  condena.  La  Historia  ha  calificado  de 
cruel  é  injusta  esta  matanza,  y  el  mismo  Gobierno  español, 
mandó  más  tarde  levantar  una  averiguación  (1). 

Ocupado  Cortés  en  hacer  sus  aprestos,  en  reorganizar  la 
ciudad  y  recibir  nuevos  recados  de  Motecuhzoma,  per- 
maneció en  CholoUan  hasta  el  1.°  de  noviembre  que  fué  á 
pernoctar  á  Calpan.  Siguió  su  camino  por  entre  los  vol- 
canes con  dirección  á  México,  llegando  al  día  siguiente  á 
Cuauhtecatl,  en  cuyo  lugar  recibió  otra  embajada  que  con 
ricos  presentes  le  enviaba  el  monarca  aztecatl ;  quien  alar- 
mado con  los  sucesos  de  CholoUan  y  deseoso  de  apartar  á 
todo  trance  á  los  hombres  blancos  de  su  designio  de  verle, 
envió  á  un  noble  llamado  Tzioacpupuca,  engalanado  con 
las  insignias  imperiales,  para  hacer  creer  que  era  el 
mismo  Motecuhzoma ;  pero  que  al  punto  fué  reconocido 
por  los  cempoalteca  y  tlaxcalteca. 

En  Amaquemecan  volvieron  los  naturales  de  la  provin- 


(1)  Si  bien  se  concibe  que  Alejandro  destruyera  á  Tebas  y  á  Tiro,  como 
medios  de  intimidar  á  la  Grecia  y  al  Oriente,  no  podrá  nunca  disculparse 
de  semejantes  atentados,  ni  por  lo?  resultados  producidos,  ni  manifestando 
que  la  sangre  y  las  lágrimas  son  el  obligado  cortejo  de  los  conquistadores, 
quien  como  Cortés,  llevaba  por  lema  en  su  estandarte  :  Amici,  sequamur 

CRtCEM,  ET  SI  NOS  FIDEM  HABEMüS  VERÉ,   IN  HOC  SIGNO  VINCEMUS. 


HISTORIA   DB   MÉXI€0  153 

cía  (Chalca)  á  quejarse  de  la  tiranía  y  rigor  del  poderoso 
rey  de  México,  ofreciendo  su  alianza  con  tal  de  hacerle 
guerra,  y  después  de  pasar  por  Tlamanalco,  en  Ayotzinco 
se  presentó  Cacamatzin,  rey  de  Texcoco,  á  suplicar  á 
Cortés  de  nuevo  en  nombre  de  su  tío,  no  fuese  á  su  capi- 
tal, á  cuyas  puertas  se  presentó  no  obstante,  el  martes 
8  de  noviembre  de  1519. 

Salió  á  encontrarlo  el  acobardado  Motecuhzoma  acom- 
pañado de  su  nobleza  :  iba  en  unas  lujosas  andas,  lleno  de 
adornos  de  oro  y  pedrería ;  luego  que  se  acercó  Cortés  se 
bajó  y  dando  los  brazos  á  Cacamatzin  y  Cuitlahuac  bajo 
un  palio  recamado  de  perlas  y  esmeraldas  y  pisando 
siempre  en  finísimas  esteras  que  sus  servidores  le  ponían 
delante,  se  adelantó  hacia  el  conquistador ;  éste,  por  su 
parte,  se  apeó  luego  del  caballo  y  quitándose  la  gorra  le 
tendió  la  mano  saludándole  á  la  española  sin  que  permi- 
tiesen los  nobles  le  abrazase.  Cambiado  este  saludo,  el  Em- 
perador condujo  álos  recién  llegados  al  palacio  de  Axaya- 
catl,  extensísimo  edificio,  en  donde  dejándolos  para  que 
descansasen  y  comiesen,  volvió  á  verlos  en  la  tarde  pre- 
sentándoles nuevos  obsequios,  y  diciéndoles  que  supuesto 
que  eran  venidos  de  donde  el  sol  nace,  y  ya  en  Anáhuac  se 
esperaba  su  venida  por  ser  señores  de  la  tierra,  no  tenían 
más  qué  mandar  seguros  de  ser  fielmente  obedecidos. 

¡  El  altivo  y  orgulloso  monarca  que  avasallara  cien  pue- 
blos con  sin  igual  orgullo,  se  postraba  á  los  pies  de  aquel 
puñado  de  extranjeros !  ¡  La  molicie  había  enervado  á  aquel 
antes  belicoso  príncipe,  la  superstición  lo  había  degene- 
rado y  su  despotismo  le  había  levantado  enemigos  por 
todas  parles! 


154  PÉREZ    VRRDÍA 


CAPÍTULO  V 


Visita  de  Cortés  á  Motecuhzoma  y  reconocimiento  de  la  ciudad.  —  Tesoro 
de  Axayacatl.  —  Sucesos  de  Nahutla.  —  Prisión  de  Motecuhzoma.  — 
Injusto  y  atroz  suplicio  de  Guauhpopoca.  —  Sumisión  del  monarca  azte- 
cati  al  rey  de  España.  —  Panfilo  de  Narváez. 


Al  Siguiente  día  píigó  Cortés  la  imperial  visita,  ocupán- 
dose bajo  el  pretexto  de  la  curiosidad  natural  en  todo 
viajero,  de  examinar  la  ciudad,  conocer  sus  avenidas  y 
puntos  estratégicos.  La  descripción  que  nos  ha  llegado  de 
Tenochtitlári  no  puede  ser  sospechosa,  supuesta  la  idonei- 
dad y  uniformidad  de  los  testigos  presenciales  que  la  hacen 
(Cortés,  Bernal  Díaz,  Alonso  de  Ojeda,  Andrés  de  Tapia, 
Alonso  de  Mata  y  el  Conquistador  anónimo)  y  por  ella  nos 
consta  la  admiración  que  les  causó  hallar  una  ciudad  tan 
grande,  tan  hermosa  y  tan  poblada. 

Pasadas  estas  atenciones,  se  ocupó  en  levantar  un  altar 
al  verdadero  Dios,  y  encontrando  en  el  palacio  la  señal  de 
una  puerta  tapada,  hízola  abrir,  encontrando  en  aquella 
pieza  el  inmenso  tesoro  de  Axayacatl ;  después  de  lo  cual 
cayó  en  una  grande  inacción,  mas  temeroso  de  ser  des- 
truido por  los  mexicanos  pensó  en  apoderarse  de  la  per- 
sona del  Emperador  á  fin  de  que  le  sirviese  como  rehenes. 

No  hallaba  pretexto  alguno,  pero  invocó  como  tal  la  carta 
que  le  llevaron  de  Veracruz  dos  tlaxcalteca,  que  recibió  el 
14  de  noviembre,  en  la  cual  se  refería  un  hecho  de  armas 
de  funestas  consecuencias.  Fué  el  caso  que  resistiéndose 
los  cempoalteca  á  pagar  el  tributo  prevalidos  de  su  alianza 
con  los  castellanos,  Cuauhpopoca,  jefe  de  las  guarniciones 
de  Nauhtla  y  Tochpan  y  señor  de  Coyohuacán,  los  ame- 
nazó con  la  fuerza,  y  como  el  capitán  Juan  de  Escalante 
acudiera  en  socorro  de  los  rebeldes  con  cuarenta  infantes 


tew. 


^i^W! 


HISTORIA   DE   MÉXICO  155 

españoles,  tres  ballesteros,  dos  escopeteros,  dos  mil  indios 
y  dos  cañones  pequeños,  trabóse  un  serio  combate  en  el 
cual,  aunque  Cuauhpopoca  fué  vencido,  costóles  á  sus 
adversarios  caro  el  triunfo,  pues  tuvieron  varios  heridos 
entre  los  que  se  contó  el  mismo  Escalante  que  murió  á  los 
dos  días,  un  caballo  muerto  y  un  español  prisionero,  el 
cual  fué  degollado  y  su  cabeza  presentada  á  Motecuhzoma 
en  señal  de  que  no  eran  inmortales  :  era  la  peor  derrota. 

Con  tal  noticia  se  presentó  al  Emperador  el  Capitán 
acompañado  de  Alvarado,  Sandoval,  Velázquez  de  León, 
Ávila  y  Lugo  y  después  de  recibir  los  acostumbrados  y 
valiosos  regalos,  le  echó  en  cara  su  deslealtad,  acusándolo 
de  haber  ordenado  aquel  suceso.  Motecuhzoma  pahdeció 
declinando  pusilánime  toda  la  responsabilidad  en  el  jefe 
que  tal  hecho  cometió,  dando  completa  satisfacción  y  orde* 
nando  luego  que  le  llevasen  presos  á  Cuauhpopoca  y  sus 
cómplices. 

Mas  como  aquel  suceso  era  sólo  un  pretexto,  á  pesar  de 
todo  insistió  don  Hernando  en  que  debía  el  soberano  pasar 
á  su  cuartel  donde  le  ofreció  que  gozaría  de  amplia  liber- 
tad, y  á  pesar  de  que  mucho  se  resistió  el  abatido  aztecatl, 
cedió  al  fin  intimidado  por  las  señales  de  impaciencia  que 
dio  Velázquez  de  León  y  por  las  palabras  amenazadoras 
que  doña  Marina  le  comunicó. 

Pasó  en  consecuencia  al  edificio  que  ocupaba  el  ejército 
invasor,  mandando  que  todos  sus  subditos  depusieran  la 
actitud  hostil  que  comenzaban  á  tomar,  pues  por  su  vo- 
luntad había  dado  aquel  paso  que  le  había  sugerido  Huitzi- 
lopochtli  :  «  Repetidas  veces,  dice  el  más  notable  de  nues- 
tros historiadores  contemporáneos,  por  medio  de  los  emba- 
jadores prometióle  Cortés  pagarle  sus  favores  con  buenas 
obras;  con  creces  le  cumplió  la  palabra.  Si  como  hombre 
y  caballero,  hubiera  faltado  en  sus  tratos  con  un  europeo, 
don  Hernando  se  hubiera  avergonzado  de  sí  propio  ;  pero 
se  trataba  de  un  idólatra,  de  un  bárbaro,  de  un  indio,  y 


156  PÉREZ    VERDÍA 

tanta  superchería  la  aceptaba  como  agudezas  del  ingenio. 
La  prisión  de  Motecuhzoma  como  rasp:o  de  audacia,  asom- 
bra; como  hecho  péríido,  irrita.  » 

En  principios  de  diciembre  trajeron  á  Tenochtitlán  pri- 
sioneros á  Cuauhpopoca,  á  su  hijo  y  á  quince  nobles,  los 
que  se  pusieron  á  disposición  de  Cortés,  quien  habiéndoles 
interrogado  sobre  la  muerte  de  sus  compatriotas,  respon- 
dieron con  entereza  que  ellos  se  la  habían  dado  sin  la  orden 
del  monarca,  en  cuya  virtud  los  condenó  bárbaramente  á 
todos  á  ser  quemados  vivos.  Horrible  sentencia  que  no  reco- 
nocía ningún  justo  fundamento  ;  pues  aquellos  hombres  no 
habían  cometido  delito  alguno  :  si  habían  peleado  era  por- 
que los  extranjeros  se  habían  entrometido  en  sus  interiores 
asuntos  ayudando  á  los  rebeldes ;  si  Escalante  había 
muerto,  esto  había  sucedido  en  buena  lid,  y  en  fin,  si  aquel 
suplicio  se  les  imponía  por  el  prisionero  que  habían  dego- 
llado, era  cometer  una  odiosa  inconsecuencia. 

Diez  y  siete  hogueras  se  prepararon  para  ejecutar  aquella 
tremenda  venganza,  y  mientras  Cuauhpopoca  y  sus  infelices 
compañeros  sufrían  aquel  tormento  en  presencia  de  una 
muchedumbre  espantada,  los  conquistadores  pusieron 
grillos  á  Moteculizoma,  de  suerte  que  no  encuentra  uno 
qué  admirar  más,  si  el  heroísmo  de  las  víctimas  que  mue- 
ren con  la  mayor  entereza  sin  prorrumpir  una  queja,  la 
crueldad  de  los  castellanos  ó  la  cobardía  y  perfidia  del 
monarca  mexicano,  que  entrega  á  sus  enemigos  á  los  que 
valientemente  los  combaten  y  se  deja  humillar  y  enca- 
denar enmedio  de  su  imperio. 

A  fines  del  mismo  diciembre  envió  Cortés  una  sección 
de  sus  tropas  á  Texcoco  dirigida  por  los  príncipes  acolhua 
Nezahualquentzin  y  Tetlahuehuezquititzin,  hijos  del  rey 
Nezahualpilli,  mas  al  partir  de  México  alcanzólos  un  correo 
que  Motecuhzoma  les  enviaba  y  como  le  hablara  aparte  á 
Nezahualquentzin  recomendándole  de  parte  del  soberano  á 
aquellos  blancos,  y  éstos  no  entendieron  lo  que  le  dijo. 


^LiA 


HISTORIA    DE    MÉXICO  157 

creyendo  que  se  trataba  de  una  celada  le  dieron  de  palos  al 
desgraciado  príncipe  y  lo  llevaron  á  la  presencia  de  Cortés 
que,  sin  más  averiguación,  lo  hizo  ahorcar  en  el  acto. 

Después  de  esto  pasaron  cinco  meses  en  aparente  inac- 
ción, pues  como  Cortés  con  gran  sagacidad  quería  y  pro- 
curaba representar  más  bien  el  político  papel  de  negociador 
pacífico,  que  él  de  guerrero  conquistador,  no  tenía  pretexto 
alguno  para  obrar  en  el  sentido  que  deseaba  prosiguiendo 
las  operaciones  militares  desde  el  momento  en  que  Mote- 
cuhzoma  se  había  sometido  á  su  voluntad. 

En  aquellos  meses  sin  embargo,  el  Capitán  obtuvo  cuan- 
tas noticias  deseaba  sobre  la  organización  del  país,  ele- 
mentos de  que  disponía,  costumbres  que  en  la  guerra 
observaba,  medios  de  ataque  y  sobre  todo  lo  que  podía 
interesarle  para  el  desarrollo  de  sus  planes,  viviendo  él  y 
su  ejército  entregado  á  una  vergonzosa  molicie,  come- 
tiendo á  este  respecto  mil  desmanes. 

Creciendo  su  audacia  en  proporción  de  la  pusilanimidad 
del  prisionero  monarca,  produjo  necesariamente  en  el 
pueblo  una  reacción;  Cacamatzin,  rey  de  Acolhuacán,  y 
Totoquihuatzín,  soberano  de  Texcoco,  se  manifestaron 
descontentos,  retirándose  de  México  ;  pero  como  Motecuh- 
zoma  los  mandara  llamar  para  reprenderlos  por  su  dis- 
gusto con  los  blancos  y  ellos  no  vinieran,  ordenó  entonces 
que  se  les  aprehendiese  y  los  entregó  al  conquistador  que 
al  punto  los  cargó  de  cadenas  y  los  depuso  de  sus  tronos 
nombrando  en  su  lugar  á  Cuicuicatzín. 

No  reconoció  ya  h'mites  la  conducta  del  Capitán,  así  fué 
que  considerándose  bastante  fuerte,  propuso  á  su  imperial 
cautivo  que  se  sometiera  abiertamente  al  monarca  de  Cas- 
tilla, según  se  lo  había  ofrecido,  á  lo  que  se  prestó  luego. 
Reunidos  al  efecto  Cacamatzin,  Totoquihuatzín  y  demás 
prisioneros  á  quienes  para  esto  les  quitaron  las  cadenas,  y 
otros  distintos  miembros  de  la  nobleza  aztecatl,  Mote- 
cuhzomales  manifestó  la  necesidad  que  había  de  hacer  lo 


158  PÉREZ   VERDÍA 

que  se  les  había  pedido,  á  lo  que  consintieron  sin  replicar 
palabra  por  el  gran  respeto  y  profunda  veneración  que  le 
profesaban.  Repitióse  al  siguiente  día  la  junta  en  presencia 
de  los  españoles,  y  por  ante  el  escribano  Pedro  Fernández 
fué  prometiendo  cada  uno  obediencia  al  Rey  de  España, 
en  cuya  virtud  expidió  el  correspondiente  testimonio,  que 
sirvió  de  título  justiflcativo  de  la  nueva  dominación ;  ¡  como 
si  un  monarca  pudiese  disponer  de  la  independencia  de 
sus  subditos  y  se  considerasen  válidos  los  actos  ejecutados 
sin  libertad!  Formulismo  absurdo  propio  tan  solo  para 
acallar  conciencias  de  hierro. 

El  primer  resultado  del  vasallaje  fué  el  tributo  que  se 
exigió  y  que  en  abundancia  entregó  Motecuhzoma;  mas 
no  contentos  todavía  aquellos  codiciosos  españoles^  se 
esparcieron  por  los  alrededores  cometiendo  todo  género 
de  tropelías  :  en  Texcoco  Pedro  de  Alvarado  aplicó  el  tor- 
mento de  echarles  en  el  estómago  brea  ardiente  á  Caca- 
matzin,  Totoquihuatzin  y  demás  señores  de  aquel  lugar 
que  estaban  prisioneros,  á  quienes  pérfidamente  les  había 
ofrecido  su  libertad  en  cambio  del  oro  que  recibiera. 

Por  estos  medios  se  alcanzó  reunir  un  enorme  tesoro, 
pues  sólo  el  oro  que  fundieron  en  barras,  sin  contar  las 
joyas,  piedras  preciosas  y  otros  objetos  de  valor,  importó 
más  de  tres  millones  quinientos  mil  pesos. 

En  cambio  de  todo  esto,  la  situación  del  extremeño 
había  empeorado  considerablemente ;  pues  el  trato  de  los 
mexicanos  con  los  blancos  los  había  acostumbrado  á  ver- 
los como  hombres,  quitándoles  el  superstioso  prestigio  con 
que  al  principio  eran  vistos  ;  su  licenciosa  vida  los  había 
hecho  odiosos  y  por  otra  parte  ya  no  tenía  objeto  su  per- 
manencia, una  vez  que  habían  logrado  la  sumisión  al  reino 
castellano,  que  decían  era  el  único  móvil  de  su  empresa. 

Por  esto  el  rey  aztecatl  exigió  que  salieran  cuanto 
antes  de  sus  dominios,  pues  su  pueblo  se  encontraba  irri- 
tado, y  no  teniendo  Cortés  razones  que  oponer,  excusó  su 


^PIJPÍ'TT'J."  -.  '     U'     S 


^^^ 


HISTORIA    DK    MÉXICO  159 

demora  con  la  falta  de  naves  en  que  emprender  su  viaje. 
Era  aquel  hombre  tan  astuto,  que  aun  esta  terrible  adver- 
tencia aprovechó,  pues  conociendo  la  absoluta  necesidad 
que  tenía  de  algunos  bergantines  para  cualquier  lance  que 
pudiera  ocurrir,  por  la  situación  de  Tenochlitlán  sóbrelas 
aguas  del  lago,  comprometió  en  aquella  vez  al  ignorante 
Emperador,  á  suministrarle  maderas  para  las  naves  que, 
aparentando  le  servirían  para  irse  á  su  lejana  patria,  en 
realidad  estaban  destinadas  lí  dominar  mejor  aquella  capi- 
tal que  llamaban  ya  Veneoia  la  Rica  ó  Americana. 

Inopinadamente  supo  Cortés  por  el  monarca  mexicano 
que  habían  llegado  nuevas  naves  á  Veracruz  trayendo  tro- 
pas de  españoles,  con  lo  cual  esperaba  que  partiría  luego, 
por  tener  ya  buques  á  su  disposición.  Tal  noticia  lo  llenó  de 
alegría,  pensando  que  podrían  ser  los  refuerzos  que  por  las 
instancias  de  Montejo  y  Puertocarrero,  le  enviara  la 
Corle  y  que  con  tanta  ansia  esperaba  ;  pero  pronto  se 
cambió  en  profunda  pena  aquel  gozo  momenlfíneo;  pues 
Gonzalo  de  Sandoval  que  liabía  quedado  en  lugar  del 
infortunado  Escalante,  le  avisó  que  aquellos  recicn  llega- 
dos iban  enviados  por  Diego  Velázquez  con  orden  de  qui- 
tarle el  mando  y  volverlo  preso  á  Cuba. 

En  efecto  el  gobernador  de  aquella  isla,  que  tuvo  cono- 
cimiento de  los  descubrimientos  de  don  Hernando  por 
Montejo  y  Puertocarrero  que  tocaron  el  suelo  de  su  gober- 
nación, contra  los  preceptos  del  Capitán,  se  apresuró 
empeñosamente  á  tomar  venganza  de  la  partida  pasada,  así 
como  á  procurar  el  lucro  que  aquellos  procuradores  anun- 
ciaban. 

Organizó  nueva  flota  y  habiéndola  puesto  á  las  órdenes 
de  Panfilo  de  Narváez,  salió  del  puerto  de  Guaniguanico 
en  los  primeros  días  de  marzo  de  1520,  llegando  á  Vera- 
cruz  un  mes  después,  habiendo  seguido  un  derrotero  idén- 
tico al  de  las  anteriores  excursiones. 

Se  compuso  de  diez  y  ocho  bergantines  con  ochocientos 


160  PÉREZ    VERDÍA 

soldados  castellanos,  de  los  cuales  ochenta  eran  de  caba- 
llería, otros  tantos  eran  escopeteros  y  ciento  cincuenta 
ballesteros,  con  diez  y  ocho  cañones  y  mil  indios  cubanos. 

Narváez  que  aunque  valiente  era  hombre  ligero  y  jactan- 
cioso, se  mostró  desde  un  principio  sobradamente  confiado 
en  las  fuerzas  de  que  disponía,  de  suerte  que  envió  luego 
al  padre  Guevara  y  otros  dos  oiiciales  acompañados  de  un 
escribano,  para  que  fuesen  á  intimar  obediencia  á  Gonzalo 
de  Sandoval  que,  no  contando  con  tropas  suficientes,  se 
había  retirado  al  interior.  En  la  entrevista,  negándose 
Sandoval  á  oír  la  intimación,  y  obstinándose  los  emsarios 
en  hacerla,  se  exaltaron  los  ánimos,  acabando  por  ser 
aprehendidos  los  representantes  de  Narváez,  y  remitidos 
luego  para  México. 

Cortés  cuando  los  recibió,  tratólos  con  la  política  que 
lo  distinguía,  así  es  que  bien  pronto  los  cambió  en^amigos 
permitiéndoles  volver  á  su  campamento. 

Habiendo  meditado  su  situación,  se  resolvió  al  lina  par- 
tir al  encuentro  de  su  enemigo,  de  suerte  que  dejando  en 
México  á  Pedro  de  Alvarado  con  ochenta  españoles,  salió 
con  el  resto  de  las  escasas  tropas  que  entonces  tenía,  pues 
se  hallaban  diseminadas  én  distintos  lugares,  en  los  pri- 
meros días  del  mes  de  mayo. 

En  CholoUan  encontró  á  Velázquez  de  León  que  con 
ciento  veinte  hombres  había  ¡do  á  expedicionar  á  Coatza- 
coalco  y  con  la  llegada  de  Narváez  volvía  á  incorporarse 
ásu  capitán,  reuniéndose  en  Tlaxcala  con  Sandoval. 

Rotas  las  negociaciones  emprendidas  entre  los  dos  cau- 
dillos castellanos  con  intervención  de  los  padres  Olmedo 
y  Guevara  y  del  secretario  Andrés  de  Duero,  negocia- 
ciones que  sólo  sirvieron  para  que  Cortés  conociera  los 
elementos  y  planes  de  su  conlrario  y  sedujera  con  ricos 
presentes  al  secretario  Duero,  al  Padre  Guevara,  á  los 
jefes  de  la  artillería  Usagre  y  Mino,  á  Agustín  Bermúdez 
capitán   y  alguacil  mayor  y   á  otros  muchos,   y  Narváez 


HISTORIA  DE   MÉXICO  161 

adquiriera  mayor  confianza,  se  dispusieron  al  combate.  El 
enviado  de  Vehizquez  estaba  posesionado  del  teocalli  de 
Cempoallan  y  eran  sus  tropas  tan  superiores  á  las  de  su 
rival  que  no  podía  creer  que  hubiera  encuentro  alguno ; 
sin  embargo  salió  á  buscar  al  enemigo,  pero  en  medio  de 
una  lluvia  torrencial  se  volvió  á  su  campamento  por  no 
haberlo  hallado. 

Esta  circunstancia  y  la  de  estar  separados  ambos  con- 
tendientes por  el  río  de  las  Canoas,  aumentó  de  tal  suerte 
su  confianza,  que  al  volverse  á  Cempoallan  sólo  dejó  dos 
centinelíis,  entregándose  al  descanso  con  el  más  punible 
descuido. 

Cortés  que  con  su  genio  militar  previo  que  su  salvación 
dependía  únicamente  de  una  sorpresa,  buscaba  la  oportu- 
nidad de  darla  poniéndose  de  acuerdo  con  los  jefes,  del 
campo  enemigo  con  quienes  de  antemano  contaba  ya,  y 
como  entrada  la  noche,  recibiera  un  aviso  que  Duero  le 
enviara,  con  un  soldado  llamado  Galleguillo,  al  instante 
se  puso  en  marcha,  atrevesó  el  río  y  caminando  sobre  un 
terreno  fangoso  y  en  medio  de  la  lluvia,  llegó  en  el 
mayor  silencio  hasta  el  punto  donde  se  hallaban  los  vigías, 
de  los  cuales  se  apoderó  de  uno  escapándosele  el  otro  que 
llegó  al  teocalli  y  refirió  el  suceso  sin  que  se  le  prestara 
el  menor  crédito,  pues  atribuyeron  á  una  alucinación  pro- 
ducida por  el  miedo  y  por  el  ruido  de  la  tempestad. 

Apresuró  su  marcha  D.  Hernando  de  tal  suerte  que 
llegó  pocos  momentos  después  produciendo  en  el  enemigo 
uña  sorpresa  completa  penetrando  en  su  campamento  al 
toque  de  carga  y  sin  hallar  en  su  puesto  á  los  cuarenta 
jinetes  que,  á  las  órdenes  de  Duero  y  de  Bermúdez,  esta- 
ban encargados  de  custodiar  el  camino. 

Sin  resultado,  hizo  Narváez  disparar  su» artillería,  pues 
Usaga  había  tapado  los  oídos  de  varias  piezas  de  suerte 
que  sólo  hubo  cuatro  disparos,  y  aun  de  éstos  uno  útil, 
por  estar  las  otras  bocas  demasiado  altas.   En  medio  de 

11 


162  PÉREZ   VERDÍA 

una  espantosa  confusión,  D.  Panfilo,  por  cuya  captura 
se  había  ofrecido  un  premio  de  tres  mil  pesos,  recibió  una 
lanzada  en  un  ojo,  que  lo  postró  en  tierra  y  lo  hizo  quedar 
prisonero  de  Pero  Sánchez  Farfdn,  con  lo  cual  se  rindió 
al  punto  toda  la  tropa  que  allí  se  encontraba,  termi- 
nando así  aquella  notable  jornada  el  martes  29  de  mayo 
de  1S2Ü. 

Pocas  pérdidas  hubo  que  lamentar  en  tal  asalto,  pues  los 
pocos  minutos  que  duró,  así  como  las  malas  punterías  por 
la  obscuridad  de  la  noche,  hicieron  que  apenas  tuvieran 
los  vencidos  unas  quince  ó  veinte  bajas  y  la  mitad  los  ven- 
cedores, de  manera  que  al  siguiente  día  se  encontró 
D.  Hernando  con  su  ejército  aumentado  con  tan  considerable 
mímero  de  compatriotas,  pues  los  más  se  le  incorporaron 
movidos  poi*  sus  dádivas  y  promesas,  y  esto  precisamente 
en  los  momentos  en  que  más  necesidad  tenía  de  ayuda 
por  las  circunstancias  á  que  había  llegado. 

Rindióse  también  la  caballería  que  no  había  tomado  parte 
en  la  ligera  lucha  porque  se  hallaba  algo  distante  de  Cem- 
poallan,  y  poco  después  se  sometió  también  la  armada 
naval  á  Francisco  de  Lugo. 

Cuando  Narváez  vio  A  su  vencedor  no  pudo  menos  que 
decirle  :  «  Razón  tendréis,  señor  Cortés,  para  agradecerle 
á  la  fortuna  el  haberme  hecho  preso  con  tanta  facilidad.  » 
A  lo  que  contestó  :  «  Mucho  tengo  que  agradecerle,  pero 
lo  menos  que  yo  he  hecho  en  esta  tierra  es  el  haberos  pren- 
dido. ))  Decididamente  hablaba  entonces  con  presunción, 
porque  si  la  campana  de  Narváez  no  es  el  hecho  que  de- 
muestra más  valor  en  el  conquistador,  es  sin  duda  el  que 
revela  toda  su  audacia,  su  inteligencia  y  actividad,  pues 
había  tenido  que  combatir  un  enemigo  cuatro  veces  más 
numeroso  é  igual  en  armas,  táctica  y  disciplina. 


■fií^SÍ^",  Jí  I  "  J '  ... L !ir.' x" ' "  '*:  ' 


HISTORIA    DE    MF^XICO  163 


CAPÍTULO  VI 


Vuelve  Cortés  á  México.  —  Horrible  matanza  de  Alvarado.  —  Insurrec- 
ción de  la  capital.  —  Muerte  de  Motecuhzoma.  —  Cuitlahuactzín.  — 
Noche  triste.  —  Batalla  de  Otompan. 


Pasados  los  primeros  momentos  del  triunfo,  el  victo- 
rioso general,  que  deseaba  á  todo  trance  consumar  sus 
conquistas  y  ensanchar  sus  límites,  envió  á  Velázquez  de 
León  con  doscientos  españoles  y  dos  barcos  para  que 
fuese  á  explorar  la  provincia  de  Panuco  y  á  Diego  de  Ordaz 
con  otros  tantos  soldados  á  la  de  Coatzacoalco  ;  dejó  en 
Veracruz  por  teniente  gobernador  de  Sandoval  á  Rodrigo 
Rangel,  y  con  seiscientos  castellanos,  abundantes  provi- 
siones y  buen  número  de  cañones  emprendió  su  retorno  d 
Tenochtitlán. 

Vino  á  amargar  el  gozo  de  Cortés  y  trastornar  aquellos 
planes  la  noticia  que  le  trajeron  dos  tlaxcalteca  de  haber 
ocurrido  en  la  capital  sucesos  de  importancia  y  de  hallarse 
Alvarado  en  virtud  de  ellos  reducido  á  una  situación  di- 
fícil. 

Fué  el  caso  que  acostumbrando  los  azteca  celebrar  una 
gran  fiesta  en  el  mes  To^^catl,  pidieron  permiso  para  cele- 
brarla al  mismo  Capitán  pocos  días  antes  de  su  partida 
para  el  campo  de  Narváez,  y  como  se  manifestara  anuente 
con  sus  deseos,  hicieron  sus  preparativos.  Ya  en  vísperas 
de  la  fiesta,  aquellos  indígenas  llevaron  su  consideración 
hasta  el  grado  de  pedir  nueva  licencia  al  Tonaliuh  como 
llamaban  á  Alvarado,  quien  igualmente  concedió  el  per- 
miso con  la  sola  restricción  de  que  no  llevaran  armas.        ' 

Llegado  el  día  orne  tecpatl,  que  en  aquel  año  correspon- 
dió al   20  de  mayo  de   1320,  más  de  seiscientos  nobles 


164  PÉREZ   VERDÍA 

mexicanos  se  reunieron  en  el  atrio  del  teocalli  mayor, 
ostentando  todo  el  lujo  de  que  usaban  en  tales  ceremo- 
nias, y  llevando  cada  uno  un  gran  ramillete  de  flores,  á 
los  sonidos  de  su  música,  se  entregaron  á  danzas  místicas 
en  presencia  de  más  de  tres  mil  espectadores ;  pero  cuando 
se  hallaban  más  entretenidos  llegó  Alvarado  con  sus  tro- 
pas y  despiadadíimente  empezó  á  matar  sin  antecedente 
alguno  d  u(jueltü  inerme  muchedumbre.  ¡Rodeada  por 
todas  partes,  desprevenida,  sin  poder  huir  ni  defenderse, 
aquella  multitud  pereció  á  los  infames  golpes  de  los  ase- 
sinos, Zurriendo  su  inocente  sangre  en  abundantes  bor- 
bollones ! 

Tan  espiíntosíi  carnicería  ejecutada  en  la  principal 
nobleza  produjo  en  *^l  pueblo  un  sin  igual  descontento  y 
un  lovanlamienlo  ¿reneral.  No  pudo  ya  soportar  aquel 
pueblo  irritado  y  su!o  contenido  por  el  profundo  respeto 
que  tenía  al  imbécil  monarca,  tamaña  afrenta  :  habían  tole- 
rado que  aqpeilfís  advenedizos  entraran  en  su  ciudad,  les 
arrebataran  sus  tesoros,  deshonraran  á  sus  familias,  que- 
maran á  aus  compatriotas,  aprisionaran  á  su  rey,  mas  no 
pudieron  sufrir  que  ptírlidamente  asesinaran  á  todos  aque- 
llos íi  quienes  respetaban  y  querían  por  ser  sus  jefes  y 
señorea- 

Alvarado,  el  cruel  y  sanguinario  Alvarado,  que  provocó 
la  ira  de  la  muchedumbre,  no  fué  capaz  de  contenerla; 
envuelto  á  poro  por  los  guerreros  mexicanos  tuvo  que 
replegarse  herido  en  la  cabeza  á  sus  cuarteles,  á  pedirle  á 
!\Iotecuhzoma  que  arengase  á  sus  vasallos  y  los  hiciera 
deponer  su  actitud  hostil.  Amenazado  con  la  muerte,  se 
prestó  el  dt'tbil  líey  á  servir  de  instrumento  á  sus  mortales 
enemigos,  y  desde  la  azotea  del  palacio  de  Axayacatl  apa- 
ciguó la  airada  multitud. 

Pasáronse  los  días  siguientes  entre  parciales  combates, 
fieras  amenazas  y  grande  escasez  de  víveres  y  provisiones, 
sin  celebrarse  el  tianquistli  ni  dar  ninguna  señal  de  acti- 


HISTORIA.    DE   MÉXICO  165 

vidad  ü  de  coafianza,  en  cuya  apurada  situación,  que  á 
haberse  prolongado  un  poco  más,  habría  hecho  pagar  caro, 
pero  justamente,  sus  iniquidades  á  aquel  puñado  de  aven- 
tureros, los  encontró  el  vencedor  de  Narváez. 

De  Cempoallan  se  encaminó  para  Tlaxcalla  adonde  llegó 
el  17  de  junio  y  pasando  por  Texcoco,  en  cuyo  lugar  espe- 
raba el  ambicioso  y  traidor  Ixtlixochitl,  llegó  por  fin  á 
Tenochtitlán  el  día  de  San  Juan  Bautista. 

Una  salva  de  artillería  anunció  á  la  ciudad  la  vuelta  de 
los  compañeros  de  Alvarado :  Cortés  en  vista  del  mal  resul- 
tado, reprendió  á  este  caudillo  su  conducta,  negóse  á 
hablar  con  su  imperial  cautivo  y  dio  libertad  á  Cuitlahuac 
señor  de  Iztapalapan  y  hermano  del  soberano  para  que  al 
punto  fuese  á  ordenar  se  celebrara  el  tianquistli  y  vol- 
viera á  su  habitual  estado  la  ciudad. 

Aquel  generoso  príncipe,  heredero  presunto  del  trono, 
que  se  había  opuesto  desde  un  principio  al  pacífico  recibi- 
miento de  los  blancos,  que  más  tarde  había  procurado  un 
levantamiento  cuando  fué  aprehendido  y  encadenado  en 
unión  de  Cacamatzin,  lejos  de  usar  de  su  libertad  en  el 
sentido  que  el  Capitán  deseaba,  se  aprovechó  de  ella 
para  promover  la  insurección  (1). 

Bien  pronto  experimentó  el  conquistador  la  diferencia 
que  había  entre  el  supersticioso  y  cobarde  Motecuhzoma  y 


(1)  Cuando  el  Cónsul  romano  Atilio  Régulo  después  de  haber  obtenido 
innumerables  victorias  sobre  los  cartagineses,  fué  derrotado  y  hecho  pri- 
sionero por  Hantipo  en  la  batalla  de  Aspis,  quisieron  sus  enemigos  va- 
lerse de  él  para  que  les  consiguiera  la  paz  en  Roma,  estimulándole  á  ello 
ofreciéndole  en  cambio  la  libertad.  Mas  cuando  Régulo  se  presentó  al 
Senado  de  su  patria  lo  excitó  á  que  prosiguiera  la  guerra  de  la  que  depen- 
día su  engrandecimiento,  y  en  seguida  volvió  á  su  cautiverio  de  Gartago, 
sin  querer  oír  los  ruegos  de  su  esposa  é  hijos,  ni  las  súplicas  de  sus  «uni- 
goSf  ni  las  protestas  de  los  sacerdotes  que  lo  desligaban  de  su  juramento. 
Prefirió  á  todo  el  cumplimiento  de  su  palabra  y  regresó  tras  una  muerte 
inhumana,  que  vino  á  reídzar  la  sublimidad  de  su  conducta,  haciéndolo, 
digno  de  la  inmortalidad  precisamente  por  lo  que  todo  hombre  debe  amar 
más  en  la  vida  :  la  patria  y  el  honor. 


i  66  PÉREZ    VERDÍA 

SU  belicoso  hermano  :  al  siguiente  día  (2S<de  junio)  se 
presentó  éste  con  un  numeroso  ejército,  impidiendo  la 
comunicación  con  Veracruz  y  cortando  todos  los  puentes 
que  comunicaban  la  ciudad  con  el  exterior.  Mandó  Cortés 
al  punto  á  Diego  de  Ordaz  con  cuatrocientos  españoles  á 
detener  la  marcha  de  aquel  improvisado  ejército ;  pero 
acometido  con  vigor  y  habiendo  tenido  ocho  muertos  y 
muchísimos  heridos  tuvo  que  replegarse  á  su  cuartel, 
adonde  no  habría  podido  llegar  si  don  Hernando*  no  lo 
hubiese  salido  á  reforzar  por  diferentes  puntos. 

Siguió  á  este  combate  un  asalto  al  edificio  en  que  esta- 
ban alojados  y  en  el  que  se  habían  fortificado,  y  aunque 
la  artillería  causaba  incontables  pérdidas  abriendo  repe- 
tidas brechas  en  aquella  apiñada  chusma,  eran  tantos  y 
tan  valientes  los  que  la  formaban  que  el  lugar  de  los  que 
caían,  era  luego  ocupado  por  otros,  logrando  de  este  modo 
llegar  hasta  el  muro  y  prenderle  fuego  á  una  parte  del 
cuartel. 

Á  la  mañana  siguiente  hizo  el  conquistador  una  salida 
sin  más  resultado  que  haber  quemado  algunas  casas,  pero 
teniendo  al  cabo  que  volverse  ásus  posiciones.  Y  como  á 
pesar  del  uso  de  tres  baluartes  de  madera  movedizos  lla- 
mados mantas  y  del  fuego  de  la  artillería,  los  ataques  se 
repitieron  con  un  vigor  creciente,  el  día  27  en  que  llegó  á 
desconfiar  Cortés  de  sahr  bien,  repitió  para  sosegar  á  sus 
enemigos,  el  medio  que  con  tan  buen  éxito  había  em- 
pleado Alvarado  haciendo  que  Motecuhzoma  arengase  á 
sus  airados  subditos. 

Luego  que  éstos  le  vieron  aparecer  en  la  azotea,  ador- 
nado con  todas  las  insignias  imperiales,  depusieron  sus 
armas  y  entraron  en  un  profundo  silencio  ;  arengólos  en- 
tonces el  monarca  excitándolos  á  que  no  hicieran  mal  á 
los  blancos,  porque  ya  iban  á  retirarse  y  diciéndoles  que 
estaban  engañados  si  peleaban  porque  lo  creyesen  prisio- 
nero ;  pero  ante  los  males  que  palpaban,  y  estando  ya  des- 


.11  u%,  1,111  1  iLf 


HISTORIA   DE  MÉXICO  167 

prestigiado  el  Rey  por  su  conducta,  sin  que  ni  siquiera 
les  tomase  de  nuevo  aquella  arenga  que  tal  vez  compren- 
dieron al  verla  repetida,  que  era  un  medio  que  para  sal- 
varse empleaban  sus  enemigos,  el  valeroso  Cuauhtemoc 
echándole  en  cara  su  cobardía  con  diferentes  denuestos, 
alzó  la  cara  y  templando  su  arco  le  disparó  sus  flechas.  Al 
punto  una  lluvia  de  piedras,  de  las  cuales  recibió  una 
herida  en  la  frente  y  dos  contusiones  en  el  cuerpo,  demostró 
que>  había  cesado  su  influencia  sobre  su  pueblo  que  ya  no 
lo  veía  sino  como  á  un  traidor  y  amigo  de  los  blancos. 

Sin  esperanza  de  contenerlos,  se  repitieron  los  asaltos 
los  días  28,  29  y  30  sin  que  bastara  á  impedirlos  el  que 
Cortés  valerosamente  les  quitara  la  posesión  del  teocalli 
desde  donde  ofendían  impunemente  el  cuartel,  ni  las  pro- 
posiciones de  paz  que  empeñosamente  les  hizo ;  de  suerte 
que  considerando  peligrosísimo  el  permanecer  en  el  centro 
de  aquella  ciudad  hostil  sin  los  elementos  necesarios  para 
poder  salir,  resolvió  decididamente  el  hacerlo. 

Tomada  semejante  resolución  lo  único  que  se  consultaba 
era  sobre  el  modo  de  llevarla  á  cabo,  y  aunque  si  de  día 
se  efectuaba  tendrían  la  ventaja  de  ver  al  enemigo,  exa- 
minar el  terreno  y  conservar  mejor  la  disciplina,  preva- 
leció la  opinión  de  que  la  salida  se  efectuara  de  noche, 
tanto  porque  habían  observado  que  los  mexicanos  no  com- 
batían en  la  obscuridad,  como  por  ser  más  fácil  salir  á  esa 
hora  sin  ser  sentidos,  influyendo  además  la  predicción  de 
un  pretendido  astrólogo  Blas  Botello  que  anunció  buen 
éxito  para  el  ejército  y  malo  para  él  si  salía  de  noche,  y 
malísimo  para  todos  si  la  retirada  se  verificaba  en  el  día. 

Conociendo  la  topografía  de  Tenochtitlán,  Cortés  hizo 
construir  un  puente  portátil  de  madera  para  poder  pasar 
las  muchas  cortaduras  y  acequias  y  dispuso  todo  para  que 
la  retirada  se  hiciera  sin  ser  sentida. 

Del  abundante  tesoro,  separó  su  parte  y  la  del  rey  de 
tespaña,  permitiendo  que  libremente  pudiesen  los  soldados 


168  PÉREZ   VERDÍA 

apoderarse  del  resto,  pues  no  tenía  medios  de  conducirlo 
con  seguridad. 

Entre  los  preparativos  de  la  tarde  del  30  de  junio,  se 
cuenta  el  asesinato  del  desgraciado  Motecuhzoma,  deCaca- 
matzín,  Rey  de  Texcoco,  de  Ilzcohuatzin,  Señor  de  Tlate- 
lolco,  de  Totoquihuatzin,  Rey  de  Tlacopan,  y  de  otros  varios 
nobles  y  sacerdotes  que  tenía  prisioneros,  pues  habiendo 
observado  que  cuando  mataban  á  alguno  de  sus  caciques  ó 
señores,  por  de  pronto  sé  ocupaban  exclusivamente  de 
hacerles  exequias  y  demás  ceremonias  fúnebres,  quisieron 
los  conquistadores  ocupar  en  estos  asuntos  la  atención  de 
los  mexicanos,  para  salirse  entre  tanto  con  más  facilidad, 

¡Nuevo  rasgo  de  crueldad  é  ingratitud  en  aquellos 
hombres  que  así  mataban  á  los  príncipes  y  pacíficos  po- 
seedores de  aquella  tierra,  y  al  mismo  emperador  á  quien 
tantos  beneficios  debían  y  á  quien  tanto  habían  engañado! 

Así  murió  Motecuhzoma  á  la  edad  de  cincuenta  y  dos 
años,  después  de  gobernar  diez  y  ocho.  «  Si  bien  es  cierto, 
dice  Prescott,  que  no  puede  uno  menos  que  mirar  con 
desprecio  la  cobardía  del  monarca  aztecatl,  algo  debemos 
disculparle  considerando  que  aquella  provenía  de  su  su- 
perstición; de  la  superstición  que  en  el  salvaje  hace  las 
veces  de  la  religión  en  el  hombre  civilizado.  » 

Cuando  sus  subditos  encontraron  su  cadáver,  no  quisie- 
ron hacerle  exequias  ni  funerales,  sino  que  aun  le  negaron 
sepultura ;  pero  afortunadamente  un  antiguo  mayordomo 
llamado  Apaaecatl,  que  lo  encontró,  lo  quemó  sin  pompa 
alguna,  recogió  sus  cenizas  y  las  enterró  en  olvidado 
lugar. 

Perpetrado  aquel  crimen  y  concluidos  los  preparativos, 
á  la  media  noche  del  memorable  30  de  junio  después  de 
haber  dicho  misa  el  padre  Olmedo,  se  emprendió  la  reti- 
rada. Formaban  la  vanguardia  doscientos  infantes  y  veinte 
jinetes  á  las  órdenes  de  Sandoval;  el  cuerpo  del  centro 
compuesto  de  la  artillería,  el  tesoro  y  las  mujeres  iba  á  las 


HISTORIA   DE   MÉXICO  169 

inmediatas  órdenes  del  Capitán  y  la  retaguardia  que  estaba 
mandada  por  Alvarado  y  Velázquez  de  León  se  componía 
del  grueso  de  la  infantería.  Sin  ser  sentidos  llegaron  á  la 
cortadura  de  Tecpantzinco  en  donde  se  colocó  el  puente 
portátil,  mas  apenas  había  empezado  á  pasar  la  vanguardia, 
cuando  descubiertos  por  los  centinelas  mexicanos,  que 
dieron  la  voz  de  alarma,  fueron  al  punto  acometidos. 
Oyóse  en  el  templo  el  atambor  de  guerra  ó  huehuetl^  hecho 
de  pieles  de  serpiente  y  que  solo  sonaba  en  las  grandes 
ocasiones,  y  de  improviso  en  la  obscuridad  de  la  noche, 
brotaron  innumerables  canoas  bien  tripuladas  por  las 
acequias,  millares  de  combatientes  por  las  calles  y  azoteas. 

La  determinación  del  general  había  salido  contraprodu- 
cente :  la  noche  que  no  les  había  escudado  para  ser  senti- 
dos, les  impedía  con  sus  sombras  el  acertar  sus  tiros,  uti- 
lizar la  caballería,  ver  el  terreno  y  hasta  conocer  sus 
enemigos. 

Á  duras  penas  pasaron  aquel  puente  y  en  el  acto  Maga- 
rino  que  de  él  estaba  encargado,  mandó  levantarlo  para 
ponerlo  en  la  siguiente  cortadura  de  Tolteacalli ;  pero  con 
el  peso  de  las  tropas  y  de  la  artillería,  se  había  hundido 
en  el  fango  de  tal  suerte  que  parecía  enclavado,  siendo 
imposible  moverlo.  Había  llegado  ya  el  ejército  á  la  ace- 
quia siguiente,  y  no  hallando  modo  de  pasarla,  acometido 
por  todas  partes  y  sin  modo  de  seguir  su  marcha,  se  de- 
claró allí  en  completa  derrota. 

Unos  soldados  á  caballo,  otros  á  nado,  algunos  como 
Alvarado  por  una  viga  (pues  no  es  cierto  lo  del  salto)  in- 
tentaron pasar  la  otra  cortadura  de  Tollecaalalopan  tenién- 
dose por  muy  dichosos  si  lograban  su  intento;  pues  los 
que  no  caían  á  los  golpes  de  los  honderos  mexicanos,  se 
ahogaban  sumergidos  por  el  peso  del  oro  que  llevaban  ó 
arrastrados  por  los  indígenas  que  luchando  cuerpo  á  cuerpo 
los  precipitaban  al  agua.  Cegóse  parte  de  aquel  pozo  con 
los  cadáveres,  la  artillería  y  el  equipaje  y  por  allí  logró 


170  PÉREZ    VERDÍA 

entonces  pasar  alguna  troja;  la  retaguardia  no  pudíendo 
incorporarse  se  volvió  á  su  cuartel  donde  sitiada  pereció 
al  tercer  día. 

Así  es  que  cuando  después  de  largas  horas  de  reñido 
combate  y  mortal  agonía  pudo  verse  Cortés  fuera  de  México, 
se  halló  con  que  su  ejército  había  experimentado  una  pér- 
dida de  cuatrocientos  cincuenta  españoles,  cuatro  mil  alia- 
dos, cuarenta  y  seis  caballos,  todos  los  cañones  que  lleva- 
ban consigo,  la  mayor  parte  de  las  armas  de  fuego  y  casi 
todo  el  tesoro  :  murieron  Juan  Velázquez  de  Léon^  Fran- 
cisco de  Moría,  Francisco  de  Salcedo  y  otros  buenos  ofi- 
ciales quedando  heridos  los  más  de  los  que  pudieron 
salvarse. 

El  denodado  CurrLAHUACTZLN  que  había  sido  electo  décimo 
Emperador  de  México,  dio  principio  á  su  gobierno,  aun 
antes  de  ser  coronado,  con  la  famosa  victoria  que  los 
españoles  mismos  llamaron  noche  triste^  y  si  no  los  per- 
siguió hasta  exterminarlos  como  sin  duda  habría  sucedido, 
fué  porque  como  más  de  doscientos  hombres,  cuando  vie- 
ron que  era  imposible  seguir  adelante,  se  volvieron  á  su 
cuartel  á  hacerse  fuertes,  tuvo  necesidad  de  consagrar  su 
atención  á  aquel  grupo  que  volvía  á  defenderse  en  la  misma 
capital.  Una  vez  vencido,  se  ocuparon  los  mexicanos  en 
limpiar  su  capital  de  los  cadáveres  y  en  tributar  á  los 
nobles  que  habían  perecido  los  honores  fúnebres  que  acos- 
tumbraban, concluidos  los  cuales,  organizaron  un  nuevo 
ejército  para  que  persiguiese  á  los  fugitivos. 

Cortés  entre  tanto  no  pudo  menos  que  derramar  algunas 
lágrimas  bajo  del  secular  ahuehuete  que  se  conserva  toda- 
vía con  el  nombre  de  árbol  de  la  noche  triste^  y  viendo 
sus  soldados  heridos  y  desmoralizados,  permaneció  en  des- 
canso en  un  teocalli  que  después  fué  capilla  de  Nuestra 
Señora  de  los  Remedios,  siguiendo  al  día  siguiente  su 
marcha  para  Tlaxcala. 

Combatido  por  frecuentes  guerrillas,  falto  de  provisiones 


k> 


npiffTswjH .. .  j  -  .  AN    .  -..'    '■•  V 


■f 


HISTORIA   DE   MÉXICO  171 

y  temeroso  de  ser  mal  recibido  por  sus  aliados,  en  virtud 
de  llegar  derrotado,  pasó  por  Cuauhtitlán  y  rodeando  la 
laguna  de  Tzompango,  llegó  por  fin  el  7  de  julio  á  las 
cumbres  que  dominan  el  valle  de  Otompan.  Habría  andado 
legua  y  media  cuando  se  encontró  en  Temalacatitlán  con 
un  ejército  de  azteca  numerosísimo  :  Cuitlahuactzin  había 
puesto  á  las  órdenes  del  cacique  Matlatzinca  Cihuacoatl 
más  de  cien  mil  guerreros  que  denodadamente  se  arroja- 
ron por  todas  partes  contra  los  aborrecidos  blancos.  Tra- 
bóse porfiada  lucha,  pues  los  españoles,  aunque  pocos  y 
abatidos,  peleaban  con  el  valor  que  produce  la  desespera- 
ción (1);  pero  aunque  en  aquella  apiñada  multitud  casi 
desnuda  las  filosas  espadas  tendían  un  hombre  á  cada 
golpe,  era  tan  grande  el  número  de  los  mexicanos  que  no 
sólo  no  se  echaba  de  ver  aquel  constante  destrozo,  sino 
que  ni  siquiera  había  espacio  desocupado  de  guerreros.  En 
tan  apurado  lance,  que  necesariamente  concluiría  con  la 
completa  destrucción  de  los  conquistadores.  Cortés, 
siempre  sereno  y  valeroso,  fecundo  en  medios  de  victoria, 
recordó  que  le  habían  referido  que  los  ejércitos  mexicanos 
se  declaraban  en  derrota  cuando  su  estandarte  caía  en  po- 
der del  enemigo.  Alzóse  al  punto  sobre  los  arzones  y  divi- 
sando á  lo  lejos  el  tlahuizmatlaxopilli  en  manos  de  un 
aztecatl  que  estaba  sobre  unas  lujosas  andas,  se  precipita 
sobre  él  acompañado  de  los  bravos  jinetes  y  de  los  capi- 
tanes Sandoval,  Alvarado,  Avila,  Olid  y  Domínguez  y  rom- 
piendo el  galope,  apartando  con  sus  lanzas  á  la  muche- 
dumbre,   llega  violentamente    contra   el    Cihuacoatl,  le 


(1)  Durante  la  segunda  guerra  púnica,  después  de  la  derrota  y  muerte 
de  Cneo  Escipión,  en  España,  el  grupo  de  romanos  que  pudo  escapar 
bailándose  abatido  en  sumo  grado,  nombró  por  general  á  Lucio  Mahcio 
por  ser  el  que  daba  más  muestras  de  valor,  y  cuando  en  tan  aflictivas 
circunstancias,  fué  atacado  por  el  ejército  victorioso  de  Asdrúbal,  la  de- 
sesperación hizo  un  héroe  de  cada  romano  de  suerte  que  obtuvieron  un 
brillante  triunfo,  maravillándose  los  unos  de  ver  huir,  los  otros  de  verse 
huyendo. 


172  PÉREZ   VERDÍA 

derriba  de  las  andas  de  un  fuerte  bote  y  ya  en  el  suelo, 
Juan  de  Salamanca  le  atraviesa  con  su  espada  el  corazón  y 
le  arrebata  el  codiciado  estandarte. 

Los  mexicanos  que  tal  vieron,  se  declararon  vencidos  y 
echaron  á  correr,  de  suerte  que  en  un  momento  cambióse 
la  suerte  de  la  batalla,  no  porque  faltase  el  valor  á  los 
vencidos,  sino  por  una  de  tantas  preocupaciones  que  alla- 
naron el  camino  de  la  conquista. 

Espantosa  mortandad  causaron  los  vencedores  á  aquélla 
multitud  fugitiva,  pues  se  calcula  en  veinte  mil  el  número 
de  muertos ;  por  parte  de  los  blancos  fueron  las  pérdidas 
insignificantes. 

En  Hueyotlipán  descansaron  tres  días  pasando  luego  á 
Tlaxcallan  en  donde  se  les  recibió  con  la  mismas  muestras 
de  la  alegría  que  otras  veces  les  habían  manifestado. 


CA.PITULO  VII 


Guitlahuíictíin,  —  tíu  cierto  y  glorioso  reinado.  —  Terrible  epidemia  de 
líisj  viruelftS.  —  Cortés  en  Tlaxcala.  —  Refuerzos  que  recibe.  —  Gam- 
pítfia  de  Tepeara-  —  Fundación  de  Segura  de  la  Frontera.  —  Cuauhte- 
moctiiín.  —  Proí-urü  iniUilmente  la  unión  de  los  de  su  raza.  —  Salida 
de  los  conquistadores  de  Tlaxcala.  —  Campaña  del  valle  de  México. 
—  Muerte  de  Xicoteneatl.  —  Comienza  el  sitio  de  Tenochtitlán. 


El  valiente  Cuitlaliuactzin  comprendiendo  que  la  unión 
da  la  fuerza  y  que  íú  grupo  de  soldados  que  militaban  bajo 
las  bandtM-as  de  Corles  era  por  sí  solo  insuficiente  para 
dominar  el  país,  sin  el  concurso  de  los  pueblos  que  irre- 
llcxivamenlc  le  liabían  prestado  su  alianza,  mandó  inme- 
diatamente embajadas  con  ricos  presentes  á  Tlaxcallan, 
Michilmacán  y  üliolollan  para  suplicarles  se  apartasen  de 
aquellos  liombres  funestos,  y  olvidando  los  pasados  agrá- 


HISTORIA    DE   MÉXICO  173 

vios  y  rencores,  se  unieran  todos  para  defender  su  nacio- 
nalidad é  independencia. 

Desgraciadamente  el  espíritu  egoísta,  así  como  el  odio 
que  profesaban  al  inlperio  aztecatl,  unos  por  envidia  de  su 
grandeza  y  otros  porque  habían  sufrido  sus  rigores,  impi- 
dieron el  resultado  que  era  de  esperarse  entre  pueblos  de 
un  mismo  origen  y  de  una  misma  civilización.  En  Tlaxcala, 
á  pesar  del  favorable  empeño  que  por  la  liga  tomó  Xico- 
tencatl,  prevaleció  la  contraria  opinión  sostenida  con  calor 
porMaxíxcatzin,  fiel  amigo  de  los  blancos  ;  y  en  Michihua- 
cán  apenas  se  dignaron  hacer  una  oferta  que  no  llegaron 
á  cumplir. 

La  solemne  coronación  de  Cuitlahuactzin  se  verificó  el 
7  de  septiembre  de  1520  entre  las  íiestas  acostumbradas 
aumentadas  con  el  sacrificio  de  algunos  soldados  blancos 
que  para  el  caso  habían  reservado.  Y  aunque  bastante  se 
prometían  del  arrojo  y  patriotismo  del  nuevo  rey,  su  coro- 
nación se  distinguió  mucho  de  las  de  los  monarcas  ante- 
riores :  no  reinaba  aquella  inmensa  alegría  con  que  otras 
veces  habían  celebrado  esa  fiesta,  ni  la  dignidad  real  se 
presentaba  con  los  atractivos  de  pasados  y  felices  tiempos. 

Al  mismo  tiempo  Coanacotzin  ocupaba  el  trono  de 
Acolhuacán  y  Tetlepanquetzaltzin  el  de  Tlacopan,  en  virtud 
de  hallarse  vacantes  por  los  asesinatos  de  Cacama  y  Toto- 
quihuatzín. 

Con  actividad  se  puso  Tenochtitlán  en  estado  de  defensa, 
abriendo  nuevas  cortaduras  y  rompiendo  diques,  á  la  vez 
que  por  todos  los  pueblos  del  Imperio  se  levantaban  tropas 
y  se  aprestaban  al  combate.  Pero  la  hora  de  la  muerte 
había  sonado  para  aquel  pueblo  desgraciado  y  por  todas 
partes  se  conjuraban  en  su  contra  diversos  elementos. 

No  se  detuvo  el  mal  en  la  llegada  de  aquellos  extranjeros, 
ni  en  la  funesta  aplicación  de  los  mitos  de  Quetzalcoatl, 
ni  en  el  poderoso  auxilio  de  los  totonaca  y  tlaxcalteca,  ni 
en  la  superstición  de  Motecuhzoma  ;  sino  que  tras  de  la 


174  PÉREZ   VERDÍA 

guerra  llegó  la  peste  debilitando  aquella  raza  más  y  más. 
Un  negro  que  vino  en  la  expedición  de  Narváez,  trajo  á 
este  suelo  la  epidemia  de  las  viruelas ;  cundió  el  contagio 
por  diversas  partes  :  primero  Cempoallan,  luego  Yucatán, 
Chalco  más  tarde,  y  bien  pronto  el  país  entero,  se  vieron 
destruidos  por  aquel  azote  epidémico  nunca  conocido  antes, 
y  al  que  pusieron  por  nombre  teozahuatl^  grano  divino. 
Era  inmenso  el  número  de  los  desgraciados  naturales  que, 
atacados  de  las  viruelas,  sin  sabérselas  curar  perecían 
todos  los  días,  ocasionando  una  constante  y  cuantiosa  baja 
en  los  ejércitos  mexicanos. 

.  Sucedía  lo  contrario  en  las  filas  de  Cortés  :  cuando 
estaba  en  Tlaxcala  reponiendo  sus  abatidas  fuerzas  en  la 
noche  triste,  llegáronle  inesperados  refuerzos. 

Pedro  Barba  con  una  nave  pequeña,  trece  soldados  y 
dos  caballos,  desembarcó  en  Veracruz,  enviado  por  Veláz- 
quez  para  incorporarse  á  Narváez,  el  que  por  engaños  fué 
sorprendido  y  enviado  á  Cortés ;  Rodrigo  Morejón  de  Lo- 
bera llegó  poco  después  con  ocho  soldados  y  abundantes 
provisiones  y  elementos  de  guerra ;  más  tarde  Diego  Ca- 
margo  enviado  por  Francisco  Garay  á  la  provincia  de 
Panuco  que  iba  á  colonizar  con  150  hombres,  en  virtud  de 
un  naufragio  arribó  á  Veracruz,  y  aun  llegó  también  en 
octubre,  obligado  por  carecer  de  víveres,  Miguel  Díaz  de 
Auz  que  con  cincuenta  infantes  y  ocho  caballos  iba  en  busca 
de  Camargo. 

Todos  éstos  engrosaron  las  filas  del  conquistador  impul- 
sados por  sus  promesas  y  buen  trato,  sin  embargo  de 
haber  sido  mandados  por  enemigos  suyos  en  socorro 
de  sus  émulos. 

La  civilización  aztecatl  estaba  destinada  á  perecer  para 
ser  sustituida  por  otra  superior,  y  la  Providencia  prepa- 
raba el  camino  de  su  ruina. 

De  Tlaxcala  envió  Cortés  una  carta  á  Rangel  para  saber 
el  estado  de  la  colonia  de  la  Villa  Rica,  recibiendo  satis- 


M^  ..  .    .•   ^  -        ..  ,  .    .^áíM 


TT^ 


:'jw.*  ^  ^ — *..  ■  *  \Y^=^  *  r^ 


HISTORIA   DE   MÉXICO  175 

factoria  contestación,  pues  sólo  ocho  soldados  que  habían 
ido  á  la  capital  de  la  República  á  recogejp  una  cantidad  de 
oro  y  otros  pocos  que  habían  pasado  á  incorporársele  á 
México,  se  sabía  que  liabían  sido  matados  por  los  de  Te- 
peaca  y  Tzoltepec.  Tanto  por  esto,  como  por  las  excita- 
tivas de  los  tlaxcalteca  que  á  todo  trance  preferían  que  sus 
aliados  vivieran  más  bien  sobre  el  campo  de  los  azteca  que 
sobre  el  suyo  propio,  se  emprendió  la  guerra  contra  las 
poblaciones  mexicanas  colindantes  do  la  RepiíbHca,  no  sin 
que  Cortés  tuviera  antes  que  vencer  alguna  resistencia 
de  muchos  soldados  disgustados  que  querían  volverse  á 
Cuba. 

Por  último,  ya  en  vísperas  de  salir  de  Tlaxcala,  arribó 
al  puerto  otro  buque  de  Juan  de  Burgos,  procedente  de 
las  Canarias,  cargado  de  ballestas,  escopetas,  pólvora  y 
municiones,  todo  lo  que  le  compró  luego  Cortés,  llegando 
su  buena  suerte  hasta  el  extremo  de  que  aquel  comerciante 
con  veinte  hombres  se  resolviera  á  incorporarse  en  la 
expedición  aumentado  de  esa  suerte  su  efectivo. 

Con  ciento  cincuenta  mil  aliados  partió  don  Hernando 
para  emprender  la  campaña  de  Tepeyacac  ó  Tepeaca, 
siendo  asaltado  en  Zacatepec,  donde  como  siempre  puso 
en  fuga  á  sus  enemigos.  De  Acatzingo  mandó  unos  emi- 
sarios á  intimar  la  rendición  á  la  ciudad  de  Tepeaca,  pero 
sus  defensores  contestaron  con  resolución  que  no  se  ren- 
dirían jamás,  por  lo  que  al  día  siguiente  se  dio  una 
reñida  batalla,  entrando  los  extranjeros  victoriosos  á  saco 
la  ciudad. 

En  los  primeros  días  de  septiembre  fundó  allí  una  co- 
lonia con  el  nombre  de  Segura  de  la  Frontera,  estable- 
ciendo su  gobernador,  alcaldes,  regidor  y  oficiales  reales, 
pues  por  su  situación,  aquella  villa  les  servía  como  punto 
estratégico. 

Pequeñas  partidas  de  españoles  acompañadas  por  un 
buen  número  de  tlaxcalteca,  partieron  en  diversas  direc- 


-^z?^ — ] 


176  PÉREZ   VERDÍA 


clones  Á  someter  toda  la  provincia ;  pues  el  pían  del  Ca- 
pitán era  entonces  no  dejar  enemigo  alguno  entre  él  y  la 
ciudad  deTenochtitlán,  para  poderla  ocupar;  pues  primero 
había  pensado  partir  en  su  conquista  del  centro  á  las 
extremidades,  y  apoderándose  de  la  capital,  ir  después  en- 
sanchando su  dominación;  pero  como  no  había  podido 
sostenerse,  trataba  á  la  inversa,  de  irse  apoderando  poco 
á  poco  de  los  lugares  comarcanos,  hasta  llegar  á  Teno- 
chtitlán,  centro  objetivo  de  sus  operaciones. 

Ocupada  Tepeaca,  las  fuerzas  mexicanas  se  retiraron  á 
Quecholac  en  donde  fueron  nuevamente  vencidas,  y  de 
a|lí  á  Guauhquechollan  ó  Huacachula.  El  cacique  de  este 
último  lugar,  disgustado  con  los  mexicanos,  se  concertó 
traidoramente  con  Cortés  para  dar  muerte  á  la  división 
aztecatl  fuerte  de  30.000  hombres ;  y  el  guerrero  español, 
aprovechando  la  oferta,  mandó  a  Ordaz  y  á  Ávila  con  dos- 
cientos infantes,  doce  caballos  y  30.000  aliados ;  pero  en 
el  camino  les  dijeron  á  los  capitanes  que  era  una  celada 
la  que  les  habían  tendido,  por  lo  que  al  punto  retroce- 
dieron. Cortés  con  algún  refuerzo  tomó  el  mando  de  la 
partida  y  asaltó  briosamente  á  Cuauhquechollan,  en  cuya 
población  aunque  en  efecto  el  cacique  se  puso  de  parte  de 
los  extranjeros,  los  soldados  mexicanos  pelearon  con  tanto 
denuedo  que,  prefiriendo  la  muerte  á  un  vergonzoso  ren- 
dimiento, fueron  pasados  á  cuchillo  en  su  totalidad. 

Se  sometió  Ocuituco,  pero  en  Itzocan  volvieron  á  defen- 
derse y  ser  vencidos  los  azteca,  quedando  todos  sus  habi- 
tantes reducidos  á  la  esclavitud,  cien  teocalli  incendiados 
y  la  ciudad  enteramente  saqueada. 

Vencidos  los  principales  ejércitos  enemigos,  volvió 
Cortés  á  Segura  de  la  Frontera,  limitándose  después  á 
enviar  algunas  secciones  de  sus  tropas  que  tomaron  á 
Tochtepec,  donde  primero  fué  derrotado  el  capitán  Sal- 
cedo, Tecalco,  Xocotla,  Xalatzinco  y  otras  poblaciones. 

En  principios  de  diciembre,  después  de  enviar  á  la  costa 


Í^.V/r. 


^w«í 


HISTORIA   DE  MÉXICO  177 

para  que  se  fueran  á  Cuba  á  Andrés  de  Duero  y  otroa 
españoles  de  los  de  Narváez  que  seguían  disgustados, 
Don  Hernando  volvió  á  Tlaxcala.  Cuando  llegó  acababa  de 
morir  Maxixcatzin  á  consecuencia  de  la  terrible  epidemia 
de  las  viruelas^  dejando  un  hijo  que  fué  su  sucesor,  llamado 
don  Lorenzo  Maxixcatzin. 

Allí  se  ocupó  con  ardor  en  construir  unos  bergantines 
que  pudiesen  servirle  en  el  sitio  de  México  que  ya  inten- 
taba poner,  y  en  reunir  y  municionar  sus  tropas  ;  y  como 
en  la  revista  que  pasó  el  miércoles  26  de  diciembre  de 
1520  se  encontró  con  que  tenía  á  sus  órdenes  quinientos 
cincuenta  españoles  de  infantería  con  ochenta  ballestas  y 
escopetas,  cuarenta  de  caballería  y  nueve  cañones,  pro- 
mulgó ese  mismo  día  unas  severas  ordenanzas  que  había 
hecho  para  conservar  la  buena  disciplina,  y  salió  para 
Texcoco  el  viernes  28  de  diciembre,  acompañado  de  cienta 
cincuenta  mil  aliados  de  las  provincias  de  Tlaxcala,  Cem- 
poallan,  CholoUan  y  Huexotzinco. 

Entre  tanto  en  Tenochtitlán  había  muerto  también  de 
viruelas  el  día  26  de  noviembre  el  Emperador  Cuitlahu- 
actzin  (i).  Este  hombre  extraordinario  es  uno  de  los 
héroes  más  notables  de  nuestra  historia,  en  aquel  intere- 
sante período  :  sin  las  vulgares  preocupaciones,  se  opuso 
á  que  se  recibieran  de  paz  los  funestos  extranjeros ;  más 
tardo  trató  de  acaudillar  un  levantamiento  nacional,  por 
lo  que  fué  hecho  prisionero  y  encadenado,  y  cuando  des- 
pués obtuvo  su  libertad  por  un  error  de  Cortés,  al  punto 
se  puso  al  frente  de  sus  compatriotas.  Él  fué  quien  atacó 
bizarramente  el  cuartel  de  los  conquistadores ;  él  quien, 
los  obligó  á  salir,  negándose  á  entrar  en  arreglos  con 
quienes  juzgaba  con  razón  enemigos  de  su  patria,  y  fué 
también  él  el  vencedor  famoso  de  la  noche  triste.   Por 


(1)  En  Europa  murieron  de  viruelas  Luis  I  de  España,  y  Luis  XV  de 
Francia. 

12 


r^T;r'' 


178  PÉREZ   VERDÍA 

.  atender  á  los  guerreros  que  mandados  por  Velázquez  de 

León  se  quedaron  en  la  ciudad,  no  destruyó  á  los  fugitivos, 

pero  envió  luego  al  ejército  que  en  Otompan  fué  vencido 

gracias  á  la  superstición  y  á  la  ignorancia,  ocupándose  sin 

-descanso  en  fortificar  la  ciudad  y  en  levantar  tropas. 

Su  talento  igualaba  á  su  valor,  así  es  que  dio  también 
pruebas  de  que  sabía  aprovecharse  de  la  política  para 
salvar  á  su  patria;  por  esto  envió  embajadas  á  procurarla 
alianza  de  distintos  pueblos,  trabajando  por  la  concordia  y 
la  unión.  Sin  embargo  de  tan  gloriosos  hechos  su  nombre 
es  poco  conocido  :  la  gloria  parece  que  sólo  sigue  á  los 
soldados  vencedores,  sin  cuidarse  de  los  que  se  sacrifican 
por  la  Justicia  y  el  Derecho  noblemente  representados  en 
la  insignia  de  la  Patria. 

Fué  electo  undécimo  y  último  Emperador  de  México, 
CcALHTEMOGTZiN,  dguUa  que  descendió,  yerno  de  Molecuh- 
zoma  é  hijo  de  Ahuizotl  y  de  una  hija  de  Moquihuix,  de 
suerte  que  por  sus  venas  corría  la  real  sangre  de  los  te- 
nochca  y  de  los  tlatelolca  (1),  y  aunque  sólo  contaba  vein- 
titrés años,  era  de  carácter  enérgico  y  valor  indomable. 

Repitió  regalos  y  embajadas  á  los  amigos  de  los  extran- 
jeros procurando  con  eso  apartarlos  de  la  terrible  liga, 
pero  sin  resultado  alguno,  de  modo  que  resuelto  entonces 
á  sacrificarse  y  ver  sí  por  la  fuerza  ó  intimidación  lograba 
ío  que  de  buena  voluntad  se  le  negaba,  hizo  decidida 
guerra  á  los  traidores. 

Cortés  caminando  con  mil  precauciones,  pues  las  huma- 
redas que  eran  el  medio  convenido  por  los  mexicanos  para 
avisarse  de  un  lugar  á otro  los  movimientos  délos  blancos. 


f  1)  También  en  Espafia  habiendo  subido  al  trono  la  rama  bastarda  de 
Trastamara,  por  la  muerte  que  di6  á  D.  Pedro  el  Cruel  su  hermano 
D.  Enriíjue,  años  más  tarde  se  enlazaron  las  dos  ramas,  al  subir  al 
Irono  D.  Juan  II  que  era  por  su  padre  Enrique  III  bisnieto  de  D.  Enrique 
II  ó  de  Trastamara  y  por  su  madre  D."  Catalina  de  Lancaster,  bisnieto 
de  D.  Pedro  el  GnfEL. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  17& 

eran  generales  y  se  extendían  hasta  donde  alcanzaba  la 
vista,  llegó  al  tercer  día  á  la  ciudad  de  Texcoco,  capital 
del  reino  de  Acolhuacán.  Había  recibido  poco  antes  cuatro 
emisaHos  de  Coanacotzin  suplicándole  entrase  de  paz  y 
aceptase  su  alianza;  mas  al  entrar  en  la  ciudad  se  aper- 
cibió de  que  sus  calles  estaban  desiertas  y  abandonadas 
sus  casas,  viéndose  todavía  á  lo  lejos  huir  á  sus  pobla- 
dores ;  irritado  con  esta  burla  dispuso  que  sus  tropas 
saquearan  la  ciudad,  lo  cual  hicieron  con  gran  satisfacción. 

Permaneció  algún  tiempo  en  Texcoco  recibiendo  la  su- 
misión de  muchos  pueblos  vecinos,  como  los  de  Coatli- 
chán,  Huexotla,  Chimalhuacán,  Ateneo,  Chalco  y  otros 
varios  y  reconociendo  los  alrededores  de  Tenochtitlán. 

En  esos  mismos  días  murió  en  su  campamento  Cuicui- 
calzin  á  quien  había  puesto  por  rey  de  Texcoco,  con  cuyo 
motivo  y  no  reconociendo  á  Coanacotzin  porque  no  le  era 
adicto,  puso  en  su  lugar,  ó  lo  que  es  lo  mismo  tituló  rey 
á  Tecocoltzin,  hijo  bastardo  de  Nezahualpilli. 

Habiendo  sabido  á  principios  de  febrero  de  1521  que 
estaban  ya  concluidos  los  trece  bergantines  que  en  Tlax- 
cala  se  construían  por  su  orden  y  bajo  la  dirección  de 
Martin  López,  mandó  por  ellos  á  Sandoval.  Los  barcos 
una  vez  terminados  se  arrojaron  al  agua  en  el  río  Zahua- 
pán  para  probarlos  y  ver  si  llenaban  su  objeto,  y  siendo 
satisfactoria  la  prueba,  desarmáronlos  todos  para  poder 
conducirlos.  Formaban  el  convoy  ocho  mil  indios  tamene 
ó  de  carga,  que  llevaban  en  hombros  la  madera  labrada  de 
los  barcos,  el  velamen,  jarcia  y  clavazón,  veinte  mil  gue- 
rreros tlaxcalteca  mandados  por  Chiohimecatecuhtli,  Teuc- 
tepil  y  Ayotecatl,  doscientos  infantes  españoles  y  quince 
caballos. 

Las  diez  y  ocho  leguas  que  hay  entre  Tlaxcala  y  Tex- 
coco las  recorrió  aquella  caravana  en  menos  de  cuatro  días, 
siendo  recibida  con  entusiasmo  por  los  conquistadores  que 
la  esperaban. 


^ 


180  PÉREZ    VERDÍA 

De  antemano  Ixtlixochitl  con  ocho  mil  operarios,  apro- 
vechando un  pequeño  cauce^  había  abierto  un  canal,  que 
tenía  poco  más  de  media  legua  de  longitud  y  la  profun- 
didad necesaria  para  poder  arrojar  los  bergantines  á  las 
aguas  del  lago ;  de  suerte  que  estando  todo  preparado, 
los  carpinteros  que  dirigía  Martín  López  se  ocuparon  de 
armar  los  nuevos  barcos. 

En  ios  primeros  días  de  marzo  salió  D.  Hernando  de 
Texcoco  con  trescientos  cincuenta  españoles  y  el  ejército 
aliado,  con  objeto  de  hacer  un  reconocimiento  y  de  pro- 
curar una  entrevista  con  el  Emperador  ó  alguno  de  los  de 
su  nobleza;  dirigióse  para  Tlacopan,  pero  en  Xaltocan 
I  tuvo  que  sostener  un  serio  combate  con  los  mexicanos,  en 

el  que  tal  vez  habría  sido  desbaratado  á  no  ser  por  un 
traidor  que  le  enseñó  el  punto  por  donde  era  vadeable  la 
calzada  (1),  después  de  lo  cual  llegaron  al  día  siguiente  á 
la  capital  del  reino  tecpanecatl.  Nuevo  combate  y  nuevo 
triunfo  tuvieron  los  españoles  en  Tlacopan,  cuya  ciudad 
saquearon  é  incendiaron  completamente,  mas  se  repitieron 
los  asaltos  con  asombrosa  constancia  y  en  la  vez  que 
Cortés  quiso  entrar  á  Tenochtitlán  por  aquella  calzada, 
estuvo  á  punto  de  sufrir  un  descalabro,  pues  los  azteca  lo 


(1)  En  las  guerras  médicas,  mientras  Leónidas,  rey  de  Esparta,  defendía 
el  desfiladero  de  las  Termopilas,  un  traidor,  Ephialtés,  descubrió  al  ejér- 
cito de  Xerxes  una  senda  oculta  que  conducía  á  la  retaguardia  de  los 
griegos,  que  por  tal  circunstancia  se  vieron  rodeados  de  enemigos,  prefi- 
riendo Leónidas  sucumbir  con  sus  bravos  compañeros  á  abandonar  el 
punto.  Ephialtés  fué  declarado  trai<ior  por  el  Congreso  Anphictiónico,  por 
lo  que  abandonó  á  Grecia,  y  cuando  después  de  mucho  volvió,  fué  muerto 
por  un  enemigo  suyo  que  mereció  por  eso  los  honores  de  patriota.  En 
cambio  Leónidas  fué  declarado  benemérito  y  en  honor  suyo  se  celebraban 
fiestas  anuales,  y  en  Esparta  600  años  después  aun  leían  los  nombres  de 
todos  aquellos  héroes,  que  supieron  morir  por  su  patria.  En  las  Termo- 
pilas, sobre  el  montículo  donde  fué  herido  el  rey  héroe,  se  le  erigió  un 
monumento  con  un  león  de  mármol,  y  se  puso  una  conmovedora  inscrip- 
ción que  decía  :  «  Pasajero,  decid  á  Esparta  que  aquí  hemos  umerto  por 
obedecer  sus  santas  leyes.  » 


fim  Vwf  t-,£i  ■ 


HISTORIA   DE   MÉXICO  i  81 

dejaron  entrar  para  acometerlo  luego,  lo  que  hicieron  con 
tal  brío,  que  tuvo  que  retirarse  perdiendo  cinco  españoles 
y  quedando  heridos  los  más.  * 

Volvióse  D.  Hernando  á  Texcoco  y  se  ocupó  en  dar 
socorro  á  algunas  poblaciones  aliadas  de  las  inmediaciones, 
así  como  en  formar  una  coalición  entre  las  más  fuertes'  y 
lejanas,  de  suerte  que  pudiesen  ayudarse  unas  á  otras. 

En  5  de  abril  salió  de  nuevo  de  la  capital  de  Acolhuacán 
con  un  ejército  considerable,  con  el  fin  de  arrojar  á  los 
azteca  definitivamente  de  Chalco,  someter  á  los  tlahuica 
que  lo  hostilizaban  y  dar  la  vuelta  alrededor  de  México 
para  arreglar  ya  los  medios  de  ponerle  sitio. 

En  esta  campaña  tuvo  que  sostener  combates  casi  lodos 
los  días,  siendo  los  de  más  importancia  los  que  tuvieron 
lugar  en  el  peñón  de  Tlayacapán,  en  Cuauhnahuac  y  en 
Xochimilco,  en  donde  cayó  Cortés  en  poder  de  los  azteca 
que  lo  pudieron  matar  sino  hubieran  querido  átodo  trance 
llevarlo  vivo  al  sacrificio,  dando  tiempo  á  que  llegara 
Cristóbal  de  Olea  y  lo  libertase. 

Concluido  el  reconocimiento  entró  á  Texcoco  el  día  22 
del  mismo  abril,  encontrándose  allí  con  algunos  otros  re- 
fuerzos recientemente  llegados. 

Las  continuas  fatigas  y  el  indomable  valor  de  los  azteca 
tenían  desanimados  á  muchos  de  los  conquistadores  que 
querían  volverse  á  Cuba  ;  mas  no  hallando  otro  medio  de 
conseguir  su  intento,  que  el  de  la  sedición,  conjuráronse 
todos  ellos  para  dar  muerte  á  Cortés  á  la  hora  de  comer, 
asesinando  á  la  vez  á  los  capitanes  que  le  eran  más  adictos, 
para  apoderarse  de  todos  los  tesoros  y  despojos  y  volverse 
á  la  isla. 

Uno  de  los  conjurados,  oportunamente  arrepentido,  le 
dio  aviso  á  D.  Hernando  de  cuanto  pasaba,  manifestán- 
dole que  Antonio  de  Villafaña  era  el  promovedor  del 
alboroto,  por  lo  que  al  punto  lo  aprehendió,  apoderándose 
aún  de  la  Hsta  de  todos  los  conspiradores ;  pero  se  en- 


182  PÉREZ  VERbÍA 

contró  con  que  éstos  eran  tantos  que  lo  era  imposible  cas- 
tigarlos sin  debilitarse,  de  suerte  que  hizo  correr  la  voz  de 
que  aquella  lista  se  la  había  tragado  Villafaña,  á  quien 
hizo  ahorcar  inmediatamente  que  confesó  su  delito. 

Concluidos  los  barcos  y  profundizado  convenientemente 
el' canal,  se  botaron  al  agua  el  domingo  28  de  abril,  siendo 
bendecidos  por  el  padre  Olmedo,  después  de  lo  cual  se 
pasó  revista  á  las  tropas  que  iban  á  poner  el  sitio,  contán- 
dose setecientos  infantes  españoles,  ciento  diez  y  ocho 
ballesteros,  ochenta  y  seis  de  caballería,  con  tres  grandes 
cañones  y  diez  pequeños. 

Pocos  días  después  que  llegaron  todos  los  auxiliares,  se 
dividió  ya  el  ejército  (20  de  mayo)  y  se  emprendió  la  mar- 
cha. La  primera  división  puesta  á  las  órdenes  de  Pedro  de 
Alvarado,  se  compuso  de  ciento  cincuenta  infantes,  diez  y 
ocho  ballesteros  y  treinta  de  caballería,  con  más  de  veinti- 
cinco mil  aliados  y  dos  cañones,  divididos  todos  en  tres 
compañías  mandadas  respectivamente  por  Jorge  de  Alva- 
rado, Andrés  de  Monjaraz  y  Gutiérrez  de  Bandajos  ;  esta- 
bleció su  cuartel  general  en  Tlacopan. 

La  segunda  división  mandada  por  Cristóbal  de  Olid  de- 
bería situarse  en  Coyohuacan,  y  estaba  formada  por  ciento 
sesenta  infantes,  diez  y  ocho  ballesteros,  treinta  y  tres 
jinetes  y  veinte  mil  aliados  con  dos  piezas  de  artillería, 
distribuidos  en  tres  compañías  que  mandaban  Francisco  de 
Lugo,  Andrés  de  Tapia  y  Francisco  Verdugo. 

La  tercera  división  estaba  á  las  órdenes  de  Gonzalo  de 
Sandoval  y  se  componía  de  ciento  cincuenta  soldados  de 
infantería,  vemticuatro  de  caballería,  diez  y  siete  escope- 
teros con  otros  dos  cañones  y  veinte  mil  auxiliares,  man- 
dados por  Pedro  de  Ircio,  Luis  Marín  y  Hernando  de 
Lerma,  debiendo  fijar  su  cuartel  en  Itztapalapan. 

Por  último  la  armada  estaba  á  las  inmediatas  órdenes 
del  Capitán  y  se  componía  de  innumerables  canoas  tripu- 
ladas por  aliados  y  de  los  trece  bergantines  con  doce 


.!^1L*"*1 


HISTORIA   DR   MRXICO  183 

escopeteros,  doce  marineros,  un  capitán,  un  veedor,  do& 
artilleros  y  un  cañón  cada  uno ;  eran  los  capitanes,  Rodriga 
Morejón  de  Lobera,  Francisco  Rodríguez  Magarino,  Juan 
Jaramillo,  Juan  Rodríguez  de  Villafuerte,  Pedro  Barba, 
Juan  García  de  üolguín,  Juan  de  Limpias  Carvajal,  Pedra 
de  Briones,  Juan  de  Portillo,  Antonio  de  Carvajal,  Cris- 
tóbal Flores,  Antonio  de  Sotelo  y  Jerónimo  Ruiz  de  la  Mota. 

Al  ponerse  en  marcha  una  de  las  divisiones  trabóse  una^ 
riña  entre  un  español  y  un  tlaxcaltecatl  llamado  Pitectetl 
pariente  de  Xicolencatl,  saliendo  herido  el  indígena ;  esto 
disgustó  á  sus  compatriotas  que  manifestaron  su  resenti- 
miento, por  cuya  causa  trató  el  capitán  Üjeda  de  calmarlos, 
y  aunque  lo  consiguió  de  muchos,  el  valiente  Xicoten- 
catl  se  separó  airado  del  campamento  yéndose  para  Tlax- 
cala.  Luego  que  lo  supo  Cortés  mandó  á  Márquez  y  á  Ojeda 
con  una  partida  de  caballería  para  que  lo  aprehendiesen  y 
pidiesen  al  gobierno  de  la  República  autorización  para 
castigarlo  por  traidor,  la  cual  les  fué  concedida,  de  modo 
que  aprehendiéndolo  volvieron  con  él  á  Texcoco,  en  donde 
ya  estaba  preparada  una  elevada  horca.  Al  punto  fué  ahor- 
cado á  la  vez  que  un  pregonero  anunciaba  que  aquel  cas- 
tigo se  le  imponía  por  traidor  y  desertor. 

¡  Así  se  juzgaba  traidor  al  único  tlaxcaltecatl  que  no  lo 
era,  y  se  le  condenaba  á  muerte  por  sus  enemigos  que  se 
constituyeron  en  sus  jueces! 

CAPÍTULO  VIII 

Combate»  durante  el  sitio.  —  Derrota  de  los  conquistadores.  —  Cortés 
prisionero.  —  Se  resisten  los  sitiados  ú,  capitular.  —  La  peste  y  el 
hambre.  —  Últimos  asaltos.  —  Es  hecho  prisionero  el  emperador 
Cuauhtemoc.  —  Toma  de  la  capital.  —  Suplicio  de  los  reyes  prisio- 
neros. 

Por  el  día  20  de  mayo  de  1521  empezó  el  riguroso  sitio 
de  México,  pues  en  esa  fecha  se  demolió  parte  del  acue- 


:>^3rr-^ 


!84  PÉREZ   YERDÍA 

<íttclo  que  conducía  de  Chapoltepec  el  agua  á  la  ciudad,  y 
se  encontraron  ya  situados  en  sus  respectivos  campamen- 
tos de  Itztapalapan,  Tlacopan  y  Coyohuacán  los  capitanes 
de  Cortés. 

Al  pasar  este  general  con  su  flota  por  la  ribera  meri- 
dional del  lago,  al  ir  á  ver  el  estado  de  las  divisiones, 
recibió  una  lluvia  de  flechas  y  piedras  que  le  arrojaban 
desde  una  encumbrada  roca,  llamada  después  Peñón  viejo 
ó  del  Marqués^  desde  donde  observaban  los  mexicanos 
todos  sus  movimientos  y  los  avisaban  á  los  de  la  capital 
por  medio  de  humaredas.  Al  punto  mandó  Cortés  desem- 
barcar la  mayor  parte  de  su  gente  y  sin  arredrarse  por  lo 
escarpado  de  la  roca,  ni  por  las  estacadas  que  había  puestas, 
ni  por  el  valor  con  que  se  defendía,  subió  precipitadamente 
tomando  á  viva  fuerza  cada  trinchera  hasta  ocupar  la 
última  de  la  parte  superior.  Apenas  se  había  tomado  la 
posición  cuando  llegaron  á  socorrerla  innumerables  canoas 
llenas  de  guerreros;  pero  después  de  permanecer  largo 
rato  en  expectativa,  un  viento  fuerte  hinchó  las  velas  de 
los  bergantines  y  los  arrojó  precipitadamente  sobro  las 
piraguas,  que,  no  pudiendo  resistir  aquel  formidable  em- 
puje, se  estrellaban  al  choque  con  los  barcos  ó  se  sepul- 
taban en  las  a^uas  al  nutrido  fuego  de  la  artillería,  ganando 
las  que  pudieron  salvarse  la  calzada  que  conducía  á  la 
€Íudad. 

La  armada  castellana  después  de  perseguir  á  las  fugi- 
tivas canoas  por  más  de  tres  leguas,  llegó  al  anochecer  á 
un  punto  llamado  Xoloc,  lugar  de  reunfón  de  la  calzada 
principal  y  la  de  Coyohuacán,  en  donde  había  dos  to- 
rreones fortificados,  los  que  tomó  después  de  una  vigorosa 
resistencia.  Como  desde  aquel  punto  se  podía  hacer  gran 
daño  á  la  capital,  en  la  noche  lo  atacó  Cuauhtemoc  con 
desesperado  empeño  ;  pero  nada  pudo  conseguir  ante  las 
-combinadas  maniobras  del  ejército  que  lo  defendía  y  de 
los  bergantines  que  lo  sostenían  desde  las  aguas. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  i  85 

Una  semana  entera  repitieron  diariamente  sus  asaltos 
para  recuperar  aquella  posición,  en  cuyo  liempo  observó 
Alvarado  que  por  una  calzada  que  entonces  se  llamaba  de 
Tepeyacac  y  hoy  de  Guadalupe,  se  comunicaba  la  ciudad 
con  el  exterior,  recibiendo  socorros  y  provisiones.  En  tal 
virtud  se  previno  á  Sandoval  que  ocupase  aquel  punto  con 
su  división,  quedando  con  eso  enteramente  cerrada  la  cir- 
cunvalación. 

Ansioso  D.  Hernando  quiso  hacer  una  entrada  general 
á  Tenochtitlan,  pero  aunque  logró  penetrar  hasta  la  plaza 
principal,  advirtió  entonces  que  el  enemigo  procuraba 
cortarle  la  retirada,  por  lo  que  antes  que  las  sombras  de 
la  noche  aumentaran  la  confusión,  salió  de  la  ciudad  ayu- 
dado por  una  sección  de  caballería  que  se  introdujo  con 
ese  objeto. 

Inmediatamente  se  le  sometieron  los  pueblos  de  Tlahuac, 
Xochimilco,  Mixquic,  Culuacán,  Méxicaltzingo  y  Churu- 
busco,  que  rodeaban  la  ciudad,  con  lo  que  los  conquista- 
dores concentraron  en  ella  toda  su  atención, 

Á  los  tres  días  de  la  primera,  hizo  Cortés  su  segunda 
entrada,  llegando  otra  vez  hasta  la  plaza,  de  donde  no 
quiso  pasar,  ocupándose  lodo  el  día  en  destruir  las  trin- 
cheras y  cegar  los  fosos;  se  apoderó  del  teocalli  mayor 
en  el  que  en  vano  sus  compañeros  buscaron  la  cruz  é 
imágenes  que  habían  dejado,  pues  sólo  hallaron  un  nuevo 
ídolo  de  Huitzilopochtli  del  que  únicamente  les  agradó  la 
máscara  de  oro  que  tenía  y  que  se  apropiaron  gustosos. 

Por  más  de  veinte  días  consecutivos  duraron  los  asaltos 
y  las  entradas,  sin  otro  resultado  que  ir  destruyendo 
aquella  gran  ciudad,  pues  los  asaltantes  se  ocupaban  en 
destruir  los  parapetos  y  los  edificios  durante  todo  el  día, 
mientras  que  por  la  noche  los  defensores  reparaban  sus 
trincheras  y  trataban  de  levantar  de  nuevo  sus  hogares. 

En  una  de  estas  entradas  que  hizo  Alvarado,  guiado  por 
su  carácter  impetuoso  no  se  detuvo  en  su  marcha  en  cegar 


i 86  .PÉREZ   VERDÍA 

los  fosos  que  dejaba  tras  de  sí,  de  manera  que  los  mexi- 
canos que  advirtieron  su  imprudencia,  lo  acometieron  en 
su  retirada,  derrotándolo  completamente,  pues  se  retiró 
en  el  mayor  desorden  perdiendo  armas  y  soldados,  de  los 
que  cinco  cayeron  prisioneros  y  fueron  luego  sacrificados 
en  el  templo  de  Tlatelolco  á  la  vista  de  sus  compatriotas. 

Los  encuentros  navales  también  eran  frecuentes.  Por 
esos  días  los  mexicanos  construyeron  treinta  grandes  em- 
barcaciones, y  ocultándolas  entre  los  espesos  tulares,  cla- 
varon en  las  cercanías  gruesas  y  grandes  estacas  que 
estorbaran  los  movimientos  de  los  barcos  españoles ;  en- 
tonces unas  canoas  provocaron  á  dos  bergantines  de  la 
armada  y  fingiendo  una  retirada  los  atrajeron  á  la  embos- 
cada en  donde  estuvieron  en  grave  riesgo  de  caer  en  su 
poder,  y  aunque  lograron  escapar,  tuvieron  pérdidas  de 
consideración,  pues  entre  los  que  murieron  se  contaron 
los  dos  capitanes  Juan  de  Portillo  y  Pedro  de  Barba. 

Esta  derrota  hizo  que  el  conquistador  á  los  pocos  día» 
les  preparara  á  los  indígenas  la  misma  celada,  en  la  que 
cayeron  perdiendo  gran  número  de  canoas. 

Cansados  ya  los  españoles  de  aquellas  fatigas  y  sin  espe- 
ranza de  obtener  una  capitulación,  pues  Cuauhtemoc  había 
dejado  sin  respuesta  cuantas  proposiciones  se  le  habían 
hecho,  urgían  al  General  para  que  tomara  posiciones 
dentro  de  la  capital.  Cortés  por  mostrarse  consecuente  con 
los  deseos  de  sus  soldados,  ordenó  el  asalto  general  para 
el  día  28  de  junio,  el  cual  llegado,  se  emprendió  la  marcha 
con  dirección  al  mercado  de  Tlatelolco,  que  como  se  ha 
dicho  ya,  era  un  barrio  de  México,  por  las  tres  calles  que 
de  Tlacopan  conducían  á  aquel  lugar  :  D.  Hernando  con 
cien  infantes,  veinticinco  ballesteros,  ocho  caballos  y  buen 
número  de  aUados,  se  dirigió  por  la  calle  más  angosta; 
por  la  principal  iba  el  tesorero  Juhán.de  Alderete  con 
setenta  peones,  ocho  caballos  y  veinte  mil  tlaxcalteca,  y 
por  la  última  calle  tomaron  Jorge  de  Alvarado  y  Andrés 


HISTORIA   DE   üéXIGO  187 

de  Tapia  con  ochenta  infantes  y  diez  mil  auxiliares,  prote- 
gidas las  tres  columnas  por  seis  piezas  de  artillería. 

Bien  pronto  se  trabaron  distintos  combates  en  las  pri- 
meras cortaduras  que  encontraron,  renovándose  en  cada 
una  de  las  siguientes,  no  obstante  lo  cual,  casi  llegaban 
ya  al  mercado  cuando  Cortés  por  vigilar  á  las  otras  dos 
secciones  cortó  por  una  calle  para  incorporarse  d  ellas ; 
mas  apenas  llegó  cuando  vio  que  retrocedían  en  completo 
desorden. 

Aunque  había  ordenado  que  no  se  internasen  sin  dejar 
antes  bien  cubiertos  los  fosos  y  cortaduras  que  fueran 
dejando  á  retaguardia  para  asegurar  la  retirada  en  todo 
caso,  Alderete  no  cumpUó  con  tan  prudente  mandato  ; 
de  suerte  que  los  mexicanos  que  tal  cosa  vieron,  aflojaron 
en  la  defensa,  dejando  que  los  extranjeros  entrasen  con 
facilidad;  una  vez  avanzados  se  oyó  el  lúgubre  sonido 
del  atambor  sagrado,  y  por  todas  partes  se  arrojaron  sobre 
el  descuidado  grupo  poniéndolo  en  precipitada  fuga. 

En  vano  quiso  Cortés  contener  aquella  acobardada  mu- 
chedumbre :  los  de  atrás  arrollaban  á  los  que  adelante  tra- 
taban de  hacer  frente,  y  por  todos  lados  los  guerreros  de 
Cuauhtemoc  se  arrobajan  sobre  ellos.  En  semejante  lucha 
fué  envuelto  el  valiente  Capitán  que  cayó  en  tierra  de  una 
herida  que  recibió  en  una  pierna  y  sin  poder  defenderse 
lo  hicieron  prisionero.  Llevábanlo  ya  al  sacrificio  cuando 
el  bravo  Cristóbal  de  Olea  (1)  se  arrojó  á  caballo 
sobre  el  que  lo  tenía  cautivo  y  de  un  tajo  rebanóle  el 
brazo,  dando  con  esto  tiempo  á  que  llegara  en  su  ayuda 
un  capitán  tlaxcaltecatl  nombrado  Teamacatzín  y  luego 
un  llamado   Lerma  con  el   paje  Cristóbal  Guzmán,  y  el 


(i;  Parece  dudoso  que  el  mismo  Olea  que  enXochimilco  libertó  ¿i  Cortés, 
recibiendo  por  ello  tres  heridas,  volviera  á  arrebatarlo  del  poder  de  sus 
enemigos,  pagando  en  esta  vez  con  la  vida  su  lealtad  ;  pero  el  verídico 
Bemal  Díaz  así  lo  afirma  aun  identificando  su  perdona  en  ambos  pasajes 
al  referir  que  era  natural  de  Medina  del  Campo  en  Castilla  la  Vieja. 


t88  PÉREZ    VERDÍA 

capitán  Antonio  de  Quiñones,  y  pudieran  salvarlo^  con 
gran  trabajo  á  costa  de  la  vida  de  Olea  y  de  otras  sen- 
sibles pérdidas,  < 

Entre  tanto  Alderete  que  luchaba  por  apoderarse  de  una 
trinchera  emprendió  violentamente  la  retirada  al  ver  que 
de  una  casa  le  arrojaron  tres  cabezas  españolas  diciéndole 
Malinche,  Malinche,  á  la  vez  que  á  Cortés  le  echaban 
otras  á  los  gritos  de  Tonatiuh,  Sandoval  (1) ! 

Todavía  después  del  fracaso,  cuando  ya  se  encontraba 
el  ejército  en  sus  tiendas,  volvieron  á  sonar  el  tlapan- 
huehuetl  en  lo  alto  del  teocalli;  era  que  sacrificaban  entre 
fiestas  y  danzas  á  los  desgraciados  blancos  que  acababan 
de  aprisionar. 

El  triunfo  de  Cuauhtemoc  alentó  á  los  mexicanos  que 
confiando  en  las  palabras  de  sus  sacerdotes  esperaban  que 
Huitzilopochtli  los  salvaría  ;  mandaron  á  los  pueblos  ve- 
cinos las  cabezas  de  los  extranjeros  que  habían  muerto, 
logrando  que  algunos  desertasen  de  las  banderas  del  con- 
quistador, y  emprendieron  algunas  salidas  por  sus  reales. 

Pocos  días  después  y  cuando  empezaba  á  sentirse  en  la 
ciudad  sitiada  la  escasez  de  provisiones,  envió  Cortés  á 
unos  prisioneros  para  que  le  ofreciesen  la  paz  al  Empera- 
dor, quien  reunió  una  junta  en  que  se  rechazó  la  oferta, 
declarando  entonces  el  joven  rey  que  morirían  mejor  los 
mexicanos  peleando,  que  verse  en  poder  de  quienes  ha- 
brían de  hacerlos  esclavos. 

Otro  buque  perteneciente  á  Ponce  de  León,  el  descubri- 
dor de  La  Florida,  llegó  en  aquellos  días  á  la  Villa  Rica, 
marchando  luego  sus  tripulantes  y  soldados  á  presentarse 
al  Capitán  general,  llevando  buena  cantidad  de  municiones. 


1  Después  que  los  Cónsules  Libio  y  Nen'm  vencieron  á  Astlrúbal  en  la 
famosa  batalla  del  Metauro,  arrojaron  su  cabeza  al  campo  de  Aníbal,  que 
al  sentir  herido  su  corazón  de  hermano  y  sus  esperanzas  de  guerrero,  con. 
la  vista  de  aquel  sangriento  despojo,  no  pudo  menos  (|ue  decir :  Reconozco 
la  fortuna  de  Roma. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  189 

De  manera  que  con  este  refuerzo  y  el  de  otros  indios  que 
se  le  habían  sometido,  se  acordó  ya  un  plan  de  campaña 
que  prometía  más  seguros  resultados. 

Se  formó  por  Cortés  un  cuerpo  de  zapadores  compuesto 
de  más  de  cien  mil  indios  armados  de  coas,  palas  y  otros 
instrumentos  y  se  ordenó  que  mientras  se  sostenían  los 
asaltos  aquéllos  destruyeran  completamente  las  casas  y 
edificios,  rellenando  con  sus  escombros  los  fosos  y  corta- 
duras. Ya  era  mucho  lo  que  entonces  se  había  destruido, 
pero  como  no  bastaba  tumbar  los  templos  ü  otros  edificios 
de  consideración,  pues  cada  casa  se  convertía  en  fortaleza 
desde  donde  hostilizaban  sin  cesar  á  los  conquistadores, 
tuvo  necesidad  D.  Hernando  de  tomar  aquella  medida. 

Repitiéronse  los  combates  cada  día,  necesitando  los 
españoles  para  ir  reduciendo  el  sitio,  no  sólo  destruir  las 
casas,  sino  aun  tirar  los  escombros,  pues  tras  de  ellos  se 
parapetaban  aquellos  valientes  defensores. 

En  principios  de  agosto  la  populosa  Tenochtitlán  estaba 
convertida  en  ruinas ;  apenas  quedaban  en  pie  la  plaza 
principal,  el  teocalli  y  unas  cuantas  casas  ;  sus  habitantes 
á  pesar  de  su  frugalidad  no  tenían  ya  que  comer  y  estaban 
débiles  y  hambrientos;  toda  la  superficie  estaba  cubierta 
de  cadáveres,  y  la  peste  ponía  el  colmo  á  tantas  desdi- 
chas. 

No  eran  únicamente  los  guerreros  los  que  sostenían 
aquella  plaza  :  aun  las  mujeres  se  ocupaban  en  labrar 
las  piedras  arrojadizas,  hacer  hondas,  preparar  las  flechas 
y  con  una  abnegación  sublime  compartían  con  sus  maridos 
los  pehgros  de  la  guerra  (1). 

(1)  Cuando  en  la  tercera  guerra  púnica  los  romanos,  después  de  haber 
recibido  los  rehenes,  el  dinero  y  las  armas  que  habían  pedido  á  los  carta- 
gineses por  hacer  la  paz,  les  notificaron  que  deberían  siempre  abandonar 
su  capital,  fundando  tal  deslealtad  en  la  interpretación  de  la  palabra 
civila»^  hicieron  en  medio  de  su  indignación  un  supremo  esfuerzo  por 
defender  á  Gai'tago,  que  tanta  grandeza  había  tenido  durante  siete  siglos. 
Todos  sus  habitantes  tomaron  las  armas  y  se  dedicaron  con  todo  sacrificio 


190  PÉREZ   VKRDÍA 

Ixtlixochitl  logró  en  uno  de  aquellos  diarios  combates 
aprehender  á  su  hermano  Coanacotzin  que  fué  encadenado 
luego,  con  lo  que  abandonaron  la  ciudad  los  soldados  de 
Acolhuacán. 

Reducidos  los  mexicanos  á  un  solo  barrio,  el  de  Tena- 
titechen  el  extremo  Noreste,  se  encontraban  allí  agrupados 
hombres,  mujeres  y  niños,  sin  tener  un  techo  en  que  abri- 
garse, viviendo  á  la  intemperie  y  sin  poder  proporcionarse 
ni  más  agua  que  la  llovediza,  ni  otros  alimentos  que  al- 
gunas sabandijas. 

Repitiéronse  los  asaltos  en  los  días  7  y  8  de  agosto,  en 
los  que  perecieron  más  de  tres  mil  de  los  defensores,  des- 
pués de  cuyos  combates  ofrecióles  Cortés  un  acomoda- 
miento que  rehusaron  de  nuevo  ;  pero  habiendo  insistido 
en  que  deseaba  ver  al  Emperador,  se  señaló  el  día  H  para 
la  entrevista. 

Llegado  el  día,  Cuauhtemoc  no  asistió,  sino  que  mandó 
cinco  señores  principales  para  que  se  informasen  do  lo 
que  quería  el  Capitán,  pues  mandóle  decir  que  él  no  tra- 
taría de  paz;  Cortés  envió  á  los  señores  mexicanos  para 
que  suplicasen  á  su  soberano  que  acuch'era  á  la  entrevista, 
y  al  día  siguiente  muy  temprano  volvieron  á  avisarle  que 
ya  se  disponía  á  conferenciar  en  la  plaza  principal.  Luego 
se  presentó  D.  Hernando,  pero  aunque  esperó  tres  horas, 
el  Emperador  no  asistió,  por  lo  que  comprendió  que  había 
sido  una  burla. 

Dispuso  al  punto  un  combate  general  y  al  efecto  obrando 
en  combinación  mandó  á  Sandoval  que  atacase  á  la  ciudad 
con  los  bergantines  á  la  vez  que  él  y  Alvarado  daban  el 
asalto,  que  fué  uno  de  los  más  terribles  del  asedio. 

Perecieron  millares  de  indígenas;  «  la  carnicería  fué 
horrible  :  el  suelo  estaba  cubierto  de  muertos,  dice  Pres- 

á  la  defensa,  llegando  la  abnegación  de  las  mujeres  hasta  cortarse  todos 
los  cabellos  para  fabricar  con  ellos  las  cuerdas  de  las  catapultas,  las  cuales 
no  habrían  podido  proporcionarse  de  otro  modo. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  i  91 

cott,  hasta  llegar  el  caso  de  que  los  frenéticos  combatientes 
tuviesen  que  subirse  sobre  los  montones  de  cadáveres 
para  poder  pelear.  El  suelo  estaba  anegado  en  sangre  que 
corría  como  agua  y  que  teñía  de  rojo  hasta  los  canales 
mismos.  Todo  era  estrépito  y  horrible  confusión.  Los  ho- 
rrorosos aullidos  de  los  indios,  los  juramentos  y  maldi- 
ciones de  los  cristianos,  los  quejidos  de  los  heridos,  los 
lamentos  de  las  mujeres,  los  lloros  de  los  niños,  los  rudos 
golpes  de  los  conquistadores,  el  estertor  de  los  agonizantes, 
el  rápido  y  resonante  fragor  de  los  mosquetes,  el  silbo  de 
las  saetas,  el  rechinido  y  sordo  ruido  de  los  incendiados 
lechos  que  se  desplomaban,  las  densas  nubes  y  columnas 
de  polvo  y  humo  que  envolvían  á  la  ciudad  en  tétrica  obs- 
curidad ;  todo  este  conjunto  formaba  una  escena  espantable 
que  aterró  hasta  el  animoso  corazón  de  los  conquistadores, 
habituados  á  los  duros  trances  de  la  guerra  y  á  los  ho- 
rrores de  la  sangre  y  de  la  muerlc.  » 

Cuando  la  noche  puso  íin  á  este  cuadro  desgarrador,  el 
Capitán  general  dispuso  se  continuara  la  lucha  al  día  si- 
guiente á  fin  de  no  perder  las  veníajas  obtenidas;  pero  al 
amanecer  el  memorable  martes  13  de  agosto  de  1521  ce 
coatí  del  mes  Tlaxochimaco  del  año  yey  Calli^  y  cuando 
se  ocupaba  en  abocar  los  cañones  y  prepararse  para  la 
nueva  entrada,  habló  con  el  Cihiíacoatl  ó  general  de  los 
sitiados,  para  que  convenciese  al  Emperador  á  que  viniera 
á  tratar  de  la  paz-,  pues  iban  todos  á  morir.  Volvió  el 
guerrero  aztecatl  después  de  unas  cuatro  horas  d  decirle 
que  Cuauhtemoc  quería  mejor  morir  que  rendirse  ó  pre- 
sentársele, con  lo  cual  se  ordenó  el  combate  cerca  del 
medio  día.  Más  que  luchas  eran  degüellos  aquellos  últimos 
encuentros,  pues  los  defensores  debilitados  por  el  hambre 
apenas  podían  sostenerse  con  el  peso  de  sus  armas,  sin 
tener  fuerzas  para  herir  á  sus  contrarios;  sin  embargo 
duró  la  refriega  por  algunas  horas. 

Entre  tanto  varias  canoas  recorrían  rápidamente  la  su- 


{92  PÉREZ   VERDÍA 

perficie  del  lago  y  como  de  antemano  sabían  los  españoles 
que  el  Emperador  hacía  ya  días  que  vivía  en  una  canoa, 
temiendo  Sandoval  que  lograse  fugarse^  ordenó  á  García 
de  Holguín  que  las  persiguiese,  pues  era  su  bergantín  el 
más  velero  de  la  armada. 

Este  capitán  de  navio  desplegando  sus  velas  alcanzó 
bien  pronto  las  canoas,  y  reconociendo  á  una  por  sus 
adornos  por  la  principal,  le  intimó  se  detuviese ;  los  reme- 
ros doblaron  su  actividad,  por  lo  que  mandó  hacerle 
fuego  ;  pero  entonces  se  detuvo  y  levantándose  el  valeroso 
Cuauhtemoctzín,  dijo  :  «  No  me  tiren  que  yo  soy  el  rey  de 
México  y  de  esta  tierra  y  lo  que  te  ruego  es  que  no  me 
llegues  á  mi  mujer  ni  á  mis  hijos,  ni  á  ninguna  cosa  de 
lo  que  aquí  traigo,  sino  que  me  tomes  á  mí  y  me  lleves  á 
Malinche.  » 

Acompañado  de  Tetlepanquetzaltzín,  rey  de  Tlacopan  y 
de  veinte  personas  principales,  fué  trasladado  al  bergantín 
y  conducido  á  presencia  de  Cortés ;  pero  en  el  camino  salió 
Sandoval  al  encuentro  de  Holguín  y  le  pidió  se  los  entre- 
gase ;  se  resistió  éste,  y  tal  vez  se  habría  trabado  alguna 
riña,  si  el  Capitán  no  hubiese  ido  al  encuentro  y  no  la 
hubiera  evitado  con  su  presencia. 

Este  lo  recibió  con  la  cortesía  que  en  tales  casos 
acostumbraba,  mas  aquel  indómito  prisionero  le  dijo  luego 
que  lo  vio  :  «  Señor  Malinche,  he  cumplido  con  lo  que 
estaba  obligado  en  defensa  de  mi  ciudad  y  de  mi  pueblo  y 
no  he  podido  hacer  más  ;  y  pues  vengo  por  fuerza  y  preso 
ante  tu  persona  y  poder,  haz  de  mí  lo  que  queráis.  »  Y 
poniendo  la  mano  en  un  puñal  que  D.  Hernando  llevaba 
al  cinto,  agregó  :  «  Toma  luego  este  puñal  y  mátame.  » 

Consolóle  Cortés  como  pudo,  alabó  su  denuedo,  le  hizo 
mil  promesas,  y  mandando  traer  á  su  esposa  Tecuichpo  y 
comitiva,  hizo  que  les  sirviesen  algún  refrigerio.  Cuauh- 
lemoc  era  como  ya  se  ha  dicho  de  veintitrés  á  veinticuatro 
años  de  edad,  de  proporcionada  estatura  y  robusta  com- 


.+■*.'.  ►^•Brt»-    "*    -"A-"-'.. 


HISTORIA    De   MÉXICO  193 

plexión,  de  ojos  brillantes,  color  más  blanco  que  el  de  sus 
compatriotas  y  modales  graves  é  insinuantes. 

Los  mexicanos  luego  que  supieron  su  aprehensión,  rin- 
dieron las  armas  y  al  anochecer  de  tan  funesto  día,  los 
españoles  se  retiraron  á  sus  tiendas  apoderándose  al  día 
siguiente  del  resto  de  la  que  había  sido  Tenochtitlán 
México,  y  que  consistía  entonces  en  un  reducido  montón  de 
escombros  y  cadáveres. 

Las  pérdidas  de  los  mexicanos  se  calculan  aproximada- 
mente en  ciento  cuarenta  mil  hombres,  de  los  quȒ  cincuenta 
mil  murieron  por  la  peste  ;  por  parte  de  los  sitiadores,  fué 
reducido  el  número  de  los  españoles  muertos,  aunque  los 
auxihares  perdieron  cerca  de  treinta  mil. 

Así  concluyó  su  vida  independiente  aquel  pueblo  que  á 
pesar  del  aislamiento  en  que  siempre  vivió,  llegó  á  alcan- 
zar un  grado  superior  de  civilización,  contándose  por  esto 
como  el  primero  de  la  América. 

Setenta  y  cinco  días  duró  el  riguroso  sitio  de  Tenochtitlán 
durante  el  cual  no  pasó  uno  solo  sin  que  la  sangre  de  sus 
defensores  no  se  derramara  en  la  ciudad  ó  en  sus  alrede- 
dores ;  ¡  setenta  y  cinco  días  duró  la  destrucción  de  la 
ciudad  tan  heroicamente  defendida  por  nn pueblo  bárbaro ! 

Cortés  hizo  llegar  de  diferentes  partes  maíz  y  otras  pro- 
visiones, y  después  de  solemnizar  su  triunfo  con  orgías  y 
procesiones,  se  ocupó  en  recoger  el  oro  y  demás  riquezas 
que  tanto  halagaban  su  codicia  y  la  de  sus  compañeros. 

Habían  visto  únicamente  los  tesoros  de  Axayacatl  y  for- 
maban una  inmensa  riqueza,  de  suerte  que  se  prometían 
despojos  riquísimos ;  pero  cuando  le  presentaron  á  Cortés 
todo  el  oro  recogido  le  pareció  bien  poco,  por  lo  que  dijo 
que  sólo  el  que  habían  perdido  ellos  en  la  noche  triste 
era  más  que  el  que  veía ;  los  mexicanos  contestaron  que 
los  de  Tlatelolco  lo  habían  tomado ;  replicaron  éstos  que 
todo  lo  habían  devuelto,  poniendo  Cuauhtemoc  fin  al  alter- 
cado diciendo  con  severidad  que  no  había  más  oro  que 

13 


194  PÉREZ    VERDÍA 

aquél.  Una  vez  fundido  se  vio  que  apenas  excedió  de  veinte 
mil  onzas,  y  como  esta  suma  tenía  que  repartirse  entre 
todos  los  soldados  después  de  sacar  el  quinto  del  Rey,  les 
correspondía  una  canlidad  tan  pequeña  que  no  satisfacía 
sus  esperanzas,  j*or  lo  que  muchos  se  negaron  á  recibirla. 

Como  otras  veces  Cortés  les  había  defraudado  su  botín, 
y  aun  había  llegado  á  cambiarles  esclavos,  poniendo  gente 
anciana  ú  deforme  en  lugar  de  los  mozos  de  servicio, 
naturalmente  empezaron  Jai^  murmuraciones  contra  él, 
asef^^urando  que  por  apoderarse  de  las  riquezas  las  había 
ocultado  de  acuerdo  con  el  monarca  mexicano.  Julián  de 
Alderete  tesorero  del  Rey,  fué  uno  de  los  que  más  crédito 
dieron  á  semejante  suposición  y  como  Cortés  por  librarse 
de  tal  cargo,  hiciese  recaer  todas  las  sospechas  sobre 
CuauhUMnocLz/n,  diciendo  que  él  las  había  escondido,  en- 
tonces pidiéronle  empeñosamente  que  le  diera  tormento 
para  que  dijese  ílón^le  las  había  ocultado. 

Se  presió  Cortés  a  tan  i^rande  infamia  é  hizo  untar  aceite 
en  los  pies  y  en  las  manos  de  los  reyes  de  México  y  de 
Tlacopan,  poniéndoles  lu  gu  en  una  hoguera.  El  ánimo 
más  fuerte  se  estremece  ante  tan  cruel  suplicio  y  se  sor- 
prende de  encontrar  tanta  entereza  en  aquellos  desgracia- 
dos príncipes,  pues  fué  impotente  para  arrancarles  no  sólo 
su  secreto,  pero  ni  siquiera  una  queja. 

Tetlcpanquetzal,  conmovido  por  el  dolor,  dirigióle 
apenas  una  niii'ada  signiíicativa  al  denodado  Cuauhtemoc, 
que  so  limitó  á  decirle  con  una  serenidad  espartana  : 
¿  fSstot/  ¡JO  acaso  vn  un  drleiie  ó  baño  ? 

Viendo  entonces  D,  Hernando  que  todo  era  inútil, 
horrorizado  de  tanta  crueldad  y  avergonzado  de  su  proce- 
der, los  mando  quitar  de  la  Iio^uera,  «  antes  de  que  fuera 
tarde^  dice  I*rt>srült ;  sin  emliargo  de  que  ya  lo  era  para 
libertar  su  nombre  de  una  mancha  indeleble  »  (1). 

(t    Ea   \f\  pesquisa   sicerí'ta  ((ue  afios   más   larde,    levantó  la  primera 
Audicacia,  »e  liic  It»  siguienle  *  CHrosí  se  le  face  cargo  al  dicho  don 


J 


'S'T^r 


HISTORIA    DE   MÉXICO  195 

Después  (Jijo  Cuauhtemoc  que  cuatro  días  antes  había 
arrojado  á  la  laguna  todos  los  tesoros  que  buscaban,  y 
aunque  buenos  nadadores  y  buzos  trataron  de  sacar  aquellas 
riquezas,  sólo  encontraron  en  un  estanque  un  sol  ó  calen- 
dario redondo  de  oro  macizo  y  de  gran  diámetro. 


CAPÍTULO  IX 


Ligeras  consideraciones  sobre  la  conquista  de  México  y  sobre  la  persona 
del  conquistador.  —  Cristóbal  de  Tapia.  —  Reedificación  de  la  ciudad. 
—  Expedición  de  las  Hibueras. 


Todo  ha  cambiado  en  el  territorio  de  Anáhuac, 
Dueños  los  conquistadores  de  él,  le  imprimieron  nueva 
y  diferente  marcha,  según  los  sentimientos  que  entonces 
prevalecían ;  pero  antes  que  juzgar  los  sucesos  posteriores 


Hernando  Cortés,  que  después  que  se  ganó  esta  Cibdad  tomó  en  su  poder 
á  Guatemuca,  Señor  de  ella  é  á  otros  muchos  señores  é  los  tubo  en  su 
casa  con  poco  temor  de  Dios ;  é  con  cobdicía  desordenada,  mandó  dar  é 
dio  tormentos  de  fuego  á  los  susodichos,  para  aber  el  oro  de  Montesuma ; 
y  el  dicho  Guatemuca  quedó  lisiado  de  los  pies  de  los  tormentos  que 
rrecebió;  é  ansi  mesmo  asó  un  indio  muy  prencipal,  estando  vivo,  por  lo 
susodicho,  fasta  tanto  que  murió.  »  {Colección  de  Documentos  inéditos  de 
indias  y  tomo  27,  pág.  23.) 

«  A  los  treinta  é  dos  cargos  (jue  se  ponen,  contesta  García  de  Llerena 
apoderado  del  conquistador,  que  atormentó  A  Guatemuca  é  á  otros  indios 
por  aber  el  oro  é  xoyas  queilos  term'an,  se  rresponde  :  que  si  el  dicho 
don  Hernando  Cortés  atubmentó  á  Guatemuca  é  á  los  demás  señores  que 
disco,  sería  é  fué  á  pedimento  é  rrequerimiento  de  los  oficiales  de  Vuestra 
Magestad  é  del  Thesorero  Alderete,  porquel  dicho  Thesorero  se  obiese 
para  Vuestra  Magestad,  creyendo  de  los  dichos  yndios  lo  term'an,  é  non 
para  lo  quel  dicho  cargo  disce  ;  é  los  tormentos  no  fueron  tales  como  en 
«1  dicho  cargo  se  contiene,  é  se  dieron  contra  voluntad  del  dicho  don 
Hernando  Cortés.  »  (Tomo  cit.,  págs.  239  y  240.) 

También  el  señor  Alamán  emplea  esta  misma  defensa  :  «  Cortés,  dice, 
se  hallaba  en  este  *caso  en  la  misma  situación  en  que  Tácito  ret)resenta 
al  emperador  Otón,   cuando  á  su  pesar  mandaba  (juitar  la  vida  á  los 


VMi  PÉREZ   TE&DÍA 

e»  necesario  formar  un  jaicio  acerca  de  la  coaqaisla  y  del 
hombre  que  la  llevó  á  cabo.  Indodablemenle  que  lo  que 
entonces  se  llamaba  derecho  de  conquista  es  una  de  tantas 
aberraciones  del  entendimiento ;  pues  jamás  puede  existir 
un  verdadero  derecho  para  que  una  nación  se  apodere  de 
otra  tan  libre  como  ella,  y  le  quite  su  independencia  y 
soberanía.  El  derecho  de  conquista  no  es  otra  cosa  que  el 
dereclu}  de  la  fuerza. 

Nada  importa  que  se  invoque  la  civilización  más  aventa- 
jada del  pueblo  conquistador,  porque  si  tal  superioridad 
(MJncedicra  semejante  derecho,  vendríamos  á  parar  al 
atisurdo  de  que  un  solo  pueblo,  el  más  adelantado,  tendría 
facultad  de  sujetar  á  todos  aquellos  que  lo  fueran  menos 
cultos.  La  igualdad  de  las  naciones  es  la  base  del  Derecho 
Internacional,  lo  mismo  que  en  el  hombre  es  un  derecho 
natural  inaUenable  y  base  de  otros  dereclios ;  y  así  como 
está  hoy  enteramente  rechazada  la  doctrina  de  la  antigüe- 
dad profesada  por  el  mismo  Aristóteles  de  que  los  hombres 
menos  inteligentes  estaban  destinados  por  la  naturaleza  á 

iiilniMtros  y  ami^'os  íJr  su  antecesor  Galba.  Tenía  baslíinte  autoridad  para 
mandar  coniclcr  ci  crimen  ;  pero  no  para  impedirlo  »,  dice  aquel  escritor, 
que  con  ck/ih  pocas  pinceladas  ha  pintado  tan  al  vivo  la  posición  en  que 
Hc  encurntra  un  jefe  (|ue  debe  su  autoridad  ala  muchedumbre  por  medio 
do  uua  revolución,  y  que  tiene  que  ceder  á  la  voluntad  caprichosa  de 
lot*  que  lo  elevaron  al  podor  ».  {Diserlaciones,  tomo  !.•,  págs.  154  y  155.) 
EtiidH  defensas  son  muy  débiles  para  librar  á  Cortés  de  la  fea  mancha 
do  cruel,  alevo  y  codicioso  ;  pues  había  da<Io  espontáneamente  su  palabra 
íi  (luaubtí'inoctzín  do  quo  lo  tralnríu  bien  y  debió  haberla  cumplido.  En 
otras  rendiciones  nuicbo  inAs  críticas  había  dominado  á  sus  soldados,  era 
uu  líouibre  diMuasi.ido  cnorfíico  para  dejarse  duminar  por  atiuellos  á 
quienes  loma  sujitu-v  y  en  quienes  ejercía  un  ascendiente  completo.  Nada 
lo  habría  sido  mas  fácil  que  impedir  aquel  suplicio  si  lo  Imbiera  querido ; 
poro  aun  m  r(iM».>í»o  «pie  no  lo  pudiera  hacer,  no  le  valdría  esa  disculpa, 
como  no  le  valiti  á  Pilatos  el  lavarse  las  manos,  ni  el  hacer  recaer  la 
Kan^rc  de  C.ri.sto  sobre  las  caberas  de  quienes  la  pedían,  para  librarse  de 
la  if;nominia  do  la  j>ostcridad.  «  Cubrir  tamaña  injusticia  en  tan  eminente 
curActor  de  la  rtqu'obación  del  faenero  hmnano,  es  privar  á  la  historia  de 
uno  i\c  sus  más  importantes  fueros  >,  según  la  elegante  expresión  de 
Washington  lr\ing. 


HISTORIA    DE   MRXICO  197 

ser  esclavos  de  los  de  más  ingenio,  así  también  está  hoy 
reconocido  que  no  hay  derecho  para  privar  de  su  libertad 
á  las  naciones  á  quienes  Dios  la  concedió. 

Si  se  sostiene  ese  derecho  con  el  pretexto  de  la  religión, 
se  comete  una  viva  inconsecuencia,  tanto  al  hacerlo  mismo 
que  la  religión  reprueba,  como  al  querer  imponer  por  la 
fuerza  lo  que  sólo  puede  y  debe  abrazarse  por  el  senti- 
miento y  la  convicción. 

Fr.  Francisco  de  Vitoria,  teólogo  y  jurista  eminente, 
fué  el  primero  que  sostuvo  la  tesis  de  que  no  constituyendo 
los  indios  territorio  sin  señor,  los  españoles  no  podían 
adquirir  aquéllos  por  ocupación,  afirmando  así  el  respeto  á 
la  independencia  de  las  tribus  bárbaras  y  de  su  soberanía, 
proclamado  después  de  tres  siglos  en  la  Conferencia  afri- 
cana de  Berlín.  Para  él  el  Papa  no  da  ningún  poder  á  los 
reyes,  porque  nadie  puede  dar  lo  que  no  tiene,  siendo  que 
el  poder  temporal  existía  antes  de  la  fundación  de  la  Iglesia 
y  había  reyes  antes  de  la  venida  de  Jesucristo.  Así 
pues,  si  el  Papa  confió  á  los  españoles  la  predicación  del 
Evangelio,  fué  porque  ellos  eran  más  á  propósito  que  los 
otros  pueblos,  pues  incumbiendo  á  todos  los  cristianos  la 
obligación  de  instruir  en  la  fe  á  los  ignorantes,  el  Jefe  de 
la  Iglesia  puede  en  consecuencia  confiar  la  propagación 
del  Evangelio  á  un  pueblo  con  exclusión  de  los  otros.  Tal 
ha  sido  la  explicación  filosófica  de  la  bula  de  Alejandro  VI, 
y  tal  la  doctrina  sostenida  por  el  jesuíta  Suárez  y  el  domi- 
nico Melchor  Cano. 

En  consecuencia  es  una  verdad  evidente  que  conforme 
á  los  principios  absolutos,  la  conquista  de  México  fué  una 
grande  iniquidad  (1). 


(1)  El  notable  literato  y  estadist»!  venezolano  S"'.  D.  Nicjinor  Bolet  Peraza 
se  ha  dignado  manifestar  su  aprobación  A  estas  ideas  en  la  siguiente 
manera  :  «  \o  nos  dejan  pasar  sin  su  correspondiente  distingo,  los  críticos 
españoles  nuestros  juicios  acerca  de  la  manera  cruel  con  que  se  llevó  á 


198  PKREZ   VERDÍA 

Pero  la  humanidad,  destinada  á  marcliar  progresiva- 
mente  á  su  destino,  no  ha  alcanzado  de  un  golpe  todas  las 
verdades  que  deben  dirigirla,  sino  que  extraviada  frecuen- 
temente por  diversas  causas,  ha  caminado  poco  á  poco, 
abandonando  diariamente  lo  que  hasta  allí  había  tenida 
por  bueno.  «  Las  paradojas  de  la  víspera  son  las  verdades 
del  día  siguiente.  » 

De  aquí  resulta  que  los  hechos  históricos  se  juzguen  no 
sólo  con  arreglo  á  las  verdades  eternas,  sino  también  con- 
forme á  las  circunstancias  y  al  espíritu  de  su  época ;  de 
manera  que  no  podemos  excusarnos  de  tomar  en  cuenta 
las  ideas  dominantes  en  el  siglo  xvi  para  formarnos  un 
juicio  exacto  de  la  conquista  de  nuestra  patria. 

Así  como  en  la  antigua  Grecia  eran  tenidos  por  bárbaros 
todos  los  pueblos  que  no  pertenecían  á  ella  ni  estaban  por 
lo  mismo  representados  en  el  congreso  de  las  Anfictiones, 
de  igual  modo  en  la  edad  media  eran  considerados  todos 
aquellos  que  no  profesaban  la  religión  catóHca. 

De  este  error  provino  la  creencia  de  los  monarcas  cató- 
licos de  que  estaban  autorizados  para  despojar  á  las  na- 
ciones americanas,  y  de  este  error  también  nació  el  duro 
tratamiento  que  los  conquistadores  dieron  álos  naturales  ; 
pues  suponían  que  todo  les  era  lícito  tratándose  de  infieles, 
y  por  eso  se  ve  con  cuánta  frecuencia  los  engañaban^  los 
robaban  y  les  hacían  todo  género  de  iniquidades.  Las  islas 


cabo  la  conquista  del  N.  Mundo.  Quieren  ellos  que  por  no  empañar  la 
más  perdurable  gloria  de  Kspafia  les  ayudemos  á  justificar,  en  considera- 
ción á  los  tiempos  y  d  las  ideas  que  presidieron  á  a<iuella  empresa,  los 
medios  (luc  para  realizarla  emplearon.  Y  me  gusta,  me  ref:ocija  y  hasta 
vo  j  á  decir  (porque  lo  siento)  que  me  enorgullece  el  encontrar  en  Vd.  briosas 
y  tonantes  las  ideas  que  en  este  particular  abrigo  y  profeso.  Yo  no  sólo 
no  justifico  ni  atenúo  la  manera  con  que  España  conquisU)  la  tierra  que 
descubrió  Colón,  sino  que  condenado  tengo  en  mi  conciencia  y  en  modo 
absoluto  el  mismo  principio  de  conquista  y  lo  condeno  en  los  siglos  en 
que  se  apoyaba  en  la  idea  de  Dios,  como  ahora  lo  rechazo  en  el  presente 
siglo  en  que  por  razón  se  le  atribuye  la  idea  del  progreso.  >» 


HISTOHIA    DE   MÉXICO  199 

de  las  Antillas  colonizadas  por  los  españoles,  bien  pronto 
quedaron  despobladas  en  virtud  del  duro  trato  que  los 
colonos  les  daban  á  los  naturales  y  del  trabajo  excesivo 
que  les  imponían,  de  manera  que  ya  en  el  año  de  1308  ca- 
recían de  brazos  para  el  trabajo,  por  lo  que  empezó  á  des- 
arrollarse una  escandalosa  piratería.  Al  principio  con  enga- 
ños y  promesas,  desput^  por  la  fuerza,  llevaban  indios  de 
las  otras  islas,  arrebatándolos  de  sus  bogares  y  de  sus 
pacíficas  tareas  para  berrarlos  como  esclavos,  venderlos  y 
hacerlos  perecer  bien  pronto. 

Para  que  se  conozca  toda  la  infamia  de  tales  procedi- 
mientos, me  basta  recordar  que  Guzmán  daba  en  Panuco 
ochenta  indios  por  una  yegua  y  cambiaba  un  hombre  por 
un  queso,  y  referir  el  siguiente  hecho  que  describen  el 
infatigable  é  inmortal  apóstol  Las  Censas  y  el  cronista  He- 
rrera. En  las  costas  de  Cumaná  se  establecieron  dos  reli- 
giosos de  la  Orden  de  Santo  Domingo  que  bien  recibidos 
por  sus  moradores,  predicaron  lá  verdadera  fe,  siendo  do 
todos  queridos  y  respetados.  Llegó  un  buque  español  de 
los  que  recorrían  aquellos  mares  esclavizando  ¿los  isleños; 
pero  los  habitantes  de  Cumaná  en  vez  de  huir  como  otras 
veces,  fuertes  con  el  apoyo  de  los  virtuosos  religiosos,  que 
les  inspiraron  confianza,  recibieron  con  señales  de  afecto 
á  los  tripulantes  del  buque.  Después  de  varios  días  de  tra- 
tarse amistosamente,  los  españoles  invitaron  al  cacique,  á 
su  familia  y  á  otros  indios  principales  para  (|ue  fuesen  á 
comer  al  buque;  el  cacique  que  estaba  ya  bautizado  y 
tenía  el  nombre  de  Alfonso,  lo  consultó  con  los  religiosos, 
quienes  le  aconsejaron  y  aun  le  rogaron  que  aceptase  la 
invitación ;  pero  apenas  bahía  entrado  en  el  navio  con  su 
esposa  y  diez  y  siete  personas,  cuando  levaron  anclas  y 
amenazándolos  con  sus  espadas  para  que  no  se  arrojaran 
al  mar,  se  dieron  á  lávela  llegando  á  Santo  Domingo  donde 
trataron  de  venderlos;  mas  los  jueces  lo  impidieron,  y 
pretextando  que  los  habían  cautivado  sin  licencia,  se  los 


200  PÉRBZ    VEIRDÍA 

repartieron  entre  ellos  haciéndolos  esclavos.  Entre  tanto 
los  indios  de  la  costa  que  vieron  semejante  engaño, 
creyendo  que  los  pobres  frailes  eran  cómplices,  trataron 
de  matarlos ;  pero  como  pasó  por  allí  casualmente  otro 
navio,  escribieron  al  prelado  avisándole  que  habían  con- 
venido los  indios  en  esperar  cuatro  meses,  y  si  al  cabo  de 
ese  término  no  devolvían  a  los  cautivos,  los  matarían  á 
ellos.  Honda  sensación  causó  la  iniquidad  de  los  piratas  y 
el  peligro  de  los  religiosos,  así  es  que  fray  Pedro  de  Cor- 
dova  y  otras  personas  influentes  requirieron  á  los  jueces 
para  que  castigasen  á  los  salteadores  y  devolviesen  al 
punto  á  los  engañados  indios ;  pero  aquellos  venales,  que 
eran  Marcelo  de  Villalobos,  Juan  Ortiz  de  Matienzo  y  Lucas 
Vázquez  de  Aillón,  ni  hicieron  justicia  ni  volvieron  á  los 
desgraciados  que  se  habían  apropiado,  de  manera  que  ha- 
biendo trascurrido  en  vano  los  cuatro  meses,  sacrificaron 
á  los  rehgiosos  á  quienes  tanto  acusaban  las  apariencias, 
«  siendo  así  aquellos  frailas,  como  dice  Quintana,  mártires 
no  de  la  J)arbarie  é  idolatría  india,  sino  de  la  alevosía  y 
codicia  de  los  europeos  ». 

Si  así  obraban  los  Magistrados,  ¡  con  razón  el  obispo 
ilustre  de  Chiapas  les  llama  «  Adelantados  porque  se 
adelantaban  en  hacer  males  y  daños  gravísimos  á  gentes 
pacíficas !  » 

Siendo  pues  las  expresadas  ideas,  las  de  aquel  tiempo  y 
no  reconociendo  límites  el  derecho  de  la  guerra ^  pues  ni 
en  Europa  se  conocían  aun  siquiera  las  doctrinas  de  Hugo 
Grocio,  hay  que  reconocer  que  la  conquista  de  México  se  • 
llevó  á  cabo  sin  la  crueldad  que  pudieron  emplear  y  que 
de  hecho  usaron  otros  conquistadores.  En  nada  disminuye 
esto  la  responsabilidad  de  Cortés  por  la  mutilación  de  los 
tlaxcalteca,  la  matanza  do  Cholollán,  la  perfidia  que  empleó 
con  Motecuhzoma,  la  crueldad  con  que  trató  á  Cuauhpo- 
poca  y  compañeros,  la  carnicería  que  hizo  su  teniente 
Alvarado,  el  suplicio  de  Cuauhtemoc,  el  robo  de  los  teso- 


|Í*5;.^P?Í  WI-. .  ■  t;UV^-i  J,cJ,-      ■.,     ^.^.->'7""-''''. '  .''^!W' 


HISTORIA    DE   MÉXICO  201 

ros,  y  otros  muchos  jacios  de  pillaje  y  de  licencia  que  sin 
razón  cometió  ;  pues  el  expresado  juicio  es  puramente  re- 
lativo. 

Inmensos  fueron  los  beneficios  que  reportó  el  país  con 
la  comunicación-  europea,  como  inmensa  era  la  super¡ori« 
dad  de  esta  civilización  respecto  de  la  mexicana ;  pero, 
¿  acaso  los  indígenas  fueron  los  que  más  se  aprovecharon 
de  ella?  ¿no  se  habría  podido  introducir  en  Anáhuac  la 
moderna  civilización  y  la  fe  cristiana  por  otros  medios  que 
por  los  empleados  en  la  conquista  ? 

Con  respecto  á  la  persona  del  conquistador  D.  Her- 
nando Cortés,  bien  puede  considerársele  como  uno  de  los 
primeros  generales  de  su  siglo,  pues  reunía  todas  aquellas 
prendas  que,  en  sentir  del  Orador  romano,  constituyen 
un  distinguido  jefe;  con  un  valor  nunca  desmentido,  una 
serenidad  asombrosa,  fecundo  en  recursos  y  estratagemas, 
con  un  talento  político  poco  común,  una  energía  inque- 
brantable y  un  ¡limitado  ascendiente  sobro  los  que  le  ro- 
deaban, no  cabe  duda  que  es  una  figura  histórica  del  más 
alto  relieve. 

Sin  embargo,  ya  que  es  necesario  al  historiador  referir 
todos  los  hechos  para  que  se  forme  un  verdadero  juicio, 
tengo  para  mí  que  tan  esclarecidas  dotes,  se  hallaban  obscu- 
recidas por  gravísimos  defectos,  defectos  que  rebajan  en 
gran  manera  el  mérito  de  la  flgura  y  le  quitan  enteramente 
el  respeto  que  debe  rodear  á  los  grandes  hombres. 

Cortés  carecía  completamente  de  moralidad.  En  sus 
banderas  llevaba  un  lema  semejante  al  de  Constantino  ; 
pero  en  sus  acciones  se  olvidaba  de  él ;  hacía  creer  que  su 
empresa  era  meritoria,  porque  la  asemejaba  á  una  cruzada ; 
porque  tenía  por  fin  el  introducir  el  Evangelio  en  naciones 
infieles,  el  sacar  de  la  idolatría  á  millares  de  pueblos,  el 
quitar  las  bárbaras  costumbres  de  la  idolatría ;  pero  esto 
era  en  realidad  muy  secundario  :  su  fin  principal  era  saciar 
su  codicia  y  sed  de  mando,  poseer  el  oro  americano  y  ob- 


202  PRReZ    VBRDÍA 

tener  altos  puestos.  Únicamente  así  áe  explica  no  sólo  su 
conducta  en  la  guerra,  sino  el  hecho  de  que  varios  años  más 
tarde  no  había  ediOcado  un  solo  templo^  mientras  tenía  ya 
inmensos  palacios  y  abundantes  bodegas.  Años  después 
fué  caritativo  y  bondadoso  con  los  indios. 

Él  sabía  muy  bien  cubrir  su^  actos  con  el  barniz  de  la 
hipocresía ;  y  así  como  renunció  el  mando  en  Veracruz, 
para  que  se  lo  concediesen  de  nuevo  sin  dependencia  de 
Velázquez,  del  mismo  modo  únicamente  invocaba  la  predi- 
cación cristiana  para  hacer  su  causa  -más  popular. 

Estos  mismos  medios  empleó  en  todas  sus  negociaciones, 
no  sólo  con  los  enemigos,  sino  aun  con  sus  mismos  solda- 
dos, y  así  por  tal  de  apoderarse  de  algún  oro,  les  obligó  en 
Tlaxcala  á  entregarle  con  fútiles  pretextos  elque  habían 
logrado  escapar  en  la  noche  triste  y  aun  cambiarles  ocul- 
tamente los  cautivos  apropiándose  los  mejores. 

Su  vida  licenciosa  es  la  mejor  muestra  de  que  carecía 
de  virtudes  privadas  y  el  hecho  de  haber  matado  perso- 
nalmente á  su  esposa  doña  Catalina  Xuares  Marcayda, 
demuestra  evidentemente  que  todo  lo  sacrificaba  á  su  ambi- 
ción sin  que  el  crimen  mismo  le  detuviera;  pues  no  satis- 
faciendo ya  á  su  elevada  posición  aquella  humilde  mujer 
con  quien  había  casado  muchos  años  antes,  quiso  enlazarse 
con  una  noble  estirpe  de  España,  aunque  para  conseguirlo 
tuviera  que  cometer  un  horrible  uxoricidio. 

Pasados  los  primeros  días  del  triunfo,  é  importunado 
Cortés  por  sus  soldados  que  le  pedían  más  oro  del  que  se 
les  había  repartido,  resolvió  enviarles  á  expedicionar  á  íin 
de  que  la  expectativa  de  las  nuevas  conquistas  les  com- 
pensara sus  afanes,  y  con  este  fin  mandó  á  Gonzalo  de 
Sandoval  con  treinta  y  cinco  caballos,  doscientos  infantes 
y  muchos  auxiliares  á  sujetar  las  provincias  de  Tontepec, 
Huatuxco  y  Aulicaba,  y  al  teniente  de  Segura  de  la  Fron- 
tera con  doce  soldados  de  caballería,  ochenta  de  infantería 
y  los  inseparables  aliados  á  la  provincia  de  Huaxyacac. 


II  ll  .fpp  J.i' 


HISTORIA    DE    MÉXICO  203 

Así  se  fué  ensanchando  la  dominación  de  los  españoles  en  el 
vasto  territorio  mexicano,  fundándose  nuevas  poblaciones; 
pues  ya  á  los  cuarenta  días  de  la  partida  de  Sandoval, 
echaba  los  cimientos  de  la  nueva  villa  de  Medellin. 

Entre  tanto  en  la  Corte,  fuerte  Diego  Velázquez  con  la 
protección  del  obispo  Fonseca,  consiguió  que  se  nombrara 
á  Cristóbal  de  Tapia  Gobernador  de  Aucva  España,  quien 
habiendo  llegado  á  Veracruz  en  diciembre  de  1521,  pidió 
que  se  le  reconociese  por  tal. 

El  Ayuntamiento  de  Veracruz  contestó  al  requerimiento 
de  Tapia  que  se  dirigiera  al  de  México  para  obrar  de  con- 
suno y  entre  tanto,  el  12  de  diciembre,  hizo  Cortés  que  los 
Procuradores  de  la  ciudad,  el  Alcalde  y  Regidores,  por 
ante  Escribano  le  intimasen  que  no  abandonara  la  pobla- 
ción por  presentarse  ante  el  recién  venido,  pues  ellos  lo 
harían  y  examinarían  las  provisiones.  Ante  aquella  ficción, 
encaminada  á  cubrir  las  apariencias,  cedió  el  Conquista- 
dor, por  lo  que  salieron  luego  Pedro  de  Alvarado  Alcalde  y 
Procurador  de  Temixtitán,  como  llamaban  á  México, 
Gonzalo  de  Sandoval  y  Diego  de  Soto  representantes  de 
Cortés,  dirigiéndose  á  Cempoala  donde  reunidos  con  Fran- 
cisco Álvarez  Chico,  Alcalde  de  Veracruz,  y  con  los  Regi- 
dores Jorge  de  Alvarado  y  Ramón  Cuenca,  con  el  Factor 
Bernardino  Vázquez  de  Tapia,  con  el  Regidor  y  Procurador 
de  Segura  de  la  Frontera  Cristóbal  Corral,  y  con  el  de 
Medellín  Andrés  de  Monjaraz,  celebraron  una  entrevista 
con  el  nuevo  Gobernador. 

Allí  apelando  siempre  al  formulismo,  protestaron  obe- 
diencia á  las  reales  provisiones,  besándolas  y  poniéndolas 
sobre  sus  cabezas ;  pero  manifestaron  que  siendo  falsas 
las  relaciones  que  las  habían  motivado,  suplicaban  de  ellas 
ante  sus  Majestades  :  «  obedézcanse  pero  no  se  cum- 
plan »,  y  como  no  había  sobre  los  Consejos  municipales 
otra  autoridad  superior  que  la  del  Rey  ni  estaban  deta- 
lladas por  ley  alguna  las  atribuciones  de  los  funcionarios, 


-J.'Ufci^^j^U,^ 


204  PÉRRZ   VERDÍA 

Tapia  tuvo  que  ceder,  contentándose  con  pedir  testimonio 
de  cuanto  había  pasado.  Después  fué  á  Coyohuacán  en 
donde  el  teniente  de  la  villa,  Álvarez  Chico,  le  mandó 
que  abandonase  luego  la  Nueva  España  por  convenir  así 
al  servicio  del  Rey  ;  mandamiento  que  hizo  efectivo  el 
Alguacil  mayor  Sandoval.  Cortés  burlóse  de  Velázquez  lo 
mismo  por  las  armas  que  por  las  triquiñuelas  jurídicas  ! 

En  el  mes  de  mayo  siguiente  envió  á  Alonso  de  Ávila 
y  Antonio  Quiñones  con  una  carta  del  ejército  y  ricos 
presentes  para  el  Emperador;  pero  fué  desgraciada  esta 
comisión,  pues  Quiñones  murió  en  una  riña  que  tuvo  en 
las  Azores,  y  el  oro  y  joyas  cayeron  después  en  poder  del 
corsario  francés  Juan  Florín. 

Entre  tanto  en  la  Corte  se  agitaba  ante  el  Regente  Adriano 
de  Utrech  la  cuestión  entre  los  partidarios  de  Velázquez 
favorecidos  por  el  Obispo  de  Burgos,  y  los  de  Cortés  á 
quienes  protegía  el  duque  de  Béjar:  pero  no  llegó  el  Re- 
gente á  dij'imirla  por  su  exaltación  á  la  cátedra  de  San 
Pedro  ;  mas  Carlos  V  que  regresó  por  entonces  á  España, 
después  de  oir  á  un  Consejo  que  al  efecto  formó,  resolvió 
que  no  se  mezclasen  en  los  negocios  de  la  Nueva  España 
el  Obispo  de  Burgos  ni  el  Gobernador  de  Cuba,  y  con  fecha 
IS  de  octubre  de  1522  le  expidió  á  Cortés  en  Valladolid  el 
título  de  Capitán  general  y  Gobernador  de  la  comarca, 
asignándole  un  sueldo  competente. 

Vencedor  de  sus  enemigos  en  la  Corte  y  dueño  del  país, 
D.  Hernando  se  ocupó  entonces  en  reedificar  la  capital  en 
el  mismo  sitio  que  antes  ocupaba,  pues  no  obstante  su 
mala  posición,  prevalecieron  en  su  ánimo  los  deseos  de 
que  la  moderna  ciudad  sustituyera  á  la  antigua  con  ven- 
taja. 

Dividió  en  dos  partes  el  suelo  en  que  se  iba  á  edificar, 
destinando  el  centro  á  los  españoles  ;  distribuyó  en  manza- 
nas toda  aquella  extensión,  dividiólas  manzanas  en  solares 
que  adjudicó  á  los  que  se  asentaran  por  vecinos  de  la 


HISTOBIA    DE   MÉXICO  205 

nueva  villa,  formando  la  tj*aza  ó  plano  de  la  ciudad,  cuyo 
perímetro  estaba  limitado  al  Norte  por  las  calles  que  hoy 
se  llaman  de  los  Plantados,  Puente  del  Cuervo,  Chico- 
nautla.  Cocheras,  iglesia  de  Santo  Domingo,  Misericordia 
hasta  el  Puente  del  Zacate  ;  al  Sur  por  la  plaza  de  las 
Vizcaínas,  Tornito  de  Regina,  San  Gerónimo,  cuadrante 
de  San  Miguel,  Buena  Muerte  y  San  Pablo ;  al  Oriente  por 
las  de  Muñoz,  Curtidores,  Danza,  Talavera,  Santa  Ifigenia, 
Albóndiga,  Santísima,  hasta  el  callejón  del  Armado  ;  y  por 
el  Poniente,  Puente  del  Zacate,  Rejas  de  la  Concepción, 
Puente  de  la  Maríscala,  Santa  Isabel;  S.  Juan  de  Letrán, 
Hospital  Real,  y  i*,  2.*,  y  3.*  de  San  Juan.  Dedicó  para 
la  construcción  de  las  casas  y  edilicios  un  número  tan 
considerable  de  indígenas,  que  el  padre  Motolinia  lo  com- 
para al  de  los  operarios  del  gran  templo  de  Salomón,  con- 
siderando esta  faena  como  una  de  las  plagas  que  tuvieron 
que  sufrir  los  naturales,  pues  sin  sueldo  tenían  que  trabajar 
sin  descanso. 

Ocupado  el  Conquistador  en  semejantes  tareas,  así  como 
en  hacer  los  repartimientos  de  los  indios  y  en  ensanchar 
sus  dominios,  pasó  los  dos  años  siguientes.  Entre  los 
capitanes  que  envió  á  expedicionar,  Juan  Alvarez  Chico  y 
Alonso  de  Ávalos  fueron  á  Colima ;  Gonzalo  de  Sandoval 
á  Tochtepec,  Huatuxco  y  Aulicapan,  Rodrigo  Rangel  y 
Pedro  de  Ircio  á  la  Villa  Rica ;  Orozco  d  Oaxaca  y  Cristó- 
bal de  Olid  á  Michoacán,  extendiendo  así  diariamente  y 
por  todas  partes  la  conquista  de  aquel  extenso  país,  cuya 
defensa  quedó  reducida  á  los  esfuerzos  aislados  de  algunas 
belicosas  tribus  que  con  todo  su  heroísmo  no  pudieron 
resistir  en  detalle,  aquella  oleada  avasalladora  que  el 
mismo  Imperio  no  fué  capaz  de  contener.  En  el  año  do 
1523  mandó  á  Olid  con  cinco  buques  y  cuatrocientos  sol- 
dados á  conquistar  otras  provincias  llamadas  las  Ilibucras 
que  se  decía  eran  riquísimas ;  pero  al  pasar  Olid  por  la  isla 
de  Cuba  se  dejó  ganar  por  los  partidarios  de  Velázquez, 


r^'^^A' 


206  PÉREZ    VEBDÍA 

de  manera  que  se  rebeló  contra  Cortés  é  hizo  la  empresa 
por  su  propia  cuenta. 

Don  Hernando  que  tal  cosa  supo  por  el  Factor  Gonzalo 
de  Salazar  que  llegó  de  Cuba  en  principios  de  octubre  de 
1524  mandó  luego  en  persecución  del  rebelde  á  Francisco 
de  las  Casas  que  con  ciento  cincuenta  hombres  y  dos 
buques  se  dio  á  la  vela  en  Veracruz.  Cuando  se  presentó 
en  las  Hibueras,  Ohd  estaba  con  pocas  tropas,  por  haber 
mandado  las  más  contra  Gil  González  de  Ávila  que  también 
trataba  entonces  de  hacer  conquistas  en  aquel  territorio  ; 
pero  habiendo  pasado  algunos  días  en  los  requerimientos 
que  hacía  á  aquellos  beligerantes  el  bachiller  Pedro  Mo- 
reno en  nombre  de  la  Audiencia  de  la  Española  para  que 
no  se  hostilizasen,  un  recio  temporal  destruyó  las  naves  de 
Casas,  con  lo  que  Olid  logró  derrotarlo  y  aun  hacerlo  píri- 
sionero  lo  mismo  que  á  su  otro  enemigo  González  de 
Ávila.  Tranquilo  con  este  resultado  Olid  vivía  en  la  villa 
de  Naco,  cuando  puestos  de  acuerdo  los  soldados  fieles  de 
Cortés  formaron  una  conspiración  y  en  una  noche  después 
de  la  cena,  se  arrojaron  sobre  él  varios  de  los  conjurados 
y  le  dieron  de  puñaladas;  aunque  logró  evadirse  grave- 
mente herido,  bien  pronto  fué  encontrado,  y  formándole 
un  breve  proceso  le  cortaron  la  cabeza.  Concluida  de  esa 
suerte  la  campaña  de  Casas,  dejó  fundada  la  villa  de  Tru- 
jillo  y  se  volvió  para  México ;  pero  Cortés  no  satisfecho 
con  mandar  á  aquel  capitán  salió  personalmente  á  castigar 
á  su  teniente,  abandonando  la  capital  en  12  de  octubre 
de  1524  con  un  ejército  de  ciento  cincuenta  dragones  y  otros 
tantos  infantes,  con  tres  mil  aliados  y  llevando  consigo  á 
los  reyes  prisioneros  de  México,  Acolhuacán  y  Tlacopán. 

Partió  primero  para  Coatzacoalco,  en  donde  permaneció 
algún  tiempo,  pasando  de  allí  por  el  territorio  de  Tabasco 
hasta  llegar  á  Itztapán  de  donde  siguieron  para  Honduras, 
caminando  por  terrenos  pantanosos,  interceptados  por  cau- 
dalosos ríos  ó  bien  por  montañas  elevadas,  careciendo  de 


HISTORIA    DE    MÉMCO  207 

víveres  y  sufriendo  mil  contrariedades.  Por  fin  llegó  aquel 
ejército  frente  de  Naco,  sin  haber  encontrado  á  Casas  ni 
haber  recibido  en  tan  dilatado  viaje  de  quinientas  leguas, 
ning-una  noticia,  y  ya  se  preparaba  á  romper  las  hostili- 
dades, cuando  recibió  la  buena  nueva  de  la  muerte  deOlid 
y  sumisión  de  sus  fuerzas. 

En  este  viaje  y  cuando  llegaba  á  Izancanac,  cansado 
ya  de  sus  reales  prisioneros,  pretextando  que  conspi- 
raban, los  mandó  ahorcar  el  martes  de  carnaval,  25  de 
febrero  de  1525.  Cuando  le  avisaron  esta  resolución  á 
Cuauhtemoctzín,  recibió  con  indiferencia  la  noticia  de  su 
inmediata  muerte,  protestando  de  su  inocencia  y  ame- 
nazando á  su  verdugo  con  que  Dios  le  tomaría  cuenta ; 
pues  había  recibido  las  aguas  del  bautismo  con  el  nombre 
de  Fernando  y  manifestaba  ser  un  buen  creyente.       ' 

Horrible  y  nuevo  crimen  que  mancha  la  memoria  de 
Cortés  sin  que  encuentre  disculpa  alguna,  pues  á  más  de 
que  pudo  fácilmente  separar  á  aquel  príncipe  de  su  pueblo 
remitiéndolo  á  España,  no  era  ni  verosímil  una  conspira- 
ción en  aquellos  momentos,  cuando  se  encontraban  tan 
distantes  de  México  (1). 


(1)  Fecundo  recurso  para  los  tiranos  ha  sido  siempre  el  de  las  conjura- 
ciones. Francisco  Pizarro  después  de  haber  invitado  A  Atahualpa,  Inca 
del  Perú,  para  que  tuviese  con  él  una  pacífica  entrevista  en  Caxamnlca, 
diciéndole  que  lo  recibiría  como  amigo  y  hermano,  lo  sorprende  al  pre- 
sentarse inerme  y  lo  cautiví'»  el  Ifi  de  noviembre  de  1532,  cometiendo 
una  horrible  felonía;  y  después  de  haberle  ofrecido  su  libertad  por  un 
fuerte  rescate,  y  de  haber  recibido  por  ella  la  enorme  suma  de  quince 
millones  y  medio  de  pesos  en  oro  y  cincuenta  y  un  mil  seiscientos  diez 
marcos  de  plata,  pretextando  una  conspiración,  lo  mandó  quemar  vivo, 
cuya  sentencia  conmutada  en  la  de  suplicio  ordinario,  se  ejecutó  el  29  de 
agosto  de  1533. 

Ñuño  Beltrán  de  Guzmán  en  la  expedición  que  hizo  para  conquistar  la 
Nueva  Galicia,  después  d^  haberle  dado  tormento  al  rey  de  Michihuacán, 
Tangoaxán  II,  por  cuyo  medio  logró  apoderarse  de  400  marcos  de  oro  y 
mil  de  plata,  pretextando  una  conspiración,  lo  quemó  vivo  en  Puruandiro 
en  febrero  del  año  de  1530 


208  PÉREZ    VERDÍA 

El  Mapa  de  Tepechpan,  que  es  una  historia  sincrónica 
deTepechpan  y  de  México,  que  empieza  en  1298  y  llega 
hasta  1589,  refiere  la  muerte  de  Guauhtemoc  por  medio  de 
un  jeroglífico  en  que  aparece  el  último  monarca  aztecatl 
colgado  á  un  árhol  por  los  pies  ;  lo  cual  indica  que  ese  su- 
plicio le  fué  aplicado,  aumentando  así  la  crueldad  del  cri- 
men. 

El  rey  Carlos  V  por  cédula  de  2  de  octubre  de  1525  re- 
probó el  hecho  y  reprendió  á  Cortés. 

En  1526  Francisco  de  Montejo,  natural  de  Salamanca, 
hombre  de  estatura  mediana  y  agradable  aspecto,  alegre, 
frivolo  y  apenas  mediano  soldado,  fué  nombrado  gober- 
nador y  adelantado  de  Yucatán,  marchando  con  400  cas- 
tellanos á  dominar  el  país  que  se  le  había  confiado.  Llegó 
hasta  Tchichen-Ytza  y  aunque  al  principio  se  le  recibió  por 
los  naturales  con  indiferencia,  después  cerca  de  Ake  fué  asal- 
tado por  numeroso  ejército  durando  la  pelea  día  y  medio, 
logrando  por  fin  una  costosa  victoria,  pues  perdió  más  de 
ciento  veinte  españoles  :  en  seguida  fundó  á  Villa  Real  el 
contador  Alonso  de  Ávila,  pero  siguieron  las  batallas,  los 
conquistadores  se  vieron  abandonados  y  sin  víveres,  de 
suerte  que  después  de  una  constante  campaña  Montejo 
con  unos  cuantos  soldados  se  vio  obhgado  en  1527  á  aban- 
donar la  península  con  mil  trabajos,  conquistándola  más 
tarde  su  hijo  quien  penetro*  por  el  río  Tabasco  y  Cham- 
potón,  fundando  áMérida,  en  1542,  donde  estaba  el  pueblo 
de  Tiho.  Años  enteros  duró  la  guerra,  terminada  la  cual 
algunos  religiosos  empezaron  á  propagar  la  nueva  civili- 
zación, distinguiéndose  fray  Jacobo  Testera,  fray  Martín 
de  Hoja  Castro  y  fray  Luis  de  Villalpando. 

Un  año  y  siete  meses  duró  la  referida  expedición  de  las 
Hibueras,  pues  hasta  el  24  de  mayo  de  1526  el  Capitán 
desembarcó  de  vuelta  en  Yeracruz,  si  bien  tan  extenuado 
por  una  grave  enfermedad  que  padeció,  que  apenas 
pudieron  reconocerle  sus  amigos. 


I 

1 


TERCERA    PARTE 
EDAD  MBDIA 

OOBIBRNO   COLONIAL 


CAPÍTULO  PRIMERO 


Gobierno  de  los  tenientes  del  Capitán  general.  —  Graves  trastornos.  — 
Vuelta  de  Hernán  Cortés.  —  El  Licenciado  Ponce  de  León.  —  El  Licen- 
ciado Aguilar.  —  Los  oficiales  reales.  —  Llegada  de  los  primeros  mi- 
sioneros. —  Sus  heroicos  trabajos. 


Cuando  salió  Cortés  para  las  Hibuoras,  dejó  en  México 
gobernando  en  su  nombre  al  Licenciado  Alonso  Zuazo, 
Alonso  de  Estrada  y  Ro^f  igo  de  Albornoz ;  mas  apenas  se 
había  alejado  cuando  con  motivo  del  nombramiento  de 
un  alguacil  estalló  el  disgusto  entre  los  dos  últimos, 
llegando  al  extremo  de  echar  mano  á  las  espadas.  Súpolo 
el  Gobernador  cuando  se  hallaba  en  Coatzacoalco  y  para 
remediar  el  mal,  envió  de  allí  al  Factor  Gonzalo  de  Salazar 
y  ar  Veedor  Pedro  Almíndez  Chirino,  con  instrucciones 
de  separar  á  los  discolos  si  continuaban  disgustados,  ó 
bien  de  asociarse  á  ellos  gobernando  los  cinco  de  común 

14 


210  PÉREZ    VERDÍA 

acuerdo.  En  29  de  diciembre  de  1524  presentaron  las 
provisiones  de  don  Hernando  ante  el  Ayuntamiento  de 
México  empezando  á  gobernar  desde  esa  fecba  sin  la  in- 
tervención de  Estrada  y  de  Albornoz;  pero  estos  tur- 
bulentos personajes,  mal  avenidos  con  tal  separación  del 
mando,  reclamaron  al  Ayuntamiento  en  la  sesión  del  17  de 
febrero  siguiente,  por  lo  que  se  dejó  la  decisión  al  Licen- 
ciado Zuazo,  que  declaró  que  los  cuatro  debían  reunírscle 
en  el  gobierno,  según  lo  había  dispuesto  el  Capitán  general. 
Á  pesar  de  las  protestas  y  amenazas  de  Salazar  y  su  com- 
pañero, Estrada  y  Albornoz  siguieron  reconocidos  hasta  el 
19  de  abril  en  que  Rodrigo  de  Paz,  Alguacil  mayor  y  apo- 
derado de  Cortés,  hizo  declarar  por  linicos  gobernantes  á 
Salazar  y  Chirino. 

Éstos  para  conseguir  la  protección  de  Paz,  que  á  la  in- 
fluencia de  su  cargo  añadió  la  de  tener  los  bienes  del  Go- 
bernador, lo  hicieron  poner  preso,  y  enseñándole  en  la 
prisión  la  orden  íirmada'por  Albornoz  y  Estrada,  le  hicieron 
creer  que  ellos  eran  los  únicos  autores  de  aquel  proceder, 
ofreciéndole  ponerlo  en  libertad,  como  en  efecto  lo 
hicieron,  si  se  declaraba  en  favor  de  ellos. 

De  esta  intriga  provino  el  citado  acuerdo  del  Alguacil ; 
pero  Zuazo  no  conforme  con  él  protestó  enérgicanente,  por 
lo  cual  en  el  mes  de  mayo  fué  puesto  preso  por  orden  de 
«iK  colegas  y  conducido  á  Veracruz  á  fin  de  embarcarlo 
para  Cuba. 

Pocos  días  después  salió  Chirino  de  México  con  'cin- 
43uenta  dragones  y  aprehendió  á  Estrada  y  Albornoz  que 
iban  á  conducir  á  Medellín  cierta  cantidad  de  oro ;  de  ma- 
iiera  que  una  voz  dueños  del  poder  estos  dos  tiranos,  diri- 
gieron todos  sus  tiros  contra  Rodrigo  de  Paz  á  quien  ya  no 
•necesitaban  ni  temían. 

Hicieron  correr  la  voz  de  que  don  Hernando  Cortés  había 
muerto,  y  no  sólo  le  hicieron  las  correspondientes  «honras, 
^rno  que  mandar9n  castigar  con  veinticinco  azotes  á  «todo 


HISrmUA.  DE  MÉJICO  2ii 

el  que  fie  manifestara  dudoso  de  la  verdad  de  tal  norticia. 

Como  coAfiecaencia  de  la  muerte  del  Gobernador,  los 
tenientes  exigieron  de  Paz  que  les  en&regaira  sesenta  mil 
pesos  que  decían  dekia  Cortés  al  erario.;  pero  como  aquél 
se  armó  y  fortificó  en  sus  casas^  el  17  de  agosto  de  iS25 
se  turbó  la  tranquilidad  pública,  y  se  babrían  batido 
aquellos  contendientes,  si  las  influencias  de  Estrada  y  de 
los  religiosos  no  hubiesen  becbo  deponer  las  armas  al 
apoderado  del  Conquistador. 

€on  cato  no  «ólo  robaron  Cbirino  y  Salazar  ima  poBoión 
de  objetos  y  alhajas  de  valor,  sino  que  dieron  además 
tormento  al  desgraci  ado  Alguacil,  quemándole  los  pies  á 
fuego  lento  para  que  dijese  dónde  se  hallaban  los  tesoros 
que  tenía  á  su  cargo. 

Y  todavía  no  contentos  con  tanta  crueldad,  con  «1  pre- 
texto de  que  conapiraba  contra  el  orden  establecido,  lo 
hicieron  ahorcar  pocos  días  después.  Entonces  ya  no  re- 
conoció freno  el  despotismo  de  aquellos  dos  hombres  : 
impusieron  nuevos  gravámenes,  mandaron  á  las  provin- 
cias á  sacar  oro  {>or  cuantos  medios  pudiesen  emplearse, 
persiguieron  á  los  partidarios  de  Cortés,  condenaron  á  la 
última  pena  á  Francisco  de  las  Casas  por  la  muerte  que 
había  dadoá  OHd,  remitiéndole  preso  á  España  con  el  pro- 
ceso, y  cometieron  otros  mil  excesos,  con  los  que  disgus- 
taron de  tal  suerte  á  los  vecinos  que  muchísimos  se  refu- 
giaron en  el  convento  de  San  Francisco. 

Chirino  salió  con  dirección  á  Oaxaca  en  donde  los  indios 
se  habían  rebelado  dando  muerte  á  muchos  españoles  que 
explotaban  las  minas  de  aquella  provincia,  con  cuyo  mo- 
tivo Salazar  gobernaba  solo  en  México.  Mas  el  licenciado 
Zuazo  escribió  de  Cuba  á  Cortés  una  relación  de  los  tras- 
tornos ocurridos,  así  es  que  apesadumbrado  con  aquellas 
noticias,  activó  su  vuelta  y  mandó  luego  á  Dorantes  con 
la  destitución  de  aquellos  tenientes  nombrando  en  lugar 
de  ellos  á  Casas. 


212  PÉREZ    VERDÍA 

Llegó  esta  nueva  á  México  el  día  28  de  enero  de  i 526, 
y  como  el  nombrado  no  se  encontraba  allí,  todos  sus  par- 
ciales eligieron  para  sustituirle  á  Andrés  de  Tapia  que  en 
unión  de  Jorge  de  Alvarado  reunieron  poco  más  de  qui- 
nientos hombres  con  los  que  marcharon  sobre  el  palacio 
de  Hernán  Cortés,  en  donde  estaba  fortificado  el  factor  ; 
éste  habló  con  Tapia  y  como  en  esos  momentos  don  Luis 
de  Guzmán  jefe  de  la  artillería  de  Salazar,  temeroso  de  ser 
atacado  por  la  espalda,  la  hizo  meter  á  la  casa  cerrando  la 
puerta  precipitadamente,  la  gente  que  quedó  afuera  tomó 
luego  el  partido  de  los  asaltantes^  que  luego  abrieron  di- 
versas entradas  quedando  después  de  una  ligera  resisten- 
cia dueños  del  palacio  y  de  la  persona  de  Salazar.  Pasea- 
ron á  éste  cargado  de  cadenas  por  las  celles,  poniéndolo 
preso  en  una  jaula  de  vigas  en  donde  recibía  diariamente 
las  burlas  de  la  plebe,  y  como  su  compañero  Chirino  había 
salido  para  Oaxaca,  fué  Tapia  en  su  persecución,  logrando 
aprehenderlo  en  el  convento  de  San  Francisco  de  Tlaxcala 
©n  donde  se  había  refugiado;  conducido  á  México  fué 
puesto  en  otra  jaula  igual  á  la  de  su  colega  y  cómplice. 

La  consecuencia  de  aquel  triunfo,  fué  la  de  todas  las 
reacciones  políticas  :  que  quedaran  en  el  poder  Estrada  y 
Albornoz  quienes  cometieron,  con  los  parciales  del  bando 
vencido,  injusticias  semejantes  á  aquellas  de  que  poco 
antes  ellos  se  quejaban,  pues  por  haberse  dicho  que  los 
amigos  de  los  enjaulados  trataban  de  mover  un  alboroto, 
ocurrieron  nuevas  y  crueles  venganzas. 

En  semejante  estado  de  trastorno  y  de  inquietud,  llegó 
Cortés  de  Honduras  el  20  de  junio  de  1526  recibiendo  tanto 
en  la  capital  como  en  su  tránsito,  mil  muestras  de  afecto 
de  la  población  que  esperaba  que  bajo  su  gobierno  rena- 
ciera la  ptiz  y  la  Iraüíjuitidad. 

Entre  tanto  habían  llegado  ala  Corte  las  noticias  de  los 
gi-aves  ilcsórJenes  ocurridos  juntamente  con  mil  quejas 
del  Gobernador  y  Capitán  general,  á  quien  acusaban   no 


HISTORIA    DE   MÉXICO  213 

sólo  (le  retener  el  tesoro  de  Motecuhzoma  y  de  dar  falsos 
informes  sobre  las  tierras  recientemente  conquistadas, 
sino  también  de  que  trataba  de  alzarse  con  la  Gobernación, 
haciéndose  independiente  del  emperador  Carlos  V.  Resul- 
tado de  tan  extraordinarias  noticias,  fué  que  se  nombrara 
al  licenciado  Luis  Ponce  de  León  Juez  de  residencia  para 
que  se  la  tomase  á  Cortés  y  desempeñara  el  cargo  de  Go- 
bernador por  todo  el  tiempo  que  aquélla  durase. 

Llegó  á  Veracruz  el  nuevo  gobernante  en  fines  de  junio 
de  1326  entrando  á  México  el  día  2  de  julio,  y  siendo  per- 
fectamente recibido  por  el  Gobernador,  tomó  posesión  de 
su  cargo  presentando  sus  provisiones  el  día  4  del  mismo 
mes ;  pero  apenas  había  pasado  esto  cuando  enfermó 
gravemente  de  una  fiebre  maligna,  por  lo  que  el  lunes  16 
sustituyó  sus  poderes  y  facultades  en  la  persona  del 
licenciado  Marcos  de  Aguilar,  habiendo  fallecido  álos  cua- 
tro días. 

Se  suscitó  entonces  no  sólo  una  injusta  sospecha  deque 
Cortés  le  había  ocasionado  la  muerte,  sino  la  grave  cues- 
tión acerca  de  la  validez  de  la  sustitución,  pues  don  Her- 
nando y  sus  parciales  se  negaban  á  reconocer  la  legitimi- 
dad de  las  funciones  de  Aguilar ;  pero  lo  hicieron  al  fin 
temerosos  de  dar  con  aquel  proceder  pábulo  á  las  infun- 
dadas sospechas  que  circulaban.  Este  sustituto  ejerció  el  po- 
der hasta  el  último  de  febrero  de  1327,  en  cuyo  día  murió 
también,  sustituyendo  á  su  vez  sus  facultades  en  Alonso  de 
Estrada;  pero  si  era  dudosa  la  facultad  que  hubiera  tenido 
el  licenciado  Ponce  para  nombrar  Gobernador,  parecía  se- 
guro que  mucho  menos  la  tenía  el  sustituto  de  aquél,  así 
es  que  de  común  acuerdo  se  encargaron  del  poder  Estrada 
y  Sandoval,  con  la  restricción  de  que  no  pudieseningerirse 
en  lo  relativo  á  la  administración  de  los  indios  ni  á  la  Capi- 
tanía general,  sin  la  anuencia  y  consentimiento  de  don 
Hernando.  Así  durai^n  las  cosas  hasta  el  22  de  agosto  en 
que  recibió  cédula  real  ordenando  que  se  tuviera  por  vá- 


2M  nÍRBZ   VESmÍM 

lida  lia  auBtitución  qwe^  había  hecho  el  licenciado  Ponce  y 
la  que  hiciera  á  su»  vez  el  licenciado  Aguilar  en  caso  nece- 
sario, en  cuya  virtud  quedó  gobernando  solo  y  sin  res-^ 
triccióh  el  anti^o  tesorero  Alonso  d<e  Estrada. 

Éste  se  manifestó  encarnizado  enemigo  de  Cortés,  de 
suerte  que  por  odio  á  su  persona,  dio  libres  á  Salazary 
Ghirino  y  por  insignificant»  motivo  mandó  cortar  la  mauo 
izquierda  á  un  soldiadó  Uamado'  Cortejó  y  á  un  criado  de 
Sandoval ;  éste  y  Cortés  que  se  encontraban  en  Cuemavaca, 
ocurrieron'  precipitadlsimenOe  á  evitar  tan  gran  crueldad; 
mas-  como  ya  estaba  hecha,  su  llegada  sólo  sirvió»  para  qwe 
mediaran  serias  reclamaciones,  las  que  dieron  pretexto  á  Es- 
trada para  desterrar  de  México  al  Conquistador  por  lo  que 
se  resolvió  á  presentarse  al  Emperador.  Cuando  se  prepa- 
raba á  partir  para  España,  recibió  la  noticia  de  que  el  Rey 
había  nombrado  una  Audiencia  para  que  gobernara  la  co^ 
lonia,  pues  había  resuelto  cambiar  la  forma  de  gobierno, 
sustituyendo  al  poder  militar  el  de  los  jueces  letrados. 

Mientras  se  veriíicaban  todos  estos  sucesos,  tenían  lugar 
otros  de  más  grande  trascendencia  :  la  propagación  de  la 
fe  cristiana  por  los  misioneros. 

Apenafrse  supo  en  Europa  la  conquista  de  México,  cuando 
muchos  reUgiosos  trataron  de  venir  á  predicar  el  Evan*- 
gelío,  siendo  ft^y  Juan  de  Tecto,  fray  Juan  de  Aora  y  el 
lego  fray  Pedro  de  Grante  los  primeros  que  llegaron,  con 
las  licencias  necesarias,  pero  sin  autorización  del  Papa. 
Fray  Juan  Clapión  y  fray  Francisco  de  los  Angeles  fueron 
los  primeros  franciscanos  que  pidieron  á  la  Santa  Sede  las 
mismas  facultades  y  privilegios  que  en  otros  casos  había 
concedido,  resultando  desu  empeño  que  el  pontífice  León  X 
por  bula  del  25  de  abril  de  1321  los  autorizara  competen- 
temente para-  ejercer  su  ministerio  y  aun  desempeñar  las 
atribuciones  de  los  obispos  en  los  lugares  de  ludias  en  que 
no  Ids  hubiera.  Has  por  la  muerte  del  sucesor  de  san  Ptídro 
se  entorpeció  la  marcha  dé  los  reíteridos  relígiosoB,  con6r- 


histobul  dr  Háxico  3Í3 

mando  y  ampliando  d«9pué»  todas  las  preirpogativa»  coa- 
eüdida»  el  papa  Adriano  YI  por  bula  de  i 3  de  mayO'dre 
1S]23:;  pero  cuando^  ya  se  preparalian  á  salir  de  España, 
morió  Clapión  y  fué  electo  general  de  la  ©rden  fray  Fran- 
eieeo  de  los  Ángeles,  por  lo»  que  comisioné  para  que  le  sus- 
tituyera á  fray  Martín  de  Valencia.  Este  religioso  de^  la 
expresada  Orden  de  San  Francisco  escogió  doce  compa- 
ñeros que  fueron  fray  Francisco  de  Soto,  fray  Martín  de  la 
Coruña,  fray  José  de  la  Coruña,  fray  Juan  Xuárez^  fray 
Antonio  de  Ciudad  Rodrigo,  fray  Toribio  de  Benavente,  fray 
García  de  Gisaeros,  fray  Luis  de  Fu«rsalida,  fray  Juam  ée 
Ribas,  fray  Francisco  Ximénez,  fray  Andrés  de  Górdova  y 
fray  Juan  de  Palos,  y  sin  esperar  á  fray  José  de  la  Goruña 
que  había  partido  á  algunos  negocios  á  la  Corte,  se  em- 
barcó conitodo»  los  dismás,.  en  San  Lúcar  de^  Bacrameda  el 
2§  de  enero  de  1524..  Llegaron  á  SamJuan  de  Uliia  d 
1.3  ée  mayo  del  mismo  eiño  dirigiéndose  luego  á  pie  para 
la  capital  en  donde  Cortés  los  recibió  con  las  mayores 
Hiuestras  de  respeto  y  cariño,  Uamando  la  atención  de  lo» 
mexicaAios  aquel  pequeño  grupo  de  hombres  humildes  á 
(fufisnea  daban  los  conquistadores  tales  muestras  de  conm- 
deiracijón. 

ünaí  yez  en  México,  aquellos  beneméritos  religiosos  se 
dedicaron!  coxt  afán  al  Gumplimiento  de  sus  caritativos  de- 
beres^  celebrando  luego  una  Junta  Apostólica  formada  de 
19  religiosos,  5  clérigos  y  5  letrados  para  disponer  lo  con- 
veniente á  fin  de  desarraigar  la  idolatría;  y  sinicomprender 
palabra  del  idioma  náhuatl,  recogieron  á  todos  los  niños 
de  cierta  edad,  á  quienes  separaron*  de  sus  familia»  rete»- 
niéndoles  en  grandes  salas  en  donde  procuraron  hacerles 
comprender  algo  de  doctrina.  Entre  tanto^  con  la  comtmi- 
caciión-  y  frecuente  trato  coa  aquellos  niños,  empegaron  á 
aprender  su  iilionia  palabra  por  palabra,  comunicándose 
entre-  sí  diarieunente  sn»  adelanto»;  pero  éstos  fueron  más 
rápidos  gracias  á  un  niño  español  que  con  la  facilidad 


246  PÉREZ   VEBDÍA 

propia  de  su  edad  aprendió  primero  que  nadie  el  idioma 
mexicano,  sirviendo  desde  entonces  de  intérprete  y  predi- 
cador para  venir  á  ser  años  Aás  larde  fray  Alonso  de  Molina. 

Cuando  tu\'ieron  aquellos  verdaderos  apóstoles  algunos 
intérpretes,  y  á  consecuencia  de  la  predicación,  gran  nú- 
mero de  neóGtos  emprendieron  una  tarea  verdadera- 
mente admirable  por  la  constancia  y  laboriosidad  que  en 
ella  desplegaron. 

Reunidos  aquellos  doce  con  los  tres  que  habían  llegado 
antes  y  otros  dos  que  por  entonces  vinieron  de  las  islas, 
formaron  cuatro  provincias,  estableciéndose  el  padre  Va- 
lencia con  cuatro  religiosos  en  México  y  otros  cuatro  en 
Tlaxcala,  Texcoco  y  Huexotzinco. 

Vivían  en  sus  humildes  casas  que  más  tarde  fueron  con- 
ventos, alimentándose  con  coles  y  otras  verduras,  ó  bien 
con  manzanillas  silvestres,  «  y  cuando  en  carnaval  comían 
gallina,  dice  el  padre  Mendieta,  era  una  sola  en  toda  la 
semana,  repartiéndola  de  esta  manera  :  el  domingo  cocían 
y  comían  el  menudo  que  es  pescuezo  y  cabeza,  hígado  y 
molleja  ;  los  otros  cuatro  días  guisaban  su  cuartillo  sin  otra 
carne,  y  á  la  noche  no  cenaban,  porque  ésta  era  general 
costumbre  en  toda  la  provincia,  no  cenar,  sino  solamente 
el  domingo  alguna  poca  cosa.  Y  así  acaecía  á  algunos  reli- 
giosos á  causa  de  la  mucha  abstinencia  y  falta  de  comida, 
venir  á  tanta  flaqueza,  que  se  caían  de  su  estado  andando 
por  los  caminos.  » 

Por  la  mañana  todos  los  días  predicaban,  decían  luego 
su  misa,  en  seguida  bautizaban  á  centenares,  contándose 
que  sólo  el  padre  Motolinia  ó  Benavente  bautizó  en  su 
vida  más  de  cuatrocientos  mil,  confesaban  y  enterraban 
algún  muerto.  Por  la  tarde,  bautizaban  de  nuevo,  enseña- 
ban la  doctrina  á  los  niños,  aprendían  el  idioma  y  rezaban 
sus  oraciones,  emprendiendo  frecuentes  viajes  á  lejanos 
lugares  para  ir  extendiendo  por  todas  partes  el  conoci- 
miento de  la  religión  cristiana. 


HISTORIA    DE  MÉXICO  217 

Este  trabajo  duró  por  más  de  treinta  ó  cuarenta  años, 

en  cuyo  tiempo  se  granjearon  el  amor  de  todos  aquellos 

infelices  indios,  á  quienes,  por  otra  parte,  favorecían  en 

cuanto  estaba  á  su  alcance  contra  la  violencia  de  los  es- 

.  pañoles. 

Fundaron  la  primera  iglesia  en  principios  de  1525  en 
parte  del  lugar  que  ocupaba  el  templo  mayor  aztecatl  en 
el  sitio  donde  estaba  la  piedra  de  los  sacrificios  por  la  calle 
de  Las  Escalerillas. 

En  medio  de  tanta  desolación  é  injusticia  como  entonces 
se  veía  en  el  país,  el  ánimo  se  detiene  á  contemplar  con 
admiración  las  ejemplares  virtudes  de  aquellos  misioneros, 
que  apartados  los  ojos  de  la  ambición,  de  la  codicia  y  de 
todo  sentimiento  mundano,  plantaron  la  verdadera  civili- 
zación. Tras  de  tanta  escena  de  sangre  y  de  violencia^  el  es- 
píritu descansa  en  este  período  y  se  siente  satisfecho  de  la 
caridad  cristiana,  como  el  viajero  en  el  oasis  del  desierto. 


CAPÍTULO  11 


Llegada  de  la  primera  Audiencia.  --  Sus  graves  abusos.  —  Controver- 
sias con  el  clero.  —  El  señor  Don  Fray  Juan  de  Zumárraga.  —  Vuelta 
de  Cortés.  —  La  segunda  Audiencia.  —  Conquistas  de  Xufio  de  GuzuiAn. 


Por  cédula  del  emperador  Carlos  V  fechada  en  Burgos 
á  13  de  diciembre  de  1527,  se  mandó  establecer  en  la  ciu- 
dad de  México  una  Audiencia  compuesta  de  un  Presidente 
y  cuatro  Oidores  con  amplias  facultades  para  gobernar 
la  Nueva  España.  Fueron  nombrados  para  formarla  don 
Ñuño  Beltrán  de  Guzmán,  docto  jurisconsulto  y  goberna- 
dor de  la  provincia  de  Panuco,  colonizada  por  Francisco 
de  Garay  é  independiente  de  la  colonia,  y  los  licenciados 
Juan  Ortiz  de  Matienzo,  Diego  Delgadillo,  Alonso  de  Pa- 


218  P^REZ   VERDÍA 

rada  y  Francisco  Maldonado  qaienes  á  la  vez  qu«  con  ins- 
trüccio«espara  residenciar  á  Cortés,  traían  especial  encargo 
de  hacer  que  saliese  del  país  y  se  presentara  en  la  Corte, 

Los  Oidores  llegaron  á  Veracrua  en  6  de  diciembre  (te 
1528,  y  sin  esperar  como  se  les  había  mandado  al  Presi- 
dente á  quien  habían  llamado  de  Panuco,  se  presentaron 
en  México  pocos  días  después,  mas  como  á  los  tres  díaa 
ocurrtó  la  muerte  de  Parada  y  Maldonado,  reasumieroi? 
el  mando  los  licenciados  Matienzo  y  Delga-dillo. 

Muy  poco  tardó  en  llegar  don  Ñuño  y  aunque  en  un 
principio  se  manifestaron  justicieros,  fné  de  muy  poc» 
duración  ese  bonancible  período,  pues  mny  pronto  empe^ 
zaron  á  cometer  lodo  género  de  excesos  guiado»  por  sur 
odio  al  Conquistador  y  por  su  insaciable  codicia.  Necesin 
taron  atrepellar  descaradamente  á  los  indígenas^,  arreba- 
tándoles sus  propiedades,  para  lograr  el  fin  que  se  propo»- 
nian  de  enriquecerse  á  lodo  trance,  y  comtj  los  religiosos 
procurasen  defenderlos  afeando  la  conducta  de  sus  domi- 
nadores, llegó  á  lurbarse  la  armonía  entre  la  potestad 
civil  y  la  eclesiástica. 

En  el  año  de  1519  se  había  creado  el  Obispado  de  Santa 
María  de  los  Remedios  de  Yucatán;  en  1528  se  erigió  el 
Obispado  de  Tlaxcala  nombrándose  por  prelado  á  fray 
Julián  Garcés,  y  en  £527  fué  erigido  el  de  la  ciudad  de 
México,  nombrándose  el  día  12  de  diciembre  de  aquel  año 
por  su  primer  Obispo  á  fray  Juan  de  Zumárraga,  religioso 
franci«K!ano,  natural  de  Durango  y  guardián  del  convento 
del  Abrojo.  Una  vez  electo  Obispo,  sin  esperar  sus  bula» 
ni  su  consagración  por  las  circunstancias  de  hallarse  dis- 
gustadas las  Cortes  Romana  y  Española,  y  por  ser  muy" 
necesaria  su  inmediata  presencia  en  el  nuevo  obispado,  se^ 
embarcó  el  señor  Zumárraga  en  las  mismas  naves  en  que 
vinieron  los  Oidores  y  como  además  estaba  investido  del 
cargo  de  Protector  de  los  indios^  cuyas  funciones  no-  es- 
taban detalladas,  tuvo  necesidad  con  tal  carácter  de  o po- 


MISTOaOA»  DIS  MÉXICO  219^ 

nerse  desde  kiego  á  loa  procedimientos  de  los  gobernantes 
echándose  por  eato  toda  su  enemiatad«  Á  pesar  de  las  ór- 
denes  terminant-es  del  Rey,  los  Oidores  se  repartieron  mi- 
Uarea  de  indígenas  errándolos  como  esclavos  ;  hicieron- 
diferentes  excursiones  en  busca  de  oro,  llegando  al  grado 
de  dar  tormento  á  quienes  se  oponían  á  entregárselo; 
vendían  públicamente  la  justicia  que  tenían  obligación  de 
administrar ;  perseguían  con  saña  los  bienes  y  parciales 
de  Corles ;  amenazaban  á  los  religiosos  para  que  no  se 
quejaran  á  la  Corte,  impidiéndoles  toda  comunicación ;  y 
cometían  en  fin  todo  género  de  iniquidades. 

Para  poder  escribir  á  España^  el  perseguido  Obispo  tuvo 
que  ir  á  Veracruz  y  en  fines  de  agosto  de  1529  envió  su 
carta  con  un  marinero  vizcaíno  que  la  ocultó  en  un  pan  de 
cera  que  guardó  en  un  barril  de  aceite,  para  sacarla  en 
alta  mar  donde  ya  na  pudiese  alcanzarlo  la  tiranía  de  los 
Oidores. 

Poco  después  se  recibieron  noticias  de  que  Cortés,  nom- 
brado Marqttés  del  Valle  de  Oaxaca  por  cédula  de  1 6  julio 
de  t529,  con  veintitrés  mil  vasallos  y  con  el  cargo  de  Ca- 
pitán gfeneral  de  Nueva  España^  se  disponía  á  volver,  y 
semejantes  noticias  turbaron  la  tranquilidad  de  los  jueces 
sus  enemigos ;  el  Presidente  más  astuto  que  sus  compa- 
ñeros, no  quiso  esperarlo  en  México  y  se  resolvió  á  em- 
prender la  conquista  de  la  provincia  de  Amazonas^  que 
en  realidad  no  era  otra  que  los  países  que,  descubiertos 
por  Álvarez  Chico  y  Cortés  de  San  Buenaventura,  se 
llamaron  más  tarde  la  Nueva  Galieia, 

Aunque  estaba  prohibido  que  se  hicieran  conquistas  con 
los  fondos  do  la  Corona,  los  colegas  de  Ñuño  de  Guzmán,. 
por  tal  de  verse  libres  de  su  autoridad,  le  facilitaron 
cuantos  medios  y  recursos  quiso,  de  Suerte  que  habiendo 
reunido  quinientos  soldados  españoles  y  diez  mil  indígenas 
con  diez  mil  pesos  de  las  cajas  reales,  salió  de  México 
para  Tohica.  en  20  de  diciembre  de  i 329. 


220  PÉREZ    VERDÍA 

Quedaron  en  la  capital  Matienzo  y  Delgadülo  entregados 
ásus  ordinarios  excesos  y  como  por  entonces  se  encon- 
traran en  la  iglesia  de  San  Francisco  bajo  el  asilo  que  con- 
cedían las  leye§  Cristóbal  de  Ángulo,  clérigo  tonsurado, 
y  García  de  Llerena,  apoderado  y  amigo  del  Marqués  del 
Valle,  acusados  de  diferentes  delitos  y  procesados  por  el 
señor  Zumárraga,  en  la  noche  del  4  de  marzo  de  1530,  vio- 
lando los  oidores  el  asilo,  los  sacaron  llevándolos  á  la  cárcel 
pública  en  donde  los  cargaron  de  cadenas  y  les  dieron 
tormento. 

Semejante  ataque  á  las  inmunidades  de  la  Iglesia,  con- 
cedidas por  las  leyes  y  reconocidas  y  respetadas  por  todos, 
causó  al  Obispo  y  á  los  religiosos  profundo  disgusto,  por 
lo  que  acordaron  luego  salir  de  la  iglesia  mayor  en  proce- 
sión, dirigirse  á  la  cárcel  y  requerir  allí  á  las  autoridades 
que  volviesen  á  los  reos  al  asilo  y  á  la  jurisdicción  ecle- 
siástica. Mas  apenas  se  presentó  esta  procesión,  cuando 
los  Oidores  le  mandaron  que  se  retirase;  el  Obispo  dispuso 
lo  contrario,  con  lo  que  se  suscitó  grande  alboroto,  el  cual 
hizo  que  Delgadülo  lanza  en  ristre,  acometiera  al  clero, 
dirigiendo  un  bote  al  señor  Zumárraga,  que  sólo  le  atra- 
vesó el  hábito  por  debajo  del  brazo,  con  lo  que  se  disolvió 
el  cortejo,  sirviendo  únicamente  para  aumentar  el  disgusto 
y  el  escándalo. 

El  Obispo,  con  tal  motivo,  excomulgó  á  los  gobernantes, 
que  sin  hacer  caso  de  las  censuras,  descuartizaron  á  Ángulo 
y  le  cortaron  un  pie  á  Llerena,  por  lo  cual  el  prelado  de- 
claró la  ciudad  en  entredicho,  estableciendo  la  cesación  d 
dhñnis  el  día  7  de  marzo,  en  que  con  todo  el  clero  salió 
para  Texcoco  con  lo  que  la  ciudad  se  llenó  de  luto  y  cons- 
ternación, permaneciendo  así  hasta  el  día  14  en  que  por 
ser  domingo  de  pascua,  quedó  levantada  la  pena  canónica. 

Por  fortuna  para  el  país,  las  quejas  del  señor  Zumárraga 
y  demás  religiosos  dieron  el  resultado  apetecido,  pues  la 
Emperatriz  que  gobernaba  por  hallarse  el  Emperador  en 


HISTORIA  DE  MÉXICO  221 

Flandes,  para  evitar  los  males  que  ocasionaba  un  cuerpo 
colegiado,  quiso  nombrar  un  virrey.  Difícil  fué  la  elección 
de  la  persona  que  debía  ejercer  tal  cargo ;  mas  nombrado 
al  fln  don  Antonio  de  Mendoza,  aceptó  con  la  condición  de 
que  se  le  diera  algún  tiempo  para  el  arreglo  de  sus  nego- 
cios ;  en  consecuencia  se  nombró  otra  Audiencia  para  que 
gobernara  entre  tanto,  compuesta  del  Sr.  D.  Sebastián 
Ramírez  de  Fuenleal,  Obispo  de  Santo  Domingo,  como 
Presidente,  y  de  los  Sres.  D.  Vasco  de  Quiroga,  D.  Juan 
Salmerón,  D.  Alonso  Maldonado  y  D.  Francisco  Ceynos. 
Esta  elección  fué  tan  acertada  como  errada  había  sido  la 
primera. 

Á  la  vez  que  esto,  se  supo  en  México  la  próxima  venida 
de  Cortés  con  lo  que  se  avivó  la  envidia  de  Matienzo  y  Del- 
gadillo  :  así  es  que  cuando  en  15  de  julio  de  1530  llegó  al 
país,  se  le  prohibió  la  residencia  en  México  mientras  lle- 
gaba la  segunda  Audiencia,  á  Gn  de  no  causar  nuevos  con- 
flictos, los  que  á  pesar  de  esa  medida  no  pudieron  evitarse, 
porque  habiéndose  establecido  el  Marqués  en  Tcxcoco, 
iba  á  verlo  tan  gran  numero  de  personas  que  los  Oidores 
lo  prohibieron  y  aun  fortificaron  la  ciudad. 

Puso  fin  á  estos  trastornos  el  arribo  á  Veracruz  el  10  de 
diciembre  de  los  Oidores  Ceynos  y  Salmerón,  establecién- 
dose ya  la  segunda  Audiencia  el  día  16  del  mismo  mes 
aunque  sin  el  Presidente  que  llegó  hasta  fines  de  septiembre 
del  mismo  año. 

Empezó  sus  funciones  haciendo  la  jura  de  la  Reina  Doña 
Juana,  del  Rey  D.  Carlos  su  hijo  y  del  Infante  D.  Felipe 
su  nieto;  tomando  residencia  á  los  oidores  Matienzo  y  Del- 
gadilio  que  fueron  condenados  á  pagar  más  de  cuarenta  mil 
pesos ;  que  por  lo  que  hace  al  Presidente  aunque  se  le 
formó  proceso  no  se  le  quitó  del  frente  de  sus  conquistas 
por  carecer  de  otra  persona  que  pudiera  sustituirlo;  se 
ocupó  además  en  favorecerá  los  mexicanos  reduciéndolos 
repartimientos  y  las  facultades  de  los  encomenderos. 


222  «ÉHEZ   \ES(SStÉL 

Dedicada  á  estas  labores,  pasó  el  iiompo  de  su  gobierno, 
tarante  el  cual  bizo  una  porción  de  beneficios,  mejorando 
la  condición  de  los  indios,  aumentando  las  introducciones 
al  país  de  ganado  caballar,  vacuno  y  lanar,  aclimatando  di- 
ferentes plantas  y  fundando  nuevas  ciudades,  entre  las 
ouales  Puebla  de  los  Ángeles  fué  la  principal  fundada,  en 
1530  por  el  licenciado  Salmerón  y  el  padre  Noto/inm. 

Cortés  se  ocupó  en  tomar  posesión  del  Marqnmado^ 
sosteniendo  algunas  nuevas  cuestionea,  tanto  relativas  al 
número  de  sus  vasallos,  pues  pretendió  que  por  vasallo 
debía  entenderse  vecino,  y  así  reclamaba  veintitrés  mil 
familias ;  como  por  sus  expediciones  al  mar  del  Sur  en  las 
que  tuvo  que  luchar  con  Ñuño  de  Guzraán,  qoeaun  le  había 
tomado  uno  de  sus  buques. 

Este  gobernante  que,  como  va  dicho^  salió  de  México  á 
expedicionar  á  fines  de  diciembre  de  1529,  de  Tolucapasó 
á  Xilotepec,  desde  donde  mandó  á  Pedro  Almindes  Chirino 
á  Tzintzuntzán  para  pedir  á  Cuitunángari,  lugar  teniente  de 
Tangoaxán,  rey  de  Michihuacán,  que  se  le  presentara  con 
diez  mil  guerreros,  como  en  efecto  lo  hizo  en  Conguripo 
el  día  8  de  febrero.  De  allí  pasó  áPuruándiro  ^n  donde  dio 
muerte  de  una  manera  infame  al  desgraciado  Catzonzi  (1), 
y  entró  por  Huáscato  y  Ayotl  al  territorio  actual  del  Estado 
(le  Jalisco,  ocupado  entonces  que  la  Confederación  Chiraal- 
huacana,  llegando  á  la  ciudad  de  Coynán  ó  Tototlán  en  la 


n  ff  Pnnelo  fin  un  c.(\t\c\  pnr  pies  y  el  cuerpo  extendido,  y  atado  por  las 
mauus  ix  UQ  madero,  puesto  ua  brasero  junto  á  los  pies,  y  un  muchacho 
con  ur*  bi^lTpílU^  ui^íjíidr,  cu  aceite,  de  cuando  en  cuando  se  los  rociaba 
para  lostíirle  líien  li>s  cueros ;  tle  ima  parte  estaba  un  hombre  con  una  ba- 
llesta armada  apuntándole  yl  corazón,  de  otra,  otro  con  un  muy  terrible 
pt;rr»3  bravo,  echáDdosdo,  que  en  un  credo  lo  despedazara;  y  así  lo  ator- 
menlu  porque  descubriere  li>s  tesoros  que  pretendía,  hasta  que  aenstado 
cierto  religioso  dt  San  Pranrisco,  se  lo  quitó  de  las  manos,  de  los  cuales 
tormentos  al  lin  murió,  »  (Cíií^as.  Historia  de  la  destrucciónde  las  Indias, 
%  he  la  n  ueva  Ei^paña^  l*dnuci>  *j  Jalisco,  n«  6  confirmado  pOr  el  padre  TeUo. 
Cfénicü  Miscelánea  de  ia  Santa  Provincia  de  Jalisco,  pág.  68.) 


f^J|"«J;-Wl.  ■'^.     *  fK*^ 


UISTOaiA   DE  HÉXIGO  Jt2S 

qxte  fifté  recihidí)  amablemente  por  el  tactocmij  .partiendo 
después  para  Cuitzeo ;  peiro  el  tacioani  de  esta  populosa 
villa,  eontesió  negándose  can  energía  á  recibir  á  ios  blaiH 
COK,  por  lo  qne  Guzmán  se  encontraba  vacilante  respecto 
á  la  resolución  que  debía  lomar,  cuando  su  teniente  Cris- 
tóbal de  Oñate  le  dijo  :  «  Si  Cortés  hubiera  practicado  la 
fdrmalidad  de  estas  embajadas  y  requerimientos  jamás 
habría  entrado  á  México,  ni  conseguido  tanta  gloria  como 
conquistó.  Con  las  armas  en  la  mano  y  el  pie  en  el  estribo, 
remitía  aus  embajadas,  pero  las  respuestas  las  oía  en  ias 
goteras  de  las  poblaciones;  de  suerte  que  aunque  fueran 
contrarias,  obtenía  siempre  el  mejor  éxito,  porque  no  daba 
tiempo  al  enemigo  para  que  se  preparase.  Por  tanto  vuestra 
señoría  debe  proceder  de  la  misma  suerte^  no  como  quien 
preside  en  el  senado,  sino  como  quien  dirige  una  batalla, 
porque  cada  hora  de  dilación  produce  más  enemigos  que 
minutos.  » 

;En  virtud  de  tan  significativas  reOexiones  Guzmán 
marchó  sobre  Cuitzeo  que  ocupó  tras  un  ligero  encuentro-, 
siguiendo  después  su  marcha  por  Chapalac,  Poncitlán 
y  Tonalán,  mandando  á  Chirino  á  expedicionar  hacia  el 
Norte  al  país  de  los  tzacatecas,  lo  mismo  que  á  Oñate.,  que 
después  de  haber  recorrido  el  territorio  de  Huentitlán,  Te- 
ponahuaxco  y  Teocaltitzín,  fundó  en  abril  de  1530  la  villa  de 
Espíritu  Santo  á  la  que  le  dio  luego  el  nombre  de  Guada- 
lujara  en  recuerdo  de  la  patria  de  don  Ñuño,  llamada  así 
por  estar  en  las  riboras  del  rio  Henares  que  es  poco  cauda- 
loso y  muy  abundante  en  piedras,  de  donde  los  árabes  la 
llamaron  IVad-al-hid-jara  ó  sea  rio  de  las  piedras. 

Esta  ciudad  se  fundó  frente  al  peñón  de  Nochtitláu  en  el 
que  se  habían  fortificado  los  naturales,  y  fué  la  primera 
población  española  establecida  en  el  territorio  de  Chimal- 
huacán. 

Gozmán  después  de  haber  dado  la  sangrienta  batalla  de 
Tetlón,  en  que  corrió  gran  riesgo  de  ser  derrotado,  prosi- 


^Tííf^lp  • 


224  PÉREZ    VERDÍA 

guió  SU  marcha  entre  combates  y  embajadas  por  Etzatlán, 
Xalisco,  Tepic,  Guaristemba  y  Mecatlán  entraodo  al  reino 
de  Aztlatán  del  otro  lado  del  río  Santiago  y  estableciéndose 
en  AcaponeLla  donde  luvo  que  sufrir  los  horrores  de  una 
espantosa  inundaciún ;  mas  prosiguió  todavía  su  marcha 
hasta  llegar  á  Navito  y  Coloacán  en  donde  dejó  unas  colo- 
nias y  se  volvió  á  Xalisco.  En  esta  larga  jornada,  Guzmán 
manifestó  el  mismo  carácter  que  en  Panuco  y  en  México; 
despojó  íí  ios  naturales  no  sólo  de  sus  tierras,  sino  aun  de 
sus  objetos  más  preciosos,  los  esclavizó  cambiándolos  por 
animales  y  les  bacía  sufrir  crueles  suplicios. 

Guzmán  díó  parte  á  la  Corte  de  sus  descubrimientos  y 
conquistas  pidiendo  que  se  llamara  el  territorio  de  que  se 
había  ensefioreado  Castilla  la  Nueva  de  la  Mayor  Es- 
paña, p«ro  Jio  se  accedió  á  tan  extravagante  deseo,  man- 
dándose por  cédula  real  que  se  le  denominara  Nuevo  Reino 
de  Galicia,  que  se  fundara  una  capital  con  el  nombre  de 
Com/iosie/a  y  que  se  le  tuviera  por  Gobernador  de  la  pro- 
vincia. 

En  el  arlo  de  1533  se  cambió  la  ciudad  de  Guadalajara  de 
la  meseta  de  Nochicllán  al  valle  de  Tlacotán  y  como  las 
fundadas  quejas  que  había  contra  Guzmán,  así  como  la 
pretensión  de  Cortés  de  que  se  le  entregase  el  territorio 
que  por  su  orden  liabian  descubierto  Ávalos,  Álvarez  Chico 
y  Cortés  de  San  Buenaventura,  hicieron  que  se  ordenara 
la  incorporación  de  esas  comarcas  á  la  Nueva  España,  se 
encargó  de  tal  comisión  al  Licenciado  Don  Luis  de  Castilla. 
Mas;  anteíj  de  llegar  á  Compostela  lo  hizo  aprehender  don 
Ñuño,  y  después  de  tenerlo  preso  y  despojarlo  de  sus  cre- 
denciales lo  roiiiilió  Á  México;  pero  previendo  que  al  fin 
habría  de  ser  castigado,  partió  para  Panuco  á  recoger  al- 
gunos bienes,  pasando  luego  á  la  capital  de  donde  se  dis- 
ponía á  irae  d  Genova,  cuando  casualmente  lo  encontró  el 
Licenciado  Don  Diego  Pérez  de  la  Torre  y  lo  aprehendió 
en  iu'iíi ;  pues  estaba  nombrado  para  tomarle  residencia  y 


':'^^isrví^ 


HISTORIA    DE  MÉUCO  225 

sustituirlo  en  el  gobierno  de  la  Nueva  Galicia.  Estuvo  más 
de  un  año  en  la  cárcel  pública,  pero  logró  pasar  á  España 
bajo  de  fianza  y  allí  fué  confinado  á  la  villa  de  Tor rejón 
de  Ve¿ascOy  donde  en  la  mayor  miseria  murió  en  1544, 
recibiendo  en  ese  triste  y  último  período  de  su  vida  grandes 
auxilios  pecuniarios  de  D.  Hernando  Cortés,  que  de  tan 
digna  manera  supo  corresponder  á  los  agravios  que  había 
recibido  del  Presidente  de  la  primera  Audiencia. 


CAPÍTULO  III 


Llegada  del  primer  virrey.  —•  Su  administración.  —  Nuevos  descubri- 
mientos de  Cortés.  —•  Insurrección  de  la  Nueva  Galicia.  —  Muerte  de 
Pedro  de  Alvarado.  —  Viaje  del  Virrey.  —  Fundación  de  Valladolid.  — 
Traslación  de  la  ciudad  de  Guadalajara.  —  Las  nuevas  leyes. 


Cansado  el  señor  Fuenleal  del  gobierno,  pidió  su  retiro 
en  el  año  de  1534,  por  lo  que  el  emperador  Carlos  V  le 
aceptó  la  renuncia  y  á  íin  de  premiar  sus  eminentes  ser- 
vicios, lo  hizo  obispo  de  Cuenca  y  presidente  de  la  chan- 
cillería  de  Granada,  nombrando  por  cédula  de  17  de  abril 
de  1535,  virrey  y  gobernador  de  la  Nueva  España  ala  vez 
que  presidente  déla  Audiencia,  al  Sr.  D.  Antomü  de  Men- 
doza, Conde  de  Tendilla  y  Comendador  de  Socuéllanos 
en  la  Orden  de  Santiago,  quien  llegó  á  México  el  i  5  de 
octubre  del  mismo  año. 

Fué  nombrado  virrey  por  tiempo  ilimitado,  aunque 
expresándose  que  sus  sucesores  ejercerían  el  cargo  por 
seis  años,  y  se  le  asignó  uña  renta  de  ocho  mil  ducados 
anuales,  equivalentes  á  diez  y  ocho  mil  pesos,  aunque  de 
un  valor  estimativo  mucho  mayor,  pues  en  mercado  se 
podía  adquirir  con  ellos  lo  que  en  nuestros  días  impor- 
taría sesenta  y  siete  mil  pesos. 

«5 


226  PÉREZ   VERDÍA 

Hombre  de  una  honradez  intachable  y  de  muy  buenos 
sentimientos,  se  dedicó  á  mejorar  la  condición  de  los 
indios  á  la  vez  que  el  estado  de  la  colonia;  así  es  que  pro- 
hibió el  uso  de  los  tamene  ó  indios  de  carga ;  estableció  en 
el  siguiente  año  de  su  llegada  la  imprenta,  siendo  México 
el  primer  lugar  del  Nuevo  Mundo  donde  la  hubo,  habién- 
dpse  publicado  por  primera  vez  en  1537  un  libro  llamado 
La  Escala  de  San  Juan  Climaco  (i),  traducido  del  latín 
al  castellano  por  F.Juan  de  Madalena;  estableció  también 
en  1536  una  casa  de  moneda  para  acuñar  la  plata,  pues 
la  de  cobre  había  disgustado  tanto  á  los  mexicanos,  que 
reuniendo  de  ella  cerca  de  doscientos  mil  pesos,  la  arro- 
jaron á  la  laguna ;  que  con  respecto  al  oro  estaba  mandado 
que  en  tejos  se  remitiese  á  la  metrópoli.  Las  monedas  de 


(1)  Juan  Gutenberg,  que  nació  en  Maguncia  e^l  año  de  1400,  fué  el  ver- 
dadero inventor  de  la  imprenta  en  1450,  arte  que  basado  en  la  movilidad 
y  fundición  de  los  caracteres,  permite  reproducir  cuanto  se  quiera  los 
manuscritos.  Ya  algunos  años  antes  Lorenzo  Góster  en  Harlem,  había 
inventado  el  ingenioso  procedimiento,  pero  sin  aplicación  práctica,  hasta 
que  lo  perfeccionó  Gutenberg ;  pues  le  faltaba  encontrar  un  metal  ade- 
cuado, porque  el  hierro  era  duro  para  ese  efecto  y  rompía  el  papel,  y  el 
plomo  era  demasiado  blando  y  se  aplastaba.  Fué  preciso  por  tanto,  á  más 
de  concebir  la  idea,  hallar  una  liga,  que  se  obtiene  con  ochenta  partes  de 
plomo  y  veinte  de  antimonio,  y  con  ella  fundida  se  hacen  las  letras  ver- 
tiéndola en  moldes  que  contienen  la  matriz  hecha  en  acero  por  el  gra- 
bador. 

Constantemente  siguió  perfeccionándose  este  invento,  considerado 
(L  como  más  divino  que  humano  f  y  con  la  invención  hecha  de  la  prensa 
mecánica  en  1790  por  un  mecánico  inglés  llamado  Nicholson.  que  per- 
mitió nuevos  adelantos  posteriores,  se  pueden  hoy  obtener  16.000  ejem- 
plares por  hora. 

Entre  los  impresores  célebres  figuran  los  Alde  Manucio  en  Italia,  los 
Elzevir  en  Holanda,  los  Simón  Vostre  y  los  Didot  en  Francia,  Beiskerville 
en  Inglaterra,  Pedro  Rosa  y  Pedro  Miguel  y  Diego  de  Gumill  en  España, 
y  en  México  Juan  Pablos,  Enrico  Martínez,  Pedro  y  Melchor  Ocharte. 

Las  impresiones  hechas  desde  el  descubrimiento  de  la  imprenta  hasta 
principios  del  siglo  xvi  se  llaman  incunables,  porque  generalmente  care- 
cen del  nombre  de  las  poblaciones  donde  se  hacían,  y  por  alusión  á  la 
época  en  que  el  arte  de  la  imprenta  se  hallaba  en  la  cuna,  siendo  muy  es- 
timadas por  los  bibliófilos. 


HISTORIA  DE   MÉXICO  227 

plata  no  eran  redondas,  sino  poligonales  y  las  había  de  á 
peso,  de  á  cuatro  reales,  de  á  tres,  de  ádos,  de  á  uno  y 
de  á  medio  real ;  pero  como  los  naturales  no  estaban  acos- 
tumbrados á  usarla,  confundían  y  daban  las  monedas  de 
á  cuatro  reales  por  las  de  á  tres  y  recibían  éstas  por  las  de 
á  cuatro,  de  manera  que  para  evitar  tan  perjudicial  con- 
fusión se  suprimieron  las  de  á  tres  reales  (1). 

En  ese  mismo  año  de  1536  se  erigió  el  Obispado  de  Mi-  . 
choacán,  del  que  fué  primer  prelado  el  Señor  Pon  Vasco 
de  Quiroga. 

En  1537  fundó  el  Virrey  el  colegio  de  Santa  Cruz  de 
Tlatelolco  destinado  á  la  educación  de  los  indios  nobles,  á 
la  vez  que  deseoso  de  ensanchar  los  límites  de  la  colonia, 
envió  una  expedición  á  las  órdenes  de  Francisco  Vázquez^ 
Coronado  hacia  el  fabuloso  reino  de  Quivira,  situado  al 
Noroeste,  pues  las  descripciones  de  fray  Marcos  de  Niza, 
Alvar  Núñez  Cabeza  de  Vaca,  Dorantes  y  el  negro  Esteva- 
nico,  náufragos  de  una  expedición  á  la  Florida,  hicieron 
creer  en  la  existencia  de  un  reino  rico  y  populoso. 

Cuando  llegó  á  México  Don  Antonio  de  Mendoza,  Cortés 
no  se  encontraba  allí,  porque  no  satisfecho  con  sus  glo- 
riosas conquistas  había  partido  á  explorar  el  Mar  del  Sur, 
en  cuya  empresa  después  de  estar  en  Colima  y  Qhiametla, 
descubrió  la  península  de  California^  nombre  que  según 
algunos  se  compuso  de  «  cálida  fornax  »  por  el  excesivo 
calor.  No  teniéndose  noticia  alguna  de  don  Hernando,  el 
Virrey,  por  instancias  de  la  Marquesa,  envió  dos  naves  en 


(1)  Por  la  ley  de  la  moneda  se  dividía  entonces  el  marco  de  plata 
de  230  gramos  123  miligramos  en  11  dineros  4  granos,  de  suerte  que 
expresando  esa  ley  en  las  milésimas  de  metal  fino  era  de  O,  930.55  en 
67  piezas  ó  reales,  de  los  cuales  se  destinaba  uno  á  los  gastos  de  fabri- 
cación, otro  para  provecho  del  introductor  y  los  65  restantes  represen- 
taban el  precio  legal  del  marco  de  plata  en  barras.  Así  subsistió  hasta 
que  por  decreto  de  1729  se  redujo  la  ley  á  11  dineros  ó  sea  O,  916.66  de 
fino. 


£28  PÉRBZ    VEBDÍA 

SU  busca  con  las  que  volvió  al  poco  tiempo,  dando  cuenta 
de  sus  nuevos  descubrimientos,  los  que  aumentó  por  medio 
de  su  encargado  Francisco  de  Ulloa  que  exploró  hasta  la 
isla  de  Cedros. 

Estas  expediciones  dieron  después  motivo  á  serios  dis- 
gustos entre  el  Virrey  y  Cortés,  pues  oluno  creía  tener  de- 
recho en  uso  de  su  autoridad  para  hacer  exploraciones  por 
todas  partes,  mientras  el  otro  se  oponía  por  creer  que  con 
ellas  se  atacaban  sus  privilegios  y  se  le  usurpaban  sus  des- 
cubrimientos, así  es  que  con  este  motivo  y  cansado  de  dis- 
putas, pasó  de  nuevo  á  España  en  1540.  Mucha  tuvo  que 
sentir  en  esta  vez,  pues  el  tiempo  que  lo  resfría  todo,  hizo 
que  no  se  le  recibiese  en  la  corle  con  las  mismas  conside- 
raciones que  antes,  y  aunque  permaneció  siete  años,  y 
acompañó  al  Emperador  á  la  desastrosa  jornada  de  Argel, 
no  pudo  lograr  que  se  fallasen  sus  cuestiones,  por  lo  que 
se  disponía  á  volver  á  México  cuando  en  Sevilla  le  atacó 
una  disentería  que  le  hizo  retirarse  á  Castilleja  de  la 
Cuesta  á  dos  leguas  de  aquella  ciudad,  en  la  que  murió 
cristianamente  el  día  2  de  diciembre  de  1547. 

En  23  de  abril  de  1541  dio  el  Virrey  una  provisión  para 
que  se  fundase  la  ciudad  de  Mechoacán  en  el  valle  de 
Guayángaro  «  por  haber  en  la  parte  susodicha  fuentes  de 
agua  y  cerca  las  demás  cosas  necesarias  parala  población  » 
y  en  tal  virtud  se  fundó  en  miércoles  18  de  mayo  del 
mismo  año  la  ciudad  de  Valladolid  á  la  que  se  le  puso  ese 
nombre  en  recuerdo  de  la  ciudad  en  que  había  nacido  el 
Virrey.  Conservó  tal  denominación  hasta  que  se  le  cambió 
por  la  de  Morelia  por  decreto  de  21  de  diciembre  de  1828 
en  memoria  del  cura  Morelos. 

Entre  tanto  en  la  Nueva  Galicia,  que  gobernaba  con 
prudencia  y  acierto  el  licenciado  Pérez  déla  Torre,  ocurrió 
en  fines  de  1538  una  insurrección  acaudillada  por  el  tactoani 
Coaxicari  en  la  provincia  de  Xochitepec  y  secundada  por 
la  mayor  parte  de  los  tactoani,  con  cuyo  motivo  el  Gober- 


j;p-7r^'..  ^jf  r"7^¡irTfp-'^ 


HISTOBIA    DE  MÉXICO  229 

nador  formó  un  ejército  con  el  que  salió  al  encuentro  de 
sus  enemigos  dándose  la  batcdla  en  la  barranca  deMochi- 
tiltic;  mas  aunque  con  suma  diñcultad  lograron  derrotar  á 
los  rebeldes,  el  licenciado  Pérez  de  la  Torre  recibió  una 
herida  tan  grave  que  le  ocasionó  la  muerte  á  los  pocos 
días,  habiendo  nombrado  por  su  sucesor  á  Cristóbal  de 
Oñate. 

Con  esto  pareció  calmarse j  el  estado  de  los  insurrectos^ 
mas  dos  años  después  estalló  de  nuevo  la  rebelión  con  más 
fuerza,  pues  en  el  cerro  del  Michtón  derrotaron  álos  espa- 
ñoles, en  todas  partes  arrojaron  los  indios  á  los  encomen* 
deros  y  Oñate  se  vio  bien  pronto  reducido  á  la  ciudad  de 
Guadalajara.  En  tan  críticas  circunstancias  y  mientras 
venía  el  socorro  que  se  había  pedido  á  México,  llegó  al 
puerto  de  Navidad  Pedro  de  Al  varado,  adelantado  de  Gua^ 
témala^  que  iba  por  orden  del  Virrey  á  explorar  la  Cali- 
fornia, y  como  fuera  requerido  por  Juan  Fernández  de 
Hijar  para  que  le  diera  auxilio  á  Oñate,  se  prestó  á  ella 
mandando  luego  refuerzos  á  Autlán,  Elzatlán,  Chapalac  y 
Tonalán  y  dirigiéndose  él  con  cien  soldados  á  Guadalajara 
que  se  veía  ya  amenazada  de  un  sitio.  El  gobernador  salid 
á  encontrarlo  hasta  la  orilla  del  río  Santiago  en  el  lugar 
conocido  hoy  ^ov  paso  de  Ibarra  en  memoria  del  capitán^ 
Miguel  de  Ibarra,  y  en  la  junta  que  luego  celebraron, 
Alvarado  dijo  :  «  Vergüenza  es  que  cuatro  gatos  encara- 
mados en  los  riscos  de  los  montes  hayan  hecho  tanto  ruido 
que  estén  alborotando  á  dos  reinos ;  con  menos  gente  de 
la  que  traigo  sobra  para  sujetarlos,  no  hay  que  esperar 
más.  »  Y  sin  atender  alas  prudentes  reflexiones  del  Gober- 
nador ni  esperar  todas  sus  tropas  que  se  habían  quedado 
algo  atrás,  marchó  inmediatamente  á  un  cerro  llamada 
Toe  ó  peñón  de  Nochictlán.  Allí  se  encontraban  fortiücados 
los  naturales  tras  un  recinto  defendido  por  siete  cercas  de 
piedra  ;>  Alvarado  dejando  su  caballo  y  los  de  sus  soldados 
al  pie  del  cerro,  subió  valerosamente  espada  en  mano,  y 


230  PÉREZ    VERDÍA 

diciendo  esto  ha  de  ser  asi,  comenzó  á  abrir  una  brecha; 
mas  al  punto  se  arrojaron  sobre  él  los  sitiados  con  tal  ím- 
petu que  tuvo  que  ordenar  la  retirada.  El  terreno  era  muy 
pantanoso,  y  acometidos  por  todas  partes,  á  duras  penas 
anduvieron  como  tres  leguas,  y  cuando  subían  una  cuesta 
Y  ya  los  indios  empezalian  á  retirarse,  Alvarado  que  ocu- 
pabíi  la  retaguardia  por  ser  el  lugar  de  más  peligro,  vio  que 
un  sohlado  llamado  Baltasar  Montoya  espoleaba  mucho  á 
su  caballo  por  huir  más  pronto,  por  lo  que  le  dijo  :  Sose- 
gaos, Moníor/ay  fjue  los  ¿ndiús  parece  nos  han  dejado; 
mas  no  habiendo  herho  caso  y  temeroso  de  que  el  caballo 
que  ilm  ya  cansado  se  atrancase,  lo  espoleaba  más,  hasta 
que  resbalándose  se  ro<lr^  dando  vueltas  por  la  cuesta,  y 
antecogió  al  Adelantado  arrastiándolo  al  fondo  de  la  ba- 
rranca. Orurrieron  sus  soldados  á  socorrerlo,  ydiciéndoles 
no  es  bien  fjuc  ios  indios  conozcan  mi  peligro,  hizo  que  un 
soldado  se  pusiera  su  traje  u  insignias,  añadiendo  que  tal 
suerte  merecía  quien  se  juntaba  con  hombres  como  Mon- 
toya, y  habitándole  prei^untado  uno  de  sus  capitanes  qué 
le  doha,  conlosLij  :  El  alma;  llévenme  adonde  la  cure  con 
la  resina  de  la  penitencia, 

Estedeplorablíí  suceso  acaeció  el  día  24  de  junio  de  1541 
y  habiendo  llevado  al  anLÍt^uoTonatiuh  á  Atenquiht  (Aten- 
guillo]  se  le  trasladó  cuitladosamente  á  Guadalajara  donde 
murió  el  4  de  julio.  Con  razón  ante  este  suceso,  ante  la 
temprana  muerte  de  Sandoval.  la  trágica  de  Olid  y  las 
desgracias  de  Cortés,  el  Sr.  D,  Fernando  Ramírez  repite  las 
palabras  del  Sa [mista  :  17  al  impío  sumaynente  ensalzado 
¡f  elevado  como  las  cedros  del  I  Abano.  Y  pasé  y  he  aquí 
que  ¡/a  no  exisiia.  Y  lo  6us^/ué  y  no  fué  hallado  el  lugar 
deéL 

Después  de  la  muerte  del  valiente  Alvarado,  los  chi- 
malhuacanos  cobraron  nuevo  brío  y  en  número  de  treinta 
mil  pusieron  sitio  á  Guadalajara  el  15  de  septiembre  del 
mismo  año;  mas  después  de  catorce  días  de  luchas  san- 


HISTORIA   DE   MÉXICO  231 

grientas,  Oñate  hizo  el  día  29  una  heroica  salida,  y  tanto 
por  ella  como  por  nndi  pro fecia  que  les  anunció  á  los  in- 
dígenas que  vencerían  siempre  que  fuesen  atacados,  pero 
que  serían  vencidos  cuantas  veces  tomaran  la  ofensiva, 
levantaron  el  sitio  y  se  retiraron  á  sus  montañas.  Se  de- 
claró entonces  al  Arcángel  san  Miguel  patrono  de  Guada- 
lajara,  y  se  acordó  en  1."  de  octubre  trasladar  la  ciudal  al 
valle  do  Atemaxac  para  que  estuviera  más  segura,  pues  el 
lugar  en  que  se  hallaba  estaba  muy  próximo  á  los  barran- 
cos y  era  por  tanto  peligroso  ;  mas  por  entonces  el  Virrey 
salió  do  México  el  día  8  de  octubre  del  541  para  irá  socorrer 
aquella  provincia,  llevando  mil  soldados  españoles  y  treinta 
mil  auxiliares.  Siguió  el  mismo  itinerario  de  Ñuño  de 
Guzmán  y  en  principios  de  noviembre  llegó  el  señor  Men- 
doza á  Ayotl  de  donde  partió  para  Coynán,  pero  como  los 
indios  en  número  de  doce  mil  estaban  fortificados  en  el 
cerro  que  después  se  llamó  de  San  Aparicio,  y  se  negaron 
á  las  negociaciones  pacíficas  que  se  les  ofrecieron,  el 
Virrey  ordenó  el  asalto,  que  aunque  duró  diez  días  fué  en- 
teramente infructuoso,  por  lo  que  sabiendo  que  no  tenían 
agua  los  sitiados,  sino  que  se  proveían  de  ella  por  las 
noches  desde  unos  aguajes,  hizo  disfrazar  con  trajes 
semejantes  á  quinientos  auxiliares,  los  que  con  sus  cán- 
taros al  hombro  penetraron  á  la  fortaleza.  Entonces 
se  dio  un  nuevo  asalto  y  pudieron  tomar  el  lugar  ha- 
ciendo dos  mil  prisioneros  que  se  departieron  como 
esclavos. 

Déla  ciudad  de  Coynán,  que  fué  enteramente  destruida, 
pasó  el  Virrey  por  Atotonilco  y  Acatic  á  Nochictlán,  donde 
se  encontró  con  el  gobernador  Oñate  á  quien  recibió  con 
singulares  nmestras  de  aprecio,  poniendo  sitio  en  seguida 
al  peñón  de  Nochictlán  donde  se  había  fortificado  el  tac- 
toara  TensLiíiaxtly  cuya  fortaleza  tomaron  después  de  veinte 
días  de  asedio  y  de  encarnizados  combates.  Mas  los  defen- 
sores, así  que  no  pudieron  sostenerse  por  la  falta  de  víveres, 


232  PÉREZ   VERDÍA 

con  la  constancia  que  produce  alamor  ala  libertad,  se  re- 
tiraron al  cerro  del  Michtón. 

Acamparon  de  nuevo  frente  á  la  fortaleza  las  tropas  con- 
quistadoras y  ya  se  preparaban  al  combate  cuando  le  ocurrió 
al  Virrey  escrúpulo  acerca  de  la  justicia  y  legitimidad  de  la 
guerra  quehíicía,  por  lo  que  suspendiendo  las  hostilidades, 
hizo  que  un  consejo  de  teólogos  examinara  la  cuestión. 

Reuniéronse  al  efecto  los  señores  don  Pedro  Gómez  de 
Maraver,  deán  déla  catedral  de  Oaxaca  y  años  después  pri- 
mer obispo  de  Guadalajara,  y  los  religiosos  fray  Antonio 
de  Segovia,  fray  Miguel  de  Bolonia,  fray  Francisco  de 
Villafuerte,  fray  Francisco  de  Salamanca  y  fray  Marcos  de 
Niza,  quienes  después  de  diferentes  dictámenes  unánime- 
mente resolvieron  que  era  justa  la  guerra  siempre  que  re- 
queridos por  tres  veces  los  indios  no  se  sometieren  pacífi- 
camente. 

Estos  requerimientos  eran  enteramente  inútiles  y  sola 
servían  de  fórmula  para  quitar  el  carácter  de  ¡legalidad  á 
las  conquistas;  pues  era  un  largo  discurso  en  que  se  ma- 
nifestaban á  los  indios  los  principales  fundamentos  de  la 
religión,  haciéndoles  saber  enseguida  que  en  virtud  de  los 
derechos  concedidos  por  el  Papa  al  rey  de  España,  éste 
era  el  dueño  y  señor  de  aquellas  tierras,  por  lo  que  esta- 
ban obligados  á  sometérsele ,  El  doctor  Palacios  Rubios, 
jurisconsulto  influente  en  aquella  época,  formó  un  reque- 
rimiento para  la  gobernación  de  Pedrarias,  el  cual  se  hizo 
extensivo  para  todas  las  Indias,  de  manera  que  en  un 
idioma  desconocido  para  los  indios  se  les  hacía  tal  exhor- 
tación desde  largas  distancias,  así  es  que  ni  la  oían  bien, 
ni  mucho  menos  entendían  palabra ;  sin  embargo,  con  esta 
ridicula  formalidad,  acallaban  su  conciencia  los  conquista- 
dores y  se  juzgaban  autorizados  por  Dios  para  declararles 
cruda  guerra  (1). 


(l)  Ya  se  ha  dicho  que  éstas  eran  las  doctrinas  de  aquella  época,  por  lo 


bL. 


^fippffprv!wí^^ 


HISTORIA    DE   MÉXICO  .  233 

Hecho  el  requerimiento  á  los  defensores  del  Michtón  sin 
resultado,  se  rompieron  las  hostilidades  :  por  más  de  veinte 
días  dieron  los  españoles  reñidos  asaltos  en  los  que  se 
peleaba  desde  la  salida  hasta  la  puesta  del  sol  y  ya  se  pen- 
saba en  levantar  el  sitio,  cuando  unos  traidores  revelaron 
al  Virrey  la  angustiosa  situación  en  que  se  hallaban  sus 
compañeros  por  el  hambre  y  la  sed,  con  lo  que  se  redobló 
la  vigilancia  y  se  dieron  nuevos  combates.  Pero  entonces 
los  religiosos  franciscanos  fray  Antonio  de  Segovia  y  fray 
Miguel  de  Bolonia,  espantados  de  tanta  carnicería,  obtu- 
vieron permiso  del  Virrey  y  se  presentaron  en  la  fortaleza 
exhortando  á  sus  defensores  á  una  capitulación,  por  lo 
cual  se  sometieron  seis  mil  guerreros  y  los  demás  capita- 
neados por  Tenamaxtl  se  retiraron  á  la  sierra  del  Nayarit, 
quedando  con  eso  concluida  la  campaña. 

Entonces  el  señor  Mendoza  pasó  á  Tequilán,  Amecán  y 
Etzatlán,  y  se  volvió  para  México  después  de  haber  puesto 
los  cimientos  de  la  nueva  Guadalajara  en  el  valle  de  Ate- 
maxac,  en  el  lugs^r  que  hoy  ocupa,  según  estaba  acordado, 
en  ?)  de  febrero  de  1342. 

Las  violencias  de  los  españoles  provocaron  las  quejas  de 


que  no  es  extraño  que  las  defendieran  los  escritores  de  entonces  y  aun 
otros  posteriores  pasando  por  esta  cuestión  como  sobre  brasas.  Por  eso 
dice  Solórzano  Pereyra  :  «  Porque  aunque  nuestro  don  Fernando  de  Men- 
chaca  quiso  poner  en  duda  si  podía  haber  prescripción  entre  los  Reyes  y 
Reynos  que  no  reconocen  superior»  y  darle  por  ella  justo  título  para  la 
retención  de  ellos,  de  cuya  doctrina  hacen  gran  fiesta  contra  nosotros  al- 
gunos herejes.  Lo  más  cierto  y  conveniente  á  la  salud  y  quietud  del  gé- 
nero humano  y  de  los  mismos  Reyes  y  Reynos,  es  que  la  hay  y  que  la 
haya,  como  refutando  á  Mencliaca  lo  resuelven  otros  autores.  Y  en  nues- 
tros términos  el  docto    y  prudente  padre   Josef   de  Acosta,  concluyendo 

que  ES  SÜPERFLUO  DISPUTAR   YA  DE  ESTE  ARTÍCULO,  SINO  PASAR  EN  ÉL  CON   BUENA 

FB  COMO  COSA  ASENTADA  Y  PRESCRiPTA.  >  {PolUica  inc/f fl/ifl,  tomo  !.•,  pág.  45; 
Madrid,  1736.)  Ni  más  ni  menos  que  como  Sancho  Panza  no  quería  inqui- 
rir si  las  camisas  y  los  escudos  que  se  halló  en  Sierra  Morena  eran  de 
Cárdenlo  como   don  Quijote  presumía,    sino  que  quería  conservarlos  y 

POSEERLOS  DE  BUENA  FE. 


234  PÉREZ   VERDÍA 

muchos  hombres  apostólicos,  entre  quienes  se  distinguió 
el  venerable  fray  Bartolomé  de  las  Casas,  ardiente  defensor 
de  los  oprimidos,  y  en  tal  virtud  el  emperador  Carlos  V, 
que  deseaba  el  bienestar  de  los  naturales,  dictó  en  el  año 
de  1542  las  ?iuevas  leyes ^  en  las  que  se  mandó  que  se 
evitaran  los  pleitos  entre  los  mexicanos  y  que  cuando  fue- 
ran indispensables  se  tramitaran  sumariamente,  á  fin  de 
evitarles  las  onerosas  costas  judiciales;  que  por  ningún 
motivo,  ni  aún  en  la  guerra  se  hiciesen  esclavos  y  que  se  ' 
pusiesen  en  libertad  á  todos  los  que  había  siempre  que  sus 
dueños  no  probaran  la  legitimidad  de  la  adquisición ;  que 
se  vigilara  por  que  los  españoles  trataran  bien  á  los  indíge- 
nas ;  que  no  se  permitiera  que  se  quitaran  los  reparti- 
mientos de  indios  y  que  según  fueran  muriendo  los  enco- 
menderos, así  fueran  quedando  libres  los  indios  sin  que 
se  les  pudiese  volver  á  aquella  servidumbre. 

Para  velar  por  la  ejecución  de  estas  leyes  en  Nueva  Es- 
paña, se  nombró  por  visitador  á  D.  Francisco  Tello  San- 
doval,  inquisidor  de  Toledo,  quien  llegó  á  México  el  8  de 
marzo  de  1344;  mas  apenas  tenía  dos  días  de  llegado, 
cuando  todos  los  encomenderos  acompañados  de  un  es- 
cribano se  le  presentaron  tumultuosamente  manifestándole 
que  suplicaban  para  ante  Su  Majestad  de  aquellas  leyes  por 
los  muchísimos  inconvenientes  que  se  seguirían  de  su 
aplicación,  y  aunque  por  de  pronto  Tello  se  manifestó 
enérgico,  después  cedió  y  habiendo  declarado  impractica- 
bles las  mencionadas  disposiciones  se  volvió  á  la  corte  á 
dar  cuenta  de  lo  que  había  pasado. 

Do  esta  suerte  quedaron  sin  observancia  aquellos  huma- 
nitarios preceptos  que  si  bien  revelan  los  buenos  senti- 
mientos de  los  reyes  de  España,  también  demuestran  su 
debilidad,  que  los  hace  responsables  de  los  desmanes 
cometidos. 

En  principios  de  1545  se  declaró  una  horrible  peste  en 
la  ciudad,  la  cual  duró  seis* ó  siete  meses  é  invadió  otros 


HISTORIA   DB   MÉXICO  235 

lugares  del  v¡iTein>ito,  habiendo  ocasionado  la  muerte  á 
más  de  ochocientos  mil  indígenas,  pues  sólo  en  ellos  hacía 
estragos ;  demostrando  durante  este  período  el  Virrey  una 
caridad  tan  ardiente  en  el  alivio  de  los  enfermos,  que  le 
valió  el  nombre  Aq  padre  de  los  pobres. 

El  día  3  de  junio  de  1548  murió  el  señor  Zumárraga  pri- 
mer obispo  y  arzobispo  de  Mt^xico,  hombre  de  grandes 
virtudes  y  uno  de  los  más  infatigables  defensores  de  los 
indios.  Se  le  ha  acusado  de  oscurantista  y  gran  destruc- 
tor de  los  monumentos  primitivos  de  la  historia  de  México ; 
pero  aunque  es  indudable  que  mandó  destruir  muchas 
pinturas  y  objetos  históricos,  confundiéndolos  con  objetos 
de  idolatría,  no  fué  el  primero  que  tal  cosa  hizo,  pues 
cuando  llegó  al  pá^ís  ya  los  conquistadores  habían  quemado 
en  Texcoco  multitud  de  pinturas,  lo  mismo  que  después  los 
primeros  misioneros.  Error  gravísimo  que. ha  originado 
pérdidas  irreparables,  por  el  fanatismo  religioso,  pero  que 
para  juzgarlo  hay  que  tener  en  cuenta  á  más  de  la  igno- 
rancia, el  celo  con  que  los  frailes  procuraron  después 
reparar  aquel  gran  daño,  aplicándose  á  dar  la  interpre- 
tación de  las  pinturas  y  jeroglíGcos  restantes ;  de  manera 
que  si  ellos  destruyeron  muchos,  en  compensación  ínter*- 
pretaron  los  que  conocemos,  que  de  no  ser  así  habrían  per- 
manecido mudas  quizá  para  siempre,  sin  que  su  abundan- 
cia prestara  ningún  servicio  sí  se  hubiera  llegado  á  perder 
la  clave  de  su  interpretación. 

En  el  mismo  año  de  1548  el  Emperador  dio  á  la  ciudad 
de  México  el  título  de  muy  noble,  insigne  y  leal;  porque 
cuando  ocurrió  en  el  Perú  la  insurrección  de  Pizarro  con- 
tra el  licenciado  Gasea,  éste  le  pidió  socorro  al  Virrey  y 
anduvotan  diligente  en  concedérselo,  que  ya  se  preparaba 
un  ejército  á  partir  de  México,  cuando  se  recibió  la  noticia 
de  la  muerte  del  rebelde  y  la  pacificación  del  país.  A  princi- 
pios de  1549  fué  acometido  el  Virrey  de  una  enfermedad 
que  lo  debíhtó  considerablemente  y  lo  hizo  abandonar  por 


236  PÉREZ    VERDÍA 

algiín  tiempo  el  cuidado  de  los  negocios,  por  lo  que  en  13 
de  agosto  Fr.  Domiiígo  de  Santa  María  Prior  de  la  Orden 
de  Santo  Domingo  y  los  demás  religiosos  propusieron  al 
Rey  nombrase  en  sustitución  de  D.  Antonio  de  Mendoza  á 
su  hijo  D.  Francisco. 

Al  año  siguiente  se  tramó  en  lacapital  una  conspiración 
por  los  mismos  españoles,  pero  oportunamente  descu- 
bierta, no  tuvo  otro  resultado  que  el  que  fueran  ahorca- 
dos sus  promovedores  Juan  Venegas,  Juan  Román  y  un 
italiano. 

Con  motivo  de  los  sucesos  del  Perú,  de  su  mala  admi- 
nistración y  constante  alboroto,  el  Emperador  en  el  año 
de  1550  dispuso  que  pasara  á  desempeñar  aquel  virreinato 
el  señor  Mendoza,  que  tantas  pruebas  tenía  dadas  de  su 
prudencia,  á  la  que  la  Nueva  España  debía  su  adelantada 
organización;  pero  no  queriendo  contrariar  su  voluntad, 
se  nombró  nuevo  Virrey  para  México  en  el  caso  de  que 
el  conde  de  Tendilla  quisiese  pasar  al  Perú.  Después  de 
dejar  muy  buenos  recuerdos  en  el  país,  el  señor  Mendoza 
partió  para  Lima,  donde  murió  el  21  de  julio  de  1552. 


CAPÍTULO  IV 


Don  Luis  de  Velasco.  —  Crea  el  tribunal  de  la  Santa  Hermandad  y  esta- 
blece la  Universidad.  —  Inundación  de  México.  —  Abdicación  de 
Carlos  V  y  jura  de  Felipe  II.  —  Descubrimiento  de  Filipinas.  —Muerte 
del  Virrey.  —  La  Audiencia.  —  C  élebre  conjuración  del  marqués  del 
Valle.  —  Don  Gastón  de  Peralta.  —  El  visitador  Muñoz.  —  Don  Martín 
Enrííjuez  de  Almanza.  —  Establecimiento  de  la  Inquisición.  —  La  epi- 
demia. —  Don  Lorenzo  Suárez  de  Mendoza. 


En  el  mes  de  noviembre  de  1551  tomó  posesión  del 
gobierno  D.  Luís  de  Velasco,  de  la  nolde  familia  del  con- 
destable de  Castilla,  quien  dio  principio  á  su  administra- 


HISTORU  DE   MÉXICO  237 

ción  con  un  hecho  memorable.  Millares  de  indígenas 
gemían  en  los  duros  trabajos  de  las  minas  á  que  los  dedi- 
caban los  encomenderos,  é  impresionado  el  nuevo  Virrey 
por  aquellas  grandes  fatigas,  dio  libertad  á  ciento  sesenta 
mil  mexicanos,  declarando  que  <c  más  importaba  la  liber- 
tad de  los  indios  que  todas  las  minas  del  mundo,  y  que  las 
rentas  que  percibía  la  corona  no  eran  de  naturaleza  tal 
que  por  ellas  se  habían  de  atropellar  las  leyes  divinas  y 
humanas  ». 

Á  consecuencia  de  la  desmoralización  dominante  y  de 
las  persecuciones  que  hacían  á  los  indígenas,  se  formaron 
innumerables  cuadrillas  de  bandoleros  que  hicieron  des- 
aparecer la  seguridad  de  los  caminos,  por  cuyo  motivo  el 
Virrey  organizó  en  1552  el  tribunal  de  la  Santa  Herman- 
dad, destinado  únicamente  á  la  persecución  de  los  malhe- 
chores. 

En  el  año  siguiente  se  fundó  la  Real  y  Pontificia  Uni- 
versidad de  México,  creada  por  cédula  de  Carlos  V  de  21 
de  septiembre  de  1551 ;  pues  los  adelantos  intelectuales  así 
como  la  importancia  de  la  población,  exigían  ya  un  esta- 
blecimiento literario  de  más  categoría  que  los  que  hasta 
entonces  existían. 

Por  ese  tiempo  tuvo  lugar  la  primera  inundación  de 
México,  acaecida  á  consecuencia  de  la  abundancia  de  las 
lluvias  y  del  mal  sitio  en  que  se  había  edificado,  y  como 
los  españoles  no  tenían  noticia  de  las  que  antes  se  habían 
verificado,  se  alarmaron  muchísimo. 

El  Virrey,  de  acuerdo  con  el  Ayuntamiento,  dispuso 
contruir  una  albarrada  que  pudiera  resguardar  á  la  ciudad 
de  las  aguas  de  la  laguna,  y  empleó  en  la  obra  un  empeño 
tan  particular  que  bien  pronto  quedó  terminada,  pues  tra- 
bajaron durante  tres  meses  cerca  de  seis  mil  indios  forra- 
dos y  sin  que  se  les  diera  paga  ni  remuneración  alguna. 

Las  cuadrillas  que  merodeaban  en  los  caminos,  eran 
más    numerosas  en  ciertos    despoblados   cercanos  á  la 


238  PÉREZ    VERDÍA 

sierra  donde  los  chichimeca  se  fortiOcaban,  y  el  señor 
Velasco  comprendiendo  que  sólo  podrían  extirparse  for- 
mando en  aquellos  lugares  nuevos  centros  de  población, 
ordenó  en  1553  la  fundación  de  San  Felipe  de  Ixtlahuaca 
y  San  Miguel  el  Grande  en  la  provincia  de  Guanajuato. 

Á  la  vez  en  ese  mismo  año  tuvo  lugar  en  la  capital  la 
reunión  del  primer  concilio  mexicano,  que  fué  presidido 
por  el  Sr.  D.  Alonso  de  Montúfar,  sucesor  del  señor  Zuma- 
rraga,  con  asistencia  de  los  Obispos  de  Michoacán,  Tlaxcala, 
Chiapas  y  Oaxaca. 

Entre  tanto  que  la  colonia  progresaba  cada  día  organi- 
zándose la  nueva  administración,  el  emperador  Carlos  V, 
cansado  del  poder  que  no  satisfacía  su  ambición,  compren- 
dió que  era  bien  pasajera  y  deleznable  la  gloria  que  so- 
ñaba, y  abdicó  las  coronas  de  Castilla,  Leóji  y  Aragón  en 
Bruselas  á  16  de  enero  de  1556,  en  la  persona  de  su  hijo 
don  Felipe  II  rey  de  Flandes,  retirándose  al  monasterio 
de  Yuste  de  los  monjes  Jerónimos,  donde  murió  el  día 
21  de  septiembre  de  1558.  Hijo  de  don  Felipe  el  Hermoso, 
y  de  doña  Juana  la  Loca^  nació  en  Gante  en  el  año  de 
1500,  heredando  el  reino  de  Castilla  á  los  17  años  de  edad 
y  siendo  electo  Emperador  de  Alemania  á  los  21 ;  por 
cerca  de  medio  siglo  fué  el  arbitro  del  mundo  por  su 
poder  omnímodo  y  sus  vastas  posesiones. 

Felipe  II  nació  en  Valladolid  en  1527  y  fué  jurado  rey  en 
México  el  domingo  6  de  junio  de  1557,  con  la  mayor^pompa 
y  solemnidad,  y  dos  años  después  de  esla  ceremonia  se 
formó  un  ejército  mandado  por  D.  Tristán  de  Luna  y  Are- 
llano  que  pasó  á  sujetar  la  Florida ;  pero  que  á  consecuencia 
de  circunstancias  imprevistas  tuvo  un  íin  desastroso. 

En  1363  vino  de  España  de  visilador  el  licenciado  Val- 
derrama,  á  quien  por  sus  injustas  condescendencias  con 
los  encomenderos  y  las  excesivas  cargas  que  impuso  á  los 
mexicanos  doblándoles  el  tributo,  se  le  llamó  el  molesta- 
dor de  los  indios. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  239 

Por  orden  del  Rey  hizo  alistar  don  Luis  de  Velasco  una 
armada  que  á  las  órdenes  del  capitán  don  Migue]  López 
de  Legaspi  partió  á  explorar  el  mar  del  Sur,  descubriendo 
en  1564  un  grupo  de  islas  fértiles  y  abundantes  en  gana- 
dos, frutos  y  pesca,  al  que  se  llamó  de  Poniente,  las  que 
pertenecieron  antiguamente  á  los  reyes  de  China.  Bien 
pronto  se  les  cambió  ese  nombre  llamándoseles  islas 
Filipinas  en  memoria  del  monarca  español,  establecién- 
dose en  ellas  una  capitanía  general,  con  la  metrópoli  en  la 
ciudad  de  Manila  en  la  isla  de  Luzón. 

El  31  de  julio  de  1564  murió  el  señor  Don  Luis  de  Ve- 
lasco,  á  quien  por  su  paternal  gobierno  se  le  llamaba 
padre  de  la  patria^  y  como  á  la  sazón  se  hallaba  reunido 
el  segundo  concilio  mexicano,  cuatro  obispos  condujeron 
en  hombros  su  cadáver  á  la  iglesia  de  Santo  Dominga 
donde  se  le  dio  sepultura. 

«  Ha  dado,  decía  el  Cabildo  al  Rey,  en  general  á  toda 
esta  Nueva  España  muy  gran  pena  su  muerte,  porque  con 
la  larga  experiencia  que  tenía,  gobernaba  con  tanta  rec- 
titud y  prudencia,  sin  hacer  agravio  á  ninguno,  que  todos 
le  teníamos  en  lugar  de  padre.  » 

Por  la  muerte  del  Virrey  entró  á  gobernar  inmediata- 
mente la  Real  Audiencia,  compuesta  de  los  doctores  Cey- 
nos,  Don  Pedro  Villanueva  y  Don  Jerónimo  Orozco. 

Había  llegado  á  México  en  principios  de  1563  Don 
Martín  Cortés,  marqués  del  Valle,  acompañado  de  sus 
hermanos  bastardos  don  Martín,  hijo  de  Doña  Marina,  y 
don  Luis,  hijo  de  Doña  Antonia  Hermosilla;  mas  como  se 
había  educado  en  Europa  y  tenía  abundantes  bienes  de 
fortuna,  ostentaba  un  lujo  inusitado  y  una  numerosa  ser- 
vidumbre; lo  cual  hería  el  orgullo  de  los  gobernantes. 
Además,  envanecido  el  Marqués  por  sus  honores,  preten- 
día él  ó  sus  parciales  que  se  le  hicieran  en  la  calle  demos- 
traciones de  respeto  y  consideración,  por  cuyos  motivos 
bien  pronto  hubo  ocasión  de  serios  disgustos. 


240  PÉREZ   VERDÍA 

Vino  á  aumentar  éstos  la  circunstancia  de  que  habién- 
dole nacido  al  Marqués  dos  hijos  gemelos,  hizo  para  so- 
lemnizar el  bautismo  espléndidas  fiestas  :  se  representó  la 
entrada  del  Conquistadora  Tenochtitlán,  haciendo  el  hijo 
el  papel  que  había  desempeñado  su  padre,  pronuncián- 
dose en  los  festines  algunos  brindis  indiscretos.  Por  todo 
esto,  así  como  por  haberse  denunciado  á  la  Audiencia  que 
el  Marqués  y  sus  adictos  conspiraban  tratando  de  romper 
la  dependencia  del  rey  de  España,  haciéndose  soberano  de 
la  tierra  y  dando  muerte  á  las  autoridades,  los  Oidores 
alarmados  trataron  d«s  parar  el  golpe.  No  se  consideraban 
bastante  fuertes  para  aprehender  al  Marqués,  por  lo  que 
llamándolo  el  16  de  julio  de  1566  á  la  sala  de  acuerdos  en 
unión  de  los  principales  de  sus  amigos,  con  el  pretexto  de 
que  había  provisiones  reales  que  se  mandaba  se  abrieran 
en  su  presencia,  prepararon  ocultamente  gente  armada. 
Asistió  Don  Martín;  pero  una  vez  en  la  salaCeynosle 
intimó  prisión  por  traidor  á  su  Rey.  Por  lo  que  airado, 
«  Yo  no  soy  traidor  al  Rey,  dijo,  ni  los  ha  habido  en  mi 
linaje  »,  y  echando  mano  á  la  espada  se  preparaba  á  com- 
batir, cuando  la  numerosa  guardia  lo  hizo  preso,  lleván- 
dolo á  las  casas  reales.  Al  mismo  tiempo  se  puso  en  pri- 
sión á  sus  hermanos  D.  Martín  (el  hijo  de  doña  Marina) 
y  D.  Luis,  á  Alonso  y  Gil  González  dé  Ávila,  al  deán 
D.  Juan  Chico  de  Molina,  á  D.  Luis  de  Castilla,  D.  Pedro 
Lorenzo  de  Castilla,  Hernán  Gutiérrez  Altamirano,  Alonso 
de  Estrada,  D.  Lope  de  Sosa,  D.  Juan  de  Guzmán,  D.  Fer- 
nando de  Córdova,  Juan  de  Valdivieso,  Luis  Ponce  de 
León  y  á  otros  muchos. 

Se  les  formó  entonces  un  proceso  y  el  inmediato  3  de 
agosto  fueron  decapitados  Alonso  y  Gil  González  de  Ávila, 
y  aunque  á  muchos  se  aplicó  el  tormento,  bárbaro  é  inútil 
medio  de  prueba,  no  se  justificó  plenamente  la  existencia 
de  la  conspiración,  resultando  sólo  diversos  indicios. 

Mientras  la  Audiencia  se  ocupaba  en  proseguir  la  causa 


HISTORIA   DE  MÉXICO  241 

contra  los  demás  acusados,  desembarcó  en  Veracruz  el 
!7  de  septiembre  D.  Gastón  de  Peralta,  marqués  de 
Falces,  nombrado  virrey  de  Nueva  España  por  Felipe  II,  y 
habiendo  sabido  lo  ocurrido  ordenó  la  suspensión  de  todo 
procedimiento^  así  como  la  ejecución  de  Don  Luis  Cortés 
que  acababa  de  ser  condenado  á  muerte. 

Llegó  á  México  y  usó  por  primera  vez  del  tratamiento 
de  excelencia  que  conservaron  sus  sucesores,  pues  los  dos 
virreyes  que  le  habían  precedido  sólo  usaron  el  de  señoría. 

Su  conducta  moderada  irritó  á  los  Oidores  acostumbra- 
dos ya  al  mando,  quienes  en  venganza  lo  acusaron  de  poco 
diligente  en  el  servicio  del  Rey  y  aun  de  parcial  en  favor 
de  los  conjurados.  Esto  añadido  á  las  noticias  de  lo  ocu- 
rrido alarmaron  al  monarca,  que  dispuso  al  punto  que  un 
tribunal  compuesto  de  los  licenciados  Jarava^  Alonso 
Muñoz  y  Luis  Carrillo,  con  facultades  omnímodas,  cono- 
ciera de  lo  relativo  á  la  conjuración. 

En  el  mar  murió  Jarava,  así  es  que  llegaron  á  México 
Muñoz  y  Carrillo,  pero  el  carácter  dominante  y  despótico 
del  primero  dominó  de  tal  suerte  á  su  colega,  que  puede 
decirse  que  él  solo  desempeñaba  su  cometido. 

Al  punto  reaprehendió  á  cuantos  habían  sido  acusados, 
desterró  á  otros,  secuestró  los  bienes  del  Marqués  y  de  un 
crecido  número  de  caballeros ;  en  8  de  enero  en  1S68, 
hizo  ahorcar  á  Cristóbal  de  Oñate  y  Gómez  de  Victoria,  y 
al  día  siguiente  á  Don  Baltasar  y  Don  Pedro  Quesada; 
siendo  insuficientes  las  cárceles  establecidas,  hizo  cons- 
truir unos  calabozos  que  tomaron  su  odioso  nombre  ; 
depuso  al  Virrey  y  sembró  en  aquella  sociedad  el  espanto 
y  la  alarma,  al  grado  de  que  estuvo  á  punto  de  formarse 
nueva  conjuración  contra  aquel  déspota  sanguinario. 

Por  fortuna  las  repetidas  y  fundadas  quejas,  hicieron 
que  llegaran  de  la  metrópoli  los  licenciados  Vasco  de  Puga 
y  Villanueva  con  orden  de  quitará  aquel  monstruo  y  remi- 
tirlo  inmediatamente,    como  en  efecto  lo  hicieron.  Por 

16 


242  •  PÉREZ    VERDÍA 

una  casualidad,  en   el    mismo  buque   se  embarcaron  en 
Veracruz    en   marzo  de   1568   don  Gastón  de   Peralta  y 
D.  Alonso  Muñoz;  pero  una  vez  en  la  Corte,  el  Virrey  fué 
bien  recibido  y  obtuvo  justicia  en  cuanto  era  de  desearse, 
mientras  que  á  Muñoz  el  Rey  no  le  permitió  hablar  pala- 
bra, sino  que  diciéndole  únicamente  :  Os  envié  á gobernar 
y  no  d  destruir,  le  volvió  la  espalda,  lo  que  le  produjo  tan 
gran  pesar,  que  le  ocasionóla  muerte  ala  mañana  siguiente. 
Entre  tanto  murió  en  Madrid,  en  el  convento  de  Atocha, 
el  31  de  julio  de  1566,  ala  edad  de  noventa  y  dos  años, 
el  obispo  fray  Bartolomé  de  las  Casas,  uno  de  los  más 
ardientes  defensores  de  los  indios,  por  lo  que  su  memoria 
es  grata   en   América  y  particularmente  en  México   por 
cuyos  naturales  manifestaba  especial  predilección.  - 

Ocho  meses  gobernó  la  Audiencia  y  en  5  de  noviembre 
tomó  posesión  del  virreinato  el  señor  don  Martín  Enríquez 
üB  Almanza,  quien  antes  de  desembarcar  hizo  desalojar  á 
unos  corsarios  ingleses  que  se  habían  apoderado  de  la  isla 
de  Sacrificios. 

Doce  años  gobernó  la  Nueva  España,  en  cuyo  tiempo 
demostró  patriotismo  y  rectitud.  Fundó  algunas  pobla- 
ciones, como  Ojuelos,  Portezuelo  y  San  FeKpe,  parala  de- 
fensa contra  los  huachichiles , 

En  1571  se  estableció  en  México  la  Inquisición  española. 
Este  tribunal,  creado  para  conocer  de  los  delitos  de  here- 
jía, parece  que  fué  instituido,  al  menos  en  sus  principales 
bases,  en  el  concilio  de  Verona  celebrado  en  1184,  aunque  . 
fué  algo  más  tarde  en  la  célebre  guerra  de  los  Albigenses, 
cuando  ya  se  nombraron  por  el  papa  Inocencio  III  dos 
inquisidores  del  monasterio  de  Citaux,  y  en  1233  el  pon- 
tífice Gregorio  IX  dio  á  los  dominicos  comisiones  inquisi- 
toriales. En  España  la  Inquisición  se  estableció  primera- 
mente en  el  reino  de  Aragón  á  instancias  de  san  Raymundo 
de  Peñafort  en  el  mismo  año,  mas  en  Castilla  se  resistió 
su  fundación  hasta  que  los  reyes  Católicos  la  establecieron 


HISTORIA   DE   MÉXICO  243 

en  todos  sus  dominios  en  1483;  distinguiéndose  desde  en- 
tonces por  su  severidad,  de  la  inquisición  romana,  parti- 
cularmente en  el  reinado  de  Felipe  II,  que  le  dio  sumo  in- 
cremento por  una  política  meramente  española,  que  tendía 
á  incomunicar  su  reino  de  las  doctrinas  de  su  época. 

Muy  odioso  fué  este  tribunal  por  sus  inicuos  y  secretos 
procedimientos  que  quitaban  á  los  reos  todo  elemento  de 
defensa,  así  como  por  los  duros  castigos  que  imponía. 

En  México  los  primeros  frailes  ejercieron  actos  de  inqui- 
sidores* y  el  señor  Zumárraga  quemó  á  un  nieto  de  Neza- 
hualpilli  porque  había  hecho  un  sacrificio  humano  á  sus 
antiguas  deidades,  por  lo  que  fué  reprendido  por  el  Inqui- 
sidor general;  después  de  lo  cual  no  volvió  á  formarse- 
ningún  proceso. 

Al  siguiente  año  de  1572,  en  25  de  septiembre,  entraron 
á  México  los  primaros  jesuítas  en  número  de  quince, 
siendo  provincial  el  padre  doctor  Pedro  Sánchez. 

Como  cada  día  aumentaban  las  funciones  del  culto,  ya  no 
satisfacía  la  iglesia  metropohtana,  por  lo  que  en  1573  se 
puso  por  el  señor  arzobispo  Moya  de  Contreras  la  primera 
piedra  de  la  nueva  catedral,  cuya  construcción  duró  cerca 
de  un  siglo,  pues  se  dedicó  en  1677,  y  costó  cerca  de  dos 
millones  de  pesos. 

En  la  primavera  de  1576  se  desarrolló  la  espantosa  epi- 
demia áelmat¿a¿s:aAua¿t  ó  fiebre  en  el  redaño,  que  no  cesó 
sino  hasta  unes  de  1577,  con  la  particularidad  de  que  sólo 
atacaba  á  los  naturales,  que  empezaban  á  sentir  el  mal  por 
un  dolor  de  cabeza  al  cual  seguía  una  fiebre  ardiente  que 
los  obligaba  á  salir  de  sus  casas  casi  desnudos  y  á  los  nueve 
días  después  de  una  fuerte  hemorragia  por  las  narices  les 
ocasionaba  la  muerte  sin  remedio.  Murieron  de  esta  epide- 
mia más  de  dos  millones  de  indígenas,  y  durante  el  período 
de  la  peste,  los  religiosos  franciscanos,  dominicos,  agus- 
tinos y  jesuítas  manifestaron  una  caridad  cristiana  lo  mismo 
que  el  Virrey  y  el  Arzobispo, 


244  PÉREZ   YERDÍA 

Á  esta  calamidad  siguió  la  escasez  de  víveres  y  luego  en 
1580  tal  abundancia  de  lluvias  que  las  aguas  de  la  laguna 
inundaron  de  nuevo  la  ciudad,  por  lo  que  el  Virrey  de 
acuerdo  con  el  Ayuntamiento  dispuso  hacer  un  desagüe 
por  el  punto  de  Huehuetoca,  mas  pasado  el  daño  no  se 
emprendió  la  obra. 

En  1577  se  establecieron  en  Veracruz  las  alcabalas, 
contribución  indirecta  sobre  el  tráfico  mercantil,  queecha- 
rotí  hondas  raíces  en  el  sistema  rentístico  del  país. 

Habiendo  sido  promovido  al  virreinato  del  Perú  el  señor 
Enríquez  de  Almanza,  entregó  el  gobierno  en  4  de  octubre 
de  ese  mismo  año.  Por  el  hecho  de  que  varios  virreyes  pa- 
saron de  México  áPerií  se  ha  creído  por  algunos  escritores 
que  era  superior  éste  á  aquél,  considerando  el  cambio 
como  un  ascenso,  pero  es  enteramente  infundada  tal  cre- 
encia, pues  siempre  fué  de  mayor  importancia  el  virrei- 
nato de  Nueva  España,  como  lo  afirma  el  haronee  Hum- 
boldt,  y  las  promociones  sólo  se  hacían  por  fa  facilidad 
que  había  de  que  de  México  pasaran  á  Lima  por  Aca- 
pulco. 

En  4  de  octubre  de  4680  tomó  posesión  el  señor  don 
Lorenzo  Süárez  de  Mendoza,  Conde  de  la  Coruña,  que  sien- 
da  ya  de  edad  avanzada,  murió  al  poco  tiempo  en  19  de 
junio  de  1583,  así  es  que  pocos  sucesos  de  importancia  se 
registran  en  su  gobierno.  Por  las  restricciones  que  tenía  el 
Virrey  en  el  ejercicio  del  poder  no  pudo  corregir  graves 
abusos  de  la  Audiencia  :  pero  pidió  para  el  efecto  un  visi- 
tador, que  se  nombró  al  punto  recayendo  la  elección  en  el 
señor  arzobispo  é  inquisidor  don  Pedro  Moya  de  Contreras. 
También  se  estableció  en  su  tiempo  el  Consulado^  célebre 
tribunal  de  comercio  compuesto  de  un  prior  y  dos  cón- 
sules electos  por  los  comerciantes,  y  que  entendía  privati- 
Yamente  de  todos  los  negocios  relativos. 

Por  muerte  del  Virrey  entró  á  gobernar  la  Audiencia 
compuesta  entonces  de  los  licenciados  Villanueva  y  San- 


^.■'  Th^'-Íím ":;•;- *•»'•'*.'!*■*/;'(*  vifl^'-.T-'V  'f'-.'    X  cÁ^''^'^'  iS/'-^í.**-.'?' 


HISTOaiA   DB  MÉXICO  245 

chez  Paredes  y  de  los  doctores  Pedro  Farfán,  Francisco 
de  Sande  y  Robles. 


CAPÍTULO  V 


El  señor  don  Pedro  Moya  de  Contreras.  —  El  tercer  concilio  mexicano. 
—  Don  Alvaro  Manrique  de  Zúñiga.  —  Sus  cuestiones  con  la  audiencia 
de  Guadalajara.  —  Don  Luis  de  Velasco  II.  —  Don  Gaspar  de  Zúñiga  y 
Acevedo.  -  Nuevas  exploraciones.  —  Felipe  III.  —  Trabajos  literarios 
del  siglo  XVI.  —  El  marqués  de  Montes  Claros.  —  Nueva  inundación  de 
la  capital.  \ 


Á  los  diez  y  seis  meses  se  hizo  cargo  del  poder  el  Sr.  D. 
Pedro  Moya  de  Contreras  en  25  septiembre  de  1584,  reu- 
niendo así  las  facultades  de  virrey»  arzobispo  é  inquisidor, 
por  lo  que  se  manifestó  enérgico  y  severo  aun  con  los 
grandes  personajes,  y  así  depuso  á  dos  oidores  que  no 
habían  cumplido  con  sus  deberes. 

En  1585  se  celebró  el  tercer  concilio  mexicano,  que  fué 
presidido  por  el  arzobispo  y  al  que  asistieron  los  obispos 
de  Guatemala,  Guadalajara,  Michoacán,  Tlaxcala  y  Yuca- 
tán, cuyas  disposiciones  fueron  aprobadas  por  el  papa 
Sixto  V,  cuatro  años  después. 

Y  como  la  colonia  progresaba  diariamente  y  se  aumen- 
taban las  rentas  publicas  á  pesar  de  que  el  señor  Moya  sólo 
desempeñó  el  virreinato  un  año,  remitió  á  España  mayores 
sumas  que  sus  antecesores,  pues  ascendieron  á  tres  mi- 
llones trescientos  mil  ducados  de  plata  acuñada  y  más  de  mil 
marcos  de  oro  en  tejos. 

Tanto  por  esto  como  por  su  actividad  y  honradez  fué 
promovido  á  la  presidencia  del  Supremo  Consejo  de  In^ 
dtas,  el  cual  creado  por  Fernando  el  Católico  en  1511  y 
después  mejor  organizado  por  Carlos  V  en  1524,  ejercía 
facultades  judiciales  y  administrativas,  siendo  con  relación 


í 


246  PÉHEZ   VERDÍA 

á  todas  las  colonias,  lo  que  las  Audiencias  en  menor  escala 
eran  en  su  respectivo  territorio;  y  tenía  jurisdicción  sobre 
todos  los  negocios  de  Indias  ya  fueran  civiles,  de  comercio, 
eclesiásticos  ó  militares. 

Para  sustituirlo  fué  nombrado  el  Sr.  D.  Alvaro  Manrique 
DE  ZúÑiGA,  Marqués  de  Villa-Manrique,  que  tomó  posesión 
el  17  de  octubre  de  1585  y  por  su  carácter  afable  se  hizo  de 
grandes  simpatías. 

Fué  turbada  su  administración  por  serias  cuestiones 
sobre  la  secularización  de  los  curatos,  pues  los  frailes  que 
los  desempeñaban  se  opusieron  á  la  ejecución  del  mandato 
del  Rey  para  que  los  entregaran  á  los  sacerdotes  seculares, 
y  la  medida  quedó  sin  efecto  porque  apelaron  al  Rey  y  le 
enviaron  procuradores. 

El  corsario  inglés  Francisco  Drake  hizo  diversas  depre- 
daciones por  las  costas  del  PacíBco  sin  que  la  persecución 
que  el  Virrey  mandó  hacerle  tuviera  ningún  resultado, 
pues  al  poco  tiempo  apresó  cerca  del  cabo  de  San  Lucas 
el  galeón  de  Filipinas  que  traía  las  ricas  mercancías  de 
aquellas  islas  y  de  China. 

En  los  últimos  años  del  gobierno  de  Villa-Manrique, 
ocurrió  una  cuestión  de  jurisdicción  de  trascendental 
importancia  y  que  Je  ocasionó  su  destitución. 

La  Audiencia  de  Guadalajara  era  independiente  de  la  de 
México  y  del  mismo  virreinato,  pues  el  reino  de  la  Nueva 
Galicia  no  dependía  de  la  Nueva  España  sino  en  la  parte 
militar ;  pero  todos  los  oidores  tenían  prohibición  de  estre- 
char sus  relaciones  con  las  personas  de  su  jurisdicción  á 
quienes  no  podían  visitar,  porque  la  corte,  cuidadosa  de 
la  buena  administración  de  justicia,  quería  alejar  todo 
motivo  de  parcialidad  en  los  jueces.  Por  esto  mismo  les 
estaba  prohibido  bajo  pena  de  pérdida  de  empleo,  por  Real 
Cédula  de  febrero  de  1576,  casarse  ellos  ó  sus  hijos  en  el 
distrito  en  que  ejercían  jurisdicción,  y  como  por  ese 
tiempo,  don  Juan  Ñúñez  de  Villavicencio,  oidor  de  Guada- 


HISTORIA    DE   MÉXICO  247 

lajar<%  se  casó  en  su  ciudad  con  la  hija  de  Juan  de  Lomas, 
el  virrey  don  Alvaro  pretendió  ejecutar  la  pena^  desti- 
tuyéndolo de  su  cargo.  La  Audiencia  le  negó  jurisdicción; 
el  virrey  insistió,  y  después  de  agrias  disputas  mandó  al 
capitán  Gil  Verdugo  con  quinientos  hombres  á  la  ciudad 
rebelde  para  hacerse  obedecer;  pero  la  Audiencia  levantó 
también  tropas  en  Guadalajara  mandándolas  á  las  órdenes 
del  capitán  Rodrigo  del  Río  al  encuentro  de  las  de  México. 
Encontráronse  en  el  pueblo  de  Analco  en  las  orillas  de  Gua- 
dalajara, y  ya  se  preparaban  al  combate,  cuando  el  obispo 
fray  Domingo  Arzola,  vestido  de  pontifical,  con  el  Santí- 
simo Sacramento  y  acompañado  del  Cabildo  medió  entre 
los  combatientes  y  pudo  evitar  la  lucha. 

La  Audiencia  se  quejó  del  atropello  y  Felipe  II  alar- 
mado de  que  hubiera  estallado  la  guerra  civil,  depuso 
inmediatamente  al  Virrey  mandándole  se  le  presentase  á 
darle  cuenta,  y  nombró  para  sustituirle  al  Sr.  D.  Luis  de 
Velasco,  hijo  del  segundo  virrey,  que  llevaba  el  mismo 
nombre,  quien  desembarcó  en  Panuco  y  tomó  posesión  el 
27  de  enero  de  1590. 

Continuaba  la  tribu  de  los  chichiríieca  haciendo  sus 
excursiones,  por  lo  que  el  nuevo  Virrey  fundó  otras  pobla-  ^ 
ciones  destinadas  á  ponerles  término,  como  San  Luis  de 
la  Paz  y  otras,  y  á  la  vez  estableció  colonias  de  indios 
tlaxcalteca  en  todo  el  territorio  que  hoy  comprende  el 
Noreste  de  Jalisco,  Norte  de  Guanajuato,  Sur  de  Zaca- 
tecas y  Occidente  de  San  Luis  Potosí. 

Por  las  aflictivas  circunstancias  del  erario,  por  las  diver- 
sas guerras  que  había  emprendido,  Felipe  II  ordenó 
duplicar  á  los  indios  el  tributo  en  calidad  de  préstamo 
forzoso,  y  el  Virrey  queriendo  favorecer  á  los  contri- 
buyentes obligándolos  á  la  vez  á  fomentar  la  cría  de  aves 
de  corral,  dispuso  que  el  peso  del  tributo  lo  pagaran  con 
siete  reales  y  una  gallina ;  pero  la  medida  salió  contra- 
producente, porque  habiendo   los  españoles  adquirido  la 


248  PÉREZ   VERDÍA 

mayor  parte  de  esas  aves,  las  revendían  en  dos  y  tres 
reales,  haciendo  de  esa  suerte  más  oneroso  el  impuesto. 

El  señor  Velasco  tomó  empeño  en  embellecer  la  capital, 
por  lo  que  pidió  al  Ayuntamiento  en  11  de  enero  de  1S92 
señalara  un  lugar  para  paseo,  y  la  corporación  municipal 
que  abundaba  en  los  mismos  deseos  señaló  el  lugar  y 
plantó  innumerables  álamos,  por  lo  que  aquel  sitio  recibió 
el  nombre  de  la  Alameda  que  conserva  todavía. 

En  1590  mandó  abrir  unas  fábricas  de  tejidos  de  lana  á 
pesar  de  la  resistencia  que  oponían  los  que  comerciaban 
con  ese  género  de  efectos  y  los  introducían  de  España 
sin  competencia. 

Y  cuando  se  disponía  á  enviar  una  expedición  á  Nuevo 
México,  de  la  que  estaba  nombrado  por  jefe  Juan  de  Oñate, 
desembarcó  en  Veracruz  otro  virrey,  don  Gaspar  de 
ZóÑiGA  Y  AcEVEDO,  condc  de  Monterrey,  que  tomó  posesión 
á  mediados  de  noviembre  de  1595,  habiendo  el  señor 
Velasco  partido  al  Perú  cuyo  gobierno  se  le  confió. 

Inmediatamente  revocó  el  acuerdo  relativo  al  pago  del 
tributo  con  gallinas  y  envió  á  Oñate  á  su  expedición  á 
Nuevo  México;  pero  se  le  insurreccionaron  sus  compa- 
ñeros á  poco  de  haber  salido  de  la  capital ;  mas  habién- 
dose dominado  á  los  disgustados,  se  hizo  la  conquista  de 
aquel  territorio  con  gran  facilidad. 

Á  la  vez  se  había  mandado  á  las  órdenes  de  Sebastián 
Vizcaíno  una  armada  compuesta  de  tres  buques  que 
salieron  de  Acapulco,  la  cual  exploró  toda  la  costa  de  Alta 
CaUfornia  dando  en  memoria  del  virrey  el  nombre  de 
Monterrey  á  la  bahía  que  aun  lo  conserva. 

Igualmente  se  le  dio  su  nombre  á  la  ciudad  que  se  fundó 
por  capital  del  Nuevo  Reino  de  León  y  que  primero  se  había 
llamado  de  Nueva  Extremadura. 

En  1598  se  dictaron  repetidas  órdenes  para  que  los 
indios  se  reunieran  en  pueblos  y  congregaciones  á  fin  de 
poderles  cobrar  fácilmente  el  tributo  á  la  vez  que  apode- 


HISTORIA   DE   MÉXICO  249 

rarse  algunos  españoles  de  las  tierras  que  poseían  esparci- 
das en  las  sierras,  con  cuyo  motivo  hubo  mil  dificultades» 
mostrando  el  Virrey  un  ánimo  justiciero. 

En  ese  mismo  año  á  13  de  septiembre,  murió  en  San 
Lorenzo  del  Escorial  Felipe  II,  liijo  de  Carlos  V  y  de 
doña  Isabel  de  Portugal ;  cuyos  dominios  eran  España, 
Portugal,  Ñapóles,  bicilia,  Cerdeña,  el  Milanesado,  el 
Rosellón,  los  Países  Bajos,  el  Franco  Condado,  Túnez, 
Oran,  las  Canarias,  Fernando  Po,  Santa  Elena,  Nueva 
España,  Perú,  Sanio  Domingo,  Cuba  y  Filipinas.  Puede 
considerársele  como  protector  de  la  Iglesia  y  como  rey; 
bajo  el  primer  dictado,  la  batalla  de  Lépanto  basta  para 
distinguirlo ;  considerado  como  gobernante  fué  absoluto  y 
tirano.  Por  su  muerte  fué  proclamado  rey  Felipe  III,  cuya 
jura  solemne  se  hizo  en  México  al  siguiente  año. 

En  Í600  se  trasladó  la  ciudad  de  Veracruz  del  lugar  de 
la  Antigua  donde  se  hallaba  al  que  hoy  ocupa  y  que  es  el 
mismo  en  que  la  había  establecido  Hernán  Cortés. 

Nueva  insurrección  de  los  indios  ocurrió  en  ese  año,  pues 
los  naturales  de  Topia  (entre  Acaponeta  y  Durango)  en 
cuyo  territorio  se  habían  descubierto  ricos  minerales,  ago- 
biados por  el  duro  trato  y  constantes  vejaciones  de  los 
españoles,  acabaron  por  rebelarse;  pero  el  obispo  de 
Guadalajara,  el  señor  don  Alonso  de  la  Mota,  se  dirigió  á 
ellos  é  impidiendo  al  capitán  Canelas  que  los  siguiera 
hostilizando,  les  mandó  á  los  indios  una  embajada  ofre- 
ciéndoles la  paz  y  remitiéndoles  en  garantía  su  mitra  y  su 
anillo  pastoral,  por  cuyas  muestras  bajaron  de  la  sierra 
los  rebeldes  y  volvieron  á  la  obediencia  del  gobierno. 

En  el  siglo  xvi  los  trabajos  literarios  de  más  trascen- 
dencia so  encaminaron  á  la  formación  de  la  gramática  de 
las  lenguas  indígenas  del  país  y  á  la  generalización  de  la 
doctrina  cristiana  por  medio  de  libros  escritos  en  aquellas 
lenguas.  Distinguiéronse  entre  los  primeros  el  vocabulario 
mexicano   de  fray  Alonso  de  Molina;  la  gramática   del 


250  PÉREZ   VERDÍA 

padre  Fray  Andrés  de  Olmos ;  los  epistolarios  y  leccionarios 
del  Padre  Sahagún ;  las  gramáticas  tarascas  del  Padre  Ma- 
turino  y  la  de  Fray  Juan  Bautista  Laguna ;  el  vocabulario 
mixteco  de  Fray  Francisco  de  Alvarado  ;  y  entre  los  segun- 
dos el  catecismo  ó  doctrina  mexicana  de  Fray  Pedro  de 
Gante  y  la  de  Fray  Juan  de  la  Anunciación ;  la  doctrina 
otomíe  de  Fray  Melchor  de  Vargas ;  los  tratados  rituales 
de  Gaona,  Gonzaga,  Gilberti  y  otros,  así  como  los  diálo- 
gos del  Doctor  Cervantes. 

Además,  en  las  letras  españolas,  hiciéronse  notar  Ber- 
nardo de  Balbuena,  español  criado  en  México,  y  el 
Dr.  Eugenio  de  Salazar;  González  de  Eslava;  D.  Francisco 
de  Terrazas  y  D.  Antonio  de  Saavedra  Guzmán,  autor  del 
poema  histórico  E¿  Peregrino  hidiayio. 

También  se  cultivó  la  arquitectura,  de  la  cual  han  que- 
dado como  notables  muestras,  el  acueducto  de  Zem- 
poala,  cuya  obra  monumental  duró  diez  y  siete  años, 
habiéndola  trazado  y  dirigido  Fray  Francisco  Tembleque, 
y  la  primera  iglesia  de  franciscanos  de  Tlamanalco.  El 
primer  maestro  de  pintura,  Rodrigo  de  Cifuentes,  llegó  al 
país  en  1523,  contándose  entre  sus  distinguidos  discí- 
pulos en  aquella  centuria  Andrés  de  Concha  y  el  celebrado 
Baltasar  de  Echave,  que  alcanzó  algunos  años  de  la 
siguiente. 

La  población  de  la  colonia  estaba  dividida  en  razas  y 
castas,  siendo  las  primeras  las  de  españoles,  de  indios,  de 
negros,  de  chinos  y  de  los  filipinos  ó  malayos,  y  las  segun- 
das el  resultado  del  cruzamiento  de  aquéllas.  Las  princi- 
pales castas  eran  la  de  los  criollos,  nombre  con  que  se 
conocían  los  nacidos  en  el  país,  hijos  de  españoles  ;  la  de 
los  mestizos  ó  coyotes  que  eran  los  hijos  de  español  é  in- 
dia; la  de  mestizo  y  española  y  que  se  llamaba  castiza;  la 
de  español  y  negra,  mulata ;  la  de  mulato  y  española 
morisca;  la  del  salto  atrás  era  la  de  aquellos  que  pertene- 
ciendo á  familia  blanca,  presentaban  algunos  caracteres  de 


HISTORIA    OE   MÉXICO  251 

negro,  y  del  salto  atrás  é  india,  resultaba  la  casta  china  ; 
del  chino  y  mulata,  la  del  lobo ;  de  éste  con  mulata,  la  del 
jibaro;  de  éste  con  india  la  del  albarrazado;  de  éste  con 
negra  el  cambujo^  y  de  éste  con  india  la  del  zambo  ó 
zambaigo. 

En  el  año  de  1603  fué  promovido  el  Conde  de  Monterrey 
al  Virreinato  del  Peni,  por  lo  que  después  de  hacerle 
grandes  obsequios  entregó  el  27  de  octubre  el  gobierno 
al  Sr.  D.  Juan  de  Mendoza  y  Luna,  Marqués  de  Montes- 
claros. 

Cuando  el  Sr.  de  Zúñiga  y  Acevedo  partió  para  Aca- 
pulco,  los  indios  en  gran  número  le  acompañaron  despi- 
diéndose de  él  con  muestras  de  profundo  sentimiento  pues 
le  consideraban  como  su  gran  bienhechor. 

Apenas  había  salido  de  México,  cuando  más  de  cuarenta 
caballeros  le  acusaron^  de  no  haber  provisto  en  ellos  los 
principales  empleos  á  que  se  juzgaban  con  derecho  por  ser 
descendientes  de  conquistadores,  y  semejante  proceder 
causó  tal  ira  al  Virrey  que  pretendió  volverse  a  fln  de 
castigar  á  sus  acusadores.  Esto  dio  origen  á  una  resolu- 
ción para  que  en  la  provisión  de  los  empleos  públicos  sólo 
se  atendiera  á  la  aptitud  de  los  designados. 

De  muy  corta  duración  fué  el  período  del  nuevo  Virrey, 
en  el  cual  hubo  una  grande  inundación  el  año  de  1604, 
que  hizo*  pensar  en  trasladar  la  capital  á  las  lomas  de  Tacu- 
baya,  pero  se  tropezó  con  el  inconveniente  de  que  los  edi- 
ficios valían  ya  más  de  veinte  millones  de  pesos  y  no  era 
posible  que  intereses  de  tanta  cuantía  quedaran  perdidos 
y  abandonados.  Por  tal  razón  se  abandonó  el  propósito  y 
se  hicieron  nuevos  diques  y  calzadas  para  defender  la  ciu- 
dad. 

Se  empezó  también  el  empedrado  de  México  y  un  acue- 
ducto para  la  introducción  del  agua  potable  de  Chapulte- 
pee. 

En  1603  se  concedió  á  los  indios  libertad  para  ir  á  ha- 


^^  r^'^^^w^^ 


232  PÉREZ   VERDÍA 

bitar  á  sus  tierras ;  al  año  siguiente  se  juró  al  príncipe  de 
Asturias  y  en  20  de  julio  de  1607  entregó  el  mando  pasando 
al  Perú  como  era  de  costumbre. 

En  este  período  llegó  de  visitador  don  Diego  de  Lan- 
deros,  quien  encontrando  culpables  á  los  oidores  Azaca  y 
Guerrero  los  depuso  y  remitió  <í  España. 


CAPÍtüLO  Vi 


Vuelta  de  Don  Luis  de  Velasco.  —  Insurrección  de  los  negros.  —  La  Au- 
diencia. —  Horribles  asesinatos.  —  El  Marqués  de  Guadalcázar.  —  Fe- 
lipe IV.  —  Don  Diego  Carrillo  y  Pimentel.  —  Sus  tareas  y  controversias  con 
el  arzobispo  Pérez  de  la  Serna.  —  Tumulto  de  1624.  —  Lo  que  resultó  en 
la  pesquisa  que  se  formó. 


Se  hizo  cargo  del  gobierno  D.  Luis  de  Vfxasco,  Marqués 
de  Salinas,  quien  después  de  haber  pasado  al  Perú  donde 
gobernó  siete  años  volvió  á  Nueva  España  estableciéndose 
en  Atzcapozalco  donde  se  encontraba  cuando  recibió  su 
nuevo  nombramiento  de  virrey. 

Al  mes  siguiente  volvió  á  inundarse  la  ciudad,  por  lo  que 
dispuso  Velasco  que  se  diera  principio  al  desagüe  de  la 
laguna  por  el  canal  de  Huehuetoca,  cuyasobras  se  empren- 
dieron con  actividad  dirigidas  por  el  padre  Juan  Sánchez, 
jesuíta  matemático,  y  ejecutadas  por  Enrico  Martínez. 

En  principios  de  4609,  cansados  los  desgraciados  negros 
africanos  de  la  dura  esclavitud  tramaron  una  conspiración 
y  se  huyeron  buscando  su  amada  libertad  en  las  selvas  de 
los  alrededores  de  Orizaba,  bajo  la  dirección  de  Yanga  y 
Francisco  de  la  Matosa.  El  gobierno  mandó  tropas  en  su 
persecución  á  las  órdenes  del  capitán  Pedro  González  de 
Herrera,  quien  logró  derrotarlos  y  habiéndoseles  ofrecido 
una  capitulación  bajo  bases  liberales,  se  acogieron  á  ella 
fundando  el  pueblo  de  San  Lorenzo. 


^■ 


HISTORU   OE  MÉXICO  253 


En  el  mes  de  marzo  de  1611  salieron  de  Acapulco  para 
el  Japón  D.  Sebastián  Vizcaíno  y  fray  Pedro  Bautista, 
llevando  una  embajada  del  marqués  de  Salinas  para  el 
Emperador  y  en  realidad  con  el  fin  de  investigar  el  derro- 
tero de  las  Islas  Ricas  de  oro  y  plata.  Al  principio  Vizcaíno 
fué  muy  bien  recibido ;  pero  cuando  se  supo  en  el  Japón 
su  proyecto  y  se  tuvieron  temores  de  que  aquella  expedi- 
ción tuviese  por  fin  explorar  las  costas  para  emprender 
una  conquista  por  parte  de  los  españoles,  tuvieron  los  em- 
bajadores que  sufrir  mil  peligros  y  contrariedades,  pues 
mal  prevenido  el  Emperador  por  los  ingleses  y  holandeses, 
celosos  de  las  glorias  marítimas  de  los  castellanos,  les  re. 
tiró  su  ayuda,  hasta  que  favorecidos  por  Masamoncy,  rey 
de  Ox,  y  habiéndoles  facilitado  una  embarcación,  regre- 
saron á  su  patria  llegando  á  Zacatula  el  20  de  enero  de 
1614,  sin  haber  obtenido  ningún  resultado. 

En  1611  D.  Luis  de  Velasco  fué  nombrado  presidente 
del  Consejo  de  Indias  por  lo  que  entregó  el  poder  en  Vera- 
cruz  al  Sr.  D.  Fray  García  Guerra,  Arzobispo  de  México, 
quien  tomó  posesión  el  19  de  junio  y  sólo  lo  ejerció  hasta 
el  22  de  febrero  del  siguiente  año,  día  en  que  murió  á 
consecuencia  de  que  siendo  ya  muy  anciano,  al  subir  á  su 
coche  se  dio  un  golpe  en  la  frente  que  le  ocasionó  un  tu- 
mor. 

En  los  ocho  meses  que  gobernó  llamaron  la  atención  un 
fuerte  terremoto  que  tuvo  lugar  en  agosto  y  un  eclipse  de 
sol.  El  Rey  había  pedido  informe  acerca  de  loque  se  ha- 
bía gastado  en  el  desagüe,  lo  que  importaría  toda  la  obra 
y  si  con  ella  se  lograría  salvar  á  la  ciudad  de  las  inunda- 
ciones ;  el  Virrey  informó  que  iban  gastados  cuatrocientos 
trece  mil  trescientos  veintiocho  pesos  y  que  Ildefonso  Arias 
y  otros  matemáticos  opinaban  que  el  desagüe  ni  preserva- 
ría á  la  ciudad  de  nuevas  inundaciones,  ni  se  podría  con- 
servar por  no  llenar  los  requisitos  necesarios. 

Á  la  muerte  del  Arzobispo  entró  á  gobernar  la  Audien- 


254  PÉREZ  VERDÍA 

cia,  recayendo  el  mando  en  Pedro  Otalora,  oidor  decano, 
y  en  los  pocos  meses  qué  ejerció  el  poder  ocurrió  un 
triste  suceso- que  revela  la  crueldad  de  los  gobernantes. 

Volvióse  á  hablar  de  una  conspiración  que  tramaban  ios 
negros  y  la  especie  fué  tomando  tales  proporciones  que 
llegó  á  infundir  verdadero  pánico  en  la  ciudad,  al  grado  de 
que  señalándose  por  la  voz  pública  el  jueves  santo  de  ese 
año  como  el  día  en  que  debía  estallar  la  insurrección,  se 
suspendieron  los  divinos  oficios  y  demás  ceremonias  reli- 
giosas por  temor  de  la  conjuración.  Apenas  había  obscure- 
cido y  ya  todas  las  casas  se  encontraban  cerradas,  y  como 
casualmente  aquella  noche  entró  á  la  ciudad  una  piara  de 
cerdos,  el  ruido  que  formaban  fué  tomado  por  muchos 
como  producido  por  los  insurrectos. 

Sin  embargo  de  que  había  pasado  ya  el  día  prefijado  y 
de  que  no  había  absolutamente  ninguna  prueba  de  la  cons- 
piración, los  ánimos  permanecieron  intranquilos,  por  lo 
que  la  Audiencia  que  participaba  del  pánico  empezó  sus 
persecuciones  aprehendiendo  á  muchos  desgraciados  ne- 
gros. Y  sin  tener  la  prueba  del  delito,  sólo  para  intimidar 
á  aquella  raza  y  devolver  la  tranquilidad  á  la  población, 
mandó  ahorcar  á  veintinueve  negros  y  á  cuatro  negras,  á 
quienes  después  les  cortaron  las  cabezas  y  fueron  puestas 
en  escarpias  en  la  plaza  principal. 

En  18  de  octubre  de  1612  se  hizo  cargo  del  poder  el 
nuevo  virrey  D.  Diego  Fernández  de  Córdova,  marqués  de 
Guadalcázar,  quien  inmediatamente  se  ocupó  de  las  obras 
del  desagüe,  las  que  al  siguiente  año  se  pusieron  bajo  la 
dirección  del  ingeniero  Adrián  Boot^  contratado  en  Francia 
para  ese  objeto. 

En  1613  se  fundó  la  ciudad  de  Lerma  en  honor  del 
duque  de  Lerma  ministro  favorito  del  Rey. 

Poco  después,  en  16  de  noviembre  de  1616  se  rebelaron 
los  tepehuanes  en  las  provincias  de  Sinaloa  y  Durango, 
habiendo  dado  muerte  á  los  misioneros  jesuítas  Tovar, 


HISTORIA   DE  MÉXICO  25^ 

Cisneros,  Gutiérrez  y  otros.  El  gobernador  de  la  Nueva 
Vizcaya,  D.  Gaspar  Albear,  con  numerosas  tropas  les  hizo 
la  guerra,  logrando  en  poco  tiempo  someterlos. 

No  fué  tal  guerra  la  única  calamidad  de  ese  año,  pues  í 
consecuencia  del  mal  temporal  se  perdieron  las  cosechas 
y  sobrevino  una  gran  carestía. 

En  26  de  abril  de  1618  se  fundó  la  villa  de  Córdova  en 
el  Estado  de  Veracruz  en  honor  del  Virrey,  y  dos  años 
más  tarde  se  concluyeron  los  arcos  que  conducen  el  agua 
de  Santa  Fe  á  la  caja  del  agua  ;  obra  de  gran  mérito,  pues 
se  compuso  de  novecientos  arcos  de  ocho  varas  cada  uno 
por  vara  y  inedia  de  espesor  y  seis  de  altura,  la  cual  costó 
más  de  ciento  cincuenta  mil  pesos. 

Á  la  vez  erigía  el  Papa  Paulo  V  el  Obispado  de  Durango 
segregándolo  del  de  Guadalajara  que  era  tan  extenso  que 
llegaba  hasta  Texas. 

En  14  de  marzo  de  1621  salió  de  México  el  Marqués  de 
Guadalcázar  á  Gn  de  embarcarse  en  Acapulco  para  el  Perú 
adonde  se  le  destinó,  d^ando  el  gobierno  de  la  Nueva 
España  á  cargo  de  la  Audiencia  presidida  por  el  Lie.  Paz 
de  Valecillo. 

Gobernaba  la  Audiencia  cuando  ocurrió  en  Madrid  el 
3  i  de  marzo  de  1621  la  muerte  del  rey  Felipe  III,  que 
había  nacido  en  1578,  siendo  hijo  de  Felipe  II  y  de  Ana 
de  Austria  :  subió  al  trono  cuando  sólo  contaba  veinte 
años  y  se  manifestó  indolente  en  el  gobierno,  así  es  que  en 
su  reinado  tuvieron  de  nuevo  influencia  los  funestos  favo- 
ritos, D.  Francisco  de  Rojas  Sandoval,  Duque  de  Lernia, 
su  hijo  el  Duque  de  Uceda,  y  D.  Rodrigo  Calderón,  Mar- 
qués de  Siete  Iglesias,  se  sucedieron  en  el  favor  del  Rey 
que  de  esta  suerte  originó  de  una  manera  rápida  la  deca- 
dencia de  la  gran  nación  española. 

Pocos  meses  después,  el  12  de  septiembre,  se  encargó 
del  gobierno  el  Sr.  D.  Diego  Carrillo  de  Mendoza  y.  Pimentel^ 
Marqués  de  Gelves  y  Conde  de  Priego,  quien  inmediata- 


256  PÉREZ  VERDÍA 

mente  hizo  con  solemnidad  la  jura  del  nuevo  rey  Felipe  IV. 

Este  Virrey  era  de  un  carácter  violento  y  enérgico,  así 
que  habiendo  encontrado  la  colonia  en  gran  desconcierto  : 
los  caminos  intransitables  por  las  numerosas  cuadrillas  de 
ladrones  que  los  recorrían  ;  la  justicia  vendida  á  los  pode- 
rosos y  la  sociedad  en  general  disgustada  por  las  continuas 
reyertas  del  clero  y  de  la  autoridad,  trató  de  poner  remedio 
á  semejante  estado  de  cosas. 

Persiguió  con  tal  empeño  y  severidad  á  los  malhechores 
que  logró  bien  pronto  restablecer  la  seguridad  pública, 
habiendo  ejecutado  en  los  tres  años  mayor  número  de 
delincuentes  que  en  todo  el  tiempo  que  iba  de  la  domina- 
ción española ;  se  puso  del  lado  de  los  débiles  á  (in  de  que 
se  les  hiciera  justicia  y  trató  de  corregir  todos  aquellos 
abusos.  Desgraciadamente  su  carácter  duro  y  arrebatado 
lo  hizo  emplear  muchas  veces  la  arbitrariedad  y  el  despo- 
tismo, de  suerte  que  bien  pronto  chocó  con  el  arzobispo 
D.  Juan  Pérez  de  la  Serna  que  también  era  obstinado  y 
violento. 

En  1622  creyendo  inútiles  las  obras  del  desagüe,  no 
sólo  las  suspendió,  sino  que  aun  rompió  uno  délos  diques 
y  sobreviniendo  las  lluvias,  la  ciudad  se  inundó  en  el 
mes  de  diciembre,  circunstancia  que,  explotada  por  sus 
enemigos,  le  atrajo  gran  descrédito. 

El  año  siguiente  subió  de  precio  el  maíz  y  demás  ce- 
reales, llegando  á  valer  á  cinco  pesos  la  fanega,  y  como 
un  amigo  del  Marqués,  D,  Pedro  de  Mejía,  monopolizó  el 
grano,  llegó  á  creerse  que  iba  en  compañía  con  el  Virrey, 
lo  que  aumentó  el  disgusto  y  las  armas  de  sus  enemigos. 

En  tales  circunstancias  y  cuando  corrían  los  últimos 
días  de  noviembre  ocurrió  un  suceso  que  originó  un  te- 
rrible motín.  Don  Melchor  Pérez  de  Veráez,  sacerdote,  se 
encontraba  preso  juzgándolo  el  Virrey,  y  habiéndose 
fugado  de  la  ciudad  que  le  servía  de  cárcel  fué  de  nuevo 
aprehendido  y  puesto  en  rigurosa  prisión  con  centinelas ; 


HISTORIA  DE  MÉXICO  257 

el  reo  se  quejó  al  Arzobispo  de  que  se  violaban  los  privi- 
legios eclesiásticos  con  ponerle  guardias,  y  el  señor  Pérez 
de  la  Sema  que  sólo  buscaba  ,un  pretexto  para  declarar 
su  hostilidad,  inmediatamente  lanzó  excomunión  sobre 
los  jueces  y  los  centinelas,  quienes  apelaron  al  legado 
del  Papa  que  á  la  sazón  se  hallaba  en  Puebla.  Con  este 
motivo  el  Virrey  llamó  á  un  notario  y  un  clérigo  del  Ar- 
zobispo con  quienes  disgustado  porque  no  quisieron  firmar 
lo  que  verbalmente  le  habían  dicho,  los  retuvo  arrestados; 
se  quejaron  al  mitrado,  quien  requirió  al  Marqués  para  que 
los  pusiese  en  libertad,  y  no  habiendo  accedido  fué 
también  excomulgado.  El  señor  Carrillo  apeló  al  legado 
pontificio  manifestándole  que  en  virtud  de  representar  al 
Rey  no  podía  ser  excomulgado  por  el  Arzobispo,  por  lo 
que  el  legado  ordenó  se  le  levantase  esa  pena  espiritual ; 
pero  habiéndose  negado  el  señor  de  la  Sema,  dispuso  el 
Virrey  se  le  embargasen  sus  bienes  como  se  hizo  el  día 
H  de  enero  de  1624. 

Profundo  disgusto  causó  esto  al  Arzobispo,  por  lo  que 
se  presentó  á  la  Audiencia  en  demanda  de  justicia  y  como 
no  se  resolvió  en  el  acto  como  él  quería,  manifestó  que  no 
se  retiraría  de  la  sala  hasta  que  se  le  resolviese ;  entonces 
la  Audiencia  le  mandó  que  saUese,  y  como  no  obedeciera, 
en  el  acto  ordenó  al  capitán  D.  Diego  de  Armenteros  que 
llevase  preso  al  arzobispo  á  San  Juan  de  Uliía  para  que  se 
le  desterrase,  como  en  efecto  lo  hizo. 

Gran  sensación  produjo  esta  medida,  la  que  aumentó  á 
los  pocos  días  al  ponerse  la  ciudad  en  entredicho  y  orde- 
narse la  cesación  á  divinis,  y  los  mismos  oidores  arrepen- 
tidos dispusieron  la  vuelta  del  prelado,  pretextando  que 
en  el  acuerdo  no  se  habían  llenado  todos  los  requisitos 
legales. 

Indignado  el  Virrey  hizo  llevar  á  palacio  á  los  oidores, 
teniéndolos  secretamente  en  arresto,  entre  tanto  que  el 
Arzobispo  haciendo  intencionalmente  jornadas  demasiado 

17 


258  PÉREZ   YERDÍA 

cortas  se  alejaba  más  y  más,  hasta  que  en  San  Juan  Teoti- 
huacán  logró  fugarse  y  acogerse  á  la  iglesia.  Armenteros 
trató  de  aprehenderlo,  pero  tomando  el  prelado  la  hostia 
consagrada  en  sus  manos  permaneció  con  ella  por  muchas 
horas  frente  al  capitán  que,  espada  en  mano,  no  se  atrevió 
á  usar  de  ella,  hasta  que  esparcida  la  noticia  de  semejante 
suceso,  acudió  el  pueblo  y  no  sólo  lo  puso  en  libertad  sino 
que  aprehendió  á  Armenteros  que  corrió  gran  riesgo  de 
ser  asesinado. 

Todos  estos  acontecimientos  hicieron  que  el  pueblo  irri- 
tado con  frivolo  pretexto  se  amotinara  el  15  de  febrero  álos 
gritos  de  Abajo  el  luterano^  muera  el  hereje^  viva  la  fe  de 
Jesucristo^  viva  la  Iglesia,  y  como  las  autoridades  y  par- 
ticularmente el  oidor  Cisneros  le  rogasen  al  Virrey  que 
dispusiera  la  libertad  y  vuelta  del  metropohtano,  accedió 
por  fin,  con  lo  que  parecía  concluido  el  tumulto  cuando  la 
muchedumbre  empezó  á  apedrear  el  palacio,  por  lo  que 
para  despejar  las  calles  se  le  hizo  fuego  desde  la  azotea  del 
edificio,  con  lo  que  bien  pronto  estalló  una  terrible  asonada. 

Como  la  autoridad  de  los  gobernantes  se  basaba  entonces 
en  su  prestigio  moral,  no  se  contaba  con  las  fuerzas  nece- 
sarias para  un  caso  imprevisto,  de  suerte  que  el  Marqués 
apenas  pudo  armar  á  veinte  hombres  á  cuyo  frente  se  puso 
él  en  persona. 

Con  tan  escasos  elementos  no  pudo  dominar  el  tumulto, 
por  lo  que  apeló  á  la  fuerza  moral,  enarbolando  al  punto 
el  estandarte  del  Rey  :  ponerlo  sobre  el  palacio  y  contenerse 
los  amotinados  todo  fué  obra  de  un  instante;  pero  aquella 
actitud  respetuosa  cesó  pronto  porque  un  fraile  Salazar 
sacando  de  la  catedral  una  grande  escalera  subió  por  ella 
temerariamente  hasta  arrebatar  el  estandarte  y  tirarlo  á  la 
multitud.  Aquélla  fué  la  señal  del  asalto,  pues  al  instante 
le  pegaron  fuego  al  palacio,  sacaron  la  prisión,  teniendo  el 
Virrey  á  pesar  de  su  valor  que  no  llegó  á  abandonarlo,  que 
salir  ocultamente  á  uno  de  los  conventos. 


HISTORIA   DE  MÉXICO  259 

Se  hizo  cargo  del  gobierno  la  Audiencia,  regresó  el 
Arzobispo  y  todo  se  tranquilizó  volviendo  las  cosas  á  su 
primitivo  estado. 

Guando  se  supo  este  escándalo  en  España  se  mandó  le- 
vantar ima  rigurosa  averiguación  encargando  de  formarla 
á  don  Martín  de  Carrillo,  inquisidor  de  Valladolid,  quien 
vino  luego  á  la  colonia ;  pero  tuvo  el  talento  dfi  poner  en 
conocimiento  de  la  Corte  tres  verdades  de  gran  trascen- 
dencia :  que  el  clero  era  el  autor  del  tumulto ;  que  si  se 
seguía  la  averiguación  habría  que  castigar  ala  mayor  parte 
de  la  población,  por  ser  todos  culpables ;  y  que  el  odio 
contra  los  españoles  era  tan  grande  en  las  masas,  que 
había  sido  en  el  suceso  uno  de  los  resortes  principales.  En 
tal  virtud  se  concluyó  la  causa  á  los  dos  años,  habiendo 
sido  ejecutados  cuatro  de  los  principales  amotinados  ;  con- 
denados á  trabajo  forzado  en  galeras  por  toda  su  vida  Sa- 
lazar  y  otros  cuatro  eclesiásticos ;  depuestos  dos  oidores ; 
declarados  sediciosos  los  procedimientos  del  Arzobispo  por 
lo  que  fué  reprendido  severamente  y  depuesto  del  arzobis- 
pado, cuya  dignidad  se  confirió  al  señor  don  Francisco 
de  Manso  y  Zúñiga.  En  cuanto  al  conde  de  Priego,  fué 
aprobada  su  conducta  y  premiado  con  empleos  honoríficos, 
aunque  no  se  le  volvió  á  México. 


CAPITULO  VII 

El  marqués  de  Cerralvo.  —  Terrible  inundación.  —  Período  de  tiempo 
señalado  á  los  virreyes.  —  Don  Lope  Díaz  de  Armendáriz.  —  El  mar- 
qués de  Villena.  —  Independencia  de  Portugal.  —  Es  depuesto  el  virrey 
por  el  visitador.  —  Don  Juan  Palafox.  —  El  conde  de  Salvatierra.  — 
Célebre  representación  del  ayuntamiento  de  México.  —  Escándalos  en 
Puebla.  —  El  obispo  de  Yucatán.  —  Autos  de  fe.  —  Don  Luis  Enríquez 
de  Guzmán.  —  La  Monja  alférez. 


Fué  nombrado  virrey  el  Sr.  D.  Rodrigo  Pacheco  Osorio, 
Marqués  de  Cerralvo,  quien  llegó  á  México  en  3  de  no- 


260  PÉREZ   VERDÍA 

viembre  de  1624  procurando  restablecer  el  orden  y  reme- 
diar los  males  causados  por  los  últimos  trastornos. 

El  comercio  sufría  los  males  de  la  guerra  que  seguía 
España  con  Francia  y  Holanda,  los  que  se  agravaron  con 
la  pérdida  de  la  flota  que  volvía  á  la  metrópoli,  la  cual  con 
doce  millones  de  |  pesos  que  llevaba,  fué  capturada  en  el 
canal  de  Bahama  por  Pedro  Hein,  almirante  de  la  escuadra 
holandesa;  así  como  por  haber  tomado  el  gobierno  poco 
tiempo  después,  dos  millones  y  medio  de  pesos  en  oro  y 
plata  propiedad*  de  particulares,  y  habérselos  cambiado 
por  vellón  y  cobre,  que  tenían  en  el  comercio  un  des- 
cuento del  cuarenta  y  seis  por  ciento. 

Al  año  siguiente  ocurrió  la  más  terrible  de  las  inunda- 
ciones de  México,  pues  el  agua  subió  más  de  dos  varas 
sobre  el  suelo,  se  desplomaron  muchos  edificios,  murieron 
más  de  tres  mil  personas,  y  la  inundación  duró  hasta  1631, 
necesitándose  en  ese  tiempo  de  canoas  para  transitar  por 
las  calles.  Con  este  motivo  se  quiso  de  nuevo  trasladar  la 
ciudad  á  lugar  más  seguro  y  aun  así  lo  ordenó  Felipe  IV, 
pero  valía  ya  cincuenta  millones,  por  lo  que  no  se  pudo 
realizar  la  idea;  mas  se  prosiguieron  con  actividad  las 
obras  del  desagüe. 

En  el  mismo  año  de  1629  se  dio  una  real  orden  previ- 
niendo que  los  virreyes  sólo  durasen  tres  años  en  su  em- 
pleo; sin  embargo  de  la  cual  cada  uno  duraba  más  ó  me- 
nos según  el  favor  d^  que  gozaba  é  influencias  que  tenía  en 
la  Corte,  sin  que  tal  prevención  llegara  á  observarse  :  el 
señor  Pacheco  Osorio  duró  once  años  á  pesar  de  haberse 
dictado  en  su  tiempo  la  disposición. 

Para  seguridad  del  gobierno  se  levantaron  en  México 
tres  compañías  de  infantería ;  mas  por  razón  de  este  origen 
se  consideraba  su  permanencia  como  afrenta  de  la  lealtad 
mexicana  y  por  eso  el  Ayuntamiento  después  de  repetidas 
é  inútiles  instancias  para  que  se  disolvieran,  se  presentó  en 
cuerpo  en  enero   de  1628  ante  el  Virrey  redoblando  sus 


•  !Ji*V  ^    V   ■*    *     "I"     '.      '■     í.'»'f'J   ■"*'  ■     I     ..   'f\'. 


HISTORIA   DE  MÉXICO  261 

súplicas,  que  no  alcanzaron  por  entonces  mejor  éxito  que 
las  anteriores,  pues  fué  preciso  que  pasaran  más  años  y  se 
adquiriera  más  confianza  y  más  medios  de  subsistencia, 
para  que  por  fin  se  atendiera  aquella  solicitud.  Fué  en  1630, 
cuando  el  Marqués  de  Cerralvo  ofició  al  Cabildo  con  fecha 
27  de  marzo  diciéndole  «  que  haciendo  la  cuenta  con  el 
gusto  que  había  tratado  de  darle  á  esta  ciudad  y  reino  en 
cuanto  se  había  ofrecido,  y  no  pudiendo  poner  duda  en  que 
los  amigos  tan  honrados  y  fieles  vasallos  que  S.  M.  tiene  en 
este  reino  son  la  verdadera  defensa  de  sus  virreyes  y  mi- 
nistros, queriendo  hacer  notoria  su  confianza  á  todos  y 
ser  el  testigo  de  más  seguro  abono  en  esta  parte,  había 
resuelto  se  reformaran  las  tres  compañías  que  al  presente 
se  hallaban  en  Yeracruz  y  se  borre  la  memoria  de  su  fun- 
dación. » 

Nuevas  disputas  se  suscitaron  entre  el  Virrey  y  el  Arzo- 
bispo Manso,  lasque  por  su  prudencia  no  dieron  otro  re- 
sultado que  el  que  fuera  trasladado  el  prelado  á  la  diócesis 
de  Badajoz. 

Dos  veces  renunció  el  gobierno  que  por  fin  dejó  en  16  de 
septiembre  de  1635,  un  año  después  de  haber  fundado  el 
presidio  de  Cerralvo  á  treinta  y  cinco  leguas  de  Mon- 
terrey. Volvióse  luego  á  la  península  con  fama  de  muy 
rico,  siendo  digno  de  notarse  el  obsequio  que  hizo  al  rey 
consistente  en  un  papagallo  de  oro  con  esmeraldas,  tan 
primorosamente  hecho,  que  se  cita  como  elocuente  muestra 
del  adelanto  del  arte,  habiendo  costado  trescientos  mil  pe- 
sos. 

Le  sustituyó  el  Sr.  D.  Lope  Díaz  de  Armendáriz,  Marqués 
de  Cadereita,  que  gobernó  hasta  el  28  de  agosto  de  1640 
en  cuyo  tiempo  se  estableció  la  armada  de  Barlovento, 
destinada  á  defender  las  naves  mercantes;  se  fundó  la 
villa  de  Cadereita ;  se  vendieron  algunas  rentas  públicas 
y  se  publicó  una  real  cédula  que  prevenía  que  en  cual- 
quiera parte  donde  aun  hubiera  indios  esclavos  se  les  pu- 


262  PÉREZ   YERDÍA 

siera  en  libertad,  bajo  penas  severas.  Desgraciadamente  no 
fueron  disposiciones  favorables  á  los  indios  las  que  falta- 
ron :  las  había  desde  Isabel  la  Católica  y  en  todos  los 
reinados  se  repetían  ;  lo  que  siempre  faltó  fué  ánimo  de 
cumplirlas  y  energía  para  conseguirlo. 

Se  encargó  del  poder  de  la  Nueva  España  el  Sr.  D. 
Diego  López  Pacheco  Cabrera  y  Bobadilla,  marqués  de 
Villena,  duque  de  Escalona  y  grande  de  España,  ha- 
biendo llegado  á  México  en  unión  del  señor  Palafox,  obispo 
de  Puebla  que  venía  encargado  de  residenciar  á  los  dos 
últimos  virreyes. 

El  Sr.  Pacheco  mand/5  una  nueva  expedición  á  California 
á  las  órdenes  de  don  Luis  Cetín  de  Canas  con  muchos 
misioneros  jesuítas ;  reforzó  la  armada  de  Barlovento ;  hizo 
cumplir  las  órdenes  que  secularizaban  los  curatos  y  vendió 
otra  parte  de  las  rentas  públicas,  pues  era  grande  la  penu- 
ria del  gobierno  español. 

Estalló  en  Lisboa  el  día  i.^  de  noviembre  de  1640  la 
conjuración  que  tuvo  por  fin  hacer  la  independencia  de 
Portugal  proclamando  por  rey  con  el  nombre  de  Juan  IV 
al  duque  de  Braganza ;  la  cual  fué  motivada  por  las  medi- 
das impolíticas  del  Conde-duque  de  Olivares,  principal- 
mente por  la  que  ordenó  que  toda  la  nobleza  portuguesa 
se  alistara  en  el  ejército  que  iba  á  expedicionar  á  Cata- 
luña ;  y  caminando  el  gobierno  de  error  en  error  no  supa 
restablecer  su  dominio  en  aquel  reino  que  perdió  fácil- 
mente y  para  siempre  (i). 


;1)  Guando  el  favorito  conde-duque  tuvo  que  dar  la  noticia  de  la  inde- 
pendencia de  Portugal  al  rey  Felipe  IV,  trató  de  persuadirlo  de  que  más 
ganaba  con  la  conflscación  de  los  bienes  del  nuevo  rey  que  lo  que  perdía 
con  la  separación  de  aquel  reino,  ó  al  menos  quiso  con  este  engaño  dis- 
minuir la  mala  impresión  de  semejante  anuncio.  Así  es  que  hallándose  el 
monarca  español  entretenido  con  el  juego,  le  dijo  su  ministro  :  «  Señor, 
traigo  una  buena  noticia  que  dar  á  V.  M.  En  un  momento  ha  gemado 
V.  M.  un  ducado  con  muchas  y  muy  buenas  tierras.  —  ¿  Qómo  es  eso  ?  » 


yJSM 


HISTORIA  DE   MÉXICO  263 

Con  este  motivo  se  mostró  el  gobierno  receloso  del 
duque  de  Escalona  por'  pertenecer  á  una  ¡lustre  familia 
portuguesa,  y  ei  señor  Palafox  que  ambicionaba  el  puesto, 
con  su  carácter  de  visitador  lo  acusó  por  lo  que  recibió 
orden  de  encargarse  del  virreinato.  Paraestocasi  aprehendió 
al  marqués  de  Villena  y  lo  remitió  á  España  con  mucha 
tropelía,  embargándole  sus  cuantiosos  bienes  y  vendién- 
doselos en  almoneda.  Una  vez  en  la  Córtese  sinceró  y  aun 
se  le  repuso  en  su  alto  empleo  ;  pero  lo  renunció  y  pasó  á 
desempeñar  el  virreinato  de  Sicilia. 

De  esta  suerte  se  hizo  cargo  del  gobierno  elSr.  D.  Juan 
Palafox  Mendoza,  obispo  de  Puebla,  que  sólo  ejerció  el 
mando  desde  el  10  de  junio  de  1642  hasta  el  23  de  no- 
viembre del  mismo  año,  en  cuyo  corto  período  manifestó 
su  espíritu  intolerante  haciendo  destruir  algunos  objetos 
antiguos  que  los  mismos  conquistadores  habían  respetado ; 
dio  nueva  organización  á  la  Universidad ;  depuso '  á  dos 
oidores  que  habían  faltado  á  sus  deberes  y  levantó  doce 
compañías  de  milicias  para  la  seguridad  de  la  colonia.  Re- 
nunció el  sueldo  en  los  cinco  meses  que  fué  virrey  y  aun 
el  de  visitador  en  los  dos  años  que  tuvo  ese  cargo.  Igual- 
mente renunció  el  arzobispado  de  México  volviendo  al 
obispado  de  Puebla. 

Le  sustituyó  el  Sr.  D.  García  Sarmiento  Sotomayor, 
Conde  de  Salvatierra  y  Marqués  de  Sobroso,  que  por  el 
estado  inseguro  de  los  mares,  se  ocupó  inmediatamente 
de  fundar  establecimientos  en  la  costa  de  California  á  fin 
de  que  pudiesen  proteger  las  naves  de  China,  y  al  efecto 
mandó  en  1642  á  D.  Pedro  Portel  de  Casanate,  aunque  por 
un  incendio  que  destruyó  dos  de  sus  naves  no  pudo  salir 
de  Acapulco  sino  hasta  1648. 


le  preguntó  el  lley.  —  «  Porque  el  Duque  de  Braganza  ha  perdido  el 
juicio  :  acaba  de  hacerse  proclamar  rey  de  Portugal,  y  esta  locura  da  á 
V.  M.  de  sus  haciendas  doce  millones.  » 


'"W 


264  PÉREZ   VERDÍA 

En  1644  el  ayuntamiento  de  México  pidió  á  Felipe  IV 
<jue  ya  no  se  fundasen  más  conventos  de  monjas  ni  de 
frailes,  por  ser  ya  tantos  que  guardaban  desproporción 
con  el  número  de  habitantes  de  la  ciudad,  á  la  vez  que 
amenazaban  consolidar  en  su  poder  toda  la  propiedad  terri- 
torial; pues  las  fincas  que  poseían  los  conventos  y  los 
capitales  impuestos  sobre  la  propiedad  raíz,  importaban  la 
mitad  del  valor  de  toda  la  propiedad  del  país  (1).  Á  la  vez 
le  pidió  que  mandase  también  á  los  obispos  que  ya  no  or- 
denasen nuevos  sacerdotes,  por  haber  más  de  seis  mil  sin 
ocupa,ción  ninguna,  y  que  se  disminuyese  el  número  de 
las  fiestas  de  los  santos,  porque  no  había  semana  que  no 
hubiera  uno  ó  dos  días  de  fiesta,  con  lo  que  se  acrecentaba 
la  ociosidad. 

La  Corte  española  desgraciadamente  no  fijó  su  atención 
en  este  asunto  que  dejó  sin  resolver,  dando  motivo  á  que 
las  cosas  continuaran  en  este  estado  para  venir  á  producir, 
siglos  más  tarde,  una  gran  revolución,  que  pudo  evitarse 
por  medio  de  la  política. 

En  1645  ocurrió  una  nueva  inundación,  fundándose  á 
los  dos  años  la  ciudad  de  Salvatierra  en  la  provincia  de 
Guanajuato. 

En  1647  tuvo  lugar  la  desavenencia  del  obispo  Palafox 
€on  los  jesuítas  de  Puebla,  la  cual  llenó  de  escándalo  al 
pueblo.  Con  motivo  de  un  litigio  que  había  pendiente  entre 
la  iglesia  de  Puebla  y  el  doctor  Serna  sobre  propiedad  de 
una  hacienda,  se  publicaron  algunos  documentos  que  res- 
pectivamente disgustaron  á  ambas  partes ;  un  jesuíta,  el 
padre  Juan  de  San  Miguel,   hizo    sobre  la   conducta  del 


(1)  Llegó  á  haber  en  la  Nueva  España  179  conventos  de  frailes,  de  los 
cuales  52  eran  de  Franciscanos;  30 de  Dominicos;  *26  de  Agustinos;  23 de 
Mercedarios  ;  18  de  Carmelitas ;  14  de  Dieguinos  y  16  entre  los  de  Jesuítas 
y  de  San  Felipe  Neri.  Además  existían  85  conventos  de  monjas. 

El  mayor  número  de  parroquias  fué  de  1.073,  en  el  servicio  de  las 
cuales  se  empleaban  2,300  eclesiásticos. 


^. 


-T^Sí^:  ^'^  ^^^^' — ■  ■■:  "*■■ ■   «1. -.i^i* -"I".""- '      .1.     I,  »  'it>  »    .,■•" 


HISTORIA   DE   MÉXICO  265 

Obispo  algún  comentario  que  le  desagradó,  por  lo  que  les 
pidió  con  su  autoridad  episcopal  que  le  presentasen  sus 
licencias.  Los  jesuítas  se  negaron  pretextando  que  las 
tenía  en  México  el  provincial  don  Pedro  Velasco  y  que- 
riendo usar  de  sus  privilegios  continuaron  predicando,  por 
lo  qiie  el  miércoles  de  ceniza  6  de  marzo,  seles  notificóla 
formal  suspensión  de  predicar  mientras  no  se  presentasen  al 
diocesano  sus  licencias,  no  obstante  lo  cual  predicó  al  día 
siguiente  el  padre  Legaspi,  por  loque,  después  de  algunas 
contestaciones,  el  Obispo  lanzó  una  excomunión  mayor 
contra  todos  los  que  predicasen  ó  confesasen  sin  su  licencia 
y  contra  los  que  oyeran  sus  sermones,  se  confesasen  con 
ellos  ó  asistiesen  á  sus  colegios.  Los  miembros  de  la  Com- 
pañía ocurrieron  al  gobierno  de  México  nombrando /wece* 
conservadores  y  pidiendo  se  aprobase  el  nombramiento,  lo 
cual  hizo  el  Virrey  no  obstante  la  oposición  del  Obispo, 
designando  á  los  padres  dominicos  fray  Juan  Paredes  y 
fray  Agustín  Godines,  quienes  después  de  mil  cuestiones 
fallaron  levantando  á  los  jesuítas  las  censuras,  mandando 
hacerles  una  reparación  de  los  agravios  y  violencias.  Pero 
como  el  señor  Palafox  desconoció  la  autoridad  de  aquellos 
jueces,  se  negó  á  obedecer  su  resolución,  hizo  en  su  cate- 
dral algunas  ceremonias  del  ritual,  apagando  las  velas  y 
predicando  un  sermón  contra  la  Compañía,  que  excitó  tanto 
los  ánimos  que  aun  pretendieron  pegarle  fuego  á  sus  esta- 
blecimientos;  pero  después  de  todos  estos  escándalos, 
apoyados  los  jueces  por  el  gobierno,  huyó  el  señor  Palafox 
encomendando  el  gobierno  de  su  iglesia  á  tres  vicarios 
generales  don  Juan  Merlo,  doctor  don  Alonso  de  Varaona 
y  don  Nicolás  Gómez,  quienes  se  negaron  áaceptarel  nom- 
bramiento ;  de  esta  suerte  salió  de  su  obispado  de  un  modo 
análogo  al  con  que  poco  antes  había  hecho  salir  al  virrey 
marqués  de  Villena. 

Entonces  se  declaró  vacante  la  sede  episcopal  y  poco  des- 
pués el  Obispo  fué  trasladado  á  la  diócesis  de  Osma  en 


266  PÉREZ    VERDÍA 

España,  en  cuya  ciudad  murió  el  1."  de  octubre  de  1659. 

La  Santa  Sede  declaró  improcedente  el  nombramiento 
de  los  jueces  conservadores,  y  años  más  tarde  se  trató  de 
canonizarle  llegando  el  proceso  hasta  confirmarse  en  1767 
el  decreto  de  bu  beatitud,  sin  que  se  prosiguiera. 

Eü  ese  mismo  año  y  en  el  siguiente  de  1648  se  hicieron 
los  primeros  autos  de  fe  por  la  Inquisición,  ejecutándose 
entre  otros  á  un  célebre  impostor  que  fingió  de  sacerdote, 
llamado  Martín  de  Villavicencio  (a)  Garatusa. 

En  13  de  mayo  de  este  último  año  dejó  el  gobierno  el 
señor  de  Sotomayor  por  haber  sido  promovido  al  del  Perú. 

Sucedió  entonces  por  vez  primera  que  no  se  nombró 
nuevo  virrey  que  le  sucediese,  sino  que  por  real  cédula  se 
mandó  que  el  obispo  de  Yucatán  don  Marcos  de  Torres  y 
Rueda  gobernase  la  Nueva  España  como  presidente  de  la 
Audiencia,  mientras  se  nombraba  nuevo  virrey. 

El  señor  Torres  y  Rueda  gobernó  muy  poco  tiempo, 
pues  murió  el  22  de  abril  de  1649,  y  en  tan  breve  plazo  lo 
que  ocurrió  de  más  notable  fué  el  célebre  auto  de  fe  que 
celebró  el  11  de  abril  de  ese  mismo  año.  Ciento  siete  reos 
fueron  condenados  por  la  Inquisición  al  último  suplicio, 
unos  por  judíos,  otros  por  haberse  fingido  sacerdotes,  un 
fraile  por  haberse  casado,  unos  por  bigamos  y  algunas  mu- 
jeres por  hechiceras.  En  un  tablado  y  en  presencia  de  más  de 
veinte  mil  espectadores,  se  les  dio  garrote,  quemando  des- 
pués los  cadáveres  de  catorce  reos  con  las  efigies  de  otros, 
que  no  habiéndolos  aprehendido  ó  habiendo  muerto  se  les 
sentenció  en  rebeldía.  Tomás  Treviño  fué  quemado  vivo. 

Por  la  mala  conducta  y  rapacidad  de  Juan  de  Salazar, 
sobrino  y  secretario  del  Obispo,  á  la  muerte  de  éste  llegó 
á  dudarse  de  su  probidad  y  se  le  embargaron  todos  sus 
bienes.  La  Audiencia  quedó  gobernando  hasta  el  28  de 
junio  do  1650  que  tomó  posesión  el  señor  Virrey  D.  Luis 
Enríqüez  de  Güzmán,  Conde  de  Alvadeliste  y  Marqués  de 
Villaílor. 


HISTORIA   DE    MÉXICO  267 

En  ese  mismo  año  se  sublevaron  los  indios  de  Tarahu- 
mara  acaudillados  por  Teporaca,  quien  dio  muerte  á  varios 
misioneros ;  pero  combatido  constantemente  por  el  capitán 
de  Narváez,  cayó  en  su  poder  y  fué  ahorcado^  con  lo  que 
se  logró  la  pacificación  de  aquella  tribu,  después  de  dos 
años  de  guerra. 

En  1650  murió  en  Cuitlaxtla  la  célebre  Monja  alférez. 


CAPÍTULO  VIH 


Don  Francisco  Fernández  de  la  Cueva.  —  El  Marqués  de  Leyva.  —  Sus 
cuestiones  con  el  clero.  —  Derrota  de  los  ingleses  en  Yucatán.  —  Don 
Diego  Osorio  Escobar.  —  El  Marqués  de  Mancera.  —  Garlos  II  y  la  Re- 
gencia. —  Auto  de  fe.  —  El  Duque  de  Veraguas.  —  Don  Fray  Payo  de 
Rivera.  —  Don  Tomás  Antonio  de  la  Cerda.  —  Saqueo  de  Veracruz.  — 
El  tapado.  —  El  Conde  de  Monclova. 


Transcurridos  los  tres  años  de  su  período,  el  Conde  de 
Alvadeliste  pasó  al  Perii,  entregando  el  poder  el  13  de 
agosto  de  1653,  al  Sr.  D.  Francisco  Fernández  de  la  Cueva, 
Duque  de  Alburquerque  y  Grande  de  España,  en  cuyo 
tiempo  los  ingleses  en  1635,  mandados  por  el  almirante 
Penn,  se  apoderaron  por  sorpresa  de  la  isla  de  Jamaica, 
por  lo  cual  el  Virrey  mandó  socorros  lo  mismo  que  á  San 
Agustín  de  la  Florida. 

Se  aplicó  también  á  perseguir  á  los  ladrones  y  á  concluir 
la  obra  de  la  catedral,  la  que,  aunque  no  terminada,  se  de- 
dicó solemnemente  el  día  I.**  de  febrero  de  1656. 

Con  ocasión  del  nacimiento  del  príncipe  Felipe  Prós- 
pero, la  ciudad  do  México,  por  insinuación  del  Duque, 
ofreció  al  Rey  Felipe  IV  en  4  de  mayo  de  1658  un  donativo 
de  250.000  pesos  anuales  por  espacio  de  quince  años,  para 
mantillas  del  niño. 

En  noviembre  de  1659  fué  quemado  vivo  después  de 


268  PÉREZ   VERDÍA 

haber  sufrido  una  prisión  de  'diez  y  siete  años  en  las  cár- 
celes de  la  Inquisición,  D.  Guillen  Lombardo  de  Guzmán, 
persona  de  grande  y  profunda  erudición  que  concibió  el 
temerario  proyecto  de  hacer  independiente  á  la  Nueva 
España,  simulando,  con  sellos  y  firmas  falsificados,  despa- 
chos reales,  por  los  que  se  le  nombraba  virrey  y  capitán 
general.  Dueño  del  poder  por  ese  medio,  aprehendería  á 
los  oidores,  levantaría  fuerzas  provinciales  de  su  confianza, 
pediría  apoyo  al  Duque  de  Braganza  y  al  Gobierno  [de  Ho- 
landa y  con  el  concurso  de  los  indios,  negros  y  mestizos  á 
quienes  halagaba  con  política,  creía  poder  realizar  su 
intento ;  mas  fué  denunciado  al  Santo  Oficio  y  sacrificado 
á  pesar  de  órdenes  contrarias  que  dictó  el  Rey  de  España. 

El  día  12  de  marzo  de  1660  hallándose  por  la  tarde  él 
virrey  en  la  catedral  como  lo  tenía  de  costumbre,  fué  aco- 
metido espada  en  mano  por  Manuel  Ledesma  y  Robles, 
joven  de  diez  y  nueve  años  que  trató  de  asesinarlo,  aunque 
sin  resultado,  pues  felizmente  pudo  escapar  de  la  agre- 
sión. Se  juzgó  severamente  al  agresor  y  aunque  según 
todas  las  probabilidades  estaba  loco  y  por  tanto  era  ¡irres- 
ponsable de  sus  actos,  se  le  ahorcó  al  día  siguiente  á  las 
doce  (1). 

En  principios  de  1660  se  fundó  la  villa  de  Alburquerque 
en  Nuevo  Méjqco  y  el  16  de  septiembre  entregó  el  gobierno 
al  Sr.  D.  Juan  de  Ley  va  y  de  la  Cerda,  Conde  de  Baños  y 
Marqués  de  Leyva  y  de  Ladrada. 

Cuando  el  nuevo  virrey  se  hallaba  en  Chapultepec,  antes 
de  entrar  á  México,  su  hijo  mayor,  don  Pedro,  se  expresó 
mal  de  la  gente  del  país,  por  lo  que  el  conde  de  Santiago 


(Ij  Casi  al  mismo  tiempo,  halU^ndose  ci  Virrey  del  Perú  D.  Baltasar  de  la 
Cueva,  hijo  del  Duque  de  Alburquerque,  rezando  en  el  templo  de  Santo 
Domingo  de  Lima,  al  anochecer  del  10  de  febrero  de  1678,  fué  acometido 
puñal  en  mano  por  Juan  d^  Villegas,  y  como  lograra  escapar  de  la  agre- 
sión gracias  al  oportuno  socorro  de  un  ayudante,  el  agresor  fué  ahorcado 
á  los  muy  pocos  días. 


vryj  %.  '".j    •^)r7, — ^' — '   .      •-'■.'.  ,^.p,  TI* 


HISTORIA   DE   MÉXICO  269 

tuvo  un  serio  disgusto,  y  como  uno  de  sus  criados  terciara 
en  la  cuestión,  al  punto  don  Predro  lo  mató  de  un  pisto- 
letazo. El  hecho  quedó  impune,  pero  fué  causa  para  que  el 
público  disgustado  hiciera  ya  muy  mal  recibimiento  al 
Conde  de  Baños. 

Ocurrió  entonces  una  sublevación  de  los  indios  de 
Tehuantepec,  que  llegó  á  tomar  ua  aspecto  alarmante, 
mas  el  señor  obispo  de  Oaxaca,  D.  Alonso  Cuevas  y 
Dávalos,  los  sometió  á  la  obediencia  por  medio  de  la  pre- 
dicación. 

En  1662  dispuso  el  virrey  que  la  procesión  del  día  de 
Corpus  cambiando  de  trayecto,  pasara  por  palacio  á  fin  de 
que  pudiera  ser  vista  por  la  virreina,  desde  uno  de  los 
balcones,  mas  el  cabildo  aunque  obedeció,  creyéndose 
atacado  elevó  á  la  Corte  su  queja,  por  lo  que  se  desaprobó 
la  conducta  del  gobernante  y  aun  se  le  impuso  una  multa 
de  doce  mil  ducados. 

Cuestiones  de  tan  escasa  importancia  eran  no  [obstante 
causa  de  continuos  disgustos  y  serias  controversias  entre 
la  potestad  civil  y  la  eclesiástica,  y  ocasionaban  la  alarma 
y  la  intranquilidad  en  el  público. 

Á  fines  de  ese  mismo  año  se  tuvo  noticia  de  que  los  in- 
gleses habían  ocupado  á  Santiago  de  Cuba,  con  lo  que  se 
preparaba  una  expedición  en  su  socorro,  cuando  en  20  de 
febrero  del  siguiente  año  se  recibió  aviso  de  que  habían 
desembarcado  en  San  Francisco  de  Yucatán,  y  ya  se  pre- 
paraba á  partir  un  cuerpo  para  defender  aquel  territorio, 
cuando  llegó  la  noticia  de  qu^  el  capitán  Maldonado  con 
doscientos  españoles  y  seiscielííos  indios  los  había  derro- 
tado obligándolos  á  embarcarse. 

Con  motivo  de  las  exequias  de  don  Francisco  Castrejón, 
que  era  muy  estimado  en  México  y  á  quien  el  marqués 
de  Ley  va  había  procesado,  desterró  arbitrariamente  á  mu- 
chas personas  influentes  y  entró  en  pugna  con  el  obispo 
don  Diego  Osorio  Escobar  y  Llamas,  amenazando  ya  un 


270  PÉREZ   VERDÍA 

serio  rompimiento,  cuando  inesperadamente  fué  nombrado 
virrey  el  arzobispo. 

Al  retirarse  el  conde  de  Baños  del  palacio  fué  silbado  y 
apedreado  por  la  plebe  y  habiendo  enviudado  en  España, 
se  ordenó  en  1676  y  profesó  religión  en  el  convento  de  los 
carmelitas  (1). 

En  29  de  junio  de  1664  tomó  posesión  del  gobierno  el 
Sr.  D.  DiEGoOsoRio  Escobar  y  Llamas,  obispo  de  Puebla,  que 
sólo  gobernó  hasta  el  16  de  octubre  del  mismo  año,  sin 
que  exista  ningún  acontecimiento  notable  digno  de 
recordarse^ 

Le  sucedió  el  Sr.  D.  Antonio  Sebastián  de  Toledo,  Mar- 
qués de  Mancera,  en  cuyo  largo  período  hizo  el  Popoca- 
tepetluna  gran  erupción  en  1665,  y  poco  después,  el  17 
de  septiembre,  murió  el  Rey  Felipe  IV,  hijo  de  Felipe  111 
y  de  Magarita  de  Austria.  Había  nacido  en  1605  y  subido 
al  trono  á  la  edad  de  diez  y  seis  anos ;  pero  su  natural 
abandono  y  su  gusto  por  la  poesía  y  el  teatro  le  hicieron 
preferir  frivolas  distracciones  á  los  negocios  de  Estado, 
que  por  tal  motivo  quedaron  encomendados  á  favoritos 
ministros ;  de  manera  que  la  nación  decayó  aún  más  que 
en  el  reinado  de  su  padre.  Sin  embargo  en  su  tiempo 
florecieron  mucho  las  bellas  letras  á  las  que  el  mo- 
narca se  dedicaba  con  el  pseudónimo  de  un  ingenio 
de  esta  corte.  Sus  exequias  se  hicieron  en  México  con 
gran  pompa  el  23  de  julio  de  1666  é  inmediatamente  se 
juró  á  Carlos  II,  que  no  pudo  encargarse  del  gobierno  por 


(i)  El  rey  godo  Wamba  después  de  haber  aceptado  con  sincera  repug- 
nancia el  cetro  español  en  el  afio  de  672,  fué  adormecido  por  una  bebida 
narcótica  que  le  dio  Ervigio  y  tonsurado  y  vestido  de  fraile  mientras 
dormía.  Así  se  vio  al  despertar,  y  como  había  un  canon  de  los  concilios 
de  Toledo  que  declaraba  inhabilitado  para  seguir  gobernando  al  monarca 
que  se  tonsurase,  él  mismo  se  aplic(')  el  precepto  y  abdia^  á  favor  de 
Ervigio  en  680,  retirándose  al  monasterio  de  Pampliega  donde  murió  ocho 
años  después,  por  lo  que  se  dice  que  Wamba  se  durmió  rey  y  despertó 
Moifje. 


mm^ 


HISTORIA    DE   MÉXICO  271 

estar  en  la  menor  edad,  en  cuya  virtud  quedó  á  su  frente 
su  madre  doña  Mariana  de  Austria  con  el  carácter  de 
regente. 

En  3  de  febrero  de  1668  se  dedicó  de  nuevo  la  catedral 
y  al  siguiente  año  se  celebró  un  nuevo  auto  de  fe  en 
el  que  fueron  castigados  Fernando  de  Tolsa,  con  cua- 
trocientos azotes  por  haberse  ungido  inquisidor,  y  D. 
Diego  de  Peñalosa,  gobernador  de  Nuevo  México,  con  ser 
paseado  por  las  calles  sin  capa  ni  sombrero  y  con  vela  verde 
en  la  mauo,  por  suelto  de  lengua  contra  los  inquisidores. 

En  ese  mismo  año  envió  otra  expedición  á  explorar  la 
California,  puesta  á  las  órdenes  de  D.  Francisco  de  Luce- 
nilla  y  Torres,  y  en  el  siguiente  partió  el  virrey  en  per- 
sona á  Veracruz  á  lin  de  poner  la'ciudad  y  el  castillo  de 
San  Juan  de  Ulúa  en  estado  de  defensa,  por  temor  de  que 
la  atacasen  los  muchos  corsarios  que  entonces  había. 

El  marqués  de  Mancera  dejó  el  gobierno  el  8  de  di- 
ciembre de  1673  y  se  volvió  á  España,  sufriendo  la  pérdida 
de  su  esposa  doña  Leonor  Carreto  en  la  ciudad  de 
Tepeaca. 

Desde  el  27  de  septiembre  de  ese  mismo  año  había 
llegado  á  Veracruz  el  nuevo  Virrey,  Sr.  D.  Pedro  Nüño 
Colón  de  Portugal,  Duque  de  Veraguas,  Marqués  de  la 
Jamaica  y  grande  de  España;  pero  no  tomó  posesión  sino 
hasta  el  8  de  diciembre.  Era  descendiente  del  ilustre 
descubridor  del  Nuevo  Mundo  y  hombre  de  muy  buenos 
sentimientos,  así  es  que  inmediatamente  se  ocupó  en  pro- 
curar el  bienestar  de  los  indios  mandando  bajasen  de  pre- 
cio el  maíz  y  el  cacao,  mas  como  era  ya  anciano  y  enfer- 
mizo, á  los  cinco  días  murió,  habiéndole  hecho  suntuosas 
exequias  en  la  catedral,  de  donde  poco  después  llevaron 
su  cadáver  para  España. 

La  Reina,  temerosa  de  que  pasara  lo  que  aconteció, 
había  mandado  á  la  Inquisición  un  pHego  cerrado  con 
instrucciones  de  que  se  abriera  en  caso  de  que  muriera 


272  PÉREZ   VERDÍA 

el  señor  Colón,  pues  en  él  se  designaba  el  sucesor;  des- 
pués fueron  ya  ordinarios  estos  pliegos  y  se  les  llamaba 
de  mortaja. 

Una  vez  abierto,  se  encontró  nombrado  Virrey  el  Sr.  D. 
Fr.  Payo  Enríqüez  Afán  de  Rivera,  de  la  orden  de  San  Agustín 
y  arzobispo  de  México,  quien  inmediatamente  se  hizo  cargo 
de  las  riendas  del  gobierno.  Fué  muy  justiciero  y  cle- 
mente, laborioso,  probo  y  entendido,  por  lo  que  se  le  cita 
como  uno  de  los  buenos  gobernantes. 

En  su  período  se  acuñó  oro  por  vez  primera  en  la  casa 
de  moneda  en  1675,  pues  hasta  entonces  se  remitía  á  la 
metrópoli  en  tejos,  y  en  25  de  noviembre  de  ese  año  entró 
á  gobernar  el  reino  Carlos  II,  que  fué  declarado  mayor  de 
edad,  cesando  en  consecuencia  la  regencia.  Se  hallaba  la 
ciudad  en  las  fiestas  con  que  tal  suceso  se  solemnizó, 
cuando  el  H  de  diciembre  so  incendió  completamente  la 
iglesia  de  San  Agustín,  que  ardió  tres  días  seguidos  y  el 
techo  que  era  de  magnífico  artesonado  de  madera  despedía 
una  lluvia  del  plomo  fundido  que  lo  cubría.  Se  trató  luego 
de  reparar  la  iglesia,  pero  no  se  empezó  sino  hasta 
1689. 

El  Virrey  se  ocupó  en  hermosear  la  capital  haciendo 
empedrar  muchas  de  sus  calles,  construyendo  la  calzada  de 
Guadalupe  é  introduciendo  el  agua  á  ese  popular  santua- 
rio por  medio  de  una  arquería. 

En  1678  los  picatas  ingleses  saquearon  á  Campeche  y 
fueron  rechazados  de  Alvarado.  En  paz  se  preparaba  á 
entregar  el  gobierno  que  dos  veces  había  renunciado, 
cuando  se  rebelaron  los  indios  de  Nuevo  México  y  dieron 
muerte  á  veintiún  misioneros  franciscanos. 

Accedió  por  fin  la  corte  á  sus  deseos  y  habiéndole 
admitido  su  renuncia  en  1680  se  le  promovió  á  la  Presiden- 
cia del  Consejo  de  Indias  y  al  obispado  de  Cuenca;  pero 
apenas  desembarcó  le  escribió  al  Rey  dándole  las  gracias, 
y  renunciando  aquellos  honrosos  puestos,  se  retiró  al  mb- 


V*J-íwii 


HISTORIA   DE   MÉXICO  273 

nasterio  del  Risco  donde  acabó  sus  días  el  8  de  abril  de 
1684. 

En  el  gobierno  de  la  Nueva  España  le  sustituyó  el  Sr. 
D.  Tomás  Antonio  de  la  Ceeda  y  Aragón,  Conde  de  Paredes 
y  Marqués  de  la  Laguna,  que  tomó  posesión  el  día  30  de 
noviembre  de  1680  y  empezó  su  administración  persi- 
guiendo á  los  indios  de  Nuevo  México  que  se  habían  apo- 
derado de  Santa  Fe. 

El  día  17  de  mayo  de  1683,  cuando  se  esperaba  en  Vera- 
cruz  la  flota  que  venía  de  España,  á  la  media  noche  des- 
embarcaron unos  piratas  en  número  de  seiscientos,  man- 
dados por  Nicolás  Agramont  y  conducidos  por  un  mulato 
Lorenzo  Jácome  (a)  Lorencillo,  y  á  la  madrugada  del  18 
por  sorpresa  se  apoderaron  de  la  ciudad  matando  á  cuantos 
huían  ó  salían  á  los  balcones.  Abrieron  las  puertas  de  to- 
das las  casas  y  condujeron  presas  á  todas  las  familias  á  la 
iglesia,  en  donde  más  de  seis  mil  personas  se  vieron  en- 
cerradas sin  alimentos  y  amenazadas  constantemente  por 
una  compañía  que  guardábala  puerta,  por  espacio  de  cinco 
días  que  duró  aquel  suplicio.  Entre  tanto  saquearon  todas 
las  casas,  almacenes  y  oficinas,  cometiendo  todo  género  de 
excesos  y  crímenes,  hasta  que  temerosos  de  ser  atacados 
por  la  flota  que  se  esperaba  de  un  momento  á  otro,  ó  por 
los  vaqueros  y  gente  de  los  alrededores  que  estaban  en 
los  médanos,  se  embarcaron  el  domingo  23.  Murieron  más 
de  trescientas  personas  y  se  calculó  la  pérdida  de  Veracruz 
en  más  de  siete  millones  de  pesos. 

La  noticia  de  este  suceso  llegó  á  México  el  día  21,  y  el 
virrey  al  punto  levantó  tropas  que  en  número  de  dos  mil 
hombres  y  á  las  órdenes  del  conde  de  Santiago,  salieron 
el  24  para  el  puerto,  sin  que  sirvieran  de  nada,  pues  ya  los 
malhechores  se  habían  retirado  á  la  isla  de  Sacrificios.  En 
el  mes  de  julio  pasó  el  virrey  á  Veracruz  para  levantar  al- 
gunas obras  de  defensa,  habiendo  condenado  á  muerte  al 
gobernador  de  la  plaza  por  su  descuido. 

18 


274  PÉREZ    VERDÍA 

El  12  de  julio  de  1684  fué  ahorcado  en  México  don  An- 
tonio de  Benavides  (a)  el  Tapado,  que  un  año  antes  se 
había  presentado  en  el  país  ungiendo  ser  marqués  de  San 
Vicente,  mariscal  de  campo,  visitador  y  castellano  de 
Acapulco ;  sin  que  hasta  ahora  se  sepa  con  certeza  cuál  fué 
la  causa  de  su  muerte. 

Mandó  el  conde  de  Paredes  una  nueva  expedición  á  Ca- 
lifornias á  las  órdenes  de  D.  Isidro  Otondo,  en  la  cual  fue- 
ron varios  jesuítas  y  los  célebres  padres  misioneros  Kino 
y  Salvatierra;  la  que  no  dio  sin  embargo  el  resultado  que 
se  deseaba. 

Por  fin  se  retiró  á  la  metrópoli  donde  hizo  un  donativo  al 
Rey  de  cincuenta  mil  pesos,  que  le  valió  el  título  de  grande 
de  España,  después  de  haber  entregado  el  mando,  en  30 
de  noviembre  de  1686  al  Sr.  D.  Melchor  Portocarrero  Laso 
DE  LA  Vega,  Conde  de  Monclova. 

Este  señor  sólo  gobernó  dos  años,  pues  dejó  el  poder  el 
día  20  de  noviembre  de  1688,  en  cuyo  breve  período  hizo 
una  fuerte  erupción  el  volcán  de  Orizaba,  se  construyó  una 
cañería  para  llevar  el  agua  de  Chapultepec  al  Salto  del 
agua,  cuyos  gastos  expensó  el  Virrey,  se  siguió  laobradel 
desagüe,  que  se  había  suspendido  desde  el  tiempo  del  señor 
Rivera  y  se  fundó  una  ciudad  en  Coahuila  que  en  su  honor 
se  llamó  Monclova.  Como  el  conde  había  perdido  un  brazo 
en  una  batalla  y  lo  usaba  postizo,  se  le  llamaba  vulgar- 
mente brazo  de  plata.  Fué  promovido  al  virreinato  del 
Perú. 


CAPÍTULO  L\ 


Don  Gaspar  de  la  Cerda  Sandoval.  —  Derroca  de  los  franceses  en  Santo 
Domingo.  —  Muerte  de  don  Fernando  Valenzuela.  —  Serio  motín  por 
la  escasez  de  víveres.  —  Sor  Juana  Inés  de  la  Cruz.  —  Don  Juan  de  Or* 
tega  y  Montañez.  —  El  conde  de  Moctezuma  y  Tula.  —  Don  Garlos  de 


HISTORIA   DE  MÉXICO  275 

Sigüenza  yGóngora.  —  Progresos  intelectuales.  —  Muerte  de  Carlos  11. 
—  Felipe  V.  —Guerra  de  sucesión  en  España.  —  Don  Juan  Ortega  por 
segunda  vez.  —  Desastre  de  la  flota  española  en  Vigo.  —  El  segundo 
duque  de  Alburqoerque. 


Lo  sucedió  el  Sr.  D.  Gaspar  db  la  Cerda  Sandoval  Silva 
Y  Mendoza,  Conde  de  Gal  ve,  que  inmediatamente  hizo  re- 
conocer la  costa  de  Texas  á  fin  de  expulsar  á  los  franceses 
que  allí  se  habían  establecido,  pero  se  encontró  con  que 
los  mismos  indios  les  habían  dado  muerte.  Ocurrió  tam- 
bién en  1689  una  insurrección  délos  tarahumares  y  te- 
pehuanes  que  dominó  el  jesuíta  D.  Juan  Manuel  María  de 
Salvatierra. 

Al  siguiente  año  tuvo  lugar  la  célebre  jornada  de  «  La 
Limonada».  Los  franceses,  que  se  habían  apoderado  de 
Santo  Domingo,  fueron  atacados  en  ese  punto  por  tropas 
españolas  y  mexicanas  mandadas  por  el  Virrey  en  la 
armada  de  Barlovento,  y  después  de  una  encarnizada  ba- 
talla, fueron  derrotados  los  franceses  perdiendo  más  de^ 
quinientos  hombres,  entre  ellos  al  gobernador  Mr.  Cussi, 
apoderándose  en  seguida  las  tropas  vencedoras  del  puerto 
deGuaricoque  incendiaron.  Buena  parte  de  la  gloria  de 
esta  jornada  cupo  á  las*  valientes  tropas  mexicanas. 

El  23  de  agosto  de  1691  á  las  nueve  de  la  mañana  se 
verificó  un  eclipse  total  de  sol,  en  el  que  llegaron  á  verse 
las  estrellas,  con  lo  que  hubo  una  espantosa  alarma;  pues 
el  atraso  intelectual  del  pueblo  no  permitía  conocer  la  na- 
turalidad de  tal  fenómeno  astronómico. 

El  7  de  enero  de  1692  murió  en  México  D.  Fernando  Va- 
lenzuela,  á  quien  la  reina  doña  Mariana  de  Austria  hizo  su 
ministro  favorito  después  de  la  salida  de  España  del  padre 
Nithard,  nombrándolo  marqués  de  San  Bartolomé,  á  cuyo 
título  agregó  después  Carlos  II  el  de  marqués  de  Villasierra, 
grande  de  España  y  embajador  de  Venecia,  para  pocos 
meses  después  deponerlo  de  tales  dignidades,  aprehenderlo 


276  PÉREZ   VERDÍA 

ignominiosamente  en  el  Escorial  y  desterrarlo  á  Filipinas 
y  á  Nueva  España ;  que  tal  ha  sido  y  será  siempre  la  suerte 
de  los  ministros  y  gobernantes  sin  méritos  ni  popularidad  : 
se  elevan  hoy  para  caer  mañana  estrepitosamente.  Hicié- 
ronsele  en  la  catedral  suntuosos  funerales. 

Grande  escasez  de  granos  hubo  en  aquel  año  por  haber 
caído  una  plaga  de  gusano  en  las  sementeras,  así  es  que  en 
el  siguiente  ocurrió  por  este  motivo  un  tumulto.  El  día 
8  de  junio  se  trabó  en  el  mercado  un  serio  altercado  sobre 
el  precio  del  maíz,  del  que  resultó  muerta  una  india;  lleva- 
ron su  cadáver  al  barrio  de  Tlatelolco  donde  en  un  momento 
se  reunieron  más  de  doscientos  indios  que  irritados  por 
aquel  suceso,  trataron  de  hablarle  al  Virrey  ó  al  Arzobispo 
para  presentarles  sus  quejas,  y  no  habiéndoles  dado  au- 
diencia, empezaron  á  apedrear  el  palacio,  prendiéndole 
fuego.  Ardió  el  archivo  del  Ayuntamiento,  logrando  D.  Car- 
los de  Sigüenza  y  Góngora  salvar  los  libros  principales, 
y  por  fin  el  Conde  de  Santiago  hizo  restablecer  el  orden, 
castigándose  á  muchos  con  severidad,  sin  tener  presente 
que  cuando  los  gobernantes  se  niegan  á  escucharíais  quejas 
del  pueblo,  faltan  á  sus  deberes,  pierden  su  estimación  y  se 
exponen  á  un  ultraje. 

También  en  Tlaxcala  y  Guadalajara  ocurrieron  motines 
por  la  carestía  de  víveres. 

En  tiempo  de  este  Virrey  murió  en  México  la  célebre 
poetisa  sor  Juana  Inés  déla  Cruz,  el  día  17  de  abril  de  1698. 
Había  nacido  en  12  de  noviembre  de  1651  en  San  Miguel 
Nepantla,  hija  de  don  Pedro  Manuel  de  Asbaje  y  de  doña 
Isabel  Ramírez  de  Cantillana;  de  un  prodigioso  talento 
aprendió  á  leer  á  los  tres  años  y  lució  mucho  en  la  corte 
del  marqués  de  la  Laguna,  siendo  dama  de  honor  de  la  vi- 
rreina doña  María  Luisa  Manrique  de  Lara.  Se  cree  que 
por  algún  desengaño,  aquella  mujer  tan  sensible  y  ardiente 
hizo  votos  en  religión,  pues  profesó  de  monja  en  el  convento 
de  San  Jerónimo. 


..i^.iii,t5w^íj^44'' '!i"|iHJ'^  ;'i  '^\'h}y?^{^^»:*\f^\iv}':'- 


HISTORIA   DE  MÉXICO  277 

El  Conde  de  Galve  entregó  el  gobierno  á  la  Audiencia  el  día 
21  de  enero  de  1696  y  se  volvió  á  España  :  entonces  se  abrió 
el  pliego  de  la  corte  y  se  encontró  nombrado  Virrey  el  obispo 
de  Puebla  don  Manuel  Fernández  de  Santa  Cruz ;  pero  no 
habiendo  querido  aceptar,  se  abrió  otro  pliego  de  refacción 
y  se  halló  designado  el  Sr.  D.  Juan  Ortega  y  Montañez, 
obispo  de  Michohacán,  áqui  enluego  se  le  avisó  su  nombra- 
miento y  vino  de  su  diócesis,  lomando  posesión  el  día 
27  de  febrero  de  1696  y  gobernando  hasta  el  18  de  diciembre 
del  mismo  año.  En  tan  corto  espacio  en  que  los  víveres 
seguían  muy  caros,  valiendo  la  carga  de  maíz  diez  pesos, 
treinta  la  de  harina  y  veinticinco  la  de  frijol,  establecieron 
definitivamente  misiones  en  Cahfomia  los  incansables  pa- 
dres Kino  y  Salvatierra  y  hubo  en  México  un  motín  de 
estudiantes  en  el  que  quemaron  la  picota. 

En  ese  mismo  tiempo  murió  el  16  de  mayo  la  Reina  madre 
doña  Mariana  de  Austria  que  había  sido  regente  del  reino. 

Se  encargó  después  del  gobierno  el  Sr.  D.  José  Sarmiento 
Valladares,  Conde  de  Moctezuma  y  Tula,  viudo  de  D.^  María 
Jerónima  Moctezuma  Jofre  de  Loaiza,  cuarta  nieta  del 
desventurado  Motecuhzoma  Xocoyotzin. 

Siguió  la  carestía  y  escasez  de  las  semillas  de  primera 
necesidad,  por  lo  que  hubo  un  tumulto  el  12  de  marzo 
de  1697,  pero  que  pudo  contenerse  afortunadamente,  veri- 
ficándose á  los  siete  meses  otra  erupción  del  Popocatepetl. 

En  el  año  de  1700,  á  22  de  agosto,  murió  el  sabio  don 
Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora,  poeta,  filósofo,  matemá- 
tico, historiador,  anticuario  y  crítico,  que  había  nacido  en 
1645. 

Durante  el  siglo  xvu  se  acentuó  el  adelanto  de  la  Nueva 
España  en  las  ciencias  y  en  las  letras,  haciéndose  notables  á 
más  de  Sigüenza,  el  insigne  cosmógrafo  Enrico  Martínez ; 
el  doctor  D.  Diego  Cisneros ;  Juan  Diez  de  la  Calle ;  entre 
los  jurisconsultos,  D.  Rodrigo  Aguiar  y  Acuña  y  D.  Juan 
Cano ;  entre  los  historiadores  fray  Juan  de  Torquemada, 


278  PÉREZ   VERDÍA 

llamado  el  Tito  Livio  de  la  colonia;  fray  Juan  González  de 
la  Fuente  ;  Cristóbal  Chávez  y  fray  Juan  de  Santa  Ana  ; 
entre  los  oradores,  fray  Juan  de  Tovar  á  quien  se  dio  el 
nombre  de  Cicerón  mexicano;  y  entre  los  poetas,  fray 
Juan  Guevara;  Pedro  López  de  Aviles;  Gaspar  Villaga; 
Pedro  Muñoz  de  Castro  y  las  señoras  doña  María  Estrada 
Medinilla  y  sor  Teresa  de  Cristo,  luciendo  en  el  cielo 
literario  de  tal  centuria  como  astros  de  primera  magnitud 
D.  Juan  Ruiz  de  Alarcón  y  Sor  Juana  Inés  de  la  Cruz. 

Digno  de  notarse  es  la  inmensa  mayoría  de  religiosos 
en  ese  ilustre  catálogo,  revelando  que  las  ciencias  y  las 
letras  estaban  refugiadas  en  el  retiro  de  los  claustros. 
Distinguiéronse  como  autores  dramáticos  Eusebio  Vela, 
Juan  Ortiz  de  Torres,  Jerónimo  Becerra,  Alonso  Ramírez 
Vargas  y  D.  Agustín  Salazar  y  Torres,  y  como  pintores 
Luis  Juárez,  Sebastián  de  Arteaga,  Juan  Herrera  el  divino, 
fray  Diego  Becerra,  Echave  el  joven  y  Nicolás  Rodríguez 
Juárez,  llamado  el  Apeles  mexicano. 

Esa  multitud  de  personajes  doctos,  nacidos  ó  avecinda- 
dos en  la  colonia,  hizo  llamar  á  México  en  este  período  la 
Atenas  del  Nuevo  Mundo. 

En  el  mes  de  noviembre  acaeció  un  serio  disgusto  entre 
el  Virrey  y  el  Conde  de  Santiago,  porque  al  pasar  una 
calle  el  Conde  no  esperó  á  que  pasasen  los  coches  de  los 
pajes  del  Virrey,  sino  que  atrevesó  luego  que  hubo  pasado 
el  gobernante. 

Un  buque  llegado  á  Veracrüz  el  G  de  marzo  de  1701 
trajo  la  noticia  de  la  muerte  del  rey  Carlos  II,  (?/ //ecA/rarfo, 
ocurrida  en  Madrid  el  1.**  de  noviembre  del  año  anterior; 
era  hijo  de  Fehpe  IV  y  de  doña  Mariana  de  Austria  y 
había  nacido  en  1661.  Por  la  enfermedad  de  epilepsia  que 
sufría  creyó  él  mismo  y  su  corte  que  estaba  hechizado, 
con  cuyo  motivo  tuvo  que  soportar  mil  exorcismos  que 
fuera  de  lo  ridículo  ocasionaron  graves  intrigas  y  perse- 
cuciones, como  la  del  padre  fray  Froilán  Díaz;  y  aunque 


HISTORU   DE  MÉXICO  279 

estuvo  casado  primero  con  María  Luisa  de  Orleáns  y  des- 
pués con  María  Ana  de  Newburg,  no  tuvo  sucesión,  por  lo 
que  en  él  se  extinguió  la  raza  de  Carlos  V  y  la  dinastía  de 
la  Casa  de  Austria,  y  en  su  testamento  instituyó  por  here- 
dero á  Felipe  de  Anjou  nieto  de  Luis  XIV,  con  el  que  dio 
principio  el  gobierno  délos  reyes  de  la  Casa  de  Borbón  (1). 


(1)  Aspiraban  al  trono  español,  por  falta  de  sucesión,  Luis  XIV  para  su 
nieto  Felipe  de  Anjou,  por  estar  casado  con  la  hermana  mayor  de  Carlos  II ; 
el  elector  de  Baviera  por  estar  casado  con  una  hija  de  otra  hermana  de 
Carlos  y  del  emperador  Leopoldo  de  Alemania,  agregando  el  Elector  á 
este  título  el  de  que  Leopoldo  había  nacido  á  su  vez  de  ima  hija  de 
Felipe  III,  y  era  también  descendiente  de  Fernando  I,  hermano  de 
Carlos  V ;  el  duque  de  Orleáns,  Felipe,  como  hijo  de  la  infanta  Ana  de 
Austria,  esposa  de  Luis  XIIl,  el  duque  Víctor  Amadeo  de  Saboya  descen- 
diente de  Felipe  II  por  su  hija  doña  Catalina,  y  el  rey  de  Portugal 
descendiente  de  la  princesa  doña  María,  hija,  de  los  Reyes  Católicos. 
Entre  tanto  pretendiente  el  ánimo  vacilante  del  monarca  español  se 
inclinaba  sin  resolverse  entre  el  duque  de  Anjou  y  el  archiduque 
Carlos,  influyendo  por  parte  de  éste  para  que  lo  nombrase  su  heredero, 
la  Reina,  el  ministro  Ubillas  y  la  tradición  de  su  propia  familia,  mientras 
que  por  el  nieto  del  rey  francés  trabajaban  sin  descanso  el  cardenal 
Portocarrero  y  el  embajador  duque  de  Harcourt.  Carlos  lí  sin  consultar 
al  pueblo  español  representado  en  Cortes,  que  habría  sido  el  único 
camino  legítimo,  consultó  al  Consejo  de  Estado  y  €d  Sumo  Pontífice, 
quienes  se  decidieron  por  el  príncipe  francés,  por  lo  que  lo  instituyó  su 
heredero  en  el  testamento  que  otorgó  el  3  de  octubre  de  1700.  Luis  XIV 
después  de  inútiles  fingimientos  aceptó  el  testamento ;  pero  pretextando 
que  la  coronación  de  Felipe  d* Anjou  rompería  el  equilibrio  europeo, 
en  lo  de  mayo  de  1702  declararon  la  guerra  de  común  acuerdo  Austria, 
Inglaterra  y  Holanda,  á  las  que  se  unió  el  Portugal  en  1704.  Doce  años 
duró  la  guerra  que  se  llamó  de  sucesión  en  la  que  el  éxito  pareció 
inclinarse  en  su  principio  á  favor  del  Archiduque  que  se  titulaba  Car- 
los III,  que  llegó  á  ocupar  á  Madrid ;  pero  el  valor  y  la  fidelidad  de  los 
castellanos  hacia  Felipe  V  ocasionaron  la  célebre  victoria  de  Villaviciosa, 
con  la  cual  coincidió  la  muerte  del  emperador  de  Alemania  y  la  procla- 
mación del  Archiduque,  con  lo  que  se  turbaba  mayormente  el  equilibrio 
europeo  si  á  su  corona  imperial  se  um'a  la  de  España. 

Por  todo  esto  hicieron  la  paz  Inglaterra,  Holanda  y  Portugal  celebrando 
el  tratado  de  Utrecht  en  1713,  que  fué  reconocido  por  el  Austria  al 
siguiente  año  en  que  se  firmó  el  de  Rastadt.  En  tal  virtud  y  mediante 
ciertas  concesiones  y  renuncias,  quedó  en  el  trono  de  España  el  rejr 
Felipe  V,  siendo  el  tronco  de  la  dinastía  borbónica. 


^^9^ 


280  P¿RBZ  YEBDÍA 

El  nuevo  rey  creyendo  al  señor  Sarmiento  muy  adicto  á 
la  casa  de  Austria  lo  removió  del  gobierno  de  la  Nueva 
España  sustituyéndolo  con  el  Sr.  D.  Juan  Ortega  y  Mon- 
TAÑEz,  á  1^  sazón  arzobispo  de  México,  que  por  segunda 
vez  tomó  posesión  el  día  4  de  noviembre  de  1701. 

Á  consecuencia  del  tratado  de  La  Haya  se  habían  unido 
Austria,  Holanda  é  Inglaterra  contra  España  y  Francia  á 
fin  de  evitar  la  coronación  de  Felipe  V,  y  como  en  el  mes 
de  marzo  de  1702  recibió  el  Virrey  noticia  de  que  había 
llegado  á  la  Habana  el  conde  de  Chatcau-Renaud  con  la 
escuadra  francesa,  para  conducir  con  seguridad  la  flota 
que  llevaba  á  la  metrópoli  los  caudales  de  las  colonias,  se 
suscitó  una  cuestión  entre  el  Virrey  y  la  Audiencia.  Ésta 
opinaba  por  que  no  se  entregase  la  flota  si  no  se  presentaba 
una  orden  del  Rey,  mientras  que  el  señor  Ortega  creía  que 
debía  ponerse  á  la  disposición  del  Vice-almirante  sin  niás 
requisito;  prevaleció  esta  opinión  y  en  tal  virtud  salió  de 
Veracruz  el  12  de  junio  la  flota  mandada  por  el  general 
D.  Manuel  de  Velasco,  en  la  que  llevaban  valores  por  cin- 
cuenta millones  de  pesos.  Los  ingleses  y  holandeses,  que 
habían  tenido  noticia  de  la  llegada  de  tan  ricas  naves,  se  si- 
tuaron en  su  acecho  cerca  del  puerto  de  Cádiz,  por  lo  que 
la  flota  se  detuvo  en  el  puerto  de  Vigo  en  Galicia,  adonde 
llegó  el  12  de  septiembre.  Se  trató  de  hacer  allí  la  des- 
carga, pero  el  comercio  de  Cádiz  se  opuso,  pretendiendo 
que  el  desembarco  precisamente  se  hiciera  allí  y  no  en 
otra  parte,  por  lo  que  se  llevó  el  negocio  al  Consejo  de 
Indias ;  mas  entre  tanto  supo  la  escuadra  enemiga  dónde 
se  hallaba  la  flota,  y  el  22  de  octubre  llegó  á  las  aguas  de 
Vigo,  y  aunque  con  valor  y  decisión  se  le  resistió,  su 
superioridad  numérica  hizo  inútil  la  resistencia  :  se  per- 
dieron todas  las  naves,  porque  las  que  no  cayeron  en 
poder  del  enemigo  se  destruyeron  por  el  fuego;  todos  los 
millones  que  conducían,  los  que  el  señor  Velasco  hizo 
arrojar  al  mar  mejor  que  dejar  que  cayeran  en  manos  del 


mááX, 


wpw5^WW^^Wiw?^^p^í^!?fl^-!^""-p^ 


HISTOBIA   DE   MÉXICO  281 

enemigo,  y  murieron  más  de  dos  mil  españoles  y  france- 
ses. Tan  grandes  pérdidas  y  tantas  desgracias  ocasionó 
la  poca  prudencia  del  gobierno  que  en  vez  de  hacer  desem- 
barcar inmediatamente  aquellas  naves,  las  detuvo  en  pre- 
sencia de  un  enemigo  fuerte  y  codicioso  ;  y  fué  causa  del 
abatimiento  marítimo  de  la  nación,  que  allí  perdió  casi  to- 
dos sus  buques. 

Un  año  gobernó  en  esta  última  vez  el  arzobispo,  pues 
el  27  de  noviembre  entregó  el  mando  al  Sr.  D.  Francisco 
Fernández  de  la  Cueva,  duque  de  Alburquerque  y  marqués 
de  Cuellar,  en  cuyo  período  cambió  la  moda  de  los  trajes, 
adoptándose  la  francesa  ;  se  exigió  en  1703  por  el  gobierno 
la  décima  parte  de  sus  rentas  al  clero,  lo  que  originó  en 
México  algunas  contestaciones  entre  el  Arzobispo  y  el 
cabildo  ;  se  dedicó  en  1709  la  Colegiata  de  Guadalupe  y  se 
estableció  en  1710  el  Tribunal  de  la  Acordada,  llamado  así 
porque  se  creó  en  virtud  de  una  disposición  acordada 
por  la  Audiencia,  estando  destinado  á  perseguir  á  los  la- 
drones. Desde  su  instalación  hasta  1810  este  tribunal 
despachó  57.506  causas  con  un  total  de  62.830  reos,  de 
los  cuales  35.058  sedieron  libres  ó  compurgados;  888  fue- 
ron ajusticiados;  1.729  azotados;  19.410  remitidos  á 
presidio ;  263  á  obras  públicas ;  777  desterrados  ;  2.778  pa- 
sados á  los  jueces  ordinarios  ;  68  á  la  Inquisición;  349  á 
los  hospitales  y  1.280  murieron  en  prisión,  habiéndose 
mandado  además  250  mujeres  recogidas. 


CAPÍTULO  X 


El  Duque  de  Linares.  —  Don  Baltasar  de  Ziiniga.  —  Don  Juan  de  Acuna.  — 
Abdicación  de  Felipe  V  y  muerte  de  Luií»  1.  —  Don  Juan  Antonio  de 
Vlzarrón.—  El  Duque  de  la  Conquista.  —  Don  Pedro  Cebrián  y  Agustín  — 
Cae  en  poder  del  corsario  Anson  la  nao  de  Filipinas.  —  Don  Fran- 
cisco de  Gúemes  y  Horcasitas.  —  Muerte  del  rey  Felipe  V  y  jura  de 


-      ♦'  Si}^r 


282  PÉREZ   VERDÍA 

Fernando  VI.  —  El  Marqués  de  las  Amarillas.  —  Don  Francisco 
Cagigalde  la  Vega.  —  Muerte  de  Fernando  VI  y  exaltación  de  Gar- 
los III.  —  El  Marqués  de  Cruillas.  —  Visita  de  Don  José  de  Gálver. 


Después  de  haber  gobernado  nueve  años  el  duque  de 
Alburquerque,  entregó  el  mando  en  15  de  enero  de  1711 
al  Sr.  D.  Fernando  de  Alencastre  Noroña  y  Silva,  Duque 
de  Linares  y  Marqués  de  Valdefuentes. 

Dotado  de  buen  talento  y  de  grande  instrucción,  se  afanó 
mucho  por  mejorar  la  suerte  de  la  colonia.  Apenas  se 
había  encargado  del  virreinato,  cuando  el  16  de  agosto  tuvo 
lugar  un  terremoto  en  la  ciudad,  que  hizo  que  las  campa- 
nas se  tocaran  solas  y  que  derribó  muchas  casas  y  edifi- 
cios, y  más  tarde  en  1714,  hubo  una  gran  escasez  de  víve- 
res á  la  que  siguió  la  peste ;  mas  todas  estas  desgracias 
pusieron  de  manifiesto  los  buenos  sentimientos  del  Virrey, 
que  procuró  remediarlas,  ya  proveyendo  de  granos  la  albón- 
diga para  repartirlos  á  ínfimo  precio,  ya  dando  ejemplo  de 
noble  caridad.  Se  fundó  una  nueva  colonia  en  Nuevo  León 
con  el  nombre  de  San  Felipe  de  Linares  y  se  mandó  una 
expedición  á  Tejas. 

En  16  de  agosto  de  1716  entregó  el  gobierno  al  Sr.  D. 
Baltasar  de  Zúñiga,  Marqués  de  Valero  y  Duque  de  Arión,  en 
cuyo  tiempo  lo  más  digno  de  registrarse  fuera  de  algunos 
fenómenos  meteorológicos  y  erupciones  del  Popocatepetl, 
fué  la  sumisión  de  los  indios  de  la  sierra  del  Náy arit,  la  funda- 
ción del  convenio  fie  capuclnnasdc  Corpuí^  Chrisli  dostinado 
para  indias  y  el  incenflio  del  teatro,  acaecido  después  de  la 
represenlación  dcJiuina  é  inrendiodüJerusalén  y  ruando 
.se  iba  á  represen taj^  un  drama  titulado  Af/m  fué  Troya. 

Fué  su  sucesor  el  Sr,  D,  Jüaís  de  Acuña,  Marqués  de 
Cttsafuerte,  nacido  en  Lima,  quien  entró  solemnemente  en 
México  el  día  15  de  octubre  de  1722,  siendo  uno  de  los 
mejores  gobernantes  que  tuvo  el  país.  De  acrisolada  hon- 
radez é  inflexible  energía  no  atendía  sino  á  los  méritos 


HISTORIA   DE   MÉXICO  283 

personales  para   la  provisión  de   los  empleos  públicos. 

En  enero  de  1724  abdicó  Felipe  V  la  corona  de  España 
en  su  hijo  Luis  I,  que  fué  jurado  con  toda  pompa,  pero 
que  gobernó  únicamente  seis  meses,  pues  en  13  de  agosto 
murió  de  la  terrible  epidemia  de  las  viruelas,  y  con  este 
motivo  volvió  á  subir  al  trono  el  rey  Felipe  V. 

El  Marqués  de  Casafuerte  fabricó  los  suntuosos  edificios 
de  la  Casa  de  Moneda  y  de  la  Aduana,  mejoró  notable- 
mente la  Alameda  y  la  calzada  de  San  Cristóbal,  é  hizo 
otras  mejoras  materiales  de  bastante  importancia.  En  1728 
se  publicó  la  Gaceta  de  México,  que  se  había  fundado  en 
1722,  pero  cuya  publicación  fué  entonces  muy  pronto  in- 
terrumpida hasta  esta  última  fecha;  pues  al  principio  sólo 
vieron  la  luz  pública  seis  números,  en  esta  segunda  vez 
duró  hasta  1739^  en  que  volvió  á  suspenderse,  sustituyén- 
dose en  los  tres  años  inmediatos  por  «  El  Mercurio  ».  (1) 

El  señor  Acuña  murió  en  México  el  17  de  marzo  de  1734, 
habiendo  sido  sepultado  en  la  iglesia  del  convento  de  re- 
coletos franciscanos  de  San  Cosme. 

Inmediatamente  que  se  supo  la  funesta  noticia  de  la 
muerte  del  Virrey,  se  reunió  en  acuerdo  extraordinario  la 
Audiencia,  presidida  por  el  marqués  de  Villahermosa,  y 
abriendo  el  pliego  de  mortaja,  se  encontró  nombrado  el 
Sr.  D.  Juan  Antonio  DE  VizARRÓN  Y  Egüiarreta,  arzobispo  de 
México,  quien  inmediatamente  se  hizo  cargo  del  poder. 

Hizo  grandes  y  frecuentes  remisiones  de  dinero  á  la 
corte  y  fundó  algunos  hospitales,  con  motivo  de  la  espan- 
tosa epidemia  del  matlazahualt  que  por  segunda  vez  apa- 
reció en  el  país  en  1736,  de  la  que  sólo  en  la  capital 
murieron  cincuenta  mil  personas,  y  con  cuyo  motivo  se 
declaró  á  la  Virgen  de  Guadalupe  patrona  de  la  ciudad. 

Construyó  el  palacio  de  Tacubaya  y  entregó  el  poder  al 
Sr.  D.  Pedro  de  Castro  y  Figueroa,  Duque  de  la  Conquista 

(i)  El  primer  periódico  en  Inglaterra  se  publicó  en  1665. 


284  PÉREZ   VERDÍA 

y  Marqués  de  Gracia  Real,  el  día  17  de  agosto  de  1740. 

Se  presentó  sin  sus  despachos,  porque  en  la  navegación 
fué  perseguido  por  dos  buques  ingleses  y  apenas  logró 
salvarse  en  una  ligera  balandra^  perdiendo  su  equipaje 
valioso  de  más  de  cien  n)il  pesos  y  sus  papeles.  Con  este 
motivo  y  temeroso  de  que  fuera  atacado  el  puerto  de  Ve- 
racruz,  mandó  fortificarlo  lo  mismo  que  al  castillo  de  San 
Juan  de  Ulúa,  y  habiendo  ¡do  á  presenciar  esos  trabajos, 
fué  atacado  de  la  fiebre  amarilla  que  lo  llevó  al  sepulcro 
el  día  22  de  agosto  de  1741,  en  cuya  virtud  no  existiendo 
ningún  nombramiento,  entró  á  gobernar  la  Audiencia, 
presidida  por  el  oidor  decano  D.  Pedro  Malo  de  ViUavicen- 
cio,  basta  el  3  de  noviembre  de  1742  en  que  llegó  el  Sr.  D. 
Pedro  Cebrián  y  Agustín,  Conde  de  Fuenclara. 

Á  su  llegada  se  encontró  con  el  caballero  italiano  D.  Lo- 
renzo Boturini  Benaducci  que  había  venido  al  país  á  re- 
coger datos  y  pinturas  históricas  y  que  á  la  vez  trataba  de 
colectar  fondos  para  hacer  una  corona  4  Nuestra  Señora 
de  Guadalupe,  y  notando  que  por  ser  extranjero  no  podía 
permanecer  en  Nueva  España  sin  previo  permiso  del 
Consejo  de  Indias,  así  como  también  que  al  breve  ponti- 
ficio que  Boturini  traía,  le  faltaba  el  pase  de  aquél  Consejo 
ií  pesar  de  haberse  suplido  con  el  de  la  Audiencia,  lo  puso 
preso  y  le  embargó  sus  papeles  y  preciosidades  científicas. 
Este  hecho  da  una  idea  del  gobierno  de  aquel  tiempo. 

Al  siguiente  año  cayó  en  poder  del  buque  corsario  inglés 
Centurión^  mandado  por  George  Anson,  el  galeón  de 
Filipinas  Nuestra  Señora  de  Covadonga,  que  llevando 
más  de  dos  millones  de  pesos  había  salido  de  Acapulco  y 
fué  alcanzado  frente  al  cabo  de  Espíritu  Santo  :  su  capitán 
I).  Jerónimo  Montero  resistió  valientemente  por  más  de 
dos  horas  un  reñido  y  desigual  combate  hasta  que  fué  gra- 
vemente herido. 

En  1744  se  emprendió  la  sumisión  de  la  Sierra  Gorda, 
y  al  efecto  el  coronel  D.  José  Escandón  fundó  las  colonias 


1^1.,   :.P%pV9i|PHll«ll|tlHllMf^^^n^ 


HISTORIA   DE  MÉXICO  285 

de  Nuevo  Santander  en  el  Estado  de  Tamaulipas,  mien- 
tras que  en  la  capital  se  daba  un  impulso  á  las  mejoras 
materiales,  empedrándose  algunas  calles,  componiéndose 
la  calzada  de  San  Antonio  y  reparándose  el  acueducto  del 
Salto  del  Agua. 

El  día  9  de  julio  de  1746  hizo  su  entrada  solemne  en  la 
capital  y  tomó  posesión  del  gobierno  el  nuevo  Virrey  Sr.  D. 
Francisco  de  Güemes  y  Horcasitas,  Conde  de  Revillagi- 
gedo. 

Por  una  casual  coincidencia  el  mismo  día  que  en  México 
se  solemnizaba  la  toma  de  posesión  de  este  virrey  (9  de 
julio  de  1746)  en  Madrid  expiraba  en  el  palacio  del  Buen 
Retiro  el  rey  don  Felipe  V  á  la  edad  de  sesenta  y  tres  años, 
después  de  haber  gobernado  cuarenta  y  siete.  En  este  largo 
período  en  el  que  las  sangrientas  guerras  habían  estor- 
bado el  progreso  de  la  nación  española,  algo  se  había  re- 
puesto sin  embargo,  de  la  indolencia  de  los  últimos  n^o- 
narcas  do  la  dinastía  austríaca.  Por  causa  de  semejante 
suceso  subió  al  trono  Fernando  VI,  recibiéndose  en  México 
esas  noticias  en  principios  de  1747,  en  que  se  hizo  la  jura 
de  costumbre  para  tales  casos. 

Al  poco  tiempo  se  manifestó  en  algunas  provincias  y 
particularmente  en  Zacatecas  una  grande  escasez  de  ví- 
veres, llegando  á  valer  sesenta  pesos  la  carga  de  maíz. 
Hubo  además  un  eclipse  de  sol  el  13  de  mayo  de  1752,  una 
erupción  del  volcán  de  Colima  y  un  incendio  en  México, 
de  la  iglesia  de  Santa  Clara. 

Después  de  haber  aumentado  las  rentas  públicas  y  hecho 
un  cuantioso  caudal  se  volvió  á  España,  donde  fué  ascen- 
dido á  capitán  general  del  ejército  y  presidente  del  Consejo 
de  guerra,  después  de  haber  entregado  el  gobierno  el  10 
de  noviembre  de  175S  al  Sr.  D.  Agustín  de  Ahumada  y  Villa- 
LÓN,  Marqués  délas  Amarillas. 

Este  señor  desempeñó  tan  alto  puesto  hasta  el  5  de  fe- 
brero de  1760  en  que  murió  de  un  ataque  de  apoplejía,  y  en 


286  PÉREZ   VERDÍA 

todo  ese  tiempo  en  que  manifestó  una  honradez  poco  co- 
mún, el  suceso  más  notable  que  ocurrió,  fué  la  formación 
en  1758  del  volcán  del  JoruUo,  donde  antes  era  una  fértil 
llanura. 

Por  su  muerte  se  hizo  cargo  del  mando  la  Audiencia  pre- 
sidida por  el  oidor  decano  don  Francisco  Antonio  de  Echá- 
varri,  hasta  el  día  28  de  abril  del  mismo  año,  en  que  tomó 
posesión  el  Sr.  D.  Francisco  Cagigal  de  la  Vega  nombrado 
interinamente  qh^Y pliego  de  mortaja. 

Entre  tanto  había  muerto  en  Madrid  el  día  10  de  agosto 
de  1759  el  Rey  D.  Fernando  VI,  hijo  de  Felipe  V  y  de  María 
Luisa  de  Saboya,  que  había  nacido  el  23  de  septiembre  de 
1713  y  que  como  decía  muy  bien  la  inscripción  de  su  sepul- 
cro... «  óptimo  príncipe  que  murió  sin  hijos,  pero  con  una 
numerosa  prole  de  virtudes  patrias  ».  Trece  años  duró  su 
reinado  y  es  uno  de  los  más  felices  que  se  registran  en  la 
nación  española  ;  le  sucedió  su  medio  hermano  Carlos  III, 
que  era  rey  de  Ñapóles,  quien  llegó  á  Madrid  el  9  de  di- 
ciembre del  mismo  año. 

En  tiempo  del  señor  Cagigal  se  recibieron  tales  noticias; 
pero  sólo  se  ocupó  en  asuntos  de  policía,  pues  como  era 
interino  apenas  gobernó  seis  meses  volviéndose  al  gobierno 
de  la  Habana ;  se  hizo  pagar  sin  embargo  su  sueldo  á  razón 
de  cu  aren  til  mil  pesos  anuales,  y  por  gastos  de  viaje  reci- 
bió además  veinte  mil. 

En  tí  lie  octubre  de  1670  se  encargó  del  virreinato  el 
Sr.  D,  JoAQUípí  DE  MíiNSERRAT,  Marqués  de  Cruillas,  en  cuyo 
tiempo  estalló  Je  nuevo  la  guerra  entre  Inglaterra  y  Es- 
paña, la  que  terminó  por  un  tratado  en  virtud  del  cual  se 
le  cedió  á  la  Gran  Bretaña  el  territorio  de  la  Florida  y  del 
Mississipi. 

Con  ocasión  de  la  sorpresa  que  sufrió  la  Habana,  el 
Virrey  se  afanó  en  fortificar  á  Veracruz  y  San  Juan  de  Ulúa 
á  íin  de  precaverlos  Je  un  golpe  de  mano,  y  creó  entonces 
algunos  cuerpos  de  milicias. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  287 

Llego  en  1761  el  visitador  don  José  de  Gálvez,  hombre 
de  extraordinaria  capacidad  y  de  grandes  conocimientos  á 
la  vez  que  dotado  de  una  rara  energía;  con  amplísimas  fa- 
cultades independientes  délas  del  Virrey,  casi  no  dejó  ramo 
de  la  administración  que  no  reformase  convenientemente; 
pero  con  especialidad  hizo  aumentar  mucho  las  rentas  es- 
tableciendo el  estanco  de  i  t  abato  y  las  alcabalas. 

Consistían  los  ingresos  del  virreinato  en  tos  ramos  si- 
guientes :  estancos  de  tabaco,  que  producía  o. 000.000  de 
pesos  al  año;  de  pólvora  con  un  producto  de  :i80.000  pewos; 
de  naipes  con  120.000  ;  dti  nieve  con  íO.OOOpesOis ;  asiento 
de  gallos,  con  60.000;  quinto  de  niélales  y  oasus  do  mo- 
neda, con  5.500.000;  derechos  de  importación  y  exporta- 
ción, con  800.000;  alcabalas  interiores  ó  derechos  sobre 
las  compras  y  ventas,  con  i. 000. 000;  tributos  Je  indios  ó 
capitación,  de  un  peso  veintitinco  centavos  por  persona, 
con  1.800.000;  derechos  de  pulquerías  con  912.000;  pape! 
sellado  con  87.500;  lanzas  ó  derechos  ¡m[)ueHtos  á  quienes 
recibían  algún  título  de  nobleza,  con  10*000;  mesada  eule- 
siástica  y  media  annata,  u  mitad  del  sueldo  anual  de  los 
agraciados  con  cualquier  empleo,  con  100.000;  correos, 
con  270.000;  bula  de  la  Cruzada,  con  40.000;  arrenda- 
mientos de  salinas,  con  40.000  ;  el  de  lotería  con  100.000 
y  algunos  otros  como  ventas  de  tierraís  nacionaleSj  oficios 
vendibles,  multas,  noveno  de  diezmos,  eclesiástico,  etc., 
sumando  las  rentas  públicas  en  los  últimos  años  de  la  do- 
minación más  de  veinte  millones  de  pesos.  De  ellos,  diez 
se  invertían  en  los  gastos  de  la  colon  i  a^  tres  se  remitían  á 
las  Antillas  ú  otras  dependencias  fie  Rspafíii,  y  de  siete  á 
diez  se  remitían  á  la  Tesorería  Real  de  Madrid.  Los  diez 
millones  gastados  en  la  Administración  se  distribuían  en 
esta  forma  :  en  gastos  de  guerra  4,000,000;  suiddoa  del 
virrey,  intendentes  y  empleados  de  luicienda  2.000,000  ;  en 
Audiencias  y  Juzgados  300.000;  en  cíírccles  y  hospi^tales 
400.000  ;  en  pensiones  25U.0OU  y  en  gastos  de  administra- 


288  PÉREZ   VERDÍA 

ción,  fabricación  de  manufacturas  reales,  compra  de  ma- 
terias primas,  reparación  de  edificios,  etc.,  300.000  (1). 

Una  grande  inundación  de  Guanajuato  sirvió  de  ocasión 
para  que  el  populacho  saqueara  la  ciudad,  lo  que  originó 
un  espantoso  desorden. 

Se  repitió  la  peste  del  matlazahuatL 

En  25  de  agosto  de  1766  entregó  el  señor  Monserrat  el 
mando,  quedando  sometido  al  juicio  de  residencia,  en  el 
que  sufrió  mil  vejaciones  y  fué  obligado  á  pagar  una 
multa. 


CAPÍTULO  XI 


Don  Carlos  de  Croix  —  Expulsión  de  los  jesuítas  de  todos  los  dominios 
de  España.  —  Motines  y  cuestiones  que  originó.  —  Don  Antonio  María 
de  Bucareli.  ^  Fundaciones  de  establecimientos  útiles  y  embelleci- 
miento de  la  capital.  —  Don  Martín  de  xMayorga.  —  Don  Matías  de 
Gal  vez.  —  Célebre  diclamen  del  conde  de  Aranda  sobre  la  independen- 
cia de  las  colonias  hispanoamericanas.  —  Don  Bernardo  de  Calvez.  — 
Construcción  del  palacio  de  Chapultepec. 


Recibió  el  gobierno  el  Sr.  D.  Carlos  Francisco  de  CRont, 
marqués  de  Croix,  quien  manifestó  mucha  honradez,  ha- 
biéndose negado  aun  á  recibir  los  regalos  que  eran  de  cos- 
tumbre en  la  toma  de  posesión,  aunque  manifestó  al  Rey 
que  era  escaso  el  sueldo  de  cuarenta  mil  pesos  anuales  que 


(1 )  En  el  año  de  1800  y  aumentando  algo  en  los  siguientes,  el  virreinato 
de  Nueva  España  producía  mas  de  20.000  000  de  pesos;  el  del  Perú, 
4.000.000;  el  de  Nueva  Granada  3.800.0  0:  la  capitanía  General  de  Caracas, 
1.800.000,  y  la  de  la  Habana  2.300.000.  De  esos  impuestos,  la  Tesorería 
Real  de  Madrid  recibía  de  Nueva  España  de  7  á  lO.üOO.OOO  de  pesos;  del 
Perú,  1.000.000;  de  Nueva  Granada  500.000;  y  de  Buenos  Aires,  700.000 
consumiéndose  en  su  propia  administración  las  contribuciones  de  Caracas, 
Guatemala,  Chile  y  Puerto  Rico. 


iil^w  Hff'i^f!f""■^.?-J'^\*<Pw^^V/  ir  ■ 


.^*'.-* 


HISTORIA   DE  MÉXICO  28^ 

disfrutaban  los  Virreyes,  por  lo  que  se  aumentó  desde  en- 
tonces á  sesenta  mil. 

Un  año  contaba  en  el  gobierno  cuando  ocurrió  uno 
de  los  sucesos  más  notables  que  se  registran  en  la  época 
toda  de  los  Virreyes  :  la  expulsión  de  los  jesuítas. 

El  rey  Carlos  III  se  había  mostrado  desde  un  principio 
poco  afecto  á  la  Compañía  de  Jesús,  quizá  temeroso  de  la 
influencia  que  ejercía  por  su  saber  y  sus  riquezas ;  así  es 
que  no  escogió  por  confesor  á  ninguno  de  sus  miembros- 
no  obstante  la  costumbre,  sino  que  nombró  á  fray  Joaquín 
Eleta,  religioso  de  San  Gil,  conocido  con  el  nombre  del 
Padre  Osma;  pero  algunas  cuestiones  sobre  jurisdicción 
y  el  célebre  motín  de  las  capas,  acaecido  en  Madrid  en 
marzo  de  1766,  vinieron  á  aumentar  su  disgusto  y  mala 
voluntad  para  con  aquellos  religiosos. 

Especial  cuidado  tomó  el  Rey  en  averiguar  quiénes  ha- 
bían sido  los  motores  de  aquel  curioso  motín  y  al  efecto 
creó  el  Consejo  extraordinario  para  que  se  ocupara  de 
hacer  esa  investigación.  El  Consejo  después  de  varias  in- 
formaciones secretas,  atribuyó  toda  la  responsabilidad  de 
aquella  sedición  á  los  jesuítas,  y  como  por  la  grande 
influencia  que  en  la  sociedad  ejercían,  consideró  peligroso 
y  difícil  el  poderlos  castigar,  opinó  en  su  famosa  consulta 
de  27  de  enero  de  1767  porque  se  les  expulsara  de  todos 
los  dominios  del  monarca.  Éste,  que  era  de  sentimientos 
piadosos,  no  quiso  resolver  nada  sobre  aquel  dictamen,  sino 
que  lo  pasóá  una  junta  formada  de  los  consejeros  de  Es- 
tado duque  de  Alva  y  don  Jaime  Masones  de  Lima,  de  fray 
Joaquín  Eleta  y  de  los  ministros  Grimaldi,  Múzquiz  y  Mu- 
niain  y  Roda,  la  cual  aprobó  en  todo  la  célebre  consulta. 
Quiso  Carlps  III  oir  todavía  á  otras  personas  pertenecientes 
á  la  Iglesia  y  pasó  el  negocio  á  otra  junta  formada  del  ar- 
zobispo de  Manila,  del  obispo  de  Ávila  y  del  religioso  fray 
Manuel  Pinillos,  agustino  de  gran  reputación,  habiendo 
todos  ellos  aprobado  la  medida  propuesta  por  el  Consejo 

19 


■  ■.f 


290  PÉREZ    VERDÍA 

extraordinario.  Entonces  se  resolvió  el  monarca  á  ejecutar  la 
expulsión,  paralo  que  comisionó  al  Conde  de  Aranda,  quien 
con  un  sigilo  impenetrable  dispuso  todo  para  que  sin  que 
nadie  lo  supiese,  á  una  misma  hora  fueran  aprehendidos 
todos  los  jesuítas  y  desterrados  en  el  mismo  instante.  En 
España  tuvo  lugar  el  suceso  la  noche  del  31  de  marzo  de 
1767  y  en  el  virreinato  la  noche  del  25  de  junio  de  ese 
mismo  año. 

El  Marqués  de  Croix  que  había  recibido  las  órdenes  res- 
pectivas las  comunicó  á  todas  las  autoridades  en  pliegos 
cerrados  con  orden  de  no  abrirlos,  bajo  pena  de  la  vida, 
sino  hasta  la  medía  noche  de  ese  día,  de  manera  que  nadie 
sabía  lo  que  iba  á  ejecutarse.  Todos  los  regulares  fueron 
conducidos  á  Veracruz  en  donde  se  les  embarcó  para  Ge- 
nova y  sus  bienes  fueron  secuestrados  apHcándose  al  fondo 
que  se  llamó  de  temporalidades. 

Sin  duda  alguna  que  fué  este  uno  de  tantos  actos  de  des- 
potismo que  se  cometían  por  el  poder  absoluto  de  los  reyes, 
pues  aun  en  el  caso  de  que  realmente  hubieran  sido  cul- 
pables los  jesuítas,  debió  habérseles  oído  en  defensa,  for- 
mándoles un  proceso  en  el  que  tuvieran  derecho  para  dar 
sus  descargos,  y  distinguir  los  ¡nocentes  de  los  culpables; 
pero  temeroso  el  gobierno  de  su  influjo  y  acostumbrado  á 
tales  medidas  de  rigor  y  tiranía,  se  apartó  del  sendero  de  la 
justicia.  No  puede  creerse  sin  embargo,  que  tal  medida 
haya  sido  inspirada  por  odio  á  la  Iglesia,  como  han  creído 
muchos,  pues  la  catolicidad  del  rey,  la  prudencia  con  que 
tomó  su  resolución  consultando  antes  á  diversos  consejos, 
y  el  parecer  unánime  de  éstos,  así  como  de  prelados  distin- 
guidos, hace  creer  que  realmente  eran  culpables  los  pros- 
critos (1). 

fl)  Persuadido  Garlos  III  deque  era  peligrosa  para  el  Estado  la  exis- 
Irntíia  dií  la  Compnúia  de  Jesús,  no  se  limitó  A  expulsarla  de  sus  domi- 
nio.^, síao  que  inició  como  cuestión  diplomática  la  extinción  de  la  orden 
pür  la  Santa  Sede,  y  á  este  fin  unido  con  los  gobiernos  de  Francia,  Nápo- 


mmm 


HISTOBIA   DE  MÉXICO  291 

En  México  publicó  el  Virrey  un  bando  dando  cuenta  de 
la  expulsión  y  ordenando  lo  relativo,  prohibiendo  todo 
género  de  conversaciones  ó  comentarios  sobre  el  particular, 
porque,  decía,,.,  de  una  ves  paralo  venidero  deben  saber 
los  vasallos  del  Gran  Monarca  que  ocupa  el  trono  de 
España^  que  nacieron  para  callar  y  obedecer  y  no  para 
discurrir  ni  opinar  en  los  altos  asuntos  del  gobierno. 

Al  amanecer  en  Nueva  España  el  26  de  junio  se  encontró 
el  público  con  tan  grande  novedad  y  esto  ocasionó  un  dis- 
gusto profundo  por  el  respeto  y  cariño  que  se  tenía  á  los 
hijos  de  san  Ignacio,  disgusto  que  ocasionó  serios  motines 
«n  Apatzingán,  Uruapán,  Valladolid  y  San  Luis,  distin- 
guiéndose por  su  importancia  el  de  Guanajuato ;  pero  el 
gobierno  pudo  prontamente  reprimir  aquellos  movimientos 
procediendo  con  sumo  rigor,  castigando  á  más  de  noventa 
personas  con  el  último  suplicio. 

En  tiempo  de  este  virrey  se  construyó  el  castillo  de 
Perote,  se  aumentó  la  extensión  de  la  Alameda  y  se  hicie- 
ron otras  mej'oras  á  la  capital.  En  13  de  enero  de  1771  se 
instaló  el  cuarto  Concilio  mexicano  presidido  por  el  señor 
arzobispo  Lorenzana,  el  que  se  cerró  en  octubre  siguiente. 


les,  Parma  y  Portugal  pidió  ai  pontífice  Clemente  XIII  en  enero  de  1769 
que  la  suprimiera.  La  muerte  de  este  papa  acaecida  en  2  de  febrero  del 
mismo  año,  aplazó  la  resolución ;  pero  electo  para  sucederle  fray  Lorenzo 
Ganganelli  con  el  nombre  de  Clemente  XIV,  después  de  graves  negocia- 
ciones sostenidas  por  don  José  Moñino,  nombrado  después  conde  de  Flo- 
ridablanca,  se  consultó  por  R.  Cédula  de  22  de  octubre  de  1769  al  episco- 
pado español,  del  que  catorce  entre  obispos  y  arzobispos  opinaron  contra 
la  extinción;  mientras  que  la  aprobaban  treinta  y  cuatro  y  del  episcopado 
mexicano  sólo  el  Sr.  Rodríguez  Rivas  Obispo  de  Guadalajara,  se  mani- 
festó en  cpntra  de  los  propósitos  del  rey.  Por  fin,  el  21  de  julio  de  1173 
firmó  el  sucesor  de  san  Pedro  el  breve  Dominüs  ac  Redemptor  Nostbr  por 
«1  .cual  quedó  suprimida  en  toda  la  cristiandad  la  célebre  Compañía.  Con- 
taba entonces  con  6  asistencias,  que  eran  las  de  Italia,  Francia,  España, 
Portugal,  Alemania  y  Polonia;  con  24  casas  profesas,  669  colegios,  61  no- 
viciadosr  340  residencias,  171  seminarios  y  273  casas;  babía  22.589  jesuí- 
tas ytenraa  1.542  iglesias. 


292  PÉREZ    VERDÍA 

sin  que  sus  decisiones  fueran  aprobadas  por  la  Santa  Sede 
ni  por  el  Consejo  de  Indias. 

Con  fecha  18  de  mayo  de  1771  el  gobierno  español  dio 
una  orden  real  reservada,  prescribiendo  que  se  redujera  la 
ley  de  la  moneda  de  11  á  IG  dineros  20  granos,  pero  sin 
que  el  público  tuviera  conocimiento  de  la  reducción,  para 
lo  cual  se  obligaba  á  los  ensayadores  bajo  juramento  á 
guardar  el  más  completo  silencio,  quedando  entonces  la 
ley  en  0,9027,  rebajándose  con  eso  el  valor  del  marco  de 
plata  hasta  en  un  7,12  por  ciento.  Esta  legislación  de  origen 
atentatorio  é  inspirada  en  las  tradiciones  antiéconóraicas 
de  los  reyes  monederos  falsos,  pero  que  esto  aparte,  de- 
jaba todavía  al  precio  del  peso  un  valor  efectivo  muy 
aproximado  al  legal  ó  representativo,  ha  sido  confirmada 
después  de  la  independencia  por  las  leyes  de  1.*^  de  agosta 
de  1826  y  de  28  de  noviembre  de  1867. 

El  señor  de  Croix  pasó  á  España  de  capitán  general  de 
Valencia,  dejando  en  su  lugar  al  Sr.  D.  fray  Antonio  de 
BüCARELí  Y  Urzúa,  bailío  de  la  orden  de  San  Juan,  quien 
tomó  posesión  el  día  23  de  septiembre  de  1771. 

El  período  de  este  virrey  fué  fecundo  en  acontecimientos 
de  gran  trascendencia  y  de  un  género  enteramente  bené- 
fico. 

Queriendo  establecer  un  capital  de  fondo  para  el  giro 
de  la  casa  de  moneda  y  encontrándose  sin  recursos,  en 
1773  pidió  un  préstamo  al  comercio  para  tal  objeto  y  al 
instante  voluntariamente  le  facilitaron  la  suma  de  dos  mi- 
llones ochocientos  mil  pesos,  sin  interés  ni  otra  garantía 
que  su  sola  palabra.  Esta  muestra  del  crédito  que  gozaban 
los  gobernantes  en  aquella  época,  revela  todo  el  prestigio 
de  la  autoridad  sostenido  por  la  honradez  y  la  vigilancia,, 
pues  los  severísimos  juicios  de  residencia  á  que  estaban 
sometidos,  daban  á  la  sociedad  todo  género  de  garantías. 

Correspondió  el  Sr.  Bucareli  á  semejante  confianza  pa- 
gando con  religiosidad  y  formando  un  fondo  en  la  expre- 


f^iiWII^^  "r.^r^^^^W-'^  ■ 


HISTORIA   DE  MÉXICO  293 

sada  casa  de  moneda   de  más  de  dos  millones  de  pesos. 

El  día  2  de  febrero  de  1774  se  abrió  el  bospicio  de  pobres 
en  el  que  inmediatamente  se  acogieron  doscientas  cin- 
<^uenta  personas  desvalidas ;  al  siguiente  año  se  fundó  el 
Montepío  gracias  á  la  munificencia  del  Sr.  D.  Pedro  Ro- 
mero de  Terreros,  Conde  de  Regla,  quien  dio  trescientos 
mil  pesos  para  la  fundación,  queriendo  que  se  prestase 
dinero  á  los  pobres  sin  interés,  como  algún  tiempo  se 
hizo ;  mas  como  los  gastos  que  demandaba  la  administra- 
ción tenían  que  sacarse  del  mismo  capital,  lo  que  con  el 
tiempo  acabaría  por  consumirlo,  para  remediar  esta  nece- 
sidad se  impuso  años  más  tarde  un  rédito  excesivamente 
moderado,  que  se  ha  ido  aumentando  hasta  el  que  actual- 
mente tiene,  que  es  aún  muy  módico  y  que  hace  que  ese 
establecimiento  sea  uno  de  los  más  benéficos. 

En  20  de  enero  de  1777  se  abrió  el  nuevo  edificio  des- 
tinado para  hospital  de  dementes,  construido  por  el  Con- 
sulado á  moción  del  virrey. 

Se  estableció  también  el  tribunal  de  Minería  en  el 
mismo  mes  ;  se  construyó  el  castillo  de  San  Diego  en 
Acapulco  ;  se  embelleció  notablemente  Ja  Alameda  y  se 
hicieron  otras  obras  importantes. 

Carlos  III  para  premiar  tan  buenos  servicios  como  pres- 
taba el  señor  Bucareli,  mandó  que  se  le  aumentase  su 
sueldo  á  ochenta  rail  pesos,  sin  que  este  aumento  sirviera 
de  precedente  en  lo  sucesivo. 

Desgraciadamente  la  muerte  vino  á  cortar  todos  sus 
nuevos  proyectos  el  día  9  de  abril  de  1779,  habiéndosele 
sepultado  en  la  Colegiata  de  Guadalupe. 

Inmediatamente  se  abrió  el  pliego  de  mortaja  y  en  él  se 
encontró  nombrado  el  Presidente  de  Guatemala  por  lo 
que  al  punto  se  le  envió  un  correo,  encargándose  entre 
tanto  de  la  administración  don  Francisco  Roma  y  Rosell, 
primer  regente  de  la  Audiencia  de  México. 

El  día  29  de  agosto  de  1779  se  hizo  cargo  del  gobierno 


294  PÉREZ    VERDÍA 

eL  presidente  de  Guatemala  D.  MartiV  de  mayorga,  nom- 
brado como  queda  dicho  virrey  interino. 

El  célebre  D.  José  de  Gálvez,  Ministro  universal  de 
Indias,  quería  el  empleo  de  Virrey  de  Nueva  España  para 
su  hermano  pero  no  queriendo  llamar  la  atención  pública 
1q  hizo  Presidente  de  Guatemala  y  juzgando  que  el  señor 
Bucareli  por  su  edad  debía  vivir  ya  poco  tiempo,  en  el 
pliego  de  mortaja  designó  para  su  sucesor  á  aquel  fun- 
cionario sin  decir  el  nombre ;  pero  como  ése  tuvo  que 
abrirse  acabando  de  recibirse,  todavía  D.  Matías  Gálvez 
no  llegaba  á  América  y  en  la  Capitanía  de  Guatemala 
se  encontraba  el  señor  Mayorga,  que  sólo  á  esta  circuns- 
tancia debió  su  elevación.  En  cambio  le  valió  esa  casuali- 
dad el  odio  del  ministro,  que  viendo  frustrados  sus  planes, 
lo  hostilizó  en  cuanto  pudo,  poniéndolo  á  medio  sueldo 
por  su  calidad  interinaría. 

Asoló  al  país  en  su  tiempo  la  epidemia  de  las  viruelas  y 
con  motivo  de  la  guerra  con  Inglaterra  motivada  por  el 
apoyo  que  prestaba  España  á  los.Estados  Unidos  se  hicieron 
en  Veracruz  algunas  obras  de  defensa;  atacó  D.  Bernardo 
de  Gálvez  áPanzacola  y  el  gobernador  de  Yucatán  D.  Ro- 
berto Rivas  atacó  á  los  ingleses  en  sus  establecimientos  de 
Wallis  (Beliza)  apoderándose  de  varias  embarcaciones  y 
aprisionando  á  sus  habitantes. 

Aunque  el  señor  Mayorga  no  tenía  el  talento  é  instruc- 
ción necesarios,  estaba  animado  de  buenos  sentimientos, 
por  lo  que  promovió  la  instalación  de  la  Academia  de  bellas 
artes  de  San  Carlos,  que  se  abrió  el  día  4  de  noviembre 
de  1781,  cuyo  hecho  es  bastante  para  honrar  su  memoria. 

El  29  de  abril  de  1783  entregó  el  mando  al  Sr.  D.  Matías 
DE  Gálvez  y  se  retiró  á  la  metrópoli  muy  resentido  del  go- 
bierno, habiendo  muerto  al  llegar  á  Cádiz. 

El  nuevo  virrey  empezó  su  administración  con  la  fausta 
noticia  de  la  paz  celebrada  entre  España,  Francia  é  Ingla- 
terra. 


UISTOBIA   DE  MÉXICO  295 

Con  motivo  de  este  tratado  dio  al  Rey  el  Conde  de  Aranda 
un  dictamen  reservado  sobre  la  independencia  de  las  colo- 
nias, que  demuestra  la  perspicacia  y  talento  político  de  su 
autor.  Decía  allí  que  juzgaba  impolítica  la  protección  que 
España  había  dado  á  la  colonia  de  los  Estados  Unidos  para 
sacudir  el  yugo  de  su  metrópoli  inglesa,  porque  el  ejemplo 
de  aquella  colonia  podría  ser  imitado  por  las  hispanoame- 
ricanas. «  Esta  república  federativa,  decía  refiriéndose  á 
los  Estados  Unidos,  ha  nacido,  digámoslo  así,  pigmea, 
porque  la  han  formado  y  dado  el  ser  dos  potencias  pode- 
rosas como  son  España  y  Francia  auxiliándola  con  sus 
fuerzas  para  hacerse  independiente  :  mañana  será  gigante 
conforme  vaya  consolidando  su  constitución  y  después  un 
coloso  irresistible  en  aquellas  regiones ;  en  este  estado  se 
olvidará  de  los  beneficios  que  ha  recibido  de  ambas  poten- 
cias y  no  pensará  más  que  en  su  engrandecimiento.  La  li- 
bertad de  religión,  la  facilidad  de  establecer  las  gentes  en 
terrenos  inmensos  y  las  ventajas  que  ofrece  aquel  nuevo 
gobierno,  llamarán  á  labradores  y  artesanos  de  todas  na- 
ciones, porque  el  hombre  va  adonde  piensa  mejorar  de 
fortuna,  y  dentro  de  pocos  años  veremos  con  el  mayor  sen- 
timiento levantado  el  coloso  que  he  indicado.  Engrandecida 
dicha  potencia  angloamericana,  debemos  creer  que  sus  pri- 
meras miras  se  dirigirán  á  la  posesión  entera  de  las  Floridas 
para  dominar  el  seno  mexicano.  Dado  este  paso  no  sólo  nos 
interrumpirá  el  comercio  con  el  reino  de  México  siempre 
que  quiera,  sino  que  aspirará  día  conquista  de  aquel  vasto 
imperio,  el  cual  no  podemos  defender  desde  Europa  contra 
una  potencia  grande,  formidable,  establecida  en  aquel  con- 
tinente y  confinante  con  dicho  país.  »  Y  para  evitar  la 
pérdida  de  las  ricas  colonias,  proponía  el  entendido  ministro 
de  España  en  París  que  se  independieran  de  España,  for- 
mando un  reino  en  México,  otro  en  Perú  y  un  imperio  en 
las  demás  posesiones  suramericanas,  conservando  tan  sola 
Cuba,  Puerto  Rico  y  algún  punto  en  el  continente  del  Sur. 


296  PÉREZ   VERIÍÍA 

Que  á  estas  nuevas  nacionalidades  se  les  impusiera  un 
tributo  y  se  colocara  en  sus  tronos  á  príncipes  de  la  fa- 
milia real  de  España,  con  obligación  de  celebrar  recíprocos 
enlaces  matrimoniales  para  conservar  la  paz  y  armortía. 

Nada  de  eso  se  hizo  y  por  tal  motivo  perdió  la  metrópoli 
todas  sus  colonias.  Años  más  tarde  vino  á  comprenderse 
toda  la  importancia  y  sabiduría  de  ese  célebre  dictamen, 
que  más  bien  parece  escrito  después  de  los  acontecimientos 
que  veintisiete  años  antes,  y  llama  la  atención  la  exactitud 
de  las  indicaciones  ya  con  relación  á  las  colonias,  como 
también  en  cuanto  á  la  marcha  y  aspiraciones  de  los  Es- 
tados Unidos.  Con  razón  añadía  el  ilustre  conde  :  «  Éstos, 
señor,  no  son  temores  vanos,  sino  un  pronóstico  verda- 
dero de  lo  que  ha  de  suceder  infaliblemente  dentro  de 
algunos  años,  si  antes  no  hay  un  trastorno  en  América... 
La  condición  humana  es  la  misma  en  todas  partes  y  en 
todos  climas.  El  que  tiene  poder  y  facultad  de  adquirir,  no 
lo  desprecia;  y  supuesta  esta  verdad,  ¿cómo  es  posible  que 
las  colonias  americanas  cuando  se  vean  en  estado  de  con- 
quistar el  reino  de  México  se  contengan  y  nos  dejen  en 
pacífica  posesiÓJi  de  aquel  rico  país?  No  es  esto  creíble; 
y  asi  la  sana  política  dicta  que  con  tiempo  se  precavan 
los  males  que  puedan  sobrevenir.  » 

¡Y  sin  embargo  de  que  la  Corte  española  pagó  bien  caro 
el  desprecio  que  hizo  de  tan  sabias  y  juiciosas  adverten- 
€Ías,  México  no  se  aprovechó  ni  de  esas  mismas  y  condu- 
centes observaciones,  ni  de  la  experiencia  de  la  metrópoli, 
teniendo  que  sufrir  sesenta  y  cinco  años*  más  tarde  la  pér- 
dida de  la  mitad  del  territorio...!!! 

El  Sr.  D.  Matías  de  Gálvez  se  ocupó  en  embellecer  la 
•ciudad  y  en  fomentar  la  Academia  y  gobernó  hasta  el  3  de 
noviembre  de  1734  en  que  falleció  en  México^  habiendo 
reaparecido  en  su  período  «  La  Gazeta  »  que  sin  interrup- 
ción siguió  publicándose  hasta  1822.  Se  le  enterró  solem- 
nemente en  la  iglesia  del  Colegio  Apostólico  de  San  Fer- 


l'M^.W  ^■IJBI^^ÍU':?!' '« ^ÍM"r«!y*'^>i'  ■  m".^V:->*¡™-U#-'JJ . 


.    HISTORIA   DE   MÉXICO  297 

nando  y  quedó  gobernando  desde  el  20  de  octubre  la 
Audiencia  por  medio  del  regente  D.  Vicente  Herreras, 
habiéndose,  en  ese  período,  incendiado  por  cuarta  vez  en 
el  espacio  de  seis  años  ia  fábrica  de  pólvora  de  Santa  Fe. 

Fué  nombrado  virrey  el  Sr.  D.  Bernardo  de  GAlvez, 
Conde  de  Gálvez,  hijo  del  anterior,  que  casi  á  un  tiempo 
recibió  en  la  Habana,  cuyo  gobierno  desempeñaba,  la 
noticia  de  la  muerte  de  su  padre  y  la  de  su  promoción  al 
virreinato,  del  que  tomó  posesión  el  17  de  junio  de  1785. 

En  ese  mismo  año  á  consecuencia  de  una  helada  gene- 
ral que  cayó  el  27  de  agosto,  se  perdieron  las  sementeras, 
con  lo  que  en  el  siguiente  escasearon  de  tal  suerte  los 
víveres,  que  se  llamó  año  del  hambre^  en  cuya  calamidad 
manifestó  Gálvez  muy  buenos  sentimientos,  lo  mismo  que 
en  una  nueva  enfermedad  epidémica  que  apareció. 

Este  virrey  que  era  joven  y  de  muy  buenos  modales, 
tenía  un  gran  prestigio  en  la  sociedad,  porque  había 
prestado  brillantes  servicios  militares,  que  le  valieron  del 
rey  un  blasón  con  el  significativo  mote  de  «  yo  solo  »  ;  lo 
que  unido  á  su  trato  sencillo  y  apartado  de  la  etiqueta 
acostumbrada  por  sus  antecesores  lo  hizo  muy  popular  : 
una  vez  se  presentó  en  publico  en  calesa  abierta,  m?ine- 
jando  él  mismo  las  riendillas  de  los  caballos,  y  otra  salió 
de  palacio  á  dar  granos  al  pueblo,  no  sólo  sin  la  escolta 
usual,  sino  hasta  sin  sombrero. 

En  12  de  octubre  de  aquel  año  celebró  un  gran  festejo^ 
con  motivo  de  haber  inscrito  á  su  hijo,  infante  aún,  llamado 
Miguel,  como  soldado  raso  del  regimiento  de  Zamora, 

El  8  de  abril  de  1786  encontró  el  virrey  en  una  de  las 
calles  á  tres  reos  que  llevaban  el  patíbulo,  y  habiéndole 
pedido  el  pueblo  los  perdonara,  accedió  á  tan  humanitarios 
deseos,  con  lo  que  fué  aclamado  por  una  multitud  entu- 
siasmada. 

Tanto  por  esa  conducta,  como  por  ciertas  especies  de 
doble  interpretación  que  con  mucha  cautela  emitió  en  sus 


298  PÉREZ   VERDÍA 

reuniones,  y  principalmente  por  haber  construido  el  cas- 
tillo de  Chapultepec  que  importó  trescientos  mil  pesos  y 
que  es  una  verdadera  fortaleza,  se  llegó  á  suponer  que 
tenía  miras  de  alzarse  de  la  metrópoli  haciéndose  sobe- 
rano independiente  de  México.  Esta  conjetura  no  está  del 
todo  justificada  ni  mucho  menos,  porque  apenas  duró  en 
el  gobierno  un  año,  cuatro  meses  y  nueve  días,  pues  habiendo 
enfermado  gravemente,  entregó  el  mando  á  la  Audiencia 
el  15  de  octubre  de  1786,  habiendo  muerto  el  30  de  no- 
viembre. Profundo  sentimiento  causó  este  suceso,  tomando 
parte  muy  activa  en  sus  funerales  que  se  celebraron  en  la 
catedral,  todas  las  clases  sociales.  Se  le  sepultó  en  la 
misma  iglesia  de  San  Fernando  donde  reposaba  el  cadáver 
de  su  padre. 

El  Ayuntamiento  de  México  dio  una  excepcional  mues- 
tra de  simpatía  á  la  memoria  del  Conde  de  Gálvez,  con 
motivo  del  nacimiento  de  una  hija  postuma,  acaecido  el 
1 1  de  diciembre  :  tan  luego  como  tuvo  noticia  del  aconteci- 
miento, acordó  servirle  de  padrino,  y  comisionó  á  los  regi- 
dores para  que  lo  participasen  á  la  virreina  viuda;  corridos 
los  trámites  se  verificó  con  la  mayor  solemnidad  el  bau- 
tismo en  el  cual  le  pusieron  por  nombre  María  Guadalupe 
Bernarda. 

La  Sra.  virreina  viuda  se  volvió  á  España  el  25  de  mayo 
de  1787. 


CAPÍTULO  XII 

Don  Alonso  Núfiez  de  Haro.  —  Don  Manuel  Antonio  Flores.  —  El  segundo 
conde  de  Revillagigedo  —  Su  notable  administración.  —  El  marqués 
de  Branciforte.  —  Don  Miguel  José  de  Azanza.  —Hombres  notables  del 
siglo  xvui.  —  Don  Félix  Berenguer  de  Marquina.  —  Primeras  conspira- 
ciones. —  Don  José  de  Iturrigaray.  —  Su  conducta.  —  Sucesos  de 
España.  —  Femando  VII.  —  Prisión  del  virrey  y  su  familia. 

Por  de  pronto  y  no  habiendo  pliego  de  mortaja,  se  hizo 


■?w!r 


HISTORU   DB   MÉXICO  299 

cargo  del  gobierno  el  regente  don  Ensebio  Beleño,  hasta 
el  día  8  de  mayo  de  1787  en  que  tomó  posesión  el  señor 
arzobispo  de  México  D.  Alonso  Nüñez  de  Haro  y  Peralta, 
nombrado  virrey  interino,  quien  gobernó  hasta  el  16  de 
agosto  del  mismo  año  sin  que  en  tan  corto  tiempo  hubiera 
ocurrido  otra  cosa  que  el  establecimiento  de  las  Intenden- 
cias creadas  por  el  Marqués  de  Sonora. 

En  su  lugar  fué  nombrado  el  Sr.  D.  Manuel  Antonio 
Flores,  quien  primeramente  sólo  tuvo  que  entender  en  la 
parte  militar  y  administrativa,  pues  se  habia  separado  do 
sus  atribuciones  la  administración  de  la  hacienda,  que  se 
confió  al  señor  D.  Fernando  Mangino  que  tenía  el  título 
de  superintendente  déla  Real  Hacienda,  aunque  duró  poco 
esta  innovación,  pues  bien  pronto  quedó  el  virrey  con  las 
mismas  facultades  que  antes. 

El  señor  Flores  se  ocupó  preferentemente  de  la  orga- 
nización militar  y  creó  tres  notables  regimientos,  llamados 
de  Nueva  España,  de  México  y  de  Puebla, 

Murió  el  Rey  Carlos  III  hijo  de  don  Felipe  V  y  de  doña 
Isabel  Famesio,  en  Madrid,  el  14  de  diciembre  de  1788, 
después  de  haber  reinado  veintinueve  años  y  medio,  du- 
rante los  que  se  manifestó  celoso,  activo  y  enérgico  gober- 
nante :  favoreció  mucho  las  ciencias  y  las  artes  y  en 
México  dan  testimonio  de  su  munificencia  la  Academia  de 
San  Carlos,  el  Colegio  de  Minería,  el  Jardín  Botánico  y 
otros  establecimientos  importantes,  así  como  de  su  em- 
peño por  el  progreso  de  las  letras  la  Real  Cédula  de  20  de 
octubre  de  1776  en  que  mandó  se  recogieran  datos  acerca 
de  las  antigüedades  mexicanas  de  mineralogía,  petrifica- 
ciones, etc. ;  y  de  su  espíritu  de  igualdad  la  cédula  en  que 
dispuso  que  en  toda  tema  que  se  le  propusiera  para  los 
empleos  de  Indias,  se  le  presentasen  dos  americanos. 

Habiendo  renunciado  el  señor'  Flores  fué  nombrado  en 
su  lugar  el  señor  don  Juan  Vicente  de  Güehes  Pacheco  de 
Padilla,  segundo  conde  de  Re villagigedo,  quien  tomó  po- 


300  PÉREZ    VERDÍA 

sesión  en  la  villa  de  Guadalupe  el  día  17  de  octubre  de 
i 789,  haciendo  su  entrada  ala  capital  en  ese  mismo  día 
con  una  pompa  inusitada. 

Dio  principio  á  su  administración  instruyendo  una  causa 
verdaderamente  célebre,  en  la  cual  reveló  ya  toda  su  inte- 
ligencia. Es  el  caso  que  el  24  del  mismo  octubre  casual- 
mente se  encontró  asesinado  en  su  magnífica  casa  el  señor 
don  Joaquín  Dongo,  riquísimo  vecino,  hallándose  muertos 
también  un  cuñado  suyo,  cuatro  dependientes,  el  cochero 
y  cuatro  criadas,  es  decir,  todas  las  personas  de  la  casa, 
faltando  de  las  cajas  buena  suma  de  dinero  y  muchas  alha- 
jas; pero  no  obstante  que  no  se  encontró  ningún  indicio, 
el  nuevo  gobernante  manifestó  tal  actividad  y  perspicacia 
que  logró  al  fin  dar  con  los  criminales  que  eran  Felipe 
Aldama,  Joaquín  Blanco  y  Baltasar  Quintero,  los  tres  espa- 
ñoles, quienes  después  de  haber  confesado  el  delito,  de 
habérseles  hallado  las  alhajas  y  veintiún  mil  seiscientos 
pesos,  fueron  ahorcados  el  7  de  noviembre,  esto  es,  álos 
quince  días  de  perpetrado  el  horrible  crimen. 

Aun  se  hallaba  consternada  la  ciudad  por  estos  aconte- 
cimientos, cuando  vino  á  aumentar  el  espanto  el  magnífico 
espectáculo  de  una  aurora  boreal  que  apareció  el  día  12 
del  mismo  noviembre  y  que  se  creyó  formada  por  fuego 
del  cielo  que  amenazaba  acabar  con  el  mundo. 

El  día  27  de  diciembre  se  hizo  la  jura  solemne  del 
nuevo  rey  Carlos  IV,  hijo  de  Carlos  III  y  de  María  Amelia 
Walburg. 

Preferentemente  se  ocupó  el  virrey  en  mejorar  el  ser- 
vicio de  policía,  mandando  establecer  el  alumbrado  pú- 
blico, empedrar  las  calles,  limpiar  las  acequias,  formar 
las  atarjeas  do  las  calles  y  embellecer  de  este  modo  la 
capital.  Al  nivelar  la  plaza  principal  para  empedrarla,  se 
encontró  el  día  17  de  diciembre  de  1790  la  famosa  piedra 
del  toiíalamatl  aztecalt  que  el  virrey  pasó  al  estudio  del 
arqueólogo  ü.    Antonio  de    León  y  Gama,  que  dio  una 


mtK. 


rmm^irf^MWj^  ■  Vf    .  .'-^^lUJU  •  .  -^-v^  J  ^•-!*-  '  f 


HISTORIA    DE   MÉXICO  '  >     301 

magnífica  descripción.  Creó  escuelas  gratuitas  para  niños 
de  ambos  sexos;  abrió  el  1.**  de  enero  de  1792 el  colegio 
de  Minería;  inauguró  las  lecciones  de^otánica;  envió  a 
D.  Alejandro  Malaspina  con  dos  corbetas  á  practicar  un 
reconocimiento  en  las  costas  de  California  y  otra  expedi- 
ción hacia  el  estrecho  de  Fuca  y  se  afanó  en  mejorar  todos 
los  ramos  de  la  administración,  cuyas  necesidades  conocía 
como  ningún  otro,  según  lo  revela  la  célebre  instrucción 
reservada  que  dio  á  su  sucesor. 

Dispuso  que  se  formara  el  censo  de  la  población  de  todo 
el  país,  tomando  en  obra  tan  interesante  el  empeño  propio 
de  su  carácter,  resultando  en  el  año  de  1793,  según  la  por- 
menorizada noticia  rendida  por  los  intendentes  y  goberna- 
dores de  provincia,  4.483.569  habitantes. 

Gobernó  con  una  inteligencia  singular,  así  como  con 
notable  honradez  y  actividad,  hasta  el  día  12  de  julio  de 
1794  que  entregó  el  poder  al  Sr.  D.  Miguel  de  la  Grúa 
Talamanca  y  Branciforte,  Marqués  de  Branciforte,  que 
estando  casado  con  doña  María  Antonia  Godoy,  hermana 
del  príncipe  de  la  Paz,  le  debía  toda  su  protección. 

Jamás  se  notó  mayor  contraste  entre  la  honradez  y  vir- 
tudes del  señor  Revillagigedo  y  la  rapacidad  é  ineptitud 
de  Brancifortef  que  empezó  por  favorecer  á  los  enemigos 
de  aquel  gran  gobernante,  hasta  lograr  que  el  ayuntamiento 
de  México  se  constituyera  en  acusador  del  Conde  porque 
había  empleado  grandes  sumas  en  obras  de  ninguna  im- 
portancia; acusación  de  que  al  fin  fué  absuelto  y  en  la  que 
se  condenó  en  costas  á  los  regidores. 

Habiéndose  declarado  nueva  guerra  entre  España  y 
Francia  con  motivo  de  la  revolución,  se  levantaron  regi- 
mientos provinciales  en  Nueva  España,  que  dieron  al 
virrey  magníficos  rendimientos  por  la  escandalosa  venta 
que  hacía  de  los  grados  militares. 

Para  conservar  la  estimación  de  la  corte,  pidió  permiso 
para  levantar  una  estatua  en  honor  de  Carlos  IV,  y  habién- 


302  PÉREZ   VBRDÍA 

dosele  concedido,  tuvo  lugar  el  18  de  julio  de  1796  la  colo- 
cación de  la  primera  piedra  del  pedestal,  habiéndose  hecho 
provisionalmente  una  estatua  de  madera. 

Por  fin  á  los  cuatro  años  fué  removido  nombrándose  para 
virrey  al  Sr.  D.  Miguel  José  de  Azanza,  que  tomó  posesión 
el  día  31  de  marzo  de  1798  y  fué  muy  bien  recibido  porque 
se  esperaba  que  remediara  los  males  causados  por  la  sór- 
dida codicia  de  su  antecesor. 

Ocupado  en  retirar  algunas  tropas  de  las  acantonadas 
por  Branciforte  y  en  otros  insignificantes  asuntos  pasó  los 
primeros  dos  años  de  su  administí*ación,  hasta  que  en  1799 
se  descubrió  la  primera  conjuración,  llamada  de  los  ma^ 
cheles. 

Don  Pedro  de  la  Portilla  recaudador  de  derechos,  y  otras 
veinte  personas,  fraguaron  en  la  capital  del  virreinato  el 
insensato  proyecto  de  arrojar  del  país  á  todos  los  españoles 
6  gachupines  (1)  para  lo  cual  hicieron  un  acopio  de  sables 
llamados  vulgarmente  machetes;  debiendo  destruir  al 
virrey  cuyo  puesto  ocuparía  Portilla,  proclamarla  indepen- 
dencia del  país  y  declararla  guerra  á  España ;  para  cuyo  fin 
contaban  con  mil  pesos  en  efectivo,  dos  armas  de  fuegrf,  y 
cincuenta  sables.  Sólo  celebraron  aquellos  veinte  conjura- 
dos dos  reuniones  :  en  la  primera  se  acordíModo  el  plan  y 
en  la  segunda  celebrada  el  10  de  noviembre  de  1799  se 
ocupaban  en  nombrarse  todos  tenientes  generales  con 
excepción  de  Portilla  que  estaba  ya  nombrado  capitán  ge- 
neral, cuando  el  alcalde  de  corte  D.  Joaquín  de  Mosquera 
por  orden  del  virrey  los  aprehendió  á  todos  ;  pues  uno  de 
entre  ellos  mismos,  don  Isidoro  Francisco  de  Aguirre, 
primo  de  Portilla,  había  denunciado  el  proyecto. 


(1)  La  palabra  gachupín  se  deriva  de  las  mexicanas  cactli,  calzado,  y 
CHOPipaA,  picar  la  víbora,  c  quizá  como  dice  el  señor  Mendoza,  por  las 
espuelas  y  crueldad  de  los  españoles  »  (Apuntes  para  un  catálogo  razo- 
nado de  1^  palabras  mexicanas),  ó  bien  de  cactzopín  que,  según  el  señor 
Ghimalpopocatl  Galicia,  quiere  decir  el  que  punza  ó  pica  con  el  zapato. 


íÍAÍ^ii^^,. 


HISTORIA   DE  MÉXICO  303 

El  gobierno  vio  con  desprecio  aquella  conspiración  por 
haberla  hallado  sin  ramificación  ni  elementos  peligrosos^ 
sin  embargo  de  lo  cual,  tuvo  presos  por  muchos  años  á  sus 
autores»  sin  que  se  llegara  á  terminar  la  causa. 

Mas  á  pesar  de  lo  insignificante  de  aquella  ridicula 
sedición,  ella  revelaba  cierto  cambio  y  tendencias  en 
los  espíritus,  que  debieron  llamar  la  atención  de  la 
corte. 

Fecunda  fué  la  centuria  que  acababa  de  pasar  en  ingenios 
que  ilustraron  las  ciencias  y  las  letras. 

Don  Joaquín  Velázquez  de  León,  D.  Antonio  de  León  y 
Gama  y  José  Antonio  Álzate  fueron  sabios  que  alcanzaron 
europea  reputación ;  D.  Francispo  Javier  Clavijero  inmor- 
talizó su  nombre  con  su  historia  antigua  de  Méjico;  los 
padres  Alegre  y  Cavo  y  D.  Mariano  Veytia  dieron  á  luz  tra- 
bajos históricos  y  literarios  de  ^ran  mérito  ;  cultivaron  con 
éxito  la  poesía  el  padre  Diego  José  de  Abad,  D.  Fi^ancisco 
Ruiá  de  León,  fray  Manuel  de  Navarrete  y  el  padre  Juan 
Manuel  Sartorio.  Miguel  Cabrera  ocupó  el  primer  sitio  entre 
los  pintores  mexicanos,  y  Alcíbar  y  Zendejas  dejaron  tam- 
bién famosos  lienzos,  á  la  vez  que  D.  Francisco  Eduardo 
Tres  Guerras  levantaba  en  el  Carmen  de  Celaya  un  monu- 
mento arquitectónico  capaz  de  contener  su  fama. 

Sin  embargo,  distaba  mucho  de  hallarse  generalizada  la 
instrucción  publica,  y  los  más  groseros  errores  eran  aco- 
gidos no  sólo  por  las  masas  populares  que  yacían  sumer- 
gidas en  profunda  ignorancia,  sino  aun  por  funcionarios  y 
personajes  prominentes,  al  grado  de  que  el  señor  Cardenal 
Lorenzana,  arzobispo  de  México,  hacía  imprimir  en  1771 
en  las  Cartas  de  Cortés,  con  que  enriqueció  nuestra  biblio- 
grafía, «  que  es  dudoso  si  la  Nueva  España,  por  lo  más 
remoto  de  la  diócesis  de  Durango  confina  con  la  Tartaria  y 
Groenlandia,  por  las  Californias  con  la  Tartaria  y  por  el 
Nuevo  México  con  la  Groenlandia ! !  !  » 

Azanza  fué  removido  y  pasó  á  España  donde  desempeñó 


304  PÉREZ  verd/a 

empleos  de  importancia  y  abrazó  más  larde  el  partido 
de  Bonaparte,  que  lo  hizo  Duque  de  Santa  Fe. 

En  su  lugar  quedó  gobernando  desde  el  30  de  abril  de 
1800  elSr.  D.  Félix  Berengüer  de  Marqüina,  gobernador  de 
las  islas  Marianas,  persona  de  mucha  honradez  y  de  muy 
buenas  intenciones,  pero  que  no  estaban  en  armonía  con  su 
capacidad. 

Al  siguiente  año  se  denunció  por  D.  Francisco  Antonio 
Vázquez,  oficial  de  la  real  armada,  otra  conspiración  que 
llegó  á  creerse  supuesta  por  no  haberse  podido  averiguar 
absolutamente  nada;  pero  en  1802  un  indio  llamado  Ma- 
riano en  la  sierra  deTepíc  promovió  una  sedición  tratando 
de  restablecer  la  monarquía  de  Motecuhzoma,  á  cuyo  fin 
quería  coronarse  con  una  diadema  que  había  pertenecido 
á  una  imagen,  para  lo  cual  esparció  circulares  y  embaja- 
das entre  los  indios. 

Cuando  el  señor  D.  Fernando  Abascal,  Presidente  de 
Guadalajara,  tuvo  conocimiento  de  aquel  suceso,  envió 
tropas  á  las  órdenes  de  don  Salvador  Hidalgo  y  don  Leo- 
nardo Pintado,  quienes  pacificaron  la  comarca,  llevando  á 
Guadalajara  presos  á  un  gran  número  de  indios.  Desde 
noviembre  de  1765  había  ocurrido  olro  levantamiento 
parecido,  aunque  más  sangriento ;  en  el  pueblo  de  Cisteil 
de  Yucatán  durante  unas  fiestas  un  vicioso  panadero 
llamado  Jacinto  Canek  provocó  una  rebelión  de  los  indios 
excitándolos  por  el  rigor  con  que  los  jueces  los  trataban ; 
por  lo  oneroso  del  tributo  que  pagaban  al  rey  y  á  los  enco- 
menderos y  por  la  indiferencia  con  que  los  curas  miraban 
á  la  clase  indígena.  Jacinto  fué  también  proclamado  rey 
de  los  mayas,  poniendo  sobre  su  cabeza  la  corona  de  una 
imagen,  y  sobre  sus  hombros  el  manto  de  aquella  virgen; 
pero  aunque  logró  derrotar  al  Capitán  Cozgaya  y  reunir 
alguna  tropa  fué  vencido  por  D.  Cristóbal  Calderón  pere- 
ciendo en  el  asalto  más  de  quinientos  sublevados,  y  siendo 
más    tarde    inhumanamente  atenaceado  en  Mérida.    La 


TTfPFfP^PiFl»^i»|KWP*^^ 


HISTORIA   DE  MÉXICO  305 

semejanza  de  estos  acontecimientos  verificados  con  tan 
corto  intervalo  y  del  extremo  Oriente  al  Poniente  del  paí&, 
sin  que  existiera  entre  ambos  ninguna  comunicación, 
revela  el  espíritu  dominante  en  la  raza  indígena  de  odio 
hacia  los  gobernantes  y  descendientes  de  los  conquista- 
dores, á  la  vez  que  de  superstición  y  la  tendencia  á  la 
sociedad  bajo  las  bases  del  gobierno  azteca,  que  han  pro- 
vocado la  terrible  guerra  de  castas. 

Poco  después  disgustado  el  Sr.  Marquina  porque  se 
habían  desaprobado  algunas  de  sus  disposiciones,  en  un 
momento  de  despecho  renunció  su  empleo  y  habiéndo- 
sele admitido  su  dimisión,  entregó  el  gobierno  el  día  4  de 
enero  de  1803  al  Sr.  D.  José  de  Iturrigaray. 

Este  virrey,  que  tenía  las  mismas  aspiraciones  que  Bran- 
ciforte,  empezó  su  carrera  introduciendo  á  la  aduana  de 
Veracruz  un  cargamento  de  efectos  de  valor  de  ciento 
veinte  mil  pesos  libres  de  derechos,  porque  pretextó  que 
formaban  su  equipaje  particular. 

Apenas  llegado  á  la  capital  hizo  un  viaje  á  Guanajuato 
con  el  objeto  de  visitarlas  minas,  en  cuyo  viaje  activó  la 
construcción  del  magnífico  edificio  déla  Albóndiga  deGra- 
naditas  que  proyectó  el  intendente  Riaño,  habiéndose  con- 
cluido en  1808  y  recibió  espléndidos  regalos,  pues  sólo  la 
diputación  de  minería  le  hizo  un  obsequio  de  mil  onzas  de 
oro  (1). 

(1)  Durante  todo  el  período  colonial,  las  minas  de  plata  de  México  pro- 
ducían, según  el  barón  de  Humboldt,  2.028.000.000  de  pesos;  las  de  oro 
68.778  411  y  las  de  cobre  542.893.  La  producción  total  de  oro  y  plata  de 
toda  la  América  desde  1492  hasta  1803  ha  sido  de  4.851.156.000.  Desde  la 
independencia  hasta  el  año  de  1890  México  ha  producido  la  fabulosa  suma 
de  1.885.645.000  de  pesos,  según  la  memoria  Dsmson  presentada  á  la 
Sociedad  de  stadística  de  Londres  y  los  cálculos  de  don  Santiago  Ramí- 
rez, i  Con  razón  se  ha  dado  en  llamarle  el  país  de  la  plata: 

En  1891  produjo  44.150.000  de  pesos  y  en  1892,  38.000.000. 

En  1892  á  1893  la  producción  total  de  metales  preciosos  fué  de 
56.460.515  pesos  y  en  1893  á  1894 de  59.283.133.  En  1896  fué  de  80.000.000  ; 
en  el  año  de  1899,  de  cerca  de  cien  millones  de  pesos. 

20 


306  PÉREZ   VERDÍA 

Á  SU  regreso  á  México  se  colocó  el  día  9  de  diciembre 
de  1803  la  famosa  estatua  ecuestre  de  Carlos  IV  que  había 
mandado  construir  el  marqués  de  Branciforte,  cuya  obra 
hizo  el  señor  don  Manuel  Tolsa  que  con  ella  inmortalizó 
su  nombre  de  artista.  Seiscientos  quintales  de  metal  se 
emplearon  en  la  estatua  que  mide  cinco  varas  vein- 
ticuatro pulgadas  de  altura,  y  cuyo  mérito  artístico  aven- 
taja á  todas  las  estatuas  de  Europa  con  excepción  de  la  de 
Mapco  Aurelio. 

Empezó  el  año  de  1805  con  la  ejecución  de  lo  mandado 
por  real  cédula  de  26  de  diciembre  de  1804  para  que  se  enaje- 
nasen y  remitiesen  á  España  los  bienes  de  obras  pías,  lo  que 
«e  llevó  á  cabocon  disgusto  por  parte  de  los  propietarios  que 
tuvieron  que  redimir  antiguos  créditos  hipotecarios,  que 
aunque  vencidos,  no  se  les  exigían  cuando  pagaban  pun- 
tualmente sus  réditos.  Importando  los  capitales  de  cape- 
llanías y  obras  pías  la  enorme  suma  de  cuarenta  y  cuatro 
millones  y  medio  de  pesos,  la  realización  completa  de  aquel 
decreto,  no  sólo  habría  arruinado  enteramente  la  agricul- 
tura nacional  al  quitarle  violentamente  aquel  capital,  sino 
que  también  habría  acabado  con  el  comercio,  retirando  de  la 
circulación  del  país  tan  grande  cantidad  de  numerario.  A 
pesar  de  ser  tan  notorios  esos  inconvenientes,  ni  el  virrey 
ni  la  junta  de  hacienda  hicieron  observaciones,  habiendo 
sido  el  interés  particular  el  único  que  opuso  justa  resis- 
tencia, en  virtud  de  lo  cual  no  entraron  en  la  caja  de 
consolidación  más  que  un  millón  y  doscientos  mil  pe- 
sos Cl). 


Deestos  valores  se  han  acunado  durante  el  período  colonial  $  2.082  260.637 
en  plata  y  S  68.778.411  en  oro,  y  en  el  de  México  independiente 
$  1.183.551.478  en  plata  y  54.778.072  en  oro. 

(1)  Á  más  de  los  44.500.000  pesos  que  importaban  los  capitales  piadosos 
impuestos  á  rédito,  el  valor  de  las  fincas  que  en  propiedad  pertenecían 
al  clero  era  de  3.000  000.  La  renta  que  disfrutaba  el  arzobispo  de  México, 
era  de  130.000  pesos  anuales;  la  del   obispo  de    Puebla  110.000;  la  del 


HISTORIA   DE   MÉXICO  -307 

Después  de  esto  se  recibieron  noticias  «le  la  nueva  guerra 
declarada  entre  España  y  Francia  contra  Inglaterra,  á 
consecuencia  de  haberse  apoderado  esta  nación  de  unas 
naves  españolas  que  llevaban  grandes  caudales  de  Buenos 
Aires,  y  con  este  motivóse  levantaron  tropas  provinciales 
y  se  hizo  de  ellas  un  acantonamiento  en  Jalapa,  pues  des- 
,  pues  del  glorioso  desastre  de  Trafalgar  (20  de  octubre  de 
1805)  en  que  el  célebre  almirante  Nelson  destruyó  la  Ilota 
francoespañola  mandada  por  el  denodado  almirante  don 
José  Gravina  y  el  vicealmirante  Villeneuve,  después  de 
un  heroico  combate  en  el  que  perecieron  los  distinguidos 
marinos  Gravina,  Churruca,  Galiano,  Alcedo,  Moyna  y 
Castaños,  Cisneros,  Flores,  Valdés  y  otros  con  mil  veinti- 
dós soldados  y  en  la  que  hubo  mil  trescientos  ochenta  y 
cinco  heridos,  se  temía  que  la  escuadra  inglesa  atacara  á 
Veracruz. 

Poco  tiempo  después  Napoleón  I  invadió  á  España  con 
el  pretexto  de  la  alianza  celebrada  por  el  tratado  de  Fon- 
tai  nebleau  de  fecha  27  de  octubre  de  1S07,  liaciendo  que 
el  general  Dupont  con  veintisiete  mil  hombres  se  síluara 
en  Valladolid,  como  lo  hizo  en  principios  de  enero  de  1JS08 
y  el  mariscal  Moncey  en  Burgos  con  otro  cuerpo  de  tro- 
pas. 

Increíble  parece  que  tan  gran  capihín  obrara  tan  pcríi- 
damente,  abusando  de  la  poca  penetración  del  gobierno 
español,  como  lo  hizo  Napoleón  para  enseñorearse  de  la 
península;  pues  no  sólo  introdujo  sus  tropas  í;on  el  pre- 
texto indicado  de  la  alianza,  sino  que  de  la  manera  más 
aleve  se  apoderaron  de  Barcelona,  de  Monjuich,  de  la  ciu- 
dadela  de  Pamplona,  del  castillo  de  Figueras  y  de  otras 
plazas  importantes,  engañando  á  la  vez  al  imbécil  Car- 
los IV  y  al  torpe  y  odiado  ministro  Godoy, 


obispo  de  Valladolid  100.000  ;  la   del  de   Guadnlajara,  90.00üí  la   del  de 
Durango,  30.000  ;  la  del  de  Yucatán  20.000  y  la  del  de  Oaxíica,  15.0ÜO- 


Vi  --^f-^f^ 


308  PÉREZ   YBRDÍA 

El  pueblo  español  con  el  sentimiento  del  patriotismo 
previo  los  sucesos  mucho  antes  que  su  Gobierno,  pues  el 
Pri[bcipe  de  la  Paz  no  vino  á  conocer  las  intenciones  del 
Emperador  francés  hasta  que  sus  tropas  se  hallaban  en  las 
inmediaciones  de  Madrid.  Entonces,  sin  recursos,  sin  tro- 
pas ni  elementos  de  defensa,  pensó  hacer  lo  que  en  no- 
viembre del  año  anterior  había  hecho  la  familia  de  Bra- 
ganza  al  ser  destronada  de  Portugal :  trasladarse  á  sus  co- 
lonias americanas ;  pero  la  idea  fué  mal  recibida  por  el 
pueblo  que  por  oponerse  á  la  partida  de  los  Reyes  para 
Nueva  España,  se  amotinó  en  Aranjuez  en  la  noche  del  17 
de  marzo,  lo  que  produjo  un  completo  cambio  en  la  polí- 
tica. Don  Manuel  Godoy  Álvarez  de  Paria,  príncipe  de  la 
Paz,  fué  aprehendido  y  ultrajado  por  la  muchedumbre  y 
depuesto  de  sus  dignidades  por  real  decreto  del  día  18,  y 
no  bastando  esto  para  calmar  la  inquietud,  el  Rey  Car- 
los IV  abdicó  la  corona  en  su  hijo  Fernando  VII  el  19  de 
marzo  de  1808. 

Volvióse  á  Madrid  el  nuevo  rey  el  24,  mas  el  día  ante- 
rior habían  llegado  las  tropas  francesas  mandadas  por  el 
príncipe  don  Joaquín  Murat,  gran  duque  de  Berg;  pero 
como  Carlos  IV  pretendía  después  nulificar  su  abdicación, 
Fernando  Vil  cometió  la  imprudencia  de  pedir  al  mismo 
invasor  que  lo  reconociese,  y  tal  reconocimiento  sirvió  de 
pretexto  para  que  mendigándolo  indignamente  padre  é 
hijo,  ocurriesen  á  Bayona  á  pedirlo  á  Napoleón.  Éste  hizo 
que  el  8  de  mayo  por  la  mañana  el  rey  legítimo  Fernando 
renunciara  el  trono  en  favor  de  su  padre,  quien  en  la  tarde 
del  mismo  día  abdicóenlapersonadelmismo  Napoleón,  que 
á  su  vez  nombró  Rey  de  España  á  su  hermano  José  I  Bo- 
naparte. 

Para  conseguir  todo  esto  el  Emperador  francés,  había 
hecho  que  se  le  presentasen  todos  los  miembros  de  la  fami- 
lia real  á  fin  de  no  temer  que  alguno  de  ellos  hiciese  valer 
sus  derechos  al  trono  de  sus  abuelos;  pero  el  memorable 


w»*^^ ,r^r^y^  "  ••  ^i'^P'^^f^-'^^  »" :, j^ifr H' -^f^^  -  *  '^.^"^     *     "  ^'^ ^ vt^ 


HISTORIA    DE   M¿XIGO  309 

Dos  de  Mayo  al  llevarse  para  Francia  al  infanta*  don  Fran- 
cisco, niño  aún,  el  pueblo  de  Madrid  sin  medir  el  peügro 
y  guiado  tan  sólo  por  el  sentimiento  de  su  patríoU^mo  se 
opuso  á  aquella  partida  formándose  un  alborolo.  Murat 
mandó  luego  tropas  que  restablecieran  el  orden  y  liabiendo 
hecho  fuego  sobre  la  inerme  muchedumbre,  el  pueblo  al- 
tamente irritado  se  arrojó  en  masa  sobre  los  aborrecidos 
franceses;  las  tropas  españolas  permanecieron  acuart  el  aii  as 
mientras  se  derramaba  la  noble  sangre  de  aquel  valiente 
pueblo  y  sólo  los  heroicos  patriotas  D.  Luis  Daoiz  y 
D.  Pedro  Velarde  hiiñeron  sacar  tres  cañones  y  con  ellos 
se  batieron  hasta  sucumbir  con  millares  de  ciudadanos* 

Aquélla  fué  la  señal  de  la  lucha  y  por  todas  [*artes  hubo 
movimientos  semejantes  y  se  organizó  el  gobierno  de 
Juntas  provisionales  que  pretendían  gobernar  en  nombre 
de  Fernando  Vil.  ¡  La  conducta  del  pueblo  español  era  lan 
gloriosa  como  la  de  sus  reyes  había  sido  indigna  y  cobarde  1 

En  México  se  supieron  esos  acontecimientos  el  23  de 
junio  y  en  19  de  julio  el  Ayuntamiento  le  dirigió  al  virrey 
una  representación  en  la  que  manifestaba  que  supuesta  la 
ausencia  del  monarca  legítimo  la  soberanía  residía  en  el 
reino,  por  lo  que  mientras  en  la  metrópoli  durara  aquella 
situación  la  colonia  debía  gobernarse  por  las  leyes  vigentes, 
continuando  el  virrey  en  su  puesto  sin  entregarla  ti  nin- 
guna nación  ni  aun  á  la  misma  España  mientras  perma- 
neciera en  tales  circunstancias.  Esta  represeníación^  que 
tendía  á  establecer  por  de  pronto  una  independi^ncia  pro- 
visional, fué  desaprobada  por  la  Audiencia,  y  en  tal  virtud 
se  celebró  el  día  í)  de  agosto  una  junta  á  moción  del  Ayun- 
tamiento :  en  ella  el  síndico  licenciado  D.  Francisco  Vt^r- 
dad  y  Ramos,  manifestó  ciertas  ideas  avanzadas  en  aquella 
época,  sosteniendo  que  en  virtud  de  las  circunstancias  ia 
soberanía  habia  recaído  en  el  pueblo^  por  lo  quo  [mdfa 
constituirse  como  mejor  le  agradara. 

Los  fiscales  impugnaron  aquella  exposición  declaran- 


310  PÉRBZ    VERDÍA 

dola  sediciosa  y  subversiva  y  el  inquisidor  D.  Bernardo 
Prado  y  Obejero  la  declaró  herética  y  anatematizada ^ 
disolviéndose  la  junta  sin  tomar  acuerdo  alguno.  Volvió  á 
reunirse  el  31  de  agosto  con  motivo  dé  haber  llegado  el 
coronel  D.  Manuel  de  Jáuregui  y  D.  Juan  Gabriel  Javat, 
capiLdn  tle  fragata^  comisionados  por  la  Junta  suprema  de 
Sevilla  para  pedir  al  Gobierno  de  Nueva  España  la  reco- 
nociese, y  en  este  sentido  se  hallaban,  cuando  en  esa 
misma  noche  llegaron  al  virrey  phegos  de  la  Junta  de 
Oviedo  pretendiendo  el  mismo  reconocimiento,  por  lo  que 
se  celebro  nueva  sesión  el  I.*'  de  septiembre  en  la  cual 
únicamente  se  dio  conocimiento  de  aquellos  pliegos.  Para 
lomar  una  determinación  se  citó  á  sesión  para  el  día  9  y 
en  ella  propuso  D.  Jacobo  de  Villaurrutia  que  se  convo- 
case una  junUí  general  de  todo  el  reino,  proposición  que 
latí  impugnada  acremente  por  los  miembros  de  la  Audien- 
cia y  sobre  la  cual  no  ilí^gó  á  resolverse  nada  por  lo  aca- 
lorado y  desordenado  de  la  discusión. 

Pero  con  lodo  eslo  se  habían  puesto  ya  en  pugna  el 
partido  español  capitaneado  por  los  oidores,  arzobispo  é 
inquisidores  y  el  americano  ó  nacional,  representado  por  el 
Ayuntamiento  y  con  el  cual  estaba  de  acuerdo  Iturrigaray, 
porque  le  halaj^^aba  al  ofreí  erle  el  mando  independiente  de 
la  metrópoli.  Con  este  motivo  se  dieron  por  los  españoles 
algunas  muestras  de  la  desconflanza  que  tenían  del  virrey 
y  éste  á  su  vez  liizo  llamar  al  regimiento  de  Celaya  que 
estaba  en  Jalapa ;  pero  antes  de  que  llegara  acordaron  los 
españoles  aprehender  y  destituir  á  Iturrigaray,  á  cuyo 
efecto,  el  día  13  de  sepliend)re  de  1808  á  las  doce  de  la 
noclie  se  reunieron  más  de  quinientos  hombres  dirigidos 
por  D.  Gabriel  de  Yermo,  riquísimo  hacendado  que  había 
hecho  venir  a  muchos  de  sus  criados  y  estando  de  acuerdo 
la  guardia  del  palacio  con  excepción  del  centinela  que  hizo 
fuego  y  fué  sacrificado.  Be  apoderaron  fácilmente  del 
Virrey  que  se  encontraba  acostado. 


HISTOKIA    DE    MÉXICO  31 1 

cFué,  hecho  prisionero  así  romo  su  familia  y  llevado  á  la 
Inquisición  de  donde  se  le  trasladó  el  día  18  al  convento 
de  Belemitas,  sacándolo  para  Veracruz  td  21  m  la  madru- 
gada. Á  la  vez  fueron  aprenhetlidos  el  abad  de  Guadalupe 
D.Francisco  Cisneros,  el  canónigo  Beristain,  el  mercena- 
rio  fray  Melchor  Talamantes,  los  licenciados  Verdad^ 
Azcárate  y  Cristo,  así  como  otras  personas  que  les  eran 
adictas,  y  á  las  dos  de  la  mañana  del  día  ííi  se  reunieron 
en  palacio  el  Arzobispo,  tos  oidoresy  demás  complicados 
acordando  no  abrir  el  plitígo  de  mortaja  por  temor  de  que 
bajo  la  iníluenciade  Godoyse  liallara  nombrado  algún  par- 
tidario suyo  ó  de  Iturrigaray,  sino  que  nombraron  al  Sr. 
D.  Pedro  Garibay. 


CAPÍTULO  XIII 


Don  Pedro  Garibay.  —  Consecuencias  de  La  prisínEi  de  Iturrjgaray»  — 
Ideas^de  independencia.  —  Breves  cousideracíonea  acercíi  del  gobierno 
colonial.  —  Causas  de  la  emanLupación*  — >  El  arzobispo  don  Fraaeiííco 
Lizana.  —  Don  Francisco  Venegas. 


Garibay  tenía  el  grado  de  niíiríscal  de  los  reales  ejércitos, 
habiendo  hecho  su  carrera  militar  en  el  país  y  tenía  se- 
tenta y  nueve  años  de  edad  cuando  los  'acontecimientos 
que  lo  elevaron  al  poder. 

Sólo  se  ocupó  en  tranquilizar  á  la  rolonia  y  dar  fin  ú 
las  causas  formadas  contra  los  reos  políticos  á  quienes  se 
trató  con  un  rigor  excesivo  :  el  día  4  de  octubre  fué  ahor- 
cado secretamente  en  las  cárceles  el  licenciado  Verdad, 
primer  mártir  de  la  independenria,  y  fray  Melchor  Tala- 
mantes fué  llevado  á  San  Juan  de  Uliía  donde  la  íiebre 
amarilla  lo  privó  de  la  existencia,  sin  que  le  quitaran  los 
grillos  sino  hasta  después  de  muerto. 


•'312  PÉREZ    VERDÍA 

Á  Iturrigaray  se  le  formaron  en  España  dos  causas,  una 
por  infidencia  que  terminó  en  virtud  del  decreto  de  las 
Cortes  de  15  de  octubre  de  1810,  que  concedió  una  amnis- 
tía, y  el  de  residencia  en  el  cual  fué  condenado  á  pagar  por 
varios  capítulos  trescientos  ochepta  y  cuatro  mil  trescientos 
cuarenta  y  un  pesos. 

Grande  influjo  tuvo  la  prisión  del  Virrey  en  ios  aconte- 
-cimientos  posteriores  y  los  mismos  españoles  enseñaron  el 
camino  que  había  que  seguir  para  derrocar  al  gobierno, 
tanto  que  un  mes  después  llegó  á  conspirarse  por  algunas 
tropas,  contra  el  mismo  Garibay  á  quien  acababan  de 
«elevar;  pero  disueltas  al  punto  y  vigiladas  no  pudieron 
realizar  su  intento.  El  respeto  inmenso  que  á  los  Virreyes 
se  tenía  por  el  pueblo,  disminuyó  mucho  con  aquel  aten- 
tado que  al  destruir  á  la  autoridad  de  su  tradicional  pres- 
tigio, minó  la  base  sobre  que  descansaba,  así  es  que  em- 
pezaron las  censuras  de  los  actos  gubernamentales,  las 
publicaciones  secretas  y  sediciosas,  y  las  juntas  de  los  des- 
contentos. Tramóse  en  septiembre  de  1809  en  Valladolid 
una  nueva  conjuración  á  cuyo  frente  se  pusieron  D.  Ma- 
riano Michelena,  D.  Mariano  Quevedo,  el  capitán  D.  José 
María  García  Obeso,  el  Cura  de  Huango  D.  Manuel  Ruiz 
de  Chávez,  Fr.  Vicente  Santa  María,  y  otros  que  fueron 
denunciados,  se  dijo,  por  D.  Agustín  de  Iturbide  y  puestos 
presos. 

Por  todas  partes  se  sentían  ya  síntomas  de  descontento 
y  deseos  de  consumar  la  independencia.  Ésta  no  era  exclu- 
sivamente motivada  por  el  modo  de  ser  del  gobierno ;  pues 
aunque  la  dominación  española  descansó  en  un  título 
injusto  como  fué  el  de  la  conquista,  la  administración  en 
general  no  correspondió  á  su  base  y  mejoró  mucho  la  si- 
tuación del  país. 

En  la  serie  de  los  virreyes  que  gobernaron  en  México  se 
descubre  el  deseo  de  los  monarcas  de  España  de  que  fueran 
personas  de  importancia  que  atendieran  al  bien  del  país, 


^PWPPTfWM?.^  M.  '^í^^fü  V^JP/  ^  !!K*^- -  : ■  -v-?*!*  ^.  '   ■•  '■  ^'  ^    •  '^^^' 


HISTORIA   DE  MÉXICO  313 

y  si  hubo  muchos  que  fallaron  á  esa  confianza  y  extorsio- 
naron al  pueblo  procurando  su  propio  interés,  esto  era 
indispensable  atendida  la  condición  humana,  pero  otros 
en  cambio  se  manifestaron  probos  y  entendidos  gober- 
nantes; así  es  que  gobierno  que  contó  entre  sus  agentes  á 
los  señores  Mendoza,  Velasco,  Rivera,  Acuña,  Bucareli  y 
Güemes  Pacheco,  es  acreedor  á  la  gratitud. 

No  significa  esto  que  no  tuviera  el  país  mucho  por  qué 
quejarse;  la  avidez  de  los  españoles,  la  crueldad  y  dureza 
con  que  tratal)an  á  Ios-naturales,  esclavizándolos  ó  impo- 
niéndoles durísimos  trabajos,  fueron  males  gravísimos  que 
llegaron  hasta  ocasionarla  destrucción  de  la  población 
indígena,  y  aunque  los  reyes  de  España  constantemente 
dictaron  justas  disposiciones  en  su  favor,  por  no  haber 
tenido  energía  para  hacerlas  cumplir,  se  hicieron  respon- 
sables de  semejantes  agravios,  aunque  hay  que  tener  en 
cuenta  que  el  despotismo  y  las  más  absurdas  ideas  acerca 
de  la  majestad  real  eran  entonces  las  dominantes  en  Es- 
paña, como  efectos  de  la  época.  Aun  después  de  suprimidos 
los  repartimientos  de  indios  se  estableció  el  funesto  sis- 
tema de  los  Corregimientos  y  Alcaldes  Mayores  en  que  las 
ventajas  pecuniarias  del  que  gobernaba  dependían  de  la 
opresión  y  miseria  en  que  tenía  á  sus  gobernados  y  en  el 
cual,  como  espuso  el  Duque  de  Linares,  los  tales  funciona- 
rios <(  á  su  ingreso  á  su  empleo  faltan  á  Dios  en  el  jura- 
mento que  quiebran;  al  Rey  en  los  repartimientos  que 
hacen  ;  y  al  común  de  los  naturales  en  la  forma  en  que  les 
tiranizan  ».  Por  otra  parle,  la  falta  de  cumplimiento  de 
esas  leyes  solícitas,  consistió  en  su  falta  de  garantías, 
mal  que  sólo  la  independencia  podía  remediar;  pues  la 
gran  distancia  á  que  se  encontraba  el  gobierno,  hacía  que 
ni  éste  pudiera  cuidar  de  la  observancia  de  sus  disposi- 
ciones, ni  los  infractores,  ordinariamente  poderosos  é  in- 
fluyentes, temiesen  que  la  verdad  que  ellos  encubrían,  se 
abriese  paso  hasta  el  trono.  Por  último  debe  considerarse 


314  PÉREZ   VERDÍA 

que  con  la  mejor  intención  se  dictaron  en  favor  de  los 
indios  medidas  que  con  el  fin  de  favorecerlos,  acabaron  por 
destruir  en  ellos  la  iniciativa  individual,  ¡la  fe  en  los  con- 
tratos, inhabilitándolos  para  todas  las  transacciones  de  la 
vida,  al  otorgarles  privilegios  para  que  gozaran  del  bene- 
ficio de  restitución  y  otros  semejantes.  En  cambio  se  con- 
sideraba siempre  á  la  raza  indígena  como  inferior,  así  es 
que  aun  en  los  juicios,  el  testimonio  de  un  blanco  valía 
por  el  de  cinco  indios,  y  se  mantenía  una  injusta  des- 
igualdad basada 'en  su  supuesta  inferioridad,  estando  pro- 
hibido que  los  indios  pudiesen  dedicarse  á  ciertos  oficios  y 
aun  que  pudiesen  tener  caballos  y  armas.  Con  todo,  aten- 
dida la  deplorable  situación  que  cupo  en  suerte  á  México  de 
ser  colonia  de  un  país  extranjero,  no  tuvo  que  sufrir  lo 
que  otras  colonias  en  las  que  sus  metrópolis  sólo  han  pro- 
curado explotarlas  en  cuanto  fuere  posible. 

Algunas  veces  en  medio  de  la  exaltación  de  los  partidos 
h  a  llegado  á  suponerse  nociva  para  la  nación  mexicana  el 
haber  sido  descubierta  y  conquistada  por  España;  pero 
prescindiendo  de  lo  inútil  de  tal  cuestión,  España  dio  á 
México  lo  que  ella  misma  tenía  y  satisfizo  á  las  mayores  exi- 
gencias aun  bajo  el  aspecto  de  la  vanidad,  pues  aquella 
nación  era  la  más  poderosa  del  siglo  xvi.  Las  afinidades  y 
simpatías  de  raza  hicieron  que  se  verificara  en  parte  entre 
la  española  y  la  mexicana  una  verdadera  fusión^  de  lo  qué 
resultó  que  no  se  destruyera  la  última,  como  ha  sucedido 
en  otras  colonias. 

Llejró  el  país  á  cierto  grado  de  adelanto  en  el  que  necesa- 
riamente aspiró  á  tener  vida  é  instituciones  propias  inde- 
pendientemente de  España,  supuesto  que  se  tenía  ya  con- 
ciencia de  los  elementos  nacionales,  suficientes  para  satis- 
facer las  propias  necesidades.  La  población  del  país  excedía 
ya  de  cinco  millones  de  habitantes,  si  bien  desigualmente 
repartidos  en  la  vasta  extensión  territorial,  pues  mientras 
en  la  Intendencia  de  Guanajuato  había  568  habitantes  por 


■5^ 


HISTORIA    DE    MÉXICO  315' 

legua  cuadrada,  en  la  de  Puebla  301,  y  en  la  de  Valla- 
dolid  273,  en  algunas  otras  era  verdaderamente  insignifi- 
cante y  así  en  California  había  sólo  un  habitante  por  cada 
legua,  en  Tejas  y  Coahuila  2,  en  Sonora  6,  en  Nuevo 
México  y  Nuevo  Santander  7,  y  en  Nueva  Vizcaya  10, 
dando  un  promedio  para  la  Nueva  España  on  general  áe  43. 

La  capital  del  Virreinato  contaba  ton  (35.000  habitantes, 
Guanajuato  con  70.ÍJ00,  Puebla  con  67.000  y  Guadalajíini 
con  30.000.  La  importación  de  productos  nacionales  y 
extranjeros  tenía  entonces  un  valor  anual  de  cerca 
de  20.000.000  de  pesos  y  la  exporlat^ión  el  de  12.000.000; 
el  producto  total  de  la  agricultura  ascendía  á  21KOO0.O00; 
el  de  la  minería  á  más  de  20.000M)U;  la  propitMlad  íenia 
un  valor  considerable;  se  pagaban  más  de  veinte  millones 
de  contribuciones  al  gobierno  y  más  de  dos  de  diezmos  al 
clero  (1). 

Además  la  metrópoli  misma  daba  un  ejemplo  áe  patrio- 
tismo al  defender  heroicamente  su  independencia  atacada 
por  Napoleón;  de  suerte  que  los  mexicanos  al  ver  aquella 
noble  conducta,  necesariamente  debieron  pensar  en  imitarla 
tanto  más  cuanto  que  consideraron  entonces  la  triste 
suerte  del  país  que  estaba  expuesto  á  pasará  la  Francia  sin 
contarse  para  nada  con  su  voluntar!.  Por  otra  parte  esa 
misma  guerra  que  absorbíala atenciun  del  gobierno  español, 
daba  más  esperanzas  á  los  patriotas  mexicanos  de  que  el 
triunfo  pudiese  coronar  sus  esfuerzos. 

Estas  consideraciones  y  el  deseo  de  no  seguir  suminis- 
trando á  la  península  cuantiosas  rentas  que  podrían  inver- 


(1)  La  importación  total  de  los  efectos  extranjeros  á  Ja  República  en  el 
año  fiscal  de  1888  á  1889  ascendióos  40. 248.9 iü.  produclemio  -il  Gobíernu 
por  derechos  aduanales  S  22.477.962,  y  el  valor  de  la  exportación  totai  en 
1891  á  1892  fué  de  80.000.000;  en  1892  á  93  do  87.5C0.ti0O,  y  en  1893  A  94 
de  89.400.000. 

En  el  ano  de  1895  á  1896,  la  exportación  fué  de  1Ü.1.000.00Ü  y  en  el  de 
4900  á  1901  fué  de  158.000.000  y  de  133.000.00Ü  Ja  imporlactún- 


i  7-** 


'316  PÉREZ   VERDÍA 

tirse  en  provecho  del  país,  así  como  el  recuerdo  de  pasados 
agravios^  hizo  que  fueran  extendiéndose  las  ideas  de  inde- 
pendencia. El  mismo  gobierno  español  hizo  los  más  amar- 
gos recuerdos  de  su  dominación  de  una  manera  oGcial  y 
solemne  en  la  Proclama  de  la  Regencia  fechada  en  14  de 
febrero  de  1810,  en  la  cual,  al  l^cer  saber  que  los  ameri- 
canos podrían  elegir  diputados  á  Cortes,  decía  sin  ambajes  : 
«  Desde  este  momento,  españoles  americanos?  os  veis  ele- 
vados ^á  la  dignidad  de  hombres  libres:  no  sois  ya  los 
mismos  que  antes,  encorvados  bajo  un  yugo  mucho  más 
duro  mientras  más  distantes  estabais  del  centro  del  poder ; 
mirados  con  indiferencia,  vejados  por  la  codicia  y  des- 
truidos por  la  ignorancia.  » 

En  tan  difíciles  circunstancias  la  Junta  central  española 
nombró  Virrey  al  señor  don  FnANCisco  Javier  Lizana  y 
Beaümont,  arzobispo  de  México,  que  tomó  posesión  el  19 
de  julio  de  1809.  Por  su  lenidad  y  candor  era  poco  á  pro- 
pósito para  gobernar  en  aquella  época,  y  habiéndose 
puesto  en  pugna  con  los  oidores,  éstos  le  llamaron  el 
Pontificado  á  su  administración. 

Pidió  un  préstamo  de  tres  millones  de  los  cuales  remitió 
dos  á  España,  organizó  varios  cuerpos  de  tropas  y  trató  de 
poner  á  la  colonia  en  estado  de  defensa  contra  los  fran- 
ceses, creando  á  la  vez,  para  castigar  á  los  enemigos  inte- 
riores, la  Junta  de  seguridad  y  buen  orden,  formada 
del  regente,  de  un  oidor  y  de  un  alcalde,  con  amplí- 
simas facultades  para  conocer  de  todos  los  delitos  de 
infidencia. 

La  prisión  de  López  Cancelada,  el  destierro  del  oidor 
Aguirre  y  otros  actos  dispuestos  por  el  Arzobispo  contra 
algunos  de  los  prominentes  parciales  del  partido  europeo, 
le  granjearon  enemigos  que  hicieron  que  la  Regencia  lo 
removiera,  mandando  que  entregara  el  poder  á  la  Audien- 
cia, como  lo  hizo  el  día  8  de  mayo  de  1810. 

Gobernó   la   Audiencia  por  medio  de   su  regente  don 


HISTORIA   DE   MÉXICO  317 

Pedro  Cataní  hasta  el  13  de  septiembre,  que  recibió  el 
mando  el  nuevo  Virrey  D.  Franciscü  Javiüh  Veneíías,  que 
apenas  sfí  Imbfu  encariñado  del  ^mbierno  cuando  estalló  la 
revolución  gloriosa  de  indcpondencia. 


CUARTA  PARTE 
HISTORIA   MODERNA 

GUEBRA    DE    INDEPENDENCIA 


CAPÍTULO  PRIMERO 


Conjuración  de  UUiT¿Urü.  —  El  señor  cura  don  Miguel  Hidalgo  y  Cos- 
Ulla.  —  Pronundamiento  en  Dolores.  —  Marcha  para  San  Miguel.  — 
Eütniíla  iJe  lo^  indepead Lentes  en  Guanajato  y  toma  del  castillo  de 
GmtiadUu^. 


Cuando  las  ¡deas  llegan  á  formarse  en  un  pueblo,  y 
están  de  acuerdo  t^on  ei  derecho  y  el  progreso,  jamás 
pueden  destruirse;  así  es  que  la  revolución  sofocada  en 
VallaJolid  se  liizo  de  nuevos  prosélitos  en  San  Miguel  el 
Grande  y  en  Queréliiro,  donde  se  formalizó  una  junta  de 
patrio  tas. 

El  Sr,  D.  Ignacio  Allende,  que  había  nacido  el  21  de 
enero  de  1779  en  la  villa  de  San  Miguel  el  Grande,  siendo 
hijo  del  Sr,  D.  Domingo  Narciso  de  Allende  y  de  doña 
Mariana  Uraga ;  capíláa  de  dragones,  que  había  estado  en 
el  acanlonamicnto  de  Jalapa,  disgustado  de  la  marcha 
política  del  país  y  amante  de  la  independencia,  fué  el  pri- 


HISTORIA    DE   MÉXICO  319 

mero  que  prQcuró  formar  un  círculo  de  partidarios,  y  á 
este  fin,  poniéndose  de  acuerdo  con  varias  personas, 
organizó  una  junta  en  Querétaro,  formada  de  los  licencia- 
dos Parra,  en  cuya  casa  se  celebraban  las  sesiones,  Alta- 
mirano  y  Laso,  del  doctor  Iturriaga,  D.  Juan  Aldama, 
capitán  del  regimiento  de  la  Reina,  D.  Joaquín  Arias, 
capitán  del  de  Celaya,  Lanzagorta,  D,  Epigraenio  y  1). 
Emeterio  González  y  algunas  otras  personas  á  quienes 
favorecía  cautelosamente  el  Sr.  Corregidor  D.  Miguel 
Domínguez.  Fué  pues  el  valeroso  Allende  el  autor  de  la 
idea  y  el  alma  de  la  conjuración. 

Buscando  aquellos  patriotas  una  persona  de  prestigio 
para  ponerla  á  su  frente,  se  fijaron  en  el  cara  de  Dolores, 
D.  Miguel  Hidalgo  y  Costilla,  que  ¡i  sus  buenas  prendas 
personales  reunía  su  carácter  sacerdotal  que  pusiera  la 
idea  de  independencia  á  cubierto  de  la  acusación  de 
herejía,  que  tanto  podría  influir  en  (¡ue  no  encontrara  pro- 
sélitos. 

El  señor  Hidalgo  nació  el  día  8  de  mayo  de  1753  en  el 
rancho  de  San  Vicente  en  la  banda  oriental  del  ríoTuriiio, 
cerca  del  rancho  de  Corralejo,  jurisdicción  en  aquel  tiempo 
de  Pénjamoyhoy  de  Cuitzeo  de  Abasólo  ó  deloi?;  Naranjoa, 
en  el  estado  de  Guanajuato.  Fué  hijo  primog/ínito  del 
señor  don  Cristóbal  Hidalgo  y  Costilla  y  de  dona  Ana  María 
Gallaga  Mandarte,  quienes  lo  dedicaron  ¡il  estudio  tUi  las 
letras  en  el  colegio  de  San  Nicolás  de  Vatludolid  donde  ma- 
nifestó grande  aprovechamiento,  recibiendo  las  sagradas 
órdenes  en  1778  y  llegando  áser  poco  más  larde  rector  ilel 
mismo  colegio.  Sirvió  varios  curato s,  hastaque  pormuerte 
de  su  hermano  don  Joaquín  se  le  dio  el  de  la  Congregación 
de  los  Dolores,  en  el  que  manifestó  su  celo  por  el  bien  pú- 
blico, así  como  su  empeño  y  capacidad,  estableciendo  á  sus 
expensas,  una  cría  de  gusanos  de  seda,  que  llegó  á  dar 
inmejorables  resultados,  y  una  fábrica  de  loza  fina;  orga- 
nizó una  música  é  hizo  grandes  mejoras  materiales. 


320  PÉREZ   VERDÍA 

En  el  aüo  de  1809  hizo  ua  viaje  á  Querétaro  en  donde 
se  puso  en  contacto  con  los  compañeros  de  Allende ;  pero 
los  encontró  tan  escasos  y  con  tan  pocos  elementos,  que 
no  quiso  seguir  mezclándose  en  aquel  asunto;  mas  pronto 
lo  convenció  Allende,  y  entonces  aun  empezó  á  hacer 
acopio  de  algunas  armas  que  en  su  misma  casa  se  fabrica- 
ban. 

Para  los  primeros  días  de  diciembre  pensaban  hacer  la 
revolución  en  la  villa  de  San  Ju^n  de  los  Lagos  durante  la 
famosa  feria  que  allí  so  celebra  anualmente  ;  pero  don  Ma,- 
riano  Galván  y  el  capitán  don  Joaquín  Arias  faltandoá  sus 
compromisos  y  á  su  honor,  delataron  la  conjuración  el  día 
13  de  septiembre  ante  el  administrador  de  correos  D,  Joa- 
quín Quintana  y  el  alcalde  D.  Manuel  Ochoa,  haciéndose  en 
la  noche  nueva  denuncia  por  el  español  D.  Eustaquio 
Bueras.  Se  asegura  también  que  el  doctor  Iturriaga  delató 
la  conspiración  en  artículo  de  muerte.  Inmediatamente  el 
corregidor  Domínguez,  obligado  por  las  circunstancias, 
salió  á  aprehender  á  los  acusados,  cerrando  con  llave  la 
puerta  de  su  casa  para  que  su  esposa  la  señora  doña  Josefa 
Ortiz,  que  era  muy  adicta  á  la  conjuración,  no  fuese  á  co- 
meter una  imprudencia 

En  la  casa  de  D.  Epigmenio  González,  sehallaron  muchos 
cartuchos,  por  lo  que  fué  aprehendido  en  unión  de  su  her- 
mano don  Emeterio,  así  como  otros  de  los  comprome- 
tidos. 

Entre  tanto  la  señora  Ortiz  de  Domínguez  llamó  por  me- 
dio de  una  señal  convenida  de  tres  golpes  en  el  suelo  al 
alcaide  don  Ignacio  Pérez  que  vivía  en  los  bajos  de  su  habi- 
tación y  era  adicto  ala  independencia,  enviándolo  precipita- 
damente á  San  Miguel  á  darle  aviso  á  Allende  de  que  la  con- 
juración estaba  descubierta  y  que  no  tardarían  en  ponerlo 
preso. 

Al  mismo  tiempo  que  esto  pasaba  en  Querétaro,  en  Gua- 
najuato  el  tambor  mayor  del  regimiento  provincial,  Ignacio 


■t-"S 


>r\í^-;7RV\í»^*.  '•^T^':r?^f(r$':'r^    -'3- r 


HISTORIA   DE   MÉXICO  321 


Garrido,  que  se  había  comprometido  con  Hidalgo  y  aun 
había  recibido  dinero  para  seducir  á  la  tropa,  denunció 
también  el  plan  al  intendente  D.  Juan  Antonio  Riaño, 
quien  comisionó  al  español  don  Francisco  Iriarte  que  vivía 
en  la  hacienda  de  la  Tlachiquera,  cerca  de  Dolores,  para 
que  aprehendiera  al  párroco. 

Éste  sospechó  algo  y  mandó  llamar  á  Allende,  que  llegó 
el  14  por  la  tarde  sin  saber  nada,  de  suerte  que  en  la  mayor 
incertidumbre  pasaron  esa  noche  y  todo  el  día  15,  hasta 
que  á  las  dos  de  la  memorable  mañana  del  16  de  septiem- 
bre de  1810,  llegó  don  Juan  Aldama  acompañado  del  alcaide 
Pérez  llevando  la  noticia  que  le  remitía  la  Corregidora  de 
Querétaro. 

En  la  casa  todos  estaban  dormidos,  pero  habiendo  ha- 
blado Aldama  con  Allende^  fueron  los  dos  á  la  pieza  del  se- 
ñor cura,  quien  al  oir  la  segura  noticia,  se  incorporó  en  la 
cama  y  se  levantó  al  punto.  «  Caballeros,  dijo,  somos  per- 
didos, no  hay  más  recurso  que  ir  á  coger  gachupines.  »  Y 
en  el  acto  hizo  llamar  á  su  hermano  don  Mariano,  á  don 
José  Santos  Villa  y  con  el  cochero  á  varios  de  sus  sir- 
vientes, presentándose  instantes  después  ocho  personas  ; 
-con  éstas  se  llamó  á  otras,  así  es  que  bien  pronto  se  halla- 
ban allí  los  vecinos  don  Juan  Quintana,  don  Francisco 
Moctezuma,  D.  Nicolás  y  D.  Miguel  Avilez,  D.  Juan, 
D.  Tiburcio  y  D.  Antonio  Gámez,  los  alfareros  Pedro 
José  Sotelo,  Francisco  Barreto,  Juan  de  Anaya,  Ignacio 
Sotelo,  Isidoro  Cerna,  José  María  Perales,  Atilano  Guerra, 
Manuel  Morales,  José  María  Pichin  y  Jesús  Galván,  y  los 
sederos  Antonio  Hurtado  de  Mendoza,  Pantaleón  de  Anaya, 
Brígido  González  y  Vicente  Castañón. 

Inmediatamente  marcharon  todos  á  la  cárcel,  y  ponién- 
dole Hidalgo  una  pistola  en  el  pecho  al  alcaide  lo  obligó  á 
que  le  entregara  álos  presos,  lo  que  no  traía  deshonra  ala 
causa,  porque  no  había  grandes  criminales,  sino  reos  de 
faltas  de  policía  ó  de  delitos  leves,  pues  los  grandes  delin- 

21 


322  PÉREZ   VERDÍA 

cuentes  nunca  se  tienen  presos  en  los  pequeños  pueblos. 
De  allí  fueron  al  cuartel  donde  estaba  un  piquete  de  solda- 
dos del  regimiento  de  Allende,  que  inmediatamente  se  le 
incorporaron,  aprehendiendo  en  seguida  al  subdelegado 
Rincón  y  á  diez  y  siete  españoles. 

Por  ser  domingo  se  llamó  á  misa,  de  manera  que  mu- 
chos que  á  oírla  venían  de  los  alrededores  se  filiaron  en 
las  nuevas  huestes,  que  llegaron  á  contar  en  esa  mañana 
trescientos  hombres  armados  con  sables  los  unos,  con  lan- 
zas otros  y  con  hondas  y  palos  los  más. 

El  venerable  cura  de  Dolores  «  estaba  persuadido  de  que 
la  independencia  sería  útil  al  reino  »  y  quería  «  estable- 
cer un  congreso  que  se  componga  de  representantes  de  to- 
das las  ciudades,  villas  y  lugares  de  este  reino,  que  teniendo 
por  objeto  principal  mantener  nuestra  santa  religión,  dicte 
leyes  suaves,  benéficas  y  acomodadas  á  las  circunstancias 
de  cada  pueblo  »,  según  sus  propias  palabras. 

Por  lo  mismo  es  absolutamente  falso  que  no  tuviera  ideas 
políticas  ni  plan  alguno;  pues  si  no  estaba  desarrollado  era 
porque  la  revolución  estalló  antes  del  tiempo  prefijado, 
obligados  sus  autores  por  la  necesidad. 

Además,  arrojar  el  guante  al  poder  de  los  reyes,  fuerte 
por  trescientos  años  de  ejercicio,  porun  respeto  tradicional 
y  una  veneración  sin  límites,  así  como  por  poderosos  ele- 
mentos materiales,  era  obra  increíble  de  valor  y  de  auda- 
cia, de  suerte  que  era  muy  natural  que  esto  fuera  lo  que 
más  preocupara  en  aquellos  momentos  á  los  patriotas  inde- 
pendientes. 

El  señor  Hidalgo  tenía  la  convicción  de  que  «  los  au- 
tores de  semejantes  empresas  no  gozaban  el  fruto  de  ellas  » 
y  ¡sin  embargo  de  eso,  de  su  muy  buena  posición  social  y 
de  su  avanzada  edad,  posponiéndolo  todo  al  bien  público, 
se  lanza  á  la  revolución  para  dar  una  patria  á  sus  conciu- 
dadanos ! 

Á  las  doce  del  día  16  salió  el  patriota  cura  para  San  Mi- 


^^w^ 


HISTORU  DE   MÉXICO  323 

guel,  adonde  llegó  en  la  noche,  y  al  pasaren  esa  tarde  por 
el  pueblo  de  Atotonilco,  viendo  en  la  sacristía  un  lienzo  en 
que  estaba  pintada  una  imagen  de  la  Virgen  de  Guadalupe^ 
la  tomó  por  bandera  y  la  entregó  á  la  muchedumbre  al  grito 
de  /  Viva  la  religión.  Viva  nuestra  madre  santísima  de 
Guadalupe,  Viva  Fernando  Vil,  Viva  la  América  y 
muera  el  mal  gobierno  !  expresiones  que  fueron  com- 
pendiadas por  el  pueblo  para  su  grito  de  guerra,  diciendo  : 
/  Viva  nuestra  señora  de  Guadalupe;  mueran  los  gachu- 
pines ! 

En  San  Miguel  se  les  incorporó  todo  el  regimiento  de 
la  Reina  y  se  hicieron  de  algunos  recursos,  aumentándose 
prodigiosamente  aquella  masa  popular;  allí  también  se 
declaró  por  jefe  al  señor  Hidalgo  y  salieron  el  18  con  di- 
rección á  Celaya,  cuya  ciudad  ocuparon  el  día  21,  sin 
resistencia,  siendo  saqueada  por  el  populacho.  Allí  fué 
nombrado  Hidalgo  por  el  ejército  capitán  general,  y 
Allende  teniente  general,  prosiguiendo  su  marcha  á  loa 
pocos  días  para  Guanajuato,  intimando  rendición  al  inten- 
dente Riaño  desde  la  hacienda  de  Burras  con  fecha  28  de 
septiembre.  Este  funcionario  español  recibió  la  noticia  de 
los  sucesos  acaecidos  y  de  la  aproximación  de  Hidalgo  el 
día  17,  y  en  la  noche  del  19  á  las  once,  hizo  tocar  gene- 
rala y  prepararse  á  la  defensa  porque  corrió  la  noticia  de 
que  se  aproximaban  los  independientes  :  el  pueblo  acudió 
entusiasta,  pero  bien  pronto  empezó  á  desanimarse  y  mos- 
trarse partidario  de  la  insurrección,  por  lo  que  el  inten- 
dente á  fin  de  reanimar  el  espíritu,  hizo  publicar  el  día  21 
un  bando  aboliendo  el  pago  del  tributo. 

Medidas  semejantes  son  muy  impropias  en  esos  momen- 
tos, pues  lejos  de  producir  el  apetecido  resultado,  sólo 
revelan  debilidad  y  desconfianza,  de  suerte  que  no  es  de 
extrañar  que  el  éxito  no  correspondiera  á  las  esperanzas 
que  se  tenían. 

Viendo  pues  que  la  multitud  del  pueblo  no  les  inspiraba 


324  PÉREZ   VERDÍA 

confianza,  acordaron  los  españoles  defenderse  en  la  albón- 
diga de  Granaditas,  por  lo  que  el  2i  en  la  noche  se  tras- 
ladaron á  ella  la  tropa  y  los  vecinos  armados,  guardando 
allí  todos  los  caudales  que  ascendieron  á  tres  millones  de 
-pesos. 

El  día  28  de  septiembre  á  las  once  de  la  mañana  se  pre- 
sentaron los  parlamentarios  Abasólo  y  Camargo  á  intimar 
rendición,  y  no  habiendo  accedido  el  intendente,  á  la  una 
de  la  tarde  se  presentaron  las  tropas  independientes, 
comenzando  luego  el  combate  en  las  trincheras  que  desde 
las  calles  defendían  al  castillo.  Pronto  tuvieron  los  defen- 
sores que  replegarse  al  edificio  de  la  albóndiga,  en  donde 
cayó  tal  lluvia  de  piedras  lanzadas  con  las  hondas,  que  no 
hubo  quien  pudiera  permanecer  en  la  azotea ;  murió  luego 
Riaño  peleando  con  un  valor  extraordinario,  y  con  tal 
suceso  se  introdujo  un  desorden  tan  completo  que  ya  no 
hubo  quien  mandara  ni  obedeciera. 

La  muchedumbre  se  precipitó  sobre  la  puerta  :  un  mu- 
chacho como  de  18  años  llamado  Mariano  y  conocido  con 
el  apodo  Aq  Pipila^  arrastrándose  con  una  losa  encima  llegó 
hasta  prenderle  fuego  á  la  puerta,  con  lo  que  se  aumentó 
la  consternación  de  los  españoles  y  momentos  después 
entraba  por  todas  partes  una  muchedumbre  desbordada. 
La  plebe  de  Guanajua^o  que  esperaba  ansiosa  la  oportu- 
nidad para  robar,  entró  á  saco  el  castillo  y  muchas  tiendas 
y  casas  particulares  cometiendo  mil  desórdenes  :  que  fué 
una  verdadera  desgracia  para  la  santa  y  naciente  insu- 
rrección que  no  se  hubiesen  evitado  ó  reprimido  con  toda 
energía. 

Al  día  siguiente  publicó  Hidalgo  un  bando  muy  severo  ; 
restableció  el  Ayuntamiento ;  instaló  una  fundición  de 
cañones  y  una  casa  de  moneda  y  procuró  hacerse  de  armas 
y  de  recursos. 


iJ)ÍLIJliW!.i4Pg^Ui . Jl«liAip|.LmWi  ii.U.^  JJIIIÜifPippi?' 


HISTORIA   DE   MÉXICO  325 


CAPÍTULO  II 


Medidas  que  se  tomaron  contra  la  insurrección.  —  Contestación  de  II tdaJgo* 
á  las  censuras  eclesiásticas  —  Ocupación  de  Valiadolid.  —  Su  marcha 
sobre  México.  —  Batalla  y  triunfo  del  Monte  de  las  Cmces.  —  Derrota 
de,  Acúleo.  —  Triunfa  Torres  en  Zacoalco  y  ocupa  á  Guadalajara,  — 
Establece  en  esta  ciudad  Hidalgo  su  gobierno.  —  Toma  de  Guanrijuata 
por  Calleja.—  Horribles  asesinatos  y  fusilamientos.  —  Batalki  ilti  \Ui\- 
derón  —  Se  dirigen  á  los  Estados  Unidos  los  caudillos  insurí^enlf  s,  -* 
Deponen  á  Hidalgo  en  el  mando  militar  y  lo  confieren  á  AJÍ  ende.  — 
Traición  de  Elizondo.  —  Son  hechos  prisioneros  y  fusilados. 


Entre  tanto  el  partido  español  se  había  llenado  de  temor 
y  echaba  mano  para  defenderse  de  todo  p^énero  de  :irmas. 
El  ejército  del  virreinato  se  componía  ordinariamente  de 
9.919  hombres  de  tropas  veteranas  y  22.227  de  milicias  pro- 
vinciales y  urbanas.  Venegas  dio  órdenes  inmediatamente  al 
brigadier  don  Félix  María  Calleja  del  Rey  que  estaba  en  San 
Luis  Potosí,  para  que  reuniendo  todas  sus  tropas  marclmru 
en  persecución  de  los  insurrectos,  mientras  que  en  Mí^xica 
formaba  violentamente  nuevas  tropas  y  se  situaba  en  Quero- 
taro  con  un  cuerpo  de  ejército  el  coronel  don  Manuel  de  Flon 
conde  de  la  Cadena  éintendentede  la  provincia  de  Puebla.  El 
Virrey  publicó  también  unbando  en  27  de  septiembre  ofre- 
ciendo la  suma  de  diez  mil  pesos  por  cada  una  de  las  cabe- 
zas de  Hidalgo,  Allende  y  Aldama,  sin  comprende]-  qut* 
jamás  será  lícito  á  nadie  valerse  del  crimen  y  estimularlo 
para  conseguir  un  fin  cualquiera. 

A  la  vez  el  Sr.  D.  Manuel  Abad  y  Queipo,  obispo  electo 
de  Michoacan,  publicó  un  edicto  el  24  de  septiembre, 
excomulgando  nominalmente  al  señor  Hidalgo  y  amena- 
zando con  igual  pena  ipso  fado  incurrenda  á  todos  los 
que  lo  siguieran  .Tanto  por  la  forma  irregular  de  la  excomu- 
nión,  como  por  no  estar  consagrado  Abad  y  Que¡pü,  se 


i^m^ 


326  PÉREZ   VERDÍA 

suscitaron  dudas  acerca  de  su  validez,  por  lo  cual  el  señor 
arzobispo  de  México  D.  Francisco  Lizana  lanzó  otro  edicto 
con  fecha  11  de  octubre,  no  sólo  sosteniendo  lo  hecho, 
sino  ampliando  la  excomunión  á  los  que  dudasen  de  la 
^ralidez  del  de  Valladolid.  Entonces  el  señor  don  Manuel 
Ignacio  González  del  Campillo,  obispo  de  Puebla,  extendió 
la  pena  á  los  que  escribiesen  en  favor  de  la  independencia ; 
el  señor  don  Antonio  Bergoza  y  Jordán,  obispo  de  Oaxaca, 
promulgó  otro  edicto  más  duro  y  lleno  de  absurdos,  y  el 
señor  don  Juan  Cruz  Ruiz  de  Cabanas  en  24  de  octubre 
adoptólas  mismas  censuras  «  contra  cuantos  han  admitido 
ó  admitieren,  aconsejado  ó  aconsejaren,  aprobado  ó  apro- 
baren, auxiliado  ó  auxiliaren,  promovido  ó  promovieren, 
recibido  ó  recibieren  la  correspondencia,  sedición  y  se- 
ducción de  esos  protervos ;  contra  el  cura  Hidalgo,  sus 
aliados  Allende,  Aldama  y  Abasólo,  sus  compañeros  y 
secuaces  y  cuantos  de  cualquiera  suerte  voluntariamente 
aprueben,  auxilien  ó  favorezcan  sus  proclamas,  planes,  opi- 
niones y  designios  ».  La  inquisición  por  su  parte  hizo  lo 
mismo  por  su  edicto  de  13  de  octubre;  tomando  de  este 
modo  el  alto  clero  una  indebida  participación  en  las  cues- 
tiones políticas  que  sólo  sirvió  para  desprestigiarlo  y  apar- 
tarlo de  su  alto  ministerio. 

El  señor  Hidalgo  contestó  á  tan  injustas  censuras  en  un 
manifiesto  en  el  cual  decía  :  «  Abrid  los  ojos,  americanos; 
no  os  dejéis  seducir  de  nuestros  enemigos...  ¿Creéis  acaso 
que  no  puede  ser  verdadero  católico  el  que  no  esté  sujeto 
al  déspota  español?  ¿De  dónde  nos  ha  venido  este  nuevo 
dogma,  este  nuevo  artículo  de  fe?  Abrid  los  ojos,  vuelvo  á 
decir...  no  escuchéis  las  seductoras  voces  de  nuestros  ene- 
migos que  bajo  el  velo  de  la  religión  y  de  la  amistad  os 
quieren  hacer  víctima  de  su  insaciable  codicia.  »  ¡  Y  el  pue- 
blo con  la  conciencia  de  su  derecho  cerró  los  oídos  á  las 
amenazas  injustas  y  siguió  sin  vacilar  la  bandera  de  la 
independencia ! 


.^ 


HISTORIA   DE   MÉXICO  327 

De  Guanajuato  salió  el  10  de  octubre  Hidalgo  para  Valla- 
dolid,  adonde  llegó  el  día  17  sin  que  se  le  hiciera  la  menor 
resistencia  contando  ya  con  una  chusma  de  cerca  de  veinte 
mil  hombres,  habiéndosele  incorporado  el  regimiento  de 
Pátzcuaro  y  el  de  infantería  de  ValladoHd.  Como  de  allí 
habían  partido  las  primeras  censuras  eclesiásticas  contra 
los  independientes,  lo  primero  que  hizo  el  caudillo  insur- 
gente después  de  llegado  fué  procurar  que  se  le  levan- 
tara la  excomunión  como  en  efecto  lo  hizo  el  señor  gober- 
nador de  la  mitra  arcediano  don  Mariano  Éscandón,  Conde 
de  Sierra  Gorda.  Logrado  su  deseo,  hizo  publicar  luego 
con  fecha  19  de  octubre  al  intendente  don  José  María  An- 
zorena  un  decreto  aboliendo  la  esclavitud  y  el  pago  del 
tributo,  odioso  impuesto  que  pesaba  únicamente  sobre  la 
clase  indígena.  Este  solo  decreto  bastaría  para  inmortali- 
zar el  nombre  del  cura  de  Dolores  y  para  legitimar  la  revo- 
lución. 

Después  de  esto  y  de  haber  tomado  del  Cabildo  cuatro- 
cientos mil  pesos,  emprendió  su  marcha  sobre  México  con 
aquella  numerosísima  chusma,  que  sin  ninguna  organiza- 
ción ni  disciplina,  sin  armas  ni  jefes,  era  más  bien  un  ele- 
mento de  desorden  que  podría  poner  en  peligro  en  todas 
partes  el  triunfo  de  la  causa  que  defendía. 

Grandísimo  fué  el  espanto  que  reinó  en  la  capital  cuando 
se  supo  la  aproximación  de  los  insurgentes  ;  Venegas  reiteró 
sus  órdenes  á  Calleja  para  que  corriera  en  su  auxilio  y 
entre  tanto  mandó  á  contenerlos  un  escogido  cuerpo  de  tro- 
pas de  poco  más  de  tres  mil  hombres  de  las  tres  armas  á 
las  órdenes  del  Brigadier  D.  Torcuato  Trujillo,  que  iba 
retrocediendo  según  avanzaba  Hidalgo,  hasta  fortificarse 
en  el  Monte  de  las  Cruces  á  seis  leguas  de  México. 

E130  de  octubre  se  avistaron  ambos  ejércitos,  y  habiendo 
mandado  el  cura  un  parlamentario,  le  hicieron  fuego  los 
realistas  violando  así  las  leyes  de  la  guerra.  En  esta 
vez  el  General  Allende  fué  encargado  del  mando  del  ejér- 


328  PÉREZ    VERDÍA 

cito,  quien  eliminó  del  combate  átoda  la  chusma,  por  creer 
que  sólo  serviría  de  blanco  al  enemigo  y  para  introducir 
el  desorden  y  confusión  délas  filas ;  pero  quejosos  de  aquel 
pretendido  desaire  ocurrieron  al  generalísimo  que  por  no 
disgutarlos  les  dio  parte  en  la  batalla  que  empezó  á  la& 
once  del  día.  La  artillería  realista  hacíaestragos  horribles 
en  las  filas  insurgentes  y  después  de  una  reñida  batalla 
empezaban  ya  á  desordenarse,  cuando  el  arrojo  délos  pocoa 
soldados  de  Allende,  sobreponiéndose  á  la  superioridad  de 
las  armas,  venció  completamente. 

Después  de  triunfo  tan  completo  pudo  Hidalgo  apode- 
rarse de  México,  pero  permaneció  acampado  en  el  Monte 
hasta  el  2  de  noviembre  que  emprendió  su  retirada  para 
Querétaro,  sin  que  se  sepa  cuál  fué  la  causa  de  tan  impo- 
lítica contramarcha ;  pues  aunque  él  mismo  la  exphca  en 
una  circular  dada  en  Celayaell3  de  noviembre,  por  la  falta 
de  pólvora  y  municiones,  que  se  le  habían  agotado  en  el 
combate  de  las  Cruces,  no  parece  fundada  para  desperdi- 
ciar semejante  oportunidad  :  quizá  más  bien  se  desalentó 
por  las  muchas  pérdidas  que  sufrió  en  la  batalla  creyendo 
además  que  la  ciudad  contaba  con  elementos  muy  supe- 
riores á  los  que  en  realidad  tenía  (1). 

Á  su  vuelta  para  Querétaro  se  encontró  inesperada- 
mente con  Calleja  que  iba  en  socorro  de  México,  y  el  7  de 
noviembre  se  trabó  nuevo  combate  en  San  Jerónimo 
Acúleo,  quedando  enteramente  derrotado  el  ejército  insur- 
gente que  perdió  los  cañones  que  le  había  quitado  á 
Trujillo  y  otros  doce,  con  todo  el  parque  y  muchas  armas. 

De  allí  siguió  Allende  para  Guanajuato  é  Hidalgo  por 

(1)  En  la  se^junda  guerra  pVín i ca  Aníbal,  después  de  atravesar  los  Piri- 
neos y  los  Alpes  y  haber  derrotado  á  Publio  Escipión  en  el  Tesino,  á 
Sempronio  en  Trebia,  á  F lamín io  en  el  Trasimeno  y  á  Vsmrón  en  Cannes, 
se  retiró  á  Gapua,  donde  aunque  no  permaneció  inactivo,  perdió  la  opor- 
tunidad de  haberse  apoderado  de  Roma  y  vencer  A  la  República,  por  lo 
que  Maharbal  le  dijo  aquellas  célebres  palabras  :  «  Sabes  vencer,  Aníbal^ 
pero  no  sabes  aprovecharte  de  la  victoria.  » 


lB?T'!íl^"V4f  i  JíU  II  i  I  './'-."«■iWfP^H»  IV*  "■■'  M.  U4 1 1 . 


HISTORIA   DE   MÉXICO  329 

Celaya  cortó  para  Valladolid  adonde  llegó  con  poca  gente. 

Pero  la  revolución  cundió  con  rapidez  por  todas  partes. 
Don  José  Antonio  Torres  que  tomó  las  armas  desde  los 
sucesos  de  Guanajuato  había  hecho  la  guerra  en  el  sur  de 
la  Nueva  Galicia,  cuya  provincia  gobernada  por  el  presi- 
dente don  Roque  Abarca  estaba  sobre  las  armas,  de  suerte 
que  cuando  aquel  jefe  insurgente  se  aproximó  áZacoalco, 
salió  de  Guadalajara  el  día  1.^  de  noviembre  á  perseguirlo 
un  cuerpo  de  tropas  mandado  por  el  Teniente  coronel  don 
Tomás  Ignacio  Villaseñor,  mayorazgo  de  Huojotitlán  (tío 
del  autor)  y  compuesto  de  dos  compañías  de  jóvenes  vo- 
luntarios, tres  de  Tepic,  los  regimientos  de  la  Corona  y 
Nueva  Galicia  con  las  tropas  milicianas  de  Colollán  y  de 
Colima.  El  domingo  4  de  noviembre  se  dio  la  batalla  en 
las  playas  de  Zacoalco,  quedando  derrotado  y  prisionero  el 
jefe  realista,  con  lo  que  se  desmoralizaron  tanto  en  Gua- 
dalajara que  la  abandonaron  el  obispo  y  los  oidores, 
saliendo  para  San  Blas,  por  lo  que  entró  en  ella  el  señor 
Torres  con  el  mayor  orden  el  día  11  avisando  luego  á 
Hidalgo  y  á  Allende  é  invitándolos  á  venir  á  ella. 

Antes  de  salir  de  Valladolid  fueron  asesinados  cuarenta 
y  un  españoles  en  la  barranca  de  las  Bateas  en  la  noche 
del  13,  y  en  la  del  18  sufrieron  igual  suerte,  en  el  cerro 
del  Molcajete,  otros  diez  y  ocho ;  estas  matanzas  de  espa- 
ñoles inocentes  é  inermes  son  un  borrón  en  la  memoria 
del  padre  de  la  independencia  mexicana. 

Inmenso  indujo  ejerció  en  la  revolución  el  triunfo  del  mo- 
desto Torres  y  la  toma  de  Guadalajara,  pues  así  se  pudie- 
ron remediar  las  pérdidas  de  Acúleo  y  hacerse  de  cuantiosos 
elementos. 

El  día  26  hizo  Hidalgo  su  entrada  en  la  capital  de  la 
Nueva  Galicia,  ocupándose  luego  en  organizar  su  gobierno, 
estableciendo  dos  ministerios,  uno  llamado  de  Gracia  y 
Justicia,  á  cargo  del  Hcenciado  don  José  María  Chico,  y  el 
otro  Secretaria  de  Estado  y  del  despacho,  servido  por  el 


330  PÉREZ    VKRDÍA 

Licenciado  D.  Ignacio  López  Rayón.  El  6  de  diciembre 
de  1810  promulgó  un  decreto  aboliendo  en  todo  el  país  la 
esclavitud  bajo  severísimas  penas  y  suprimiendo  el  tributo, 
como  se  había  hecho  en  Valladolid,  manifestando  con  eso 
sus  buenos  sentimientos  y  su  amor  á  la  libertad  del 
hombre ;  comisionó  á  D.  Pascasio  Ruiz  de  Letona  para 
que  fuera  á  Estados  Unidos  á  procurar  auxilios  y  elemen- 
tos de  guerra  y  trató  de  organizar  su  gobierno,  de  genera- 
lizar la  insurrección  y  de  disciplinar  las  masas. 

Allende  se  había  quedado  en  Guanajuato,  en  cuya  ciudad 
se  hizo  fuerte  contra  Calleja  que  se  presentó  á  atacarlo; 
pero  además  de  que  un  ejército  no  se  improvisa  y  carecía  de 
cañones  y  elementos  de  guerra,  el  Alférez  real  D.  Fernando 
Pérez  de  Marañón  mantenía  secretas  comunicaciones  cou 
el  enemigo  á  quien  reveló  la  situación  y  el  número  de 
defensores  con  todo  lo  que  más  le  convenía  saber. 

El  día  25  de  noviembre  se  presentó  el  jefe  realista  frente 
á  la  plaza,  y  habiendo  dado  un  asalto  el  conde  de  la  Ca- 
dena, se  hizo  dueño  de  los  puntos  fortificados  después  de 
sostener  por  algún  rato  un  reñido  combate  en  el  que  por 
ambas  partes  se  peleó  con  valor. 

En  la  tarde  quedó  abandonada  la  ciudad  y  mientras 
entraban  los  realistas,  el  populacho  á  pretexto  de  indigna- 
ción por  los  destrozos  que  había  hecho  Calleja,  trató  de 
tomar  venganza,  á  cuyo  efecto  forzando  las  puertas  de  la 
albóndiga  donde  estaban  presos  doscientos  cuarenta  y 
nueve  españoles,  asesinó  á  ciento  treinta  y  ocho  de  la 
manera  más  vil  y  cobarde. 

Al  siguiente  día  irritado  Calleja  por  tan  atroz  crimen,  al 
entrar  en  la  ciudad  hizo  tocar  á  degüello,  asesinando  de 
esta  suerte  á  todos  los  que  encontraban  desde  Valenciana 
hasta  el  barrio  de  San  Roque  en  que  por  instancias  del 
religioso  dieguino  fray  José  María  de  Relanzarán,  que 
años  más  tarde  fué  obispo  de  Nuevo  León,  se  suspendió 
tan  inicuo  procedimiento.  ¡  De  esta  suerte  un  crimen  se 


HISTORIA    DE   MÉXICO  331 

quería  castigar  con  otro  crimen  y  la  infeliz  población  era 
víctima  de  los  furores  de  ambos  combatientes ! 

Muchas  personas  pacíficas  que  habían  salido  de  sus  casas 
á  presenciar  la  entrada  del  ejército  fueron  sacrificadas  sin 
detenerse  allí  el  furor  de  los  realistas  :  aprehendidos  innu- 
merables paisanos  de  la  plebe  á  quienes  se  supuso  autores 
de  los  asesinatos  de  Granaditas,  el  lunes  2G  fueron  diez- 
mados doscientos  hombres  fusilándose  ademíÍ3  á  D.  Fran- 
cisco Gómez,  que  había  fungido  Je  intendente,  á  don 
Rafael  Dávalos,  director  de  la  fundición  de  cañones,  A 
don  José  Ordóñez,  don  Mariano  Ricochea,  don  Rafael  Ve- 
negas  y  otros,  que  habrían  podido  huir,  pero  que  confiados 
en  un  bando  de  indulto  que  Calleja  lii^o  publirar  la  víspera 
de  su  entrada,  se  quedaron  en  la  ciudad.  El  día  27  vol- 
vieron á  diezmarse  los  ciento  ochenta  quo  liabíttn  quedado 
de  los  presos,  fusilando  después  á  D.  Casimiro  Chovel, 
insigne  matemático,  y  á  otros  muchos  acusados  de  haber 
pertenecido  á  los  insurgentes;  asesinatos  que  hicieron 
con  justicia  aborrecible  la  memoria  de  los  sanguinarios 
jefes  Calleja  y  Flon. 

Allende  partió  para  Zacatecas,  cuya  plaza  había  ocupado 
por  capitulación  en  fines  de  octubre  el  insurgente  D-  Ra- 
fael Iriarte  que  por  ser  un  verdadero  facineroso  había 
usado  diversos  nombres  llamándose  antes  iíartínez  y  Lai- 
tón ;  pero  llamado  á  Guadalajara,  llegó  A  esa  ciudad  el 
12  de  diciembre.  Al  día  siguiente  dispuso  Hidalgo  fueran 
asesinados  los  españoles  que  tenía  presos  en  los  edificios 
que  hoy  ocupan  el  Liceo  de  Varones  y  la  Escuela  de 
Medicina;  al  efecto  en  diversas píirlidas  de  veinte  á  treinta 
fueron  sacados  á  las  barrancas  de  Belén  y  al  cerro  do  San 
Martín  y  degollados  por  el  verdugo  Aguslíii  Marroquín, 
pereciendo  así  cosa  de  doscientos.  Sin  tener  este  crimen 
excusa  alguna,  habría  manchado  á  la  revolución  si  hubiera 
entrado  en  sus  planes;  pero  semejantes  asesinatos  no 
fueron  acordados  por  los  jefes  ni  entraron  para  nada  en 


332  PÉREZ   VERDÍA 

los  planes  de  independencia,  y  por  eso  el  cura  Hidalgo  en 
sus  declaraciones,  se  confiesa  único  responsable  de  ellos, 
sin  inculpar  á  nadie  reconociendo  la  inocencia  de  las  víc- 
timas y  manifestando  que  sólo  por  una  débil  y  punible  con- 
descendencia con  la  muchedumbre  se  prestó  á  ese  crimen; 
de  este  modo,  el  referido  suceso  viene  á  ser  uno  de  tantos 
accidentes  criminales  y  lamentables  de  toda  revolución. 
Victoriosos  los  realistas  en  Guanajuato,  acordaron  marchar 
contra  Hidalgo  para  combatir  el  grupo  principal  de  la  in- 
surrección, y  al  efecto  dispuso  er  Virrey  que  Calleja  con 
el  ejército  del  centro.  Cordero  con  el  del  Norte  y  el  Bri- 
gadier D.  José  de  la  Cruz  con  dos  mil  hombres  que  sa- 
caría de  Valladolid  cuya  ciudad  había  ocupado  desde  el 
28  de  diciembre,  marcharan  unidos  sobre  Guadalajara. 

Cuando  los  insurgentes  se  apercibieron  del  movimiento 
de  su  enemigo,  trataron  en  consejo  de  guerra  su  plan  de 
campaña :  Hidalgo  propuso  salir  al  puente  grande  á encon- 
trarlo, á  lo  que  se  opuso  Allende  por  tener  poca  confianza 
en  sus  numerosas  é  indisciplinadas  chusmas  en  un  combate 
campal;  pero  habiendo  prevalecido  la  opinión  del  Gene- 
ralísimo, salieron  de  Guadalajara  á  las  doce  del  día  14  de 
enero  de  1811,  llegando  al  puente  de  Calderón  que  dista 
doce  leguas,  el  día  16. 

Del  grueso  de  los  30.000  hombres  que  aproximadamente 
formaban  el  ejército  de  Hidalgo,  se  ocupó  Abasólo  en  or- 
ganizar algunas  tropas,  lof^rando  apenas  formar  siete  ba- 
tallones de  infantería,  seis  escuadrones  de  caballería  y  dos 
compañías  de  artillería,  todo  con  3.400  hombres  armados 
i'inicamente  con  mil  doscientos  fusiles,  de  los  que  muchos 
eran  recompuestos  y  casi  inservibles  y  sin  otros  oficiales 
instruidos  que  los  pocos  de  los  regimientos  de  la  Reina  y 
de  Celaya.  El  reslo  era  una  chusma  casi  bárbara,  semi- 
desnuda  y  sin  más  armas  que  algunos  instrumentos  de 
labranza  como  garrochas,  ó  garrotes,  hondas,  pequeños 
machotes  de  fierro  enmohecido,  arcos  y  flechas.  No  tenían 


WSSBPSP??"^^ 


HISTORIA   DE   MÉXICO  333 

banderas  reconocidas,  sino  que  cada  grupo  formaba  las 
suyas  de  diversas  formas  y  colores,  á  cuyo  alrededor  se 
reunían  y  marchaban  en  confusión  siguiendo  sus  tambores 
ó  bien  las  chirimías  que  se  habían  trocado  en  bélicas 
trompas,  siendo  que  antes  sólo  servían  para  anunciar  en  sus 
pueblos  las  íiestas  religiosas.  No  estaban  mejor  equipados 
ni  disciplinados  los  soldados  de  caballería,  pues  los  ofi- 
ciales con  su  calzonera  do  cuero  abierta  hasta  la  rodilla, 
los  soldados  en  calzón  blanco  remangado,  en  mangas  de 
camisa  y  sin  zapatos,  iban  armados  con  algunos  sables, 
lanzas,  y  la  mayor  parte  sólo  con  lazos.  Tampoco  se 
hallaba  más  bien  preparada  la  artillería,  que,  aunque  for- 
mada por  94  cañones,  de  los  cuales  44  eran  de  calibre 
de  3/4  á  12  de  los  que  había  mandado  el  cura  Mercado 
del  real  apostadero  de  San  Blas,  y  los  otros  con  calibre  de 
2"  á  24  eran  en  su  mayor  parte  de  madera  con  cinchos  de 
fierro,  y  á  pesar  de  que  en  ellos  cifraban  su  esperanza 
de  triunfo  los  insurgentes,  no  prestaban  grandes  garantías, 
pues  de  los  94  unos  cuantos  tenían  cureñas,  hallándose  los 
demás  montados  en  carretas  y  en  carros,  que  necesaria- 
mente hacían  imposible  la  puntería  (1). 


(1)  Mucho  so  ha  ponderado  el  ni'imero  del  ejército  independiente  ([ue 
lihró  la  batalla  de  Calderón,  fijándolo  en  cien  mil  los  señores  Orozco  y 
Berra  y  Atamán  y  en  noventa  y  tres  mil  el  doctor  Mora,  don  Julio  Zarate 
y  otros  historiadores  á  quienes  no  puede  tacharse  de  enemigos  de  esa 
causa  para  suponer  que  al  aumentar  el  número  lo  hacían  para  darle 
mayor  importancia  al  triunfo.  Calleja  y  los  citados  escritores  aseguran 
que  solo  la  caballería  de  Hidalgo  se  componía  de  20.000  soldados,  mas  no 
obstante  el  respeto  que  se  merecen  autoridades  tan  competentes,  no 
puedo  menos  de  disentir  de  su  opinión,  fijando  un  número  excesivamente 
menor. 

Está  publicado  en  la  inapreciable  Colección  de  Documentos  para  la  hs- 
tona  de  la  guerra  de  Independencia  áe\  señor  D.  Juan  Hernández  y  Üávalos, 
una  noticia  que  dio  Guadalupe  Marín  del  estado  en  qiu»  se  encontraba 
Guadalajara,  en  principios  de  enero  de  i8ll  tom.  11,  pág.  230),  la  cual 
por  provenir  de  un  testigo  presencial  examinado  en  aquellos  mismos  días, 
merece  bastante  crédito  y  en  ella  afirma  que  «  procuró  saber  el  número 
de  la  gente  de  á  caballo  con  lanzas,  y  en  opiniones  saco  por  consecuencia 


\ 


334  PÉREZ    VERDÍA 

El  ejército  realista  no  pudo  incorporarse  como  estaba 

de  5  á  6  mil  hombres  poco  más  ó  menos,  y  de  á  pie  como  30.000,  pero 
éstos  se  componen  de  lanceros,  garroteros,  honderos,  inclusives  6.000 
flecheros  «.  Asegura  que  el  domingo  30  de  diciembre  en  la  tarde,  pasó 
Hidalgo  en  el  llano  de  San  Pedro  una  especie  de  revista  que  presenció  el 
testigo,  por  lo  cual  tuvo  ocasión  de  ver  las  tropas  y  poder  calcular  su 
número  siquiera  fuese  aproximadamente,  siendo  de  advertir  que  cual- 
quier error  tendría  que  ser  aumentando  el  número  y  no  disminuyéndolo, 
pues  es  notorio  que  se  calcula  siempre  de  más,  cuando  se  trata  de  contar 
una  muchedumbre.  Esa  declaración  que  está  confirmada  por  lo  que  hace 
á  la  artillería  insurgente  por  todas  las  relaciones  de  aquella  jornada, 
pues  dice  que  en  palacio  había  100  cañones,  como  en  efecto  los  había,  lo 
que  es  un  dato  más,  para  tenerla  por  verídica,  me  ha  sido  corroborada 
por  las  noticias  que  he  podido  recoger  de  personas  que  se  encontraron  en 
esta  ^ciudad,  por  aquellos  días,  por  todo  lo  cu6d  no  vacilo  en  adoptarla 
como  cierta,  con  tanta  más  razón  cuanto  que  esas  otras  cifras  93  ó  100.000 
guerreros,  no  resisten  el  crisol  de  la  crítica.  En  efecto,  la  ciudad  actual  , 
de  Guadalajara  ha  aumentado  casi  el  doble  de  la  extensión  y  de  la  po- 
blación que  tenía  en  1810,  y  han  quedado  para  cuarteles  espaciosos 
edificios  que  entonces  estaban  ocupados  por  los  conventos  de  San  Juan  de 
Dios,  San  Francisco,  Santa  María  de  Gracia,  Capuchinas,  Jesús  María  y  el 
Carmen,  á  pesar  de  todo  lo  cual,  hoy  no  sería  posible  alojar  á  100,000  sol- 
dados, mayormente  si  entre  ellos  se  contasen  20.000  de  caballería.  Si  á 
esta  consideración  se  agrega  la  dificultad  de  conseguir  forrajes  para 
20.000  caballos  y  víveres  para  100.000  hombres  cuando  la  población  apenas 
llegaba  á  35.000  habitantes,  se  tendrá  como  un  hecho  que  no  llegó  á  con- 
tarse tan  numeroso  ejército. 

Hay  que  considerar  por  último  que,  como  dice  muy  bien  el  padre 
Mier  en  la  historia  que  escribió  bajo  el  seudónimo  de  José  de  Guerra, 
«  se  ha  demostrado  por  una  exacta  estadística  de  las  provii^cias  que  al 
principio  abrazaron  la  insurrección,  que  eran  imposibles  los  millares  que 
soñaron  en  el  Monte  de  las  Cruces,  Acúleo,  Guanajuato  y  Calderón  >,  y 
para  justificar  su  aserto  tuvo  la  paciencia  de  examinar  los  partes  oficiales 
de  las  acciones  de  guerra,  resultando  según  ellos,  que  en  sólo  50  Gacetas 
de  México,  de  las  150  que  se  publicaron  en  los  años  de  1811  y  1812  se 
registran  25.344  insurgentes  muertos  en  el  campo  de  batalla,  sin  contar 
por  supuesto  aquellos  cuyo  número  no  se  especifica  en  muchos  parles  en 
que,  no  obstante,  se  refieren  horribles  carnicerías,  mortandades  asom- 
brosaSf  campos  sembrados  de  cadáveres  y  batallas  en  que  7io  se  dio  cuartel; 
3.556  prisioneros,  607  que  expresamente  afirman  fueron  pasados  por  las 
armas  y  207  cañones  que  les  fueron  quitados.  Se  comprende  ante  seme- 
jantes datos,  la  poca  fe  que  merecen  todas  las  cifras'  citadas  por  aquellos 
combatientes,  que  á  porfía  las  exageraban  por  una  y  otra  parte,  ora  por 
hacer  alarde  de  fuerza  y  popularidad,  los  unos,  ora  para  enaltecer,  los 
otros,  la  importancia  de  sus  victorias. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  335 

acordado,  porque  á  Cordero  se  le  desbandaron  sus  tropas  y 
Cruz  fué  detenido  en  el  puerto  de  Urepetiro  cerca  de  Za- 
mora por  el  insurgente  D.  Ruperto  Mier,  que  con  dos  mil 
hombres  de  los  que  sólo  ochenta  llevaban  fusiles  y  con 
veintinueve  cañones,  le  presentó  batalla  el  día  14  de  enero, 
sufriendo  una  completa  derrota. 

Calleja,  ansioso  de  obtener  él  solo  el  triunfo,  atacó  el 
puente  de  Calderón  el  17  de  enero  con  los  regimientos  de 
la  Corona,  de  la  Columna,  ligero  de  San  Luis  y  escope- 
teros de  Sierra  Gorda  en  número  de  cerca  de  siete  mil 
hombres  con  diez  piezas  de  artillería. 

Reñidísimo  fué  el  combate  peleándose  por  amlias  parles 
con  esforzado  valor;  pero  aquella  inmensa  mut*liejuinbre 
que  presentaba  un  blanco  seguro  á  los  tiros  realistas  no 
tardó  en  desbandarse,  tanto  más  que  una  granada  quemó  los 
carros  del  parque,  cuyo  incendio  se  comunict>  al  saraUj 
que  cubría  el  suelo  del  que  un  humo  espeso  impelido  por 
el  viento  azotaba  en  la  cara  las  huestes  indepí'ndientes, 
que  combatidas  ala  vez  por  los  certeros  tiros  déla  artillería 
realista,  se  puiseronen  fuga. 

Numerosas  pérdidas  tuvo  el  ejército  insurgente,  contán- 
dose entre  las  del  realista,  la  del  Conde  de  la  Cadena, 
vengativo  y  segundo  en  jefe  de  Calleja,  que  murió  en  el 
alcance  al  que  lo  llevaba  su  valor  así  como  su  crueldad  y 
sed  de  sangre. 

Después  de  triunfo  tan  importante,  Calleja  ocupó  á 
Guadalajara  el  día  21  en  cuyo  mismo  día  llegó  por  la  tarde 
el  general  Cruz,  que  salió  el  26  con  mil  hombt  e.s  y  cua- 
tro cañones  para  Tepic  á  batir  al  cura  D.  José  María  Mer- 
cado  que  se  había  hecho  dueño  de  aquella  ciudad  y  de  San 
Blas,  habiendo  batido  en  ligera  escaramuza  cerca  de  Taray 
álos  restos  de  Zea,  con  lo  que  se  operó  una  contrarrevolu- 
ción en  el  puerto  que  hizo  perecer  desbarrancado  al  cura 
Mercado,  quedando  así  pacificada  aquella  región  de  Nueva 
Galicia.  Cruz  volvió  bien  pronto  á  Guadalajara  haciendo 


336  PÉREZ   VERDÍA 

SU  entrada  triunfal  el  20  de  febrero  como  Presidente  de  la 
Audiencia  y  Comandante  general,  cargos  que  desempeñó 
hasta  que  se  consumóla  independencia. 

Acaecido  el  desastre  de  Calderón,  Hidalgo  con  poca 
gente  partió  para  Aguascalientes  donde  se  le  incorporó 
Iriarte,  siguiéndolo  de  cerca  hasta  unírsele  en  la  hacienda 
de  Pabellón  Allende,  Aldama  y  Abasólo;  quienes  disgus- 
tados de  la  poca  aptitud  militar  del  señor  Hidalgo,  le  hi- 
cieron renunciar  el  mando  militar  que  depositaron  en 
Allende,  dejándole  sólo  el  político.  Si  esto  se  hubiera  hecho 
desde  que  tuvo  lugar  el  movimiento  de  Dolores,  tal  vez  se 
habría  pronto  consumado  la  empresa  sin  los  desórdenes  que 
se  verificaron,  pues  el  patriota  párroco  no  tenía  los  talentos 
militares  ni  la  energía  y  actividad  que  su  compañero. 

De  Zacatecas,  siguieron  en  pequeño  grupo  para  el  Sal- 
tillo con  objeto  de  pasar  á  los  Estados  Unidos  á  adquirir 
elementos  de  guerra  y  en  el  camino  supieron  que  el  gene- 
ral D.  Mariano  Jiménez,  valiente  insurgente  que  prestó 
importantes  servicios  sin  mezclarse  jamás  en  los  des- 
órdenes, que  antes  de  la  batalla  de  Calderón  había  partido 
para  el  Norte,  acababa  de  derrotar  en  el  puerto  del  Carnero 
al  Teniente  coronel  realista  I).  Manuel  Ochoa  el  20  de 
enero,  lo  mismo  que  á  D.  Antonio  Cordero  pocos  días  des- 
pués. En  el  Saltillo  se  les  presentó  el  teniente  coronel 
D.  Ignacio  Ehzondo,  que  se  había  pasado  á  las  filas  insur- 
gentes, pidiendo  ser  ascendido  á  coronel :  mas  como  quería 
Allende  organizar  el  ejército  le  neg:ó  el  ascenso,  por  lo  que 
quedó  irritado  y  ansioso  de  venganza.  A  los  pocos  días  se 
encontró  casualmente  con  el  Obispo  de  Monterrey  D.  Primo 
Feliciano  Marín  que  iba  á  fugarse  huyendo  de  los  inde- 
pendientes y  habiéndole  manifestado  su  resentimiento,  el 
Obispo  lo  indujo  para  que  abandonase  sus  banderas  y  vol- 
viese á  la  obediencia  del  gobierno  ;  naciendo  de  aquella 
entrevista  el  traidor  é  infame  proyecto  de  apoderarse  de 
los  caudillos  de  la  revolución. 


^í^rwí'i^uPí'.  A■J■Mw^■*>H■-^■^^.'i^!»'•^l^A  -T 


HISTORIA   DE   MÉXICO  337 

Éstos,  después  de  haberse  negado  á  indultarse,  contes- 
tando al  General  Cruz  que  les  ofreció  esa  gracia, «  el  indulta 
es  para  los  crimínales  y  no  para  los  defensores  de  la  pa- 
tria)»^ dando  así  pruebas  de  su  patriotismo  en  circunstan- 
cias tan  difíciles,  iban  para  Monclova,  cuando  el  21  de 
marzo  de  i8il,  fueron  alevosamente  aprehendidos  por 
Elizondo  en  Acatita  de  Bajan.  Conducidos  primero  á 
Monclova  y  luego  á  Chihuahua,  se  les  sometió  á  proceso 
militar,  y  sin  oírlos  en  defensa,  fueron  condenados  á . 
muerte.  Al  Cura  Hidalgo  después  de  haberlo  degradado  de 
su  carácter  sacerdotal,  se  le  fusiló  el  día  30  de  julio  de  1811 
á  las  siete  de  la  mañana  en  su  misma  prisión ;  á  Allende,  Al- 
dama  y  Jiménez  el  día  26  del  mismo  mes,  y  en  diferentes  días 
á  más  de  treinta  caudillos,  entre  quienes  se  contaron  Ca- 
margo,  Lanzagorta,  Santos  Villa,  Zapata,  Chico  y  D.  Ma- 
riano Hidalgo.  Las  cabezas  deHidalgo  (1),  Allende  y  Aldama 
fueron  llevadas  á  Guanajuato,  y  puestas  en  garfios  de  fierra 
en  la  albóndiga  de  Granadilas  con  una  infamante  inscrip- 
ción^ permanecieron  allí  hasta  el  año  de  1821. 

El  señor  Hidalgo  «  era  de  mediana  estatura,  cargado  de 
espaldas,  de  color  moreno  y  ojos  verdes  y  vivos  ;  tenía  la 
cabeza  algo  caída  sobre  el  pecho,  estaba  bastante  cano  y 
calvo,  pero  vigoroso  aunque  no  activo  ni  pronto  en  sus 
movimientos ;  de  pocas  palabras  en  el  trato  común,  pero 
animado  cuando  argumentaba  á  estilo  de  colegio ;  usaba 
capote  de  paña  negro,  sombrero  redondo  y  bastón  grande,  y 
componían  su  vestido  el  calzón  corto,  chupa  y  chaqueta  de 
/ 

(1)  Después  (le  haber  recibido  la  muerte  el  Gura  Hidalgo  con  extraordi- 
nario valor,  su  cuerpo  destrozado  por  las  bedas  fué  tendido  en  una  tabla 
y  puesto  en  expectación  pública;  más  tarde  el  general  D.  Nemesio  Sal- 
cedo dijo  á  un  tarahumar  :  «  Corta  la  cabeza  de  ese  reo  ».  Por  lo  que  en 
su  presencia  y  con  un  sable  muy  cortante  de  un  solo  tajo  la  separó  del 
tronco ;  visto  lo  cual  por  aquel  jefe  le  dio  al  bárbaro  ejecutor  veinticinco 
pesos  de  gala.  Este  hecho  fué  referido  á  mi  padre  por  el  testigo  presen» 
cial  Juan  Vicente  García,  muerto  en  1859  de  ochenta  y  seis  aíios  de 
edad. 

22 


:338  PÉRBZ   VERDÍA 

un  género  que  venía  de'  la  India  y  se  llamaba  rompe- 
coche  ».  Su  cuerpo  fué  sepultado  en  la  Tercera  Orden  de 
San  Francisco  de  Chihuahua  hasta  1823  en  que  solemne- 
mente se  le  enterró  en  la  catedral  de  México. 


CAPITULO  III 


-Gloriosa  retirada  de  Rayón  de  Sa  illo  á  Zacatecas.  ~  Su  marcha  para 
Michoacán.  —  Junta  de  Zitácuaro.  —  £1  señor  cura  D.  José  María 
Morelos.  —  Sus  campañas.  —  Célebre  sitio  de  Cuantía.  —  Sitio  de  Hua- 
]uapán.  —  Derrotas  de  Chiapa  y  Aculcingo.  —  Rápida  expedición  de 
Morelos  sobre  Oaxaca.  —  El  señor  D.  Félix  María  Calleja.  —  Se  esta- 
blece el  congreso  insurgente  en  Chilpancingo.  —  Declaración  de  la  inde- 
pendencia de  México.  —  Derrota  de  Valladolid.  —  Derrota  y  pnsión  de 
Morelos  en  Tesmalaca.  —  Su  proceso  y  su  muerte. 


Don  Ignacio  López  Rayón  quedó  nombrado  jefe  de  la 
revolución  por  los  primeros  caudillos  y  en  Saltillo  recibió 
la  noticia  de  los  sucesos  d^  Bajan,  que  lo  obligaron  á  reti- 
rarse el  26  de  marzo  con  poco  más  de  tres  mil  hombres  man- 
dados por  D.José  Antonio  Torres,  D.  Juan  Pablo  Anaya, 
D.  Víctor  Rosales,  Ponce  y  Villalongín,  con  dirección  á 
Zacatecas.  Hizo  fusilar  en  el  camino  á  D.  Rafael  Iriarte 
por  sospechas  de  traición  y  el  i  .*^  de  abril  fué  atacado  en 
«  los  Piñones  »  por  el  jefe  realista  Ochoa  á  quien  derrotó 
y  quitó  su  artillería,  gracias  al  valor  y  empuje  de  Torres. 
Moralizada  la  tropa  insurgente  con  aquel  triunfo  siguió  su 
camino,  batiendo  pocos  días  después  á  D.  Juan  Zambrano 
en  el  Grillo,  apoderándose  de  sus  cañones,  de  quinientas 
barras  de  plata  y  de  otros  muchos  elementos  de  guerra, 
por  lo  que  la  ciudad  de  Zacatecas  les  abrió  sus  puertas, 
con  lo  que  comprendió  el  partido  realista  que  se  había  en- 
gañado al  suponer  que  con  el  fusilamiento  de  los  prime- 


HISTORIA   DE   MÉXICO  339 

ros  patriotas  había  concluido  la  revolución  :  los  hombres 
mueren,  pero  las  ideas  viven. 

Cuando  supo  Calleja  la  pérdida  de  Zacatecas  al  punto 
partió  á  recuperarla ;  Rayón  sin  atreverse  á  esperarlo 
partió  para  Pátzcuaro ;  pero  en  el  camino  fué  alcanzado  y 
derrotado  el  3  de  mayo  por  Emparan  en  «  el  Maguey  », 
aunque  repuesto  después,  por  haber  obtenido  por  medio 
del  valiente  Torres  los  triunfos  déla  «  Tinaja  ?>  y  del  ce  Za- 
pote »  el  24  y  27  del  mismo  mes  sobre  las  tropas  de 
Linares  y  Robledo,  atacó  el  día  30  á  Vallad oüd,  de  donde 
fué  rechazado. 

El  22  de  junio  venció  á  su  vez  Rayón  á  Emparan  frente 
á  Zitácuaro  y  el  19  de  agosto  organizó  en  aquella  ciudad 
de  las  montañas  deMichoacán,  la  célebre  Junta  de  gobierno 
formada  de  los  señores  Rayón,  Liceaga,  Veril  uzeo  y  Yarza, 
destinada  á  servir  de  centro  á  los  trabajos  reví)lucionarios, 
por  lo  que  su  establecimiento  vino  á  marcar  un  adelanto 
en  la  empresa,  supuesto  que  se  trataba  ya  de  formar  un 
gobierno  independiente  que  pudiera  sobrevivir  á  cualquiera 
emergencia  de  la  guerra. 

Mientras  estos  sucesos  se  verificaban  6  innumerables 
guerrillas  hostilizaban  por  todas  partes  ton  diferente  éxito 
al  gobierno  español,  el  Cura  D.  José  María  Morolos  se 
hacía  notar  por  sus  campañas.  Nació  este  benemérito  pa- 
triota en  Valladolid  el  30  de  septiembre  de  17íii>,  slendíi 
sus  padres  D.  Manuel  Mo reíos  y  Da.  Juuna  Pavón,  y  lia- 
hiendo  perdido  á  su  padre*  cuando  aun  era  muy  joven, 
quedó  sin  recursos  para  emprender  la  carrera  eclesiástica 
á  que  le  inclinaba  su  vocación,  por  lo  que  se  dedicó  á  la 
arriería  con  una  recua  que  tenía  su  tío  don  Felipe,  hasta 
la  edad  de  veinticinco  años,  en  que  por  fin  entró  á  estu- 
diar en  calidad  de  capense  al  colegio  de  San  Nieolíls,  del 
que  á  la  sazón  era  rector  el  señor  Hidalgo.  Sustentó  un 
acto  muy  lucido  de  filosofía  y  haciendo  sus  estutlios^  con 
grande  empeño  y  aprovechamiento,  pronto  vio  realizados 


•      '-  T7Í 


340  PÉREZ   VERDÍA. 

SUS  deseos,  obteniendo  las  sagradas  órdenes.  Sirvió  interi- 
namente los  curatos  de  Churumuco  y  de  la  Huacana,  hasta 
que  por  oposición  obtuvo  en  propiedad  el  curato  de  Cara- 
cuaro  y  Nucupétaro,  cuyo  beneficio  eclesiástico  disfrutaba 
cuando  ocurrieron  los  acontecimientos  de  Dolores,  que  lo 
entusiasmaron  tanto,  que  en  el  mes  de  octubre  de  1810  se 
le  presentó  al  cura  Hidalgo  en  el  pueblo  de  Charo,  obte- 
niendo de  este  caudillo  el  encargo  de  expedicionar  por  las 
cortas  del  Sur  y  levantar  tropas,  recomendándole  mujr 
especialmente  procurase  apoderarse  del  puerto  de  Acá- 
pulco. 

Con  estas  instrucciones  se  lanzó  á  la  revolución  dirigién- 
dose á  Carácuaro  con  sólo  dos  criados,  una  escopeta  y  dos 
pistolas  de  arzón  ;  allí  reunió  veinticinco  hombres  y  siguió 
por  Churumuco  para  Cuahuayutla  donde  se  le  incorporó 
D.  Rafael  Valdovinos  con  alguna  gente,  siguiendo  para 
Zacatula  y  de  allí  para  Tecpán  donde  se  le  unieron  los 
hermanos  D.  Juan,  D.  José  y  D.  Hermenegildo  Galeana, 
contando  ya  con  cerca  de  tres  mil  hombres.  El  9  de  no- 
viembre se  apoderó  del  cerro  del  Veladero,  cerca  de  Acá- 
pulco,  en  donde  dejó  setecientos  hombres  alas  órdenes  de 
Valdovinos,  contra  quien  mandó  luego  Carreño,  goberna- 
dor del  puerto,  una  columna  de  cuatrocientos  soldados, 
mandados  por  don  Luis  Calatayud,  trabándose  luego  um 
combate  curioso,  pues  azorados  ambos  combatientes  echa- 
ron á  correr;  pero  más  afortunados  los  insurgentes  tu- 
vieron noticia  de  la  huida  de  los  realistas,  volvieron  y  se* 
aprovecharon  de  la  victoria.  Con  esto  aumentó  Morolos  su 
ejército,  empezando  yaá  llamar  la  atención,  por  lo  que  el 
Virrey  mandó  á  batirlo  al  capitán  don  Francisco  Paris,  que 
después  de  haber  derrotado  á  Valdovinos  el  1.**  de  diciem-^ 
bre,  fué  á  su  vez  derrotado  por  Ávila  en  el  punto  de  la  Sá- 
bana, de  donde  tuvo  que  retirarse  hasta  Tres  Palos. 
Trabó  entonces  el  cura  relaciones  con  el  capitán  realista 
Tabares  que  el  15  de  enero  de  1811  al  presentar  Paris 


"i^í'^W  ■.''*•••>.  *7^'':^*    .'i^T^    '^^'~     ..'V  :",/«í  '•■  I  .;    K.iAM^« /^H-V" 


'  i"  V  ' 


t 


HISTORIA   DE   MÉXICO  341 

Duevo  combate  se  le  pasó  con  su  compañía,  haciendo  que 
sufriera  una  completa  derrota  aquel  realista,  que  logró 
apenas  escapar  y  siguió  hostilizándolo  hasta  que  fué  hecho 
prisionero  más  tarde  y  fusilado  por  haber  dado  muerte  á 
un  parlamentario  que  le  había  enviado  Valdovinos. 

Púsose  entonces  el  teniente  de  Hidalgo  on  relación  con 
un  sargento  de  artillería  de  Acapulco,  llamado  José  Gago^ 
que  se  comprometió  á  entregarle  la  plaza  por  cierta  suma 
de  la  que  recibió  al  punto  treíirienLos  pesos,  y  roníiado  en 
sus  promesas  avanzó  sobre  la  plaza,  sin  arütlerí^  ni  ele- 
mentos ;  mas  aquel  traidor  vendió  á  Morelos  que  quedó 
rechazado.  Después  de  diferentes  escaramuzas  contra 
París,  Pareja  y  Andrade  de  las  que  la  principal  fué  la  que 
.tuvo  lugar  en  los  Coyotes  el  4  de  abril  de  181 4,  en  que  fué 
derrotado  Don  Nicolás  Cosío  que  fué  por  eso  depuesto  del 
mando,  abandonó  elsitio  áe  Acapulco  el  3  de  mayo  dejando 
fortificado  el  Veladero  y  se  retiró  paraChilpancingo  donde 
abrazaron  su  partido  los  hrrmanos  Ü,  Leonardo,  D,  Víc- 
tor, D.  Miguel  y  D,  Nicolás  Bravo.  Ocupo  luego  á  Tixtla, 
derrotó  allí  mismo  á  D.  Juan  Antonio  Fuentes,  sucesor  de 
Cosío,  y  se  apoderó  de  Chilapa. 

Una  revolución  en  el  seno  mismo  de  sus  tropas  vino  por 
entonces  á  ocupar  la  atención  de  Morelos  :  en  el  mes  de 
abril  había  enviado  al  capitán  Tabares  y  al  teniente  norte- 
americano Faro  á  que  dieran  parte  á  Hidalgo  de  sus 
triunfos  en  el  Sur,  comisión  que  desempeñaron  cerca  del 
hcenciado  Rayón,  que  en  premio  les  dio  los  grados  de  bri- 
gadier al  primero  y  de  coronel  al  segundo  ;  mas  como  Mo- 
relos no  los  reconoció  por  tales^  se  disgustaron  y  provoca- 
ron una  guerra  de  castas  en  los  pueblos  de  la  costa.  Cuando 
supo  esto  el  valiente  cura  de  Carácuaro  dio  muy  acertadas 
medidas  para  atajar  aquel  mal,  y  marchando  sobre  el  capi- 
tán Mayo  que  á  mano  armada  defendía  aquella  bandera^ 
lo  venció  y  lo  hizo  fusilar  en  unión  de  Tabares  y  de  Faro. 
Entretanto  la  Junta  de  Zítácuaro  había  inspirado  serios 


<fv 


342  PÉREZ   VERDÍA 

recelos  al  gobierno  por  lo  que  trató  de  ocupar  aquella  villa, 
contra  la  que  se  habían  ya  estrellado  los  esfuerzos  de  Em- 
parán.  Calleja  que  estaba  en  Guanajuato,  fué  encargada 
de  esta  expedición  y  al  efecto  después  de  publicar  una  pro- 
clama en  la  que  siguiendo  el  vergonzoso  é  inmoral  ejemplo 
de  Venegas,  ofrecía  i 0.000  pesos  al  que  entregase  á  Rayón 
vivo  ó  muerto  ó  á  cualquiera  de  los  miembros  de  la  Junta, 
salió  para  allá  en  principios  de  diciembre  con  una  brillante 
división.  Aunque  Zitácuaro  se  prestaba  mucho  para  ser  de- 
fendido por  su  situación,  el  general  Rayón  no  supo  apro- 
vechar las  ventajas  del  terreno,  de  modo  que  el  ejército 
del  Rey  sólo  tuvo  que  vencer  las  dificultades  naturales, 
que  eran  tantas,  que  tardó  ocho  días  en  andar  doce  leguas, 
hasta  ponerse  el  1.*^  de  enero  de  i8i2  frente  á  la  villa.  Al 
amanecer  el  día  2  dio  un  asalto  que  en  pocas  horas  lo  hizo 
dueño  de  la  plaza,  pues  el  jefe  insurgente  no  supo  defen- 
derla á  pesar  del  valor  de  sus  tropas. 

Este  triunfo  tan  fácil  fué  de  inmensa  trascendencia, 
porque  Morelos  aprovechando  la  ventaja  que  le  daba  la 
concentración  de  las  principales  tropas  realistas  sobre 
Zitácuaro,  dividió  las  suyas  en  cuatro  divisiones,  de  las^ 
cuales  dejó  una  á  las  órdenes  de  Don  Ignacio  Ayala  en  el 
Veladero,  sosteniendo  el  sitio  de  la  fortaleza  de  Acapulco; 
otra  mandada  por  Don  Hermenegildo  Galeana  debería  ayu- 
dar á  Zitácuaro  y  ocupar  á  Toluca ;  la  tercera  bajo  el 
mando  de  Don  Miguel  Bravo  estaba  destinada  á  contener 
las  fuerzas  que  pudiesen  venir  por  Oaxaca,  y  él  con  la 
cuarta  á  sus  inmediatas  órdenes,  amagaría  á  México  y 
Puebla.  Contaba  el  general  insurgente  con  que  Rayón  se 
defendería  por  algún  tiempo  durante  el  que  podría  él  des- 
arrollar su  plan ;  pero  el  desastre  ocurrido  el  2  de  enero  lo 
hizo  fracasar,  pues  Calleja  después  de  cometer  sus  acos- 
tumbradas carnicerías,  y  de  haber  mandado  gue  la  infiel  y 
criminal  villa  de  Zitácuaro  fuese  destruida^  incendiada  y 
arrasaday   quedó   libre  para  desbaratar  esos  proyectos. 


HISTOKIA   DE  MÉXICO  343* 

marchó  con  todas  sus  tropas  en  persecución  del  valiente 
Cura  quien  acababa  de  obtener  triunfos  importantes  y  con- 
tinuados :  en  Chautlade  la  Sal,  derrotó  el  5  de  diciembre 
de  i8i2  á  un  rico  hacendado,  Don  Mateo  Musitu,  á  quien 
hizo  prisionero  y  mandó  fusilar;  se  apoderó  el  día  10  de 
Izúcar  donde  se  le  reunió  el  Cura  de  Jautelolco  Don  Mariano 
Matamoros,  que  fué  desde  entonces  su  brazo  dereclio,  y 
derrotó  luego  al  teniente  de  fragata  Don  Miguel  Soto  que 
lo  atacó  y  pereció  en  la  derrota.  Galeana  á  su  vez  se  había 
apoderado  de  Tepecoacuilco  y  había  hecho  capitular  el  24 
de  diciembre  en  Tasco  á  don  Mariano  García  Ríos,  á  quien 
con  sus  vencidos  oficiales  mandó  fusilar  Morelos,  faltaníio 
á  lo  pactado  y  á  los  sentimientos  del  honor,  con  el  pre- 
texto frivolo  de  que  Galeana  no  había  podido  comprome- 
terse á  nada  sin  su  aprobación. 

El  23  de  enero  de  1812  venció  en  Tenancingo  al  lirig^a- 
dier  D.  Rosendo  Porher,  y  por  fin,  después  de  tantos  triun- 
fos, se  resolvió  á  esperar  á  Calleja  en  Cuantía  de  Amilpas, 
que  hizo  fortificar  precipitadamente,  concentrándose  con 
cerca  de  cuatro  mil  soldados,  que  mandaban  D.  Hermene- 
gildo Galeana,  los  Bravos  y  Matamoros,  quedando  el  coro- 
nel D.  Vicente  Guerrero  en  Izilcar. 

Venegas  destacó  sobre  Cuantía  tres  divisiones  fuertes 
de  ocho  mil  hombres,  mandadas  por  Calleja,  Llano  y  Por- 
lier,  y  el  18  de  febrero  de  1812  empezaron  las  operaciones 
militares. 

Después  de  un  reconocimiento  dio  el  Brigadier  un 
asalto  el  19  en  el  que  después  de  ocho  horas  fué  recliazado 
con  tales  pérdidas  que  se  resolvió  á  poner  sitio  á  la  plaza, 
por  no  atreverse  á  exponer  en  un  combate  el  resultado. 

Á  fin  de  ayudar  á  Calleja,  trató  Llano  de  tomar  á  Izikar 
para  partir  luego  á  Cuautla;  pero  Guerrero  lo  recliazi»  en 
aquella  plaza.  ^ 

Con  un  valor  admirable  y  peleando  día  por  día  seilefen- 
dió  Morelos,  hasta  que  sin  esperanzas  de  socorro,  ni  vive- 


344  PÉREZ   VERDÍA 

res,  ni  elementos  de  guerra,  abandonó  la  plaza  el  día  2  de 
mayo  logrando  salvar  la  mayor  parte  de  sus  tropas.  De 
esta  suerte  se  sostuvo  el  memorable  sitio  de  Cuautla  por 
espacio  de  setenta  y  tres  días  contados  desde  el  día  del 
primer  asalto,  ó  bien  sesenta  y  dos  desde  que  se  hizo 
la  circunvalación,  contra  ocho  mil  de  los  mejores  solda- 
dos reah'stas,  costándole  al  gobierno  la  campaña  un  millón 
setecientos  doce  mil  pesos,  sin  conseguir  la  destrucción 
de  aquel  grupo  de  valientes.  La  Junta  de  Zitácuaro  que  se 
había  •  trasladado  á  Sultepec,  felicitó  á  Morelos  por  el  he- 
roico sitio  de  Cuautla,  que  en  realidad  es  uno  délos  hechos 
más  gloriosos  de  la  larga  guerra  de  independencia. 

Á  la  conclusión  del  sitio  el  caudillo  del  Sur  estableció 
su  cuartel  general  en  Chautla  desde  donde  después  de 
batir  á  París  y  recuperar  á  Chilapa,  partió  á  auxiliar  á 
D.  Valerio  Trujano.  Este  notable  insurgente  con  menos 
de  quinientos  hombres  se  sostuvo  en  Huajuapán  contra 
más  de  dos  mil  que  militaban  á  las  órdenes  de  Regules  y 
Caldelas,  desde  el  día  10  de  abril  hasta  el  24  de  julio.  Du- 
rante el  asedio  y  careciendo  de  artillería,  con  canales  de 
hoja  de  lata  y  truenos  de  cámaras  hizo  creer  Trujano  al 
enemigo  que  la  tenía  mientras  logró  fundir  con  campanas 
tres  cañones  pequeños  que  cargaba  con  piedras  y  con  las 
balas  realistas  usadas  que  lograba  recoger,  pues  carecía 
completamente  de  ellas.  ¡  Y  para  no  envidiar  á  España  su 
inmortal  Guzmán  el  Bueno  en  el  sitio  de  Tarifa,  Trujano 
deja  morir  á  su  hijo  en  el  campo  délos  realistas  antes  que 
dejar  abrir  brecha  en  la  plaza  que  defiende  su  heroica 
abnegación ! 

Por  la  llegada  oportuna  de  Morelos  derrotaron  á  los 
sitiadores  obligándolos  á  levantar  el  sitio  y  á  retirarse  á 
Oaxaca  con  pérdida  de  30  cañones,  400  prisioneros  y  más 
de  200  muertos.  ^ 

Á  principios  de  agosto  marchó  Morelos  para  Tehuacán, 
venciendo  luego  á  D.  Juan  Labaqui  que  en  su  tránsito  de 


HISTORIA  DE   MÉXICO  345 

Veracruz  á  Puebla  se  fortificó  en  San  Agustín  del  Palmar, 
después  de  lo  que  atacó  á  Jalapa  el  11  de  septiembre  sin 
haber  podido  tomarla,  pues  el  coronel  Hevia  hizo  una 
obstinada  defensa.  Á  los  siete  días  combatió  el  caudillo 
mexicano  en  las  cercanías  de  San  José  de  Chiapa  con  el 
Coronel  Don  Luis  del  Águila,  que  logró  rechazarlo;  pero 
exagerando  su  triunfo  pintó  al  general  insurgente  entera- 
mente destruido,  lo  que  inspiró  confianza  á  los  realistas, 
que  por  esta  circunstancia  fueron  sorprendidos  en  Orizaba 
el  día  28  del  mismo  octubre  y  vencidos  después  de  una 
valerosa  resistencia.  Allí  adquirió  muchos  elementos  y 
quemó  una  gran  cantidad  de  tabaco  estancado  por  el 
gobierno,  y  que  importaba  cerca  de  catorce  millones  de 
pesos. 

Verificóse  entretanto  un  suceso  memorable  y  honrosísimo 
para  la  causa  nacional. 

El  Gobierno  había  hecho  prisionero  alGral.  D.  Leonardo 
Bravo,  padre  del  Teniente  coronel  D.  Nicolás,  y  el  Virrey 
ofreció  que  sólo  que  éste  se  indultara  le  concedería  la 
vida. 

Ante  aquella  exigencia Mo reíos  dejó  en  libertad  á  su  su- 
bordinado para  someterse,  pero  él  no  quiso  anteponer  sus 
sentimientos  personales  á  los  sentimientos  de  la  patria,  por 
lo  cual  el  caudillo  del  Sur  ofreció  en  canje  800  prisioneros 
españoles  por  D.  Leonardo.  Venegas  no  aceptó  éhizo  dar 
garrote  vil  á  aquel  patriota,  por  cuyo  motivo  Morelos  dio 
orden  á  Don  Nicolás  para  que  en  represalia  fusilara  á 
trescientos  prisioneros  realistas  que  había  hecho  en  las 
acciones  del  Palmar  y  del  Puente  del  Rey.  Mas  á  pesar  de 
lo  terminante  de  esa  orden  militar  y  de  la  indignación  que 
le  causara  el  asesinato  de  su  padre,  D.  Nicolás  Bravo 
mandó  sacar  de  la  capilla  á  los  prisioneros  y  en  presencia 
de  las  tropas  les  hizo  saber  que  no  queriendo  imitar  la 
conducta  ruin  del  Virrey,  no  sólo  les  perdonaba  la  vida, 
sino  que  los  dejaba  en  absoluta  libertad.  Acto  tan  notable 


346  PÉREZ   VERDÍA 

.  de  generosidad  es  conocido  con  el  nombre  <;le  «  una  ven- 
ganza insurgente»  y  ocurrió  en  septiembre  de  1812. 

En  Drizaba  permaneció  Morelos  hasta  el  31  y  al  siguiente 
día  fué  de  nuevo  rechazado  por  Águila  en  las  Cumbres  de 
Aculcingo;  mas  con  una  actividad  incansable  reorganizó 
sus  tropas,  y  aparentando  un  movimiento  sobre  Puebla, 
partió  el  10  con  más  de  cuatro  mil  hombres  y  cuarenta 
cañones  sobre  Oaxaca,  cuya  ciudad  defendida  por  el  te- 
niente general  D.  Antonio -González  Saravia,  cayó  en  su 
poder  el  25  de  noviembre.  Manchó  su  triunfo  con  inútiles 
6  injustos  excesos,  pues  hizo  fusilar  á  Saravia,  á  Regules 
y  otros  oBciales  y  permitió  el  saqueo  de  las  casas  y  otros 
punibles  atentados. 

Gran  sensación  causó  en  México  la  toma  de  Oaxaca,  y 
cuando  el  déspota  Venegas  seguía  ocupado  en  buscar  los 
medios  de  vencer  aquella  rebelión,  fué  sustituido  por  el 
Sr.  D.  Félix  María  Calleja  del  Rey  que  tomó  posesión  el 
día  13  de  febrero  de  1813. 

El  día  7  del  mismo  mes  salió  Morelos  de  Oaxaca  á  activar 
el  sitio  de  Acapulco,  cuyo  castillo  de  San  Diego  hizo  ca- 
pitular el  19  de  agosto,  y  notando  entonces  que  no  había 
un  centro  de  gobierno  reconocido,  pues  en  la  vasta  exten- 
sión del  territorio  cada  jefe  insurgente  obraba  con  inde- 
pendencia de  los  demás,"trató  á  todo  trance  de  formar  un 
Congreso.  Á  este  fin  hizo  llamar  á  los  miembros  de  la  Junta 
de  Sultepec,  hizo  elegir  diputados  en  Oaxaca  y  otras  partes 
y  él  mismo  nombró  los  representantes  de  los  lugares 
ocupados  por  el  gobierno  español,  quedando  instalado  en 
Chilpancingo  el  14  de  septiembre  formado  de  los  Sres.  D. 
Ignacio  L.  Rayón,  Dr.  D.José  Sixto  Verduzco,  D.  José 
María  Liceaga,  Lie.  D.  Carlos  María  Bustamante,  Dr.  D. 
José  María  Cos,  Lie.  D.  Andrés  Quitana  Roo,  D.  José 
María  Murguía  y  Lie.  D.  José  Manuel  de  Herrera. 

Instalado  el  Congreso,  en  él  entregó  Morelos  el  poder 
debilitando  así  su  autoridad  en  los  momentos  en  que  más 


HISTORIA   DE   MÉXICO  347 

necesitaba  de  ella ;  pero  en  cambio  daba  una  prueba  de  su 
patriotismo  y  organizaba  un  gobierno  independiente.  El 
primer  acto  de  aquella  asamblea  fué  nombrar  al  valeroso 
Cura  capitán  general,  cuyo  cargo  no  quería  admitir,  por  lo 
que  fué  necesario  que  se  declarase,  irrenunciable,  deposi- 
tando así  en  el  señor  Morolos  el  poder  ejecutivo.  Enseguida 
se  ocupó  acerca  de  la  declaración  de  independencia,  pro- 
mulgando el  6  de  noviembre  de  1813  un  decreto  en  los 
siguientes  términos  :  «  El  Congreso  de  Anáhuac,  legíti- 
mamente instalado  en  la  ciudad  de  Chilpancingo  de  la 
América  Septentrional  por  las  provincias  de  ella,  declara 
solemnemente  á  presencia  del  señor  Dios,  arbitro  modera- 
dor de  los  imperios  y  autor  de  la  sociedad,  que  los  da  y  los 
quita  según  los  designios  inescrutables  de  su  Providencia, 
que  por  las  presentes  circunstancias  de  la  Europa,  ha 
recobrado  el  ejercicio  de  su  soberanía  usurpada;  que  en 
tal  concepto,  queda  rota  para  siempre  jamás  y  disuelta  la 
dependencia  del  trono  español :  que  es  arbitro  para  esta- 
blecer las  leyes  que  le  convengan,  para  el  mejor  arreglo  y 
felicidad  interior;  para  liacer  la  guerra  y  la  paz  y  establecer 
alianzas  con  los  monarcas  y  repúblicas  del  antiguo  conti- 
nente, no  menos  que  para  celebrar  concordatos  con  el 
Sumo  Pontífice  romano  para  el  régimen  de  la  Iglesia  ca- 
tólica, apostólica,  romana,  y  mandar  embajadores  y  cón- 
sules ;  que  no  profesa  ni  reconoce  otra  religión  más  que 
la  católica,  ni  permitirá  ni  tolerará  el  uso  público  ni  se- 
creto de  .otra  alguna;  que  protegerá  con  todo  su  poder  y 
velará  sobre  la  pureza  de  la  fe  y  de  sus  dogmas  y  conserva- 
ción de  los  cuerpos  regulares.  Declara  porreo  de  alta  trai- 
ción á  todo  el  que  se  oponga  directa  ó  indirectamente  á  su 
independencia,  ya  protegiendo  á  los  europeos  opresores, 
de  obra,  palabra  ó  por  escrito ;  ya  negándose  á  contribuir 
con  los  gastos,  subsidios  y  pensiones  para  continuar  la 
guerra,  hasta  que  su  independencia  sea  reconocida  por  las 
naciones  extranjeras:  reservándose  el  Congreso  presentar 


348  ¿ÉREZ   VERDÍ.V 

á  ellas,  por  medio  de  una  nota  ministerial,  que  circulará 
por  todos  los  gabinetes,  el  manifiesto  de  sus  quejas  y 
justicia  de  esta  resolución,  reconocida  ya  por  la  Europa 
misma.  » 

Continuó  Morelos  sus  heroicas  campañas  y  salió  sobre 
Valladolid  á  cuya  'plaza  se  presentó  el  23  de  diciembre ; 
mas  habiendo  sido  oportunamente  reforzada  la  guarni- 
ción, resistieron  Llano  é  Iturbide  el  asalto  de  Galeana,  Mata- 
moros y  Bravo,  hasta  ponerlos  en  fuga  con  grandes  pér- 
didas. Al  día  siguiente  salió  D.  Agustín  de  Iturbide  de  la 
plaza  en  persecución  de  los  insurgentes,  alcanzándolos  al 
anochecer  y  trabando  un  combate  en  el  cual  por  la  obscu- 
ridad de  la  noche  y  la  desgracia,  se  batieron  sin  recono- 
cerse unos  independientes  con  otros,  destrozándose  así 
completamente. 

Entonces  se  dirigió  Morelos  á  Chupio  donde  aguardó  el 
ataque  de  Llano  é  Iturbide  que  lo  perseguían,  siendo  de 
nuevo  derrotado  el  5  de  enero  de  1814  en  Puruarán  donde 
cayó  prisionero  el  denodado  patriota  Cura  Matamoros,  que 
conducido  á  Valladolid  fué  fusilado  el  3  de  febrero. 

La  estrella  del  Capitán  general  se  había  eclipsado ;  las 
derrotas  se  sucedieron  sin  interrupción  y  los  desaciertos 
de  sus  medidas  las  provocaban  :  por  la  muerte  del  valiente 
Matamoros  nombró  sü  segundo  al  Lie.  D.Juan  N.  Rosains 
cuyo  nombramiento  disgustó  á  Galeana  y  se  retifó  para 
Acapulco  en  donde  hizo  fusilar  á  muchos  prisioneros  en 
represalia  de  la  muerte  del  señor  Matamoros.  La  fortaleza 
estaba  sin  los  elementos  necesarios  para  defenderse,  así 
fué  que  al  acercarse  Armijo  con  buenas  tropas  realistas, 
se  desmanteló  y  fué  abandonada;  Oaxaca  fué  también 
ocupada  por  los  soldados  del  Rey'el  día  29  de  marzo  á  Jas 
órdenes  del  Coronel  D.  Melchor  Alvarez. 

En  el  mes  de  mayo  de  1814  se  supo  en  México  la  vuelta 
á  España  (!o  Fernando  VII  el  22  de  marzo,  que  alentó  y 
llenó  de  esperanzas  á  los  realistas,  como  si  se  pudiera  de- 


HISTORIA   DE    MÉXICO  349 

tener  el  progreso  de  las  ideas  de  independencia,  y  el  5  de 
agosto  recibió  el  Virrey  el  decreto  de  4  de  mayo  en  que 
se  derogaba  la  constitución  que  habían  promulgado  las 
Cortes  de  Cádiz  en  1812  (1). 

El  Congreso  tuvo  entonces  que  huir  constantemente 
de  un  lugar  á  otro,  en  cuya  peregrinación  sufrieron  sus 
defensores  mil  derrotas;  Galeanu  inurio  en  la  batalla  que 
le  dio  el  comandante  Avilez  cerca  de  Coyuca  elá7  de  junio. 
De  Uruapán  se  trasladó  el  Congieso  ú  Apatzlngán  donde 
promulgó  una  constitución  poh'tica  el  22  de  octubre. 
de  1814. 

Por  fin  el  Congreso  acordó  trasladarse  á  Tehuacán^  á 
cuyo  fin  salió  de  Uruapán  el  29  de  septiembre  de  1815; 
pero  sabiendo  el  Virrey  la  marcha  omprendida,  puso  dife- 
rentes tropas  en  movimiento,  por  lo  que  el  3  de  noviem- 
bre se  vio  acometido  por  el  Coronel  D,  Manuel  de  la 
Concha;  mas  Morelos  por  tal  de  salvar  al  Congreso  dán- 
dole tiempo  de  huir,  presentó  batalla  en  las  lomas  conti- 
guas á  Tesmalaca  donde  fué  enteramente  derrotado. 
Trataba  de  huir  entre  las  breñas  el  valiente  Cura  de  Cani- 
cuaro,  cuando  fué  hecho  prisionero  por  Matías  Carranco, 
antiguo  soldado  suyo;  fué  llevado  i:on  inmensa  alegría 
á  México  adonde  llegó  el  22.  En  su  desgracia  no  loabím- 


(1)  Entre  tanto  que  el  noble  y  altivo  pueblo  espafiol  defendía  su  Inde- 
pendencia derramando  su  sangre  en  Madrid,  Bailen,  ZarngüKíj,  liorona  y 
Cádiz,  el  abyecto  Femando  Vil  se  arrastraba  a  loa  pÍL^s  de  Napoleón  á 
quien  llamaba  su  augusto  soberano  comprometiendo  la  djf^mdad  nacio- 
nal, y  le  pedía  ya  un  mando  en  sus  ejércitos,  ya  una  princesa  do  su 
familia  por  esposa,  ya  el  título  de  príncipe  fra-vcéS-  Mas  la  batallado 
Vitoria  dada  en  1813,  á  la  vez  que  la  coalición  contra  el  Emperador  que 
acabó  por  arrojarlo  de  la  Francia,  hizo  que  se  restabletiora  Fernando  en 
el  trono  de  sus  abuelos,  dando  principio  a  hu  itünado  con  abolirías  insti- 
tuciones bajo  cuya  influenciase  había  hecho  la  ^^uerrade  independcnaia, 
persiguiendo  con  crueldad  á  todos  los  liberales^  establi^ciendo  la  más 
odiosa  tiranía  y  haciendo  que  se  paralizara  lodo  proji^reso  ;  cerrando  ateneas 
y  abriendo  escuelas  de  tauromaquia,  fué  ono  de  los  máa  grandes  respon- 
sables del  atraso  de  España. 


^ 


350  PÉREZ   VERDÍA 

donó  su  valor  y  serenidad:  preguntándole  el  jefe  Villasana 
qué  habría  hecho  con  él  y  demás  oficiales  realistas  si  los 
hubiese  aprehendido,  contestóle  que  les  habría  dado  dos 
horas  para  prepararse  y  los  habría  fusilado,  y  al  llegar  á 
Tepecoacuilco  oyendo  repique»  de  campanas  y  cohetes,  le 
dijo  á  Concha  :  «  Cómo  se  conoce  que  vengo  yo  aquí.  Ya 
he  sabido  de  estos  gustos.  » 

Dos  causas  se  le  formaron  :  una  por  el  gobierno  militar 
y  otra  por  la  inquisición  y  habiendo  sido  condenado  á 
muerte,  después  de  ser  degradado  fué  fusilado  en  San 
Cristóbal  Ecatepec  el  22  de  diciembre  de  1815  á  las  tres  de 
la  tarde. 

«  Morelos  era  de  cuerpo  pequeño,  lleno  de  carnes,  el 
rostro  algo  moreno,  los  ojos  oscuros,  la  ceja  muy  poblada 
y  unida.  Su  aspecto  era  grave,  tal  vez  sañudo;  impasible 
en  todos  los  lances  de  su  vida,  no  revelaba  los  afectos  de 
su  6dma  ni  cambiaba  siquiera  de  color ;  su  mirada  era 
viva  y  profunda.  Era  de  carácter  modesto  y  de  gran  pene- 
tración. Astuto,  reservado,  no  confiaba  jamás  sus  planes  y 
sus  mismos  tenientes  los  ignoraban  hasta  el  momento  de 
la  ejecución.  » 


CAPÍTULO  IV 


Disolución  del  Congreso  en  Tehuacán.  —  Continúa  la  guerra  de  indepen- 
dencia. —  Don  Juan  Ruiz  de  Apodaca.  —  Defensa  de  la  isla  de  Mexcala. 
—  Primer  sitio  de  Cóporo.  —  Don  Francisco  Javier  Mina.  —  Su  marcha 
para  el  interior.  —  Sus  extraordinarias  victorias.  —  Heroica  defensa  de 
Sarda  en  Soto  la  Marina.  —  Sitio  del  fuerte  del  Sombrero  y  del  de  los 
Remedios.  —  Asalto  en  el  Venadito.  —  Es  hecho  prisionero  Mina  y  fu- 
silado. 


Rudo  golpe  sufrió  la  causa  revolucionaría  con  la  muerte 
<iel  Sr.  Morelos,  pues  careciendo  de  un  jefe  reconocido, 


HISTORU   DE  MÉXICO  35i 

se  suscitaron  mil  rivalidades  entre  los  principales  gene- 
rales y  quedó  entonces  la  causa  independiente  reducida  á 
los  esfuerzos  particulares  y  aislados  de  los  jefes. 

En  el  mismo  mes  de  diciembre  disolvió  Terán^el  Con- 
greso en  Tehuacán,  sustituyéndolo  con  un  Directorio  eje- 
cutivo formado  de  él  mismo  y  de  los  licenciados  IK  Ignacio 
Alas  y  Cumplido,  pero  que  no  era  obedecido  sino  por  las 
tropas  que  militaban  á  sus  inmediatas  órdenes,  pues  los 
demás  caudillos  vieron  con  profundo  disgusto  aqutU  aten- 
tado que  no  tuvo  otra  causa  que  la  ambición  de  Teran. 
¡  Pasión  funesta  que  quitaba  á  la  causa  nacional  ei  centro 
de  unión  y  sembraba  la  discordia  entre  los  mismos  i níí ur- 
gentes! El  Congreso  antes  de  ir  á  Tehuacán  Imbía  nom- 
brado una  Junta  en  Taretán  para  que  asumiese  eí  mando 
en  caso  de  algún  desastre ;  así  es  que  por  la  disolución  de 
aquél  entró  luego  á  ejercer  el  poder  instalando  en  seguida 
otra  Junta  de  Gobierno  en  el  fuerte  é  isla  de  Jaujillaj  for* 
mada  de  D.  Ignacio  Ayala,  D,  Mariano  Tercero,  Ü.  José 
Pagóla,  D.  Mariano  Sánchez  xirriola,  D.  Pedro  Villasefior 
y  el  Dr.  D.  José  de  San  Martín. 

Cerca  de  veintiséis  mil  soldados  con  200  piezas  de  ar- 
tillería sostenían  al  comenzar  el  año  de  1816  la  bandera 
de  Hidalgo,  hallándose  esparcidos  por  todo  el  país,  mon- 
dados por  D.  Manuel  Mier  y  Terán  que  expedicionaba  por 
Tehuacán  y  Coatzacoalco ;  por  D.  Vicente  Guerrfíro  y 
D.  Juan  Álvarez  en  las  montañas  del  Sur ;  por  D.  Gua- 
dalupe Victoria  en  la  provincia  de  Veracruz ;  por  D.  Nico- 
lás Bravo  en  la  costa  de  Al  varado  ;  por  D.  Ramón  Rayón  y 
su  hermano  D.  Ignacio  en  el  Bajío ;  por  D.  Víctor  Rosales 
en  Zacatecas;  porOsorno  en  Zacatlán  y  otros  menos  nota- 
bles como  el  padre  Torres,  Muñiz,  Vargas,  Ávila,  López, 
Correa,  Montes  de  Oca,  Olarte,  Yáñez,  Colín,  Enseña, 
Guzmán  y  Salgado. 

Mientras  continuaba  la  lucha  en  todas  partes  en  medio  de 
frecuentes   derrotas  para  los  insurgentes,   se  indultaban 


352  PÉREZ   VERDÍA 

otros  jefes  como  Rosains,  Serrano,  Espinosa,  Aguilar  y 
Villagrán^  con  lo  que  parecía  decaída  la  causa  indepen- 
diente, cuando  fué  removido  Calleja  y  llamado  á  España 
donde  se  le  dio  el  título  de  Conde  de  Calderón,  Poco 
antes,  el  19  de  mayo  de  1816  se  había  verificado  en  México 
el  restablecimiento  de  la  Compañía  de  Jesús  en  virtud  de 
la  real  orden  de  10  de  septiembre  de  1815,  siendo  digna 
denotarse  que  el  Congreso  de  Chilpancingo  decretó  tam- 
bién y  con  anterioridad,  el  día  13  de  noviembre  de  1813> 
la  reposición  de  los  jesuítas  para  proporcionar  instrucción 
á  la  juventud  y  misioneros  á  las  Californias  y  á  la  fron- 
tera (1). 

El  19  de  septiembre  de  1816  tomó  posesión  del  virrei- 
nato después  de  sufrir  un  asalto  en  la  hacienda  de  Vicen- 
cío  por  la  caballería  de  Vázquez  Aldana,  el  Sr.  D.  Juan 
Ruiz  DE  Apodaca,  Teniente  general  y  uno  de  los  jefes  más 
distinguidos  de  la  real  armada,  por  lo  que  se  esperaba  mu- 
cho de  su  administración,  que  sin  embargo  dio  principia 
con  una  prohibición  á  los  muchachos  de  volar  papelotes 
en  las  azoteas,  por  las  desgracias  que  solían  ocurrir. 

Cuando  entró  al  gobierno,  había  en  el  ejército  realista  á 
más  de  las  milicias  provinciales  que  se  componían  de  otro 
número  igual,  cuarenta  mil  hombres  en  diez  y  nueve  de- 
partamentos mandados  por  los  Mariscales  de  campo 
D.  José  de  la  Cruz,  D.  José  Dávila  y  D.Bernardo  Bonavia; 
los  brigadieres  D.  Ciríaco  del  Llano,  D.  Ignacio  García 
Rebollo,  D,  Manuel  María  de  Torres  Valvidia  y  D.  Joaquín 
de  Arredondo;  los  Coroneles  D.  Agustín  de  Iturbide, 
D.  Gabriel  Armijo,  D.  Manuel  de  la  Concha,  D.  Francisco 


(1)  La  extinguida  Comparu'a  fué  restablecida  por  el  Pontífice  Pío  VII, 
primeramente  en  Rusia  por  el  Breve  de  7  de  marzo  de  1801  que  se  hizo 
extensivo  al  reino  de  las  Dos  Sicilias  tres  años  más  tarde,  y  cuando  vol- 
vió á  Roma  después  de  su  cautiverio,  expidió  el  7  de  agosto  de  1814  la 
constitución  Sollicitcdo  omjíium  ecclesiarüm,  por  la  que  restableció  en 
todo  el  orbe  católico  laGompafiía  de  San  Ignacio. 


•^T^T^^ 


HISTORU   DE   MÉXICO  353 

de  P.  Hevia,  D*  Cosme  Ramón  de  Urquiola  y  D.  Cristóbal 
de  Ordóñez ;  los  tenientes  coroneles  D.  Matías  Martín  y 
Aguirre,  D.  Alejandro  Álvarez  y  Guitián,  D.  Nicolás  Gu- 
tiérrez y  D.  Pablo  Vicente  Sola  y  el  capitán  D.  José  Ar- 
guello que  mandaba  la  Alta  California. 

En  la  isla  de  Mexcala  en  la  laguna  de  Chápala,  se  sos- 
tenían todavía  unos  cuantos  centenares  de  indígenas  man- 
dados por  el  padre  D.  Marcos  Castellanos,  D.  Encarnación 
Rosas  y  D.  José  Santa  Anna,  que  desde  diciembre  de  1811 
se  habían  defendido  heroicamente  contra  tropas  muy  supe- 
riores en  numero,  armas  y  disciplina,  hasta  que  más  tarde, 
el  25  de  noviembre,  se  apoderó  de  aquella  posición  por 
una  capitulación  honrosa  después  de  un  rigoroso  asedio, 
el  general  Cruz.  Durante  este  largo  tiempo  se  dieron  en  la 
laguna  y  en  los  alrededores  innumerables  combates,  de 
los  que  uno  de  los  más  notables  fué  el  de  los  Corrales  en 
1.®  de  mayo  de  1814,  en  el  cual  D.  Trinidad  Salgado  con 
otros  insurgentes  derrotó  completamente  á  los  tenientes 
Coroneles  realistas  D.  Manuel  Arango  y  D.  Juan  Cuellar 
que  perdieron  más  de  setecientos  hombres  y  cuatro  ca- 
ñones. 

El  carácter  del  señor  Ruiz  de  Apodaca  inclinado  á  la 
clemencia,  dio  mejores  resultados  para  el  gobierno  que  el 
sanguinario  y  perseguidor  de  Calleja,  así  es  que  muchos 
insurgentes  se  indultaron,  como  Vargas,  el  Dr.  Cós, 
Guzmán,  el  Guaparrón,  y  para  terminar  el  año  de  1816, 
cayó  Boquilla  de  Piedra,  defendida  hasta  morir  por  el  Co- 
mandante D.  M.  Villapinto,  en  poder  del  Teniente  Coronel 
Rincón. 

El  7  de  enero  del  siguiente  año  Martín  y  Aguirre  se  hizo 
dueño  de  Cóporo  en  donde  D.  Ramón  Rayón  capituló  des- 
pués de  defenderlo  por  muchos  meses  ;  y  á  los  pocos  días 
capituló  Terán  en  Tehuacán,  y  Bracho  se  apodero  de  Cerro 
Colorado,  de  suerte  que  parecía  que  la  guerra  tocaba  á 
su  fin  cuando  un  suceso  inesperado  vino  á  reanimarla. 

23 


354  PÉREZ   VERDÍA 

El  15  dé  abril  de  1817  desembarcó  en  la  barra  del  río 
Santander  D.  Francisco  Javier  Mina  que  siguió  luego  para 
Soto  la  Marina,  adonde  llegó  el  22  con  algunos  compañe- 
ros. Este  famoso  guerrero  que  contaba  sólo  veintisiete 
años,  pues  nació  en  diciembre  de  1789  en  Navarra,  des- 
pués de  abandonar  sus  estudios  forenses,  por  la  invasión 
de  los  franceses  en  el  año  de  1808,  se  lanzó  á  la  patriótica 
campaña  que  con  tanto  heroísmo  sostuvo  el  pueblo  espa- 
ñol, y  después,  cuando  volvió  á  España  Fernando  VII,  se 
filió  en  el  partido  liberal  constitucionalista.  Tuvo  que  aban- 
donar su  patria  porque  fee  descubrió  una  conspiración  en 
que  estaba  complicado  y  que  tenía  por  objeto  restablecer 
el  régimen  constitucional,  y  con  tal  motivo  pasó  á  Londres 
donde  trabó  relaciones  con  el  doctor  Mier  y  otros  patrio- 
tas que  le  aconsejaron  viniese  á  México  á  pelear  por  su  in- 
dependencia. «  Creía,  como  muchos  filósofos  ilustres  y 
como  los  más  sabios  españoles,  que  los  tesoros  del  Nuevo 
Mundo  habían  ejercido  un  influjo  funesto  en  la  prosperidad 
y  en  la  gloria  de  la  España ;  por  consiguiente  no  se  le 
puede  acusar  de  haber  obrado  contra  su  país.  Tampoco 
era  de  su  obhgación  prestar  obediencia  á  Fernando  á  quien 
miraba  como  un  enemigo  público.  No  se  unió  con  los  ene- 
migos de  su  patria  como  Coriolano,  ni  vendió  á  una  corte 
extranjera  como  Eugenio.  Frustrada  su  empresa  de  resta- 
blecer la  übertad  en  España,  consagró  su  brazo  á  la  de- 
fensa de  la  Ubertad  en  América.  » 

Por  eso  mismo  habiéndole  propuesto  armar  corsarios, 
«  ¿Qué  razón  tenéis,  respondió,  para  pensar  que  Javier 
Mina  quiere  despojar  á  sus  inocentes  compatriotas?  Yo 
hago  la  guerra  contra  la  tiranía,  no  contra  los  españoles.  » 

D.  Felipe  de  la  Garza  se  retiró  por  no  tener  tropas  sufi- 
cientes que  oponerle  á  Mina,  quien  con  320  hombres  se 
puso  en  marcha  para  el  interior  el  24  de  mayo  apoderán- 
dose de  700  caballos  mansos  en  la  hacienda  del  Cojo,  de 
la  propiedad  del  Coronel  Quintero,  dueño  de  la  finca  que 


HISTORIA    DE   MÉXICO  3S& 

los  había  reunido  para  el  ejército  realista,  Ei  gobierno 
concentró  su  atención  en  aquel  valeroso  espafiol  y  mandó 
á  contenerlo  numerosas  tropas,  de  las  rúales  encontrú  las 
que  mandaba  el  Capitán  Villaseñor  á  quien  venció  en  el 
Valle  del  Maíz  el  día  8  de  junio  de  1HJ7,  pf>ro  habitándose 
encontrado  en  Peotillos  el  IS  de  junio  con  el  Coronel  Ar- 
miñán  que  llevaba  á  sus  órdenes  680  hombres  de  infan- 
tería y  1.400  de  caballería,  lo  derrotó  completamente  á 
pesar  de  su  excesiva  superioridad  numérica.  En  seguida  se 
apoderó  del  Real  de  Pinos  que  no  había  querido  rendirse 
y  se  dirigió  para  Jaujilla  en  cuyo  fuerte  se  puso  en  rela- 
ción con  la  Junta  de  gobierno  que  alh*  estaba  establecida. 

El  28  del  mismo  junio  atacó  con  :í80  hombres  al  Co- 
ronel Ordóñez  que  con  más  de  800  sohhidos  se  liallaba  en 
el  campo  de  los  Arrastres,  haciéndolo  huir  en  pocos  mo- 
mentos, quedando  muerto  en  el  campo  con  su  secunda 
el  Coronel  Castañón  y  300  soldados  y  dejando  22  prisio- 
neros. 

Siguió  su  camino  para  el  interior,  pasando  por  la  ha- 
cienda del  Marqués  del  Jaral  donde  se  apoderó  de  140,U0Ü  pe- 
sos del  Marqués  que  era  Coronel  del  biitulión  que  en  sti 
honor  se  llamaba  de  Moneada,  y  enlrc  tanto,  en  el  fuerte 
de  Soto  la  Marina  se  defendía  heroicamente  el  mayor  Don 
Juan  Sarda  con  solos  60  hombres  contra  ia  división  de 
Arredondo  compuesta  de  1.625  de  las  tres  armas,  que  na 
pudiendo  vencer  á  aquel  pequeño  y  denodado  grupo,  tuvo 
que  entrar  en  arreglos  firmando  una  honrosa  capitulación, 
que  se  violó  miserablemente  por  el  gobierno,  que  mandó 
fusilar  á  Sarda  y  á  las  prisiones  más  rígidas  á  sus  otros 
compañeros,  faltando  así  á  la  palabra  empeñada  y  al  honor 
militar. 

Mina  asaltó  en  seguida  la  ciudad  de  León^,  de  la  que 
fué  rechazado,  retirándose  de  allí  al  fuerte  del  Sombrero 
en  la  sierra  de  Comanja,  donde  estaba  lortiíicado  D<  Pedro 
Moreno,  y  en  unión  de  don  Encarnación  Ortiz  y  D.  Miguel 


356  »  PÉREZ  VERDÍA 

Borja  se  defendió  con  650  hombres  y  17  cañones  mal 
montados. 

El  Mariscal  D.  Pascual  de  Liñán,  que  había  llegado  de 
España  en  abril  con  el  regimiento,  de  Zaragoza  que  man- 
daba el  Coronel  Luaces,  marchó  contra  el  Fuerte  con 
2.54.1  soldados  de  las  mejores  tropas,  mandadas  por  Ne- 
grete,  Luaces  y  Ruiz  con  catorce  cañones.  Dio  un  tremendo 
asalto  el  4  de  agosto  y  fué  rechazado  con  grandes  pér- 
didas, así  como  también  lo  fué  Mina  en  la  noche  del  7  al 
8,  en  una  salida  que  hizo  al  frente  de  doscientos  hombres 
con  el  fin  de  ponerse  en  comunicación  con  el  padre  Torres 
y  poder  introducir  víveres;  pero  en  la  siguiente  noche 
logró  salirse  del  fuerte  dejándole  el  mando  al  Mariscal  D. 
Pedro  Moreno. 

Con  una  prodigiosa  actividad  reunió  Mina  en  el  fuerte 
de  los  Remedios  un  convoy  de  víveres  y  municiones  que 
pretendió  llevar  al  Sombrero,  acompañado  de  Ortiz  y 
Borja;  pero  atacado  por  Rafols  en  los  Sauces  á  cuatro 
leguas  de  Silao,  fué  vencido  perdiendo  la  mayor  parte 
del  convoy.  No  se  desalentó  por  esto,  sino  que  reunió  otro 
nuevo  que  logró  llevar  hasta  la  falda  del  Fuerte,  donde 
acometido  por  todas  las  fuerzas  sitiadoras,  volvió  á  per- 
derlo. Entre  tanto  Liñán  redobló  sus  ataques  y  en  la  tarde 
del  15  de  agosto  dio  un  nuevo  asalto  en  que  fué  rechazado 
perdiendo  más  de  cuatrocientos  hombres ;  los  sitiados  per- 
dieron al  valeroso  é  instruido  Young  á  quien  una  de  las 
últimas  balas  de  los  cañones  realistas  le  llevó  la  cabeza, 
por  lo  que  fué  sustituido  por  el  teniente  coronel  D.  Juan 
Davis  Bradburn. 

En  reducidísimo  número,  sin  municiones,  ni  víveres, 
ni  más  agua  que  la  llovediza,  los  sitiados  en  medio  de  las 
mayores  angustias  prolongaron  su  defensa  hasta  el  19  en 
que  por  la  noche  intentaron  romper  el  sitio  mandados  por 
D.  Pedro  Moreno  :  mas  descubiertos,  fueron  aniquilados 
logrando  salvarse  apenas  cincuenta  hombres  que  marcha- 


^i^imff^W?^^!!!^^ 


HISTORIA   DB  MÉXICO  357 

ron  al  fuerte  de  los  Remedios^  pues  abandonados  de  la 
fortuna  no  llegaron  á  serlo  del  patriotismo. 

Liñán  ocupó  el  Sombrero  en  la  mañana  del  siguiente 
día  y  después  de  demoler  las  fortiOcaciones  mandó  fusilar 
á  más  de  200  prisioneros  sin  exceptuar  á  los  heridos  ni  á 
los  enfermos,  que  tan  acostumbrados  así  estaban  á  estas 
espantosas  carnicerías  en  que  no  se  respetaba  ni  la  huma- 
nidad, ni  las  leyes  de  la  guerra,  ni  la  palabra  empeñada, 
ni  el  valor  de  los  vencidos. 

Siguieron  Mina,  Moreno  y  demás  vencidos  del  fuerte 
del  Sombrero  peleando  en  el  de  los  Remedios  que  man- 
daba el  padre  Torres,  así  es  que  Liñán  marchó  sobre  ellos 
y  les  puso  sitio  el  31  de  agosto  ;  pero  lograron  salirse  Mina 
y  sus  compañeros,  y  unidos  con  Ortiz  en  la  Tlachiquera, 
avanzaron  sobre  la  hacienda  del  Bizcocho  que  ocuparon 
después  de  una  fuerte  resistencia,  fusilando  en  represalias 
á  treinta  prisioneros  y  poniéndole  fuego  á  la  hacienda.  En 
seguida  se  dirigió  Mina  sobre  San  Luis  de  la  Paz  y  lo 
ocupó  á  viva  fuerza,  partiendo  luego  para  el  fuerte  de  los 
Remedios,  de  donde  se  desprendió  una  sección  de  más  de 
mil  hombres  para  perseguirlo  mandada  por  el  coronel 
Orrantia  que  lo  encontró  en  La  Caja  el  10  de  octubre  y  lo 
derrotó.  De  allí  siguió  con  una  pequeña  partida  de  caba- 
llería Imyendo  y  perseguido  por  todas  partes  hasta  que  por 
fín  el  26  de  octubre  después  de  haber  dado  inútilmente 
un  asalto  á  Guanajuato,  llegó  al  rancho  del  Venadito,  y 
por  primera  vez  después  de  muchos  días,  se  acostó  á  dormir 
creyéndose  seguro. 

Orrantia  lo  perseguía  sin  descanso  é  ignorando  qué 
rumbo  seguir  supo  en  Silao  por  el  comandante  Reynoso  á 
quien  se  lo  comunicó  un  tal  Chagolla,  dueño  de  un  rancho 
inmediato,  el  derrotero  de  Mina,  por  lo  que  lo  sorprendió 
en  la  madrugada  del  27  haciéndolo  prisionero.  Allí  murió 
peleando  hasta  el  último  instante  D.  Pedro  Moreno,  y  lle- 
vado Mina  á  presencia  de  Orrantia,  le  increpó  éste  su  con- 


358  PÉREZ   VERDÍA 

ducta  contra  Fernando  Vil,  á  lo  que  el  ilustre  navarro  le 
contestó  con  sarcasmo  y  desprecio ;  irritado  el  coronel  rea- 
lista cometió  la  villanía  de  sacar  la  espada  y  pegarle  con 
•ella,  por  lo  que  entonces  Mina  le  contestó  con  dignidad : 
«  Siento  haber  caído  prisionero ;  pero  este  infortunio  me 
«s  mucho  más  amargo  por  estar  en  manos  de  un  hombre 
<jue  no  respeta  el  nombre  español,  ni  el  carácter  de  sol- 
dado. » 

Mina  y  sus  compañeros  son  dignos  por  su  espíritu  caba- 
lleresco de  figurar  al  lado  de  Roberto  Guizcard  y  de  sus 
normandos,  cuyo  valor  y  ardimiento  son  proverbiales  en 
«US  guerras  de  Italia. 

Su  nombre  inspiraba  tal  pánico, á  los  realistas,  que  ha- 
biendo hecho  una  salida  los  sitiados  de  los  Remedios  en 
una  noche,  al^grito  de  Mina,  Mina^  huyeron  los  sitiadores 
creyéndose  atacados  por  aquel  general. 

Fué  conducido  ante  Liñán  y  fusilado  frente  al  Fuerte 
el  11  de  noviembre  de  1817,  aquel  valeroso  joven  cuya 
expedición,  segiín  el  juicio  del  mismo  Alamán,  «  forma  un 
•episodio  corto,  pero  el  más  brillante  de  la  revolución 
mexicana.  »  A  la  vez  que  estos  suceso^  llamaban  preferen- 
temente la  atención  del  país,  el  P.  Sánchez  quitaba  un 
gran  convoy  tras  de  reñido  asalto  cerca  de  Pátzcuaro ;  el 
10  de  marzo  el  realista  Ordoñes  ocupó  después  de  sufrir 
varias  derrotas  la  Mesa  de  los  caballos  defendida  por  el 
P.  Carmona,  Nüñez  y  Encarnación  Ortiz ;  se  defendía  el  in- 
surgente Contó  en  el  fuerte  de  Palmillas  hasta  el  28  de 
julio  contra  Santa  Marina  :  los  indios  de  Coyusquíhui  (E. 
<ie  Veracruz)  derrotaban  repetidas  veces  á  Llórente  y  Ar- 
teaga,  el  20  de  mayo  murió  acribillado  de  heridas  el  ma- 
riscal D.  Víctor  Rosales  á  inmediaciones  de  Tacámbaro  y 
D.  Nicolás  Bravo  triunfaba  el  1.**  de  septiembre  del  Coronel 
Mora. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  359 


CAPÍTULO  V 


Continuación  de  la  guerra.  —  Se  proclama  la  Constitución  en  España.  — 
Plan  (le  la  Profesa  p8u*a  oponerse  á  ella.  —  D.  Agustín  de  Iturbide. 
—  Se  le  da  la  comandancia  del  Sur  y  sale  á  campaña.  —  Se  pone  de 
acuerdo  con  Guerrero  en  Acatempán.  —  Pian  de  Iguala.  —  Medidas  del 
Virrey  para  contrariarlo.  —  Es  secundado  en  muchas  partes.  —  El 
ejército  realista  depone  al  señor  Apodaca  y  nombra  á  don  Pedro 
Novella.  —  El  Sr.  D.  Juan  O'Donojú.  —  Tratado  de  Ci'n'doba.  —  En- 
trada del  ejército  trigarante  en  México.  —  Acta  de  independencia.  — 
La  Regencia.  —  La  revolución  de  independencia  fué  republicana  demo- 
crática. 


La  guerra  continuó  no  obstante  tantos  desastres  y 
aunque  ocuparon  los  realistas  mandados  por  Márquez  Do- 
nallo  el  cerro  de  Cóporo  defendido  nuevamente  por  D. 
N.  Bravo,  que  había  derrotado  á  Mora  y  Barradas,  y  el 
fuerte  de  los  Remedios  el  1.^  de  enero  de  1818,  así  como 
el  de  Jaujilla  que  tomó  Aguirre  el  6  de  marzo,  no  se  des- 
alentaron Guerrero,  Bravo,  Victoria,  Ortiz,  Pedro  Asencio, 
Lobato^  Gordiano  Guzmán,  el  padre  Izquierdo  y  otros 
caudillos  que  siguieron  peleando  con  tesón.  Al  ocupar  los 
realistas  á  Jaujilla  la  Junta  independiente  allí  establecida, 
se  trasladó  con  alguna  variación  en  su  personal  áHuetamo 
y  después  que  el  patriota  Pagóla  fué  fusilado  en  un  en- 
cuentro y  que  Ayala  se  separó,  se  refugió  en  las  montañas 
del  Sur  formada  de  los  Señorea^  Sánchez  Arrióla,  Villa- 
señor  y  D.  Mariano  Ruiz  de  Castañeda  estableciendo  su 
residencia  en  la  hacienda  de  las  Bateas.  Así  mantuvieron 
aquellos  patriotas  el  fuego  sagrado  de  la  independencia, 
6n  medio  de  triunfos  y  derrotas^,  hasta  fines  de  1820,  en 
que  el  gobierno  que  los  perseguía  tenía  85.000  hombres 
sobre  las  armas  en  continua  campaña. 

El  1.**  de  enero  de  este  año  se  pronunció  en  España  el 
Teniente  Coronel  D.  Rafael  Riego,  proclamando  el  resta- 


360  PÉREZ  VERDÍA 

blecimiento  de  la  Constitución  de  1812,  que  el  {léspota 
Fernando  había  suprimido,  y  logrando  un  éxito  com- 
pleto, fué  jurado  aquel  código  político  en  toda  la  mo- 
narquía. El  partido  españolizado  de  México,  enemigo  de 
las  libertades  públicas  y  decidido  defensor  del  absolutismo» 
pretendió  que  el  Rey  no  había  tenido  libertad  al  aprobar 
aquel  plan  y  que  mientras  la  recobraba,  la  Nueva  España 
debía  ser  depositada  independientemente  en  manos  del 
Virrey  Apodaca,  gobernándose  por  las  leyes  de  Indias. 

Este  plan  que  era  el  mismo  que  habían  combatido  con 
Iturrigaray,  cometiendo  así  una  vergonzosa  inconsecuen- 
cia, fué  adoptado  por  el  canónigo  Dr.  D.  Matías  Monte- 
agudo,  el  auditor  Bataller,  el  exinquisidor  Tirado  y  otros 
realistas  que  se  reunían  en  la  Profesa.  Éstos  necesitaban 
de  un  jefe  que  se  pusiera  á  su  frente  y  entonces  se  fijaron 
en  el  Coronel  D.  Agustín  de  Iturbide. 

Había  nacido  este  caudillo  en  Valladolid  el  27  de  sep- 
tiembre de  1783,  siendo  hijo  de  D.  Joaquín  de  Iturbide, 
español,  y  de  D*.  Ana  Arámburu,  habiendo  entrado  muy 
joven  en  el  ejército  en  el  regimiento  de  milicias ;  combatió 
desde  un  principio  la  causa  de  independencia,  distinguién- 
dose por  su  valor,  su  actividad  y  sus  crueldades,  de  suerte 
que  muy  pronto  fué  ascendiendo  grado  por  grado.  Fueron 
talos,  sin  embargo,  los  abusos  que  cometió  Iturbide  en  el 
Bajío,  que  fué  acusado  por  las  principales  casas  de  Guana- 
juato  y  Querétaro  y  mandado  procesar  en  1816,  informando 
el  cura  Labarriela  que  había  cometido  mil  excesos,  ya  esta- 
bleciendo un  monopolio  de  los  efectos  de  primera  necesidad, 
ya  mandando  vender  á  vil  precio  los  acopios  de  granos  de 
algunas  haciendas,  á  pretexto  de  evitar  que  se  apoderaran 
de  ellos  los  insurgentes,  comprándolos  él  mismo  por  ter- 
cera mano  para  revenderlos  por  cuadruplicada  cantidad; 
ora  teniendo  presos  con  frivolos  pretextos  á  sus  enemigos 
particulares,  bien  dando  partes  exagerados,  al  grado  de 
contar  en  ellos  por  ganadas,  acciones  que  había  perdido,  y 


-«f|!ip!pp|.il!JllJL|U^  .i*«J<l"rí«*W9WW.í  «ÜS: nmS^Mm'mvi  H'.. 


HISTORU   DE  MÉXICO  361 

que  no  tenía  un  fondo  sólido  de  religión  por  ser  ésta  in- 
compatible con  la  inhumanidad  que  había  manifestado  y 
con  cierta  hipocresía.  El  proceso  se  terminó  por  absolverlo 
de  la  instancia  en  3  de  septiembre  del  mismo  año  y  aunque 
se  le  mandó  reponer  en  su  empleo  no  volvió  á  encargarse 
de  él.  En  México  hizo  unos  ejercicios  en  la  Profesa  con  lo 
cual  se  atrajo  el  aprecio  de  Monteagudo,  hasta  hacerlo 
entrar  en  el  complot  político,  para  el  cual  le  hicieron  tener 
una  entrevista  con  el  Virrey,  de  la  que  resultó  que  igno- 
rante de  lo  que  se  proyectaba,  lo  nombrara  brigadier  dán- 
dole la  Comandancia  del  Sur  que  acababa  de  renunciar 
Armijo.  Así  es  que  en  noviembre  de  1820  salió  de  México 
con  un  escogido  cuerpo  de  tropas,  áOn  de  batir  á  Guerrero, 
pidiendo  luego  más  para  acabar  con  la  revolución  y  coope- 
rar d  ¿a  gloria  de  que  el'  Virrey  viese  en  breve  tiempo 
pacifico  todo  el  reino. 

El  primer  intento  del  nuevo  Comandante  del  Sur  fué 
realmente  acabar  con  los  insurgentes  para  llevar  inme- 
diatamente á  cabo  su  propósito;  pero  á  más  de  que  consi- 
deraba escasos  sus  elementos  para  realizar  el  plan  de  la 
Profesa,  sufrió  un  descalabro  la  retaguardia  de  su  división, 
que  mandada  por  D.  José  M.  González  fué  acometida  con 
brío  el  28  de  diciembre  cerca  de  Tlataya  por  Pedro 
Asencib  con  800  hombres,  y  tras  ese  otro  que  le  ocasionó 
Guerrero  el  2  de  enero  de  1821  en  Zapotepec  al  Coman- 
dante de  Acapulco  D.  Carlos  Moya.  Por  estos  sucesos 
comprendió  que  difícilmente  sometería  por  las  armas  á  los 
insurrectos,  y  como  tenía  compromisos  de  proclamar  su 
nuevo  plan,  que  ya  era  conocido  de  algunos  de  sus  subor- 
dinados, consideró  como  más  político  'y  factible  hacer 
entrar  en  sus  combinaciones  á  los  jefes  surianos ;  semejante 
idea  hace  inmenso  honor  á  su  astucia. 

Por  tales  motivos  precuró  atraer  á  Guerrero,  dirigién- 
dole en  10  de  enero  de  1821  una  caria  afectuosa,  que  aquél 
contestó   con  noble  arrogancia  el  día  20 ;  el  25  obtuvo 


Ti-T" 


362  PÉREZ   VERDÍA 

Asencio  otro  triunfo  en  Totomalaya  y  el  27  Guerrero 
derrotó  en  Cueva  del  Diablo  á  Berdejo,  siendo  los  últimos 
combates  de  aquellos  insurgentes,  pues  el  4  de  febrero 
repitió  Iturbide  sus  instancias  al  general  suriano,  quien 
por  fin  celebró  con  él  una  entrevista  en  Acatempan  á  me- 
diados de  febrero  de  1821  en  la  cual  puestos  de  acuerdo 
para  llevar  á  cabo  la  independencia,  el  general  insurgente 
con  un  desprendimiento  y  patriotismo  que  siempre  le  hon- 
rarán, se  puso  á  las  órdenes  de  Iturbide,  que  con  ese 
apoyo,  con  el  de  su  regimiento  de  Celaya,  con  25.000  $ 
que  recibió  del  Sr.  Cabanas  Obispo  de  Guadalajara,  con 
525.000  pesos  que  tomó  de  una  conducta  que  se  remitía 
para  Manila,  y  la  influencia  de  sus  amigos  de  México,  pro- 
clamó el  plan  de  independencia  el  24  de  febrero  que  se  llamó 
de  Iguala  por  el  lugar  en  que  lo  hizo  y  que  había  sido 
sugerido  por  el  doctor  Monteagudo.  En  él  se  establecía  la 
absoluta  independencia  del  reino  con  un  gobierno  mo- 
nárquico templado  por  una  constitución,  con  la  religión 
católica,  apostólica,  romana,  sin  tolerancia  de  otra  alguna, 
y  se  designaba  para  ocupar  el  trono  mexicano  á  Fer- 
nando VII,  que  en  caso  de  no  admitir  debería  sustituirse 
como  mejor  pareciese. 

En  los  once  años  de  lucha  se  habían  ido  extendiendo  los 
principios  y  modificando  las  ideas  en  el  sentido  del  pro- 
greso; había  pasado  la  primera  explosión  de  la  venganza 
que  provocara  la  reacción  ;  se  había  comprendido  ya  que 
México  podía  ser  independiente  con  el  concurso  de  los 
mismos  españoles  y  por  eso  se  explica  satisfactoriamente 
el  cambio  operado  en  las  ideas  de  Iturbide:  él  había  avan- 
zado hacia  la  revolución  queriendo  la  independencia,  si- 
quiera fuese  con  propósitos  absolutistas,  y  la  revolución  se 
había  acercado  á  él  despojándose  de  sus  intransigencias,  y 
de  su  odio  implacable  á  los  españoles. 

El  2  de  marzo  juraron  las  tropas  de  Iturbide  el  plan  de 
Iguala  ó  de  las  tres  garantías  simbolizadas  en  el  pabellón 


HISTORIA    DE   MÉXICO  363 

tricolor :  verde  independencia,  blanco  religión,  y  rojo  uaión, 
é  inmediatamente  puso  aquel  caudillo  lodo  lo  licclio  en  co- 
nocimiento del  Virrey,  quien  prohibió  la  eirrüliicion  de 
aquel  plan,  ofreció  el  indulto  al  general  indepí^ndíenle  y 
procuró  reunir  las  pocas  tropas  de  que  en  aquellos  mo- 
mentos podía  disponer. 

Pareció  al  principio  que  iba  á  fracasar  el  plan  de  Uur- 
bidé,  pues  todas  las  autoridades  protestaron  su  lidelidad  a 
España  y  en  el  mismo  ejército  de  Iguala  empezó  á  notarse 
una  gran  deserción ;  mientras  el  Virrey  rontaba  entonces 
con  11  regimientos  expedicionarios,  7  veteranos  europeos 
y  46  provinciales,  con  más  de  40.000  realistas  auxiliares  ; 
pero  el  13  de  marzo  se  pronunció  en  Jalapa  la  columna  de 
granaderos  á  cuyo  frente  se  puso  D.  José  Joaquín  de  He- 
rrera; el  16  se  adhirieron  al  nuevo  plan  en  el  Bajío  D,  Luis 
de  Cortázar  y  D.  Anastasio  Bustamante,  que  el  2i  ocupa- 
ron á  Guanajuato;  el  29  se  pronunció  el  Teniente  coronel 
Santa  Anna  y  en  abril  Ramírez  Sesma,  Miota,  los  herma- 
nos Flon,  Domínguez  y  otros  muchos, 

D.  José  de  la  Cruz  observaba  en  Nueva  Galicia  una  con- 
ducta ambigua  y  habiendo  sido  invitado  por  Iturlíide  para 
una  entrevista,  la  tuvo  en  la  hacienda  de  San  Antonio  el 
8  de  mayo,  en  la  cual  convino  en  interponer  su  influencia 
con  el  Virrey  para  que  oyera  sus  propuestas  y  se  evitara 
la  guerra,  lo  que  no  tuvo  caso  por  haberse  negado  Apodaca 
á  oir  aquellas  proposiciones. 

Entonces  se  pronunció  el  13  de  junio  Don  Pedro  Celes- 
tino Negrete  en  San  Pedro  y  ocupó  á  Guadulajara,  de 
donde  salió  Cruz  que  acompañado  de  una  esiolta  se  retiró 
áDurango  cuya  ciudad  tomó  Negrete  el  31  de  agosto. 

Entretanto  tuvo  lugar  el  7  de  junio,  en  Arroyo  llíniíln 
cerca  de  Querétaro,  el  célebre  combate  entro  la  fuerza  del 
Teniente  Coronel  Bucinos  compuesta  de  100  realistas  y 
una  escolta  de  Iturbide  mandada  por  el  Capitán  D,  Ma- 
riano Paredes  Arrillaga,  quien  con  sólo  2íl  soldados  la 


364  PÉREZ   VEBDÍA 

rechazó.  Tal  hecho  de  armas  s¡  bien  no  tuvo  significación 
política,  fué  de  inmensa  resonancia  como  muestra  de  sin- 
gular valor  y  mereció  á  los  vencedores  un  escudo  con 
palmas  de  oro  y  esta  significativa  inscripción  :  <f  Treinta 
contra  cuatrocientos,  » 

^  El  5  de  julio  depusieron  al  Virrey  Apodaca  los  oficiales 
del  ejército  acaudillados  por  Don  Francisco  Buceli  por  no 
estar  contentos  con  sus  disposiciones  y  nombraron  en  su 
lugar  al  General  Don  Pedro  Novella,  que  temiendo  un 
sitio  en  la  capital  la  hizo  fortificar  y  reunió  más  de  cinco 
mil  hombres. 

Iturbide  después  de  ocupar  á  Valladolid  y  Querétaro 
entró  á  Puebla  el  2  de  agosto,  y  como  el  día  30  de  julio 
había  llegado  á  Veracruz  en  el  navio  Asia  el  nuevo  Virrey 
Sr.  D.  Juan  O'Donojú,  Teniente  General,  se  puso  en  rela- 
ción con  él,  y  después  de  una  conferencia,  firmaron  el 
24  de  agosto  los  tratados  de  Córdoba  en  los  que  se  reco- 
nocía la  independencia  de  México  y  se  aprobaba  con  ligeros 
cambios,  el  plan  de  Iguala.  Novella  se  hallaba  sitiado  en 
la  capital  por  las  tropas  del  caudillo  de  las  tres  garantías, 
mandadas  por  Guerrero,  Bravo  y  Davis  Bradburn,  y  des- 
pués de  serios  altercados  y  de  varias  conferencias  con 
O'Donojú  lo  hizo  por  fin  reconocer  el  15  de  septiembre, 
entrando  el  27  á  México  el  libertador  Iturbide  con  el  ejér- 
cito trigarante  formado  de  7.646  infantes,  7.755  de  caba- 
llería, 763  artilleros  con  68  cañones. 

Al  día  siguiente  se  instaló  la  Junta  Provisional  Guber- 
nativa compuesta  de  treinta  y  cuatro  personas,  la  cual 
después  de  decretar  la  Acta  de  independencia  del  Imperio 
Mejicano  nombró  una  Regencia  compuesta  de  Iturbide 
como  presidente  y  de  O'Donojü,  D.  Manuel  de  la  Barcena, 
D.  José  Isidro  Yáñez  y  D.  Manuel  Velázquez  de  León, 
quedando  así  consumada  la  independencia  nacional. 

La  revolución  de  Dolores  que  acababa  de  triunfar,  fué 
desde  su  origen  republicana  democrática,  porque  así  lo 


^iiJWKWMi  .-.i^íí^y., .  aWÍ^!  WW  J'  /J.  ■  VJ.^l-M^;w«5.f^^^P 


HISTOBIA   DE  MÉXICO  365 

requerían  los  elementos  del  país ;  porque  las  masas  popu- 
lares fueron  su  principal  sostén ;  porque  iniciada  por  hom- 
bres sin  pretensiones  ni  más  lustre  que  sus  méritos 
propios,  jamás  reconoció  diferencia  alguna  entre  los  habi- 
tantes del  país ;  porque  el  pueblo  propendía  á  apartarse 
de  la  forma  monárquica  que  había  ya  experimentado  tan 
desventajosamente  por  trescientos  años;  porque  no  había 
una  dinastía  establecida  de  donde  pudieran  salir  los  futuros 
soberanos,  ni  había  tampoco  aristocracia  ni  se  podía  im- 
provisar, pues  á  más  de  que  faltaban  riquezas  con  que 
prestigiarla,  no  había  hombres  qne  pudiesen  formarla  sin 
caer  en  el  ridículo,  supuesto  que  los  más  distinguidos  ciu- 
dadanos de  aquellos  días  habían  salido  de  la  condición 
más  humilde,  debiendo  su  elevación  á  su  valor  y  patrio- 
tismo, pero  careciendo  de  toda  ilustración. 

Desgraciadamente  no  se  pensó  entonces  en  esto  y  llegó 
á  sacarse  de  las  filas  del  ejército  á  Iturbide  para  elevarlo 
al  trono,  y  aunque  era  él  sin  duda  el  menos  impropio, 
carecía  del  prestigio  de  soberano,  cuya  falta  lo  hizo  bien 
pronto  rodar  en  un  abismo  de  incontables  desgracias. 

De  manera  que  el  haber  falseado  el  plan  lógico  de  aquella 
revolución  cuando  apenas  había  triunfado,  fué  sin  duda 
causa  de  nuevos  atrasos  y  nuevas  revueltas,  que  despres- 
tigiando á  los  hombres  que  estaban  al  frente  de  los  destinos 
del  país,  y  dividiéndolos  en  banderías  políticas,  sembró 
una  fecunda  semilla  de  males  y  desórdenes,  porque  en 
virtud  de  las  reacciones  sociales  y  políticas,  habría  bien 
pronto  necesidad  de  volver  á  deshacer  lo  hecho  para  co- 
locar á  la  Nación  en  el  primitivo  punto  de  partida.  Aquello 
era  la  tela  de  Penélope.  Se  falseó  el  espíritu  y  tendencias 
de  la  revolución,  porque  ella  nació  al  amor  de  la  libertad 
estimulada  por  el  aborrecimiento  que  se  tenía  á  las  clases 
dominantes  de  aquella  sociedad ;  por  el  odio  á  los  privile- 
gios aristocráticos,  al  absolutismo  gubernativo,  á  la  des- 
igualdad popular  y  á  tantos  otros  imperdonables  errores  y 


366  PÉREZ    VERDÍA 

abusos.  Los  insurgentes  no  rechazaban  tanto  al  Rey  como 
á  la  aristocracia  colonial ;  es  decir,  al  alto  clero  que  domi- 
naba con  su  influencia  y  sus  riquezas  todo  el  país ;  á  los 
grandes  propietarios  territoriales;  á  los. acaudalados  comer- 
ciantes que  tenían  el  monopolio  de  los  negocios  y  á  los 
españoles  que  veían  con  el  más  profundo  desprecio  á  los 
mexicanos,  y  aborrecían  tales  clases  porque  ellas  eran  las 
que  habían  mantenido  las  encomiendas,  los  tributos  y  los  re- 
partimientos ;  porque  ellas  eran  las  que  se  habían  aprove- 
chado de  la  conquista  y  del  gobierno  virreinal ;  porque 
ellas  eran  las  que  habían  impedido  la  ejecución  de  las 
leyes  y  disposiciones  favorables  y  las  que  habían  jBJercido 
una  tiranía  secular. 

Y  sin  embargo  de  ser  tales  los  principios  dominantes,  ^ 
á  la  hora  del  triunfo  esas  mismas  clases  fueron  las  que 
se  adueñaron  del  pensamiento  independiente,  haciendo 
que  en  el  nuevo  orden  de  cosas  se  conservara  todo  lo  que 
se  había  querido  destruir  :  monarquía,  aristocracia,  mo- 
nopolios, intolerancia  política.  De  esta  suerte  por  medio 
de  la  astucia  y  de  la  sorpresa,  con  los  elementos  republi- 
canos se  fundaba  un  Imperio ;  con  los  esfuerzos  de  la  de- 
mocracia se  robustecía  la  aristocracia. 

La  revolución  había  sido  justa,  como  lo  reconocen  hoy 
los  mismos  escritores  españoles  ilustrados,  sin  que  se  pueda 
á  la  vez  reconocer  esa  justicia  para  combatirla  en  el  go- 
bierno español,  como  lo  pretende  Zamacois ;  y  el  derecho 
de  México  para  hacer  su  independencia  estaba  sancionado 
por  la  misma  península  desde  el  momento  en  que  ella 
defendía  la  suya  atacada  en  aquellos  mismos  días  por  los 
franceses. 

Por  lo  que  hace  á  la  sangre  derramada,  hay  que  tener 
en  cuenta,  como  lo  asienta  el  Sr.  Orozco  y  Berra,  que  «  el 
gobierno  colonial  fué  el  primero  que  no  perdonó  á  sus 
enemigos,  el  que  introdujo  la  bárbara  manera  de  hacer  la 
guerra  en  aquella  época ;  y  los  fusilamientos  no  sólo  eran 


HISTORIA   DE   MÉXICO  367 

en  el  calor  de  la  batalla  :  el  mayor  numero  se  verificó  á 
sangre  fría,  con  infelices  inermes,  tal  vez  inocentes  del 
crimen  que  se  les  imputaba  :  si  se  quiere  bacer  cumplida 
justicia,  es  preciso  confesar,  que  la  muerte  de  los  prisio- 
neros es  el  crimen  que  se  esconde  bajo  el  nombre  de  re- 
presalia^  admitido  cuando  le  conviene  á  las  pasiones,  y 
que  volver  sangre  por  sangre  no  es  una  virtud  cristiana, 
pero  es  un  hecho  que  nadie  que  razona  se  espanta  de  en- 
contrar en  los  lancea  di^  una  guerra  de  independencia-  w 

Toda  revolución  es  una  conquista,  y  asi  como  Alamán 
y  otros  parciales  escritores,  a!  referirse  á  la  de  Hernán 
Cortés,  sostienen  que  no  hay  ronquista  sin  sangre  ni  lá- 
grimas, así  debieron  tambit-n  considerar  la  que  trajo  por 
consecuencia  la  independencia  nacional. 


CAI^ÍTÜLO    VI 


Muerte  de  O'Donojú.  —  Agregación  de  Yucatán  y  de  Gualemala.  —  lo^ta- 
laciún  del  Congreso  con sU Luye nte.  —  El  gobierno  t'^j^ifiol  reiiruelm  los 
tratados  de  Córdoba.  —  Partí dotí  pfíliti<"05j.  ^^  Proclaraaeión  de  ItiiHáde 
como  emperador  de  Méxícc*.  ^  .Su  coTOnaejón.  —  VÍeíí>sdo  tul  elección 
hecha  por  el  Congreso.  —  Santíi  Annji  proclama  la  Rrpiibíjca.  — 
Encuentra  eco  el  plan  de  Casa  Mala.  —  Noble  conducta  de  Iturbide*  — 
Sale  desterrado.  —  Poder  i^jí?cutívo.  —  Eiupré.'^titüS*  —  Inicuo  decreto 
del  28  de  abril  de  1824.  —  Vuelta  de  Iturbide^  —  Es  aprehendido  y 
fusilado. 


La  Regencia  estableció  su  Gabinete  formado  de  cuatro 
Ministerios  designando  para  el  de  Rotaciones  Interiores  y 
Exteriores  al  Lie.  D.  Jostí  Manuel  de  llorreraj  hombre  de 
carácter  frío  y  sereno,  sin  conocimientos  y  de  mediana 
capacidad ;  para  el  do  Justicia  y  Negocios  Eclesiásticos  á 
D.  José  Domínguez  ;  para  el  de  Ilacienda  á  D,  Rafael  Pérez 
Maldonado,  anciano  sin  iniciativa  ni  tálenlo,  y  para  el  de 
Guerra  á  D.  Antonio  Medina,  marino  practico  y  honrado^ 


368  PÉREZ   VERDÍA 

pero  que  ni  conocía  al  ejército  ni  tenía  méritos  militares. 
Desgraciadamente,  hay  que  confesarlo,  faltaban  hombres 
capaces  y  aun  los  pocos  que  había  carecían  de  sentido 
práctico  y  de  conocimientos  científicos. 

El  día  8  de  octubre  murió  de  pleuresía  D.  Juan  O'Donojú, 
sexagésimo  cuarto  y  ultimo  Virrey  que  fué  de  Nueva  Es- 
paña, por  lo  que  en  su  lugar  de  la  Regencia  fué  nombrado 
el  obispo  de  Puebla  D.  Joaquín  Otón  Pérez  y  se  organiza- 
ron cuatro  ministerios  :  de  Relaciones  exteriores  é  inte- 
riores, de  Justicia,  de  Guerra  y  de  Hacienda. 

La  Capitanía  General  de  Yucatán,  que  estaba  formada 
por  los  actuales  Estados  de  Yucatán  y  Campeche  y  que 
contaba  con  una  población  de  500.000  habitantes  hallán- 
dose á  la  sazón  gobernada  por  el  Capitán  Gral.  D.  Juan 
María  Echéverri,  tomó  parte  en  el  movimiento  revolucio- 
nario mexicano. 

En  virtud  de  que  el  jefe  iturbidista  D.  Juan  N.  Fer- 
nández, había  invadido  con  400  hombres  el  Estado  de  Ta- 
basco  y  se  había  apoderado  de  Huimanguillo  y  otros  pue- 
blos inmediatos  á  Campeche,  el  Ayuntamiento  de  esta 
ciudad,  dirigió  una  excitativa  á  Echéverri  manifestándole 
las  simpatías  que  tenía  en  la  provincia  la  independencia,  lo 
cual  unido  á  ciertas  manifestaciones  populares  hechas  en 
Mérida  por  instigación  de  pensadores  liberales,  hizo  que 
el  Capitán  General  convocase  á  una  junta  á  todas  las  auto- 
ridades civiles,  militares  y  eclesíáísticas.  Reuniéronse  el 
15  de  septiembre  1821  en  las  Casas  Consistoriales  de  Mé- 
rida y  declararon  la  independencia,  que  «t  reclamaba  la 
justicia  ;  la  requería  la  necesidad  y  la  abonaba  el  deseo  de 
todos  sus  habitantes  ».  En  tal  virtud  se  enviaron  delegados 
á  México  y  se  esperaba  saber  cuál  fuera  la  organización  de 
este  país  para  incorporársele ;  mas  apresuróse  esta  deter- 
minación porque  en  Campeche  izaron  el  pabellón  tricolor 
en  medio  de  un  impaciente  motín  popular  con  lo  que  se 
suscitaron  algunas  cuestiones  políticas.  Por  fin  reunióse 


i.j.-V-'r^^v^'^T' 


HISTORIA   DE  MÉXICO  369 

una  nueva  y  numerosa  junta  en  Mórida  el  2  de  noviembre 
y  proclamó  solemnemente  la  adhesión  espontánea  de  la 
Península  de  Yucatán  á  la  nueva  monarquía  fundada  por 
Iturbide. 

Grandes  obstáculos  se  presentaban  al  nuevo  gobierno 
mexicano,  y  entre  tanto  que  seguía  su  marcha,  se  le  anexó 
espontáneamente  Guatemala  el  5  de  enero  de  1822,  como 
lo  habían  hecho  ya  Chiapas,  Honduras  y  Nicaragua,  ha- 
biéndose convocado  la  reunión  de  un  Congreso  que  se 
llamó  constituyente  porque  tenía  que  formar  la  constitu- 
ción que  según  el  plan  de  Iguala  había  de  templar  la  mo- 
narquía, el  cual  bajo  la  presidencia  de  D.  José  Hipólito 
Odoardo  se  instaló  el  día  24  de  febrero. 

Por  entonces  se  supo  en  México  que  por  fortuna  el 
gobierno  español  no  había  aprobado  los  tratados  de  Cór- 
doba, llegando  hasta  declarar  traidor  y  fuera  de  la  ley  á 
O'Donojú ;  en  consecuencia  había  que  elegir  un  soberano, 
y  esto  hizo  que  abiertamente  se  declarasen  en  hostihdad 
los  diversos  partidos  políticos. 

Iturbide  tenía  su  círculo  que  aspiraba  á  colocarlo  en  el 
trono,  mientras  en  el  Congreso  se  dividía  la  oposición  en 
republicanos  y  borbonistas  que  aliados  formaron  la  logia 
escocesa,  y  destituyeron  por  iturbidistas  á  los  Regentes 
Pérez,  Barcena  y  Velázquez  de  León  el  10  de  abril,  susti- 
tuyéndolos con  D.  Nicolás  Bravo,  el  Conde  de  la  Casa  de 
Heras  Soto  y  el  doctor  D.  Miguel  Valentín. 

Mas  entre  tanto  que  se  hostilizaban  aquellos  bandos, 
llegó  el  18  de  mayo,  y  en  esa  noche  el  sargento  Pío  Mar- 
cha y  el  coronel  de  granaderos  Epitacio  Sánchez  con  mu- 
chísima gente  de  la  plebe  promovieron  un  movimiento 
proclamando  Emperador  á  Agustín  I.  Por  todas  partes 
encontró  acogida :  se  iluminaron  las  casas,  se  repicaron 
las  campanas  y  en  un  momento  toda  la  ciudad  hacía  igual 
proclamación.  En  la  madrugada  se  reunió  el  Congreso  con 
^asistencia  de  94  diputados  en  medio  de  una  muchedumbre 

24 


370  PÉHEZ   VERDÍA 

entusiasta  é  insolente  y  promulgó  el  decreto  en  que  se 
elegía  por  emperador  al  caudillo  de  Iguala  aprobado  por 
77  votos  contra  15  que  se  declararon  sin  poderes  para  eSa 
designación.  Nulo  fué  aquel  acto,  porque  el  Congreao  no 
tenía  facultad  de  hacer  la  elección  que  le  incumbía  á  la 
nación  entera,  y  porque  carecía  de  libertad  para  deliberar, 
d^  suerte  que  Iturbide  manifestó  poca  penetración  al 
aceptar  aquella  investidura,  cuando  si  hubiera  hecho  que 
el  país  hubiese  sufragado  libremente  habría  obtenido  el 
mismo  cargo  sin  vicio  alguno  en  la  elección  pues  su  po- 
pularidad era  inmensa.  Se  asignó  al  Emperador  un  sueldo 
,  de  1.500.000  pesos  anuales,  del  cual  cedió  espontánea- 
mente la  tercera  parte  para  fundar  un  Banco  Minero; 
pero  por  falta  de  recursos  jamás  llegó  á  pagársele  tan 
crecido  sueldo. 

El  20  de  juHo  de  1822  se  coronó  Iturbide  y  ya  en  prin- 
cipios del  siguiente  mes  se  descubrió  una  conspiración  re- 
publicana, en  cuya  virtud  el  26  de  agosto  se  aprehen- 
dieron á  varios  diputados,  lo  cual  hizo  que  se  aumentara 
el  disgusto  del  Congreso  por  aquel  atentado  del  gobierno. 
En  abierta  oposición  los  dos  poderes  en  vez  de  caminar 
unidos  como  habría  sido  preciso,  acabó  el  Emperador 
por  disolverla  Cámara  el  31  de  octubre,  acto  que  llevó  á 
cabo  el  Brigadier  don  Luis  Cortázar  sin  que  siquiera  se 
elevara  una  protesta. 

En  su  lugar  formó  Iturbide  una  junta  que  llamó  insti" 
tuyente,  y  en  seguida  salió  de  México  para  Jalapa  á 
activar  el  sitio  de  San  Juan  de  Ulüa  donde  se  había  forti- 
íicado  el  general  Dávila  con  los  últimos  tercios  españoles. 

Mas  aquellas  impolíticas  medidas  del  gobierno  y  la 
completa  penuria  del  erario,  cuyos  ingresos  en  1822  fueron 
de  $  9.328.740  importando  los  gastos  13.455.000,  hicieron 
que  pronto  estallara  la  revolución  en  las  montañas  del  Sur, 
donde  fué  derrotado  y  muerto  Epitacio  Sánchez  peleando 
contra  Guerrero  en  el  pueblo  de  Almolonga,  y  de  allí  á 


HISTOfUA.   DE   MÉXICO  37Í 

poto  el  Brigadier  don  Antonio  López  de  Santa  Anna  logró 
que  los  Generales  Echévarri,  Cortázar  y  otros  firmaran 
el  I®  de  febrero  de  4823  el  Plan  de  Casa  Mata  por  el  cual 
se  convocaba  un  Congreso  y  se  desaprobaba  la  conducta 
del  gobierno  imperial. 

El  día  14  fué  secundado  por  la  diputación  provincial  de 
Puebla  y  bien  pronto  se  extendió  por  todas  partes. 

Entonces,  sabiendo  el  Emperador  que  había  en  la  ca- 
pital 109  diputados  del  Congreso  disuelto,  los  convocó  á 
sesiones  instalándose  el  7  de  marzo;  pero  como  muchos  de 
entre  ellos  de  la  prisión  salieron  á  ejercer  su  cargo  y  todos 
estaban  altamente  resentidos,  continuaron  haciéndole  una 
fuerte  oposición. 

Disgustado Iturbide  y  no  queriendo  que  por  su  causase 
derramase  más  sangre,  tuvo  el  patriotismo  de  abdicar  la 
corona  el  19,  el  mismo  día  en  que  Carlos  IV  había  abdi- 
cado quince  años  antes.  Hace  honor  á  Iturbide  el  no  haber 
querido  sostenerse  con  las  armas,  siendo  tan  valeroso  y 
estando  acostumbrado  á  la  guerra  sin  cuartel.  La  Cámara 
en  su  odio  al  Emperador  no  quiso  aceptar  la  abdicación, 
declarando  por  decreto  de  8  de  abril  «  que  siendo  la  coro- 
nación de  í).  A,  Iturdide  obra  déla  violencia  y  déla  fuerza, 
y  nula  de  derecho,  no  ha  lugar  á  discutir  sobre  la  abdica- 
ción que  hace  de  la  corona».  Habiendo  llegado  antes  á  la 
capital  el  ejército  libertador  mandado  porNegrete,  hizo  en 
ella  su  entrada  el  jueves  santo  27  de  marzo. 

Iturbide  fué  desterrado  saliendo  el  30  para  Tacubaya, 
de  donde  custodiado  por  una  escolta  que  mandaba  Bravo 
prosiguió  su  marcha,  embarciíndose  en  La  Antigua  en  la 
fragata  Rowllings  el  1 1  de  abril  con  dirección  á  Liorna. 

El  Congreso  decretó  al  mismo  á  quien  deponía  una 
pensión  de  23.000  anuales  «  en  premio  de  sus  grandes 
serviciosála  patria  »,  y  nombró  en  los  últimos  de  marzo  un 
gobierno  provisional  con  el  nombre  de  Poder  Ejecutivo 
formado  de  los  Srs.  D.  Pedro  Celestino   Negrete,  D.  Nico- 


^ú 


372  PéaEZ   VERDÍA 

4.AS  Bravo  y  D.  Guadalupe  Victoria,  entrando  en  sustitu- 
ción deles  dos  Últimos  que  se  hallaban  ausentes D.  Mariano 
Michelena  y  D.  Miguel  Domínguez.  El  ministerio  lo  for- 
maron en  Relaciones  Exteriores  é  Interiores  D.  Lucas 
Alamán,  de  claro  talento,  fácil  palabra,  grande  ilustración 
j  notoria  honradez,  pero  poco  profundo  y  menos  analizador, 
de  criterio  estrechísimo  y  apasionado  conservador,  para 
quien  todo  ideal  consistía  en  la  práctica  de  las  tradiciones 
-españolas ;  en  Hacienda  D.  Francisco  Arrillaga,  español  de 
alguna  experiencia  y  bastante  estimado  ;  en  Justicia 
D.  Pablo  de  La  Llave,  Canónigo  de  Valladolid  y  que  sólo 
se  dedicaba  á  estudios  botánicos,  y  en  Guerra  el  Gral. 
D.  José  Joaquín  de  Herrera,  de  mediano  talento,  pero  de 
honradez  y  sentimientos  republicanos. 

El  estado  del  erario  era  tan  angustiado  que  se  contra- 
taron dos  empréstitos,  uno  con  la  casa  de  Goldsmith  por 
diez  y  seis  millones.de  pesos  al  cincuenta  y  cinco  ppr 
ciento  de  pago  y  al  cinco  por  ciento  de  interés,  y  el  otro 
por  igual  suma  con  la  casa  Richardson  y  Compañía  al 
ochenta  y  seis  por  ciento  y  al  seis  de  interés.  Del  pro- 
ducto de  esos  empréstitos,  una  gran  parte,  dos  millones  y 
medio  de  pesos,  se  perdió  por  haber  quebrado  la  casa  de 
comercio  en  donde  estaban  depositados  los  fondos,  siendo 
que  debieron  ponerse  en  el  Banco  de  Inglaterra  que  disfruta 
de  tan  ihmitado  crédito ;  un  millón  de  pesos  se  prestaron 
sin  rédito  á  la  República  de  Colombia  para  dar  una  prueba 
de  fraternidad,  demostrando  á  la  vez  poco  espíritu  finan- 
ciero; del  resto  se  empleó  una  buena  parte  en  pagar 
sueldos  atrasados,  en  armamento  y  en  adquirir  dos  buques 
viejos  españoles  llamados  el  bergantín  «  Constante  »  y  el 
navio  «  Asia  »  á  los  que  se  hizo  doblar  el  Cabo  de  Hornos 
para  trasladarse  al  Golfo,  habiendo  necesitado  carenarse 
en  Valparaiso,  empleándose  en  ello  más  de  doscientos 
mil  pesos  y  llegando  no  obstante  á  Veracruz  en  tan  mal 
-ostado  que  apenas  se  les  pudo  utilizar  de  pontones. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  373 

El  1.**  de  julio  de  1823  se  separó  de  México  Guatemala 
con  las  demás  provincias  de  la  antigua  Capitanía  GraL, 
que  se  constituyeron  en  Provincias  Unidas  de  Centro 
América j  con  excepción  de  Chiapas  y  Soconusco  que  de- 
cidieron seguir  perteneciendo  á  México,  á  la  vez  que  el 
partido  iturhidista  unido  al  federalista,  hacía  una  vigorosa 
oposición  al  gobierno,  obligándolo  á  decretar  la  convoca- 
toria para  el  Congreso  constituyente  que  se  instaló  el  7  de 
noviembre.  Dividióse  en  centralistas  y  federalistas  diri- 
gidos los  primeros  por  el  ür.  Mier,  Jiménez,  Mangino, 
Becerra  y  Espinosa,  y  los  segundos  por  Ramos  Arispe, 
Gómez  Parias,  Prisciliano  Sánchez,  Rejón,  JuanD.  Cañedo 
y  Vélez.  Mientras  que  se  discutía  en  la  Asamblea  la  forma 
de  gobierno  se  pronunció,  pidiendo  la  expulsión  de  los 
españoles  y  un  cambio  en  el  poder  Ejecutivo,  en  enero 
de  1824  en  Querétaro  el  batallón  núm.  8;  Echávarri  en 
Puebla,  y  Lobato  en  la  misma  capital,  donde  tuvo  que  so- 
meterse gracias  á  la  energía  del  Congreso. 

Por  entonces  se  trasladaron  á  la  capital  y  se  sepulta- 
ron solemnemente  en  la  catedral  los  restos  de  los  patriotas 
insurgentes  Hidalgo,  Allende  y  Moreno  y  tal  acto  de  jus- 
ticia y  gratitud  nacional,  dio  origen  á  un  desagradable 
escándalo.  Se  trató,  olvidando  las  benéficas  fundaciones 
que  había  dispuesto  en  favor  de  la  N.  España,  de  exhumar 
y  profanar  los  restos  de  Hernán  Cortés  que  yacían  en  la 
Capilla  de  Jesús,  los  cuales  por  fortuna  se  pusieron  á  salvo 
ocultamente,  remitiéndolos  después  á  Europa.  Triste 
violencia  debida  á  la  exaltación  de  las  ideas  y  falta  de 
principios  morales,  que  todos  los  hombres  pensadores  con- 
denan en  nombre  de  la  humanidad  y  del  decoro ! 

Al  finalizar  el  año  de  1823  el  Presidente  délos  Estados 
Unidos  Mr.  James  Monroe  presentó  al  Congreso  su  men- 
saje constituciond  en  el  cual  hizo  dos  declaraciones  im- 
portantes que  constituyen  lo  que  se  ha  llamado  después 
doctrina  Monroe  y  que  ha  sido  objeto  de  serios  debates 


.'^ 


374  PÉREZ  VERDÍA 

y  graves  cuestiones  internacionales.  Las  naciones  hispano- 
americanas acababan  de  efectuar  su  independencia  y  las 
Potencias  europeas  que  formaron  la  Santa  Alianza  pre* 
tendían  de  común  acuerdo,  en  el  Congreso  de  Verona, 
ayudar  con  toda  su  fuerza  á  España  para  que  recobrara 
sus  dominios.  Inglaterra  no  estuvo  conforme  con  esa  polí- 
tica intervencionista  y  entonces  Mr.  Monroe  declaró :  que  los 
Estados  Unidos  prohibirían  siempre  á,  los  gobiernos  euro- 
peos la  conquista  y  la  colonización  de  nuevos  territorios  en  el 
Continente  americano;  así  como  toda  intervención  eu- 
ropea bajo  cualquiera  forma  que  se  produjese  para  modi- 
ficar el  régimen  interior  de  los  Estados  americanos. 

Esa  regla  de  conducta  política  sirvió  para  impedirla  re- 
conquista y  para  separar  por  inmenso  valladar  las  cues- 
tiones internacionales  del  Nuevo  Continente  de  las  del 
Antiguo.  La  primera  consecuencia  fué  el  reconocimiento 
que  hizo  Inglaterra  de  la  independencia  de  México. 

Desconfiando  por  entonces  el  gobierno  del  Gral.  D.  Lui^ 
Quintanar,  gobernador  de  Jalisco,  envió  una  fuerte  divi- 
sión á  Guadalajara  á  las  órdenes  de  Bravo  y  Negrete,  y 
con  motivo  de  esa  reacción  ilurbidista  que  empezaba  á 
manifestarse,  dio  el  Congreso  un  inicuo  decreto  el  28  de 
abril  declarando  traidor  á  Iturbide  y  poniéndolo  fuera  de 
la  ley.  El  Libertador  sin  saber  aquella  bárbara  determi- 
nación salió  de  Londres  para  México,  por  haber  concebido 
esperanzas  en  los  sucesos  de  JaUsco  á  la  vez  que  con  el 
noble  deseo  de  servir  á  su  patria  cuya  independencia  se 
juzgaba  amenazada  por  la  Santa  Alianza,  llegó  á  la  bahía 
de  San  Bernardo  el  29  de  junio,  de  donde  pasó  á  Soto  la 
Marina  desembarcando  el  14  de  julio  acompañado  de  su 
esposa,  dos  de  sus  hijos  pequeños,  su  sobrino  don  Ramón 
Malo,  los  eclesiásticos  López,  Treviño  y  Morandíni  y  el 
teniente  coronel  polaco  Beneski.  Éste  último  desembarcó 
primero  y  bajo  el  pretexto  de  traer  un  negocio  de  coloni- 
zación y  ocultando  el  nombre  de  Iturbide  pidió  permiso  al 


HISTORIA    DE   MÉXICO  375 

i 

general  Garza  para  que  sus  compañeros  desembarcasen  ; 
pero  conocido  el  ex  emperador  por  su  destreza  al  montar 
á  caballo,  fué  alcanzado  y  hecho  prisionero  á  las  siete 
leguas  en  el  Rancho  de  los  Arroyos.  Se  le  inrormü  del 
bárbaro  decreto  que  sobre  él  pesaba  y  se  le  condujo  á 
Padilla,  donde  con  tal  motivo  se  reunió  el  Congreso  de 
Tamaulipas  que,  usurpando  atribuciones  judiciales  y  sin 
otra  solemnidad  que  la  identificación  de  su  persona,  le 
condenó  á  muerte.  Nada  significaron  los  eminentes 
servicios  que  la  patria  le  debía ;  nádala  ignorancia  de  aquel 
injusto  decreto  que  promulgado  en  28  de  abrilno  pmloser 
conocido  por  quien  salió  de  Londres  el  H  do  mayo:  la 
sentencia  fué  ejecutada  y  el  Libertador  Don  A^^ustfo  de 
Iturbide  fusilado  á  las  seis  de  la  tarde  del  líl  <le  julio 
de  1824,  cometiendo  el  Gobierno  conservador  á  la  vez  que 
un  atentado,  una  de  las  más  punibles  ingrrílituíles-  A 
Garza  lo  declaró  el  Estado  de  Tamaulipas  beneuiérilo,  y  el 
Ministerio  de  la  Guerra  le  ofreció  en  premio  «  por  el  grande 
servicio  hecho  á  la  Nación  preservándola  de  una  guerra 
civil  por  un  solo  acto  decisivo  »  el  ascenso  ú  general  de 
brigada  efectivo,  el  cual  tuvo  Garza  el  buen  sentido  de  no 
aceptar,  porque  era  precio  de  sangre. 

Los  restos  del  Libertador  permanecieron  en  Padilla  hasta 
que  por  decreto  del  Congreso  nacional  de  fecha  O  de 
agosto  de  1838  se  ordenó  que  fuesen  trasladados  a  la 
capital,  como  en  efecto  se  hizo,  llevándolos  á  la  capital 
donde  fueron  depositados  con  gran  solemnidad  en  la  cate- 
dral el  27  de  octubre  de  aquel  año. 


376  PÉBEZ  VEBDÍA 


CAPÍTULO  VII 


Constitución  federal  de  1824.  —  ElSr.  Gral.  D.  Guadalupe  Victoria.  — 
Rendición  de  San  Juan  de  Ulúa.  —  Plan  de  Montano.  —  Es  electo  para 
presidente  don  Manuel  G.  Pedraza.  —  Revolución  de  la  Acordada  y  sn 
triunfo.  —  El  Sr.  Gral.  D.  Vicente  Guerrero  —  Expedición  y  derrota 
de  Barradas.  —  Plan  de  Jalapa.  —  El  Sr.  D.  José  de  Bocanegra.  —  Pro- 
nunciamiento de  la  capital.  —  El  Sr.  Gral.  D.  Anastasio  Bustamante.  — 
-  Su  administración.  —  Traición  de  Picaluga  y  fusilamiento  del  señor 
Guerrero.  —  Estalla  de  nuevo  la  revolución.  —  El  Sr.  Gral.  D.  Melchor 
Múzquiz.  —  Convenios  de  Zavaleta. 


Siguió  ocupado  el  Congreso  en  constituir  á  la  nación^ 
promulgándose  el  4  de  octubre  de  1824  la  Constitución 
federa  tiva, según  la  cual  se  componía  la  República  de  los 
Estados  de  Chiapas,  Chihuahua,  Cohahuila  y  Tejas,  Du- 
rango,  Guanajuato,  México,  Michoacán,  Nuevo  León, 
Oaxaca,  Puebla,  Querétaro,  San  Luis  Potosí^  Sonora  y 
Sinaloa,  Tabasco,  Tamaulipas,  Veracruz,  Jalisco,  Yucatán 
y  Zacatecas  y  los  territorios  de  la  Alta  y  Baja  California, 
Colima,  Santa  Fe  de  Nuevo  México  y  Tlaxcala.  El  poder 
se  dividió  en  legislativo,  ejecutivo  y  judicial ;  el  primero 
depositado  en  las  Cámaras  de  diputados  y  senadores, 
electos  popularmente  cada  dos  años  los  primeros  y  cada 
cuatro  los  segundos;  el  ejecutivo  en  el  Presidente  ó  Vice- 
presidente en  su  caso,  electo  cada  cuatro  años  sin  que 
pudiera  reelegirse,  y  el  judicial  en  la  Corte  suprema  de  jus-  - 
ticia  compuesta  de  once  ministros  y  un  fiscal,  en  los  tri- 
bunales de  Circuito  y  juzgados  de  Distrito. 

Hechas  las  elecciones  para  Presidente,  resultó  electo  el 
Sr.  General  D,  Guadalupe  Victoria,  llamado  así  por  él 
mismo,  pues  su  nombre  propio  era  Manuel  Félix  Fernán- 
dez, y  para  Vicepresidente  el  señor  general  don  Nicolás 
Bravo,  habiendo  tomado  posesión  el  10  de  octubre. 


ppiwiifíi.ii^ijqpsuiíi.^  a-i^^^  u.w^.?-J  \}^^\    i-^}^\ 


HISTORIA   DE   MÉXICO  377 

Inglaterra  y  Estados  Unidos  reconocieron  la  indepen- 
dencia mexicana  enviando  la  República  del  Norte  por  mi- 
nistro plenipotenciario  á  Mr.  JoelR.  Poinsset  que  ejerció 
un  pernicioso  influjo  en  la  política  fomentando  la  franc- 
masonería. Bravo  y  el  partido  moderado  fueron  los  pri- 
meros que  se  lanzaron  en  las  logias  estableciendo  las  del 
rito  escocés  cuyo  órgano  era  el  periódico  titulado  El  Sol, 
y  siguiendo  este  funesto  ejemplo  el  partido  exaltado 
cuyo  jefe  era  Guerrero,  estableció  ayudado  del  ministro 
americano,  el  rito  yorkino  fundando  El  Correo  de  la  Fe- 
deración, 

El  16*  de  septiembre  de  1823  se  solemnizó  por  primera 
vez  el  aniversario  de  la  proclamación  de  la  independencia 
á  nioción  del  Síndico  del  Ayuntamiento  de  México,  D.  Wen- 
ceslao Sánchez  de  la  Barquera. 

Y  con  tal  motivo  el  Presidente  hizo  efectiva  por  vez 
primera  la  emancipación  de  los  esclavos,  que  aunque  de- 
cretada por  el  ilustre  Hidalgo,  no  se  había  ejecutado  sino 
en  pequeña  escala.  En  ese  acto  el  Sr.  Gral.  Victoria  pro- 
nunció estas  sencillas  palabras  ;  «  Esclavos,  en  este  día  en 
que  se  celebra  el  aniversario  de  la  libertad,  recibidla  en 
nombre  de  la  patria,  y  acordaos  que  sois  libres  por  ella, 
para  honrarla  y  defenderla.  » 

Por  iniciativa  de  Bolívar  y  después  de  muchas  contesta- 
ciones se  reunió  en  Panamá  una  Asamblea  Americana, 
formada  por  dos  ministros  plenipotenciarios  de  cada  una 
de  las  Repúblicas  de  México,  Colombia,  Centro  América  y 
Perú,  la  cual  ajustó  en  17  de  julio  de  1826  un  tratado  de 
alianza  ofensiva  y  defensiva  para  mantener  la  indepen- 
dencia y  la  integridad  territorial.  Se  estipulaba  que  forma- 
rían un  ejército  de  60.000  hombres  y  una  armada  naval  en 
la  que  se  emplearían  ocho  millones  de  pesos  y  se  obligaban 
además  á  ministrar  al  Estado  invadido  un  subsidio  de 
200.000  pesos  cada  uno  y  los  demás  auxilios  que  fuesen 
necesarios.  Después  de  eso  los  representantes  americanos 


378  PÉREZ   VERDÍA 

vinieron  al  país  con  el  propósito  de  continuar  las  sesiones 
en  Tacubaya  á  fin  de  fijar  detalles  y  de  estrechar  los  vín- 
culos de  fraternidad  entre  las  Repúblicas ;  pero  el  Gobierno 
de  Victoria  más  preocupado  de  las  inquietudes  interiores 
que  de  proyectos  de  trascendental  importancia,  no  llegó  á 
ratificar  el  tratado.  Por  otra  parte  la  inesperada  oposición 
de  los  Estados  Unidos,  que  se  negaron  á  comprometerse 
á  prestar  su  grande  apoyo  moral,  fué  una  de  las  causas 
principales  que  paralizaron  los  resultados  del  Congreso  de 
Panamá. 

El  castillo  de  Ulúa  que  había  sido  el  ultimo  baluarte 
de  los  españoles  y  que  estuvo  defendido  primero  por  Dá- 
vila,  después  por  Lemaur  y  luego  por  Coppinger,  que 
había  bombardeado  á  Veracruz  haciendo  necesaria  la 
clausura  del  puerto  y  su  traslación  á  Alvarado,  capituló 
el  18  de  noviembre  de  1825  con  el  general  D.  Miguel 
Barragán  (1),  y  este  suceso  que  debía  alejar  toda  esperanza 
al  partido  español,  produjo  sin  embargo  una  insignificante 
reacción.  Se  trató  por  algunos  cuantos  de  restablecer  el 
yugo  peninsular,  y  el  religioso  dieguino  fray  Joaquín 
Arenas  con  poca  cautela  invitó  al  general  Mora,  que  lo 
puso  en  conocimiento  del  gobierno,  siendo  luego  aprehen- 
didos el  mismo  Arenas,   Martínez,    Segura,    el  general 


(1)  En  el  Perú  hecha  la  independencia  en  virtud  de  la  célebre  batalla 
de  Ayacucho,  en  3  de  diciembre  de  1824,  los  españoles  se  refugiaron  en  el 
puerto  del  Callao  en  donde  el  Gral.  D.  José  Ramón  Rodil  hizo  una 
defensa  temeraria.  Por  dos  años  enteros  se  defendió  en  aquella  plaza  y 
contando  al  principio  del  sitio  con  2.800  soldados,  el  día  de  la  canitula- 
ción  sólo  tuvo  316,  porque  el  resto  había  sucumbido  al  rigor  de  la  peste  y 
de  la  guerra,  y  la  población  misma  de  la  ciudad,  que  era  de  8.000  habi- 
tantes, se  redujo  á  700. 

Rodil  á  la  vez  que  desplegó  un  valor  heroico  y  una  constante  lealtad 
á  España,  manifestó  también  una  crueldad  indescriptible  fusilando  á 
cuanta  persona  le  parecía  sospechosa  y  expulsando  á  cañonazos  á  las 
mujeres  y  nulos  en  número  de  2.389  para  t  descargarse  de  bocas  inútiles  t 
y  poder  prolongar  la  resistencia. 


w^^ff^^".,  ..    .      I'.-J 


HISTORIA   DE   MÉXICO  379 

Arana,  á  quienes  se  fusiló  por  una  conspiración  que  era 
más  ridicula  que  temible. 

El  partido  yorkino  exageró  los  peligros  que  corría  la 
independencia,  puso  presos  á  los  Gráles.  Negrete  y  Echá- 
varri,  y  se  inició  una  política  perseguidora  de  los  espa- 
ñoles, en  virtud  de  la  cual  por  decreto  de  20  de  diciembre 
de  1827  se  expulsó  á  muchos  de  ellos  debiendo  durarla 
expatriación  hasta  que  España  reconociera  la  independencia 
de  México. 

Por  este  tiempo  se  urdió  en  Europa  una  intriga  política 
para  restablecer  el  Plan  de  Iguala,  bajo  la  protección  de 
Mr.  Villele,  Ministro  de  Carlos  X,  y  dirigida  por  el  Marqués 
de  Crouy  Chanel  á  fin  de  que  Fernando  VII  consintiera 
en  que  su  hermano  el  Infante  D.  Francisco  de  Paula  acep- 
tase el  trono  de  México  á  que  aquel  plan  lo  llamaba,  y 
aunque  el  Rey  de  España  negó  su  consentimiento  y  el  de 
Francia  no  quiso  apoyarlo,  el  Infante  aceptó  la  idea  y 
llegó  á  designar  al  Barón  Alejandro  de  Talleyrand  para 
Ministro  de  relaciones,  al  Duque  de  Diño  para  Ministro  de 
la  Guerra  y  al  Capitán  de  Navio  Mr.  Gallois  para  Marina. 
Pretendieron  el  apoyo  de  Inglaterra  donde  solicitaron  un 
empréstito  y  no  habiéndolo  obtenido,  se  vieron  obligados 
á  abandonar  la  aventura  por  más  que  aseguraban  contar 
con  personas  respetables  de  México. 

¡  Tardío  reconocimiento  de  un  plan,  que  merced  al  influjo 
de  españoles  enemigos  de  la  Constitución  de  1820,  había 
dejado  abierta  aquella  puerta  á  los  Borbones  y  á  su  odiado 
partido  que  afortunadamente  no  supieron  aprovecharla  en 
su  oportunidad ! 

En  23  de  diciembre  se  pronunció  en  Otumbael  Teniente 
Coronel  D.  J.  Manuel  Montano  exigiendo  en  su  plan  la 
exterminación  en  la  República  de  toda  clase  de  reuniones 
secretas ;  el  cambio  de  Ministerio,  la  expulsión  inmediata 
de  Mr.  Poinsset^  y  el  cumplimiento  exacto  de  la  Constitu- 
ción y  de  las  leyes.  Era  aquella  una  revolución  infundada 


380  PÉBEZ   V£RDÍA 

y  absurda  :  se  pedía  con  las  armas  la  extinción  de  las 
logias,  y  se  había  fraguado  el  movimiento  en  el  seno  de 
los  novenarios  que  se  reunían  en  la  calle  de  la  Perpetua. 
Se  reclamaba  el  cumplimiento  exacto  de  la  Constitución, 
y  al  mismo  tiempo  se  le  arrebataba  al  Presidente  la  atri- 
bución constitucional  de  nombrar  y  remover  libremente 
á  los  Secretarios  del  Despacho,  y  se  pretendía  expedir  el 
pasaporte  al  Ministro  de  una  Nación  amiga  cuyas  rela- 
ciones diplomáticas  estaban  garantizadas  por  todas  las 
leyes  y  requeridas  por  la  paz  exterior  del  país.  Á  pesar  de 
tantas  inconsecuencias  el  Gral.  Bravo  Vicepresidente  de  la 
República,  se  puso  al  frente  del  movimiento  en  Tulancingo, 
olvidando  los  deberes  que  su  alta  posición  y  su  patriotismo 
le  imponían  y  dando  el  más  pernicioso  ejemplo.  Barragán 
secundó  el  movimiento  en  Veracruz  y  Armijo  en  S.  Luis ; 
mas  el  Gobierno  obró  con  mucha  actividad  enviando  á 
perseguir  á  los  rebeldes  al  Gral.  Guerrero  quien  el  7  de 
enero  derrotó  completamente  á  Bravo  haciéndole  prisio- 
nero con  Barragán,  Armijo,  Berdejo  y  otros  jefes,  á  quienes 
se  desterró  á  Guayaquil. 

Y  se  hicieron  las  más  ruinosas  operaciones  por  el  Mi- 
nistro Esteva  quien  para  poder  cubrir  lo  muy  preciso 
del  presupuesto,  gravó  en  tres  millones  setecientos  mil 
pesos  las  Aduanas  marítimas  á  favor  de  prestamistas  que 
le  facilitaron  menos  de  seiscientos  mil  pesos  en  efectivo ! 
Se  suspendieron  los  pagos  de  intereses  de  la  deuda  de 
Londres  con  lo  cual  el  crédito  nacional  sufrió  un  gran 
menoscabo. 

Al  aproximarse  las  elecciones  presidenciales  que  con- 
forme ú  la  Constitución  de  1824  se  hacían  por  votos  de  las 
Legislaturas,  se  dividió  el  partido  liberal  entre  los  Grates. 
D.  Manuel  Gómez  Pedraza  y  D.  Vicente  Guerrero.  Era  el 
primero  muy  superior  al  segundo  en  capacidad  intelec- 
tual; poseía  dotes  oratorias  notabilísimas  y  era  un  militar 
muy  apegado  á  la  disciplina,  muy  laborioso,  de  carácter 


ji..J|J!i^  ^  MmjiLi  Jl^^ylPll|l^pllllli!Jil!ll^N^^^ 


HISTERIA  DE   MÉXICO  381 

independiente  y  de  costumbres  estoicas ;  pero  no  tenía 
ideas  políticas  firmes  y  era  capaz  de  sacrificarlo  todo  á  su 
ambición. 

Á  su  vez  Guerrero  era  superior  á  él  en  servicios  y  mere- 
cimientos patrióticos,  así  como  en  firmeza  de  principios ; 
mas  carecía  de  ilustración. 

Gómez  Pedraza  fué  postulado  por  los  escoseses  y  los 
imparciales  apoyado  por  algunos  yorquinos  y  por  los 
españoles,  así  es  que  su  partido  era  heterogéneo,  aunque 
en  su  mayor  parte  representaba  á  los  liberales  moderados 
y  estaba  dirigido  por  D.  Juan  D.  Cañedo,  Ramos  Arizpe, 
Gómez  Parias  y  Espinosa. 

A  Guerrero  lo  postulaban  los  yorquinos  ó  rojos,  resto 
de  los  insurgentes,  capitaneados  por  D.  Isidro  R.  Gondra, 
D.  Lorenzo  deZavala,  Almonte,  Cerecero,  Salgado  y  Santa 
Anna. 

Hechas  las  elecciones  el  i.^  de  septiembre,  sufragaron 
once  Legislaturas  por  Pedraza  y  nueve  por  Guerrero,  obte- 
niendo así  el  Ministro  de  la  Guerra  un  triunfo  completo, 
aunque  hasta  el  2  de  enero  bal) ría  de  hacerse  la  declara- 
toria. No  satisfechos  los  contrarios  apelaron  á  las  armas  y 
el  turbulento  Santa  Anna  se  pronunció  en  Jalapa  contra 
aquella  elección,  tachada  de  ilegítima  porque  había  sido 
apoyada  por  el  elemento  oficial  ;  pero  perseguido  por 
tropas  del  Gobierno  tuvo  que  replegarse  áOaxaca,  donde 
se  fortificó  y  habría  sucumbido  si  un  formidable  motín  no 
hubiese  dado  otro  rumbo  á  los  acontecimientos.  El  30  de 
noviembre  se  pronunciaron  en  el  cuartel  de  la  ex-Acor- 
dada  el  Coronel  del  Regimiento  de  Tres  Villas  D.  Santiago 
García  con  el  Gral.  D.  José  M.^  Lobato,  D.  Lucas  Balderas 
y  D.  M.  Velázquez  de  León,  uniéndoseles  más  tarde  el 
Lie.  Zavala  y  el  Gral.  Guerrero,  y  después  de  tres  días  de 
lucha,  en  la  que  el  Gobiertio  mostró  suma  debilidad  é  inep- 
titud, desmoralizado  Pedraza  abandonó  la  capital  renun- 
ciando los  derechos  que  le  daba  la  elección  hecha  por  los 


382  PÉREZ    VERDÍA 

Estados.  Entonces  el  populacho  favorecido  por  los  facciosos 
saqueó  el  Parian,  robando  más  de  un  millón  de  pesos  que 
había  en  aquel  comercio  con  lo  que  acabó  de  despresti- 
giarse el  movimiento  y  quedó  establecido  el  funesto  prece- 
dente de  que  la  fuerza  y  los  caprichos  de  los  partidos 
políticos  han  de  prevalecer  en  las  contiendas  electorales 
sobre  la  majestad  de  la  ley,  dando  con  eso  aliento  á  la 
ambición  personal  de  soldados  afortunados  y  sin  conciencia 
que  por  la  tentación  de  ascensos  se  pasaban  al  enemigo^  re- 
lajando la  disciplina  militar  y  todo  sentimiento  de  pundonor. 

Hecho  un  convenio  entre  gobernantes  y  sublevados, 
Guerrero  entró  á  ocupar  el  Ministerio  de  la  Guerra  y  pocos 
días  después,  el  12  de  enero  de  1829,  el  Congreso  sin 
tomar  en  cuenta  la  renuncia  de  Pedraza,  declaró  insubsis- 
tente su  elección,  cometiendo  un  verdadero  golpe  de  Es- 
tado que  pasó  desapercibido  merced  á  la  general  y  errónea 
creencia  de  que  en  él  residía  la  soberanía  nacional. 

El  1.**  de  abril  tomó  posesión  el  Sr.  Gral.  D.  Vicente 
Guerrero  declarado  Presidente  por  el  Congreso  y  que 
contaba  con  una  gran  popularidad  en  las  masas,  y  orga- 
nizó su  Ministerio  con  el  Lie.  D.  José  M.  Bocanegra  en 
Relaciones  Exteriores  6  Interiores ;  I).  Lorenzo  de  Zavala 
en  Hacienda;  D.  J.  Manuel  de  Herrera  en  Justicia  y 
D.  Francisco  Moctezuma  en  Guerra. 

Continuó  la  penuria  del  erario,  sus  enemigos  cobraron 
bríos  tan  luego  como  pasó  el  estupor  de  su  derrota,  se  le 
separaron  multitud  de  partidarios  que  quedaron  descon- 
tentos porque  no  se  los  premiaron  debidamente  sus  servi- 
cios y  bien  pronto  se  formó  una  oposición  formidable. 

Se  ocupaba  el  Gobierno  en  asuntos  de  colonización  en 
Texas  y  Coatzacoalco,  cuando  se  supo  que  amenazaba  por 
Tampico  una  expedición  española  destinada  á  reconquistar 
el  país  bajo  la  falaz  promesa  de  traidores  borbonistas  de 
que  encontraría  España  partidarios  decididos  y  enemigos 
débiles  por  la  división  y  encono  de  partidos. 


HISTORIA  DE   MÉXICO  383 

A  las  primeras  noticias  que  se  recibieron  del  peligro  que 
amenazaba  á  la  nación,  el  señor  Guerrero  con  una  grande 
actividad  trató  de  levantar  tropas  y  reunir  recursos  ;  pero 
la  oposición  destemplada  que  se  le  hacía  ofuscó  de  tal  modo 
los  ánimos  de  muchos  que  llegaron  á  negar  el  peligro  y 
atribuyeron  las  medidas  del  Presidente  al  deseo  interesado 
de  tener  más  tropas  para  sostenerse  mejor. 

El  27  de  julio  de  1829  desembarcó  en  Cabo  Rojo  el 
Brigadier  español  D.  Isidro  Barradas  con  cuatro  mil  hom- 
bres y  armamento  y  municiones  suficientes  para  formar 
un  numeroso  ejército,  en  el  caso  de  hallar  la  acogida  que 
aseguraban  los  emigrados. 

Entonces  nombró  el  gobierno  mexicano  al  Brigadier 
D.  Antonio  López  de  Santa  Anna,  general  en  jefe  del 
ejércitp  destinado  á  combatir  á  aquellos  extranjeros,  po- 
niendo á  sus  órdenes  al  Brigadier  D.  Manuel  de  Mier  y 
Terán  que  se  hallaba  en  Tamaulipas,  y  al  momento,  con 
un  ardor  y  una  actividad  extraordinarios,  se  embarcó  en 
Veracruz  con  menos  de  dos  mil  hombres  en  una  improvi- 
sada escuadrilla  que  habría  perecido  si  la  hubiera  atacado 
Laborde  que  era  el  comandante  de  la  española. 

Barradas  había  ocupado  ya  á  Tampico  donde  se  fortificó 
y  habiendo  atacado  á  Altamira  se  apoderó  de  la  población 
que  defendió  mal  el  General  Garza  ;  pero  en  esos  momentos 
llegó  Santa  Anna  que  aprovechando  la  ausencia  de  Ba- 
rradas atacó  el  20  de  agosto  la  ciudad  defendida  por  el 
coronel  Salmón,  y  la  habría  tomado  si  Garza  hubiese  ata- 
cado al  jefe  español  por  la  retaguardia,  antes  de  que  vol- 
viese rápidamente  sobre  el  puerto. 

Mientras  tanto,  circuló  la  noticia  de  que  habían  desem- 
barcado otras  tropas  en  las  costas  de  Huatulco,  y  que  la 
escuadra  española  había  vuelto  á  Cuba  para  recoger  otra 
división  que  habría  de  invadirá  México  por  distinto  punto; 
por  lo  que  el  gobierno  puso  á  las  órdenes  de  Bustamante 
un  ejército  de  tres  mil  hombres  que  hizo  situar  entre  Jalapa, 


384  PÉREZ   VERDÍA 

Córdoba  y  Ürizaba  para  poder  defender  oportunamente 
cualquier  sitio  de  la  costa  de  Veracruz. 
,  Por  su  parte  Santa  Anna  en  combinación  con  Terán  dio 
un  asalto  á  Tampico  el  10  de  septiembre,  que  hizo  que  al 
siguiente  día  capitularan  los  españoles,  que  entregaron 
sus  armas  y  se  comprometieron  á  evacuar  inmediatamente 
el  territorio  y  á  no  volver  á  tomar  las  armas  contra  la 
República. 

La  noticia  de  tan  glorioso  triunfo  se  recibió  en  la  capital 
el  20  produciendo  un  inmenso  entusiasmo;  el  1.®  de  oc- 
tubre llegaron  los  oficiales  Mejía,  Stávoli,  Woll  y  Beneski 
conduciendo  las  banderas  tomadas  al  enemigo,  que  fueron 
solemnemente  ofrecidas  á  Nuestra  Señora  de  Guadalupe, 
patrona  de  México  y  de  los  insurgentes ;  y  con  tan  plau- 
sible motivo  se  concedió  amnistía  á  Bravo,  Barragán  y 
demás  complicados  en  el  plan  de  Montano,  se  les  concedió 
á  Santa  Anna  y  á  Terán  las  bandas  de  generales  de  divi- 
sión que  se  les  quitó  á  Negrete  y  Echávarri,  y  se  envió  al 
general  Basadre  con  una  ridicula  comisión  de  expedir  pa- 
tentes de  corso  contra  España  á  la  isla  de  Haití,  que  no 
dio  otro  resultado  que  invertir  inútilmente  en  ella  doce  mil 
pesos.  ,  , 

Aquella  patriótica  conducta  de  Guerrero  no  fué  suficiente 
para  desarmar  á  sus  enemigos,  así  es  que  el  mismo  Bus- 
tamante  se  sublevó  con  las  tropas  que  se  le  habían  con- 
fiado y  proclamó  el  Plan  de  Jalapa  el  día  4  de  diciembre, 
en  virtud  del  cual  asumía  el  poder  y  se  declaraba  nula  la 
elección  del  presidente. 

Hallándose  Guerrero  en  situación  difícil,  tanto  por  falta 
de  recursos  pues  el  deficiente  del  presupuesto  llegaba  al 
24  p.  100,  como  por  carecer  de  sus  mejores  tropas,  se 
puso  al  frente  de  las  que  pudo  reunir,  y  dejando  en  la 
presidencia  al  señor  don  José  de  Bocankgra  nombrado  por 
el  Congreso,  salió  á  batir  á  los  rebeldes  ;  pero  habiéndose 
tramado  en  la  capital  un  movimiento  en  favor  del  nuevo 


Bf  yy  |-!  y7.'^iMUií^y^«^*^iíiy7>- 


*  HISTORIA   D£  MÉXICO  385 

plan  á  cuyo  frente  se  puso  el  general  Quintanar,  ayudados 
los  conjurados  por  D.  Ignacio  Esteva,  gobernador  del 
distrito,  el  22  de  diciembre  en  la  noche  se  hicieron  dueños 
del  gobierno,  aprehendiendo  á  Bocanegra  y  poniendo  en 
lugar  suyo  al  Sr.  D.  Pedro  Vélez  que  se  asoció  al  mismo 
Quintanar  y  á  D.  Lucas  Alamán. 

Luego  que  supo  Guerrero  este  movimiento  quiso  volver 
sobre  la  capital,  pero  se  le  pronunciaron  sus  tropas  y  tuvo 
que  huir  con  una  pequeña  escolta  de  caballería  á  las  mon- 
tañas del  Sur,  quedando  triunfante  la  revolución.  Entonces 
entró  á  la  capital  y  se  encargó  de  la  presidencia  el  i,^  de 
enero  de  1830  el  Sr.  Gral.  don  Anastasio  Bustamante, 
«  hombre  de  clara  inteligencia,  de  mucho  valor,  de  cora- 
zón muy  duro,  de  integridad  muy  grande,  »  quien  pidió  al 
Congreso  que  sancionara  el  movimiento  como  lo  hizo, 
decretando  que  había  sido  fusta  aquella  escandalosa  aso- 
nada y  que  el  Presidente  Guerrero  estaba  imposibilitado 
para  gobernar  la  nación. 

\  Tristes  inconsecuencias  de  los  partidos  políticos : 
Bustamante,  nombrado  vicepresidente  en  virtud  del 
Plan  de  la  Acordada,  acusaba  de  nula  la  elección  del 
presidente  sin  reparar  que  en  ese  caso  la  suya  no  lo  era 
menos ! 

En  medio  de  una  halagadora  situación  financiera  debida 
á  la  buena  administración  de  empleados  inteligentes  y  á 
la  entrada  abundante  de  mercancías,  se  desplegó  entonces 
una  política  intolerante  y  perseguidora  que  llenó  la  cárcel 
de  reos  políticos,  lo  que  la  hizo  llamar  por  el  padre  Al- 
puche  Bastilla  bustama?itina.  Tales  medidas  de  rigor, 
así  como  la  ilegitimidad  de  origen,  ocasionaron  una  nueva 
revolución :  Guerrero  y  Álvarez  combatían  en  el  Sur ; 
Codallos  en  el  cerro  de  Barrabás ;  Salgado  en  Michoacán  ; 
Guzmán  en  Jalisco;  D.  Francisco  Victoria  y  Rosains  en 
Puebla,  y  Márquez  y  Gárate  en  San  Luis.  Pero  el  gobierno 
destacó  fuerzas  considerables  en   su  persecución  que  lo- 

25 


386  PÉREZ    VERDÍA 

graron  vencerlos  y  sin  atender  á  sus  antecedentes,  hizo  fusi- 
lar á  los  principales  de  estos  caudillos. 

Bustamante  había  triunfado  en  muchas  partes,  y  sólo  en 
el  Sur  el  clima  y  las  balas  de  los  insurrectos  diezmaban 
sus  tropas,  por  lo  que  apeló  entonces  á  la  más  infame 
traición.  El  Ministro  de  la  Guerra  don  J.  Antonio  Fació 
hizo  entregar  la  suma  de  50.000  pesos  en  oro  por.  el 
Ministerio  de  Hacienda  al  Capitán  del  buque  sardo  Cotombo 
D,  Francisco  Picaluga,  que  se  había  comprometido  á 
entregar  á  Guerrero.  Ese  genovés  abusando  ^e  la  amistad 
invitó  á  comer  á  bordo  de  su  buque  al  antiguo  caudillo 
insurgente,  y  una  vez  pasada  la  comida  levó  anclas  del 
puerto  de  Acapulco  y  declarándolo  prisionero  lo  llevó  á 
Huatulco  donde  ya  lo  esperaba  con  tropa  el  Capitán  D.  Mi- 
guel González  á  quien  lo  entregó.  Fué  luego  conducido  á 
Oaxaca  donde  se  le  formó  un  irregular  proceso  militar, 
olvidando  que  sólo  la  Suprema  Corte  podía  juzgarlo,  así  es 
que  condenado  á  muerte  fué  fusilado  en  Cuilapa  el  día 
14  de  febrero  de  1831.  Tal  acuerdo  fué  tomado  en  Consejo 
de  Ministros,  donde  habiendo  votado  porque  se  le  fusilara 
D.  José  Antonio  Fació  y  D.  José  Ignacio  Espinosa  y  por- 
que ünicamente  se  le  desterrara  á  la  América  meridional 
D.  Lucas  Alamán  y  D.  Rafael  Mangino,  decidió  la  empa- 
tada votación  en  pro  de  la  pena  de  muerte  el  Presidente  (1). 


(1)  Gobernando  la  Nueva  Galicia  el  excelentísimo  señor  don  Francisco 
de  Ayza,  coronel  de  infantería  española,  llegaron  en  1747  al  puerto  de 
Matanchael  unos  corsarios  holandeses.  El  alcalde  mayor  de  Huetlán,  po- 
blación inmediata,  pasó  al  puerto  y  recibió  con  mil  atenciones  á  los 
corsarios,  á  fin  de  captarse  su  confianza.  Cuando  para  corresponderles 
diversos  banquetes,  el  alcalde,  que  era  el  señor  don  Pedro  de  la  Vaquera, 
les  dio  uno  en  su  casa,  al  concluir  la  comida  los  mandó  aprehender,  y  en 
número  de  diez  y  ocho  los  remitió  presos  á  Guadalajara. 

El  marqués  de  Ayza,  luego  que  supo  el  modo  aleve  de  que  se  valió 
Vaquera  para  aprehender  á  los  corsarios  de  acuerdo  con  la  ciudad  de 
Guadalajara,  los  recibió  muy  bien  y  los  condujo  á  México,  donde  por 
cuenta  del  gobierno  se  les  ministró  dinero  para  que  pudieran  volverse  á 
su  patria. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  387 

La  indignación  que  provocó  semejante  traición  fué  tan 
grande  que  el  Almirantazgo  de  Genova  declaró  traidor  y 
fuera  de  la  ley  á  Picaluga,  dando  con  eso  una  lección  de 
moralidad  á  México,  donde  quedaron  impunes  los  autores 
de  semejante  crimen. 

Una  vez  pasado  el  estupor  producido  por  tan  inesperado 
y  vergonzoso  suceso,  se  operó  una  reacción  terrible  contra 
aquel  gobierno  inmoral  que  apelaba  á  tan  criminales 
medios  para  conservarse.  El  2  de  enero  de  1832  se  pro- 
nunciaron en  Veracruz  los  Coroneles  D.  Pedro  de  Landero 
y  D.  J.  Andoneagui,  poniéndose  luego  el  General  Santa 
Anna  al  frente,  y  aunque  fué  derrotado  el  3  de  marzo  por 
el  General  Calderón  en  la  batalla  de  Tolome  en  que  mu- 
rieron aquellos  valientes  coroneles,  Santa  Anna  se  replegó 
á  Veracruz  donde  sostuvo  un  sitio  contra  fuerzas  man- 
dadas porelGral.  Fació  mientras  tanto  se  pronunciaba  en 
Texas  D.  J.  Antonio  Mejía  que  obligó  á  rendirse  á  varias 
guarniciones  del  Gral.  Mier  y  Terán;  en  Tampico  el  Gral. 
D.  Esteban  Moctezuma  que  derrotó  al  Gral.  Otero  en  el 
Pozo  de  los  Carmelitas  el  o  de  agosto  y  en  el  Sur  D.  Juan 
Álvarez.  Ante  aquella  actitud  el  Gobierno  cambió  de  Mi- 
nisterio, para  lo  cual  Bustamante  se  puso  al  frente  de  las 
tropas  siendo  electo  por  el  Congreso  para  sustituirlo  el 
Sr.  Gral.  D.  Melchor  Müzouiz  quien  empezó  sus  funciones 
el  13  de  agosto  y  designó  para  Ministros  á  los  Sres.  D. 
Francisco  Fagoaga  en  Relaciones,  D.  Ignacio  Godoy  en 
Justicia,  D.  Ignacio  Alas  en  Hacienda  y  Gral.  J.  I.  Iberri 
en  Guerra.  Esa  medida  no  satisfizo  á  la  oposición  y  si- 
guiendo la  lucha,  el  Presidente  atacó  con  valor  y  pericia  á 


El  caballeroso  genio  espafiol  se  retrata  en  el  noble  marqués  de  Ayza, 
así  como  también  el  pundonor  militar;  los  aprehendidos  eran  corsahios, 
habiaü  sido  presos  más  por  abuso  de  imprudencia  que  de  confianza,  pues 
á  Vaquera  no  le  conocían  ni  eran  sus  amigos,  y  sin  embargo,  el  capitán 
general  de  la  Nueva  Galicia  los  puso  en  libertad,  porque  habían  sido  en- 
gañados . 


388  PÉREZ   VCRDÍA 

Moctezuma  eH8  de  septiembre  en  laHacda.  del  Gallinero 
cerca  de  San  Miguel  Allende  y  aunque  él  llevaba  sólo  tres 
mil  hombres  mandados  por  los  Grales.  Arista,  Amador  y 
Duran  y  los  sublevados  eran  cerca  de  siete  mil,  los  derrotó 
completamente,  siendo  este  combate  el  más  sangriento  que 
hasta  entonces  se  registrara.  Á  pesar  de  triiinfo  tan  notable, 
la  opinión  siguió  manifestándose  en  su  contra  y  esterilizó 
los  frutos  de  esa  batalla,  pues  los  Grales.  Valencia  é  Inclán 
se  pasaron  á  los  sublevados  y  ocuparon  á  Toluca ;  S.  Luis 
cayó  en  poder  de  Moctezuma;  Guadalajara  y  Zacatecas  se 
declararon  por  Pedraza  y  finalmente  Santa  Anna  que  hizo 
levantar  á  Fació  el  sitio  de  Veracruz,  lo  derrotó  en  unión 
de  Azcárate  en  el  Palmar,  ocupó  á  Puebla  y  venció  en 
Rancho  de  Posadas  el  6  de  diciembre  al  mismo  Presidente, 
que  ^e  esa  suerte  se  vio  obligado  á  firmar  el  23  de  di- 
ciembre los  Convenios  de  Zavaleta  en  los  cuales  se  reco- 
nocía como  Presidente  á  Gómez  Pedraza  en  virtud  de  su 
elección  de  1828;  se  disponían  nuevas  elecciones  para  el 
Congreso,  y  se  comprometía  el  ejército  á  sostener  el  sis- 
tema federativo. 

¡Nueva  muestra  de  inconsecuencia  política  y  de  ver- 
gonsoza  debilidad  de  los  más  distinguidos  personajes  ! 

Bustamante  firmando  ese  tratado,  reconoció  su  usurpa- 
ción y  dejó  comprometidos  á  sus  amigos  y  partidarios;  y 
Santa  Anna  que  fué  el  primero  en  pronunciarse  descono- 
ciendo con  su  «  Grito  de  Libertad  »,  la  validez  de  la  elec- 
ción de  Pedraza,  viene  ahora  á  ser  el  que  le  llama  y  sos- 
tiene su  legitimidad! 

Uno  de  los  factores  constantes  en  todos  nuestros  tras- 
tornos, y  que  por  lo  mismo  no  faltó  en  éste,  ha  sido  el 
estado  financiero  del  país,  de  tal  suerte  que  los  deficientes 
en  ]os  presupuestos  han  precedido  siempre  á  las  revolu- 
ciones, las  cuales  además  de  haberse  podido  desarrollar 
más  fácilmente  contra  los  gobiernos  quebrados,  han  tenido 
por  principal  consecuencia  el  liquidar  las  cuentas  y  com- 


■Miit^,f^ryr'tr^'''fy'^i^^*'^  ^  ■Mii-^^-^ 


HISTORIA   DE   MÉXICO  389 

promisos  anteriores,  cortando  con  la  espada  victoriosa 
todos  los  nudos  que  el  trabajo  nacional  y  la  ciencia  econó- 
mica no  han  podido  deshacer.  Por  esto  es  que  la  paz  ha 
estado  siempre  en  relación  con  el  tanto  por  ciento  de  los 
presupuestos,  por  lo  cual  Gómez  Pedraza  llegó  á  decir  :  «  El 
dinero  es  la  paz.  » 

El  deBciente,  considerado  sólo  sobre  egresos  indispen- 
sables acreditados  á  cargo  de  la  nación,  representa  nece- 
sidades imperiosas  no  satisfechas,  y  por  eso  debe  conside- 
rársele como  un  factor  importantísimo,  aunque  no  el  único 
en  nuestras  revoluciones. 


CAPÍTULO  VIII 


Presidencia  del  señor  General  D.  Manuel  G.  Pedraza.  —  Gobierno  del 
señor  D.  Valentín  G.  Farías.  —-Pronunciamiento  por  religión  y  fueros. 
—  El  señor  General  D.  Antonio  López  de  Santa  Anna.  —  Plan  de 
Cuernavaca.  —  República  centralista.  —  El  señor  General  D.  Miguel 
Barragán.  —  Derrota  de  las  fuerzas  federales  de  Zacatecas.  —  Guerra 
de  Tejas.  —  El  señor  D.  Justo  Gorro.  —  Desastre  de  San  Jacinto.  — 
El  señor  General  D.  Anastasio  Bustamante.  —  Pronunciamiento  por 
la  Federación.  —  Guerra  con  Francia. 


En  tal  virtud  tomó  posesión  de  la  presidencia  en  Puebla 
el  27  de  diciembre  de  1832  el  Sr.  Gral.  D.  Manuel  Gómez 
Pedraza,  que  sólo  gobernó  los  tres  meses  que  faltaban  para 
que  expirara  su  período,  en  cuyo  breve  tiempo  se  dio  una 
nueva  ley  de  expulsión  de  los  españoles  que  habían  que- 
dado ó  vuelto  al  país,  y  se  hicieron  nuevas  elecciones;  pues 
se  declararon  nulas  las  que  estaban  ya  hechas  en  favor  de 
Bravo  en  quien  habían  recaído  los  votos  que  las  legisla- 
turas de  los  Estados  habían  resuelto  dar  en  favor  de  Mier 
y  Terán  que  se  había  suicidado  en  Padilla  el  3  de  julio  á 
consecuencia  de  algiín  trastorno  cerebral  producido  por 


390  PÉBEZ  YERDÍA 

desengaños  políticos  y  por  la  penosa  impresión  que  le 
causara  la  derrota  que  había  sufrido  durante  la  última 
campaña  en  Tampico  (1). 

Resultó  electo  el  Gral.  D.  Antonio  López  de  Santa  Anna; 
mas  ocupó  el  puesto  el  1.^  de  abril  de  1833  el  Vicepresi- 
dente, Sr.  Dr.  D.  Valentín  Gómez  Parías. 

Animado  el  gobierno  de  un  espíritu  de  reforma,  después 
de  haber  decretado  el  Congreso  el  destierro  de  cincuenta 
y  una  personas  sin  expresar  la  causa,  y  de  haber  autorizado 
al  ejecutivo  para  que  hiciera  otro  tanto  con  las  que  se 
hallaren  en  el  mismo  casOy  decretó  el  'patronato  de  la 
Iglesia^  pretendiendo  usurpar  la  atribución  de  proveer  los 
Obispados  y  demás  beneficios  eclesiásticos (2) ;  suprimió  la 
coacción  civil  para  el  pago  de  los  diezmos,  así  como  para  el 
cumplimiento  de  los  votos  monásticos ;  se  excluyó  al  clero 
de  la  enseñanza  pública  por  la  ley  de  19  de  octubre  y  por  la 
del  24  se  suprimió  la  Universidad,  sujetándose  los  colegios 
á  una  dirección  de  Instrucción  Pública. 

Se  crió  una  Biblioteca  pública  y  se  dispusieron  honras 
fúnebres  á  la  memoria  de  Iturbide,  permitiéndose  á  su 


(1)  El  suicidio  será  siempre  considerado  por  los  hombres  pensadores 
no  sólo  como  un  acto  inmoral,  sino  también  como  una  muestra  de  suma 
cobardía.  Por  eso  Napoleón  I  con  la  grandeza  de  su  genio  decía  con 
motivo  de  la  muerte  de  un  oficial  en  una  orden  del  día  :  «  Hágase  saber 
que  no  es  más  valiente  el  soldado  que  presenta  el  pecho  á  una  batería  de 
metralla,  que  el  que  soporta  con  constancia  los  dolores  de  la  vida.  » 

(2)  En  virtud  del  Patronato,  concedido  á  los  soberanos  de  España  por  la 
Iglesia  Romana,  la  provisión  de  obispados  se  hacía  á  propuesta  en  tema, 
por  una  sección  del  Consejo  de  Indias,  llamada  la  Cámara,  y  el  Rey  elegía 
de  la  tema  ó  fuera  de  ella,  presentando  su  candidato  al  Papa,  quien 
expedía  las  bulas.  Los  canónigos  exceptuando  los  de  oposición  se  nom- 
braban del  mismo  modo,  pero  sin  la  intervención  de  Roma.  Los  curatos 
se  proveían  abriéndose  concurso  cada  tres  anos,  y  formándose  una  terna 
de  los  opositores  aprobados  por  los  sinodales,  se  remitía  al  Virrey,  quien 
en  calidad  de  vicepatrono  elegía  el  cura  El  Obispo  sólo  podía  nombrarlos 
con  el  carácter  de  interinos  y  por  el  periodo  de  tiempo  que  transcurría  de 
un  concurso  á  otro. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  391 

familia  regresar  al  país,  reprobándose  de  tal  suerte  la 
infamia  de  Padilla. 

El  partido  puro  que  era  el  depositario  de  las  tradiciones 
insurgentes  y  que  estaba  inspirado  en  las  doctrinas  iguali- 
tarias de  la  revolución  francesa,  tendía  á  todo  trance  á 
precipitar  la  evolución  social,  destruyendo  todoa  los  pri- 
vilegios sin  contemporizar  para  nada  con  el  estado  actual 
de  las  cosas. 

El  partido  conservador  á  su  vez  se  derivaba  del  antiguo 
partido  español  amante  de  los  reyes  absolutos  y  era  por 
tanto  el  representante  de  las  ideas  coloniales  que  sostenían 
las  clases  privilegiadas,  los  monu polios  y  el  esíaíu  fuo 
político  y  administrativo. 

Entre  ambos  bandos  íiguraba  el  partido  moderado,  que 
de  acuerdo  con  los  principios  Jibi^rales,  no  se  atrevía  sin 
embargo  á  llevarlos  á  la  práctica  porque  en  su  concepto 
aun  no  era  tiempo  por  la  falta  de  preparación  sociológica, 
así  es  que  sus  escrúpulos  le  quitaban  toda  acción. 

Perfectamente  caracterizados  estos  tres  partidos,  entra- 
ron en  una  lucha  constante,  que  desde  esta  típoca  quedó 
claramente  definida. 

Aquellas  medidas  provocaron  un  gran  descontento  en  el 
partido  conservador  y  produjeron  un  pronunciamiento 
bajo  el  plan  de  Religión  y  Fueros  que  tuvo  lugar  en  Mo- 
relia  el  26  de  mayo  de  1833  bajo  las  órdenes  del  Coronel 
D.  Ignacio  Escalada,  que  fué  secunJado  en  Chalco  por  el 
i&eneral  Duran  y  el  Coronel  Unda,  Santa  Anna  salió  á  ba- 
tirlos, acompañado  del  General  Arista  quírn  se  pronunció 
y  lo  hizo  prisionero,  poniéndolo  después  en  libertad  ;  y 
más  tarde  este  mismo  proclamó  el  Plan  de  Cuernavaca 
en  virtud  del  cual  dejó  el  poder  Gómez  Farfas  tomándolo 
el  Presidente  Gral.  D.  Antonio  López  ue  Santa  Anna,  que 
deshaciendo  todo  lo  que  él  mismo  jiabía  hecho,  mostró  de 
una  manera  inequívoca  que  carecía  de  principios  políticos 
y  que  todo  lo  sacrificaba  á  su  ambición,  pues  habiendo 


392  PÉREZ    VERDÍA 

sido  el  más  acérrimo  defensor  de  la  República  federativa, 
fué  el  primero  que  la  destruyó. 

Disolvió  las  dos  Cámaras  co-Iegisladoras ;  derogó  la  ley 
del  patronato  eclesiástico,  con  lo  cual  volvieron  á  sus  dió- 
cesis algunos  obispos  fugitivos  ;  disolvió  el  tribunal  orga- 
nizado para  juzgar  al  Ministerio  de  Bustamante,  imposibi- 
litando así  toda  justicia;  repuso  la  Universidad,  reformó 
el  plan  de  estudios,  y  levantó  el  destierro  á  los  de  la  Jey 
del  caso,  para  imponerlo  en  cambio  á  Gómez  Parías,  á 
Alpuche  Infante  y  á  otros  políticos. 

Se  suprimió  la  Cámara  de  Senadores  y  se  declaró  el  Con- 
greso competente  aun  para  constituir  de  nuevo  á  la  Nación, 
motivo  por  el  cual  los  federalistas  se  declararon  contra  el 
gobierno.  Entonces  dejó  Santa  Anna  el  28  de  enero  de  1835 
en  la  presidencia  al  señor  Gral.  D.  Miguel  Barragán,  y 
después  de  estar  algún  tiempo  en  su  hacienda  de  Manga 
de  Clavo,  partió  á  combatir  las  fuerzas  federalistas  de  Za- 
catecas formadas  por  el  Gobernador  D,  Francisco  García, 
los  que  derrotó  fácilmente  cerca  de  Guadalupe  el  día  H  de 
mayo,  con  lo  que  partió  para  Guadalajara  de  donde  volvió 
á  la  capital  el  21  de  julio; 

El  cambio  operado  en  la  forma  de  gobierno  sirvió  de 
pretexto  para  la  insurrección  de  Tejas.  En  aquel  vasto  y 
despoblado  territorio,  se  hallaba  establecido  Esteban  Austín 
con  una  colonia  norteamericana,  la  que  con  grandes  pri- 
vilegios y  concesiones  creció  rápidamente,  no  existiendo 
allá  una  crecida  población  mexicana  que  pudiera  equili- 
brar el  influjo  americano,  casi  sin  relaciones  con  el  go- 
bierno nacional  tan  distante,  tan  confiado  y  tan  débil  y  se 
hizo  dueña  de  la  situación.  Disgustados  los  colonos  por 
algunas  leyes  restrictivas,  se  pronunciaron  sin  tener  dere- 
cho alguno  y  proclamaron  su  separación  de  México  y  la 
erección  de  la  República  de  Tejas,  de  la  que  fué  nombrado 
presidente  Mr.  Samuel  Houston  y  vicepresidente  D.  Lorenzo 
de  Zavala  que  de  esa  suerte  traicionó  á  su  patria. 


w^rtg-'-y^'^- -'"''' 


HISTORIA    DE   MÉXICO  393 

No  habría  llegado  el  caso  de  aquella  insurrección,  si  los 
colonos  hubiesen  contado  solamente  con  sus  escasísimos 
elementos,  pero  los  alentaba  la  protección  decidida  de  los 
Estados  Unidos  que  les  proporcionaron  armamento,  muni- 
ciones y  multitud  de  aventureros  que  tomaron  el  nombre 
de  voluntarios. 

Luego  que  se  supieron  en  México  tales  acontecimientos 
se  trató  de  enviar  un  cuerpo  de  tropas  para  que  sometiese 
á  los  rebeldes  colonos,  pero  como  el  estado  de  los  fondos 
públicos  era  demasiado  crítico,  se  hicieron  gravosos  con- 
tratos para  conseguir  el  dinero  suficiente  :  se  pidieron 
primeramente  500.000  pesos  prestados  con  un  cuarenta  y 
cinco  por  cienlo  de  réditos;  después  se  consiguieron 
200.000  á  un  breve  plazo  con  el  4  por  ciento  de  interés 
mensual ;  en  seguida  se  negoció  un  millón  de  pesos  con 
el  mismo  rédito  y  todavía  después  se  agenciaron  otros 
500.000  pesos.  Se  impuso  además  una  contribución  sobre 
la  propiedad  raíz  del  dos  al  millar. 

Santa  Anna  salió  luego  para  San  Luis  Potosí  donde 
recibió  la  noticia  de  que  los  téjanos  habían  proclamado  su 
república  independiente  y  que  habían  hecho  capitular  en 
San  Antonio  de  Béjar  al  comandante  General  D.  Martín 
Cos. 

Apresuró  entonces  sus  preparativos  de  marcha  y  en 
principios  de  1836  invadió  á  Tejas  al  frente  de  seis  mil 
hombres  con  21  piezas  de  artillería. 

A  la  vez  que  empezaba  la  campaña  murió  en  la  capital 
el  presidente  Barragán,  siendo  sustituido  por  el  Sr.  Lie. 
D.  José  Justo  Corro  que  carecía  del  carácter  enérgico  y 
resuelto  que  se  necesitaba  para  gobernar  en  tan  delicadas 
circunstancias. 

La  victoria  siguió  por  todas  partes  al  ejército  mexicano 
en  aquella  expedición,  pues  ocupó  á  Béjar  que  habían 
abandonado  los  rebeldes ;  el  7  de  marzo  tomó  el  fuerte 
del  Álamo  después  de  un  reñido  asalto ;  se  apoderó  de 


'."4^1 


394  P^REZ   VERDÍA 


la  villa  González,  Refugio,  Guadalupe  Victoria  y  de  otros 
puntos,  derrotando  á  los  téjanos  en  S.  Patricio,  el  Perdido, 
Cuates  de  Agua  dulce,  etc.  Mas  en  medio  de  aquellos  triun- 
fos, mostraba  Santa  Anna  una  ineptitud  asombrosa  :  se 
había  negado  á  admitir  capitulaciones,  tan  sólo  por  hacer 
alarde  de  sus  fuerzas  sacrificándolas  inútilmente ;  manchó 
sus  victorias  fusilando  á  todo/s  los  prisioneros,  talando 
campos  y  quemando  poblaciones,  con  lo  cual  obligaba  al 
enemigo  á  continuar  la  guerra  á  todo  trance  supuesto  que 
les  cerraba  la  puerta  para  todo  arreglo,  y  por  último  había 
diseminado  sus  soldados  en  aquel  vasto  territorio  sin 
concierto  ni  plan  militar,  de  suerte  que  los  cuerpos  de 
tropa,  pistaban  unos  de  otros,  dos,  tres  y  aun  diez  jor- 
nadas. 

Replegados  los  colonos  unidos  á  los  voluntarios  á  la 
frontera  de  los  Estados  Unidos  de  donde  recibían  dinero, 
municiones,  armas  y  aun  soldados  que  se  decían  deser- 
tores del  ejército  americano,  esperaron  el  momento  á 
propósito  y  el  día  21  de  abril  en  número  de  800  á  las 
órdenes  de  Houston,  sorprendieron  al  general  mexicano 
que  con  mil  trescientos  hombres  y  un  solo  cañón  se  hallaba 
en  las  riberas  del  río  San  Jacinto  cerca  de  Harrisbourg.  La 
derrota  que  allí  sufrió  el  ejército  mexicano  fué  completa  é 
ignominiosa,  habiendo  caído  prisionero  el  mismo  jefe,  que 
corrió  grave  riesgo  de  ser  fusilado  en  represalia. 

Este  desastre,  como  decía  muy  bien  el  Ministro  de  la 
Guerra,  no  era  sino  uno  de  tantos  lances  de  toda  campaña ; 
pero  vino  á  aumentar  su  significación,  hasta  el  grado  de 
hacerlo  decisivo,  un  conjunto  de  circunstancias  desgra- 
ciadas. Santa  Anna,  viéndose  prisionero  y  con  peligro  de 
ser  fusilado,  cometió  la  cobarde  debilidad  de  ordenar  al 
día  siguiente  al  segundo  en  jefe  don  Vicente  Filisola  que 
se  hallaba  cerca  con  tres  mil  hombres,  que  inmediatamente 
retrocediera  hasta  Béjar  á  esperar  órdenes,  y  el  general 
Fihsola  por  tal  de  salvar  al  prisionero,  y  bajo  la  influencia 


HISTORIA.   DE   MÉXICO  395 

de  que  no  era  un  soldado  común  sino  el  Presidente  de  la 
República,  en  lugar  de  marchar  inmediatamente  á  reparar 
la  derrota  de  San  Jacinto,  contramarchó,  sin  atender  á  que 
un  militar  jamás  debe  obedecer  las  órdenes  de  un  jefe  que 
ha  caído  prisionero,  ni  mucho  menos  cuando  son  contra- 
rias al  patriotismo  y  al  honor. 

Así  pues,  retirado  el  ejército  no  sólo  á  Béjar  sino  hasta 
Matamoros,  quedó  abandonado  todo  el  Estado  de  Tejas. 
Santa  Anna  después  de  varios  meses  de  prisión,  ejecutando 
actos  repetidos  de  bajeza^  reconoció  su  independencia,  lo 
que  le  valió  ser  puesto  en  libertad,  por  lo  que  volvió  á 
México  sin  que  se  le  castigase  por  su  escandaloso  compor- 
tamiento :  infame  traición,  vergonzosa  cobardía,  impericia 
militar  y  usurpación  de  atribuciones.  Entre  tanto  el 
gobierno  nacional,  luchando  siempre  con  la  penuria  no 
pudo  ó  no  supo  recuperar  aquel  territorio,  pues  aunque 
nombró  al  Gral.  D.  Nicolás  Bravo  para  que  abriese  una 
nueva  campaña,  se  vio  obligado  á  renunciar  porque  no  se 
le  facilitaron  los  elementos  necesarios. 

El  28  de  diciembre  de  ese  mismo  año  de  1836  reconoció 
España  la  independencia  de  México  y  el  día  30  se  publi- 
caron las  «  Leyes  constitucionales  »  decretadas  el  día  an- 
terior por  el  Congreso,  en  las  cuales  á  los  antiguos  Estados 
federales  se  les  daba  el  nombre  de  Departamentos ;  se 
conservaba  el  régimen  republicano  centralista,  se  aumen- 
taba el  período  presidencial  á  ocho  años  y  se  creaba  un 
Poder  Conservador  compuesto  de  cinco  miembros,  desti- 
nado á  vigilar  por  la  observancia  de  la  constitución  y  á 
mantener  á  los  otros  tres  poderes  en  la  órbita  de  sus  atri- 
buciones ;  pero  sin  los  medios  materiales  necesarios  para 
hacerse  respetar,  sin  ser  responsable  de  sus  operaciones 
más  que  á  Dios  y  pudiendo  nulificar  las  leyes,  declarar 
incapacitado  física  ó  moralmente  al  presidente  de  la  Repú- 
blica, suspender  las  sesiones  del  Congreso,  deponer  á  la 
Corte  de  Justicia,  ordenar  el  cambio  de  ministros  de  Estado, 


396  PÉREZ   VERDÍA 

etc.,  sólo  sirvió  como  un  elemento  y  agente  de  discordia. 

Hechas  las  nuevas  elecciones,  resultó  para  presidente  el 
señor  Gral.  D.  Anastasio  Büstamante,  que  había  vuelto  al 
país  pocos  meses  antes  y  que  tomó  posesión  el  12  de  abril 
de  1837,  nombrando  Ministro  de  Relaciones  al  Lie.  D.  Luis 
G.  Cuevas ;  de  Hacienda áD.  Javier  Echeverría;  de  Guerra 
al  Gral.  D.  Juan  N.  Almonte  y  del  Interior  á  D.  José  Joaquín 
Pesado. 

No  era  popular  la  nueva  constitución  ni  el  sistema  cen- 
tralista, así  es  que  bien  pronto  estalló  la  revolución  en  San 
Luis  Potosí,  pronunciándose  el  teniente  coronel  don  Ra- 
món ligarte  que  se  apoderó  de  cuantiosos  caudales  que 
había  en  la  casa  de  moneda,  poniéndose  luego  al  frente  del 
movimiento  revolucionario  el  general  don  Estaban  Moc- 
tezuma ;  pero  el  gobierno  tomó  activas  medidas  y  mandó 
á  perseguir  á  los  insurrectos  al  Gral.  D.  Mariano  Paredes 
Arrillaga,  que  derrotó  á  Moctezuma  el  26  de  mayo  en  Río 
Verde,  y  muerto  éste  en  el  combate,  capituló  Ugarte  in- 
mediatamente. Hubo  otros  movimientos  en  favor  de  la 
federación,  en  Sonora,  donde  se  pronunció  el  Gral.  Urrea, 
en  Nuevo  México  y  en  Tampico. 

Se  concedió  privilegio  á  D.  Francisco  Arrillaga  para  la 
construcción  de  una  vía  férrea  de  México  á  Veracruz,  siendo 
éste  el  primero  concedido  para  ese  género  de  empresas  y 
aunque  no  llegó  á  tener  caso  sirvió  para  fijar  la  atención 
en  obras  tan  útiles  y  trascendentales. 

En  esto  se  ocupaba  el  gobierno,  así  como  en  hacer  pre- 
parativos para  la  campaña  de  Tejas,  cuando  vino  á  pra^ 
ocupar  su  atención  la  reclamación  de  Francia,  que  en  virtud 
de  la  superioridad  de  su  fuerza,  le  hacía  á  México  cargo 
de  varias  crecidas  sumas  por  indemnización  debida  á  ciuda- 
danos franceses  que  habían  sufrido  en  las  guerras  civiles  (1). 


(1)  Se  acusaba  al  Miaisterio  Mole  que  dirigía  entonces  los  destinos  de 
Francia,  de  mostrarse  débil  y  pusilánime  con  las  potencias  extranjeras 


4JfflSm'V'i^y^'^^v--   ^,*-.'-'yW^wry^VJ!...^-J\1*'A  ".f-^w-'f"  '-■^■v'J^ 


HISTORIA  DE  MÉXICO  397 

Bustamanle  no  atendió  aquel  negocio  con  la  preferencia 
y  buena  fe  que  por  su  importancia  reclamaba,  y  poniendo 
moratorias  lo  dejó  sin  resolver,  hasta  que  el  gobierno 
francés  envió  al  Barón  Defifaudis  con  10  buques  de  guerra, 
y  le  dirigió  un  ultimátum  el  23  de  marzo  de  1838,  al  que 
contestó  el  Ministro  de  Relaciones  D.  Luis  G.  Cuevas, 
negándose  á  entrar  en  arreglos  mientras  permaneciese  la 
escuadra  francesa  en  las  aguas  mexicanas. 

En  virtud  de  esa  decorosa  respuesta  declaró  el  16  de 
abril  el  Almirante  Bazoche  que  habían  cesado  las  rela- 
ciones entre  Francia  y  México  y  que  se  hallaban  bloquea- 
dos todos  los  puertos  de  la  República.  Después  llegó  en  la 
fragata  Nereida  el  Contralmirante  Mr.  Carlos  Bandín, 
nombrado  Ministro  plenipotenciario  por  el  Rey  Luis  Fe- 
lipe, y  habiendo  pedido  una  contestación  al  ultimátum  de 
Deffaudís,  tuvo  en  Jalapa  el  14  de  noviembre  una  entre- 
vista con  el  Ministro  Cuevas. 

Ningún  resultado  dio  aquella  conferencia,  por  lo  que 
declarada  la  guerra,  rompió  la  escuadra  francesa  sus  fue- 
gos contra  San  Juan  de  Ulúa  el  27  de  noviembre  á  las  doce 
del  día. 

El  Gral.  D.  Antonio  Gaona  con  1.100  soldados  y  cua- 
renta y  siete  cañones  sostuvo  por  más  de  cuatro  horas  un 
ataque  de  la  escuadra  que  empleaba  ciento  ocho  piezas 
de  artillería,  pero  intimidado  por  .haberse  volado  el  re- 
puesto de  pólvora  del  Caballero  Alto,  capituló  cobarde- 
mente con  acuerdo  del  Gral,  D.  Manuel  Rincón,  coman- 
dante de  Veracruz.  El  gobierno  no  aprobó  la  capitulación. 


con  motivo  de  diversos  negocios  internacionales,  y  para  justificarse  de 
ese  cargo  se  escogió  á  nuestro  país  para  manifestar  energía  y  poder  En 
esa  vía,  se  quiso  también  proporcionar  al  Príncipe  de  Joinville,  hijo  del 
Rey  y  de  veinte  anos  de  edad,  oportunidad  para  iniciarse  en  la  marina,  á 
cuyo  fin  se  le  dio  el  mando  de  la  corbeta  la  Criolla^  en  el  cual  dio  mues- 
tras de  gran  valor  que  le  granjearon  desde  luego  reputación  y  popula- 
ridad. 


398  PÉREZ    y£RDÍA 

por  lo  que  siguieron  las  hostilidades,  quedando  encargado 
del  mando  del  puerto  el  Gral.  Santa  Anna  que  deseoso  de 
hacer  olvidar  sus  últimos  actos,  había  ofrecido  sus  servi- 
cios y  en  la  madrugada  del  5  de  diciembre  desembarcaron 
los  franceses  favorecidos  por  una  espesa  niebla,  con  objeto 
de  aprehender  al  jefe  mexicano,  lo  que  no  lograron,  pues 
sólo  consiguieran  sorprender  á  Arista,  retirándose  perse- 
guidos por  las  tropas  nacionales  hasta  el  muelle,  donde 
habiendo  disparado  un  cañón  cargado  con  metralla,  hirie- 
ron á  Santa  Anna  en  la  pierna  izquierda  matándole  además 
el  caballo  que  montaba. 

Ocuparon  los  franceses  entonces  á  Veracruz  que  había 
quedado  abandonado,  y  como  desgraciadamente  entre 
tanto  en  México  se  trataba  del  cambio  de  sistema  de  go- 
bierno, continuando  las  discordias  civiles,  hubo  necesidad 
de  celebrar  con  Francia  un  tratado  en  9  de  marzo  que  fir- 
maron D.  Manuel  Eduardo  de  Goroztiza,  D.  Guadalupe 
Victoria  y  Mr.  C.  Bandín,  en  virtud  del  cual,  México  se 
obligó  á  pagar  seiscientos  mil  pesos  que  no  debía. 

Así  concluyó  esta  guerra  injusta,  por  las  exorbitantes 
reclamaciones  de  unos  cuantos  subditos  franceses,  que  an- 
siosos de  enriquecerse  á  costa  del  país,  pedían  por  indem- 
nización lo  que  apenas  habrían  soñado  tener,  al  grado  de 
que  un  pastelero  reclamaba  más  de  sesenta  mil  pesos  que 
decía  le  habían  robado  á^  pasteles  en  un  pronunciamiento. 
Y  eran  tan  exageradas  las  pretensiones  de  Francia,  que 
todavía  pagados  los  créditos  fabulosos  del  pastelero  y 
otros,  conservó  varios  años  cerca  de  doscientos  mil  pesos 
sin  entregarlos  porque  no  había  quien  los  reclamara  (i) ! 


(1)  «  En  la  época  de  la  expedición  de  San  Juan  de  Ulúa,  había  ya  dis- 
minuido considerablemente  el  gobierno  francés  la  cuenta  de  sus  reclama- 
ciones por  sus  subditos  reduciéndola  á  tres  millones  (de  francos).  Pues 
bion,  cuando  el  ministerio  de  Negocios  Extranjeros  tuvo  que  hacer  el  re- 
parto de  esos  tres  millones  (♦  600,000),  encontró  que  en  realidad  no  había 


^im 


HISTORIA   DE    MÉXICO  399 

La  historia  se  enrtir|jó  de  vengar  á  México  llamando  á 
esta  agresión  ¡guerra  de  los  pasteles ! 


CAPÍTULO  IX 


Vuelve  Santa  Anna  á  la  presidencia.  —  Batalla  de  Acajcle  y  ocupación  de 
Tampico.  —  El  Sr.  Gral,  D.  Nicolás  Bravo-  —  Pronunciamiento  en  la 
capital.  —  Pronunciainienlo  del  GraL  Paredes  en  Guadalajíim.  —  El 
Sr.  D.  Javier  Echeverría,  ^~  Es  nombradíi  de  nuevo  Santa  Ann^i  presi- 
dente. —  Segregación  y  campaña  del  Esíadü  de  Yucatán.  —  El  Sr.  D, 
Nicolás  Bravo.  —  Disolución  del  Gonyreáo.  —  Bases  Orginicaa.  — 
Yucatán.  —  El  Gral.  D»  Valentín  Caníüizo,  -^  Nueva  insurrección  en 
Guadalajara. 


La  revolución  continuaba  aumentando  sus  elementos 
de  tal  suerte,  que  el  Gral.  Bustamante  se  vio  obligado  para 
reprimirla  á  salir  para  Tampico  dejando  el  18  de  marzo  de 
1839  en  la  presidencia  al  Gral.  D,  Amomü  López  de  Santa 
Anna,  que  se  había  rehabilitado  por  la  herida  que  recibió 
en  Veracruz. 

El  30  de  abril  salió  íambit?n  Santa  Anna  de  México  para 
Puebla  á  atacar  á  los  sublevados,  y  el  3  de  mayo  derrotó 
el  Gral.  D.  Gabriel  VaJencia  en  Acajete  al  valiente  Gral. 
D.José  Antonio  Mejía  íl  quien  inmediatamente  hizo  fusi- 
lar. Á  este  triunfo  se  siguió  el  que  alcanzó  el  GraL  Arista 
ocupando  á  Tampico  el  4  de  julio,  con  lo  que  la  revolu- 
ción parecía  terminada. 

Viendo  Santa  Anna  que  no  volvía  Bustamante,  entrego 
el  poder  interinamente  al  Sr.  Gral.  D,  Nicolás  Bravo  que 
sólo  gobernó  del  10  al  19  de  julio  en  que  volvió  el  Presi- 
dente constitucional.  ^ 


que  pagar  más  que  dos  (j  lUD.OüO).  Sobraba  puesi  un  millón  que  más  tarde 
fué  empleado  en  aliviar  nuestras  oíras  necesidadeH.  » (Thierij  Discurso  en 
el  Parlamento  del  9  de  junio  de  iS67.) 


400  PÉREZ   VERDÍA 

No  duró  mucho  la  paz,  pues  el  15  de  julio  de  1840  se 
pronunciaron  en  México  Urrea  y  Gómez  Parías,  que  se 
apoderaron  del  palacio  y  del  mismo  general  Bustamante, 
á  quien  al  fin  pusieron  en  libertad  estableciendo  el  go- 
bierno en  San  Agustín  después  de  15  días  de  tirotearse 
desde  lo  alto  de  los  edificios,  sin  que  pudiese  triunfar  la 
rebelión. 

Con  ese  motivo  dirigió  al  Presidente  una  carta  en  25  de 
agosto  el  Sr.  D.  José  María  Gutiérrez  de  Estrada,  manifes- 
tándole que  en  su  concepto  no  era  posible  la  República  en 
México  y  debía  establecerse  una  monarquía  con  un  prín- 
cipe extranjero ;  cuya  carta  originó  tal  disgusto  y  excita- 
ción que  su  autor  tuvo  que  esconderse  y  salir  luego  del 
país,  para  ir  veintitrés  años  más  tarde  al  palacio  de  Mira- 
mar  á  ofrecerle  al  Archiduque  Maximiliano  la  corona  que 
soñaba  como  la  panacea  de  nuestros  infortunios. 

De  nuevo  se  turbó  la  paz  el  8  de  agosto  de  1841  en  que 
se  pronunció  en  Guadalajara  el  Gral.  D.  Mariano  Paredes 
Arrillaga,  cuyo  movimiento  fué  secundado  el  31  por  el 
Gral.  Valencia  en  la  cindadela  y  por  Santa  Anna  el  8  de 
septiembre,  que  se  apoderó  del  castillo  de  Perote,  por  lo 
que  dio  el  Congreso  licencia  á  Bustamante  para  ponerse 
al  frente  de  las  tropas,  quedando  interinamente  encargado 
del  poder  el  18  de  septiembre  el  señor  don  Javier  Eche- 
verría que  permaneció  hasta  el  10  de  octubre,  pues  ha- 
biéndose pronunciado  la  tropa,  huyó  Bustamante  y  quedó 
triunfante  el  plan  que  se  formó  en  Tacubaya  en  virtud  del 
cual  se  declaró  que  habían  cesado  los  poderes  legislativo 
y  ejecutivo  y  que  una  junta  nombraría  un  Presidente  pro- 
visional. Esta  revolución  de  conservadores  contra  conser- 
vadores, nació  por  el  disgusto  de  una  contribución  en  que 
se  imponía  el  15  p.  0/0  de  aumento  á  la  importación  de 
efectos  extranjeros  y  pudo  desarrollarse  al  abrigo  del  defi- 
ciente de  las  rentas  públicas  que  en  1840  fué  del  34  p,  0/0, 
elevándose  en  el  siguiente  año  al  37. 


k 


MÉ:^^.^.  .  -...  .,.:    .^  .  ..._.^.  -     -  -'^Ái 


-úSkl 


'^Wy-'-"'     "^ ^  ^  ~   ^r-^^----,fry-';f^'-'í*:*'^^-WJS'^^- 


HISTORIA   DE  MÉXICO  401 

Esa  junta  nombró  al  General  D.  Antonio  López  de  Santa 
Anna,  que  gobernó  hasta  el  6  de  octubre  de  1842,  en  cuyo 
día  salió  para  su  hacienda  dejando  en  el  gobierno  al  señor 
General  D.  Nicolás  Bravo,  que  estuvo  hasta  el  5  de  mayo 
del  año  siguiente. 

El  Congreso  se  había  reunido  el  día  10  de  junio  y  había 
formado  un  proyecto  de  constitución  liberal  que  no  agra- 
daba al  gobierno,  por  lo  cual  el  ministro  de  la  guerra  Tor- 
nel  hizo  que  la  misma  tropa  se  pronunciara  en  Huexotzingo 
pidiendo  la  disolución  del  Congreso  y  la  reunión  de  una 
junta  de  notables ;  y  como  aquel  simulado  pronuncia- 
miento naturalmente  fué  secundado  en  muchas  partes, 
aparentando  el  gobierno  obsequiar  la  opinión  nacional^ 
disolvió  la  Asamblea  el  11  de  diciembre. 

El  6  de  enero  de  1843  se  instaló  la  Junta  de  notables 
compuesta  de  sesenta  y  nueve  personas  y  habiéndose  ocu- 
pado de  constituir  á  la  nación,  dio  el  12  de  junio  un  nuevo 
código  centralista  que  se  llamó  de  «  Las  Bases  Orgánicas  » 
y  conforme  á  él  se  hicieron  elecciones,  resultando  electo 
de  nuevo  el  mismo  General  Santa  Anna. 

Con  motivo  del  cambio  de  forma  de  gobierno,  se  había 
rebelado  el  Estado  de  Yucatán,  que  se  sentía  lastimado, 
porque  el  Presidente  Bustamante  en  1837  había  decretado 
un  nuevo  Arancel  de  Aduanas  que  violaba  la  concesión 
que  á  ese  respecto  se  había  otorgado  en  1823  al  celebrar  el 
pacto  de  unión  con  la  República;  además  las  contribu- 
ciones impuestas  para  la  guerra  de  Tejas,  el  reclutamiento 
militar  y  el  estanco  del  tabaco,  eran  otros  tantos  motivos 
de  disgusto  profundo. 

Triunfante  una  sedición  local,  la  nueva  Legislatura  de 
Yucatán  declaró  en  4  de  marzo  de  1840  que  mientras  las 
instituciones  federales  no  fuesen  restablecidas  en  la  Repú- 
blica Mexicana,  Yucatán  permanecería  separado  de  la 
Unión.  Rivas  Zayas  se  opuso  en  Campeche  á  aquella  deci- 
sión, pero  fué  sitiado  por  López  de  Llergo  é  Imán  y  tuvo 

2o 


402  PÉREZ    VERDÍA 

que  evacuar  la  plaza  con  lo  que  quedó  victoriosa  la  revolu- 
ción. 

El  gobierno  mexicano  cerró  por  tal  motivo  los  puertos 
-"de  Campeche  y  Sisal  al  comercio  extranjero  y  declaró  pi- 
ratas los  buques  del  Estado  rebelde,  con  lo  cual  se  le  origi- 
naron gravísimos  perjuicios  que  aumentaron  su  resenti- 
miento, al  grado  de  aprobarse  en  la  Cámara  de  Diputados 
el  1.®  de  octubre  de  1841  la  erección  de  aquel  Estado  en 
República  independiente. 

Entonces  mandó  Santa  Anna  al  Lie.  D.  Andrés  Quintana 
Roo  comisionado  para  ajuslar  algún  arreglo,  pero  no  ha- 
biendo aprobado  el  tratado  que  celebró,  se  rompieron  por 
fin  las  hostilidades  en  el  siguiente  año,  enviando  á  las  cos- 
tas de  Yucatán  una  escuadrilla  de  cuatro  buques  y  tres 
transportes,  mandada  por  D.  Tomás  Marín  con  una  divi- 
sión á  las  órdenes  del  Gral.  D.  Juan  Morales,  la  que  se 
apoderó  en  seguida  del  Carmen. 

Nuevos  refuerzos  llegaron  luego  mandados  por  el  Gral. 
D.  Vicente  Miñón,  quien  sólo  se  ocupó  en  sitiar  inútil- 
mente á  Campeche  hasta  febrero  de  1843  en  que  fué  sus- 
tituido en  el  mando  por  el  Gral.  D.  Matías  Peña  y  Barra- 
gán. Éste  atacó  el  Norte  de  la  península,  derrotó  en 
Teskokob  á  los  separatistas  mandados  por  el  valiente  López 
de  Llergo,  y  avanzó  sobre  Mérida ;  pero  en  tan  buena  si- 
tuación, cobardemente  capituló  sólo  porque  le  hicieron 
saber  falsas  noticias  de  la  aproximación  imaginaria  de  mi- 
llares de  indios  peninsulares.  Ampudia  que  llegaba  en  tales 
momentos  á  tomar  el  mando,  no  hizo  otra  cosa  que  cele- 
brar un  convenio  evacuando  aquel  Estado  en  cambio  del 
compromiso  del  gobierno  rebelde  de  enviar  comisionados 
á  México  á  terminar  las  diferencias.  Así  se  hizo  y  por  fin 
de  tantos  desaciertos  celebró  el  gobierno  nacional  un  arre- 
glo en  diciembre  de  1843. 

A  la  vez  procuraba  Santa  Anna  distraer  la  atención  pü-* 
blica  de  su  mala  administración,  de  sus  ruinosos  contratos 


HISTORIA   DE   MÉXICO  403 

y  de  su  inmoral  conducta,  llamándola  sobre  la  guerra  de 
Tejas  que  anunciaba  iba  áproseguir,  bastando  el  solo  anun- 
cio de  tal  campaña  para  que  el  Ministro  americano  en  México 
Mr.  Shannon,  que  carecía  de  dotes  diplomáticas,  decla- 
rase que,  estando  pendiente  el  asunto  de  la  agregación  de 
Tejas  á  los  Estados  Unidos  que  vivamente  la  deseaban,  pro- 
testaba contra  toda  agresión  á  aquel  territorio. 

En  el  gobierno  había  dejado  el  Dictador  al  Gral.  D.  Va- 
lentín Canalizo  que  presidió  los  destinos  de  México  desde 
el  4  de  octubre  de  1843  hasta  el  4  de  junio  de  1844  en  que 
aquél  volvió  de  su  hacienda.  Sólo  unos  meses  permaneció 
en  la  capital,  durante  los  cuales,  habiéndole  negado  el  Con* 
greso  la  facultad  de  imponer  nuevas  contribuciones  como 
lo  pretendía,  le  tomó  un  odio  profundo,  declarándose  am- 
bos poderes  en  abierta  hostilidad;  el  12  de  septiembre  se 
ausentó  de  nuevo  quedando  provisionalmente  en  el  poder 
el  Sr.  D.  José  Joaquín  de  Herrera  mientras  llegaba  de  San 
Luis  el  Gral.  Canalizo  que  se  encargó  del  gobierno  el  día  24. 

Las  onerosas  contribuciones,  el  enorme  déficit  del 
51  p.  0  0  en  los  gastos  administrativos,  la  dictadura  mili- 
tar, los  despóticos  actos  del  gobierno  y  la  continua  viola- 
ción de  las  leyes,  provocaron  un  general  disgusto  del  que 
fué  una  manifestación  la  solicituü  que  en  octubre  hizo  la 
Junta  departamental  de  Guadalajara,  para  que  se  revisasen 
los  actos  del  Presidente.  Y  como  si  no  fuera  bastante,  el 
1.**  de  noviembre  se  pronunció  en  la  misma  ciudad  el  Co- 
mandante general  del  Estado  D.  Mariano  Paredes  Arrillaga 
adhiriéndose  á  la  iniciativa  de  la  Junta  y  pidiendo  que  se 
separase  del  gobierno  el  general  Santa  Auna. 

Apenas  supo  éste  aquel  suceso  en  su  hacienda  de  Manga 
de  Clavo,  cuando  con  gran  actividad  salió  para  Querélaro  al 
frente  del  ejército,  sin  pedir  licencia  al  Congreso,  lo  que 
aumentó  el  disgusto  é  hizo  estallar  en  la  Asamblea  una 
potente  oposición  sostenida  por  los  distinguidos  oradores 
Llaca,  Olaguíbel,  Pedraza,  Otero,  Morales  y  de  la  Rosa, 


404  PÉREZ    VEBDÍA 

Puebla  secundó  el  día  3  de  diciembre  el  movimiento  de 
Ouadalajara  y  en  México  se  pronunciaron  varios  batallones 
y  el  pueblo  en  masa  el  5,  poniendo  al  frente  del  gobierno 
como  presidente  del  Consejo  al  Sr.  D.  José  Joaquín  dk 
Herrera  á  quien  al  día  siguiente  le  dejó  Canalizo  el  poder. 

Santa  Anna  que  supo  en  Silao  el  día  9  el  pronuncia- 
miento de  México,  en  vez  de  seguir  su  camino  para  Guada- 
lajara,  volvió  sobre  la  capital  al  frente  de  doce  mil  hombres, 
pero  no  atreviéndose  á  atacarla  marchó  sobre  Puebla,  que 
defendida  por  e^  general  Inclán  se  sostuvo  desde  el  4  de 
enero  de  1845  hasta  el  12  del  mismo  mes  en  que  tuvo  que 
levantar  el  sitio  obligado  por  los  generales  Paredes  y 
Bravo. 

Por  haber  sido  rechazadas  las  proposiciones  que  hizo  al 
gobierno,  abandonó  á  sus  tropas  y  fugitivo  se  retiró  para 
Veracruz,  pero  fué  reconocido,  y  aprehendido  en  los  alre- 
dedores de  Tlahuistlán  cerca  de  Jico  por  el  comandante 
D.  Amado  Rodríguez  y  llevado  preso  al  castillo  de  Perote» 
donde  estuvo  hasta  el  27  de  mayo  en  que  salió  para  el  des- 
tierro que  le  impuso  la  Cámara. 


CAPITULO  X 


El  Sr.  Gral.  D.  José  J.  de  Herrera.  —  Declaración  de  la  guerra  entre  México 
y  los  Estados  Unidos.  —  Pronunciamiento  del  general  Paredes  en  San 
Luis. —  Es  nombrado  Presidente  de  la  República.  — -  Sus  tendencias  paira 
estal)lecer  la  monarquía.  —  Batallas  de  Palo  Alto  y  la  Uesaca.  —  Pro- 
nunciamiento en  Guadalajara  y  su  triunfo.  —  El  Sr.  Gral.  D.  Mariano 
Salas.  —  El  Sr.  ü.  Valentín  Gómez  F'arías.  —  El  Gral.  Santa  Anna  se 
pone  al  frente  del  ejército  nacional.  —  Batdla  de  la  Angostura.  —  Pro- 
nunciamiento de  los  Polkos. 


Durante  la  administración  del  señor  Herrera  se  hizo  la 
declaración  de  la  guerra  con  los  Estados  Unidos,  cuyo  su- 


,  PJ"¿  ■  ■     '.'v.  '^''  -'^^  ^   T*Tr*~M-     f-r-; w-^rv-^-^-  w-  -  ' j 


HISTORU   DE  MÉXICO  405 

ceso  es  una  de  las  más  odiosas  injasticias  que  por  la  fuerza 
han  cometido  con  México  las  naciones  más  poderosas. 

Como  lo  llegó  á  prever  el  Conde  de  Aranda,  los  Estados 
Unidos  habían  tratado  de  extender  sus  dominios,  á  cuyo 
efecto  adquirieron  poco  á  poco  por  diversos  títulos  la 
Luísiana,  las  Floridas  y  el  Oregón  y  aun  no  satisfechos 
trataron  de  ocupar  á  Tejas.  Ofreció  el  ministro  Poinsset 
comprar  al  Gobierno  aquel  Estado  en  1825  y  en  1827,  y 
aunque  volvió  á  ofrecerse  de  nuevo  un  arreglo,  lo  rechazó 
México,  de  suerte  que  entonces  aquella  gran  nación  adoptó 
otra  vía  que  siendo  menos  directa  era  sin  embargo  mucho 
más  infame. 

Procuró  primero  la  insurrección  de  los  colonos  contra 
toda  justicia,  favoreciéndolos  como  queda  dicho,  hasta  el 
grado  de  hacer  que  el  general  Gaínes  ocupara  con  sus  tro- 
pas á  Nacogdoches  en  plena  paz,  invadiendo  de  esta  suerte 
el  territorio  nacional.  Reconoció  luego  la  independencia 
de  Tejas,  y  celebró  en  seguida  con  la  nueva  República  un 
tratado  con  fecha  12  de  abril  de  1844,  en  virtud  del  cual 
quedaba  anexada  á  la  Unión^  con*cuya  conducta  ofendió 
tan  gravemente  á  México  que. el  ministro  don  Manuel 
Eduardo  de  Goroztiza  pidió  sus  pasaportes  y  cortó  rela- 
ciones. 

Las  Cámaras  americanas  reprobaron  el  tratado  de  anexión 
celebrado  con  Tejas,  tan  inicuo  así  era ;  pero  obstinado 
aquel  Gobierno  en  la  idea,  sólo  varió  de  medio,  pues  hizo 
entonces  que  en  la  Cámara  de  diputados  se  propusiera  la 
agregación  á  la  Unión  de  dicho  territorio,  y  como  fuese 
aprobada  en  sesión  de  l.<^de  marzo  de  1845,  por  una  mayo- 
ría de  veintidós  diputados  y  únicamente  de  dos  senadores, 
quedó  consumada  la  iniquidad.  No  contenta  aún  aquella 
poderosa  nación,  le  dio  al  nuevo  territorio  una  extensión 
que  jamás  tuvo,  haciéndolo  lindar  con  el  río  Bravo  del 
Norte,  de  tal  suerte  que  cuando  del  modo  más  contrario  al 
Derecho  Internacional  violábalas  fronteras  mexicanas  intro- 


406  PÉREZ   VERDÍA 

duciendo  sus  ejércitos  hasta  las  riberas  del  Bravo,  tíngía 
hipócritamente  creer  que  era  México  quien  violaba  las 
suyas,  para  de  esa  suerte  de  agresor  que  era,  convertirse 
en  agredido.  Por  estas  causas  se  declaró  la  guerra  entre  las 
dos  Repúblicas  á  mediados  de  1846. 

Todavía  fingieron  los  Estados  Unidos  querer  la  paz  y 
nombraron  á  Mr.  Johon  Slidell  Ministro  Plenipotenciario 
en  México,  mas  porque  no  se  le  quiso  recibir  como  á  tal, 
sino  sólo  como  á  Enviado  especial  y  extraordinario,  supuesta 
la  interrupción  de  las  relaciones  diplomáticas  entre  los  dos 
países,  llegó  á  decirse  que  el  gobierno  mexicano  no  quería 
la  paz. 

El  Presidente  Herrera,  con  grandes  dificultades,  pues  la 
escasez  de  recursos  era  tal  que  las  rentas  eran  insuficientes 
en  un  23  p.  0/0  para  cubrir  las  solas  necesidades  ordina- 
rias de  la  Administración,  reunió  un  cuerpo  de  tropas  de 
seis  mil  hombres  que  á  las  órdenes  del  General  Paredes 
Arrillaga,  salió  para  la  frontera;  pero  movido  éste  por 
bastardas  ambiciones,  se  pronunció  en  San  Luis  Potosi  el 
14  de  diciembre  de  1845  y  dando  la  espalda  al  enemigo 
extranjero  volvió  sobre  la  capital,  donde  por  haber  secun- 
dado el  plan  la  guarnición,  entró  triunfante  el  día  2  de 
enero  siguiente. 

Tomó  la  presidencia  D.  Mariano  Paredes  Arrillaga,  quien 
habiendo  puesto  por  pretexto  de  su  rebeUón  que  la  admi- 
nistración del  señor  Herrera  no  atendía  la  guerra  extran- 
jera con  el  cuidado  que  reclamaba,  no  por  eso  se  ocupó 
más  de  ella ;  pues  adicto  á  la  forma  de  gobierno  monár- 
quica, trató  de  establecerla  en  aquellos  tan  críticos  ins- 
tantes, emprendiendo  negociaciones  en  favor  del  Infante 
D.  Enrique,  hermano  del  esposo  de  Doña  Isabel  II,  y  fo- 
mentando imprudentemente  los  odios  de  los  partidos  polí- 
ticos, precisamente  cuando  la  unión  de  los  mexicanos  era 
más  necesaria.  De  acuerdo  el  Gobierno  Español  con  el 
partido  conservador  le  ayudó  eficazmente  á  la  realización 


b.. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  40T 

de  sus  propósitos  invirtiendo  el  Ministro  de  aquel  Reina 
más  de  cien  mil  pesos  en  intrigas  políticas.  El  mismo  día 
1.®  de  enero  volvió  el  Estado  de  Yucatán  ¡l  separarse  íle  la 
República  porque  el  Gobierno  no  respeío  las  bases  de 
arreglo  ajustadas  dos  años  antes»  y  aunque  en  julio  inme- 
diato se  reanudaron  las  buenas  reíacioneSj  en  diciembre 
siguiente  se  pronunció  Campeclie  proclamando  la  neutra- 
lidad del  Estado  en  la  guerra  americana,  pronunriamiento 
innoble  y  egoísta  que  fué  secundado  parios  indiof?  arma- 
dos al  efecto  por  los  separatistas,  y  (|ue  triunfó  fáctlmentí? 
aunque  dejando  en  Yucatán  regueros  de  sangre  y  la  semilla 
fecunda  de  la  guerra  de  castas  que  tantas  desgracias  habría 
de  producir  allí,  en  México  una  dificultad  poli  tica  más,  y 
en  la  historia  una  página  de  ignominia. 

Se  convocó  un  Congreso,  se  fundo  un  periódico  monar- 
quista llamado  El  TiempOy  á  la  vez  que  Slidell  volvía  con 
sus  pretensiones  de  ser  recibida  coma  Plenipotenciario^ 
que  de  nuevo  fueron  rechazadas,  y  se  mando  un  ejército  á 
Matamoros,  mandado  por  el  General  D.  Pedro  Ampudia. 

El  ejército  americano  á  las  órdenes  del  deneral  D.  Zaca- 
rías Taylor  rompió  al  fin  las  hostilidades  ocupando  el  4  de 
marzo  el  Frontón  de  Santa  IsabeK 

Arista  que  había  reemplazado  en  el  mando  á  Ampudia^ 
pretendió  entonces  batir  al  enemigo  en  detalle,  aprove- 
chando la  circunstancia  de  hallarse  dividido,  por  estar  una 
parte  en  el  Frontón  á  las  inmediatas  órdenes  ile  Taylor  y 
el  resto  frente á  Matamoros;  atravesó  con  ese  íin  el  Bravo, 
mas  careciendo  de  botes  para  trasportar  las  tropas  y  no 
pudiendo  disponer  más  que  de  dos  canoas,  perdió  un  día 
entero  en  el  paso  del  río,  en  cuyo  tiempo  se  apercibí i')  el 
enemigo  del  plan  de  ataque  é  incorporando  sus  tropas  liizo 
fracasar  aquella  combinación.  En  el  punto  llamado  Pala 
Alto  se  encontraron  ambos  combatientes  el  día  8  de  mayo 
de  1846,  rompiéndose  los  fuegos  á  las  tres  de  la  tarde  :  las 
fuerzas  mexicanas  se  componían   de   tres   mil  hambres, 


408  PÉBEZ   VERDÍA 

número  igual  aproximadamente  alas  de  Taylor;  pero  éstas 
con  una  artillería  más  numerosa  y  con  un  armamento  muy 
superior  hacían  mil  estragos  en  las  filas  nacionales,  mien- 
tras que  se  hallaban  fuera  del  alcance  de  los  tiros  de 
nuestra  fusilería,  así  es  que  después  de  más  de  tres  horas 
de  combate  se  introdujo  el  desordenen  nuestras  tropas  que 
abandonaron  el  campo,  replegándose  á  una  colina.  Por 
fortuna  las  sombras  dé  la  noche  impidieron  que  los  ame- 
ricanos consumaran  la  derrota, 

Al  siguiente  día  emprendió  Arista  su  vuelta  para  Mata- 
moros'  en  presencia  del  enemigo,  que  á  cosa  de  las  cuatro 
y  media  de  la  tarde  avanzó  sobre  las  fuerzas  mexicanas 
que  se  hallaban  en  la  Resaca  de  Guerrero;  pero  no  creyendo 
el  General  en  jefe  que  se  tratara  de  un  serio  combate,  sino 
más  bien  de  un  reconocimiento,  dio  al  General  D.  Rómulo 
Díaz  de  la  Vega  instrucciones  para  la  resistencia  y  se  ocupó 
en  despachar  su  correo.  Nada  era  sin  embargo  más  falso 
que  aquella  creencia,  pues  los  americanos  favorecidos  por 
un  bosque  acometieron  bruscamente  el  campamento,  y  los 
soldados  mexicanos  que  la  víspera  habían  peleado  heroica- 
mente, se  desbandaron  en  ese  día,  desmoralizados  por  mil 
falsos  rumores  que  habían  circulado  de  que  iba  á  come- 
terse una  traición,  y  de  que  se  les  entregaría  á  mansalva 
en  poder  de  sus  contrarios. 

Cuando  después  de  haber  caído  prisionero  Díaz  de  la 
Vega,  y  de  ser  infructuosos  los  esfuerzos  de  Ampudia  para 
contener  la  fuga,  se  convenció  Arista  de  su  error,  se  puso 
al  frente  de  las  caballerías  y  dio  una  carga  valerosa,  pero 
sin  fruto,  pues  estaba  consumada  la  derrota,  cayendo  en 
poder  de  los  americanos  las  municiones  y  la  artillería. 

Se  retiró  de  allí  para  Matamoros,  cuya  plaza  abandonó 
el  16,  tanto  porque  se  juzgó  indefendible,  como  por  el 
-estado  de  desmoralización  del  ejército ;  así  es  que  la  ocupó 
el  enemigo  el  18,  encontrándose  allí  municiones,  artillería 
y  400  heridos  y  enfermos   que  hubo  necesidad  de  dejar 


r^r- 


HISTORIA   DE  MÉXICO  409 

abandonados  por  falla  de  bagajes.  Á  Arista  se  le  sometió  á 
juicio,  por  lo  que  entregó  el  mando  el  3  de  junio  al  General 
D.  Francisco  Mejía  que  de  Linares  se  retiró  á  Monterrey 
donde  en  el  mes  de  agosto  fué  sustituido  por  Ampudia. 

Entre  tanto  el  20  de  mayo  se  pronunció  en  Guadalajara, 
el  Gral.  D.  José  María  Yáñez  al  grito  de  muera  el  principe 
extranjero,  y  habiendo  salido  á  batirlo  el  Presidente,  dejó 
encargado  del  Gobierno  el  27  de  julio  al  Sr.  D.  Nicolás 
Bravo  ;  pero  habiéndose  pronunciado  el  4  de  agosto  en  la 
ciudadela  el  General  Salas,  tuvo  Paredes  que  huir,  hasta 
que  por  haber  caído  prisionero  fué  desterrado.  En  aquel 
año  el  deficiente  del  presupuesto  alcanzó  al  38  p,  i 00. 

Se  encargó  entonces  del  Gobierno  D.  Mariano  Salas  quien 
convocó  un  Congreso  que  reunido  el  6  de  diciembre  nom- 
bró Presidente  al  General  Santa  Anna,'que  en  agosto  había 
vuelto  al  país ;  pero  no  queriendo  ejercer  sus  funciones, 
porque  prefirió  marchar  contra  el  invasor,  entró  á  la  presi- 
dencia el  24  de  diciembre  de  1846  el  Sr.  D.  ValExNtín  Gómez 
Farías,  nombrado  vicepresidente;  y  mientras  luchaba  con 
todo  empeño  en  la  capital  contra  la  falta  absoluta  de 
recursos,  Santa  Anna  partió  con  3.000  hombres  para 
San  Luis  Potosí.  Ampudia  había  tenido  necesidad  de  ren- 
dirse en  Monterrey  celebrando  el  25  de  septiembre  una 
honrosa  capitulación  después  de  defenderse  varios  días  en 
los  que,  si  algunos  generales  se  mostraron  ineptos  ó  co- 
bardes, los  soldados  todos  dieron  muestras  de  valor  y 
entereza ;  de  manera  que  á  poco  de  haber  llegado  Santa 
Anna  á  San  Luis,  se  le  incorporó  también  á  fines  de  oc- 
tubre Ampudia  con  4.000  hombres. 

Permaneció  en  esa  ciudad  el  General  en  jefe  por  más  de 
tres  meses  reuniendo  nuevas  fuerzas,  disciplinándolas  y  aten- 
diendo con  el  mayor  esmero  á  su  equipo  y  buena  organiza- 
ción ;  pero  sin  formar  un  plan  militar  ni  nada  de  lo  que 
más  importaba;  así  es  que  sin  comprender  que  el  enemigo 
podía  de  un  día  á  otro,  como  ya  se  anunciaba,  cambiar  el 


410  PÉREZ   YERDÍA 

teatro  de  sus  operaciones  del  Norte  al  Oriente,  ordenó  al 
general  Parrodi  que  abandonara  á  Tampico,  puerto  de 
mucha  importancia,  para  replegarse  á  Tula,  que  carecía  de 
significación.  Hízose  así  y  al  punto  se  apoderaron  los  ame- 
ricanos de  aquella  interesante  plaza,  cuya  ocupación  los 
decidió  á  atacar  á  Veracruz,  teniendo  aquel  puerto  de 
escala. 

El  27  de  diciembre  ocupó  el  Coronel  Doniphan  á  Paso 
del  Norte  marchando  en  fines  de  febrero  sobre  Chihuahua, 
cuya  ciudad  tomó  el  l.°de  marzo  de  1847  después  de  la 
batalla  del  Rancho  de  Sacramento,  en  que  derrotó  al  Coro- 
nel Heredia  y  al  gobernador  Trias;  el  General  Kearnay 
invadió  á  Nuevo  México  en  agosto  de  1846,  á  la  vez  que  el 
Coronel  Fremont  se  internaba  en  California,  declarándola 
parte  de  la  Unión,  y  ocupaba  á  San  Francisco  el  9  de  julio 
ayudado  por  la  escuadra  mandada  por  el  Comodoro  Sloat. 

Entre  tanto,  se  manifestaba  por  desgracia  en  el  país 
cierta  frialdad  y  falta  de  patriotismo,  pues  sólo  los  Estados 
de  Jalisco,  Guanajuato,  Michoacán,  Querétaro,  San  Luis, 
Aguascalientes  y  el  Distrito  Federal  proporcionaron  su 
respectivo  contingente  de  sangre  fuera  de  aquellos  otros 
que  rechazaban  la  invasión  en  su  mismo  territorio;  y  en  la 
capital  se  hostilizaba  al  gobierno  porque  apelaba  á  medi- 
das severas  para  lograr  del  clero  una  cantidad  que  no 
había  querido  prestar. 

El  28  de  enero  de  1847  empezó  íí  salir  de  San  Luis  el 
ejército  para  ir  á  atacar  á  Taylor;  se  componía  de  18.000 
hombres  mandados  por  los  generales  Santa  Anna,  Mora  y 
Villamil,  Micheltorena,  Blanco,  Corona  (don  Antonio), 
Pacheco,  Loinbardini,  Guzmán,  Miñón,  Juvera,  Torrejón, 
Andrade,  Vázquez,  y  Urrea,  y  después  de  fatigosísimas 
marchas  que  pusieron  fuera  de  combate  á  4.000  hombres, 
pues  en  la  revista  del  día  20  sólo  se  encontraron  10.000  in- 
fantes y  4.000  de  caballería,  con  17  cañones,  llegaron  por 
fin  frente  al  invasor  el  22  de  febrero^  encontrándolo  para- 


HISTORIA    DE   MÉXICO  411 

petado  en  el  punto  llamado  «  La  Angostura  »  cérea  del 
SaltiUo. 

Trabóse  luego  un  combate  parcial  con  motivo  de  pre- 
tender ambos  combatientes  ocupar  una  loma  que  servía  de 
posición  y  que  quedó  en  poder  de  las  tropas  mexicanas, 
aplazándose  la  batalla  para  el  siguiente  día. 

Apenas  amaneció  el  23  y  sin  que  hubiera  tiempo  para 
que  tomaran  la  mayor  parte  de  nuestros  soldados  aliniento, 
se  empezó  el  combate,  peleándose  con  un  reñido  encarniza- 
miento todo  el  día,  siendo  interrumpido  apenas  por  una 
lluvia;  el  enemigo  se  vio  obligado  á  replegarse  varias 
veces,  de  suerte  que  al  concluir  la  jornada  sólo  conservaba 
una  de  sus  posiciones  centrales  y  su  línea  de  Buenavista 
distante  cerca  die  una  legua  de  la  que  primeramente  ocu- 
paba. Alas  seis  de  la  tarde  concluyó  la  batalla  continuando 
sólo  el  cañoneo,  y  el  ejército  mexicano  presentaba  como 
trofeos  de  su  victoria  las  posiciones  quitadas  al  enemigo, 
así  como  tres  cañones,  tres  banderas,  cuatro  carros  de 
parque,  una  fragua  y  varios  prisioneros.  Por  su  parte  tuvo 
una  pérdida  de  594  muertos,  1.039  heridos  y  1.800  sol- 
dados dispersos,  habiéndose  consumido  571  tiros  de  cañón 
y  555.000  cartuchos,  contándose  por  la  del  invasor  según 
sus  propios  datos,  267  muertos,  456  heridos  y  23  disper- 
sos; sus  tropas  aunque' en  menor  número  que  las  mexi- 
canas (8.000  soldados  con  20  piezas  de  artillería)  compen- 
sábanla superioridad  numéricacon  las  ventajosas  posiciones 
que  habían  escogido.  Si  el  general  en  jefe  hubiera  ordenado 
á  la  primera  brigada  de  caballería  formada  de  1.400  hom- 
bres que  mandaba  el  general  Miñón,  que  atacase  por  la 
retaguardia  el  enemigo,  habría  puesto  el  sello  á  la  victoria; 
pero  desgraciadamente  no  lo  hizo,  y  la  brigada  se  limitó 
torpemente  á  amagar  el  Saltillo. 

El  General  Santa  Anna  atacó  sin  necesidad  al  enemigo 
por  la  posición  más  fuerte,  siendo  que  por  el  paso  de  Pa- 
lomas habría  podido  fácilmente  voltear  por  la  retaguardia 


412  PÉREZ  VERDÍA 

americana  y  combatirlo  por  la  llanura  de  Buenavista  en 
vez  de  hacerlo  por  la  inexpugnable  serranía  de  la  Angos- 
tura. Dejó  en  San  Luis  dos  ó  tres  baterías  siendo  que  nece- 
sitaba urgentemente  artillería  para  poder  siquiera  compen- 
sar con  el  número  la  superioridad  de  los  cañones  ameri- 
canos y  sólo  contaba  con  diez  y  siete  cuando  su  dotación 
reglamentaria  debía  ser  de  cuarenta  y  dos  piezas.  Por 
último  teniendo  casi  nulificada  la  acción  de  la  caballería 
por  la  topografía  del  lugar  y  contando  con  muy  inferior 
artillería  dio  el  asalto  con  su  ejército  extenuado  por  la  sed, 
el  hambre  y  la  fatiga.  Á  pesar  de  tantas  y  tan  punibles  cir- 
cunstancias adversas,  el  valor  y  el  patriotismo  de  nuestros 
heroicos  soldados  supieron  sobreponerse  á  todo  y  forzaron 
la  victoria;  pero  la  más  infame  traición  de  Santa  Anna 
frustró  aquel  noble  esfuerzo  é  inutilizó  tari  inmensos  sa- 
crificios. Llegó  la  noche  y  mientras  Taylor  temeroso  de 
que  se  consumara  al  día  siguiente  la  derrota  ponía  en 
salvo  sus  archivos  y  llamaba  en  su  socorro  la  corta  guar- 
nición del  Saltillo,  Santa  Anna  sin  necesidad,  sin  consultar 
absolutamente  á  ninguno  de  sus  generales  y  abandonando 
cruelmente  ásus  heridos  dio  la  orden  de  retirada  é  infame- 
mente dejó  sus  posiciones  replegándose  á  Agua  Nueva. 
De  esta  suerte  quedó  el  enemigo  dueño  del  campo,  bastán- 
dole esto  para  proclamar  su  victoria;  pero,  como  dice  el 
señor  Roa  Barcena,  «  si  no  es  posible  apellidar  vencedor 
al  ejército  mexicano,  no  hubo  vencedor  en  los  campos  de 
la  Angostura  ». 

El  general  mexicano  aseguró  en  su  parte  oficial  que  la 
fatiga  de  sus  tropas  y  la  necesidad  de  atender  al  gran 
número  de  sus  hendos  lo  decidieron  á  ejecutar  su  incom- 
prensible retirada;  pero  después  que  se  comprendió  que 
las  fatigas  de  la  contramarcha  eran  superiores  á  las  de  la 
prolongación  de  la  lucha  y  cuando  se  supo  que  inhumana- 
mente abandonó  á  su  triste  suerte  á  los  que  habían  derra- 
mado su  sangre  por  la  patria,  cambió  de  razones  y  dijo 


HISTORIA   DE   MÉXICO  41 'i 

entonces  que  la  absoluta  falta  de  víveres  fué  el  fiióvil  de 
su  conducta.  Tampoco  eso  la  justificaba  por([ut^  de  ser 
cierta,  habría  inipedido  su  avance,  pues  un  ejército  jamíís 
se  interna  donde  no  puede  subsistir,  mas  nunca  lo  discul- 
paría de  haber  ido  á  hacer  una  simple  intentona  contra  los 
americanos,  sacrificando  inútilmente  á  sus  valientes  solda- 
dos ;  y  en  todo  caso  si  no  tenía  Santa  Anna  que  dar  de  comer 
á  la  tropa  en  la  Angostura,  tampoco  había  elementos  abun- 
dantes en  Agua  Nueva ^á  cinco  leguas)  donde  sin  embargo 
permaneció  varios  días,  y  es  seguro  y  como  observa  muy 
bien  el  señor  Balbontín,  que  lo  que  allí  le  sirvió  ¡mía  man- 
tenerse lo  hubiera  podido  transportar  al  campo  iie  batalla. 

El  Gobiei'no  de  la  Unión  considerando  la  dificultad  de  la 
invasión  de  sus  fuerzas  por  el  Norte,  y  el  mejor  éxito  que 
produciría  por  el  Oriente,  cambió  el  plan  de  canipaña,  y 
poniendo  un  nuevo  ejército  alas  órdenes  del  general  Win- 
field  Scott,  hizo  que  se  atacara  á  Veracruz. 

Al  saber  Gómez Farías  el  peligro  que  corría  aquel  puerto, 
ordenó  á  los  batallones  de  Guardia  nacional  í(  Indepen- 
dencia »,  «  Hidalgo  )),  «  Bravos  »,  «  Victoria  »  y  «  Mina  *>j 
compuesto  de  jóvenes  llamados />o/A'05,  artesanos  y  otras 
personas  pertenecientes  al  partido  liberal  moderado,  que^ 
saliesen  para  aquella  ciudad;  mas  disgustados  por  los  actos 
del  gobierno  y  movidos  por  el  clero,  en  vez  de  ir  á  defender 
la  patria,  se  pronunciaron  el  17  de  febrero  de  1847,  al  grito 
de  muera  Gómez  Furias,  mueran  los  puros,  y  en  nuinero 
de  3.300  mandados  por  los  Generales  Salas  y  Pena  Barra- 
gan atacaron  el  palacio  y  otros  edificios,  trabándose  en  las 
calles  déla  capital  escandalosos  combates  entre  mexicanos, 
mientras  el  extranjero  invadía  impunemente  el  territorio 
nacional. 

Más  de  quince  días  duró  el  tiroteo,  que  terminó  con  la 
llegada  de  Santa  Anna  á  Guadalupe  el  20  de  rnarzo,  que 
quitó  todo  pretexto  eliminando  al  Vicepresidente  queliabfa 
obrado  con  resolución  y  patriotismo,  y  se  encargo  del  go- 


414  PÉREZ   VERDÍA 

bierno  echándose  en  brazos  del  partido  liberal  moderado. 
Aquellos  patriotas  milicianos  que  habían  tomado  las 
armas  en  defensa  de  la  patria,  no  consideraron  sin  duda 
los  males  que  ocasionaron  con  su  inoportuno  pronuncia- 
miento, ni  la  mancha  que  sobre  ellos  mismos  arrojaron,  y 
que  siquiera  lavaron  por  fortuna  más  tarde  con  su  sangre 
en  los  campos  de  Churubusco  y  Molino  del  Rey* 


CAPÍTULO  XI 


Bombardeo  y  toma  de  Veracraz.  —  Batalla  de  Cerra  Gordo.  —  Ocupación 
de  Puebla.  —  Defensa  de  la  capital.  —  Batallas  de  Paiiierna  y  Churu- 
busco.  —  Armisticio.  —  Molino  del  Rey.  —  Asalto  á  Chapultepec,  —  Las 
garitas  de  México.  —  Abandono  de  la  capital.  —  El  Sr*  D.  Manuel  de  la 
Peña  y  Pofm-  —  Ocupación  de  la  capital  por  los  americanos  y  estable- 
cimiento del  gobierno  nacional  en  Querétaro.  —  El  GraL  D.  Pedro 
María  Anaya.  —  Vuelta  del  Sr.  Peña  y  Peña  á  la  presidencia*  —  Trata- 
dos de  paz.  —  Presidencia  del  Gral.  Herrera.  —  El  Sr.  GraL  D.  Mariano 
Arista.  —  Revolución  de  Jalisco. 


Ya  desde  fines  de  1845  se  habían  presentado  algunos 
buques  de  la  Unión  en  las  aguas  del  golfo ;  pero  hasta  el 
20  de  mayo  de  1846  se  declaró  el  bloqueo  de  Veracruz  por 
el  comandante  Fiterkugh,  atacando  sin  éxito  alguno  el 
comodoro  Connor  á  Alvarado  defendido  por  el  General 
Marín,  y  el  comodoro  Perry  á  San  Juan  Bautista,  de  donde 
fué  rechazado  por  el  teniente  coronel  D.  Juan  B.  Traconis 
en  el  mes  de  agosto,  y  apoderándose  en  fin  de  la  isla  del 
Carmen  en  fines  de  diciembre. 

El  8  de  febrero  de  1847  se  avistaron  en  Veracruz  varios 
buques  de  guerra  y  se  supo  que  á  bordo  de  ellos  había 
escalas  de  asalto  y  otros  utensilios  de  este  género,  mien- 
tras la  ciudad  carecía  de  todo  elemento  de  defensa,  á  pesar 
de  lo  cual  el  Comandante  de  Ingenieros  don  Manuel  Robles 
dispuso  con  grande  actividad  la  fortificación.  El  4  de  marzo 


HISTOBIA    DE   MÉXICO  415 

se  recibieron  las  noticias  de  la  fratricida  guerra  que  había 
estallado  en  la  capital,  por  lo  cual  se  la  dejaba  abandonada 
enteramente;  el  6  hizo  un  reconocimiento  un  vapor  de 
guerra  y  el 9  empezaron  á  desembarcarlas  tropas  de  Scott. 

Las  fuerzas  mexicanas  se  componían  de  3.360  hombres 
mandados  por  el  Gral.  D.  Juan  Morales  á  más  de  las  que 
defendían  el  castillo  de  Ulúa  que  eran  1.000  á  las  inme- 
diatas órdenes  del  Gral.  D.  José  Duran;  mientras  que  el 
ejército  invasor  estaba  formado  de  más  de  13.000  hombres 
mandados  por  los  Grales.  Worth,  Twiggs,  Patterson,  Phi- 
llow  y  Quitman. 

Ocupado  Scott  en  hacer  sus  fortificaciones  permaneció 
hasta  el  22,  en  que  intimó  rendición  á  la  ciudad,  que  se 
negó  decididamente,  por  lo  que  á  las  cuatro  de  la  tarde  se 
rompieron  sobre  ella  los  fuegos  enemigos,  empezando 
desde  aquel  momento  un  espantoso  bombardeo  que  era 
contestado  con  actividad  y  arrojo.  Seis  días  continuos 
duró  aquella  lluvia  de  fuego  que  sembró  en  la  plaza  el  llanto 
y  la  desolación,  dirigiendo  las  baterías  sus  tiros  preferen- 
temente sobre  los  ediíicios  destinados  á  hospitales  y  asilos. 
Sólo  cuando  yacían  muertos  350  soldados  y  más  de  400  pai- 
sanos, y  pasaban  de  200  los  heridos ;  cuando  habían  caído 
6.700  bombas  y  balas  de  cañón  de  un  peso  de  463.000  li- 
bras que  ocasionaron  pérdidas  particulares  de  más  de 
6.000.000  de  pesos;  cuando  los  defensores  carecían  de 
municiones  después  de  lanzar  contra  el  enemigo  8.486  pro- 
yectiles ;  cuando  se  carecía  completamente  de  víveres  y 
no  se  tenía  ninguna  esperanza  de  recibir  socorro,  se  ajustó 
una  honrosa  capitulación  el  27  de  marzo.  Por  ella  se  con- 
cedió que  entregando  las  armas  la  tropa,  saliera  de  la 
plaza,  absteniéndose  tan  sólo  los  jefes  y  oficiales  de  seguir 
en  sus  filas  mientras  no  fueran  canjeados,  se  concedieron 
garantías  á  la  población  y  se  hicieron  á  la  bandera  mexi- 
cana los  honores  debidos.  En  tal  virtud  quedó  dueño  el 
invasor  de  aquella  heroica  ciudad  el  29  del  mismo  mes. 


4i6  PÉREZ   VERDÍA 

Sania  Anna  reprobó  aquella  capitulación  y  aun  puso 
presos  á  los  valientes  Grales.  Morales,  Landero,  y  Duran ^ 
y  dejando  el  1.^  de  abril  en  la  presidencia  al  Sr.  Gral.  D.  Pe- 
dro María  Anata  nombrado  por  el  Congreso,  salió  de  la 
capital  con  dirección  á  Jalapa  d  lavar  la  deshonra  de  1  >- 
racrus^  para  cuyo  efecto  hizo  fortificar  el  punto  de  Cerro 
Gordo,  distante  seis  leguas  de  aquella  villa,  no  obstante 
que  no  era  á  propósito  según  el  dictamen  de  los  instruidos 
ingenieros  Robles  y  Cano,  porque  carecía  de  agua,  porque 
no  podía  allí  maniobrar  la  caballería  por  las  barrancas  y 
bosques  que  le  rodeaban,  porque  podía  ser  flanqueado  y 
por  otras  razones  que  hacían  preferible  el  lugar  llamado 
Corral  falso. 

Obstinado  aquel  general,  reunió  allí  sin  embargo  un 
cuerpo  de  tropas  de  las  que  habían  venido  de  la  Angostura 
y  de  la  capital,  de  cerca  de  9.000  hombres  con  40  piezas  de 
artillería,  y  bajo  tan  malos  auspicios  esperó  al  invasor, 
que  había  salido  de  Veracruz  y  se  encontraba  en  aparente 
inacción  á  tres  leguas  de  distancia.    , 

Por  fin  el  17  de  abril  hizo  un  reconocimiento  en  el  cerro 
del  Telégrafo  la  división  Twiggs  que  tuvo  que  retirarse 
después  de  un  largo  y  sangriento  combate.  Al  siguiente 
día  se  dio  la  memorable  batalla  atacando  Scott  con  8.500 
hombres  por  el  frente  y  por  el  flanco  el  cerro  del  Telégrafo 
que  fué  defendido  valerosamente  por  el  general  don  Ciríaco 
Vázquez,  hasta  morir ;  pero  ese  movimiento  de  flanco  y  la 
imposibilidad  de  que  obrara  la  caballería,  hicieron  que  á 
los  tres  cuartos  para  las  diez  quedara  el  enemigo  dueño  de 
aquel  puesto,  con  lo  que  se  introdujo  la  desmoralización, 
declarándose  una  completa  derrota.  El  triunfo  costó  sin 
embargo  al  extranjero  más  de  500  hombres  entre  muertos 
y  heridos  no  bajando  los  nuestros  de  i. 000  á  1.200  á  más 
de  1.300  prisioneros. 

El  capricho  del  General  en  jefe  y  sus  escasos  conoci- 
mientos militares,  lo  hacen  responsable  de  aquel  desastre, 


HISTORIA   DE   MÉXICO  417 

después  del  cual  se  retiró  á  Orizaba,  punto  estratégico  donde 
con  actividad  emprendió  la  reorganización  del  ejército,  pero 
que  torpemente  abandonó  sin  motivo  y  marchó  á  Puebla, 
cuya  ciudad  dejó  también  por  la  falta  de  elementos,  habién- 
dola ocupado  el  general  Worth  el  15  de  mayo. 

Santa  Anna  volvió  á  México  y  el  día  20  tomó  de  nuevo 
posesión  de  la  Presidencia  de  la  República,  trabajando  en- 
peñosamente  por  reunir  y  disciplinar  nuevas  tropas,  para 
lo  que  dispuso  que  tomaran  las  armas  todos  los  ciudadanos 
mayores  de  diez  y  seis  años,  estableció  una  maestranza 
bajo  la  dirección  del  señor  Coronel  D.  Bruno  Aguilar,  dio 
una  severa  ley  contra  los  desertores,  fortificó  algunos 
puntos  de  las  cercanías  y  tomó  otras  medidas  encaminadas 
á  levantar  el  espíritu  público. 

Contando  con  más  de  18.000  hombres,  dividió  su  infan- 
tería en  seis  brigadas  que  puso  á  las  órdenes  de  los  Grales. 
Anaya,  Pérez,  Andrade,  Rangel  y  Terrés  y  del  Coronel 
Zerecero ;  toda  la  caballería  quedó  mandada  por  el  Gral. 
D.  Juan  Alvarez ;  la  artillería  por  el  Gral.  Carrera,  el 
Ejército  del  Norte  se  situó  en  Guadalupe  á  las  órdenes  del 
Gral.  Valencia,  y  al  Gral.  Bravo  se  le  dio  el  mando  de  la 
línea  del  Sur,  encargándose  los  trabajos  de  fortificación  á 
los  Grales.  Mora  y  Villamil,  Monterde,  Liceaga,  y  Blanco, 
y  á  los  Coroneles  Cano  y  Robles  Pezuela.  Entonces  por 
medio  de  agentes  secretos,  hizo  Santa  Anna  al  enemigo 
ocultas  y  vergonzosas  proposiciones,  llegando  aun  á  soli- 
citar dinero,  que  Scott  mandó  darle,  y  aunque  historia- 
dores juiciosos  suponen  que  la  inteligencia  con  el  enemigo 
tenía  por  objeto  ganar  tiempo  y  engañarlo,  más  bien  que 
cometer  una  traición,  otros,  analizando  el  conjunto  délas 
circunstancias,  encuentran  allí  la  llave  de  tantos  errores, 
de  tanta  obstinación  en  presentar  nuestras  fuerzas  en  de- 
talle, y  de  todas  ó  de  la  mayor  parte  de  nuestras  derrotas. 

Scott  permaneció  en  Puebla  hasta  principios  de  Agosto 
en  que  marchó  sóbrela  capital  de  la  República  al  frente  de 

27 


418  PÉREZ   VERDÍA 

H.OOO  hombres  con  40  piezas  de  artillería.  Su  inacción  en 
cerca  de  tres  meses  fué  motivada,  por  el  justo  temor  de 
internarse  con  tan  escasas  tropas  y  á  exponerse  á  que  le 
cortasen  la  retirada  fácilmente ;  pero  desde  el  momento  en 
que  Santa  Anna  entró  en  negociaciones  secretas  con  él, 
abandonó  aquella  cautela  y  se  internó  en  el  Valle  de 
México  no  porque  hubiese  recibido  refuerzos,  sino  con  la 
confianza  de  que  el  general  mexicano  no  le  resistiría,  ni 
mucho  menos  de  que  le  atacaría  seriamente,  como  por 
desgracia  sucedió. 

El  19  de  aquel  mes  se  presentó  por  fin  el  extranjero 
frente  á  Padierna,  donde  estaba  el  General  D.  Gabriel 
Valencia  con  los  restos  del  Ejército  del  Norte  que  llegaban 
á  4.000  hombres  y  doce  cañones,  y  entre  dos  y  tres  de  la 
tarde  se  rompieron  los  fuegos,  encontrándose  á  poco  muy. 
comprometido  el  jefe  mexicano  ;  pero  una  brigada  del 
general  Pérez  que  se  presentó  en  aquellos  momentos  y 
desplegó  en  tiradores,  bastó  para  que  con  brío  se  apode- 
raran de  las  posiciones  del  combate.  En  la  noche  ordenó 
Santa  Anna  á  Valencia  que  se  retirara,  abandonando  los 
cañones  y  bagajes  que  no  pudiera  transportar  prontamente, 
cuya  orden  desobedeció  por  juzgarla  inconveniente,  como 
en  efecto  era,  lo  que  sin  embargo  no  lo  releva  de  la  nota 
de  insubordinado;  así  es  que  el  20  de  agosto  de  1847  muy 
temprano  se  comenzó  la  lucha;  pero  las  tropas  que  la  vís- 
pera habían  auxiliado  al  ejército  del  Norte,  no  estaban  en 
sus  posiciones,  porque  habían  sido  retiradas,  y  la  desmo- 
ralización que  produjera  la  noticia  del  desacuerdo  entre  el 
General  y  el  Jefe  supremo,  había  cundido  en  las  filas,  de 
manera  que  rodeado  aquel  grupo  por  un  círculo  de  fuego, 
entró  en  desorden  y  á  los  pocos  momentos  se  desbandaba 
fugitivo  por  todas  partes ;  la  derrota  estaba  consumada  y 
entonces  «  sonrieron  satisfechas  la  ambición  y  la  envidia.  » 

Creyó  Scott  que  podría  ocupar  á  México  inmediata- 
mente, así  es  que  avanzó  sus  victoriosas  huestes;  pero 


HISTORIA   DE  MÉXICO  419 

después  de  una  corta  resistencia  en  el  puente  de  Churu- 
busco,  fueron  detenidas  en  San  Antonio  Abad  y  en  el  con- 
vento de  Churubusco,  distante  dos  leguas  de  la  capital  por 
unos  cuerpos  de  guardia  nacional  á  las  órdenes  de  los  ge- 
nerales D.  Pedro  María  Anaya  y  D.  J.  Rincón,  que  se 
defendieron  heroicamente  hasta  agotar  el  último  cartucho, 
quedando  todos  prisioneros  sin  haber  querido  capitular. 
Cuando  al  apoderarse  de  aquel  sitio  el  Gral.  Twiggs  pre- 
guntó por  las  municiones  existentes,  el  Sr.  Anaya  respon- 
dióle con  acento  espartano  :  <c  Si  hubiera  parque  no  estaría 
V.  aquí.  » 

Siguióse  á  estas  jornadas  un  armisticio  durante  el  cual  se 
hicieron  proposiciones  de  paz  siempre  que  se  cedieran  los 
Estados  de  Tejas,  Nuevo  México  y  Alta  California  á  más 
del  derecho  de  tránsito  por  el  Istmo  de  Tehuantepec,  me- 
diante una  indemnización,  á  lo  que  se  negó  el  Gobierno, 
porque  como  decían  muy  bien  los  señores  Herrera,  Couto, 
Mora  y  Atristain,  estando  la  nación  dispuesta  á  ceder  á 
Tejas  que  era  la  causa  de  la  guerra,  ésta  debía  cesar  por 
carecer  ya  de  objeto,  pues  sería  inicuo  y  jamás  visto,  que 
un  pueblo  hiciese  la  guerra  á  un  vecino,  porque  no  le 
quisiese  vender  parte  de  su  territorio. 

Rompióse  el  armisticio  el  6  de  septiembre  y  el  día  8  se 
dio  la  batalla  de  Molino  del  Rey ;  cuyo  punto  defendido 
por  los  Generales  León,  Pérez  y  Rangel,  con  4.000  hombres 
y  cuatro  cañones  se  sostuvo  por  muchas  horas  contra  la 
columna  americana,  fuerte  de  5.000  hombres,  hasta  que 
por  la  inacción  de  la  numerosa  caballería  que  mandaba  el 
Genéralo.  Juan  Álvarez  y  que  no  llegó  á  entrar  en  com- 
bate, y  por  el  abandono  en  que  dejó  aquel  punto  el  General 
Santa  Anna  que  esperaba  el  ataque  por  el  rumbo  opuesto, 
cayó  en  poder  de  Scott,  no  sin  que  pagara  caro  su  triunfo, 
piíes  en  sus  filas  se  contaron  más  de  ochocientas  bajas 
entre  muertos  y  heridos  y  aun  se  le  sujetó  ajuició.  El 
ejército  nacional  tuvo  que  lamentar  la  muerte  del  General 


420  PÉREZ   VERDÍA 

D.  Antonio  León,  Gobernador  d,e  Oaxaca,  del  coronel 
D.  Lucas  Balderas,  del  Teniente  Coronel  Gelaty  y  de  otros 
esclarecidos  oriciales. 

Practicó  luego  el  invasor  un  reconocimiento  en  las  ga- 
ritas del  Niño  Perdido  y  San  Antonio  y  el  12  de  septiembre 
asaltó  á  Chapullepec,  defendido  por  el  General  Bravo  con 
832  soldados  y  diez  piezas  de  artillería,  hasta  el  díja  si- 
guiente en  que  cayó  prisionero  al  apoderarse  el  enemigo 
del  Castillo  por  el  lado  Poniente,  mientras  el  generalísimo 
dejaba  inactivos  más  de  4.000  hombres  por  el  lado  Oriente. 

La  principal  defensa  de  esta  fortaleza,  la  hicieron  el 
batallón  de  San  Blas,  mandado  por  él  Coronel  D.  Felipe 
Xicotencatl,  quien  murió  valientemente  con  casi  todos  sus 
soldados,  en  la  falda  del  cerro  ;  y  los  alumnos  del  Colegio 
Militar  que  resistieron  hasta  el  último  en  el  Castillo, 
habiendo  sucumbido  el  Teniente  Juan  de  la  Barrera  y  los 
soldados  Fernández  Montes  de  Oca,  Agustín  Melgar,  Juan 
Escutia,  Vicente  Suárez  y  Francisco  Márquez,  todos  me- 
nores de  diez  y  ocho  años,  siendo  heridos  otros  y  caídos 
prisioneros  con  el  General  Monterde,  Director  del  colegio, 
treinta  y  siete  jóvenes,  entre  quienes  se  hallaba  D.  Miguel 
Miramón,  que  tanto  se  distinguió  años  después. 

Dueño  el  enemigo  de  aquella  fuerte  posición  que  domina 
la  capital,  atacó  las  garitas  de  San  Cosme  y  Belén,  valien- 
temente defendida  la  primera  por  el  General  Rangel  y 
cobardemente  abandonada  la  segunda  por  el  General 
Terrés:  lo  que  sirvió  de  pretexto  al  Jefe  supremo  para 
ordenar  la  evacuación  de  la  capital  á  pesar  de  que  aun  con- 
taba con  3.000  infantes  y  4.000  dragones,  y  en  medio  del 
mayor  desorden,  dejando  cañones  y  parque,  abandonó  á 
México  en  la  noohe  del  14  y  se  dirigió  d  Guadalupe  de  donde 
salió  para  Puebla  después  de  haber  renunciado  el  poder  y 
quedando  en  el  Gobierno  como  Presidente  de  la  Suprema 
Corte  el  Sr.  Lie.  D.  Manuel  de  la  Peña  y  Peña  que  «  era  un 
magistrado  acostumbrado  á  no  contemplar  el  bien  social 


■^^yTT^'-'^.' ''•"■" ■7^"''"'*"^  ''''^>">'*^-^!''^j '•"" 


HISTORU   DE   México  421 

sino  en  la  observancia  de  la  ley  y  de  la  justicia  »  y  esta- 
bleció su  administración  en  la  ciudad  de  Querétaro.  Ese 
mismo  día  entró  el  ejército  invasor,  viéndose  ondear  sobre 
el  antiguo  palacio  de  los  Virreyes  el  aborrecido  pabellón 
de  las  estrellas. 

Santa  Anna,  después  de  tratar  de  apoderarse  de  Puebla, 
abandonó  aquella  empresa  y  partió  el  I.**  de  octubre  para 
Huamantla  con  objeto  de  atacar  un  convoy,  y  aunque  no 
logró  su  intento,  en  esta  población  derrotó  el  Capitán 
D.  Eulalio  Villaseñor  con  cuarenta  hombres  al  guerrillero 
tejano  Wálker  que  murió  á  sus  manos. 

Allí  tuvo  que  entregar  Santa  Anna  el  pequeño  ejército 
de  1.000  hombres  que  le  quedaba  al  General  Reyes,  en 
virtud  de  la  orden  dada  por  el  Gobierno  que  lo  había  de- 
puesto del  mando  y  sometido  á  juicio  «  porque  era  preciso 
que  fueran  reprimidas  la  insubordinación  y  la  cobardía,  lo 
que  no  podría  lograrse  si  se  arrojara  un  velo  sóbrelos  de- 
plorcfbles  sucesos  de  la  derrota  de  Cerro  Gordo  y  la  pérdida 
de  la  capital,  »  según  se  expresaba  el  jefe  del  Ministerio. 
Partió  luego  á  Oaxaca,  en  donde  no  le  permitió  entrar  el 
Gobernador  D.  Benito  Juárez,  por  lo  que  salió  entonces 
del  país  con  dirección  á  Turbaco  en  la  Nueva  Granada. 

Así  concluyó  esta  campaña  aquel  hombre  funesto  que 
habiéndose  portado  como  un  valiente  soldado,  demostró 
que  carecía  de  capacidad  para  servir  de  general  en  jefe,  de 
patriotismo  y  de  honradez,  y  tantos  fueron  sus  yerros  que 
se  le  acusó  de  traición. 

Aprovechando  el  extranjero  sus  victorias,  volvió  á  pro- 
poner la  paz,  cuya  idea  fué  muy  bien  acogida  por  el  Presi- 
dente y  su  Gabinete  formado  de  los  señores  D.  Luis  de  la 
Rosa  y  D.  Pedro  María  Anaya  ;  porque  en  vista  de  las  cir- 
cunstancias estaba  resignado  á  ceder  todo,  menos  el  honor,, 
con  tal  de  salvar  la  nacionalidad  mexicana ;  pero  nada 
quiso  resolver  por  la  interinidad  de  que  estaba  revestido, 
pues  una  vez  instalado  el  Congreso  nombró  provisional- 


'*fl 


422  PÉREZ   TERDÍA 

mente  hasta  el  8  de  enero  al  señor  General  D.  Pedro  María 
Anata,  que  tomó  posesión  en  esta  segunda  vez  el  día  12  de 
noviembre  de  1847. 

En  medio  de  la  más  completa  penuria,  agitábase  en  el 
Congreso  la  cuestión  de  la-  paz  á  que  se  inclinaba  el  go- 
bierno, que  nada  resolvió  por  haber  expirado  su  breve 
período,  y  como  á  la  sazón  no  estaban  reunidas  las  Cá- 
maras, por  ministerio  de  la  ley  volvió  á  encargarse  del 
Gobierno,  como  presidente  de  la  Suprema  Corte  de  Justicia, 
el  señor  Licenciado  D.  Manuel  de  la  Peña  y  Peña. 

Siguió  tratándose  sobre  el  modo  de  ajustar  un  convenio 
que  por  fin  se  firmó  en  Guadalupe  el  2  de  febrero  de  1848 
por  los  comisionados  Licenciados  D.  Bernardo  Couto, 
D.  Luis  G.  Cuevas  y  D.  Miguel  Atristain  y  por  el  agente 
americano  Mr.  Nicolás  Trist.  Por  él  cedía  México  á  los 
Estados  Unidos  los  territorios  de  Tejas  hasta  el  Bravo, 
Nuevo  México  y  Alta  California  con  una  extensión  de  cerca 
de  noventa  y  seis  mil  leguas  cuadradas,  recibiendo  por 
indemnización  quince  millones  de  pesos,  quedando  libre  de 
las  reclamaciones  pendientes  que  importaban  $  3.250.000  y 
obligándose  el  gobierno  de  la  Casa  Blanca  á  defender  las 
fronteras  contra  los  bárbaros  (1). 

Grande  oposición  encontró  en  el  Congreso,  donde  fué 
sin  embargo  aprobado  en  sesión  del  13  de  mayo  del  mismo 
año  por  una  mayoría  de  diez  y  seis  votos  (51  contra  35) ; 
porque  á  pesar  de  lo  oneroso  que  era  y  de  la  injusticia  con 
que  se  pretendía,  se  carecía  completamente  de  recursos  y 
de  tropas  para  continuar  la  resistencia  y  aun  se  temía  que 
los  enemigos  suscitaran  una  guerra  de  castas. 


(1)  «  La  paz  se  firmo  por  fin,  dice  el  Sr.  Sierra,  y  es  un  timbre  de  gloria 
para  la  diplomacia  mexicana  y  un  monumento  de  honor  para  el  Sr.  Peña 
y  Peña.  Gracias  á  él  hubo  una  personalidad  arredilada  por  la  Nación  con 
quien  tratar.  Estábamos  cien  veces  más  á  la  merced  del  invasor  que 
Francia  en  1871  y  obtuvimos  cien  veces  más  en  Guadalupe  que  Francia 
en  Francfort.  » 


HISTORIA   DE   MÉXICO  423 

«  La  media  República  no  dominada  aún  por  el  invasor ' 
«staba  desmembrada  en  Yucatán;  estaba  regida  por  go- 
bernadores inobedientes  ú  hostiles  ;  las  milicias  se  desban- 
daban ó  se  rebelaban  ;  el  ejército  física  y  moralmente 
desarmado  por  la  derrota,  no  llegaba  á  ocho  mil  hombre^ 
diseminados  en  el  país,  ni  pasaban  de  cien  los  fusiles 
guardados  en  nuestros  depósitos  ni  de  cincuenta  los  caño- 
nes medio  servibles  en  nuestros  parques,  que  no  había 
más  esperanzas  de  obtener  recursos  hasta  para  dar  el 
rancho  á  la  guarnición  de  Querétaro,  que  el  anticipo  que 
sobre  la  indemnización  quisiera  hacer  el  enemigo.  » 

En  toda  esta  campaña  empleó  el  gobierno  de  Washing- 
ton 27.300  hombres  del  ejército  y  71.300  voluntarios, 
cerca  de  3.000  carros  y  200  piezas  de  arfiUería,  á  más  de 
doscientos  y  tantos  barcos  que  componían  su  armada  en 
ambos  mares,  gastando  más  de  ciento  cincuenta  millones 
de  pesos  y  sufriendo  una  pérdida  de  25.000  ciudadanos 
ocasionada  por  las  batallas,  el  clima  y  las  enfermedades. 

De  esta  suerte  quedaron  los  Estados  Unidos  dueños  de 
aquella  considerable  parte  de  nuestro  territorio,  sobre  cuyo 
hecho  se  expresaba  así  el  distinguido  estadista  americano 
Mr.  Enrique  Clay  en  su  correspondencia  con  Mr.  Channing: 
«  Hay  crímenes  que  por  su  enormidad  rayan  en  lo  su- 
blime ;  la  toma  de  Tejéis  por  nuestros  compatriotas  tiene 
derecho  á  este  honor.  Los  tiempos  modernos  no  ofrecen 
ejemplo  de  rapiña  cometida  por  particulares  en  tan  grande 
escala.  » 

El  historiador  Bancroft  declara  por  su  parte  «  que  el 
Gobierno  de  los  Estados  Unidos  no  tuvo  la  razón  de  su 
parte ;  el  veredicto  de  todas  las  naciones  civilizadas,  y  esto 
lo  han  reconocido  hasta  los  mismos  ciudadanos  america- 
nos ».  Por  diversas  quejas  de  varios  jefes  americanos  el 
18  de  febrero  fué  separado  del  mando  del  ejército  el  Gral. 
Scott  y  sustituido  por  el  Gral.  Buttler. 

Aprobados  los  tratados,  volvió  el  señor  Peña  y  Peña  á 


424  PÉREZ   VERDÍA 

presidir  la  Suprema  Corte  de  Justicia,  por  haber  declarado 
el  Congreso  Presidente  Constitucional  al  señor  Gral. 
D.  José  Joaquín  de  Herrera,  quien  inútilmente  renunció  dos 
veces,  por  lo  que  tomó  posesión  el  3  de  junio  de  1848  en 
Querétaro,  cuya  ciudad  dejó  á  los  cinco  días  para  trasla- 
darse al  Distrito  Federal ;  mas  como  aun  no  acababan  de 
salir  las  fuerzas  extranjeras,  fijó  su  residencia  en  Mixcoac, 
estableciéndose  por  fin  en  México  el  día  12  de  junio  de  1848 
con  su  Gabinete  formado  por  los  Sres.  D.  Mariano  Otero, 
D.  Mariano  Riva  Palacio,  D.  J.  M.  Jiménez  y  el  Gral. 
Arista. 

Pero  aun  no  acababan  los  invasores  de  evacuar  la  capital 
cuando  se  pronunció  en  Aguascalientes  el  General  Paredes 
Arrillaga  que  furtivamente  se  había  introducido  al  país, 
oponiéndose  á  los  tratados  de  paz  y  llamando  traidores  á 
quienes  los  habían  celebrado,  olvidándose  sin  duda  que  él 
fué  el  primero  que  dio  la  espalda  al  invasor  en  San  Luis 
para  promover  la  revolución,  y  que  en  el  corto  tiempo 
que  tuvo  en  sus  manos  las  riendas  del  poder,  más  que  de 
la  guerra  extranjera,  se  ocupó  en  cambiar  la  forma  del 
gobierno.  Hízose  fuerte  en  Guanajuato,  donde  fué  sitiado 
por  el  Gral.  D.  A.  Bustamante  que  ocupó  la  plaza  en  el 
mes  de  julio  cayendo  prisionero  el  célebre  padre  Jarauta, 
que  había  prestado  excelentes  servicios  á  la  causa  na- 
cional y  que  fué  fusilado  á  pesar  de  llevar  aún  frescas 
las  honrosas  heridas  que  había  recibido  en  la  guerra  ex- 
tranjera. 

Apenas  concluida  la  campaña  extranjera,  se  rebelaron 
los  indios  de  Xichú,  y  cuando  ya  estaba  para  sofocarse  esta 
rebelión,  se  pronunció  en  Sierra  Gorda  el  10  de  febrero 
de  1849  el  Comandante  D.  Leonardo  Márquez,  en  favor  de 
Santa  Anna,  pretendiendo  que  la  renuncia  que  había  hecho 
del  poder  era  nula  por  no  haber  estado  reunido  el  Con- 
greso, habiendo  sido  prontamente  derrotado. 

En  medio  dentales  contrariedades  procuró  la  adminis- 


4  » -WWT^ '■" ■  WA' ' .y *  > ■  -'"^  "■  >>. /  ■'. , ^ — '"y.  -<V'   '  ^ — "^  '^T^~:  7*";^ 


HISTORIA   DE   MÉXICO  425 

tración  del  señor  Herrera  disciplinar  y  reducir  el  ejército, 
contra  el  que  se  había  declarado  la  opinión  pública  por  lo 
mal  que  se  había  portado  en  la  guerra  extranjera,  y  orga- 
nizar á  la  nación  bajo  mejores  bases,  procurando  á  la  vez  el 
establecimiento  de  ferrocarriles  y  telégrafos,  para  lo  cual 
concedió  privilegio  al  Sr.  D.  Juan  de  la  Granja,  que 
fué  quien  introdujo  el  uso  del  descubrimiento  de  Morse, 
inaugurándose  en  octubre  de  1851  la  primera  línea  tele- 
gráfica del  país  entre  México  y  Puebla  (1). 

Entretanto  el  Estado  de  Yucatán,  que  seguía  separado, 
era  teatro  de  la  más  espantosa  guerra  de  castas. 

Armados  los  indios  con  la  mayor  imprudencia  por  los 
mismos  yucatecos  guiados  por  sentimientos  poh'ticos  y 
antipatrióticos,  se  inició  la  lucha  contra  los  blancos  á 
mediados  de  1847  en  el  Sur  y  en  el  Oriente  por  los  mayas 
Antonio  Ay,  Cecilio  Clií  y  Jacinto  Pat,  y  aunque  el  primero 
fué  fusilado  antes  de  que  estallase  la  insurrección,  Chí  se 
apoderó  del  pueblo  de  Tepich  el  30  de  Julio  y  asesinó  á 


(1]  En  1753  se  pensaba  ya  eii  aplicar  la  electricidad  á  la  correspondencia 
telegráfica,  y  siete  años  después  Jorge  Luis  Lesoge  construyó  en  Ginebra 
iin  telégrafo  eléctrico  compuesto  de  24  hilos  separados  entre  sí  y  que 
comunicaban  con  una  varilla  que  sostenía  una  bolita  de  saúco,  que  co- 
rrespondía á  cada  letra  del  alfabeto  y  que  era  repelida  cuando  el  alambre 
se  tocaba  desde  oVa  estación  con  una  barra  de  cera  electrizada  por  fro- 
tamiento. 

Mas  tal  aparato  y  otros  varios  que  funcionaban  por  medio  de  la  electri- 
cidad estática,  eran  enteramente  inseguros  y  de  mera  curiosidad,  porque 
esa  electricidad  reside  en  la  superficie  de  los  cuerpos  y  abandona  fácil- 
mente por  la  S(íla  acción  del  aire  húmedo  sus  conductores.  Fué  preciso 
esperar  á  que  Oersted  y  Ampere  descubriesen  la  acción  de  las  corrientes 
eléctricas  sobre  la  aguja  imantada,  y  basado  en  ella,  Arago  hiciese  el 
electroimán,  para  tener  ya  los  elementos  necesaiios  para  el  telégrafo,  el 
cual  inventó  en  1832  Samuel  Morse.  En  1844  se  inauguró  en  Estados 
Unidos  la  primera  línea  telegráfica  entre  Washington  y  Ballímore,  gene- 
ralizándose luego  en  todo  aquel  país  y  en  Europa;  con  excepción  de 
Inglaterra,  donde  se  ha  usado  el  de  agujas,  inventado  por  M'heatstone. 

En  1851  se  inauguró  el  telégrafo  submarino  entre  Douvres  y  Calais, 
uniéndose  poco  más  tarde  por  otro  cable  África  y  Europa,  y  quedando 
también  unida  á  América,  en  1868. 


426  PÉREZ  TBRDÍA 

todos  los  habitantes  de  la  raza  blanca  sin  distinción  de  sexo 
ni  edad. 

Los  feroces  indios  fueron  derrotados  allí  mismo,  en 
Xcámil  y  en  Cocbatún  y  se  les  declaró  una  persecución 
espantosa,  fusilándose  á  muchos  por  simples  sospechas  y 
sin  más  fin  que  aterrorizarlos  ;  mas  á  la  sombra  de  la  re- 
volución local  declarada  por  D.  José  Dolores  Cetina  contra 
el  Gobernador  D.  Santiago  Méndez,  los  indios  se  apode- 
raron de  Tixcacalcupul,  Tihosuco,  Ichmul  y  Tekas,  repi- 
tiendo en  todos  las  horribles  matanzas.  Llegaron  después 
de  mil  depredaciones  á  apoderarse  de  la  importante  ciudad 
de  Valladolid  después  de  sangrientas  acciones  y  de  la 
región  oriental,  por  lo  que  el  Gobierno  local  atendiendo  sola- 
mente alas  circunstancias  del  momento,  determinó  ofrecer 
el  dominio  y  soberanía  de  Yucatán  á  cualquiera  nación 
extranjera  que  se  prestara  á  enviar  prontos  y  eficaces 
auxilios  á  la  península  para  librarla  de  caer  en  garras  de 
la  barbarie,  enviando  en  ese  sentido  comunicaciones  ofi- 
ciales á  Inglaterra,  España  y  Estados  Unidos. 

Medida  dolorosa,  ilegítima  é  inútil,  porque  ella  servía 
únicamente  para  indisponerse  con  México  que  era  el  solo 
gobierno  de  quien  podría  recibir  algún  auxilio  cuando  ter- 
minara la  guerra  americana. 

Entonces  se  celebraron  tratados  por  los  cuales  quedó 
abolida  la  contribución  personal,  se  redujeron  las  obven- 
ciones parroquiales  á  tres  reales  por  cada  bautismo  y  diez 
por  cada  matrimonio,  se  les  daban  tierras  á  los  indios,  se 
reconocía  á  Pat  por  gran  cacique  de  Yucatán  y  se  estipu- 
laba que  D.  Miguel  Barbachano,  único  en  quien  confiaban, 
sería  gobernador  vitaHcio  del  Estado. 

Por  fortuna  tan  vergonzosas  estipulaciones  no  fueron 
cumplidas  por  los  rebeldes  y  poco  más  tarde  gracias  al  es- 
fuerzo del  Gral.  Llergo  y  de  los  Coroneles  Cetina,  Méndez 
González  y  Pazos  fueron  derrotados  en  Izamal,  Ticul, 
Tekax,  Mama,  etc. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  427 

Terminada  la  guerra  con  Estados  Unidos  el  Gobierno 
mexicano  puso  á  disposición  del  Gobernador  de  Yuca- 
tán $  150.000  después  de  algunas  negociaciones,  por  lo 
cual  volvió  aquel  Estado  á  incorporársele  por  decreto  de 
17  de  agosto  de  1848,  reconociendo  en  toda  su  plenitud  á 
los  supremos  poderes  nacionales. 

Á  mediados  de  1850  invadió  la  República  la  terrible  epi- 
demia del  cólera  morboy  que,  aunque  no  fué  tan  mortífera 
como  en  el  año  de  1833  en  que  por  primera  vez  apareció, 
hizo  no  obstante  numerosas  víctimas,  sembrando  el  espanto 
en  todo  el  país. 

Concluido  el  período  del  señor  Herrera  y  hechas  nuevas 
elecciones,  fué  declarado  Presidente  por  el  Congreso,  en 
sesión  del  8  de  enero  de  1851  el  Sr.  Gral.  D^  Mariano 
Arista,  que  tomó  posesión  el  día  15  rodeándose  de  un 
ministerio  liberal  moderado. 

Desde  un  principio  se  manifestó  muy  difícil  la  situa- 
ción, porque  la  exaltación  de  los  partidos  hacía  que  el 
Gobierno  fuese  en  la  Cámara  el  blanco  de  los  ataques  de 
puros  y  de  conservadores,  produciendo  frecuentes  cambios 
de  Gabinete  y  desechando  cuanto  proponía,  mientras  que 
la  penuria  de  la  Hacienda,  las  exigencias  de  los  acreedores 
y  la  apatía  de  los  Estados,  debilitaban  el  poder  público  y 
le  quitaban  á  la  Federación  el  prestigio  y  la  vida. 

Por  todo  esto  se  celebraron  desventajosas  convenciones 
diplomáticas  en  Inglaterra,  por  las  cuales  se  reconoció  y 
garantizó  lo  que  se  debía  por  valor  de  algunos  millones  de 
pesos  á  varios  tenedores  de  bonos  mexicanos  de  un  carácter 
meramente  nacional,  convirtiéndose  así  en  deuda  extran- 
jera, la  que  sólo  era  interior;  se  reunió  una  junta  de 
gobernadores  y  representantes  de  los  Estados  para  acordar 
recursos,  la  cual  se  disolvió  sin  hacerlo ;  se  presentaron 
injustas  reclamaciones  de  los  Estados  Unidos  por  haberse 
declarado  caduca  una  concesión  para  establecer  una  vía 
de  comunicación  en  Tehuantepec. 


428  PÉREZ    VERDÍA 

Bien  pronto  empezaron  los  pronunciamientos,  pues  en 
septiembre  se  sublevó  en  Ciudad  Guerrero  el  Gral.  Canales 
y  poco  después  el  Gral.  D.  José  María  Carvajal  en  Camargo, 
proclamando  la  erección  de  la  República  de  Sierra  Gorda ; 
mas  fueron  vencidos  fácilmente,  por  lo  que  siguió  ocupán- 
dose de  toda  preferencia  en  hacer  la  reducción  del  ejército 
y  el  arreglo  de  la  hacienda  púbHca;  porque,  según  su 
expresión,  a  un  ejércitojsin  moralidad  es  la  mayor  de  las 
plagas,  y  sin  el  orden  y  la  economía  en  los  gastos  de 
guerra  es  imposible  que  haya  hacienda,  »  mas  no  obstante 
su  empeño  por  el  adelanto  del  país,  su  moralidad  y  buena 
administración,  el  partido  conservador  trabajaba  por  de- 
rribarlo para  traer  á  Santa  Anna,  olvidando  sus  pasados 
yerros. 

El  lunes  2()  de  juUo  de  1852  estalló  la  revolución  en 
Guadalajara  :  era  gobernador  el  Sr.  Lie.  D.  Jesús  López 
Portillo,  joven  ilustrado  de  muy  buen  talento  y  rectí- 
simas intenciones,  perteneciente  al  partido  liberal  mode- 
rado, que  había  empezado  su  período  en  marzo  y  que  á 
pesar  del  corto  tiempo  trascurrido,  llegó  á  realizar  grandes 
mejoras,  ocupándose  en  formar  una  ley  de  hacienda  con- 
forme con  los  recursos  y  necesidades  del  Estado.  Logró 
establecer  el  importante  ramo  de  la  policía,  desconocido 
hasta  entonces,  por  lo  que  naturalmente  el  vulgo  hostili- 
zaba tan  benéfica  institución,  y  había  también  disuelto  un 
cuerpo  de  guardia  nacional  (|ue  mapdaba  el  Coronel 
D.  José  María  Blancarte,  sombrerero  de  oficio  y  hombre  de 
mucho  valor,  que  por  tal  motivo  quedó  disgustado  con  el 
Gobierno.  Aumentó  su  resentimiento  el  hecho  de  haberse 
negado  el  señor  López  Portillo  á  darle  3,000  pesos  que 
pedía  sin  título  alguno  y  el  haberlo  mandado  procesar  por 
haber  lastimado  á  un  agente  de  policía  llamado  San  León 
que  en  desempeño  de  su  encargo  le  pidió  á  Blancarte,  le 
manifestara  la  licencia  de  la  autoridad  para  tener  un  baile 
en  la  casa  de  la  «  tuerta  Ruperta  »  donde  se  hallaba;  así 


HISTORIA    DE   MÉXICO  429 

es  que  por  motivos  tan  poco  decentes,  ayudado  por  el  par- 
tido conservador  y  j>or  los  mismos  jefes  de  la  policía  que 
habían  sido  subalternos  suyos  en  los  cuerpos  cívicos  que 
se  habían  dísuelto,  realizó  su  pronunciamiento. 

Á  las  dos  y  media  de  la  tarde  del  citado  26  de  julio, 
acompañado  Blancarte  de  Juan  Villalvazo,  León  Lozano  y 
Ramón  Suro,  se  arrojó  sobre  el  oficial  de  la  guardia  de 
palacio  á  quien  hirieron,  y  como  la  tropa  estaba  de  ante- 
mano comprada  se  apoderó  del  edificio,  donde  se  hallaban 
todas  las  armas  y  elementos  de  guerra  del  Estado,  con  los 
que  se  armaron  en  pocas  horas  cerca  de  tres  mil  hombres 
del  pueblo,  entre  quienes  se  contaban  todos  los  oficiales 
dados  de  baja  por  el  Gobernador  y  muchos  de  los  del  ejér- 
cito suprimido  por  Arista. 

El  señor  López  Portillo  se  dirigió  al  Carmen  donde 
estaban  23  hombres  con  un  pequeño  cañón,  y  como  el 
jefe  de  las  armas  federales  General  D.  Rafael  Vázquez  que 
se  hallaba  en  Zapopán,  no  tomó  ninguna  medida  repre- 
siva, se  vio  obligado  á  abandonar  la  capital  del  Estado 
trasladándose  áZapotlanejo  y  de  allí  á  Lagos. 

Por  de  pronto  aquel  movimiento  careció  de  plan  polí- 
tico, y  unidos  los  conservadores  y  los  liberales  exaltado» 
ó  puros,  pusieron  en  el  Gobierno  al  Licenciado  Sr.  D.  Gre- 
gorio Dávila,  pretendiendo  que  el  Presidente  lo  recono- 
ciera, en  virtud  de  ser  una  revolución  puramente  local. 
Por  esto  no  se  alarmó  Arista  ni  lomó  las  medidas  violentas 
que  se  requieren  en  tales  casos ;  pero  habiéndose  pronun- 
ciado en  esos  días  el  Coronel  Bahamonde  en  La  Piedad, 
los  rebeldes  de  Guadalajara  dieron  colorde  política  general 
á  su  movimiento,  y  formaron  su  plan  el  13  de  septiembre, 
cuyas  bases  fueron  «  destituir  á  Arista;  sostener  la  cons- 
titución federal ;  desconocer  los  poderes  públicos  que  no 
merecieran  la  confianza  pública,  y  llamar  a  Sania  Anna  ». 
Desde  ese  momento  se  separaron  los  liberales  rojos  entre- 
gando Dávila  el  gobierno  al  General  D.  José  María  Yáñez, 


430  PÉREZ    VERDÍA 

quedando  así  lasitaacíón  en  poder  del  partído  reaccionario. 

Aguascalientes,  Mazatlán,  Zamora  .y  otras  poblaciones 
adoptaron  el  plan  de  Jalisco,  y  hasta  entonces  envió  el 
Gobierno  federal  una  división  á  las  órdenes  del  General 
D.  José  López  Uraga,  sobre  Guadalajara;  mas  disgustado 
este  jefe  acabó  por  ponerse  en  relación  con  los  insurrectos 
abrazando  su  partido,  por  lo  que  la  división  mandada  en 
defecto  suyo  por  el  coronel  don  Severo  del  Castillo  se 
incorporó  en  León  con  las  fuerzas  del  Gobernador  de 
Jalisco  y  marchó  hasta  Zapotlanejo,  donde  permaneció 
algún  tiempo  en  espera  de  municiones. 

El '20  de  octubre  se  reunió  en  el  Hospicio  de  Guadalajara 
una  junta  á  la  que  asistieron  el  cabildo  eclesiástico  (con 
excepción  de  tres  canónigos  :  los  Sres.  D.  Pedro  Espinosa, 
D.  José  Luis  Verdía  y  D.  Fernando  Díaz),  y  gran  número 
de  propietarios  y  particulares  que  levantaron  una  acta  que 
se  llamó  plan  del  Hospicio,  en  que  admitían  el  de  Blan- 
carte,  añadiendo  un  artículo  para  la  convocación  de  un 
Congreso  general  extraordinario. 

Aprovechando  los  sublevados  la  poca  actividad  del 
Gobierno  federal  habían  reunido  cuantiosos  elementos, 
fortiGcado  la  ciudad  y  aun  seducido  á  una  parte  de  las 
fuerzas  que  iban  á  combatirlos ;  pues  hasta  principios  de 
diciembre  atacóla  plaza  el  General  Miñón,  quien  según  se 
aseguró  entonces  recibió  dinero  porque  se  retirara  como  en 
efecto  lo  hizo,  después  de  haber  disparado  un  prolongado 
y  nutrido  cañoneo  más  aparatoso  que  eficaz,  pues  ni  abrió 
una  brecha  ni  redujo  su  punto  objetiv^o  que  fué  la  iglesia 
de  S.  Felipe,  ni  causó  más  de  cinco  bajas  á  los  sitiados. 

A  la  vez  se  pronunciaba  en  Durango  el  14  de  diciembre 
el  general  Morett,  y  el  28  D.  Gregorio  del  Callejo  en  el 
Castillo  de  Ulúa,  cuyo  movimiento  secundó  Veracruz  en 
esa  misma  tarde. 

La  indolencia  é  ineptitud  del  Ministerio  habían  origi- 
nado aquella  situación  :  la  chispa  produjo  el  incendio  y  la 


HISTORIA.   DE   MBXIGO  431 

misma  revolución  local  que  derrocara  sin  motivo  á  uno 
de  los  mejores  gobernantes  de  Jalisco,  amenazaba  ya 
seriamente  á  uno  de  los  más  honrados  y  patriotas  Presi- 
dentes de  la  República! 


CAPÍTULO  XII 

Triunfo  de  la  revolución.  —  El  señor  D.  Juan  B.  Cebsdlos.  «  El  Genera^ 
don  Manuel  María  Lombardini.  -^  Vuelta  del  General  Santa  Anna  á  la 
presidencia.  —  Dictadura  militar.  —  Plan  de  Ayutla.  —  Campaña  del 
Sur.  —  El  conde  Raousset  de  Boulvon.  —  Es  nombrado  Presidente  el 
señor  general  don  Juem  Álvarez.  —  El  señor  General  don  Ignacio  Gomon- 
fort.  —  Campañas  de  Puebla.  —  Ley  de  desamortización.  —  Constitu- 
ción federal  de  1857.  —  Elección  de  presidente.  —  Golpe  de  Estado.  — 
Plan  de  Tacubaya. 

Encontrando  Arista  una  injusta  oposición  en  el  Congreso, 
que  en  tan  ííríticas  circunstancias  le  negaba  las  facultades 
extraordinarias  que  le  pedía  por  carecer  enteramente  de 
elementos,  pues  tenía  en  sus  gastos  un  déficit  de  18  0  0, 
y  no  queriendo  atacar  á  ía  Representación  nacional  ni 
ensangrentar  el  país,  renunció  la  Presidencia  el  4  de  enero 
de  1853,  y  salió  al  día  siguiente  de  México,  por  lo  que 
recibió  el  poder  á  la  media  noche  el  señor  Licenciado 
D.  Juan  B.  Ceballos,  Presidente  de  la  Suprema  Corte,  for- 
mando el  Gabinete  con  personas  honorables  del  partido 
moderado. 

Fué  investido  de  las  necesarias  facultades  extraordi- 
narias, sin  embargo  de  lo  cual  seguía  oponiéndose  el  Con- 
greso á  muchos  de  sus  actos,  así  es  que  exasperado,  el  19 
de  enero  pretendió  que  se  convocase  una  Convención  Na- 
cional que  reformara  la  Constitución,  lo  cual  hizo  contra 
la  opinión  de  su  Ministerio,  y  como  fuera  desechada 
semejante  iniciativa,  mandó  al  general  Marín  disolver 
la  Asamblea ;  pero  reunidos  varios  diputados  en  una  casa 


432  PÉREZ   VERDÍA 

particular,  nombraron  para  Presidente  al  señor  Gober- 
nador de  Puebla,  D.  Juan  de  Miigica  y  Osorio  que  no 
aceptó.  Por  no  tener  Ceballos  medios  de  adueñarse  de  la 
revolución  ni  contar  ya  con  el  partido  liberal,  al  día 
siguiente  se  pronunció  la  guarnición  por  el  plan  de  Jalisco 
con  ligeras  reformas  y  transacciones,  y  secundado  por  el 
General  D.  Manuel  Robles  Pezuela,  que  pedía  además  la 
dictadura,  quedó  triunfante,  siendo  nombrado  por  los 
jefes  directores  de  los  últimos  convenios  depositario  del 
Poder  Ejecutivo  el  señor  General  D.  Manuel  María  Lom- 
BARDiNi  que  desempeñó  ese  puesto  desde  el  7  de  febrero 
hasta  el  20  de  abril  en  que  por  haber  obtenido  mayoría  de 
votos,'  tomó  posesión  el  Sr.  Gral.  D.  Antonio  López  de 
Santa  Anna,  quien  nombró  Ministro  de  Relaciones  al  Sr. 
D.  Lucas  Alamán  ;  de  Justicia  al  Lie.  D.  Teodosio  Lares  ; 
de  Hacienda  á  D.  Antonio  Haro  y  Tamariz  y  de  Guerra 
al  Gral.  D.  José  M.  Tornel. 

Es  digno  de  llamarla  atención  cómo  el  Sr.  Alamán  con- 
servaba un  gran  prestigio,  habiendo  sido  jefe  de  gobierno 
siempre  (¡ue  hubo  algún  suceso  pernicioso  y  funesto  para 
el  país  :  cuando  se  contrajo  *la  onerosa  deuda  Inglesa, 
cuando  se  fusiló  á  Iturbide  y  cuando  se  fusiló  á  Guerrero. 

Rodeado  el  Presidente  del  partido  conservador  inició  una 
política  enteramente  retrógrada  :  el  23  de  abril  dio  una  ley 
de  imprentaquitando  enteramente  la  libertad,  pues  imponía 
gravísimas  penas  y  exigía  que  los  editores  de  publicaciones 
periódicas  hicieran  undcpósilo  de  consideración.  E127  des- 
terró arbitrariamente  al  Sr.  Arista  que  vivía  pacíficamente 
en  su  hacienda  del  Encero  sólo  porque  le  lastimaba  la  pre- 
sencia de  un  hombre  que  en  el  poder  había  dado  ejemplo 
de  respeto  á  la  Ley ;  trató  de  fundar  en  México  un  protec- 
torado extranjero,  prelendiondo  establecer  una  monarquía 
bajo  la  protección  de  España,  para  lo  cual  autorizó  á  Gu- 
tiérrez Estrada  para  ofrecer  el  trono  á  las  potencias  euro- 
peas, proyecto  que  atacaba  directamente  la  independencia 


HISTORIA   DB   MÉXICO  433 

nacional  y  que  por  fortuna  no  tuvo  caso  por  la  caída  del 
ministerio  español  que  presidía  el  Conde  de  San  Luis.  Pro- 
curó enganchar  una  guardia  suiza,  para  lo  que  dio  los 
fondos  necesarios  al  señor  D.  J.  Ramón  Pacheco,  Minis- 
tro en  París ;  persiguió  á  todos  aquellos  que  eran  tenidos 
por  afectos  á  las  ideas  liberales,  desterrándolos  y  prohi- 
biéndoles residir  en  las  capitales  de  los  Departamentos  ó 
en  las  poblaciones  de  alguna  importancia ;  restableció  la 
Orden  de  Guadalupe  y  destituyó  á  los  Magistrados  de  la 
Suprema  Corte  Ceballos  y  Castañeda  porque  renunciaron 
la  cruz  con  que  les  condecoró. 

Aumentó  considerablemente  el  ejército,  consumiendo  en 
su  mantención  las  rentas  públicas,  y  concedió  los  princi- 
pales puestos  á  los  militares,  que  prevalidos  de  sus  fueros 
ejercían  un  despotismo  insoportable.  Déla  malversación  de 
las  rentas,  así  como  de  los  crecidos  gastos  que  inútil- 
mente se  hacían,  vino  la  bancarrota  más  completa,  pues  en 
fines  de  1854  se  debían  más  de  20.000.000  de  pesos,  y  con 
este  motivo  se  impusieron  onerosas  contribuciones  que 
agobiaron  la  propiedad,  la  industria  y  el  comercio,  llegando 
á  cobrarse  por  la  luz  que  recibían  los  ediBcios,  según  el 
número  de  ventanas  ó  puertas. 

Mucho  agradaba  la  dictadura  al  señor  Santa  Anna  y  por 
eso  cuando  se  aproximaba  el  término  en  que  debía  concluir 
según  el  plan  que  lo  elevó  al  poder,  hizo  que  se  le  pro- 
rrogara por  tiempo  indefinido;  el  17  de  noviembre  de  1853 
se  levantó  en  Guadalajara  una  acta  en  ese  sentido,  y  como 
fué  secundada  en  las  principales  poblaciones,  supuesto  su 
carácter  oficial,  se  expidió  un  decreto  por  bando  nacional, 
el  16  de  diciembre,  en  virtud  del  cual  se  le  daban  facultades 
discrecionales  al  Dictador,  se  le  autorizaba  para  que  pudiese 
nombrar  sucesor  en  caso  necesario  y  se  le  daba  el  trata- 
miento de  Alteza  Serenísima, 

Con  motivo  de  haber  ocupado  el  Gobernador  de  Nuevo 
México  Mr.  Lañe  «  La  Mesilla  »  pretendiendo  que  perte- 

28 


434  PÉREZ    VERDÍA 

necia  á  aquel  territorio,  se  suscitó  una  grave  cuestión  que 
terminó  por  un  nuevo  tratado  de  límites,  celebrado  en 
México  el  i3  de  diciembre  de  1853  vendiendo  Santa  Anna 
á  los  Estados  Unidos  el  referido  territorio  y  derogando  la 
obligación  que  tenían  de  ^guardar  de  los  bárbaros  las  fron- 
teras, mediante  el  pago  de  siete  millones  de  pesos  al  con- 
tado y  del  reconocimiento  de  tres  á  plazo,  cuyo  tratado  fué 
ratificado  el  3  de  junio  de  1854.  Semejante  traición,  así 
como  los  ruinosos  contratos  que  diariamente  se  celebraban 
y  la  desmoralización  del  gobierno,  provocaron  una  justa 
indignación  del  pueblo,  y  el  Dictador  que  contaba  con  la 
fuerza  de  sus  bayonetas  fué  sorprendido  por  un  enemigo 
que  no  temía  :  la  opinión  pública. 

El  1 1  de  septiembre  se  estrenó  en  las  festividades  con 
que  se  celebró  el  aniversario  del  triunfo  de  Tampico,  el 
himno  nacional  compuesto  en  un  certamen  convocado  por 
el  Gobierno  por  el  poeta  D.  Francisco  González  Bocanegra 
con  música  del  maestro  D.  Jaime  Nunó. 

El  1.^  de  marzo  de  1854  proclamó  en  Ayutla  el  coronel 
don  Florencio  Villarreal  un  plan  revolucionario,  por  el  cual 
se  desconocía  á  Santa  Anna,  se  determinaba  que  una  junta 
nombrara  un  Presidente  interino  y  que  éste  convocara  un 
Congreso  constituyente.  El  señor  Coronel  D.  Ignacio  Co- 
monfort  se  adhirió  al  nuevo  plan  en  Acapulco  el  11  del 
mismo  mes  haciéndole  alguna  reforma,  y  secundado  por  el 
General  D.  Juan  Álvarez,  Gordiano  Guzmán,  Villalva  y 
otros,  bien  pronto  empezó  á  extenderse,  presentándose 
amenazador  para  la  administración,  así  es  que  el  16  de 
marzo,  con  objeto  de  combatirlo,  salió  de  México  el  Presi* 
dente  acompañado  de  su  ministro  de  la  Guerra,  General 
Blanco,  dirigiéndose  al  Estado  de  Guerrero.  Llegó  el  día 
30  á  Chilpancingo  y  siguiendo  su  marcha  atacó  el  13  do 
abril  al  frente  de  6.000  hombres  el  fuerte  del  Coquillo  de- 
fendido por  ochocientos  sublevados  en  cinco  fortines,  que 
tomó  dispersando  á  sus  defensores,  por  lo  que  el  General 


HISTORIA   DB   MÉXICO  435 

Alvarez  abandonó  el  cerro  del  Peregrino  y  se  replegó  á 
Acapulco,  queriendo  que  el  mortífero  clima  influyera  en  la 
derrota  del  ejército  santanista. 

Trató  entonces  el  Presidente  de  tomar  el  castillo  de  San 
Diego  defendido  por  Comonfort,  mas  habiendo  sido  recha- 
zado en  el  asalto  del  28  de  abril  y  encontrándose  sin  arti- 
llería de  grueso  calibre  que  no  había  podido  llevar  por 
aquellas  montañas,  comprendió  lo  inútil  de  su  expedición 
y  se  volvió  á  México,  trabándose  el  día  30  un  serio  com- 
bate en  el  cerro  del  Peregrino,  que  defendían  el  General 
Moreno  y  el  Coronel  Álvarez,  y  en  el  cual  ambos  comba- 
tientes se  atribuyeron  la  victoria^  siendo  lo  cierto  que  el 
Dictador  perdió  bagajes  y  municiones. 

Alentada  la '  revolución  por  la  defensa  del  castillo  de 
Acapulco  y  la  retirada  del  ejército,  cundió  por  todas  partes : 
subleváronse  en  Michoacán,  donde  acababa  de  ser  hecho 
prisionero  y  fusilado  el  11  de  abril  el  Gral.  D.  Gordiano 
Guzmán,  antiguo  insurgente,  D,  Antonio  Díaz  Salgado, 
D.  Epitacio  Huerta  y  D.  Manuel  García  Pueblita,  á  los  que 
siguieron  Pinzón;  Rangely  Tejedaque  derrotaron  en  Hué- 
tamo  al  coronel  Bahamonde;  abrazaron  la  causa  de  la 
libertad  el  día  13  de  julio  el  Gobernador  de  Tamaulipas 
D.  Juan  José  de  la  Garza;  y  poco  después  D.  Santos  Dego- 
llado y  D.  Luis  Ghilardi. 

Entre  tanto,  habiéndose  sabido  que  en  Alta  California  se 
formaba  un  cuerpo  de  íihbusteros  franceses,  con  el  íin  de 
apoderarse  de  Sonora  para  segregaría  de  la  República,  se 
mandó  á  aquel  Estado  al  señor  General  D.  José  María 
Yáñez.  El  día  1.®  de  julio  de  1854  desembarcó  en  efecto  en 
Guaymas  de  incógnito  el  Conde  Raousset  de  Boulvón,  joven 
de  buen  talento^  de  modales  caballerosos  y  valor  teme- 
rario, que  guiado  por  su  genio  inquieto  y  aventurero  pre- 
tendía erigirse  en  sobersmo  de  aquel  territorio,  quien  har- 
biendo  reunido  un  cuerpo  de  400  hombres  con  los  piratas 
que  le  acompañaban,  una  sección  de  tropa  francesa  que 


436  PÉREZ  VERDÍA 

sedajo  y  algunos  alemanes  voluntarios^  atacó  el  13  del 
mismo  julio  á  Yáñez  que  sólo  contaba  con  300  mexicanos^ 
que  obtuvieron  un  triunfo  brillante  derrotando  á  los  aven- 
tureros después  de  tres  horas  de  combate.  Raousset  fué 
aprehendido  y  fusilado  el  12  de  agosto  conforme  á  las 
leyes. 

Don  Félix  Zuloaga  partió  á  batir  á  los  sublevados  del 
Estado  de  Guerrero  y  aunque  los  derrotó  en  el  cerro  del 
Limón  y  en  otros  puntos,  concluyó  por  quedar  prisionero 
de  sus  tropas  que  abrazaron  el  partido  de  Ayutla  en  prin- 
cipios de  1855,  y  poco  después,  el  20  de  abriL  tomó  el  Ge- 
neral Degollado  la  plaza  de  Puruándiro,  pronunciándose  á 
los  dos  días  en  Zamora  el  Coronel  D.  Miguel  Negrete. 

Comonfort,  que  había  vuelto  ya  de  los  Estados  Unidos 
donde  fué  á  proveerse  de  armas  y  municiones,  desembarcó 
en  Sihuatanejo  con  300  hombres  y  de  allí  estableció  en 
Ario  su  cuartel  general,  á  la  vez  que  se  pronunciaban 
D.  Vicente  Vega  en  el  Departamento  de  San  Luis  Potosí,  ' 
D.  Ignacio  de  la  Llave  en  Orizaba  y  D.  Santiago  Vidaurrl  en 
Lampazos.  Era  el  pueblo  el  que  se  armaba  contre  las  clases 
privilegiadas ;  era  el  elemento  civil  que  se  ponía  en  frente 
del  ejército  :  Degollado  era  paisano,  Huerta  campesino. 
Llave  y  Garza,  abogados,  Pesqueira  propietario,  Vidaurri 
empleado  y  así  los  demás  caudillos. 

Comprendiendo  entonces  el  Gobierno  la  situación,  trató 
de  salvarla  y  al  efecto  ofreció  una  ley  constitutiva  y  con- 
sultar la  opinión  sobre  la  forma  de  gobierno;  pero  eran 
tardías  esas  medidas  y  no  satisfacían  por  el  desprestigio  del 
Presidente. 

Popular  como  era  la  revolución  se  había  extendido  por 
todo  el  país  obteniendo  repetidos  triunfos ;  pues  aunque  el 
Gobierno  trató  de  sofocarla  por  medio  del  terror,  fusilando 
á  sus  partidarios  sin  consideración,  destruyendo  las  pobla- 
ciones y  desatando  una  horrible  persecución,  sólo  logró 
con  esto  exasperar  los  ánimos.  Bahamonde  fué  derrotado 


J^ 


■-^ÍÍ-^^TV 


HISTORU  DE  MÉXICO  437 


y  fusilado  en  Huetamo ;  Guillan  en  Saltillo,  los  Coroneles 
Cadena,  Suárez  y  Camargo  en  Zumpango,  Taxco  y  Sochi- 
lapa;  Pueblita  ocupaba  á  Acambaroy  por  todas  partes  obte- 
nían victorias  los  que  en  lucha  desigual  combatían  la  tiranía. 

Comonfort  invadió  á  Jalisco  y  tomó  el  22  de  julio  á 
Zapotlán,  que  defendido  por  el  Coronel  D.  Plutarco  Cabrera 
con  una  fuerte  guarnición,  presentó  una  obstinada  resis- 
tencia; después  se  apoderó  de  Colima  y  marchó  en  seguida 
sobre  Guadalajara. 

Viendo  Santa  Aúnalos  repetidos  triunfos  de  sus  enemigos 
y  el  estado  de  la  opinión  pública,  trató  sólo  de  salvarse  y 
salió  de  la  capital  el  9  de  agosto  de  1855  para  Veracruz, 
habiendo  mandado  publicar  ese  mismo  día  un  decreto  por 
el  cual,  en  uso  de  sus  facultades,  nombraba  un  triunvirato 
compuesto  del  presidente  de  la  Corte,  y  de  los  generales 
Salas  y  Carrera,  para  que  se  encargasen  del  Gobierno 
cuando  él  falleciera  ó  declarara  no  poder  seguir  en  el  mando, 
y  el  día  12  publicó  en  Perote  un  manifiesto  en  el  que  ala- 
bando su  conducta,  arrojaba  sobre  otros  la  responsabilidad 
de  sus  actos  y  se  despedía  de  la  nación,  embarcándose  á  los 
dos  días  para  la  Habana.  , 

Así  acabó  su  Alteza  Serenísima  su  gobierno  inmoral  y 
despótico,  dejando  comprometidos  á  sus  ministros  y  par- 
tidarios. Secundado  el  plan  de  Ayutla  el  día  13  por  el  Ayunta- 
miento de  México  y  la  guarnición,  se  nombró  General  en 
jefe  á  D.  Rómulo  Díaz  de  la  Vega  á  quien  se  facultó  para 
nombrar  dos  representantes  por  cada  departamento  para 
que  eligiesen  el  Presidente.  Reunidos  éstos,  nombraron  el 
día  14  al  señor  Gral.  D.  Martín  Carrera,  que  tomó  posesión 
en  esa  misma  fecha.  Á  la  vez  proclamaba  el  Gral.  D.  Anto- 
nio Haro  y  Tamariz  un  nuevo  plan  en  San  Luis  Potosí  con 
tendencias  conservadoras  y  otro  el  Gral.  D.  Manuel  Do- 
blado en  Guanajuato,  por  lo  que  el  partido  liberal  se  veía 
expuesto  á  ser  vencido,  precisamente  en  el  momento  de  su 
triunfo.  Por  esto  dirigió  Comonfort  una  circular  manifes- 


438  PÉREZ   VERDÍA 

tando  que  el  General  en  jefe  á  que  se  refería  el  plan  de 
Ayutlano  podía  ser  otro  que  el  Sr.  D.  Juan  Álvarez  y  en 
consecuencia  no  aceptaba  al  señor  Carrera,  por  lo  que  se 
retiró  éste  el  11  de  septiembre  quedando  interinamente 
en  el  poder  D.  Rómülo  Díaz  de  la  Vega. 

Después  de  estO'  celebraron  Comonfort  y  Doblado  un 
convenio  en  Lagos  en  el  que  se  reconoció  el  plan  de  Ayutla 
sin  las  últimas  modificaciones,  y  en  tal  virtud  convocada 
la  junta  de  representantes,  nombró  en  Cuernavaca  el  4  de 
octubre  para  Presidente  interino  al  Sr.  Gral.  D.  Juan  Álva- 
rez, que  inmediatamente  formó  su  Ministerio  con  los  Sres. 
D,  Melchor  Ocampo,  D.  Benito  Juárez,  D.Guillermo  Prieto, 
D.  J.  Miguel  Arrioja  y  D.  Ignacio  Comonfort. 

Entonces  se  expidió  la  convocatoria  para  la  instalación 
del  Congreso  constituyente,  se  trató  de  formar  la  guardia 
nacional  en  sustitución  del  ejército,  se- promulgó  una  ley 
sobre  administración  de  justicia  suprimiendo  los  fueros 
eclesiásticos  y  se  iniciaron  otras  reformas  liberales ;  pero 
habiendo  aparecido  síntomas  de  un  rompimiento  entre  los 
miembros  de  aquel  partido  y  habiéndose  pronunciado  en 
Guanajuato  Doblado  por  Comonfort,  tuvo  el  Sr.  Álvarez 
el  desprendimiento  de  renunciar,  nombrando  en  su  lugar 
por  decreto  de  8  de  diciembre  de  1855  al  Sr.  Gral.  D.  Igna- 
cio Comonfort,  que  tomó  posesión  el  día  11  después  de 
haberse  dominado  algunos  desórdenes  cometidos  por  los 
parciales  del  general  suriano. 

Entraron  á  formar  el  nuevo  Gabinete  los  Sres.  D.  Luis 
de  la  Rosa  en  el  ramo  de  Relaciones,  D.  Ezequiel  Montes  en 
el  de  Justicia,  D,  José  María  Lafragua  en  el  de  Goberna- 
ción, D.  Manuel  Payno  en  el  de  Hacienda,  D.Manuel  Siliceo 
en  el  ¡de  Fomento,  y  en  el  de  Guerra  el  Gral.  D.  José  María 
Yáñez. 

Apenas  vencida  por  el  general  Ghilardi  la  rebelión  de 
Sierra  Gorda  que  se  había  iniciado  poco  antes,  estalló  otra 
nueva  enteramente  reaccionaria,  el  19  de  diciembre  en  el 


IWi»^*^^^«iBP»=^WW^^^P^^^^^W^H^W^ 


HISTORTA    DE  MÉXICO  439 

pueblo  de  Zacapoaxtla,  acaudillada  por  el  Cura  Don  Fran- 
cisco Ortega  y  García  y  por  los  jefes  Güitian  y  OUoqui, 
movidos  por  el  partido  conservador  que  tenía  á  su  cabeza 
al  General  D.  Antonio  Haro  y  Tamariz,  que  habiendo  sido 
aprehendido  en  México  y  llevado  á  Veracruz,  logró  fugarse 
ingeniosamente  cerca  de  Córdoba  en  la  noche  del  5  de  enero 
de  1856  y  ponerse  al  frente  de  los  sediciosos. 

Mandó  el  Gobierno  para  sofocarla  una  brigada  á  las 
órdenes  del  General  La  Llave ;  pero  comprada  por  el  ene- 
migo se  le  pasó  abandonando  á  su  jefe  y  poniéndose  á  su 
frente  el  coronel  OsoUo  que  ocupó  áTeziutlán.  Con  este  mo  • 
tivo  Comonfort  envió  al  Coronel  D.  Severo  del  Castillo  con 
1.200  hombres,  habiéndole  antes  dejado  libertad  para  no 
aceptar  el  mando  si  acaso  sus  opiniones  estaban  acordes 
con  aquella  insurrección ;  mas  aunque  Castillo  protestó 
caballerosamente  su  lealtad,  faltó  á  su  honor  yéndose  con  el 
enemigo,  que  engrandecido  de  esta  suerte,  ocupó  á  Puebla 
de  los  Angelen  por  capitulación  del  General  Traconis,  au- 
mentando así  sus  elementos  militares. 

El  Presidente  comprendió  la  importancia  de  aquella  sedi- 
ción y  no  queriendo  derramar  inútilmente  la  sangre  mexi- 
cana, reunió  un  ejército  fuerte  de  15.000  hombres  á  cuyo 
frente  salió  él  mismo  á  batir  la  ciudad  angélica.  El  8  de 
marzo  derrotó  á  los  sublevados  en  Ocotlán  y  después  de 
otros  sangrientos  combates  ocupó  á  Puebla  el  23  por  una 
capitulación  en  que  sólo  se  concedió  á  los  vencidos  garantía 
de  la  vida. 

Por  decreto  de  25  de  marzo  castigó  Comonfort  á  los 
jefes  vencidos  por  la  traición  que  le  habían  cometido, 
mandando  que  sirvieran  como  soldados  rasos  en  el  ejército ; 
también  castigó  al  clero  de  aquella  diócesis  decretando  el 
31  del  mismo  mes  la  intervención  de  sus  bienes,  de  los  que 
se  indemnizaría  el  gobierno  los  gastos  de  aquella  campaña, 
y  se  daría  una  pensión  á  los  huérfanos  y  á  las  viudas  de  los 
que  en  ella  habían  muerto. 


440  PÉREZ   VERDÍA 

Celebróse  en  México  la  Fiesta  de  la  Paz  el  3  de  abril, 
se  decretó  el  establecimiento  de  un  colegio  de  niñas,  se 
derogó  el  decreto  del  25  marzo  y  se  entró  de  lleno  en  e 
sendero  de  la  organización  del  país. 

Desgraciadamente  el  partido  conservador  provocaba  por 
todos  medios  una  reacción  :  el  señor  Obispo  de  Puebla, 
D.  Pelagio  Antonio  de  Labastida,  después  de  haber  repre- 
sentado inútilmente  contra  el  decreto  del  31  de  marzo,  pre- 
dicó dos  sermones  el  4  y  ell  1  de  mayo  calificados  como  sedi- 
ciosos, por  lo  que  fué  desterrado  de  la  República,  aumen- 
tándose con  eso  el  disgusto  de  los  enemigos  del  Gobierno. 

Con  esto,  con  el  decreto  del  5  de  junio  por  el  que  sin 
razón  se  extinguió  la  Compañía  de  Jesús,  y  con  el  del  25  del 
mismo  mes  por  el  cual  se  ordenó  la  desamortización  de  los 
bienes  de  manos  muertas  por  el  célebre  ministro  D.  Miguel 
Lerdo  de  Tejada,  el  hombre  más  capaz  que  hasta  allí  había 
tenido  el  país  en  asuntos  financieros  y  que  había  ocupado  la 
cartera  de  Hacienda,  convirtió  el  partido  conservador  en 
cuestión  religiosa  la  de  la  reforma  política  y  social,  agriando 
eon  esto  las  discusiones,  pues  sabido  es  que  las  cuestiones 
religiosas  son  las  más  difíciles  de  tratarse,  porque  la  reli- 
gión es  el  lazo  más  fuerte  que  une  las  voluntades. 

El  15  de  mayóse  publicó  el  Estatuto  Orgánico,  que  debía 
regir  mientras  se  publicara  por  el  Congreso  la  nueva  Cons- 
titución, poniendo  con  eso  el  mismo  Comonfort  un  límite 
á  su  autoridad,  lo  que  revela  su  abnegación  y  buena  fe. 

Suscitáronse  algunas  dificultades  con  Inglaterra  y  España 
y  continuaron  las  conspiraciones  en  México  á  la  vez  que  se 
discutía  en  la  Asamblea  el  proyecto  do  Constitución,  que 
contenía  los  principios  más  avanzados  en  materia  de  libertad. 
Fueron  los  principales  autores  de  ese  notable  código 
político  los  diputados  D.  Ponciano  Arriaga,  D.  León  Guz- 
mán,  D.  Mariano  Yáñez,  D.  Isidoro  Olvera,  D.  José  María 
Castillo  Velasco,  D.  Francisco  Zarco  y  otros  distinguidos 
publicistas. 


tf^ 


r 


'^f,T  '     ^-     -y    ■■  ;ii    ■.;.■!  'JV* -fr-^^^t'.^l 


HISTOálA    DE  KÉXICO  441 

Descubrióse  el  15  de  septiembre  una  de  esas  conspira- 
ciones en  el  convento  de  San  Francisco ,  lo  que  hizo  que 
por  decreto  del  día  17  se  suprimiera  aquella  orden  y  se 
mandara  abrir  una  calle  atravesando  el  edificio,  que  se  llamó 
de  la  Independencia;  este  suceso  debe  haber  influido  para 
que  años  más  tarde  se  diera  aquel  templo  para  el  culto 
protestante,  olvidando  el  gobierno  que  en  México  ningún 
templo  merecía  mayor  respeto  por  sus  tradiciones  históricas 
que  el  de  San  Francisco,  por  los  importantes  é  inolvidables 
servicios  que  los  franciscanos  prestaron  á  la  causa  de  la 
civilización  (1). 

Establecióse  por  entonces  el  Directorio  conservador  cen- 
tral de  la  República^  que  trabajaba  con  astucia  é  incansable 
actividad  en  favor  de  la  causa  reaccionaria,  consiguiendo 
que  se  pronunciaran  en  distintas  partes  por  religión  y 
fueros  los  Generales  Castrejón,  Mejía  y  Gutiérrez  que 
pronto  fueron  vencidos. 

El  Gobierno  seguía  una  política  conciliadora  hasta  donde 
era  posible,  apartándose  de  la  exageración  de  los  extremos, 
sin  otro  resultado  sin  embargo,  que  enajenársela  voluntad 
de  unos  y  otros;  que  tanto  así  son  inconvenientes  los  tér- 
minos medios  y  tan  ciegos  así  son  los  partidos. 

Por  fin  el  20  de  octubre  amaneció  sublevada  de  nuevo  la 
ciudad  de  Puebla  :  los  Coroneles  Orihuela  y  Miramón  com- 
praron á  algunos  oficiales  y  de  acuerdo  con  ellos,  sorprendie- 
ron con  inaudita  audacia  al  que  estaba  de  guardia  en  pala- 
cio y  se  apoderaron  de  todos  los  elementos  militares  ha- 
biendo aprehendido  al  comandante  general  D.  José  María 
García  Gonde.  Púsose  entonces  al  frente  de  los  pronun- 
ciados el  Gral.  D.  Mariano  Salas. 

«  La  revolución,  dice  el  señor  Portilla,  no  era  popular, 
y  se  reconoció  esto  en  que  no  pudieron  generalizarla  los 


(1)  En  1895  volvió  aquel  templo    á  servir  para  el  culto  católico,  por 
haberse  rescatado  mediante  una  cantidad  de  dinero. 


442  PÉREZ   VERDÍA 

esfuerzos  de  sus  agentes,  ni  la  fortuna  con  que  habían 
logrado  apoderarse  de  Querétaro  y  de  Puebla.  » 

Y  en  efecto,  no  obstante  que  en  esos  mismos  días  ponía 
graves  tropiezos  Vidaurri,  Gobernador  de  Cohahuila,  Co- 
monfort  mandó  una  división  á  las  órdenes  del  General 
D.  Tomás  Moreno,  sobre  la  ciudad  rebelde,  la  cual  tomó 
el  3  de  diciembre  después  de  haberla  defendido  los  insu- 
rrectos palmo  á  palmo. 

No  se  descansó  por  esto,  pues  el  día  10  del  mismo  mes  se 
pronunció  en  San  Luis  la  magnífica  brigada  de  los  generales 
Rosas  Landay  Echeagaray,  seducida  por  el  coronel  D.  Ma- 
nuel María  Calvo,  capitulado  de  Puebla  en  el  mes  de  marzo, 
que  había  recibido  del  Directorio  cuantiosos  fondos.  Incor- 
poróse con  sus  fuerzas,  que  ya  estaban  sublevadas  de  ante- 
mano, y  se  puso  á  su  frente  el  General  D.  Luis  G.  OsoUo, 
el  más  valiente  y  al  mismo  tiempo  el  más  leal  de  los  ene- 
migos que  tenía  el  Presidente.  El  1.^  de  enero  de  1857  por 
orden  del  Gral.  Mejía  se  sustrajeron  del  consulado  inglés 
en  San  Luis  $240.000  de  fondos  particulares  y  se  emplearon 
en  los  gastos  de  la  revolución ;  pero  habiendo  mandado  el 
Gobierno  en  persecución  de  Osollo  al  General  Parrodi  con 
5.000  hombres,  lo  derrotó  primero  en  Tunas  Blancas  el 
26  de  enero  de  1857  y  el  7  de  febrero  en  el  cerro  de  la  Mag- 
dalena, donde  después  de  batirse  todo  el  día,  perdieron  los 
insurrectos  todos  sus  trenes  y  todas  sus  tropas,  quedando 
prisionero  y  herido  el  mismo  general  en  jefe,  quien  poco 
después  fué  indultado. 

En  esta  batalla  se  dio  por  primera  vez  en  las  filas  del 
Gobierno  á  la  artillería  el  principal  papel,  pues  nuestros 
improvisados  ejércitos  veían  á  esa  importante  arma  con 
injustiíjcado  desdén  y  hasta  solían  llamarla  «  espanta  re- 
clutas }K 

En  lüs  momentos  en  que  se  padlitaba  la  República  sa 
concedió  á  D.  Antonio  Escandón  privilegio  para  constrair 
á  Veracruz  un  forrocarril,  transmitiéndole  los  derechos  de 


HISTORIA   DE   ltÉ5CIC0  4*3 

los  anteriores  concesionarios,  y  se  expidió  por  el  Con- 
greso la  nueva  Constitución  política  de  5  de  febrero 
de  1857,  en  cuyo  día  la  juró  el  Presidente,  que  la  pro- 
mulgó el  12. 

En  ella  se  reconocen  todos  los  derechos  del  hombre, 
llamados  naturales  ó  inalienables,  lo  -mismo  que  la  sobe- 
ranía popular ;  se  divide  el  país  en  los  Estados  de  Aguas- 
calientes,  Colima,  Chiapas,  Chihuahua,  Durango,  Guana- 
juato,  Guerrero,  Jalisco,  México,  Michoacán,  Nuevo  León 
y  Cohahuila,  Oaxaca,  Puebla,  Querétaro,  San  Luis  Potosí, 
Sinaloa,  Sonora»  Tabasco,  Tamaulipas,  Tlaxcala,  Vera- 
cruz,  Yucatán,  Zacatecas  y  el  territorio  de  la  Baja  Cali- 
fornia. Se  establece  la  lorma  republicana  representativa 
federal,  y  se  divide  el  poder  supremo  para  su  ejercicio  en 
legislativo,  ejecutivo  y  judicial :  el  primero  se  deposita  en 
una  sola  cámara  de  diputados  electos  cada  dos  años,  uno 
por  cada  40.000  habitantes ;  el  segundo  en  el  Presidente 
de  la  República  electo  cada  cuatro  años,  y  el  tercero  en  la 
Suprema  Corte  formada  de  11  ministros,  4  supernumera- 
rios, un  Fiscal  y  un  Procurador  Gral.  de  la  Nación,  electos 
cada  seis  años,  en  los  Tribunales  de  Circuito  y  en  los 
jugzados  de  Distrito.  El  Presidente  de  la  Suprema  Corte 
debía  sustituir  transitoriamente  al  de  la  Repüblica  en  sus 
faltas  temporales  ó  absolutas.  Dos  fuentes  principales  sir- 
vieron para  inspirar  ese  código  político  :  para  la  declara- 
ción de  los  derechos  del  hombre,  la  doctrina  de  la  Revo- 
lución Francesa  de  1789  y  para  la  organización  política  de 
la  República,  la  Constitución  de  los  Estados  Unidos  del 
Norte. 

Con  mucha  posterioridad,  se  han  hecho  diversas  refor- 
mas estableciendo  la  Cámara  de  Senadores  formada  por 
dos  representantes  de  cada  Estado  electos  cada  cuatro 
años  y  estableciendo  diversos  sistemas  para  sustituir  al 
Presidente  de  la  República. 

No    aceptó   aquel  •  código  político  el  partido   conser- 


;--•%?: -.Jfr-T?'f--^ 


444  PÉREZ  VERDÍA 

vador  que  se  negó  á  reconocerlo,  suscitándose  entre  el 
gobierno  y  el  clero  serias  polémicas  con  motivo  del  jura- 
mento que  se  decretó  que  hicieran  todos  los  empleados 
públicos  y  que  sembró  grande  alarma  en  las  conciencias. 
Una  vez  promulgada  la  Constitución  se  convocó  á 
elecciones  y  resultaron  electos  para  Presidente  de  la  Repú- 
blica el  mismo  señor  Comonfort,  y  para  Presidente  de  la 
Corte  el  señor  Lie.  D.  Benito  Juárez,  habiendo  tomado 
posesión  el  i.®  de  diciembre  de  aquel  año.  Pero  dominado 
Comonfort  por  la  idea  de  reconciliar  los  partidos  entró  en 
arreglos  con  el  conservador  habiendo  aceptado  el  plan  de 
Tacubaya,  proclamado  por  el  General  Zuloaga  el  17  de  di- 
ciembre, reducido  á  declarar  sin  vigor  la  Constitución,  de- 
biendo seguir  en  el  poder  el  Presidente  y  convocar  la 
reunión  de-  otro  Congreso  que  diera  nueva  constitución 
más  en  armonía  con  las  costumbres  y  necesidades  del  país. 


CAPÍTULO  XIIl 


El  señor  general  D.  Félix  M.  Zuloaga.  —  El  señor  Licenciado  D.  Benito 
Juárez.  »  Pronunciamiento  del  13  de  marzo  de  1858.  ^  Sangrienta 
guerra  de  Reforma.  —  Plan  de  Navidad.  ^  El  señor  general  D.  Bíiguel 
Miramón.  —  Sus  triunfos.  —  Expedición  sobre  Veracruz.  —  Batalla  y 
fusilamientos  de  Tacubaya.  —  Expide  Juárez  las  leyes  de  Reforma.  — 
Tratados  Mon-Almonte  y  Mac  Lane-Ocampo.  —  Segunda  campaña  de 
Veracruz.  —  Combate  de  Antón  Lizardo.  —  Decreto  de  Zuloaga 
deponiendo  á  Miramón  y  tomando  el  poder.  —  Es  aprehendido  por 
Miramón.  —  Derrota  de  éste  en  Silao.  —  El  señor  D.  José  Ignacio 
Pavón.  —  Es  de  nuevo  nombrado  Presidente  por  una  junta  el  General 
Miramón.  —  Ocupación  de  Guadalajara  por  las  tropas  constituciona- 
listas.  —  Escandaloso  contrato  de  Jécker.  —  Violación  de  la  legación 
inglesa  en  México.  —  Batalla  de  Calputalpán.  —  Fin  del  gobierno  de 
Miramón. 


En  tal  virtud  rompió  Comonfort  por  sí  mismo  sus  títulos 
de  legalidad  y  aprehendió  á  Juárez ;  pero  sufrió  un  error 


k^^a. 


HISTOBU  DE  MÉXICO  44S 

cuando  creyó  posible  la  fasión  de  los  partidos  :  ni  el  con- 
servador le  tuvo  confianza,  ni  el  liberal  aceptó  aquel  nuevo 
plan^  lo  cual  conoció  bien  pronto  por  las  inadmisibles  exi- 
gencias de  los  reaccionarios  tanto  más  injustas  cuanto  que 
no  era  aquel  partido  el  que  había  prestado  favor  alguno 
al  Presidente,  sino  quien  lo  había  recibido.  Entonces  hubo 
un  nuevo  pronunciamiento  el  H  de  enero  de  18S8,  ente- 
ramente conservador,  en  virtud  del  cual  se  desconocía  á 
Comonfort  y  se  nombraba  en  su  lugar  al  señor  Gene- 
ral D.  Félix  M.  Zuloaga  ;  por  lo  que  el  vencedor  de  Zapotlan 
y  Puebla  trató  de  volver  sobre  sus  pasos,  á  cuyo  efecto 
quiso  defender  la  capital,  mas  después  de  diversas  escara- 
muzas en  las  calles  y  abandonado  de  sus  tropas  salió  de 
México  el  21  de  enero  con  dirección  á  Veracruz  donde  se 
embarcó  para  el  extranjero. 

Entre  tanto  el  Presidente  de  la  Suprema  Corte  de  Justi- 
cia, D.  Benito  Juárez,  estableció  el  Gobierno  constitucional 
en  Guanajuato  el  18  de  enero  de  1858,  trasladándose 
después  á  Guadalajara  en  los  primeros  días  de  marzo.  Su 
Gabinete  lo  formaron  los  Señores  D.  M.  Ocampo  en  Rela- 
ciones y  Guerra  ;  D.  S.  Degollado  en  Gobernación, 
D.  M.  Ruiz  en  Justicia,  D.  G.  Prieto  en  Hacienda,  y  D.  León 
Guzmán  en  Fomento. 

Zuloaga  derogó  inmediatamente  las  leyes  de  desamorti- 
zación y  de  ovenciones  parroquiales  y  dispuso  la  forma- 
ción de  un  ejército  para  la  persecución  de  los  constitucio- 
nalistas,  del  cual  quedó  nombrado  jefe  el  General  Osollo^ 
quien  llegó  á  reunir  5.400  soldados. 

Á  su  vez  los  Estados  de  Guanajuato,  Jalisco,  Zacatecas, 
San  Luis,  Michoacán  y  Aguascalientes  formaron  una  coa- 
lición para  oponerse  al  plan  de  Tacú  baya,  reuniendo  un 
cuerpo  de  7.000  hombres  con  treinta  piezas  de  artillería 
mandado  por  el  General  D.  Anastasio  Parrodi,  que  se 
situó  en  Celaya,  donde  fué  acometido  por  el  jefe  reaccio- 
nario el  día  de  8  de  marzo,  y  habiéndose  retirado  á  Sala- 


.  \ 


446  ,PÉREZ  VERDÍA 

manca  trabóse  allí  un  reñido  combate  al  d(ía  siguiente  en 
el  que  fueron  derrotadas  las  tropas  de  la  coalición,  mu- 
riendo en  una  brillante  carga  d^  caballería  el  pundonoroso 
Coronel  D.  José  Calderón  y  teniendo  por  principal  causa 
semejante  desastre  la  torpeza  de  Parrodi  al  permanecer 
inactivo  varios  días  dejando  que  OsoUo  aumentara 
constantemente  sus  ejemenlos  de  guerra,  la  falta  del 
Gral.  D.  Mariano  Moret  de  no  haber  sostenido  la  carga 
de  caballería,  como  se  le  había  ordenado,  y  la  conducta 
equívoca  de  Doblado  que  se  mantuvo  con. su  brigada  casi 
como  simple  expectador. 

Al  recibir  el  señor  Juárez  en  Consejo  de  Ministros  la 
noticia  y  pormenores  de  aquella  función  de  armas,  dijo  con 
la  mayor  serenidad  :  Han  quitado  una  pluma  d  nuestro 
gallo,  Y  sin  desalentarse,  dispuso  que  se  escribiese  un 
manifiesto  á  la  nación. 

Aprovechó  el  partido  conservador  tan  importante  vic- 
toria, provocando  un  pronunciamiento,  en  Guadalajara 
antes  de  que  llegaran  las  fuerzas  vencidas  en  Salamanca, 
Al  efecto  sedujo  al  Coronel  del  5.®  batallón  D.  Antonio 
Landa,  quien  ocupando  con  su  cuerpo  el  edificio  del  Insti- 
tuto, se  sublevó  al  dar  la  guardia  en  palacio  á  las  diez  de 
la  mañana  del  13  de  marzo,  aprehendiendo  inmediatamente 
al  Presidente  y  sus  ministros  que  allí  se  encontraban. 
Aquella  insurrección  no  fué  general  en  la  ciudad,  de  suerte 
que  mientras  los  sublevados  malamente  libertaban  y  arma- 
ban la  prisión,  hacían  prisionero  al  Gral.  D.  Silverio  Nú- 
ñez,  que  temerariamente  les  reprochaba  su  conducta  infiel,. 
y  se  fortificaban  en  palacio ;  los  cuerpos  de  Guardia  nacio- 
nal mandados  por  el  Lie.  D.  Miguel  Contreras  Medellín 
(batallón  Hidalgo,  2  compañías),  el  literato  D.  Miguel 
Cruz  Aedo  y  el  médico  D.  Rafael  Jiménez  (batallón  Prisr 
ciliano  Sánchez,  1  compañía)  acuartelados  en  San  Agustín^ 
San  Francisco  y  el  Carmen,  100  soldados  del  !.<>  de  lan- 
ceros mandados  por  el  Teniente  Coronel  D.  Antonio  Álva- 


HISTORIA  DE   MÉXICO  447 

rez,  en  Santa  María  de  Gracia,  oponían  una  viva  resisten- 
cia, sosteniendo  todo  el  día  un  fuego  nutrido  con  aquellos, 
quienes  ocuparon  el  Carmen,  replegándose  entonces  á  San 
Francisco  los  nacionales  allí  acuartelados. 

Landa  dio  pruebas  de  su  incapacidad  para  dominar  la 
situación;  entregó  el  palacio  á  saco,  á  los  prisioneros  en 
mano&  de  sus  mayores  enemigos  que  los  amenazaban  é 
insultaban  constantemente,  y  el  mando  á  su  secretario  el 
Escribano  Barbosa,  al  Coronel  Moret  y  á  cuantos  jefes 
había  en  sus  filas.  Viendo  que  el  Presidente  se  rehusaba  á 
ordenar  á  sus  defensores  que  depusieran  las  armas,  pro- 
curó el  día  14  alguna  transacción,  pues  no  se  le  ocultaba 
que  no  podría  sostenerse  por  más  de  tres  ó  cuatro  días 
que  tardarían  en  llegar  las  tropas  de  Parrodi,  que  iban  á 
marchas  forzadas  desde  que  supieron  el  pronunciamiento. 
Con  tal  fin  se  tocó  á  parlamento  en  palacio  después  de  las 
nueve  de  la  mañana,  á  cuyo  toque  correspondió  San 
Agustín  ;  cesaron  los  fuegos  y  salieron  de  palacio  los  gene- 
rales D.  Pantaleón  Moret  y  D.  Silverio  Núñez,  comisio- 
nados respectivamente  por  Landa  y  Juárez,  para  tratar 
con  el  Gobernador  ó  con  Contreras  Medellín,  dirigiéndose 
á  San  Agustín,  donde  abrieron  las  conferencias,  manifes- 
tando el  Gobernador  de  Jalisco  D.  Jesús  Camarena  que 
haría  uso  de  represalias  si  llegaran  á  atentar  contra  el  Pre- 
sidente de  la  República. 

Entre  tanto  Cruz  Aedo,  sabiendo  la  desmoralización  que 
había  entre  los  pronunciados,  asaltó  á  palacio  por  San 
Francisco,  al  frente  de  cincuenta  de  sus  nacionales,  sin 
haber  recibido  noticia  del  parlamento.  Fué  rechazado  con 
grandes  pérdidas,  y  creyendo  sus  contrarios  en  una  trai- 
ción por  la  violación  del  armisticio,  el  capitán  D.  Filomeno 
Bravo  (que  estando  en  la  cárcel  por  complicidad  en  el 
asesinato  de  D.  Manuel  Álvarez,  gobernador  de  Colima, 
se  había  adherido  al  movimiento)  trató  de  fusilar  á  Juárez 
y  á  sus  ministros,  mandando  á  la  guardia  hacer  fuego 


-iag^T^l 


448  PÉREZ   V£RDÍA 

sobre  ellos  en  el  mismo  salón  donde  se  hallaban;  pero 
habiéndoles  perorado  D.  Guillermo  Prieto,  titubearon  los 
soldados,  dando  tiempo  á  que  entrara  en  esos  instantes 
Landa,  y  después  de  algunas  explicaciones  por  las  que  se 
convenció  de  la  inocencia  de  los  distinguidos  presos  en  el 
irreflexivo  asalto,  mandara  retirar  aquellos  soldados. 

Á  las  dos  de  la  tarde  se  firmó  una  capitulación  por  la 
cual  se  otorgaba  la  libertad  al  Presidente  y  sus  compañeros ; 
se  entregaban  seis  mil  pesos  á  Landa,  permitiéndole  en 
las  48  horas  siguientes  salir  de  Guadalajara,  con  sus  sol- 
dados y  con  dos  cañones  que  tendría  derecho  á  escoger, 
facilitándole  el  gobierno  trenes  y  bagajes,  y  se  concedía 
completa  amnistia  á  quienes  hubieren  tomado  participa- 
ción en  el  pronunciamiento.  El  lunes  15  se  publicaron  los 
convenios  y  á  las  cinco  de  la  tarde  salieron  los  sublevados 
tomando  el  camino  de  Cocula,  para  esperar  la  llegada  del 
vencedor  de  Salamanca  é  incorporársele  en  San  Pedro 
dando  para  eso  un  rodeo  inmenso. 

Por  la  aproximación  de  OsoUo,  Juárez  á  su  vez  salió 
para  Colima,  el  día  20,  acompañado  de  sus  empleados  y 
escoltados  por  80  rifleros  á  las  órdenes  del  Coronel  D. 
Francisco  Iniestra,  pero  con  tan  mala  fortuna,  que  esa 
misma  tarde  en  el  pueblo  de  Santa  Anna  Acatlán  se 
encontró  con  Landaque  volvía  á  Guadalajara,  después  de 
su  rodeo,  al  frente  de  500  hombres.  Itiiestra  ocupó  con  su 
escolta  la  iglesia,  el  mesón  donde  estaba  Juárez  y  otras 
altaras  y  sostuvo  el  fuego  toda  la  tarde,  sin  haber  sido 
asaltado,  y  á  las  once  de  la  noche  salieron  sin  ser  sentidos, 
incorporándose  al  siguiente  día  á  la  tropa  del  Coronel  D. 
J.  N.  Rocha  que  estaba  en  Zacoalco  á  seis  leguas  >de  dis«- 
tancia.   • 

Aquellos  sucesos  pusieron  de  manifiesto  mucha  incuria 
por  parte  del  Gobierno  constitucional  que  habiendo  tenido 
repetidos  avisos  de  que  iba  á  estallar  el  pronunciamiento, 
no  supo  evitarlo  ;  grande  y  punible  temeridad,  al  salir  el 


i»!^ 


"í  •  "' 


HISTOBIA    DE   MÉXICO  449 

Presidente  con  tan  reducida  escolta,  debiendo  saber  que  el 
enemigo  podría  estar  inmediato  ;  y  una  suma  ineptitud  en 
el  partido  conservador  y  en  Landa,  quien  no  pudo  adue- 
ñarse de  la  plaza  ni  sacar  ventajas  de  su  posición,  ni 
siquiera  fué  capaz  de  asaltar  los  débiles  puntos  de  Santa 
Ana  Acatlán,  que  no  habrían  podido  sostenerse  media  hora. 

Después  siguió  el  señor  Juárez  su  interrumpida  marcha, 
se  embarcó  en  Manzanillo,  para  Panamá,  dejando  á 
D.  Santos  Degollado  como  Ministro  de  la  Guerra,  con  am- 
plias facultades,  mientras  tanto  que  Parrodi  capitulaba  en 
Guadalajara  el  día  23  por  el  desaliento  de  sus  tropas,  que 
fué  el  motivo  que  invocó  para  entregar  indignamente  los 
elementos  militares  que  había  salvado.  Sólo  se  retiraron  al 
Sur  de  Jalisco,  Contreras  y  Cruz  Aedo,  con  el  Lie.  0. 
Pedro  Ogazón  que  quedó  como  Gobernador  del  Estado. 

Grande  incremento  tomó  la  causa  reaccionaria  con  la 
batalla  de  Salamanca  y  la  ocupación  de  Guadalajara; 
declarándose  entre  ambos  contendientes  una  guerra  encar- 
nizada, como  jamás  se  había  habido  desde  que  se  consumó 
la  independencia  :  levantáronse  por  todas  partes  tropas 
que  luchaban  sin  descanso ;  plagóse  el  país  de  guerrillas  de 
uno  y  otro  partido,  formadas  por  verdaderos  forajido^  que 
deshonrando  la  causa  que  defendían,  hicieron  desaparecer 
la  seguridad  en  los  caminos,  en  los  pueblos  y  aun  en  las 
ciudades,  cometiendo  todo  género  de  crímenes;  impusié- 
ronse fuertes  contribuciones  y  préstamos  forzosos,  y  se 
desató  el  espíritu  perseguidor  por  ambas  partes,  á  conse- 
cuencia de  la  exaltación  general  de  los  ánimos,  producida 
por  el  choque  de  los  más  contrarios  principios  sociales  y 
políticos. 

De  Guadalajara  partió  Miramón  sobre  Zacatecas,  cuya 
ciudad  ocupó  el  11  de  abril,  siguiendo  su  marcha  sobre 
San  Luis,  forzando  el  17  el  paso  de  Carretas,  en  donde  lo 
esperaban  el  General  D.  Juan  Zuazua  con  las  tropas  de 
Tamaulipas.  Éstas  atacaron  á  Zacatecas,  que  defendida  por 

29 


450  PÉREZ    VERDÍA 

el  General  D.  Antonio  Mañero  y  el  Coronel  D.  Antonio 
Landa  con  800  hombres,  sucumbió  el  día  28.  Una  vez  ocu- 
pada aquella  plaza,  Zuazua  hizo  fusilar  al  valiente  Mañero 
así  como  á  Landa,  Gallardo  (1),  Aduna  y  Drechi,  come- 
tiendo así  un  odioso  atentado  á  la  vez  que  ensangrentando 
aquella  lucha,  que  ya  de  por  sí  se  presentaba  imponente  y 
terrible. 

De  allí  marcharon  las  fuerzas  vencedoras  para  San  Juan, 
y  habiéndose  unido  con  las  que  traía  el  Sr.  Degollado  tra- 
taron de  atacar  á  Guadalajara;  pero  sin  tener  los  necesa-r 
ríos  medios  se  retiraron  al  Sur;  Míramón  que  había 
sucedido  en  el  mando  al  esforzado  y  experto  Gral.  OsoUo 
que  murió  de  fiebre  en  San  Luis,  fué  á  toda  prisa  en 
auxilio  de  la  plaza  amenazada  y  siguió  á  Degollado  hasta 
las  barrancas  de  Atenquique  en  donde  lo  derrotó  el  6  de 
junio  regresando  luego  á  Guadalajara. 

Á  la  vez  había  caído  San  Luis  el  30  de  junio  en  poder  de 
Zuazua,  y  Guanajuato  en  poder  de  Aramberri,  por  lo  cual 
marchó  Miramón  rumbo  al  Oriente,  obteniendo  un  ruidoso 
triunfo  sobre  las  tropas  liberales  de  Vidaurri  en  Ahualulco 
de  Pinos  el  29  de  septiembre  ;  pero  como  Degollado  había 
vuelto  sobre  Guadalajara,  aniquilando  el  21  de  sep- 
tiembre enCuevitas  al  Gral.  Casanova,  atacó  la  plaza  y  se 
apoderó  de  ella  por  asalto,  tomando  después  el  convento 
de  San  Francisco  el  29  de  octubre  por  una  capitulación. 
Fué  entonces  alevosamente  asesinado  el  General  Blancarte 
por  el  terrible  guerrillero  Rojas,  á  quien  por  esto  se  puso 
fuera  de  la  ley,  pues  violó  la  capitulación  que  le  daba  garan- 
tías á  aquel  general.  Un  día  antes  fueron  ahorcados  con 
lujo  de  crueldad  el  Teniente  Coronel  Piélago  y  el  Capitán 
Monayo  en  represalia  de  haber  asesinado  sólo  por  sus  opí- 


(1)  El  Mayor  Gallardo  no  quedó  muerto  en  el  fusilamiento  y  el  caritativo 
cura  D.  Ignacio  Castro  no  lo  sepultó  sino  que  lo  sustrajo  y  lo  curó  ocuU 
tamente. 


HISTORIA    DE   MÉXICO 


45 1 


niones  liberales,  el  22  de  mayo  anterior,  alDr.  D.  Ignacio 
Herreray  Cairo  que  vivía  ajeno  á  la  política  en  su  hacienda. 

A  la  vez  el  Gral.  D.  Miguel  Blanco  que  se  había  des- 
prendido de  la  división  de  Degollado  marchando  para 
Mo relia,  recogió  allí  algunos  refuerzos  y  partió  sobre 
México  confiando  en  un  ilusorio  levantamiento  de  los  libe- 
rales y  atacó  débilmente  la  plaza  -el  15  de  octubre,  siendo 
rechazado.  Blanco  en  su  marcha  se  había  apoderado  de 
100.000  pesos  que  extrajo  de  la  iglesia  de  San  Juan  de  los 
Lagos  y  de  500.000  que  importó  la  plata  de  la  crujia, 
lámparas  y  alhajas  que  tomó  á  viva  fuerza  de  la  Catedral 
de  Morelia,  por  orden  del  Gral.  D.  Epitacio  Huerta  y  por 
medio  del  Gral.  Porfirio  Pérez  de  León  cometiendo  así 
odiosos  é  imperdonables  despojos. 

Miramón,  que  estaba  en  San  Luis,  partió  violentamente 
en  auxilio  de  México,  de  donde  pocos  días  después  volvió 
unido  con  Márquez  sobre  Guadalajara;  pero  habiéndose 
fortificado  Degollado  en  el  puente  de  Tololotlán,  pasó  el 
río  Santiago  el  14  de  diciembre  por  un  vado  cerca  de  Pon- 
cillán,  y  atacando  por  el  flanco  las  tropas  liberales  las 
hizo  retroceder  camino  de  Colima  mientras  los  vencedores 
ocuparoa  la  capital  de  Jalisco  y  salían  luego  en  su  perse- 
cución. 

Al  mismo  tiempo  era  destruida  por  Lozada  en  el  asalto 
del  Conejo  una  columna  liberal  que  á  las  órdenes  de  Sán- 
chez Román  se  había  disgredado  del  grueso  del  ejécito 
para  ir  á  ocupar  á  Te  píe. 

El  23  del  mismo  mes  de  diciembre  de  1858  se  pronunció 
en  Ayotla  el  Gral.  Echeagaray  desconociendo  á  Zuloaga  y 
proclamando  á  Miramón,  cuyo  plan  que  se  llamó  de 
Navidad^  fué  secundado  en  México  el  24  por  el  Gral. 
Robles  Pezuela,  que  interinamente  se  hizo  cargo  del  poder ; 
pero  no  habiéndolo  aprobado  Miramón,  fué  repuesto  el 
Gral.  Zuloaga.  Sin  embargo,  como  había  síntomas  de  una 
división  en  el  partido  conservador,  el  Presidente,  aunque 


^M^ 


■?>' 


452  PÉREZ   VERDÍA 

sin  facultades  paraello^  nombró  por  sustituto  al  mismo  Sr. 
Gral.  D.  Miguel  Miramón,  que  tanto  acababa  de  distinguir- 
se por  su  talento  militar  y  que  se  hizo  cargo  del  gobierno 
el  día  2  de  febrero  de  1859. 

Entre  tanto  Juárez  favorecido  por  el  Gobernador  D. 
Manuel  Gutiérrez  Zamora,  había  establecido  su  administra- 
ción en  Yecracruz,  adonde  llegó  el  día  4  de  mayo  de  1858 
en  e!ÍYB.por  Filadelfia  en  unión  de  los  señores  Ocampo, 
Prieto,  Ruiz,  Guzmán  y  Zambrano. 

Con  tal  motivo  el  Presidente  Miramón  dispuso  atacar 
aquel  puerto  que  servía  de  residencia  al  Ejecutivo  constitu- 
cional^ y  poniéndose  al  frente  de  sus  huestes,  emprendió 
la  campaña.  El  18  de  marzo  anunció  Gutiérrez  Zamora  a  que 
los  traidores  estaban  en  frente  de  los  muros  y>,  pero  sin 
tener  las  fuerzas  necesarias  para  un  asalto,  ni  contar  con 
algunos  buques  para  poder  poner  un  sitio>  atacados  los  sol- 
dados por  el  clima  y  temeroso  de  que  ocupara  á  la  capital 
Degollado  que  se  había  aproximado,  levantó  sus  reales  el 
30  de  marzo  y  se  volvió  para  México,  dejando  ufano  al  go- 
bierno de  Juárez,  que  aumentó  con  eso  su  fuerza  moral. 

Degollado  que  había  sido  derrotado  en  San  Joaquín  por 
Miramón,  y  se  había  retirado  para  Morelia,  reunió  nuevas 
tropas  con  la  actividad  y  constancia  que  le  eran  peculiares, 
y  animado  por  sus  correligionarios  de  la  capital  de  la 
República  que  le  ofrecieron  hacer  una  revolución  cuando 
él  se  presentara,  marchó  sobre  ella  al  frente  de  6.000  hom- 
bres presentándose  frente  á  sus  muros  el  22  de  marzo  y 
tomando  posiciones  en  Tacubaya  y  Chapultepec ;  pero  en 
espera  del  pronunciamiento  proyectado,  que  no  llegó  á 
operarse,  dejó  transcurrir  algunos  días  que  no  en  vano 
aprovechó  el  ministro  reaccionaro  D.  Antonio  Corona,  para 
levantar  nuevas  tropas  y  hacer  que  violentamente  Uegara 
Márquez  en  auxilio  de  la  ciudad.  Trabóse  el  11  de  abril  la 
batalla  en  Tacubaya,  quedando  vencido  el  jefe  constitucio- 
nalista.  En  esos  momentos,  que  eran  las  once  de  la  mañana. 


^ ;'7/f*f''T'>'i''?'rL'^.---,^  r  i^'T" 


HISTORIA   DE  HÉXICO  453 

llegaba  Miramón  de  Veracruz  y  $e  dirigió  luego  al  campo 
de  la  lucha,  cuando  todo  había  concluido  ya,  y  se  alejaba 
Degollado  después  de  dejar  su  artillería  y  muchos  prisio- 
neros ;  entonces  despechado  el  general  presidente  por  su 
retirada  de  Veracruz  é  indignado  por  el  calor  de  la  resis- 
tencia, dio  por  escrito  la  orden  sanguinaria  de  que  fueran 
pasados  por  las  armas  todos  los  prisioneros  déla  clase  de 
oficiales  y  jefes,  y  Márquez,  de  quien  el  mismo  Zuloaga 
decía  en  un  manifiesto  que  «  su  huella  se  conoce  aun  á  la 
larga  distancia :  allí  donde  hay  desolación  y  lágrimas,  donde 
la  barbarie  se  ha  cebado  en  alguna  víctima,  por  allí  sin  duda 
ha  pasado  el  General  D.  Leonardo  Márquez  »,  llevando  to- 
davía más  lejos  el  espíritu  de  venganza,  la  aplicó  aun  á  los 
médicos  que  curaban  á  los  heridos  de  ambos  bandos,  aun  á  los 
jóvenes  practicantes  que  habían  salido  la  víspera  de  México 
para  prestar  sus  filantrópicos  servicios  en  la  cabecera  de 
los  enfermos,  y  hasta  á  los  que  vivían  retirados  en  aquella 
población,  y  que  sólo  tenían  marcadas  opiniones  liberales- 
Así  fueron  fusilados  en  la  noche  de  tan  infausto  día  cin- 
cuenta y  tres  distinguidos  prisioneros,  de  entre  quienes 
sobresalían  el  Gral.  D.  Marcial  Lazcano,  el  capitán  D.  José 
López,  el  teniente  D.  Ignacio  Sierra,  los  médicos  y  estu- 
diantes D.  Ildefonso  Portugal,  D.  Gabriel  Ri vero,  D.  Manuel 
Sánchez,  D.  Juan  Duval,  D.  Alberto  Abad,  D.  José  María 
Sánchez  y  D.  Juan  Díaz  Covarrubias,  poeta  de  diez  y  nueve 
años,  y  el  Licenciado  D.  Agustín  Jáuregui. 

La  nación  toda,  horrorizada,  llamó  á  aquellas  víctimas 
mártires  de  Tacubaya,  levantándose  sobre  el  lugar  del 
sacrificio  una  aguja  de  mármol  en  la  que  todavía  se  lee  esta 
frase  bíblica  :  Ageldama. 

Márquez  pretendió  después  disculpar  su  crueldad  con 
aquella  orden  de  Miramón,  y  éste  tampoco  quiso  aceptar 
semejante  responsabilidad,  diciendo  en  la  confesión  coa 
cargos  que  años  más  tarde  se  le  tomó  en  Querótaro,  «  que 
las  ejecuciones  no  fueron  ordenadas  ni  autorizadas  por  éU 


454  PÉREZ   VERDÍA 

sino  solamente  respecto  de  los  oficiales  prisioneros  perte- 
necientes al  ejército  que  se  habían  pasado  al  enemigo  ».  De 
esta  suerte  sucedió  lo  que  siempre  :  pasados  los  momentos 
de  exaltación,  en  que  predominan  las  pasiones  y  turban  el 
ejercicio  de  los  dictados  de  la  razón  y  la  conciencia,  el 
hombre  reprueba  lo  que  en  tal  estado  ejecuta,  y  quisiera 
entonces  no  haber  hecho  lo  que  ya  no  puede  remediar. 

Exaltado  por  esto  el  Gobierno  de  Juárez  y  con  la  convic- 
ción de  quQ  el  clero  con  sus  bienes  favorecía  la  causa  polí- 
tica de  los  conservadores,  trató  de  despojarle  de  ellos  y 
debilitar  su  influencia  sobre  la  sociedad ;  los  >  principios 
económicos  reclamaban  la  desamortización  de  los  cuan- 
tiosos bienes  de  manos  muertas,  respetando  la  propiedad 
de  sus  poseedores ;  pero  el  interés  político  del  partido  liberal 
aconsejó  el  despojo  absoluto,  por  lo  cual  se  dictó  el  12  de 
julio  de  1859  la  famosa  ley  de  nacionalis ación  de  los 
bienes  eclesiásticos  (1),  promulgando  en  seguida  con 
fecha  23  la  que  declaró  que  el  matrimonio  es  un  contrato 
civil,  sujeto  por  consiguiente  á  la  autoridad  pública.  Se 
suprimieron  además  las  comunidades  religiosas  (2),  se  de- 
cretó la  tolerancia  de  cultos  y  se  secularizaron  los  cemen- 
terios, constituyendo  estas  leyes  las  que  se  llamaron  de 
Reforma^  y  que  en  efecto  operaron  radicalmente  las  re- 
formas sociales,  que  debían  haberse  realizado  paulatina- 
mente á  fin  de  no  herir  de  un  golpe  cuantiosos  intereses 
y  destruir  inveteradas  costumbres.  De  aquí  precisamente 
provino  aquella  tremenda  lucha  ;  pues  á  la  vez  que  el  par- 
tido liberal  en  el  gobierno  de  Comonfort  se  preparaba  á 
llevar  á  cabo  aquella  tarea  lo  más  moderadamente  que 
fuera  posible,  el  partido  conservador  para  resistirla  se  le 

(1)  El  valor  de  los  bienes  del  clero  era  en  este  tiempo  de  45.000.000  de 
pesos  y  en  el  espacio  de  los  cien  años  últimos  el  Gobierno  había  recibido 
del  clero  en  donaciones,  impuestos  y  exacciones  $  150.000.000. 

(2}  Había  entonces  en  la  República  1.500  templos,  1.069  curatos,  144  con- 
ventos de  frailes,  58  de  monjas. 


*,¿át_ 


HISTORIA  DE   MÉXICO  455 

adelantaba  queriendo  retrogradar  y  quitarle  el  poder  por 
medio  de  la  revolución,  la  que  necesariamente  provocó 
medidas  más  avanzadas  en  virtud  de  la  ley  natural  de  las 
reacciones  políticas.  Así  los  dos  partidos  tuvieron  la  culpa 
de  aquellas  conmociones  y  de  aquella  sangrienta  guerra  : 
el  uno  por  querer  ir  muy  adelante  sin  contemporizar  en 
nada  con  las  costumbres  ni  con  las  exigencias  del  tiempo, 
y  el  otro  por  negarse  á  admitir  ciertas  reformas  que  el 
progreso  exigía,  pretendiendo  torpemente  retroceder  en  la 
marcha  política. 

La  honradez  intachable  de  Juárez,  de  sus  Ministros  y  de 
los  principales  caudillos  liberales  como  Degollado,  Ocampo, 
Fuente,  Zaragoza,  La  Llave,  Silverio  Núñez,  Valle,  Ogazón, 
Porfirio  Díaz,  Berriozábal,  etc.,  etc.,  hizo  que  la  causa 
liberal  no  pudiera  mancharse  con  los  frecuentes  excesos 
y  depredaciones  de  jefes  secundarios ;  pero  desgraciada- 
mente realizada  la  nacionalización  de  los  bienes  del  clero 
en  medio  de  una  guerra  sangrienta  no  se  supo  ó  no  se 
pudo  aprovechar  para  la  Nación  aquella  inmensa  riqueza, 
que  fué  prontamente  derrochada  de  un  modo  escandaloso 
en  beneficio  particular  de  unos  cuantos  denunciantes  sin 
haberse  fundado  un  Banco  ó  cualquiera  otra  institución 
financiera  de  pública  utihdad. 

En  el  año  de  1859  se  firmaron  dos  tratados  vergonzosos 
para  la  nación,  que  sólo  se  explican  por  el  interés  que 
tenían  los  dos  partidos  en  recibir  ayuda  para  obtener  la 
victoria  :  uno  fué  acordado  en  París  el  27  de  septiembre 
entre  el  Ministro  español  D.  Alejandro  Mon  y  el  mexicano 
D.  Juan  N.  Almonte,  aprobado  por  el  gobierno  de  Mira- 
món,  en  cuya  virtud  se  arreglaban  las  diferencias  con 
España  concediéndole  más  de  lo  que  en  justicia  le  perte- 
necía ;  y  el  otro  se  pactó  en  Veracruz  entre  el  Ministro 
Mr.  Mac  Lañe  y  D.  Melchor  Ocampo,  por  el  cual  se  conce- 
día impolíticamente  a  los  Estados  Unidos  facultad  para 
atravesar  el  territorio  nacional  por  diversas  zonas  y  para 


456  PÉREZ  YBRDÍA 

(lar  garantías  á  sus  nacionales  que  residían  en  México.  Por 
fortuna  ninguno  de  estos  tratados  se  llevó  á  efecto,  pues 
el  Mon-Almonte,  lejos  de  ser  reconocido  por  Juárez,  lo 
declaró  nulo  y  traidor  al  General  Almonte ;  y  el  Mac  Lane- 
Ocampo  no  fué  aprobado  por  el  Congreso  americano. 

La  guerra  seguía  por  todas  partes,  obteniendo  los 
mayores  triunfos  la  causa  de  Miramón,  quien  llegó  á 
vencer  el  13  de  noviembre  á  Degollado  en  lá  Estancia  de 
las  Vacas,  quitándole  30  cañones,  43  carros  de  parque  y 
500  armas,  con  cuyo  triunfo  parecía  asegurado  el  éxito  de 
aquel  partido;  pero  predominando  en  el  país  la  opinión 
liberal,  siguióse  la  lucha  sin  que  los  partidarios  de  esta 
idea  se  desmoralizaran  con  tantas  derrotas. 

Miramón  partió  luego  para  Guadalaj  ara  á  fin  de  relevar 
del  mando  á  Márquez,  á  quien  mandó  preso  á  México  por 
faltas  de  subordinación  y  por  haber  tomado  600.000  pesos 
de  una  conducta  que  procedente  de  México  y  Guanajuato, 
debía  embarcarse  en  San  Blas.  En  su  lugar  nombró  al 
Gral.  D.  Adrián  WoU,  cometiendo  con  esto  una  falta, 
pues  privaba  á  su  partido  de  uno  de  sus  jefes  principales. 
En  seguida  salió  para  el  Sur,  se  apoderó  de  Colima  y 
derrotó  á  los  Grales.  Ogazón,  Valle,  Pueblita  y  Rocha, 
en  La  Albarrada,  cerca  de  Tonila  el  24  de  diciembre,  gra- 
cias á  la  desunión  de  los  jefes  liberales,  y  regresó  á  Gua- 
dalajara,  siguiendo  luego  para  México. 

Careciendo  absolutamente  de  recursos  el  Gobierno  con- 
servador celebró  el  29  de  octubre  con  el  banquero  suizo 
Jécker  el  contrato  más  escandaloso  que  se  registra  en  la 
triste  é  ignominiosa  historia  de  nuestras  finanzas,  por  el 
cual  recibió  $  618.917  en  dinero  efectivo  y  $  300.000  en 
vestuario,  reconociéndole  en  cambio  la  enorme  suma  de 
quince  millones  de  pesos  con  interés,  por  la  cual  le  expidió 
bonos  pagaderos  con  todos  los  derechos  y  contribuciones 
que  debería  percibir  el  fisco,  excepto  el  contingente  na- 
cional. 


^rT^^-^.  .-^--rrr  -«T^sTT^'  T  t 


HISTORIA   DE  MÉXICO  457 

Vuelto  el  caudillo  conservador  á  la  capital^  se  ocupó  en 
preparar  una  expedición  sobre  Veracruz  donde  seguía 
organizado  el  Gobierno  de  Juárez,  para  lo  cual  hizo  que 
el  Contralmirante  D^  Tomás  Marín  formara  en  la  isla  de 
Cuba  una  escuadrilla.  Salió  de  México  el  Presidente  el  8  de 
febrero  de  1860,  logrando  reunir  un  ejército  de  seis  mil 
hombres,  con  el  cual  trató  de  establecer  el  sitio  en  prin- 
cipios de  marzo ;  pero  ya  el  día  6  había  sido  capturada 
la  escuadrilla  de  Marín.  Éste^  habiendo  comprado  en  La 
Habana  dos  buques  llamados  El  Marqués  y  el  Miramón 
en  $  130.000  el  primero  y  en  $  70.000  el  segundo^  llegó 
con  ellos  el  día  6  á  las  aguas  de  Antón  Lizardo  distante 
cerca  de  dos  leguas  de  Veracruz.  Sabido  esto  por  el  go- 
bierno de  Juárez,  contrató  á  Mr.  Jarvis,  comandante  de 
los  buques  norteamericanos  para  que  los  apresara  por  ser 
filibusteros,  supuesto  que  se  habían  armado  en  puerto  ex- 
tranjero, con  tripulación  extranjera  y  sin  orden  de  su  go- 
bierno, que  era  el  único  reconocido,  por  lo  que  el  coman- 
dante, con  el  buque  de  guerra  Saratoga  en  el  que  iba 
el  general  La  Llave,  batió  á  Marín  haciéndolo  prisionero 
con  su  pequeña  armada,  y  quitándole  1.000  bombas,  dos 
morteros,  4.000  fusiles  y  otros  materiales  de  guerra. 

Intimó  Miramón  rendición  á  la  plaza  con  graves  amena- 
zas, mas  no  habiéndose  accedido  á  sus  deseos,  empezó  in- 
útilmente el  bombardeo  el  15  de  marzo  durando  hasta  el  20, 
en  que  convencido  de  que  no  podía  tomarla  por  carecer 
del  auxilio  de  la  escuadrilla,  levantó  su  campo  y  se  volvió 
á  la  capital. 

En  el  interior  tomaba  creces  el  partido  constitucionalista 
que  en  24  de  abril  obtuvo  un  brillante  triunfo  en  Loma 
Alta  en  el  Estado  de  San  Luis  :  el  Gral.  D.  José  López 
Uraga  derrotó  completamente  á  los  Grales.  reaccionarios 
Díaz  de  la  Vega  y  Calvo,  haciéndolos  prisioneros  con  más 
de  mil  soldados,  18  piezas  de  artillería  y  30  carros  de  mu- 
niciones y  equipos,  logrando  con  eso  reunir  un  ejército  de 


'^'-r^ 


i58  PÉREZ   VERDÍA 

7.000  hombres,  con  el  cual  marchó  sobre  Guadalajara. 
El  24  de  mayo  atacó  la  plaza  en  columna  cerrada,  pero  el 
Gral.  Woll  que  la  defendía  con  2.700  hombres,  lo  rechazó 
haciéndolo  prisionero  gravemente  herido  y  causándole 
más  de  mil  bajas,  obligando  con  eso  á  las  tropas  liberales 
á  retirarse  al  Sur  de  Jalisco. 

Ocurrió  entonces  Miramón  á  reforzar  á  Woll,  lleván- 
dose prisionero  á  Zuloaga,  porque  había  dado  un  decreto 
quitándole  el  poder,  proponiéndose  aquél  con  aquella  expe- 
dición, destruir  el  ejército  del  Sur,  que  mandaban  Zaragoza 
y  Ogazón,  en  cuya  persecución  salió  de  Guadalajara  en  los 
primeros  días  de  junio  al  frente  de  tí. 000  soldados  con 
32  piezas  de  artillería ;  pero  no  atreviéndose  á  atacarlos 
por  hallarse  fuertes  en  la  cuesta  de  Zapotlán  con  más  de 
7.000  hombres,  de  Sayula  se  volvió  para  la  papital  de  Ja- 
lisco, adonde  llegó  el  23  de  junio,  habiendo  sufrido  con- 
siderables deserciones. 

Entretanto  el  Gral.  González  Ortega  había  derrotado  el 
día  15  en  Peñuelas  al  Gral.  Ramírez,  haciéndole  1.000  pri- 
sioneros con  diez  cañones,  lo  que  dio  por  resultado  la 
ocupación  de  Aguascalientes  por  sus  fuerzas  y  el  quedar 
en  aptitud  para  marchar  al  Bajío  como  lo  hizo  algunos  días 
después  á  fin  de  combinar  sus  operaciones  con  otros  jefes. 

Al  día  siguiente  de  su  regreso  á  Guadalajara  Miramón 
salió  para  Lagos  como  punto  céntrico  de  observación  que 
le  permitiese  acudir  á  donde  fuese  necesaria  su  presencia. 

Allí  se  le  fugó  Zuloaga,  de  cuyo  hecho  dio  parte  inme- 
diatamente al  Ministerio,  que  para  evitar  dificultades,  de- 
claró que  seguiría  de  presidente  Miramón,  mientras  no  se 
pacificara  el  país,  quitándole  así  el  carácter  de  sustituto  é 
independiéndole  del  autor  del  plan  de  Tacubaya. 

El  10  de  agosto  dio  el  general  presidente  al  frente  de 
cerca  de  5.000  hombres  la  batalla  de  Silao  contra  las  fuerzas 
de  González  Ortega  y  Zaragoza  que  se  componían  de 
8.000  soldados  que  obtuvieron  allí  un  gran  triunfo. 


HISTORIA   DE  MÉXICO  459 

Volvióse  á  la  capital  de  la  República,  y  dejando  el  go- 
bierno al  Presidente  de  la  Corte,  el  señor  D.  José  Ignacio 
Pavón,  el  14  de  agosto,  se  procedió  á  instalar  una  Junta  de 
notables,  la  que  compuesta  de  veintitrés  personas,  nombró 
presidente  eso  mismo  día  en  la  tarde  al  Sr.  D.  Miguel 
Miramón,  que  de  esta  suerte  previno  el  caso  de  que  Zu- 
loaga  fuera  á  nombrar  otra  persona  como  sustituto. 

En  septiembre  se  apoderó  el  Gral.  Degollado  de  una 
conducta  que  se  dirigía  á  Tampico  y  se  hallaba  de  paso  en 
Laguna  Seca,  de  la  cual  tomó  680.000  $  para  cuyo  pago 
hizo  destinar  desde  luego  bienes  nacionalizados.  Con 
aquellos  recursos  pudo  ya  el  ejército  liberal  cubrir  sus  ne- 
cesidades y  marchó  González  Ortega  sobre  Guadalajara, 
uniéndose  el  día  22  en  la  villa  de  San  Pedro  con  la  divi- 
sión de  Jalisco  que  venía  del  Sur  y  mandaba  el  Gral. 
Ogazón,  con  lo  que  se  formó  un  total  de  20.000  hombres 
y  ciento  veinticinco  piezas  de  artillería.  Antes  de  comenzar 
las  operaciones  González  Ortega  tuvo  una  conferencia  con 
Castillo  en  que  éste  propuso  un  arreglo  entre  los  dos  parti- 
dos beligerantes  bajo  la  base  de  la  reforma  de  la  Constitu- 
ción y  la  eliminación  del  Presidente  Juárez,  y  aunque 
aquél  aceptó  las  dos  condiciones,  fueron  éstas  aumentadas 
con  la  de  que  se  promulgara  un  Estatuto  mientras  se  ope- 
raba la  reforma  de  la  Ley  fundamental,  lo  que  hizo  fraca- 
sar la  conferencia.  Fué  una  fortuna  porque  el  general 
liberal  no  tenía  facultades  para  hacer  arreglos  alterando 
los  preceptos  de  la  Constitución,  expedida  por  un  Con- 
greso, legalmente  promulgada  y  que  precisamente  por  eso 
era  la  bandera  de  la  legalidad  :  ni  el  mismo  Presidente  de 
la  República  estaba  autorizado  para  hacer  concesiones  de 
ese  género  :  fué  el  error  de  Comonfort. 

Muy  pocos  días  después  el  Gral.  Degollado  haciendo 
suyo  un  absurdo  plan  de  pacificación  formado  por  el 
Ministro  Inglés  Mr.  Mathiew,  lo  proponía  á  los  jefes  del 
ejército,  quienes  lo  rechazaron  unánimemente  y  el  Go- 


460  PEReZ   VERDÍA 

bierno  desaprobó  la  conducta  de  aquél  y  en  17  de  octubre 
lo  destituyó  del  mando  militar  y  lo  sometió  ajuicio,  nom- 
brando General  en  Jefe  al  Sr.  González  Ortega. 

Degollado  dio  un  ejemplo  notable  de  patriotismo  y  dis- 
ciplina obedeciendo  al  S.  Gobierno,  que  cometió  un  acto 
de  rigor  inmerecido  hacia  el  caudillo  constitucionalista 
que  más  servicios  había  prestado,  y  una  inconsecuencia 
odiosa  al  encargar  del  mando  supremo  militar  á  G.  Ortega 
que  había  incurrido  en  la  misma  falta  que  Degollado. 

La  plaza  de  Guadalajara  bien  fortificada  y  defendida 
por  el  General  D.  Severo  del  Castillo  al  frente  de 
7.000  hombres,  tuvo  que  capitular  después  de  un  sitio  ri- 
guroso el  2  de  noviembre.  En  esos  momentos  se  acercaba 
el  general  Márquez  en  socorro  de  la  plaza  que  acababa  de 
entregarse,  por  lo  que  destacada  del  ejército  constitucio- 
nalista una  brigada  de  caballería  en  su  persecución,  lo 
derrotó  cerca  de  Zapotlanejo  el  1.®  de  aquel  mes. 

Con  motivo  de  estos  reveses  y  la  pérdida  de  Oaxaca, 
Toluca,  Querétaro,  Zacatecas  y  otras  plazas  de  grande  im- 
portancia, concentró  Miramón  sus  principales  fuerzas,  y 
como  carecía  absolutamente  de  recursos  apeló  entonces  á 
las  más  violentas  medidas,  origen  de  reclamaciones  diplo- 
máticas y  de  la  intervención  europea. 

El  nuevo  Gabinete  se  formó  por  los  Señores  Almonteen 
Relaciones;  I.  Díaz  en  Gobernación;  Gral.  A.  Corona  en 
Guerra;  Lares  en  Justicia;  Sagaceta  en  Hacienda  y  Marín 
en  Fomento.  Hizo  que  el  16  de  noviembre  el  jefe  de  la  po- 
licía Lagarde  invadiera  la  casa  de  Mr.  Barton,  situada  en 
la  calle  de  Capuchinas,  y  extrajera  de  ella  630.000  pesos 
pertenecientes  á  la  Legación  Inglesa  que  estaban  destinados 
á  los  tenedores  de  bonos  ingleses,  para  lo  cual  tuvieron 
que  romper  los  sellos  :  disposición  atentatoria  al  decoro  na- 
cional, que  sólo  la  más  apremiante  necesidad  pudo  acon- 
sejar. 

Después  de  esto  salió  de  México  y  sorprendió  el  8  de  di- 


Li: 


HISTORIA   DE   MÉXI€0  461 

ciembre  en  Toluca  al  Gral.  Berríozábal,  á  quien  hizo  pri- 
sionero en  unión  del  Gral.  Degollado  que  se  enoniraba 
allí  sin  mando,  marchando  en  seguida  con  8.000  soldados 
y  30  cañones  contra  González  Ortega  que  avanzaba  sobre  la 
capital  al  frente  de  11.000  hombres  con  44  piezas  de  arti- 
llería. Trabóse  la  batalla  en  San  Miguel  de  Calpulalpan 
cerca  de  Arroyo  Zarco  el  22  de  diciembre,  y  después  de  dos 
horas  de  reñida  lucha^  quedó  enteramente  vencido  el  pre- 
sidente conservador,  que  perdió  toda  su  artillería  y  todas 
sus  tropas  escapando  con  una  reducida  escolta. 

En  tal  virtud  volvió  á  México,  y  sin  tener  ya  elementos 
de  ningún  género  entregó  la  situación  al  Ayuntamiento  y 
evacuó  aquella  plaza  el  24  en  la  noche,  quedando  encargado 
de  guardar  el  orden  mientras  llegaban  las  fuerzas  consti- 
tucionalistas  el  general  Berriozábal. 

Así  concluyó  su  gobierno  aquel  valiente  militar  que  no 
pudo,  á  pesar  de  sus  proezas,  sobreponerse  á  la  opinión 
pública.  El  25  de  diciembre  ocupó  la  capital  el  Gral.  D.  Jesús 
González  Ortega,  estableciendo  el  gobierno  constitucional. 


CAPÍTULO  XIV 

Ocupación  de  México  por  el  gobierno  del  señor  Juárez .  —  Fusilamiento 
del  señor  D.  Melchor  Ocampo.  —  Derrota  y  fusilamiento  de  los  gene- 
rales D.  Santos  Degollado  y  D.  Leandro  Valle.  —  Ataque  de  Márquez 
á  la  capital.  —  Es  derrotado  en  Jalatlaco.  —  Decreto  del  17  de  julio  de 
186i.  —  Intervención  extranjera.  —  Tratado  de  Londres.  —  La  opinión 
pública  en  Francia.  —  Desembarco  de  ios  aliados.  —  Convenios  de  la 
Soledad.  —  Retirada  de  los  ingleses  y  españoles.  —  Escandalosa  viola- 
ción de  los  preliminares  de  la  Soledad. 


En  l.**de  enero  de  1861  entró  á  México  el  Presidente 
Juárez  (1)  que  organizó  un  nuevo  ministerio  y  despidió  al 

(1)  Nació  el  día  21  de  marzo  de  1806  en  el  pueblo  de  San  Pablo  Gueletao 
del  distrito  de  Yxtlán»  en  el  Estado  de  O^aca,  habiendo  sido  sus  padres 


462  PÉREZ   VERDÍA 

señor  don  Joaquín  Francisco  Pacheco,  Ministro  de  España, 
por  haberse  mostrado  decidido  defensor  del  gobierno  reac- 
cionario, lo  mismo  que  al  señor  Clementi,  delegado  apos- 
tólico. Miramón  se  vio  obligado  á  salir  del  país,  pero  Már- 
quez, Cobos,  Mejía,  Vicario,  Vélez,  Olvera,  Buitrón  y  otros 
caudillos  conservadores  siguiéronla  guerra  en  Sierra  Gorda, 
apoderándose  luego  de  Jalpán  y  venciendo  al  coronel  Esco- 
bedo  en  Rioverde,  por  lo  que  el  gobierno  destacó  fuerzas 
al  mando  de  Doblado  en  su  persecución,  las  que,  aunque 
recobraron  á  Jalpan,  sufrieron  después  algunos  reveses  en 
Huamazontla  y  el  cerro  del  Huizache,  extendiéndose  con 
eso  la  invasión  de  las  tropas  rebeldes.  El  23  de  mayo  se 
incorporó  á  ellas  el  General  D.  Félix  Zuloaga,  y  pretea* 
diendo  sostener  la  lucha  se  declaró  presidente  en  virtud  del 
olvidado  plandeTacubaya,  como  si  no  hubiera  sido  variado 
por  Miramón  y  su  partido. 


Marcelino  Juárez  y  Brígida  García,  indios  delmismo  pueblo.  Hasta  la  edad 
de  doce  años  aprendió  el  idioma  castellano,  dedicándose  por  entonces  al 
mecánico  trabajo  de  encuadernador  y  estudiando  después,  gracias  á  la 
protección  del  señor  don  Antonio  Salamanca,  en  el  seminario  de  Oaxaca 
y  en  el  instituto  de  Ciencias  y  Artes,  en  el  cual  obtuvo  el  titulo  de  abo- 
gado en  13  de  enero  de  1834  y  fué  profesor  de  física.  En  1831  fué  regidor 
del  Ayuntamiento  de  Oaxaca,  y  los  años  de  1832  y  1833  diputado  á  la 
Legislatura  de  aquel  Estado,  distinguiéndose  ya  por  su  honradez,  por  su 
adhesi()n  á  los  principios  liberales  y  por  la  energía  de  sus  opiniones. 
Desempeñó  en  1846  el  poder  ejecutivo  de  su  Estado  y  fué  luego  diputado 
al  Congreso  de  la  Unión,  y  más  tarde  gobernador  durante  el  periodo 
de  1847  á  1852 ;  concluido  el  cual  quedó  de  director  del  Instituto  de 
Ciencias.  Con  motivo  del  triunfo  de  Santa  Anna,  fué  Juárez  desterrado  á 
Jalapa,  donde  estuvo  unos  meses  viviendo  muy  pobremente  con  el  pro- 
ducto de  sus  trabajos  profesionales;  pero  no  contento  con  eso,  el  Dictador 
lo  hizo  conducir  violentamente  á  los  calabozos  de  San  Juan  de  Ulúa,  donde 
estuvo  unos  días  preso,  y  de  allí  á  la  Habana.  Dos  años  y  dos  meses  duró 
su  destierro,  habiendo  regresado  á  Acapulco  por  la  vía  de  Panamá  en  1855, 
con  ocasión  del  plan  de  Ayutla,  siendo  luego  nombrado  por  el  general 
Álvarez  Consejero  de  Estado  y  después  ministro  de  Justicia. 

La  firmeza  de  su  carácter  en  la  sangrienta  guerra  de  Reforma  y  su 
patriotismo  y  energía  en  la  defensa  de  la  independencia  nacional  inmor^ 
talizaron  su  nombre. 


HISTORU  DE    MÉXICO  463 

En  esos  mismos  días  fué  aprehendido  el  Sr.  D.  Melchor 
Ocampo  en  su  hacienda  de  Ppmoca  adonde  se  había  retirado 
después  que  se  separó  del  Ministerio  de  Relaciones,  por  un 
guerrillero  español  llamado  Lindoro  Cagiga  que  á  pie  y  con 
mil  vejaciones  lo  condujo  á  Tepeji,  en  donde  por  orden  de 
Zuloaga  y  Márquez  fué  fusilado  el  3  de  junio  frente  á  la 
hacienda  de  Jaltengo. 

La  noticia  de  este  crimen  perpetrado  en  un  hombre  hon- 
radísimo y  distinguido  por  su  talento,  que  estaba  alejado 
de  los  negocios  públicos,  aprehendido  inerme  y  arrancado 
del  seno  de  su  familia  cuando  muy  poco  antes  había  salvado 
la  vida  al  Sr.  D.  Isidro  Díaz,  Ministro  universal  de  Miramón, 
causó  en  todo  el  país  una  profunda  indignación.  En  México 
informó  el  suceso  á  la  Cámara  de  diputados  el  Ministro  de 
Relaciones,  y  al  punto  pidió  autorización  el  incansable 
Degollado  para  perseguir  aquella  turba  revolucionaria, 
que  ensangrentaba  la  República  inútilmente  sin  esperar 
ella  misma  la  victoria,  que  era  ya  imposible,  y  que  come- 
tía aquellos  crímenes  titulándose  defensora  de  la  Iglesia 
del  Cristo  que  vertió  su  divina  sangre  diciendo  álos  hom- 
bres amaos  los  unos  d  los  otros ! 

Inmediatamente  salió  déla  capital  y  el  16  del  mismo  pre- 
sentaba batalla  á  las  fuerzas  de  Buitrón  en  el  Llano  de  Sa- 
lazar,  donde  atraído  por  una  falsa'  retirada  cayó  en  una 
emboscada  abandonado  por  Berriozábal  en  la  que  fué 
derrotado,  y  acribillado  á  beilazos.  Degollado  por  su  acti- 
vidad, su  honradez  catoniana,  su  fe  inquebrantable  y  sus 
eminentes  servicios  fué  el  Moisés  que  condujo  al  partido 
liberal  á  la  vista  de  la  tierra  de  promisión. 

Otra  columna  constitucionalista  al  mando  del  Gral. 
D.  Leandro  Valle  fué  derrotada  en  el  Monte  de  las  Cruces 
el  22  por  Márquez,  que  habiéndolo  aprehendido  lo  fusiló  en 
el  acto  por  orden  de  Zuloaga. 

Tales  sucesos  produjeron  una  determinación  inicua  en  el 
gobierno  de  Juárez  :  el  Congreso  ofreció  diez  mil  pesos  de 


464  PÉREZ   VERDÍA 

premio  y  un  completo  indulto  á  quien  entregara  la  cabeza 
de  Zuloaga,  de  Márquez  ó  deMejía,  de  Cobos  ó  de  Vicario,  de 
Cagiga  ó  de  Lozada;  excitando  de  esta  suerte  al  crimen  y 
olvidán(^ose  de  que  jamás  puede  ser  lícito,  por  ningún 
motivo,  emplear  los  medios  que  la  moral  y  el  propio  de- 
coro reprueban.  Por  fortuna  no  se  dio  el  caso  de  que  se 
concediera  tan  infame  premio,  como  no  se  concedió  tampoco 
cuando  el  Virrey  lo  ofreció  por  las  cabezas  de  los  caudillos 
independientes  (1). 

Alentado  Márquez  con  aquellas  victorias  se  presentó 
trente  de  la  capital,  siendo  rechazado  por  Zaragoza  y  D. 
PorBrio  Díaz,  persiguiéndolo  luego  González  Ortega  que  lo 
venció  completamente  en  Jalatlaco  eH3  de  agosto^  quitán- 
dole toda  su  artillería  y  elementos  de  guerra,  con  lo  cual  y 
la  derrota  de  Pachuca  acabó  aquella  prolongada  campaña^ 
pues  sólo  quedaron  algunas  guerrillas  insignificantes  en 
las  montañas  y  el  bandolero  D.  Manuel  Lozada,  ocupando 
el  Cantón  de  Tepic. 

El  triunfo  de  la  Reforma  transformó  al  partido  conserva- 
dor en  reaccionario,  supuesto  que  por  la  realización  de  los 
ideales  de  aquella  se  cambió  completamente  el  estado  polí- 
tico y  social  de  la  Nación  y  disolvió  al  partido  moderado 
convertido  en  conservador  una  vez  que  llevados  á  la  vida 
práctica  bien  ó  mal  los  principios  reformistas,  no  podía  ya 
juzgarse  como  prematura  su  aplicación. 

Después  de   aquella    sostenida  lucha,  naturalmente  se 


(1)  Frecuente  ha  sido  por  desgracia  el  que  ofuscada  la  raiúti  por  el  odio 
i\  €l  inUrés^  hayan  apelado  loü  hoinbres  ú.  medidas  inicu&s  para  lograr 
sua  unes,  y  asi  en  la  guerra  ile  Roma  contra  Serto rio,  CecUio  MetcJo  pre- 
gonó por  la  cabecea  del  caudillo  de  la  independencia  española  una  recom- 
pensa de  mil  talentos  de  píata  ( 1.070.  OOÜ  pe^osí  y  veinte  mil  arpentas  de 
tierra,  con  la  cual  consiguió  que  Perpenna  le  Iraicionora  y  le  diera  muarte 
en  Estoca  itioy  Aytona):  cuyo  crimen  expió  coa  el  remordimiento,  al  ^er 
que  Sertoiio  le  do  mitraba  en  au  testamento  su  herede  roj  y  Don  la  muerte 
que  muy  poco  después  le  diú  Pompejo, 


HISTORIA  DE   MÉXICO  465 

«nconlró  el  gobierno  sin  recursos,  al  grado  que  del  pro- 
ducto de  las  aduanas  marítimas,  fuente  principal  de  sus 
ingresos,  sólo  podía  disponer  del  9  por  ciento,  pues  estaba 
afecto  al  pago  de  la  deuda  de  Londres  el  25  0/0;  á  la 
española  el  8;  á  la  particular  de  los  franceses,  el  11 ; 
invirtiéndose  además  el  8  0/0  en  gastos  de  administra- 
ción y  el  15  en  guarniciones  militares;  en  junto  el  91  0/0. 
En  tal  virtud  se  vio  obligado  el  Congreso  á  dar  un  decreto 
el  17  de  julio  suspendiendo  por  dos  años  todos  los  pagos, 
aun  los  de  las  asignaciones  extranjeras  que  contaban 
con  una  parte  de  los  productos  de  las  aduanas  marítimas. 

Estando  para  concluir  el  cuatrienio  de  1857  á  18Gi  para 
el  cual  había  sido  designado  Presidente  Comonfort,  y  por  su 
pronunciamiento  tacubayista,  había  desempeñado  el  poder 
el  Presidente  de  la  Suprema  Corte  de  Justicia  que  según 
la  Constitución  debía  sustituirlo  durante  sus  faltas  tempo- 
rales ó  absolutas,  se  hicieron  elecciones,  resultando  electo 
para  Presidente  de  la  República  el  señor  Lie.  D.  Benho 
Juárez,  y  de  la  Corte  el  señor  Lie.  Gral.  D.  Jesús  Gon- 
zález Ortega. 

La  suspensión  de  pagos  decretada  por  el  Gobierno 
Mexicano  excitó  á  los  Gobiernos  de  Inglaterra,  Francia  y 
España  para  imponer  de  común  acuerdo  una  medida 
coercitiva;  pero  teniendo  cada  uno  de  ellos  intereses  e 
ideas  diametralmento  opuestas,  era  imposible  una  franca 
y  leal  inteligencia  y  eso  dio  origen  desde  los  preliminares 
á  la  falsía  y  al  engaño.  Lord  Rusell  quería  únicamente 
reivindicaciones  comerciales  por  medio  de  la  ocupación 
de  algunos  puertos  para  asegurarse  el  pago  y  por  eso  dijo 
terminantemente  :  «  El  principio  de  no  intervención  es 
nuestra  regla,  la  cual  si  es  sabia  casi  siempre,  lo  es  sobre 
todo  en  México  á  causa  de  las  facciones  que  son  allí  nume- 
rosas ;  á  causa  de  la  extensión  del  país  que  exigiría  un 
cuerpo  de  ejército  considerable  y  á  causa  de  los  Estado» 
Unidos  que  estarían  sombríos  y  celosos ;   los  españoles 

30 


466  PÉREZ   VBRDÍA. 

serian  odiosos  para  los  liberales  y  los  ingleses  para  los 
reaccionarios ;  si  la  llegada  de  nuestra  (Iota  provoca  un 
cambio  en  la  política  mexicana,  nos  alegraremos;  pero 
creemos  que  una  actitud  reservada  es  la  mejor  para  nos- 
otros, para  Europa  y  para  México  mismo.  » 

Por  su  parte  Napoleón  III  influenciado  poderosamente 
por  Eugenia  (que  veía  en  una  expedición  á  México  el  pre- 
dominio  de   sus  ideas  conservadoras,    la  realización   de 
ensueños  femeniles  y  hasta  cierta  satisfacción  de  española 
al  repararla  ruptura  de  independencia),  apoyado  ardiente- 
mente por  su  hermano  y  Ministro  Morny  en  atención  á 
una  participación  de  un  treinta  por  ciento  en  las  ganan- 
cias de  los  bonos  Jecker,  y  excitado    por   Gutiérrez  de 
Estrada,  Almonte  é  Hidalgo  J.  M.  se  decidía  á  tomar  por 
su  cuenta  embozadamente  el  establecimiento  de  la  Monar- 
quía y  aprobaba  la  candidatura  del  Archiduque  Maximi- 
liano, siendo  digno  de  notarse  que  desde  agosto  de  1857 
la  Emperatriz  Eugenia  había  dicho  á  Hidalgo  en  Biarritz 
«  que  muchas  veces  había  pensado  en  lo  bueno  que  sería 
establecer  un  trono  en  México  »,  lo  cual  revela  una  ambi- 
ción antigua  que  nada  tenía  que  ver  con  los  posteriores 
pretextos  que  se  invocaron. 

Con  tan  interesados  propósitos,  el  Ministro  francés 
Thouvenel  no  quería  «  atarse  las  manos  de  antemano  » 
con  declaraciones  tranquilizadoras  y  francas»  y  logró  ocul- 
tando sus  proyectos,  hacer  creer  á  Inglaterra  que  no 
intervendría  eo  los  asuntos  políticos,  mientras  que  á 
España  le  manifestaba  su  deseo  de  establecer  en  México 
un  gobierno  fuerte  que  no  podría  ser  otro  que  una  Monar- 
quía, si  bien  ocultando  aún  su  candidato.  España  expresó 
que  estaba  lista  á  concertarse  con  las  otras  naciones  para 
obrar ;  «  pero  si  el  acuerdo  no  se  pudiese  obtener,  decía 
Calderón  CoUantes,  ella  obrará  sola  y  pondrá  en  pie  sin 
trabajo  fuerzas  suficientes  » ;  era  preciso  establecer  en 
México  un  orden  sólido  y  regular  y  para  eso  pretendía 


HISTORIA   DE   MÉXICO  46T 

colocaren  el  nuevo  trono  á  un  Príncipe  de  la  Casa  Borbón. 
Cuando  se  le  hizo  saber  que  Francia  aceptaba  la  candida- 
tura del  Archiduque  de  Austria  se  enfrió  su  entusiasmo  y 
manifestó  entonces  que  España  no  deseaba  otra  cosa  que 
la  protección  de  sus  nacionales  y  el  restablecimiento  del 
orden  y  que  si  los  mexicanos  querían  un  cambio  de 
régimen  á  ellos  solos  les  incumbía  manifestarlo. 

Bajotan  manifiestas  disidencias  se  firmó  la  Convención  de 
Londres  en  31  de  octubre  de  1861  porLordRusell,  M.  Flahaut 
y  D.  Javier  Istúriz  ;  se  compuso  de  cinco  artículos  :  por  el 
primero  se  obligaban  las  altas  partes  contratadas  á  enviar 
á  México  una  expedición  suficiente  para  tomar  y  ocupar 
las  diferentes  fortalezas  y  posiciones  militares  del  litoral  á 
fin  de  poner  fuera  de  riesgo  la  seguridad  de  los  residentes 
extranjeros;  por  el  segundo  se  obligaban  á  no  pretender 
ninguna  ventaja  particular  ni  adquisición  de  territorio  «  y 
á  no  ejercer  en  los  negocios  interiores  de  México  influencia 
alguna  capaz  de  menoscabar  el  derecho  que  tiene  la  nación 
mexicana  para  escoger  y  constituir  la  forma  de  su  gobier- 
no »;  por  el  tercero  se  estipulaba  el  establecimiento  de  una 
comisión  compuesta  de  un  comisario  nombrado  por  cada 
potencia  para  que  decidiera  las  cuestionesque  se  pudieran 
suscitar  y  la  distribución  de  las  sumas  que  se  recaudaren; 
por  el  cuarto  se  invitaba  al  Gobierno  de  los  Estados  Unidos 
para  que  se  adhiriera  al  tratado,  y  por  el  quinto  se  fijaba 
ei  término  de  quince  días  para  que  fuera  ratificado. 

Pero  entre  tanto  que  se  daban  para  este  fin  los  pasos 
necesarios,  se  preparaban  para  darse  á  la  vela  las  armadas 
inglesa  á  las  órdenes  del  Comodoro  Dunlop  llevando  por 
Comisario  al  Señor  Carlos  Wyke ;  la  francesa  á  las  del 
Contralmirante  Jurién  de  la  Graviére  llevando  por  agente 
diplomático  al  Conde  Dubois  de  Saligny,  y  la  española 
cuya  representación  en  todo  iba  á  cargo  del  Grd.  D.  Juan 
Prim,  Conde  de  Reus  y  Marqués  de  los  Castillejos,  las 
cuales  debían  reunirse  en  la  Habana.  Pero  sin  esperar  la 


^nr^!^^    ''^^'     ^^muafg^iifp 


468  PÉREZ   VERDÍA 


española  á  las  otras  dos  salió  de  ese  puerto  en  los  días 
29  de  noviembre  y  1.**  de  diciembre,  desembarcando  el  17 
en  Veracruz,  cuya  ciudad  ocuparon  por  haber  quedado 
abandonada.  El  7  de  enero  de  1862  llegaron  los  buques 
franceses  e  ingleses,  y  el  8  el  Conde  de  Reus,  dirigiendo  un 
ultimátum  al  gobierno  mexicano  el  día  14  en  el  cual  recla- 
maban la  satisfacción  de  los  agravios  que  se  habían  infe- 
rido. Consistían  éstos  principalmente,  para  Inglaterra  en 
la  violación  de  la  legación  que  había  cometido  el  presi- 
dente reaccionario,  sustrayendo  los  600.000  pesos  según 
queda  referido;  para  España,  en  el  asesinato  de  varios 
españoles  que  infamemente  habían  cometido  unos  ban- 
didos en  el  rancho  de  San  Vicente  pocos  años  hacía;  en  la 
expulsión  del  Ministro  Pacheco,  y  en  la  falla  de  cumpli- 
miento y  aun  de  reconocimiento  del  tratado  Mon-Almonte  ; 
y  para  Francia  en  pretendidos  y  falsos  ataques  al  Ministro 
Dubois  de  Saligny,  á  más  de  la  causa  común  á  las  tres 
potencias,  de  la  suspensión  de  los  pagos  en  virtud  de  la 
impolítica  ley  de  17  de  julio  de  1861. 

Sin  embargo  de  todas  esas  reclamaciones,  nada  era  más 
injusto  que  aquella  intervención.  La  causa  común  por  la 
suspensión  de  los  pagos  no  tenía  razón  de  ser,  porque 
antes  de  que  se  emprendiera  la  guerra,  el  Gobierno  había 
derogado  tal  ley;  es  decir,  había  accedido  á  aquella  justa 
reclamación  y  por  lo  mismo  ésta  ya  no  tenía  razón  de  ser. 

La  ocupación  de  los  fondos  de  la  legación  inglesa  por 
Miramón,  no  era  tampoco  un  legítimo  motivo,  porque 
lejos  (le  haberse  cometido  ese  alentado  por  el  gobierno  de 
Juárez  que  era  el  único  legal,  ese  gobierno  era  el  que 
había  pagado  ya  aquellos  fondos,  y  «  ¿  no  es  cosa  inau- 
dita y  sin  ejemplo  on  la  historia,  como  decía  al  Ministro 
Drouliyn  de  Luhys  el  señor  don  R.  Pacheco,  que  se  haga 
la  guerra  no  al  que  tomó  el  dinero,  sino  al  que  lo  pagó? 
¿.  Y  hacerle  la  guerra  aliándose  precisamente  con  el  que 
lirmó  la  orden  para  esa  ocupación  ?  » 


HISTORIA    DE   MÉXICO  46^ 

Tampoco  tenía  razón  España,  porque  los  asesinatos  de 
cinco  españoles  de  San  Vicente,  cometidos  por  25  bandi- 
dos, no  podían  constituir  responsable  á  la  nación  mexicana 
y  á  su  gobierno,  que  inmediatamente  hizo  salir  de  Cuer- 
navaca  tropas  en  persecución  de  los  malhechores  y  aun 
encargó  á  un  juez  letrado  que  se  trasladara  al  lugar  del 
suceso  y  levantara  una  averiguación,  lográndose  por  estos 
medios  aprehender  á  cinco  de  los  asesinos  que  fueron  juz- 
gados y  pasados  por  las  armas,  matando  á  otros  tres  en  el 
acto  de  querer  aprehenderlos.  ¿  Qué  más  podía  hacer  el  go- 
bierno ni  á  qué  otra  cosa  estaba  obligado  en  buen  derecho? 

Es  lo  cierto  que  en  México,  donde  por  su  vasta  extensión 
y  escasos  liabitantes  y  por  sus  continuas  guerras  civiles, 
se  han  visto  atacadas  con  frecuencia  las  propiedades  y  las 
personas  de  todos  los  pobladores,  los  extranjeros  han  pre- 
tendido una  ridicula  inmunidad,  pues  jamás  pueden  exigir 
racional  y  jurídicamente  más  garantías  que  los  mismos 
mexicanos. 

La  expulsión  de  Pacheco  no  podía  ser  un  casus  belli^ 
porque  ella  había  sido  dictada  porque  aquel  ministro  había 
faltado  á  sus  deberes  diplomáticos  mezclándose  en  los 
asuntos  interiores  y  favoreciendo  con  todo  su  empeño  la 
facción  conservadora,  al  grado  deque  llegó  á  ocultar  en  su 
propia  casa  á  Miramón  cuando  en  la  misma  noche  de  su 
salida  de  México  se  vio  obligado  á  volver  á  esconderse 
porque  se  le  sublevara  en  las  orillas  la  escolta;  y  porque 
además  el  gobierno  había  explicado  que  aquella  expulsión 
sólo  era  debida  á  causas  personales  y  en  este  sentido 
había  dado  una  satisfacción  al  Ministerio  de  la  Reina  Isa- 
bel II ;  que  por  lo  que  hace  al  tratado  Mon-Almonte,  mal 
podía  estar  obhgado  el  gobierno  de  Juárez  á  reconocerlo 
cuando  no  lo  había  celebrado,  y  mal  podía  con  esto  ofen- 
der á  España  siendo  que  se  hallaba  dispuesto  á  reconocer 
todos  los  créditos  legítimos.  La  exigencia  en  este  sentido 
consistía  precisamente  en  que  el  Gabinete  español  quería 


í 


470  PÉREZ   VERDÍA 

que  México  reconociese  una  deuda  y  la  pagara,  antes  de 
liquidarla  y  justificarla,  lo  que  era  enteramente  injusto  y 
absurdo. 

Pero  si  Inglaterra  y  España  no  tenían  motivo  suficiente 
para  intervenir  en  México,  muchísimo  menos  lo  tenía 
Francia. 

Ni  se  le  había  hecho  ningún  agravio  ni  se  le  debía  un 
«olo  peso ;  pues  siempre  había  llevado  muy  buenas  rela- 
ciones con  México,  y  de  las  cantidades  que  se  le  llegaron 
á  adeudar,  todas  se  le  habían  ya  satisfeclio,  con  excepción 
de  200,000  pesos  que  aun  se  del^ían  á  un  negociante 
franct's  ;  pero  cuya  suma  no  consentía  su  dueño  en  que 
fuera  reclamada  á  pesar  de  las  invitaciones  que  le  hacía 
Sahgny  ;  estaba  reconocida  y  no  vaha  la  pona  de  una 
campaña,  tanto  riids  cuanto  que  bien  pronto  debió  haberse 
saldado  con  los  productos  de  la  aduana  Je  Veracruz, 
cerrando  aquel  pretexto. 

Parece  increíble,  por  tanto,  que  sin  motivo  biciera  la 
Francia  aquella  j^'ucrra;  mas  lo  había,  por  razones  muy 
diversas  á  las  que  exigen  el  Derecho  y  la  Moral.  Se  recla- 
maba por  aquella  nación  el  cumplimiento  del  contrato 
í*tílel>rado  con  j^cker,  á  pesar  de  que  siendo  este  banquero 
ciudadano  suizo,  nada  tenía  que  ver  el  gobierno  francés ; 
pero  como  por  aquel  usurario  y  escandaloso  pacto  babía 
recibido  Jécker  en  bonos  la  enorme  suma  de  quince  mi- 
llones de  pesos  por  medio  rnillún  que  había  prestado,  éste 
ofreció  dar  el  30  por  ciento  de  aquella  utilidad  al  Duque  de 
Mornvt  Ministro  y  favorito  de  Napoleón  111,  y  por  tal  de 
realizar  aquella  pingüe  ganancia  se  emprendió  semejante 
agresión, 

Mí'*xÍco  tenia  justicia  para  no  reconocer  ni  pagar  aquella 
deuda,  no  sólo  por  escandalosa  y  usuraria,  sino  porque  no 
la  había  contraído  el  gobierno  legítimo/ sino  el  de  Mira- 
món,  no  obstante  una  ley  expedidti  con  anterioridad,  que  de- 
claraba nulos  lodos  los  contratos  que  con  él  se  celebraran. 


HISTORU   DE  MÉXICO  471 

Tan  injusta  y  odiosa  era  semejante  intervención,  que 
Mr.  Edgard  Quinet  expresaba  en  un  folleto  su  razón  de  ser 
en  estas  significativas  frases  :  «  Decíase  al  principio  que 
era  necesario  invadir  á  México  porque  nos  llamaba; 
ahora  (después  del  5  de  mayo)  es  necesario  invadirlo  para 
castigarlo  de  no  habernos  llamado.  Ésta  es  la  primera 
razón.  La  segundaemana  de  la  situación  política  de  aquella 
sociedad,  que  se  agita  y  prefiere  la  agitación  á  la  servi- 
dumbre. ¡Esto  nos  inquieta!  Ése  es  un  estado  de  cosas 
que  no  debemos  tolerar.  No  podemos  sufrir  la  libertad  ni 
4  través  del  Océano...  Hablase  también  de  un  crédito  de 
tres  millones  convertido  fraudulentamente  en  un  crédito 
de  setenta  y  cinco ;  y  por  obtener  esa  lícita  ganancia, 
enviamos  un  ejército  á  intimar  al  pueblo  mexicano...  » 

Á  estos  bastardos  intereses  del  Emperador  y  su  Minis- 
tro, se  unía  la  ambición  de  adquirir  una  parte  del  terri- 
torio mexicano  y  especialmente  Sonora,  para  fundar  allí 
una  colonia  francesa  que  aprovechase  las  minas  de  oro  y 
plata,  que  con  una  imaginación  calenturienta  suponían 
mucho  más  ricas  que  lo  que  pudieran  ser  en  realidad. 
Estos  móviles  indignos,  se  aparentaba  cubrir  con  el 
proyecto  de  crear  en  América  un  Imperio  latino  que 
viniese  á  servir  de  valladar  al  engrandecimiento  de  los 
Estados  Unidos  y  á  su  influencia  en  Europa. 

Por  eso  el  pueblo  francés  reprobaba  aquel  proyecto;  por 
eso  en  el  Senado  se  habían  oído  en  contra  las  elocuentes 
voces  de  Thiers,  de  Favre,  de  Picard  y  de  Guéroult ;  pues 
como  dice  el  capitán  francés  Niox  :  «  Mr.  de  Morny  espe- 
raba una  especulación  colosal.  Él  tenía  intereses  impor- 
tantes en  los  negocios  del  banquero  suizo  Jécker  y  sos- 
tenía por  eso  y  hacía  sostener  por  la  diplomacia  francesa 
las  reclamaciones  de  esta  casa.  Él  era  quien  había  hecho 
«nviar  á  Mr.  de  Saligny  á  México,  y  por  eso  también  los 
cuidados  que  el  Ministro  de  Francia  debía  prestar  á  los 
intereses  de  su  país,  se  complicaban  singularmente  con 


472  PÉREZ   VERDÍA 

los  que  reclamaban  los  intereses  particulares  de  tan  pode- 
roso protector.  —  El  Emperador  ignoraba  sin  duda  (?)  los 
deplorables  detalles  de  estas  intrigas  financieras ;  pero  la 
influencia  que  ejercía  sobre  él  Mr.  de  Morny  no  era  me- 
nos fuerte  al  tratarse  de  servir  á  intereses  tan  poco  reco- 
mendables. —  Así  fué  cómo  una  gran  nación,  desgraciada- 
mente sometida  á  tutela,  pudo  haber  sido  lanzada  contra 
su  voluntad  en  una  expedición  aventurera.  La  opinión 
pública  en  Francia  se  mostraba  muy  opuesta.  Los  negocios 
de  Jécker  y  las  intrigas  de  los  partidarios  de  la  monar- 
quía, sobre  las  cuales  no  había  podido  guardarse  un  abso- 
luto secreto,  no  eran  á  propósito  para  excitar  sus  simpa- 
tías. » 

Comprendiendo  estas  verdades  el  Gobierno  mexicano  y 
considerando  que  el  favorecer  esta  intervención  era  un 
delito  contraía  independencia  nacional,  promulgó  un  san- 
guinario y  terrible  decreto  el  25  de  enero  de  1862  casti- 
gando con  penas  severísimas  á  todos  los  que  la  secunda- 
sen ó  favoreciesen ;  habiendo  contestado  dos  días  antes  el 
ultimátum^  prestándose  á  acceder  á  todas  las  reclama- 
ciones que  fueren  de  justicia,  para  lo  que  invitaba  el  Mi- 
nistro de  Relaciones  D.  Manuel  Doblado  á  una  entrevista 
álos  representantes  de  las  naciones  intervencionistas.  De 
aquí  resultó  que  abiertas  las  puertas  para  un  avenimiento, 
se  celebrara  el  día  19  de  febrero  la  Convención  de  la  Sole- 
dad, llamada  así  por  el  pueblo  donde  se  firmó,  por  la  cual 
después,  de  protestar  solemnemente  los  comisarios  aliados 
que  nada  intentaban  contra  la  independencia  é  integridad 
de  la  República,  convenían  en  abrir  las  negociaciones  en 
Orizaba,  debiendo  ocupar  durante  ellas  las  fuerzas  aliadas 
las  po!)laciones  de  Córdoba,  Orizaba  y  Tehuacán,  aña- 
diendo que  «  para  que  ni  remotamente  pueda  creerse  que 
los  aliados  han  firmado  estos  preliminares  para  procu- 
rarse el  paso  de  las  posiciones  fortificadas  que  guarnece 
el  ejército  mexicano,  se  estipula  que,  en  el  evento  des- 


'M'W\^'it^%   '    '-    ^" 


M-f.r- 


HISTORIA   DE   MÉXICO  473 

graciado  de  que  se  rompiesen  las  negociaciones,  las  fuer- 
zas de  los  aliados  desocuparán  las  poblaciones  antedichas 
y  volverán  á  colocarse  en  la  línea  que  está  adelante  de 
dichas  fortificaciones  en  rumbo  á  Vcracruz,  designándose 
el  de  Paso  Ancho  en  él  camino  de  Córdoba  y  el  de  Paso  de 
Ovejas  en  el  de  Jalapa.  » 

Llegó  á  Veracruz  en  principios  de  marzo  el  Conde  de 
Loroncez  con  mayores  tropas  francesas,  internándose  inme- 
diatamente, ala  vez  que  el  General  Taboada  se  les  presen- 
taba en  Tehuaeán  y  era  fusilado  en  San  Andrés  Chalchi- 
oomula  el  General  D.  Manuel  Robles  Pezuela  que  fué 
aprehendido  por  fuerzas  de  caballería  del  general  Zara- 
goza en  los  momentos  en  que  también  trataba  de  unirse  á 
los  franceses. 

En  Tehuaeán  se  presentó  Almonte  y  otros  jefes  reaccio- 
narios, y  habiéndolos  pedido  el  gobierno,  no  quiso  entre- 
garlos el  Comisario  Dubois  de  Saligny  que  tenía  intruc- 
ciones  secretas  de  su  Gobierno  para  favorecer  al  partido 
conservador  y  derrocar  al  Presidente  Juárez. 

Cuando  en  Europa  vieron  Inglaterra  y  España  que 
Francia  triplicó  el  efectivo  de  su  cuerpo  expedicionario  y 
supieron  su  determinación  para  derribar  la  República  y 
crear  un  Imperio,  consideraron  con  razón  como  caduca  la 
famosa  Convención  de  Londres  ;  al  tiempo  mismo  que  en 
México  los  tres  Comisarios  que  tenían  instrucciones,  ten- 
dencias y  carácter  enteramente  diversos,  acabaron  por  dis- 
gustarse declarando  rota  la  alianza  (9  de  abril) ;  porque 
mientras  que  Prim  y  Wike  querían  que  se  obsequiase  al 
Gobierno  mexicano  que  pedía  la  entrega  de  Almonte  y  sus 
compañeros,  en  virtud  de  estarles  prohibido  mezclarse  en 
asuntos  políticos  del  país,  Saligny  se  oponía  apoyándolo 
con  sus  tropas  ;  y  entraban  en  pugna  en  otros  mil  puntos 
de  importancia. 

El  Emperador  francés  había  dado  el  primer  paso  en  la 
senda  tortuosa  del  engaño  y  de  la  falsía;  se  había  compro- 


474  PÉREZ   VERDÍA 

metido  á  no  intervenir  en  los  asuntos  interiores  de  México, 
que  eran  los  que  le  atraían  precisamente,  y  había  engañado 
á  sus  colegas  de  Inglaterra  y  España ;  puesto  en  esa  vía, 
¡  no  habría  de  tardar  en  caer  vergonzosamente  en  Sedán  ! 

Una  vez  retiradas  las  dos  potencias,  quedó  Francia  sola 
patrocinando  la  causa  más  injusta,  y  aunque  se  había 
dicho  que  el  honor  militar  influía  en  aquella  campaña,  el 
comisario  Saligny  no  quiso  retirarse  de  las  poblaciones 
que  había  ocupado  por  permiso  condicional  del  Gobierno 
mexicano,  no  obstante  la  terminante  promesa  firmada  de  su 
puño  en  la  Soledad,  y  á  pesar  de  las  reclamaciones  que 
le  hizo  el  Ministro  Doblado.  Declaró  que  su  firma  valía 
tanto  como  el  papel  en  que  estaba  puesta,  y  faltando  al 
honor  y  á  la  lealtad,  dejó  tras  de  sí  las  fortificaciones  que 
se  habían  levantado  para  impedirle  el  paso,  influyendo 
esto  muchísimo  en  el  éxito  de  aquella  guerra.  Razón  de 
sobra  tenía  Favre  para  censurar  ese  acto  en  el  Cuerpo  le- 
gislativo en  estos  términos  :  <c  Sólo  me  permitiré  decir  en 
nombre  de  mi  país,  que  los  sentimientos  caballerescos 
esenciales  á  su  carácter,  se  concilian  poco  con  semejantes 
actos,  y  que  no  es  el  talento  de  eludir  los  tratados  por  lo 
que  la  Francia  se  distingue  en  la  historia.  » 

Sobre  semejante  suceso  decía  también  el  señor  Prim 
en  el  Senado  español  :  «  Este  artículo  no  se  cumplió  por 
los  comisarios  del  Emperador  de  los  franceses ;  pero  no  es 
tiempo  de  anatematizar  este  hecho,  único  en  los  anales  mi- 
litares desde  que  el  mundo  es  mundo.  Por  lo  demás,  este 
artículo  se  puso  por  el  comisario  español  para  calmar  los 
recelos  del  Ministro  de  la  República,  señor  Doblado,  y  á 
los  que  digan  que  la  condición  de  retirarse  debió  haberse 
dejado  á  la  hidalguía  de  los  aliados,  les  contestaré  con  los 
hechos  ocurridos,  ^\xqs  si  habiéndose  firmado,  nosecum-- 
piló  ¿  que  habría  sucedido  si  no  se  hubiera  firmado?  » 


HISTORU   DE   MÉXICO  475 


CAPÍTULO  XV 


Plan  de  Córdoba.  —  Acción  de  Acultzingo.  —  Derrota  de  los  franceses  el 
5  de  mayo.  —  Combates  de  Barranca  Seca  y  del  Borrego.  —  Llegada 
del  General  Forey.  —  Destituye  á  Almonte.  —  Glorioso  sitio  de  Puebla. 
—  Ocupación  de  México  por  las  tropas  francesas.  —  Asamblea  de  no- 
tables. —  Es  nombrado  Emperador  Maximiliano  de  Austria.  —  Juicio 
sobre  su  venida.  —  Convención  de  Miramar.  —  Carácter  del  nuevo  so- 
berano. 


Dueños  los  franceses  de  Drizaba,  y  habiendo  franqueado 
de  tan  indigno  modo  las  fortificaciones  de  Chiquihuile  que 
defendía  el  General  La  Llave,  quedaron  de  hecho  rotas 
las  hostilidades. 

El  19  de  abril  levantó  una  acta  el  General  Tabeada  en 
Córdoba  desconociendo  la  autoridad  de  Juárez  y  procla- 
mando como  jefe  supremo  de  la  nación  al  General  D. 
Juan  N.  Almonte  que  por  este  medio  vio  satisfecha  su 
ambición  y  nombró  su  Ministerio  formado  de  personas  en- 
teramente oscuras  é  insignificantes,  mientras  Zuloaga  pro- 
testaba contra  aquel  plan  que  lo  despojaba  del  poder. 

Aliados  de  esta  suerte  los  conservadores  con  los  fran- 
ceses, marcharon  éstos  para  Puebla,  en  numero  de  cerca 
de  seis  mil,  y  habiendo  encontrado  el  28  de  abril  al  General 
Zaragoza  con  dos  mil  soldados  en  las  cumbres  de  Acult- 
zingo, lo  rechazaron  después  de  tres  horas  de  combate, 
obhgándolo  á  replegarse  á  San  Agustín  del  Palmar,  de 
donde  se  retiró  á  Puebla. 

El  memorable  3  de  mayo  de  1862  atacó  el  Conde  de  Lo- 
rencez  con  arreglo  al  arte  de  la  guerra^  al  ejército  mexi- 
cano compuesto  de  menos  de  cuatro  mil  hombres  á  las 
órdenes  del  valiente  Gral.  D.  Ignacio  Zaragoza,  que  de- 
fendía los  cerros  de  Loreto  y  Guadalupe,  rompiendo  el 


--rv;:^'^^^í»i 


476  PÉREZ    VERDÍA 

fuego  de  cañón  á  las  doce  del  día.  Cuatro  columnas  de  mil 
hombres  cada  una  lanzó  el  jefe  francés  y  todas  fueron  re- 
chazadas tres  veces,  teniendo  que  abandonar  el  campo  á 
las  cuatro  de  la  tarde,  con  una  pérdida  de  513  entremuertos 
y  heridos,  impidiendo  un  fuerte  aguacero  que  se  conti- 
nuara la  persecución,  que  era  también  difícil,  porque  de- 
rrotados los  invasores  como  estaban,  tenían  todavía  más 
fuerza  numérica  que  Zaragoza.  «  El  ejército  francés,  decía 
este  caudillo,  se  ha  batido  con  mucha  bizarría;  su  general 
en  jefe  se  ha  portado  con  torpeza  en  el  ataque.  Las  armas 
nacionales  se  han  cubierto  de  gloria...  puedo  afirmar  con 
orgullo  que  ni  un  solo  momento  volvió  la  espalda  al  ene- 
migo el  ejército  mexicano  durante  la  larga  lucha  que  sos- 
tuvo. ))  La  noticia  de  este  triunfo  causó  profunda  sensación 
en  Francia  y  dejó  bien  parado  el  honor  nacional,  demos- 
trando la  noria  fatuidad  con  que  el  jefe  invasor  escribía  el 
26  de  abril  al  Ministro  de  la  Guerra  :  «  Tenemos  sobre  los 
mexicanos  tal  superioridad  de  raza,  de  organización,  de 
disciplina,  de  moralidad  y  de  elevación  de  sentimientos, 
que  suplico  á  V.  E.  se  sirva  decir  al  Emperador  que  desde 
ahora^  d  la  cabeza  de  sus  6.000  soldados^  soy  dueño  de 
México,  » 

Después  del  triunfo  el  gobierno  nacional,  acusado  calum- 
niosamente de  bárbaro  é  inmoral,  trató  con  tales  conside- 
raciones á  heridos  y  prisioneros,  que  estos  mismos  no  pu- 
dieron menos  que  darle  un  voto  de  gracias  «  manifestando, 
decían,  cuánto  ha  conmovido  nuestro  corazón  una  conducta 
tan  noble  y  generosa  de  parte  del  gobierno  hacia  nuestros 
compatriotas,  qup  los  azares  de  la  guerra  han  hecho  caer 
prisioneros  ó  se  encuentran  heridos.   » 

Los  franceses  se  retiraron  á  Orizaba,  y  á  fin  dé  favore- 
cer la  incorporación  de  Márquez,  que  estaba  detenido  por 
una  brigada  mandada  por  el  General  Tapia  en  Barranca 
Seca,  desplegó  el  18  de  mayo  una  sección  de  430  hombres 
del  99  de  línea  á  las  órdenes  del  comandante  Lefebvre,  la 


7:'fw-'y;i^,y    ••  í/..^*:^  r^'-.v.T-r-^vt 


rtx^"^*  "y  T'  "1 


HISTORIA   DE   MÉXICO  477 

que  llegó  al  combate  en  los  momentos  en  que  las  tropas  de 
Márquez  estaban  á  punto  de  ser  destrozadas,  y  decidió  la 
victoria  en  favor  de  sus  banderas. 

Después  de  este  revés  atacó  Zaragoza  á  Orizaba  el  14  de 
junio  entrando  hasta  el  convento  de  San  José;  pero  tuvo 
que  retirarse  porque  faltó  al  asalto  la  brigada  de  González 
Ortega  que  había  quedado  de  tomar  parte  en  la  combina- 
ción ;  pues  la  noche  anterior  fué  sorprendida  vergonzosa- 
mente en  el  cerro  del  Borrego  situado  á  inmediaciones  de 
Orizaba,  por  el  capitán  Detrie  que  al  frente  de  200  soldados 
del  99  y  gracias  á  la  oscuridad  de  la  noche  lo  puso  en 
desastrosa  fuga. 

Siguiéronse  algunos  combates  insigniücantes  y  asaltos 
de  guerrillas,  hasta  el  22  de  septiembre  que  desembarcó  en 
Veracruz  el  General  de  división  Elias  Forey  con  numerosas 
y  escogidas  tropas  que,  unidas  alas  que  ya  se  encontraban 
en  el  país,  formaron  un  ejército  de  30.978  soldados  con 
cincuenta  piezas  de  artillería. 

Empezó  Forey  por  desconocer  el  26  del  mismo  mes  el 
gobierno  de  Almonte,  quien  habiendo  dicho  muy  pocos 
días  antes  á  Cobos  «  no  vengo  atenido  á  las  fuerzas  del 
país,  que  de  nada  me  servirán ;  por  eso  traigo  bayonetas 
francesas»,  tuvo  como  primicias  de  su  infame  traición  y 
de  su  ridicula  jactancia,  la  merecida  humillación  de  verse 
destituido  públicamente,  por  más  que  él  estuviese  de  acuerdo 
en  que  de  cualquier  modo  se  preparase  la  situación  para 
el  Imperio,  que  con  tanto  afán  había  procurado.  Los  únicos 
actos  de  autoridad  emanados  de  aquel  faccioso,  fueron  un 
decreto  por  el  cual  creó  quinientos  mil  pesos  de  billetes  de 
circulación  forzosa  en  la  reducida  zona  ocupada  por  los 
invasores,  y  que  equivalía  á  un  despojo,  supuesto  que  los 
tales  billetes  no  tenían  valor,  y  otro  promulgado  el  4  de 
junio  de  1862  por  el  cual  declaraba  reos  del  delito  de  des- 
afección  á  quienes  se  negasen  á  aceptar  los  empleos  que 
su  gobierno  confiriese,  imponiéndoles  ejecutivamente  la 


478  PÉREZ   VERDÍA 

pena  de  destierro.  Tal  era  el  entusiasmo  que  reinaba  por 
servir  á  la  intervención. 

Habiendo  muerto  de  flebre  el  denodado  Zaragoza,  le  sus- 
tituyó en  el  mando  D.  Jesús  González  Ortega,  que  recibió  la 
proclama  que  había  publicado  el  jefe  francés  con  una  ateata 
carta  suya  en  que  lo  invitaba  á  que  abandonara  la  causa 
que  defendía,  carta  y  proclama  que  le  devolvió  inmediata- 
mente con  decorosa  altivez. 

Por  fin  después  de  varios  meses,  avanzó  Forey  al  frente 
de  36.000  soldados  sobre  Puebla,  en  donde  se  había  forti- 
ficado el  jefe  republicano  con  20.000  hombres.  El  16  de 
marzo  de  1863  empezó  el  sitio  que  duró  sesenta  y  dos  días, 
durante  los  cuales  diariamente  se  resistieron  sangrientos 
asaltos  que  tuvo  que  dar  el  ejército  invasor  para  ir  apode- 
rándose de  cada  punto.  El  13  de  abril  rompieron  el  sitio  las 
caballerías  mexicanas  mandadas  por  O'Horán  y  Riva  Pa- 
lacio, quedando  poco  después  reducido  el  ejército  á  diez  y 
seis  mil  hombres.  El  día  25  intentó  Forey  tomar  la  plaza 
por  asalto ;  pero  fué  derrotado  en  el  barrio  de  Pitiminí  y 
Santa  Inés  después  de  siete  horas  de  combale,  dejando 
prisioneros  ocho  jefes  y  160  soldados.  Mas  habiendo  sido 
derrotado  el  General  Comonfort  el  7  de  mayo  en  San  Lo- 
renzo al  pretender  introducir  ala  ciudad  un  convoy,  quedd 
privada  de  todo  auxilio  exterior,  en  cuya  virtud,  y  faltando 
enteramente  los  víveres  y  las  municiones,  hizo  G.  Ortega 
que  en  la  madrugada  del  17  se  rompieran  todas  las  armas^ 
se  clavaran  los  cañones  y  se  inutilizaran  todos  los  elemen- 
tos de  guerra,  hecho  lo  cual  puso  la  plaza  á  disposición  del 
invasor  por  medio  de  un  oficio  lleno  de  patriotismo  y  dig- 
nidad, sin  querer  capitular  ni  pedir  garantías  de  ningún 
género  (1).  Quedaron  prisioneros  los  valientes   generales 


(l)  <  Esta  hermosísima  carta  de  un  jefe  vencido  estuvo  áia  vista  del 
Gral.  Bazaine.  ¿Por  qué,  gran  Dios,  en  1870  la  había  olvidado? ¿  Por  qué 
no  la  copió  pura    y  sencillamente  para  enviarla  al  Príncipe  Federico 


HISTORIA   DE   MÉXICO  479 

.González  Ortega,  Paz,  Berriozábal,  Alatorre,  La  Llave^ 
Huerta,  García,  Colombres,  Mejía,  Mora,  Antillón,  Hino- 
josa,  Patoni,  Gayoso,  Osorio,  Pinzón,  Porfirio  Díaz,  Lama- 
drid,  Rioseco,  Prieto,  Escobedo,  Caamaño,  Sánchez,  Cosío, 
Auzay  Loera;  303  oficiales  superiores,  1.179  subalternos 
y  9.000  soldados;  el  ejército  sitiador  tuvo  una  pérdida, 
según  sus  propios  partes,  de  1.303  hombres  entre  muertos 
y  heridos.  Durante  el  sitio  se  dieron  muestras  frecuentes 
de  admirable  patriotismo  que  era  común  aun  entre  los  sol- 
dados rasos.  Habiendo  recibido  un  artillero  una  bala  de 
cañón  que  le  llevó  una  pierna,  el  Capitán  D.  Platón  Sán- 
chez lo  levantó  prodigándole  palabras  de  consuelo,  y  como 
al  abrazarlo  le  dijese  :  «  Pobre  de  tí,  amigo  mío,  que  has 
sufrido  una  herida  »,  el  soldado  le  contestó  con  orgullo  : 
«  Yo  no  soy  pobre,  mi  capitán;  pobre  de  Vd.  que  no  tiene 
nada  que  ofrecerle  á  la  Patria.  > 

La  defensa  sostenida  por  tanto  tiempo  de  Puebla,  que 
estaba  mal  fortificada,  por  un  ejército  improvisado  alas 
órdenes  de  un  patriota  cuya  profesión  no  era  la  militar, 
contra  un  ejército  tres  veces  más  numeroso,  tan  aguerrido 
y  notable  como  era  el  francés,  es  uno  de  los  hechos  más 
gloriosos  de  la  historia  patria,  «  que  recuerda  por  más  de 
un  capítulo  el  famoso  sitio  de  Zaragoza  en  1808  »,  según 
frase  del  Gral.  Du  Barail  :  hecho  que  no  supieron  imitar 
los  mismos  franceses  en  su  guerra  con  Prusia,  en  la  cual  se 
rindieron  Strasbourg  y  Metz,  las  plazas  más  fuertes  de  Eu- 
ropa, á  los  treinta  y  ocho  días  la  primera,  y  á  los  setenta  y 
dos  la  segunda,  á  pesar  de  que  sus  defensores  tenían  abun  - 
dantes  elementos  é igualaban  en  número  á  los  sitiadores  (1). 

Carlos?  ¿Por  qué  el  Mariscal  de  Francia  no  aprovechó  la  lección  que  le 
había  dado  el  Gral.  mexicano  enseñándole  cómo  se  acepta  un  desastre 
después  de  haber  llenado  lodo  su  deber  para  procurar  obtener  la  victo- 
ria? »  (Du  Barail,  vol.  2<».) 

(1)  En  Metz  quedaron  en  poder  de  los  prusianos  6.000  oficiales  franceses, 
167.000  soldados,  20.000  enfermos,  153  águilas  imperiales,  622  piezas  de 
artillería  de  campaña,  876  de  sitio  y  72  ametralladoras,  con  260.000  fusiles* 


480  PÉHEZ   VERDÍA 

Con  la  toma  de  Puebla  y  la  pérdida  del  ejercito  de  Oriente, 
quedó  allanado  el  camino  de  la  capital  de  la  República,  la 
que  fué  abandonada  el  31  de  mayo  por  Juárez  y  su  g-o- 
bierno,  no  sin  que  antes  hubiera  dado  un  decreto  el  Con- 
greso, declarando  que  aquel  valiente  ejército,  en  la  defensa 
de  Puebla,  había  merecido  bien  de  la  Patria. 

Luego  que  quedó  abandonado  México,  se  pronunció  el 
Gral.  D.  Bruno  Aguilar  en  favor  de  laintervención,  entrando 
la  vanguardia  del  ejército  francés  mandada  por  Bazaine,  el 
día  7  de  junio.  El  día  10  entró  Forey  con  el  resto  de  sus 
tropas,  y  después  de  dar  una  proclama,  expidió  un  decreto 
con  fecha  16  ordenando  la  formación  de  una  «  Junta  Su- 
perior de  Gobierno  »  compuesta  de  treinta  y  cinco  personas 
nombradas  por  el  Ministro  ch  Francia,  para  que  eligiesen 
tres  mexicanos  que  desempeñaran  el  Poder  ejecutivo  con 
dos  suplentes,  y  para  que  nombrasen  doscientos  quince 
ciudadanos  que  debían  formar  \íiJu?ita  de  yiotables  encar- 
gada de  establecer  la  forma  de  gobierno.  De  aquí  derivaron 
los  títulos  de  legitimidad  del  Imperio. 

Instalada  la  Junta  de  Gobierno,  nombró  el  21  para  que 
formaran  el  Ejecutivo  á  los  señores  Grales.  D.  Juan  N. 
Almome  y  D.  Mariano  Salas  y  al  Sr.  Arzobispo  D.  Pklagio 
Antonio  de  Labastida,  en  cuyo  lugar  por  hallarse  ausente 
entró  el  Sr.  Obispo  de  Tulancingo  I).  Juan  H.  Ormaechea. 

Reunida  la  Junta  de  notables  el  8  de  julio  bajo  la  pre- 
sidencia del  Sr.  Lie.  D.  TeoJosio  Lares,  siendo  secretarios 
los  Srcs.  D.  Alejandro  Arango  y  Escandón  y  D.José  María 
Andrade,  nombró  una  comisión  para  que  dictaminara,  como 
lo  hizo  el  día  10,  consultando  las  siguientes  proposiciones 
que  fueron  unánime  y  calurosamente  aprobadas  á  excej»- 
ción  de  la  4'^  que  tuvo  nueve  adversarios  : 

«  1.*  La  nación  mexicana  adopta  por  forma  de  gobierno 
la  monarquía  moderada,  hereditaria,  con  un  príncipe  cató- 
lico. —  2.^  El  soberano  tomará  el  título  de  emperador  de 
México.  —  3.^  La  corona  imperial  de  México  se  ofrece  á 


>í";- 


HISTORIA   DG   MÉXICO  48^1' 

S.  A.  I.  y  R.  el  príncipe  Fernando  Maximiliano,  archi- 
duque de  Austria,  para  sí  y  sus  descendientes.  —  4.^  En 
el  caso  de  que  por  circunstancias  imposibles  de  prever,  el 
archiduque  Fernando  Maximiliano  no  llegase  á  tomar  po- 
sesión del  trono  que  se  le  ofrece,  la  nación  mexicana  se 
remite  á  la  benevolencia  de  S.  M,  Napoleón  llly  empe- 
rador de  los  franceses,  para  que  le  indique  otro  principe 
católico,  )) 

Desde  ese  día  quedó  el  Poder  ejecutivo  en  calidad  de 
Regencia  y  se  mandó  una  comisión  á  Europa  á  ofrecerle  el 
trono  al  príncipe  electo,  con  quien  se  habían  entablado  ne- 
gociaciones en  este  sentido  desde  fines  de  1861.  El  Archi- 
duque, que  estíiba  ansioso  de  salir  de  la  situación  desairada 
en  que  vivía  y  de  sus  graves  compromisos  pecuniarios,  se^ 
manifestó  muy  bien  dispuesto,  aunque  puso  por  condición 
que  se  le  llamara  por  la  mayoría  del  pueblo  mexicano,  por 
lo  que  sus  partidarios  apelaron  á  las  juntas  de  notables  y 
á  las  actas  de  adliesión  que  se  firmaban  en  los  pueblos  bajó- 
la influencia  del  ejército  francés,  por  lo  que  no  eran  ni 
podían  ser  la  expresión  de  la  voluntad  nacional. 

El  día  10  de  abril  de  1864  se  presentaron  en  el  Castillo 
de  Miramar,  cerca  de  Trieste,  los  comisionados  D.  José 
María  Gutiérrez  de  Estrada,  D.  Joaquín  Velázquez  de 
León,  D.  Ignacio  Aguilar,  D.  Adrián  WoU,  D.  José  Hi- 
dalgo, D.  Antonio  Escandón,  D.  José  M.  de  Landa  y 
D.  Ángel  Iglesias,  llevándole  al  Archiduque  los  votos  de 
las  juntas,  y  habiendo  aceptado,  fungió  desde  ese  día  como 
Emperador  de  México  Fernando  Maximiliano  José,  Archi- 
duque de  Austria,  príncipe  de  muy  buenas  intenciones,, 
pero  de  escaso  carácter. 

Era  hijo  del  Archiduque  Francisco  Carlos  y  de  la  Archi- 
duquesa Sofía,  y  había  nacido  en  el  palacio  de  Schoubrunn^ 
cerca  de  Viena,  el  6  de  julio  de  1832,  habiéndolo  dedicado 
á  la  marina  desde  su  primera  juventud  y  habiéndose  casada 
en  1857  con  la  princesa  María  Carlota  Amalia,  hija  de  Leo- 

31 


482  PÉREZ    VERDÍA 

poldo  I,  rey  de  Bélgica,  y  déla  princesa  Luisa  de  Orleáns. 

Su  venida  causó  positiva  sensación,  porque  se  previo 
que  más  tarde  ó  más  temprano  debía  carecer  del  apoyo 
francés  y  quedar  expuesto  á  mil  peligros.  En  Roma,  adonde 
fué  á  presentar  sus  respetos  al  Sumo  Pontífice,  se  le  acon- 
sejó que  no  aceptara,  y  en  Madrid  el  conde  de  Reus  se 
haJbía  expresado  en  los  siguientes  términos  en  la  sesión 
del  Senado  del  10  de  diciembre  de  1862  y  que  revelan  la 
perspicacia  de  un  gran  hombre  de  Estado  :  <c  ...  En  México 
se  derramará  mucha  sangre  :  los  mexicanos  verterán  la 
suya  en  favor  de  su  independencia  y  Francia  la  de  sus  hijos 
por  una  quimera,  pues  aunque  á  costa  de  ella  y  de  tesoros 
lleguen  las  tropas  imperiales  á  entrar  á  la  capital  de  la 
República,  no  por  eso  han  de  crear  nada  sólido  ni  digno 
del  pueblo  que  representan.  Ni  alzarán  una  monarquía,  ni 
siquiera  consolidarán  un  gobierno.  —  La  Santa  Alianza 
hizo  entrar  en  París  á  Luis  XVIII ;  ese  monarca,  aunque 
de  sangre  real,  reinó  con  trabajo.  Sucedióle  Carlos  X,  y 
éste  al  poco  tiempo  fué  arrojado  del  solio  por  sus  mismos 
subditos.  Napoleón  I  coronó  por  su  parte  rey  de  España  á 
su  hermano  José  y  el  trono  de  éste  cayó  derrocado  á  la 
primera  campanada  que  anunció  la  ruina  del  primer 
imperio.  Lo  mismo  sucedió  á  Jerónimo  Bonaparte  en 
VVestfalia,  y  algo  más  grave  en  Ñapóles  al  bravo  Murat, 
el  cual  murió  fusilado.  ¿  Qué  más,  señores?  En  México 
mismo  hubo  un  Iturbide  que  fué  estimado  mientras  se 
limitó  á  ser  un  gran  ciudadano ;  pero  ese  Iturbide  se  hizo 
emperador  y  acabó  también  en  un  suplicio.  Tal  es  la  his- 
toria, la  triste  historia  de  los  reyes  impuestos  :  téngalo 
presente  el  archiduque  Maximiliano.  Los  franceses  no 
poseerán  en  México  más  terreno  que  el  que  materialmente 
pisen,  y  al  íin  más  tarde  ó  más  temprano  tendrán  que 
abandonar  aquel  país,  dejándolo  más  perdido  que  lo  estaba 
cuando  á  él  llegaron.  » 

El  mismo  día  en  que  Maximiliano  aceptaba  la  corona 


HISTORIA    DE   MÉXICO  483 

imperial,  firmaba  el  tratado  de  Miramar  que  había  ajus- 
tado con  Napoleón  en  las  Tullerías  desde  el  mes  de  marzo. 

Por  él  quedaba  obligado  Napoleón  á  reducir  su  ejército 
6n  México  á  25.000  hombres,  los  que  se  retirarían  parcial- 
mente de  año  en  año  á  medida  que  fueran  reemplazados 
por  soldados  nacionales ;  se  estipulaba  que  encaso  de  reu- 
nirse tropas  francesas  y  mexicanas,  el  mando  de  todas 
correspondería  al  jefe  de  las  primeras ;  que  por  gastos  de 
guerra  erogados  hasta  el  día  1.^  de  julio  de  1864  pagaría 
México  á  Francia  270.000.000  de  francos  con  el  interés  del 
3  por  100  anual,  y  desde  esa  fecha  en  lo  sucesivo, 
1.000  francos  por  cada  soldado  francés,  á  más  de 
400.000  francos  por  cada  viaje  de  transportes,  debiendo 
hacerse  dos  viajes  cada  mes;  además  de  reconocerlos  cré- 
ditos franceses  y  pagar  las  correspondientes  indemniza- 
ciones. Por  los  tres  artículos  secretos  se  acordó  que  Maxi- 
miliano siguiera  unapoh'tica  liberal  conforme  ala  proclama 
de  Forey,  que  tanto  había  disgustado á los  conservadores; 
que  la  retirada  de  las  tropas  francesas  se  habría  de  hacer 
de  suerte  que  quedaran  en  el  año  de  1865,  28.000  hom- 
bres ;  25.000  en  1866  y  20.000  en  1867. 

Semejante  tratado  demuestra  el  poco  talento  político  y 
práctico  de  Maximihano  y  del  partido  que  lo  aprobó ;  pues 
era  impolítico,  porque  habiendo  sido  llamado  el  Archi- 
duque por  el  partido  reaccionario,  intransigente  con  los 
principios  liberales,  no  podría  convenir  jamás  en  la  marcha 
que  se  iniciaba,  y  porque  ofendía  el  honor  nacional  y  el 
amor  propio  de  sus  aliados  al  sujetarlos  en  todo  caso  y 
fuere  cual  fuese  su  graduación,  al  mando  de  los  oficiales 
franceses;  era  injusto  por  las  exorbitantes  sumas  que  se  le 
reconocían  á  la  Francia  ó  á  sus  subditos,  pues  ascendían  á 
cietito  setenta  y  tres  millones  de  pesos  (1) ;  y  era  imprac- 


(1)  Esa  enorme  suma  la  formábanlas  siguientes  cantidades  ¡23.040.000 
pesos  por  los  transportes  en  12  años;  9.020.000  por  costo  de  la  legión 
extranjera;  73.440.000  por  los  gastos  de  la  guerra  y  sus  réditos  al  3  por 


•'^<'-^ 


484  PÉREZ   VERDÍA 

ticable^  porque  añadidos  los  abonos  de  tal  suma  al  presu- 
puesto de  los  gastos  necesarios  del  imperio^  no  podrían 
cubrirse  ni  un  solo  año,  por  la  escasez  de  las  rentas  públicas. 
Así  pues  el  Imperio  no  nació  viable. 

Escritor  extranjero  (iMasseras)  que  conoció  y  trató  al 
nuevo  soberano,  pinta  la  ligereza  de  su  carácter  en  estos 
términos  :  «  La  reputación  de  tacto  y  de  mentido  político 
conquistada  por  el  archiduque  Maximiliano  durante  su 
administración  en  Italia,  gracias  á  un  feliz  conjunto  de 
circunstancias,  gracias  sobre  todo  á  un  consejero  del  más 
alto  valor,  había  hecho  perder  de  vista  los  errores  de  una 
juventud  un  tanto  borrascosa  y  de  una  existencia  muy 
deshilvanada.  Cualidades  exteriores  de  verdadero  atrac- 
tivo, una  inteligencia  viva,  una  gran  facilidad  de  palabra, 
una  amenidad  superficial  de  relaciones,  acababan  de 
causar  ilusión  sobre  la  soHdez  del  carácter  que  debía 
encontrarse  bajo  aquellas  felices  apariencias.  Sin  embargo, 
apenasjse  puso  en  obra,  entregado  á  sí  mismo  y  dueño 
absoluto  de  sus  acciones,  cuando  apareció  un  hombre  muy 
diferente  de  aquel  á  quien  se  creyó  poder  confiar  la  tarea 
de  fundar  un  imperio.  Ligero  liasta  la  frivolidad,  versátil 
hasta  el  capricho,  incapaz  de  encadenamiento  en  las  ideas 
como  en  la  conducta,  á  la  vez  irresoluto  y  obstinado,  pronta 
á  las  aficiones  pasajeras,  sin  apegarse  á  nada  ni  á  nadie, 
enamorado  grandemente  de  todo  cambio  y  aparato,  corv 
horror  invencible  á  to.da  clase  Ule  molestias,  inclinado  á 
refugiarse  en  las  pequeneces  para  sustraerse  á  las  obliga- 
ciones serias,  comprometiendo  su  palabra  y  faltando  á  ella 
con  igual  inconsciencia,  no  teniendo,  por  último,  más 
experiencia  y  gusto  de  los  negocios  que  sentimiento  de  las 
4"osas  graves  de  la  vida,  el  príncipe  encargado  de  recons- 

cientü  en  \¿  años;  18.000. üOO  por  al(]iiiler  del  ejército  francés  en  seis 
años;  2.500.000  por  un  empréstito;  lo. 000.000  del  negocio  Jécker; 
12.000.000  por  otras  reclamaciones,  y  19.440.000  por  réditos  de  esas  dos 
deudas  en  12  años  al  Gpor^ciento. 


'.'yT-r^r-  <¡t:" 


HISTORIA    DE   MÉXICO  485 

truir  á  México  era,  bajo  todos  aspectos,  diametralmento 
opuesto  á  lo  que  habrían  exigido  el  país  y  las  circuns- 
tancias. » 


CAPÍTULO  XVI 


Desavenencias  entre  losregentes. —  Llegada  del  Emperador.—  Su  marcha 
política.  —  Ocupación  del  país  por  los  franceses.  — .Derrotas  de  los 
constitucionalistas.  —  Establece  Juárez  su  gobierno  en  Paso  del  Norte 
y  Chihuahua.  —  Desacuerdo  del  Emperador  con  el  Clero.  —  Ley  del  3  de 
Octubre  de  1865.  —  Viaje  de  la  Emperatriz  A  Yucatán.  —  Prórroga  del 
período  presidencial. 


El  Mariscal  Forey  entregó  el  mando  al  General  Francisco 
Aquiles  Bazaine  el  l.**de  octubre  do  1863,  habiendo  este 
último  quedado  también  con  la  dirección  política  de  los 
negocios,  la  cual  fué  retirada  bruscamente  á  Mr.  Dubois 
de  Saligny,  que  había  convertido  la  diplomacia  en  el  em- 
buste y  la  calumnia,  y  arrastrado  la  dignidad  de  su  puesto 
en  las  tabernas.  Aquel  cambio  obedecía  en  parte  al  diverso 
modo  con  que  el  pueblo  de  Francia  empezaba  á  ver  la 
cuestión,  pues  la  derrota  del  5  de  mayo,  que  había  moti- 
vado la  retirada  de  Laurencez ;  la  prolongada  resistencia 
de  Puebla ;  los  fuertes  gastos  de  la  expedición  y  la  poca 
estimación  con  que  veía  ya  á  su  aliado  el  partido  conser- 
vador, habían  hecho  que  Napoleón  se  decidiese  á  quitarle 
á  éste  el  decidido  apoyo  que  tenía  en  Saligny,  dando  al 
mismo  tiempo  instrucciones  al  nuevo  comisario  para  reti- 
rarse siempre  que  pudiera  encontrar  un  medio  decoroso, 
más  bien  que  para  hacer  estable  y  permanente  la  interven- 
ción como  en  un  principio  había  pensado.  El  18  de  sep- 
tiembre tomó  posesión  de  su  cargo  de  Regente  el  Sr.  Arzo- 
bispo Labastida,  que  acababa  de  regresar  de  »u  destierro  íí 
Europa,  ocasionándose  luego  graves  conflictos  en  el  seno 


.^v 


486  PÉREZ   VEEU)ÍA 

mismo  de  la  Regencia  y  entre  los  políticos  conservadores 
y  las  tropas  francesas.  Fué  el  caso  que  habiéndose  presen- 
tado ante  los  tribunales  de  México  algunas  reclamaciones 
judiciales  por  los  denunciantes  y  tenedores  de  bienes  del 
clero,  según  las  leyes  de  Reforma,  contra  los  arrendatarios 
que  se  negaban  á  pagar  las  rentas  en  virtud  de  creerlas 
derogadas  por  el  cambio  reciente,  los  expresados  tribu- 
nales no  quisieron  conocer  de  tales  negocios.  Con  ese  mo- 
tivo, el  Diario  Oficial  declaró  que  se  cumplirían  dichas 
leyes  y  encontrarían  garantías  los  reclamantes,  dictando 
la  Regencia  en  9  de  noviembre  la  orden  correspondiente  á 
los  juzgados,  y  como  eso  se  hiciera  contra  la  opinión  del 
arzobispo,  fué  causa  de  que  se  le  destituyera,  después  de 
curiosas  recriminaciones.  Tal  medida,  que  en  realidad  era 
la  sanción  de  la  Reforma  por  los  mismos  que  la  habían 
combatido,  motivó  la  renuncia  y  destitución  de  algunos 
jueces  y  magistrados  y  una  protesta  del  episcopado  mexi- 
cano ;  mas  aquel  partido  vio  con  tristeza  desvanecerse  sus 
ilusiones  á  pesar  de  lo  cual  siguió  humillado  prestando 
su  concurso  á  Napoleón,  quien  á  ese  respecto  declaró 
que  «  mientras  su  ejército  estuviera  en  México,  no  permi- 
tiría que  se  estableciese  una  reacción  ciega,  que  compro- 
metería el  porvenir  de  tan  bello  país  y  que  deshonraría  la 
bandera  francesa  á  los  ojos  de  la  Europa.  » 

Las  tropas  invasoras  que  mandaba  Bazaine  al  empezar 
su  campaña,  se  componían  de  35.000  soldados,  distri- 
buidos en  dos  divisiones  francesas  de  infantería  mandadas 
por  los  Grales.  A.  Castagny  y  Félix  Douay,  con  dos  bri- 
gadas cada  una,  á  las  órdenes  de  los  Grales.  Bertier, 
Mangín,  LUeriller  y  Neigre;  en  una  brigada  de  caballería 
y  una  de  reserva  mandadas  respectivamente  por  los  Grales. 
Du  Barail  y  De  Maussión,  á  más  de  un  batallón  de  egipcios 
y  la  contraguerrilla  del  Coronel  Dupín;  y  la  tercera  divi- 
sión formada  por  12.600  mexicanos  á  las  órdenes  del 
Gral.  Márquez.  La  artillería  disponía  de  20  cañones  raya- 


HISTORIA  DE    MÉXICO  48T 

dos,  de  12  de  sitio,  6  rayados  de  12  de  campaña,  24  raya- 
dos de  4  de  campaña,  22  rayados  de  4  de  montaña  y 
20  morteros. 

El  28  de  mayo  de  1864  llegaron  á  Veracruz  el  Empe- 
rador y  su  esposa  en  la  fragata  Novara,  desembarcando 
al  día  siguiente,  siendo  recibidos  con  una  frialdad  tan 
grande,  que  hizo  llorar  á  la  Emperatriz,  al  prever  los  pe- 
ligros que  les  amenazaban.  Salió  luego  para  México, 
adonde  hizo  su  entrada  el  día  12  de  junio,  en  medio  de 
las  aclamaciones  desús  partidarios  y  de  la  curiosidad  de  la 
multitud  y  entre  los  festejos  oficiales,  cuyos  gastos  impor- 
taron 142.478  pesos. 

Una  vez  en  la  capital,  inició  una  polílica  que  desagradó 
á  los  conservadores ;  pues  formó  su  Ministerio  con  los 
señores  D.  Fernando  Ramírez,  D.  Pedro  Escudero  y 
Echánove,  D.  Juan  D.  Peza,  que  habían  manifestado  opi- 
niones liberales  y  pertenecían  al  partido  moderado,  además 
de  los  señores  D.  Luis  Robles  Pezuela  y  D.  Joaquín  Ve- 
lázquez  de  León. 

El  sueldo  asignado  á  Sus  Majestades  era  de  millón  y 
medio  de  pesos  cada  año  al  Emperador  y  de  doscientos 
mil  á  la  Emperatriz,  lo  que  unido  á  los  despilfarros  de  la 
corte,  produjeron  bien  pronto  la  penuria  en  las  cajas  im- 
periales. 

La  mayor  parte  del  país  estaba  ya  ocupada  por  las  tropas 
franco-mexicanas  :  en  el  mes  de  noviembre  de  1863  se  había 
apoderado  el  Gral.  Mejía  de  Querétaro  después  de  derrotar 
el  Gral.  Negrete,  y  el  día  13,  cerca  de  Chamacuero,  dio 
muerte  por  orden  de  aquel  jefe  según  se  dijo,  á  D.  Ignacio 
Comonfort  el  guerrillero  Sebastián  Aguirre;  el  día  30 
ocuparon  á  Morelia  Márquez  y  el  Gral.  Bertier,  que 
derrotaron  el  25  de  diciembre  al  Gral.  Uraga,  que  atacó- 
aquella  plaza  con  cerca  de  7.000  hombres;  el  8  de  di- 
ciembre había  entrado  á  Guanajuato  el  Gral.  Douay,  y 
el  5    de  enero    de  1864  ocupaba   á  Guadalajara  el  Gral. 


488  PÉREZ    VERDÍA 

•Osmont  con  la  vanguardia  de  Bazainc,  que  llegó  al  día  si- 
guiente, habiéndose  retirado  para  el  Sur  desde  el  día  3  las 
tropas  republicanas  que  mandaba  el  Gral.  D.  José  María 
Arteaga  por  hallarse  sin  medios  para  batirse. 

El  28  de  marzo  de  1864  el  buque  de  guerra  «  La  Cor- 
dilliére  »  con  14  lanchas  cañoneras  hizo  un  reconoci- 
miento sobre  el  puerto  de  Mazatlán  y  el  31  bombardeó 
durante  seis  horas  á  las  fuerzas  republicanas,  que  man- 
cadas por  el  vahente  coronel  D.  Gaspar  Sánchez  Ochoa, 
y  formadas  de  dos  batallones,  con  cuatro  piezas  de  arti- 
llería, resistieron  el  embate  y  causaron  tales  averías  al 
buque  francés,  que  se  vio  obligado  á  retirarse  porque 
•estaba  d  punto  de  irse  á  pique. 

De  San  Luis  Potosí  había  salido  D.  Benito  Juárez  á  la 
aproximación  de  Mejía  el  22  de  diciembre  de  1863  y  estable- 
ciéndose en  Saltillo  donde  logró  formar  un  ejército  de 
más  de  cuatro  mil  hombres,  que  puesto  á  las  órdenes  de 
Doblado,  fué  derrotado  por  aquel  jefe  imperialista  en 
unión  del  Coronel  Aymard  el  17  de  mayo  siguiente  cerca 
•de  Matehuala.  Entretanto  el  gobernador  de  Nuevo  León, 
puesto  de  acuerdo  traidoramente  con  Bazaine,  decretaba 
para  justilicar  su  infidencia,  un  plebiscito  para  que  aquel 
Estado  se  declarase  por  la  pazo  por  la  guerra;  pero  como 
Juárez  declarase  ilegal  y  atentatorio  aquel  procedimiento 
por  ser  tal  declaratoria  de  la  exclusiva  competencia  de  la 
"Federación,  á  su  paso  por  Monterrey  estuvo  á  punto  de 
ser  hecho  prisionero  por  aquel  faccioso,  que  se  decidió 
luego  por  la  causa  intervencionista.  L'Heriller,  después  de 
ocupar  á  Zacatecas,  marchó  sobre  Durango,  á  cuya  ciudad 
•entró  el  14  de  julio,  á  la  vez  que  Castagny  ocupaba  el  Sal- 
tillo y  Monterrey  en  los  últimos  de  agosto;  el  Coronel 
Martín  aunque  á  costa  de  su  vida,  derrotaba  con  sólo 
700  hombres  á  González  Ortega  al  frente  de  3.500  en  el 
cerro  de  Majoma  el  21  de  septiembre  ;  el  Almirante  Bosse 
<:on  la  escuadra  del  Golfo  y  el  Gral.  Mejía  se  apoderaban 


*'>tx. 


HISTORIA   DE  MÉXICO  489 

de  Matamoros  el  26,  mientras  que  Douay  llegaba  hasta 
Colima  el  5  de  noviembre. 

El  22  de  ese  mes  causó  una  vergonzosa  derrota  el 
Coronel  Clinchán  con  400  franceses  en  Jiquilpaná  Arteaga 
que  acababa  de  llegar  con  su  división  de  más  de 
3.000  hombres,  habiendo  muerto  los  vahentes  Grales. 
D.  Pedro  Rioseco  y  D.  Leonardo  Órnelas ;  el  13  había  ocu- 
pado á  Mazatlán  el  Comandante  déla  escuadra  del  Pacííico 
Mr.  Kergrist  y  en  revancha  el  22  de  diciembre  obtuvo  un 
triunfo  completo  y  muy  notable  el  modesta  Coronel  D.  An- 
tonio Rosales  en  San  Pedro  (Estado  de  Sinaloa).  al  frente 
de  400  hombres,  sobre  el  comandante  del  Lucifer  Mr.  Ga- 
zielle,  que  le  presentó  batalla  con  un  cuerpo  de  500  sol- 
dados entre  franceses  é  imperiahstas. 

En  el  Estado  de  Oaxaca  defendía  con  decisión  la  causa 
republicana  el  vahente  Gral.  D.  Porfirio  Díaz,  que  logró 
detener  en  su  marcha  al  general  Brincourt,  por  lo  que 
fué  necesario  que  Bazaine  se  pusiera  al  frente  de  un  nume- 
roso ejército  compuesto  de  3.500  franceses  y  buen  número 
de  auxiliares,  con  el  que  marchó  en  su  persecución, 
poniéndole  sitio  á  Oaxaca,  que  tomó  al  fin  hasta  el  9  de 
febrero  de  18fi5,  haciendo  prisionero  á  aquel  patriota  que 
fué  llevado  á  Puebla,  de  donde  se  fugó  más  tarde  para 
seguir  defendiendo  la  causa  nai-ional. 

En  Michoacán  se  hacía  una  obstinada  campaña  y  el  1 1  de 
abril  de  1865  el  Gral.  Regules  asaltó  y  tomó  á  viva  fuerza 
el  pueblo  de  Tacámbaro  defendido  por  el  Mayor  Tydgat 
al  frente  de  300  belgas  y  100  imperialistas,  dando  aquel 
jefe  republicano  un  ejemplo  admirable  de  abnegación,  al 
repetir  la  célebre  hazaña  deGuzmán  el  Bueno  en  el  sitio 
de  Tarifa.  Habiendo  aprehendido  infamemente  los  defen- 
sores del  pueblo  á  la  Señora  Doña  Soledad  Solórzano 
esposa  de  Regules  y  á  sus  hijos,  los  hicieron  poner  sobre 
una  trinchera  expuestos  al  fuego  de  los  asaltantes,  á  pesar 
de  lo  cual  y  de  aconsejarle á  dicho  general  algunos  desús 


490  PÉREZ    VERDÍA 

amigos  que  se  retirase  ante  semejante  peligro,  (\ió  la 
orden  de  ataque  diciendo  con  singular  heroísmo  : 
«  Señores,  cada  uno  á  su  puesto  á  cumplir  con  su  deber, 
primero  es  la  Patria,  w 

Entre  tanto,  muclios  jefes  republicanos  como  Uraga, 
Vidaurri,  OTlorán  y  otroSj  habían  traicionado  al  gobierno 
de  Juárez  y  se  halu'an  pasado  al  enemigo,  que  en  el  mes 
de  abril  de  18(í5  disponía  ya  de  un  ejército  de(i3.800  hom- 
bres, formada  dü  28,000  de  las  tropas  francesas,  20,000  de 
las  imperialistas,  H.SOO  de  guardias  rurales,  íí.OOO  volun- 
tarios austriai'os  y  l.'JOO  helgas^  con  cuyos  elementos 
pudo  Bazaine  emprender  una  expedición  sobre  Chihuahua, 
de  cuya  ciudad  se  apodero  Brinrourt  el  día  IS  de  agosto 
de  J8Cü,  habiéndose  retirado  Juárez  para  Paso  del  P*íorte- 
El  :24.  de  septiembre  ocupaban  á  Álamos  fuerzas  imperia- 
listas, muriendo  en  la  defensa  el  denodado  GraL  Rosales. 

En  el  (Gobierno  de  jMaximiliano  se  habían  susfutado 
graves  dilii/ültadeSj  tanto  ron  ol  partido  conservador  que 
pretendía  á  todo  trance  la  nulificación  de  la  ley  de  des- 
amortización,^qoe  ú.  pesar  deeso  y  de  las  instancias  de  mon- 
señof  Meglia,  nuncio  del  Papa,  sostenía  el  Emperador; 
como  con  el  Mariscal  Baíaine  por  cuestiones  de  mando  y 
de  inlluencia,  llegando  al  extremo  de  pedir  que  fuese 
remo  V  i  do  j  cuyo  disgusto  no  impidió,  sin  embargo,  que 
con  motivo  del  matrifnonio  que  celebró  el  mariscal  con 
la  señorita  Josefa  Peña  y  Azcárate,  le  regalara  el  soberano 
el  palacio  de  Buena  Vista,  por  el  cual  más  tarde,  al  reti- 
rarse del  país,  se  hizo  pagar  cíen  mil  pesos  por  la  aduana 
de  Ve  ni  cruz,  como  se  lo  había  ofrecido  el  donante. 

Tampoco  impidió  aquel  disgusto  que  siguiera  el  Empe- 
rador las  inspiraciones  del  jefe  francés  ;  pues  el  día  3  de 
ííCtuhre  de  i8f>5  expidió,  refrendada  por  sus  Ministros 
Ramírez,  Robles  Peznela,  Esteva,  Peza,  Escudero  y  Echíí- 
nove,  Silíceo,  y  César,  la  biirbara  ley  por  la  que  conde- 
naba ti  la  pena  de  muerte  a  todos  los  prisioneros  que  se 


HISTORIA    DE   MÉXICO  491 

hicieren  pertenecientes  á  reuniones  armadas,  fuere  cual 
fuese  su  grado  militar  ó  la  bandera  política  que  sostu- 
vieren. 

Sólo  un  jefe  extranjero  podía  aconsejar  semejante 
decreto  que  quitaba  el  carácter  de  beligerantes  á  los  defen- 
sores de  la  independencia  nacional,  y  como  si  no  fuera 
bastante  aquella  sanguinaria  é  inicua  disposición,  laacom- 
pañó  Bazaine  de  una  circular  fechada  el  11  del  mismo 
mes,  en  la  cual  expresaba  á  sus  tropas  «  que  no  admitía  - 
que  se  hicieran  prisioneros;  todo  individuo,  cualquiera 
que  sea,  cogido  con  las  armas  en  la  mano,  será  fusilado.  » 
¡Así  ordenaba  la  muerte  de  los  que  defendían  su  patria 
contra  el  invasor  extranjero,  el  que  más  tarde  traicionó  á 
la  suya ! 

Para  defender  semejante  disposición  se  inculpaban  á  los 
republicanos  los  mayores  crímenes  llamándoles  bandidos, 
llegando  la  obcecación  y  ceguera  hasta  el  grado  de  que  el 
ministro  de  la  Guerra,  Peza,  en  circular  de  9  de  octubre, 
dijese  que  las  cortes  marciales  que  no  desplegaran  la 
mayor  energía  y  actividad  en  el  cumplimiento  de  aquella 
terrible  ley,  serían  responsables  por  «  una  lenidad  y  cle- 
mencia que  repugnan  la  civilización,  la  humanidad  y  la 
moral,  bárbaramente  ultrajadas  con  los  escandalosos  aten- 
tados y  los  horribles  crímenes  de  los  que  sostienen  una 
guerra  vandálica  y  sanguinaria  ». 

No  faltaban  desgraciadamente  numerosas  gavillas  que 
abusaban  de  las  banderas  republicanas  y  cometían  crí- 
menes.; pero  para  formarse  juicio  sobre  este  punto,  aun 
prescindiendo  de  la  diversa  causa  que  sostenían  unos  y 
otros  combatientes,  debe  tenerse  presente  que  el  primer 
fusilamiento  de  un  jefe  prisionero,  lo  hicieron  los  fran- 
ceses, mandados  por  el  Comandante  Lepage,  en  la  persona 
del  General  D.  Luis  Ghilardi  en  febrero  de  1864. 

Sin  contar  las  numerosísimas  bandas  de  imperialistas 
que  á  las  órdenes  de  Lozada,  León  Chávez,  Cuellar,  Ar- 


(1)  «  Por  cada  fusil  que  falte  de  ios  que  se  piden,  decía  un  bando  de 
Dupín,  pagará  el  pueblo  ¿00  pesos  de  multa  y  10.000  si  no  entregan  nin- 
guno. En  caso  de  desobediencia  á  la  orden  anterior,  será  reducida  á  ceni- 
zas la  villa  entera  y  las  haciendas  que  la  rodean.  Del  mismo  modo  será 
tratado  todo  el  lugar  que  continúe  fomentando  la  revolución.  »  —  El 
comandante  de  Tlacotalpán,  A.  Combe,  prevenía  u  que  todo  aquel  que 
fuese  cogido  fuera  de  la  línea  militar,  será  inmediatamente  fusilado  ó 
ahorcado  »,  y  poseo  el  siguiente  documento  original  :  «  Atoyac  y  todos 
los  ranchos  de  las  cercanías  deben  tomar  las  armas  para  hacer  la  perse- 
cución á  los  bandidos  que  andan  con  Valencia  ó  cualesquiera  otros. 
Advierto  á  todos  los  habitantes  que  cualquiera  que  reciba  en  su  casa  á 
alguno  que  pertenezca  á  esas  gavillas  será  fusilado.  —  Con  arreglo  á  la 
ley  de  octubre  de  1865,  se  previene  al  pueblo  de  Atoyac  y  sus  cercanías, 
que  si  vuelven  á  entrar  en  ellas  las  gavillas  y  son  recibidas,  ^e  diezmarán 
esas  poblaciones.  Zacoalco,  setiembre  15  de  1866.  —  El  comandante  en 
jefe  de  la  gendarmeria  imperial  de  la  cuarta  división,  Berthelin,  —  Á  la 
autoridad  polílica  de  Atoyac.  » 

En  cambio  el  gobierno  do  Juárez  disponía  con  fecha  17  de  enero  de  1865 
«  que  los  prisioneros  franceses  de  San  Pedro,  sólo  sean  detenidos  con  la 
debida  seguridad,  que  no  se  les  cause  molestia  ninguna,  y   que  se  les 
,    atienda  con  lo  que  necesiten  para  su  subsistencia  ». 


492  PÉREZ    VERDÍA 

güelles,  Chacón  y  otros,  cometían  los  más  atroces  excesos, 
diversos  jefes  franceses  que  invocábanla  civilización  y  la 
moral,  perpetraban  iguales  delitos.  El  Coronel  Dupín  fué 
el  terror  de  los  pueblos  por  donde  pasaba,  «  borrando  de 
la  carta  del  imperio  »  villas  y  aldeas  indefensas  porque  no 
le  entregaban  los  caballos,  las  armas  ó  el  dinero  que  no 
tenían,  y  él  reclamaba,  ó  colgando  de  los  faroles  á  sus  .  | 
prisioneros ;  el  Comandante  Marechal  saqueaba  á  Tlaco- 
talpán é  incendiaba  las  haciendas  inmediatas ;  el  Coronel 
Tourre,  con  un  batallón  de  zuavos,  hacía  otro  tanto  en 
Huachinango;  el  Coronel  Bertheh'n,  al  frente  de  la  Gen- 
darmería imperial,  fusilaba  en  Ameca,  Cocula,  Atoyac  y 
otros  sitios  de  Jalisco  y  Colima  á  cuantos  consideraba  sos- 
pechosos, diezmando  las  poblaciones,  y  así  otros  mu- 
chos (1). 

El  ejército  republicano  del  centro  que  mandaba  el  gene- 
ral Arteaga,  después  de  haber  tomado  á  Uruapán,  fué 
derrotado  en  Tancitaro  en  principios  de  julio,  y  poco  más 


HISTORIA   DE   MÉXICO  493 

tarde,  cuando  acababa  de  fraccionarse  en  distintas  direc- 
ciones, fué  sorprendido  en  Santa  Ana  Amatlán  el  13  de 
octubre  por  el  Coronel  Méndez  que  aprehendió  al  general 
en  jefe  y  á  otros  varios  jefes  y  oficiales,  y  habiéndolos  lle- 
vado á  Uruapan,  hizo  fusilar  el  día  21  á  los  Grales.  D.  José 
María  Arteaga  y  D.  Carlos  Salazar,  á  los  Coroneles  D.  Tri- 
nidad Villagómez  y  D.  Jesús  Díaz  y  al  Capitán  González, 
aplicándoles,  la  terrible  ley  que  acababa  de  publicarse  en 
México  y  que  aun  no  se  promulgaba  en  Michoacán. 

Por  entonces  hizo  la  Emperatriz  un  viaje  á  Yucatán 
donde  fué  bien  recibida  y  permaneció  un  mes.  Poco  antes 
había  sido  derrotado  en  junio  de  1865  el  Gral.  Castillo, 
en  Jonuta ;  pero  reforzado  después  por  la  cañonera  fran- 
cesa Brandan  que  había  remontado  el  Río  de  la  Palisada 
acabó  por  ocupar  ese  punto  dispersando  las  guerrillas 
republicanas. 

Entre  tanto,  y  estando  para  terminar  el  período  consti- 
tucional de  Juárez  el  día  1.**  de  diciembre,  dio  un  decreto 
el  8  (le  noviembre  en  Paso  del  Norte,  refrendado  por  el 
Ministro  de  Relaciones  y  Gobernación,  Lerdo  de  Tejada, 
por  el  cual  declaraba  prorrogado  tanto  el  mencionado 
período  de  sus  funciones  presidenciales,  como  el  del  Pre- 
sidente de  la  Suprema  Corte  de  Justicia,  en  virtud  de  ser 
imposible  el  hacer  elecciones  en  aquellas  circunstancias; 
de  que  la  Constitución  sólo  autorizaba  al  Vicepresidente 
para  ocupar  la  presidencia  de  un  modo  muy  provisional, 
y  deque  era  necesario  que  subsistiera  el  Gobierno  por  todo 
el  tiempo  que  fuese  preciso,  sin  exponerse  al  peligro  de 
desaparecer  al  terminar  los  dos  años  que  aun  faltaban,  al 
período  del  Presidente  de  la  Suprema  Corte.  Tal  decreto 
ocasionó  una  protesta  de  este  funcionario,  General  Gon- 
zález Ortega,  quien  pretendía  asumir  el  poder  en  virtud 
de  sus  títulos  constitucionales,  y  la  separación  de  unos 
cuantos  liberales,  que  juzgaron  aquel  acto  de  Juárez  como 
un  golpe  de  Estado.  Mas  la  generalidad  del  partido  estuvo 


494  PÉREZ   VERDÍA 

conforme  con  aquella  medida  excepcional  reconociendo  de 
difícil  resolución  la  cuestión  constitucional  aun  en  abs- 
tracto, considerando  además  la  continuación  de  Juárez  en 
el  gobierno  indispensable,  tanto  porque  estaba  investido 
de  facultades  extraordinarias,  amplísimas,  como  porque  él 
era  la  personificación  de  la  resistencia  á  la  intervención 
francesa  y  al  imperio,  salvándose  así  de  un  conflicto  que 
hubiera  sido  de  fatales  consecuencias. 


CAPÍTULO  XVII 


Desastrosas  operaciones  financieras  del  Imperio.  —  La  doctrina  Monroe 
y  la  intervención  francesa.  —  Decide  Napoleón  abandonar  á  Maximi- 
liano. —  Triunfo  de  los  republicanos.  —  Salida  de  las  tropas  francesas. 

—  Cambio  de  política.  —  Derrota  de  San  Jacinto.  —  Sitio  de  Querétaro. 

—  Aprehensión  y  fusilamiento  de  Maximiliano  y  sus  generales.  — Toma 
(le  México.  —   Restablecimiento  de  la  República. 


El  Gobierno  imperial  á  más  de  los  citados  actos  de  polí- 
tica se  había  ocupado  en  algunas  mejoras  materiales,  como 
la  construcción  del  pequeño  ferrocarril  á  Chalco,  varias 
reposiciones  al  Castillo  de  Chapultepec,  en  renovar  el  pri- 
vilegio del  ferrocarril  de  México  á  Veracruz,  en  conceder 
otro  para  unir  á  esta  ciudad  con  Puebla ;  en  fundar  unas 
colonias  que  no  tuvieron  caso  y  en  contratar  dos  emprés- 
titos bajo  las  peores  condiciones.  En  1864  se  hizo  la  pri- 
mera operación  con  Glyn  Mills  de  Londres  y  Péreire  do 
París,  por  201.600.000  francos  con  el  descuento  del 
37  0  0  y  rédito  del  6  0  0  y  en  1865  se  contrató  el  segundo 
empréstito  en  París  por  250.000.000  de  francos  con  des- 
cuento del  32  0/0  y  con  el  mismo  rédito  que  el  anterior,  de 
cuyas  enormes  sumas  una  vez  deducidos  los  descuentos, 
comisiones,  consolidación  de  réditos  y  pagos  al  Gobierno 
francés,  apenas  resultó  un  saldo  de  que  pudo  disponer 


t..>.. 


UIStORlA   DE  MÉXICO  495 

Maximiliano,  de  9.3S4.813  s  que  inmediatamente  se  invir- 
tieron en  las  múltiples  necesidades  y  caprichos  del  Imperio. 

Á  la  vez  que  la  sanguinaria  ley  de  3  de  octubre  provo- 
caba la  excitación  general,  se  recibían  en  México  noticias 
de  que  los  Estados  Unidos  por  medio  del  Ministro  ple- 
nipotenciario en  París,  habían  reclamado  el  í  de  agosto 
al  Emperador  Napoleón  contra  la  concesión  de  terrenos 
en  las  riberas  del  Bravo  que  para  colonizar  se  le  había 
kecho  al  doctor  Gwin,  ciudadano  americano  ;  pues  ha- 
biendo sido  de  los  más  eficaces  sostenedores  de  los  confe- 
derados, aquel  gobierno  temía  que  aprovechara  esa  colo- 
nia para  reorganizar  el  partido  vencido.  Aumentó  la  gra- 
vedad de  aquel  suceso  la  nota  que  con  fecha  6  de  diciembre 
de  1865  dirigió  el  Ministro  de  Relaciones  Mr.  W.  Seward 
al  Gobierno  de  las  Tullerías  manifestándole  el  descon- 
tento de  su  gobierno  por  la  intervención  en  México ;  pues 
el  ejército  francés,  al  invadir  á  México,  atacaba  un  gobierno 
republicano  y  elegido  por  la  nación,  para  reemplazarlo  con 
una  monarquía  que  no  era  popular  y  sí  una  amenaza  para 
las  instituciones  republicanas ;  porque  aunque  tenía  con- 
fianza en  el  triunfo  de  esas  instituciones,  quería  que  se  de- 
jara á  las  naciones  americanas  adoptar  con  libertad  la 
forma  de  sus  instituciones,  y  así  como  sería  injusto  é  im- 
prudente que  los  Estados  Unidos  trataran  o  destruir  los 
gobiernos  monárquicos  de  Europa  para  reemplazarlos  con 
repúblicas,  del  mismo  modo  le  parecía  injusto  que  los 
gobiernos  europeos  intervinieran  en  América  para  reem- 
plazar el  régimen  republicano  con  el  monárquico,  por  todo 
lo  cual  le  pedía  que  retirara  las  tropas  francesas  de  México 
dejándolo  en  libertad. 

Además  la  oposición  que  seguía  haciéndosele  en  Francia ; 
los  enormes  gastos  de  la  expedición  ;  las  derrotas  sufri- 
das que  demostraban  la  exactitud  de  las  palabras  del  Conde 
de  Reus,  de  que  los  franceses  no  poseerían  en  México 
más  terreno  que  el  que  pisaran ;  todo  ello,  unido  á  la 


496  PKREZ    VERDÍA 

falta  de  cumplimiento  del  irrealizable  tratado  de  Mira- 
mar  en  lo  relativo  á  las  ministraciones  de  dinero,  y  á 
las  complicaciones  europeas,  determinó  á  Napoleón  á  or- 
denar la  salida  de  sus  tropas  fijando  para  hacerla  el  nnes 
de  noviembre  de  1867.  Él  mismo  había  dicho  que  «  el 
gran  papel  desempeñado  por  la  Prusia  no  habría  sido  po- 
sible sin  su  neutralidad  »  ;  pero  ésta  después  de  la  victoria 
prusiana  del  3  de  julio  de  1866,  fué  enteramente  forzada  y 
precisamente  lo  que  impidió  á  Francia  intervenir  en  aque- 
lia  lucha  y  sacar  grandes  ventajas,  que  habrían  afirmado  la 
dinastía  Bonaparte,  fué  la  expedición  de  México  que  según 
la  expresión  del  Ministro  La  Vallette,  «  todo  lo  había  ab- 
sorbido y  tenía  vacíos  los  arsenales  ».  Por  todo  eso  puede 
decirse  con  el  Sr.  Iglesias  Calderón,  que  :  «  no  fué  la  di- 
plomacia americana,  sino  el  cañón  de  Sadowa,  el  que  dio 
al  Mariscal  Uazaine  la  orden  de  retirada  ». 

La  noticia  de  semejante  acuerdo  produjo  honda  sensa- 
ción en  el  Gabinete  imperial,  y  decidió  á  Maximiliano  á 
abdicar  la  corona,  pues  estaba  convencido  de  que  sin  el 
auxilio  extranjero  no  podría  sostenerse  en  su  trono.  Ojalá 
hubiera  realizado  aquel  propósito;  mas  la  emperatriz  Car- 
lota, no  pudiendo  conformarse  con  abandonar  el  poder 
para  tornar  d  la  posición  que  antes  ocupaba,  lo  contrarió, 
ofreciéndose  á  ir  ella  en  persona  á  exigir  á  Napoleón  el 
cumphmiento  del  tratado  de  Miramar,  al  mismo  tiempo 
que  á  arreglar  con  el  Papa  la  difícil  cuestión  religiosa. 

El  día  8  de  julio  de  1866  salió  la  Archiduquesa  para 
Francia  á  desempeñar  su  importante  misión  ;  mientras  se 
recibían  en  México  noticias  de  quel  el  Gral.  Treviño  ven- 
cía á  las  fuerzas  francesas  en  Santa  Isabel,  y  que  el  Gral. 
D.  Mariano  Escobedo  al  frente  del  Ejército  del  Norte  había 
derrotado  el  16  de  junio  en  Santa  Gertrudis  al  General 
Olvera  que,  con  cerca  de  dos  mil  mexicanos  y  trescientos 
austríacos,  conducía  para  Camargo  un  gran  convoy  com- 
puesto de  más  de  doscientos  carros,  al  mismo  tiempo  que 


HISTORU   DE   MÉXICO  497 

el  Coronel  Martínez  atacaba  en  Cerralvo  al  Coronel  Jannin- 
grós.  Aquel  ejército,  después  de  tan  importante  triunfo, 
marchó  sobre  Matamoros,  en  donde  obligó  á  capitular  al 
General  Mejía  el  23  det  mismo  junio,  por  lo  que  las  tropas 
francesas  se  vieron  obligadas  á  evacuar  á  Monterey  y  el 
Saltillo  replegándose  á  San  Luis,  así  como  á  Hermosillo  y 
Guaymas  después  de  la  derrota  del  Gral.  Langberg,  que- 
dando Juárez  dueño  de  toda  la  frontera,  á  la  vez  que  las 
tropas  que  mandaba  el  joven  y  denodado  General  D. 
Ramón  Corona  se  apoderaban  de  Mazatlán  é  invadían  el 
Estado  de  Jalisco,  después  de  una  brillante  campaña  en 
la  que  había  derrotado  á  las  tropas  francesas  en  Veranos, 
Villa  Unión,  Concordia  y  Palos  Prietos,  á  la  vez  que  las  de 
D.  Porfirio  Díaz  y  Regules  obtenían  nuevos  triunfos  en 
Oaxaca  y  Michoacán. 

En  tan  críticas  circunstancias,  el  Archiduque  sin  tiener 
una  política  propia  ni  meditar  las  consecuencias  de  sus 
actos,  encargó  el  despacho  de  los  Ministerios  de  Guerra  y 
de  Hacienda  al  General  Osmont,  Jefe  de  estado  mayor  del 
cuerpo  expedicionario,  y  al  Intendente  Friant,  tratando 
con  esto  de  atraerse  las  simpatías  del  Emperador  francés, 
dando  precisamente  con  eso  motivo  á  nuevas  reclamaciones 
del  Gabinete  norteamericano,  y  disgustando  á sus  partidarios 
que  se  veían  alejados  de  los  puestos  de  más  importancia. 

La  Emperatriz  llegó  á  Francia  el  día  10  de  agosto,  y 
tuvo  una  entrevista  con  Napoleón  que  se  había  negado  á 
ella  cuanto  le  fué  posible.  Exigióle  el  cumplimiento  de  sus 
compromisos,  ofreciéndole  todo  género  de  garantías;  pero 
manifestándose  éste  inquebrantable  en  la  resolución  de  no 
prestar  ya  ni  un  soldado  ni  un  franco^  acabó  aquella 
desgraciada  princesa  por  amenazarlo  con  una  abdicación ; 
mas  viendo  que  le  era  enteramente  indiferente,  después 
de  increparle  su  conducta,  salió  de  Saint-Cloud  con  la 
esperanza  perdida  y  el  corazón  hecho  pedazos.  Partió  luego 
á  Miramar  y  de  allí  á  Roma,  en  donde  en  la  visita  que  hizo 

32 


t'^^y^/tf. 


498  PÉREZ    VERDÍA 

al  señor  Pío  IX  el  27  de  septiembre,  llegó  diciendo :  «  Estoy 
envenenada,  y  allí  están  afuera  los  que  me  han  envene- 
nado por  orden  de  Napoleón.  »  Con  la  esperanza  había 
perdido  el  juicio ! 

En  virtud  de  la  resolución  napoleónica  saliéronlas  tropas 
francesas  del  país  por  Yeracruz,  donde  estaban  dispuestos 
treinta  transportes  y  siete  paquetes,  embarcándose  desde 
el  18  de  diciembre  de  1866  hasta  el  11  de  marzo  siguiente, 
169  oficiales  superiores,  1.264  subalternos  y  27.260  sol- 
dados, concluyendo  con  eso  aquella  malaventurada  cam- 
paña que  costó  al  gobierno  francés  cerca  de  novecientos 
millones  de  francos,  que  empobreció  sus  arsenales  mili- 
tares, que  distrajo  su  atención  impidiéndole  intervenir  con 
provecho  en  la  guerra  de  Austria  y  Prusia  en  aquel  año,  y 
que  disminuyendo  extraordinariamente  la  confianza  que 
inspiraba  á  la  Francia  el  Imperio  Bonapartista,  le  hizo 
perder  su  poder  exterior  al  minar  su  prestigio  interno, 
apareciendo  á  los  ojos  de  la  Europa  entera  sin  los  benefi- 
cios de  una  situación  apoyada  hasta  entonces  sobre  triunfos 
y  éxitos  no  interrumpidos,  preparó  el  año  terrible. 

Los  imperialistas  mexicanos  comentaban  con  mucha 
razón  la  partida  en  estos  términos,  según  un  folleto  que 
publicaron  por  entonces  : 

«  Dentro  de  pocos  días,  el  ejército  expedicionario  estará 
en  las  costas  de  Francia.  Todas  las  clases  y  todos  los  par- 
tidos de  la  Nación  le  interrogarán  sobre  su  campaña; 
contarán  hazañas  prodigiosas.  Pero  ¿cuál  es  el  fruto  de 
estas  hazañas?  —  Los  Franceses  patriotas  dirán  :  Fuisteis 
á  contener  el  incremento  de  los  Estados  Unidos  y  os  venís 
antes  de  tiempo,  de  miedo  á  los  Estados  Unidos ;  fuisteis 
á  garantizar  los  intereses  europeos  y  los  dejáis  tan  inse- 
guros romo  antes  ;  fuisteis  á  defender  los  intereses  fran- 
ceses y  los  dejáis  peor  de  lo  que  estaban ;  fuisteis  á  poner 
en  alto  grado  la  influencia  francesa  en  México,  y  la  dejáis 
nulificada,   y  despreciado  el  nombre  francés.  ¿  Traéis  al 


HISTORIA  DE  MÉXICO  499 

menos  el  dinero  de  la  deuda  primitiva  ?  No.  ¿  Quedó  siquiera 
garantizada  y  en  vía  de  pago?  Tampoco.  ¿  Qué  habéis 
ganado  para  la  Francia  en  esa  campaña  de  cinco  años? 
¿  En  qué  habéis  consumido  tantos  millones  de  francos  y 
por  qué  habéis  derramado  tanta  sangre  francesa?  »  Y 
pensar  que  á  esta  empresa  había  llamado  Napoleón  el  más 
hermoso  pensamiento  de  su  reinado ! 

El  partido  conservador  á  última  hora  ha  pretendido 
renegar  de  su  alianza  con  los  franceses  y  aun  sostener 
que  ellos  más  6ien  que  ayudar  al  Imperio  le  fueron  perju- 
diciales tanto  por  el  desprestigio  que  le  atrajeron,  como 
por  el  doblez  del  Mariscal  Bazaine  y  la  presión  que  ejerció 
siempre  sobre  el  Gobierno  Imperial,  así  como  atribuyen 
también  maléfica  influencia  á  la  ayuda  que  le  prestaron 
los  liberales  moderados  que  formaron  el  primer  Gabinete. 

La  verdad  histórica  exige  que  se  contradiga  tal  asevera- 
ción. Desde  la  traición  del  Gral.  Uraga  hasta  la  de  D.  Her- 
menegildo Carrillo  y  de  otros  muchos  militares  con  mando 
de  tropas  republicanas,  se  debió  á  la  influencia  de  los  mo- 
derados, lo  mismo  que  el  prestigio  momentáneo  de  aquel 
gobierno,  pues  hombres  como  D.  J.  Fernando  Ramírez, 
D.  Pedro  Escudero,  D.  José  M.  Lacunza,  Vidaurri,  Cortés 
Esparza,  Méndez,  de  relevantes  méritos  personales,  ejer- 
cían grande  y  merecido, influjo  en  el  país,  merced  al  cual 
se  pudieron  quebrantar  tantas  conciencias. 

Sin  los  franceses  jamás  habrían  podido  los  conserva- 
dores levantar  bandera  alguna,  como  no  pudieron  soste- 
nerla antes  de  su  llegada  ni  después  de  su  partida,  y  la 
verdad  es  que  los  soldados  de  Napoleón  por  su  valor,  su- 
disciplina  y  su  brillante  equipo  eran  muy  superiores  á 
nuestras  indisciplinadas  y  desnudas  huestes,  que  á  fuerza 
de  combates  y  derrotas,  de  sacrificios  y  heroísmo,  se  acos- 
tumbraron á  medir  con  ellos  sus  armas,  como  Mario 
impuso  á  los  Romanos  á  la  presencia  de  los  Cimbros  para 
poder  más  tarde  obtener  sobre  ellos  el  triunfo  de  Verceli. 


500  PÉREZ    VERDÍA 

Viéndos^  abandonado  el  Archiduque,  se  entregó  entera- 
mente en  manos  del  partido  conservador,  organizando 
diverso  Ministerio  compuesto  de  los  señores  Lares,  García 
Aguirre,  Marín,  Mier  y  Terán,  Tavera  y  Torres  Larrain- 
zar;  se  expidió  un  nuevo  programa  y  se  formó  un  Con- 
sejo de  Estado  formado  por  treinta  y  seis  personas  promi- 
nentes ;  pero  habiendo  recibido  Maximiliano  noticias  de  la 
infructuosa  entrevista  de  Carlota  y  de  su  enfermedad,  in- 
sistió en  abdicar  y  abandonar  el  país,  para  lo  cual,  ocul- 
tando cuidadosamente  el  motivo,  hizo  poner  suficientes 
tropas  en  el  camino  de  Veracruz,  y  salió  de  la  capital  para 
Orizaba  el  21  de  octubre.  Allí  tuvo  explicaciones  con  el 
Gral.  Castelnau  que  acababa  de  llegar  enviado  por  Napo- 
león para  facilitar  la  salida  de  las  tropas  francesas  y  hacer 
que  Maximiliano  se  volviese  á  Europa  á  todo  trance,  con 
lo  cual  éste  se  manifestó  conforme  mediante  ciertas  condi- 
ciones. Desgraciadamente  cuando  había  tomado  ya  aquella 
resolución  salvadora  'que  parecía  definitiva,  un  concurso 
de  circunstancias  vinieron  á  quebrantarla.  La  influencia 
del  P.  Fischer  que  abogaba  porque  no  se  abandonase  al 
partido  conservador;  las  promesas  que  éste  le  hiciera  de 
sostenerle  con  toda  eficacia;  la  llegada  casual  en  esos  mo- 
mentos de  Miramón  y  Márquez  que  le  instaron  porque  se 
quedase  en  el  poder  ofreciendo  poner  á  su  servicio  sus 
espadas ;  la  noticia  que  recibió  de  su  Encargado  de  Nego- 
cios Mr.  Eloin,  de  que  su  hermano  Francisco  José  no  le 
permitiría  entrar  en  sus  dominios  porque  el  pueblo  aus- 
tríaco estaba  impacientado  por  el  mal  resultado  de  la 
guerra  con  Prusia  y  pedía  su  abdicación,  siendo  por  tanto 
necesario  salvar  el  prestigio  personal  del  Archiduque, 
porque  el  abandono  de  la  partida  antes  de  la  vuelta  del 
ejército  francés  se  interpretaría  como  un  acto  de  debi- 
lidad; y  sobre  todo,  una  carta  de  su  madre  la  Archiduquesa 
Sofía,  en  que  le  aconsejaba  que  antes  de  someterse  á  las 
exigencias  de  Napoleón,  se  sepultase  entre  los  escombros 


HISTORIA    DE   MÉXICO  501 

de  su  Imperio.  Por  último. destruyó  la  buena  intención  de 
Castelnau,  la  pérfida  política  de  Bazaine,  que  fingiendo 
secundarla,  le  escribió  á  Maximiliano  diciéndole  que  des- 
pués de  maduro  examen,  estaba  convencido  de  que  la 
única  solución  posible  era  la  de  mantenerse  en  el  trono, 
para  lo  cual  podría  im  pulsar  la  guerra  armando  enérgi- 
camente á  sus  generales.  El  carácter  caballeresco  del 
Príncipe,  su  volubilidad  y  poca  penetración  política  aca- 
baron ante  aquellos  hechos,  todos  interesados  ó  falsos,  por 
hacerle  cambiar  de  propósito. 

Habiendo  reunido  el  20  de  noviembre  á  sus  ministros  y 
consejeros,  en  número  de  veintitrés,  les  consultó  si  con- 
vendría para  terminar  aquella  crisis  devolver  al  pueblo 
mexicano  los  poderes  que  le  había  conferido,  fundándose 
en  el  estado  de  la  guerra  civil ;  en  la  necesidad  de  cambiar 
las  instituciones  para  evitar  una  intervención  francoameri- 
cana,  y  en  los  quebrantos  de  su  salud  y  de  la  de  Carlota. 
Como  el  dictamen  del  Consejo,  guiado  por  un  exagerado 
egoísmo  político,  fué  que  permaneciera  en  el  trono  por 
sólo  dos  juiciosos  votos  en  favor  de  la  abdicación,  se  resol- 
vió por  fin  el  último  de  noviembre  á  quedarse  en  el  país  y 
defender  su  corona  contra  los  republicanos,  para  lo  cual 
volvió  á  la  capital,  y  llamando  á  los  generales  Miramón  y 
Márquez,  que  acababan  de  llegar  de  Europa,  donde  se  les 
había  tenido  alejados  de  los  negocios  públicos,  trató  de 
organizar  su  ejército  distribuyéndolo  en  tres  divisiones  :  la 
primera  á  las  órdenes  de  Miramón,  encargado  de  los  De- 
partamentos de  California,  Sonora,  Chihuahua,  Nazas, 
Durango,  Sinaloa,  Jalisco,  Nayarit  y  Colima;  la  segunda, 
mandada  por  Márquez,  distribuida  en  Guanajuato,  Queré- 
taro,  Michoacán,  Toluca,  Valle  de  México,  Tulancingo, 
Puebla,  Veracruz,  Oaxaca,  Guerrero  y  Tehuantepec,  y  la 
tercera,  confiada  al  general  Mejía,  en  Cohahuila,  Nuevo 
León,  Tamaulipas,  San  Luis,  Zacatecas,  y  AguascaHentes ; 
quedando  los  Departamentos  de  Campeche,  Mérida,  Ta- 


502  PÉREZ   VERDÍA 

basco.  Laguna  y  Chiapas^  al  mando  del  Comisario  imperial 
de  Yucatán. 

Entre  tanto  las  tropas  del  General  Corona,  mandadas  por 
los  Coroneles  E.  Parra  y  Donato  Guerra,  después  de  haber 
derrotado  á  las  fuerzas  francomexicanas  que  mandaba  Sayn, 
en  la  Coronilla  el  18  dediciembre,  ocuparon  á  Guadalajara 
que  abandonó  cobardemente  el  Gral.  Gutiérrez ;  apoderán- 
dose en  seguida  el  Gral.  en  jefe  del  ejército  de  Occidente 
^e  Colima  :  las  de  D.  Porfirio  Díaz,  después  del  triunfo  de 
Miahuatlán,  habían  ocupado  á  Oaxaca  el  30  de  octubre  y 
derrotado  en  la  Carbonera  á  Testard. 

A  la  visla  de  progresos  tan  rápidos  de  su  enemigo  é  ins- 
tado de  nuevo  por  Bazaine  por  orden  de  su  soberano  y 
libre  ya  de  los  celos  de  Castelnau,  Maximiliano  trató  otra 
vez  de  abdicar,  pero  con  la  indecisión  propria  de  su  carác- 
ter, convocó  una  junta  para  que  resolviese  tan  grave 
asunto.  Reuniéronse  el  17  de  enero  3o  prominentes  impe- 
rialistas y  acordaron  que  debería  permanecer  en  su  puesto 
el  Archiduque  y  seguir  empeñosamente  la  guerra  de  paci- 
ficación, votando  únicamente  por  la  abdicación  Bazaine, 
Cortés  Esparza,  Robles,  López-Portillo,  Cordero,  Pérez,  y 
Sarabia.  ¡Puede  decirse  que  esa  Junta  fué  el  consejo  de 
Guerra  que  condenara  al  infortunado  príncipe! 

Ocupada  Zacatecas  por  los  republicanos,  Juárez  esta- 
Jjleció  allí  su  gobierno  el  22  de  enero  á  la  sazón  que  el 
Gral.  Treviño  entraba  en  S.  Luis  que  se  vio  precisado  á 
abandonar  Mejía,  á  la  vez  que  el  Gral.  Antillón  se  apode- 
raba de  Guanajuato  derrotando  al  Gral.  Liceaga  que,  como 
Mejía,  se  replegó  á  Querétaro. 

Miramón  atacó  á  Zacatecas  el  28  de  enero  de  1867  y  se 
apoderó  de  ella,  logrando  escaparse  el  Presidente;  pero 
Jiabiendo  sido  alcanzado  aquél  en  San  Jacinto  por  el  va- 
liente Escobedo  el  día  1.^  de  febrero,  fué  completamente 
aniquilado,  perdiendo  toda  su  artillería  y  dejando  entre 
los  numerosos  prisioneros  á  su  hermano  el  Coronel  D. 


HISTORIA  DE  MÉXICO  303 

Joaquín  y  ciento  noventa  franceses  que  pertenecían  á  la 
gendarmería,  todos  los  que  fueron  inhumanamente  fusi- 
lados. 

El  Gral.  D,  Severo  del  Castillo  que  venía  de  S.  Luis  á 
unirse  con  Miramón  no  tuvo  tiempo  de  hacerlo  antes  del 
combate,  así  fué  que  de  Ojuelos  emprendió  su  retirada 
perseguido  por  una  brigada  mandada  por  el  Gral.  D.  Ana- 
cleto  Herrera  y  Cairo  que  llevaba  encargo  de  cortarle  el 
camino  para  que  Escobedo  pudiese  alcanzarlo  y  batirlo ; 
pero  en  vez  de  reducirse  á  eso  lo  atacó  el  día  4  en  La  Que- 
mada en  donde  fué  derrotado  por  el  jefe  conservador  pa- 
gando con  su  vida  su  valor  y  su  imprudencia. 

El  19  de  febrero  de  4867  entró  á  Querétaro  Maximiliano, 
donde  se  encontraban  ya  Miramón  y  Mejía,  llegando  á  los 
tres  días  el  Gral.  D.  Ramón  Méndez  con  las  tropas  de  Mi- 
choacán  :  se  dispuso  que  se  resistiese  allí  al  ejército  repu- 
blicano, por  lo  que  se  mandó  fortificar  la  ciudad. 

El  Gral.  Escobedo  con  el  ejército  del  Norte  fuerte  de 
10.000  hombres  se  dirigió  á  aquella  plaza  por  el  camino  de 
S.  Luis  Potosí,  á  la  vez  que  el  Gral.  Corona  con  el  de  Occi- 
dente y  el  del  Centro  formados  de  7.000  soldados  iba  por 
Acámbaro.  Naturalmente  el  punto  objetivo  del  Ejército 
Imperial  debió  ser  el  de  impedir  la  reunión  de  aquellos 
generales,  lo  que  habría  sido  lanto  más  posible  cuanto  que 
las  tropas  republicanas  eran  inferiores  en  equipo  y  disci- 
plina y  aun  en  número  tomadas  en  detalle.  A  ese  fin  se  ce- 
lebró en  Querétaro  consejo  de  guerra  y  aunque  se  tenía 
conocimiento  exacto  del  movimiento  convergente  de  los 
republicanos  se  aplazó  la  salida  á  moción  de  Márquez  que 
temió  dejar  abandonada  la  ciudad.  Las  marchas  tan  pre- 
cisas de  Escobedo  y  Corona  hacían  todo  movimiento  ofen- 
sivo en  contra  de  ellos,  muy  peligroso  desde  el  día  4  de 
marzo  é  imposible  desde  el  7.  Con  ella  perdieron  la  única 
oportunidad  que  se  había  presentado  á  los  imperialistas  de 
obtener  alguna  victoria. 


504  PÉREZ    VERDÍA 

En  10  de  marzo  quedó  definitivamente  establecida  la  cir- 
cunvalación por  el  ejército  republicano  compuesto  ya  de 
21.000  hombres  aumentado  después  hasta  cerca  de  30.000, 
con  74  piezas  de  artillería  bajo  las  órdenes  de  Escobedo, 
siendo  segundo  en  jefe  Corona. 

El  día  14  hicieron  un  reconocimiento  atacando  el  Cerro 
de  la  Cruz  desde  las  nueve  y  media  de  la  mañana  hasta 
la^  seis  de  la  tarde  que  tuvieron  que  retirarse  con  grandes 
pérdidas.  El  22  hicieron  los  sitiados  una  sah'da  al  Rancho 
de  S.  Juanico  en  donde  se  apoderaron  de  seis  carros  de 
víveres  y  el  24  de  doce  á  dos  de  la  tarde  sufrieron  un  asalto 
por  la  casa  Blanca  que  rechazaron  haciendo  200  muertos 
y  heridos  y  cuatrocientos  prisioneros.  Repitiéronse  los 
combates  parciales  con  frecuencia,  siendo  de  notarse  el  del 
6  de  abril  en  que  Miramón  dio  una  atrevida  salida,  logrando 
quitarle  á  su  enemigo  abundantes  provisiones  y  varias 
piezas  de  artillería^  que  no  pudo  sin  embargo  introducir  á 
la  plaza  porque  el  Coronel  Doria  con  su  Regimiento  de 
Galeana  lo  obligó  á  refugiarse  á  sus  trincheras.  La  batalla 
más  reñida  fué  la  del  27,  día  en  que  Miramón  con  sin  igual 
arrojo  derrotó  las  fuerzas  del  Cimatario  á  la  vez  que  Cas- 
tillo atacaba  la  Hacienda  Je  Calleja;  pero  reforzados  los 
sitiadores  hicieron  retroceder  á  su  veza  Ips  asaltantes  á  sus 
primitivas  posiciones.  Intentaron  nuevas  salidas  el  4.**  y  el 
3  de  mayo,  portándose  siempre  los  sitiados  con  admirable 
bizarría ;  mas  entre  tanto  y  considerando  con  razón  todo  el 
peligro  de  aquel  sitio  que  no  podían  absolutamente  romper 
y  que  acabaría  necesariamente  con  la  captura  del  Empe- 
rador y  de  sus  principales  generales,  se  había  enviado  á 
México  al  Gral.  Marque?  desde  la  noche  del  22  de  marzo  al 
frente  de  1.200  soldados  de  caballería,  con  orden  termi- 
nante de  recoger  la  guarnición  de  la  capital  y  volver  vio- 
lentamente con  ella  para  atacar  la  retaguardia  del  enemigo 
y  poder  salir.  Se  trataba  ya  entonces  de  salvar  las  perso- 
nas, una  vez  que  la  causa  estaba  perdida  para  siempre,  y 


HISTORIA    DE   MÉXICO  50§ 

por  eso  Maximiliano  al  despedirse  de  él  le  dijo  estas  apre- 
miantes palabras  :  «  General,  no  olvide  Vd.  que  el  Imperio 
se  encuentra  hoy  enQuerétaro.  »  —  «  Descuide  V.  M.,  res- 
pondió aquél,  antes  de  quince  días  estaré  do  vuelta.  » 

Márquez  llegó  á  México  el  27  y  aunque  allí  había  más 
de  6,000  soldados,  sabiendo  que  en  Puebla  estaba  el  Gral. 
Noriega  sitiado  por  el  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  y  sin  re- 
cordar la  angustiosa  situación  del  Archiduque,  ni  cumplir 
las  órdenes  que  se  le  dieran  marchó  el  día  30  sobre  Puebla 
con  5.000  hombres  y  18  bocas  de  fuego  con  el  fin  de  de- 
rrotar á  los  sitiadores.  No  escapó  á  la  penetración  del  cau- 
dillo republicano  tan  peligroso  proyecto,  así  es  que  dando 
un  valeroso  asalto  á  la  ciudad  de  Puebla  el  día  2  de  abril  se 
apoderó  de  ella,  frustrándola  última  esperanza  del  enemigo 
y  asegurando  con  tan  brillante  y  trascedental  triunfo  la 
victoria  de  la  causa  que  defendía. 

Entre  tanto  Escobedo  que  necesitaba  á  toda  costa  que 
Márquez  no  volviese,  para  impedírselo  destacó  camino  de 
México  el  día  29  una  división  de  4.000  caballos  á  las 
órdenes  del  Gral.  Guadarrama.  Llegó  el  Lugarteniente  á 
una  jornada  de  Puebla  cuando  supo  la  capitulación  por  lo 
cual  contramarchó  á  la  capital ;  pero  el  victorioso  Gral. 
Díaz  levanta  su  campo  y  se  lanza  á  alcanzarlo,  para  lo  cual 
hace  que  el  Coronel  Lalanne  con  sólo  1.200  hombres  le 
cierre  el  paso  en  Tololuca  pura  detenerlo  siquiera  mien- 
tras pudieran  llegar  las  tropas  del  Ejército  de  Oriente  : 
trábase  allí  desigual  combate  el  6  de  abril  y  aunque  la  co- 
lumna Lalanne  fué  desbaratada  en  un  momento  con 
grandes  pérdidas,  el  Gral.  Díaz  logró  alcanzarlo  al  día  si- 
guiente en  S.  Lorenzo  derrotándolo  completamente  unido 
á  Guadarrama.  Obligado  á  encerrarse  en  la  capital  se  forti- 
ficó y  á  fuerza  de  exacciones  pecuniarias  odiosísimas  y  de 
leva  terrible  logró  sostenerse  desde  el  12  de  abril  en  que 
empezó  el  sitio. 

De  esta  suerte  la  ambición  de  Márquez  do  querer  salvar 


306  PÉREZ    VERDÍA 

al  Imperio,  cuando  sólo  se  trataba  de  salvar  apenas  la 
persona  del  Emperador,  ocasionó  para  su  causa  tan  funes- 
tos resultados ;  pretendió  desconociendo  por  completo  la 
situación  política  del  país,  salvarlo  todo,  j  y  todo  lo 
perdió ! 

En  Querétaro  se  le  esperaba  con  impaciencia,  pues  cada 
día  era  más  insostenible  la  situación  :  sin  víveres,  coa 
soldados  extenuados,  desmoralizados  y  escasos,  era  im- 
posible hacer  con  éxito  una  salida,  tanto  más  cuanto  que 
el  pensamiento  estratégico  fundamental  del  Gral.  Escobedo 
consistió  en  formar  una  reserva  compuesta  de  sus  mejores 
tropas,  lista  y  prevenida  para  ocurrir  siempre  al  lugar  de 
peligro  á  cambiar  en  victorias  las  derrotas,  llegando  aún  á 
pensar  procurarles  la  ocasión  de  salir  debilitando  puntos 
del  cerco  para  dejarles  paso  abierto  y  caer  después  sobre 
ellos  con  12.000  caballos  que  formaban  aquella  reserva. 

Mientras  los  sitiados  comprendían  que  la  campaña  lle- 
gal)a  á  su  fin  y  se  disponían  á  comprometer  el  todo  por  el 
todo,  el  Coronel  Miguel  López,  jefe  del  campamento  de  la 
Cruz,  entregó  esa  posición  la  madrugada  del  15  de  mayo, 
asegurando  que  lo  hacía  por  instrucciones  de  su  mismo 
soberano.  Una  vez  así  ocupada,  se  retiró  éste  al  cerro  de 
las  Campanas  donde  se  le  reunieron  varios  jefes,  el  regi- 
miento de  la  Emperatriz  y  algunos  piquetes  de  fuerza  y 
viéndose  perdido,  preguntó  á  Mejía  si  no  sería  posible 
romper  el  cerco,  á  lo  cual  le  respondió  :  «  Señor,  pasar  es 
imposible  ;  pero  si  V.  M.  lo  ordena,  trataremos  de  ha- 
cerlo, que  en  cuanto  á  mí  estoy  dispuesto  á  morir.  »  En 
consecuencia  izó  bandera  blanca  y  envió  á  buscar  al  Gral. 
Escobedo  y  habiéndose  encontrado  con  el  Gral.  Corona, 
se  declaró  prisionero  y  fué  conducido  á  la  presencia  do 
aquel  jefe. 

Esa  vergonzosa  entrega  le  quitó  la  gloria  como  hecho 
de  armas  á  tan  importante  jomada  y  arrojó  primeramente 
y  con   grande  injusticia   sobre   López  y   después   sobre 


HISTORIA    DE   MÉXICO  507 

Maximiliano  una  mancha  indeleble.  El  sitio  de  Querétaro 
considerado  bajo  el  solo  punto  del  valor  militar,  es  digno 
de  todo  elogio  y  hace  honor  á  los  esforzados  jefes  del  Im- 
perio ;  pero  la  falta  completa  do  armonía  entre  ellos,  sus 
ambiciones  y  rencillas  facilitaron  el  triunfo  de  log  sitia- 
dores. En  l.**de  marzo  se  ordena  batir  á  Corona  antes  de 
que  opere  su  concentración  con  Escobedo,  y  no  se  hace  por 
la  oposición  de  Márquez  y  Mejía ;  para  el  17  dispone  Mira- 
món  una  salida  y  Méndez  la  frustra  faltando  con  sus  tropas 
al  lugar  de  cita ;  se  acordó  la  salida  de  todo  el  ejército  para 
México  á  moción  de  Márquez,  fijándose  para  efectuarla  la 
noche  del  18,  y  en  la  tarde  se  dio  contraorden  á  instancias 
de  Ramírez  Arellano ;  volvió  á  tratarse  el  20  de  marzo  de 
evacuar  la  plaza  y  Miramón  se  opuso  guiado  por  su  rivali- 
dad con  Márquez  autor  del  proyecto;  el  i.**  de  mayo  da 
un  asalto  Miramón  á  la  línea  de  S.  Gregorio,  y  Maximi- 
liano dispone  cesen  los  fuegos  y  se  suspenda  el  ataque  ;  se 
acuerda  una  salida  imposible  para' la  madrugada  del  15  á 
propuesta  de  Miramón  y  se  aplaza  para  el  16  á  solicitud  de 
Méndez. 

Para  coronamiento  de  tantas  contradicciones  y  des- 
aciertos, y  cuando  los  generales  se  habían  negado  á  capi- 
tular ó  á  entrar  en  relaciones  con  el  enemigo,  Maximiliano 
ocultamente  entrega  la  plaza  (1),  faltando  á   su  ejército 


(ly  Meditando  sin  pasión  sobre  hechos  tan  obscuros  como  éste,  y 
guiado  por  el  notable  análisis  hecho  por  mi  inteligente  y  caballeroso 
amigo  el  Sr.  D.  F.  Iglesias  Calderón,  he  aceptado  esta  conclusión  abando- 
nando mi  antigua  creencia  acerca  de  la  inocencia  de  Maximiliano,  lie 
llegado  á  una  conclusión  opuesta  á  la  que  senté  en  la  2.*  edición,  par- 
tiendo del  mismo  principio,  que  antes  como  ahora,  ha  servido  de  baso  á 
mi  razonamiento.  Entonces  dije :  «  Además  la  aseveración  de  que  Maxi- 
miliano había  prevenido  á  las  personas  que  por  él  se  interesaban  «lue  en 
ninguna  de  sus  gestiones  mezclaran  el  nombre  de  López,  está  desmentida 
por  el  Gral.  Gayón,  quien  sostiene  que  el  mismo  soberano  le  dijo  :  a  Mi  - 
«  guel  López  ha  entregado  la  plaza,  es  un  traidor  »,  y  por  otras  personas 
con  quienes  se  expresó  de  igual  modo,  y  no  es  creíble  que  interesado 
como  habría  estado  en  que  López  callara  secreto  ton  importante,  él  lo 


508  PÉREZ    VERDÍA 

aunque  guiado  por  el  noble  sentimiento  de  evitar  ya  la 
inútil  efusión  de  sangre  y  bajo  la  creencia  errónea  de  que 


denigrase  obligándolo  con  eso  á  hacer  revelaciones.  »  El  conocimiento  de 
hechos  que  yo  ignoraba  ha  venido  á  demostrar  la  verdad  de  lo  contrario. 
El  Lie.  D.  Ignacio  Álvarez,  escritor  imperialista  apasionadísimo  y  testigo 
presencial,  por  todo  lo  cual  merece  completa  fe  á  ese  respecto,  asegura 
,  al  hablar  de  la  llegada  á  las  Campanas  en  los  momentos  inmediatos  d  la 
ocupación  de  los  republicanos,  que  «  El  Emperador  conocía  que  había 
sido  víctima  de  una  traición ;  pero  no  se  imaginaba  hasta  esa  hora  quién 
fuera  su  autor  (???);  y  aun  manifestó  las  sospechas  que  tenía  en  otro  jefe 
cuyo  nombre  tenía  apuntado  en  su  cartera  desde  el  6  de  mayo,  según  lo 
que  nos  leyó  á  los  que  alh'  estábamos.  »  {Est.  sobre  la  Bisl.  GraL  de 
México,  tom.  VI,  pág.  451.)  V  como  Gayón  manifiesta  que  á  él  le  mandó 
decir  desde  antes  el  Archiduque,  que  estuviera  listo  porque  López  había 
entregado  la  Cruz,  resulta  que  con  el  nombre  apuntado  en  la  cartera  sólo 
pretendía  desviar  la  opinión  respecto  de  López,  ó  sea  procurar  que  no  se 
le  hiciera  aquel  cargo  para  no  exponerlo  á  defender  su  honra,  haciendo 
revelaciones.  Corrobora  esa  idea  la  carta  del  Sr.  Azpíroz  en  la  que  expresa 
que  el  Emperador  ya  en  su  prisión  le  dijo  :  c  No  fué  el  traidor  López, 
fué  Már(|uez  ».  Claro  está  que  con  esto  trataba  marcadamente  de  eximirá 
López  de  la  inmensa  responsabilidad  que  se  le  imputaba,  precisamente 
para  no  ponerlo  en  el  caso  de  hacer  revelaciones  :  pues  por  más  enojo 
que  tuviese  con  Márquez  por  su  falta  de  subordinación  al  no  volver  á 
Querétaro,  no  era  posible  que  lo  pudiese  de  buena  fe  juzgar  peor  que  al 
que  se  suponía  que  había  traicionado  á  sus  banderas  faltando  al  honor  y 
á  la  gratitud  personal.  En  el  expediente  formado  en  1902  por  la  Junta  de 
Auténticas  de  México  se  probó  plenamente  «  que  López  visitó  á  Maximi- 
liano en  su  prisión  »  y  ese  hecho  es  sumamente  significativo,  porque  si 
no  hubiesen  estado  de  acuerdo  los  dos,  sería  muy  difícil  que  a([uél  se 
atreviese  á  presentarse  á  éste  llevando  en  su  conciencia  tamaño  crimen ; 
pero  hubiera  sido  imposible  que  un  soberano  traicionado  recibiera  visi- 
tas del  traidor  y  departiese  amigablemente  con  él  como  si  nada  hubiese 
pasado  :  ni  la  dignidad,  ni  la  disciplina  mililar,  ni  el  decoro  permitirían 
tal  cosa.  Aun  hay  más  :  el  Emperador  para  fundar  su  resolución  de  dife- 
rir la  evacuación  de  la  plaza  para  después  del  15  de  mayo,  dijo  á  Miramón 
un  motivo,  á  Ramírez  Arellano  otro,  y  á  Salm  Salm  uno  diverso,  siendo, 
enteramente  falsos  los  tres,  lo  cual  prueba  que  la  verdadera  causa  era 
secreta,  como  tenía  que  serlo  la  negociación  entablada  ya  á  esas  horas 
con  los  sitiadores.  En  la  noche  del  14  llamó  á  López  y  lo  condecoró  c©n 
la  medalla  del  Mérito  Militar  en  su  propio  aposento  sin  el  ceremonial  de 
estilo;  «  ¿á  causa  de  qué,  —  pregunta  Salm  —  ó  por  qué  hechos?  Ha 
sido  para  mí  un  enigma.  »  Pero  puede  explicarse  considerando  que  el 
coronel  acababa  de  cumplir  una  misión  confidencial  en  virtud  de  la  cual 
al  día  siguiente  ya  no  habría  oportunidad  para  conferir  condecoraciones. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  509 

tanto  por  la  consideración  que  tal  hecho  provocaría  en  los 
republicanos,  como  por  sus  inmunidades  de  Archiduque 
de  Austria,  no  se  le  fusilaría  jamás  y  su  propia  impuni- 
dad sería  la  egida  que  cubriera  á  sus  fieles  generales. 

Á  Corona  le  dijo  estas  nobles  palabras  :  «  Los  jefes  que 
me  acompañan  no  tienen  más  responsabilidad  que  la  que 
les  impone  haber  seguido  mi  suerte  :  deseo  que  no  reciban 
daño  alguno.  Si  se  necesita  una  víctima  yo  quiero  ser  ella 
y  que  mi  sangre  sea  la  última  que  se  derrame  en  este 
país,  »  y  cuando  fué  presentado  á  Escobedo  le  entregó  su 
espada  y  le  expresó  las  mismas  ideas  pidiéndole  que  permi- 
tiese á  los  de  &u  casa  que  pudieran  irse  á  un  puerto  y  em- 
barcarse para  Europa  :  en  seguida  se  le  llevó  al  Convento 
de  la  Cruz  que  le  sirvió  de  prisión  y  de  allí  se  le  cambió 
días  después  á  Capuchinas. 

Consultado  el  Gobierno  sobre  la  suerte  de  aquellos  dis- 
tinguidos prisioneros  dispuso  que  se  les  juzgara  con  arre- 
glo á  la  ley  de  25  de  enero  de  1862,  ley  que  aunque  ema- 
nada de  la  soberanía  nacional  y  muy  anterior  á  los  hechos 
del  Imperio,  había  sido  inspirada  en  el  patriótico  deseo  de 
amedrentar  á  los  enemigos  de  la  República  y  para  eso  se 
prodigaba  la  pena  de  muerte.  Además  se  sometía  por  el 
art.  6.^  á  la  jurisdicción  de  un  Consejo  de  Guerra  ordina- 
rio, esto  es,  formado  de  un  teniente  coronel  y  seis  capita- 
nes, á  todos  Ips  reos  contra  la  independencia,  contra  el 
derecho  de  gentes,   contra  la  paz  y   el  orden  púbhco   y 


Por  último  el  P.  Soria,  confesor  de  Maximiliano,  dijo  á  D.  Carlos  Idrac  : 
c  El  Coronel  López  no  hizo  sino  lo  que  se  le  mandó  »,  y  el  confesor  de 
López  ha  dicho  á  su  vez  :  «  El  Coronel  López  cumplió  con  su  deber.  » 
Todos  esos  indicios  confirman  plenamente  el  informe  del  Gral.  Escobedo 
en  el  cual  ha  declarado  solemnemente  que  el  mismo  soberano  le  manifesU) 
que  la  ciudad  se  había  entregado  segi'm  sus  instrucciones,  por  lo  cual 
«  López  ni  traicionó  al  Archiduque,  ni  vendió  por  dinero  su  puesto  de 
combate.  »  Escobedo  á  su  honorabilidad  reconocida  reúne  la  falto  absoluta 
de  interés  en  que  la  entrega  de  la  plaza  se  hubiese  hecho  por  orden  del 
principe  ó  sin  su  conocimiento. 


510  PÉREZ    VERDÍA 

contra  las  garantías  individuales,  y  claro  es  que  ese  jurado 
carecería  siempre  de  la  instrucción  é  imparcialidad  nece- 
sarias para  juzgar  en  causas  tan  arduas.  Era  una  ley 
odiosa  como  todas  las  de  circunstancias,  pero  como  dura 
lex^  sed  lex^  con  arreglo  á  ella  fueron  condenados  á 
muerte  por  sentencia  de  14  de  junio  por  un  consejo  de 
guerra  compuesto  del  teniente  coronel  D.  Platón  Sán- 
chez, de  los  capitanes  graduados  de  comandante  D.  José 
V.  Ramírez  y  D.  Emilio  Logero,  y  de  los  capitanes  D. 
Ignacio  Jurado,  D.  José  Verástegui,  D.  Lucas  Villagrán 
y  D.  Juan  Rueda  y  Auza.  Aprobada  esa  sentencia  por  el 
General  en  jefe  y  negado  el  indulto,  fueron  fusilados  Maxi- 
miliano, Miramón  y  Mejía  en  el  cerro  de  las  Campanas  el 
día  19  de  junio  de  1867  á  las  siete  y  cuarto  de  la  mañana. 

Ante  íiemejaníe  catáíjLrofej  pueden  record arsc  las  pala- 
hvi\^  que  Juárez  contestó  á  los  defensores  que  pedían  el 
indulto  y  que  el  transcurso  de  los  anos  ha  justificado  : 
«  .,.  han  padecido  mucho  por  la  inflexibilídad  del  go- 
bierno. Hoy  no  pueden  comprender  hi  necesidad  de  ella^ 
ni  la  justicia  que  la  apoya*  AI  tiempo  está  reservado  apre- 
ciarla. La  ley  y  la  sentencia  son  en  el  momento  inexo- 
rables, porque  así  loexi^^e  la  salud  piiblican  jj 

Después  de  estos  sucesos,  seguíu  todavía  defendiéndose 
Márquez  en  México  hasta  el  20  de  junio,  que  habiéndose 
escondido,  recayó  el  mando  en  el  general  Tavera,  quien 
celebró  una  capitulación  y  entregó  la  ciudad  al  General 
I)íaK,  que  entró  luego  en  la  plaza  é  hizo  fusilar  á  D,  San- 
tiago Vidaurri ;  habiendo  ocupado  i  Veracruz  el  28  del 
mismo  mes  los  Generales  García  y  Benavides  y  restable- 
cido en  Yucatán  el  orden  constitucional  el  GraL  Don  Ma- 
nuel Cepeda  Peraza  al  frente  de  las  masas  populares,  con 
lo  que  se  restauró  la  República  en  todo  el  territorio. 

Según  datos  probablcís  y  minuciosos  cómputos,  en  la 
campaña  que  tan  felizmente  concluía  con  este  triunfo,  buba 
en  el  período  transcurrido  de  abril  de  1863  á  junio  de  1867 


HISTORIA   DE  MÉXICO  511 

mil  veinte  acciones  de  guerra  entre  batallas  y  escara- 
muzas^ habiéndose  contado  entre  muertos,  heridos  y  pri- 
sioneros setenta  y  tres  mil  treinta  y  siete  republicanos  y 
doce  mil  doscientos  nueve  imperialistas.  Murieron  además 
veinticinco  mil  franceses  y  gastó  la  Francia  en  la  expedi- 
ción noventa  millones  de  francos. 

El  Sr.  D.  Benito  Juárez,  que  con  tanta  constancia  había 
sostenido  aquella  lucha,  entró  á  la  capital  el  día  15  de  julio 
de  1867,  acompañado  de  sus  Ministros  D.  Sebastián  Lerdo 
de  Tejada,  D.  José  María  Iglesias  y  D.  Ignacio  Mejía,  res- 
tableciendo su  gobierno. 

La  sociedad  había  sufrido  una  gran  conmoción  y  el 
suelo  mexicano  se  había  regado  con  mucha  sangre,  pero 
se  había  demostrado  que  inútilmente  se  ensayan  en  una 
nación  las  instituciones  monárquicas,  cuando  no  son 
populares.  El  cadáver  ensangrentado  de  Maximiliano 
vino  á  ser  una  terrible  amenaza  para  las  naciones  euro- 
peas que  en  el  porvenir  intentasen  levantar  un  trono  en 
México. 

En  un  país  tan  extenso  como  México,  con  las  pocas  vías 
de  comunicación  con  que  entonces  contaba,  casi  totlas 
interceptadas,  el  Gobierno  de  Juárez  había  quedado  aislado 
de  sus  defensores,  por  lo  que  su  iniciativa  durante  la 
guerra  había  sido  muy  reducida,  sirviendo  más  bien  de 
vínculo  de  unión,  de  centro  de  legalidad,  de  poder  facul- 
tativo, que  de  director  de  las  operaciones  militares.  Éstas, 
en  virtud  de  tales  circunstancias,  quedaron  al  arbitrio  do 
los  caudillos  que  defendían  la  República,  quienes  se  ate- 
nían á  sus  propias  facultades,  cuidando  sólo  de  no  tras- 
pasar las  instrucciones  del  Gobierno  que  eran  amplísimas. 
Por  esto  es  digna  de  notarse  la  lealtad,  la  obediencia  y  la 
abnegación  de  los  generales,  que,  diseminados  por  todo  el 
territorio,  sin  ninguna  fuerza  coercitiva  que  los  mantu- 
viese bajo  la  obediencia  y  sin  un  centro  positivo  é  inme- 
diato de   acción,  resistiendo  siempre  á  las  halagadoras 


512  PÉBEZ    VERDÍA 

promesas  y  reiteradas  instancias  del  ent?niigo,  se  mantu- 
vieron siempre  íieles  á  la  legalidad. 

Aquella  lucha  vino  á  poner  de  manifiesto  en  el  interior 
de  la  nación  el  poder  del  patriotismo  y  la  fuerza  y  popula- 
ridad del  partido  liberal,  y  en  el  extranjero  la  justicia  de 
la  resistencia  noble  que  se  opuso  á  las  bayonetas  francesas 
y  la  calumnia  con  que  había  hecho  creer  á  la  Europa  que 
México  era  un  pueblo  salvaje  é  indigno  de  ser  tratado 
según  las  reglas  determinadas  por  la  civilización. 

Después  vino  también  la  conciencia  del  propio  valer  y 
el  amor  á  la  autonomía  é  independencia,  á  fortificar  los 
sentimientos  de  la  moralidad  y  de  la  fe  en  el  progreso. 
Aquellas  enseñanzas  inspiraron  al  Sr.  Juárez  una  sentencia 
profundamente  filosófica  y  jurídica,  que  ha  venido  á  ser  un 
apotegma  mexicano  :  El  respeto  al  derecho  ajerio  es  la  paz. 


CAPÍTULO  XVlll 


Pre^dencia  del  Sr.  D.  Benito  JuArez.  — Reducción  del  ejército.  —  Convo- 
catoria. —  Castigos  á  los  imperialistas.  —  Entrega  del  cadáver  de  Maxi- 
miliano. —  Frecuentes  sublevaciones.  —  Partidos  políticos.  —  Re- 
elección. —  Plan  de  la  Noria.  —  Muerte  de  Juárez.  —  El  Sr.  D.  S.  Lerdo 
de  Tejada.  —  Campaña  contra  Lozada.  —  Cuestiones  ferrocarrileras.  — 
Revolución  de  Tuxtepec. 


Restablecida  la  autoridad  del  Gobierno  del  Sr.  Juárez, 
se  integró  el  Gabinete  nombrándose  Ministro  de  Justicia 
al  Lie.  D.  Antonio  Martínez  de  Castro,  y  de  Fomento  á 
D.  Blas  Balcárcel,  y  fijó  toda  su  atención  en  tres  objetos 
principales  :  el  arreglo  del  ejército,  la  reorganización 
constitucional  de  los  Poderes  federales  y  de  los  Estados  y 
el  castigo  de  los  imperialistas  infidentes. 

Para  lo  primero  se  dispuso  reducir  las  numerosas  tro- 
pas que  acababan  de  triunfar  á  sólo  veinte  mil  hombres,  y 


HISTORIA   DE   MÉXICO  5í3* 

áese  efecto  se  retiraron  á  los  jefes  lasi  facultades  discre^ 
ciopaleí^  de  que  se  les  había  investido  durante  la  campaña^ 
y  se  organizaron  cinco  divisiones  militares  :  la  primera  se- 
puso  á  las  órdenes  del  Gral.  D.  Nicolás  de  Regules,  con  su 
cuartel  general  en  México  ;  la  2.*  á  las  órdenes  del  Gral. 
D.  PorQrio  Díaz,  en  Tehuacan  ;  la  3.^  á  las  del  Gral. 
D.  Mariano  Escobedo,  en  San  Luis ;  la  4.^  á  las  del  Gral. 
í).  Ramón  Corona,  en  Guadalajara,  y  la  5.**  á  las  delGraL 
D.  Juan  Álvarez  en  Acapulco. 

Antes  de  la  reducción  acordada,  el  Gral.  Corona  solicitó- 
con  empeño  exponiendo  su  plan  en  Consejo  de  Ministros,, 
que  se  le  autorizase  á  hacer  inmediatamente  la  campaña 
de  la  Sierra  de  Alica,  contra  Lozada;  pues  éste  se  conser- 
vaha  en  una  absoluta  independencia  del  Gobierno  ocupanda 
todo  el  Cantón  de  Tepic,  lo  cual  era  humillante  para  Ios- 
Poderes  federales,  anormal  en  el  orden  legal  y  peligrosa 
para  el  porvenir.  Á  pesar  de  los  patrióticos  esfuerzos  del 
caudillo  de  Occidente,  el  Ministro  de  la  Guerra  se  opuso  á 
la  nueva  campaña  y  prevaleció  su  opinión. 

Para  reorganizar  el  Gobierno  se  expidió  la  célebre  con- 
vocatoria de  14  de  agosto  de  1867,  por  la  cual  se  convo- 
caba al  pueblo  para  que  eligiese  al  Presidente  de  la  Repú- 
blica, el  Congreso  de  la  Unión  y  la  Suprema  Corte  de 
Justicia ;  pero  no  limitándose  á  esto  como  debía  ser,  se 
creaba  un  plebiscito  enteramente  ilegal,  que  sancionara 
varias  reformas  constitucionales,  como  la  creación  del 
Senado,  el  veto  del  Presidente  de  la  República  á  las  pri- 
meras resoluciones  del  Poder  legislativo  y  algunas  otras. 
Como  la  Carta  fundamental  de  1857  señala  los  trámites  que 
deben  observarse  para  adicionarla  ó  reformarla,  el  proce- 
dimiento propuesto  fué  muy  mal  recibido  y  el  pueblo  se 
abstuvo  de  votar  tales  reformas,  que  reprobó  tácitamente 
con  su  abstención. 

Aquella  convocatoria,  obra  del  Sr.  Lerdo,  fué  causa  de 
una  escisión  entre  los  partidarios  del  Presidente  que  na 

33 


r514  '  PÉRRZ    VfiUDÍA 

estuvieron  por  aquella  deternünacion,  y  los  del  Secreüii  io 
de  Estado,  la  cual  fomentada  por  otras  medidas^  dio  origen 
á  la  formación  de  los  partidos  juarista  y  lerdista,  A  la  ytr¿ 
fie  creaba  un  tercero  con  liomlíres  de  acciórij  aunque  en 
reducido  número,^  y  que  del  nombre  de  su  candidato  se 
■'  líamií  poríirista- 

Por  último,  se  trato  do  aplicar  la  ley  inaplicable  que  cas- 
tigaba i^e veramente  a  los  que  babían  cooperado  á  la  inter- 
vención y  con  ese  niotivo  fueron  juzgador  los  hombres  pro- 
minentes del  Imperio  con  lenidad,  porque  el  carácter  mexi- 
ii^no  no  es  vengativo ;  pero  con  falta  de  equidad  y  de  criterio, 
conmutándose  la  pena  ile  muerte  en  la  de  prií^ión,  ésta  en 
la  de  destierro,  la  de  confiscación  en  la  de  mulla,  etc. 

El  Gral.  Santa  Anna  que  volvió,  con  propósito  de  derro- 
car al  Gobierno,  fue  aprebendido  en  Sizal,  juíigado  y  sen- 
tenciado á  0(*ho  años  de  destierro. 

El  cadáver  del  desgraciado  Archiduque  Maximiliano  fué 
entregado  por  el  Golíierno  al  Almirante  TogetLbofr  que 
vino  á  pedirlo  en  nombre  del  Empei-ador  de  Austria,  y  fué 
trasladado  á  Europa  el  28  de  noviembre  en  la  misma  fra- 
gata Novara  en  que  liabía  venido  tres  años  antes. 

Por  último,  una  ley  de  amnisíia,  «  la  mas  bella  palabra 
que  hemos  aprendido  desde  nuestra  infancia  »,  según  la 
expresión  de  Esquines,  fué  promulgada  en  13  de  octubre 
de  i 870,  habiéndose  exceptuado  de  ella  únicamente  al 
Regento  Arzobiapo  D.  Pelagio  de  Labastida  y  á  los  Grales, 
José  López  U raga  y  Leonardo  Márquez, 

En  diciembre  se  declaró  por  el  Congreso  el  resultado  de 
las  elecciones  en  favor  del  Sr.  Juárez  para  Presidente  de 
la  Repilblíca  y  del  Sr,  D,  Sebastián  Lerdo  de  Tejada,  de  la 
Gorte  de  Justicia,  comenzando  bien  pronto  los  pronuncia- 
mientos militaros  contra  el  orden  legaL 

A  principios  de  1808  se  sublevó  en  Yucatán  D.  Marce- 
lino Villafaña ;  quien  fué  sometido  por  el  Gral.  Alatorre ; 
Jos  Coroneles  Martínez  Palacios,  Toledo  y  Granados  se 


HISTORIA   DE   MÉXICO  515 

pronunciaron  en  Sinaloa  y  fueron  reprimidos  por  el  Gral 
Corona,  y  en  Perote  se  rebeló  D.  Felipe  Mendoza,  que  fué 
vencido  y  fusilado.  El  Gral.  Negrete  pronunciado  también, 
se  apoderó  de  Puebla,  pero  fué  derrotado  por  el  Gral.  Vé- 
lez.  Al  siguiente  año  el, espíritu  revolucionario íhizo  una 
manifestación  más  importante  :  los  Grales.  D.  Francisco 
Aguirre  y  D.  Pedro  Mártinez  se  sublevaron  en  S.  Luis 
Potosí  el  día  13  de  diciembre  de  1869  y  el  Gral.  D.  Trini- 
dad García  de  la  Cadena  en  Zacatecas  después  de  apode- 
rarse de  una  conducta  de  caudales,  ocupando  el  Gral.  To- 
ledo á  Aguascalientes  el  13  de  enero.  El  Gral.  Rocha  que 
venía  en  su  persecución  de  Ciudad  Victoria,  atacó  á  los 
sublevados  en  S.  José,  logrando  derrotarlos  el  día  14  de 
enero ;  pero  reforzados,  á  los  cuatro  días  lo  destrozaron  á 
su  vez  en  El  Tejón,  obligándolo  á  retirarse  áTula,  de  donde 
volvió  auxiliado  por  Cortina  y  Corella  en  su  persecución, 
Á  su  vez  Escobedo  los  amenazaba  por  el  lado  de  Guanajuato, 
por  lo  cual  aquéllos,  esquivando  el  combate  y  reuniendo 
un  grueso  de  8.000  hombres,  cambiando  de  dirección, 
marcharon  sobre  Guadalajara ;  mas  detenidos  en  el  Puente 
deTololotlán,  donde  murió  el  valiente  Coronel  Granados,  no 
se  atrevieron  á  atacar  aquella  ciudad  y  siguieron  su  marcha 
para  el  Sur  perseguidos  de  cerca  por  las  fuerzas  del  Go- 
bierno mandadas  por  el  Gral.  D.  Sostenes  Rocha,  que 
logró  alcanzarlos  en  «  Lo  de  Ovejo  »  el  21  de  febrero, 
derrotándolos  completamente.  S.  Luis  fué  ocupado  por 
Escobedo  y  los  restos  de  Lo  de  Ovejo  se  retiraron  á  Mi- 
choacán,  de  donde  pasaron  á  Zacatecas  y  con  900  caballos 
atacaron  la  ciudad  de  Villanueva  en  cuya  plaza  los  venció 
el  Gral.  Donato  Guerra.  Entre  tanto  García  de  la  Cadena 
se  apoderó  de  Zacatecas ;  pero  Guerra  lo  persiguió  sin 
descanso,  lo  hizo  abandonar  esa  plaza  y  acabó  con  su 
fuerza  en  el  mes  de  mayo. 

En  2  de  junio  de  1870  los  pronunciados  Toledo  y  Mar- 
tínez con  los  restos  salvados  de  su  desastre  de  Villanueva, 


516  PÉREZ   VERDÍA 

se  internaron  en  Tamaulipas  y  unidos  á  otras  gavillas^  ata- 
caron á  Matamoros  siendo  rechazados  por  el  Coronel  Pala- 
cios ;  después  se  apoderaron  de  la  plaza  de  Mier  y  lograron 
aumentar  sus  tropas,  mas  el  día  13  fueron  completamente 
aniquilados  por  el  Grall  Treviño  en  Charco  Escondido. 

Casi  al  mismo  tiempo,  el  28  de  mayo,  D.  Fortino  Viz- 
cayno  escapado  del  motín  de  La  Concepcióa  en  Sinaloa, 
sorprendió  al  puerto  de  Guaymas  desembarcando  á  favor 
de  la  oscuridad  de  la  noche,  120  hombres  que  conducía  en 
el  vapor  «  Forward  »  que  llevaba  bandera  de  S.  Salvador. 
Dueño  del  puerto  se  apoderó  de  5.000  rifles,  de  más  de 
80.000  pesos,  libertó  á  los  presos,  arrestó  ájos  empleados 
y  á  las  veinticuatro  horas  se  reembarcó,  mas  perseguido 
por  el  vapor  «  Mohican  »  á  los  pocos  días  fué  batido  frente 
á  Teocapam  y  el  «  Forward  »  incendiado. 
^  Ocupado  el  Sr.  Juárez  constantemente  en  mantener  el 
orden  público,  poco  pudo  hacer  en  favor  del  desarrollo 
del  país,  así  es  que  apenas  en  ese  período  se  renovó  á  la 
Compañía  La  Sére  el  privilegio  de  establecer  un  ferroca- 
rril interoceánico  en  Tehuantepec;  á  D.  Anlíonio  Escandón 
el  del  ferrocarril  mexicano  de  Veracruz;  se  expidió  una 
ley  de  instrucción  pública  y  otras  menos  interesantes.  El 
IG  de  septiembre  de  1869  se  inauguró  el  ferrocarril  entre 
México  y  Puebla  con  gran  solemnidad. 

Al  terminarse  el  cuatrienio  constitucional,  el  partida 
juarista  inició  la  reelección  de  su  candidato,  mientras  gru- 
pos políticos  de  mucha  representación  postulaban  á  los^ 
Srcs.  Lerdo  y  Díaz,  declarándose  en  el  3."  Congreso  una  . 
terrible  oposición  al  gobierno,  que  supo  no  obstante  domi- 
narla, teniendo  siempre  una  mayoría  parlamentaria.  El 
partido  lerdista  era  el  más  vigoroso  en  la  Cámara,  y  el 
porlirista  el  más  revolucionario. 

En  2  de  mayo  de  1871  se  pronunciaron  en  Tampico  los 
Grales.  Calleja  y  Molina  con  una  fuerte  guarnición ;  pero 
atacados  durante  veinte  días,  fueron  al  fin  vencidos  en  un 


^^  i'.'  ,     '       '*■'    ■■■■'■^  i 


HISTORIA   DE   MÉXICO  517 

reñido  asalto  que  díó  el  Gral.  don  Sostenes  Rocha  enll  de 
junio  de  1871,  quien  portan  valerosa  hazaña  fué  ascendido 
á  General  de  división. 

Hiciéronse  las  elecciones,  y  antes  de  que  se  declarase  el 
resultado,  estalló  el  ,1.®  de  octubre  un  terrible  pronuncia- 
miento en  la  Cindadela  por  un  batallón  de  policía,  que 
dio  muerte  á  su  coronel  Larragoitia,  apoderándose  allí  de 
muchísimos  cañones  y  material  de  guerra  con  el  que 
armaron  á  la  prisión  poniéndose  al  frente  del  movimiento 
los  Grales.  Negrete,  Chavarría,  Rivera  y  Toledo.  Fué  sofo- 
cado po^  el  Gral.  Rocha  que  dio  un  terrible  asalto  á  aquel 
fuerte  edificio  é  hizo  muchos  fusilamientos  que  justamente 
provocaron  grande  indignación  y  fueron  objeto  de  graves 
mociones  parlamentarias. 

Después  se  declaró  Presidente  Constitucional  el  Sr. 
D.  Benito  Juárez;  mas  bien  pronto  estalló  de  nuevo  la 
insurrección  :  García  de  la  Cadena,  Treviño,  Guerra  y 
otros  jefes  desconociéronla  validez  de  esa  elección,  contra 
la  cual  se  declaró  también  el  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  pro- 
clamando el  Plan  de  la  Noria  en  8  de  noviembre  de  1871, 
en  el  que  se  proponía  la  suspensión  del  orden  constitu- 
cional y  la  reunión  de  una  Junta  para  reorganizar  el  país. 

Aquel  plan  fué  impopular  y  aunque  para  sostenerlo  se 
reunieron  ejércitos  numerosos,  se  sublevaron  militares  de 
reconocido  prestigio  y  obtuvieron  algunas  parciales  victo- 
rias como  las  de  Avilez  en  Durango,  Topo  Chico  en  Coa- 
huila  y  Matapulgas  en  Zacatecas  y  la  toma  del  Saltillo,  el 
Gobierno  Constitucional  logró  que  Alatorro  los  venciese 
el  22  de  diciembre  de  1871  al  mando  del  Gral.  D.  Luis 
Mier  y  Terán ;  Rocha*  el  2  de  marzo  de  1872  en  la  Bufa 
frente  á  Zacatecas  en  número  de  9.000  hombres  mandados 
por  Treviño,  García  de  la  Cadena  y  Martínez ;  Revueltas  en 
Monterrey ;  Eguialuz  en  S.  Luis,  entrando  la  Nación  en  un 
período  de  paz  de  que  sentía  gran  necesidad;  pues  el  co- 
mercio y  la  agricultura  estaban  parahzados,  las  industrias 


518  PÉREZ    VERDÍÁ 

decadentes  y  los  recursos  fiscales  agotados,  al  grado  de 
que  en  un  presupuesto  de  veinte  Tiiillones^  había  un  déficit 
de  cuatro  ó  cinco  cada  año. 

En  aquella  angustiosa  situación  Juárez  mostró  su  misma 
carácter  :  intransigente  con  la  revolución,  á  cada  nuevo 
pronunciamiento  oponía  nuevas  tropas,  y  sin  cejar,  sin 
desalentarse,  ni  cansarse,  logró  sobreponerse  y  presentarse 
siempre  fuerte  y  potente.  En  tal  estado  sobrecogióle  ines- 
peradamente la  muerte  por  una  afección  cardíaca,  el 
18  de  julio  de  1872. 

El  Sr.  Iglesias  lo  ha  juzgado  en  estos  términos,  entera- 
mente conformes  con  el  concepto  publico  :  a  Aunque 
D.  Benito  Juárez  tenía  notoria  capandad,  y  no  rarecía  de 
instrucción,  ni  su  erudición  ni  su  inteligencia  eran  de 
primer  orden.  Su  gran  mérito,  mérito  verdaderamente 
excepcional,  estribaba  en  las  excelsas  prendas  de  su  carácter- 
La  firmeza  de  sus  principios  era  iníjuebrantable  ■  por  sos- 
tenerlos estaba  siempre  dispuesto  á  todo  linaje  de  esfuerzos 
y  sacrificios.  La  adversidad  era  impotente  para  dominarle; 
la  próspera  fortuna  no  le  hacía  olvidar  sus  propüsitos.  Tan 
extraordiníjirio  era  su  valor  pasivo,  que  para  los  observa- 
dores superficiales  se  confundía  con  la  impasibilidad»  Hon- 
rado á  carta  cabal,  despreció  cuantas  ocasiones  se  le  pre- 
sentaron de  enriquecerse  en  su  larga  dominación.  Si 
mostró  demasiado  apego  á  su  permanencia  en  el  poder, 
obró  constantemente  á  impulsos  de  motivos  patrióticos.  » 
Esta  fué  la  mancha  de  aquel  grande  hombre  :  si  hubiera 
renunciado  su  candidatura,  siquiera  en  las  ülíimas  elec- 
ciones, se  habría  mostrado  desinteresado  y  habría  aumen- 
tado su  prestigio  contribuyendo;!  la  unión  de  tospartidos. 

Llamado  como  Presidente  de  la  Suprema  Corte,  se  en- 
cargó interinamente  del  poder  el  Sr.  Lie.  D,  Seuastián 
Lerdo  de  Tejada,  «  en  quien  concurrían  prominentes 
cualidades  :  inteligencia  privilegiada,  (docuencia  avasalla- 
dora,  firme  entereza  para  hi   ejfícuciíln  de  sus  determi- 


HISTORIA   DE   MRXIGO  519  ' 

naciones,   finos  modales,   habilidad  para   ganar  amigos. 

«  Por  desgracia  tales  cualidades  eran  obscurecidas  por 
pretensiones  á  la  infalibilidad»,  carácter  dominante,  despre- 
cio á  las  opiniones  ajenas,  teológica  inclinación  á  las  suti- 
lezas,afición  exagerada  á  las  minuciosidades  ;  ningün  res- 
peto á  la  Constitución  y  á  las  leyes.  » 

El  nuevo  Presidente  conservó  el  mismo  Gabinete  de 
Juárez,  á  pesar  de  su  notorio  carácter  de  intermisión,  y  d¡6 
una  ley  de  amnistía  en  favor  de  los  revolucionarios,  la  cual 
por  las  restricciones  que  contenía  no  los  dejó  satisfechos. 

La  paz  se  restableció,  se  hicieron  las  elecciones  y  resultó 
electo  Presidente  Constitucional,  casi  por  unanimidad^ 
el  mismo  Sr.  Lerdo,  quien  prestó  la  protesta  el  1.®  de 
diciembre  de  1872,  rodeado  de  singular  prestigio  y  en 
medio  de  las  esperanzas  de  la  Nación  entera, 

Al  mes  se  verificó  la  inauguración  del  atrevido  y  magní* 
fico  Ferrocarril  Nacional  de  México  á  Veracruz,  en  medio 
de  suntuosas  fiestas  ;  mas  no  acababan  de  disiparse  sus 
últimas  armonías  cuando  el  terrible  alarido  de  la  barbarie 
y  de  la  guerra  vino  á  turbarlas. 

D.  Manuel  Lozada,  indígena  inculto,  valiente  y  bandido 
que  estaba  rebelado  desde  1839  en  Tepic,  ejerciendo  un 
verdadero  cacicazgo  entre  los  indios  de  la  sierra  de  Álica, 
y  cometiendo  los  mayores  crímenes,  á  quien,  eso  no  obs- 
tante, Maximiliano  envió  como  obsequio  una  espada 
valiosa  y  Napoleón  III  la  Cruz  de  la  Legión  de  Honor, 
rompiendo  él  mismo  su  neutralidad  y  pretendiendo  sus- 
citar en  todo  el  país  una  guerra  de  castas,  desconoció  aF 
Gobierno  y  marchó  sobre  Guadalajara  en  enero  de  1873, 
al  frente  de  8.000  hombres  con  tres  piezas  de  artillería. 

Á  la  vez  envió  sobre  Mazatlán  al  mando  de  Agatón  Mar- 
tínez una  columna  de  1.000  y  otra  sobre  Zacatecas.  El 
valiente  Gral.  D.  Ramón  Corona  á  quien  el  Gobierno  había 
dejado  casi  abandonado,  salió  á  batir  á  aquel  feroz  enemiga 
llevando    apenas    2.2Í1    soldados,   y   después    de  haber 


i520  .  PÉREZ   VERDÍA 

peleado  todo  el  día  28  en  la  Mojonera;  á  4  leguas  de  Gua- 
dalajara,  logró  obtener  un  triunfo  brillantísimo  que  salvó 
no  sólo  á  la  capital  de  Jalisco  del  incendio  y  ;del  pillaje, 
:SÍno  á  la  República  entera  de  los  horrores  de  una  inva- 
sión vandálica. 

Por  esos  mismos  días  fué  derrotado  Martínez  en. el 
Rosario  por  el  Gral.  Altamirano. 

Abrióse  entonces  la  campaña  en  el  cantón  de  Tepic  que 
iué  ocupado  por  las  fuerzas  del  Gobierno  mandadas  por  los 
'Grales.  Corona,  Ceballos  y  Garbo,  y  habiendo  aprehendido 
á  Lozada  uno  de  sus  antiguos  subordinados,  Andrés  Ro- 
sales, fué  conducido  á  Tepic  en  donde  se  le  formó  causa  y 
tfie  le  fusiló  el  19  de  julio.  Desde  aquel  año  el  referido 
Plantón  de  Tepic  quedó  inconstitucionalmente  bajo  la  de- 
pendencia del  Gobierno  federal  hasta  1884  en  que  fué  eri- 
gido en  Territorio. 

Acéfala  la  Suprema  Corte  de  Justicia  por  haber  entrado 
su  presidente  á  ejercer  el  mando  dala  República,  se  hicieron 
elecciones  y  resultó  electo  el  señor  Lie.  í).  José  María 
Iglesias. 

Restablecida  de  esa  suerte  la  paz  pública,  vino  un  asunto 
político  á  crear  algunas  dificultades.  Se  hicieron  cumplir 
rigorosamente  las  leyes  que  prohibían  las  reuniones  de 
religiosos  y  se  expulsaron  á  i5  jesuítas  extranjeros  á 
quienes  se  declaró  perniciosos,  procediéndose  después  en 
25  de  septiembre  á  elevar  al  rango  de  constitucionales  las 
leyes  de  reforma,  en  virtud  de  las  cuales  se  declararon  que 
^l  Estado  y  la  Iglesia  son  independientes  entre  sí ;  que  el 
matrimonio  es  un  contrato  civil ;  que  ninguna  institución 
«religiosa  puede  adquirir  bienes  raíces  ni  capitales  im- 
puestos sobreestés  ;que  la  simple  promesa  de  decir  verdad 
sustituirá  en  sus  efectos  al  juramento  religioso  y  que  no 
se  reconocen  órdenes  monásticas  ni  convenios  en  que  el 
hombre  pacte  su  proscripción  ó  destierro.  Habiéndose  de- 
rogado una  circular  del  señor  Juárez  por  la  que  se  excep- 


'^^^-1 


\kl- 


HISTORIA   DE   MÉXICO  521 

tuaba  á  las  Hermanas  de  la  Caridad  de  la  exclaustración, 
se  las  desterró' del  país,  con  gran  sentimiento  de  la  mayoría 
de  los  mexicanos.  Se  previno  entonces  que  los  funciona- 
rios y  empleados  prestasen  nueva  protesta  de  guardar  Jas 
leyes  sin  reserva  ni  restricción,  lo  cual  dio  lugar  á  que 
después  de  acalorados  debates,  saliese  del  Congreso  un 
grupo  de  diputados  conservadores  presididos  por  D.  José 
de  J.  Cuevas,  que  se  rehusaron  á  hacerlo.  Esto  hizo  volver 
á  las  discusiones  político-religiosas  y  que  los  obispos  cen- 
surasen el  cumplimiento  de  ese  requisito  legal.  Poco  des- 
pués apareció  la  revolución  bajo  una  forma  fanática  :  en 
los  pueblos  de  S.  Luis  Ocotepecy  Cucutlase  pronunciaron 
contra  la  protesta,  por  religión  y  fueros,  extendiéndose 
luego  al  Estado  de  Michoacán  la  chispa  revolucionaria,  lo 
que  dio  origen  á  una  campaña  de  escasa  importancia,  pues 
los  sublevados  sólo  llegaron  á  formar  algunas  guerrillas. 
Por  entonces  se  presentaron  al  Gobierno  dos  compañías 
americanas,  una  representada  por  el  General  Rosecranz  y 
la  otra  por  Mr.  Eduardo  Plumb,  solicitando  una  concesión 
para  construir  un  ferrocarril  interoceánico  y  otro  que 
uniera  la  ciudad  de  México  con  los  Estados  Unidos,  lleván- 
dose el  asunto  al  Congreso  en  donde  se  discutió  con  calor. 
Llegaba  la  hora  de  entrar  en  un  período  de  agitación 
comercial  é  industrial,  saliendo  del  aislamiento  en  que  nos 
habían  colocado  las  guerras  civiles  durante  medio  siglo ; 
mas  como  eran  los  primeros  pasos  [que  se  daban  en  ese 
sendero  progresista,  el  señor  Lerdo  temiendo  una  prepon- 
derancia perjudicial  del  elemento  norteamericano,  no 
quiso  abrir  las  puertas  á  tales  empresas,  pues  sin  desco- 
nocer su  importancia  y  trascendencia,  deseaba  que  los 
ferrocarriles  se  construyeran  con  capital  inglés,  para  que 
en  vez  de  aumentar  la  influencia  de  nuestros  poderosos 
vecinos,  se  criaran  intereses  europeos  que  sirvieran  para 
equilibrarla,  y  asegurasen  mejor  la  independencia  nacional. 
Por  eso  no  llegó  á  resolverse  nada  y  se  retardó  por  varios 


522  PÉREZ    VERDÍA 

años  q1  establecimiento  de  mejoras  de  inmensa  trascen- 
dencia, que  los  hechos  han  venido  á  comprobar  que  eran 
necesarias  y  que  no  han  producido  los  males  que  se  temía. 

En  aquella  vez  sólo  llegó  á  concederse  á  una  compañía 
mexicana  formada  de  catorce  capitalistas  el  privilegio  Ae 
construir  un  ferrocarril  de  México  á  León  ;  pero  no  llega- 
ron á  emprenderse  trabajos  serios  y  bien  pronto  se  hizo 
el  traspaso  de  ese  derecho  á  una  compañía  extranjera. 

En  1874  se  adquirieron  los  pequeños  vapores  de  guerra 
Independencia,  Libertad,  México  y  Demócrata, 

La  cuestión  electoral  vino  á  turbar  la  tranquilidad,  porque 
una  vez  acordada  por  los  lerdistas  la  reelección,  á  pesar  de 
que  en  tiempo  de  Juárez  la  habían  combatido  ardientemente, 
la  opinión  pública  se  manifestó  adversa  y  se  pronunció  el 
Gral.  D.  Fidencio  Hernández  proclamando  en  enero  de  1876 
el  plan  de  Tuxtepec  por  el  cual  se  desconocía  al  Gobierno. 

Los  Orales.  Donato  Guerra  en  Jalisco,  Méndez  y  Ca- 
rrillo en  Puebla,  Couttolenne  en  Veracruz,  Treviño  y 
Naranjo  en  Nuevo  León  y  otros  menos  importantes,  secun- 
daron luego  aquel  movimiento.  Lerdo  combatió  la  revolu- 
ción declarando  muchas  entidades  federativas  en  estado  de 
sitio,  quitando  así  sus  legítimas  autoridades,  y  enviando  un 
ejército  á  las  órdenes  del  Gral.  D.  Ignacio  Alatorre  contra 
los  sublevados  de  Oaxaca;  otro  á  las  del  Gral.  D.  Carlos 
Fuero  contra  los  de  Nuevo  León  y  otro  á  las  del  Gral.  D. 
José  Ceballos  contra  los  de  Jalisco.  Alatorre  triunfó  en 
Yauhuitlán  y  S.  Juan  de  Epatlán;  Fuero  en  Icamole,  y 
Carbó  en  S.  Pedro,  mas  la  opinión  pública  adversa  al  Go- 
bieron  mantenía  por  todas  partes  el  espíritu  revolucionario. 
El  señor  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  se  puso  al  frente  de  su 
partido,  reformó  el  plan  de  Tuxtepec  en  el  campamento 
de  Palo  Blanco  el  21  de  marzo,  proclamando  como  leyes 
supremas  la  Constitución  y  sus  reformas  á  excepción  de  la 
del  Senado  y  el  principio  de  la  no  reelección,  desconociendo 
al  Presidente  de  la  Repi'iblica  y  á  todos  los  funcionarios 


HISTORU    DE   MÉXICO  523 

empleados  por  él,  convocando  á  elecciones  y  depositando 
provisionalmente  el  Poder  ejecutivo  en  el  Presidente  de 
la  Corte,  si  aceptaba  el  plan,  ó  en  el  jefe  de  las  armas  en 
caso  contrario. 

En  medio  de  una  conflagración  general,  se  hicieron  por 
el  Gobierno  las  elecciones  con  inusitada  violación  del  su- 
fragio, saliendo  en  ellas  favorecido  como  era  de  esperarse, 
el  mismo  señor  Lerdo,  aunque  sin  mayoría  absoluta.  En 
el  seno  del  mismo  partido  lerdista  se  mostró  un  descon- 
tento profundo  contra  su  caudillo,  que  se  vio  obligado  á 
cambiar  su  Ministerio  llamando  á  sus  principales  amigos ; 
pero  era  tarde,  porque  á  la  sombra  de  su  indolencia  había 
crecido  por  todas  partes  el  descontento  público.  Fueron 
nombrados  D.  Manuel  Romero  Rubio  Secretario  de  Rela- 
ciones; D.  Mariano  Escobedo,  de  Guerra;  D.  Juan  J.  Baz 
de  Gobernación  ;  D.  Antonio  Tagle  de  Fomento. 

En  plena  guerra  civil,  sin  recursos  y  sin  popularidad,  el 
Gol)ierno  atravesaba  por  un  período  difícil,  el  cual  fué  agra- 
vado considerablemente  por  una  complicación  legal  susci- 
tada en  su  mismo  seno,  y  á  la  cual  se  debió  el  triunfo  de 
la  revolución. 


CAPÍTULO  XIX 


Actitud  jurídico-revolucionaria  del  Presidente  de  la  Suprema  Corte.  —  Los 
decembristas.  —  BataUa  de  Tecoac.  —  El  Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz.  — 
Rompimiento  con  el  partido  legalista.  —  Sale  de  la  República  el  Sr. 
Iglesias.  —  Gobierno  Tuxlepecano.  —  Dificultades.  —  Sublevación  del 
vapor  de  guerra  Libertad.  —  Concesiones  ferrocarrileras.  —  Agitación 
clcrtoral.  —  El  Sr.  Gral.  D.  Manuel  González.  —  Motín  del  níquel.  —  La 
deuda  inglesa.  —  Reformas  legislativas. 


Fundándosela  Suprema  Corte  de  Justicia  en  el  art.  16 
de  la  Constitución  interpretado  de  una  manera  lata,  llegó 


524  PÉREZ    VGRDÍA 

á  conceder  amparo  contra  actos  de  la  Legislatura  del  Es- 
tado de  Moreles  por  estar  formada  de  diputados  electos 
ilegalmente  y  por  tanto  incompetente  de  origen  para  obli- 
gar con  sus  leyes  á  los  ciudadanos.  Dada  esa  interpretación 
y  siendo  notoria  la  ilegalidad  de  la  reelección  delSr.  Lerdo, 
en  el  momento  en  que  el  Congreso  lo  declaró  reelecto  por 
el  decreto  de  26  de  octubre  de  1876^  el  Sr.  Lie.  D.  José 
María  Iglesias  como  Presidente  de  la  S.  Corte  declaró  que 
el  Presidente  de  la  República  había  roto  sus  títulos  legales 
promulgando  tal  decreto  que  equivalía  á  un  golpe  de 
Estado,  porque  en  realidad  no  había  habido  elecciones  en 
unos  distritos  por  abstención  délos  electores,  en  otros  por 
ocupación  de  los  revolucionarios  y  en  muchos  por  ha- 
llarse fuera  del  orden  constitucional  á  causa  de  los  estados 
de  sitio,  por  lo  que  la  declaración  de  la  Cámara  lejos  de 
legitimar  el  fraude  electoral,  sólo  significaba  un^escandaloso 
atentado  contra  las  instituciones.  Por  eso  declaraba  en  una 
protesta  como  principio  fundamental  que  «  sobre  la  cons- 
titución, nada  :  sobre  la  constitución,  nadie  »,  y  abando- 
nando la  capital  partió  ocultamente  para  Salamanca  en 
donde  fué  reconocido  por  el  Gral.  Antillón  Gobernador  de 
Guanajuato,  con  lo  que  pudo  organizar  su  gobierno. 

La  actitud  del  Sr.  Iglesias  fué  patriótica,  porque  sólo  se 
propuso  salvarlas  instituciones;  pero  reposaba  en  un  error 
constitucional,  cual  era  el  de  creer  al  Tribunal  Supremo 
autorizado  para  revisar  los  actos  del  Congreso  y  poder 
declarar  en  todo  caso  la  ilegitimidad  del  Presidente  por 
incompetencia  de  origen.  De  ser  cierto  tan  lato  principio 
resultaría  destruida  la  base  fundamental  de  la  misma  Cons- 
titución de  1857 ;  pues  desaparecería  la  división  de  poderes 
y  la  soberanía  de  los  Estados  desde  que  el  poder  judicial 
calificara  la  legitimidad  de  las  autoridades,  quedando  como 
letra  muerta  los  arts.  40,  50,  72,  frac.  I.  y  relativos. 

El  Sr.  Lerdo,  que  no  podía  dominarla  revolución  porH- 
rlsla,  se  encontró  enteramente  perdido  con  ]a  actitud  to- 


V        HISTORIA    DE   MÉXICO  525 

inada  por  el  Sr.  Iglesias,  quien  fué  reconocido  por  los 
Estados  de  Guanajuato,  Querétaro,  Aguascalientes,  San 
Luis  y  Jalisco. 

Entre  tanto  que  Iglesias  y  Díaz  combatían  de  consuno  á 
Lerdo  de  Tejada,  y  trataban  de  entenderse  entre  ellos  mis- 
mos, llegando  ya  los  poríiristas  á  reconocer  ai  Presidente 
de  la  Corte,  se  dio  el  16  de  aoviembre  la  batalla  de  Te- 
coac,  en  la  .cual  el  Gral.  Díaz  derrotó  completamente  al 
Gral.  Alatorre  que  mandaba  las  tropas  gobiernistas.  Este 
suceso  cambió  la  faz  de  los  acontecimientos,  porque  el 
Sr.  Lerdo,  en  medio  de  un  pánico  inmotivado,  efecto  de 
la  impericia,  abandonó  á  México  en  la  noche  del  día  20  y 
profundamente  disgustado  con  Iglesias  prefirió  entregar  la 
plaza  á  los  porfiristas,  quienes  con  la  victoria  alcanzada  y 
ios  elementos  de  la  capital  se  hicieron  dueños  de  la  situación. 

Rompieron  luego  las  negociaciones  con  los  decembristas 
y  tomó  posesión  del  Gobierno  el  26  de  noviembre  de  1876 
el  Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  en  virtud  del  triunfante  Plan 
de  Tuxtepec,  organizando  su  Gabinete  con  los  Sres.  Lie. 
1).  Ignacio  L.  Vailarta  en  la  Secretaría  de  Relaciones;  Lie. 
1).  Protasio  P.  Tagle  en  Gobernación ;  Lie.  D.  Ignacio 
Ramírez  en  Justicia;  Lie.  D.  Justo  Benites  en  Hacienda; 
Gral.  D.  Pedro  Ogazón  en  Guerra  y  Gral.  D.  Vicente  Riva 
Palacio  en  Fomento. 

Dejó  el  Sr.  Gral.  Díaz  la  presidencia  con  el  carácter  de 
interinaría  al  Sr.  Gral.  D.  Juan  N.  Méndez  2°  en  jefe  del 
ejército,  y  él  salió  al  frente  de  12.000  hombres  á  derrocar 
á  Iglesias,  quien  no  teniendo  fuerzas  suficientes  que  opo- 
nerle y  abandonado  de  muchos  que  lo  habían  reconocido 
pocos  días  antes,  se  retiró  después  del  insignificante  com- 
bate de  Unión  de  Adobes  á  Guadaiajara  y  de  alh'  á  Manza- 
nillo en  donde  se  embarcó  para  S.  Francisco,  días  des- 
pués que  el  Sr.  Lerdo  se  embarcaba  también  en  Acapuico 
para  Estados  Unidos. 

El  Gral.  Díaz  ocupó  á  Guadaiajara  tranquilamente  el 7  de 


526  PÉBEZ    VERDÍA 

enero  de  1877,  terminando  con  eso  después  de  la  primera 
campaña  contra  Lerdo,  la  segunda  emprendida  contra  un 
funcionario  integérrimo  que  creyéndose  depositario  de  las 
tradiciones  constitucionales,  quiso  combatir  con  la  sola 
fuerza  de  la  ley  malamente  interpretada,  pero  sincera  y  pa- 
trióticamente respetada. 

En  11  de  febrero  volvió  á  encargarse  el  Sr.  Gral.  Díaz  del 
Poder  ejecutivo  como  Presidente  provisional,'  dedicándose 
á  la  reorganización  de  los  diversos  ramos  de  la  administra- 
ción pública,  empezando  por  expedir  una  convocatoria  para 
la  elección  de  los  Supremos  Poderes.  Verificadas  las  elec- 
ciones se  reunió  el  Congreso  y  habiendo  declarado  que  el 
voto  nacional  había  favorecido  en  los  comicios  al  jefe  inte- 
rino, tomó  posesión  el  Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  de  la 
Presidencia  constitucional  el  5  de  mayo  de  1877,  por  el 
período  que  terminaría  el  30  de  noviembre  de  1880. 

Se  reformó  la  Constitución  por  decreto  de  5  de  mayo  de 
1878,  en  el  sentido  reclamado  por  la  revolución  triunfante, 
de  prohibir  la  reelección  del  Presidente  y  la  de  los  Gober- 
nadores de  los  Estados. 

Bien  pronto  surgió  una  complicación  internacional  con 
motivo  de  que  los  Estados  Unidos,  que  no  habían  recono- 
cido al  nuevo  Gobierno,  dieron  orden  en  1.^  de  junio  al 
Gral.  Ord  para  que  pudiese  penetrar  al  territorio  mexicano 
siempre  que  al  perseguir  los  indios  bárbaros  y  merodea- 
dores, éstos  atravesasen  el  Río  Bravo  y  se  refugiasen  en 
nuestra  República.  Se  hicieron  las  más  formales  reclama- 
ciones contra  semejante  disposición  que  venía  á  lastimar  el 
derecho  de  soberanía  y  como  no  se  logró  de  pronto  la  re- 
vocación, el  Gobierno  de  México  ordenó  á  su  vez  á  los 
jefes  miniares  de  la  frontera  que  impidiesen  por  la  fuerza 
la  violación  de  nuestro  territorio.  Pocos  meses  después  el 
Gobierno  americano  reconoció  al  mexicano  y  convencido 
de  la  injusticia  notoria  de  la  citada  disposición,  tuvo  á  bien 
revocarla. 


HISTORIA   DE   MÉXICO  527 

Volvió  á  turbarse  la  tranquilidad  pública  con  ocasión  del 
levantamiento  del  Coronel  D.  Pedro  Valdés  en  la  frontera 
del  Norte,  proclamando  en  armas  la  restauración  del  Sr. 
Lerdo  de  Tejada,  en  los  últimos  días  de  1877,  y  aunque  á 
mediados  del  siguiente  año  hizo  lo  mismo  el  Gral.  D.  Ma- 
riano Escobedo,  no  tuvo  ningún  resultado  ese  levanta- 
miento, porque  la  opinión  pública  se  había  manifestado  en 
contra  del  partido  lerdista.  Escobedo  fué  derrotado  en 
Cuatro  Ciénegas  del  Estado  de  Nuevo  León  el  25  de  junio 
y  hecho  prisionero  fué  conducido  á  la  capital  de  donde  se 
le  desterró. 

Al  siguiente  año  se  sublevó  el  vapor  de  guerra  Libertad 
que  se  hallaba  anclado  en  el  puerto  de  Alvarado,  y  como 
ese  acto  estuviese  ramificado  en  Veracruz,  el  Gobernador 
de  este  Estado  Gral.  D.  Luis  Mier  y  Terán,  aprehendió 
violentamente  é  hizo  fusilar  en  los  macheros  de  un  cuartel 
en  la  noche  del  24  de  junio  al  Dr.  Albert  y  á  otras  ocho 
personas  muy  conocidas.  Tales  asesinatos  ocasionaron  pro- 
funda sensación  en  el  país  y  Mier  y  Terán  fué  acusado 
por  la  viuda  del  Dr.  Albert  ante  la  Cámara  de  Diputados 
de  la  Unión,  la  que  erigida  en  Gran  Jurado,  se  declaró 
meses  después  incompetente.  No  conforme  la  acusadora 
ocurrió  á  la  Suprema  Corte  de  Justicia,  que  le  concedió 
amparo  en  diciembre  de  1880.  Sin  embargo  no  llegó  á 
procederse  criminalmente  y  el  Gral.  Mier  y  Terán,  que 
era  un  militar  de  muy  honrosos  antecedentes,  perdió  el 
uso  de  su  razón  pocos  años  después. 

La  considerable  extensión  del  país,  su  carencia  casi 
completa  de  vías  fluviales  y  la  escasa  población  que  en  él 
se  encuentra  diseminada,  eran  circunstancias  que  recla- 
maban la  construcción  de  ferrocarriles  como  una  de  las 
más  apremiantes  necesidades.  Por  desgracia  su  satisfacción 
se  había  retardado  porque  á  más  del  estado  revolucionario 
y  antieconómico  de  la  Nación,  se  había  mezclado  cierto 
prejuicio  en  la  opinión  de  inteligentes  estadistas,  que  lie- 


528  péAez  verdía 

garon  á  ver  en  la  construcción  de  vías  férreas  é  introduc- 
ción de  capital  extranjero,  una  amenaza  á  nuestra  auto- 
nomía política.  El  Sr.  Gral.  Díaz  con  una  clarividencia 
que  mucho  le  honra  y  con  increíble  energía,  se  apartó  de 
preocupaciones  y  temores  y  en  septiembre  de  1880  echó 
las  bases  do  la  futura  prosperidad  nacional  otorgando  con- 
cesiones alas  Compañías  del  Ferrocarril  Central  Mexicano 
y  del  Nacional  Mexicano  para  construir  líneas  que  atrave- 
sasen en  toda  su  extensión  el  territorio.  Poco  después 
empezaron  los  trabajos  y  el  Ministerio  de  Fomento  siguió 
protegiendo  sin  descanso  la  construcción  de  nuevas  vías. 

En  ese  año  de  1880  salieron  del  Gabinete  el  Sr.  Benites 
y  otros  Ministros,  y  habiéndose  iniciado  activamente  la 
lucha  electoral,  se  formaron  diversos  círculos  liberales, 
postulándose  para  Presidente  al  Gral.  D.  Manuel.  González, 
al  Lie.  D.  Justo  Benites,  al  Lie.  D.  Ignacio  L.  Vallarta,  al 
Gral.  García  de  la  Cadena  y  al  Lie.  D.  Manuel  M.  de 
Zamacona.  Jamás  se  había  dividido  tanto  la  opinión  pú- 
blica. 

Con  motivo  de  una  insurrección  de  antiguos  jefes  loza- 
deños  en  el  Cantón  de  Tepic,  fué  nombrado  el  Gral. 
González  para  pacificarlo,  lo  cual  hizo  con  facilidad  y  gran 
aparato  en  el  curso  de  aquel  año. 

Á  mediados  de  1880  se  rebeló  el  Gral.  D.  Jesüs  Ramírez 
Terronez  en  Sinaloa ;  pero  atacado  atrevidamente  por  el 
Coronel  D.  Bernardo  Reyes  en  Villa  Unión,  fué  derrotado 
completamente,  muriendo  en  el  combate  en  el  cual  fué 
herido  Reyes,  quien  por  su  valor  fué  ascendido  á  general. 

Para  concluir  su  período,  el  Sr.  Gral.  Díaz  tuvo  la  satis- 
facción de  sancionar  la  reanudación  de  las  relaciones  diplo- 
máticas con  Francia.  El  pueblo  francés  siempre  se  había 
mostrado  amigo  de  México,  y  demasiado  había  sufrido  con 
la  tiranía  de  Mapoleón  III  para  que  pudiese  ser  solidario 
de  sus  injusticias  y  para  que  se  le  pudiesen  imputar  los 
viejos  agravios  que  el  Emperador  nos  había  inferido.  En 


HISTORIA   DE  MÉXICO  529 

29  de  noviembre  de  1880  fué  recibido  solemnemente  el 
Ministro  Plenipotenciario  Boissy  d' Anglas  descendiente  de 
un  notable  convencional,  á  la  vez  que  en  París  se  recibía 
también  al  Ministro  mexicano  Sr.  D.  Emilio  Velasco,  y  la 
declaración  recíproca  que  hicieron  los  dos  gobiernos  de 
que  ninguna  reclamación  podría  presentarse  y  hacerse 
valer  por  hechos  anteriores  á  esta  última  fecha,  y  de  que 
los  tratados  que  existían  quedaron  abrogados  por  la  guerra 
que  sostuvieron  entre  sí. 

Verificadas  las  elecciones,  y  previo  decreto  del  Congreso, 
tomó  posesión  de  la  Presidencia  el  Sr.  Gral.  D.  Manuel 
González  en  1.^  de  diciembre  de  1881.  Era  la  primera  vez 
en  nuestra  historia  republicana  en  que  el  poder  público  se 
transmitía  pacíficamente ! 

Organizóse  el  Gabinete  con  los  Sres.  D.  Ignacio  Ma- 
riscal en  Relaciones ;  D.  Carlos  Diez  Gutiérrez  en  Gober- 
nación; D.  Porfirio  Díaz  en  Fomento;  D.  Ezequiel  Montes 
en  Justicia ;  D.  Francisco  de  Landero  en  Hacienda  y  D.  Ge- 
rónimo Treviño  en  Guerra. 

Bajo  muy  buenos  auspicios  empezó  la  nueva  adminis- 
tración, pues  al  carácter  leal  y  conciliador  del  Presidente, 
se  unió  la  circunstancia  de  que  habiendo  terminado  el  pe- 
ríodo para  el  que  fué  electo  D.  Sebastián  Lerdo,  todos  sus 
partidarios  consideraron  con  razón  que  había  con  eso 
concluido  su  compromiso  político,  y  entraron  á  formar 
parte  del  Gobierno,  llevándole  un  contingente  de  prestigio. 

En  28  de  febrero  de  1881  murió  en  Saltillo  el  Gral. 
D.  Jesús  González  Ortega,  que  sostuvo  con  brillo  el  sitio 
de  Puebla  contra  los  franceses,  y  que  desde  hacía  muchos 
años  se  encontraba  casi  loco  :  su  cadáver  fué  llevado  á 
México  y  se  le  hicieron  merecidos  honores. 

El  Sr.  Gral.  Díaz  se  separó  poco  después  del  Ministerio 
de  Fomento  y  fué  reemplazado  por  el  Gral.  D.  Carlos 
Pacheco,  y  como  hicieran  lo  mismo  por  diversas  causas 
Montes  y  Landero,  fueron  sustituidos  por  los  Sres.  Ba- 

34 


530  PÉREZ   VERDÍA  , 

randa  y  Fuentes  y  Muñiz,  que  á  su  vez  fué  reemplazado 
por  D.  Miguel  de  la  Peña. 

Establecióse  el  Banco  Nacional  de  México  con  capital 
francés,  español  y  mexicano. 

Á  fines  de  1882  empezó  á  circular  la  moneda  de  vellón 
do  níquel,  y  aunque  en  un  principio  fué  recibida  por  el 
público  sin  desconfianza  á  pesar  de  su  escaso  valor  intrín- 
seco, bien  pronto  empezó  á  desacreditarse  porque  el 
Gobierno  puso  en  circulación  una  cantidad  muy  superior 
á  la  que  reclamaban  las  necesidades  de  las  pequeñas  tran- 
sacciones, efectuando  negocios  ruinosos  é  inmorales  con 
algunos  comerciantes  extranjeros,  pues  les  cambiaba  esa 
moneda  con  descuentos  grandísimos  y  ellos  pretendían 
lanzarla  al  mercado  por  sus  valores  nominales.  Llegó  el 
disgusto  popular  al  grado  de  rehusarse  en  todas  partes  á 
recibir  dicha  moneda  y  por  fin  el  2 i  de  diciembre  de  1883 
se  amotinó  el  pueblo  en  las  calles  de  México  y  al  pasar  el 
Presidente  González  en  su  carruaje  en  dirección  al  palacio 
fué  injuriado  y  amenazado;  pero  él  bajándose  al  instante, 
solo  y  sin  armas  se  dirigió  tranquilo  á  la  turbulenta  masa 
y  por  medio  de  ese  rasgo  de  valor  personal  logró  impo- 
nérsele y  aplacar  los  ánimos.  Despu^*s  se  ordenó  la  amor- 
tización del  níquel  con  lo  que  renació  la  tranquilidad ;  pero 
la  administración  perdió  completamente  la  confianza  del 
pueblo,  siguió  haciendo  granjeria  de  los  fondos  y  empleos 
y  bien  pronto  quedó  en  completa  bancarrota,  hasta  el 
grado  de  que  durante  los  últimos  ocho  meses  no  pudo 
siquiera  pagar  los  sueldos  á  los  empleados. 

Á  mediados  del  año  de  1884  se  reanudaron  las  relaciones 
diplomáticas  entre  México  y  el  Reino  Unido  de  la  Gran 
Bretaña  y  poco  después  se  presentó  á  la  Cámara  de  Dipu- 
tados un  convenio  con  los  tenedores  de  bonos  de  la  deuda 
inglesa  fechado  el  18  de  septiembre.  Como  esos  valores 
se  encontraban  muy  depreciados,  personajes  prominentes 
de  la  administración  González  los  adquirieron  en  gran  parte 


HISTORIA   DB  MÉXICO  531 

á  ínfimo  precio,  pretendiendo  luego  en  el  convenio  un  re- 
conocimiento de  ochenta  y  cinco  millones  de  pesos  en  tér- 
minos desfavorables  para  la  Nación. 

Por  eso  se  desató  una  formidable  oposición  á  tal  proyecto, 
tanto  en  la  prensa  como  en  la  Cámara  en  donde  un  grupo 
de  elocuentes  diputados  sostuvo  una  lucha  en  la  tribuna 
que  acabó  por  inflamar  al  público.  Los  estudiantes  se  pu- 
sieron á  la  cabeza  de  una  sedición  que  duró  desde  el  15  al 
19  de  noviembre  en  que  se  aprobó  una  proposición  sus- 
pensiva y  que  puso  fin  á  choques  sangrientos  y  repetidos 
en  las  caJles  de  la  capital. 

Durante  el'  período  del  Gral.  González  se  reformó  la 
Constitución  política  de  1857  quitando  al  Presidente  de  la 
S.  Corte  de  Justicia  la  facultad  de  substituir  al  Presidente 
de  la  República  y  declarando  que  en  las  faltas  temporales 
ó  absolutas  dé  éste,  entraría  á  ejercer  sus  funciones  el  Pre- 
sidente del  Senado  en  el  mes  anterior  al  en  que  ocurriese 
la  falta,  ó  el  Presidente  de  la  Comisión  permanente  en  los 
casos  de  receso  del  Senado.  El  objeto  principal  de  esa  re- 
forma era  eliminar  del  poder  judicial  el  elemento  político 
y  evitar  las  dificultades  que  pudiera  crear  la  oposición,  al 
agruparse  al  rededor  de  un  funcionario  conocido. 

También  se  reformó  la  Constitución  ensanchando  las 
facultades  de  la  Unión  para  poder  expedir  códigos  de  co- 
mercio por  lo  cual  se  expidió  uno  general  para  toda  la 
República  que  empezó  á  regir  en  20  de  julio  de  1884. 

Se  promulgaron  nuevos  códigos  Civil  y  de  Procedimien- 
tos y  se  expidieron  de  Minería  y  de  Correos. 


S32  PÉRBZ   VERDÍA 


CAPÍTULO  XX 

El  Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  durante  sus  cuatro  períodos  consecutivos. 
—  La  Deuda  pública.  —  La  Unión  de  Centro  América.  —  El  caso  de 
Cutting.  —  Conspiración  de  García  de  la  Cadena.  —  Congreso  de  Ins- 
trucción Pública.  —  El  Centenario  de  América.  ^  Desavenencias  con 
Guatemala.  —  Coronación  de  la  imagen  de  Ntra.  Sra.  de  Guadalupe.— 
Atentado  de  Arroyo.  —  Pacificación  de  los  mayas  de  Yucatán.  —  Conso- 
lidación de  la  deuda.  —  Nueva  reelección. 


Con  grande  satisfacción  del  pueblo  tomó  posesióa  del 
Gobierno  el  Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz,  declarado  Presidente 
constitucional  para  el  período  del  1.**  de  diciembre  de  1884 
al  30  de  noviembre  de  1888,  y  formó,  su  Ministerio  con  los 
Sres.  D.  Ignacio  Mariscal  en  Relaciones;  D.  Manuel  Romero 
Rubio  en  Gobernación;  D.  Manuel  Dublán  en  Hacienda; 
D.  Carlos  Pacheco  en  Fomento;  D.  Joaquín  Baranda  en 
Justicia  y  D.  Pedro  Ilinojosa  en  Guerra  y  Marina. 

Una  cuestión  política  y  otra  económica  absorbieron  de 
pronto  toda  la  atención  del  Presidente  :  el  partido  gonza- 
lista  hacía  una  oposición  latente  y  formidable  y  el  Gobierno 
sin  querer  prescindir  de  su  concurso  ni  eliminarlo,  sino 
que  deseando  por  el  contrario  atraérselo  para  evitar  una 
escisión,  trató  sin  embargo  de  reducirlo  á  la  impotencia.  En 
la  Cámara  de  Diputados  se  reprobó  la  cuenta  general  del 
Tesoro  con  responsabilidad  del  Gral.  González  y  de  sus 
Ministros  de  Hacienda  Fuentes  y  Muñiz,  y  Peña,  y  aunque 
más  tarde  se  sobreseyó  en  el  asunto,  el  golpe  moral  fué 
decisivo. 

Las  deudas  de  pago  ejecutivo  por  parte  del  Gobierno  el 
1.**  de  diciembre  de  1884  á  favor  del  Banco  Nacional,  el  de 
Londres,  el  Hipotecario  y  el  Monte  de  Piedad,  ascendían 
á  s  10.751.015  95  es.  Para  amortizar  esta  cantidad,  según 
los  contratos  respectivos  así  como  por  el  adeudo  de  subven- 


Hk^^ 


HISTORIA    DE    HÉXIGO  533 

ciones  á  Compañías  ferrocarrileras  y  por  $  4.533.862  68  es. 
importe  de  los  vales  á  paqar  expedidos  á  favor  de  particu- 
lares, encontrábanse  comprometidos  los  productos  adua- 
nales á  tal  extremo,  que  sólo  se  podía  disponer  de  un 
12,63  por  100  en  los  menos  gravados,  no  quedando  en 
.consecuencia  sino  un  residuo  insuficiente  para  cubrir  los 
sueldos  de  los  empleados  y  los  gastos  de  las  mismas 
aduanas. 

Para  remediar  semejante  situación  se  dictaron  las  leyes 
de  22  de  junio  de  1885  por  las  que  se  hizo  una  pequeña 
reducción,  aunque  con  carácter  de  reintegrable,  en  lodos 
los  sueldos  y  emolumentos  y  se  dispúsola  consolidación  de 
la  deuda  flotante  contraída  desde  1.*  de  julio  de  1882  bajo 
ciertas  bases,  así  como  la  de  la  deuda  anterior  bajo  otras 
diversas. 

En  junio  de  1886  se  celebró  un  convenio  con  los  tene- 
dores de  bonos  de  la  deuda  inglesa,  reconociéndose  por  el 
Gobierno  por  capital  y  réditos  hasta  esa  fecha  setenta  y 
tres  millones  y  medio  de  pesos  y  expidiéndose  por  tal  suma 
nuevos  bonos  sin  carácter  ninguno  diplomático  y  con 
menos  interés. 

De  acuerdo  después  con  la  ley  de  13  de  diciembre  de  1887 
se  contrató  un  empréstito  con  la  Casa  Bleichroeder  de 
Berlín  en  24  de  marzo  de  1888  por  10.500.000  libras  ester- 
linas por  medio  del  cual  se  logró  reducir  la  deuda  exterior 
á  la  mitad  de  su  monto  y  se  dispuso  de  algún  capital  en 
efectivo  que  fué  destinado  á  mejoras  de  utilidad  pública. 

Con  motivo  de  la  ambición  del  Gral.  D.  Rufino  Barrios, 
Presidente  de  Guatemala,  que  lo  hizo  pro<'lamar  la  unión 
de  las  Repúblicas  de  Centro  América,  reservándose  no  sólo 
la  hegemonía  de  su  patria,  sino  aun  el  mando  absoluto 
bajo  el  dictado  de  Jefe  supremo  militar,  los  Gobiernos  del 
Salvador,  Nicaragua  y  Costa  Rica  se  opusieron  ala  realiza- 
ción de  tal  proyecto  y  pidieron  á  México  su  apoyo.  El  Sr. 
Gral.  Díaz  reprobó  la  unificación  forzosa  y  la  imposición 


-534  PÉREZ   VERDÍA 

violenta  del  yugo  guatemalteco  y  dispuso  que  la  Legación 
Mexicana  se  trasladase  al  Salvador.  Esta  medida  originó 
dificultades  tanto  porque  Barrios  trató  por  medio  de  las 
armas  de  llevar  su  designio  adelante,  como  porque  los 
Estados  Unidos  no  mostraban  conformidad  en  que  México 
interviniese  en  las  cuestiones  políticas  de  Centro  América. 

Por  fortuna  la  derrota  y  muerte  del  Gral.  Barrios  en  la 
batalla  de  Chalchuapa  el  de  2  abril  de  1885,  ala  vez  que  res- 
tauró los  fueros  de  la  justicia,  evitó  una  cuestión  interna- 
cional inútil  y  desagradable. 

Á  mediados  de  1886  vino  un  incidente  particular  é  insig- 
nificante á  crear  serias  dificultades  entre  México  y  Estados 
Unidos.  Fué  el  caso  que  habiendo  un  Mr.  A.  K.  Cutting 
injuriado  por  la  prensa  en  El  Paso  de  Texas  á  un  mexicano^ 
y  habiendo  hecho  circular  ejemplares  en  Paso  del  Norte, 
fué  acusado  criminalmente  por  el  ofendido  y  puesto  en 
prisión,  y  aunque  sólo  se  trataba  de  intereses  privados, 
las  adulteraciones  y  ardientes  excitativas  de  Cutting,  hi- 
cieron que  interviniese  el  Ministro  Mr.  Bayard  reclamando 
una  indemnización  para  aquél,  á  la  vez  que  la  derogación 
del  art.  186  del  Código  Penal  de  Chihuahua  que  autorizaba 
en  ciertos  y  determinados  casos  el  castigo  en  México  de^ 
delitos  cometidos  fuera  de  su  territorio,  en  obsequio  de  la 
buena  vecindad  y  amistosas  relaciones  de  los  dos  países 
y  porque  invade  la  soberanía  independiente  de  una  nación 
colindante  y  amiga. 

Tales  cuestiones  excitaron  mucho  los  ánimos ;  pero  el 
Gobierno  mexicano  con  suma  prudencia  y  energía  demos- 
tró por  diversas  notas  diplomáticas  que  mucho  honor  le 
hicieron  al  Sr.  Mariscal,  que  eran  infundadas  las  inculpa- 
ciones que  se  habían  hecho.  Por  fortuna  el  Gabinete  de 
Washington  obrando  con  justificación  reconoció  tácita- 
mente el  derecho  de  México  y  no  insistió  en  sus  preten- 
siones, de  manera  que  ni  se  dio  indemnización  á  Cutting 
ni  se  reformó  la  ley  penal  de  Chihuahua. 


\^^.. 


'í:Ém\ 


HISTORIA   DE  MÉXICO  535 

En  octubre  de  1886  se  tramó  una  conspiración  contra  el  ^ 
Gobierno  al  frente  de  la  cual  se  señalo  al  Gral.D.  Trinidad 
García  de  la  Cadena,  quien  cautelosamente  se  retiró  a^ 
Estado  de  Zacatecas  y  se  ocupaba  en  los  preparativos  ne- 
cesarios, cuando  fué  descubierto  y  aprehendido,  habién- 
dole dado  muerte  alevos-amente  en  la  Estación  González 
el  1.®  de  noviembre  D.  Atenógenes  Llamas  Jefe  Político  de 
Zacatecas.  Aunque  parece  que  algunos  militares  de  alta 
graduación  se  hallaban  comprometidos  en  el  complot,  que- 
daron intimidados  con  el  asesinato  de  García  de  la  Cadena 
y  la  tranquilidad  pública  no  llegó  á  alterarse. 

El  círculo  porfirista  inició  la  continuación  en  el  poder 
del  Presidente  y  á  este  fin,  previos  los  trámites  reglamen- 
tarios, volvióse  á  reformarla  Constitución  de  1857  en  el 
mes  de  octubre  de  1887  declarándose  permitida  la  reelec- 
ción por  un  solo  cuatrienio.  Aunque  reforma  semejante 
significaba  la  derogación  del  principio  fundamental  del  plan 
de  Tuxtepec  y  era  notoriamente  una  inconsecuencia  polí- 
tica, fué  sin  embargo  una  exigencia  de  la  situación  y  vino 
á  demostrar  que  los  pueblos  no  pueden  gobernarse  por 
reglas  fijas  é  inexorables  tomadas  á  priori,  sino  que  deben 
constantemente  adaptarse  á  las  necesidades  siempre  va- 
riables. 

El  aprecio  que  supo  granjearse  el  Sr.  Gral.  Díaz  y  el 
temor  de  que  cualquiera  otro  que  se  elevase  al  poder  de- 
fraudara las  esperanzas  de  la  Nación,  como  había  aconte- 
cido con  el  Gral.  González,  fueron  causas  principales  que 
determinaron  la  reforma  expresada. 

Continuaron  extendiéndoselos  ferrocarriles,  habiéndose 
inaugurado  en  mayo  de  1888  la  línea  hasta  Guadalajara. 

Al  terminar  el  período  constitucional  fué  reelecto  el  señor 
Gral.  D.  Porfirio  Díaz,  habiendo  hecho  la  protesta  legal 
el  l.^'de  diciembre  de  1888  y  continuando  con  el  mismo 
Ministerio. 

En  1.**  de  diciembre  del  siguiente  año  se  reunió  en  la  ca- 


536  PÉREZ   YERDÍA 

pital  por  iniciativa  del  Sr.  Baranda,  Ministro  de  Justicia, 
el  Primer  Congreso  Nacional  de  Instrucción  Pública,  el  cual 
formado  por  un  representante  de  cada  Estado  y  por  algu- 
nos profesores,  bajo  la  presidencia  del  distinguido  literato 
Sr.  D.  Justo  Sierra,  estaba  destinado  á  unificar  en  todo 
el  país  Iqs  métodos  de  enseñanza,  y  funcionó  hasta  marzo 
de  J890,  habiendo  dilucidado  las  principales  -cuestiones 
pedagógicas.  Reunióse  el  segundo  Congreso  en  l.^  de  di- 
ciembre y  aunque  formuló  sus  ideas  científicas  acerca  de  la 
enseñanza  primaria  y  preparatoria  con  notable  brillantez, 
juzgáronse  en  el  público  como  muy  avanzadas  é  inspiradas 
en  la  filosofía  positivista  y  no  llegaron  á  ponerse  en 
práctica. 

En  1.®  de  enero  de  1890  comenzó  á  regir  el  nuevo  Código 
de  Comercio  en  el  cual  se  mejoró  mucho  la  materia  rela- 
tiva á  sociedades,  si  bien  en  cuanto  á  las  letras  de  cambio  se 
adaptó  más  que  el  anterior  al  sistema  francés  separándose 
de  la  teoría  alemana  que  tiende  actualmente  á  dominar. 

Se  promulgó  en  4  de  junio  de  1892  la  Ley  Minera,  que, 
al  declarar  irrevocable*  la  propiedad  de  las  minas  mediante 
únicamente  el  pago  del  impuesto  fiscal  quitando  condi- 
ciones para  el  laboreo  é  incertidumbre,  ha  favorecido  extra- 
ordinariamente el  desarrollo  de  la  minería. 

El  12  de  octubre  de  1892  se  celebró  en  toda  la  República 
el  cuarto  centenario  del  descubrimiento  de  América  :  fiesta 
digna  de  un  pueblo  culto  que,  al  honrar  el  genio  de  Colón, 
deificaba  el  principio  civilizador.  En  México  se  erigió  al 
ilustre  genovés  en  la  Plazuela  de  Buenavista  una  estatua 
modelada  en  la  Academia  Nacional  de  Bellas  Artes  y  se 
publicaron  en  espléndida  edición  diversos  Códices  jero- 
glíficos inéditos. 

En  ese  año  se  perdieron  las  cosechas  de  maíz,  por  lo  cual 
la  carestía  de  ese  cereal  redujo  á  la  miseria  á  multitud  de 
familias  y  habría  sido  de  terribles  consecuencias  si  no  se 
hubiese  introducido  gran  cantidad  délos  Estados  Unidos* 


HISTORIA   DE   MÉXICO  537 

De  nuevo  se  modificó  el  Código  Político,  dejando  el 
art.  78  en  los  mismos  términos  en  que  lo  expidieron  los 
constituyentes,  es  decir,  permitiendo  la  reelección  inde- 
finida. 

Indudablemente  que  ala  luz  delDerecho  y  de  la  Filosofía 
es  mucho  más  democrático  el  dejar  al  pueblo  elector  la 
exclusiva  atribución  de  jiombrar  sus  mandatarios  sin  res- 
tricciones. El  principio  de  rioreelección  limita  la  soberanía 
popular  y  por  tanto  sólo  debe  admitirse  en  casos  bien  de- 
terminados. 

La  continuación  en  el  poder  por  parte  del  Sr.  Juárez  en 
período  de  agitación  y  de  lucha,  llegó  á  originar  diversas 
revoluciones  y  ájustiíicar  la  restricción  impuesta  al  voto 
público;  pero  cambiadas  radicalmente  las  circunstancias, 
la  prolongación  del  mandato  del  Sr.  Díaz  en  período  de 
tranquilidad,  de  reposo  y  de  trabajo  económico  era  recla- 
mada por  los  intereses  de  la  paz  y  del  orden. 

Fué  en  consecuencia  otra  vez  electo  Presidente  de  la 
República  el  Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  é  hizo  la  protesta 
legal  el  1.**  de  diciembre  de  1882,  bajo  una  crisis  econó- 
mica producida  tanto  por  la  pérdida  de  cosechas  y  extrac- 
ción de  numerario,  como  por  la  depreciación  de  la  plata  y 
alto  tipo  de  los  cambios  sobre  el  extranjero ;  pues  teniendo 
que  pagarse  en  oro  los  intereses  de  la  deuda,  se  había  dupli- 
cado la  obligación.  Á  pesar  de  tan  serios  inconvenientes  el 
Gobierno  logró  dominar  aquella  situación  y  gracias  al  arre- 
glo de  la  Hacienda  Pública  ejecutado  por  el  Sr.  D,  José  Ivés 
Limantour  que  fué  nombrado  Ministro  en  9  de  mayo 
de  1893,  convirtióse  aquella  causa  de  malestar  y  de  ruina 
en  fuente  de  prosperidad,  porque  el  alto  valor  del  cambio 
estimuló  el  establecimiento  en  el  país  de  industrias  nuevas, 
la  producción  agrícola  y  la  exportación  de  multitud  de  artí- 
culos. 

En  8  de  julio  de  1893  se  celebró  un  tratado  con  Ingla- 
terra sobre  límites  de  Yucatán  con  Belice,  que  puso  fin  á 


538  PÉREZ   VERDÍA 

una  situación  indefinida  y  peligrosa ;  pero  que  fué  mal  re- 
cibido y  que  por  haber  encontrado  seria  oposición  en  el 
Senado,  permaneció  por  mucho  tiempo  sin  ratificarse, 
hasta  que  se  le  hicieron  algunas  ventajosas  y  justas  mo- 
dificaciones. 

En  fines  de  1894  con  ocasión  de  invasiones  de  guate- 
maltecos y  ataques  á  la  propiedad  de  algunos  mexicanos, 
se  suscitó  entre  las  dos  naciones  una  cuestión  de  límites  y 
de  indemnizaciones,  y  á  pesar  de  existir  el  tratado  solemne 
de  27  de  septiembre  de  1882,  Guatemala  se  rehusaba  á 
cumplirlo,  por  lo  cual  el  Gobierno  mexicano  se  vio  obli- 
gado á  retirar  de  aquella  República  al  -Ministro  diplo- 
mático y  á  disponerse  para  hacer  respetar  sus  derechos. 
Mostróse  en  todo  el  país  gran  patriotismo  y  llegaron  á  mo- 
vilizarse algunas  tropas,  designándose  para  operar  la  cam- 
paña al  Gral.  D.  Bonifacio  Topete;  mas  por  fortuna  la 
energía  del  Presidente  y  la  justicia  de  nuestra  causa  hi- 
cieron que  Guatemala  en  nuevo  tratado  de  1.*^  de  abril 
de  1895,  reconociera  los  límites  fijados  de  antemano,  se 
obligase  á  pagar  una  indemnización  por  perjuicios  y  decla- 
rase que  al  ejercer  actos  de  soberanía  dentro  del  territorio 
que  se  extiende  al  Oeste  del  río  Lacantum,  no  había  tenido 
intención  de  ofender  á  México. 

El  3  de  octubre  de  1895  murió  el  Sr.  Lie.  D.  Manuel 
Romero  Rubio,  Ministro  de  Gobernación  y  padre  político 
delSr.  Gral.  Díaz,  habiéndosele  tributado  los  honores  co- 
rrespondientes á  su  alta  posición  y  merecimientes  polí- 
ticos. 

Siendo  nuestra  nación  el  país  clásico  de  las  antigüe- 
dades y  el  emporio  de  la  civilización  precolombina,  nada 
más  natural  que  llamase  la  atención  de  los  amantes  del 
estudio  y  que  se  designase  la  ciudad  de  México  para  cele- 
brar el  XI  Congreso  de  Americanistas.  Celebróse  en  efecto 
abriendo  sus  sesiones  en  8  de  octubre  de  1895. 

El  12  del  mismo  mes  so  verificó  en  la  Colegiata  la  coro- 


HISTORIA   DE  MÉXICO  539 

nación  de  la  Virgen  de  Guadalupe,  iniciada  por  el  Padre 
Planearte,  habiendo  asistido  más  de  doce  obispos  mexi- 
canos y  tres  ó  cuatro  extranjeros.  La  suntuosa  fiesta  reli- 
giosa y  el  cambio  que  se  hizo  en  la  corona  de  la  imagen 
dieron  motivo  á  multitud  de  polémicas  históricas. 

Poco  después  reunióse  en  la  capital  el  V  Concilio  mexi- 
cano. 

Por  ley  de  24  de  abril  de  1896  se  reformó  otra  vez  la 
Carta  fundamental  de  1857  cambiándose  el  modo  de  subs- 
tituir al  Presidente  en  sus  faltas  temporales  ó  absolutas, 
pues  el  sistema  adoptado  por  la  reforma  de  3  de  octubre 
de  1882  era  muy  defectuoso  y  exponía  la  sperte  de  la  Na- 
ción al  encomendar  sus  destinos  en  caso  eventual  al  que 
hubiese  sido  Presidente  del  Senado,  y  que  bien  podría  su- 
ceder que  careciese  totalmente  de  aptitudes,  de  repre- 
sentación y  de  prestigio.  Por  eso  la  nueva  modifica- 
ción del  artículo  quedó  concebida  en  estos  términos  : 
«  Art.  79.  —  1.  —  En  las  faltas  absolutas  del  Presidente 
con  excepción  de  la  que  proceda  de  renuncia,  y  en  las  tem- 
porales, con  excepción  de  la  que  proceda  de  licencia,  se 
encargará  ílesde  luego  del  Poder  ejecutivo  el  Secretario  de 
Relaciones  Exteriores,  y  si  no  lo  hubiere  ó  estuviere  impe- 
dido, el  Secretario  de  Gobernación. 

«  II.  —  El  Congreso  de  la  Unión  se  reunirá  en  sesión 
extraordinaria  al  día  siguiente,  en  el  local  de  la  Cámara 
de  Diputados,  con  asistencia  de  más  de  la  mitad  del  número 
total  de  los  individuos  de  ambas  Cámaras,  fungiendo  la 
Mesa  de  la  Cámara  de  Diputados.  Si  por  falta  de  quorum 
ú  otra  causa  no  pudiere  verificarse  la  sesión,  los  presentes 
compelerán  diariamente  á  los  ausentes  conforme  á  la  ley, 
á  fin  de  celebrar  sesión  lo  más  pronto  posible. 

«  III.  —  En  esta  sesión  se  elegirá  Presidente  sustituto 
por  mayoría  absoluta  de  los  presentes  y  en  votación  no- 
minal y  publica;  sin  que  pueda  discutirse  en  ella  propo- 
sición alguna,  ni  hacerse  otra  cosa  que  recoger  la  vota- 


540  PÉREZ   VERDÍA 

ción,  publicarla,  formar  el  escrutinio  y  declarar  el  nombre 
del  electo.  »  —  En  1904  se  estableció  un  Vicepresidente. 

También  se  promulgó  la  reforma  por  la  cual  quedaron 
suprimidas  en  todo  el  país  las  alcabalas,  dándose  con  eso 
un  gran  paso  en  el  sendero  de  la  libertad  del  comercio. 

Al  renovarse  los  poderes  públicos  fué  otra  vez  reelecto 
el  Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  quien  siguió  gobernando  con 
los  mismos  Ministros  :  Mariscal  en  el  ramo  de  Relaciones; 
González  Cosío  en  Gobernación;  Limantour  en  Hacienda; 
Baranda  en  Justicia ;  Mena  en  Comunicaciones;  Fernández 
Leal  en  Fomento;  y  D.  Felipe  B.  Berriozábal  en  Guerra. 

Siguiéronse  extendiendo  los  ferrocarriles  y  en  diciembre 
do  1897  con  motivo  de  la  inauguración  del  de  Ameca,  el 
Presidente  fué  á  Guadalajara,  en  donde  se  le  hizo  una  es- 
pontánea y  grande  ovación  por  todo  el  pueblo  de  Jalisco. 

Al  celebrarse  el  16  de  septiembre  de  1898  las  fiestas  déla 
patria,  un  dipsómano  llamado  Arnulfo  Arroyo  acometió 
inesperadamente  al  Presidente  en  la  Alameda,  logrando 
darle  con  la  mano  un  golpe  en  la  cabeza,  lo  que  originó  un 
grande  escándalo  y  hubiera  recibido  aquel  insano  en  aquel 
instante  la  muerte  de  manos  de  la  tropa  ó  del  pueblo  que 
se  amotinó  con  ese  objeto,  si  no  hubiera  sido  protegido 
por  el  Gral.  Díaz  que  lo  impidió  personalmente. 

Puesto  en  prisión  Arroyo,  en  la  noche  fué  asesinado  por 
orden  del  Inspector  Gral.  D.  Eduardo  Velázquez  y  por 
medio  de  la  misma  policía,  pretextándose  un  tumulto  po- 
pular; pero  descubierto  el  crimen,  el  Gobierno  procedió 
contra  los  culpables  con  toda  energía.  El  Ministro  de  Go- 
bernación informó  á  la  Cámara  de  diputados  de  la  resolu- 
ción del  Presidente  de  castigar  á  quienquiera  que  fuese 
culpable  y  aprehendidos  Velázquez  y  sus  cómplices,  aquél 
se  suicidó  y  muchos  de  éstos  fueron  condenados  á  muerte, 
aunque  por  irregularidades  del  proceso,  fué  casada  la  sen- 
tencia que  dando  este  hecho  envuelto  en  sombras. 

En  1899  se  celebró  por  el  Sr.  Limantour  la  consolidación 


HISTORIA   DE   MÉXICO  .  541 

de  la  deuda  bajo  excelentes  bases  y  reducción  del  interés 
al  tipo  del  cinco  por  ciento. 

Invitado  cariñosamente  en  ese  año  el  Sr.  Gral.  Díaz 
para  asistir  en  octubre  á  las  fiestas  conmemorativas  de 
Chicago,  pidió  permiso  al  Congreso  para  separarse  del 
poder,  el  cual  le  fué  concedido  señalándose  para  (Jue  lo 
sustituyera  durante  su  ausencia  al  Sr.  Lie.  D.  Ignacio  Ma- 
riscal; pero  atenciones  de  familia  le  impidieron  al  fin 
aceptar  la  invitación,  por  lo  cual  envió  en  su  nombre  al 
Sr.  Mariscal,  quien  fué  recibido  con  grandes  muestras  de 
aprecio,  que  han  servido  para  estrechar  los  lazos  de  amis- 
tad entre  México  y  Estados  Unidos. 

En  8  de  enero  de  1900  murió  el  Gral.  Berriozábal,  Mi- 
nistro de  la  Guerra  y  antiguo  y  ameritado  militar,  habién- 
dosele tributado  los  honores  merecidos,  nombrándose  en 
sa  lugar  al  Sr.  Gral,  D.  Bernardo  Reyes. 

Como  desde  fines  del  año  anterior  se  inició  la  reelección, 
el  Sr.  Gral.  Díaz  expresó  particularmente  sus  deseos  de  no 
aceptarla,  lo  que  dio  origen  á  que  de  una  manera  inusitada 
todas  las  clases  sociales  se  apresurasen  á  hacer  manifes- 
taciones de  confianza  y  simpatía  en  favor  del  candidato  po- 
pular, que  ante  aquellas  pruebas  de  afecto  se  vio  obligado 
á  prescindir  de  su  propósito.  En  el  manifiesto  de  la  Junta 
de  la  Asamblea  Constitucionalista  de  Jalisco  se  decía  : 
«  Ante  los  méritos  de  tan  conspicuo  ciudadano,  ante  su 
sencillez  republicana  y  su  patriotismo  sin  límites,  podemos 
muy  bien  decir  de  él  que,  como  Washington,  ha  sido  y 
es  el  primero  en  la  guerra,  el  primero  en  la  paz  y  el  pri- 
mero en  el  corazón  de  sus  conciudadanos  ». 

El  Sr.  Gral.  Díaz  fué  reelecto,  empezando  su  sexto  pe- 
ríodo al  albor  del  siglo  xx. 


542  PÉREZ   VERDÍA 


CAPÍTULO  XXI 


Estado  actual  del  país  :  población»  ferrocarriles,  telégrafos,  producción 
minera,  capital,  presupuestos.  —  Movimiento  literario  :  historiadores, 
literatos,  poetas,  oradores  artistas. 


Al  finalizar  el  siglo  xix,  la  Repüblica  Mexicana  ha  logrado 
entrar  de  Ueuo  en  el  progreso  y  alcanzar  una  prosperidad 
que  le  augura  un  porvenir  halagüeño. 

La  población  ha  aumentado  á  cerca  de  14.000.000  de 
habitantes. 

El  período  de  pa?  que  ha  caracterizado  al  Gobierno  del 
Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  ha  permitido  dirigir  todos  sus 
esfuerzos  hacia  el  desarrollo  económico,  y  fomentar  todas 
las  fuentes  de  la  prosperidad.  Las  vías  de  comunicación, 
ya  para  desarrollar  la  agricultura,  la  minería  y  el  comer- 
cio, abriendo  nuevos  centros  de  consumo,  aboliendo  los 
monopolios  y  facilitando  la  circulación,  ya  para  asegurar 
el  mantenimiento  del  orden  por  medio  de  la  acción  rápida 
y  eficaz  del  Gobierno,  han  sufrido  en  estos  últimos  años  una 
radical  transformación.  Cuéntanse  actualmente  17.000  kiló- 
metros de  ferrocarriles  y  siguen  construyéndose  constante- 
mente nuevas  é  importantes  vías. 

La  red  telegráfica  mide  actuahnente  72.000  kilómetros 
con  más  de  600  oficinas  y  además  36.000  kilómetros  de  vías 
telefónicas. 

Este  cambio  trajo  consigo  resultados  considerables; 
porque  si  bien  fué  preciso  alentar  la  construcción  de  vías 
férreas  con  fuertes  subvenciones  que  aumentaron  la  deuda 
pública,  en  cambio  la  diminución  de  los  gastos  de  trans- 
porte y  rapidez  de  las  comunicaciones  produjeron  una 
movilidad  creciente  y  hasta  entonces  desconocida  de  los 
hombros  y  de  las  cosas.  La  agricultura  y  la  naciente  indus- 


HISTORIA  DE   MÉXICO     .  543 

tría  no  contaban  antes  sino  con  reducidos  mercados  ente- 
ramente locales  y  excesivamente  restringidos  :  sólo  las  mer- 
cancías preciosas  podían  soportar  los  gastos  de  transporte 
á  grandes  distancias.  Hoy  la  producción  no  está  limitada 
por  el  consumo  inmediato  de  vecindad,  y  al  mismo  tiempo 
que  aumenta  la  concurrencia  de  los  efectos  de  distintas  y 
lejanas  procedencias,  se  ha  obtenido  además  el  nivel  geo- 
gráfico de  los  precios. 

El  comercio  en  fin  vé  extenderse  en  poco  tiempo  el  campo 
de  su  actividad,  desarrollarse  el  valor  de  sus  transacciones 
y  los  negocios  internacionales  ocupar  en  sus  operaciones 
un  lugar  más  y  más  importante. 

La  propiedad  territoriíJ  se  ha  aprovechado  tanto  del 
desarrollo  de  la  producción  como  de  la  elevación  de  los 
precios  de  los  productos  agrícolas.  La  aplicación  de  la 
maquinaria  á  la  agricultura  y  el  empleo  de  las  aguas  para 
irrigación  han  decuplicado  el  valor  de  la  tierras  y  la  exten- 
sión de  los  cultivos.  Se  estima  la  propiedad  territorial  para 
el  pago  de  contribuciones  en  1.171.000.000  siendo  de  notar 
que  generalmente  el  valor  fiscal  representa  la  tercera  parte 
del  precio  legítimo  y  comercial. 

La  minería  ha  tenido  tal  incremento,  que  á  pesar  de  que 
era  sin  duda  el  ramo  de  la  riqueza  pública  más  explotado 
durante  el  gobierno  colonial,  y  que  producía  más  de  veinte 
millones  de  pesos  en  plata,  han  llegado  á  extraerse  de  las 
minas  de  plata  en  cada  uno  de  los  últimos  años  más  de 
74.000.000  de  pesos  existiendo  14.000  propiedades  mineras 
con  extensión  de  cerca  de  180.000  hectáreas.  La  producción 
aurífera  es  de  más  de  diez  millones  de  pesos ;  la  de  plomo 
ha  sido  de  doce  naílones,  y  la  de  cobre  un  poco  más. 

En  la  actualidad  existen  en  la  República  33  estableci- 
mientos bancarios  que  representan  por  capital  social 
8  107.000.000,  teniendo  en  conjunto  en  billetes  circulantes 
$  84.000.000. 

De  tales  cifras  resulta  que  la  circulación  de  valores  fidu- 


544  PÉREZ  VEBDÍA 

ciarios  es  casi  nula  con  respecto  al  capital  de  los  bancos, 
que  están  autorizados  para  emitir  hasta  ciento  diez  y  si^te 
millones  de  pesos,  por  lo  que  dada  la  exagerada  severidad 
que  ha  presidido  á  las  operaciones  financieras,  puede  de- 
cirse que  no  es  posible  una  funesta  crisis,  que  en  cambio 
hay  un  capital  inmenso  de  reserva  para  atender  al  des- 
arrollo futuro  de  los  negocios  en  México. 

El  capital  circulante  en  moneda  efectiva  puede  calcu- 
larse en  más  de  ciento  cincuenta  millones  de  pesos. 

La  exportación  de  efectos  nacionales,  que  al  principiar  el 
siglo  apenas  llegaba  á  12.000.000  de  pesos,  se  elevó  en 
sus  postrimerías  á  150.000.000  cada  año  y  llega  hoy  á 
200.000.000,  siendo  de  150  millones  el  valor  de  la  impor- 
tación. 

La  conquista  del  crédito,  el  aumento  incesante  de  las 
rentas  públicas  y  el  excedente  en  los  ingresos  sobre  los  gas- 
tos, ha  permitido  que  los  bonos  de  la  deuda  nacional  se  co- 
ticen en  la  actualidad  no  sólo  á  la  par  sino  hasta  con  premio, 
siendo  que  en  los  mejores  tiempos  de  atrás  no  llegaron 
nunca  á  valer  más  del  50  0/0 ;  que  el  ingreso  del  último 
año  de  la  centuria  se  elevara  á  60.000.000  de  pesos,  siendo 
hoy  día  de  noventa  millones,  cuando  al  iniciarse  la  inter- 
vención francesa  apenas  llegaba  á  14.000.000;  y  que  el 
superábit  anual  del  presupuesto  haya  sido  de  5.500.000, 
contándose  en  las  cajas  del  Gobierno  una  existencia  de 
más  de  30.000.000  de  pesos. 

Existen  más  de  150  fábricas  de  hilados  y  tejidos. 

En  el  orden  intelectual  el  progreso  de  México  ha  sido  tam- 
bién considerable  :  la  instrucción  primaria  se  ha  difundido 
en  las  masas  populares,  existiendo  hoy  escuelas  de  pri- 
meras letras  en  las  más  insignificantes  y  apartadas  aldeas. 
Establecimientos  de  instrucción  preparatoria  con  las  más 
adelantadas  asignaturas  se  han  fundado  no  sólo  en  la  ca- 
pital sino  en  otras  muchas  ciudades,  lo  mismo  que  Escuelas 
de  Medicina,  de  Jurisprudencia  y  de  Ingeniería. 


HISTORIA    DE   MÉXICO  54S 

La  prensa  periódica  ha  tenido  gran  desarrollo  y  entre 
las  publicaciones  importantes  pueden  citarse  éntrelas  polí- 
ticas La  Gaceta  de  Méocico  que  terminó  en  1822;  El  Des- 
pertador Americano ;  El  Correo  de  la  Federación^  El 
Diario  Oficial^  El  Siglo  XIX,  El  Monitor  Republicano, 
El  Gallo  Pitagórico,  y  entre  los  científicos  y  literarios  El 
Museo  Mexicano,  El  Mosaico,  La  Ilustración  Mexicana^ 
La  CruSy  El  Porvenir,  La  Revista,  El  Boletín  de  la  So- 
ciedad de  Geografía  y  Estadística ,  Analjes  del  Museo 
Mexicano,  El  Derecho,  El  Foro,  y  en  los  Estados,  Eí 
Museo  Yucateco  y  El  Registro  Yucateco,  La  Aurora 
Poética  de  Jalisco^  La  Alianza  Literaria  y  La  República 
Literaria  en  Guadalajara. 

El  movimiento  literario  se  ha  ido  acrecentando  aunque 
se  lucha  contra  el  obstáculo  del  alto  valor  de  las  publica- 
ciones, motivado  por  la  carestía  del  papel  debido  al  sistema 
proteccionista  que  domina  en  el  régimen  fiscal  con  res- 
pecto á  ese  artículo. 

Multitud  de  obras  de  mérito  se  publicaron,  que  sería  di- 
fícil mencionar,  por  lo  cual  sólo  daré  una  ligera  idea  acerca 
de  los  principales  autores. 

En  la  Historia  Antigua  del  país  se  ha  acentuado  la  mar- 
cada tendencia  de  acudir  á  las  fuentes  primitivas  á  fin  de 
desechar  todo  elemento  espurio,  y  en  todos  los  trabajos 
históricos  de  los  últimos  años  se  ha  manifestado  un  espíritu 
filosófico  que  hace  investigar  las  causas  de  los  aconteci- 
mientos lo  mismo  (|ue  sus  resuhados,  y  que  sigue  á  cada 
paso  la  evolución  sociológica. 

Fundó  esa  escuela  verdaderamente  científica  el  Sr.  Lie. 
D.  José  Fernando  Ramírez,  eminente  crítico  y  sabio  ameri- 
canista^ y  le  han  seguido  los  Sres.  D.  Manuel  Orozco  y 
Berra  y  D.  Alfredo  Chavero,  que  han  publicado  excelentes 
y  completos  trabajos  sobre  la  Historia  Antigua. 

D.  Joaquín  García  Icazbalceta  y  D.  Vicente  Riva  Palacio 
enriquecieron  con  publicaciones  notables  el  período  coloniaL 

35 


mw  v< 


346  t         P£RB2    VERDÍA 

D,  Carlos  M.  de  BustamanU,  laborioso  y  patriota,  aunque 
sin  criterio,  y  D.  Lucas  Alaaián,  erudito  y  corréelo,  pero 
extraordinariamente  parcial,  escribieron  la  historia  de  la 
guerra  de  independencia,  que  se  encuentra  aiin  en  período 
de  rectificación. 

El  profundo  pensador  Lie.  D.  Justo  Sierra  ha  escrito  en 
1900  la  Evúhicum  histórica  del  país,  que  es  una  síntesis 
de  cuanto  ha  ocurrido,  apreciada  con  un  alto  criterio  lllo- 

sóBco. 

Distinguiéronse  en  el  género  histórico  loa  Sres-  D.  JüííLo 
Sierra  O^Reüly,  D.  Sorapío  Baqueiro,  Ü.  Crescencio  Ca- 
rrillo y  D-  Eligió  Ancona  en  Yucatán;  D,  Lorenzo  de  Za- 
vala,  iV  José  M- Luis  1^1  ora,  t).  Anastasio Zereeero,  D.  José 
5L  Bocanegra.  ^h  José  M.  Iglesias,  D,  Jos(5M,  Roa  Barcena 
y  D.  Juan  b.  Arias  en  México;  D.  Antonio  (iay  en  Üaxaca. 
Fr.  Francisco  Frejes  y  D.  Agustín  Kiv  era  en  Jalisco, 

Como  novelistas  y  narradores  de  costumbres  nacionales 
se  hicieron  notables  D.  Joaquín  Fernandez  Lizardi  {a}  Ft 
Pensador  xMexicano.  D.  Francisco  Zarco,  D.  Florencio  del 
Castillo.  Ü.  JoséCuellar,  ü.  Pedro  Castera,  D.  Emilio  Ra- 
basa  [a)  Sancho  Poto,  D.  Raídel  Delgado  y  D.  José  López 
Portillo  y  Rojas. 

Entre  los  literatos  del  siglo  xix  deben  contarse  en  primer 
(término  á  D.  Mariano  Beristain  (bibliógrafo),  D.  Bernardo 
Couto,  D.  José  Gómez  de  la  Cortina,  y  D.  Francisco  Pimen- 
tel,  críticos;  Fr.  Manuel  de  S.  Juan  Crisóstomo  Nájera (lin- 
güista) ;  D.  Francisco  Severo  Maldonado,  D.  Clemente 
Munguía,  D.  Ignacio  Ramírez  el  Nigromante,  D.  José  Luis 
Verdía,  D.  Gabino  Barreda,  D.  Luis  G.  Cuevas  y  D.  Por- 
.firio  Parra,  filósofos;  D.  Ignacio M.  Altamirano,  D.  Ignacio 
Montes  de  Oca,  Ipandro  Acaico,  D.  José  M.  Vigil  y  D.  Ra- 
fael A.  de  la  Peña,  escritores.  -^^""^ 

Hiciéronse  célebres  entre  los  jurisconsultos,  D.  Manuel 

-de  la  Peña  y  Peña,  D.  Juan  Rodríguez  de  San  Miguel, 

•   D.  Teodosio  Lares,  D.  Justo  Sierra  O'Reilly,  D.  Ignacio 


L- 


HISTORIA   DE   MÉXICO  547 

L.  Vallarla,  D.  José  M.   Lacunza,  D.  Mariano  Yáñez.  y 
D.  José  M.  Lozano. 

La  poesía  mexicana  no  ha  llegado  todavía  á  la  posible 
perfección,  no  existiendo  en  nuestra  historia  literaria  sino 
gloriosas  individualidades  y  no  poesía  nacional  propiamente 
dicha.  Uno  de  los  rasgos  prominentes  de  nuestros  poetas 
en  todo  tiempo  ha  sido  el  déla  imitación,  con  la  diferencia 
de  que  durante  el  período  colonial  se  imitaba  sólo  á  los 
españoles,  mientras  que  después  se  han  tomado  modelos 
de  las  diversas  literaturas,  por  lo  cual  la  poesía  moderna 
aparece  menos  monótona.  Con  la  independencia,  las  guerras 
civiles  y  las  ideas  filosóficas,  se  desterró  el  género  místico; 
pero  á  la  vez  el  sentimiento  estético  se  ha  generalizado  y 
arraigado  al  influjo  de  la  creación  de  establecimientos  de 
educación,  de  academias,  bibliotecas,  teatros  y  museos,  y 
por  eso  es  muy  superior  el  número  de  poetas  de  este  siglo 
con  el  de  los  anteriores.  Pueden  citarse  los  nombres  de 
D.  Joaquín  F.  Lizardi,  D.  Francisco  Manuel  Sánchez  de 
Taglo,  D.  Ignacio  Rodríguez  Galvdn,D.  I.  Joaquín  Pesado, 
D.  Manuel  Carpió  (lírico;,  D.  M.  Eduardo  de  Goroztiza, 
1).  Fernando  Calderón,  D.  Andrés  Quintana  Roo,  D.  Pablo 
J.  Villaseñor,  D.  Francisco  González  Bocanegra,  D.  Mar- 
cos Arróniz,  D.Juan  Valle,  D.  Manuel  Acuña,  D.  Antonio 
Plaza,  D.José  Rosas  Moreno;;  1).  Manuel  M.  Flores,  Manuel 
Gutiérrez  Nájera,  D.  Guillermo  Prieto,  D.  Salvador  Díaz 
Mirón,  D.  Juan  de  D.  Peza,  D.  Vicente  Riva  Palacio  (ro- 
mancero), D.  José  Peón  Contreras  (dramático),  D.  Justo 
Sierra,  D.  Luis  G.  Urbina  y  D.  Amado  Ñervo. 

Como  la  elocuencia  nace  al  calor  del  talento  y  de  la  sen- 
sibilidad siendo  resultado  de  la  convicción  íntima  en  nues- 
tras creencias,  es  por  tanto  la  explosión  de  las  pasiones 
generosas  y  debe  considerarse  cual  planta  exótica  en  los 
países  en  que  la  tiranía  se  impone  sobre  la  razón.  Por  eso 
la  elocuencia  política  y  parlamentaria  no  se  cultivó  en 
México  sino  después  de  la  independencia.  Brillaron  en  el 


548  PKREZ    VERDÍA 

Congreso  en  diversas  épocas  D.  Manuel  Crescendo  Rejón, 
1>.  Prisciliano  Sánchez,  D.  Juan  D.  Cañedo,  D.  Lorenzo  de 
Zavala,  D.  JoséM.  Olaguíbel,  D.  Luis  de  la  Rosa,  D.  José 
M.Mata,  D.  Ponciano  Arriaga^  D.  Guillermo  Prielo,  D.Ma- 
nuel M.  de  Zamacona,  D.  F.  Hernández  y  Hernández, 
D.  Francisco  Bulnes,  D.  Salvador  Díaz  Mirón,  D.  Justo 
Sierra,  distinguiéndose  en  primer  término  D.  Manuel  Gró- 
mez  Pedraza,  D.  Mariano  Otero,  D.  Sebastián  Lerdo  de 
Tejada  y  D.  Ignacio  M.  Altamirano. 

En  la  oratoria  sagrada  alcanzaron  alto  renombre  los 
señores  Obispos  D.  Juan  Cayetano  Portugal,  Fr.  Manuel 
de  S.  Juan  Crisóstomo  Nájera.  D.  C.  Munguía,  D.  Juan 
B.  Ormaechea,  y  D.  Ignacio  Montes  de  Oca. 

Durante  la  centuria  que  termina,  la  pintura,  que  no  se 
satisface  con  la  exactitud  plástica  de  una  cámara  fotográ- 
fica, sino  que  reclama  las  inspiraciones  del  genio  y  la  espi- 
ritualidad del  pensamiento  para  elevar  y  embellecer  la  na- 
turaleza, ha  estado,  lo  mismo  que  la  escultura  y  la  música, 
á  un  inferior  nivel  del  que  ha  alcanzado  nuestra  literatura. 
Sin  embargo  han  merecido  justos  elogios  los  notables  pin- 
tores D.  José  Antonio  Castro,  D.  Felipe  Gutiérrez,  D.  Sa- 
lomé Pina,  D.  Félix  Parra,  Ocaranza  y  Velasco.  Consór- 
vanse  con  estimación  las  esculturas  de  Perusquía,  D.  Vic- 
toriano Acuña,  Guerra  y  D.  Manuel  Contreras,  alcanzanda 
merecido  renombre  la  estatua  en  bronce  de  Cuauhtemoc 
en  el  Paseo  de  la  Reforma,  obra  del  señor  D.  Miguel  No- 
reña,  y  la  tumba  de  Juárez  en  el  Panteón  de  S.  Fernando, 
ejecutada  por  los  hermanos  Islas. 

Parece  por  esto  que  tanta  sangre  y  tantas  lágrimas  no  se 
han  vertido  inútilmente;  ¡ojalá  que  desaparezcan  comple- 
tamente del  hermoso  cielo  mexicano  los  nublados  de  la 
discordia,  y  se  opere  una  reconciliación  entre  lodos  sus 
hijos;  que  Dios  bendiga  á  la  Repúbhca  y  le  conceda  Paz. 
Y  Libertad  ! ! ! 

FIN 


APÉNDICE 


RECTIFICACIONES  HISTÓRICAS 

El  señor  Conde  de  Charencey  acaba  de  publicar  en  París, 
en  el  boletín  bibliográfico  de  la  Revue  des  questions  historiques 
(tomo  XL,  págs.  329  y  330)  (1),  un  ligero  juicio  crítico  sobre  mi 

(1)  a  Compendio  de  la  Histomia  de  México,  desde  sus  primeros  tiempos 
HASTA  LA  CAÍDA  DEL  SEGUNDO  IMPERIO,  fot'  el  licenciado  Luis  Pérez  Verdia. 
Guadalajara,  1883,  en  8.»  de  346  p. 

«  Se  nota  desde  hace  algunos  anos  una  verdadera  reacción  científlca  en 
México,  y  hay  en  este  país  un  importante  movimiento  intelectual.  Hasta 
hoy  había  sido  dirigido  en  el  sentido  de  las  ciencias  naturales  y  mate- 
máticas. La  aparición  de  la  presente  obra  merece  ser  saludada  como  un 
síntoma  de  feliz  augurio.  ¿  No  debemos  ver  en  ella  el  signo  precursor  de 
una  nueva  corriente  que  llevará  los  espíritus  á  los  estudios  históricos  y 
etnográficos?  El  autor  ha  querido  hacer,  no  lo  que  se  llama  vulgarmente 
progresar  la  ciencia,  sino  solamente  dar  á  la  juventud  mexicana  nociones 
exactas  y  suficientemente  extensas  de  los  acontecimientos  de  que  la 
Nueva  España  ha  sido  teatro  desde  los  tiempos  más  remotos  hasta  la 
época  presente. 

«  Tenemos  la  satisfacción  de  reconocerlo  :  el  objeto  que  se  propuso  el 
docto  profesor,  lo  ha  obtenido  realmente,  y  su  resumen  merece  pasar  por 
muy  bien  hecho.  La  lectura  de  su  Compendio  aprovechará  no  sólo  á  los 
habitantes  de  México,  sino  también  al  que  se  ocupe  de  historia  general  y 
del  pasado  del  género  humano.  Sin  embargo,  podríamos  hacer  notar  al- 
gunos ligeros  errores,  inevitables  por  otra  parte,  en  un  trabajo  de  esta 
naturaleza.  Así,  es  erróneo  que  cuente  en  el  número  de  las  plantas  culti- 
vadas por  los  antiguos  habitantes  de  México  (p.  .">!),  el  dátil  y  el  plátano- 
Estos  dos  vegetales  son,  según  toda  apariencia,  de  importación  extran- 


550  PÉREZ   VCRDÍA 

Compendio  de  la  Historia  de  México,  que  me  obliga  á  hacerle 
algunas  observaciones  por  el  interés  que  siempre  liene  la  rec- 
tificación (le  las  apreciaciones  históricas,  principalmente  cuando 
se  trata  de  nuestro  país,  tan  .poco  conocido  todavía  hoy  en 
Europa. 

Las  bondadosas  frases  con  que  el  crítico  saluda  la  aparición 
de  mi  insignificante  libro  y  los  inmerecidos  elogios  que  le  tri- 
buta, obligan  en  gran  manera  mi  reconocimiento  para  con  éf, 
demostrando  al  mismo  tiempo  una  vez  más,  que  la  indulgen- 
cia es  patrimonio  de  las  personas  versadas  en  las  ciencias  y  en 
las  letras.  El  señor  de  Charencey  tiene  ya  adquirido  un  nombre 
ilustre  entre  los  americanistas  por  sus  profundos  conocimien- 
tos en  la  historia  antigua  del  nuevo  continente,  de  lo  que  dan 
testimonio  irrecusable  Les  Cites  Votanides,  notable  trabajo 
comparativo  de  la  antigua  y  nueva  geografía  yucateca,  su  es- 
tudio mitológico  sobre  Quetzalcoatil,  sus  Textes  en  langue 
tarasca^  etc. 


jera,  y  su  introducción  en  Amórica  no  se  remonta  más  allá  de  la  época 
del  descubrimiento.  Es  de  sentirse  también  que  el  autor  no  haya  dicho 
casi  nada  de  la  historia  de  los  yucatecos,  de  sus  costumbres  y  de  su  reli- 
gión. La  península  de  Yucatán,  cuyos  habitantes  podían  pasar  en  tiempo 
de  la  conquista  por  la  raza  más  civilizada  del  Nuevo  Mundo,  continúa  sin 
embargo,  siendo  parte  integrante  de  México. 

«  Todo  esto  no  ve  sino  á  la  parte  científica  de  la  obra.  Una  palabra  nos 
resta  que  decir  con  respecto  al  espíritu  con  que  está  redactada  y  á  las 
IcadenciaEi  del  autor.  Adit'to  á  la  fornin  republicnna  y  k  las  ideas  üvan- 
iftdüs,  no  es  sin  emíjargo  lo  que  líamariaDios  en  Krancia  un  anticímcal. 
Asi  reprueba  las  medidas  ve jn tocias  de  qm^  fue  objclo  la  Gonapama  de 
Jesús,  y  reprueba,  aüemáü  su  expulsión  {\k  ±^'¿'1:  deplora  la  ejtlenswJii  y 
los  pro^Tcsüg  de  la  l>anc-m  asoné  ría.  Por  otra  parle,  no  pudríanlos  admi- 
tir el  elof'io  f|ue  haré  del  cura  Tlidiilgo,  el  promotor,  ó  mejur  dicho,  uno 
délos  promotores  de  la  insurrección  conlra  la  dominación  española*  Ha- 
ciendo á  un  lado  toda  cuestión  política  y  uMcional,  pjite  saferdote  que* 
arraslnidíj  por  un  gi^upo  de  í'evülucionrjrjüíí  lan  enemigos  de  la  religión 
católica  como  del  rey  de  España,  toniobu  el  mando  de  tos  insurgentes* 
(Jcjándolo*í  por  debilidad  enU'í  jsíaníP  á  luda  cía  se  de  excesos  y  mostrán- 
dose couiítantemenÉe  general  muy  mediano,  nos  parece  muy  poco  digno 
de  simpatía.  Evidentemente,  el  pnlriotismo  ciega  ligeramenle  á  nuestro 
autor,  eu  la  relación  que  nos  Imcc  de  la  campaña  de  San  Joan  de  Ülúay 
de  la  primera  gueTra  de  los  francúses  en  México.  Que  el  ejercito  mexicano 
díó  entonce-í  pruebas  de  bravura,  no   \q  negamos;   pero  esto  no  impide 


■■-<', 


HISTORIA   DE   MÉXICO  551 

El  escritor  de  la  Revue  empieza  por  reconocer  que  se  ha  ope- 
rado en  México  una  verdadera  reacción  cientíOca,  y  espera  que 
la  aparición  del  Compendio  sea  un  signo  precursor  de  que  la 
historia  y  la  etnografía  del  país  ocuparán  la  atención  que  su 
importancia  reclama.  En  efecto,  es  de  desearse  que  así  suceda; 
pero  no  es  la  publicación  de  mi  libro  la  que  marca  esa  nueva 
marcha  :  obras  de  verdadera  importancia  han  aparecido  antes 
que  la  mía  para  honra  de  las  letras  mexicanas.  El  iniciador  de 
esa  escuela  crítico-filosófica  lo  fué  el  erudito  don  José  Fer- 
nando Ramírez,  á  cuyo  impulso  es  debido  el  estado  de  ade- 
lanto en  que  hoy  se  encuentra  tal  ciencia.  El  señor  don  Joaquín 
García  Icazbalceta,  bibliógrafo  incansable  y  juiciosísimo,  ha 
enriquecido  la  literatura  nacional  con  verdaderas  joyas  que- 
yacían  en  el  polvo  de  los  archivos,  rectificando  con  su  publi- 
cación mil  errores  y  estimulando  á  ese  interesante  estudio,  ora 
con  su  inapreciable  Colección  de  Documentos  para  la  Historia 
de  México^  ora  con  su  Don  fray  Juan  de  Zumárraga,  En  1880 


qiie  nuestro  país  se  haya  visto  obligado  por  la  negación  de  justicia  de  su' 
frobieriio  á  pedir  reparación  por  las  armas. 

«  La  indignación  que  causa  al  señor  Verdía  la  insurrección  de  Tejas  y  su 
anexión  á  los  Estados  Unidos,  nos  parece  difícil  de  comprender.  ¿  Acaso 
los  téjanos  no  tenían  el  mismo  derecho  para  separarse  de  México,  que  los 
mejicanos  para  levantarse  contra  la  dominación  española?  El  autor  elogia 
igualmente  con  todas  sus  fuerzas  la  resistencia  de  Puebla  al  ejército 
francés,  y  pone  el  heroísmo  de  los  poblanos  muy  por  encima  del  de  los 
defensores  de  Metz  y  de  Strasbourg.  Imposible  nos  es  también,  en  este- 
punto,  ser  de  su  opinión.  Los  habitantes  de  Puebla  no  han  hecho,  en  rea- 
lidad, sino  una  guerra  de  barricadas,  sin  intentar  una  verdadera  salida, 
lo  que  indica  que  eran  hombres  poco  avezados  al  fuego.  Además  nuestros 
compatriotas,  por  un  sentimiento  de  humanidad  llevado  hasta  el  escríi- 
pulo,  se  rehusaron  á  bombardear  la  ciudad  y  se  resignaron  á  tomarla, 
por  decirlo  así,  casa  por  casa.  Se  sabe,  por  el  contrario,  de  qué  manera 
procedieron  los  alemanes  en  nuestras  ciudades  fronterizas.  Si,  pues, 
aquéllas  no  resistieron  tanto  como  Puebla,  fué  porque  la  resistencia  era 
materialmente  imposible,  y  no  podría  atribuirse  nunca  su  rendición  á  la 
falta  de  bravura  de  nuestros  soldados. 

"  Tales  son  las  reflexiones  que  nos  sugiere  la  lectura  del  libro  del  señor 
Verdía.  Algunas  críticas,  á  las  que  nos  parece  da  lugar,  no  impiden  en 
nada  reconocer  su  mérito;  así  es  que  podemos  citarlo  como  el  mejor  re- 
sumen de  la  historia  de  México  que  se  haya  publicado  hasta  hoy. 

«  Conde  de  Charbncey.  » 


632  PÉREZ    VERDÍÁ 

se  publicó  en  el  segundo  tomo  de  la  fíütoña  de  los  Indios  dé 
Nueva  España  de!  padre  Duran,  un  notable  estudio  del  señor 
Chavero  sobre  lacrouología^  organización  política,  social  y  re- 
ligiosa de  los  pobladores  de  Análiuacj  que,  enriquecido  con 
abundante  fondo  y  buena  forma,  ba  venido  á  transformarse 
afios  despuíís  en  la  Historia  Antigua  de  la  importante  publica- 
ción denominada  M¿rir.o  á  través  de  hs  siglos.  El  mismo  en- 
tendido historiador  había  va  publicado  en  1S75  su  opiuión 
acerca  del  calendario  aztecatU  uno  délos  nuevos  trabajos  ar- 
queológicos  más  interesantes. 

Por  entonces  vieron  también  la  luz  pública  en  cinco  volú- 
menes, los  Esiiídios  sohre  la  hhíQj'ia  de  América,  sus  ruinas  ij 
antigüedades^  del  señor  don  M.  Larráinzar,  y  el  Compp.ndiú  de  la 
Historia  Anijijua,  del  modesto  doctor  don  Agustín  Rivera,  así 
como  la  Cnhiica  de  Tezozómoc,  sacada  del  olvido  por  el  señor 
Vigil  con  numerosas  adiciones  y  notas.  Vino  más  tarde  á  acen- 
tuar todavía  lamnrcada  tendenciado  nuestros  días  á  ese  género 
de  literatura,  la  notabilísima  //u/onVí  Antii/ua  y  de  la  Con' 
quista  de  lUéxico^  obra  verdaderamente  clásica  del  sabio  señor 
don  Manuel  Orozco  y  Berra,  que  con  ella  di  6  cima  á  ^us  tareas^ 
superando  las  numerosas  producciones  que  le  habían  ya  gran- 
jeado una  envidiable  reputación  ;  a^í  como  son  también  muy 
dignos  de  especial  mención  los  bellísimos  ñecuerdos  de  la  In- 
vasión A'ortcamericana,  del  señor  Hoa  Barcena. 

Como  el  sabio  escritor  lo  advierte,  mi  libro  tiene  sin  duda 
muchos  de  esos  ligeros  errores  que  son  casi  inevitables  en  obras 
de  tal  naturaleza  ;  pero^  con  el  respeto  que  se  merece  por  su 
grande  ilustración,  no  creo  que  esté  enteramente  decidido  que 
el  dátil  y  el  plátano  no  sean  plantas  indígenas  del  país,  y  por 
lo  mismo  no  puede  imputarse  á  error  mi  aserción. 

El  ilustre  jesuíta  Clavijero,  verdadero  restaurador  de  los  es- 
tudios Ijistáricos  en  México,  afirma  en  el  libro  primero  de  su 
obra  inapreciable^  que,  c^  además  de  la  palma  keal,  superior  á' 
las  otras  por  la  belleza  de  su  follaje,  tienen  (estas  naciones)  el 
eocoterOi  la  palma  de  ddiihs  y  otras  dignas  de  atención  » ;  y 
como  si  esto  no  bastara,  agrega  en  una  nota  :  i^  Además  de  la 
palma  de  dátiles  pro/í^ti  de  aquel  pai$^  nace  también  en  él  la  de 
Berbería,  Los  dátiles  se  venden,  por  el  mes  de  juuiOj  etc.  o 


HISTORU   DE   MÉXICO  553 

Cierto  es  que  Hernández  de  Oviedo  dijo  en  su  Sumano^  ha- 
blando de  las  palmas,  que  « las  que  llevan  dátiles,  hasta  ahora 
no  se  han  hallado  en  aquellas  partes  » ;  pero  ni  tal  autor  estuvo 
nunca  en  México,  ni  parece  creíble  que  en  las  costas  meridio- 
nales, donde  abundaban  las  demás  palmeras,  faltasen  ünica« 
mente  las  de  dátiles. 

En  cuanto  al  plátano,  no  me  parece  inconveniente,  para 
considerarlo  como  americano,  que  sea  también  originario  de 
algunos  lugares  de  Oriente,  de  donde  quizá  fué  traído,  en 
ignotos  tiempos;  y  así,  á  la  vez  que  nadie  duda  que  la  tumba 
de  Diomedes  fué  adornada  con  un  plátano,  por  ser  el  árbol 
más  hermoso  que  entonces  se  conocía,  y  que  Aristóteles  y  sus 
discípulos  los  peripatéticos  daban  sus  lecciones  en  Atenas  á  la 
fresca  sombra  de  dichos  árboles,  botánicos  distinguidos  hay 
que  lo  suponen,  al  menos  en  alguna  de  sus  múltiples  varie- 
dades, originario  del  nuevo  continente.  Entre  otros  el  señor 
Montserrats  y  Archs,  al  tratar  del  Plat.  variété  Angulosa  Spach, 
afirma  que  «  esta  variedad,  que  es  rara  en  las  plantaciones, 
parece  propia  de  la  América  Septentrional  ».  [La  Creación^ 
tom.VlI,  pág.  52i)  (1). 

El  mismo  Clavigero  da  á  entender  que  el  plátano  ó  banana 
es  indígena,  pues  afirma  que  en  virtud  del  testimonio  de  Oviedo, 
que  refiere  fué  traído  de  las  Canarias  á  La  Española  por  fray 
Tomás  Berlanga  por  el  año  de  1516,  esa  fué  su  opinión  al  prin- 
cipio. 

Dado  el  fin  de  mi  humilde  libro,  me  bastarían  para  funda- 
mento en  todo  caso  conceptos  tan  autorizados  y  probables. 

Por  lo  que  hace  á  las  cuestiones  de  apreciación  en  que  el  cri- 
terio del  señor  conde  difiere  del  mío,  les  concedo  la  mayor  im- 
portancia y  no  puedo  menos  que  lamentar  el  juicio  que  tan 
distinguido  escritor  se  ha  formado  del  padre  de  nuestra  inde- 


(1;  Garcilaso  de  la  Vega,  el  Padre  Acosta  y  otros  escritores  de  grande 
autoridad  afírman  que  el  plátano  en  distintas  de  sus  variedades  se  culti- 
vaba en  México  antes  de  la  llegada  de  los  españoles  y  el  Barón  de  Hum- 
boldt  dice  terminantemente  :  a  Es  indudable  que  el  plátano  que  varios 
viajeros  dicen  haber  visto  silvestre  en  Anboino,  Giloto  y  en  las  islas 
Marianas,  se  cultivaba  en  América  desde  antes  de  la  llegada  de  los  euro- 
peos. » 


^ 


S5i  PÉKEZ    VERÜIA 

peadencia,  juicio  que  no  dudo,  ha  sido  extraviado  por  la  es- 
cuela declamatoria  y  apasionada  de  Alamán  y  de  Arrangoiz. 

No  intentaré  siquiera  justificar  ios  errores  políticos  y  princi- 
palmeute  militares  en  que  incidió  don  Miguel  Hidalgo  y  Cos- 
tilla, y  que  lo  hacen  acreedor  á  lacaliHcación  de  «  general  muy 
mediano  »  que  se  le  aplica :  pero  ni  él  fué  nunca  enemigo  de 
la  relií^ión  católica,  ni  merece  pocas  simpatías  á  pesar  de  sus 
debilidades*  Para  juagar  al  benemérito  Qura  de  Dolores,  es 
preciso  remontarse  á  la  época  en  que  vivió  y  apreciar  todo  el 
valor  y  la  abnegación  que  liubo  menester  para  desafiar  el  om- 
nímodo poder  del  gobierno  virreinal,  fuerte  por  sus  numerosos 
elementos  y  mas  aiín  por  el  prestigio  de  suautoridad.  El  padre 
de  la  independencia  mexicana,  disfrutaba  de  una  brillante 
posición  social  y  sabía  que  «  los  autores  de  semejantes  em- 
presas no  gozan  del  fruto  de  ellas  "  ;  á  pesar  de  lo  cual  ge  lanzó 
á  la  revolución  dispuesto  a  sacriíkar  aun  su  propia  vida  en 
aras  de  una  idea  eminentemente  simpática  y  ci vibradora  :  ¡  la 
independencia  de  un  pueblo  I 

No  se  diga  que  jamás  pensó  en  eso  y  se  aduzca  como  prueba 
el  grito  de  «  Viva  Fernando  Vil  n  que  repetía  en  todas  partes ; 
porque  aquel  caudillo  asienta  terminantemente  en  la  declara- 
ción que  rindió  en  su  proceso  al  ser  preguntado  sobre  los  mó- 
viles de  su  levantamiento  :  w  que  estaba  persuadido  de  que  la 
independencia  sería  ütil  al  reino  i>,  y  si  no  se  atrevía,  por 
temor  de  que  fuese  impoUtico  en  una  sociedad  atrasada,  á  su- 
primir el  nombre  del  popukir  (aunque  indigno)  rey  de  España, 
debe  notarse  que  aun  anos  después,  el  libertador  don  Agustín 
do  Iturbide  proclamaba  el  reinado  de  Fernando  Yll. 

Por  último,  bastaría  en  mi  concepto  para  la  gloría  de  Hidalgo 
y  para  hacerlo  merecedor  de  las  simpatías  do  propios  y  extra- 
ños, considerar  que  él  fué  el  primero  que  en  nuestra  Repü- 
blica  abolió  la  esclavitud,  proclamando  á  la  faz  del  mundo  la 
igualdad  de  los  hombres. 

El  mismo  César  Cantó  ba  incurrido,  por  ignorar  este  hecho, 
en  un  lamentable  anacronismo,  atribuyendo  al  archiduque 
Miiximiliano  la  noble  energía  de  la  supresión  de  la  esclavitud  ; 
y  Lincoln  que  la  abolió  en  los  Estados  Unidos,  lo  hizo  cincuenta 
años  después  que  nuestro  héroe. 


fflSTORIA  DE   MÉXICO  555 

También  es  de  sentirse  que  el  estimable  crítico  confunda  la 
noble  causa  de  nuestra  independencia  con  la  bastarda  de  los 
téjanos,  suponiendo  que  éstos  tenían  el  mismo  derecho  para 
separarse  de  México  que  el  que  los  mexicanos  teníamos  para 
insurreccionarnos  contra  España ;  porque  mientras  á  nosotros 
nos  guiaba  el  deseo  de  formar  una  nacionalidad,  ellos  no  tenían 
más  móvil  que  el  de  enriquecerse  adquiriendo  terrenos  á  la 
sombra  del  pabellón  de  las  estrellas ;  y  mientras  la  Nueva  Es- 
paña era  una  nación  con  vida  y  elementos  propios,  los  téjanos 
rebeldes  eran  unos  colonos  extranjeros  que  empezaban  por 
faltar  á  su  contrato. 

Estos  hechos  son  tan  notorios,  que  los  mismos  hombres  de 
Estado  y  escritores  americanos,  guiados  por  el  sentimiento  de 
su  honradez  han  calificado  con  los  términos  más  duros  la  con- 
ducta de  Texas  y  de  los  Estados  Unidos  :  tengo  citado  á  Clay 
en  mi  Compendio  :  ahora  me  refiero  al  general  Grant,  que  en 
sus  memorias  se  expresa  de  esta  suerte  :  «  Texas  fué  primiti- 
vamente un  Estado  perteneciente  ala  República  de  México... 
Aunque  era  un  imperio  por  la  extensión  de  su  territorio,  estaba 
muy  poco  poblado,  hasta  que  lo  fué  por  americanos,  quienes 
recibieron  autorización  de  México  para  colonizarlo.  Estos  colo- 
nos no  hicieron  caso  del  gobierno  supremo,  é  introdujeron  la 
esclavitud  en  aquel  Estado,  sin  embargo  de  que  la  Constitu- 
ción de  México  ni  sancionaba  entonces,  ni  sanciona  ahora  esa 
institución. 

^  «  Pronto  establecieron  un  gobierno  propio,  y  comenzó  la 
guerra  entre  Texas  y  México,  de  nombre  solamente,  hasta  1836, 
cuando  las  hostilidades  casi  cesaron  con  la  captura  de  Santa 
Anna,  el  presidente  de  México.  Antes  de  mucho,  sin  embargo, 
el  mismo  pueblo  que  había  colonizado  á  Texas  con  permiso  de 
México  y  había  establecido  allí  la  esclavitud  y  en  seguida  se 
había  independido,  tan  pronto  como  se  sintió  bastante  fuerte 
para  hacerlo  así,  se  ofreció  como  un  Estado  de  los  Estados 
Unidos,  y  en  1855  su  oferta  fué  aceptada.  La  ocupación,  sepa- 
ración y  anexión,  fueron  desde  el  principio  del  movimiento, 
hasta  su  consumación  final,  una  conspiración  para  adquirir 
territorio,  en  el  cual  la  Unión  americana  pudiera  formar  Esta- 
dos esclaveros.  Aun  en  caso  de  que  la  anexión  hubiese  sido 


'^iZ^'^i^m 


556  PÉREZ    VERDÍA 

justificada,  la  manera  en  virtud  de  la  cual  se  obligó  á  México 
á  hacer  la  guerra  después,  no  podría  serlo.  » 

La  Tribuna  de  Nueva  York,  refiriéndose  á  la  Historia  de 
México  publicada  recientemente  por  el  laborioso  señor  Bancroft, 
dice.á  este  respecto  :  «  Su  historia,  escrita  por  un  americano  y 
basada  sobre  el  más  cabal  estudio  de  todos  los  documentos  y 
archivos  que  se  han  dado  á  luz,  es  una  vigorosa  acusación 
contraía  administración  del  presidente  Polk,  en  cuanto  ala 
deliberada  mala  fe  y  siniestro  intento  de  parte  de  los  Estados 
Unidos  en  el  asunto  todo.  En  su  descripción  de  Taylor  y  de 
Scott  en  México,  el  señor  Bancroft  da  tan  vivas  y  brillantes 
pinturas  de  los  encuentros  habidos  entre  las  partes  conten- 
dientes, que  la  vergüenza  de  la  perfidia  del  gobierno  americano 
se  olvida,  atendiendo  á  la  admiración  que  reclama  la  galantería 
de  sus  agentes.  Indudablemente  las  batallas  de  la  guerra  mexi- 
cana, en  un  sentido  militar,  son  gloriosas  para  las  armas  ame- 
ricanas, porque  las  tropas  mexicanas  pelearon  con  bravura, 
capitaneadas  por  jefes  competentes,  y  en  algunos  de  los  últi- 
mos encuentros,  la  resistencia  debe  haber  sido  casi  tan  reñiday 
desesperada  como  las  más  ensangrentadas  luchas  entre  el  Norte 
y  el  Sur.  El  resultado  de  esta  i  njusta  guerra  fué  que  México  fuese 
despojado  de  casi  la  mitad  de  su  territorio  por  haber  resentido  el 
robo  df<  Texas.  » 

Con  tales  testimonios  acerca  de  la  justicia  de  México  en 
aquella  inicua  y  desgraciada  guerra,  espero  que  el  señor  de 
Charencey  podrá  ya  explicarse  mi  indignación.por  aquel  suceso, 
no  obstante  mi  adhesión  á  la  causa  de  la  independencia  de  mi 
patria  del  gobierno  español. 

En  cuanto  á  mis  apreciaciones  sobre  el  sitio  de  Puebla  y  el 
elogio  que  en  su  concepto  hago  con  todas  mis  fuerzas  de  su 
defensa  contra  el  ejército  francés,  poniendo  el  heroísmo  de  sus 
defensores  muy  por  encima  del  de  los  que  defendieron  á  Metz 
y  Strasbourg,  séame  lícito  manifestar  á  mi  distinguido  y  bené- 
volo contradictor,  que  admiro  cadrí  día  más  aquellas  jornadas 
que  reputo  gloriosas  para  el  ejército  mexicauo,  y  que  no  he 
querido  nunca  disminuir  el  murito  de  los  soldados  franceses 
que,  valientes  y  patriotas,  han  llenado  con  sus  numerosas  le- 
gendarias victorias  los  anales  militaros  del  mundo.  No  ha  sido 


á 


HISTORIA   DE   MÉXICO  '  557 

jamás  ésa  mi  intención  :  sólo  he  querido  hacer  resaltar  la  abne- 
gación de  nuestros  humildes  caudillos  con  la  perfídia  de  los 
traidores  mariscales  del  imperio,  instrumentos  de  la  ambición 
de  Napoleón  III,  y  al  hacer  esto  he  partido  de  los  datos  oficiales 
por  los  cuales  Bazaine,  el  defensor  de  Metz  y  el  invasor  de 
México,  fué  declarado  traidor  por  su  gobierno  y  condenado 
á  degradación  y  muerte.  He  dicho  en  mi  Compendio  :  «  La  de- 
fensa dé  Puebla,  que  estaba  mal  fortificada,  por  un  ejército 
improvisado,  ¿  las  órdenes  de  un  patriota  cuya  profesión  no 
era  la  militar,  contra  un  ejército  tres  veces  más  numeroso,  tan 
aguerrido  y  notable  como  era  el  francés,  es  uno  de  los  hechos 
más  gloriosos  de  la  historia  patria ;  hecho  que  no  supieron 
imitar  los  mismos  franceses  en  su  guerra  con  Prusia,  en  la 
cual  se  rindieron  Strasbourg-y  Metz,  las  plazas  más  fuertes  de 
Europa,  á  los  treinta  y  ocho  días  la  primera  y  á  los  setenta  y 
dos  días  la  segunda,  á  pesar  de  que  sus  defensores  tenían  abun- 
dantes elementos  é  igualaban  en  número  á  los  sitiadores.  » 
Para  convencerse  de  que  no  me  ha  guiado  un  sentimiento  apa- 
sionado como  hijo  de  México,  transcribo  el  siguiente  párrafo, 
traducido  de  un  artículo  publicado  tres  meses  hace  en  París 
por  el  escritor  Ranc  en  la  République  Frangaise,  en  el  que  se 
hacen  ¡guales  comentarios  :  «  ¡  Oh  I  sí,  los  trágicos  recuerdos 
de  la  expedición  de  México  son  dolorosos  para  el  patriotismo 
francés.  El  17  de  mayo  de  1863,  después  de  una  enérgica  re- 
sistencia de  tres  meses,  se  rendía  la  ciudad  de  Puebla  defen- 
dida por  el  general  Ortega,  antiguo  abogado.  Por  orden  suya 
el  ejército  mexicano  clavó  sus  cañones,  destruyó  su  material 
de  guerra,  quemó  sus  banderas.  Después  escribió  Ortega  al 
general  Forey  que  la  plaza  estaba  á  su  disposición  y  que  se  en- 
contraba con  los  oficiales  de  su  ejército  en  el  palacio  episcopal, 
donde  esperaba  sus  órdenes.  Es  sensible  que  en  1870,  algunos 
de  los  que  mandaban  las  plazas  fuertes  atacadas  por  los  prusia- 
nos^ no  se  hubiesen  inspirado  en  este  ejemplo  dado  por  un  abo- 
gado mexicano.  » 

Por  lo  demás,  no  participaré  nunca  de  la  opinión  del  señor 
conde,  de  que  el  sitio  de  Puebla  «  no  fué  en  realidad  sino  una 
guerra  de  barricadas  que  no  indica  soldados  habituados  al 
fuego  »,  ni  que  sus  compatriotas  por  un  sentimiento  de  gene- 


558  PÉREZ    VERDÍA 

rosidad  llevado  hasta  la  exageración  no  quisieron  bombardear 
la  ciudad  ;pues  todos  los  datos  que  existen  proclaman  la  inexac- 
titud de  semejantes  aseveraciones. 

El  emperador  Napoleón,  en  carta  fechada  en  Fontainebleau 
á  12  de  junio  de  1863,  le  decía  á  Forey,  á  quien  ascendió  á  ma- 
riscal por  aquella  guerra  de  barricadas  :  «  Sé  perfectamente 
cuánta  previsión  y  energía  han  necesitado  los  jefes  y  soldados 
para  llegar  á  este  importante  resultado.  Mostrad  en  minombre 
al  ejército  toda  mi  satisfacción  ;  decidle  cuánto  aprecio  su  per- 
severancia y  su  valor  en  una  expedición  tan  lejana,  donde  ha 
tenido  que  luchar  contra  el  clima,  contra  la  dificultad  de  los 
lugares  y  contra  un  enemigo  tanto  más  obstinado,  cuanto  que 
ha  estado  engañado  con  respecto  á  mis  intenciones.  » 

Esta  sola  carta  sería  suficiente,  así  como  la  alegría  que  en 
toda  Francia  causó  la  noticia  de  la  toma  de  Puebla,  para  de- 
mostrar la  grande  importancia  de  aquel  hecho  de  armas  ;  pero 
para  más  abundamiento  y  prescindiendo  siempre  de  datos 
mexicanos  que  podrían  tacharse  de  parciales,  copio  las  si- 
guientes líneas  de  Mr.  Niox,  capitán  del  ejército  expedicionario 
y  autor  de  la  obra  titulada  :  VExpédition  de  Mexique,  por  las 
cuales  se  verá  también  que  si  los  sitiadores  de  Puebla  no  la 
bombardearon  con  el  mismo  rigor  que  emplearon  los  alemanes 
con  las  fortalezas  francesas,  no  fué  por  un  sentimiento  de  huma- 
nidad llevado  hasta  el  escrúpulo,  sino  porque  menos  previsores 
que  aquéllos,  carecían  de  los  elementos  necesarios. 

«  Se  discutió  en  este  consejo  de  guerra  (7  de  abril),  dice  el 
autor  citado  :  1°  Si  sería  preciso,  en  vista  de  la  superioridad  de 
la  artillería  enemiga,  suspender  los  ataques  y  esperar  la  llegada 
de  cañones  de  grueso  calibre.  —  2°  Si  sería  necesario  suspender 
el  sitio,  mantener  sólo  vigilancia  sobre  Puebla  y  marchar  sobre 
México.  —  3"  Si  sería  preciso  aun  abandonarla  observación  de 
Puebla  y  llevar  sobre  México  todo  el  ejército.  » 

Ese*  consejo  se  celebró  precisamenle  cuando  acababan  de 
obtener  el  primer  triunfo,  apoderándose  del  fuerte  de  San 
Javier  después  de  un  bombardeo  y  de  un  asalto  reñidísimos. 
Añade  el  historiógrafo  francés  :  «  Se  pensó  en  dirigir  contra  los 
fuertes  de  Totimchuacan  y  del  Carmen  un  ataque  análogo  al 
que  había  hecho  caer  á  San  Javier,., ;  pero  el  comandante  de 


HISTORIA    DE   MÉXICO  559 

la  artillería  manifestó  lemores  de  que  la  provisión  de  muni- 
ciones fuese  insuficiente  para  este  doble  ataque.  Era  preciso 
resignarse  á  seguir  estos  pasos  tan  lentos  y  mortíferos  hacia 
el  centro  de  la  plaza.  No  se  tenían  más  que  600  kilogramos  de 
pólvora  de  minas  y  no  se  podía  pensar  en  hacer  una  guerra 
subterránea.  En  este  primer  período  las  pérdidas  habían  sido 
de  un  oficial  general  muerto,  siete  oficiales  muertos,  39  heridos, 
56  soldados  muertos  y  443  heridos.  » 

.  Conste  por  tanto  cuál  fué  la  verdadera  causa  de  que  no  hu- 
biesen hecho  cenizas  la  ciudad.  Á  pesar  de  esto,  he  aquí  la 
descripción  que  hace  de  la  derrota  que  sufrieron  en  el  barrio 
de  Santa  Inés  el  25  de  abril :  «  Se  dio  la  señal  :  las  ocho  piezas 
de  la  batería  de  brecha  hicieron  una  salva  de  metralla  y  las 
columnas  se  lanzaron  al  combate.  La  de  la  derecha,  compuesta 
de  cuatro  compañías  del  tercer  batallón  del  1**  de  zuavos, 
estaba  mandada  por  el  jefe  de  batallón  Melot ;  la  de  la 
izquierda,  compuesta  de  otras  cuatro  compañías  del  mismo 
cuerpo,  era  conducida  por  el  capitán  Devaux.  El  enemigo 
había  disminuido  sus  fuegos;  pero  apenas  comenzaron  á 
desembocar  las  columnas,  cuando  los  muros,  las  ventanas  y 
las  azoteas  se  cubrieron  de  tiradores.  Más  de  2.000  mexicanos 
concentraron  sus  tiros  sobre  el  estrecho  espacio  por  donde  se 
presentaban  los  asaltantes  y  donde  la  marcha  se  hacía  difícil 
por  los  escombros  de  los  muros  caídos  y  por  los  obstáculos 
acumulados.  Los  zuavos  avanzan  en  medio  de  una  nube  de 
balas  :  la  columna  de  la  derecha  alcanza  hasta  la  reja  ;  la  de  la 
izquierda  la  pasa  y  llega  hasta  las  construcciones  del  convento  : 
en  este  momento  el  enemigo  redobla  el  fuego.  Las  columnas 
se  detienen  aplastadas  :  el  ataque  no  puede  continuarse  sin 
grandes  é  inútiles  sacrificios  ;  se  dio  la  orden  de  retirada,  pero 
muy  pocos  de  aquellos  bravos  soldados  volvieron  á  sus  líneas. 
Este  terrible  asalto  había  costado  en  la  columna  de  la  izquierda, 
á  más  de  la  pérdida  de  10  oficiales,  nueve  muertos  ó  dispersos ; 
en  la  de  la  derecha  un  oficial  muerto,  dos  dispersos  y  cinco 
heridos;  27  soldados  muertos,  127  heridos  y  176  dispersos. 
Más  tarde  se  supo  que  á  estas  cifras  hubo  que  agregar 
130  hombres  prisioneros,  entre  los  cuales  se  contaban  siete 
oficiales.  Habían  combatido  como  leones^  dice  la  relación  del 


^¿^ 


560  PÉREZ    VERDÍA 

general  Ortega.  —  Á  consecuencia  de  este  nuevo  desastre,  el 
general  en  jefe  convocó  luego  á  los  generales  de  división  y  á 
los  comandantes  de  artillería  :  era  la  cuarta  vez  que  en  esta 
guerra  de  las  calles  las  tropas  se  estrellaban  contra  obstáculos 
invencibles ;  cada  una  de  estas  veces  su  derrota  (insuccés) 
había  sido  pagada  con  la  sangre  de  sus  mejores  soldados.  » 
(Págs.  271  y  272.) 

Difícil  es,  en  verdad,  si  no  imposible,  apreciar  de  un  mismo 
modo  hechos  trascendentales  que  afectan  aún  el  sentimiento 
patriótico  de  los  diversos  críticos,  de  suerte  que  nada  extraños 
son  los  aludidos  juicios  del  señor  de  Charencey,  quien,  llevado 
por  otra  parte  de  sus  sentimientos  de  simpatía  á  nuestro  país 
y  de  indulgencia  hacia  el  autor  del  Compendio ,  lo  exalta  y  elogia 
mucho  más  de  lo  que  su  insignifícancia  merece,  y  aplaude  en 
el  libro  el  desarrollo  que  va  tomando  en  México  la  afición  á 
los  estudios  científicos  y  literarios,  que  por  fortuna  va  substi- 
tuyendo en  nuestra  prensa  á  las  infructuosas  diatribas  políti- 
cas. 

Rectificados  los  referidos  hechos,  crea  el  señor  conde  que 
atenderé  en  la  próxima  edición  que  estoy  preparando  su  justa 
indicación  sobre  el  silencio  que  guardé  en  la  primera,  acerca 
de  la  civilización  yucateca,  y  reciba  las  públicas  muestras  de 
mi  agradecimiento  por  los  bondadosos  conceptos  con  que  ha 
favorecido  mi  humilde  libro,  y  que  constituyen  uno  de  sus  más 
preciados  elogios. 

Luis  Pérez  Verdía. 


i 


•^■1^ 


ÍNDICE 


Páginas. 

Advertencia. .'..,.       ix 

Real  Academia  de  la  Historia xvii 

PRIMERA  PARTE 

Capítulo  primero.  —  Primeros  pobladores  de  América.  —  Su  origen. 

—  Cómo  vinieron  del  antiguo  continente.  —  Primeros  habitantes 
de  México.  —  Yucatán ;  escritura  y  civilización  de  los  maya ;  guerras 

y  tradiciones.  —  Los  tolteca.  —  Su  monartiuia 1 

Capítulo  segundo.  —  Los  chichimcca.  —  Su  origen  y  civilización.  — 
Se  establecen  en  Tennyucán.  —  Llegada  de  tribus  más  adelantadas. 

—  Monarquía  de  Acolliuacán.  —  Usurpación  de  los  tecpaneca.  .   .       1.5 
Capítulo  tercero.  —  Restauración  de  la  monarquía  de  Acolhuacán. 

—  Nczahualcoyotl.  —  Nezahualpilli.  —  Tltimos  reyes 25 

Capítulo  cuarto.  --  Las  familias  nahuatlacas.  —  Su  peregrinación. 

—  Fundación  de  Tenochtitlán.  —  Monarquía  mexicana.  —  Sus 
primeros  reyes.  —  Creación  del  reino  de  Tlacopán.  —  Célebre 
alianza 31 

Capítulo  quinto.  —  Elección  de  Moteculizoma  llliuicamina.  —  Sus 
campañas.  —  Inundación  de  Tenochtitlán.  —  Célebre  carestía  de 
víveres.  —  Introdúcese  el  a^^ua  de  Chapoltepec.  —  Axayacatl.  — 
Conquista  de  Tlatelolco.  —  Tizoc.  —  Ahuizotl.  —  Dedicación  del 
templo  mayor.  —  Con<iuista  de  Quauhlematlán 43 

Capítulo  sexto.  —  Motecuhzoma  11.  —  Sus  campañas  y  conquistas. 

—  Su  corte.  —  Supersticiones  y  presagios.  —  Estado  en  que  en- 
contraron los  españoles  las  naciones  de  Anáhuac.  —  División  te- 
rritorial, población  y  costumbres 54 

Capítulo  séptimo.  —  Contribuciones,  idioma  y  religión.  —  Organi- 
zación social  y  política.  —  El  Tlacatecüctli.  —  El  Cihuacoatl  y  el 
Tlatocán.  —  El  ejército 70 

Capítulo  octavo.  —  Monarquía  de  Michihuacán.  —  Primeros  pobla- 
dores. —  Diferentes  reyes.  —  Civilización.  —  Origen  del  nombre 
tarasco 82 

36 


563  ÍNDICE  4. 

G4víti;lo  rfuVE?íu.  — El  tiempu  enivtí  los  haliitRíile^  de  Anáhuí^c. — 
Bl  día  y  sus  horíis.  —  Loa  días  del  mes,  —  Notable  cújiipulu  dei 
luio,  —  Meses  da  {[ue  se  fornifiba.  —  í^alendario,  —  El  siglo.  — 
Plcstais  cíclicas.  —  Nuxnevación  hablada,  —  Num  eme  inri  e.srrita.      ^6 


SEGUNDA  PAUTE 

Capítl'uo  J'Himehü.  --  Los  hombres  del  Noñe.  —  Sus  doseubrímicn- 
los.  —  Viajen  en  el  síiuOo  ii.  ^  Cristóbal  Colón.  —  Su  educaiñóny 
pnmeroa  .inoí<.  —  Í5us  Irabajoa.  .,.-,,.*,-   ^  ..,,  ,    100 

HapÍtlilo  sti-LríDO.  ^-  Viajes  de  Cob^n*  —  Sus  iDÍortunios  y  su  uuiei'te. 

—  Isabd  la  Católica.  —  Línea  Alejandriua.  —  Diversos  viajes  y 
eitpl  o  radones.  —  EsiJÍrítu  de  cüní[uitítfi.  ,*...*  ^  ,.,,,  -     IH 

GAi'ÍTrJLo  TShccuo.  ^-  Diet^o  Velázqucí  Gnbe mador  de  Cuba.  —  Pri- 
1)11^ ms  íifios  de  Hernán  Corles.  -^  Descubrimientos  de  las  costis 
mí»3ti canas  por  Ek^rnilndeE  de  OírdobFi  y  Juan  de  üiijalva.  —  Prepa- 
rali  vos  p?ii'a  la  cumíui^líi.  —  i)Íy¿^Ti!ito  de  Ye  liliquea  y  Cortés  p  — 
Cti?:ümcL  Viu  aLin  y  Tabasícu.  —  Jerúnimo  de  Aguilítr  y  do  fia  Ma- 
rina- —  Fiiodaciiín  de  Veracruz..  .  .  ^   »  ,   ,  ^ ,  *   .     Í3l 

Capítulo  cuarto .  -*  Establecímíínilo  del  Ayuntamiento  de  Vemcruí. 
^-  Los  pan:  I  riles  de  Vehistnoez.  —  CorUJíi  loij  castiga  y  destruye 
sus  naves.  ' — Emiiarío^  de  MulÉcuh^oina.  —  Los  totonaca.  — Com- 
píiiía  conlm  los  tlaxcalUfCa,  — Sumisión  de  esta  Re póblicai*- Viaje 
á  Tenocíilítlán,  —  Hecatombe  en  Gholollán.  —  Entrada  á  México  .    IH 

Caí^ítclo  ^juifíTO.  — Visita  de  l^ortésáMolí^culizoma  y  reconucimiento 
de  la  ciudad.  —Tesoro  de  AxuyacatL  —  Sucesos  de  Nahulla.  — 
Prísiión  de  Wotccuhzotüa,  —  Injusto  y  atroi^  suplicio  á^  Guauhpo- 
poca.  —  Sumísiun  del  monarca  aziecntl  al  rey  de  Espaiía,  —  Pulí- 
Qlo  de  \arv[ie}s  ........ 154 

CAi*ÍTirLO  SKXTo.  —  V^uolre  Cortés  á  Méxieo.  —  Honíble  matanza  de 
Alvarndu.  —  lusurrecriün  de  la  capitLd.  —  Muerte  de  Jlotecuh- 
jiouia.  —  CuitÍEihuaclím.  —  Ni>che  IriMe,  -—  Batdla  de  f)tumpan  .     lt>3 

l^vrÍTULo  séi'Tiwj.  —  Cuítlaliuactdn.  — ■  Su  corto  y  glorioso  rein,'\dai 

—  Terrible  epidemia  de  [na  víruelfis.  —  Cortes  en  Tlascíria.  — 
Refuerííos  que  recibe.  —  ííomprimt  de  Tepeacrt.  —  Fuíidnciñn  do 
Segura  de  la  Frontera.  —  Cuaubtí^moetzín.  —  J* roe  ara  inCit  límenle 
la  iinifjo  de  los  de  su  rojtri.  —  Sfílidn  de  los  coni[uiatartorcs  de 
Tlaxcíila.  —  Campaña  del  valle  de  Mt^ítico.  —  Muerte  de  Xícoten- 
ca.lL  —  Comienza  el  sitio  de  TenocUtíllán * lia 

Capítulo  octavo.  —  Combates  ífuranle  eL  sitio.  —  Derrota  de  los 
coníjuist adores,  —  Corles  prisionero.  —  Se  resisten  los  sitiados 
4  capitular*  ^  La  peste  y  el  hambre.  —  ÜUimos  nsaltos.  ^  Es 
heciio  prisioflero  el  emperador  Cuauhtemoc.  —Toma de lu  capital. 

—  Suplicio  de  loá  reyes  prisioneros í^ 


^T" 


ÍNDICE  563 

Páginas. 
Capítulo  noveno.  —  Ligeras  consideraciones  sobre   la  conquista  de 
México  y  sobre  la  persona  del  conquistador.  —  Cristóbal  de  Tapia. 

—  Reedificación  de  la  ciudad.  —  Expedición  de  las  Hibueras  .  ^    195 

TERCERA  PARTE 

Capítulo  primebo.  ■—  Gobierno  de  los  tenientes  del  Capitán  general. 

—  Graves  trastornos.  —  Vuelta  de  Hernán  Cortés.  —  El  Licenciado 
Ponce  (le  León.  —  El  Licenciado  Aguilar.    —  Los  oficiales  reales. 

—  Llegada  de  los  primeros  misioneros.  ^  Sus  heroicos  trabajos.     209 
Capítulo  seo  un  no.  —  Llegada  de  la  primera  Audiencia.  —Sus  graves 

abusos.  —  Controversias  con  el  cloro.  —  El  señor  Don  Fray  Juan 
de  Zumárraga.  —  Vuelta  de  Cortés.  —  La  segunda  Audiencia.  — 
Conquistas  de  Ñuño  de  Guzmán 217 

Capítulo  tercero.  —  Llegada  del  primer  virrey.  —  Su  adminis- 
tración. —  Nuevos  descubrimientos  de  Cortés.  —  Insurrección  de 
'la  Nueva  Galicia.  —  Muerte  de  Pedro  de  Alvarado.* —  Viaje  del 
Virrey.  —  Fuodación  de  Valladolid.  -—  Traslación  de  la  ciudad  de 
Guadalajara.  —  Las  nuevas  leyes 22.5 

Capítulo  cuarto.  —  Don  Luis  de  Velasco.  —  Crea  el  tribuneil  de  la 
Santa  Hermandad  y  establece  la  Universidad.  —  Inundación  de 
México.  —  Abdicación  de  Carlos  V  y  jura  de  Felipe  11.  —  Descu- 
brimiento de  Filipinas.  —  Muerte  del  Virrey.  —  La  Audiencia.  — 
Célebre  conjuración  del  marqués  del  Valle.  —  Don  GasU'm  de 
Peralta.  —  El  visitador  Muñoz.  —  Don  Martín  Enríquez  de  Al- 
manza.  —  Establecimiento  •  de  la  Inquisición.  —  La  epidemia.  — 
Don  Lorenzo  Suárez  de  Mendoza 236 

Capítulo  quinto.  —  El  señor  don  Pedro  Moya  de  Contreras.  —  El 
tercer  concilio  mexicano.  —  Don  Alvaro  Manrique  de  Zúñiga.  — 
Sus  cuestiones  con  la  audiencia  de  Guadalajara.  —  Don  Luis  de 
Velasco  II.  —  Don  Gaspar  de  Zúñiga  y  Acevedo.  -  Nuevas  explo- 
raciones. —  Felipe  III.  —  Trabajos  literarios  del  siglo  xvi.  —  El 
-Marqués  de  Montes  Claros.  —  Nueva  inundación  de  la  capital  .   .     245 

Capítulo  sexto.  —  Vuelta  de  Don  Luis  de  Velasco.  —  Insurrección 
de  los  negros.  —  La  Audiencia.  —  Honúbles  asesinatos.  —  El  Mar- 
tines de  Guadalcázar.  —  Felipe IV.—  Don  Diego  Carrillo  y  Pimentel. 

—  Sus  tareas  y  controversias  con  el  arzobispo  Pérez  de  la  Serna.  — 
Tumulto  de  1624.  —  Lo  que  resultó  en  la  pesquisa  que  se  formó .  .     252 

Capítulo  séptimo.  —  El  Marqués  de  Cerralvo.  —  Terrible  inundación. 

—  Período  de  tiempo  señalado  á  los  virreyes.  —  Don  Lope  Díaz  de 
Armendáriz.  —  El  marqués  de  Villena.  —  Independencia  de  Por- 
tugal. —  Es  depuesto  el  virrey  por  el  visitador.  —  Don  Juan  de  Pa- 
lafox.  —  El  Conde  de  Salvatierra.  —  Célebre  representación  del 
A^nmtamiento  de    México.  —  Escándalos  en  Puebla.  —  El  obispo 

de  Yupatán.  —  Autos  de  fe.  —  Don  Luis  Enríquez  de  Guzmán  .  .     239 


^"^w 


564  ÍNDICE  '' 

Páginas. 

Capítulo  octavo.  ;—  Don  Francisco  Fernández  de  la  Cueva.  —  El 
Marqués  de  Ley  va.  —  Sus  cuestiones  con  el  clero.  —  Derrota  de  los 
ingleses  en  Yucatán.  —  Don  Diego  Osorio  Escobar.  —  El  Marqués 
de  Mancera.  —  Garlos  II  y  la  Regencia.  —  Auto  de  fe.  t-  El  Duque 
de  Veraguas.  —  Don  Fray  Payo  de  Rivera,  —  Don  Tomás  Antonio 
de  la  Cerda.  —  Saqueo  de  Veracruz.  —  El  tapado.  —  El  Conde  de 
Monclova 267 

Capítulo  noveno.  —  Don  Gaspar  de  la  Cerda  Sandoval.  —  Derrota 
de  los  franceses  en  Santo  Domingo.  —  Muerte  de  don  Fernando 
Valenzuela.  —  Serio  motín  por  la  escasez  de  víveres.  —  Sor  Juana 
Inés  de  la  Cruz.  —  Don  Juan  de  Ortega  y  Montañez.  —  El  Conde  de  • 
Moctezuma  y  Tula.  —  Don  Garlos  de  Sigüenza  y  Góngora.  —  Pro- 
gresos intelectuales.  —  Muerte  de  Garlos  II.  —  Felipe  V.  —  Guerra 
de  sucesión  en  España.  —  Don  Juan  Ortega  por  segunda  vez.  — 
Desastre  de  la  flota  española  en  Vigo.  —  El  segundo  Duque  de 
Alburquerque 274 

Capítulo  décimo.  —  El  Duque  de  Linares.  —  Don  Baltasar  de  Zúñiga. 

—  Don  Juan  de  Acuña.  —  Abdicación  de  Felipe  V  y  muerte  de 
Luis  1.  —  Don  Juan  Antonio  de  Vizarrón.  —  ElDuquede  la  Con- 
quista. —  Don  Pedro  Cebrián  y  Agustín.  —  Cae  en  poder  del  corsario 
Anson  la  nao  de  Filipinas.  —  Don  Francisco  de  Güemes  y  Hor- 
casitas.  —  Muerte  del  rey  Felipe  V  y  jura  de  Fernando  VI.  —  El 
Marqués   de  las  Amarillas.  —  Don  Francisco  Cagigal  de  la  Vega. 

—  Muerte  de  Fernando  VI  y  exaltación  de  Garlos  111.  —  El  Mar- 
qués de  Cruillas.  —  Visita  de  Don  José  de  Gálvez 28i 

Capítulo  undécimo.  —  Don  Carlos  de  Groix.  —  Expulsión  de  los  je- 
suítas de  todos  los  dominios  de  España.  —  Moünes  y  cuestione? 
que  originó.  —  Don  Antonio  María  de  Bucareli.  —  Fundaciones  de 
establecimientos  útiles  y  embellecimiento  de  la  capital.  —  Don 
Martín  de  Mayorga.  —  Don  Matías  de  Gúlvez.  —  Célebre  dictamen 
del  Conde  de  Aranda  sobre  la  independencia  de  las  colonias  his- 
•  panoamericanas.  —  Don  Bernardo  de  Gálvez.  —  Construcción  del 
palacio  de  Ghapultepec 288 

Capítulo  duodécimo.  —  Don  Alonso  Núñezde  Ilaro.  —  Don  Manuel 
Antonio  Flores.  —  El  segundo  Conde  de  Revillagigedo  —  Su  no- 
table administración.—  El  Marqués  de  Branciforte.  —  líonMif.T2cl 
José  de  Azanza.  —  Hombres  notables  del  siglo  xviu.  —  iJon  E^'élix 
Berenguer  de  Marquina. —  Primeras  conspiraciones.  —  Don  José 
de  Iturrigaray.  —  Su  conduela.  —  Sucesos  de  España.  —  Fer- 
nando VU.  —  Prisión  del  virrey  y  su  familia á9& 

Capítulo  décimo  tekcio.  —  Don  Pedro  Garibay.  —  Consecuencias  de 
la  prisión  de  Ilurrigaray.  ~  Ideas  de  independencia.  —  Breveí 
consideraciones  acerca  del  gobierno  colonial.  — Causas  át  Ja  eman- 
cipación. —  El  arzobispo  don  Francisco  Lizana.  —  Don  FraíídsCO 
Vencgas ílH 


ÍNDICE  565 

CUARTA  PARTE 

Página». 
Capítulo  primero.  —  Conjuración  de   Querélaro.  —  El    señor  cura 
don  Miguel  Hidalgo  y  Costilla.    —   Pronunciamientt)  en    Dolores. 

—  Marcha   para   San    Miguel.  —  Entrada  de  ios  independientes 

en  Guanajato  y  toma  del  castillo  de  Granaditas 318 

Capítulo  segundo.  —  Medidas  que  se  tomaron  contra  la  insurrección. 
.  —Contestación  de  Hidalgo  á  las  censuras  eclesiásticas  —  Ocupa- 
ción de  Vallad olid.  — Su  marcha  sobre  México.  —  Batalla  y  triunfo 
del  Monte  de  las  Cruces.  —  Derrota  de  Acúleo.  —  Triunfa  Torres 
en  Zacoalco  y  ocupa  á  Guadalajara.  —  Establece  en  esta  ciudad 
Hidalgo  su  gobierno.  —  Toma  de  Guanajuato  por  Calleja. —  Ho- 
rribles asesinatos  y  fusilamientos.  —  Batalla  de  Calderón  —  Se 
dirigen  á  los  Estados  Unidos  los  caudillos  insurgentes.  —  Deponen 
á  Hidalgo  en  el  mando  militar  y  lo  confieren  á  Allende.  —  Trai- 
ción de  Elizondo.  —  Son  hechos  prisioneros  y  fusilados 325 

Capítulo  tercero.  —  Gloriosa  retirada  do  Rayón  de  Saltillo  á  Zaca- 
tecas. —  Su  marcha  para  Michoactán.  —  Junta  de  Zitáeuaro.  —  El 
señor  Cura  1).  José  María  Morelos  —  Sus  campañas.  —  Célebre 
sitio  de  Cuaulla.  —  Sitio  de  Huajuapán.  —  Derrotas  de  Chiapa  y 

'  Aculcingo.  —  Rápida  expedición  de  Morelos  sobre  Oaxaca.  —  Don 
Félix  María  Calleja.  —  Se  establece  el  Congreso  insurgente  en  Chil- 
pancingo.  —  Declaración  de  la  ind(;|)endcncia  de  México.  —  Derrota 
de  Valladolid.  —  Derrota  y  prisión  de  Morelos  en  Tcsiiialaca.  — 
Su  proceso  y  su  muerte 338 

Capítulo  cuarto.  —  Disolución  del  Congreso  en  Tehuacán.  —  Con- 
tinúa la  guerra  de  independencia.  —  Don  Juan  Ruiz  de  Apodaca. 

—  Defensa  de  la  isla  de  Mexcala.  —  Primer  sitio  de  Cóporo.  — 
Don  Francisco  Javier  Mina.  —  Su  marcha  para  el  interior.  —  Sus 
extraordinarias  victorias.  —  Heroica  defensa  de  Sarda  en  Soto  la 
Marina.  —  Sitio  del  Fuerte  del  Sombrero  y  del  de  los  Remedios. 

—  Asalto  en  el  Vcnadito.  —  Es  hecho  prisionero  Mina  y  fusilado.     3*>0 
Capítulo  quinto.  —  Continuación  de   la  guerra.  —  Se  proclama  la 

constitución  en  España.  —  Plon  de  la  Profesa  para  oponerse  á  ella. 

—  Don  Agustín  de  Iturbide.  —  Se  le  da  la  comandancia  del  Sur  y 
sale  á  campaña.  —  Se  pone  de  acuerdo  con  Guerrero  en  Acatem- 
psun.  —  Plíin  de  Iguala.  —  Medidas  del   Virrey  para  contrariarlo. 

—  Es  secundado  en  muchas  partes.  —  El  ejército  realista  depone 
al  señor  Apodaca  y  nombra  á  don  Pedro  Novella.  —  Don  Juan 
O'Donojú.  —  Tratados  de  Córdoba.  —  Entrada  del  ejército  triga- 
rante  en  México.  —  Acta  de  independencia.  —  La  Regencia.  —  La 
Revolución  de  independencia  fué  republicana  democrática.   .   .   .     3o!) 

Capítulo  sexto.  —  Muerte  de  ODonojú.  —  Agregación  de  Guatemala.  • 

—  Instalación  del  Congreso  constituyente.  —  El  gobierno  español 
reprueba  los  tratados  do  Córdoba.  —  Partidos  políticos.  -  Procla- 


SOÜ  fNBICEl 

niiiciíiQ  Je  UurbiJe  como  Empemilur  dtó  México,  —  Frii  toroiviíión* 

—  ViiHüs  di;  tttl  eh'rci(Hi  hfchh.  pur  el  CungrííSí*  —  tiíinta  Arvnn 
ppoclíimri  In  UiípúbUca,  —  EücuenLn  ero  e\  plívn  de  Catirt.  Míiln. — 
Kohlf  condiirtK  de  Iturbiííe.  —  Sak  doHlernido.  —  Poder  E jacú  üvci. 

—  Kiiipréstituíi,  —  IiiícriK  deevcío  i\vl  átí  <le  nbnl  de  18^  í.  —  Vuelln 

de  Ituchidc.  ^  E»  íi|ireheodido  y  hisilnón.  ,,..,,,.,,,.  MI 
CAí'ÍTiLfi  sííi'Tisío.  —  Coiiíítíhicínn  ffdeml  de  1S24.  —  Kl  señiir  ííentirtl 
don  nuadiibipe  Viclom.  —  ReiididiVn  ile  San  Jtvvn  de  L'lúa.  — 
Plan  di*  Monlnño.  —  Es  electo  piwn  Pn^jildeole  don  Manuel  G*  Pe- 
draza.  —  ncvohicifjTi  do  la  Acmilada  y  su  Iriunro.  —  Ll  bJ^üor  ^e- 
Der;ii  don  Vícerdtí  üuerpem.  —  IvxpL'dici'in  y  diiroía  ilc  BnUTadrjiÍT. 

—  Phm  úi^  .hdajka.  —  Kl  señor  dmi  José  dr  Bocanc|ü[ríi,  —  Pronun- 
cifimlünto  de  Ifi  capital.  —  El  sefior  ^i;ne,ml  don  Anaj^lasío  Ünfita- 
TDnülE%  —  riu  udmin¡stivicjí>!i.  ~  Trnh'um  de  Picfdugn  y  ru^iln- 
üiií'rMii  df?l  señor  üueiríU't^  ^  Es^lallíi  de  nm^vii  k  rcvoLucítVn.  — 

El  señíír  rj'i/neríd  don  Melcbor  Mihipjizv  —  Conven  ios  de  Zavaletn.  .Í7(í 
CapÍti-IhO  octato.—^  Presidencia  del  señi>r  general  don  Mamu.d  G,  Pl> 
druiía,  —  riobícrnti  del  señar  don  Vab-ntin  C.  Farúts,  ^  Pronim- 
dsinitenío  pnr  relign'ín  y  fiiiTtis,  —  El  sefmr  general  don  Anlonio 
Iaí[ící  de  Snnta  Anna*  —  Plan  ile  Cuerna vnca.  —  nejn'iblicí\  (len- 
tndiHta.  —  Kl  íieñor  fíe  n^  ral  d**ti  Mitriiel  Barra  fían.  —  Derrota  de 
Im*  fU4'rííis  federales  úv  ¡Caítnleca.s,  ~  Guerrií  di-  Teja ¡4.  —  El  sefior 
don  JiísUi  CiíiTo.  —  Desastre  de  San  Jacinto.  —  Kl  señor  gntiei-al 
ilon  Auíi^lnsio  íluslfnuíinle.  —  Pranuncirtmlcntos  por  la  fedei^<*iún, 

—  ünerra  con  Francia 38y 

Gajítclo  noveíío.  —  Vuolve  i?íinla  Anna  ¡i  la  Pir^idpnt?i:i,  —  Batnlln 

de  AiííijeLr  y  or.upaci*'m  do  Trompico,  —  El  üeñor  yineral  dün  Nieo- 
^  \í\s  Bríivi>.  —  Pfommciíi miento  en  la  capital.  —  Pro nu n r i /idq.¡ en to 
did  genorrtl  Püp  deti  en  Guadulnjnra.  —  El  señor  dou  .lavirr  Eche- 
vuiTÍn.  —  Es  noiabraidn  ile  nuevtj  Santtt  Ann?L  Presidcule.  —  Seprc- 
gFiciñn  y  campaím  del  Estndtj  de  Yucal^rv,  —  El  señor  don  Nicolás' 
Bravo*  ■ —  Diaolncjon  del  Ouif^rtíso.  —  Hases  orgjínk'fts.  —  YucJi- 
tán,  —  El  geTH'nd  don  ValeaLiü  Cano  I  tí  o,  —  Níjf'va  iní;  arrece  ion 
í.'n  iíiiMdaLrj,irfi  .  , ,   .    , :  ,     399 

Capítulo  uécimo.  —  El  sefua*  ■^enernl  doa  Jí'sé  J*  do  Herrera*  —  Pc- 
cbir'it  i^in  tlv  la  ^uerrí(  ímlrc  Mí^xíCí>  y  los  Ks lados  Unidos.  —  Pn»- 
nuacirfuuentf»  dí?l  f^etu^rnl  P;trc*deí<  en  Snn  Ifiijs.  *—  E?í  uoinbrado 
Presidente  de  bi  íleptiblie?).  —  Sii:^  tf^iif  I  encías  paní  e^lablecer  l?i 
monnrqnjíu  —  rinfrilliis  de  Pítb^  Allit  y  bt  H<*snca,  ^  Pronuncia- 
mjtíntn  MU  fjtinftídrijnrií  y  su  tHimfo,  —  Kl  fteñor  ^íenerfil  don  Ma- 
ri ;ínr>  Sjdíiíí.  —  Kl  üííñor  di  Mi  Vab^ntíti  C6\m*i  Fí\rías*  —  El  j^enerííl 
Snrdn  Anni  se  pone  n\  frente  del  ejército  nm  íoniíl.  —  Bfitatla  tie 
la  Ango3liira.  —  Praniincianiienlf)  de  b>s  Ptdkoíí i04 

CAi>íTt;Lo  uNoÉciMo.  '^  Bomliardeo  y  t^nm  d©  V'erncruz.  —  Batalla  de 
Cerftí  íjoriio,  —  Ucnpación  de  Puebla,  ^  Defensa  de  la  capiltiE  — 


í^ 


ÍNDICE  567 

Páginas. 
Batalla  de  Padierna  y  Churubusco.  —  Armisticio.  —  Molino  del 
Rey.  —  Asalto  á  Chapiillepec.  -—  Las  garitas  de  México.  —  Aban- 
dono de  la  capital.  —  El  señor  D.  Manuel  de  la  Pena  y  Peña.  — 
Ocupación  de  la  capital  por  los  americanos  y  establecimiento  del 
gobierno  nacional  en  Querétnix».  —  El  general  D.  Pedro  María 
Anaya.  —  Vuelta  del  señor  Peña  y  Pena  á  la  Presidencia.  — •  Tra- 
tados de  paz.  —  Presidencia  del  general  Herrera.  —  El  señor  gene- 
ral D.  Mariano  Arista.  —  Revolución  de  Jalisco 414 

Capítulo  dcodécüio.  —  Triunfo  de  la  revolución.  —  El  señor  don 
Juan  B.  Ceballos.  —  El  general  don  Manuel  M.  Lombardini.  — 
Vuelta  del  general  Sai\ta  Anna  á  la  Presidencia. —  Dictadura  mili- 
lar.  — -  Plan  de  Ayutla.  —  Campaña  del  Sur.  —  El  conde  Raousset 
de  Boulvon.  —  Es  nombrado  Presidente  el  general  don  Juan  Álva- 
rez.  —  El  señor  General  D.  Ignacio  Comonfort.  —  Campañas  de 
Puebla.  —  Ley  de  desnmortización.  —  Constitución  federal  de  18í)7. 

—  Elección  de  Presidente.  —  Golpe  de  Estado.  —  Plan  de  Tacu- 
baya 431 

Capítulo  décimo  tercero.  —  El  señor  general  don  Félix  M.  Zuloaga. 

—  £1  señor  licenciado  don  Benito  Juárez.  —  Pronunciamienlo 
del  13  de  marzo  de  1858.  —  Sangrienta  guerra  de  Reforma.  —  Plan 
de  Navidad.  —  El  señor  general  D.  Miguel  Miramón.  —  Sus 
triunfos.  —  Expedición  sobre  Veracruz.  —  Batalla  y  fusilamientos 
de  Tacubaya.  —  Expide  Juárez  las  leyes  de  Reforma.  —  Tratados 
Mon-Almonte  y  Mac  Lane-Ocampo.  —  Segunda  campaña  de  Vera- 
cruz.  —  Combate  de  Antón  Lizardo.  —  Decreto  &d  Zuloaga  depo- 
niendo ú  Miramón  y  tomando  el  poder.  —  Es  aprehendido  por 
Miramón.  —  Derrota  de  éste  en  Silao.  —  El  señor  D.  José  Ignacio 
Pavón.  —  Es  de  nuevo  nombrado  Presidente  por  una  junta  el 
general  Miramón.  —  Ocupacií'm  de  Guadalajara  por  las  tropas 
constitucionalistas.  —  Escandaloso  contrato  de  Jécker.  ^-  Viola- 
ción de  la  Legación  inglesa  en  México.  —  Batalla  de  Calpulalpan. 

—  Fin  del  gobierno  de  Miramón 444 

Capítulo  dkcimo  cuarto.  —  Ocupación  do  Mé.xico  por  el  gobierno  del 
señor  Juárez.  —  Fusilamiento  del  señor  don  Melchor  Ocampo.  — 
Derrota  y  fusilamiento  de  los  generales  D.  Santos  Degollado  y 
D.  Leandro  Valle.  —  Ataque  de  Már<íuez  á  la  capital.  —  Es, derro- 
tad») en  Jalallaco.  —  Decreto  del  Al  de  julio  de  1861.  —  Interven- 
ción extranjera.  —  Tratado  de  Londres.  —  La  opinión  pública  en 
Francia.  —  Desembarco  de  los  aliados.  —  Convenios  de  la  Sole- 
dad. —  Retirada  de  los  ingleses  y  españoles.  —  Escandalosa  vio- 
lación de  los  preliminares  de  la  Soledad 461 

Capítulo  déclmo  oulnto.  —  Plan  de  Córdoba.  — Acción  de  Acultzingo. 

—  Derrota  de  los  franceses  el  5  de  mayo.—  Combales  de  Barranca 
Seca  y  del  Borrego.  —  Llegada  del  general  Forey.  —  Destituye  á 
Almonte.  —  Glorioso  sitio  de  Puebla.  —  Ocupación  de  México  por 


568  ÍNDICE 

'Páginas. 

las  tropas  francesas.  —  Asamblea  de  notables.  —  Es  nombrado 
Emperador  Maximiliano  de  Austria.  —  Juicio  sobre  su  venida.  — 
Convención  de  Miramar.  —  Carácter  del  nuevo  soberano 47.*; 

Capítulo  décimo  sexto.  —  Desavenencias  entre  los  regentes.  —  Lle- 
gada del  Emperador.  —  Su  marcha  política.  —  Ocupación  del  país 
por  los  franceses.  —  Derrota  de  los  constitucionalistas.  —  E.sla- 
blece  Juárez  su  gobierno  en  Paso  del  Norte  y  Ghihuabua.  —  Des- 
acuerdo del  Emperador  con  el  clero.  —  Ley  de  3  octubre  de  186Z».  — 
Viaje  de  la  Emperatriz  á  Yucatán.  —  Prórroga  del  período  presi- 
dencial       485 

Capítulo  dkcimo  séptimo.  — Empréstitos  —  La  doctrina  Monroe  y  la 
intervención  francesa.  —  Decide  Napoleón  abandonar  á  Maximiliano. 

—  Triunfo  de  los  republicanos.  —  Salida  de  las  tropas  francesas. 

—  Cambio  de  política.  —  Derrota  de  San  Jacinto.  —  Sitio  de 
Querétaro.  —  Aprehensión  y  muerte  de  Maximiliano  y  sus  gene- 
redes.  —  Toma  de  México.  —  Hestablecimiento  de  la  Repóblica.      494 

CvpÍTiLO  DÉCIMO  OCTAVO.  —  Presidencia  del  señor  don  Benito  Juárez- 

—  Reducción  del  ejército.  —  Convocatoria.  —  Castigos  á  los  impe- 
rialistas. —  Entrega  del  cadáver  de  Maximiliano.   —  Frecuentes 
sublevaciones.  —  Partidos  políticos    —  lleelección.  —  Plan  de  la* 
Noria.  —  Muerte  de  Juárez.  —  El  señor  don  Sebastii'm  Lerdo  de 
Tejada.  —  Camp.iñ.i  conira  Lozada.  —  Cuestiones  ferrocarrileras. 

—  Kevolución  de  Tuxtepec .512 

Capítulo  décimo  noveno.  —  Actitud  jurídico-revolucionaria  del  Pre- 
sidente de  la  Supreina  Corte.  —  Los  decembristas.  —  Batalla  de 
Tecoac.  —  El  Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz.  —  Rompimiento  con  el 
partido  legn lista.  —  Sale  de  la  República  el  Sr.  Iglesias.  —  Go- 
bierno Tuxtepecano.  —  Dificultades.  —  Sublevación  del  vapor  de 
guerra  LihevtuiL  —  Concesiones  ferrocairileras,  —  Agitación  elec- 
toral.—  El  Sr.  (¡ral.  D.  Manuel  González.  —  Motín  del  níquel.. — 

La  deuda  inglesa. —  Reformas  legislativas 523 

Capítulo  vioksimo.  —  El  Sr.  Gral.  D.  Porfirio  Díaz  durante  sus  cuatro 
períodos  consecutivos.  —  Deuda  pública.  —  La  Unión  de  Centro' 
América.  —  El  caso  de  Cutting.  —  (^onspiraci('»n  do  García  de  la 
C.idena.  —  Cf)ngr»!So  de  Instrucción  f)úblic.i,  —  El  Centenario  de 
América.  —  Desavenencias  con  Gunlemaia.  —  Coronación  de  la 
iin.'igen  de  Xtra.  Sra.   de   Guadalupe.  —  Alentndo  de  Arroyo.   — 

Consolidarión  de  la  drutla.  —  .Nueva  reelección j    .    .    .   .     532 

Capítulo  vic.ksimo  píumkro.  —  Ef^tado  actual  del  país  :  población, 
ferrocarriles,  lelegraf«»s,  producción  minera,  capital,  presupuestos. 
Movimiento  literario  :  historiadores,  literatos,  poetas,  oradores, 
artistas 542 

AphNLucE.  —  Rectificaciones  históricas 549 


PARÍS.   —  LIBRERÍA  K  IMPRE.XTA  DE  L\  VD*  DK  CH.    BOURET. 


^-I>